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Opinión

Satanás, al enterarse de la noticia del fallecimiento de Fidel, rápidamente se dirigió a los encargados de la Sección Dictadores, Sátrapas, Tiranos y Afines para que se encargaran de los preparativos para la recepción de tan ilustre personaje. Luego de una breve conversación, Hitler, Stalin, Mussolini, Mao y Kim Il Sung, decidieron nombrar un Comité de Bienvenida, Presidido por Hugo Chávez en su condición de hijo putativo del fallecido y los honorables representantes Kadaffi, Idi Amin Dada y Sadam Hussein.
El designado comité, procedió de inmediato a elaborar el protocolo del acto. Decidieron que no podía faltar una alfombra indudablemente de color rojo a la entrada del infierno para resaltar la importancia del acto. En segundo lugar, eliminaron los fastidiosos discursos, en virtud de que todos los presentes eran caimanes de un mismo pozo o en este caso, de una misma paila.
Dada la avanzada edad del difunto, el comité decidió agrupar en un solo paquete Los Nueve Círculos del Infierno para no cansarlo y a la barca para cruzar el Aqueronte, ponerle un motor fuera de borda para acelerar el paso por todo el recorrido.
Hugo, estaba eufórico, al fin podré seguir oyendo los consejos de mi padre. Y sin que los demás miembros del comité se dieran cuenta, saco de uno de sus bolsillos un frasco de colonia y comenzó a esparcir el perfume por todo el salón.
- fo، جراب أن ( Fo, que vaina es esa) gritó Kadaffi.
Tranquilo, respondió Hugo. Es para quitarle el olor a Azufre al Comandante Fidel, no vayan a empezar la jodedera los espíritus oligarcas. No se les olvide que yo dije en la ONU que Busch dejaba un olor a azufre…..y aquí donde estamos ese olor impregna todo el ambiente.
Ese mismo día viernes, a eso de la media noche, llegó el esperado visitante. Los integrantes del comité salieron a saludarlo y darle la bienvenida. Llamaba, la atención la presencia masiva de espíritus dentro y fuera del recinto infernal. Muchos de ellos hasta portaban pancartas con mensajes para el recién llegado.
-Ernesto “Che” Guevara, no paraba de gritar “Traidor, Traidor” para sorpresa de todos. En un cartelón que sostenía con sus antebrazos podía leerse “Me abandonaste en Bolivia cobarde” “Devuélveme mis manos”, “dejaste que los Boinas Verdes del imperio me masacraran” y te “hiciste el pendejo con la ayuda prometida”.
-Más adelante, se encontraba el General Arnaldo Ochoa acompañado de Antonio de la Guardia, Jorge Martínez y Amado Bruno Padrón que también gritaban consignas contra Fidel. “Cobarde, nos acusaste de traidores a la patria y nos fusilaste a pesar de haber cumplido tus órdenes de establecer un corredor para el narcotráfico y el contrabando de diamantes. Traidor, te lavaste la cara con nuestra muerte”.
-Camilo Cienfuegos, arreglándose su sombrero, le gritó en su cara a Fidel, “mandaste a tumbar el avión en que viajaba para que no fuera tu rival y luego, impediste que la nave fuera localizada no fuera a quedar al descubierto tu complot criminal”.
-Pablo Escobar y el boliviano Robert Suárez Gómez, con lágrimas en los ojos se lamentaban de la muerte de su compinche Fidel. Óigame, le decía uno al otro, “viene a morirse cuando el negocio de la droga está en su mejor momento y nuestros aviones, en su tránsito a los Estados Unidos, pueden usar sin ningún impedimento las bases aéreas y las instalaciones militares de Cuba.
-Llamó la atención, la presencia de dos catires, Joao Havelange y Horst Dassler. Enseguida, los diablillos de seguridad los rodearon para pedirles que se identificaran y explicaran que hacían allí.
El brasileño Havelange, explicó “Viemos para homenagear tão ilustre ditador. Que alterar seu uniforme militar, a Adidas sportswear. O fundador da empresa alemã, o espírito do senhor Dassler acompanha-me”.
-Que se queden dijo Hugo, Yo también usaba esa marca.
Por otro lado, en las afueras del Infierno, la concentración de espíritus era más grande y en ella destacaban víctimas del régimen y opositores que a viva voz expresaban su rechazo al sátrapa dictador:
Huber Matos, portaba una pancarta en la cual se leía “CUBA LIBRE / FUERA EL COMUNISMO”.
Heberto Padilla, representando a un numeroso grupo de intelectuales, expresaba con vehemencia, usando el título de sus abras: “Fidel, estas fuera del juego” “Mi autocrítica, fue producto de la tortura de tus esbirros” “Provocaciones, produjo mi arresto junto a mi compañera Belkis Cruza Malé”…..pero el mundo intelectual te condeno por tus agresiones a la Libertad de Expresión.
Oswaldo Paya y Harold Cefero reivindicaban el Proyecto Varela y manifestaban que su “accidente” automovilístico fue provocado por el régimen.
Una gran marcha, hizo su aparición en la puerta del infierno. Más de 6.000 espíritus mostraban los tiros de gracia que les dieron después de haber sido fusilados. 77.000 espíritus balseros mostraban la cruda verdad de los hombres, mujeres y niños que han muerto al lanzarse al mar en busca de la Libertad. 1234 espíritus acudieron en representación de las ejecuciones extrajudiciales ordenadas por el dictador. 954 espíritus reclamaban que fueron víctimas de homicidios dentro de las prisiones, muchas de ellas ordenadas por los carceleros del régimen.
Por último, todos los presentes aplaudieron el grito inconfundible “AZÚCAR” de Celia que con gran dolor le recordaba y le reclamaba al tirano dictador, el no haberle permitido que acudiera a los actos fúnebres a la muerte de su madre.
Satanás, viendo todo aquello, solo se limitó a decir “A ese señor, su historia lo condenó”……”pásenlo para la quinta paila”.

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Ya vemos en las tres semanas transcurridas desde la última ronda de diálogo que es más fácil “proclamar calle”, que lograr que ésta se movilice. Son muy pocas o ninguna las actividades de calle que hemos visto y ninguna de parte de aquellos que se rasgaron las vestiduras cuando la MUD suspendió el juicio al Presidente y la marcha a Miraflores y se adentró en la complicada opción del diálogo.
La oposición ahora tiene que “subir la apuesta” en la Mesa de Diálogo para acorralar al Gobierno y obligarlo a hacer concesiones, sobre todo después de lo que ha pasado con los resultados de la segunda ronda que han creado un ambiente muy pesado contra los negociadores y la MUD, que dificultan la convocatoria a cualquier movilización.
Simultáneamente, es necesario acometer “acciones periféricas” o de apoyo a los negociadores de la MUD. Hay que insistir en dos de las fortalezas de la oposición que siguen siendo: la arena internacional y por supuesto la Asamblea Nacional.
En la arena internacional, la AN y la MUD deben insistir más formalmente, con más fuerza, en la aplicación de la Carta Democrática de la OEA y –de no concretarse la exclusión de Venezuela del Mercosur el 1 de diciembre– en la aplicación del Protocolo de Ushuaia, sobre el compromiso democrático. Sobre todo porque internacionalmente ya es conocido el talante dictatorial de este régimen.
