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Opinión

Isaías A. Márquez Díaz

Vergonzosamente para un gobierno que se jacta de suministrar “seguridad agroalimentaria” a los habitantes del país que gobierna, AN nos decreta por segunda vez que vivimos una crisis alimentaria, término que se utiliza para explicar la situación cuando los países o personas no logran satisfacer las necesidades de alimentos, entonces pudiéramos decir que una crisis de alimentos se refiere, simplemente y en pocas palabras, a la carencia de comida o alimentos para satisfacer las necesidades de las personas.

Ha profundizado la situación que atraviesa el medio rural por el incremento de los precios agropecuarios y alimentos a causa de la crisis económica a escala mundial a consecuencia, además, del fracaso del sistema capitalista que pondera las ganancias en relación con la satisfacción de las necesidades de los individuos o personas, lo cual motiva una crisis agroalimentaria.

Asimismo, seguridad alimentaria explica el fenómeno contrario a la crisis alimentaria; toda vez que se habla de seguridad alimentaria se hace referencia cuando una familia o un país garantiza el acceso a los alimentos sin restricciones a sus integrantes o ciudadanos, por lo cual pueden alimentarse sin restricción alguna. Hoy por hoy, no podemos hablar de seguridad alimentaria a escala planetaria en virtud de la crisis financiera reinante, así como de los diversos factores que influyen en el incremento de precios de los alimentos, tan desmesurada e incontrolablemente.

Caso particular Venezuela, aunque no escapa a estas condiciones, la crisis pudiera obedecer, entre otros, a las políticas desacertadas en toda materia relacionada con el bienestar socioeconómico y sociopolítico de sus habitantes, tales como política económica y hasta agropecuaria.

isaimar@gmail.com

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Días antes de morir estuve visitando, en su lecho de enfermo terminal, a mi amigo Pacho Sayago, de profesión ciudadano, jurista integral, laboralista de vocación y, fundamentalmente, hombre de derecho, acucioso, directo en sus planteamientos, inquieto en la búsqueda de soluciones dentro del espíritu de la Constitución y las leyes.

A sus respuestas monosilábicas de los últimos días, Sayago, ante mi natural preocupación por no inquietarlo con los problemas de Venezuela y menos con disquisiciones teóricas y jurídicas, con sus limitaciones para expresarse y con mi torpeza para seguir su coherente discurrir, con impedimentos físicos, pero no intelectuales, preocupado por el país y su anomia, me interpeló sobre la “Misión Justicia Socialista”, sobre el TSJ y sobre la traición a la patria.

No podía entender el decreto de una “justicia socialista”, contradicción insalvable en el país de una justicia que solo dirige su mirada a los más desposeídos y a los enemigos políticos; que marca con señales indelebles a sus presos, sujetos ahora a un pretendido régimen militarizado, para reintegrarlos a una sociedad que debe ser “civil”; que cobija procesos interminables con prisión preventiva sine die, contra la Constitución; y que encierra a ciudadanos por el simple hecho de sus convicciones y por la expresión de su pensamiento en desacuerdo con el régimen.

Tampoco entendió que un Tribunal Supremo sustituya a la Asamblea, desconozca todas sus atribuciones por un pretendido desacato, especie de anatema eterno que liquida la voluntad popular y reafirma su absoluto sometimiento a los intereses de la “revolución”; y mucho menos podía asimilar que lo que estudió en las aulas universitarias sobre el delito de traición a la patria, actuación de ciudadanos, en connivencia con naciones extranjeras, para arremeter contra nuestra soberanía, integridad de nuestro territorio o sus instituciones y cambiar su forma política republicana, ahora se utilice para apresar a todo dirigente político que exponga sus propias ideas sobre el futuro del país, prevea escenarios económicos o exponga con toda crudeza la situación que vive nuestro indigente pueblo que padece la más grave de todas las crisis que ha azotado a Venezuela, según la Conferencia Episcopal Venezolana, integrada por pastores que velan por los más pobres y no por traidores a la patria.

Pacho me dejó su testamento de sensatez y preocupación ciudadana, salpicado de escepticismo y desesperanza. Pero su mensaje final fue el de luchar con la ley en la mano, ya que cuando resistir se convierte en derecho, tenemos la obligación de hacer resistencia; que es imprescindible la unidad de todos los que creemos en el sistema democrático y que no podemos permanecer indiferentes ante la miseria, el hambre, la carencia de medicamentos y el sometimiento de una colectividad que solo parece tener el horizonte y la meta de la cola de la humillación de todos los días.

Yo le entendí perfectamente, a pesar de la dificultad que tenía para hablar, pero sus gestos y el énfasis de su escasa voz me conmovieron en lo más profundo.

Pacho, un observador a acucioso y crítico de nuestra realidad se nos fue a una mejor vida y dejó sus preocupaciones e interrogantes a sus contertulios de todas las tardes en el popular negocio de empanadas y pizzas en el que disertaba, oía y, sobre todo, formulaba críticas constructivas, sin cerrarse a la perspectiva de un país mejor con el que soñaba, como tantos venezolanos.

