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Opinión

Tulio Ramírez

Lo vieron correr raudo y veloz cerro abajo, golpeaba desesperadamente las puertas vociferando a todo pulmón que había que tomar las armas porque los yanquis ya habían llegado a Venezuela. En la gritadera apenas se le entendía que habían tomado la capital y el estado Amazonas. Torcuato, un hombre de 64 años, conocido en el Barrio como Thor por su destreza en el arte de martillar a los vecinos, se encasquetó su uniforme de miliciano, se armó de un machete de esos que llaman cola e’ gallo y se dispuso a organizar la resistencia frente al insolente invasor. Todos los vecinos, sorprendidos ante tanta alharaca, salieron a averiguar qué era lo que estaba pasando. Para unos esta reacción era producto de sus frecuentes borracheras, para otros podía ser el anuncio de la tan temida invasión de los ejércitos del norte.

Llegando a la última escalera del Barrio lograron darle alcance. Su nerviosismo era patente, la seriedad de su expresión desconcertaba, aunque el tufo a aguardiente blanco delataba una noche de copas, o más bien, de vasitos plásticos. Ante la solicitud de aclaratoria, Torcuato sudando más que un marchante turco, procedió entre balbuceos, a dar la nefasta noticia. Comentó que encendió el televisor del taller mecánico, donde “cuida” y duerme, sintonizándolo en VTV y, entre despierto y dormido, escuchó que “los yanquis habían vencido a los indios en su terreno”, pero no solamente eso, también anunciaron que “los temidos Mariners habían doblegado a los capitalinos sin darle mayores libertades”, y para más colmo, se filtró que los curas estaban en la conspiración apoyando la invasión, porque el locutor anuncio que “los padres habían maniatado a los vigilantes sin ninguna misericordia”. Pobre Torcuato no se había percatado que el locutor había dado los resultados de los juegos de grandes ligas entre Yanquis de New York e Indios de Cleveland, Marineros de Seattle y los capitalinos Nacionales de Washington, así como los resultados del encuentro entre Padres de San Diego y Vigilantes de Texas.

Así como Torcuato, muchos venezolanos han entrado en la paranoia de la invasión gringa, por supuesto, exacerbada con el anuncio irresponsable de Trump. Anuncio este que inmediatamente fue reinterpretado por el vicepresidente Pence en su viaje a Colombia. Ese episodio me recordó cuando Chávez declaraba cualquier barbaridad y luego el vicepresidente José Vicente Rangel, salía ante los medios aclarando que el presidente no había dicho lo que realmente dijo. No sé si Trump es el hermano perdido de Chávez, pero pareciere que tienen la misma carga genética. Bocones, estridentes, blufeadores y pantalleros, uno me recuerda tanto al otro.

Pero hay algo cierto, lo de la invasión gringa no está en el tapete por las infelices declaraciones de Trump. El gobierno del socialismo del siglo XXI la ha utilizado por lo menos desde el año 2002. Es la misma estrategia que utilizó Fidel Castro por 50 años para mantener a una población en ascuas y en ejercicios militares permanentes, mientras sucumbía ante la miseria y la falta de libertades. Con este mismo cuento quieren mantener a muchos venezolanos con la ilusión de que en cualquier momento se convertirán en heroicos patriotas por defender la nación. Esto explica que cientos de Torcuatos uniformados de Milicianos con un palo de escoba en la mano porque no hay presupuesto para darles armas, asuman con tanta seriedad y autoridad la tarea de “cuidar” instalaciones públicas, sin que nadie tome en serio su presencia casi circense. Para hacerles la historia corta, los jodedores del Barrio, entre burlas y chascarrillos, le sugirieron al popular Thor, ir a darse un baño, cepillarse para contrarrestar el delator tufo, y rezar a todos los santos para que, en caso de que se concrete la susodicha invasión, no coincida con el día del cobro de la pensión, ni con la entrega de las Bolsas Clap.

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El Gólgota encierra un maravilloso episodio bíblico, ya que representa la colina en las afueras de Jerusalén donde se indica que fue crucificado Jesús de Nazareth. En Venezuela, en medio del polvo levantado en tolvaneras por el tibio viento veranero, o en medio de los charcos que van dejando las lluvias de la estación desde mayo hasta septiembre u octubre, también tenemos nuestro propio Gólgota, cerca de la población de Chaguaramas en el estado Guárico. El nuestro, a diferencia de aquel Calvario árido, ha sido transformado con el trabajo creador de sus sucesivos propietarios en un lugar de actividad agrícola productiva, y con sus lagunas artificiales, sembradíos diversos y manadas de ganado bovino pastando en sus paisajes ondulados, trasmite un reconfortante mensaje de progreso.

