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Opinión

Jesús Elorza G.

Aunque los Comités Locales de Abastecimiento y Producción fueron lanzados, en principio, como canales que darían fuerza al poder comunal, lo cierto es que en la práctica las comunidades no han manejado ni los recursos económicos, ni se han encargado de la selección de los productos, ni han tenido un papel en la frecuencia de distribución, señala el más reciente informe sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela de la ONG Provea.

"La militarización en el terreno de los CLAP generó una estructura con instancias llamadas 'Centro de Mando' y 'Estado Mayor de los CLAP', lo cual da cuenta de una jerarquía y una línea de mando que pone en duda que este sistema de distribución sea una gestión verdaderamente autónoma de las comunidades", apunta el documento.

Los CLAP fueron un mecanismo que se creó al margen de lo establecido en la Constitución y no obedecieron a una ley dictada por la Asamblea Nacional, como lo indican los artículos 137 y 156 de la Carta Magna. El decreto que rige su instalación no indica cómo se constituyen ni quiénes lo integran y les da competencias públicas inconstitucionales, como las del mantenimiento del orden público, sin establecer para ello regulación ni límites; no forman parte de la administración pública y están integrados por "grupos paraestatales de claro corte partidista".

Otro de los graves cuestionamientos es que se promovió con ellos "un monopolio de lo alimentario manejado por un grupo de ciudadanos con más poder que otros, solo por razones de ideología política". Paradójicamente, además, "al ir progresivamente subiendo el costo de las bolsas de alimentos e incluir en ellos productos importados en dólares, el manejo de los CLAP violaba la Ley de Precios Justos y dio paso a una corrupción generalizada”.

El tejido que somete el acceso a los alimentos a un control político y militar del país no es gratuito, sino que obedece a un síntoma de un proceso que los expertos han bautizado como violencia alimentaria. Cuya expresión fundamental es “el sometimiento de una sociedad a partir del hambre de las personas, de la coerción de su libertad de elección en materia alimentaria y de la manipulación de toda la cadena socio productiva de los alimentos con un fin ideológico o político. Las denuncias de discriminación por razones políticas, de las que han sido objeto los CLAP, vulneran la Observación General N° 12 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, que señala que no se debe negar el acceso a los alimentos a determinados individuos o grupos, "y que establece como falta del Estado no controlar las actividades de individuos o grupos para evitar que violen el derecho a la alimentación de otras personas”.

Esta violencia alimentaria tiene que ver con lo que significa hacer la cola para comprar alimentos, que tengas que identificarte con un capta huellas, que tengas que sustituir la alimentación tradicional por productos extraños a tu cultura, la absoluta sensación de impotencia que sufres por no poder contrarrestar lo que está ocurriendo. Además, se caracteriza por la escasez, por la inflación y la pulverización del poder adquisitivo, por la pérdida de calidad de la alimentación hasta en su contenido simbólico, por el hambre que empujó a muchas personas a los basureros y por el daño ya evidente sobre el estado nutricional de niños y adultos, sobre la educación y sobre la violencia que el hambre y la escasez detonaron.

Todo esto es producto de una política hambreadora que el régimen ha ido desarrollando paulatinamente desde al año 2001 con la promulgación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y continuó “a paso de vencedores” con el Plan Especial de Seguridad y Soberanía Alimentaria e inauguración del primer Mercal (2003), Misión Mercal y Casas de Alimentación ( 2004), Misión Alimentación (2007), Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria (2008), Creación de Pdval (2008), Expropiación de Agroisleña (2010), Expropiación Hacienda Bolívar (2011), Gran Misión Abastecimiento Seguro y Soberano (2016) y los CLAP (2016).

Se puede afirmar, sin temor alguno, que el régimen ha hecho de la distribución de alimentos un mecanismo perverso de dominación política e ideológica. Ofrecieron fraudulentamente vender alimentos a precios justos y terminaron distribuyendo comida dolarizada y ajena a la cultura venezolana; los CLAP fueron promocionados como una medida temporal debido a la emergencia alimentaria, cuando en realidad solo buscaban dar forma de organización e instalar las bases de defensa de la revolución, la compra de votos para los procesos electorales y un multimillonario proceso de corrupción.

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Los diputados forman parte del poder más representativo de una Democracia. Deben legislar en nombre del pueblo y controlar a las otras ramas del poder público. Los artículos 200 y 201 de la Constitución vigente establecen que los parlamentarios solo se deben a su conciencia y por lo tanto no tienen responsabilidad por sus votos y opiniones, ya que se les otorga inmunidad para que puedan cumplir cabalmente con la representación popular de la que están investidos.

Ningún otro poder puede limitar o restringir la actuación de un diputado, con la excepción de los delitos graves y flagrantes, en cuyo caso la plenaria de la Asamblea Nacional puede levantar por mayoría calificada la inmunidad o fuero parlamentario para proceder al enjuiciamiento.

Una de las características del Estado delincuente es tratar de mantenerse en el poder como sea y persiguiendo brutalmente a quien se le opone.

Es así como destituyeron al diputado Richard Mardo y al diputado barinés Wilmer Azuaje, quien por cierto está preso en la penitenciaria general de San Juan de los Morros, y más recientemente a Gilber Caro que, sin derecho a defensa alguna, es mantenido incomunicado en un calabozo y sometido indebidamente a un juicio militar.

Toda esta represión brutal se ejecuta dentro de la política del régimen de Maduro de desconocer al parlamento, y por lo tanto a la mayoría del pueblo, y mantenerlo sometido a la hostilidad de una especie de terrorismo de Estado cuyo objetivo es impedir su funcionamiento, desconociéndolo a través de un supuesto desacato declarado así por el espurio TSJ de manera absolutamente inconstitucional.

Desde su instalación, las agresiones del régimen contra el parlamento han sido continuas.

Entre ellas debemos recordar: El asalto armado al palacio legislativo por parte de paramilitares que contó con la complicidad de los miembros de la GNB encargados de la seguridad de la AN. Las heridas a varios parlamentarios, el irrespeto y agresión física del coronel Lugo de la GNB al presidente del parlamento Julio Borges. El hostigamiento a los diputados imponiéndoles restricciones para viajar dentro del país por vía terrestre y aérea y también hacia el exterior, con la retención arbitraria e ilegal de sus pasaportes. La utilización del poder judicial para bloquear las investigaciones sobre corrupción como el caso de la demanda del General Carlos Osorio, ex ministro de Alimentación, contra los diputados Ismael García y Carlos Berrizbeitia.

Otro atentado contra la AN es la suspensión de los sueldos y dietas a los diputados, que no cobran su salario desde hace más de un año, lo cual limita severamente una labor que exige dedicación exclusiva, aún más grave en el caso de los parlamentarios del interior del país.

En su afán por perseguir a la disidencia, cualquiera que esta sea, el régimen no tiene límites. El caso del diputado del PSUV, German Ferrer, esposo de la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, batió récords: En un solo día la asamblea constituyente fraudulenta le quitó la inmunidad parlamentaria, lo destituyó y hasta ordenó su captura por Interpol.

En las últimas horas, en un procedimiento propio de la dictadura de Maduro, se comenzó a ejecutar parte de sus amenazas para terminar de liquidar al parlamento nacional, con el decisión ilegal de la falsa asamblea constituyente de allanar la inmunidad parlamentaria del diputado Freddy Guevara, primer vicepresidente de la AN – actualmente en la embajada de Chile, país cuyo gobierno lo considera huésped para protegerlo de la persecución del régimen – a quien pretenden silenciar por sus denuncias contra la corrupción y su actividad en el campo internacional por el restablecimiento de la democracia en Venezuela.

Se trata de un nuevo ataque al partido Voluntad Popular al que pretenden ilegalizar. La lista de otros parlamentarios a los que también amenazan con llevar a la cárcel la encabeza el presidente de la AN, Julio Borges.

El objetivo principal de esta nueva ola de represión es neutralizar las protestas por el descontento creciente de una población que no tiene alimentos ni medicinas y es víctima de la hiperinflación y la inseguridad desbordada.

Ahora más que nunca es momento de organización, resistencia y unidad. Los dirigentes políticos de todos los partidos, junto a la sociedad civil, debemos hacer un esfuerzo para enfrentar tanta injusticia y, con la fuerza de todos, lograr el cambio político urgente que reclama la nación.

www.carlostablante.com

@TablanteOficial

carlostablanteoficial@gmail.com

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Dice la Biblia que Esaú, hijo mayor de Isaac, regresó de una cacería muerto de hambre y le solicitó a su hermano Jacob que le diera comida de un plato de lentejas que tenía preparado. Este lo chantajeó al exigirle a cambio su derecho a la primogenitura. Quienes nunca han conocido el hambre quizá critiquen a Esaú por vender su derecho, pero ¿es censurable que alguien que no tiene comida agache la cabeza? Se presentan cuatro situaciones.

1- Los ciudadanos que aceptan las bolsas oficiales de comida CLAP a cambio del voto lo hacen por necesidad. Son los Esaú que deben ceder al chantaje de los Jacob que detentan el poder, para poder satisfacer una necesidad primaria como es la alimentación. Por ello, nadie debe criticarlos, aunque hay algunos vividores a quienes les gusta recibir dádivas sin realizar el esfuerzo de trabajar.

2- Se podría entender que los cuatro gobernadores que se humillaron ante la espuria Constituyente aleguen que aceptaron someterse al yugo de las “horcas caudinas” para poder dar de comer a sus seguidores. Sin embargo, debieron considerar que el costo de las lentejas era mayor que el beneficio de la primogenitura. Nada podrán arreglar en sus estados y, lo que es peor, le dieron el visto bueno a un parapeto que fue desconocido y condenado por todos los países democráticos. Si hubiesen asumido otra posición podrían tener la cabeza erguida, la dictadura de Maduro tendría aún más rechazo mundial, quizá cinco estados estarían en ebullición y la oposición no estaría dividida.

