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Opinión

Editorial de El Nacional

09 de noviembre de 2017 01:01 AM

Cuando una persona se encierra en su casa durante una larga temporada y no se deja ver, los vecinos comienzan a murmurar. La ausencia de quien antes era callejero y dicharachero provoca comentarios, preguntas sensatas, inquisiciones cargadas de preocupación. Se siente un vacío en el barrio, una notoria falta en la urbanización, una ausencia que aumenta debido a la desaparición de quien fuera antes animador de la rutina y el más generoso anfitrión.

¿Dónde está el amigo de los días llenos de vida? ¿Cuál es ahora el destino de quien fuera repartidor de copas y licores, voz de las tertulias de la esquina? Los vecindarios que se congregan para buscar las razones de una despedida tan inesperada de quien fuera factor fundamental de la rutina cumplen un deber relacionado con las cosas que más importan, los asuntos de la vida cotidiana, los negocios de los cuales dependen temas caros para la gente común.

Más todavía cuando se sienten ruidos en la residencia del ausente. Si el domicilio del amigo extraviado se caracterizó antes por el sosiego, las bullas que sienten de pronto en las estancias del domicilio multiplican las hablillas y los temores. No está muerto, porque levanta la voz entre los suyos. Hay gente que grita en el apartamento, lo que era paz parece es ahora guerra doméstica. De pronto salen del interior unos íntimos mal encarados, unos tipos apurados y desmañados cuya conducta contrasta con la afabilidad que mostraban antes y que hacía las delicias del contorno. Ciertamente no está muerto, porque no deja de gritar entre los suyos, pero ya no forma parte de la comunidad que tanto lo quería, se puede pensar con fundamento. De allí el aumento de un clima de desasosiego y asombro.

Un día llegó la agencia de mudanzas, pero no se llevó nada. Los muebles no salieron de la casa. Ni un pelo se movió. Todo se mantuvo intacto. De pronto aparecieron unos obreros con unas latas de pintura, pero no se ocuparon de retocar el frente, ni tampoco las piezas del interior. No se vio movimiento, con seguridad. Nada importante sucedió. Los pintores estuvieron allí de paso y de balde, porque al final se quedaron esperando en la acera sin ganas de trabajar, o debido a que el dueño no tenía plata para pagarles.

Todo esto aumentó la curiosidad de los ociosos de la cuadra, y aun de los que regresaban afanados de sus trabajos, para que se mantuviera una atmósfera de inquietud que trascendió hacia otros vecindarios que se habían enterado de la curiosa vicisitud y que se interesaban por saber cómo marchaba el asunto.

Un día se estacionó el carro de la funeraria en el frente de la casa del vecino. Los señores de uniforme negro entraron con premura y permanecieron un par de horas en lo que se asumió como una reunión de gran importancia, eso que llamamos cuestión de vida o muerte, pero salieron con las manos vacías. No volvieron con el féretro que se esperaba, pero sembraron la idea de que el vecino había muerto y había sido enterrado en el patio trasero de su hogar, para no molestar más de la cuenta.

A estas horas nadie sabe si hubo sepelio, ni otro episodio digno de atención, en suma, pero un tufo de cementerio se ha apoderado del lugar.

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A pesar de ciertas vacilaciones, propias de un país en el que hay cada vez menos certezas y en el que casi todo pareciera ocurrencia de última hora, hace tres semanas arrancó la temporada de béisbol, según manda una tradición iniciada hace setenta y dos años, cuando un pequeño grupo de empresarios fundo, un 27 de diciembre, en los altos del cine Capitolio, la liga de béisbol profesional.