Pero la arena internacional tiene otros espacios que también deben ser utilizados, como son los diversos organismos que velan por los derechos humanos (DDHH). Los diputados, de la MUD y las ONGs venezolanas, dedicadas a la materia, deben denunciar y presentar en esos organismos especializados de DDHH, de la ONU, de la OEA, los casos de violación de los DDHH en Venezuela, la violación del “debido proceso”, la situación de los presos políticos, la violación de derechos políticos (voto, manifestar, etc.), la actuación de PNB y GN, armados y usando sustancias tóxicas, en manifestaciones pacíficas, etc. Casos, que hasta los momentos solo han sido presentados por abogados y familiares de los afectados y a los que se debe dar mucha más difusión institucional.
En cuanto a la AN, se deben dejar ya las simples amenazas y reanudar cuanto antes el “llamado juicio político” al Presidente de la República, la aplicación de los artículos 222 y 232 de la Constitución Nacional. Pareciera que la AN no estuviera consciente de su propia fuerza, que va más allá de tener la mayoría parlamentaria y de estar apoyada en un inmenso caudal de votos el 6D de 2015.
Por más que el Gobierno pretenda desconocerla y anularla a través del TSJ, el Gobierno necesita que, en materia internacional, la AN conozca y apruebe los contratos de interés nacional y los convenios internacionales que está adelantando o que eventualmente podría adelantar, con gobiernos y entidades extranjeras (art. 187.9 de la Constitución); por ejemplo, de financiamiento, de explotación de recursos naturales, etc. Aunque el TSJ se “apropie” de esa atribución o se la “conceda” al Presidente de la República, los otros Estados o entes firmantes se cuidarán de hacerlo sin que la AN lo apruebe, por la posibilidad de que en algún momento, a futuro, se declare ilegal o inconstitucional ese acuerdo o contrato. Aquí reside la fuerza de la AN frente al Gobierno. Esto es algo que el Gobierno de Maduro no puede desconocer o ignorar, ni usar para ello al TSJ, pues depende del reconocimiento de los otros países, de las legislaciones internas de los socios políticos y comerciales de Venezuela.
Sobre la derrota del Gobierno y su régimen de oprobio podemos pensar que es inminente, lo que no quiere decir que sea inmediata y el país se debe preparar para esa circunstancia, mucho más el llamado “país político”. La oposición debe estar pensando, además, en que pronto le tocará gobernar y el chavismo en cómo será su situación cuando deje el poder y tenga, probablemente, que explicar al país, rendirle cuentas al pueblo, acerca de su paso por el gobierno desde 1999, sin los mecanismos y recursos que ahora le brinda el poder.
En ese sentido, los dirigentes del chavismo deben tomar en cuenta cómo será ese “tránsito” hacía la oposición. Si el chavismo sale del poder a través de una negociación en la mesa de diálogo le será posible negociar un proceso de “amnistía” para sus dirigentes –que no hayan cometido delitos de lesa humanidad o contra los DDHH– que eventualmente les permita continuar en el país y continuar con su actividad pública o política; pero, si salen como producto de una derrota electoral en el 2018, no será posible esa “amnistía”, pues no habrá en la oposición ningún aliciente o presión para acordarla y les tocará enfrentar juicios de diversa índole o enfrentar exilio forzado. Muchos dirigentes y militantes del oficialismo saben, o sospechan, que eso podría ocurrir y que es una delicada circunstancia que no pueden dejar al azar.
La oposición sabe también esto y debe manejarse con tolerancia. Estoy perfectamente consciente de la polvareda que levantó al plantear una amnistía para quienes han hecho todo tipo de tropelías y cometido buena cantidad de delitos. Solo los delitos contra los derechos humanos no podrán ser perdonados, pero en los demás, al enemigo “puente de plata”; facilitar una transición en paz para recuperar la democracia, para salir sin más traumas de este proceso, será beneficioso para todos.
Así ha ocurrido en todos los países del mundo que han salido de dictaduras, en procesos más o menos largos; muchos que se vieron perjudicados en sus bienes o actividades y que legítimamente podrían tener derecho a reclamar una justa reparación, debieron posponer esa aspiración pues era indispensable erradicar el odio y la violencia que pudo haberse desatado, por el bien del país y su futuro.
Por el momento el diálogo continuará sin que sepamos muy bien que rutas y derroteros tomará, por tanto debemos trabajar en firme sobre lo ya logrado y que el Gobierno no ha cumplido, denunciando esta conducta en la mesa de diálogo ante los mediadores y facilitadores.
@Ismael_Perez

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La lucha por establecer la modernidad política y económica en Latinoamérica está inevitablemente determinada por la confrontación con la revolución cubana. Sin embargo, en pocos lugares del continente la influencia del castrismo ha sido tan profunda, paradójica y duradera como en Venezuela.
Es éste, un aspecto del proceso venezolano que ha sido ignorado por muchos políticos, analistas e historiadores jóvenes que no vivieron los años fundacionales de la democracia en Venezuela o que simplemente, son todavía tributarios del pensamiento colectivista latinoamericano. Estos, no tuvieron la honestidad intelectual de denunciar con nitidez al castrismo como lo que es, la ruina moral y económica de dos generaciones enteras. A otros, nos tomó por sorpresa el tener que referenciarnos ante una fuerza que jurábamos superada. Nunca imaginamos que tendríamos que enfrentar, en pleno siglo XXI , a un esperpento tan atrasado como el comunismo.
No queremos decir aquí que el castrismo es el único determinante en la debacle de la democracia venezolana. Pero si podemos afirmar que es un aspecto que las nuevas generaciones han despreciado o en todo caso comprendido muy tardíamente, ahora que el colectivismo se enseñorea en Venezuela, con su herencia de pobreza, degradación espiritual, megalomanía política y estatismo mafioso.
El hecho cierto es que la democracia venezolana nace en conflicto directo con el régimen cubano y en esa misma medida también perece. Ya habrá de resurgir. Nadie en este minuto puede garantizar cuándo, ni cómo, pero sí se puede indicar el porqué: los venezolanos fueron los primeros en el continente en conocer las bondades de una democracia funcional, y esa es una cultura que ha sido y será determinante para volver a derrotar al castrismo, una vez más y tal vez, para siempre.
Es una convicción que la reconquista de la democracia en Venezuela pasa por entender un arco histórico que aún no se cierra y que se inicia tan pronto llega Fidel Castro al poder en enero de 1959. Por su valor estratégico como punta geográfica de Suramérica y su caudal petrolero, Venezuela fue siempre vista por los Castro como una conquista imprescindible en la ruta hacia la “revolución continental”. Además, cuenta el hecho de que la democracia betancourista se alza en Venezuela como un faro doctrinario en contra de toda pretensión dictatorial, sea ésta de izquierda o de derecha, lo que incluye a la lucha histórica contra el personalismo político en el continente. En ese sentido, Venezuela no resultaba apenas un objetivo financiero sino un enemigo filosófico.
No sorprende entonces que Venezuela sea el primer país del mundo que Fidel visita luego de su entrada triunfal en la Habana. A apenas dos semanas del descenso de la Sierra Maestra, llega Fidel a Caracas, un 23 de enero, en la fecha mítica que marca el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y el inicio de la democracia en Venezuela.
Ese día pronuncia Fidel un discurso en la Plaza del Silencio, el lugar que emblematiza las últimas luchas populares contra la dictadura y de allí se dirige a la Universidad Central de Venezuela. Castro, hay que decirlo, atrapó tempranamente la energía psíquica de la juventud latinoamericana y en pocos lugares ese embrujo fue tan cautivante como en Venezuela.