A finales de la década de los sesenta del siglo XX, Don Eugenio Mendoza, ese próspero y visionario empresario venezolano, por medio de Protinal, C.A., líder en la producción de alimentos balanceados para animales (ABA), comienza a gestar la necesidad de satisfacer las demandas de materia prima energética de esa industria con producción nacional en lugar de las importaciones de trigo de segunda, grano que era el principal componente de los ABA. Se decidió producir sorgo granífero, un cultivo poco conocido para la época, pero que en base a sus requerimientos climáticos y edáficos, se debía ubicar una región en la cual se pudiera emprender un programa de producción de ese rústico cereal. Sobre esta base, los esfuerzos se dirigieron hacia el eje El Sombrero-Santa María de Ipire, donde para esa época había una agricultura decadente, con algunos campos sembrados con algodón, los cultivares de maíz disponibles no tenían suficiente capacidad productiva, pero los de sorgo si podían expresar toda su riqueza genética con rendimientos económicamente aceptables.

De esta manera se llega a Chaguaramas, donde Don Julio Manuit era propietario de las fincas San Andrés, La Ceibita y El Gólgota, aledañas a este pueblo, que estaba en un estado de pobreza y subdesarrollo increíbles. Don Eugenio Mendoza negocia la compra de estas tres fincas e inmediatamente se comienza su acondicionamiento para la producción agrícola. Comienza a llegar la maquinaria pesada para la deforestación, los topógrafos comienzan a trazar los rompevientos cada 500 metros perpendiculares a la dirección de los vientos predominantes, se inicia la tumba-repique y quema y el pase de rastra pesada para facilitar el desraizado de los terrenos, se pasa la rastra y se adecúa la superficie del suelo para, al llegar las lluvias, recibir las semillas de ese grano milagroso que cambió la historia de este pueblo y de toda la región, y que cambió el paisaje con sus panículas de múltiples colores.

El Gólgota pasó a ser la finca principal de este conjunto, allí se estableció un campo experimental donde se evaluaron cientos de cultivares de diferentes especies, se iniciaron programas de mejoramiento genético para producir nuestros propios híbridos de sorgo, se evaluaron las prácticas agronómicas necesarias para desarrollar una agricultura con los adelantos tecnológicos del momento, se comenzaron a evaluar y a ejecutar prácticas conservacionistas para evitar el deterioro de los suelos, incluyendo labranza conservacionista, mínima y cero labranza.

Aquellas fincas se convirtieron en un centro de enseñanza para los demás productores, para los operadores de maquinaria, para los técnicos del agro de todos los niveles, incluso para los administradores de empresas agrícolas. Esto permitió que en el corto plazo la región floreciera; el comercio de los pueblos, su infraestructura y sus servicios mejoraran, y algo muy importante, el cultivo del sorgo granífero se extendió por la región y por otras regiones agrícolas del país, llegando a cubrir en pocos años más de 200.000 hectáreas.

Una vez que la empresa Protinal, C.A. por medio de su filial Agrícola Chaguaramas, C.A. considera que ya se había logrado el objetivo de esta actividad agrícola, vende las fincas a productores de la región quienes continuaron con la actividad mixta de producir granos (actualmente el cereal principal es el maíz porque los nuevos híbridos han permitido rendimientos económicamente aceptables con esta especie) y aumentar los rebaños de bovinos para la producción de carne.

Afortunadamente, El Gólgota es adquirido por un dedicado ganadero de la población guariqueña de El Socorro, quien ya se había interesado en la siembra de sorgo y soya, dejando de ser ganadero al convertirse en productor agrícola. Por supuesto, esta finca fue adquirida no solo para mantenerla productiva si no para ampliar su superficie de siembra, establecer potreros con especies forrajeras mejoradas, incrementar los rebaños; en fin, para seguir siendo un centro de producción de alimentos para la población venezolana que está tan necesitada de este recurso.

El ganadero de El Socorro que adquirió la finca El Gólgota de Agrícola Chaguaramas, C.A. fue el señor Odoardo Albornoz, quien siguiendo una tradición ancestral inculcó a sus hijos el amor por el campo, les enseñó a querer la tierra, a disfrutar la vida campesina, a ser productores eficientes, razón por la cual, hoy en día esta finca es manejada por Odoardo Albornoz hijo, llevándola cada vez a mayores índices de productividad. Por supuesto, una unidad de producción como ésta, hecha como dicen en el llano, colmada de recursos y de riquezas, es apetecida por los entes gubernamentales actuales, porque ellos no serían capaces de realizar un trabajo de esta naturaleza, difícil, prolongado en el tiempo para que comience a dar resultados. Por eso quieren expoliarla y, como todas las propiedades que han asaltado, volver a convertir este jardín en terrenos yermos, improductivos, abandonados, volver a los paisajes agrestes del pasado, continuar sembrando el hambre en Venezuela.

Es injusto e inaceptable que el esfuerzo de tantas personas, durante tantos años, para transformar toda una región generando progreso y bienestar, sea destruido por la ignorancia de unos aprovechadores de oficio.

