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Opinión

Orlando Viera-Blanco

El uso cuidadoso de las palabras es muy importante. Michel de Montaigne dejó claro que nadie está libre de decir estupideces, y lo malo es decirlas con énfasis. En estos días algunos auto consagrados gurús de lo políticamente correcto, han calificado de “imbecilidad” la asistencia de Lilian Tintori a la Casa Blanca, estrechando manos con Donald Trump. Los zeus del olimpo político criollo, han sentenciado con su tridente (twitter), que “la sentencia del TSJ contra de Leopoldo López fue consecuencia de esa foto. Nada más incierto. Ni la más hiriente intelectualidad chavista habría apelado semejante idiotez.

En el pensamiento más profundo no puede faltar el necio perfecto (Les Fleurs du mal, Charles Baudelaire). Hay muchos ejemplos de discurso baladí, cliché, soso, intrascendente…“Ojo: yo por las buenas soy muy bueno, pero por las malas, peor…” Un decir desabrido, tautológico, falaz, que pretendiendo intimidar termina confesando vaguedad e insustancialidad. No por casualidad algunos afirman que los imbéciles “no cambian de opinión”. Incapacidad de discernir propia de las “personas tontas, que carecen de criterio e inteligencia” (DRAE). Quien le dice a otro imbécil, ofende sin elegancia, sin creatividad y con una rudeza que lo desnuda cómo tal. El insulto no sólo denota al ofendido, sino busca molestarlo. Además de enojar al mosqueado, busca rebajarlo patológicamente de incapaz. En resumidas, es una expresión muy fuerte que en el terreno político se revierte. Tachar a otro de imbécil es tan fulminante como boomerang; tan deshonroso como impertinente, por el grado de respeto que el colectivo exige a los hombres de poder (legítimos) o que demandan de éste a ciudadanos que se conducen como tales (dixit Savater). ¿Alguien duda que Lilian defiende una causa justa y ciudadana? ¿Alguien en su sano juicio puede llamarla imbécil por ir adonde le pidan en pro de la libertad de su marido, de su país y la felicidad de sus hijos, de sus compatriotas?

Repasando archivos encuentro que el Diario británico ‘The Guardian’ elaboró una lista gradual con las citas más tontas de los presidentes de EE.UU., revelando que la calidad lingüística de los discursos de los máximos mandatarios, ha caído en picada con el paso de los siglos. Utilizando como prueba de legibilidad la nomenclatura Flesch-Kincaid, misma que mide la capacidad de comprensión de un documento, el estudio arroja que el primer presidente, George Washington y sus compañeros fundadores, registraron niveles de lectura que rondaban la puntuación 20, es decir, utilizaban un vocabulario que refleja 20 años o más de estudios. Los presidentes contemporáneos de EE.UU. apenas alcanzan 10 puntos. George H.W.Bush obtiene 8.6 pts. Es conocido por frases como: “no creo que los ateos deban ser considerados ciudadanos, ni patriotas…Esta es una nación regida bajo Dios” o “es el momento que la raza humana entre en el Sistema Solar”(…)Barack Obama obtiene una puntuación de 9.4. Dijo que “EE.UU. estará a salvo siempre y cuando todos los ciudadanos tengan un leño en la mano” o “no me opongo a todas las guerras, me opongo a una guerra estúpida” (…) Gerald Ford -7 puntos- es recordado por su elocuente, “si Lincoln estuviera vivo, se retorcería en su tumba”; o Ronald Reagan (8pts.), por su comentario de Jimmy Carter: “Una recesión es cuando tu vecino pierde su empleo. Una depresión es cuando tú pierdes el tuyo. Y recuperación es cuando Jimmy Carter pierde el suyo”. Declaraciones contradictorias, arrogantes, que habiendo sido señaladas como imbecilidades por “ilustres líderes de opinión”, éstos terminaron siendo maldicientes y aquellos presidentes. Y hoy Trump es Presidente…

En Venezuela tenemos nuestros propios peregrinos de la lengua: “Si yo me muero y a mí me matan”; “El futuro es mañana”; “En el país de lo ciegos el muerto es ley” Otros: “Cristo redentor se hizo carne, se hizo nervio, se hizo verdad en Chávez(…) Hoy tenemos millones y millonas de Bolívar”. Afirmaciones que demuestran torpeza en el discurso. Sin duda. Pero aquél que siendo ilustrado les insulta, lejos de demostrar sobriedad y compostura académica, exhibe un incontenible ego y soberbia. El ridículo o la impronta del gazapo será mayor en el humor o en el cotillón de boca a boca. Pero no en la voz de un profesor.