En el Aula Magna de la UCV, para entonces la sala de conciertos más moderna y bella del continente, Castro se encuentra con una multitud frenética. Tiene a su lado a Pablo Neruda, quien recita el Canto a Bolívar. La audiencia enloquece mientras se recauda dinero que los asistentes depositan en la gorra misma del Comandante. Muchos de los que allí estaban, serían más tarde guerrilleros alzados contra los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, funcionarios del segundo gobierno de Rafael Caldera y ministros de la era chavista.
Un año más tarde Neruda publica la Canción de Gesta: un panegírico pastoso dedicado a un ególatra delirante que ya había colocado su imagen en el papel moneda cubano, concretamente, en el billete de un peso. Se daba así inicio a una de las megalomanías más teatrales del siglo XX.
Fidel, Fidel, -redacta Neruda- los pueblos te agradecen…
…representas todo el honor de nuestra lucha larga,
y si cayera Cuba caeríamos
y vendríamos para levantarla,
y si florece con todas sus flores
florecerá con nuestra propia savia.
Y si se atreven a tocar la frente de Cuba por tus manos liberada
encontrarán los puños de los pueblos,
sacaremos las armas enterradas:
la sangre y el orgullo acudirán a defender a Cuba bien amada.
Dos días después, el 25 de enero, tiene lugar la consabida reunión entre Fidel y Rómulo Betancourt, un encuentro que habría de determinar la historia política de América Latina durante toda la segunda mitad del siglo XX. Los historiadores no cuentan con una relación detallada de lo discutido entre ambos líderes, sin embargo, sabemos que duró algo más de cinco horas y que estuvo signada por un ambiente tenso. No podía ser de otra manera. Betancourt sabía quien era Castro. Diez años atrás, Fidel aterriza en Bogotá para participar de la sesión constitutiva de la Organización de Estados Americanos. Su estadía la costea Juan Domingo Perón, el abuelo de los megalómanos latinoamericanos. Perón siente empatía por Castro, quien para entonces, estaba más cercano de Ramiro Ledesma Ramos y Mussolini que de Marx y Lenin. De regreso el hombre hace escala en Caracas, aspirando a reunirse con el presidente Rómulo Gallegos y con el propio Betancourt, pero ninguno de los dos lo recibe.
Así es que Rómulo no se engaña ni se deja marear por la retórica edulcorada de los primeros meses de la Revolución, que para ese entonces insistía en publicitar su origen popular y democrático. En el encuentro Fidel propone la creación de un eje antiimperialista, dotado del apoyo ideológico, energético y financiero del gobierno venezolano. Rómulo es un muro. Ni una sola gota de petróleo venezolano iría a parar a Cuba.
Castro comprende en ese instante que del Betancourt marxista no queda nada. Recordemos que Rómulo había llegado a ser Secretario General del Partido Comunista de Costa Rica veinte años atrás. No obstante Rómulo es específico en hacer ver que su interés también es regional y que no es otro que el de sembrar al hemisferio de democracias liberales, con independencia de poderes y mandatos limitados de los gobernantes.
El encontronazo es frontal y la enemistad explícita. Castro calcula entonces que a Venezuela la habrá de doblegar por las armas o de lo contrario tendrá que renunciar a su anhelado dominio continental. Cuenta para ello con no pocos activos ya presentes en suelo venezolano: el movimiento estudiantil, de donde saldrían la mayoría de los líderes guerrilleros enfrentados a la democracia. La presencia de un ala marxista, dentro de Acción Democrática, el propio partido de Betancourt, y además, un sector minoritario de las Fuerzas Armadas.
Fidel Castro no sólo armó y financió a un ejército insurgente que enfrentarían los dos primeros presidentes de la democracia-civil venezolana, sino que llegó al extremo de invadir a Venezuela por las costas del Estado Miranda en mayo de 1967. La incursión contó con la presencia de una docena de guerrilleros cubanos y venezolanos entre los que se encontraba Fernando Soto Rojas. Éste, convertido más tarde en brujo retornado, llegó a hacerse 40 años después de la presidencia del parlamento venezolano. En ese ínterin, se permitió inaugurar en la parroquia del 23 de enero, en pleno corazón de Caracas, una estatua en homenaje a Manuel Marulanda, el guerrillero más psicopático de Occidente. No hay delirio semejante en ningún otro lugar del mundo.
Hacia finales de los años sesenta, Castro es derrotado en Venezuela en casi todos los niveles. En el plano diplomático, militar, e incluso en el plano electoral. Betancourt consiguió tempranamente expulsar a Cuba de la OEA y aislar la influencia de la revolución, lo que ayudaría al lento ascenso de las democracias de partidos en el continente. Sin embargo, hay un ámbito de la acción política por donde se cuela el tirano, el ámbito ideológico. Durante toda la historia de la democracia venezolana, el castrismo ha sabido establecer su impronta en los más variados aparatos de amplificación ideológica de la vida venezolana, vale decir, en las universidades, en los medios de comunicación, en las instituciones culturales e incluso, en los partidos políticos venezolanos, casi todos de centro izquierda.
“Solo la muerte de Betancourt –explica Antonio Sánchez García- permitió la insolente presencia de Fidel Castro (en Venezuela) y su rumbosa y provocadora comitiva en los fastos de lo que la prensa opositora dio en llamar “la coronación” de Carlos Andrés Pérez (la toma de posesión de su segundo mandato). Si hubiera visto (Betancourt) la conmoción que la presencia del monarca cubano provocó entre famosos y connotados periodistas, fotógrafos, camarógrafos, artistas, académicos –800 de ellos le dedicaron una ominosa apología–, políticos, empresarios y banqueros, hubiera vuelto a morirse. El motín con el que la barbarie asomara sus garras a pocos días de esa coronación en el escenario de la futura tragedia venezolana hubiera más que justificado sus odios, rencores y aprehensiones. Al perder la singladura betancourista, la sociedad venezolana había perdido sus más poderosas armas de defensa política e ideológica contra el castrocomunismo. El precio ha sido espantoso. Y aún no lo conocemos.”
Efectivamente, por entre los resquicios de las Fuerzas Armadas renacería al poco tiempo la ilusión guevarista, de manos de un teniente desconocido, Hugo Chávez, un desvarío histórico cuyos efectos en la economía, la dignidad y la política venezolanas han sido y son devastadores. El que hubiera sido un gran país, a la cabeza de la América Hispana es, en este minuto una nación de vida precaria, hermética y aislada. Venezuela importa el 80% del alimento que consume, Caracas, la capital, se cuenta entre las ciudadades más caras, desabastecidas y peligrosas del mundo. En el sector salud se reporta la reaparición de endemias que habían sido erradicadas hace décadas y Venezuela es una casa fracturada, enconada y autodestructiva. La gran conquista económica del chavismo es la destrucción de PDVSA y la pérdida del rol estabilizador del petróleo, habida cuenta del cambio mundial en el patrón de producción energético que ha llevado a que naciones como Estados Unidos, sean hoy francos exportadores de hidrocarburos. Venezuela dejó pasar, gracias a su estrambótico líder y la complicidad de unas élites frívolas e irresponsables, el último boom petrolero de su historia.