3-Otro caso es el de Manuel Rosales ¿Cómo puede ser tan falta de ética para postularse a un cargo que ganó legítimamente Juan Pablo Guanipa? Nunca lo habíamos descalificado, a pesar de que muchos sospechan del guante de seda con el que es tratado por la dictadura, incluyendo la repentina suspensión de su inhabilitación. Sin duda Maduro movió bien sus peones. Guanipa es el gobernador del Zulia y Rosales sería un usurpador. Las lentejas le saldrán caras.

4- Mucha discusión se ha desatado con respecto a quienes aceptaron ser candidatos a alcalde. Es lógico que se desee no perder municipios en donde somos mayoría abrumadora y en donde laboran compatriotas que quedarían sin empleo. No los criticamos y esperamos se preparen bien para enfrentar las trampas. Quizá podamos ganar algunas, pero estemos claros que el régimen se valdrá de sus triquiñuelas para que no ganemos las que ya están en su poder.

¿Lentejas por primogenituras? No todos tienen la entereza de un Franklin Brito, quien prefirió morir de hambre en defensa de su derecho a un pedazo de tierra de relativamente poco valor.

Como (había) en botica:

El régimen cometió un gran fraude el 15-O, pero nuestros dirigentes fallaron; unos por descuidar las Mesas electorales y otros por no votar y enviar señales abstencionistas. Ojalá acepten su responsabilidad y se constituya una verdadera unidad.

Nuevamente Canadá evidenció su rechazo a la dictadura sancionando a otros personeros del régimen, por violaciones a los derechos humanos y corrupción entre ellos a Maduro, Rafael Ramírez y Eulogio Del Pino.

Felicitamos al doctor Oscar García Mendoza, quien hoy se incorpora como nuevo Miembro de Consejo Consultivo del Interamerican Institute for Democracy.

Freddy Guevara, el joven diputado que ha enfrentado cívicamente y con coraje a la dictadura tuvo que asilarse. Los magistrados sumisos del TSJ volvieron a incurrir en otro atropello al retirarle la inmunidad.

Celebramos la libertad relativa de Yon Goicoechea y Delson Guarate y les deseamos éxito en sus candidaturas, si es que las permiten

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Breve introducción: el presente material intenta resumir el resultado de las discusiones realizadas por el Comité Político Nacional del partido los días 16, 22 y 29 de octubre de 2017. En el curso de su elaboración han ido encadenándose una serie de hechos políticos que, en lo fundamental, son consecuencia de los resultados de las elecciones regionales efectuadas el pasado 15 de octubre, los cuales hemos tenido que ir incorporando a la discusión y al propio material. Por lo tanto, en este documento se encontrarán nuestras principales consideraciones de balance sobre las elecciones referidas, así como también sobre la actual crisis de la MUD y de la oposición y sobre la convocatoria a las elecciones de alcaldes del próximo 1º de diciembre.

I: El contexto general

1. El balance debe ser inscrito en el contexto de la crisis general que vive el país, en el marco de la complejidad que la constituye y de la dificultad que entraña su desciframiento y el enfrentamiento a un régimen, cuya naturaleza peculiar aún no termina de ser comprendida de manera acertada y concluyente por el conjunto de la oposición, más allá de las etiquetas o calificativos endilgados con ligereza, simplismo y superficialidad por la mayoría de sus integrantes.

2. Este contexto está dado por la presencia de una profunda crisis general de la sociedad venezolana derivada del fracaso del modelo de dominación política impuesto por la boliburguesía en el poder. Esta crisis se traduce en empobrecimiento acelerado y generalizado de la inmensa mayoría nacional, en resquebrajamiento de todos los signos de la convivencia social, en una recurrente crisis política e institucional devenida incertidumbre e inestabilidad, entre otras cosas. Tal situación ha sido internalizada como una conciencia que se expresa en descontento generalizado y demanda de cambio. Como hemos establecido en nuestros análisis precedentes, estamos frente al agotamiento y pérdida de legitimidad de un modelo que solo se sostiene en la represión, en la manipulación arbitraria y descarada de sus instituciones y en el diseño de un esquema electoral fraudulento, confeccionado para que la minoría dominante se imponga por encima de la voluntad de la mayoría que, por su lado, busca cauce a su demanda de cambio.

3. Otro elemento que es necesario agregar, para complementar el cuadro en el que se llevaron a cabo las elecciones regionales, es la presencia de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), impuesta a trote y moche por la boliburguesía, como consecuencia de una maniobra que logró derrotar el extraordinario movimiento de protestas que durante cuatro meses puso en jaque al gobierno de Nicolás Maduro. Tal maniobra, si bien no relegitima al régimen, de cara al país y a la comunidad internacional, impone de facto el cogobierno de un poder al que se le asignan facultades supraconstitucionales y plenipotenciarias, de tal manera que, conjuntamente con el ejecutivo nacional y las principales instituciones del régimen, la vida del país en todos sus órdenes se desarrolla bajo la égida de un poder arbitrario y sin límites que profundiza la deriva dictatorial escogida por la entente cívico-militar que oprime a la nación.

4. El otro factor que queremos incorporar, para situar las elecciones regionales en contexto, es precisamente los efectos producidos por la elección de la ANC. La derrota del movimiento de protestas y la implantación de la ANC tuvieron inevitablemente un efecto desmoralizador y desmovilizador sobre el conjunto de las fuerzas populares y democráticas del país y sobre la propia MUD, introduciendo la incertidumbre, la confusión y el pesimismo. En el seno de la MUD se profundizaron las diferencias hasta el punto de producirse una ruptura que vino a fortalecer el campo del abstencionismo y a intentar sin éxito constituir un nuevo polo de referencia alternativo, mientras ésta pasaba abruptamente, sin explicación y sin balance, de una política o una práctica sustentada en el aliento de la rebelión democrática, cuya magnitud, discurso y conducción favorecieron el ciframiento de altas expectativas, a otra de signo electoral. Tal giro, en tales circunstancias y en el contexto de la convicción extendida acerca del carácter fraudulento de la elección de la ANC, fortaleció la desconfianza y el escepticismo de muchos acerca de la eficacia del voto y de la vía electoral para derrotar al gobierno y viabilizar los cambios reclamados con urgencia.

5. En medio de tales circunstancias nuevamente el chavismo en el poder, contra todo pronóstico, logra coronar una maniobra que le garantiza preservar la mayoría de las gobernaciones del país (porque no debemos olvidar que las fuerzas del régimen, antes de esta elección, tenían en sus manos 20 de las 23 gobernaciones existentes). Tal resultado inevitablemente tenía que producir sorpresa, perplejidad e incertidumbre. Todas las encuestas y mediciones de opinión, cuantitativas y cualitativas, anunciaban un triunfo de la oposición que nadie se atrevía a poner en duda, de tal forma que no era previsible, en apariencia, y solo en apariencia, un resultado como el producido. La discusión no era si la oposición ganaría o no las elecciones; sino cuántas gobernaciones ganaría y cuánta sería la diferencia en el voto nacional consolidado.

¿Qué ocurrió entonces para que el chavismo se alzara con una victoria, tanto en el número de gobernaciones alcanzadas como en el total de los votos nacionales? ¿Cómo podemos explicar que frente al peor gobierno que hayamos padecido en mucho tiempo, deslegitimado nacional e internacionalmente, con un rechazo del 80% de los venezolanos, se produzca un resultado como este? La respuesta no es sencilla ni tiene una única explicación. A nuestro juicio, se trata de la sumatoria de una serie compleja de elementos que concurren en la configuración del resultado.

II. El gobierno y el régimen

1. El sistema electoral venezolano, en las actuales circunstancias y visto de conjunto, es un sistema fraudulento, cada vez más diseñado y ajustado para que la minoría gobernante se imponga a la inmensa mayoría nacional que navega en el descontento, rechaza el actual orden de cosas y demanda con urgencia un cambio en la conducción y orientación de los destinos de la nación. Este esquema fraudulento, en cierto sentido, se ha ido institucionalizando. El conjunto de las instituciones del régimen, bajo la rectoría del gobierno, el CNE y el TSJ, a lo cual se le agrega ahora la ANC, lo van imponiendo y legitimando, mientras los partidos, la oposición y la sociedad democrática en general lo van aceptando por la vía de los hechos.

2. Dicho sistema es, de hecho, contingente, discrecional y arbitrario; ventajista y autoritario; ilegal e inconstitucional, basado en normas sobrevenidas que los factores del régimen conocen de antemano porque son ellos quienes las diseñan, pero desconocidas totalmente por quienes contienden contra el gobierno en los comicios, lo cual no le da certidumbre ni garantías a los actores políticos que participan del proceso.

3. Este diseño, cada vez más afinado, y adaptado en cada caso a la naturaleza de la elección de que se trate, se combina con la actuación ventajista, avasallante y coercitiva del régimen, incluidos el Plan República, los cuerpos de policía y los grupos paramilitares del oficialismo.

4. La convocatoria adelantada de estas elecciones, unida a la ausencia de un cronograma preciso que pautara los distintos pasos del proceso a seguir, la imposición atropellada de los lapsos para la inscripción de las candidaturas, la negativa a permitir la modificación y sustitución de las mismas, las inhabilitaciones políticas como recurso para sacar del juego a ciertos liderazgos con potencialidad electoral, la reubicación y nucleación “quirúrgica” de un grupo importante de centros electorales, los “madrugonazos” producidos en distintas partes del país para tomar el control de las mesas electorales, entre muchas otras medidas, forman parte de una suerte de reingeniería electoral diseñada con alevosía y premeditación, con la misma minuciosidad y cálculo con los que fue confeccionada la elección de la ANC, con el propósito de diseñar un esquema electoral ventajista y fraudulento.

5. A lo anterior debe sumársele la acción de los grupos paramilitares del oficialismo, particularmente en los espacios en los que fueron reubicados los votantes de los centros electorales cerrados por el CNE, así como la expulsión de un número significativos de testigos de la oposición de importantes centros electorales, sobre todo para el momento del cierre de las mesas y de los centros de votación.

