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Opinión

Edgar Gutiérrez

I

¿Pronósticos?

Cuando Prodavinci me pidió que escribiera algunas notas sobre qué nos espera en 2017, de inmediato pensé en la frase que sirve de título a este artículo pronunciada por el gran filósofo de color verde y de apenas 66 centímetros de altura, el gran Maestro Jedi Yoda. Aunque algunas bancas de inversión y firmas de riesgo político estimen que la situación de Venezuela es más o menos predecible, muchas veces nuestro país ha demostrado en estos últimos 18 años que puede sorprender a todos.

Ya Philip Tetlock en su Expert Political Judgement demostró que buena parte de las profecías sobre política hechas por “conocedores” no acertaron en un margen que superara al azar. Aunque el mismo autor luego publicara Superforecasting con una visión más optimista sobre el ámbito de las predicciones, si algún lugar es tierra fértil para comprobar el argumento de su primera obra es nuestro país.

Ni el más agudo de los observadores políticos pronosticó que en apenas seis meses, cientos de miles de votantes migrarían abruptamente del chavismo a la oposición. A finales de diciembre de 2013 luego del “dakazo” y una abultada victoria del chavismo en las elecciones municipales, nadie imaginó que muy pocas semanas después ocurrirían miles de protestas contra Maduro y que desde ese momento —aunque muchos no quieran reconocerlo y crean que fue después— el régimen perdería la mayoría popular. Si alguien le hubiese dicho a comienzos de 2015 que la oposición iba a ganar las dos terceras partes del Parlamento, lo más probable es que usted se hubiese reído. ¿Acaso alguien advirtió que en pleno diciembre de 2016 viviríamos una convulsión social en varias regiones del país gracias a un caos monetario auto inducido?

Bienvenidos a Venezuela, cuyo slogan de marca país debería ser: “Donde la realidad política supera a la ficción”.

Predecir en el norte de Suramérica no es solo un negocio riesgoso sino que hay una muy alta probabilidad de terminar en completo ridículo. Sin embargo, necesario es considerar los temas y fuerzas del entorno político más relevantes para un país al que ya casi no tiene sentido siquiera analizarlo anualmente, sino mensualmente.

No hay un 2017 sin un 2016, así que empecemos por el principio. ¿De dónde venimos?

II

2016

Políticamente 2016 no empezó el 1 de enero, sino un poco antes. Para ser preciso, el 6 de diciembre de 2015, el día que la Oposición ganó las dos terceras partes de la Asamblea Nacional.

El 2016 sería el año del cambio político afirmamos muchos.

Sin embargo y también pensando en esa mayoría calificada, Miraflores no nos decepcionó. Como en 2007 y 2009 lo que el régimen no pudo lograr por la vía electoral, lo obtiene gracias a su férreo control institucional y al desconocimiento de las formas democráticas y republicanas. Ni siquiera había sonado el cañonazo y ya Diosdado Cabello se había ocupado de nombrar a los magistrados de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), hasta el momento, el dispositivo más eficaz para inhibir el cambio.

El chavismo procedió a activar su amenaza rebanando vía TSJ a la mayoría calificada e inhabilitando en la práctica a los parlamentarios de Amazonas. La oposición, con una nueva figura estelar que resucitó de las cenizas procedió a aplicar una doctrina que a la postre le saldría increíblemente costosa: la de “doblarse para no partirse”.

Mucho se ha debatido desde aquel entonces, pero en un momento de increíble debilidad —al menos circunstancial— para Maduro, ¿qué hubiera pasado en Venezuela si la Asamblea Nacional hubiese hecho una jugada audaz invocando desde su propia instalación una Asamblea Nacional Constituyente para remover a todos los Poderes Públicos? Nunca lo sabremos porque privó la clásica aversión al conflicto, pero infortunadamente con el chavismo —tarde o temprano— el conflicto siempre llamará a tu puerta. Era preferible que ese conflicto se desatara más temprano que tarde, porque a fin de cuentas, el destino nos alcanzó.

Si bien fue cierto que la agenda legislativa propuesta por la nueva mayoría parlamentaria se concentraba más en leyes económicas y sociales, también lo es que Henry Ramos Allup desde el propio 5 de enero al hablar de la salida de Maduro, leyó correctamente el momento y lo que decían (y definitivamente siguen diciendo) las encuestas. En el estudio Venebarómetro realizado en el mes de enero el 81% de los que declararon haber votado por los candidatos de la MUD lo hicieron para que hubiese un cambio y ese cambio significaba algo muy concreto: que Nicolás Maduro saliera del poder y que hubiesen nuevas elecciones presidenciales (Venebarómetro, abril 2016).

Henrique Capriles también tuvo la misma lectura y en una jugada propia, anticipó a toda la coalición opositora (incluyendo a su propio partido) proponiendo la política del referendo revocatorio. La jugada de Capriles no solo fue un “decir”, sino que tal maniobra fue acompañada de una campaña de comunicación y giras a diversos ciudades del país para avanzar en su proceso de reinvención después de los traspiés sufridos en el pasado reciente y que aún lo atormentan. Su propuesta fue finalmente la que se impuso. Su final no fue lo que planeó.

En ese curso, las elecciones regionales para escoger gobernadores pasaron a un segundo o tercer plano.

Sin embargo, es probable que nada de lo anterior fuese lo más importante de cuanto sucedía para ese entonces. Lo más relevante y que estuvo fuera del ojo de la opinión pública eran las conversaciones que se dieron entre actores muy relevantes del chavismo y de la oposición. No me refiero al opaco diálogo que empezó en República Dominicana a mediados de año y que se provoca fundamentalmente por la operación de Rodríguez Zapatero y UNASUR, sino a una serie de encuentros bilaterales entre altos dirigentes de la MUD y el chavismo, que a la luz de los acontecimientos posteriores, no llegó a nada. Es probable que el chavismo (o específicamente esos actores) no percibiera en ese momento en la oposición una ruta clara que les ofreciera rebajar sus costos de salida.

La “Hoja de Ruta”, llamada también la “Ruta de las Hojas” (enmienda, constituyente, renuncia y revocatorio), terminó en un proceso de decantación que nos llevó al revocatorio como propuesta única, pero por el mismo empeño de “evitar el conflicto”, nos metió en el campo minado de aceptar unas condiciones completamente absurdas impuestas por un cuestionado reglamento del CNE: recoger firmas (constitución de una agrupación), para poder recoger firmas (1%), para finalmente recoger más firmas (20%). La aprobación más temprana de una Ley Orgánica de Referendos quizás le hubiese dado más sentido a la lucha o bien, hubiera dejado en claro mucho más temprano, que el Referendo Revocatorio no procedería y la energía se hubiese enfocado hacia otra salida. Pero eso es futurología del pasado…

Oportuno también es decir que esa ruta, también forjó una épica ciudadana que superó todos los obstáculos procedimentales. Sería mezquino no reconocerlo. En curiaras, saltando árboles o desafiando al poder, los venezolanos salieron a manifestar su impresionante voluntad de cambio político. En paralelo, la “voluntad revocatoria”, se hacía más y más grande llegando a calcularse que prácticamente 11 millones de personas estaban completamente dispuestos a remover a Maduro por vía electoral. En mayo, algunos países en la OEA y apuntalados por la valiente actitud de Luis Almagro, también se desarrolló una maniobra de presión internacional con el tema de la Carta Democrática, que hoy, al parecer, ya se nos olvidó. Preferimos a Zapatero. Y Zapatero siguió viajando a Venezuela sin descanso.