Para colmo de males, puede decirse que Venezuela es hoy un país dominado. Todas las decisiones importantes de la nación se toman en la Habana, desde el precio del dólar hasta el criterio para establecer quien debe ir preso entre la gama de disidentes que no aceptan ni la mediocridad chavista ni la dominación cubana, que incluye un subsidio anual de 3.6 billones de dólares como promedio.
Podemos admitir que en determinado momento, el uso clientelar y sesgado de los dineros públicos permitió que unos ocho millones de pobres vieran mejorías en sus condiciones de vida. Pero eso sólo se verificó durante la primera década del chavismo. Hoy, todas esa “conquistas” se han esfumado tras el primer resfriado de la economía y la carencia de ideas y liderazgo del sucesor de Chávez, Nicolas Maduro. Pero no nos adelantemos.
Como todos saben, Hugo Chávez se levantó contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Lo hizo, para sorpresa del mundo, de la manera más tradicional posible, por vía de una asonada militar. Fracasó, fue a prisión y tan pronto salió de la cárcel, hizo acto de presencia en Cuba en 1994. En el aeropuerto es recibido por el mismísimo Fidel a quién Chávez le dice, “Comandante, yo no merezco este honor, aspiro merecerlo algún día en los meses y los años por venir.” Horas más tarde, en un discurso en la Universidad de la Habana, Chávez confiesa que el alzamiento de 1992 se realizó pensando específicamente en empalmar la revolución venezolana con la cubana. “… esta es la primera que vengo a Cuba –dice el teniente coronel- pero en sueños ya habían venido a Cuba los soldados bolivarianos que desde hace años habíamos decidido entregarnos a un proyecto revolucionario… Algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mútuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano … en ese camino andamos… como el viento tras esa semilla que aquí cayó un día y que aquí en terreno fértil retoñó y se levanta como lo que siempre hemos dicho… en el mismo ejército venezolano, incluso antes de ser soldados insurrectos, …en los salones de las escuelas militares de Venezuela: Cuba es un bastión de la dignidad latinoamericana y como tal hay que verla y como tal hay que seguirla y como tal hay que alimentarla.”
Fidel de inmediato vió en este muchacho inexperto la posibilidad anhelada durante 50 años de implantar la revolución marxista continental, pero con un cambio de estrategia que le debe Chávez más a Perón que a Fidel. Es el atajo de acabar con la democracia usando los métodos de la democracia. Las balas serían votos y el discurso, darle rostro a los sectores más pobres del país, que se sentían –con razón- olvidados.
En lo esencial Hugo Chávez imita a Fidel aunque con sustantivas innovaciones. La más importante es justamente, la habilidad para manipular los instrumentos formales de la democracia, como las elecciones y los referendums para asegurarse la permanencia en el poder. El giro fue imitado como una peste en Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Paraguay e incluso en Colombia. En Honduras se lo propuso Mel Zelaya, pero fue derrocado en el intento.
La otra gran novedad fue la de hacer de los Estados Unidos el principal socio comercial de una revolución autoproclamada como antiimperialista. Ni siquiera Fidel habría tenido tanta imaginación como para concebir semejante esquinazo de la historia. Que uno sepa, los Castro nunca reclamaron ese notorio desvío doctrinario y no podría ser de otro modo. Desde el 2001 Cuba recibe de Venezuela 100 mil barriles diarios de crudo que la isla procesa en su única refinería en Cienfuegos, con capacidad limitada a 65 mil bdp. El resto, los hermanos Castro lo venden en el mercado spot a precios internacionales. Cuba paga los envios de petróleo venezolano con un acuerdo de servicios que incluye la presencia en Venezuela de 40 mil médicos mal pagados, mal entrenados, mal equipados y pendientes más bien de abandonar el país en lo que se presente la primera oportunidad. De hecho, más de la mitad de los médicos se han marchado a Colombia y Estados Unidos, huyendo de la pobreza e inseguridad venezolanas que deja muertos en la calles a 60 ciudadanos inocentes, todos los días.
Los restantes acuerdos con los Castro se han concebido para impactar a Venezuela con una verdadera fuerza de ocupación. Generales cubanos mandan en cuarteles y se ocupan de desplegar su bandera en instalaciones militares venezolanas. Las notarías y registros civiles son controladas por cubanos al igual que los principales puertos y el servicio de identificación de ciudadanos. Un cable submarino de telecomunicaciones une a Venezuela con la isla donde las líneas telefónicas son aéreas, atrasadas o simplemente inexistentes.
El estilo de Chávez, todos lo saben, es tributario de las grandes peroraciones del líder antillano, así como muchos rasgos comunicacionales de la revolución bolivariana. Por ejemplo, Fidel inventó el arte de gobernar en cámara, regañando a ministros y tomando decisiones de todo tipo en cadenas de radio y TV, como para hacer ver la futilidad de las restantes instituciones del Estado. Chávez por su parte, revolucionó el Twitter, un medio que los Castro han ignorado de forma sistemática. Llegó a tener cuatro millones de seguidores, sólo superado en el mundo por Barack Obama.
Chávez también copió al carbon el halo de inmortalidad del Fidel Castro, supuesto sobreviviente a más de 600 atentados fallidos y el aura de padre infalible que sabe de todo, opina de todo y tiene para sí la última palabra. Pero superó al maestro en varias ocasiones, particularmente al optar por un tono bíblico-deidificado que nunca le conocimos a Fidel. Alguna vez, en el centro de Caracas se hizo seguir por las cámaras mientras señalaba los edificios a su paso mientras exclamaba en tono bíblico: “ese edificio allí, exprópiese y ese otro también, exprópiese y este más acá, exprópiese”.
Ahora, el vasallaje político, comunicacional y humano hacia los Castro llegó al paroxismo con dos eventos curiosamente encadenados: la exhumación de los restos de Bolívar y la propia enfermedad y muerte de Chávez. El primero constituye uno de los hecho más patéticos y bochornosos de la política latinoamericana, un pase único en la historia mundial del kitsch totalitario y un gesto totalmente peleado con la idiosincracia venezolana, lo que hace pensar con sobradas razones, que se trató de una exigencia informada y dirigida por babalaos y santeros cubanos.
El proceso de la exhumación de los restos del procer latinoamericano estuvo rodeado de numerosas irregularidades. Un año después de la apertura de la tumba fallecieron siete testigos del proceso, todos pertenecientes al grupo de confianza del fallecido presidente venezolano.
El general Alberto Muller Rojas murió los días que siguieron a la exhumación; Guillermo García Ponce, director del diario oficial Vea murió en septiembre del 2010; William Lara, Gobernador y ex Ministro chavista falleció víctima de un accidente de tránsito, también en septiembre de ese año; Luis Tascón, diputado chavista, murió de un agresivo cáncer de colón en agosto 2010. En el 2011 fallecieron la dirigente Lina Ron de un infarto y José Ignacio Meléndez Anderson, hermano del asesinado fiscal Danilo Anderson. Mientras que el Contralor General de la República, Clodobaldo Russian murió en La Habana, mientras recibía atención médica, también en 2011.
La cuestionada exhumación dejó muchas preguntas sin respuestas. No se dio aviso nacional del evento, se hizo en horas de la madrugada, se pudo ver sólo parte de la investigación, no hubo servicio de Internet por 19 horas, todos los asistentes vestían de blanco con un “traje lunar” que cubría sus rostros y que a todas luces parecía una medida innecesaria.
El mandatario venezolano habría declarado durante el proceso de exhumar el cadáver: “Hemos visto los restos del gran Bolívar. Confieso que hemos llorado. Les digo: tiene que ser Bolívar ese esqueleto glorioso, pues puede sentirse su llamarada”.