Cuatro años antes, el Presidente Isaías Medina Angarita había declarado como fiesta nacional el día en que Venezuela ganó en La Habana, el Campeonato Mundial. Así, el béisbol tomó para siempre, el titulo de pasatiempo nacional y, como ya lo he escrito alguna vez, quedó sancionado como nuestro deporte oficial, el que nos vuelve a todos devotos de una religión laica, capaz de juntarnos (¿no es esa, dicen los que sabe, la función de las religiones?), como casi nunca ocurre por estos días, tan marcados por el desacomodo y el conflicto. Quedó, así pues, como el juego que nos envuelve a casi todos y nos hace fanáticos de algún equipo, no importa no hayan pisado un estadio, y nos abastece de palabras y frases, imprescindibles para contarnos y explicarnos la vida. En fin, estamos “Hechos de Beisbol”, de acuerdo al excelente resumen sociológico propagado hace algunos años en la cuña de un refresco.

Por estos días he estado releyendo una recopilación de artículos de José Ignacio Cabrujas, uno de los intelectuales más importantes de la Venezuela reciente. Tengo para mí que desde su afán literario supo interpretar al país, arrimando claves importantes que ayudan a entenderlo. Su “mientras tanto y por si acaso” me pareció, en este sentido, una explicación ingeniosa y profunda para desentrañarlo desde su condición minera. En estos tiempos de confusión y enredos, en los que el país se “desnortió”, como diría Cantinflas y semeja encontrarse siempre en transición, quien sabe hacia dónde, no hay duda de que hace mucha falta su juicio agudo, envidiablemente bien escrito, siempre ocurrente, atrevido y honesto.

Algo que tal vez se sepa menos es que Cabrujas era fanático del béisbol y seguidor de los Tiburones de La Guaira. En algún momento le preguntaron: ¿Y por qué no de Leones o Navegantes del Magallanes. "Porque estoy acostumbrado a las minorías", dijo. "Jamás cruzó por mi cabeza la idea de pertenecer al partido Acción Democrática que es como pertenecer al Caracas, o al partido socialcristiano Copei que es como pertenecer al Magallanes, prefiriendo por el contrario mi inscripción y el agobio consecuente en el casi extinto Partido Comunista de Venezuela, que era como pertenecer al Deportivo Vargas".

A mediados de 1995, tras nueve años sin que su divisa pudiera obtener el campeonato y cuando ya la famosa “guerrilla guaireña” era apenas un vago recuerdo, le envió una carta a Pedro Padrón Panza, dueño del equipo, informándole que se separaba de las filas escualas y se dedicaría a mirar los toros desde la barrera, muy de lejitos y hasta de soslayo, sin angustias ni sudores, ni tampoco emociones mayores de esas que zarandean al corazón de un fanático. Adicionalmente, indicaba que “Los Tiburones no llagaban ni a boquerones”, que eran como Unión Republicana Democrática (URD), un partido político que siempre terciaba en las elecciones presidenciales a sabiendas de que no podía ganar, ni siquiera alcanzar una votación mínimamente decente, comparación ésta que resultaba desmedida y casi sacrílega entre nosotros, los hinchas del bando guaireño, pero que se la perdonábamos porque, al fin y al cabo, Cabrujas era Cabrujas.

“Se me ha ido en esta carta, señor Padrón, lo que es la vida, una última militancia. Ya no soy nada y eso hace de mí un hombre libre. Pero irremediablemente solitario. Porque del Magallanes, nunca; y del Caracas, menos. Del Cabimas, ¿Tal vez?”

Sin embargo, al cabo de muy pocos meses, Cabrujas, arrepentido, volvió a dirigirse a Padrón Panza mediante carta pública también en El Nacional, a fin de confesarle que, a falta de La Guaira, quiso llenar el vacío afectivo con El Pastora, club que le “resultó un anti-clímax, algo que un hombre de 58 años no puede permitirse” y se despedía en su epístola como “un ex tiburonero que no sabe cómo volver sin parecer oportunista”. Ese artículo apareció el sábado 21 de octubre, el mismo día en el que, al atardecer, Cabrujas moría de un infarto en Margarita.

Fue, pues, su último artículo, en el que dejo constancia de la “renovación de su última militancia”. Quedo como texto imborrable para uno, feligrés guaireño y cabrujiano hasta la médula.

