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Opinión

¿Cuándo un pueblo se hace pueblo?
Una de las dificultades para entender a un pueblo como algo “no hecho” sino como algo que “se hace” reside en la identificación, las más de las veces retórica, entre pueblo y nación. Más grande es la dificultad si se toma en cuenta que desde el punto de vista de la nación el pueblo está formado por todos los con-nacionales y en su expresión jurídica estatal, por todos los con-ciudadanos. Luego, si la nación es indivisible, el pueblo también lo sería.
Ese criterio de pueblo-nación no puede, sin embargo, ser asumido por ninguna teoría política moderna. La razón es que la política actúa siempre sobre un campo divisible poblado de conflictos y antagonismos. Sin divisibilidad no hay política. Por lo mismo, el pueblo en política es, y debe ser –a diferencia del pueblo-nación- un pueblo dividido. Usando un ejemplo extremo se puede decir que el pueblo de los fascistas no puede ser el mismo que el pueblo de los demócratas, ni al revés tampoco.
En términos no políticos, el pueblo político al ser confundido con los conceptos de nacionalidad, ciudadanía, etnia e incluso raza, opera en el imaginario colectivo como un pueblo fundador, es decir, como un pueblo histórico. En cambio, desde la perspectiva del pensamiento político, el pueblo histórico no existe como tal y en su lugar aparece un pueblo en su historia, historia que al ser historia va mutando de modo incesante. Podríamos decir, por lo tanto, que el pueblo no-político es un pueblo estático y el pueblo político es un pueblo activo, en constante transformación. En breve: “un pueblo que se hace pueblo”.
La noción de un pueblo que se hace puede ser ejemplificada a partir de un estudio realizado por Sigmund Freud relativo al momento de fundación del pueblo judío durante el largo periodo del Éxodo. En los tres ensayos contenidos en su última obra “Moisés y la religión monoteísta” (1934-1938), dejando de lado especulaciones relativas a la nacionalidad de Moisés, según Freud un noble egipcio perteneciente a la corte del faraón monoteísta Akenaton, derrocado por el “partido politeísta”– la idea freudiana es que no fue el pueblo judío el que realizó el “éxodo” sino el “éxodo” hizo posible al pueblo judío. Tesis que encuentra ciertos fundamentos en la propia narración bíblica. Pues a través del largo viaje, los emigrantes pre-judíos fueron creando reglamentos (mandamientos), estructuras, jerarquías e instituciones que le permitieron constituirse como pueblo antes de ser nación.
En cierto sentido –eso no lo dice Freud pero es deducible de sus sugestivos ensayos- antes de que el pueblo judío fuera un pueblo religioso fue un pueblo político y como tal fue constituido a partir de múltiples y violentas luchas de poder las que adquirían –no podía ser de otro modo- un formato religioso (idolatría vs. monoteísmo, por ejemplo). El concepto de pueblo religioso es, por lo tanto, una variante del concepto de pueblo histórico (o pueblo fundacional).
Benedicto XVl, como es sabido, propuso, en analogía al pueblo judío hablar del “pueblo cristiano”. Pero en cualquiera de los dos casos el pueblo religioso no puede ser un pueblo político. La razón es obvia: en un pueblo político caben los miembros de todas las religiones y confesiones habidas y por haber.
Un pueblo histórico y/o religioso pudo haber sido en sus orígenes un pueblo político. Pero desde el momento en que “pasa a la historia”, deja de ser político. El pueblo político es, en cambio, un pueblo “haciendo su historia”. Eso no quiere decir que en política no exista cierta recurrencia a la noción de pueblo histórico (fundacional), pero solo con el objetivo de reafirmar la existencia de un pueblo político.
Ahora, en la teoría política moderna –esencialmente contractual- el concepto de pueblo opera como una premisa ficticia o principio regulativo cuya función es dar sentido al acto constituyente originario (Hans Kelsen, Teoría general del Derecho y el Estado) Un ejemplo: la Constitución de los EE UU en su preámbulo 1787 dice: Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos.
El pueblo constituye y destituye
Evidentemente, la Constitución norteamericana no fue dictada por el pueblo pero se sustenta sobre el principio que da sentido al acto constituyente en donde el pueblo actúa (de modo ficticio) como agente fundador. Siguiendo a Kelsen y en cierto modo a la idea del velo de la ignorancia de John Rawls (Teoría de la Justicia), las premisas constitucionales, si bien siendo ficticias o imaginarias, cumplen el papel de regular el sentido mismo de la Constitución. Así puede ser posible que el pueblo “de carne y hueso” no actúe como agencia fundadora de un pueblo, pero sí es introducido en una Constitución como agente fundacional, el pueblo “de carne y hueso” puede ser activado en cualquier momento.
Para seguir con el ejemplo norteamericano, sabemos que en la Declaración de Independencia de 1776 fue establecido que “todos los hombres han sido creados iguales” pese a que no todos los hombres –sobre todo los esclavos negros- eran iguales en la recién fundada nación. Pero dicha frase confirió posteriormente al partido anti-esclavista del norte una vía constitucional sobre la cual hizo transitar sus demandas. Por esa misma razón, cuando Obama fue elegido presidente, el principio de la igualdad ante la ley, plenamente activado, dejó de ser una ficción y se convirtió en realidad. Así sucede con el principio del pueblo como agente constitucional. Dicho principio regulativo aplicado sin el pueblo puede ser usado a posteriori por el pueblo el que a la vez se convierte en pueblo en defensa de ese mismo principio.
El pueblo es quien constituye. Esa fue la definición del jurista Carl Schmitt en su libro Teoría de la Constitución (1928) En palabras breves, el pueblo es político, según Schmitt, cuando asume su plena soberanía.
La noción del pueblo soberano –básicamente contractual- asumida por Schmitt en 1928 contrasta, sin embargo, con la expresada de modo radicalmente taxativo en su libro Teología Política publicado en 1922. La premisa de Schmitt en ese texto era: Soberano es quien decide sobre el estado de excepción.
Según esa primera acepción, el muy hobbesiano Schmitt entiende a la soberanía como una atribución derivada del uso de la fuerza. Schmitt, efectivamente, no confería en 1922 importancia a la diferencia entre dominación militar y hegemonía política. Tampoco al concepto de mayoría, tan decisivo para Hannah Arendt en la génesis del poder político (Violencia y Poder). Para el Schmitt de 1922 la soberanía se deduce simplemente del poder y el poder de la violencia. Esa fue la razón por la cual los teóricos políticos dedicados a dar fundamento ideológico a regímenes dictatoriales han abrazado con entusiasmo la tesis schmittiana de 1922 desconociendo la de 1928. No podemos olvidar por ejemplo que Jaime Guzmán. el filósofo político de la dictadura de Pinochet, seguía a pies juntillas las tesis formuladas por Schmitt en sus libros Teología Política y La Dictadura desconociendo por completo la tesis del pueblo como soberano expuestas por el mismo Schmitt en 1928.
Por cierto, Schmitt, a diferencia de Arendt, nunca fue un demócrata. Cuando en 1928 acepta la tesis de que el pueblo es quien constituye reconoce simplemente que el pueblo puede ser poder constituyente pero a la vez no niega la posibilidad de que ese poder también pueda derivar del principio monárquico el que bajo la categoría Führerprinzip (principio del líder) puso Schmitt al servicio de la Constitución nacional-socialista de 1933. No obstante, como el principio monárquico no puede ser traspasable a ningún principio civil pues el poder del monarca proviene teóricamente de Dios, la vinculación establecida por Schmitt fue la de líder y pueblo entendiendo al pueblo como una proyección “hacia abajo” del soberano constituyente representado en el Führer (Hitler).
Yo soy el pueblo
El dictador, de acuerdo al Führerprinzip se arroga no un poder divino pero sí el poder del pueblo. Él es el pueblo. Nos explicamos entonces por qué Napoleón declaró en un discurso Yo soy el poder constituyente. Frase dicha en contraposición a la de El Estado soy yo formulada por Luis XlV. En otras palabras lo que Napoleón dijo fue: Yo soy el pueblo. De más está decir que ese principio, el napoleónico, ha hecho escuela entre los filósofos de las dictaduras desde el español Donoso Cortés, el alemán Carl Schmitt, hasta llegar en América Latina a ser representado en personas como el dominicano Joaquín Balaguer, el chileno Jaime Guzmán y el argentino Norberto Ceresole.
El pueblo, para los filósofos de las dictaduras es una prolongación de la persona del dictador. El dictador en lugar de ser representante del pueblo convierte al pueblo en representación de la voluntad general (Rousseau) encarnada en el Partido, en el Máximo Líder, en el Caudillo. Ahí reside la índole populista de la mayoría de las modernas dictaduras. Sean los comunistas, sean los actuales autócratas eurasiáticos (Putin y Erdogan), sean los neo-dictadorzuelos latinoamericanos (Ortega, Maduro), todos reclaman para sí la representación absoluta y total del pueblo.
No obstante, si aceptamos la premisa del Schmitt de 1928 –no hay razones para no hacerlo– el pueblo, en tanto poder constituyente, puede ser, por lo mismo, poder destituyente. Más todavía si consideramos que todo acto constituyente supone un previo acto destituyente. Así, el pueblo, al ser el agente que convoca, es también el que revoca.