Agosto de 2017

pedroraulsolorzano@yahoo.com

www.pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com

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Miguel Ángel Martínez Meucci

Las fuerzas democráticas que enfrentan al régimen presidido por Nicolás Maduro parecen vivir en estos días una situación de relativo desconcierto. Luego de varios meses actuando unidas en torno a una estrategia común (y, por cierto, nada fácil de acometer) que generó una enorme presión sobre dicho régimen, las interrogantes vuelven a emerger cuando éste nuevamente le plantea a la oposición un dilema ya viejo: participar en unas elecciones sin las garantías que debería proporcionar un estado de derecho actualmente inexistente, o apostar por vías de acción política que se mantengan al margen de esa institucionalidad viciada y espuria.

Han aparecido en el debate público argumentos a favor de una y otra opción. Entre los que he tenido oportunidad de leer me han parecido particularmente lúcidos los artículos de Aníbal Romero, Luis Ugalde, Gustavo Tarre y José Toro Hardy. Todos ellos han hecho énfasis en la complejidad de esta encrucijada y expuesto elocuentemente las razones de sus preferencias. En conjunto, podemos afirmar que sobre este particular han emergido razonamientos que optan por dos vías: algunos son de corte más bien pragmático, mientras otros presentan argumentos de fundamentación eminentemente moral. Algunos comentaristas incluso han llegado a presentar el asunto como un dilema entre el poder y la ética.

No obstante –al menos desde nuestro punto de vista– ética y poder no constituyen esferas separadas. El poder es siempre relacional, no un hecho objetivo; es una relación que se establece entre al menos dos personas, y por ende, depende de las actitudes, ideas, intereses y comportamientos de ambos. Podría, sin embargo, entenderse el poder como mera capacidad de recurrir a la violencia; en ese caso, para tener poder bastaría con tener las armas. Pero incluso un pragmático redomado como Talleyrand le recordaba al todopoderoso Napoleón que las bayonetas sirven para todo, excepto para sentarse sobre ellas. Dicho de otro modo, no es posible que nada se asiente sobre la pura violencia, porque ese mecanismo funciona sólo hasta el momento en el que los sometidos pierden masivamente el temor a rebelarse. Y mientras más cae el opresor en el terreno de la pura dominación armada, mayor será la propensión del oprimido a rebelarse. El arma es tan solo un instrumento; su valor político dependerá enteramente de la correlación de fuerzas morales entre quien la usa para someter y quien se resiste a ser sometido. De otro modo, la historia sería siempre predecible y lineal: prevalecería siempre quien está mejor armado.

El papel de las ideas, convicciones y actitudes morales no deja de ser, por lo tanto, fundamental. La debacle de Venezuela no se explica sin la desmoralización progresiva que ha experimentado su sociedad. Si examinamos las coyunturas históricas decisivas en las cuales se pudieron tomar decisiones distintas que nos hubieran conducido por otros derroteros, podremos observar cuántas veces “la palmera se inclinó para no partirse” ante la fuerza que ejercían quienes carecían de escrúpulos. Esas fuerzas no fueron siempre tan potentes como hoy, cuando el Estado y las Fuerzas Armadas son empleados por unos pocos para saquear a la nación. La consecuencia de esas reiteradas concesiones, a menudo acompañadas de no pocas colaboraciones, es que hoy en día el país se ha convertido en un estado fallido. ¿Existe forma de reconstituir a la nación sin apelar a profundas fuerzas morales que vayan en dirección contraria a la experimentada hasta ahora?

En mi opinión, una sociedad postrada, desmoralizada, extraviada en su amor propio, difícilmente podrá desarrollar el poder necesario para cambiar las cosas. Y si bien estaremos todos de acuerdo en que un gran liderazgo será necesario, quizás no todos compartirán la idea de que el carácter de ese liderazgo ha de ser fundamentalmente moral. Si el poder es la capacidad para actuar concertadamente, se requiere algo que aglutine a las personas para dirigir sus esfuerzos hacia un mismo objetivo, un móvil igualmente significativo para toda la colectividad. La pluralidad de intereses contrapuestos encuentra más fácilmente un punto de equilibrio cuando previamente ha sido posible definir ciertos valores y consensos éticos. Por eso es tan difícil concebir en política una meta, un mensaje, una poderosa línea de acción que no esté conectada con esa dimensión moral. El discurso y la actitud del líder político han de marcar un norte común que irremisiblemente es también un horizonte ético, sobre todo cuando se transitan situaciones trágicas.

Ahora bien, es preciso no perder de vista que el valor moral no se opone a la esfera de lo práctico. Todo lo contrario; la reflexión moral es un tipo de razonamiento que a menudo surge del examen de múltiples situaciones concretas y que intenta, a partir de ello, deducir y resumir principios generales de acción. Por supuesto que el interés individual opera como móvil esencial del comportamiento de cada individuo; no obstante, el bien de la nación trasciende la mera suma de los intereses individuales. La acción colectiva más poderosa sólo es posible cuando el liderazgo es capaz de encarnar y transmitir esa fuerza moral.