Entre agosto, septiembre y octubre la política opositora se centró en impulsar el Referendo Revocatorio con una agenda de marchas y concentraciones que aunque no contó con la frecuencia y la escalada que algunos deseaban, definitivamente sí movilizó a millones de personas en las calles. Aunque había señales clarísimas que el CNE no haría el Referendo en 2016, el clímax de esta historia llegaría en octubre, cuando ya no había más excusas para postergar la recolección del 20% y que en la práctica hubiese sido un Revocatorio en sí mismo, pues al menos ocho millones de personas declaraban que estaban absolutamente dispuestas a firmar.

La temida decisión llegó: el 20 de octubre varios tribunales estadales controlados por gobernadores del chavismo abortaron la recolección de voluntades.

Se quiso evadir, pero el conflicto llegó.

Lo que muchos predijeron —sin desearlo— se consumó: se suspendió de facto el derecho al voto. No solo por el Referendo, sino por unos comicios para escoger a gobernadores que fueron postergados para 2017. El argumento central del chavismo es que no puede haber elecciones en medio de esta crisis económica, pero la verdad es mucho más sencilla: no puede haber elecciones mientras no se puedan ganar. Simple, pero duro. Maduro y los gobernadores decidieron que ninguno se mediría y que todos permanecerían en sus puestos al costo que fuera. Y los costos terminaron no siendo tan altos.

La primera reacción de la Unidad, luego de varios días de mucha tensión interna fue desconocer la medida, plantear una ruptura constitucional y una recuperación de la democracia en las calles. Aún cuando se tardó mucho en reaccionar, privó la sensatez y se llegó a un acuerdo entre todos los factores, luego de consultar a muchos sectores. El choque de trenes —y no de poderes— se veía inminente.

El 26 de octubre, en la última concentración política del año, la Oposición puso toda la carne en el asador: decidió “enjuiciar” políticamente a Maduro, afirmó que el hilo constitucional estaba roto y anunció que procedería a marchar el 3 de noviembre hasta Miraflores para exigirle su renuncia. En una tarima improvisada en Altamira se dijeron cosas que hoy se niegan, pero ahí están grabadas.

Me quedan pocas dudas que al minuto siguiente de haber proferido estas “amenazas” una vez concluida la movilización, la dirigencia opositora buscó la manera de desconvocarlas. ¿Por qué? Hay al menos dos hipótesis: o nunca estuvieron convencidos de hacer lo que dijeron que iban a hacer, o simplemente no saben o no quieren hacerlo. Todo terminó en un diálogo un domingo 30 de octubre que simplemente desactivó el único activo en el haber opositor para lograr sus objetivos: la presión popular de calle para poder votar. Dimensiones que no son excluyentes, sino absolutamente complementarias. La narrativa no pudo ser más adversa: se dejó de hablar del aborto del Revocatorio y en su lugar la coyuntura se basó si algunos partidos se sentaban a esa mesa o no. El resultado, más que obvio: Miraflores —y Maduro en particular— ganaron el tiempo que deseaban para llegar a 2017.

Lo demás, ya ha sido suficientemente discutido. La oposición despertó de su sueño y tuvo que enfrentar la realidad: se acabó (al menos por el momento) la competencia electoral y no hay una estrategia suficientemente aceptada y compartida por todos los actores para seguir adelante de otro modo, en otros terrenos. La MUD es una estructura electoral y fuera de ese ámbito, no sabe (aún) cómo responder y actuar.

Para quienes deseaban cambio y pensaban que 2016 era el año, todo terminó en desconcierto, desmovilización y desmoralización en medio de un diciembre desolador, que solo nos hizo recordar las razones de fondo del por qué de una lucha ya muy larga.

III

2017

Ya es un lugar común demasiado odioso decir que 2017 será un año tremendamente difícil, pero necesario es repetirlo. Una y otra vez. Ese es el contexto específico en el que se desarrollarán los hechos y se constituye como el punto de partida. Nada indica que las condiciones económicas o sociales vayan a mejorar, sino muy por el contrario a empeorar. En otras palabras, el malestar y la conflictividad convivirán con nosotros desde el principio.

En ese marco, Maduro —y el sistema que encabeza— llega a su quinto año con una vocación aún más autocrática y que a todas luces parece intentar avanzar más rápido de lo que puede, aprovechando la coyuntura y la parálisis. Los cambios en el currículo educativo, la vuelta de tuerca adicional al control sobre los pocos medios independientes y la reintroducción del sistema de inteligencia social, son tan solo tres de ejemplos de cómo en el caos, se intenta fortalecer el régimen socialista; mientras en la otra acera, hay un país empobreciéndose y debilitándose aceleradamente que reniega de esos cambios pero que aún no se opone organizada ni articuladamente. Tampoco es de extrañarnos que en este proceso de avance oficial veamos un ejercicio de “purga” contra algunos sobre los que hoy hay sospechas de deslealtad para producir el efecto de parálisis sobre aquellos que pudieran querer abandonar las filas.

Más allá de estos breves comentarios, el entorno sugiere la existencia de al menos tres incertidumbres que de acuerdo a su comportamiento (y a cuál dirección tomen), podrían configurar cómo viviremos la política en este año que apenas comienza: 1) la tensión social, 2) la cohesión de la coalición oficial y 3) la articulación opositora.

La tensión social

Desde hace rato estamos escuchando el crujido. No sabemos exactamente de dónde proviene el sonido, pero luce que la olla de presión podría no aguantar mucho más, ya que la única válvula de escape que había (una consulta electoral que generó esperanzas) fue tapada. Mientras, la presión se sigue acumulando sin parar. ¿El venezolano explotará? Soy de los que piensa que eso no es parte de un pronóstico, porque ya viene ocurriendo desde hace rato, de otro modo, en una escala y forma distinta. Todos tenemos en la cabeza el referente del 27 de febrero de 1989 y creemos a que eso se debe parecer lo que podría suceder, pero lo cierto es que en el país ya se han suscitado hechos de igual gravedad durante 2016. Un ejemplo muy concreto: Cumaná en el mes de junio.

Hay algo que no debemos perder de vista. Pudiera ser una casualidad y tener muchas explicaciones desde otro ámbito, pero llama poderosamente la atención que durante los meses en los que el revocatorio o no existía o no se había asentado bien en la dinámica política, los saqueos (o intentos de saqueos) crecieron a un ritmo muy preocupante: según el Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social de una cifra de 23 en enero, llegamos a 162 hechos de este tipo en junio. Sin embargo, después de mediados de año —justo cuando el referendo toma mayor cuerpo— comienza a descender hasta llegar en octubre a los niveles de comienzos de año.