Llevemos ahora la tesis del Schmitt de 1928 hasta sus últimas consecuencias. Si el pueblo constituyente es destituyente, el pueblo cuando destituye no puede ser un principio regulador ni ficticio ni imaginario como en muchos casos es el pueblo constituyente. Para destituir debe ser en primera línea un pueblo “de carne y hueso” pues un pueblo como principio regulador no puede destituir a nadie. En otras palabras, nunca un pueblo es más pueblo que durante el acto de la destitución. A través de ese acto, la letra se hace cuerpo, el espíritu se hace realidad y el pueblo se hace pueblo. La soberanía tácita del pueblo se convierte en soberanía manifiesta durante el acto de destitución o revocación. Más todavía: un pueblo que no puede destituir tampoco puede -en términos reales y no ficticios- constituir.
No en el poder constituyente sino en el destituyente se expresa -repetimos- la noción de la soberanía popular. El acto destituyente puede ser llevado a cabo mediante el simple proceso electoral o de acuerdo a normas constitucionales. Pero si ese acto es negado serán abiertas las compuertas para activar el derecho natural a la desobediencia y a la rebelión.
No antes del acto destituyente sino durante, el pueblo actúa como instancia política plenamente soberana. Por lo mismo, si deja de actuar como soberano activo (constituyendo, destituyendo, eligiendo) el pueblo vuelve a su condición pasiva y se convierte en pueblo histórico o simbólico, en pueblo demográfico o población, en pueblo jurídico (ciudadanía) e incluso en “masa” cuando el lugar del soberano es usurpado por otro agente político (monarquía, dictadura, líder máximo).
El principio Fuenteovejuna
Tal vez una de las mejores documentaciones que muestran como la soberanía destituyente se hace presente en un pueblo lo encontramos en la era pre-política de España documentado en la legendaria obra de teatro escrita por Lope de Vega: Fuenteovejuna (1612).
El tiranicidio cometido en la persona del Comendador de Calatrava fue asumido por el pueblo de Fuenteovejuna en su conjunto. Nadie delató, aún bajo tortura, al ejecutor. El pueblo se hizo pueblo a través de la solidaridad colectiva, esto es, a partir de la formación de un “nosotros constitutivo” aparecido como consecuencia de la negación física a la tiranía.
- ¿Quién mató al Comendador?
- Fuenteovejuna, Señor
- ¿Quién es Fuenteovejuna?
- Todo el pueblo a una.
La negación a la tiranía aparece en Fuenteovejuna a través de un tiranicidio así como después en Francia apareció a través de un regicidio. En ambos casos la soberanía del pueblo se expresa en el acto pre-político de la negación física del representante del poder. No obstante, en la era política –se supone, es la que vivimos- la negación de la tiranía no pasa necesariamente por la eliminación física del tirano sino por su simple destitución.
En las repúblicas parlamentarias basta la simple mayoría en el parlamento para que un mandatario legal y legítimo cese en sus funciones. En algunos regímenes presidencialistas los mandatarios pueden cesar cuando dos poderes del Estado, el judicial y el parlamentario, se unen en contra del ejecutivo o simplemente cuando son puestos en práctica los dispositivos revocatorios inscritos en la misma Constitución.
Cuando no existe separación de poderes y a la vez son cerradas las posibilidades revocatorias inscritas en la constitución, solo quedaría el camino de la destitución mediante la recurrencia al derecho natural a la rebelión. Así ocurrió en 1989-1990 en las llamadas “democracias populares” dependientes de la URSS. En la mayoría de ellas la Nomenclatura fue destituida mediante la acción de masivas rebeliones populares. Pero solo en Rumania el dictador fue ejecutado. El espíritu de la soberanía popular políticamente organizada mediante el acto de la destitución –es decir, el principio Fuenteovejuna- prevaleció en todos esos países.
Quizás no hay mejor ejemplo para ilustrar como el principio Fuenteovejuna continúa vigente en la modernidad que ese grito colectivo surgido en las manifestaciones de los días lunes en la RDA de 1989/1990: Nosotros somos el pueblo.
En esa simple frase está condensada toda la teoría del pueblo político aparecida de modo embrionario en la magistral obra de Lope de Vega. Nosotros significa, nosotros somos la mayoría y no ustedes (la Nomenclatura, la minoría)
La “nosotridad” opera entonces como agente divisorio entre el pueblo y los que ejercen soberanía en nombre del pueblo. A través de la negación del poder de los otros, el nosotros alemán se hizo pueblo soberano reclamando para sí la soberanía ejercida en nombre del pueblo por una minoría dictatorial Y asumiendo su soberanía, el pueblo se convirtió en destituyente y por lo mismo en constituyente.
Por cierto, no en todas las destituciones presidenciales, por muy constitucionales que sean, el pueblo actúa como poder destituyente. En América Latina tenemos algunos ejemplos en las destituciones de Alberto Fujimori en Perú (2000), de Manuel Zelaya en Honduras (2009), de Fernando Lugo en Paraguay (2012) y en menor medida en la de Dilma Rouseff en Brasil (2015). En todas ellas, el pueblo si es que actuó, lo hizo recurriendo al principio de delegación.
Distinto fue el caso de la destitución de Pinochet. En Chile, durante el legendario plebiscitito de 1988 se dio una combinación entre pueblo destituyente y una vía inscrita en la propia Constitución.
En el curso del plebiscito chileno se enfrentaron dos poderes, el constituyente basado en el Führerprinzip de acuerdo al cual el pueblo actúa como prolongación del poder del Estado representado en un caudillo y el destituyente, convertido en pueblo mediante el voto del NO. El triunfo del pueblo destituyente pasó a ser constituyente solo después del retiro del dictador. En cierto sentido el NO a la prolongación del mandato presidencial de Pinochet fue la representación gramatical de una rebelión constitucional.
El pueblo, en suma, es pueblo político cuando revoca (destituye) y convoca (constituye). En ese mismo orden.
Post-scriptum para (e)lectores venezolanos
De la misma manera que en el Chile de 1988, en la Venezuela de 2016 tiene lugar un enfrentamiento de poderes entre el Führerprinzip (principio del caudillo) y el principio del pueblo destituyente (principio Fuenteovejuna).
El principio caudillesco ya no puede ser poder constituyente entre otras cosas porque en Venezuela ya no hay caudillo (Führer). Chávez es un cadáver biológico y Maduro un cadáver político. Ya no hay fuerza, razón ni lógica que constituya al “pueblo chavista”. Solo resta la razón de la fuerza representada en el ejército. En la Venezuela de hoy solo rige el poder de las armas. De ahí que el revocatorio es la única alternativa para restaurar la democracia. Así lo han entendido incluso sectores ayer afines al chavismo quienes, con toda la razón del mundo, no quieren pasar a la historia como subordinados de una dictadura militar; con o sin Maduro.
El RR16 adoptado por el conjunto de la oposición para hacer válida la destitución del gobierno y del régimen que representa, está inscrito en la propia Constitución. Todo intento por invalidar, desconocer o retrasar el RR16 es, por lo tanto, anti-constitucional.
El pueblo del Revocatorio actúa en primera línea en defensa de la Constitución. En segunda, de las instituciones que la representan (Asamblea Nacional entre otras) y en tercera, de la vía electoral como medio y forma para acceder al gobierno. Al lado del RR16 se encuentra la legalidad institucional, la legitimidad popular y la mayoría nacional. Esas son razones por las cuales el llamado al RR 16 no puede ser comparado con otras alternativas de protesta popular como las que tuvieron lugar en Venezuela en Febrero del 2014.
El llamado del 2016 no solo es constitucional. Además, es constitucionalista. No solo es legítimo. Además, es legal. No surge después de ninguna derrota electoral (como fueron las elecciones municipales de 2013) sino después de la aplastante victoria del 6-D del 2015. No emerge desde una oposición dividida sino de una que ha alcanzado el máximo punto de unidad. En otras palabras, el RR16 no solo es fuerza mayoritaria. Es también la principal fuerza hegemónica del país. Este último punto hay que subrayarlo pues si bien no toda mayoría es hegemónica, toda hegemonía debe ser mayoritaria.
El RR16 obedece a la lógica de una última ratio. Luego, su legitimidad no proviene solo del hecho de que la gran mayoría del país lo aprueba. Si así fuera, sentaría un peligroso precedente para el futuro pues cada gobernante podría ser destituido cada vez que pierda la mayoría electoral.
El RR16 debe ser puesto en práctica no porque proviene de la mayoría, sino por una razón de extrema urgencia, a saber: que todas las alternativas para que el gobierno hubiera enmendado su rumbo anti-constitucional ya han sido agotadas. La necesidad del RR16 surgió recién con fuerza cuando estuvo claro que el gobierno Maduro intenta clausurar a la AN mediante usos ilícitos, confiriendo poder legislativo al oficialista TSJ.
El Parlamento, con todos sus defectos, es la voz del pueblo. No solamente es el órgano destinado a promulgar leyes. Es antes que nada el centro del debate y por lo mismo del diálogo entre las diversas fuerzas que constituyen a la política de una nación. Es por eso que la democracia de nuestro tiempo es y debe ser parlamentaria. Sin parlamento no hay democracia. El parlamento es –dicho de modo taxativo- la democracia. Luchar por la vigencia del Parlamento no significa solo defender las voces de las mayorías sino también la de las minorías, incluyendo también a las del chavismo.
El régimen que representa Maduro ha provocado el más grande desastre económico que conoce la historia de su país, ha anulado la independencia de los poderes públicos, ha militarizado el poder político y hoy pretende desconocer al propio sistema electoral que lo llevó al poder, es decir, al pueblo como poder constituyente.
Por esas razones, y no solo por haber perdido la mayoría, Maduro y su régimen deben ser revocados. En nombre del pueblo, de la Constitución y de las Leyes.
http://polisfmires.blogspot.com/2016/08/fernando-mires-destituir-y-constituir.html
21 Agosto 2016