Según María Teresa, su dedicada esposa, fue la última conversación que le permitió expresar sus ideas y despedirse en paz, con la conciencia cuestionadora y amigable de un abogado que, con muchos años, llenó bastante tiempo.

aas@arteagasanchez.com

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Reinaldo Rojas

El futuro de una sociedad descansa en su juventud. Es un problema, inclusive, demográfico ya que se trata de la renovación de la población para garantizar su permanencia en el tiempo. El crecimiento de las ciudades frente al mundo rural ha sido la tendencia dominante en la sociedad moderna desde el siglo XIX. En este milenio la ciudad será el gran protagonista de la historia. Este fenómeno demográfico se ha visto acompañado por la reducción del núcleo familiar, generándose una mentalidad individualista de bienestar que finalmente ha incidido en los procesos de procreación y en el matrimonio monogámico como modelo de estructura familiar.

En las llamadas sociedades desarrolladas de la Europa Occidental el envejecimiento poblacional ha sido la tendencia dominante, mientras en las regiones periferias del llamado anteriormente “Tercer Mundo”, el comportamiento ha sido el crecimiento de los estratos poblacionales más jóvenes. Visto globalmente, las migraciones de sur a norte tienen parte de su explicación en esta dinámica poblacional. Para revertir esa tendencia, que hoy se enfrenta en Europa y en Estados Unidos con la xenofobia y los controles migratorios más estrictos, habría que globalizar el desarrollo y el bienestar a escala planetaria, para que las oleadas migratorias de los más pobres no le “invadan” sus espacios de bienestar a los más ricos.

País joven
Venezuela es un país demográficamente joven. En 1998 la población menor de 15 años estaba contabilizada en 8.291.538 personas, para un total poblacional de 23.242.435 habitantes. Es decir, el 35,6 %. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, Venezuela cuenta para junio de 2016 con una población de 31.028.637 habitantes y 5.522.000 habitantes menores de 15 años. La pirámide poblacional, según estos datos oficiales, se estaría achicando en la base y engrosando en la mitad. En todo caso, el 52,57% de los venezolanos de hoy tienen menos de 30 años. La juventud es, pues, para Venezuela su mayor riqueza y su pasaporte al futuro.

Pero esta situación estructural ha venido cambiando imperceptiblemente. El tema de la migración de la población joven es hoy el tema más grave que pudiéramos comentar y sobre el cual quisiéramos llamar la atención del lector. Todos estamos sufriendo el deterioro acelerado de nuestras condiciones de vida y de trabajo en el país. Las evidencias están a la vista. Se discuten las causas pero no se puede ocultar el fenómeno. El exsecretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, declaró el 16 de agosto de 2016, que en “Venezuela hay una crisis humanitaria”. Y esa declaración del secretario de la ONU a la prensa del mundo está sustentada en múltiples evidencias, muchas de ellas novedosas en la historia del país. Por ejemplo, una nota sobre Venezuela que aparece en el Informe 2015 de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de la existencia de “7.456 refugiados venezolanos y 15 mil 94 solicitantes de asilo”.

País de emigrantes
Venezuela, ante nuestros ojos, se está transformando en un país de emigrantes, cuando siempre fue asilo y destino de la inmigración. Un informe sobre el estimado de migración del Banco Mundial (BM) del año 2010 reportó que 521 mil 620 venezolanos emigraron de su tierra natal, mientras el sociólogo e investigador de la Universidad Simón Bolívar, Iván de la Vega, señala que “en el año 1992 había venezolanos en menos de 20 países, con apenas unos 30 mil residentes. Ahora hay venezolanos en 94 países de los 193 miembros de la ONU”. Para este estudioso, en los últimos 10 años ha emigrado alrededor de 4% de la población, cifra equivalente al millón doscientos mil (1.2000.000) venezolanos que optaron por destinos como Estados Unidos, España, Italia o Portugal. Otros expertos calculan que cerca de dos millones de venezolanos se han ido al exterior. Esta una de las caras de la moneda. Veamos la otra.

En estos últimos años hemos venido observando un estancamiento en la demanda de estudios universitarios. En muchas instituciones de educación superior, en especial, en las instituciones formadoras de educadores, las aulas están cada vez más vacías. La celebración de los sesenta y dos años de fundación de Fe y Alegría nos permitió compartir en la sede del Instituto Universitario Jesús Obrero (IUJO) de Barquisimeto esta dramática situación junto al educador y filósofo Antonio Pérez Esclarín. El foro fue convocado con una interrogante: ¿Dónde están los jóvenes? ¿Cómo educar con las aulas vacías? Esta es la pregunta que queremos extender a las autoridades gubernamentales, a los padres, a los educadores. ¿Cuántos jóvenes forman parte de esa oleada migratoria? ¿Por qué se van? Y los que se quedan ¿por qué no quieren estudiar? No son preguntas secundarias. En las respuestas que obtengamos está el futuro del país.

enfoques14@gmail.com

http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/donde-estan-los-jovenes_643111

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"El Gobierno tiene 288 empresas ligadas al sector de alimentos con un costo bárbaro y no producen. 60% del recurso humano con PhD se fue del país. Las propiedades catalogadas de ociosas eran fuentes de agua, de fauna, de flora. Todo eso se perdió."