6. El afinamiento y extensión de los alcances de sus mecanismos de control social, particularmente del Carnet de la Patria y la distribución de las bolsas CLAP, debe ser incorporado al inventario. Esto viene a unirse a sus mecanismos ya “tradicionales”, conformados por el sistema de misiones y grandes misiones y el reparto de comida, enseres y dinero en la víspera de cada proceso electoral. De hecho, en este caso estamos frente a uno de los aspectos más perversos de la política del régimen, cual es convertir la pobreza, la miseria y el hambre en mecanismos de sumisión y chantaje, de dominación y dependencia, orientados a estimular la subordinación, la resignación y la pasividad. La retorcida lógica del régimen parece clara: en la medida en que se incrementan la pobreza y el hambre, es posible reforzar la dependencia de la gente respecto de las dádivas y subsidios del gobierno, orientando el esfuerzo hacia la implantación de un esquema de control social. Esto es tanto más factible si el pueblo no encuentra una alternativa viable que encauce sus demandas y que le garantice la satisfacción de sus necesidades más apremiantes, mientras los voceros del régimen aviesamente repiten un discurso que atribuye las causas de la crisis a la oligarquía, el imperialismo y la oposición.

7. El chavismo se reagrupó nuevamente, se moralizó y movilizó de forma eficaz, sobre todo a partir de la elección de la ANC en adelante. En efecto, la elección e implantación de la ANC, el cese de las protestas de calle que durante cuatro meses acorralaron al gobierno y lo obligaron a emplearse a fondo con la represión y el discurso orquestado por el régimen frente a las sanciones económicas decretadas por el gobierno de los Estados Unidos, le permitieron al gobierno de Maduro retomar la ofensiva, reagrupar sus fuerzas y acerar una maquinaria electoral que, con el respaldo de todos los recursos del Estado y sin límites legales o morales para actuar, ha demostrado su eficacia en diversas ocasiones en las que ha sido demandada. En tales condiciones, en algunos casos el incremento de la participación, al contrario de lo previsto, operó a favor del gobierno y no de la oposición.

8. El chavismo descontento, que no es poco, se quedó sin alternativas al no cristalizar las iniciativas tendentes a brindarle una opción política y electoral. Las diversas expresiones de la disidencia chavista y sus múltiples articulaciones terminaron por no concretar proyecto alguno que sirviera de base al reagrupamiento de este sector. La destitución inconstitucional e ilegal de la Fiscal General de la República, LOD, el desmantelamiento temprano de la incipiente fracción parlamentaria del chavismo disidente en la AN, el fracaso en los esfuerzos por agruparse como corriente o como tendencia y la no presentación de opciones electorales que fueran expresión de las mismas, dejaron al chavismo descontento, a sectores de sus bases populares y demás expresiones organizativas del mismo, sin un referente o una alternativa en condiciones de convocarlo y representarlo. Obviamente, tampoco la MUD, una vez más, supo delinear una política y un discurso para atraer a dicho sector a su campo.

III. La oposición y la MUD

1. Probablemente el mayor error de la oposición en estos comicios fue sobrestimar sus fuerzas, subestimar al chavismo y emborracharse de triunfalismo. Como consecuencia de esto termina aceptando el ventajismo y las maniobras del CNE y del gobierno sin mayores resistencias o con apenas una resistencia formal. Su temor a estimular la abstención, una vez más, lo lleva a guardar silencio, a convalidar maniobras. Frente a la discrecionalidad del proceso, el ventajismo y la trampa el antídoto era: avalancha de votos y una férrea defensa del mismo. Pero, por diversas razones en cada caso, no se produjo la avalancha de votos esperada, o al menos no en las proporciones necesarias para contrarrestar el ventajismo y las maniobras del gobierno, por una parte; y por la otra, la defensa del voto volvió a evidenciar su fragilidad e insuficiencia.

2. El sectarismo, la exclusión y la pugna por la hegemonía y el liderazgo en el seno de la oposición se incrementaron y pasaron facturas, impidiendo la incorporación, cohesión y movilización de todas las fuerzas potenciales. Este sectarismo se vio reforzado por el triunfalismo y el exceso de confianza. No se hizo todo el esfuerzo necesario por unificar todas las fuerzas, por incorporar al chavismo disidente y descontento, por atraerlos y brindarles espacios de participación, por persuadir e incorporar a los radicales y abstencionistas, por abrir espacios para los partidos pequeños y las organizaciones emergentes. La MUD se sentía sobrada, se creía autosuficiente, los demás no eran necesarios. Al final, los hegemones en cada caso no pudieron solos, hizo falta quienes fuimos excluidos.

3. Las elecciones primarias no ayudaron a unificar efectivamente las fuerzas de la oposición y, por el contrario, abrieron algunas heridas que no pudieron ser subsanadas en el curso de la campaña. Esto afectó la imagen de algunas candidaturas, erosionó aún más la frágil unidad alcanzada y se complementó con el sectarismo ya reseñado.

4. Una parte de la oposición convocó a la abstención generando confusión, escepticismo, y arrastrando con su prédica a un sector de la población que, efectivamente, se hizo eco de este llamado.

5. No se trataba de un proceso electoral más, de tipo convencional. Se requerían medidas extraordinarias, una actitud más avisada, más combativa, más previsiva. Tampoco se trataba solo de una lucha por la preservación y ampliación de espacios institucionales, sino, sobre todo, de la continuidad de las luchas desarrolladas en los meses precedentes orientadas a seguir desenmascarando al régimen, debilitándolo y restándole legitimidad en función de ir preparando su derrota. De hecho, no se supo empalmar un proceso con el otro y, en consecuencia, a los presos políticos y demás víctimas de la represión, por ejemplo, no se les brindó el espacio debido en la campaña (no se definió con precisión y claridad su rol en la misma). No se asumió el discurso de la rebelión del voto como una línea uniforme y consecuente.

6. Los candidatos tenían que ser básicamente líderes del proceso de enfrentamiento al régimen, luchadores comprometidos con la causa que animó las protestas durante cuatro meses consecutivos. Líderes que encarnaran el sufrimiento de quienes padecen los rigores del hambre y el empobrecimiento generalizado, del dolor de las víctimas de la represión y de sus familiares, de la demanda de cambio que es un clamor nacional. Líderes en condiciones que unir todas las fuerzas más allá de sus partidos, de convocarlas, integrarlas y movilizarlas, tanto a los fines de lo ya señalado como de cara a las necesidades y demandas de sus regiones y su gente. Este difícil equilibrio había que intentar alcanzarlo y fueron pocos los casos en los que esto se logró.

7. El comportamiento y el discurso de la MUD frente al diálogo o la negociación política, su falta de unidad y coherencia, de claridad y transparencia en este asunto, contribuyó a incrementar la desconfianza en ella y a desestimular el voto opositor.

8. En el caso de Miranda, al margen de las maniobras del gobierno, era claro el descontento de la masa opositora con las gestiones de gobierno de Capriles y Ocariz: maestros, policías, empleados públicos, trabajadores del sector salud, entre otros, expresaban su malestar e insatisfacción por la gestión de gobierno de ambos mandatarios. Aunque desconocemos otros casos, como Lara y Amazonas, por ejemplo, es de suponer que allí se repitió una situación similar. Claro que en esto no pretendemos desconocer el cerco presupuestario y demás maniobras del gobierno destinadas a mutilar su capacidad de gestión pero, en cualquier caso, lo reseñamos como un factor más que contribuyó a la derrota.

9. Cabalgar sobre la ola de la crisis y del descontento no es suficiente para ganar elecciones ni es automático que el hambre y la pobreza den rédito electoral. Por el contrario, es posible convertirlos en mecanismos para reforzar la dominación, tal como fue señalado anteriormente. Es necesario, entonces, dotar de contenido el discurso y la campaña, de ideas y programa, de compromiso, consecuencia y coherencia entre la palabra y la acción.

10. El éxodo de compatriotas hacia el exterior, incrementado luego de derrotada la rebelión popular del cuatrimestre abril-julio, y de implantada fraudulentamente la ANC, también contribuyó a la merma de la votación opositora y a los resultados ya conocidos.

IV. La política definida por nuestro partido:

1. La política definida por el partido para este proceso electoral fue correcta: no solo la orientación de participar respaldando las candidaturas unitarias, sino también los criterios definidos por el CDN acerca del carácter de la campaña, el discurso que se requería, el perfil trazado para la selección de los candidatos, la consigna definida y la relación establecida entre las elecciones, la etapa de luchas precedentes y su continuidad hacia adelante.

2. El balance acerca del desarrollo de esta política y del comportamiento del partido en cada región, es un asunto que aún no está hecho y que espera, en primer lugar, el balance de las propias regiones. Preliminarmente, sin embargo, y como en otras ocasiones, destacan los esfuerzos realizados por los regionales del Zulia, Miranda y Sucre.

V. El cuadro político y las perspectivas:

1. Los resultados electorales, si bien arrojan un triunfo para el chavismo, que de esta manera refuerza su control sobre las principales instituciones del país, avanza en su propósito de sostenerse y perpetuarse en el poder, profundiza en su deriva dictatorial y en su ofensiva tendente a doblegar la resistencia de los sectores democráticos y su demanda de cambio; no deben ser vistos, sin embargo, como un proceso de relegitimación y de reencuentro con el apoyo popular que alguna vez tuvo. Dicho triunfo es el producto, como ha quedado señalado, principalmente de la implantación de un esquema electoral fraudulento que, combinado con las falencias y errores de la oposición, concurren a la configuración de los resultados ya conocidos. Los mismos no reflejan fielmente la realidad del país, no son la expresión fidedigna del ejercicio libérrimo del derecho al voto ni manifestación inequívoca de la voluntad popular y de la correlación de fuerzas existente en el país.