Cuando desde un flanco político se insulta a otro en tono muy ofensivo, quien tiene las de perder es el agresor. Y cuando la ofensa es hacia un aliado, la imbecilidad se invierte. El asunto no fue estar con Trump. El tema es que quien critica ese encuentro, no aguantaría dos pedidas para atender una invitación de Donald o de quien venga, a la Casa Blanca…El TSJ no condenó a López por el estrechón de manos de Tintori y el aprendiz. López fue condenado el primer día que espetó en plaza abierta (y repleta) la palabra libertad. Y hasta el más humilde sabe qué día saldrá Leoplodo de su celda.

¿Qué puntaje le daría Ud. a quienes ofendieron encendidamente a Lilian Tintori? En todo caso una miserable actitud que responde muy bien a la pregunta, por qué la oposición sigue dividida. Quizás la anarquía, la tiranía de los imbéciles y la mezquindad, duermen más de nuestro lado que del lado contrario.

@ovierablanco

http://www.noticierodigital.com/2017/02/orlando-viera-blanco-la-tirania-...

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Cada vez más se hace difícil entender a la mayoría de los partidos, sobre todo a algunos de los de oposición al régimen, en este ya largo proceso “político” que venimos sufriendo en Venezuela.

Los amigos del proceso no han tardado en revelarse ante la decidida intención de acabar con ellos y consolidar al “único” que tanto quería su comandante, mientras que en la oposición y particularmente entre los “más grandes”, pareciera que la tan alabada diversidad democrática es en realidad un estorbo para el regreso a un sistema en el que entre muy pocos, preferiblemente dos, se turnan el ejercicio del poder ejecutivo, acompañándolo de un legislativo muy de bloques homogéneos que faciliten los acuerdos de coexistencia.

Esa visión de democracia nos trajo a estas realidades y hoy, cuando hemos debido aprender de nuestros errores, volvemos a transitar caminos ya trillados que siempre nos conducirán al mismo destino: clientelismo, ineficiencia, corrupción y profundización de las desigualdades.

Necesitamos reinventarnos como país, es indispensable aceptar la necesidad de poderes públicos independientes en manos de gente capaz y honesta, que rindan constantemente cuentas de su gestión y que puedan ser cambiados por decisión de quienes los eligieron, tan pronto transcurridos tiempos prudenciales en los que se compruebe su inoperancia o falta de idoneidad.

Para ello no basta cambiar de gobierno; es indispensable cambiar la política y convertirla en asunto de todos. Los que aspiren a ejercerla no pueden hacerlo como profesión, ya que es mucho más que eso, es una decisión de servicio público que tiene que ser recompensado como cualquier otro trabajo, económicamente bien y reconocida pública y justamente cuando así lo merezca.

Un paso indispensable hacia ello demanda la derogatoria de las actuales leyes electorales y su reemplazo por instrumentos legales que democraticen el ejercicio de la política, garantizando la participación de todos los que se organicen para ello, el financiamiento público de la actividad de los partidos y con restricciones claras al proveniente de fuentes privadas, teniendo en cuenta que parte importante del mismo es el acceso igualitario a los espacios en los medios de comunicación social del Estado y sin omitir como ocurre ahora, que la representación proporcional en los cuerpos de elección directa y la indispensable presencia de las minorías en ellos, son la verdadera prueba de la existencia de la democracia, ya que de los mismos se deriva el nombramiento de los otros poderes que reclamamos independientes.

En la Asamblea Nacional reposa un proyecto de reforma a las leyes electorales, tenemos mayoría y lo aprobado hoy podemos hacerlo valer a futuro. Lo legislado no podrá ser desconocido como voluntad delegada en los diputados electos en diciembre 2015 y en estas leyes, así como en otros proyectos de importancia nacional, deberíamos estar empeñados en lugar de intentar “legalizarnos”, dudo que sinceramente, ante un ente al que hemos declarado nombrado ilegalmente y sobre todo, al que la inmensa mayoría de los venezolanos consideramos probadamente indigno de confianza.