Tras dos años en la Presidencia de la República, Hugo Chávez presentó al país el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007 que incluyó entre sus metas “garantizar la seguridad alimentaria”, elevando la producción nacional y reduciendo la dependencia de las importaciones. Rápidamente surgió la idea de fortalecer los “rubros bandera”: arroz, maíz, café, cacao, palma aceitera y ganadería. Siguieron los fundos zamoranos, el desarrollo de conucos, cultivos organopónicos y los Sistemas de Asociaciones Rurales Auto-Organizadas (Saraos y Saraitos). El crédito fluyó como nunca antes y se aprobó la Ley de Tierras que facilitó el “rescate” de 3,6 millones de hectáreas que pasaron a manos del Estado.

No obstante, el 15 de septiembre de 2012, después de once años de planes y seis meses antes de su muerte, Hugo Chávez continuaba hablando en futuro y señalaba: “Uno de los grandes objetivos históricos de nuestra revolución es convertir a Venezuela en una potencia agrícola”. Hoy, el desplome de la producción nacional es inocultable al igual que el atraso tecnológico, la desaparición de la inversión privada en el campo y la escasez de insumos básicos para la siembra.

Carlos Machado Allison es una de las voces más autorizadas para analizar cómo fue posible que el país no avanzara en materia agrícola durante los últimos diecisiete años e incluso retrocediera en aspectos clave. Autor de numerosos estudios e informes técnicos, especialista internacional del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura y cargos tales como coordinador del Centro de Agronegocios del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y expresidente del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), forman parte de su extenso currículo.

El 19 de julio de 2015, Elías Jaua, exministro de Tierras, dijo: “Todas las tierras que fueron rescatadas durante mi gestión eran tierras ociosas, muchas de ellas hoy están productivas, muchas de ellas no han podido levantar el esfuerzo productivo pero esa matriz de que nosotros destruimos el aparato productivo de la agricultura es totalmente falsa”. ¿Por qué existía esa irregularidad en la propiedad que permitió el “rescate” de tierras?

Como país nacimos con un problema de propiedad y pertenencia de la tierra que se perpetúa hasta hoy. La Comisión de Indias durante la Colonia, el gobernador, el presidente, administraban una propiedad que pertenecía al Estado; por eso la solidez de los títulos en Venezuela sigue siendo precaria. Ni siquiera existe un catastro. En el tiempo de la Independencia, la tropa recibió tierras que luego vendió a los generales. Así se construyeron las grandes propiedades en Venezuela. La primera ley de tierras es de 1848 y obligó a todos los tenedores a registrarse, pero solo había una oficina en Caracas y la mayoría de las familias ni se enteró. Desde ese momento, los gobiernos obviaron el tema y cuando realizaron expropiaciones pagaron, como ocurrió durante la reforma agraria de 1961. Con esta reforma de 1961 hubo una gran manipulación política: mientras el Gobierno no entregaba los títulos definitivos los campesinos dependían del Gobierno. En 1995 se hizo un censo y solo 17% de los beneficiarios originales de la reforma estaban cultivando la tierra. En consecuencia, tenemos un país lleno de bienhechurías y posesiones poco regulares. Este Gobierno interviene y aprovecha esa situación. Hablan de expropiación y rescate de tierras. En todo caso, intervienen entre tres y cuatro millones de hectáreas. No hay precisión porque también hubo invasiones.

¿El Gobierno no tuvo razón en intervenir tierras ociosas?

Si las tierras eran o no ociosas no es asunto del Gobierno. La ociosidad de las tierras significa recursos para las próximas generaciones. Estados Unidos y Europa tratan de colocar en esta condición la mayor cantidad de sus tierras. Con mucha frecuencia las propiedades que fueron catalogadas de ociosas eran fuentes de agua, de fauna, de flora y servían a las universidades para el estudio del venado, la biología del chigüire, la cría de caimanes. Todo eso se perdió.

El Gobierno también argumenta que necesitaba combatir el latifundio.

El latifundio no es una extensión de tierras; es un modo de producción. Ya en Venezuela no existen latifundistas. Hay fincas pequeñas, medianas y grandes. Las fincas grandes son las que tienen menos conducta de latifundio. Cumplen con la ley, pagan prestaciones, bono de alimentación, no hay nada parecido a la tienda de raya.

¿No había un problema de falta de tierras para que el Gobierno llevara adelante sus planes de producción agrícola?

No. Con excepción de algunos lugares de Yaracuy, en el resto de Venezuela no existe lo que se llama sed de tierras. No hay una masa campesina como en Brasil, Perú, Colombia o Bolivia. Aquí la población rural es solo 9% del total, distribuida en todo el territorio nacional.

¿Tiene a manos cifras que nos den una idea del resultado de las políticas de la revolución bolivariana en el sector agrícola?