¿Es una casualidad que después de cancelarse el Revocatorio y provocarse el caos monetario de fin de año reaparezcan con mayor fuerza los disturbios y saqueos? Sin duda, las decisiones asumidas en cuanto a custodia de los canales de distribución de alimentos, el aumento de la represión y la implementación limitada pero en aumento de los CLAP tienen un poder explicativo, pero lo que vimos en Guasdualito, Maracaibo y sobre todo en Ciudad Bolívar, me hace pensar que hay una estrecha correlación entre el ánimo de la gente y su determinación a salir a las calles a protestar y perpetrar hechos vandálicos.

No hay nada que indique que esa tensión disminuirá, pero lo que no sabemos es adónde nos conducirá su exacerbación. Hay quienes piensan que ese estallido —de grandes y cataclísmicas— proporciones nunca ocurrirá porque el “miedo a repetir 1989” inhibe a los venezolanos que sufrieron la brutal represión de la época y simultáneamente, poco a poco nos estamos acostumbrando al control social impuesto desde el poder y las únicas energías que quedarán serán para la supervivencia, no para la sublevación. Pero la misma dinámica se ha venido encargando de decir que todavía hay energías para desafiar esos temores. El miedo a la represión no pareció haber intimidado a la gente que protestó violentamente, particularmente a finales del año. Allí están los hechos.

Para noviembre de 2016, el 31% de los venezolanos declaró estar muy dispuesto a salir a protestar contra la escasez de alimentos, el alto costo de la vida o la inseguridad; casi el doble de quienes afirmaban lo mismo para mayo de 2015, aunque este número estuvo bordeando el 40% en julio. Algunos analistas afirman que esta disposición sigue siendo demasiado baja para que pueda hablarse de masa crítica, a mí me parece que hablar de siete millones de personas es demasiado. Más allá de todo esto, si eventual y lamentablemente esta reacción popular terminara ocurriendo, que eso signifique necesariamente un cambio político es una historia totalmente distinta, porque esa expresión necesitaría estar dotada de una conducción, que de existir, no sabemos hacia dónde querrá inclinar la balanza.

Todo indica que estos hechos seguirán ocurriendo y que la tensión social se mantendrá en aumento, fungiendo como un catalizador del proceso político. Solo quiero recordar esto: cuando empezamos a creer que los saqueos ya estaban quedando atrás, volvieron con más fuerza y virulencia.

La cohesión de la coalición oficial

Es el tema del que más se habla en los mentideros políticos. Esa discusión básicamente se reduce a si el chavismo se mantendrá unido o no y si esa eventual desunión permitirá una transición —quién sabe si democrática o no— porque no necesariamente un cambio político significa que será democrático y/o civil. Maduro logró superar el 2016, pero dentro de muy pocos días se garantiza constitucionalmente en principio que su salida no arrastre consigo a todo el chavismo.

Me refiero por supuesto al umbral del 10 de enero.

Existen algunos indicios de que varias facciones están operando en este sentido, pero más cierto aún es que un Maduro en apariencia un poco más atornillado que antes dará la batalla para que esto no se materialice, aunque eso signifique sacrificar a algunos camaradas. Y al parecer eso ya está sucediendo y nos enteraremos pronto.

Otra señal muy evidente es que Diosdado Cabello está haciendo una campaña de alcance nacional y se está preparando para asumir un nuevo rol. Todavía no queda claro si es para disputarle el poder en lo inmediato a quien hoy ejerce la primera posición, pero su antagonismo está muy claro desde el 8 de diciembre de 2012, aunque siempre comunique públicamente lealtad y unidad.

Al interior de la coalición hay facciones que temen por su estabilidad y que piensan que Maduro está destruyendo el piso político del proyecto, pero tienen tiempo diciendo eso y el temor a perder el poder los ha mantenido unidos y los costos de represión han sido relativamente bajos, por no decir muy bajos. Así resolvieron 2016: no hay elecciones ni para Maduro ni para los gobernadores, ¿seguirán manteniendo esa fórmula?

Hoy, la coalición se mantiene más o menos en la misma forma que tiene desde 2013. Los enormes incentivos económicos (léase corrupción) y los altos costos de salida los mantienen más unidos que separados. Nadie importante de ninguna facción —con la excepción de Miguel Rodríguez Torres— ha dado un primer paso para que ese equilibrio se caiga, o al menos cambie. En términos políticos, las primeras semanas del año nos dirán si hay o no un pugilato interno, una purga, o bien, el mantenimiento del status quo.

La articulación opositora

Como ya fue relatado, 2016 empezó exultante para la MUD pero el comienzo de 2017 no podría ser más sombrío y difícil. Mientras esto se escribe, hay una discusión interna para acordar unas nuevas reglas de juego y aún es una incógnita si los rostros visibles de la alianza opositora se mantendrán o habrá un refrescamiento. No pareciera muy probable que haya una reestructuración a fondo ni que los principales partidos cedan su poder de decisión, pero lo que sí es verdaderamente incierto es si la nueva estrategia que propondrán será comprada y acompañada por sus seguidores. Las tensiones internas se mantienen y en el fondo, el problema sigue siendo el mismo: no hay una estrategia política que aglutine todas las visiones, en particular de las tres más importantes.

Todos tienen un juego propio y ninguno parece ceder o cooperar en función del juego del otro. Por un lado partidos como Primero Justicia y Acción Democrática (con distintos matices) siguen creyendo que lo correcto es llegar hasta el 2018 con la mayor cantidad de poder acumulado (léase diputaciones, gobernaciones y alcaldías) mientras los costos políticos de la crisis económica los paga en su totalidad el chavismo. Otra corriente en la que se inscriben Voluntad Popular, Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo creen en una estrategia fundamentalmente de calle para producir un cambio lo más rápido posible. Finalmente, un factor como UNT parece que lucha más para garantizar sus espacios en el Zulia (al costo que sea) y eso le ha ganado hoy graves acusaciones de colaboración con el régimen. ¿Unidad?

Hablar de la Oposición a secas, muchas veces es un error. En principio, una cosa es hablar de la dirigencia opositora que hoy tiene profundos desencuentros y trabaja arduamente para superarlos y otra, son sus seguidores. Los “opositores de a pie” son la mayoría política del país (53%) y sus actitudes y valoraciones están más que claras y luciendo muy compactas: el 98% percibe como negativa la situación del país y el mismo porcentaje evalúa negativamente a Maduro (siendo un 97% el que se pronuncia por su salida inmediata). El 91% de este segmento cree que vivimos bajo una dictadura, el 94% que su derecho a elegir ha sido violado y un 80% está dispuesto a protestar en las calles. Un 57% de ellos piensa que hay que desconocer a Maduro. Como bien podrían decir dirían varios analistas que a veces pecan de superficiales, los opositores se han “radicalizado”.

Entre estos mismos opositores, siete de cada diez quieren ver a su dirigencia luchando por un cambio y el 62% considera que fue desacertado la decisión de suspender el “juicio político” y la marcha a Miraflores. Ellos creen en un 87% que la oposición tiene la capacidad de gobernar a Venezuela y todavía para finales de noviembre, dos tercios (66%) creían que la MUD está bien enrumbada, una cifra que podría descender en la medida que el tiempo transcurra y no pase mayor cosa en términos de cambio político. Si las cosas siguen por donde van, no parecería extraño que pudiera haber un divorcio entre dirigentes y dirigidos y que la articulación opositora en el corto plazo luzca más baja que alta.

