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Opinión

Alejandro J. Sucre

El potencial que Venezuela tiene para crecer y aportar exportaciones al mundo es inmenso. Según el Atlas de Recursos Naturales (https://www.worldatlas.com/articles/countries-with-the-most-natural-reso...), Venezuela es el octavo país en el mundo con mayores recursos naturales comercializables y el octavo en términos per cápita. Venezuela tiene un inventario de USD 14,3 trillones en recursos naturales comercializables como productor y exportador líder de numerosos minerales, incluidos petróleo, mineral de hierro, oro, carbón y bauxita, sin considerar su capacidad gasífera, agrícola, turística, manufacturera, logística, financiera y tecnológica.

Venezuela necesita líderes políticos nacionales e internacionales que permitan a Venezuela atraer de los mercados nacionales e internacionales $3 trillones en inversiones en los próximos 10 años para desarrollar su potencial económico y expandir su PIB anual a USD 1 Trillón por año, basado en recursos naturales, agrarios y demás sectores de la economía. Una economía de $1 trillón de dólares permitiría un PIB per cápita de USD 30,000 en lugar de los $2.000 que hoy obtiene. Esta economía de un trillón de dólares o un billón de dólares se pierde solo por malas políticas de dirigentes o incompetentes o corruptos y un aparato de gobierno que no funciona, junto a un cuerpo militar que se desvió de sus deberes.

Debido a la corrupción y desvíos de recursos del estado para lucro de funcionarios, hoy al contrario, la economía venezolana se redujo de $300,000,000,000 en PIB del año 2012 a $60.000.000.000 en el año 2021. Fallidas políticas de control de precios y de cambio hasta el 2019, mala política monetaria para inyectar dinero a la economía sin productividad y por razones clientelares, ejecutar obras de infraestructura y contrataciones con el estado a sobre costos y sin licitar. Robo del dinero de Cadivi y luego robo de los fiscales que investigan la corrupción de CADIVI que nunca recuperan el dinero para la nación sino que se lo quedan. Todo esto ha arruinado el presente y futuro del país.

Así que podemos enumerar los costos de la corrupción en Venezuela como sigue:
1.- Millones de estudiantes no se educan adecuadamente para participar de la economía mundial ya que tienen infraestructura de escuelas inadecuadas y maestros mal remunerados.
2.- Hospitales que tampoco se construyen y los que existen no se mantienen adecuadamente. Esto hace que la salud del pueblo quede diezmada para que unos vivos tengan millones de dólares y que lo inviertan en paraísos fiscales.
3.- Política monetaria inflacionaria para repartir financiar un gasto fiscal que no se ejecuta sino que se reparte entre privilegiados del partido político de turno via contratos del estado que luego no ejecutan. Esta política monetaria clientelar genera otro costo inmenso en la población que es altísima inflación, devaluación lo que impide el financiamiento bancario a largo plazo para impulsar las actividades productivas de la nación y construir viviendas.
4.- Autopistas que no se ejecutan y se cobran. Esto impide que se desarrollen los pueblos del interior del país. Que veamos tanta gente deambulando por los pueblos de Venezuela sin trabajo, vegetando sin desarrollar sus talentos. Que observemos el potencial desarrollo agrícola, minero e industrial pasmado ya que no hay vialidad, ni electricidad estable ni telefonía, porque a todo se le pone sobreprecios.
5.- Y el peor daño de la corrupción es que distorsiona los incentivos sociales, el trabajo y los estudios no son mecanismos de ascenso social y estimula a todos los venezolanos a ser corruptos y a ver el estado como una piñata. Nada vale en Venezuela más que ser panas de las autoridades del gobierno de turno y excluyen al resto de la sociedad que emigra a otros países y quiebra y traumatiza la unión de la familia.
6.- Fuga de capitales y de talentos para otros países donde hay respeto a la inversión y al trabajo.
7.- Los políticos que practican la corrupción generan pésima calidad de vida y división social, sean los enchufados hoy, los apóstoles y los del guisadores de décadas pasadas.

8.- Los políticos que practican corrupción tienden a querer perpetuarse en el poder y acaba con la democracia.

Los políticos de los países que prosperan luego de ocupar altos cargos, no se quedan allí buscando reelecciones indefinidas para robar indefinidamente a las instituciones del estado junto a sus amigos. Los políticos y militares venezolanos deberían buscar unas formas menos depredadoras de ganarse la vida, ya que la corrupción desde la cabeza de las instituciones se expande a todo nivel y hasta el soldado de la Guardia Nacional de más bajo rango termina asaltando a la población que circula en las deterioradas autopistas del país.