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Cuando sabemos que a algún amigo le ha sucedido una catástrofe, sentimos empatía y un poco de vértigo al mismo tiempo. Nos preguntamos si nos podría pasar lo mismo: ¿Es la catástrofe producto de alguna característica peculiar del amigo que por fortuna no compartimos? O ¿somos igualmente vulnerables? De serlo, ¿podemos evitar una suerte similar?
La misma lógica se aplica a los países. El fin de semana del 16 y 17 de julio, a los venezolanos se les brindó la oportunidad de cruzar la frontera con Colombia por hasta 12 horas. Fue un evento que hizo recordar la caída del Muro de Berlín. Más de 135.000 personas aprovecharon ese respiro para ir a Colombia a comprar productos de primera necesidad. Viajaron cientos de kilómetros y convirtieron su dinero por apenas el 1% de las divisas que habrían recibido si se les hubiera permitido cambiar a la tasa oficial que se aplica a los alimentos y medicinas. Pero de todos modos encontraron que valía la pena, en vista del hambre, la escasez y la desesperación que reinan en su nación.
La prensa internacional ha informado sobre el colapso de la economía, como también del sistema de salud, la seguridad personal, el orden constitucional y los derechos humanos en Venezuela. Todo esto está pasando en el país que tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, apenas dos años después de que terminara el auge del precio del crudo más prolongado de la historia. ¿Por qué? ¿Podría suceder en otro lugar?
Los detalles particulares de cada situación siempre son, precisamente, particulares y por eso no viajan bien. Pero ello nos puede proporcionar un falso sentido de seguridad; si se la examina de manera adecuada, la experiencia venezolana proporciona lecciones importantes para otros países.
La crisis de Venezuela no es resultado de la mala suerte. Por el contrario, la buena suerte proveyó la cuerda con la que el país terminó ahorcándose. La crisis es la consecuencia inevitable de las políticas gubernamentales.
En el caso venezolano, estas políticas han incluido expropiaciones, controles de precios y de cambio, exceso de endeudamiento en épocas de vacas gordas, reglamentación anti empresarial, cierres de fronteras, y más. Consideremos, por ejemplo, este pequeño absurdo: en varias ocasiones, el presidente Nicolás Maduro ha negado la autorización para que se impriman billetes de denominación más alta. En la actualidad, el valor del billete más alto es menos de US$ 0,10. Esto causa estragos en el sistema de pagos y, además, en el funcionamiento de los bancos y de los cajeros automáticos, lo que es una fuente de constantes molestias para la ciudadanía.
Por lo tanto, la pregunta relevante es: ¿por qué un gobierno habría de adoptar políticas perjudiciales y por qué una sociedad habría de aceptarlas? El caos en el que ha caído Venezuela puede parecer imposible de creer. Pero, de hecho, es producto de creencias.
El que una política parezca disparatada o sensata depende del paradigma conceptual, o sistema de creencias, que usamos para interpretar la naturaleza del mundo que habitamos. Algo que puede considerarse disparatado bajo un paradigma, puede ser del más puro sentido común en otro.
Por ejemplo, entre febrero de 1692 y mayo de 1693, el normalmente sensato pueblo de Massachusetts acusó a mujeres de practicar brujería y las condenó a la horca. Si uno no cree en la brujería, esta conducta parece incomprensible. Pero si uno cree que el demonio existe y que se posesiona de almas de mujeres, entonces ahorcarlas, quemarlas o lapidarlas, parece ser una política pública razonable.
El paradigma del chavismo venezolano achacó la inflación y la recesión a una conducta empresarial traidora, que debía ser controlada mediante una mayor reglamentación, más expropiaciones y el encarcelamiento de un mayor número de gerentes. La destrucción de personas y organizaciones se percibía como un paso en la dirección correcta. El país iba a sanar deshaciéndose de esas brujas.
Los paradigmas conceptuales que tienen las sociedades para comprender la naturaleza del mundo que habitan no pueden estar anclados solamente en hechos científicos, ya que, a lo más, la ciencia puede establecer la verdad de creencias individuales; no puede diseñar un sistema de creencias que lo incluya todo, ni tampoco asignar un valor moral a las consecuencias.
La política se trata de la representación y evolución de sistemas alternativos de creencias. Rafael Di Tella, de la Universidad de Harvard, ha demostrado que las creencias de los ciudadanos constituyen un determinante fundamental de las políticas públicas que se adoptan. En los países donde se considera que los pobres tienen mala suerte, se desea la redistribución de la riqueza, pero no es así donde se piensa que son flojos. Cuando la ciudadanía cree que las empresas son corruptas, quiere una mayor reglamentación; y, con suficiente reglamentación, las únicas empresas que tienen éxito son las corruptas. De modo que quizás sea posible que las creencias se auto perpetúen.
Consideremos a Donald Trump, quien ha sido nominado candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano. Según él y sus numerosos partidarios, los líderes de su país son unos alfeñiques explotados por astutos poderes extranjeros que se hacen pasar por aliados. El libre comercio es un invento de los mexicanos para arrebatar puestos de trabajo a Estados Unidos. El calentamiento global es un embuste de los chinos para destruir la industria estadounidense.
De esto se desprende que Estados Unidos debería dejar de desempeñar un papel de liderazgo en la creación de un orden global funcional basado en reglas y valores universales, y en su lugar debería emplear su poder para obligar a otros a someterse. Bajo el paradigma actual, como lo sostiene Joseph Nye de la Universidad de Harvard, esto implicaría la destrucción unilateral de la fuente más importante del poder "inteligente" de Estados Unidos. Sin embargo, de acuerdo a la visión del mundo que posee Donald Trump, ello significaría un paso adelante.
Gran parte de esto puede que se aplique al voto del Reino Unido a favor de abandonar la Unión Europea. ¿Estaban realmente las reglas de la UE y los inmigrantes frenando el progreso de la nación, lo que implica que el Brexit abrirá el paso a una mayor prosperidad? O ¿es la desaceleración económica que se ha producido desde el referendo un indicio del gran valor de la integración y del libre movimiento de los europeos para la vitalidad del propio Reino Unido?
El peligro que Venezuela pone de manifiesto –y que posiblemente también lo haga Gran Bretaña dentro de poco– es el daño que un sistema disfuncional de creencias puede ocasionar al bienestar de una nación. Si bien lo más probable es que el credo chavista que destruyó a Venezuela termine por colapsar bajo el peso de su propio catastrófico fracaso, la lección que deja es que adoptar un sistema de creencias potencialmente disfuncional acarrea un costo extremadamente alto. En lo que se refiere a cambios a gran escala en los paradigmas de creencias, Venezuela muestra lo prohibitivo que pueden llegar a ser esos experimentos.
Cambridge
https://www.project-syndicate.org
Traducción del inglés de Ana María Velasco