En las próximas horas la Asamblea tendrá un nuevo presidente, Julio Borges, y casi en simultáneo sabremos cuál es la nueva dirección que se propone tomar la coalición opositora. Borges ha declarado que insistirá en un paquete de leyes económicas y sociales que aunque lógico y necesario, no parece realista ni apropiado para el momento actual después de todo lo que ya sabemos que ha ocurrido en los predios parlamentarios. Ya bien lo dijo el Secretario General de La Causa R, José Ignacio Guédez: “La mejor medida económica que se puede implementar es la remoción constitucional de Nicolás Maduro”. La opinión pública lo acompaña.

Más allá de eso, lo que luce como una verdad a leguas es que la oposición intentará retomar a como dé lugar su horizonte electoral. Esa es su mayor fortaleza, es el tablero que más cómodo le sienta y lo más importante y que debe ser la piedra funcional de la lucha: hay que rescatar el voto. Sin embargo, su adversario parece que ya ha perdido ese tipo de escrúpulos y no le cuesta mucho avanzar sin convocar nuevos comicios, o al menos, unas elecciones como a las que estamos ya acostumbrados.

Vienen en camino nuevos desarrollos en los que conoceremos si el oficialismo está dispuesto a convocar unas elecciones para perderlas o si bien, las convocará pero en el mejor estilo nicaragüense, con un nuevo software apenas puesto en desarrollo hace algunas semanas en esa nación centroamericana: las celebro, pero ningún opositor de relevancia puede participar. Ya en Venezuela conocíamos a las inhabilitaciones como un arma para escoger a los contendores, pero todo pudiera sofisticarse hasta llegar a la ilegalización de los partidos políticos, incluyendo a la MUD (hoy el único al que se le permite legalmente participar).

Mientras tanto, si alguien quiere saber cómo van las elecciones convocadas para junio, pregúntese por el cronograma electoral… Aún no publicado.

Breve epílogo

Aún hay más incógnitas cuyo despeje bien podrán ayudar más la comprensión de nuestro futuro político inmediato. Ya finalizando este escrito, se sabe que está planteada una jugada del oficialismo para impedir la escogencia de la nueva directiva de la Asamblea e incluso impidiendo su funcionamiento, anclada en la figura del desacato. No pareciera una acción necesaria para el chavismo cuando ha logrado tanto por la vía de maniatar vía TSJ, sin embargo la figura del Parlamento Comunal sigue ahí amenazante y como una señal de que la radicalización mencionada arriba, estaría en pleno desarrollo.

Hay una gran interrogante, que no solo nos atañe a los venezolanos sino que es de orden global. Me refiero al ascenso de Trump al poder. Aunque nos guste o no, ese es un factor importante porque desconocemos cuál será la actitud del magnate hecho presidente con respecto a Venezuela. Así como en Taiwan o en China hay grandes inquietudes, para nosotros será cuestión de poco tiempo saber si seremos ignorados, si Trump asumirá una política frontal contra el régimen venezolano, o bien si su cercanía con Putin reforzará las posiciones del gigante ruso en el complejo entramado geopolítico, incluyendo las que tiene en nuestro país. El nombramiento de Rex Tillerson como Secretario de Estado hace lucir de momento a la tercera opción como la más probable. Pero nadie sabe…

El famoso diálogo luce exangüe. A punto de perecer. Pero bien podría suscitarse un nuevo episodio para conocer más y mejor sobre cuáles son las verdaderas posiciones dentro de la MUD. Algunos insistirán en continuarlo y eso dirá más de ellos, de lo que esperan del proceso de conversaciones.

Nada fácil lo que viene. Difícil de ver es. El futuro siempre en movimiento está.

Fuente: http://prodavinci.com/blogs/dificil-de-ver-es-siempre-en-movimiento-el-f...

 20 min


Alberto Hernández

Crónicas del Olvido

1

Muchos fueron los eventos que se desprendieron de aquel ya lejano 21 de agosto de 1968. Muchos fueron los acontecimientos que cimbraron el mundo y lo colocaron en una suerte de balanza, en una especie de cálculo vital en procura de un equilibrio que tardaría unos años más para despejar el camino hacia las libertades públicas e individuales, secuestradas por el “socialismo real” impuesto por Stalin y sus perros rabiosos instalados en el Pacto de Varsovia.

Todos estos hechos del 68 incidieron en nuestros golpeados pueblos de América Latina, hundidos en dictaduras, unos, y otros en la línea de flotación de frágiles procesos democráticos, los cuales se fundieron con la molestia provocada por las tropas rusas cuando penetraron en la hermosa ciudad de Praga, envuelta en la “Primavera” creada por el primer ministro Dubček y celebrada por todo el mundo civilizado.

Venezuela no fue la excepción. Ese año —y el que le siguió— destacaron en una efemérides, que recuerda el nacimiento del libro “Checoslovaquia. El socialismo como problema”, editado por el sello “Domingo Fuentes” en una Caracas aún respirable, con aires campechanos y muchos de los techos rojos que la hacían la Sultana del Ávila.

En efecto, el libro de Teodoro Petkoff iluminó el campo minado de la política venezolana, toda vez que se encargó de vitalizar la discusión en el campo de la izquierda nacional. Petkoff, militante del Partido Comunista de Venezuela, abrió las espitas para que se hablara de un “socialismo con rostro humano”. De esa experiencia, de ese ensayo, nació posteriormente la organización bautizada con el nombre de Movimiento al Socialismo. Pero antes sucedieron muchas cosas que aún resuenan en nuestros oídos.

2

200 mil soldados y 5 mil tanques del Pacto de Varsovia invadieron el país. La emoción provocada por los cambios que Alexander Dubček había impulsado desde el 5 de enero de 1968 quedó grabada en las mentes de los jóvenes que voceaban las consignas contra la represión. En ese marco nace “Checoslovaquia. El socialismo como problema”, del economista, y militante comunista para la época, Teodoro Petkoff, quien abrió una discusión cuyo punto de origen estuvo en esa remota ciudad europea, agredida por los partidos comunistas, con la excepción del de Rumania. La buscada independencia de los checos y eslovacos fue duramente golpeada por los líderes soviéticos, quienes —sin querer— anunciaron que la Guerra Fría también podía ser arrasada por las fuerzas antes apagadas por la propaganda oficial. Se anunciaba, entonces, un “socialismo con rostro humano”, fondo también del libro de Petkoff, quien dividió las opiniones de la izquierda venezolana y partió por la mitad la poca argumentación de un PCV desleído. Así, nace el MAS y una nueva manera de ver el mundo.

En el prólogo para la edición de Monte Ávila Editores de 1991, Petkoff afirmó: “Personas de distintas franjas del espectro político nacional, buena parte contemporáneos del autor, pero también muchos jóvenes curiosos, aprovechan cada episodio de los que vertiginosamente se producen en el mundo comunista, para recordar la que alguno de ellos denominara ‘esa notable anticipación’, y para inquirir por la posibilidad de una reedición”.

