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Opinión

Elementos a resaltar

Aprobado el 9 de enero de 2016.

Estructura del Acuerdo: 25 Considerandos y 6 Acuerdos.

Contenido de los Considerandos:

1. Fundamento constitucional:

1.1. Artículo 187, numeral 3, que confiere a la Asamblea Nacional funciones de control sobre el Gobierno y la Administración Pública Nacional, manifestación de la institucionalidad democrática que debe ser preservada de acuerdo a los artículo 2 y 333 de la Constitución.

1.2. Artículos 3 y 4 de la Carta Democrática Interamericana.

1.3. En el deber constitucional del Presidente de “procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos y venezolanas, así como la independencia, la integridad, soberanía del territorio y defensa de la República”, y que “La declaración de los estados de excepción no modifica el principio de su responsabilidad” (art. 232).

2. Antecedentes:

El Acuerdo hace mención a dos antecedentes concretos:

1. La declaración de responsabilidad política del Presidente del 13 de diciembre de 2016.

2. La sesión del 27 de octubre de 2016 en el que sectores de la sociedad dejaron evidencias de la devastación del orden social y económico de la República y de las violaciones a los derechos humanos en el país.

3.- Argumentos que fundamentan el Acuerdo:

3.1- El Estado de Excepción:

Un total de 4 considerandos desarrollan el tema Estado de Excepción, que recuerda se inició el 14 de enero de 2016 y que se ha venido prorrogando al margen de la Constitución, sin aprobación de la Asamblea Nacional y vía Tribunal Supremo de Justicia.

El Acuerdo reclama el abusando de poder, expresado en un estado de excepción que ha venido cercenando progresivamente atribuciones parlamentarias que claramente la AN califica adecuadamente como inderogables.

Uno de los considerandos destaca que a través de ese estado de excepción el gobierno ha impulsado una exacerbada concentración de poderes y ha venido gobernando por decreto lo cual, denuncia la Asamblea Nacional, ha favorecido la corrupción.

El Acuerdo denunció que ese estado de excepción de facto, como lo calificó la Asamblea Nacional, fue el que permitió a Nicolás Maduro a omitir su obligación de presentar ante la Asamblea Nacional el Proyecto de Ley de Presupuesto para el año 2017.

3.2.- El desconocimiento de la AN:

El Acuerdo reclama y destaca uno de sus considerandos la orden de Nicolás Maduro a sus Ministros y otros funcionarios públicos de comparecer ante la Asamblea Nacional o sus comisiones.

Así como también, reclama el desconocimiento de la competencia parlamentaria de remover Ministros mediante voto de censura por mayoría calificada de diputados.

Otro de sus considerandos denuncia a Nicolás Maduro por haberse facultado para aprobar contratos de interés público, violentando el artículo 150 de la Constitución.

3.3- El desconocimiento al principio de separación de poderes.

Dos considerandos abordan la supresión de la separación de poderes, que como lo denuncia la Asamblea Nacional ha sido una política promovida por el Presidente con el apoyo del Tribunal Supremo de Justicia y del Consejo Nacional Electoral.

Precisamente recuerda la Asamblea Nacional en su Acuerdo que fue esa supresión la que facilitó el camino para la suspensión de la recolección de firmas para el referendo revocatorio presidencial.

3.4.- La violación al derecho a elegir oportunamente.

En materia electoral, un considerando reclama el diferimiento de la elección de gobernadores.

3.5.- El secuestro de la justicia:

El Acuerdo dedica uno de sus considerandos a reclamar la sistemática utilización de la Sala Constitucional por parte de Nicolás Maduro para impedir, con criterios políticos, la entrada en vigencia de leyes sancionadas por la Asamblea Nacional.

3.6.- El impacto financiero de una mala gestión.

Identifica la Asamblea Nacional, en su Acuerdo, en 7 de sus considerandos, las consecuencias financieras de la conducta de Nicolás Maduro.

Primero reconoce que la conducta del gobierno ha agudizado la crisis económica y humanitaria en todos los órdenes.

En segundo lugar, califica de irresponsable la gestión fiscal del gobierno de Maduro, que se traduce en déficit fiscal, depreciación de la moneda, elevadas tasas de inflación, reducción de los ingresos, el socavamiento de la autonomía del BCV.

En tercer lugar, denuncia el incumplimiento de Nicolás Maduro del artículo 311 de la Constitución que registra los principios en los que debe descansar la gestión fiscal.

En un cuarto lugar, reclama que el incumplimiento sistemático al principio de la Unidad del Tesoro garantizado en la Constitución ante la existencia de muchos fondos parafiscales, sobre los cuales no hay control.

En quinto lugar denuncia la inflación que califica en el 2016 por encima del 500% y la caída del producto interno bruto superior al 12%, sin olvidar el grave desabastecimiento de alimentos y medicinas, conjuntamente con un aumento de la pobreza.

Y no olvida la errática decisión de sustituir en 72 horas los billetes de 100 bolívares y las consecuencias que esta decisión generó. Esa decisión la calificó la Asamblea Nacional como una absoluta improvisación e irresponsabilidad del gobierno, hasta el 20 de enero de 2017.

3.7.- La incapacidad para garantizar seguridad ciudadana.

El Acuerdo reclama que el país se ha convertido en el más violento del mundo con un índice de 92 homicidios por cada 100.000 habitantes.

3.8.- La existencia de presos políticos.

La Asamblea Nacional, en el Acuerdo aprobado hace mención a 126 presos políticos, sin olvidar a los perseguidos y exiliados políticos.

3.9.- La pérdida de libertad de expresión.

Menciona el Acuerdo que la violación a la libertad de expresión es permanente y se expresa al manipular el papel periódico a la prensa libre.

Estos 9 argumentos señalados llevan a los siguientes Acuerdos.

4.- Acuerdos.

Los 4 acuerdos fueron los siguientes:

1.-Se declaró que Nicolás Maduro incurrió en acciones y omisiones que sitúan su desempeño completamente al margen del diseño y funciones constitucionales de la Presidencia de la República.