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Si quisiéramos concretar en una sola palabra la característica principal de la política venezolana de los últimos lustros, creo que el término más adecuado sería ficción. Según el Diccionario de la Lengua Española, este término indica la acción y efecto de fingir, o bien la invención o cosa fingida, aplicándose también a una clase de obras literarias o cinematográficas, generalmente narrativas, que tratan de sucesos y personajes imaginarios.

Pues si bien en Venezuela hay pavorosas e incuestionables realidades como el hambre, la inseguridad, la carencia de medicinas y servicios públicos, la destrucción de las infraestructuras escolar y vial, etc., la forma en que son tratadas por la clase política se asemeja más a los cortometrajes de Tom y Jerry que a los cuentos de terror de Edgar Allan Poe, con los cuales tienen obvia semejanza.

Rechazo agruparme con los que afirman que todos los males de la República llegaron en el morral de Chávez, pues creo que la mamadera de gallo empezó tras la caída de Pérez Jiménez y la celebración del Pacto de Punto Fijo, que si bien se inició como un requerimiento vital para salvaguardar la democracia recién inaugurada, pronto derivó en un acuerdo subalterno dirigido a preservar un status quo donde los grandes beneficiarios eran A.D. y Copei, quienes lustro tras lustro jugaron un ping-pong político donde la pelota era Venezuela.

En esos tiempos empezaron las ficciones de la era moderna. A la democracia, que es una forma de vivir, se le empezó a adjetivar como formal, en descarada admisión de que eran las formas y no la sustancia las que prevalecían en la conducción política del País; también se le llamó democracia representativa, mediante la cual los partidos cogobernantes ejercían la soberanía y usufructuaban sus beneficios, dejando al pueblo ayuno de poder y convirtiendo a la institución presidencial en una suerte de monarquía medioeval, con reinas omnipotentes, pero ajenas al apellido del monarca.

La democracia que hoy, en medio de la hambruna, nos invitan a añorar, fue el preámbulo necesario de este desastre. Si en 1959 hubiésemos inaugurado una democracia sustancial, que no apañara casos de corrupción como el de la chatarra militar, ni asesinatos políticos como los de Jorge Rodríguez y Alberto Lovera, así como tampoco las burlas a la soberanía popular como el intento de desconocimiento del triunfo de Aristóbulo para la Alcaldía de Caracas o el cuarto lugar a que bajaron descaradamente a Andrés Velásquez en 1993, el 4 de febrero un pueblo enfurecido hubiese linchado al faccioso y enterrado al nacer al chavismo que hoy nos acogota. Pero no fue así; mientras Morales Bello en el Congreso pedía la cabeza de los golpistas, un pueblo agradecido aplaudía en la calle a los militares rendidos y luego, en los carnavales subsiguientes, disfrazaba a sus hijos de «chavitos».

Durante la campaña electoral de 1998, los reyes quedaron desnudos. Enloquecidos ante la inminente pérdida del poder disfrutado durante 40 años, perdieron impúdicamente todo vestigio de dignidad, al dejar a Irene Sáez y a Luis Alfaro Ucero colgados de la brocha.

En agosto del año que viene se cumplen 520 años de la llegada de Colón. Desde entonces hasta la fecha, el trueque de espejitos por pepitas de oro no ha cesado, si bien ha mutado: hoy nos ofrecen patria los mismos que la hipotecaron a rusos y chinos y la pusieron bajo el mando cubano; nos ofrecen democracia quienes no la practican en sus partidos y consideran las elecciones primarias un invento del diablo. Hemos vivido probando la dulzura de las promesas y la amargura de las decepciones.

Es terrible tener que admitir que el último régimen que mostró el queso de la tostada fue la dictadura de Pérez Jiménez. Aún Caracas juega béisbol y fútbol en los estadios que él construyo, estudia en la UCV y la atienden en el Hospital Universitario; viaja a Valencia por la ARC, sube al Ávila por su teleférico y baja a la playa por su autopista.

La riqueza diluvial que ha caído sobre Venezuela desde que reventó el Zumaque I en 1914, no se ve por ninguna parte; lo que si tenemos para mostrar en exceso son las promesas incumplidas, las esperanzas defraudadas y los sueños rotos.