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La política en las economías occidentales avanzadas está sumida en una reestructuración nunca vista desde la década de 1930. La Gran Deflación que asola ambos lados del Atlántico está reactivando fuerzas políticas latentes desde fines de la Segunda Guerra Mundial. La pasión vuelve a la política, pero no como muchos de nosotros esperábamos que lo hiciera.
La derecha se ha visto animada por un fervor contestatario que hasta hace poco era exclusivo de la izquierda. En Estados Unidos, Donald Trump, el candidato a presidente republicano está reprendiendo a su oponente demócrata Hillary Clinton —de manera bastante creíble— por sus estrechos vínculos con Wall Street, su deseo de invadir territorios extranjeros y su disposición para abrazar acuerdos comerciales que han socavado el nivel de vida de millones de trabajadores. En el Reino Unido, el brexit ha producido ardientes thatcheristas que asumen la forma de entusiastas defensores del servicio nacional de salud.
No es un cambio sin precedentes. La derecha populista tradicionalmente ha adoptado una retórica cuasi izquierdista en épocas de deflación. Quien sea capaz de soportar otra vez los discursos de los fascistas y nazis líderes de las décadas de 1920 y 1930 encontrará en ellos llamamientos —los himnos de Benito Mussolini a la seguridad social o las hirientes críticas de Joseph Goebbels al sector financiero— que resultan, a primera vista, indistinguibles de las metas progresistas.
Lo que estamos experimentando actualmente es la repercusión natural de la implosión de las políticas centristas debido a una crisis del capitalismo global en la cual un crack financiero llevó a una Gran Recesión y a la actual Gran Deflación. La derecha simplemente está repitiendo su viejo truco de aprovechar el enojo justificado y las aspiraciones frustradas de las víctimas para promover su propia agenda repugnante.
Todo comenzó con la muerte del sistema monetario internacional establecido en Bretton Woods en 1944, que había forjado un consenso político de posguerra basado en una economía "mixta", límites a la desigualdad y una fuerte regulación financiera. Esa "época dorada" terminó con el llamado shock de Nixon en 1971, cuando Estados Unidos perdió los superávits que, reciclados en el resto del mundo, mantenían estable al capitalismo mundial.
Sorprendentemente, la hegemonía estadounidense creció en esta fase posterior a la Segunda Guerra Mundial en paralelo con sus déficits comerciales y presupuestarios. Pero para seguir financiando esos déficits, los banqueros debieron liberarse de las restricciones que les imponían el New Deal y Bretton Woods. Sólo entonces fomentarían y gestionarían el ingreso de los capitales necesarios para financiar los déficits gemelos, fiscal y de cuenta corriente, de Estados Unidos.
La financiarización de la economía era la meta y el neoliberalismo, su manto ideológico; las subidas de las tasas de interés de la Reserva Federal en la era de Paul Volker fueron el disparador y el presidente Bill Clinton fue la persona fundamental para cerrar el acuerdo faustiano. El momento elegido no pudo haber sido más oportuno: el colapso del imperio soviético y la apertura de China generaron una oleada de oferta de mano de obra para el capitalismo mundial —1.000 millones de trabajadores adicionales— que impulsó los beneficios y limitó la subida de los salarios en Occidente.
El resultado de la financiarización extrema fue una desigualdad enorme y una profunda vulnerabilidad. Pero al menos la clase trabajadora occidental tuvo acceso a créditos baratos y a un valor inflado de sus viviendas para contrarrestar el impacto de los salarios estancados y las menores transferencias fiscales.
Entonces llegó el crack de 2008, que en EE. UU. y Europa produjo una enorme oferta excedente tanto de dinero como de personas. Mientras muchos perdieron sus empleos, viviendas y esperanzas, billones de dólares en ahorros han estado dando vueltas alrededor de los centros financieros del mundo desde entonces, sumándose a los billones inyectados por bancos centrales desesperados deseosos de reemplazar el dinero tóxico de los financistas. Con las empresas y los actores institucionales demasiado asustados como para invertir en la economía real, los precios de las acciones han florecido; el primer 0,1 % no puede creer su suerte y el resto observa indefenso como las viñas de la ira "[...] crecen y se llenan, preparándose para la cosecha".
Así ocurrió que grandes partes de la humanidad en Estados Unidos y Europa se endeudaron demasiado y se tornaron demasiado caras como para no ser descartadas... y quedaron listas para verse atraídas por la siembra del miedo de Trump, la xenofobia de la líder del Frente Nacional Francés Marine Le Pen, o la reluciente visión de los partidarios del brexit: una Gran Bretaña que vuelve a comandar las olas. A medida que aumenta su número, los partidos políticos tradicionales se disuelven en la irrelevancia y son suplantados por la emergencia de dos nuevos bloques políticos.
Uno de esos bloques representa la antigua troika de la liberalización, la globalización y la financiarización. Aunque aún detente el poder, sus acciones están experimentando una fuerte baja, como pueden señalarlo David Cameron, los socialdemócratas europeos, Hillary Clinton, la Comisión Europea y hasta el gobierno griego de Syriza posterior a la capitulación.
Trump, Le Pen, los británicos de derecha partidarios del brexit, los gobiernos intransigentes de Polonia y Hungría y el presidente ruso Vladimir Putin están formando el segundo bloque. La suya es una Internacional Nacionalista —una criatura clásica del período deflacionario— unida por el desprecio hacia la democracia liberal y la capacidad de movilizar quiénes pueden aplastarla.
El choque entre ambos bloques es tanto real como engañoso. La de Clinton contra Trump, por ejemplo, es una batalla genuina, al igual que la de la Unión Europea contra los partidarios del brexit; pero ambos combatientes son cómplices, no enemigos, para perpetuar un bucle infinito de mutua reafirmación en el que cada una de las partes es definida —y moviliza a sus partidarios sobre la base de— aquello a lo que se opone.
La única forma de salir de esta trampa política es el internacionalismo progresista basado en la solidaridad entre grandes mayorías en todo el mundo, preparadas para reavivar la política democrática a escala planetaria. Si esto suena utópico, vale la pena destacar que las materias primas ya están disponibles.
La "revolución política" de Bernie Sanders en EE. UU., el liderazgo del partido laborista por Jeremy Corbyn en el RU y el DiEM25 (el Movimiento Democracia en Europa 2025) en el continente son heraldos del movimiento internacional progresista que puede definir el terreno intelectual sobre el cual se debe construir la política democrática. Pero estamos en una etapa temprana y enfrentamos una violenta reacción de la troika global: observen el tratamiento que recibió Sanders del Comité Nacional demócrata, el enfrentamiento con Corbyn de un ex activista de grupos de presión farmacéuticos y el intento de levantar cargos en mi contra por haberme atrevido a presentar batalla al plan de la UE para Grecia.
La Gran Deflación plantea una gran pregunta: ¿es capaz la humanidad de diseñar e implementar un nuevo Bretton Woods, tecnológicamente avanzado y "ecológico" —un sistema que provea a nuestro planeta de sostenibilidad ecológica y económica— sin el sufrimiento y la destrucción masivos previos al Bretton Woods original?
Si nosotros —los internacionalistas progresistas— no respondemos esa pregunta, ¿quién lo hará? Ninguno de los dos bloques políticos que compiten por el poder en Occidente están siquiera dispuestos a que alguien la plantee.
Ex ministro de finanzas griego, profesor de economía en la Universidad de Atenas.
Atenas, julio 31 de 2016
project syndicate irg
Traducción al español por Leopoldo Gurman