2.-Que de conformidad con los artículos 232 y 233 de la Constitución, se declaró que Nicolás Maduro Moros ha abandonado su cargo, lo que supone el abandono de:

-El principio de la supremacía constitucional establecido en el artículo 7 del texto fundamental,

-El principio del Estado Democrático de Derecho y de Justicia establecido en el artículo 2 de la Constitución,

-Las funciones constitucionales inherentes al cargo de Presidente de la República, especialmente la referida a la obligación de cumplir y hacer cumplir el ordenamiento constitucional y las leyes, establecida en el numeral 1 del artículo 236 de la Constitución.

3.-El tercer Acuerdo, de manera expresa solicitó como única forma para resolver los problemas del país, que se devuelva a la pueblo el poder y se convoquen elecciones libres y plurales.

4.- Se ratificó el compromiso de la Asamblea Nacional de:

4.1.-Restituir del orden constitucional, de acuerdo con lo establecido en el artículo 333 de la Constitución.

4.2- Acudir a las instancias internacionales competentes para denunciar las violaciones a derechos humanos y a los elementos esenciales de la Democracia que sufren los venezolanos.

Ha sido una declaración política contundente y bien fundamentada que claramente. de manera institucional y con el marco constitucional, hace posible que formalmente Nicolás Maduro sea considerado un Presidente Ilegítimo y que además, ha promovido e incentivado la ruptura del orden constitucional.

Se abre un nuevo capítulo en el camino hacia el reencuentro con la democracia, ello dependerá si el mismo logra ser relegitimado y defendido por los distintos actores de la sociedad civil.

 5 min


Toby Valderrama, Antonio Aponte

“Nicolás Maduro: Provoca lanzar de un helicóptero a los corruptos que roban al pueblo”

La Revolución es un proceso profundamente humanista, si se olvida la calidad humana de la Revolución, su condición de elevado espíritu amoroso, se cae en un terreno peligrosísimo donde germinarán las más terribles injusticias, el fascismo. En nombre de una Revolución falsificada, despojada de su condición altruista, se puede descender a los acantilados más detestables de la condición humana.

Aquí entre nosotros, en Venezuela, está ocurriendo un deslizamiento hacia el fascismo que debemos denunciar y hacer un llamado para detener la locura, la ruindad. Un primer síntoma fue el OLP, allí el asesinato adquirió validez, fue suficiente un boletín de los verdugos para legalizar el crimen, el desprecio por la vida adquirió características de ley de matones. Lo advertimos, lo comunicamos a las más altas autoridades en el campo y no obtuvimos otra cosa que el silencio, el desprecio a la angustia. Se nos dijo: son delincuentes, hay que pararlos.

Así se instaló el desprecio a la vida, hasta la Fiscal se alarmó y clamó por estudiar el asunto (parece que esa actitud digna le costó maltratos). Otro síntoma fue el escarnio público a que el Presidente expuso a la llamada "ultraizquierda" en la Asamblea y el linchamiento moral que a los gritos de "así es que se gobierna" allí se produjo. No hay derecho a réplica, no hay derecho a la defensa, es suficiente que los gobernantes condenen para el "ejecútese" de la guillotina.

La locura tiene su coro en los medios de comunicación, las acusaciones son alegres, nadie se detiene a reflexionar, quien se oponga es calificado de delincuente, agente, miembro de la ultraizquierda o de la ultraderecha, es desprestigiado, despreciado. Los altos dirigentes de la Revolución sufren un raro proceso de narcosis, nadie disiente, la unanimidad en la estulticia es la norma, cualquier disparate se apoya, se justifica.

De esta manera avanza la bestia. Sobre el silencio de los mejores camina el fascismo. Poco a poco se destapa su ferocidad, ya no son los pobres los que no tienen derechos humanos atropellados por el OLP, ya no son los ultraizquierdistas que no tienen dolientes. Ahora el Presidente Maduro, la mayor autoridad, se define partidario de lanzar de un helicóptero, o fusilar, a los corruptos, y declara simpatías por el Presidente de Filipinas. El hecho se pude ver en https://www.youtube.com/watch?v=-UTA-_4OYWI

Son graves las palabras de Maduro, por dos razones: una, la condición humana que nos muestra el Presidente se asimila más con la de un malandro de barrio, un pran, un oficial de la SS, pero nunca con la de un estadista y menos con la de un Revolucionario. Lanzar a alguien desde un helicóptero es un asesinato típico del fascismo, de los que desprecian la vida, de los que pretenden resolver todo con represión, matando, asesinando. ¿Qué dirá Soto Rojas, que dirá Fabricio, que dirá Lovera? ¡De dónde salió esta monstruosidad!

La otra razón, quizá de mayor peso en su gravedad, es el silencio cómplice de los altos dirigentes, de los voceros de los medios de comunicación: todos callan frente a la barbaridad, todos son cómplices por omisión.

Es necesario detener la barbarie, aún hay tiempo. Ojalá.

Aporrea. Lunes, 02/01/201

 2 min


En el último día de 2016 los venezolanos tuvimos la noticia de las “liberaciones” de algunos presos políticos, sin conocer exactamente el fundamento de estas, pero con la difundida referencia a la “orden del gobierno” y a la mención aparentemente inocua de serias medidas que limitan la “concesión” de la libertad, sujeta ahora a humillantes y pesadas presentaciones periódicas ante la majestad tribunalicia, prohibida la salida del país y, en no pocas oportunidades, impuesta la inconstitucional prohibición de declarar a los medios sobre el proceso en curso o sobre determinados asuntos.

Sin duda, abandonar el infierno carcelario es motivo de alegría, sobre todo para quien ha padecido en carne propia el encierro y para los familiares que han sido sometidos a la inclemencia del submundo de la prisión. Pero esa limitada y precaria libertad otorgada no puede ser celebrada como realización de la justicia, dado el daño infligido por causas que nunca debieron iniciarse, ya que no hay hechos perseguibles penalmente, sino vagas imputaciones con manifiesto sesgo político.

Valdría la pena, en estos casos, exponer a la luz pública la naturaleza de las investigaciones o juicios, que no cesan con las liberaciones, manteniendo sobre “presos liberados” una verdadera espada de Damocles que los amenaza día y noche junto a las imágenes imborrables de la más terrible pesadilla persecutoria.