Partiendo de lo anterior, y ante el dilema de las elecciones regionales, me haría dos preguntas básicas: en primer lugar, ¿por qué un régimen que ha dado muestras claras de comprender que no puede ganar elecciones limpias (como prueba de ello están el bloqueo del referéndum del 2016 y la eliminación de la elección de gobernadores en ese mismo año) decide ahora convocar a elecciones regionales? Y en segundo lugar, ¿cómo afecta la respuesta de la Mesa de la Unidad Democrática a tres elementos esenciales de la calidad de su liderazgo político: 1) la estrategia desarrollada hasta ahora, 2) su propia cohesión interna, y 3) su conexión con sus seguidores?

Primero, cabe suponer que un régimen como el actual sólo puede plantear una contienda electoral si a) no le importa perderlas en la realidad (bien porque piensa afirmar fraudulentamente que las ganó, porque con la derrota no pierde cuotas decisivas de poder o porque incluso considera que podría ganar una buena parte de las gobernaciones), y si b) sus dirigentes consideran que el solo hecho de convocarlas les hace ganar un terreno que actualmente sienten estar perdiendo. No encuentro otra explicación racional a esta decisión por parte de un régimen que ya optó por aceptar olímpicamente el terrible costo político que le acarreó el colosal fraude del 30 de julio. Tampoco me parece creíble que el oficialismo considere como primera opción (incluso si ello fuera fruto de un error de cálculo propiciado por la soberbia) la posibilidad de ganar un número políticamente aceptable de gobernaciones.

Pongámonos en sus zapatos: la tarea que acomete este régimen no es fácil, pues pretende que cada venezolano acepte doblegarse hasta virtualmente convertirse en un esclavo. No obstante, toda tarea aparentemente imposible se logra por etapas. Si los venezolanos en 1999, o en 2002, o en 2007, hubieran podido imaginar y dar crédito a la situación que ahora viven, hubieran hecho lo que fuera por evitarlo. Cuando las cosas se plantean en blanco y negro, en un gran “macrojuego”, la gente opta por lo que es claramente mejor, incluso asumiendo costos elevados. Pero si los grandes dilemas se plantean como una sucesión de pequeñas decisiones o “microjuegos”, sin que cada una de ellas permita imaginar fácilmente lo que vendrá como consecuencia de cada opción tomada, y en donde los costos de equivocarse no parecen definitivos e irrecuperables, el deslizamiento progresivo hacia la tragedia (y a veces con la cooperación del propio afectado) se hace factible. El régimen ha sabido poner en práctica este juego de pasos sucesivos en la paulatina implantación de su modelo totalitario, y pretende hacerlo nuevamente incluso ahora, cuando la tragedia es evidente. El planteamiento de múltiples microjuegos desorienta, confunde y divide al adversario, cuyas facciones terminan siguiendo caminos diferentes en lo que debiera ser una lucha común.

Segundo, con respecto al modo en que esta propuesta ha sido recibida en el seno de la coalición de las fuerzas democráticas, cabe señalar en primer lugar que 1) aceptar la participación en el contexto actual, sin mediar ninguna modificación en las condiciones que impone el actual Consejo Nacional Electoral, representa un desvío de la estrategia seguida hasta ahora de modo unitario, la cual estaba marcada por la masiva movilización de la población en desconocimiento de un régimen autoritario e inconstitucional, movilización reflejada tanto en las protestas de calle como en el evento del 16 de julio. Es preciso señalar que este último constituyó un acto de desobediencia civil masiva en el que 7,7 millones de venezolanos desconocieron expresamente al Tribunal Supremo de Justicia y al Consejo Nacional Electoral. Si bien en la tercera pregunta a la que se dio masiva respuesta afirmativa se habla de elecciones, se entiende que las mismas tendrían lugar luego de ser cambiadas las autoridades de los poderes públicos. Así parece entenderlo la ciudadanía, que además ha reducido sus niveles de movilización luego de que los partidos de oposición inscribieran sus candidatos.

Por otra parte, 2) hay que señalar que la decisión no se tomó después de un concienzudo debate a puerta cerrada. Por el contrario, distintas fuerzas políticas comenzaron por señalar cuál sería su posición particular antes de que se produjera dicho debate. Esta situación necesariamente refleja serias disensiones en el seno de la MUD, disensiones que por lo menos hasta el 30 de julio no se habían materializado en un desvío de la estrategia seguida hasta ese momento. Y por último, 3) como consecuencia de los dos puntos anteriores, es comprensible que la conexión del liderazgo opositor con sus seguidores se vea afectada. Un capital político no se construye de la noche a la mañana, y para mantenerlo resultan fundamentales la claridad, la coherencia y el sacrificio. Es precisamente en coyunturas como éstas donde la gente requiere percibir con toda claridad que la línea de acción planteada se adhiere a principios de orden lógico y moral, y no que es el resultado de debilidades y desavenencias entre agendas particulares.