El Nacional, miércoles 8 de noviembre de 2017

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La muerte de la MUD mostró la traición de los partidos políticos del siglo XX, la descomposición en el liderazgo político, una brutal desconfianza del ciudadano y un Ambiente Político Real caracterizado por la inexperiencia de operadores políticos que deberán transformarse en verdaderos líderes. La muerte de la MUD, ahora y después del viernes 3 de noviembre, muestra a un régimen autocrático militarista acorralado que intenta una huida hacia adelante como resultado de la presión internacional, a tal extremo que pudiera condicionarlo a un default mientras que a lo interno, el hambre y la miseria exponencial delatan la posibilidad cada vez más cercana de una explosión social.

La muerte de la MUD, entonces, hoy dibuja a un régimen que trastabillea e intenta, por ser autocrático-militarista una huida hacia adelante y en su desesperación, de manera perversa, ordena la destrucción de la AN para lo cual de forma cobarde, usando la infra-política demanda el apoyo de un Partido Político en Armas inmoral que acepta que se le emplee como Gobierno Cívico-Militar los viernes de cada semana. Esas maniobras pudieran colocar a Venezuela como una sociedad en calamidad político-social. Calamidad político-social entendida como el infortunio y desgracia creada por el post-chavismo, generador de tribulaciones y conflictos en la sociedad venezolana, hasta colocar al país a nivel de la hecatombe, del desastre. Calamidad político-social que va aumentar, necesariamente, la observación internacional y el rechazo de múltiples gobiernos a esta tiranía cobarde del hiato Maduro-Padrino.

Esta calamidad político-social como desgracia es lo que pretende este régimen acorralado que no tiene forma para desdibujar la tiranía, no tiene manera de conseguir recursos monetarios, no tiene aliados ni en América ni en el mundo, y en lo que se refiere a China y Rusia, tendrán estos países que pensarlo bien frente a la calamidad político-social que promueve el bestiario militarista. Bestiario militarista que se aprovecha del dolor, de la necesidad y la penuria de la mayoría de los venezolanos. Así el bestiario como gobierno no puede entender a nuestro millares de jóvenes hambreados que no pueden asistir a la escuela, mucho menos a las múltiples madres heroínas que no tienen como elaborar el sustento diario para la familia, y a los millones de hombres que viven en situación de vergüenza mientras el régimen autocrático militarista disfruta de la mieles del poder y, sobretodo, de la corrupción y de la conducta gansteril asociada a la droga.

La calamidad político-social muestra como un régimen acorralado, apoyado por el Partido Político en Armas como Gobierno Cívico-Militar, intensifica una perversa guerra psicológica, enfermiza, primitiva, incrementa la persecución en múltiples direcciones hacia los venezolanos y persigue al cuerpo de Diputados. El bestiario militarista se afinca en la calamidad político-social y se muestra como gobierno, empleando la peinilla y el machete, e imponiendo la fuerza para aumentar la desgracia y el dolor de un venezolano común y corriente que no tiene trabajo, que no consigue alimento, que no recibe asistencia médica y que, además, quedó sujeto al fraude electoral del 15-O creando una enorme frustración en quien hasta ahora había defendido el voto como un modo de participación política contendiente.

La calamidad político-social hace que los demócratas tengamos que entender definitivamente que el CNE, junto al Plan Republica y el dominio de los medios de comunicación, no garantiza un proceso electoral de acuerdo a lo establecido en la Constitución, en especial en su artículo 2 de la Ley de Procesos Electorales. La calamidad político–social obliga, entonces, frente a este régimen acorralado en huida hacia adelante a fortalecer el comportamiento ciudadano para construir un respuesta frente a la creciente ingobernabilidad. La calamidad político-social que llena de dolor a los venezolanos es quizás el factor que explica una frustración frente a la política doméstica, una ausencia total de gobierno, una desintegración de la AN y, frente a todo esto, al bestiario militarista como gobierno cívico-militar en la peor situación política del país.