2. El triunfo del chavismo no puede verse como una salida a la crisis o como una vía o un camino hacia su superación. Logra sí prolongar su permanencia en el poder, lo que, al fin y al cabo, es su objetivo más importante en el corto plazo. Sea cual sea la suerte de la oposición en lo inmediato, así como los resultados de los procesos electorales en ciernes, es claro que la crisis del país seguirá su curso, se seguirá profundizando en todos sus aspectos (políticos, económicos, sociales, morales, institucionales). Se seguirán horadando las bases del régimen, el empobrecimiento y el hambre de nuestro pueblo empeorarán y esto seguirá alimentando el descontento y la demanda de cambios. El cuadro puede cambiar porque estamos frente una situación volátil, potencialmente explosiva en lo económico y social, inestable políticamente.

3. Se confirma una vez más que la MUD no es la dirección política que demanda la crisis del país y el pueblo descontento. Es una alianza frágil, inconsistente, sin aliento estratégico, sin un pacto profundo y de largo alcance resultante de la preocupación por el país y sustentada en una visión compartida del mismo. No obstante, la unidad sigue siendo un imperativo de las circunstancias y un clamor popular que debe ser atendido. Sin ella no es factible siquiera pensar en la posibilidad de derrotar al régimen. Es necesario, en consecuencia, redefinirla, replanteárnosla, relanzarla sobre nuevas bases, sobre una política y una estrategia que se actualicen y sobre unas reglas de juego claras que regulen su vida interna. Como parte de esto, debe ampliarse sus fronteras para que la alianza que se forje sea correspondiente a la idea de unidad nacional que en teoría se postula como alternativa de gobierno. Asimismo, debe democratizarse internamente evitando que siga siendo secuestrada por la entente de tres o cuatros partidos en nombre de su fuerza orgánica y electoral.

4. En tal sentido, la política del partido sobre este asunto conserva vigencia y debe ser ratificada: Diferenciarnos sin deslindar respecto del espectro que agrupa la MUD y trabajar consistente y sostenidamente por desarrollar una tendencia o una articulación de sectores asociadas al progresismo y a la izquierda. La construcción de un referente de izquierda que busque ocupar un espacio propio dentro del conjunto de las fuerzas que se oponen al régimen y que necesariamente debemos entendernos y articularnos con estas a fin de poder luchar con éxito contra aquél.

5. La maniobra de obligar a los gobernadores electos a juramentarse ante la ANC es inconstitucional e ilegal y no debió ser aceptada. Hacerlo es convalidar el propósito del gobierno que busca su reconocimiento nacional e internacional y es abrir las compuertas a nuevas y cada vez más graves imposiciones, es retroceder gravemente respecto del punto en que se encuentra el conflicto contra su carácter doblemente fraudulento y es, claramente, marchar a contravía de la posición de la comunidad internacional. Estaba anunciado que los gobernadores de la oposición serían obligados a esto y estaba definida una posición al respecto, consistente en la no aceptación de tal medida. Esto requería firmeza, consecuencia, movilización del pueblo, presión nacional e internacional, no rendición. Frente a esto, era preferible forzar las cosas hasta llevarlas al plano de una crisis política que, junto a la lucha que contra el fraude adelanta Andrés Velásquez y la Causa R en Bolívar, podrían dar paso a una nueva fase de la crisis política nacional y a su enfrentamiento. Frente a un régimen que cada vez más profundiza su deriva dictatorial, que no tiene escrúpulos ni límites en sus arbitrariedades y tropelías a fin de aferrarse al poder contra la voluntad expresa de la inmensa mayoría nacional, no cabe si no una política firme, consecuente, incluso subversiva, de pelea.

6. Este episodio, por cierto, cuestiona una vez más las inconsecuencias de la MUD en la lucha contra el fraude en la elección de la ANC. Consideramos que no haber asumido con firmeza la denuncia e investigación de dicho fraude, y llevarla hasta sus últimas consecuencias, viene a tener un efecto negativo ahora en la denuncia del fraude cometido en esta oportunidad en las regionales.

7. También este asunto ha profundizado las divergencias en el seno de la oposición y erosionado aún más la frágil unidad de la MUD, ya debilitada de antemano. En efecto, los resultados de las regionales y la juramentación de los gobernadores adecos ante la ANC, han hecho que estallen los problemas represados, han exacerbado las diferencias existentes y han conducido a una crisis grave de la unidad de la MUD, bastante mal manejada por cierto, al ser ventilada públicamente y con métodos casi primitivos. Esto incrementa el escepticismo de la gente y alimenta su desconfianza en la MUD, en sus partidos y sus liderazgos principales.

8. El chavismo, mientras tanto, ha salido fortalecido, incluso en el plano internacional, y vendrá por el remate. Aprovechará la coyuntura para anticipar las elecciones municipales, probablemente para el próximo diciembre, e incluso, eventualmente, las presidenciales. Esto obliga a discutir desde ya la política de la oposición frente a las nuevas elecciones que de seguro serán convocadas.

9. Uno de los mayores peligros que corremos frente a los resultados electorales y todas sus consecuencias posteriores, es que se imponga la sensación de invencibilidad del régimen, la sensación de que es inútil todo esfuerzo; que se imponga la impotencia, la desesperanza y el pesimismo. La gente empieza a considerar que la vía electoral no es un camino viable, que no brinda posibilidades de éxito. En esto, sin dudas, no deja de tener razón, aún cuando de allí no tiene porqué desprenderse como conclusión que debe ser abandonada la táctica de participación electoral. Debe tenerse en cuenta que venimos de cuatros derrotas importantes en el lapso de un año: la derrota del movimiento por el revocatorio, la derrota del movimiento de protesta iniciado en abril, la derrota en la lucha contra la ANC y la registrada ahora en las elecciones regionales. Esto inevitablemente mina las fuerzas, erosiona la resistencia, refuerza el escepticismo y la sensación de que todo esfuerzo por derrotar al gobierno, cualquiera que él sea, es inútil, independientemente de que todos estos efectos sean transitorios y puedan ser revertidos hacia adelante.

10. La oposición, en buena medida, cifra sus mayores esperanzas en lo internacional, mientras en el plano nacional es cada vez más errática. El gobierno, por su lado, también le importa y mucho lo internacional y busca lavarse la cara y bajar la presión con estos resultados. No obstante, la maniobra de obligar a los gobernadores electos de la oposición a tener que juramentarse ante una ANC que no tiene reconocimiento nacional e internacional, y la destitución ilegal y arbitraria de Juan Pablo Guanipa de la gobernación del Zulia, no contribuyen mucho a este propósito. El frente internacional debe cuidarse, es una de las mayores y más importantes fortalezas de la oposición venezolana, a la que nuestro partido debería darle mayor importancia, prestar mayor atención, atenderlo y trabajarlo.

11. El triunfo de la AD en cuatro de las cinco gobernaciones ganadas por la oposición, abre mayor espacio a las tendencias conciliadoras, a la política que busca un pacto de cohabitación entre gobierno y oposición; lo que no debe ser confundido con la política de diálogo y negociación orientada a procurar una salida política y pacífica a la grave crisis general del país.

Comité Político Nacional de Vanguardia Popular (VP)

Caracas, 29 de octubre de 2017

 20 min


Radar de los Barrios

“Ya que nadie lo asume lo asumo yo. Soy el culpable de todo, me equivoqué, puse la torta por ingenuo, es decir, por pendejo. Perdón a todos”. Este es el valiente mensaje que colocó en la red social Twitter el actor y director teatral Héctor Manrique, a través de su cuenta @manriquehector, el pasado miércoles 18 de octubre de 2017.

Superar la depresión, evitar la división, enfrentar la conmoción

Queremos empezar estas líneas precisamente por ahí: Primero que nada, un reconocimiento y una humilde solicitud de disculpa. En nuestra columna del pasado domingo 15 de octubre (“15-O: ¡SIGAMOS SIENDO LA DIFERENCIA!”) incurrimos en el mismo error que la inmensa mayoría de los venezolanos, tanto opositores como oficialistas: Dimos por descontado la derrota del madurismo en las elecciones regionales y asumimos que lo único que estaba por determinarse era el tamaño de la victoria opositora.

Como ya se sabe, los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral pesuvista fueron muy diferentes a los esperados, y han detonado efectos muy graves y extendidos: Depresión en la ciudadanía, profundización de la tendencia a la división en la oposición y el acostumbrado bullying oficialista, que cuando gana (aunque la supuesta victoria sea claramente fraudulenta) intenta convertir su “éxito” en una operación de búsqueda, captura y destrucción del adversario.

En consecuencia, a buscar instrumentos y razones para superar la depresión, evitar la división y enfrentar la conmoción, van dirigidas estas líneas:

El desastre del 15-O empezó con la indigestión del 6D

En el plano individual, para superar la depresión hay que determinar primero su causa (¿impacto emocional, desequilibrio químico, ambos?). Lo mismo ocurre en el ámbito colectivo: Para superar la depresión masiva, el luto generado por el 15-O, hay que comprender su origen. Por eso lo primero que hay que decir es que la tragedia del 15 de Octubre no empezó ese mismo día, con cualquiera de los abusos del gobierno o de las torpezas de la oposición. No. El desastre del 15 de Octubre de 2017, como acertadamente lo calificó el poeta Leonardo Padrón, empezó mucho antes. Concretamente, empezó el 6 de diciembre de 2015…

Efectivamente, el 6D el campo democrático venezolano obtuvo la victoria más grande e importante de toda la historia político-electoral venezolana. Y la obtuvo en el marco de la estrategia democrática, electoral, constitucional y pacífica que se había trazado. La lógica indicaría que -tras un éxito tan contundente en esa ruta- la misma debía ser mantenida, y la MUD ha debido aprestarse a obtener éxitos similares y aún mayores en las citas planteadas: Las elecciones regionales 2016, las municipales 2017 y las elecciones presidenciales 2018. Una aproximación progresiva y segura al poder, en un cronograma electoral constitucionalmente establecido y cuya alteración, en aquel escenario, hubiese tenido un costo para entonces impagable por el régimen.