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Los Juegos Olímpicos han degenerado. Antes no competían atletas que devengaban ingresos por practicar el deporte, no existía el dopaje y durante las Olimpíadas se suspendían las guerras. Hoy hay atletas que ganan millones, un creciente porcentaje se dopa, no existe un armisticio entre quienes están en guerra y un egipcio mahometano se niega a saludar a un judío israelí. Desde luego respetamos a la mayoría de los atletas que juegan limpio. Quizá las olimpíadas reflejan lo que sucede en muchos países, en los cuales personas inescrupulosas utilizan el engaño para imponerse.
Tal es el caso de las cuatro Rectoras del CNE quienes se ¨dopan¨ con patrañas amparadas con el poder que detentan circunstancialmente para actuar con ventajismo con el objeto de avalar a un régimen dictatorial. Olvidan que el pueblo las abuchea y las desprecia, tal como los espectadores en Rio con los atletas que han utilizado sustancias prohibidas.
Ante esta aberrante actuación de las rectoras del CNE y del TSJ, la salida electoral se complica. Abundan razones para recordar la frase de Churchill ¨ A quienes solo entienden el lenguaje de la violencia hay que hablarles en el idioma que puedan entender ¨. De una u otra forma saldremos de este totalitarismo. ¿Será posible lograrlo conjuntamente con aquellos que erraron el rumbo?
Destacados compatriotas encabezados por Maxim Ross, Juan Garrido y Werner Corrales piensan que ello es posible y presentaron el documento ¨Acuerdo Nacional para el Progreso y la Paz ¨, el cual fue avalado por varias organizaciones. Un acuerdo nacional es imprescindible. Por ello aplaudimos cualquier iniciativa en esta dirección. El problema, tal y como reconocen sus autores, es que ¨´Todo lo dicho en este documento luce idílico si no se logra que convivan las distintas doctrinas e ideologías¨.
Las líneas generales del documento son aceptables como guía para la dirigencia democrática. El quid es si es posible incorporar en el Acuerdo a quienes han avalado los atropellos a la Constitución. Esto no es fácil, ya que la lucha no es entre ellos y nosotros, sino entre demócratas y totalitarios.
Quizá para atraer a quienes hasta recientemente han estado del lado del régimen, el documento magnifica errores del pasado y olvida los atropellos actuales. El mismo señala que ¨Esta crisis no es nueva: se origina en el modelo económico, social y político que ha dominado la Venezuela contemporánea … ¨, lo cual compartimos. Sin embargo, añade ¨… y que se ha exacerbado en los últimos años, encontrándonos ahora en un punto de inflexión histórico¨. Esta segunda parte es demasiado condescendiente con los rojos, ya que no es cierto que lo heredado se haya exacerbado, sino que los rojos han incurrido en hechos nunca vistos, como la apropiación indebida de bienes del sector privado y acoso a empresarios, persecución masiva de disidentes y utilización tramposa del sistema electoral. Esto no existió en los 40 años de democracia, ciertamente imperfecta y que en algunos episodios violó derechos humanos en medio de una subversión armada.
Además, no es cierto que, como dice el documento, ¨ La experiencia histórica nos dice que las prácticas de exclusión política que se inician y se mantienen desde el siglo XIX hasta hoy…¨. Realmente, durante los 40 años citados convivieron en el Congreso todas las ideologías y solo cuando un grupo procedió a tomar las armas, robar bancos y secuestrar a ciudadanos fue cuando se produjo la exclusión de los rojos de entonces, los cuales fueron al poco tiempo perdonados.
Con respecto a política petrolera plantea crear otro(s) sistemas de propiedad, control y manejo de la Industria Petrolera. Sobre este punto hay que recordar que la Constitución establece que las acciones de Pdvsa son del Estado, por lo que no cabe otro sistema de propiedad, salvo que se modifique la Carta Magna. Lo que sí procede es recuperar a Pdvsa, la cual no podrá tener la dimensión del pasado, y que el crecimiento sea vía las empresas mixtas en las cuales el Estado sea socio minoritario pero con un mecanismo que asegure que su voto sea decisivo en aspectos importantes.
En síntesis, consideramos que es necesario un Acuerdo Nacional en el que participen algunos de quienes están en el poder. También habrá que olvidar algunos atropellos. Esto último no es fácil de aceptar. Para quienes no están enterados, mi hija fue agredida injustificadamente con 110 perdigones disparados a quemarropa por guardias nacionales, fue despedida de su trabajo, mi yerno fue dado de baja del ejército y me negaron la pensión después de estar jubilado, pero estoy consciente de que en aras de la gobernabilidad y de la paz habrá que olvidar algunos hechos sin dejar de señalarlos. Sobre los culpables recaerá la sanción moral del desprecio popular.
Como (había) en botica:
Felicitaciones a Yulimar Rojas por su medalla de plata. Eulogio Del Pino pretende esconder el descenso de la producción de petróleo. La realidad es que no informó a la Opep la producción actual y esta organización reportó que la misma es de 2.095.000 barriles por día. Para manipular, a Del Pino solo le faltó incluir como barriles producidos el equivalente a la leña y carbón quemado en fogones rurales. Exigimos revocatorio y elecciones regionales este año. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados! eddiearamirez@hotmail.com

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* Documento global que tiene respaldo con mayor detalle en las elaboraciones realizadas por las instituciones y centros de estudios que han participado en las reuniones.

Venezuela en un punto de inflexión histórico

Nuestro país, nuestra Venezuela, tiene hoy día necesidad urgente de un acuerdo nacional, que le permita encontrar un senda de progreso y de paz para enfrentar y superar la crisis que sufre en todos los órdenes de la vida social y que tiende a agravarse aceleradamente a juzgar por las actuales tendencias en el entorno económico y político. Esta crisis no es nueva: se origina en el modelo económico, social y político que ha dominado la Venezuela contemporánea y que se ha exacerbado en los últimos años, encontrándonos ahora en un punto de inflexión histórico.
El fondo del problema radica, más allá de las ideologías y de la coyuntura, en que nuestra estructura político-económico-social se ha asentado, en los últimos cincuenta (50) años, sobre un modelo hiperpresidencialista, centralista, estatista, partidocrático, rentista, fiscalista, monoproductor y socialmente dualista, inequitativo e insolidario, todo lo cual dificulta enormemente la configuración de una sociedad democrática y una economía moderna bien posicionada en el mundo.
Todo ello conforma un triángulo vicioso en el cual la falta de integración política, económica y social incide negativamente en el crecimiento económico, lo cual, a su vez, agrava las tensiones sociales impidiendo el crecimiento económico y el progreso político y social. Por su parte, la ausencia de estabilidad económica impide la reducción de las tensiones sociales y del consenso político necesario para superarlas. Se ha generado así el peor de los efectos: una estructura social de pobreza, incompatible con los recursos de Venezuela y con los inmensos ingresos recibidos. En una palabra, ¡Incompatible con los principios morales de una sociedad moderna y justa!
A ello debe añadirse que en la actual coyuntura se combinan factores y circunstancias de carácter político (conflictividad política, imposición del socialismo), económico (déficit muy agudo de ingresos petroleros y destrucción de la estructura de producción) y social (impacto devastador de la inflación y de la escasez sobre el bienestar de la población), todo unido a una situación de absoluta inseguridad personal.
Ante esta realidad, hace falta entonces un cambio sistémico y un impulso moral, individual y colectivo, que facilite un proyecto integrador porque no se trata politicamente de que el Estado tenga una Sociedad sino de que la Sociedad tenga un Estado que respete sus derechos y en lo económico es al revés, vale decir, no se trata de que la Sociedad tenga un Estado sino de que el Estado tenga una Sociedad que lo mantenga y pueda exigirle el cumplimiento de sus deberes.