Las empresas socialistas, las cooperativas, los fundos zamoranos, absorbieron un enorme gasto y no producen. El desabastecimiento y la caída en la producción de maíz, arroz, ganado, hortalizas, café, es notoria. Venezuela ha tenido que importar arroz cuando llegamos a ser exportadores, y a importar ganado por una cantidad monstruosa de dinero tras la destrucción sistemática de fincas ganaderas en Guárico y Portuguesa. En Yaracuy, Lara y Aragua ha habido un daño muy grande en la caña de azúcar. Según mis cálculos, que se ajustan bastante a los de Fedeagro y al resto de los gremios, en 1998 la producción agrícola vegetal era de 780 kilogramos por persona al año, y en 2016 fue de 500 kilogramos. Para la seguridad alimentaria se necesitan 800 kilogramos por persona.

El exministro Elías Jaua también dijo en julio de 2015: “La revolución ha hecho un gran esfuerzo por levantar y recuperar la producción agrícola desarrollando políticas para el sector agrario: subsidios, exoneración del IVA, maquinaria agrícola, sistema de riego, creación del Banco Agrícola, del Fondo Agrario Socialista, pero dependemos de las importaciones porque a pesar de ese esfuerzo, nosotros no logramos alcanzar la línea de crecimiento del consumo”.

Está diciendo que fracasó. El Gobierno logró un período de crecimiento de la producción agrícola hasta mediados de la (primera) década de 2000. Hubo crédito barato, maquinaria, subsidios al consumidor, pero después dejaron de pagar, comenzaron a deberle a los productores que ya no hicieron más inversiones mientras que la población seguía aumentando. Gastaron mucho dinero en proyectos como los que se ven en las carreteras de Aragua para producir hortalizas. Esos son sistemas muy complejos de producción que requieren ingenieros agrónomos, químicos a cargo. En Europa son muy rentables. Aquí se pudrieron las mallas. Frente a la Hacienda Santa Teresa sembraron 50 hectáreas de maíz por órdenes de Elías Jaua, que quería tener una especie de vitrina. Se sembró el maíz y nadie lo recogió.

¿Por qué no se recogió?

No sé, es algo que hay que preguntarle al exministro Jaua. ¿Por qué los invernaderos nunca funcionaron? Porque requerían mano de obra calificada para ponerlos a funcionar y el conocimiento de la cadena.

¿Con las expropiaciones se apartó a quienes conocían el negocio y podían invertir para ser sustituidos por estructuras ineficientes?

Hay hatos que tenían diez mil cabezas de ganado y veinticinco mil chigüires como el Hato El Frío. Ahora no hay nada.

¿La expropiación de AGROISLEÑA, que pasó a ser la empresa pública AGROPATRIA, es un hecho importante en el fracaso de la producción agrícola?

AGROISLEÑA no solo era un eficiente vendedor de semillas y agroquímicos, sino que tenía más de cien ingenieros agrónomos que conocían el suelo y la demanda de fertilizantes y agroquímicos para cada cliente. Cuando los clientes no tenían una titularidad razonable, la empresa hacía el rol de intermediario con los bancos y le prestaba al productor. Además, coordinaba con la agroindustria para colocar la cosecha. Pues bien, se convirtió en algo donde de casualidad hay un fertilizante básico.

¿Qué otro camino ha podido tomar el chavismo para impulsar la producción agrícola?

Capacitación técnica, fortalecimiento de las capacidades tecnológicas del país, no convertirse en un gobierno hipercontrolador: un pequeño productor está sometido a más de 200 normas y resoluciones. No ser un Gobierno que gasta sin miramientos. Por ejemplo, si compras tractores chinos tienes que asegurar los repuestos, la distribución. Hay tractores chinos e iraníes botados por todo el territorio nacional. Los mecánicos rurales conocen muy bien la tecnología de las marcas tradicionales, pero no conocen los tractores chinos e iraníes. El Gobierno tiene 288 empresas ligadas al sector de alimentos, eso tiene un costo bárbaro y no producen.

¿El manejo macroeconómico es también un factor a tomar en cuenta en esta discusión?

El control de precios, el control de cambio, el mal manejo macroeconómico, obviamente es una sombra que cubre toda la actividad. Se cree que el mundo agrícola es excepcional, que hay una excepcionalidad agrícola, pero en última instancia son las variables macroeconómicas las que influyen. Se estuvo importando carne a un tipo de cambio sobrevaluado, compitiendo de manera terrible con los productores nacionales.

Otro tema relevante es el atraso tecnológico en el sistema agroalimentario. ¿Desde su punto de vista qué tan grave es?

Es brutal el atraso tecnológico. Por ejemplo, Argentina, Brasil y México utilizan máquinas robotizadas, cosechadoras y sembradoras que se manejan con una computadora. Ya se utilizan GPS para hacer surcos y la evaluación de la cosecha se hace con drones, algo muy alejado de nuestra realidad. Nosotros nos quedamos en 1998. En América Latina se emplean camiones con compartimientos especiales para el transporte. En Venezuela seguimos utilizando el 350 "con cachucha" y el resultado es una pérdida de 30% en frutas y hortalizas, por el mal transporte de la cosecha hasta el punto final de venta. Cada mancha que encuentras en un plátano o un cambur es un golpe que determina una pérdida muy rápida de la fruta. Igual ocurre con los melones, las patillas, los aguacates. Vemos alcachofas con las puntas quemadas porque han sido transportadas a una temperatura no adecuada. O tomates dañados por ser transportados con cítricos que emiten etileno. Hay un atraso en técnicas muy básicas. Ve a Barinas y visita la famosa Academia de Agricultura que inventó J.J. Montilla.