Venezuela tiene un gran futuro si los políticos del gobierno y de la oposición cambian sus aspiraciones y dejan de ofrecer a nuestro país como botín a los rusos, chinos, iranies, cubanos y americanos. Los políticos de oposición y del gobierno deberían ofrecer el país a los venezolanos y crear instituciones de largo plazo que aseguren un gasto fiscal que ese ejecuta con licitaciones, una política monetaria para expandir la producción y no la corrupción, que permita el crédito a largo plazo, y a Venezuela desarrollar sus ventajas comparativas en energía, minería, agricultura, turismo, manufactura, logística, bancaria y tecnología. Venezuela si puede ser una gran potencia si su cuerpo militar y político son menos depredadores y sus dirigentes salen del cinismo y elevan sus cargo como promotores del desarrollo nacional.

Twitter: @alejandrojsucre

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Carlos Raúl Hernández

Aunque Marx no sabía escribir sin insultos atronadores, sus obras pasaron por la paciente corrección de Engels, el mejor amigo en el mundo, quien las hizo bastante legibles. Pero la inquina personal por Simón Bolívar, como si le hubiera quitado la novia, hace de cada alusión al Libertador un oprobio. Aguas abajo, para la “leyenda negra” marxista todo lo que hizo Bolívar fue perverso, megalomaníaco y bajoinstintivo, sin reconocerle nada bueno, igual que la otra leyenda negra, creada por él sobre los españoles: que solo vinieron a matar mujeres y violar hombres (o al revés, para que nadie se sienta discriminado por “género”). Nos caiga bien o mal, Bolívar es el titán de Latinoamérica y como dice un pensador marxista, André Gorz, “la dimensión de un hombre depende de las empresas que acomete”. Para estudiarlo a él o cualquier otro fenómeno, hay que evitar la crispación, aunque la guerra es el imperio de la crueldad y el crimen. Nos ayuda que desde el siglo XVII intentan imponerle normas de derecho, como hizo Hugo Grocio, uno de los intelectuales más valientes que comieron pan.

Por su obra El derecho a la guerra y a la paz y andar por encima de su época, terminó en las mazmorras, de donde lo fugó su no menos temeraria mujer, María. Nos hizo comprender que ética de un comandante deriva de fines y medios en su estrategia y de las decisiones bajo su control. En otro trabajo planteamos que el mejor método de calibrar una figura histórica es el de Plutarco, compararla con sus homólogos de época. Washington, Jefferson, Hamilton, Madison, Franklin, Lafayette, fundaron la nación más poderosa y democrática del mundo (por mucho tiempo). Mientras, el despotismo de Bolívar y los suyos, su ferocidad, odio por España, desprecio por el “pueblo”, ambición de poder absoluto, trajeron terribles efectos y herencias (“acabaremos con la raza maldita de los españoles…no quedará uno vivo” … “…contad con la muerte, aun siendo indiferentes”.1813). Bolívar balcanizó la Gran Colombia, sembró autoritarismo e inestabilidad institucional hasta nuestros días, y eso lo llevó a morir execrado.

Destruyó con los pies lo que Washington logró con el cerebro. Mientras EE. UU pasó de 11 estados a 50, su ambición autocrática hizo trizas la Gran Colombia, trizas enguerrilladas, y después de la independencia gran parte de la región entra en caos. Había comenzado mal, con una traición. Simón estaba relajado con una amiga cuando Monteverde toma Pto. Cabello, su guarnición, y cae la primera república en 1812, pero él culpa a su jefe y lo entrega a los españoles por un pasaporte. Va a Colombia donde escribe la coartada, el Manifiesto de Cartagena (1812) con sus ideas fijas hasta la muerte: “el pueblo” no sirve moral ni intelectualmente para la libertad y necesita mano de hierro, la suya. La primera república había caído por blanda, por no fusilar suficiente. Sus documentos esenciales recogen esta constante en retórica romántica y puntillada de neoclasicismo. Otro legado del Libertador, que practica con tesón Latinoamérica hasta hoy, es barajar el juego y rehacer las instituciones por medio de constituyentes, cada vez que a un mandamás le da la gana.