Por ello, las soluciones sesgadas y sectarias, que nos dividen en “Dos Venezuela” han demostrado que no resuelven los graves problemas y que, por el contrario, los han agravado.

Atendiendo a este diagnóstico de la realidad venezolana, este documento presenta, en una síntesis, los distintos planteamientos que ha elaborado un sector de la sociedad civil organizada, con relación a lo que podría y debería ser la Venezuela del futuro próximo. Busca encontrar los temas comunes y las coincidencias entre las distintas “Propuestas País”, así como los grandes desafíos que de ellas provienen. Su objetivo es ofrecerlas modestamente a la consideración de la opinión pública, de las fuerzas políticas y de la sociedad en general.

Una imagen objetivo del País en que queremos vivir

Un país progresa y tiene paz cuando toda su población puede desarrollar la plenitud de sus facultades y capacidades; donde el desarrollo humano se logra de manera integral y el individuo cuenta con capacidades y oportunidades para ser agente de su propia vida y nadie ejerce sobre el coerción externa que le impida emplearlas. Al mismo tiempo, el libre desarrollo de la personalidad exige un conjunto de condiciones y circunstancias materiales y morales que permitan lograr tal desarrollo.
Un propósito institucional de estas dimensiones supone alcanzar simultáneamente tres objetivos:

1

La paz y la convivencia política y pacífica como columnas vertebrales de una sociedad moderna y civilizada,

2

Una prosperidad económica sostenible y compartida por todos nivelando las diferencias históricas de propiedad, educación y poder e igualando las condiciones de acceso a estos elementos.

3

Una democracia deliberativa, plural, que ofrezca una auténtica representatividad y participación.

Desde luego, para alcanzar estos objetivos es indispensable un Estado de Derecho que garantice, no solo la igualdad ante la Ley, sino también la existencia de un sistema de Administración de Justicia y de jueces que actúen con probidad, honestidad, competencia profesional y técnica e independencia del poder político.

Los grandes desafíos de la sociedad venezolana en el siglo XXI

Para poder conseguir los objetivos antes mencionados, deben enfrentarse desafíos muy significativos. Entre esos desafíos son fundamentales los siguientes:
1

EL GRAN DESAFÍO: Erradicar una estructura económica que, en lugar de generar riqueza, crea pobreza y desigualdad

El tema de la pobreza y la desigualdad es el tema más relevante de nuestro tiempo, más todavía si, estando ya casi en la tercera década del siglo XXI, permanecen en ella aproximadamente un 50% de venezolanos, ¡y todos los días se agrega un venezolano más!, sin esperanzas en el corto plazo de revertir esta tendencia, pero sí de ser solidarios en el presente con la vista puesta en el futuro queremos crear. Si queremos prosperidad consistente, hacer reversible el “populismo” e irreversible una economía productiva en una democracia pluralista es imperativo erradicar la pobreza. En este sentido sugerimos, que no podemos dejarle su solución solo al Estado. Debe ser asumido por la sociedad en pleno como un Compromiso de Todos. El verdadero pilar de una política integradora en forma sostenida y duradera supone:

Una toma de conciencia por parte de toda la sociedad de que éste es su problema principal.

El convencimiento del mundo político, en especial de los partidos políticos, de que es su responsabilidad crear un entorno de concordia política para coordinar la política económica y la política social.

El diseño de un conjunto de responsabilidades compartidas entre el Estado venezolano y la sociedad.

2

SEGUNDO DESAFÍO: Superar el modelo rentista petrolero y cambiar el rol del petróleo en la economía y la sociedad
Los efectos perjudiciales del rentismo en los últimos cuarenta (40) años están a la vista: devaluación e inflación crónicas y astronómicas; al menos, la mitad de la población en zonas marginales o de barrios que origina un dualismo social injusto; el Estado endeudado por encima de sus capacidades; cuantiosos capitales venezolanos fuera del país; grave falta de inversión nacional e internacional; concentración de la riqueza de forma tal que, cada vez más, menos gente tiene más y más gente tiene menos; pero lo peor del rentismo son las conductas socio-políticas que ha inducido y una pérdida del sentido ético individual y social. Del rentismo hay que salir y poner al petróleo en línea integradora con la actividad productiva y con la Sociedad Civil. Para ello se propone:

Cambios de paradigmas:

De la política de precios a la inversión y producción en campos menores,

Otro(s) sistemas de propiedad, control y manejo de la Industria Petrolera

Crear un mecanismo institucional (o Constitucional) que garantice que el excedente petrolero sea ahorrado y no gastado y sea estrictamente utilizado para fines productivos en la economía no petrolera que genere divisas,

Desligar las contribuciones fiscales petroleras del Fisco venezolano para que éste se sustente, estrictamente, en impuestos internos derivados del crecimiento económico.

3

EL TERCER DESAFÍO: Reformar el Poder político para superar el hiperpresidencialismo, el Centralismo y reforzar los poderes regionales, el rol de los partidos políticos y la participación ciudadana
El sobrepeso del Estado, del Poder Ejecutivo y del Centralismo ahoga las capacidades legislativas y los poderes democráticos que reposan en las regiones, localidades, comunidades y partidos políticos. La Asamblea Legislativa es el órgano por excelencia de representación de la voluntad popular y, por encima de ellas no puede ni debe materializarse poder alguno. La democracia no puede funcionar sin la herramienta de la sociedad para expresarse políticamente y para acceder al poder, como son los partidos políticos. Son necesarios, imprescindibles, pero no suficientes. La experiencia de las democracias modernas dice que la participación ciudadana es también indispensable y debe ser organizada para expresar sus intereses y colaborar real y efectivamente en la solución de los problemas
Se trata, entonces, de encontrar nuevas fórmulas de relación entre el Estado y la sociedad que permitan conciliar los intereses de los partidos políticos y de los grupos económicos y financieros con los intereses concretos de los ciudadanos, a los fines de satisfacer real y efectivamente las necesidades fundamentales de todos y no solo de una parte de la población.