Por otra parte, cabe preguntarse: ¿qué ha ocurrido con otros venezolanos procesados por motivaciones políticas, presos sin condena o condenados sin delito por el ejercicio de sus derechos; en “casa por cárcel” como premio humanitario de consolación; con “boletas de excarcelación” encarcelados; en “prisión provisional” que se prolonga por años, a la espera de una audiencia preliminar que nunca llega a efectuarse y que es más amenazante que una condena definitiva anunciada, capaz de producir la más desesperante incertidumbre; o con presos agobiados por múltiples enfermedades propias de las mazmorras nacionales con más de 10 años de prisión y con derecho a fórmulas alternativas a la reclusión que no han sido acordadas?

La verdad es que estas interrogantes nos hacen volver a la realidad y contribuyen a comprender que no podemos dejarnos encandilar por el espejismo de unas migajas de libertad o de unos retazos del bien más preciado del ser humano después de la vida, aunque ello no significa que no compartamos la satisfacción del encuentro familiar truncado o el cese aliviador de la tortura carcelaria.

El verdadero gesto de conciliación que exige Venezuela debe concretarse en la liberación sin condiciones –salvo en aquellos casos en los que la Constitución lo impide y que no encuentra aplicación con respecto a la nómina de los presos calificados como políticos– de quienes padecen persecución por sus ideas, por sus convicciones o, en otras palabras, por disentir del denominado proyecto revolucionario, del Plan de la Patria o de la denominada “ética socialista”, aun cuando se hayan formulado imputaciones, acusaciones o dictado sentencias condenatorias bajo al alegato de delitos comunes rebuscados en la maraña de las leyes o decretos penales de antigua o de reciente data, con referencias a una matriz de opinión oficial no ajustada a la realidad de las cosas, bajo la amenaza de penas máximas decretadas por intereses políticos.

En definitiva, es una exigencia de justicia el verdadero cese de la persecución en contra los adversarios políticos acusados, condenados, exiliados o amenazados por supuestos hechos desestabilizadores que solo son tales en la medida de los temores y sospechas de quienes detentan el poder y consideran sujetos peligrosos a todo el que se manifieste de alguna manera en contra de los intereses de la “revolución”.

Las fórmulas concretas en que debe manifestarse la conciliación van desde la amnistía, el indulto o, de una vez por todas y en todos los casos, la correcta, expedita e inmediata aplicación de la Constitución, del Código Penal y del Código Orgánico Procesal penal. ¡Tan sencillo como esto!

aas@arteagasanchez.com

@ArteagaSanchez

El Nacional. 09 de enero de 2017

 3 min


Eduardo Casanova

Me había hecho el propósito de no tratar el tema que hoy trato, pero leí un artículo de Fernando Mires, muy bien escrito y documentado, como todos los que de él he leído, pero extrañamente muy mal orientado, cosa que no es frecuente en él. Quizá sea porque es un tema que en realidad no domina, pero el hecho es que, como he notado que ocurre con casi todos los que hablan o escriben del asunto, Mires se equivoca radicalmente al creer que las críticas a Gustavo Dudamel se basan en su ideología o en su entrega al desgobierno de Chávez y Maduro.

Parte de mi reluctancia a tratar el tema se basa en que tengo parte de la responsabilidad de lo que ocurre con Dudamel y con el llamado “Sistema”, que abarca las orquestas infantiles y juveniles de Venezuela. Conocí a José Antonio Abreu en 1958, cuando ambos éramos estudiantes en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), que funcionaba entonces en la cuadra comprendida entre las esquinas de Mijares y Jesuitas, en pleno centro de Caracas.

Nos acercó la música, que en mí era una pasión y en él un oficio. Años después (1974), cuando yo actuaba como Director Civil y Político de la Gobernación de Caracas, oficina que manejaba todo lo relativo a la cultura en la capital de Venezuela, se me acercó Luis Morales Bance, hermano menor de un condiscípulo y buen amigo de mi infancia y adolescencia, José Enrique Morales Bance, a proponerme una idea que me pareció interesante: la creación de una Orquesta de Cámara de Caracas. Con él estaban José Antonio Abreu, Frank Di Polo y otros jóvenes músicos.

Diego Arria, que era Gobernador y por lo tanto mi superior jerárquico, se opuso con decisión al proyecto y lo estranguló antes de nacer. Pero yo seguí en contacto con el grupo de músicos, y apoyé con entusiasmo el proyecto que entonces nació de crear una Orquesta Juvenil o Infantil.

En Dinamarca, una de mis secretarias locales cuando fui primer secretario de la embajada de Venezuela y jefe de la sección consular (principios de 1968 a finales de 1970) era violinista de la orquesta juvenil, de modo que pude ver su funcionamiento de cerca, y como buen melómano, ex alumno de Antonio Lauro y de Emil Friedman, era algo que me interesaba mucho.

Logré “bypassear” la negativa de Diego, y basado en que yo administraba fondos del Centro Simón Bolívar destinados a la cultura, le entregué a Abreu 100.000 (cien mil) bolívares de la época, que hoy serían unos 60.000.000 (sesenta millones) de bolívares fuertes por lo menos, y con “Pepino” Delfino, que era Director de Transporte de la Gobernación, le conseguí dos buenos autobuses para el traslado de estudiantes de las escuelas de música de Barquisimeto y Maracay de esas ciudades hacia Caracas y de regreso a ellas. Y así nació el proyecto que después se convertiría en el “Sistema”.

No podía imaginar que Abreu, con un tesón y una habilidad admirables, lograría que miles de millones de bolívares se destinaran a hacer crecer ese proyecto hasta volverlo monstruoso, y mucho menos que en el “Sistema” imperarían serios elementos de corrupción que en nada lo honran. Abreu, a veces humillándose y a base de adulación, consiguió que varios despachos y gobernaciones le dieran cantidades impresionantes de dinero, que en muchos casos no fueron usados correctamente y sirvieron para darle la razón a Manuel Vicente Romero García en aquello de que “Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas”.

Uno de los peores errores de Carlos Andrés Pérez fue nombrar ministro de cultura y presidente del CONAC a Abreu, que con la misma decisión que había empleado para construir su “Sistema” se dedicó a destruir todo lo que le hiciera sombra o competencia, con lo que Venezuela perdió muchísimo en materia musical. Entre otras destruyó a “Solistas de Venezuela”, agrupación en la que con Olaf Ilzins y Luis Morales Bance fui Director por casi treinta años.