La calamidad político-social en Venezuela llama, aún en su dolor, a la ciudadanía que es quien decide haciendo uso de la resistencia civil para enfrentar la conflictividad. La calamidad político-social tendrá que construir una respuestas alrededor a los más altos valores del venezolano, entendiendo la desgracia política que se ha encumbrado desde el golpe de Estado del 4-F y 27-N. La calamidad político-social que hoy vive Venezuela es el producto de un grupo de uniformados, en concordancia con el marxismo-leninismo derrotado en 1973, hicieron las paces para reflotar la locura del marxismo en América Latina. Léase la calamidad político-social reconoce la combinación criminal del castrismo conjuntamente con unos inescrupulosos golpistas, que entendieron y entienden que las bocas de fuego podrían servir para lograr un cambio social en la Republica… Esos barbaros deben saber que destrozaron la República, que lo que hay es hambre y miseria, pero además de eso -mucho más importante- hay aún con la calamidad político-social que padecemos una mayoría de hombres y mujeres que no están dispuestos a permitirle al régimen acorralado en su huida hacia adelante, que puede lograr atornillar a la barbarie del socialismo a juro en América Latina.

Es original,

Director de CEPPRO

@JMachillandaP

Caracas, 07 de noviembre de 2017

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Marianella Salazar

El régimen ha sido eficiente en aplicar sus estrategias para poner en evidencia las miserias de una dirigencia opositora que, al hacerle el juego a un gobierno de naturaleza criminal como el de Maduro, ha llevado a la sociedad civil venezolana al desaliento y la frustración. El gobierno avanza en su estrategia para que se manifieste lo peor de una clase política que en casi veinte años de un proceso envilecedor terminó por traicionar la ética y los principios a cambio de unos supuestos espacios que son un absurdo en sí mismos, despojados de toda competencia, que solo sirven –como se sabe– para financiar nóminas de partidos políticos.

Estamos frente una nueva fase de estrategia gubernamental para terminar de aplastar a una oposición que luce derrotada, destruir lo que queda de la Asamblea Nacional, continuar el linchamiento iniciado contra su directiva e imponer en el país un plan perverso de sometimiento, represión y empobrecimiento que es rechazado abrumadoramente por la población.

Los que se acuerdan con el gobierno están descubiertos y han provocado una gran molestia y desconfianza en la sociedad civil, que al menos ya tiene claro el panorama político y sabe a qué atenerse con esa clase de dirigentes que no están dispuestos a respetar la palabra empeñada y que justifican el engaño y la mentira como instrumento político.

El caso de Manuel Rosales, que aspira a ser electo gobernador del Zulia, es un deplorable ejemplo de cómo el quehacer político se ha vaciado de todo sentido y contenido altruista. Estamos presenciando el ejercicio de la política en el que “todo vale”, incluida la traición, con tal de recuperar el poder perdido. Con su participación, Rosales convalida la anulación de la elección del gobernador Juan Pablo Guanipa.

Otro caso incalificable es el de Yon Goicoechea, importante figura de Voluntad Popular que por fin ha logrado su libertad e inmediatamente fue postulado como candidato a alcalde de El Hatillo por el partido Avanzada Progresista, que lidera un infiltrado como Henri Falcón. El otro caso es el del dirigente de Voluntad Popular Delson Guarate, que también logró salir de la cárcel y es apoyado por el partido de Manuel Rosales, Un Nuevo Tiempo, para volver a la Alcaldía del Municipio Mario Briceño Iragorry en el estado Aragua.

Ambos traicionaron su partido, Voluntad Popular, que decidió no participar en las elecciones municipales. ¿Qué les pasó?, ¿acaso fueron doblegados por el régimen a través de los partidos esquiroles AP y UNT? Por qué asumieron el riesgo de comprometer su patrimonio político cuando se esperaba de ellos compromiso y una madurez política adquirida como prisioneros de la dictadura, necesitada como nunca de una oposición fantoche para consumar una nueva farsa electoral cuyos resultados están cantados de antemano.