Pero no fue eso lo que ocurrió. Indigestada por la victoria obtenida, se impuso en la oposición la idea de la “vía rápida”, que terminó siendo la más lenta de todas las vías. Buscándola, la MUD presenta al país el 8 de marzo de 2016 una “hoja de ruta” con cuatro alternativas: “Exigir la renuncia de Maduro, promover la aprobación de una enmienda constitucional para acortar su mandato y activar la convocatoria del Referendo Revocatorio”, sin descartar igualmente “la convocatoria de un proceso constituyente originario, si los tres caminos anteriores eran bloqueados”. Allí, con esa declaración, los opositores venezolanos abandonamos la autopista constitucional regular para el cambio, ese camino en el que habíamos obtenido la victoria abrumadora del 6D, y nos metimos en los azarosos e intrincados vericuetos del “fast track”. Al final se comprobó el viejo refrán: “La distancia más larga entre dos puntos es el atajo”.

¿Cuándo la oposición se quedó sin política?

De las cuatro vías sugeridas en la declaración del 8 de marzo del 2016 fue el referendo revocatorio la que terminó “agarrando calle”, calle que tras superar numerosos obstáculos- se estrelló contra la decisión del régimen de bloquear el RR. En efecto, el 20 de octubre de 2016 el CNE “suspende” la recolección de las firmas del 20% del padrón electoral, único requisito legalmente previsto para la convocatoria del Revocatorio. Aunque ese escenario era muy previsible, el impulsor original del RR (el partido Primero Justicia, que además monopolizó su coordinación y ejecución), no tenía preparadas respuestas lógicas ni caminos alternativos, y se quedó literalmente “sin política”.

Y con ellos, el resto de la oposición. El 26 de octubre de 2016, ante una multitud congregada en la autopista Francisco Fajardo de Caracas, dirigentes fundamentales de la Unidad en vez de plantear al país un nuevo rumbo de lucha le ofrecieron tres ocurrencias demagógicas: El “juicio al presidente” (que no existe en la Constitución), su destitución por “abandono del cargo” (¿alguien recuerda esa excentricidad tropical, y en que paró?) y la “marcha a Miraflores”, dejavú del 11 de abril de 2002, vana pretensión de sustituir con una marcha, es decir, con una actividad, la ausencia de estrategia.

Las tres ocurrencias se disiparon en noviembre, mes en el que también colapsó la iniciativa de diálogo que se inició el 30 de octubre y finalizó el 6 de diciembre. Después de esa fecha la oposición se fue de vacaciones navideñas, pero la crisis se agudizó: El 17 de diciembre el país estalla por el irresponsable anuncio gubernamental de retirar de circulación los billetes de 100 bolívares. Cinco muertos y más de 300 negocios saqueados fue el saldo de esa revuelta popular espontanea. Ese pueblo indignado no tuvo dirección y peleó solo. La oposición terminó ese año sin atender los insistentes llamados del entonces Secretario Ejecutivo de la MUD sobre la necesidad de entregar al país un balance autocrítico de un 2016 al que entramos con el inmenso capital político de la victoria del 6D-2015, y salimos sin nada.

Primer semestre 2017: la Salida Parte 2

En 2017 en vez de presentar al país el balance solicitado por el Secretario Ejecutivo… los partidos de la MUD optaron por eliminar la Secretaría Ejecutiva. El 17 de febrero de 2017 la MUD anuncia al país su más reciente “reestructuración”: Primero Justicia y Voluntad Popular promueven un nuevo organigrama en que la estructura de la Secretaría Ejecutiva de la alianza se diluye en tres “equipos de apoyo”, y la vocería deja de ser única y pasa a ser azarosa.

Lo que resta de febrero y todo el mes de marzo es consumido por el proceso de “validación” de partidos en el CNE, proceso que fractura la MUD prácticamente en la misma semana siguiente a su “reestructuración”, pues unos partidos deciden “validarse” y otros no. A finales de marzo el TSJ emite las sentencias 155 y 156 con las que ilegalmente despoja al parlamento de sus atribuciones constitucionales. La oposición, la Fiscal General de la República y la opinión pública internacional califican acertadamente ambas sentencias como “grave ruptura del orden constitucional”. La MUD (¡Esa MUD, sin vocería única, sin dirección colectiva, sin hoja de ruta consensuada!) llama entonces a la calle para enfrentar lo que con justicia fue denominado “un golpe de estado perpetrado no con tanques sino con togas”…

Desde los primeros días de abril se desarrolló entonces un proceso de luchas de calle duramente reprimidas por el régimen. La dirección de la MUD pasó a ser ejercida “de facto” por pocos dirigentes de sólo dos organizaciones, Primero Justicia y Voluntad Popular. El resto de los partidos se quejó frecuente y amargamente de que sólo se enteraban por las redes sociales de las actividades y convocatorias. La vocería paso a ser ejercida por un grupo de jóvenes diputados de esas dos organizaciones, grupo al que sólo esporádicamente pudieron incorporarse figuras como Delsa Solórzano y José Ignacio Guédez. Hubo convocatorias casi diarias para marchar de Altamira hacia el centro de Caracas, marchas que salvaje y rutinariamente fueron bloqueadas por la Guardia Nacional a la altura de Bello Monte, con un elevado saldo de muertos, heridos y presos.

Tras tres meses de convocatorias que no llegaban a su destino y casi un centenar de víctimas fatales a manos de la represión, la MUD convoca a un evento el día 3 de julio en el Teatro Chacao: “Rebeldía ascendente”, “levantamiento nacional”, “hora cero”, fueron las expresiones que resumieron el documento allí leído, en medio de gritos de dirigentes y público pidiendo lanzar la “huelga general”.

Desgraciadamente, un llamado tan grave no estuvo acompañado de la organización y coherencia necesarias: El lunes 10 de julio el país ve asombrado el debate entre dirigentes de la oposición sobre si el “trancazo” de vías de ese día debía ser de dos o diez horas de duración. Un gobernador y ex candidato presidencial afirma entonces que “la gente debe protestar donde quiera y cuanto quiera, porque la protesta no tiene dueño”, dando un espaldarazo a la anarquía que terminó siendo, junto a la represión desbocada, causa eficiente de la extinción de ese proceso de lucha.

Después de esto se convocó a la única jornada de protesta que tuvo realmente dimensión masiva, cuando se invitó a la gente a “votar” en el llamado plebiscito del 16 de julio. La participación contundente de la ciudadanía mostró su deseo de buscar un cambio usando el voto como instrumento fundamental de lucha. Dos semanas después, el domingo 30 de julio, el régimen monta una farsa electoral y el CNE afirma que unos fantasmales ocho millones de votos habían convalidado el fraude constituyente. Ese fue el fin de la “Salida Parte 2”… y el principio del calvario de todo el país democrático, que sufre ahora las consecuencias de los errores del inmediatismo.

2do semestre 2017: derrota, abstención y fraude

Los que a principios de 2016 creyeron que su curiosa versión del “tiempo de Dios” por fin había llegado, para el 30 de julio de 2017 habían consumido ya 19 meses sin haber avanzado un milímetro en su declarado objetivo de “salir del régimen”. Por el contrario, se retrocedió mucho, pues se despilfarró en “repentismos” el capital político generado por la victoria del 6D, y más de 130 jóvenes asesinados por la represión fueron el muy costoso saldo de la saña represiva del régimen y de los desatinos estratégicos de una dirección opositora secuestrada por el inmediatismo.

Como consecuencia de todo ello la desesperanza se instaló en Venezuela: El mayoritario país descontento se sintió ignorado por una dirigencia opositora que sólo hablaba de sacar a Maduro, pero que no se refería al drama del hambre y la inflación; el país que protesta, minoritario pero abnegado y comprometido, también se sintió traicionado por una dirigencia que le dijo que la sola fuerza de “la calle” bastaba para frenar la Constituyente y, eventualmente, incluso para “salir del régimen”… y a renglón seguido lo llamó a votar en unas elecciones regionales, sin asumir antes el fracaso del remake de “La Salida” y sin explicar de qué manera ese proceso electoral podría ser la continuidad de la lucha por la democracia y la libertad. En esas terribles condiciones se acudió al desastre del 15-O.

Hoy ya está bastante más claro que fue lo que ocurrió ese día: ¿Fraude? ¡Por supuesto! Para quien tenga dudas, allí está la valiente cruzada de Andrés Velásquez, demostrando ACTAS EN MANO que las cifras colocadas en la página web del CNE no se corresponden con los resultados de las actas emitidas por las máquinas de votación. ¿Abstención? ¡Claro que la hubo! Pero la abstención no es causa sino consecuencia, resultado de la decepción del electorado opositor ante los desatinos de una dirección política con más ambición y prisa que responsabilidad y criterio.

La realidad de las cosas es que fraude siempre habrá en toda elección que se realice en dictadura; También es una verdad conocida que en Venezuela abstención inercial siempre ha habido en elecciones que no comprometan la presidencia de la república. Para vencer fraude y abstención era necesario contar con una marejada de votos. Ese tsunami electoral era posible el 15 de octubre por el deterioro del gobierno. Pero no se materializó porque no basta con que el gobierno sea malo. También es indispensable que quien pide el voto lo merezca. Tras año y medio de errores, muchos venezolanos chavistas e independientes que votaron por la Unidad en diciembre del 2015 no encontraron razones para volver a hacerlo en octubre del 2017. Y muchos venezolanos militantemente opositores se vieron impedidos de ejercer su derecho al voto por el fraude sistémico que en esta ocasión, además de las amenazas a los empleados públicos y la agresión de los paramilitares oficialistas, agregó la reubicación compulsiva de los centros de votación y una boleta electoral generadora de confusión y votos nulos. Pero todavía falta lo más grave, lo peor…

Insólitamente, maduro logró convertir el hambre en votos

Si. Todo lo anterior explica por qué los ciudadanos opositores no llegaron a las máquinas de votación, pero aún falta explicar como un gobernante tan desprestigiado como Nicolás Maduro logró que el casi 100% de su “lecho de roca” electoral en efecto sufragara. La respuesta es breve y terrible: ¡El “Carnet de la Patria”!