Lamentablemente, el segundo gobierno de Caldera no tuvo ni el tiempo ni el poder para neutralizar la obra destructiva de Abreu, y luego el país cayó en manos de Chávez, que más bien la reforzó. Abreu se dedicó a adular servilmente a Chávez y a sus adláteres y así consolidó su poder omnímodo. Y una de las demostraciones de ese poder fue la imposición del joven Gustavo Dudamel como director hasta de fama mundial. Dudamel no es mal director, pero está muy lejos de ser un director excelso como muchos creen que es. Y ese es el verdadero núcleo del problema. El mayor mérito de Dudamel consiste en mezclar salsa y ritmos latinos con música académica, lo que es una forma demagógica y populista de ganar adeptos.

Alguna vez vi y oí una versión del “Don Giovanni” de Mozart en la televisión (en “Film & Arts), sin saber quién dirigía la orquesta, y me pareció tan mala, tan sombría, tan antimozartiana, que lo comenté en voz alta. Y cuando las cámaras enfocaron al director me di cuenta de que era Dudamel. Era evidente que no había captado la esencia de la obra y la destrozaba sin piedad. Es algo que he conversado con verdaderos músicos en Venezuela, en USA, en Alemania, y todos coinciden en lo que afirmo: no es un mal director, sino uno de buen nivel, pero muy lejos de lo que Abreu ha sembrado como opinión bien aceitada con petrodólares.

Es lógico que personas de buena fe pero de poca escuela se dejen engañar. Y es lógico que personas con buena fe y buena escuela no se dejen engañar. Pero a estos últimos se les hace peligroso decir lo que piensan, porque se estrellan contra un muro de reputaciones consagradas por nulidades engreídas.

Lo que no es lógico es que la no aceptación de Dudamel se base en lo político. La política no tiene nada que ver con el talento. Wagner, Furtängler y Karajan fueron deleznables en materia política, pero grandes en lo musical. Céline, Sartre, Neruda fueron muy censurables en lo político pero de altísimo nivel en lo literario. Abreu y Dudamel tienen derecho a ser chavistas y enchufados, allá ellos y sus conciencias pero eso no hace que sean peores músicos.

Lo que sí hay que tener en cuenta es que Dudamel no tiene el nivel que Abreu, los chavistas y muchos inocentes sostienen que tiene. Igual el “Sistema” que yo en mala hora ayudé a crear: no tiene el nivel que casi todo el mundo cree que tiene. Como dijo una vez Ibsen Martínez, los muchachos desafinan. Ha generado un mundo de corrupción que no justifica lo que se ha invertido en él. De él por lo general no salen buenos músicos, sino músicos mediocres. Cuando pase la pesadilla debe revisarse a fondo, no pensando en lo político, sino en lo musical y en lo social. Porque no era una mala idea, sino que cayó en malas manos.

 5 min


Carlos Raúl Hernández

A la salida de su breve carcelazo Hugo Chávez no parecía representar nada. Previo al golpe militar del 4F, el Congreso de la República, -donde un partido del orden dirigía la oposición-, era un infierno de desestabilización y denuncias irresponsables que no llegaban a término. Luego ese mismo Congreso votará por defenestrar sin delito al Presidente constitucional, un gran triunfo moral para el movimiento golpista que convierte a Chávez en ídolo popular. Sin armas, aplastado militarmente, en pocos años se recupera, gana las elecciones y desarticula todo lo que lo rodeaba. Su habilidad excepcional desarmó pieza a pieza un poder construido en 40 años. Pudo seducir, engañar, dividir, presionar y atemorizar a quienes debían oponérsele y actuó según las enseñanzas fundamentales de Maquiavelo: dividir al adversario y ganar la mayor cantidad de aliados posibles, por lealtad o miedo.

Hizo todo porque fragmentó los grupos de poder, puso una parte a favor suyo, incorporó empresarios, periodistas, intelectuales y quebrantó la lealtad de los factores del sistema. Desde el gobierno destruyó el Congreso, hizo una constituyente, refundó el Estado, desmanteló las instituciones, las Fuerzas Armadas, los partidos y casi acabó con la oposición; y su herencia amenaza hoy hasta la sobrevivencia de Venezuela. Además, marcó con su impronta y concepción política a nuevas generaciones de dirigentes y muchos lo imitan consciente o inconscientemente. Se disfrazan de bandera y hablan con “la bicha” en la mano como él. Cultivan una oratoria zumbona e igualada como la suya. Hablan de constituyentes y “salidas”, “el país no aguanta más” etc. Pero él gozaba de una gran ventaja: una tremenda astucia política y un comando grande liga, que puso la puerilidad radical y la ingenuidad bajo control.

Mantener el cauce
Pararon sistemáticamente en seco a los desgaritados radicales que querían precipitar dinámicas -o frenarlas en otros casos-, y los dejaron a un lado. Sin tanques ni batallones y después de recibir una derrota militar en 1992, el arma que usó fue la inteligencia, la astucia estratégica que permite a un profeta desarmado salido de la cárcel como golpista solitario y en ruinas, convertirse en profeta armado. Sepultado el comunismo en sus tumbas de Cuba y Corea del Norte, un hijo póstumo aparece en el país más moderno de Latinoamérica. Maquiavelo en 1498 tenía 29 años. Había conseguido su primer trabajo como secretario de la Cancillería de Florencia, y sus oficinas estaban en el palacio Vecchio. Exactamente al frente, en Plaza de la Signoría, comenzó a predicar el monje dominico Jerónimo Savonarola su feroz mensaje.

El joven Maquiavelo se interesaba mucho por la personalidad carismática, poseída, del monje, que amenazaba con el infierno a los acomodados de la ciudad. Savonarola producía una mezcla de terror y seducción. Insultaba, amenazaba y la reacción de sus feligreses era de sumisión absoluta, felices de que su ídolo los tomara en cuenta, aunque fuera para humillarlos. Esto intriga y admira a un cerebro tan gélido y un observador tan profundo de la naturaleza humana como Maquiavelo. Savonarola dice actuar en nombre de Jesucristo, a quien designa Tirano de Florencia y como al Mesías no le interesaba el cargo, el monje lo ejerce de buen grado. Botticcelli y Miguel Ángel, -pérdida incalculable del patrimonio cultural de la Humanidad- entre otros artistas, lanzaron sus obras en la hoguera de las vanidades de la plaza, donde las mujeres dejaban sus sedas y perfumes.