Es más que lamentable el comportamiento de unos jóvenes en los que se había depositado la confianza para ser parte de la necesaria renovación de dirigentes a quienes se les exige prácticas políticas honestas y distanciamiento de los métodos de los actores tradicionales, que se mueven exclusivamente sobre la base de su interés individual. Es tiempo de asumir la cuestión de fondo.

En una crisis económica terminal, como la que sufre el país, en manos de quién está el recambio político en un momento en el cual toda una dirigencia, o casi toda, está colapsando y no representa sino a unos partidos cuyas estructuras verticales son antiparticipativas. Es esa dirigencia representada por los Rosales, los Allup, los Falcón, similares y advenedizos la verdadera artífice de la antipolítica.

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Luis Martinez A

El gobierno acelera los tiempos para tratar de aprovechar el bajón que cunde a la oposición venezolana. Extrema los tiempos y convoca apresuradamente elecciones de alcaldes con el objeto de obtener triunfos que de otra manera le sería imposible lograr y no es de extrañar que convoque, igualmente, elecciones presidenciales para el primer trimestre del próximo año, reconfortado con lo que sería un nuevo triunfo en alcaldías del país, en momentos que la oposición se debate entre dos posturas que la hacen incoherente y sirve la mesa para que el gobierno se salga con la suya.

La oposición democrática desde que Chávez tomo el poder, siempre se ha debatido entre la abstención o la participación electoral. Y todos sabemos que una de ellas anula la otra. Muchas de las derrotas electorales han sido producto de la abstención de importantes sectores opositores. El gobierno con su maquinaria tramposa esta presta para cometer fraude cuando las condiciones se lo permiten, pero también magnifica estos para suministrar nutrientes a la desesperanza, desosiego, incertidumbre y depresión de potenciales votantes opositores con el propósito de estimular y aumentar la abstención, mejor aliada para su propósito de triunfar sin mucho fraude y mostrar estadísticas de imbatibilidad que en un estado democrático no obtendría.

Los factores democráticos conocen perfectamente lugares y maneras donde se puede cometer fraude electoral, esto sin considerar el claro ventajismo y abuso de poder del estado como maquinaria aliada al gobierno. Sabe con puntos y señales la manera en que se fragua el fraude. Pero cuando la maquinaria opositora está bien preparada, mejor estimulada, coherente y unida en pro del triunfo, no hay fraude posible; así se demostró en el referendo consultivo del 2007 y en las elecciones a la Asamblea Nacional del 2015. No es que el gobierno no quiso cometer fraude en esos procesos, es que la oposición se lo impidió o minimizo al extremo que no influyo en los resultados electorales.

La oposición democrática desde el triunfo rotundo del 2015 hasta el proceso de elección de gobernadores este año, perdió cerca de 3 millones de votos que en su mayoría se abstuvo de participar y propicio la derrota electoral en ese proceso. Que el gobierno cometió fraude, cierto y si lo dejan más rápido. Que el gobierno fue ventajista y abusó del poder del estado para su beneficio, cierto pues ellos no son demócratas y eso lo sabemos. Que la oposición tiene muchas contradicciones y no se ponen de acuerdo, también es cierto, pero eso sucede porque en contraparte al gobierno, la oposición es democrática y se nutre del debate y de las diferencias. Todo es cierto, pero cuando los venezolanos acuden masivamente a votar, sin miramientos ni excusas, la oposición triunfa sin atenuantes.