Esa “notable anticipación” es lo que hace relevante el libro del político y pensador venezolano. Precisamente porque rompe el claustro de aquella izquierda anquilosada, vieja, anacrónica, repetitiva, aduladora y convencida de que en Moscú estaba el paraíso, como otros aún “creen” que se halla en Cuba.

Venezuela fue un verdadero revuelo de ideas. Petkoff se llevó parte de la juventud mejor dotada. Crea una organización y favorece la discusión para la invención de una izquierda democrática, sí, “con rostro humano”. Es decir, “la idea de un proyecto socialista alternativo al burocrático policial y totalitario que desde la URSS se había extendido a todo el llamado “campo socialista” —que luego comenzó a ser denominado “socialismo real” y que para el ciudadano común era, simple y llanamente, “el comunismo”.

No en vano el autor de Checoslovaquia. El socialismo como problema (*) llegó a decir que “la tragedia checoslovaca constituye un hito miliar en la larga historia de la teoría y la práctica del socialismo y del cambio revolucionario”.

3

Mientras tanto, Cuba insistía en la locura soviética. Pocos años antes, la crisis de los misiles la había convertido en protagonista de la misma estupidez llevada adelante por el Comité Central del PCUS. Nada, la isla de Fidel Castro estaba sometida a los designios de los dinosaurios de Moscú, razón por la cual —atendiendo a los rigores de la Guerra Fría— intentaba extender por Suramérica y parte de África una experiencia a todas luces fracasada, una dictadura que se había quedado sola en el concierto de las naciones. Mientras tanto, volvemos, en Venezuela la mayoría de la militancia comunista tomaba otros rumbos. En ese interregno, dos años después, se dieron los hechos de los intelectuales cubanos, la llegada al poder de Salvador Allende y el arribo del escritor y diplomático Jorge Edwards a la isla como embajador de Chile en esa desportillada nación caribeña. Comenzaría otra experiencia con claro origen “checo”, toda vez que los protagonistas no podían despegarse de las esperanzas creadas por Dubček y por aquellos jóvenes cuya primavera aún resuena, pasados cuarenta años, en los oídos del mundo.

“Persona non grata” es un claro ejemplo de aquellos movimientos que despertaron la política latinoamericana. Jorge Edwards, a raíz de los acontecimientos internos con los escritores de la isla, encarcelados unos, silenciados otros por el aparato policial del régimen. En este clima, donde Fidel, Allende, Neruda, Lezama Lima, entre otros, resaltan en la acción no ficticia, conforman este libro que —sin la menor duda— es hijo de aquellos acontecimientos de Praga que se sembraron en América Latina y el resto del mundo.

El libro fue iniciado en los primeros días de abril de 1971, cuando Heberto Padilla continuaba preso, en lo que parecía el comienzo de una represión en mayor escala contra los medios intelectuales cubanos, y yo, sin que hubiera existido una declaración formal de persona non grata, pero considerado, sí, por primera vez en mi carrera, como persona poco grata e incómoda, acababa de salir de Cuba e iniciaba mi trabajo de ministro consejero en París...”

Estas líneas, tomadas de Persona non grata (Barral Editores, Barcelona, España, 1973), revelan eventos que estaban concatenados: los intelectuales cubanos estaban conectados con los sucesos de Praga y con los de París. El llamado Mayo Francés también había provocado en este lado del mundo un pequeño incendio que se convertiría con los años en un gran incendio ideológico.

A un ya largo trecho de aquellos eventos, en Venezuela se sienten las palabras escritas por Teodoro Petkoff en su ensayo*:

Desde ese momento mismo se abrió un debate que aún no cesa. Las aguas se dividieron entre quienes rescataron, para sí y para el movimiento mundial que contribuyeron a crear, el antiguo nombre de “comunistas”, que alguna vez Marx mismo había utilizado durante un breve período y con el cual había apellidado a su famoso “Manifiesto”, y quienes permanecieron fieles a la tradición evolutiva y electoral de la socialdemocracia occidental...”

La Doctrina Brezhnev dio pie, con la invasión a Checoslovaquia y el atentado criminal contra la Primavera de Praga, a la Doctrina Sinatra, liderada por Mijaíl Gorbachov en los años 80, que cerraría —con la ayuda también de muchos dirigentes políticos y del Vaticano— las puertas del Pacto de Varsovia y el régimen comunista entronizado en parte de Europa. No en vano, el polvo levantado por la caída del Muro de Berlín también tuvo su impulso en aquellos sucesos de agosto de 1968.

(*) Este ensayo de Petkoff fue publicado posteriormente en el tomo “El socialismo irreal”, Editorial Alfa, Caracas, 2007.

(Texto traducido al checo en agosto de 2008 y publicado en Praga, a propósito del 40º aniversario de este hecho que conmovió al mundo).

 6 min


Por estos tiempos tan viscosos, el pesimismo se confunde con el realismo. Una frase muy manida, amén de ingeniosa y elegante, intenta justificarlo: un pesimista es un optimista bien informado. Pareciera que hay que apechugar, entonces, con los malos pronósticos que nos anuncian durante los primeros días del 2017. El optimista suele tener, así pues, pésima reputación. Cuenta con mala prensa hoy en día: o es tonto o es un inocente. Peor aún: hasta puede que sea un pendejo.

Pero también hay quienes, por fortuna, piensan que el pesimismo no es útil. Que equivale a aceptar un fracaso trazado de antemano. Suponer que no hay nada que esperar, nada que imaginar, nada que hacer. Es, en fin, bajar los brazos, tirar la toalla y esperar sentados a ver qué sucede. Conformarse y dejar que las predicciones negativas cuenten con viento a favor. Cierto que la situación del país nos envía muchas malas señales, desde muchos lados, pero el pesimismo es lo peor que nos puede pasar.

Hay que ejercer el derecho al optimismo, seguramente establecido en algún artículo de la Constitución, del que nadie se acuerda. O tal vez hacer nuestra la afirmación de Daniel Innerarity, intelectual español con una obra muy importante en su mochila: el optimismo, afirma, no es una opción, es una obligación moral.

Comienza un año nuevo, según esa sana arbitrariedad de dividir la vida en pedacitos de 365 días para darnos la oportunidad de reflexionar, revisar e intentar modificar y enderezar las cosas. Para recordar, en la presente circunstancia venezolana, que el futuro del país está abierto y encierra diversas oportunidades que pueden ser dibujadas por nosotros, porque los augurios no son fatales. Tener en cuenta, en fin, que este país que tenemos, que no le gusta a más del ochenta por ciento de los venezolanos, puede transcurrir de otra manera, por distintos senderos, hacia destinos diferentes, para beneficio de todos.

Pensado en términos colectivos, el optimismo va ligado a la fe en la política, aunque el liderazgo nacional, con sus excepciones, la defraude y la desfigure volviéndola sobre todo disputa por el poder, mientras la gente, bien gracias. Fe en la política como instrumento para juntarnos, pactar y multiplicar nuestras fuerzas. Para volver a pensar en el futuro, que se nos perdió hace tiempo porque Venezuela se nos volvió pura coyuntura, mera cotidianidad con adornitos de épica mentirosa.