Fuenteovejuna piquete al revés
En esa fulgurante pero breve carrera, el monje se atravesó en el camino de un león hambriento, César Borgia, -no un idiota como él- y terminó ahorcado y en la hoguera. Años después Maquiavelo llamó al monje el profeta desarmado y entendió que Borgia era el profeta armado y que solo él podía acabar con la anarquía que devoraba Italia y le impedía ser un Estado nacional integrado. Como hoy por fortuna no es la regla dirimir a cañonazos, el profeta armado es el que tiene tres factores juntos: partido, gente y sobre todo inteligencia política. Y el desarmado es simplemente el que se derrama en emoción precoz. Estudiar la trayectoria de Chávez es una tarea pendiente de los dirigentes democráticos venezolanos para entender cómo avanzó en una cadena de éxitos, pero para usarla esta vez con fines positivos. La oposición vio nacer 2016 con las condiciones a su favor.

Un triunfo refulgente gracias a la estrategia gradualista, una vez que la epilepsia radical lucía derrotada. Aun así, ésta impone la política durante el año, provoca una catástrofe peor que peor y luego se presenta como alternativa. ¿Cómo pueden producirse incidencias tan absurdas? ¿Por qué una dirección política fracasa en medio de la descomposición general de su adversario aun cuando su estrategia proclamada era exitosa? Que el radicalismo haga estropicios no es noticia, pero si lo es que saque del rumbo comprobado al colectivo. La Unidad atraviesa y atravesará zozobras, pero deberá recuperar el camino y enfrentar el cuchillo de la división. El error es de todos en general y eso hace indiscernibles responsabilidades personales. Pero tenemos una versión heterodoxa de Fuenteovejuna en la que, ante la pregunta del comendador, se acusan todos a una.

@CarlosRaulHer

http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/profetas-armados-desarmados-...

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Francisco Russo Betancourt

“…Y el triunfo será de quien convierta en canto el gemido.”

Alfonso Reyes

Cuán difícil es despedir a un hijo cuando se va, no precisamente de vacaciones sino a buscar lo que el gobierno de su país le niega, el derecho a calidad de vida y a la seguridad personal. Se ha hecho común en esta Venezuela, que con tristeza se diga, que ahora a los hijos se les despide en el aeropuerto o en el cementerio, porque no hay proyectos para los jóvenes o porque en cualquier esquina de cualquier pueblo, se le atraca y asesina por un teléfono o un par de zapatos.

La semana pasada, con los primeros días del nuevo año, el escenario del aeropuerto de Maiquetía, convertido por este gobierno en uno de los más desolados de Suramérica, era de lágrimas y desconsuelos por las despedidas que a cada paso se suscitaban entre familiares y jóvenes que marchaban, la aflicción por los hijos que se van y los nietos que crecerán en otras latitudes de culturas distintas a las nuestras. Yo la sufrí en lo personal por la ida de mi hija Francys, quien vuelve a Chile en busca de proyectos que le den calidad de vida y crecimiento personal. Por ello, ante las lágrimas de los tantos venezolanos que nos agrupamos en los mostradores donde se hace el check-in, y luego en el área de ingreso a la inmigración, dimos rienda suelta, sin vergüenza o rubor alguno, a lo más íntimo de nuestros sentimientos y allí recordé entonces, alguna estrofa del poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco, … cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos de la tierra…

Nuestros emigrantes de ahora, dejan su tierra para emprender nuevos sueños y comenzar una nueva vida, pero ellos volverán, en algún momento esta pesadilla que padecemos terminará, y volverán cuando el país y un gobierno decente y respetable, democrático y respetuoso, les dé garantías de seguridad y de trabajos dignos, pues, como ya se ha dicho, toda la vida no cabe en una maleta, y porque los venezolanos que no tenemos una cultura de inmigrantes sabemos que tenemos un gran país y un valioso tesoro que es su gentilicio.

Hay que decirlo, estas separaciones no constituyen un boom, una moda o el hobbie de la época; el temor a ser asesinados porque el gobierno y el presidente no cumple su obligación de darle protección a los ciudadanos conforme lo establece la Constitución, los obliga a marcharse; la criminalidad continuó creciendo en el año que recién ha terminado y sigue amenazando brutalmente el bienestar de los venezolanos. Las cifras de muertes violentas nos ubican como el segundo país más violento del mundo. La demanda de empleos es en mucho, más grave que la oferta.

Pues bien, esta situación de desprotección de los derechos básicos de los venezolanos, con énfasis en las garantías a nuestros jóvenes para que crezcan y se desarrollen libres de amenazas a su integridad, a tener empleos dignos, al libre desenvolvimiento de su personalidad, con las naturales limitaciones derivadas del orden público y social, es una responsabilidad del jefe del Estado en el ejercicio de su gestión,-tan importante como aquella que lo obliga a garantizar la integridad del territorio nacional-, que lo hace incurrir en violación a los derechos humanos de los jóvenes, tan cierto, como que los derechos humanos garantizados en la letra de la Constitución, no son sólo los enumerados en su texto, son tambien todos aquellos que sean inherentes a la persona humana.

De modo que la desprotección del derecho a la vida, del derecho al trabajo, al crecimiento individual, a buena calidad de vida de los venezolanos que comienzan a transitar el ejercicio profesional o el desarrollo de un oficio, nos colocan a sus familiares en la nostalgia de verlos partir al exterior, porque el gobierno, que arruinó el aparato industrial y comercial del país y su dudosa mansedumbre ante el incremento del pranato y la criminalidad, no les garantiza libertad ni progresión personal.

Pero volverán, porque esa emigración de nuestros hijos quiere vivir en democracia y aquí habrá un gobierno en democracia, que más allá de la conocida frase, del gobierno del pueblo, sea la alternativa del avance de nuestros pueblos y sea tambien el sistema que ponga a prueba la capacidad de quienes la escogen y la consolidan.

@frusbet

 3 min


Sé que el artículo que voy a escribir no está orientado hacia un público especializado. Por eso no será fácil abordar el tema. Quiero escribir sobre las relaciones entre arte y política como consecuencias del vendaval de agresiones que ha desatado una parte de la oposición venezolana en contra del exitoso y joven director de orquesta Gustavo Dudamel.