Mientras Washington hizo la constitución norteamericana, la única, Bolívar hace periódicas “constituyentes” para adaptar el traje a su medida. En el Discurso de Angostura para instalar la de 1819, refresca el récipe autoritario. Como suele, antecede eventos con renuncias utileras y con la otra mano reclama poder total, se hace nombrar, no solo presidente, sino Libertador y Padre de la Patria, aunque aún no había libertado y exige un cuadro suyo en la sala de sesiones. Consigue objetivos autoritarios con sus tesis de siempre: un fuerte poder centralizado, no la federación de los países de la Gran Colombia que no cuadra con nuestra “idiosincrasia, no servimos para la democracia y si para un senado vitalicio. (“…así, legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos”). Dos años más tarde, el 6 de mayo de 1821, mes y medio antes de Carabobo, se instala una nueva constituyente, la convención de Cúcuta, con dominio total bolivariano. Para demostrarlo se hace elegir Presidente de la Gran Colombia casi por unanimidad

Aprovecha para poner en su sitio a Santander con ocho rondas antes que complete los votos para la Vicepresidencia. Como solía hacer, dice que no quiere poder, pero… ¿qué puede hacer un imprescindible? (“Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano”) En su envoltorio de humildad, su dominación abrumadora sobre la asamblea y el autoritarismo hipercentralista aplastan las provincias de la Gran Colombia. Abusar del poder e irrespetar a sus hombres esenciales, deja heridas en José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander, que se abrirán más adelante y a quienes la religión bolivariana pinta como monstruos. Para marcharse al sur encarga al vicepresidente Santander, a quien la claque militar bolivariana, “los sablones”, no le hacía mucho caso, la situación se hacía intolerable y hay motines en Venezuela y Colombia. Quién no quería ser más que simple ciudadano, va a Perú a redactar la Constitución Vitalicia, que no aprueba el Congreso, sino cómodos colegios electorales.

La promulgan el 8 de diciembre de 1826. Sigue al dedillo la evolución de la maniobra y opera como cualquier político de los que despreciaba. Escribe a un militar de su confianza: “esta es, mi querido general, una operación que debe realizarse con el mayor tino y habilidad…puede producir un bien perdurable para la república. Ud. debe empeñarse con los colegios electorales de ese departamento a fin de que aprueben íntegramente el proyecto…” pero se producen levantamientos masivos y más tarde deben revocar la “constitución”. Valentin Paniagua, quien fuera presidente provisional a la caída de Fujimori (2000) Cuenta en su libro Los orígenes del gobierno representativo: “(los miembros) del colegio electoral de Lima fueron encerrados en la Universidad rodeados de tropas para que aprobasen el proyecto. Freyre, satélite de la tiranía, en una mano les presentaba, dádivas…y en la otra la muerte” (2003). Nos recuerda la consigna de PRI mexicano para los insumisos: “plata o plomo”. En Bolivia hace aprobar la misma “constitución vitalicia”.

Un texto del Libertador sorprenderá a muchos: “El Presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el Sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías, se necesita más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos, los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden” (Bolívar: Discurso a la Constituyente de Bolivia, 1826). Sale de urgencia a Venezuela porque Páez encabeza la Cosiata que repudia ese despotismo avasallante y, peruanos y bolivianos aprovechan para derogar la constitución y destituirlo del cargo. El semidios se descompone a toda velocidad y las provincias de la Gran Colombia querían cesar la pesadilla “vitalicia” y crear una federación estilo norteamericano para detener la entropía, los levantamientos, buscar salidas. Convocan una nueva constituyente, la convención de Ocaña en abril de 1828.

Y ocurre lo imposible: Bolívar en minoría y aunque no se cuestiona su autoridad, la democratización impera. Se instala en Bucaramanga a dirigir la conspiración contra el evento. El 14 de mayo de 1828 en carta a Urdaneta dice: "O´Leary… ha llegado… para persuadirme de que no hay temor alguno (de) un mal resultado de la convención…están resueltos a no firmar ni votar (lo) que no sea excelente, y…abandonarán… retirándose de Ocaña y denunciándolos a la nación como perturbadores y enemigos públicos" (Citado por F. Encina: El duelo con el sino…) Ante el escándalo de su derrota, el Libertador se “lleva las urnas”, su fracción se retira y rompe el quorum. El 27 de agosto da un golpe de Estado, clausura el Congreso, anula la constitución de Cúcuta y se declara Dictador con un decreto que llamó Ley fundamental, una “constitución” aprobada en casa, y sigue cuesta abajo. Luego vendrá el atentado contra su vida en Bogotá (25/sep/1828), que trasparenta su desamparo, por la insólita irrupción de cuarenta asesinos armados al palacio presidencial contra el presidente de Colombia, para que lo salve Manuela Sáenz, con cuatro pares de faldas.