Hoy, en un País donde los niños mueren de hambre en sus casas o de mengua en los hospitales, cuando el fantasma del cretinismo nos muestra su guadaña, se tornan vigentes las palabras de El Libertador ante los temores de entonces: «vacilar es perdernos».

turmero_2009@hotmail.com

@DulceMTostaR

http://www.dulcemariatosta.com

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Roberto Casanova

1. La Mesa, instancia político electoral, ha diseñado un nuevo mecanismo para tomar decisiones, mecanismo que incluye pero limita al mismo tiempo. En efecto, incorpora a más partidos en el proceso decisorio pero establece también un sistema de votos “ponderados” por el peso electoral de cada una de las organizaciones. Luce como un mecanismo políticamente sensato que aumenta la representatividad de la dirección política de la Mesa y minimiza el riesgo de la parálisis decisional.

2. La vocería se hace flexible y rotativa. Ante la ausencia de un liderazgo nítido dentro de la Mesa tal vez no quede otra cosa que hacer. Aunque se corre el riesgo de la dispersión en el mensaje, algo que ya ha creado problemas anteriormente.

3. La coordinación de la Mesa tendrá menor perfil público y adquiere un carácter exclusivamente operativo. El coordinador, se supone, no competirá con los voceros en la escena pública. Al mismo tiempo esa coordinación se fortalece con tres equipos que pueden, además, establecer “puentes” con diversos sectores. Parece un esquema razonable, desde la perspectiva de la Mesa.

4. La reestructuración de la Mesa se asocia a la creación de un “Congreso de la Sociedad Democrática”. Se trata de una organización para la consulta. No es propiamente una instancia de acción ciudadana. Tampoco es una instancia exclusivamente social pues los partidos también forman parte de ella. Con este Congreso quizás se pretenda superar la desconfianza entre partidos y sociedad civil pero, de no tenerse el cuidado necesario, las diferencias entre esos dos sectores pudieran exacerbarse. En todo caso ese Congreso no está pensado como un ente ejecutor autónomo que pueda actuar al margen de la Mesa. Es, repito, una instancia de consulta. Desde el punto de vista de la Mesa, es lo deseable.

5. La reestructuración de la Mesa no atiende, de manera contundente, a dos problemas esenciales: articular la movilización social y organizar el debate sobre la estrategia de desarrollo. Aunque, para ser justos, no es indiferente ante esos dos retos. El punto es que la lógica político electoral de la Mesa ha colocado y seguirá colocando esos temas en segundo plano. Estos temas requieren otras instancias organizativas con su propia lógica. (Cabe mencionar que la iniciativa adoptada por la AN para debatir sobre la visión de país tiene un potencial interesante, aunque el esquema adoptado parece muy tradicional).

6. La respuesta ante esos dos retos debe provenir, principalmente, de otros dos conjuntos de actores sociales con la debida legitimidad. Que no pidan permiso a la Mesa para nacer y para actuar. Pero que tampoco surjan para competir con ella sino para crear, conjuntamente, el MUD, esto es, el Movimiento de Unidad Democrática.

7. La Mesa se ha reestructurado y eso es un avance. Pero el desafío de reinventar a la oposición y de lograr una adecuada “división del trabajo” entre nosotros, los demócratas, sigue pendiente. Y los tiempos para hacerlo son cada vez más cortos.

http://prodavinci.com/blogs/la-mesa-reestructurada-y-la-oposicion-por-re...

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Estos últimos días han sido de gran agitación y desorden en el recién estrenado gobierno de Donald Trump. La razón principal de esta inestabilidad tiene que ver con sus relaciones abiertas y ocultas con Putin, el zar de Rusia. Durante su campaña electoral, Trump no disimuló su simpatía con Putin, quien a su vez mostró su agrado con esta actitud, sobre todo cuando Trump logró su inesperado triunfo en noviembre de 2016.

Desde principios de enero de 2017, había rumores sobre las comunicaciones y entrevistas de Michael Flynn, consejero nacional de seguridad de Trump, con funcionarios rusos antes de que Trump tomara posesión del cargo. Estos rumores se fueron acelerando y finalmente se supo que Flynn, en una conversación telefónica que sostuvo con el embajador ruso ante Estados Unidos, había tratado el tema de las sanciones impuestas por Obama a Rusia por la demostrada intervención de esa nación en las elecciones presidenciales a favor del triunfo de Trump. Esas sanciones, aprobadas por Obama en los últimos días de diciembre de 2016, consistían, entre otras cosas, en la expulsión de 35 diplomáticos rusos y el cierre de dos centros sociales que tenían los rusos para el uso de su personal.