Dudamel ha sido acusado por una parte de la oposición del “delito” de no haber roto con el chavismo ni haber tomado posiciones frente al régimen que impera en su país. La dificultad que asoma es que para abordar este tema es ineludible hacer un intento, por breve que sea, para cotejar la especificidad de lo artístico y de lo político. Lo intentaré.

1. Arte

Si voy a hablar de arte tengo que recurrir a quienes mejor han intentado entender el sentido de su ejercicio. Confrontado con el tema, los primeros nombres que llegan a mi mente son los de Nietzsche y Heidegger.

Según el Nietzsche de Así Habló Zaratustra y del Nacimiento de la Tragedia, el arte surge de la “voluntad de poder”. No obstante ese poder no tiene nada que ver con el poder ejercido sobre las personas y las cosas. Mucho menos con el poder político. Se trata de un poder extracorporal pero que, por paradoja, debe ser alcanzado con y a través del cuerpo. Un poder extrasensorial pero que a la vez debe ser conquistado con el uso limitado de nuestros sentidos. Un poder cuyo “sí mismo” está destinado a acceder a otra realidad pero que a la vez usa como punto de partida la realidad que habitamos. En breve, se trata de un poder metafísico.

El arte lleva de por sí una práctica metafísica o trascendental. Sin trascendencia, según Nietzsche, no hay arte. Esa es una de sus proposiciones centrales en Zaratustra.

En El Origen de la Tragedia, Nietzsche se distancia un tanto de la contradicción entre la esencia metafísica e inmanencia apariencial (sensorial) y propone un dualismo no antagónico entre lo dionisiaco y lo apolíneo. Lo dionisiaco corresponde al estado de embriaguez y éxtasis.

El arte, cualquiera sea su expresión, no puede prescindir del desvarío, afirma Nietzsche. Por esa razón el devenir del arte no transita por caminos rectos sino por laberintos. El artista presiente lo que busca, mas no lo sabe. Hacer arte supone confrontarse con un continuo perderse en sí mismo. El arte es tormentoso, es pasional y en sus orígenes, desenfrenado. Por eso Dioniso, dios de los placeres, a fin de no sucumbir aplastado por el peso de sus pasiones, necesita de Apolo, el dios del equilibrio, la perfección y la armonía. Pero para poner en orden a las pasiones, Apolo también necesita de ellas. Entre Dioniso y Apolo se establece entonces una relación de fraternidad e incluso de complicidad. De la comunicación entre ambos surgirá el arte. Sin uno o sin el otro, todo arte será un remedo del arte.

Heidegger, profundamente nitzscheano, continúa el pensamiento de Nietzsche, sobre todo en el primer tomo de su tratado sobre Nietzsche (son tres). Según Heidegger, el arte no termina en las cosas, no es cósico. Trabaja en y con las cosas pero en busca de una –este es concepto central en Heidegger- “apertura”.

La “apertura” se encuentra, según Heidegger, no fuera de alguna caverna como imaginó Platón, sino en las ocultas profundidades del Ser. En lo oculto, dijo Heidegger, vive la verdad. Arrojar luz hacia lo oculto es, en consecuencia, tarea principal del artista. Sin búsqueda de la verdad no hay arte -aquí Heidegger toma un camino distinto a Nietzsche, camino que transita precisamente en su libro Caminos del Bosque (Holzwege)-. El artista es un revelador de la verdad. El modelo del arte total, así como Nietzsche creyó encontrarlo en la música de Wagner, lo encontró Heidegger en la poesía de Hölderlin.

El arte según Heidegger se aproxima a la búsqueda de Dios pero convertido en La Verdad (Para Heidegger –legado socratiano- Verdad y Belleza son casi sinónimos). Solo a partir de la revelación de lo oculto comienza el proceso de la creación artística. (Re-creación, corregiría Ratzinger, pues el humano puede inventar o componer, nunca crear, atributo exclusivo de Dios).

El arte, al “desocultar” lo oculto, nos lleva a reconsiderar la existencia en el marco de otra historia, o lo que es igual, de otro tiempo distinto al de nuestra existencia. De tal modo, gracias al arte, salimos, al igual que Nietzsche, desde el más acá hacia el más allá, con la diferencia que, según Heidegger, ese más allá no está fuera del más acá sino en los lugares más recónditos, quizás en el fondo mismo de nuestros corazones. La “apertura” para Heidegger es en cierto modo un regreso: un regreso hacia la esencia del Ser.

Y bien. Dejaremos en este punto esta síntesis acerca de la esencia del arte para dirigir la vista hacia ese otro espacio que nunca Nietzsche y Heidegger exploraron. Nos referimos al espacio de la política. Un espacio hacia el cual se atrevió a caminar, aunque muy sola, Hannah Arendt. A lo largo de ese camino podemos descubrir, guiados por Arendt, la enorme antítesis que existe entre el pensamiento artístico y el pensamiento político.

2. La Política

La antítesis entre ambos pensamientos explica a su vez la hipertensión que existe entre esos dos modos del ser, el del estar aquí y el del ser fuera de sí. La política, en efecto, no está situada en las profundidades del ser sino en su mera superficie. Sobre esa superficie se erigen las ciudades y en ellas debaten los ciudadanos sobre las cosas de este mundo. La política por lo mismo reside en el nivel de las apariencias, nunca en el de la trascendencia. Y mucho menos en el de las esencias. Una política no superficial no sería política. De la política no debemos esperar ninguna redención.

La política, a diferencias del arte, tiene lugar –afirma Arendt- bajo la luz de lo público (¿Qué es Política?). Su objetivo no es la búsqueda de la verdad sino, simplemente, de mínimas certidumbres. Para defender nuestras certidumbres, luchamos unos contra otros, pero al mismo tiempo establecemos compromisos. La política, luego, no es trascendente, sino radicalmente inmanente. Su práctica no se deja regir por las pasiones, ni por el amor, ni por el odio, sino que por una razón instrumental que nunca puede ni debe regir la actividad artística. Arte y política son en ese sentido excluyentes. Como el agua y el fuego, nunca podrán juntarse. Así se explica por qué casi no existen políticos dedicados al arte (a menos que consideremos como arte los mamarrachos que pintaba Chávez). A la inversa, cada vez que los artistas han intentado incursionar en política, los resultados, salvo raras excepciones, han sido catastróficos.