Sabemos, a pesar de lo anterior, que la política dista mucho de ser el reino de la perfección lógica y moral. Especialmente cuando tiene lugar en contextos de aguda conflictividad, la política implica confrontarnos con lo equívoco, lo paradójico, lo inexacto, lo amenazador; en suma, con la contingencia y la otredad en su dimensión más dramática y profunda. El régimen ha seguido demostrando la crueldad y falta de escrúpulos que le caracterizan, mientras los costos de la prolongada movilización siguen elevándose para la sociedad democrática. Son muchos los valientes políticos y ciudadanos que han sufrido y sufren hoy en carne propia las consecuencias de la represión descarnada. Por lo tanto, y sobre todo si tenemos presente que del lado de los demócratas existe una mucho más acusada voluntad de restablecer un marco de convivencia plural, así como una más decidida apuesta por la vida, se entiende la necesidad constante de optar por vías institucionales cada vez que se presenten, e incluso la tentación de hacerlo a pesar del carácter espurio y falaz de esa institucionalidad.

Y sin embargo… sin embargo nos queda esa sensación amarga. Estas elecciones regionales serán afrontadas con un espíritu muy distinto al que animó la jornada histórica del 16 de julio. Algo parece no haberse hecho bien al momento de tomarse esta decisión, y así lo han planteado también varios de los más valiosos aliados de los demócratas venezolanos en el exterior, quienes apostaron por respaldar a fondo la estrategia de desobediencia desarrollada durante los últimos cuatro meses. A ello se suma el hecho de que, después de los sacrificios extraordinarios que la población ha venido afrontando, el régimen pretende no sólo mantenerse en el poder sino implantar definitivamente el totalitarismo; sabe que la coyuntura llegó a un punto sin retorno, y que la victoria decisiva depende del estado anímico y moral de los contendientes. Por ello su cúpula dirigente hace todo lo posible para quebrar la determinación de tantas y tantas personas que han decidido no acatar más sus órdenes, intentando dividir a la oposición y descarrilándola de la estrategia que ha forzado tanto la fractura como la condena internacional del régimen que preside Maduro.

En tales circunstancias, ¿tiene sentido entrar en el juego que plantea el oficialismo, o se debería seguir insistiendo en imponer un juego distinto, ese juego que ha llevado al régimen a un aislamiento cada vez mayor por parte de las naciones democráticas y que ha recuperado la moral de la gente en el fragor de la lucha por su libertad? A menudo se ha planteado este debate desde una perspectiva exclusivamente pragmática, como una disyuntiva entre medios y vías más eficaces que otros. La verdad es que en el plano de las acciones humanas (cuyos resultados necesariamente desconocemos de antemano y por lo tanto no podemos evaluar con absoluta precisión), y especialmente de las que tienen lugar en contextos de agudo conflicto, es imposible asignar previamente a una u otra estrategia una superioridad absoluta. En el plano de la intersubjetividad y de la interacción política son las personas las que terminan por hacer buenas las vías de acción que deciden acometer. Pero es precisamente en ese plano en donde cuentan de forma especial las connotaciones morales que revisten las decisiones que tomamos.

Más allá de la suerte con la que finamente corra la sociedad democrática en las elecciones regionales, conviene no perder de vista que el liderazgo político, si verdaderamente pretende ser tal, debe cuidarse de subestimar la profunda necesidad que tiene la ciudadanía de sentirse conducida por vías que resguardan su honor y el valor de sus ingentes esfuerzos y sacrificios. El corazón de esta lucha es la sed de libertad y la necesidad de recuperarla. 2017 será recordado como un año en el que la actitud de postración de la población cambió por completo; como el momento en el que la ciudadanía optó masivamente por rebelarse contra el opresor, dejando de lado los abstractos circunloquios de quienes en medio de la caída libre de la nación les pedían obedecer y esperar. Ha sido esa fuerza descomunal la que motivó el cambio de la comunidad internacional frente a la situación de Venezuela, la que genera fisuras en la coalición de gobierno, y será esa fuerza la que más temprano que tarde propicie el cambio de rumbo que la gente exige y requiere con urgencia.

Fuente: Politika UCAB ,16 de agosto de 2017

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El gobierno presentó su propuesta: la Constituyente. Esa Asamblea convocada al margen y en contra de lo previsto en la Constitución Nacional no solo no resolverá ninguno de los problemas que afligen a la familia venezolana, sino que, lo que ha logrado hasta ahora, es agravar la polarización y la confrontación política.

El gobierno, con su propuesta constituyente, no va a recuperar nunca la gobernabilidad. Por ese camino, pierde el gobierno, y, lo que es más grave, perdemos los 30 millones de venezolanos.

Algunos sectores de la oposición también han presentado su propuesta: calle, más calle y más calle. Trancazos y más trancazos. Todo con el propósito de derrocar al gobierno, sin darse cuenta de que el desenlace de una tal estrategia no puede ser otro que un golpe militar de impredecibles consecuencias. En ese escenario también perdemos todos.

Un nuevo gobierno que surja en un esquema de confrontación no va a poder enfrentar la crisis económica y social que estamos sufriendo los venezolanos. A Venezuela le urge un gobierno de unidad nacional que asuma con eficiencia la situación y pueda atender las necesidades más urgentes de la población venezolana.

Es la hora de convocar la inteligencia, el sentido común y el pragmatismo.