¿Qué hay allí?

Los edificios.

¿Qué se debería hacer en el tema de la capacitación?

Se necesita una banda intermedia de capacitadores formados en las universidades para que instruyan a los productores. Y eso tiene que funcionar a nivel municipal. Esa reforma la hicimos en 1992-1993 pero los municipios querían pagarle a un ingeniero agrónomo el sueldo de un obrero. En Estados Unidos cada municipio tiene un centro de capacitación muy bien dotado y eso ocurre también en Argentina.

Llama la atención que hasta 2014 hubo un gran ingreso petrolero y se supone que el Gobierno invirtió en adquirir tecnología. ¿Se limitó a comprar tractores chinos que ahora ni siquiera pueden reparar? ¿No importamos tecnología de punta?

No lo hicimos. Venezuela tuvo una ruptura política y comercial con Estados Unidos y se peleó con media Europa. Sus compras estuvieron dirigidas a China, Cuba, Irán, países que están rezagados en muchas cosas.

¿Entonces lo que hicimos fue importar chatarra tecnológica en vez de aprovechar los recursos para dar un salto importante que impulsara la producción?

Así es, y al mismo tiempo 60% del recurso humano con PhD se fue del país. Si me preguntas por las dos personas que más sabían de ganadería en Venezuela, tengo que decir que una está en México y otra en Costa Rica. La generación que yo formé y la que le siguió, hablo de personas con cincuenta y treinta años con doctorados en universidades de prestigio, se fueron del país. Están en Puerto Rico, Australia, Colombia, Estados Unidos. Por ejemplo, Ecuador se llevó alrededor de cien profesores de la Universidad Simón Bolívar.

Usted ha mencionado que nuestras exportaciones agroalimentarias son, per cápita, las más bajas de la región. Nos superan países tan pequeños como Costa Rica, o tan pobres como Honduras, Guatemala o Nicaragua.

Llegamos a exportar 600 millones de dólares al año entre 1992-1997, cuando se corrigió la sobrevaluación de la moneda, y Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia descubrieron que Venezuela tenía una agroindustria muy moderna para la época porque los años de sobrevaluación permitieron la adquisición de bienes de capital a muy bajo precio. Entonces nuestra salsa de tomate, jugos, pastas, galletas, resultaron muy atractivas en el Pacto Andino. Polar llegó a exportar 50 millones de dólares en cerveza. A finales del segundo gobierno de Rafael Caldera el bolívar volvió a apreciarse y nuevamente fue difícil exportar.

Menciona que en ese período en el que la moneda no tuvo una gran sobrevaluación logramos exportar y eso se logró porque antes de ese período, gracias a las divisas baratas, compramos bienes de capital y creamos una agroindustria. Ahora hubo un período de gran sobrevaluación entre 2004-2014 y recientemente a los exportadores se les otorgó la tasa del Dicom que es competitiva, pero todo apunta a que estamos muy lejos de repetir un ciclo similar al de los noventa.

Hay un factor que es difícil de medir, pero es clave y se llama confianza. La agroindustria invirtió grandes cantidades en los años setenta y ochenta pero no lo hizo en los 2000. Por el contrario, si tienen 30% o 40% de capacidad instalada ociosa, ¿para qué van a invertir en nueva tecnología?

Ya no estamos en el Pacto Andino sino, con las observaciones del caso, en Mercosur. ¿Esto fue un error estratégico?

No era un error estratégico si Venezuela actuaba como cabeza del continente. Con una tasa de cambio competitiva y una capacidad agroindustrial importante pudimos ser un gran vendedor de productos elaborados y adquirir los commodities de Paraguay, Brasil, Argentina. Tener una conducta como la que tienen los holandeses que, por ejemplo, compran cacao y exportan chocolate. América Central, por ejemplo, vive de la producción agrícola y el comercio. Sabe del negocio. Conocí productores en Nicaragua que aprovechaban el vuelo Managua-Tegucigalpa-Miami para vender 600 mil dólares al año de retoño de maíz de seis semanas. Otro en San Pedro Sula que tomaba todo el plátano que ya no podía venderse porque tenía golpes, lo cortaba, lo empacaba al vacío y lo vendía en Miami para microondas.

Venezuela puede participar en negocios de esa naturaleza, pero desde Juan Vicente Gómez hasta la fecha la política ha estado dirigida a los commodities, a la sustitución de importaciones y no a la diversificación de la producción. Podríamos ser un paraíso productor de especias, tenemos las condiciones climáticas, se necesita la paciencia, la inversión y la visión para sustituir lo que llega aquí como marca Iberia o McCormick, que son especias viejas que ya no huelen a nada y tienen hasta tres años de antigüedad. Jamaica es un gran productor de especias, Guatemala exporta 60 millones de dólares al año de cardamomo. Aquí podríamos hacerlo.