Sorprendentemente, Putin no contestó a esas sanciones expulsando igual número de diplomáticos estadounidenses, como son los usos en el terreno diplomático, señalando más bien que no iba a tomar ninguna represalia en busca de una mayor armonía con Estados Unidos.

El problema en la actuación de Flynn reside en que, según una ley poco usada pero vigente, es ilegal que una persona que no es funcionaria del gobierno se involucre en negociaciones con personal de gobiernos extranjeros. Flynn realizó esa conversación con el embajador ruso antes de ser nombrado asesor de seguridad y antes de la toma de posesión de Trump. Pero además negó siempre que hubiera tratado ese tema con el embajador, lo que hizo que varios funcionarios del gobierno de Trump, en especial el vicepresidente Pence, repitieran ante los periodistas que Flynn no había caído en esa conducta condenable.

Pero, poco a poco, se fue sabiendo la verdad completa y comprometedora. Gracias a filtraciones de los organismos de seguridad e inteligencia de Estados Unidos, como la CIA y el FBI, se supo que fueron varias las personas del entorno de Trump que sostuvieron conversaciones con funcionarios de seguridad de Rusia antes de que Trump tomara posesión. Además, Trump sabía de ese hecho dos semanas antes de esta crisis, a pesar de lo cual había negado a un periodista que conociera nada sobre ese tema.

No es difícil suponer un escenario en el que el mismo Trump, que no se para ante delicadezas legales, autorizó esas conversaciones. Muy posiblemente le mandó a decir a Putin que no tomara represalias por las sanciones de Obama, porque todo se arreglaría de la mejor forma una vez que él tomara posesión de su cargo.

Aquí hay que hacer una consideración para entender esta situación. En Venezuela, sobre todo en el actual régimen, un hecho como el sucedido con Flynn no tiene la menor importancia ni consecuencia, pero en Estados Unidos constituye una falta seria contra las leyes y costumbres. Además trae consigo gran desconfianza en el responsable que mintió descaradamente en tema tan sensible.

Como era de esperarse, Flynn renunció al cargo luego de tres semanas de haberse juramentado. Mejor dicho, lo hicieron renunciar Trump y sus asesores porque estaba comprometiendo la seriedad y responsabilidad de todo el gobierno.

Pero lo que, a mi juicio, resultó más grave y sorprendente es que Trump, mediante varios twits, defendió a Flynn y acusó a los funcionarios de seguridad de Estados Unidos de estar persiguiendo a su entorno. Es decir que lo reprochable del caso no es la actuación de Flynn sino la de los funcionarios de inteligencia del país y de los periodistas del Washington Post y el New York Times que destaparon la olla.

La posición de Trump ante este caso ha sido muy criticada por los grandes medios de comunicación por lo que implica sobre la manera de concebir el ejercicio del poder. Sobre la decisión de hacer renunciar a Flynn, The Economist dice que se parece a esas amputaciones hechas con premura en el campo de batalla que dejan un tufo de posible gangrena futura.

El 16 de febrero, Trump dio una conferencia de prensa en la que señaló que ningún presidente había hecho tanto en tan poco tiempo, condenó de nuevo a los funcionarios de inteligencia y la prensa liberal por su actuación en el caso Flynn, y acusó al Washington Post, al New York Times y a otros medios como NBC y CNN de mentirosos, muy mentirosos. Para completar la faena narcisista dijo que no había podido avanzar más en los logros de su gobierno porque Obama le había dejado un desastre dentro y fuera de Estados Unidos. La típica reacción del populista irresponsable que atribuye sus fallas al gobierno anterior. A eso estamos acostumbrados en Venezuela pero es una muy mala señal para Estados Unidos.

Timothy Snyder, un prominente historiador de Europa del siglo XX, en una entrevista fascinante en el periódico alemán Süddeutsche Zeitung, alertó a los norteamericanos sobre el parecido de los primeros días de Trump con los primeros días de Hitler. Aclaró que no pretende comparar ambas situaciones porque tienen muchas diferencias, pero señaló que es necesario estar alerta ante las posibles desviaciones del gobierno de Trump de los más preciados principios de la democracia de Estados Unidos. Se refirió a la frase usada por el asesor Bannon de que ahora la oposición a Trump no viene de los demócratas sino de los periódicos liberales como el New York Times y el Washington Post, o de cadenas de TV como CNN, NBC o CBS, lo que, a juicio de Snyder, es una grave desviación del sistema de gobierno norteamericano.