En efecto, Maduro logró montar una operación políticamente funesta y éticamente reprobable, pero electoralmente eficaz: Logró transformar el hambre de los venezolanos en un mecanismo de movilización partidaria y subordinación política. El “Carnet de la Patria” y su muy publicitado “Código QR”, vendido como un mecanismo para “garantizar” el acceso de los más pobres a los programas de asistencia social del Estado, obviamente también funciona como lo contrario, es decir, como un mecanismo útil para excluir de tales “beneficios” a quien la burocracia oficial execre. Y eso el pueblo lo entiende a la perfección. Al convocar a una “jornada masiva de renovación del Carnet de la Patria” el mismo 15 de octubre, y al designar como lugares para tal “renovación” a los mismos “puntos rojos” del operativo electoral pesuvista, la operación de extorsión ni siquiera fue disimulada.

Fue la combinación de todos estos factores lo que logró desestimular y “rebanar” fraudulentamente la votación opositora, y al mismo tiempo asegurar la forzada participación electoral de la antigua clientela electoral del régimen, cuyos integrantes ahora son ya abiertamente rehenes socioeconómicos del régimen. La enumeración completa de las causas de la derrota de los demócratas ocurrida el 15 de octubre debe incluir entonces: los errores de conducción de la dirigencia opositora que operaron como generadores masivos de abstención, el fraude estructural del régimen y la conversión del hambre del pueblo en fortaleza electoral del madurismo mediante el “Carnet de la Patria”.

¿Esos elementos le dieron la victoria a Maduro el 15 de agosto? Si. ¿Determina eso la estabilización del madurismo y su eternización en el poder? No. Al menos, no necesariamente…

¿Qué hacer ahora? más allá de la participación o la no participación.

Hoy, a principios de noviembre de 2017, el régimen repite el guión que le ha sido útil: así como el fracaso de “La Salida parte 2” le puso en bandeja de plata el triunfo en las elecciones regionales que –no por casualidad- antes no se atrevió a convocar, ahora el deslave electoral del 15 de octubre y la muy lamentable actuación post-desastre del liderazgo opositor permiten al oficialismo convocar aceleradamente las elecciones municipales para el próximo diciembre de 2017. El cálculo del gobierno es evidente: la oposición será derrotada por la desmoralización de sus propios electores, y de esa manera el régimen llegará a 2018 -año de elecciones presidenciales- con 18 gobernaciones y centenares de alcaldías, esto es, con suficientes plataformas de apoyos locales y regionales para apuntalar su ambición continuista.

Frente a esto, el liderazgo opositor luce entrampado en el falso dilema de “participar o no participar” en las elecciones municipales. Los políticos que están a favor de NO participar no dicen que habría que hacer al día siguiente de abstenerse; muchos de los que SI están a favor de participar tampoco explican cómo votar en las municipales puede formar parte de algún proceso de reposicionamiento político y de reconstrucción de esperanzas. Todo esto ocurre porque no participar no es una estrategia, es apenas un espasmo, una reacción, una pulsión; pero el “participacionismo” tampoco es una estrategia (aunque pudiera serlo), es por ahora sólo una inercia, una costumbre que se extingue, una nostalgia.

La verdad es que, participando o absteniéndose de hacerlo, no responder la pregunta de “¿Que hacer al día siguiente?” es ir derecho a la profundización del fracaso y a una desmoralización y desmovilización aun mayor, lo que allanará –entonces si- el camino para la estabilización del régimen (hoy acosado internamente por la economía y externamente por las sanciones internacionales). Pero responder esa pregunta supone para la oposición tener estrategia, tener estrategia implica tener un centro de dirección capaz de elaborarla y supone también poseer una vocería coherente capaz de ofrecérsela al país, construyendo empatía entre esa estrategia y una población precarizada y justamente molesta… con el gobierno y con la oposición. Sin estrategia, sin centro de dirección que la elabore y sin capacidad para comunicarla, cualquier decisión que se adopte (participar o no hacerlo) terminará en colapso, bien sea por defectos de diseño o por vicios en su ejecución.

El verdadero dilema: inmediatismo vs. seriedad.

El dilema, efectivamente, no es entre “participación” o “no participación”, sino entre inmediatismo y seriedad. Y ese dilema es un reto para todos, dirigentes y ciudadanos, pues existen políticos que venden inmediatismo porque hay ciudadanos que lo compran. Inmadurez política (de la ciudadanía) y demagogia (del “liderazgo”) constituyen un círculo vicioso que es indispensable fracturar para poder retomar la actitud, aptitud y conducta que nos permitió hace dos años derrotar a este mismo régimen, con este mismo CNE, con este mismo TSJ y con este mismo petro-estado abusador y ventajista.

Quizá la única virtud de las decepciones es que ponen en evidencia las mentiras y, en consecuencia, permiten focalizar las energías en el cambio de las realidades y no en la promoción de supersticiones: Hoy ya se sabe, por ejemplo, que la sola fuerza de “la calle” no es suficiente para lograr la salida del régimen; ya se sabe también que no habrá “salida militar”, porque el proceso de degeneración republicana es tan profundo que hoy esa importante institución ha sido convertida en uno de los puntales funcionales de la mal llamada “revolución”, y se ha alejado de los supuestos básicos contenidos en el 328 constitucional; ya se sabe que la solución no provendrá de un “estallido social”, porque el régimen aprendió a convertir el hambre en fortaleza electoral mediante herramientas organizativas y tecnológicas de control social como el “carnet de la patria”, y porque más bien espera con ansiedad una eventualidad como esa para poner en práctica sus planes de control total “tipo Erdogan”; ya se sabe incluso que el fin del desastre no llegará en portaviones extranjeros, porque la crisis venezolana es una situación de quinta o sexta importancia en el plano internacional (muy por debajo de la crisis libia o del drama de Corea del Norte, por ejemplo…), porque TODOS los documentos, acuerdos y resoluciones de cancillerías, gobiernos y organismos internacionales en respaldo a la lucha de los demócratas venezolanos terminan, indefectiblemente, “exigiendo a los actores de la confrontación venezolana que inicien un proceso de negociación política serio y con resultados que abra espacio a una salida pacífica al conflicto”, y porque es indelegable la responsabilidad de los venezolanos en la resolución de la crisis de Venezuela.

Entonces… ¿cuál es la vía?

Queda entonces una vía. Una que no tiene la aureola romántica de la “épica” como en “La Salida”, ni la comodidad de que otro haga el trabajo como en los golpes militares, ni el atractivo lúdico que siempre tiene lo azaroso como en el carrusel incierto de los “estallidos sociales”... Pero que si tiene la seguridad de lo sistemático, la claridad de lo planificado, la fortaleza de lo hecho a pulso, de abajo hacia arriba y de adentro hacia fuera: Esa vía es la construcción de la fuerza social y política que haga posible el cambio, una fuerza que tenga la amplitud y la habilidad necesarias para construir y fortalecer las alianzas de diversa naturaleza (políticas, sociales, económicas, militares) indispensables para que el cambio sea sostenible, una FUERZA SERENA DE CAMBIO SEGURO, que inspire confianza tanto en la Venezuela profunda como en la Comunidad Internacional, pues en ambos espacios quieren que en nuestro país se produzcan cambios pero no caos.

Una fuerza que logre lo que ya alcanzamos en 2015: Que sea capaz de construir empatía con el ciudadano de a pie, sobre todo con los pobres y los empobrecidos, para que el mensaje de cambio democrático trascienda las redes sociales y las “zonas de confort” tradicionales de la oposición venezolana, y sea victoriosa también en los mayoritarios sectores populares del país, donde el barrio y la empobrecida clase media luchan rudamente día a día para sobrevivir al hambre y la inflación. Una fuerza social y política, en fin, cuyo objetivo por supuesto sea sacar del poder al actual régimen ineficaz y corrupto, pero no para sustituirlo por otro elenco de cazadores de renta sino para conducir una transición a la democracia que a su vez abra paso a un proceso de reconstrucción nacional que -además de sacar al país de la actual crisis- permita y promueva el relanzamiento de Venezuela como proyecto nacional, al basarlo no en los altibajos del precio internacional del petróleo sino en el talento y en la productividad del venezolano.

La construcción de una fuerza social y política de esa naturaleza y con ese propósito no es tarea de un solo individuo, grupo o partido… pero tampoco es un trabajo que pueda ser cumplido “entre todos” si en ese “todos” el precio de la amplitud es la incoherencia.

Deslinde no es igual a división

Para tener éxito en esta tarea es indispensable el deslinde con el inmediatismo y sus falsas promesas, con la demagogia y sus decepciones subsiguientes, con el caudillismo y sus agendas ocultas individuales y grupales. Quienes coincidan con esta forma de entender y vivir la lucha venezolana por la democracia y la libertad deben tener la inteligencia y la valentía de acercarse, deben integrar un centro de dirección reconocible, deben poner en la calle una política de oposición clara al régimen y de defensa acérrima de los derechos económicos y sociales de los pobres y de la clase media empobrecida, deben ser consecuentes con esos sectores cuando esa defensa de los derechos económicos y sociales genere por parte del gobierno también la violación de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Este necesario deslinde no quiere decir que sea imposible el reencuentro futuro con los sectores de la oposición que en la actualidad tengan otros planteamientos tácticos, o incluso con los que han optado por el radicalismo testimonial en vez de intentar caminos de eficiencia política. Si estamos conscientes que la transición a la democracia y la reconstrucción del país son tareas que implican necesariamente el concurso de todos los venezolanos, incluso de muchos que hayan coincido con el actual régimen, es claro que no se puede ser reacio al reencuentro con opositores que tengan hoy una visión diferente de lo que debe ser el rol de la oposición.