El próximo mes de diciembre se realizaran las elecciones de alcaldes. Algunos partidos, quizás los que son un poco más grandecitos, se abstienen de participar porque consideran que no están dadas las condiciones de pulcritud para acudir a ese proceso electoral. Le respeto su decisión, pero no la comparto. ¿En cuál proceso electoral han estado dadas las condiciones de pulcritud? En ninguno, pero se ha demostrado que cuando la oposición acude con fuerza y coherencia nada la detiene. Quizás es muy tarde para lograr ese entusiasmo en este proceso municipal, salvo algunas excepciones, pero desde ya hay que trabajar para estimular la participación electoral y disminuir el abstencionismo de cara a las elecciones presidenciales que por los vientos que soplan, el gobierno las puede adelantar. En guerra avisada no muere soldado. Venezuela necesita de una oposición fuerte y coherente que desde ¡ya! comience a trabajar y a organizarse para derrotar al gobierno en la elección presidencial, madre de todas las batallas.

Docente universitario

(ljm1802otamil.com y luisjosemart)

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Un apreciado amigo me ha hecho llegar el texto de un brillante y profundo discurso de Benedicto XVI ante el Parlamento Federal Alemán, del 22 de septiembre de 2011, en el cual el Pontífice emérito formula importantes reflexiones sobre la justicia, el derecho y los políticos.

Esas consideraciones, bien podemos decir, adquieren plena vigencia en la Venezuela convulsionada de hoy.

La alocución del Papa tiene que ver con los fundamentos del Estado liberal de derecho y sus fuentes, que se remiten a la naturaleza y a la razón, con el peso de una tradición que ha marcado toda nuestra historia, con sus raíces en la época precristiana y su desarrollo hasta el reconocimiento de los derechos inviolables e inalienables del hombre, con la convicción de la existencia de un Dios creador.

Pero, en este contexto, Benedicto XVI, en breves líneas, nos plantea, con meridiana claridad y contundencia, diversos compromisos de la sociedad y sus líderes con el derecho, la justicia y los abusos del poder.

Interpelado el rey Salomón –nos dice– sobre una petición que podía formular el día de su entronización, no hizo referencia a riquezas, larga vida o exterminio de sus enemigos. Simplemente, suplicó: “Concede a tu siervo un corazón dócil para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”. De allí, su conclusión terminante sobre el deber fundamental de un político de “servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia”, ya que, de otra manera, se desvirtúa ese valor trascendental y la voluntad de aplicar el derecho; y si desaparece la justicia –recordando a san Agustín– el Estado se convierte en una banda criminal, tal como ocurrió en Alemania, cuando el poder se separó y pisoteó el derecho, justificándose así la resistencia contra el régimen totalitario opresor.

Sin duda, estas referencias del Papa emérito son de suma importancia para el momento que vive Venezuela.

La justicia es una materia pendiente arrastrada en toda nuestra historia, reservándose el poder la posibilidad de manipularla, lo que hizo en el pasado con reservas y lo hace descaradamente en estos tiempos.

La “justicia” en Venezuela es una consigna electoral, una muletilla para los discursos políticos y una promesa incumplida por los que acceden al poder y se instalan en él, quedando en una mera apariencia por el paso de los gobiernos autoritarios que han marcado nuestra historia.

Es necesario luchar por el imperio del derecho y de la justicia, así como denunciar las desviaciones de la mayoría de las últimas leyes o decretos puestos en vigencia, aprobados con la frialdad confesada de instaurar un pretendido régimen socialista. De la misma manera –como lo observa Ratzinger– una vez que se constata que normas vigentes son, a todas luces, injustas, producto de expresiones totalitarias, se impone actuar como lo hicieron los combatientes de la resistencia contra el régimen nazi u otros de signo igual “prestando así un servicio al derecho y a toda la humanidad”.

En definitiva, como único camino a la paz y tarea prioritaria en este momento, es necesario afianzar y luchar por el imperio de la ley, de la justicia y por la efectiva vigencia de los derechos ciudadanos, todo lo cual responde a la afirmación incuestionable del deber de defender la “dignidad inviolable del hombre”.

aas@arteagasanchez.com

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Jesús Elorza G.

Aunque los Comités Locales de Abastecimiento y Producción fueron lanzados, en principio, como canales que darían fuerza al poder comunal, lo cierto es que en la práctica las comunidades no han manejado ni los recursos económicos, ni se han encargado de la selección de los productos, ni han tenido un papel en la frecuencia de distribución, señala el más reciente informe sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela de la ONG Provea.