Todavía se desconocen los resultados de la pretendida investigación científica, ni el destino de la bandera original que acompañaba al Libertador dentro del sarcófago. Tampoco se sabe si se retiró alguna parte de los restos mortales. En fin.
Especulaciones a un lado, de lo que sí tenemos certeza es que Hugo Chávez era un necrófilo, como lo fueron casi todos los megalómanos de la historia desde Diógenes y Nerón, pasando por Hitler, Saddan y los Ayatolas. Chávez, para desgracia de los venezolanos, trae a escena central de la nación la escuela de la necrofilia comunista, especializada en el cultivo y la gerencia de los muertos. En efecto, los casos más alarmantes de endiosamiento de los líderes tuvieron lugar bajo dictaduras comunistas, durante sus mandatos y una vez fallecidos sus respectivos líderes. Es lo que hizo Stalin con Lenin y Krushev con el propio Stalin, depositados ambos en su respectivo Mausoleo – palabra que viene de Mausolo, un sátrapa persa que se hizo construir una tumba de 50 metros de altura 370 años antes de Cristo.
Al visitar la Habana por primera vez en 1978 pude percibir en las primeras impresiones que la ciudad estaba empapelada de retratos de muertos: el Ché, Camilo, etc. La escena recuerda a los pasillos de la Universidad Central de Venezuela, por vuelta de esos mismos años, tapizados con la imagen de guerrilleros venezolanos fallecidos en la lucha armada contra Betancourt y Leoní. Era un cementerio de papel.
Pues bien, esa tradición necrófila la trae Chávez a Venezuela en su version tropical a la usanza de Fidel Castro. De éste, calca el “patria o muerte”, en una glosa menos económica “patria, socialismo o muerte” que el Comandante Bolivariano, impuso ad nauseum en los muros de las ciudades, las instituciones públicas, en las vallas de las carreteras. El hombre sólo renunció al uso del slogan cuando la realidad de un cáncer le estalló en la cara y se ve obligado a confesarlo, de pocas carnes y ojos hundidos, en cadena nacional desde la Habana.
Al morir en Cuba, según todo indica y luego de rechazar la oncología venezolana que es de primera línea, los Castro imponen al sucessor, Nicolas Maduro, una “caricatura de la caricatura”. En las primeras de cambio y tras dar la noticia oficial, tres meses después, Maduro ordena que Chávez sea velado durante dos semanas y luego embalsamado. La Iglesia reacciona y el propio pueblo chavista se extraña ya que se pretende imponer un luto estructural que es contrario al talante inmediatista, ingenuo y alegre del venezolano.
Al irse Chávez no se retira la influencia castrista sobre Venezuela, todo lo contrario. El Nuevo mandón, Nicolas, es inseguro, ágrafo y plúmbeo como el solo. Tiene consigo a los militares y a los Castro para mantenerse, pues no queda ya ni dinero, ni charisma, ni pueblo. La escasez, la inflación, el cerco casi absoluto a la prensa, la represión institucionalizada y el aislamiento ya se asemejan con nitidez a las condiciones de vida de los cubanos. Los jóvenes se marchan por miles del país, acorralados entre los malandros y las técnicas del miedo ejercitadas desde el poder.
El chavismo es hoy abiertamente impopular, pero en su rodada, Maduro lleva el culto al caudillo a niveles kimilsungnianos, suponiendo que allí reside la continuidad del régimen. Sin embargo, insiste en un error que heredó Chávez de Fídel, igualar el modelo con el caudillo, con la salvedad de que Castro fue un líder longevo que ha muerto en su lecho de anciano.
A Maduro sin embargo, no se le debe subestimar, como hicieron muchos con Chávez. O mejor dicho, lo que Maduro representa, no debe nunca subestimarse. Es un sobreviviente, como los Castro y recibió entrenamiento de ellos a finales de los ochenta. Tiene el morbo de la supervivencia, lo que en términos prácticos significa que hará lo que sea necesario para mantenerse en el poder, pues no tiene vuelta atrás, después de tantos crímenes y abusos. Ya se pueden escribir tratados sobre cómo un fantasma de horror se pasea por el país, sostenido por una alianza entre el chavismo civil que encabeza Maduro y una facción de militares que, a cambio de ventajas delictivas han llevado a cabo una ola represiva utilizando métodos que no se conocían en Venezuela: estudiantes asesinados con tiros en la cabeza, cárcel para más de 300 demócratas y decenas de torturados civiles.
Por lo pronto, el chavismo ha servido para extender la influencia de los Castro a grados que nadie podía imaginar a finales del siglo pasado. Dominan una serie de organismos multilaterales idealizados por ellos mismos. Ingresan al Grupor de Río, Mandan en el Foro de São Paulo, mandan en el Alba y en Unasur, fracturaron la Corporación Andina de Fomento, controlan la relaciones América Latina – BRICs y en la OEA, manejan los hilos gracias a sus prótesis chavistas que lo han comprado todo con el petróleo.
La presencia de un liderazgo mediocre e invertebrado a lo largo y ancho del continente ha contribuido con este estado de cosas. En el 2009, la OEA invita a Cuba a participar como miembro de pleno derecho en la Organización (cosa que no aceptan los Castro) y en enero de 2013 Raúl es nombrado presidente pro-tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). El acto tuvo lugar en Santiago de Chile, con Sebastián Piñera como anfitrión. Los demócratas venezolanos vimos estupefactos como se enterraba en ese minuto la Doctrina Betancourt, vale decir, el pensamiento más anticipado y generoso que jamás hubiera producido la diplomacia Latinoamericana. Gracias a ella, se contribuyó al surgimiento de muchas de las democracias que hoy disfrutan de las libertades civiles, políticas y económicas que se le niegan a Venezuela. Se recordará que la Doctrina Betancourt es una pieza de Derecho Internacional que impide el reconocimiento a los gobiernos de facto. Es más, fue el primer esfuerzo explícito en el continente para desalentar los vínculos diplomáticos y comerciales con gobiernos no legitimados por el voto popular. Fiel a estas ideas, los gobiernos venezolanos de la etapa civil rompieron relaciones con los regímenes dictatoriales que persiguieron a muchos de esos señores hoy presidentes, cuando tan sólo se llamaban Dilma, Michelle, Pepe, Daniel o incluso Sebastián. Ya vendrán otros días, por ahora, va quedando claro que nos tocó la época de los gnomos políticos en Latinoamérica.
Fuente: https://www.lapatilla.com/site/2016/11/26/aquiles-este-el-legado-de-fide...

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Si Fidel Castro hubiera muerto hace 10 o 15 años, quien habría desaparecido era una figura histórica muy distinta de la que hoy se despide de este mundo. Cuando una grave enfermedad intestinal lo obligó a apartarse del poder, en el verano de 2006, el político cubano comenzó a ser algo diferente de lo que había sido desde que organizó el asalto al cuartel Moncada, en los primeros meses de 1953. Quien hoy muere es la sombra o el espectro de aquel. El duelo actual es la caricatura de otro más profundo, vivido en la conciencia de los cubanos desde mediados de la pasada década.