El único escenario posible en el que ganamos todos es el de un gran entendimiento, de un gran acuerdo, de un pacto de gobernabilidad. Entendimiento, sin exclusiones, que permita la formación de un gobierno de unidad nacional que cuente con el apoyo, dentro y fuera del país, para enfrentar la crisis con éxito.

La situación económica del país va a empeorar. El gobierno, cada día que pasa, va a tener un escenario más complicado. Por eso sostenemos que el gobierno le interesa una solución como la que proponemos. A la oposición también le conviene asumir el camino del diálogo y de la civilidad. Pero, sobre todo, a los 30 millones de venezolanos nos interesa terminar con esta tragedia de una vez por todas.

La oposición no puede derrocar al gobierno sin pagar un precio altísimo. Y, derrocando al gobierno, con la catástrofe económica que experimenta el país, se encontraría con una situación inmanejable.

Somos 30 millones de venezolanos que esperamos que prevalezcan la inteligencia y el pragmatismo de nuestros líderes para abordar una agenda muy sencilla: recuperar la democracia, reconstruir la economía y atender los problemas del hambre, desabastecimiento y alto costo de la vida.

Seguiremos conversando.

@EFernandezVE

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http://www.ifedec.com/category/articulos/eduardo-fernandez/

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Mientras la sociedad civil debatía sobre la participación en las elecciones Regionales 2017, anunciadas para el mes de octubre, la supuesta Asamblea Nacional Constituyente, ilegítima e inconstitucional, aprobó dos Decretos Constituyentes a través de los cuales pretende asumir el control absoluto del Estado.

El primero de esos Decretos Constituyentes plantea que su objeto es garantizar el funcionamiento armonioso, justo y equilibrado de todas las ramas del poder público a los fines de cumplir efectivamente con los fines del Estado.

Ahora bien, según el artículo 3 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, el Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona, el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo, y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en la Constitución vigente.

Esos fines, constitucionalmente reconocidos, no son los mismos a que hace referencia el Decreto Constituyente, el cual plantea como fines esenciales del Estado: preservar la tranquilidad pública, la paz, la soberanía y la independencia nacional, el funcionamiento constitucional del Estado y la garantía efectiva de los derechos del pueblo venezolano.

El control absoluto sobre el Poder Público a través de ese Decreto, publicado en Gaceta Oficial No. 6.323 del 8 de agosto de 2017, se concreta a través de las siguientes atribuciones que la propia Constituyente se delegó a sí misma:

Decretar medidas sobre competencias, funcionamiento y organización de los órganos del Poder Público, de cumplimiento inmediato.

Limitar o decidir la cesación de las actividades de las autoridades que conforman el Poder Público.

El Decreto Constituyente, además, decretó formalmente que todos los organismos del Poder Público quedan subordinados a la Asamblea Nacional Constituyente, y éstos quedan a partir de ese momento obligados a cumplir y hacer cumplir los actos jurídicos que emanen de dicha Asamblea.

Lo novedoso y peligroso de ese Decreto Constituyente es que aparece un tercer actor: la supuesta Asamblea Constituyente, que con la excusa de ser plenipotenciaria se está reservando atribuciones para un control absoluto del Poder Público Nacional. Tan es así, que hasta el propio Presidente Maduro expresó públicamente su subordinación a esa cuestionada, ilegítima e inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente.

El Presidente Maduro, en una participación pública ante la Asamblea Nacional Constituyente, declaró: “Vengo a reconocer sus poderes plenipotenciarios, soberanos, originarios y magnos, para regir los destinos de la República. Como jefe de Estado me subordino a los poderes constituyentes de esta Asamblea Nacional Constituyente”.[1]

¿Qué significa que un Presidente, electo popularmente, exprese su voluntad de subordinarse a un Poder Constituyente que no representa a los venezolanos y que violenta los valores, principios y garantías constitucionalmente reconocidas en nuestro orden constitucional y democrático?

¿Qué interpretación debemos darle al Decreto Constituyente de ratificación al ciudadano Nicolás Maduro como Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Jefe de Estado y de Gobierno, Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, el segundo documento aprobado y que fue publicado el 10 de agosto de 2017, en Gaceta Oficial Extraordinaria No 6.325?

En ese Decreto Constituyente se reconoce expresamente que la permanencia de Nicolás Maduro como Presidente de la República, y convocante de la Constituyente, es un soporte fundamental para la implementación de las medidas que adopte la Asamblea Nacional Constituyente y una supuesta garantía para que el proceso democrático de transformación integral de la Nación prosiga con éxito.

Por cierto, ese Decreto Constituyente se equivoca al calificar de “democrático” este proceso constituyente. Basta revisar con objetividad todo el proceso que va desde su convocatoria hasta su definitiva instalación.

Con estos dos Decreto Constituyentes se ha concretado el golpe de Estado que desde el año 2016 viene denunciando expresa y públicamente la Asamblea Nacional.