"La militarización en el terreno de los CLAP generó una estructura con instancias llamadas 'Centro de Mando' y 'Estado Mayor de los CLAP', lo cual da cuenta de una jerarquía y una línea de mando que pone en duda que este sistema de distribución sea una gestión verdaderamente autónoma de las comunidades", apunta el documento.

Los CLAP fueron un mecanismo que se creó al margen de lo establecido en la Constitución y no obedecieron a una ley dictada por la Asamblea Nacional, como lo indican los artículos 137 y 156 de la Carta Magna. El decreto que rige su instalación no indica cómo se constituyen ni quiénes lo integran y les da competencias públicas inconstitucionales, como las del mantenimiento del orden público, sin establecer para ello regulación ni límites; no forman parte de la administración pública y están integrados por "grupos paraestatales de claro corte partidista".

Otro de los graves cuestionamientos es que se promovió con ellos "un monopolio de lo alimentario manejado por un grupo de ciudadanos con más poder que otros, solo por razones de ideología política". Paradójicamente, además, "al ir progresivamente subiendo el costo de las bolsas de alimentos e incluir en ellos productos importados en dólares, el manejo de los CLAP violaba la Ley de Precios Justos y dio paso a una corrupción generalizada”.

El tejido que somete el acceso a los alimentos a un control político y militar del país no es gratuito, sino que obedece a un síntoma de un proceso que los expertos han bautizado como violencia alimentaria. Cuya expresión fundamental es “el sometimiento de una sociedad a partir del hambre de las personas, de la coerción de su libertad de elección en materia alimentaria y de la manipulación de toda la cadena socio productiva de los alimentos con un fin ideológico o político. Las denuncias de discriminación por razones políticas, de las que han sido objeto los CLAP, vulneran la Observación General N° 12 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, que señala que no se debe negar el acceso a los alimentos a determinados individuos o grupos, "y que establece como falta del Estado no controlar las actividades de individuos o grupos para evitar que violen el derecho a la alimentación de otras personas”.

Esta violencia alimentaria tiene que ver con lo que significa hacer la cola para comprar alimentos, que tengas que identificarte con un capta huellas, que tengas que sustituir la alimentación tradicional por productos extraños a tu cultura, la absoluta sensación de impotencia que sufres por no poder contrarrestar lo que está ocurriendo. Además, se caracteriza por la escasez, por la inflación y la pulverización del poder adquisitivo, por la pérdida de calidad de la alimentación hasta en su contenido simbólico, por el hambre que empujó a muchas personas a los basureros y por el daño ya evidente sobre el estado nutricional de niños y adultos, sobre la educación y sobre la violencia que el hambre y la escasez detonaron.

Todo esto es producto de una política hambreadora que el régimen ha ido desarrollando paulatinamente desde al año 2001 con la promulgación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y continuó “a paso de vencedores” con el Plan Especial de Seguridad y Soberanía Alimentaria e inauguración del primer Mercal (2003), Misión Mercal y Casas de Alimentación ( 2004), Misión Alimentación (2007), Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria (2008), Creación de Pdval (2008), Expropiación de Agroisleña (2010), Expropiación Hacienda Bolívar (2011), Gran Misión Abastecimiento Seguro y Soberano (2016) y los CLAP (2016).

Se puede afirmar, sin temor alguno, que el régimen ha hecho de la distribución de alimentos un mecanismo perverso de dominación política e ideológica. Ofrecieron fraudulentamente vender alimentos a precios justos y terminaron distribuyendo comida dolarizada y ajena a la cultura venezolana; los CLAP fueron promocionados como una medida temporal debido a la emergencia alimentaria, cuando en realidad solo buscaban dar forma de organización e instalar las bases de defensa de la revolución, la compra de votos para los procesos electorales y un multimillonario proceso de corrupción.

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