Se trata, en fin, de que asumamos el derecho al optimismo, sin desconocer la terquedad de los hechos, según habría recomendado Lenín. O, en palabras de Innerarity, de que cumplamos con la obligación moral de ejercerlo.

HARINA DE OTRO COSTAL

Luego de que hace unos días se anunciara su firma con la Juventus, club de la primera división italiana, Tomás Rincón se ha convertido, creo, en el primer futbolista venezolano fichado por un equipo perteneciente a la aristocracia del balompié mundial, hecho que uno celebra, pero que no alcanza para maquillar la mala situación del futbol nacional (no del femenino, desde luego).

Confieso que Rincón no figura entre los jugadores criollos que más me gustan. Que no me resulta particularmente vistoso ni elegante. Que no es mi tipo en materia de mediocampistas. Pero confieso, así mismo, a riesgo de lucir confuso en mi opinión, que si yo fuera el Director Técnico de algún equipo, me gustaría tenerlo en la alineación.

El Nacional, miércoles 4 de enero de 2017

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No te preocupes por la Venezuela que le tocará vivir a tu hijo, ocúpate del hijo que vas a dejarle a Venezuela; en consecuencia, permíteme que te transcriba un conjunto de sugerencias para que las analices y evalúes en su justa dimensión e intención:

-No le hables mal de su papa, aunque la realidad te recomiende lo contrario.

-Incentívale el pensamiento positivo.

-Ofrécele la oportunidad que te conozca a través de la historia de tu vida.

-Obséquiale cosas materiales sin estimularle el consumismo.

-Nutre su personalidad con tu ejemplo.

-Incúlcale que no permita que nadie le haga lo que él, sería incapaz de hacerle.

-Ejercita con él o ella, el dialogo sincero.

-Nárrale biografías de hombres y mujeres excepcionales.

-Fórjale un carácter fuerte que le permita enfrentarse con valentía a los miedos y temores propios de su edad y así cuando llegue a la adultez, sea humilde en la victoria y altivo en la derrota.

-Corrígele el más mínimo asomo de racismo.

-No drenes hacia él tus angustias, ansiedades y frustraciones.

.-Entrénalo para que sea independiente de modas, líderes e ídolos.

-Explícale lo gratificante que es practicar un deporte y tocar algún instrumento musical.

-Demuéstrale la importancia de la justicia, la responsabilidad, la tolerancia, la honestidad… para que sea un hombre o mujer apto para tomar decisiones, forjarse juicios correctos, amar la libertad y la democracia, defender sus derechos, rebelarse contra la injusticia y diseñar una escala de valores que le permita establecer la diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la mentira.

Finalmente, lo que tu hijo o hija decida ser en la vida, solo es de su exclusiva competencia y no lo que tu consideres sea lo mejor para ella o para él.

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Postulamos que la Iglesia y el pueblo fueron los personajes de un año que será recordado en la historia por haber alcanzado el clímax en cuanto a violaciones a los derechos humanos y a escasez de productos de primera necesidad. La Iglesia en sus púlpitos, pastorales y comunicados fue un baluarte en defensa de la libertad y el pueblo en la calle y en las redes sociales exigió sus derechos y dio muestras de que contamos con una sociedad que no se doblega ante un régimen totalitario adaptado al siglo XXI.

Frecuentemente los enemigos de la Iglesia solo recuerdan sus errores cometidos en un pasado remoto, tales como la Inquisición. También por sus feroces ataques, muy alejados del cristianismo, a judíos y musulmanes. A veces por su apoyo activo o pasivo a dictadores e incluso por casos de corrupción y de pederastia.

Hoy, en tiempos de obscuridad para nuestro país es oportuno recordar el importante papel desempeñado por la Iglesia en la Edad Media. Gracias a los laboriosos monjes recluidos en monasterios y abadías, Cluny la de más prestigio, pudieron llegar a nuestros días los escritos de los pensadores clásicos de la antigüedad. Al respecto, no podemos olvidar la obra de Alcuin de York en el siglo IX, tiempos de Carlomagno. Por cierto que cuando este emperador del imperio romano-germánico decretó la pena de muerte para quien no se convirtiera al catolicismo, Alcuin alegó que ¨Puedes forzar al pueblo para ser bautizado, pero no puedes obligarlo a creer¨. Ante este razonamiento, el gran Carlomagno abolió su abominable decreto.

La Iglesia venezolana actual siguió los pasos de Monseñor Arias Blanco, quien en tiempos de la dictadura perezjimenista se atrevió a denunciar la pobreza reinante en medio de la bonanza petrolera. Más recientemente debemos recordar al fallecido cardenal Castillo Lara. Hoy, nuestra Iglesia ha sido aún más crítica. No solo denuncia a diario las desigualdades, sino también los atropellos del régimen y las dificultades económicas y exige la libertad de los presos políticos, el respeto a la Asamblea Nacional, el regreso de los exiliados y la realización del referendo revocatorio del presidente.

Por ello, nuestro principal personaje del año 2016 es la Iglesia católica. Nuestro agradecimiento a sus Eminencias cardenales Jorge Urosa y Baltazar Porras, así como a los monseñores Lucker, Padrón, Azuaje, Santana y demás integrantes de la Conferencia Episcopal. También a monseñor Ovidio Pérez Morales y al padre Ugalde. Al combativo padre Palmar, quien nos recuerda al aguerrido y apreciado padre Simón Salvatierra, que en paz descanse. Ojalá haya un pronunciamiento conjunto de la iglesia católica, las iglesias evangélicas, el Rabinato y la Asociación de la Liga Mundial Musulmana de Venezuela.

El otro personaje del 2016 es ese pueblo que siguió marchando en señal de protesta y que acudió a votar con la esperanza de lograr un cambio que rescate a Venezuela de la pobreza y la enrumbe hacia un desarrollo sustentable. Muchos de los integrantes de este combativo pueblo han pagado con torturas, cárceles y exilio por el solo hecho de protestar en la calle o por twitter. Con equidad, Chuo Torrealba reconoció que ¨el venezolano demostró estar muy por encima de sus dirigentes políticos¨. .

Cabe parafrasear para el presidente de facto las palabras de Alcuin: ¨Podrás obligar a vestir una camisa roja y a que los empleados públicos asistan a tus concentraciones, pero no los harás creyentes de tu llamada revolución¨. Desde luego que Maduro dista años luz de ser un Carlomagno y por ello seguirá con sus atropellos. Por eso, los demócratas debemos continuar la lucha para sacarlo del poder lo antes posible. Para ello exigimos a nuestra dirigencia más unidad, descartar a quienes dicen tener identificados como traidores, ampliar con nuevas caras el organismo de toma de decisiones y no transigir en la defensa de nuestros derechos constitucionales. En el 2017 podemos lograrlo e iniciar la recuperación económica de Venezuela.