Pero ese reencuentro debe ser no en torno a una ambición, a unas siglas o a un ego inflamado. El reencuentro tiene que ser en torno a una política. Y para que esa sea una política justa, clara en su objetivo democratizador, en su planteamiento económico y en su compromiso social, tiene que ser diseñada y colocada al servicio del país desde un espacio coherente, no desde una “colcha de retazos”. Y si esa política es recibida y apoyada por el país, tendremos entonces el eje en torno al cual podrán articularse en el futuro todas las fuerzas que apuesten a la reconstrucción de Venezuela.

El jueves 2 de noviembre, en la primera plana del diario El Nacional, un titular se hizo eco del siguiente anuncio: “Crean alianza sin AD, Un Nuevo Tiempo y AP”. La nota refiere que “Primero Justicia, La Causa R y Voluntad Popular anunciaron en Maracaibo que denunciarán juntos las irregularidades cometidas contra Juan Pablo Guanipa y Andrés Velásquez y que propiciaran la unidad para las presidenciales de 2018”. Habría que esperar ciertamente mayores claridades sobre este anuncio, pero es prudente advertir desde ya que ésta no es necesariamente una mala noticia: “Deslinde” no es -no tiene por qué ser- igual a división.

Unidos hemos ganado, separados siempre perdemos

Una noción de elemental sentido común está clara para todos los venezolanos: Si todos los partidos, juntos, no pudieron derrotar al madurismo el 15 de octubre, difícilmente tendrán alguna oportunidad de lograrlo si lo intentan divididos. Cuando hemos enfrentado al régimen unidos hemos ganado, como el 2 de diciembre del 2007 o el 6 de diciembre del 2015, o hemos avanzado de manera importante. Cuando hemos enfrentado al régimen por separado hemos perdido.

Efectivamente, la conquista y construcción de un futuro democrático para Venezuela sólo será posible en UNIDAD, pero esa Unidad hay que refundarla, REINVENTARLA, y para que esa reinvención no sea un cambio gatopardiano tal reagrupamiento debe darse en torno a lo que desde 2016 evidentemente no ha tenido la oposición venezolana: Una estrategia clara que defina cómo llegar al poder y de qué manera ejercerlo. Hasta ahora la respuesta a esta cuestión fundamental se ha confundido con los proyectos, agendas y legítimas aspiraciones de candidatos, grupos y partidos. Cada quien tiene una estrategia para llegar al poder, “su” estrategia, aquella en que su candidato es el “protagonista”. Esa manera de abordar el tema nos ha llevado a la división, a la pugna interna y a entronizar una concepción competitiva del liderazgo, en vez de una dinámica colaborativa.

Es hora entonces de cambiar la manera de cambiar las cosas: hay que tener obviamente una estrategia de poder, pero la misma no será resultado de la imposición de la agenda de un grupo o “candidato” sobre los otros candidatos y grupos por la vía de la “viveza”, de jugar “posición adelantada”, de imponer políticas de hechos cumplidos o utilizando los medios o las redes sociales para satanizar a unos y “canonizar” a otros. Esas vías, que son las que lamentablemente han sido utilizadas hasta ahora, no han conducido al triunfo de unos opositores sobre otros, sino al deterioro de todos. Es momento de intentar otro camino.

Una vía posible podría ser la que sugiere el titular que alude a la iniciativa de los partidos Primero Justicia, Voluntad Popular y Causa R: que aquellos factores que dentro de la oposición democrática logren identificar entre sí mayores afinidades en lo táctico y aun en lo programático se aproximen, unifiquen recursos y vocerías y pongan sus propuestas en la calle; Igualmente, si -por ejemplo- Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista, entre otras organizaciones, lograran identificar similitudes en su manera de apreciar el proceso político y en su forma de operar en él, sería muy útil que integraran sus esfuerzos e igualmente plantearan sus propuestas e iniciativas a la ciudadanía; De la misma forma sería positivo que Alianza Bravo Pueblo, Vente Venezuela y otras formaciones con planteamientos similares en su caracterización del régimen pudieran trascender sus coincidencias retóricas y pasaran a emprender iniciativas políticas concretas, a las que el pueblo pueda sumarse. Un ejercicio de esta naturaleza permitiría que sea la ciudadanía democrática la que con su respaldo activo determine cuál de esas orientaciones será la que constituya la línea de conducta mayoritariamente asumida por los demócratas venezolanos.

Esta relativa “autonomía de acción” de las organizaciones políticas no es contradictoria con la existencia de una plataforma unitaria común, que podría seguir llamándose MUD o adoptar la denominación que se considere conveniente. De hecho, esa plataforma unitaria como “paraguas común” debe existir al menos para tres propósitos: 1) Para definir, mediante el ya aprobado método de las elecciones primarias, la selección del candidato presidencial de toda la oposición; 2) Para determinar, mediante el método del debate y el consenso, la construcción de aquellas posiciones frente al régimen y al país que por su importancia excedan a las organizaciones individualmente consideradas y aun a las alianzas parciales, y que deban ser adoptadas por toda la oposición; y 3) Para ejercer ante la comunidad internacional, gobiernos extranjeros y organismos internacionales, la representación del conjunto opositor venezolano.

Hasta el grupo de lima exige la unidad de la oposición…

Sabemos que lo que planteamos enfrenta un importante rango de dificultades. Pero también sabemos que la alternativa es inaceptable: La victoria del madurismo, su estabilización como régimen de dominación y el surgimiento y mineralización de una nueva nomenklatura, una nueva oligarquía roja más feroz que la que hemos sufrido en estos 18 años, divorciada ya de los últimos vestigios de la vieja izquierda e integrada por el “hombre nuevo” del post-chavismo, una mezcla de gánster con “hombre de negocios turbios”, muy turbios, con el dinero suficiente para pagar la asesoría cubana de como permanecer en el poder y asesores internacionales en mercadeo político para vender al país y al mundo lo invendible.

También sabemos que así como la Unidad es indispensable, también lo es superar el inmediatismo: todas las soluciones “instantáneas” que éste nos ha ofrecido no sólo han sido falsas, sino contraproducentes: Los sucesos de abril y diciembre de 2002 permitieron al régimen copar la Fuerza Armada y desprofesionalizar a PDVSA, la abstención del 2005 permitió al proyecto autoritario adueñarse por completo de toda la maquinaria del Estado, y todo el proceso de recuperación del campo democrático que vivimos entre el triunfo en el referendo constitucional del 2007 y la inmensa victoria en las elecciones parlamentarias del 2015 fue echado por la borda cuando desde enero de 2016 algunos pretendieron ponerle al gobierno una “fecha de vencimiento” distinta a la que ordinariamente establece la Constitución, sin lograr otra cosa que despilfarrar a la fecha 22 meses sin avanzar ni un milímetro en su declarado propósito de salir del régimen, más bien retrocediendo, porque es evidente que hoy estamos mucho más atrás de donde nos colocó la desperdiciada victoria del 6 de diciembre de 2015.

La actual crisis de la oposición no es “sin precedentes”, como dicen algunos. De hecho, es muy similar en diversos aspectos a la vivida en los años 2004-2005. Pero lo que no tiene precedentes es que una crisis política tan profunda coincida, como ahora, con una debacle económica y social. En 2004 y 2005 la clase media estaba pendiente de lo que pasaba con el “Cupo Cadivi”, y los sectores populares tenían aun esperanzas en la capacidad munificente de las “misiones” y otros programas clientelares. Hoy el edificio de las promesas redentoristas se cayó. Ya el régimen no promete el cielo, sino que amenaza con el infierno. La sociedad aplastada por el hambre y la inflación ve perpleja como la dirección opositora, en vez de señalar y construir los caminos para derrotar al gobierno y salir de la crisis, se dedica a evadir responsabilidades, repartir culpas y destruirse mutuamente.

Pero no es sólo el venezolano de a píe el que exige a la oposición venezolana salir de su actual locura autodestructiva. La comunidad internacional también ha sido clara que el apoyo internacional a la causa de los demócratas venezolanos ni es eterno ni es independiente de las muestras de madurez y racionalidad que la propia oposición venezolana ofrezca. De hecho, en la Declaración de Toronto emitida por el Grupo de Lima el pasado 26 de octubre, los Cancilleres y representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú “Exhortan a las diferentes fuerzas de oposición a mantener su unidad, ofreciendo un frente común programático, como condición indispensable para lograr la solución de la crisis venezolana”.

¿Qué hacer para que el viacrucis nuevamente termine en un domingo de resurección?

Desde el 6 de diciembre de 2015 hasta el 15 de octubre de 2017 la oposición venezolana ha experimentado un accidentado y acelerado tránsito de vida, pasión y muerte: El 6D tuvimos vida, expresada en una victoria construida a pulso, contra pronóstico, frente a un adversario que en el marco de aquella contienda puso presos a dirigentes fundamentales (Ledezma), secuestró judicialmente partidos enteros (COPEI y el MIN), cambió las reglas del juego sobre la marcha (imponer que la mitad de los candidatos fueran mujeres DESPUÉS que la Unidad había escogido en primarias y consensos a sus candidatos) y colocó al lado de la tarjeta de la MUD un tarjeta-clon oficialista para generar confusión y estafar al elector.

Todo eso hicieron, y mucho más, pero frente a cada maniobra oficialista hubo una Unidad que había previsto la agresión, había preparado opciones alternativas, las ejecutó con éxito y… terminamos ganando, a pesar del fraude estructural oficialista, porque esa dirección política de la Unidad supo inspirar confianza en el electorado opositor para generar el tsunami electoral que arropó y neutralizó el fraude, y porque además supo defender con uñas y dientes cada voto del ciudadano, una dirección opositora a la que los testigos no se le “extraviaron”.