Contexto geopolítico mundial

Antes de seguir adelante, es preciso tener en cuenta que ninguno de los grandes desafíos y medios planteados en esta propuesta para superar el estado de crisis en que ha vivido Venezuela en los últimos años puede lograrse si no se la ubica en los grandes cambios que ha sufrido la sociedad y la economía mundial, por lo que a ellos debe sumarse una estrategia respecto de nuestro rol en una economía internacional caracterizada por un amplio desarrollo de cadenas globales de valor y de progresos sociales y democráticos. Un país como el nuestro, con tan elevadísima dependencia de la venta de un solo producto, tiene que entrar en una agresiva etapa de diversificación económica que no puede realizarse fuera del contexto de la geopolítica internacional.
Medios indispensables para el progreso económico y social
Para poder alcanzar los objetivos planteados y dar los pasos para superar los tres grandes desafíos antes referidos necesitamos acordar medios que se tornan indispensables:
Estabilidad macroeconómica
Uno de los efectos más perversos de nuestra experiencia económica, con graves impactos sociales desintegradores y altamente desestabilizadores en el plano institucional, proviene de la mortal combinación de la devaluación, la inflación, un bajo crecimiento o una recesión, la cual no puede repetirse en el intento de rehacer Venezuela. Es por esa razón que el tema de estabilidad cobra importancia decisiva y que, sin él, el resto de los objetivos corren alto riesgo de no consolidarse. Por ello decimos que es inaplazable diseñar y ejecutar un Programa de Estabilización, cuyo punto de partida sea garantizar una estabilidad política duradera e irreversible, a la vez que debe ejecutarse simultáneamente con un programa amplio de reformas de mayor aliento. En ese sentido proponemos examinar los siguientes aspectos:

Fijar una meta inflacionaria (inflation target) de dos a un digito bajo (10 a 2%) para los 4/5 próximos años, respaldada por la reducción progresiva del déficit fiscal y un Programa Ordenado de Reforma Fiscal y Monetaria,

Unificación del tipo de cambio, mediante el desmantelamiento del sistema de control existente en un plazo a acordar, seguido de un principio de estabilidad cambiaria en el tiempo,

Un Banco Central con plena autonomía y autoridad para imponer estas metas en base a sus atribuciones constitucionales.,

Marco regulatorio para promover y democratizar el capital privado

Diferentes estudios y experiencias internacionales demuestran que sin una vigorosa participación y protagonismo del capital privado el crecimiento sostenido se ve comprometido y que este no puede prosperar sin un entorno que propicie la libertad de empresa y la libertad económica. Por ello, un marco regulatorio que dé pie a un relanzamiento de la actividad económica resulta indispensable. Su objetivo principal ha de ser el desarrollo de la economía no petrolera, cuyo pivote es el rescate de la agricultura, la industria, el comercio y los servicios que conforman un eslabonamiento natural y que permiten un aumento consistente de la productividad. Por ello es necesario:

Acordar un programa de recuperación económica de la capacidad productiva venezolana,

Establecer condiciones institucionales, jurídicas y regulatorias para que el sector privado venezolano asuma un rol protagónico, incluyendo la vigencia y garantía de derechos de propiedad y del cumplimiento de los contratos,

Clausurar definitivamente el esquema proteccionista y mercantilista, instaurando un sistema basado en la competencia, las reglas de mercado y la competitividad internacional,

Establecer un sistema de contratación con el Estado y sus empresas, a partir de reglas de licitaciones públicas transparentes y competitivas,

Rescate de las vocaciones sectoriales y regionales tradicionales
El Acuerdo nacional que estimamos necesario debería darle una alta prioridad a la construcción de una economía descentralizada y más equilibrada local y regionalmente, por lo que se propone una plataforma económica consistente con aquella que implica rescatar las vocaciones ya experimentadas por Venezuela. Entre ellas:
1. El turismo: el litoral central e insular y todo el país.
2. La alimentación: la región andina y del sur del Lago de Maracaibo, la zona aledaña y cercana a Caracas,
3. Los graneros: Portuguesa, Guárico, Barinas...
4. El café y el cacao: Litoral Central, Barlovento, Península de Paria, Zona Andina
5. La pesca: Península de Paria (Carúpano)
6. Energía, la metalurgia y la cadena forestal: Guayana
7. El petróleo: Zulia, Monagas, Anzoátegui
8. La industria ligera: zonas actuales (Centro costera)

Dos elementos pueden contribuir adicionalmente a consolidar la economía regional y local: incentivos fiscales, financieros y de oportunidades para estimular la migración de las empresas y de la población hacia las regiones y localidades con ventajas comparativas y nuevas reglas de potestades tributarias para las Gobernaciones y Alcaldías, promulgando, por ejemplo, una Ley de Autonomías Regionales y Locales.

La Conservación del Ambiente y el tema del Cambio Climático
Estos temas de altísima sensibilidad para la sociedad actual deben ser colocados en la agenda de las grandes tareas que Venezuela debe enfrentar si quiere completar, como hemos defendido, un proceso que integre todos los componentes del desarrollo y la prosperidad pues, sabemos muy bien y ya la sociedad lo ha asimilado que sin cuidar y preservar la naturaleza donde vivimos aquéllos se ven seriamente comprometidos.
Alta prioridad para una Educación de Avanzada a fin de incorporar el país a las nuevas tecnologías y a la Sociedad del Conocimiento
Desde la primaria a la Universidad, con énfasis en la primera, la educación básica, Venezuela debe reencontrarse con la ruta de una sociedad moderna, donde el conocimiento y la tecnología son las verdaderas herramientas estratégicas del desarrollo y la prosperidad. Sobre esta base, el talento venezolano que ahora tiende a acumularse en otras latitudes pondrá seguramente su “grano de arena” en hacer realidad esta tarea.
Acuerdos, pactos y consensos indispensables
Si realmente queremos modernizar a Venezuela y hacerla compatible con el mundo de hoy, con el mundo de avanzada donde la Sociedad Civil tiene un papel preponderante y ha desarrollado capacidades civiles y políticas de participación y representatividad, no se puede eludir revisar y definir con rigurosa honestidad el rol de los diversos componentes de la sociedad, así como sus necesarias interrelaciones. En este sentido, se precisan acuerdos, pactos y convenios políticos, económicos y sociales que le permitan a Venezuela dar un “salto cualitativo” hacia una sociedad moderna, civilizada, pacífica, próspera y verdaderamente democrática. Una sociedad en la que todos sus miembros tengan iguales derechos de acceso a la prosperidad y a la equidad. Una sociedad en donde los millones de personas que todavía viven en condiciones infrahumanas reciban el apoyo de toda la sociedad venezolana para superarlas.

Identificar y suscribir esos acuerdos, pactos, convenios y consensos necesarios para lograr el progreso y la paz de Venezuela es la gran tarea que nos toca a todos en la cual todos somos necesarios pero ninguno suficiente.

A título ilustrativo indicamos a continuación los que pueden considerarse como acuerdos político-económico-sociales básicos de los cuales puedan derivar todos los que sean necesarios para superar los desafíos antes referidos.
Un Gran Acuerdo Socio-Laboral
Las relaciones laborales deben basarse primordialmente en el diálogo Social y el Acuerdo entre trabajadores y empleadores, con el fin de preservar el empleo, las remuneraciones de los trabajadores y el poder adquisitivo, las contrataciones colectivas y la seguridad social, según los convenios que ha firmado el Estado venezolano en el contexto de la OIT. A fin de lograr establecer un sistema de relaciones laborales estable es fundamental el reconocimiento de los sindicatos y organizaciones gremiales, en igual término las organizaciones de empleadores, con la participación fundamental del Estado en el contexto del diálogo tripartito orientado a la promoción del trabajo digno como política pública.
La experiencia internacional dice que un arma fundamental para reducir los niveles de pobreza y desigualdad es la creación de empleos productivos, por lo que un acuerdo laboral en esa dirección es una herramienta indispensable para colocarle un piso a los desafíos indicados. La creación de empleos productivos bien remunerados y el desarrollo de una vigorosa clase media son concordantes.
Un Gran Acuerdo Político: Imperiosa necesidad de la Convivencia Política
Todo lo dicho en este documento luce idílico y superfluo sin plantearse seriamente la necesidad de lograr un acuerdo que sustituya la práctica de la exclusión política por un sistema institucionalizado donde convivan las distintas doctrinas e ideologías. Para ello, es indispensable identificar las causas que generan en el tiempo la falta de acuerdos políticos, económicos y sociales, que impiden lograr objetivos en materias de libertad e igualdad. La experiencia histórica nos dice que las prácticas de exclusión política que se inician y se mantienen desde el siglo XIX hasta hoy no han servido para resolver los grandes problemas de nuestro país y que, por el contrario, los han ido agravando.
La proclama por un acuerdo de este tipo de gran profundidad y gran aliento luce una herramienta indispensable para tomar la senda de la paz, de la prosperidad y de una auténtica democracia. Por todo ello, si es verdad que Venezuela y los venezolanos deben estar por encima de todo entonces ¡todos! debemos asumir la gran tarea de convivencia política, de progreso económico, de nivelación social y de erradicación para siempre de la pobreza en Venezuela.