Como (había) en botica:

Nuestra solidaridad con los propietarios y personal de El Impulso, momentáneamente fuera de circulación por criticar al régimen. El TSJ vuelve a inclinarse ante el régimen al ratificar injustas medidas en contra del Consejo Editorial de El Nacional. En el 2016 hay que reconocer la lucha de María Corina desde la calle y de Antonio Ledezma y Leopoldo López desde la cárcel. También la labor realizada por Mitzi de Ledezma, Lilian Tintori de López y Antonieta Mendoza de López por la libertad de los presos políticos. Fredy Guevara, José Guerra y Carlos Berrisbeitia fueron los diputados más destacados. Henry Ramos fue combativo al frente de la Asamblea Nacional. Capriles hizo lo posible para que se realizara el revocatorio. Diego González y Nelson Hernández los petroleros que más aportaron al conocimiento de nuestra industria. Beatriz García realizó excelente trabajo como Coordinadora Nacional de Gente del Petróleo, organización que sigue presente y comprometida con la defensa de los principios y valores de la democracia y con las denuncias del mal manejo de Pdvsa. Diego González afirmó hace años que la prioridad debería ser explorar y producir petróleo en las áreas tradicionales y no en la Faja Petrolera del Orinoco. Ahora esta tesis también la comparte Carlos Mendoza Potellá, de posición política diametralmente opuesta.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

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Luis Manuel Aguana

No hay una característica que nos defina mas como venezolanos como nuestro sentido de la urgencia. “¡Lo mío que me lo den ahora!”, “¡Pa’ ayer es tarde!”, “¡Burro que piensa bota la carga!”. Eso explica muchas cosas: los operativos, los motorizados, los gestores, la corrupción para movilizar documentos, y hasta los puestos de empañadas en las calles. Ese rasgo cultural define comportamientos que luego la gente olvida de donde salieron. Queremos que todo se resuelva ya (los documentos, los trámites, etc.), sin importar que algunas cosas requieran maduración. Este rasgo cultural puede explicar porque aun no salimos todavía del régimen, aunque ustedes no lo crean, y forma parte de lo que debemos, si no cambiar, al menos empezar a controlar en este nuevo año que comienza.

Me motivó a escribir de este tema en mi primera nota de este año, una duda razonable de una extraordinaria seguidora de nuestro proyecto, que también es compartida por muchas personas que me han seguido, y que es la misma duda que sufren los venezolanos por este rasgo cultural descrito de querer las cosas resueltas para ayer: muy bien, les compro el proyecto constituyente pero, ¿no sería mejor dedicamos primero a salir de Maduro (por aquello de la urgencia) para luego seguir con la Constituyente? Considero tan importante este tema, que compartiré la respuesta que le di a mi amiga, y algunas cosas más que creo que se deben abordar de aquello que he llamado el “fast track” del venezolano. Eso puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de la iniciativa que estamos emprendiendo.

Quiero comenzar por lo que le réferi a mi amiga: hay una idea equivocada según la cual los problemas de los venezolanos tendrán una solución inmediata. Y eso es precisamente porque a los venezolanos nos gustan mucho las soluciones instantáneas. Está en nuestra cultura y en los tuétanos de todos nosotros. De alguna manera debemos comenzar a entender que en la medida que los problemas son más complejos, en esa misma medida requieren de soluciones estudiadas y planificadas, llevadas a cabo con precisión de relojería por gente competente.

Es por eso que ustedes ven que aquellas opciones que ofrecen “salir ya” del régimen gozan de mayor popularidad entre los venezolanos. Nadie apuesta por aquella solución que implique un camino largo y por el que haya que trabajar mucho de manera consistente. Por eso todas las opciones constitucionales empezaron por la mas “rápida” hasta llegar al Referendo Revocatorio porque supuestamente “una constituyente era una salida lenta y engorrosa”. Allí también se explica la gran inclinación por una solución militar inmediata, llámese por los “golpes buenos” o los malos. ¡Ojo, esto no es un reproche, es una realidad! Al final, no se ha llegado ni a lo uno ni a lo otro…

Tal vez un ejemplo les ilustre mejor la situación. En una oportunidad asistí a un Taller de Supervivencia en el marco de un programa gerencial de alto nivel que realicé hace muchos años. Realizamos un ejercicio que me llamó mucho la atención. Nos despertaron a las 3 de la mañana y nos dividieron en grupos de 5. A todos los grupos nos señalaron una fogata que se veía a lo lejos en el tope de una montaña y nos dijeron: nos vemos allí en media hora.

La mayoría de los grupos eligieron la vía corta (se imaginan porqué): una línea recta entre el sitio donde nos encontrábamos y la fogata que se veía a lo lejos en el tope de la montaña, en el medio de la más negra oscuridad. Nadie se sentó a pensar, solo salieron corriendo hacia la montaña sin siquiera una linterna. Hubo un grupo que se fue por un barranco antes de llegar a la montaña, gracias a Dios sin víctimas fatales que lamentar, pero hubo una persona que se fracturó una pierna. Nadie se sentó a meditar como habían prendido una fogata tan lejos en tan poco tiempo y menos aun pedirnos vernos luego allá en media hora, en un sitio que tendría no menos de 10 kilómetros de distancia. Era estúpido pensar que se podría llegar en línea recta: ¡tenía que haber un camino!

Y efectivamente lo había. Nos costó 20 minutos encontrar un camino que bordeaba la montaña y otros veinte para llegar corriendo al sitio en 20 minutos adicionales. El camino era una pica para rústicos que ellos usaron para prender la fogata y estaba escondido. El camino al principio parecía ir en la dirección contraria pero luego se enderezó. Eso mismo nos está pasando ahora. De esa experiencia aprendí que para llegar hay primero que pensar y eso toma su tiempo. Pero una vez que lo haces y ya sabes que hacer, lo emprendes hasta que consigues tener éxito. Eso no fue del pensar de la mayoría de los grupos del ejercicio. Gracias a Dios en mi grupo estábamos gente pensante que nos preguntamos primero de que se trataba el problema y pudimos resolverlo.

Siempre me he preguntado por qué la oposición oficial no tiene “salas situacionales” como las del gobierno o grupos de trabajo político-estratégico que piensen. Ustedes ven que es reactiva a lo que hace el régimen. Y eso no es de ahora, tiene mucho más tiempo de lo que ustedes creen. No convocan a los especialistas. Las figuras políticas se creen dueñas de la verdad y como resultado vemos fracaso tras fracaso. Y si a eso le añaden los apetitos de poder personales de la dirigencia política opositora, y el colaboracionismo corrupto de muchos de ellos, el resultado no puede ser otro que el que estamos apreciando a principios de este año del Señor 2017.

Muchos venezolanos piensan, como algunos de mis compañeros en ese ejercicio, cuando en aquella oscuridad el camino empezó a desviarse para otro lado y dudando dijeron que ellos no lo seguían porque “parecía” alejarse de la dirección de la fogata. Efectivamente eso parecía pero había que continuar en el plan. Tres de nosotros dijimos que continuaríamos pero los demás iniciaron otro camino por unas trochas fuera de la ruta principal que seguíamos todos. Esos llegaron después. No les puedo negar que me pusieron a dudar pero me dije: encontramos el camino (que ya fue bastante difícil hallarlo) lo que resta es seguirlo de acuerdo al plan acordado. Y así lo hice y llegamos antes. Recuerden la Ley de Kanter en mi última nota:“Everything can look like a failure in the middle” (“Todo puede parecer un fracaso en la mitad”).