Vivimos, como sociedad, momentos muy confusos, complejos y nada fáciles; el desafío que esta realidad nos impone exige la defensa de la Asamblea Nacional como Poder Público legítimo y el reclamo sistemático de respeto a la voluntad popular.

Hoy resulta oportuno recordar a los diputados que el 13 de octubre 2016 se comprometieron, según el Acuerdo sobre el Rescate de la Democracia y la Constitución, a conformar un Movimiento Cívico Nacional en Defensa de la Constitución, de la Democracia y del Voto, impulsado desde la propia Asamblea.

La amenaza real contra la existencia de la Asamblea Nacional agrava la situación política del país y termina por arrebatar el espacio político para el debate de los temas nacionales.

El logro político de rescatar la Asamblea Nacional, el pasado diciembre de 2015, a través del voto directo, secreto y universal, encuentra en estos Decretos Constituyentes la difícil tarea de responder contundentemente con el 333 y el 350 de la Constitución, o con la indiferencia con la cual se observó el cierre técnico del Congreso de la República en el año 1999.

¿Nos olvidamos de la Asamblea Nacional y avanzamos a las Regionales? ¿Nos ocupamos de ambos procesos? ¿Qué hacemos? La respuesta no está exclusivamente en la MUD, está en nosotros como electores y ciudadanos. ¿Tenemos algo qué decir como ciudadanos?

Politika UCAB

https://politikaucab.net/2017/08/17/el-control-absoluto-del-estado-por-p...

17 de agosto de 2017

[1]AVN. Presidente Maduro reconoce el poder plenipotenciario de la Asamblea Nacional Constituyente. 10 de agosto de 2017. Online en: http://www.avn.info.ve/contenido/maduro-asamblea-nacional-constituyente-...

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Jesús Elorza G.

El mundo entero se encontraba sorprendido al escuchar la intervención del diputado Nicolás Maduro Guerra, trasmitida por los medios de comunicación nacionales e internacionales. Nadie podía creer lo que estaban escuchando de parte de este singular “Hijo de papá”. Frases tales como: “Ha fallecido gente viva” o “Si continúan las amenazas del señor Trump, iremos con nuestros fusiles a New York ¡¡¡ Y tomaremos la Casa Blanca !!!.

Más allá de la ausencia de conocimiento, la ignorancia también puede estar dada por la imperfección en los contenidos del saber o por la falta de validez de la información que se maneja. Supina ignorancia es señalar el fallecimiento de gente viva o que la oficina del presidente de los Estados Unidos está ubicada en una ciudad distinta a Washington D.C.

¿Qué le pasa a ese muchacho? Se preguntaban todos, en los alrededores del Palacio Legislativo de Caracas.

-Bueno, de tal palo tal astilla, dijo uno de los buhoneros de la zona.

A que te refieres con eso que dices, lo increpó otro miembro de la economía informal.

-Gua chico, se te olvida que su papá además de hablar con los pajaritos, se le ocurrió inventar el quinto punto cardinal…..qué coño vas a esperar que hagan sus hijos.

Verga, tienes razón. Será que la ignorancia se hereda.

-A mí no me cabe la menor duda. En bachillerato, aprendí todo lo relacionado con las Leyes de Mendel que explican y predicen que los caracteres genéticos (genotipo) de los progenitores van a ser responsables de los caracteres físicos (fenotipo) de un nuevo individuo. Frecuentemente se han descrito como «leyes para explicar la transmisión de la herencia genética a la descendencia.

O sea de papá bruto, hijo ignorante.

- Por ahí van los tiros.

Déjame ampliarte, mi tesis al respecto, dijo con aire circunspecto el buhonero: Si partimos del árbol genealógico de su papá Nicolás, podemos inferir que al estar influenciado por “El Árbol de las Tres Raíces”, allí comenzó el vía crucis genético. Ya que al mezclar a Bolívar con Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, le generó un mezclote cultural e ideológico en el desarrollo de su conocimiento que lo llevó a abandonar a temprana edad sus estudios de secundaria.

Más adelante, continuó el pana de la economía informal, en la formación de los gametos tuvo marcada influencia los años de estudios en la Escuela Cubana de Formación de Cuadros Políticos “Ñico López”. Ya que si cruzamos homocigoto dominante con uno recesivo para un determinado carácter, los descendientes de la primera generación serán todos iguales entre sí genotípicamente, e iguales fenotípicamente a uno de los progenitores (de genotipo dominante), independientemente de la dirección del cruzamiento.

- Compañero, no le entendí un carajo. Pero suena bien su explicación, continúe por favor, dijo el buhonero receptor de la información.

Te la voy a poner más fácil: Las características que conforman la personalidad de un individuo están influenciadas por factores genéticos y por el ambiente en el que se desarrolla.

- Ahora si entendí mi pana, púyalo que vas en bajada.

Con los años, logró completar su “formación” con el aporte de sus progenitores Fidel y Chávez. Cada uno por su lado, lograron transferirle los rasgos genéticos fundamentales para garantizar un ser idéntico a ellos. Y esa mezcolanza santera, militarista, represiva, populista, totalitaria y autocrática fue dominante en la trasmisión hereditaria para la descendencia de papá Nicolás.