¿Qué hacer para corregir la escasez en el corto plazo? Parece indispensable un plan de importaciones de emergencia.

En el corto plazo sí, no habría otra alternativa. Pero hay que saber lo que se va a importar. A lo mejor mandan a un general a importar semillas y compra lo que no debe. Hablar con la Asociación Venezolana de Sanidad Animal, porque no hay vacunas ni antibióticos. Tenemos un problema de mastitis en las vacas que es muy grave. Faltan agroquímicos y alimentos balanceados. Estamos hablando de cinco mil o seis mil millones de dólares que el Gobierno no tiene. El problema es gravísimo. Además, hay que saturar el mercado porque por la escasez todo el que tiene algo de dinero está almacenando.

¿Y con las tierras qué medida propondría?

Esa puede ser una fuente importante de ingresos para el Gobierno. Regularizar las tierras de la reforma agraria le generaría al Estado enormes cantidades de dinero. La gente pagaría por tener la titularidad. Casi todas las casas de Ocumare de la Costa están sobre tierras de la reforma agraria, por ejemplo. En el caso de las expropiaciones, explorar si es posible devolverlas a los antiguos dueños o venderlas.

¿Cree que es posible vender las tierras que fueron expropiadas y no están produciendo? ¿Quién estaría interesado en invertir en el negocio agrícola en Venezuela en este momento?

Allí caemos en el terreno político. Soy miembro honorario del Consejo Venezolano de la Carne, ha habido algunas transacciones de tierras entre ellos, pero ninguno estaría dispuesto a comprar más tierras para aumentar la producción de ganado porque están muy escarmentados, a la defensiva. Pendientes no solo de las invasiones, también del robo de bombas, transformadores. A quienes han tratado de efectuar el riego por goteo, que es la tecnología actual para la producción de hortalizas, les han robado los tubos y los dosificadores de fertilizantes. Existe un problema grave de inseguridad. Aun así, hay interesados en invertir. Allí está el caso de Dos Aguas y el de una empresa que produce patos para los restaurantes. Pero, ciertamente, nadie está dispuesto a jugársela a gran escala.

 13 min


Lester L. López O.

Apreciación de la situación política # 99

En cierta forma parece que tanto el régimen como la oposición aceptaron mantener el statu quo imperante dentro del caos que vive el país generado por la crisis que nos agobia. El gobierno, convencido de que no tiene una solución factible para salir de la crisis que ellos mismos crearon, pero convencidos, también, de la necesidad de mantenerse en el poder como sea, alarga los tiempos electorales a su conveniencia y se aferra a los claps como propuesta económica para mantener el poco apoyo electoral que le queda, esperando, en un golpe del destino, que los precios del petróleo suban apreciablemente y mediante la repartición de la renta elevar sus posibilidades electorales al igual que hizo el difunto eterno con las misiones que a la larga, y con el elevado precio del petróleo, le permitió salir con éxito del revocatorio del 2004. Pero eso está lejos de que ocurra en los próximos dos años.

También están en un proceso de recomposición interna para asegurarse lealtades partidistas al jefe del régimen, ya que existen muchos chavistas “puros” haciendo ruido dentro de las filas revolucionarias.

En las cúpulas militares, incluyendo a las que controlan el sistema económico nacional, deben estar percibiendo el descontento de los de más baja jerarquías que están igualmente sufriendo los embates del desabastecimiento, la inflación, carencia de medicinas y la inseguridad personal en torno a sus grupos familiares. Los claps, el carnet de la patria y las más variadas promesas de otorgar vehículos, viviendas y decretar territorios libres de enfermedades, no son suficientes para distraer a la gente de la dura realidad que enfrentan cada día.

Pero mientras las masas no se revelen, hay que mantener las cosas así.

La mayoría de los partidos de la oposición, jugando a la ruleta rusa, asisten a los procesos de relegitimarse, especialmente los que tienen musculo financiero, para cumplir con la primera fase de inscribir simpatizantes, algunos, como hasta ahora ha sucedido, lo han logrado y sin dudas otros más lo lograran en las próximas semanas. Pero igualmente deberán esperar el escrutinio final de las rectoras del CNE y del sistema judicial imperante.

Centrados en esta actividad, parecen olvidar y descuidar el creciente apoyo internacional que se está obteniendo y, al menos públicamente, no se observa que la MUD nacional haya designado un equipo autorizado para canalizar estos apoyos para utilizarlos en su debido momento y que llevará a la instalación de una nueva mesa de negociación para la habrá que estar preparado. Pero para eso aún falta tiempo.

En tanto unos se reorganizan y otros se revalidan, el caos avanza en el país, pero mientras sea en paz no hay problema.

@lesterllopezo

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Moisés Naím

Hace seis años escribí esto: “La principal fuente de los conflictos venideros no van a ser los choques entre civilizaciones, sino las expectativas frustradas de las clases medias que declinan en los países ricos y crecen en los países pobres”.