A la pregunta: ¿no sería mejor dedicamos primero a salir de Maduro para luego dedicarnos a la Constituyente? Mi respuesta es: ambas cosas son lo mismo aunque parezcan dos caminos diferentes. Les digo a todos: no hay camino directo para llegar a la fogata de la democracia. Hay que pensarlo primero, hacer un plan, trabajarlo y ejecutarlo. Y eso no es precisamente lo que nos gusta hacer a la mayoría de los venezolanos, queremos las vainas para ayer.

Don Rafael Grooscors Caballero, en uno de sus múltiples mensajes de su vasta experiencia política que compartió conmigo el año pasado, lo define extraordinariamente bien: “La MUD, tanto como la Coordinadora Democrática, fueron buenos aciertos en lo electoral. Pésimos, sin embargo, en cuanto a formulación estratégica de una oportuna oposición. La AN, con todo y su Henry Ramos peleón, perdió el tiempo en el año que se va, porque creyó, como la MUD, que estaban dadas las condiciones para operar democrática y constitucionalmente y lograr una salida política, pacífica, sin riesgos y electoral. Despreciaron a la sociedad civil. Despreciaron a la Academia. Despreciaron a los trabajadores organizados. Despreciaron a la OEA y a su Secretario General. Terminaron jugando la carta del Vaticano, olvidando el pasado peronista del Papa. Un desastre. En política no es fácil rectificar. La oposición, a más de requerir otras caras, requerirá una formulación programática muy densa y distinta. Los partidos deben pasar a un segundo plano. La soberanía debe ocupar el primero. Venezuela es una Nación con 23 órganos funcionales que son más representativos de su vida verdadera que los Poderes Públicos “nacionales”. Los 23 Estados de la unión federal. Llegó la hora de hacer ver esta realidad, pero no escribiendo tweets en Caracas, sino rebelando a esos 23 frentes, con intensidad creciente. De Maracaibo a San Cristóbal; de San Fernando a Ciudad Bolívar; de Tucupita a Puerto La Cruz; de Maracay a Coro; de Barquisimeto a Valencia, el viejo sentimiento, siempre reprimido, de la Federación, debe imponerse y convencer a todos de que a Venezuela no la salva sino Venezuela.” (resaltado nuestro).

Y en ese plan estamos en la Alianza Nacional Constituyente para llegar a la fogata de la democracia verdadera en Venezuela. Y como parte de los deseos de cambio de los venezolanos para este año que comienza, y que creo que será muy duro, desde ya yo le agregaría trabajar mucho en ese “fast track” que nos ha jodido tanto en los años pasados. Tal vez no les guste a algunos el plan que nosotros hemos formulado y lo respetamos. Pero a aquellos que nos les guste el nuestro ¡hagan el suyo! ¡hay espacio para todas las ideas! Nosotros comenzamos hace más de tres años. Seguramente alguno de esos funcionará, dándoles a los venezolanos en algún momento los resultados “para ayer” que nos encanta tanto disfrutar, pero que hasta ahora no hemos tenido el sentido común de trabajar…Recuerden siempre las palabras de Don Rafael: A Venezuela no la salva sino Venezuela…

@laguana

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Al comenzar este año la salida a la crisis política que cada vez más nos arrastra hacia el sótano de nuestra historia, solo se vislumbran tres opciones que parecieran no tener ninguna vinculación entre sí, aunque siempre habrá quien argumentará a favor de la posibilidad de conciliarlas.

Una y la más expedita es el golpe de estado seco, que no tenemos en lo personal ninguna manera, ni conceptual ni operativa de ayudar a hacer realidad y que da la impresión de que no contaría en contra ni siquiera con la conformista expresión “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

Otra, sin duda la más dolorosa en términos de vidas perdidas y bienes materiales destruidos es la tan mentada rebelión popular o explosión social que pareciera el término apropiado, que lejos de muestra de conciencia política organizada daría rienda suelta a las pasiones humanas más primitivas que justificadas por el hambre y la falta de esperanza, nos llevarían a ignorarlo todo y a “jugarnos a Rosalinda” sin ninguna garantía para nadie, sin importar el papel de activos o pasivos que decidamos o nos veamos obligados a adoptar.

La que queda, la salida política, solo posible a través de la presión concertada de todos los integrantes de la sociedad, civil y militar, para el logro de un acuerdo que permita no solo el indispensable cambio de gobierno, sino la reconstrucción del país mediante la refundación de sus instituciones y la adopción de un cuerpo de normas de convivencia innegociables.

La Asamblea Nacional Constituyente Originaria es la única vía que hemos tenido siempre; sus detractores la descartan por ser un acto repetido fallidamente en nuestra historia, por la abundancia de leyes existentes y por la imposibilidad de lograrla en un régimen dictatorial. Con ello, a la par de descalificarla como instrumento constitucional vigente y más fácil de instrumentar que otros intentados, abonan el terreno para el sostenimiento de la polarización política, negatoria de la diversidad y del pluralismo indispensable para la existencia de la democracia, afianzando la permanencia de regímenes de gobierno centralistas, desconocedores de las realidades y necesidades locales, e imbuidos de la presunción repetidamente errada de que la gente no sabe lo que quiere y que siempre tendremos necesidad de unos pocos que nos guíen.

La elección de una Asamblea Constituyente promovida, organizada y supervisada por la sociedad se traduciría de inmediato en el cese de todos los poderes constituidos dando paso a un ejecutivo concertado de transición y a la designación también transitoria del resto de los poderes de acuerdo a criterios de capacidad y honestidad de muy fácil comprobación práctica.

Transcurrido el lapso que la misma constituyente propusiese, una vez aprobado por los venezolanos en el ineludible referendo, el país tendría que elegir los poderes constitucionales a los que hubiere lugar, siendo condición previa indispensable que de inmediato (2017) y sin ninguna otra consideración se procediese a la elección de gobernadores y Consejos Legislativos, así como a la de alcaldes y Concejos Municipales a finales de este año.

¿Qué tienen que negociar los políticos por mandato de sus empleadores, es decir, de todos nosotros?

La modificación inmediata, concertada e inapelable de la Ley Electoral y la Ley del Poder Electoral para no solo garantizar la obvia necesidad de imparcialidad de los procesos eleccionarios, sino además la representación proporcional de las ideas en los órganos colegiados y las condiciones de financiamiento público y privado de las futuras campañas.

Hacer realidad lo que ha propuesto tanta gente y que es hoy clamor nacional, solo demanda capacidad política, sentido de trascendencia histórica y desear vehemente y sinceramente un país diferente y de TODOS. La mayoría así lo quiere.

PD:

No es cierto que tengamos la mejor constitución del mundo, ni que ella proteja los derechos de los venezolanos. De hecho ha sido la más manoseada e incumplida.

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