A su regreso de esa pasantía cubana, se enredó con el Juramento del Samán de Güere y la tesis de Norberto Ceresole “Caudillo, ejercito y pueblo” La ensalada ideológica, que marcaba su personalidad, no le permitió otra cosa sino la de trabajar como chofer de autobús en el Metro de Caracas…no daba pa más.

El fruto final, lo tenemos en su hijo, Maduro Guerra que sin rubor alguno demuestra con sus intervenciones no saber, no tener idea de nada, no inquirir ni cuestionarse, no inquietarse, no registrar, no aprender, no discurrir, ni reflexionar, ni pensar, ni inferir ni conjeturar…..en fin, un claro y determinante ejemplo de como dice el refrán “Hijo de gato, caza ratones”.

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I.

Como era de esperarse y sin que mediara ningún escrúpulo por la manera ilegal como fue nombrada, la ANC se dio a la inmediata tarea de dictar medidas a diestra y siniestra. Así, admitió considerar una ley contra el odio, la intolerancia y la violencia, solicitada por el Presidente Maduro, con el fin, pareciera, de castigar a los adversarios del gobierno, quienes, pareciera también, son los que monopolizan las bajos sentimientos que ahora contaminan la política nacional. Igualmente, determinó que todos los poderes públicos quedan subordinados a su autoridad. Así mismo, ordenó adelantar las elecciones regionales para los primeros días de octubre, ocurrencia del Diputado Earle Herrera que la Diputada Tania Díaz justifico como “un mandato de la Patria y del momento histórico que experimenta el país (?), explicación que no explica nada y dejo al aire las costuras de una maniobra política que, con la complicidad del CNE, rompe con el juego limpio, cuando ni siquiera ha comenzado la competencia. Por otra parte, sobresale, por lo extravagante, la propuesta de la carta de buena conducta como condición para que puedan postularse los candidatos a gobernadores, que será expedida únicamente a quienes cumplan determinados requisitos que todavía no se sabe cuáles serán, pero que muchos miran, desde ya, con gran sospecha.

II.

Aparte de las anteriores, y de otras que tal vez no recuerdo, quisiera dedicar el resto de estas líneas al anuncio hecho por el Ministro de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, de llevar a la ANC un proyecto a fin de “…reformular el pensum académico universitario para adaptarlo a los 15 motores económicos productivos del país”. El objetivo sería “… tener una universidad que pueda solucionar los problemas de la cotidianidad, desde lo más mínimo, como lo es la elaboración de tintes hasta la fabricación de baterías…” e, igualmente, “….erradicar las importaciones de productos.”

Más allá de lo anterior, que implica insistir en una estrategia de desarrollo industrial que ha pasado por diversas modalidades y arrojado como resultado un mismo fracaso, cabe añadir que además el Ministro pretende introducir a la ANC una propuesta que aclare el concepto de autonomía, “… con el fin de evitar que sea utilizado para fomentar actos terroristas que desestabilicen el país. Nosotros creemos que la autonomía debe ser para construir hombres y mujeres libres al servicio de la patria….", remató.

El Ministro plantea, desde luego, un tema, por demás importante, Sin embargo, con todo respeto y sin más charreteras que las que me da la condición de profesor de a pie de la UCV, me parece desacertada la motivación que lo lleva a considerarlo, inapropiado el lugar en donde se va a considerar e inoportuno el momento escogido para examinarlo.

III.

Expresado de manera muy breve, creo que la autonomía universitaria debe ser abordada ubicándola en un contexto dibujado a partir de las nuevas condiciones que marcan esta época, tanto a nivel nacional como mundial, y cuya esencia radica en la importancia creciente de la generación, transmisión y distribución del conocimiento en el desempeño de las sociedades actuales. Se trata, así pues, de plantarle cara a factores tales como la globalización, la pérdida del “monopolio epistemológico” por parte de la universidad, la mercantilización del conocimiento, el impacto del nuevo paradigma tecnológico – armado en torno a la nanotecnología, la biotecnologías las tecnologías de información y las ciencias cognitivas -, la trans disciplinariedad como desiderátum de las tareas de docencia e investigación, los riesgos (económicos, ambientales, sociales …), asociados al desarrollo tecno-científico y, así, un largo etcétera de asuntos vinculados a la emergencia de la llamada sociedad del conocimiento, que definen un marco muy amplio en donde debe tener lugar la discusión, lo más extensa y plural posible, de la misión de la universidad, de su estructura y esquemas de funcionamiento.

Ciertamente, pocas cuestiones tienen más trascendencia para el país que la transformación de sus universidades. Por eso da miedo pensar que un coro de 500 voces uniformes y disciplinadas, vaya a aprobar, así como así, la iniciativa del Ministro en su objetivo de redefinir la autonomía y patrocinar una reforma académica inspirada en ese desacierto estratégico que son los motores económicos.

El Nacional, miércoles 16 de agosto de 2017

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