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El Decreto 2718 del Presidente de la República, del 7-2-2017, en el marco de “la construcción del socialismo” y “la refundación de la patria venezolana”, ha creado la “Misión Justicia Socialista”. En otras palabras -sin lugar a dudas- se ha decretado oficialmente lo que ya el TSJ ha sentenciado una y otra vez: “la justicia revolucionaria”, al margen del derecho y por ello, precisamente, al margen de la justicia.

Aunque se invocan normas de la Constitución o de las leyes, se impone el Plan de la Patria y son traidores a esta todos los que no ajusten su conducta a la “ética socialista”, como lo contempla el Código Penal de Cuba que, a la letra “considera estado peligroso la especial proclividad en que se halla una persona para cometer delitos, demostrada por la conducta que observa en contradicción con las normas de la moral socialista” (Artículo 72).

Y el Artículo 103.1 del mismo código castiga a quien “incite contra el orden social, la solidaridad internacional o el Estado socialista, mediante la propaganda oral o escrita o en cualquier otra forma;…”

Por este mismo camino se pretende que transite Venezuela, en contra de su profesión de fe democrática, avalada por una Constitución que propugna como valores superiores “la vida, la libertad, la justicia, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” (Artículo 2º).

El mencionado decreto dispone, entre los objetivos primordiales de la nueva misión “direccionar (sic) una definitiva revolución en el sistema de administración de justicia, para coadyuvar en la lucha contra la impunidad” y “continuar la profundización de la igualdad en el acceso a la justicia, a través de diversas acciones”, entre ellas, “la transformación de la ética profesional” “promoviendo una transformación de la concepción de la profesión del abogado a partir de una nueva ética profesional que supere la mercantilización capitalista, para construir un verdadero referente de profesional al servicio de la justicia y la paz social…”.

A tal efecto, se crea un “Consejo Nacional Estratégico” de la misión conformado por dos representantes del TSJ, uno de la Escuela Nacional de la Magistratura, uno del Poder Popular por la Educación Universitaria y uno del Ministerio para las Comunas.

Sin duda, se trata de otro parapeto burocrático con la pretendida finalidad de contribuir a la “revolución” en el sistema de justicia, el cual se encuentra colapsado por la desidia, por las políticas erradas, por la carencia de recursos materiales y humanos y por el temor sembrado “desde arriba” en quienes desempeñan la función judicial.

La justicia en Venezuela y, en particular, la justicia penal, es lenta, abandonada a su suerte, presionada cada vez más por intereses políticos en un número creciente de casos y, en otros, absolutamente incapaz para darle una respuesta adecuada al ciudadano que la demanda.

El decreto mencionado refleja el nuevo perfil del “abogado” que cursa en la Universidad Bolivariana de Venezuela, cuyo Rector, con otros ministros queda encargado de la ejecución del infausto instrumento.

A sus previsiones se acopla perfectamente el diseño de la carrera del “nuevo abogado”, -que no sé por qué oscura razón sigue llamándose abogado- siendo ese el título de la Universidad Bolivariana de Venezuela, como en la nomenclatura burguesa, por lo demás alejado del hombre digno al servicio de la justicia, sin apelativos, carrera que en la modalidad diurna puede cursarse en 4 años y en cuyo pensum, entre otras curiosidades, desaparece el derecho civil, mercantil y administrativo, encontrando la mención a “los delitos y exclusión social” en el noveno semestre y apareciendo como electiva “el penitenciarismo” en el octavo semestre, cuyas prácticas -supongo- se llevarán a cabo bajo la facilitación del “pranato” que se ha impuesto en nuestras cárceles en los años de la Revolución.