Después vino la baja pasión del inmediatismo demagógico, ofreciendo “salir del régimen” en semanas o meses, abandonando la estrategia de aproximación progresiva y segura al poder y apostando por diversas modalidades de la “vía rápida”, desde el Referendo Revocatorio en 2016 hasta “La Salida parte 2” en 2017. Tras esta “baja pasión” vino la muerte, tanto la física, literal, de más de 130 jóvenes asesinados por la represión, como la muerte de una irresponsable apuesta política, el fallecimiento de los espejismos y las ilusiones inmediatistas, pues tras la derrota del remake de “La Salida” se produjo el desastre de las elecciones del 15-O, ambos fracasos imputables al mismo sector dirigente que desde 2016 logró diluir a la MUD y prácticamente secuestrar la dirección del movimiento opositor.

Para que ocurra la resurrección de la esperanza democrática es preciso que la oposición política se dote de las herramientas que le permitieron alcanzar la victoria hace apenas 24 meses. Dirección colectiva, hoja de ruta consensuada, vocería coherente y un discurso y una praxis política que atienda y priorice la situación de la mayoría popular y de la clase media empobrecida. Con todo lo importante que hoy son las redes sociales, debe recordarse que las mismas son una tecnología y una racionalidad para interactuar con la sociedad, NO PARA SUSTITUIRLA. Hay que “hacer política” no desde el Periscope, con el Instagram y para el Twitter, sino desde la gente, con la gente y para la gente.

Sólo así, consideramos, la oposición política venezolana dejará el tortuoso atajo de las derrotas y volverá al ancho camino de las victorias. Ponemos estas ideas y propuestas a disposición de dirigentes y partidos, pero sobre todo las ofrecemos para su consideración y debate en las organizaciones sociales y comunitarias, pues estamos convencidos de que sólo la firme exigencia de la los ciudadanos y sus organizaciones de base hará posible que la dirigencia política se coloque a la altura de la crisis y de las exigencias del país.

¡Palante!

Radar de los Barrios / Fuerza, Venezuela!

Domingo, 5 de noviembre de 2017

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 27 min


Jesús María Casal H

El juramento implica un compromiso asumido con la mayor solemnidad y rigor respecto del cumplimiento de una misión, la toma de posesión en un cargo, la veracidad de una declaración u otras manifestaciones similares. En lo concerniente a la toma de posesión en destinos electivos, se presta por lo general ante cuerpos colegiados representativos, pues es una forma de escenificar ante la representación del pueblo la aceptación del mandato recibido y de reafirmar el deber de ejercerlo cabalmente. El juramento se conecta además con la libertad de religión y de conciencia, porque en aquél convergen los símbolos o fórmulas de la fe que se profesa o de los principios más elevados en que se cree. De allí que jurisprudencialmente se haya admitido que en determinadas circunstancias el obligado a prestarlo pueda exigir su sustitución por la modalidad de la promesa. Hay también otro tipo de juramento, de raigambre monárquica, al que luego me referiré.

¿Falta absoluta?
Es un despropósito y una grave violación del orden constitucional y democrático y de los derechos humanos que se haya declarado la falta absoluta del Gobernador electo y proclamado del estado Zulia por no haberse juramentado ante la supuesta Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Las razones que pueden aducirse son varias. La Constitución del estado Zulia prevé que la juramentación ha de producirse ante el Consejo Legislativo del estado o, si no es posible que esta sea llevada a cabo, ante el juzgado superior en lo contencioso administrativo de ese estado. Esta era la misma regulación exigida por la Ley sobre Elección y Remoción de los Gobernadores de estado. Es lógico que así sea, ya que de esta manera el Gobernador proclamado expresa ante el pueblo que lo eligió, representado en el Consejo Legislativo, su compromiso de desempeñar rectamente la función encomendada. ¿Qué puede explicar que dicha juramentación deba estar precedida de una efectuada ante la pretendida ANC? Únicamente el objetivo de quebrar moralmente a la oposición y de propiciar la división. La denominada ANC es un órgano espurio, antidemocrático. No puede condicionarse el juramento ante una instancia democrática al que se preste ante un órgano nacido de la usurpación del poder constituyente del pueblo.

Pero aun en el supuesto de que aquél fuera legítimo, evidentemente no sería el espacio institucional adecuado para tal juramentación y nunca esta podría ser un requisito indispensable, cuya omisión genere falta absoluta. Recuérdese que los integrantes de la llamada ANC no fueron electos como representantes de los estados ni en circuitos estadales, sino en circunscripciones municipales y sectoriales. Mientras que el Consejo Legislativo es manifestación directa y específica de los electores del estado respectivo. En todo caso, la falta de juramentación no es por sí sola causal de falta absoluta, menos aun cuando existe la firme determinación del Gobernador proclamado de tomar posesión del cargo. La propia Sala Constitucional se empeñó en demostrar en enero de 2013 que la falta de juramentación del Presidente electo ante la Asamblea Nacional no era causal de falta absoluta, y puso énfasis en la necesidad de respetar la voluntad de los electores, la cual por lo visto poco importa si no es favorable al gobierno nacional o sus candidatos.

Líderes regionales
Otro asunto de fondo es que la elección de Gobernadores no fue una consulta popular sobre el reconocimiento o desconocimiento de la denominada ANC, sino la elección de líderes regionales, que al jurar solo ante el Consejo Legislativo no hacen otra cosa que cumplir la ley. Pero al gobierno le interesaba adulterar el sentido que constitucional y democráticamente debían tener esos comicios para convertirlos en una ocasión para la humillación y la degradación moral, mediante el requerimiento de subordinación a la pretendida ANC y a su convocante. Esto evoca la otra acepción histórica del juramento, aquella según la cual prestarlo es: “Reconocer solemnemente, y con juramento de fidelidad y obediencia, la soberanía de un príncipe”.

La ruta que sigue el gobierno nacional es funesta, por apuntar a consolidar un orden político basado en la supresión de la libertad de conciencia, de las garantías democráticas y, en suma, de la libertad política y civil. Un orden que cierra centros electorales y traslada electores a capricho, sin fundamento jurídico alguno, del mismo modo con el que luego dice estar dispuesto a moderar esa arbitrariedad; que inhabilita o des-inhabilita a sus anchas; que amenaza con encarcelar a quienes desconfían del CNE. Tiempo luctuoso para la República, frente al cual la firmeza democrática y la coherencia son la piedra angular de todo lo demás que quiera hacerse.

jesusmariacasal@gmail.com

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Gustavo Roosen

El gobierno, por ejemplo, evita hablar de la economía, de la inflación, de los precios. Cuando otros lo hacen los descalifica. Es parte de la de la guerra económica, declara. Cuando son los propios los que se atreven, es traición. Que lo digan, si no, el acusado Isaías Rodríguez y el acusador Pedro Carreño. La oposición, por su parte, evita hablar de sus problemas internos, de los desacuerdos, de los brotes personalistas y su efecto corrosivo, de los errores estratégicos o tácticos. Las derrotas no suelen tener culpables. Se espera que el silencio borre la memoria. Que el tiempo tienda su manto de olvido.

Los temas, sin embargo, siguen ahí. El panorama económico no puede ser más grave. No hay analista serio que no lo vea. El fantasma de la deuda sigue allí, más amenazador, más grande, con efectos que volverán cada vez más dramática la situación para los ciudadanos, para las empresas, para el propio sostenimiento del aparato de gobierno. Sin embargo, parece haberse impuesto la estrategia de no ver, o de no mostrar. Aquí no pasa nada. Esta guerra la estamos ganando. ¿Por cuánto tiempo más se podrá mantener este espejismo y esta intención de ocultamiento?

Acallados en las cúpulas, los temas de los que los interesados quisieran que no se hablara siguen, sin embargo, en la preocupación de la gente. Bullen en las redes sociales, muchas veces en el tono menos positivo, más superficial, en ocasiones incluso irresponsable. No es posible silenciar el tema económico cuando está en la vida y el padecimiento de los ciudadanos. Tampoco es posible tapar o disfrazar el tema de las fisuras en la oposición cuando la gente ha puesto tanta esperanza en ella y cuando crece el riesgo de llenar el vacío con propuestas sin claridad ni organización. El ocultamiento, el velo, la reserva a unos pocos, la falta de información no solo no ayudan a la participación sino que alimentan el rumor y la desconfianza. Los argumentos esgrimidos desde la política para limitar el espacio de la información chocan más temprano que tarde con la necesidad ciudadana de claridad. Contribuyen más al desaliento que al entusiasmo.

La gente quiere saber. Quiere sentirse parte, no simplemente número. Habría querido, por ejemplo, celebrar el Premio Sájarov otorgado a la oposición democrática venezolana por el Parlamento Europeo. El premio, sin embargo, ha tenido menos repercusión de lo que habría gozado el reconocimiento a una figura del deporte. Parece haber interesado a pocos. Ha sido como una alegría efímera, llegada en mal momento, en medio de un duelo. Como si el desaliento por los resultados de la última contienda electoral no hubiesen permitido la celebración. Como si un premio que se otorga a personas que han contribuido de manera excepcional a la defensa de los derechos humanos y las libertades no tuviera suficiente valor motivacional para congregar el entusiasmo. Como si se hubiese olvidado lo que significa de capital político el apoyo recibido por parte del Parlamento Europeo y, de cara al futuro, su capacidad para desarrollar iniciativas políticas y legislativas concretas.

Si algo deprime el entusiasmo ciudadano es, sin duda, el ocultamiento de la información, más todavía cuando el enturbiado clima político y social exige claridad. Y más cuando los intereses del poder urden trampas y elaboran discursos para alimentar el abatimiento. Ese es el momento del liderazgo. Contra la corriente de tapar los problemas se impone el liderazgo que comunica, que interroga, que debate, que se afirma en el reconocimiento de los hechos y en el valor de las decisiones compartidas.

Una equivocada visión del poder alienta el monopolio de la información. Sobre ese principio se sigue la consigna de que hay temas que mejor no tocarlos, no ponerlos a la vista, no exponerlos a la discusión, limitarlos al círculo de poder o de influencia, protegerlos con el velo del silencio. De lo que no se habla no existe. Esa parece ser la consigna. Las realidades, sin embargo, terminan haciéndose visibles, a veces tarde, a veces trágicamente.

nesoor10@gmail.com

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