Suscriben este documento:
Asociación Integral de Políticas Públicas
ASOPRODEM, Alianza para la Defensa de los Derecho Humanos, la Ecología y el Medio Ambiente
Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad. CEDICE Centro de Estudios de la Economía Venezolana. Universidad Monteávila Centro de Orientación en Energía. COENER
Centro Internacional de Formación y Políticas Públicas Arístides Calvani - IFEDEC Confederación Venezolana de Industriales - CONINDUSTRIA
Consejo Nacional del Comercio y los Servicios. CONSECOMERCIO Directivo de SIPUCAB. Secretario Ejecutivo CTV
Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela. FEDECAMARAS Fundación Alberto Adriani
Fundación Venezuela Positiva
FVM. Federación Venezolana de Maestros
Grupo La Colina A.C.
La Venezuela que queremos todos. Iniciativa Democrática

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Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, el de Granada, el de la España atribulada y cruz gamada. Un día resolvió poetizarla, escribirla y escenificarla como el mejor de sus hijos.
El poeta, enamorado eterno de su Granada, un 26 de octubre de 1926, leyó de su puño y letra: “Granada ama lo diminuto. Y en general toda Andalucía. El lenguaje del pueblo pone los verbos en diminutivo. Nada tan incitante para la confidencia y el amor. Granada, quieta y fina, ceñida por sus sierras y definitivamente anclada, busca a sí misma sus horizontes, se recrea en sus pequeñas joyas…”.
Granada, diminutivo asustado como un pájaro, que abre secretas cámaras de sentimientos y revela el más definido matiz de la ciudad.
Si alguien quisiera saber de Federico, sólo basta preguntárselo a él: “Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos.
Hoy nadie se atrevería a señalar que Lorca presagiaba su fin, pero de su España algo extraño visualizó, al afirmar: “estos campos, inmensa sinfonía en sangre reseca, sin árboles, sin matices de frescura, sin ningún descanso al cerebro, llenos de oraciones supersticiosas, de hierros quebrados, de pueblos enigmáticos, de hombres mustios, productos penosos de la raza colosal y de sombras augustas y crueles... Por todas partes hay angustia, aridez, pobreza y fuerza... y pasar campos y campos, todos rojos, todos amasados con una sangre que tiene de Abel y Caín...”
El Crimen fue en Granada acusó el poeta Antonio Machado.
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
El crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

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La Encíclica Laudato Si reconoce la necesidad de incorporar a los actores locales en la tarea de enfrentar los desafíos que plantea los problemas comunes del Planeta. El Papa hace un llamado para que la generación presente actúe con responsabilidad pensando en las generaciones futuras y en tal sentido, es oportuno señalar que en Venezuela, el artículo 127 de la Constitución reconoce que esa labor de cuidar el ambiente no sólo es un deber, sino que también es un derecho.
El primer capítulo de Laudato Si, identifica los principales problemas que afectan a la “Casa Común”, que es la forma como el Papa Francisco se refiere al Planeta Tierra; esos problemas son: la contaminación ambiental, producida por el manejo de los residuos; el agua potable y limpia; el crecimiento desmedido y desordenados de las ciudades; los riesgos sobre la biodiversidad y la rapidez con la que se impone el mundo digital y que no necesariamente avanza previendo garantizar el bien común.
El capítulo V de la Encíclica es dedicado al diálogo como línea de acción básica y fundamental, en su contenido se exhorta a que los habitantes tenga un espacio privilegiado en ese diálogo, pues resulta imposible repensar la relación del hombre con el ambiente, sin incluirlo como actor y sin valorar las particularidades de cada cultura, de cada sociedad, pues como bien señala la Encíclica, la calidad de vida no es algo que se pueda imponer, por el contrario, la misma debe ser asumida y entendida desde cada dinámica en particular.
Para que ese diálogo funcione, el Papa Francisco recuerda que es esencial la información, lo que supone, que todos los actores involucrados tengan la oportunidad de valorar los riesgos, las posibilidades, pero es esencial, advierte la Encíclica que la participación de los ciudadanos trascienda a la simple decisión de un proyecto, para llegar a los niveles de seguimiento y monitoreo de esos proyectos. La sinceridad y la verdad en las discusiones científicas y políticas, deben acompañar el contenido de la información y el espíritu del diálogo.
La Encíclica Laudato Si expresa su confianza en la capacidad de las instancias locales de impulsar grandes cambios; principalmente, porque reconoce que en esas instancias es donde mejor se puede orientar algunas acciones concretas como la modificación del consumo, el desarrollo de una economía de residuos y reciclaje, la protección de especies y la programación de una agricultura diversificada con rotación de cultivos.
Una interesante iniciativa que puede representar un importante ejemplo de cómo se concreta el llamado a diálogo y a enfrentar los problemas de la Casa Común expresados en la Laudato Si desde actores locales y mediante un diálogo formal, se ubica en Argentina y es denominada Pacto de San Antonio de Padua.
La iniciativa argentina fue impulsada desde enero 2016 por un grupo de intendentes del partido judicialista de la Provincia de Buenos Aires y a lo largo de estos meses, se han sumado al Pacto Alcaldes de Chile[1] y Gobernadores y Alcaldes del Uruguay[2].
El Pacto de San Antonio de Padua se presenta en su portal web como un compromiso para adoptar políticas y acciones en materia social frente a las necesidades y problemas que requieren atención. Su contenido, señala el material que sirve de fundamento a este Pacto, resulta de las reflexiones del Papa Francisco, que de manera reiterada ha señalado el imperativo moral de atender la crisis de los excluidos del sistema y el daño ambiental que pone en riesgo la convivencia en esa Casa Común[3].
Independientemente de las fuerzas políticas que han impulsado este documento con el apoyo de la Iglesia Católica, el Pacto per sé, representa un esfuerzo importante por acercar la Laudato Si al ciudadano a través de los compromisos políticos de asumir con acciones y decisiones los desafíos que plantean los problemas que afectan a cada ciudadano.
El Pacto de San Antonio de Padua, asume el compromiso de abordar 10 distintos temas, a saber:

  1. Lucha contra el narcotráfico.
  2. Prevención de la drogodependencia.
  3. Lucha contra el Hambre.
  4. Combate contra la violencia de género.
  5. Defensa de la familia y rechazo al aborto.
  6. Impulso de las energías renovable.
  7. Combate de la pobreza.
  8. Acceso universal a la salud, la educación y el agua potable.
  9. Erradicación del abuso infantil y la trata de personas.
  10. Creación de observatorios para cambiar los paradigmas de conductas hacia el cuidado de la causa común.

Estos 10 temas, son coherentes y están directamente conectados por un lado con la Laudato Si y por el otro, con los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable aprobados en septiembre 2015 por la Asamblea General de la ONU.
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?, pregunta el Papa en la Encíclica Laudato Si y pareciera que una iniciativa como ésta, se convierte en una fórmula válida para buscar la respuesta a esa inquietud, que será una solución integral y con importante base de legitimidad, en la medida que los habitantes y sus comunidades sean efectivamente involucrados. El tiempo permitirá valorar si esto fue un intento más o un compromiso sólido y sostenible.
15 agosto 2016.
[1]Inforegión.com.ar. Intendentes ratificaron Pacto San Antonio de Padua. 01 de marzo de 2016. Online en: http://www.inforegion.com.ar/noticia/177583/intendentes-ratificaron-el-p...
[2]Diagonales.com. El Pacto de San Antonio de Padua cruza fronteras: adhirieron los 19 Gobernadores y 115 Alcaldes de Uruguay. 21 de julio de 2016. Online en: http://www.diagonales.com/369-El-Pacto-de-San-Antonio-de-Padua-cruza-fro...
[3] Pacto de San Antonio de Padua. Recuperado el 10 de agosto de 2016. Online en: http://www.pactodepadua.com.ar/

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