El arte actúa hacia lo desconocido. La política, en cambio, actúa sobre la base de lo existente. Sin acontecimientos no hay política. La política, en fin, no es actividad metafísica sino existencial. Todo proyecto encaminado a elaborar una política trascendental y metafísica, lleva, según Arendt, al totalitarismo (Los Orígenes del Totalitarismo) es decir, hacia el fin de la política. Tesis verificada durante los totalitarismos nazis y comunistas.

Con estos apuntes ya es suficiente entonces para percibir por qué los caminos del arte y la política están separados por campos minados. Esa es la razón, además, por la cual los artistas enfrentan una contradicción insalvable. Como habitantes de la ciudad, deben cumplir obligaciones ciudadanas y a veces asumir tareas políticas. Como artistas, están condenados a distanciarse de las cosas de este mundo.

Desde que hay política y arte, el dilema para todo artista ha sido: o poner la política al servicio de su arte o poner su arte al servicio de la política. Si elige la primera vía, será denostado por sus conciudadanos. Si elige la segunda, dejará de ser artista para convertirse en un mercenario al servicio de poderes circunstanciales. Por eso muchos artistas eligen un camino intermedio. Ese parece ser el elegido por el director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel.

3. Dudamel

Gustavo Dudamel decidió a muy temprana edad -siguiendo la línea de su maestro José Antonio Abreu, fundador del sistema nacional de Orquestas y Coros Juveniles- aceptar la colaboración del gobierno de turno como venía ocurriendo desde los años ochenta. El precio módico fue rendir respeto al gobierno sin poner la música bajo su servicio exclusivo.

Dudamel ha intentado, como miles de artistas en el mundo, un compromiso desde el reino de la música con el reino de este mundo. El problema es que esa solución intermedia no ha sido entendida por gran parte de la oposición política venezolana. Situación inédita en la historia de la música. Mientras más éxito alcanza Dudamel, más aversión despierta en sectores de la oposición. Los medios afines al chavismo tampoco lo glorifican. Seguramente esperan de él una toma firme de posiciones, loas al poder y juramentos de fidelidad a Maduro. Tampoco lo han logrado. Dudamel, simplemente, no quiere hablar sobre política. Decisión que contrasta con la de otros artistas latinoamericanos quienes pese a que intentaron opinar sobre política, jamás despertaron el odio concitado por Dudamel entre sus con-nacionales. Pensemos por ejemplo en dos muy grandes. Neruda y Borges.

Pablo Neruda nunca ocultó su militancia en el partido comunista. Pero su poesía era admirada más allá de su partido. Dos de sus mejores amigos no eran de izquierda. Hernán Díaz Arrieta (Alone) eximio y ultrareaccionario crítico literario de El Mercurio, nunca ahorró loas a Neruda. El escritor Jorge Edwards, al final de la vida de Neruda, fue confidente del gran poeta. Neruda, pese a ser comunista, iba mucho más allá de la dicotomía izquierda-derecha. Como Dudamel cuando dirige, Neruda, aún en su poesía política, estaba más allá de la política. Para mí Neruda –no pido a nadie que comparta mi opinión- era y es “la poesía”.

El caso de Jorge Luis Borges es aún más interesante. Siempre Borges presumió de anti-político. Pero pocos escritores han destilado más veneno político que Borges en contra del peronismo, del comunismo y del “progresismo”. Sin embargo, todas esas corrientes lo respetaron. Los escritores peronistas –son muchos- se declaran en su mayoría, devotos de Borges. Borges, para la intelectualidad argentina y gran parte de la latinoamericana, es el maestro. Si se quiere bromear un poco, Borges es el Maradona de los artistas e intelectuales de su nación (lo escribo con cierta sorna: Borges odiaba al fútbol)

Podríamos decir palabras similares de otros grandes como García Márquez (El “Gabo” es símbolo nacional) Octavio Paz e incluso Vargas Llosa cuya actividad política ha sido más que profusa. Los éxitos logrados en el exterior por esos escritores han sido celebrados por la inmensa mayoría de los habitantes de sus respectivos países quienes han sabido deponer diferencias cuando llega el momento de honrar a sus glorias nacionales. Eso lamentablemente no ha ocurrido en Venezuela con respecto a una de las figuras más representativas de la música contemporánea: Gustavo Dudamel.

En el campo de la música es difícil encontrar a alguien que haya elevado tan alto el nombre de su nación como Gustavo Dudamel. Ya sea en los Ángeles o en Gotenburg, en Chicago o en Stuttgart, en Nueva York o en Viena, ha ganado un reconocimiento internacional sin paralelo en la historia de la música latinoamericana. Hay directores de orquesta que ya lo comparan con Leonard Bernstein. Pocos han logrado sentir el espíritu de Mahler o de Brahms de un modo tan intenso. Verlo dirigir la cuarta de Brahms es un espectáculo. Dudamel no solo dirige, “vive” en Brahms.

Adonde vaya Dudamel será visto como embajador artístico, no de un gobierno, sino de una nación. Gracias a Dudamel muchos amantes de la música se han enterado de que Venezuela no solo produce petróleo, reinas de belleza y militares corruptos. Quieran o no, los venezolanos, no solo los chavistas, tienen una deuda con Gustavo Dudamel. Más grande será cuando llegue el momento de desagraviarlo frente a los indecibles insultos que le han propinado miembros de exaltadas fracciones de la oposición por el hecho de haber decidido, antes de su concierto de Nuevo Año en Viena, no dar opiniones políticas sobre su país.

Claudio Arrau, el genial pianista chileno, también tomó en su tiempo la decisión de Dudamel. Ni siquiera en los más feroces días de la dictadura militar quiso hablar sobre política. Todos, derecha e izquierda, si no lo entendimos, lo respetábamos. Y en sus giras íbamos a escucharlo no porque nos interesara su posición política sino porque llegó a ser el mejor especialista en piano de Beethoven y, además –hay que decirlo- porque era chileno, nacido en Chillán. Al igual que ayer Arrau, grandiosos pianistas rusos, algunos de ellos, emigrantes por razones políticas, viajan hoy por el mundo y ninguno opina sobre el régimen de Putin. Solo en Venezuela vilipendian a Dudamel porque no eleva su voz frente al régimen que azota al país.