Por más de 50 años, aquel Fidel dedicó la mayor parte de sus muchas energías físicas e intelectuales a un oficio que rebasa el territorio de la política: la conspiración. Desde muy joven, tal vez desde los meses posteriores al golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 encabezado por Fulgencio Batista, Castro dijo adiós, para siempre, a la política democrática, y se entregó en cuerpo y alma a lo que él y la mayoría de los jóvenes de su generación entendían por una “política revolucionaria”.
Esa manera de concebir y practicar la política se basaba en el diseño y conservación de un grupo de personas comprometidas y leales a un líder máximo —el propio Fidel— y a un proyecto político encaminado a la toma violenta del poder, primero, y a la transformación integral de Cuba y de sus relaciones con el mundo, después. El asalto al cuartel Moncada, el exilio en México, el desembarco del yate Granma en el Oriente de Cuba y la guerrilla de la Sierra Maestra serían momentos clave de la primera fase de aquella empresa: la conquista del poder.
Luego de la llegada al poder vendría lo más difícil: la transformación de ese país caribeño, a base de igualdad pero también de supresión de libertades, y el aprovechamiento del capital simbólico de la revolución en la búsqueda de una incidencia en el rediseño del mundo, durante la Guerra Fría. Habría que reconocer que Fidel Castro también logró este segundo objetivo, más ambicioso, aunque con altas y bajas. Nadie con mediana cultura histórica podrá olvidar, por ejemplo, que en octubre de 1962 la opinión pública liberal o socialista de Occidente, tal vez el auditorio al que siempre ambicionó provocar o agradar, vio al joven líder cubano como una amenaza nuclear.
La pertenencia de Cuba al bloque soviético, por 30 años, funcionó como bóveda protectora de las conspiraciones domésticas o internacionales de Fidel. Fue durante esa larga pertenencia de Cuba a la órbita de Moscú que se diseñaron los principales elementos del sistema político de la isla: purgas cíclicas de la dirigencia revolucionaria, partido único, dominio de la esfera pública, aniquilación de opositores por medio de ejecuciones, arrestos y exilios, control de la economía, la sociedad civil y la cultura por parte del Estado.
Fue también, en aquellas tres décadas, que Fidel Castro pudo intervenir con mayor soltura en la política mundial a través del apoyo a las guerrillas latinoamericanas, la descolonización africana y asiática, el Gobierno de Salvador Allende en Chile, la revolución sandinista en Nicaragua o las guerras de Angola y Etiopía. Los historiadores discuten la mayor o menor autonomía de Castro dentro de aquella estrategia internacional, encaminada a contrarrestar la hegemonía de Estados Unidos y las grandes potencias occidentales en el Tercer Mundo. Pero lo cierto es que sin el apoyo Moscú difícilmente la dirigencia cubana habría logrado sus objetivos básicos, en el orden nacional, regional o internacional.
Lo sucedido en las dos últimas décadas postsoviéticas es la mejor prueba de la rentabilidad de aquella dependencia. Sin el respaldo y la guía de Moscú, que dotaba a la política cubana de una racionalidad modernizadora particular, el liderazgo de Fidel debió reducir su área de influencia a América Latina y al conflicto entre Cuba y Estados Unidos. Entre 1992 y 2006, los peores atributos de una política voluntarista y ofuscada, que se habían manifestado de manera intermitente en los sesenta y los ochenta (Cordón de La Habana, Ofensiva Revolucionaria, Zafra de los Diez Millones, Mariel…), se volvieron permanentes con el Periodo Especial y la Batalla de Ideas.
La llegada de Hugo Chávez al poder de Venezuela a fines de los noventa y la posterior creación del bloque del ALBA marcó el momento de mayor protagonismo de Fidel Castro luego de la caída del muro de Berlín. Pero ese momento, por coincidir con la decadencia física del líder cubano, limitó las posibilidades de su capitalización política por parte de La Habana. Lo poco que alcanzó a hacer Fidel Castro en ese entorno reiteró, sin embargo, la línea maestra de su estrategia mundial desde los años sesenta: la hostilización permanente de la hegemonía de Estados Unidos en América Latina, aunque, esta vez, reconstituyendo un circuito autoritario internacional, por medio de la diplomacia petrolera de Chávez.
Lo mucho que esa manera conspirativa de entender la política y el rol de Cuba en el mundo debía, estrictamente, a la persona de Fidel Castro pudo comprobarse en los años que siguieron a su retiro del poder. De 2006 para acá, el Gobierno cubano, en manos de Raúl Castro, ha descontinuado algunas de las premisas que más claramente identifican el legado de su hermano. Hoy, por ejemplo, la economía y la sociedad cubanas ya no están rígidamente controladas por el Estado, ni la política exterior de la isla está obsesivamente dirigida a hostilizar la hegemonía de Estados Unidos, ni la relación entre los cubanos de la isla y la diáspora está tan estatalmente intervenida como antes.
La muerte biológica de Fidel se ha producido varios años después de su muerte política, en medio de un proceso de cambio, y este hecho abre un signo de interrogación sobre su legado. El Gobierno de Raúl Castro se ha esforzado en diferenciarse de su antecesor en la política económica, internacional y cultural —no en la médula represiva y totalitaria del régimen— porque advierte que la contradicción típicamente maquiavélica entre medios y fines, que acusaba el proyecto fidelista, es inviable en el siglo XXI. Dotar de derechos sociales básicos a la población a costa del abandono del mercado y subordinar las relaciones internacionales de la isla al conflicto con Estados Unidos eran métodos de la Guerra Fría, irrentables en una era global.
Si el que hoy desaparece es la sombra o el espectro de quien rigió los destinos de Cuba por casi medio siglo, la muerte de Fidel no debería tener mayor impacto en la realidad de la isla. La ceremonia del duelo será prolija en discursos melancólicos y restauradores, pero cuando se disipe la bruma funeraria, las reformas iniciadas por Raúl Castro continuarán y, tal vez, se profundizarán. A medida que esa transición a un capitalismo de Estado —o a una democracia soberana— se acelere y la nueva Cuba del siglo XXI se perfile socialmente, el legado de Fidel Castro tendrá mayores posibilidades de rearticulación.
El país que saldrá de este periodo confuso de la historia de Cuba será —ya es— muy diferente al que intentó construir la revolución hace medio siglo. A pesar de que el actual desmontaje del orden revolucionario se hace en nombre de Fidel, parece inevitable que viejos y nuevos actores políticos reconozcan en el fidelismo una tradición abandonada en la práctica por el actual Gobierno. Podría, incluso, contemplarse el irónico escenario de que un fidelismo cubano del siglo XXI, en nombre de la reivindicación de valores revolucionarios abandonados por la nueva élite militar y empresarial, contribuya, junto a otras fuerzas políticas opositoras existentes, a la inútilmente postergada democratización de la isla.
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Texto publicado en El País
Fuente: http://prodavinci.com/2016/11/26/actualidad/el-fidel-que-muere-por-rafae...

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Mario Vargas Llosa
“Soy el último superviviente del boom de la literatura hispanoamericana”, se ríe el escritor antes de dar un sorbo a su café con muy poca leche y lanzar su primera reflexión. “Espero que esta muerte abra en Cuba un periodo de apertura, de tolerancia, de democratización. La historia hará un balance de estos 55 años que acaban ahora con la muerte del dictador cubano. Él dijo que la historia le absolverá. Y yo estoy seguro de que a Fidel no lo absolverá la historia”.