Mi argumento en ese entonces —y que ahora se ha confirmado— es que las clases medias en Estados Unidos, Europa y otros países de mayores ingresos verían empeorar su estándar de vida, mientras que en China, Turquía, Colombia y otros países emergentes la situación económica de los más pobres mejoraba. En ese mismo artículo señalé que tanto el aumento como la disminución de los ingresos generan expectativas que alimentan la inestabilidad social y política. La sorpresa, por supuesto, es que el aumento de los ingresos de la gente en los países pobres sea una fuente de inestabilidad. Más abajo vuelvo sobre esta paradoja. En ese artículo de 2011 también alerté de que “inevitablemente, algunos políticos en los países avanzados aprovecharán este descontento para culpar del deterioro económico al auge de otras naciones”. Y finalicé pronosticando que las consecuencias internacionales de este choque de clases, que entonces no eran obvias, acabarían siéndolo.

Bueno… lamentablemente, ya lo son.

En estos tiempos de Brexit, Donald Trump, Marine Le Pen, Geert Wilders, Podemos y otras sorpresas políticas proliferan los análisis que intentan descifrar las fuerzas que nutren “La Gran Furia”, ese profundo descontento que lleva a los votantes a escoger a quien sea con tal de que no se parezca “a los de antes”. La globalización, la inmigración, la automatización, la desigualdad, el nacionalismo y el racismo son solo algunas de las causas que más comúnmente se mencionan para explicar “La Gran Furia”. Pero me ha llamado la atención que los análisis no incluyen en su explicación lo que está sucediendo en Asia, América Latina o África. Una vez más, la narrativa dominante trata como si fuera mundial un fenómeno regional que ocurre principalmente en Norteamérica y en el Viejo Continente.

Los análisis ignoran que la clase media, esa que en Europa y EE UU está luchando para no perder su preeminencia económica, social y política está en pleno apogeo en el resto del mundo. Para una familia en India que, por primera vez, tiene ingresos que le permiten tener medicinas, casa, coche, televisión, teléfonos inteligentes y algo de ahorros, la defensa de la supremacía blanca que en EE UU motivó a muchos a votar por Donald Trump resulta ininteligible.

El apogeo de la clase media en países pobres es la principal revelación de un importante estudio que acaba de ser publicado por Homi Kharas, uno de los más respetados estudiosos de la cuestión. Sus cálculos indican que hoy 3.200 millones de personas forman parte de la clase media en el mundo, es decir el 42% de la población total. Para estos cálculos, los investigadores e instituciones como el Banco Mundial definen como clase media a las personas con ingresos diarios de entre 11 y 110 dólares al día. Este segmento ha venido creciendo rápidamente, pero a diferentes ritmos. Mientras que en Estados Unidos, Europa y Japón crece anualmente al 0,5%, en China e India suma un 6% cada año.

Globalmente, la clase media aumenta 160 millones de personas al año y de seguir a este ritmo, en pocos años, la mayoría de la humanidad vivirá, por primera vez en la historia, en hogares de esta categoría. Si bien las clases medias son hoy más numerosas que nunca en países como Nigeria, Senegal, Perú o Chile, su expansión es un fenómeno primordialmente asiático. Según Kharas, la abrumadora mayoría (¡el 88%!) de los 1.000 millones de personas que formarán parte de este estrato en los próximos años vivirá en Asia.

El impacto económico de todo esto es enorme. El consumo de la clase media en países de menores ingresos crece al 4% anual y ya equivale a un tercio del total de la economía global.

Naturalmente, los cambios que está experimentando la clase media tiene importantes consecuencias políticas. En Europa y EE UU estas consecuencias ya las vemos en los resultados de las elecciones, los referendos y en la proliferación de improbables candidatos que promueven agendas inéditas. En los países de menores ingresos, en los cuales la clase media crece a gran velocidad, también crecen rápidamente las expectativas y exigencias. Estos nuevos protagonistas sociales más tecnológicamente conectados, con más poder adquisitivo, más educación, más información y más conciencia de sus derechos son una fuente de inmensas presiones sobre gobiernos que no tienen la capacidad de satisfacer esas expectativas.

La clase media de los países ricos se siente amenazada y va a exigir a sus gobiernos acciones y resultados que mantengan sus estándares de vida históricos. Al mismo tiempo, la clase media de los países emergentes está más esperanzada que nunca y luchará para que su progreso continúe.

Como ya lo estamos viendo, estas agendas políticas divergentes son el origen de importantes fricciones internacionales. Y lo seguirán siendo.

@moisesnaim

https://www.lapatilla.com/site/2017/03/12/moises-naim-a-que-clase-media-...

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Carlos Raúl Hernández

Sabe mejor que nadie el maestro Elías Pino que la historia es una buena excusa para hablar del presente. Un complejo de culpa tejió la leyenda de “el día que bajen los cerros” en castigo al egoísmo de la próspera gente del Valle, indiferente a las penurias “de La Charneca”. El 27 de febrero de 1989 la profecía se cumplió, de los cerros bajó la avalancha y se unió el populacho de clases medias. Para políticos, sacerdotes, sindicalistas, empresarios e intelectuales, los saqueadores eran virtuosas víctimas de la sociedad y por eso persiguieron al ministro de Defensa, general Ítalo Alliegro, símbolo del orden y semiológicamente hicieron del héroe el criminal. La otra parte del mito, creada por Chávez e ingenuamente seguida por otros, fue usar la teoría de la conspiración, una todopoderosa y genial maniobra izquierdista: fue una operación revolucionaria, nuestra propia Ofensiva Teth. La “explosión social”. Y bastantes se lo creyeron.