Por lo demás, ha sido grande mi asombro al ver citado en la bibliografía recomendada a Luigi Ferrajoli, padre del garantismo penal, cuyas enseñanzas son absolutamente incompatibles con un sistema totalitario y que, abierto al azar, en su “Derecho y Razón”, contiene afirmaciones como esta: “El rechazo en bloque de los principios teóricos y de todas las conquistas políticas y jurídicas de la tradición liberal y la vaga utopía de un estado bueno destinado a autodisolverse hicieron posible por el contrario eludir ab origine el problema de los límites de los poderes estatales y esto permitió a los socialismos realizados las perversiones totalitarias que todos conocemos sin siquiera la carga de tener que desmentir una inexistente teoría del derecho” (p. 891).

20 de febrero de 2017

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Con voz propia

Este 20 de febrero se cumplen 158 años de la proclamación en Coro de la Federación por el comandante Tirso Salaverría, quien lideraba unos 40 jóvenes. Con la Independencia de nuestra República del dominio español, se oficializó la adopción del sistema. La Constitución Federal para los Estados de Venezuela, la primera del mundo hispano, tuvo oposición ideológica, comenzando por Simón Bolívar.

Reafirmará su criterio en la segunda Carta Magna, la aprobada y promulgada en Angostura (hoy Ciudad Bolívar), en 1819.

“Más por halagüeño que parezca, y sea en efecto este magnífico sistema federativo”, lo define pero considera inadecuado su aplicación.

También adversó el plan de las provincias de Nueva Granada de constituir la gran Federación colombiana e impuso su voluntad en la que sería nuestra tercera Ley Fundamental (la llamada Constitución de Cúcuta de 1821).

En Valencia fue sancionada en 1830 la Constitución del Estado de Venezuela, nuestra cuarta ley suprema, la primera de plena y más vigencia, que adopto la definición mixta: Federación central.

A los 27 años fue derogada por la Convención Nacional (1858) que sería la Asamblea Constituyente.

“La Constitución es Santa, Celestina, Divina”, definición devenida en consigna. Fue la que provocó o justificó la Guerra Larga o de Cinco Años, como indistintamente se denominó a la Federal que comentamos, porque la citada Convención negó la inclusión del vocablo Federación, que los del partido Liberal hicieron bandera.

“Si (los partidarios del Conservador) hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho centrismo”, pregonaría después Antonio Leocadio Guzmán (aliado asesor de Ezequiel Zamora (EZ), como su hijo Antonio Guzmán lo fue de Juan Crisóstomo Falcón (JCF).

De cínica tildan historiadores la afirmación guzmancista, porque después en el Parlamento su autor, discursearía: “No se de donde han sacado que el pueblo le tenga amor a la Federación, cuando no sabe ni lo que esta palabra significa.

En los 206 años de vigencia de las 26 Constituciones de Venezuela, solo tres de limitada aplicación omitieron el vocablo. La Carta Magna de 1874 comenzó a usar la expresión: Constitución de los Estados Unidos de Venezuela. Desde la espuria de 1953 se usa el término República.

La Suprema Ley de 1961 consagra en su artículo 2: “La República de Venezuela es un Estado Federal, en los términos consagrados por esta Constitución”. Con agregado de Bolivariana se conservó tal definición en la actual, que amplía el concepto. Pero con la burla oficial y complicidad de los adversarios sigue omitiéndose. Una muestra está en las elecciones de las pasadas elecciones parlamentarias.

Fue en el exterior donde en una Junta Patriótica constituida por liberales exiliados, reunida en San Tomas de las Antillas, adoptó el nombre Federación. En sus respectivos programas lo adoptan Ezequiel Zamora (EZ) y Juan Crisóstomo Falcón (JCF). Los dos era hermanos políticos (EZ estaba casado con la hermana legítima JCF). Ella, con riqueza millonaria, había enviudado del farmaceuta José Benito Diez, quien había sido Gobernador de Coro, que se convirtió en primer estado de la Federación.

Al pie de los documentos emanados de federalistas se dio al inicio con la fórmula “libertad, igualdad, fraternidad”. Al guerrillero francés Enrique Morton le atribuyen la sustitución por Dios y Federación o muerte y al poco tiempo se le quitó la última palabra. A partir de 1863 se estampó en nuestro Escudo.

Al MARGEN. Tan avisado estaba el paisano Nicolás Maduro de sanción impuesta en EEUU a Tareck Zaidan El Aissami Maddah por narco tráfíco y otorgación de pasaporte, que lo pone como prevenido a la Presidencia. Juegan a lo de Panamá con el general Manuel Noriega.

jordanalberto18@yahoo.com.

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