Vargas Llosa fue uno de los intelectuales latinoamericanos que vio en la revolución cubana una luz democratizadora. Llegó a formar parte del grupo de escritores que visitaban a Castro, pero pronto se decepcionó. La persecución a los disidentes le horrorizó. No sólo se represaliaba, recuerda el Nobel, por las ideas políticas, sino también por la orientación sexual: incluso si eran partidarios del régimen: “A los homosexuales, Castro los llamaba enfermitos”.
Héctor Abad Faciolince
“Sin Fidel, el boom habría tenido otras dimensiones. Uno podría dudar si los escritores fueron parásitos de la revolución o la revolución parásita de los escritores. Más bien hubo una simbiosis que funcionó en los sesenta, mientras intelectuales franceses como Jean-Paul Sartre se arrimaron a ese árbol y esa sombra”, afirma el escritor colombiano, de 58 años. “Pero hubo un quiebre y fue cuando la revolución pidió a Vargas Llosa que donara el importe del Premio Rómulo Gallegos, obtenido por La casa verde, y le prometió que se lo reembolsaría en privado. Ahí se vio la capacidad de corrupción de la política. Con Vargas Llosa no les funcionó”, concluye el autor de El olvido que seremos.
Nelida Piñón
“Fidel ya acabó hace mucho. De hecho, fue el fin de una utopía inalcanzable”, dice la escritora brasileña, de 79 años. “Yo le conocí. Era un hombre que hablaba y hablaba y hablaba, prolongaba las historias sin dejar que el otro le dijera nada”, se ríe Piñón, para quien el líder cubano está lleno de sombras: “Impuso el terror, persiguió a los gays, llenó las prisiones”. ¿Y lo bueno? “Que fue un constructor de utopías, de sueños. Pero hace mucho que esa historia suya se terminó. Eso le pasa a todos los héroes: no resisten a su propio heroísmo”.
Enrique Krauze
El gran historiador mexicano, de 69 años, no lamenta para nada la muerte de Fidel. “Ahora el mundo será menos malo. Fue el dictador más longevo de la historia latinoamericana y nunca tuve sentimientos hacia él”, dice. Para el autor de Siglo de caudillos, el fallecimiento abre la posibilidad de una apertura, sobre todo en el área económica, el gran talón de Aquiles del régimen. “Donald Trump verá con buenos ojos que Cuba camine hacia el capitalismo, pero le dará igual que siga siendo una dictadura”, concluye.
Sergio Ramírez
Para el escritor y exvicepresidente nicaragüense la intolerancia de Fidel se destapó cuando decidió obligar al poeta Heberto Padilla a hacer una autocrítica estalinista por un libro que el régimen había señalado como indeseable. “Luego el terror se mantuvo, vino la persecución de los intelectuales, de los homosexuales. Acabó en seguida con la primavera cultural cubana, instauró la idea de que se estaba con él o contra él”, afirma Ramírez, de 74 años.
Juan Villoro
Sorpresa, pero ninguna tristeza. Irónico, el escritor y pensador mexicano recuerda que Fidel llegó a adquirir la condición de líder eterno. “Lo considerábamos inmortal, pero al final hemos visto que era humano”. Para Villoro, de 60 años, la muerte de Castro cierra un ciclo que hacía mucho tiempo que ya se había agotado. “Tengo la edad de la revolución cubana y hemos envejecido juntos. Fue la depositaria de muchos ideales de justicia social, pero ella misma los fue traicionando. Los motivos son variados, pero fueron decisivos sus propios errores y la persecución de disidentes. Mi decepción mayor fue el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa”, afirma.
Daniel Divinski
“Fidel Marcó un giro en la historia de América Latina, más allá de los desbordes posteriores… ¿Lo peor? El avasallamiento de los derechos humanos, la persecución de personas que no estaban contra la Revolución sino que buscaba reformas, no derrocarlo”. Para el conocido editor argentino, de 74 años, no hay herederos de Fidel. “Se acaba en sí mismo. En los últimos tiempos decepcionó mucho. Como decía Perón de sí mismo, era ya un león herbívoro. Surgirán otros, pero ya no habrá un liderazgo individual como el suyo”.
Julio Ortega
"Fidel construyó un aparato cultural, pero paralizó la cultura. Produjo represión y exilios, todo se reducía a defender la revolución. Él decretaba quién era el bueno y el malo. Y no hubo un solo caso Padilla, sino varios. Ahora estamos en otra época y las cosas irán mejorando", dice el crítico peruano.
Claudia Piñeiro
"Con la muerte de Fidel se acabó el siglo XX", sintetiza la escritora argentina.
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/26/mexico/1480179817_863445.html

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Al comenzar las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en Washington, DC, resulta conspicua la ausencia de uno de sus países miembros: Venezuela. Sin embargo, es mucho lo que se debe discutir sobre las finanzas venezolanas. De hecho, una crisis de su deuda pública parece inevitable.
Todas las crisis importantes de deuda soberana del pasado, incluso las de México y Grecia, han generado cambios en la reglamentación, la jurisprudencia o las estrategias adoptadas por deudores, acreedores e instituciones financieras internacionales. En fecha más reciente, la batalla judicial de 15 años de Argentina con sus acreedores –en la que los "holdouts" obtuvieron resultados considerablemente mejores que los acreedores que años antes aceptaran el canje– desestabilizó la arquitectura financiera internacional y generó un nuevo conjunto de reglas. Venezuela será el primer país en navegar estas nuevas reglas, y no puede darse el lujo de hacer las cosas mal.
Venezuela se encuentra en medio de una grave crisis producto de sus propios actos. El gobierno usó los años en que el precio del petróleo estaba alto, de 2004 a 2013, para quintuplicar su deuda externa, expropiar importantes sectores de la economía, e imponer draconianos controles cambiarios, laborales y de precios. En 2014, a medida que colapsaba el precio del petróleo, el gobierno, tras haber perdido el acceso a los mercados de capital como consecuencia de su despilfarro, decidió continuar sirviendo su deuda en bonos e incumplir sus obligaciones hacia los importadores y la mayor parte de sus acreedores no financieros.
Además, el gobierno rechazó tanto la asesoría como el financiamiento del FMI, y en su lugar equilibró los flujos de divisas imponiendo la mayor contracción de importaciones que haya existido en la historia de América Latina. Esto hizo que la producción se desplomara más del 30% (debido al recorte de los insumos importados), gatilló una inflación del 700%, y condujo rápidamente a una pronunciada escasez de productos básicos. Entre otras cosas, esta distorsión sin precedentes en las prioridades llevó a un colapso en la producción de petróleo, debido a que la compañía petrolera nacional, PDVSA, no pudo mantener su infraestructura de producción e incumplió con los pagos a contratistas claves, a fin de pagar a sus tenedores de bonos –matando así la gallina de los huevos de oro–.
La falta de acceso al mercado significa que Venezuela no puede refinanciar sus obligaciones, excepto bajo condiciones que empeoran su solvencia, como lo está intentando hacer VSA en este momento. Tampoco puede generar divisas suficientes para pagar sus deudas a medida que vencen. Es decir, de un modo u otro, Venezuela necesitará reestructurar su deuda actual.
En última instancia, una reestructuración serviría los intereses de todos; restringir tan severamente la capacidad de importar de una economía meramente debilita su capacidad de producir y repagar. Pero, ¿con qué herramientas cuenta Venezuela para asegurar una solución cooperativa con sus acreedores en un mundo post Argentina? Y, ¿qué papel deberían desempeñar las instituciones financieras internacionales para facilitar un resultado eficiente?