Por cierto, hay también grandes músicos que como ciudadanos toman opciones políticas y en algunas ocasiones ponen sus talentos al servicio de una causa. La soprano Anna Netrebko -de quien se dice es la heredera de la Callas- y el magnífico director Valery Gergiev, no han vacilado en rendir homenaje al zar Putin en sus presentaciones. Muy bien, es su derecho, pero no es su obligación. Del mismo modo, la venezolana Gabriela Montero, pianista de reconocimiento internacional, ha llegado a componer piezas musicales a favor de una Venezuela democrática. Puede decirse lo mismo: es un derecho, pero no es una obligación. Y mientras alguien cumpla con las leyes y normas de un derecho universal que garantiza tanto la libertad de opinión como la libertad de no opinar, ni Montero ni Dudamel pueden ser objetados.

El autor de estas líneas comparte la opción política de Montero y a la vez acepta la opción de Dudamel. Pues compartir y aceptar son cosas diferentes. No hay ley moral o jurídica que obligue a los artistas a tomar o a no tomar decisiones políticas. Gracias a Dios. De ahí mi absoluta incomprensión frente a esos sectores afiebrados de la opinión pública venezolana que, al enjuiciar a Dudamel, se dejan regir por el lema totalitario: “o estás a favor o en contra de nosotros”. En nombre de su oposición al chavismo esos sectores han hecho suya la lógica del chavismo.

Evidentemente en Venezuela hay dos grandes conflictos. Por una parte, el de la oposición-gobierno. Por otra, el de una cultura democrática frente a otra muy antidemocrática. Esta última no solo reside en el chavismo. Atraviesa, además, de lado a lado, al conjunto de la oposición. Incluso, me atrevería a decir, una parte de la oposición, no sé cuál es su magnitud, ha sido facistizada por el chavismo (si es que no lo estaba antes).

Haciendo una revisión a través de las redes sociales sorprende la magnitud e intensidad de las invectivas en contra de Dudamel. Dejemos de lado al hampa tuitera, esos criminales del teclado que proyectan sus complejos de inferioridad en contra de seres muy lejos de su nivel. Lo que sí asombra es que personas ponderadas hayan caído en el mismo frenesí anti-dudamelista. Razón de más para pensar que el problema no reside tanto en Dudamel sino en la propia oposición venezolana. En ese sentido parece ser evidente que Dudamel funge en estos momentos como chivo expiatorio frente a agresiones que no habían logrado encontrar un objeto concreto.

El deseo de agresión precede al objeto de agresión, dice una conocida tesis freudo-lacaniana. En efecto, Dudamel ha pasado a ser objeto de agresión de una tendencia política que no ha podido lograr sus objetivos de poder. Ya sea por una conducción errática, o por la imposibilidad de alcanzar un punto unitario, esa tendencia se encuentra muy frustrada. No habiendo podido derrotar al enemigo, impotente frente a un régimen armado hasta los dientes, ha terminado por desarrollar en su interior una serie de agresiones. Agresiones, que si no encuentran el objetivo, pueden transformarse en autoagresiones o ser invertidas en un objeto sustitutivo del enemigo (en este caso Dudamel). En las redes sociales, sus actores han optado por las dos vías a la vez. Por una parte se injurian de modo abominable entre sí. Por otra, descargan un increíble odio en alguien que ni siquiera es un político. Un profesional serio, un joven exitoso, un propietario de esa mercancía que no se vende en las farmacias: talento.

Por cierto, hay quienes hacen la separación entre el director Dudamel y el hombre Dudamel. Aducen que reconociendo el valor del primero, se pronuncian en contra del segundo aunque sin ahorrar epítetos (desde colaboracionista hasta hijo de perra). Desde un punto de vista formal esa es una posición correcta, pero desde el punto de vista político no lo es. Y no lo es por la sencilla razón de que Dudamel no es un político. Su mundo, como hombre y como artista, es musical.

Lo que más llama la atención es precisamente que la mayoría de los enemigos (¿políticos?) de Dudamel no polemizan con el director por el hecho de que este haya emitido una opinión sino por lo contrario: por el hecho de no haberla emitido. El manido argumento al que recurren es que, ante la situación que vive Venezuela, nadie puede ser neutral. Paradójicamente esa fue la misma posición que levantaron los nazis y los comunistas en sus respectivos países. En situación de guerra interna y externa -aducían- la neutralidad es colaboración. ¿No es la misma tónica empleada por Maduro cuando califica a toda la oposición como “enemigos de la patria?”.

Hannah Arendt, será preciso recordar, distinguía dos enemigas de la política: la despolitización y la sobrepolitización. La despolitización o apatía política lleva a la desintegración de una sociedad. La sobrepolitización, al convertir a todo en política, anula las diferencias entre lo político con lo no político (la intimidad, la religión, el arte) dándose así las condiciones para que aparezca la tentación totalitaria. Y bien, me parece que en estos momentos Venezuela vive un avanzado grado de sobrepolitización.

Afortunadamente he podido observar en las redes muchas posiciones razonables que no señalan a Dudamel como el enemigo número uno de la oposición, que llaman a centrar la acción frente a objetivos políticamente definidos (entre ellos la lucha por elecciones libres y soberanas), que reclaman una separación entre la política con los otros espacios de la vida ciudadana. En fin, opiniones que creen en una lucha democrática realizada por personas democráticas

Personas que creen en las diferencias, en la libertad de opinión y por lo mismo en la libertad de no opinar. Personas convencidas en que quienes cumplen con las leyes y con la moral normativa que de las leyes se deduce (l’esprit des lois según Montesquieu) no pueden ser juzgados ni condenados por nadie. Personas que no se dejan regir por una supuesta moral universal situada más allá de todo tiempo y lugar. Personas que creen que el debate político hay que llevarlo a cabo con políticos y no con cantantes, jugadores de fútbol y directores de orquesta. Personas, en fin, que han hecho suyo uno de los lemas más felices de Rosa Luxemburg: “La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa diferente”

Pienso que esas personas conforman la mayoría de la oposición venezolana. Quiero, además, creer que así es. Porque si no fuera así, seguir apoyando a esa oposición no valdría la pena.

7 ene. 2017

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