La muchedumbre silenciosa y decente de los cerros, se quedó aterrada y asqueada en sus casas, pero el mea culpa de los poderosos hirió a la democracia y dejó una cicatriz mucho peor que las depredaciones mismas. La democracia no sirve y los ricos, la corrupción, los políticos, el neoliberalismo, el FMI, los especuladores, eran los malvados. Pequeños comerciantes, dueños de abastos, panaderías, carpinterías, talleres, quedaron en la ruina. Algunos mintieron que eran miles de muertos, contra lo que reportaron funerarias y hospitales, y como el número de urnas y fosas no daba, la falta de escrúpulos politiquera inventó un tenebroso barco de la muerte que arrojó en altamar montones cadáveres, y otros tantos fueron a prolijas fosas comunes. Quiebran una sociedad con problemas pero en progreso, como la describe Manuel Carrillo de León en su libro El fusilamiento de la decencia (2017).

Teoría de la conspiración
Salvo en la guerra de masas de Vietnam, nunca, never, jamás, en ninguna parte del planeta nadie demostró semejante capacidad insurreccional. Tal vez la tendrían Hitler, Mussolini o Perón y consta en sus movimientos, pero no una pequeña izquierda ocupada en construir microespacios electorales. Y los grupos pretendidamente insurrectos, ñángaras, células, aisladas con nula capacidad operativa, eran extraterrestres, por no decir que odiados por la gente normal de los tres o cuatro barrios donde “hacían trabajo” (favor no contar cuentos...). En 2011, Londres, Birmingham, Liverpool y Manchester se sacudieron con idénticos riots cuya diferencia con nuestros 27 y 28 de febrero fue una cosa: empresarios, eclesiásticos, políticos, sindicales e intelectuales, los enfrentaron enérgicamente. Los entonces jefes del gobierno y la oposición, David Cameron y Ed Milliband, propusieron rápido castigo judicial (hubo más de tres mil procesados).

Inefables sociólogos hablaron de las “causas profundas”, de la “injusticia social”, como si se tratara de Somalia, Etiopía o Cuba. ¿Será Birmingham un infierno de masas hambrientas y oprimidas que devoran una sopa comunal? ¿Habrá que hacer un mundo en el que nadie tenga siquiera que pagar un recibo que lo saque de la felicidad absoluta, cada quien con sus sesenta y cuatro doncellas huríes y ríos de leche y miel? Pero… ¿por qué no armaron turbas a Mao, Stalin, Franco, Ceausescu, Chapita, Pol Pot, Lukashenko, Mugabe, Pinochet, Castro o Kim Jong-il? ¿Será porque la gente ahí era (es) muy feliz? ¿Por qué ocurren en sociedades prósperas y democráticas? En la sesión del Congreso de Venezuela aquel día, mientras más brillaba la luminaria en la tribuna, más lamentable su testimonio para la (ridícula) historia. Igual intelectuales o empresarios.

Bajan los cerros en Montreal
Besaban los pies de la barbarie (como algunos hicieron el 4F). ¿Qué mecanismo falla para que en una sociedad estalle el pillaje? En el estudio de veinte casos de este síndrome hooligans se repite una variable constante, sin folclóricas teorías de la conspiración. La violencia en cadena se produce cuando y solo cuando el Estado no responde contundentemente al inicio de una alteración del orden público. Es un problema policial. Lo dijo el entonces primer ministro Cameron: la pifia de la policía, atolondrada por la turbia muerte en sus manos de un delincuente (Mark Duggan), la inhibió ante el primer motín con vidrieras rotas. Eso estimuló las pandillas hiperconectadas a actuar (sin que se pretenda culpar la tecnología). En Nueva York del siglo XIX las pandillas los Conejos Muertos, los Pendencieros y los Nativos del “Carnicero” Cutting, y en el XX Al Capone y Dillinger, funcionaban bien sin Blackberry ni iPhone).

En 1863 tuvo la marina que terminar a cañonazos desde el Hudson el levantamiento de los gangs en Five Points en vez de la policía arrollada. El 17 de octubre de 1969 en Montreal (¿un infierno social inhumano?) la policía se declara en huelga: hubo saqueos, destrucción y asaltos a bancos hasta que intervinieron el ejército y la Policía Montada. En Nueva York el apagón de 1977 tomó desprevenidos a los gendarmes y hubo mil seiscientos dieciséis saqueos, y mil treinta y siete incendios. En 1992 el bandolerismo incendia Los Ángeles. Había aparecido en TV el video aficionado de la paliza que la policía le dio a un negro, Rodney King, e intimidada, se acuarteló y no detuvo el arranque. En los saqueos de Caracas estaba en huelga la Policía Metropolitana. El gobierno sabe y por eso no habrá “explosión social”.

@CarlosRaulHer

http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/hay-fuego-27f_642973

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