Uno de los componentes críticos para que una reestructuración de la deuda tenga éxito reside en asegurar que los acreedores que están en una situación similar reciban un tratamiento comparable. Pero, esto resulta imposible a menos que se solucione el problema de los "holdouts": si la mayoría de los acreedores acuerda reducir o posponer el cobro de sus acreencias, siempre es tentador para un acreedor individual no ceder en cuanto al pago total aprovechándose de la mejora en la capacidad de pago del deudor generada por el sacrificio de los demás. Es por ello que los tribunales de quiebras y los bonos con cláusulas de acción colectiva (CAC) buscan imponer a todos los bonistas, incluso a los "holdouts" en potencia, acuerdos aceptados por una mayoría calificada de los acreedores.
En Argentina sucedieron dos cosas. Primero, los bonos soberanos cuyo pago se incumplió carecían de CAC, por lo tanto no había manera de obligar a los "holdouts" a aceptar el trato inicial. Luego, y lo que es más importante, años más tarde, una corte estadounidense aceptó una novedosa interpretación de la cláusula pari passu propuesta por los acreedores "holdouts" (y rechazada virtualmente por todos los operadores y profesionales tradicionales del ámbito de la financiación soberana). Como resultado, a Argentina se le prohibió efectuar el pago corriente de intereses a los tenedores de su deuda reestructurada, a menos que de manera simultánea pagara a los "holdouts" el monto total del capital y los intereses que les debía según los contratos originales.
La reestructuración en el mundo post Argentina se ha hecho más difícil, puesto que el éxito de los "holdouts" en el litigio mencionado significa que los bonistas inclinados a negociar una solución tendrán que explicarles a sus propios inversores por qué no persiguen una estrategia de "holdout" potencialmente más lucrativa.
La deuda de Venezuela es diferente a la de Argentina. Alrededor del 60% de su deuda pública externa consiste en bonos, emitidos por partes aproximadamente iguales por el gobierno y por PDVSA. Con muy pocas excepciones, los bonos del gobierno tienen CAC, por lo cual abordar el problema de los "holdouts" resulta ser algo más fácil. Los bonos de PDVSA han sido emitidos en Estados Unidos y, como se exige por ley a todos los bonos corporativos, no contienen CAC.
No obstante, es posible que PDVSA pueda acceder a protección judicial ante el riesgo de bancarrota tanto en Venezuela como en Estados Unidos. Si llegara a ser necesario, PDVSA podría conseguir un mandato judicial de moratoria con respecto a acciones judiciales en su contra hasta que se llegara a un acuerdo de reestructuración, evitando de este modo un embargo desordenado de sus activos.
Como forma adicional de presión para asegurar la participación, se puede retirar o modificar el derecho exclusivo que tiene PDVSA a explotar las reservas de hidrocarburos venezolanas. (Es interesante que estas dos posibilidades se subrayan como "factores de riesgo" en los documentos de oferta de bonos de PDVSA).
Tanto PDVSA como el Estado también pueden recurrir a "consentimientos de salida" ("exit consents"): cambiar algunos de los términos de los bonos –la cláusula pari passuutilizada por los "holdouts" de Argentina, así como otras disposiciones importantes– mediante acuerdos con una mayoría simple en el caso de los bonistas de PDVSA, y de dos tercios en el caso de los tenedores de la mayor parte de los bonos del Estado.
Venezuela también podría distinguirse de Argentina comprometiéndose con un sólido programa de reformas y buscando el apoyo del FMI. Según la nueva política de acceso excepcional al financiamiento del FMI, Venezuela potencialmente podría solicitar más de US$70 mil millones de nueva financiación para su programa de reformas. Y este respaldo debería contribuir a que sus acreedores brinden su apoyo.
Dentro de este contexto, el FMI y gobiernos claves deberían apoyar la decisión de Venezuela de no tratar a los "holdouts" en potencia mejor que a los acreedores con los cuales llegue a un acuerdo. El incumplimiento de pagos que se origina en una renuencia a pagar, no merece apoyo internacional. Sin embargo, cuando un deudor está imposibilitado de pagar, nada se logra obligando al pago. Cuando un número importante de "holdouts" insiste en recibir el pago total, resulta imposible diseñar una reestructuración efectiva, a menos que otros acreedores reduzcan o aplacen sus derechos. Esta es la definición del parasitismo.
Ninguna estrategia para socavar a los "holdouts" puede significar también que se dejará de acometer la reestructuración, lo cual podría conllevar un caos e incluso un Estado fallido. Ninguno de estos resultados serviría los intereses de la comunidad financiera internacional ni del pueblo venezolano.
Traducción del inglés de Ana María Velasco
https://www.project-syndicate.org/commentary/debt-restructuring-perils-f...

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El pasado día lunes 21, la saltadora de triple Yulimar Rojas, medallista de plata en los Juegos Olímpicos Río 2016, salió reseñada en los medios de comunicación nacionales e internacionales al anunciar su fichaje por la filial atlética FC Barcelona, a la que defenderá en las competencias de clubes en España y Europa.
En esa misma oportunidad, el atleta cubano Iván Pedroso, ahora en su papel de “entrenador” se expresó de manera irrespetuosa y agresiva contra el desempeño de los entrenadores deportivos venezolanos, al asegurar que en nuestro país “la atleta Yulimar solo hacia Educación Física y no atletismo”. Pretendiendo establecer, con esta falaz afirmación, que los logros olímpicos y mundiales de la referida atleta solo se debían a su trabajo como “entrenador”.
Pedroso, en su intención, busca dejar sentado, como todo oportunista, que la historia comienza con él.
Pero, los hechos demuestran todo lo contrario. Allí, está la evidencia del trabajo sostenido y progresivo del entrenador venezolano Jesús Velásquez, quien incorporó a Yulimar en el sendero de la práctica del atletismo y paso a paso la fue llevando por los escenarios competitivos nacionales e internacionales hasta el logró de la marca mínima para su participación en los Juegos Olímpicos.
Si bien es cierto, que en los meses de preparación en España estuvo presente el “entrenador “cubano, no menos cierto es que también allí estuvo el venezolano Velásquez.
En segundo lugar, la afirmación de que solo hacia Educación Física, es un irrespeto para los entrenadores deportivos y profesores de esa materia por querer tratarlos como desconocedores del campo científico del entrenamiento deportivo y pretender erigirse como el único que tiene los conocimientos de esa materia.
En tercer lugar, Pedroso debería denostar con su trabajo, que ha logrado la captación de talentos deportivos en la niñez o juventud española y su posterior formación y desarrollo en el campo del deporte de alto rendimiento y no escudarse como un chulo en el trabajo de otros, para luego, sin vergüenza alguna presentarlo como propio y venderlo al mejor postor.
Finalmente, la firma de la atleta Yulimar con la filial atlética del Barsa, deja en el aire el tufo de una compra-venta de talento deportivo con el aval y el interés económico de este “seudo entrenador” cubano, situación ésta que puede producir en el corto plazo la nacionalización de la atleta para que compita por España en la Olimpiada 2020.
Ahora bien, otro de los puntos resaltantes en este caso es el del pago de ¡3.000 dólares mensuales! que le hace el Ministerio del Deporte a través del Instituto Nacional de Deporte a este chulo traficante de talentos deportivos.
Pedroso, con esta actuación, certifica que lo suyo sigue siendo un salto, pero ya no es largo sino al vacío.

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