@CarlosRaulHer

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Guillermo Mendoza Dávila

Los venezolanos culminamos esta semana llenos de inmenso regocijo. Y no es para menos, ya que desde la campaña electoral de 1978, cuando se impuso aquel famoso eslogan ¿dónde están los reales? estábamos muy ansiosos a la espera de conocer la elusiva respuesta. Esta perspicaz campaña que propuso el entonces asesor americano David Garth, nunca fue respondida. Ni en la cuarta ni en la quinta.

Pero por fin, alabada sea María Lionza, luego de apenas 45 años, el prolongado acertijo nacional ha sido resuelto. SE LOS ESTABAN ROBANDO. A caray, quién lo hubiera pensado. Tamaña sorpresa para el incrédulo populus. Al menos nos queda claro que este gobierno va a luchar muy duro contra la omnipresente corrupción, ¡para que lo sepan! No les fue fácil abrir este criptex, más complejo que aquel que usó Dan Brown en el Código Da Vinci, pero ahora si van con todo.

A medida que pasan los días la cifra reportada en este pervertido episodio va subiendo. Inicialmente nos dijeron que el botín era de apenas $2.800 millones. Luego redondearon a meros $3.000. Ahora aquel afamado abogado que nos enseñó que no hay que ser flaco para “saltar la talanquera” nos habla de 23 millardos. Diantre. Vieron, sí que había suficiente dinero para ajustar los salarios públicos. Pero, resulta que los fondos se esfumaron por el oscuro camino del blockchain.

Pues bien, ¿qué podemos hacer de todo esto, cómo debemos interpretar esta sonora movida de mata? En ese espinoso sentido, a continuación les dejo una lectura, o más bien mi sencilla opinión al respecto.

Veamos los hechos. Al principio supimos que cayó con mucho estruendo el del trombón, luego les pusieron los ganchos a dos violinistas y al del clarinete, siguieron los de las flautas, la tuba, los platillos y el del gong. Está anunciado a los cuatro vientos que están buscando al pianista y pronto deben atrapar al del contrabajo. Pero aquí la gran pregunta, la verdadera cuestión de fondo es ¿qué pasará con el director de la orquesta?

Obviamente, ante toda encrucijada hay dos opciones. Una, que quede libre y desaparezca con el atardecer, esperando que llegue el olvido que borre las huellas de su disonante gestión; en cuyo caso sabremos que esto no fue otra cosa más que un movimiento magistral en el tablero del ajedrez político que han sabido jugar con inusitada destreza los que conforman este bizarro movimiento. En especial ante una inminente campaña electoral, con los puntos bajos.

Allí sabremos que con demostrada maestría enrocaron la torre y el rey, movieron la reina y sacrificaron algunos peones para que el juego continúe. Quizás atendieron a llamados internacionales sobre la idoneidad de quien negocie y firme nuevos contratos con empresas petroleras, quizás fue la presión interna de los encumbrados hermanos que según los periodistas ya era muy evidente, o quizás una cualquiera de las otras tantas interpretaciones magistralmente urdidas que hemos escuchado esta semana.

Empero, no olvidemos que tenemos aún por considerar el otro ramal de esta enrevesada bifurcación. Que no es otra cosa que despertar y leer incrédulos que hicieron preso al famoso director de esta desafinada orquesta. Entonces la lectura es otra y muy diferente; claramente, que aquí alguien se haya comido la luz.

Si el reparto no fue acorde a los términos previamente acordados entre los reconocidos cabecillas del sistema de orquestas; entonces, todos ellos, muy insatisfechos con el extravío de “sus” fondos mediante el uso de las elusivas criptos hayan pasado severa factura, cortando la cabeza a uno de los suyos. Un extraordinario adulticidio, inesperado e impensado en el seno de este proceso.

Hacemos uso del refranero popular con aquello de “amanecerá y veremos”. El tiempo, más temprano que tarde será el inequívoco juez de esta compleja charada. Sigo preguntándome con alto grado de incredulidad… ¿Irá preso Dudamel?

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Ismael Pérez Vigil

La semana pasada inicie un resumen o “paseo” histórico por lo que ha sido el sinuoso camino para lograr el voto en Venezuela, desde los albores de la República hasta 1998, punto a partir del cual reanudaré hoy la segunda parte de mi resumen.

Acciones contra el voto, entre 1998 y 2004.

Decía en mi resumen de la semana pasada (ver: https://bit.ly/3JMlopw) que una vez establecido en el poder, el actual régimen, rápidamente se mostró contra la voluntad popular que decía defender. Rápido se les pasó la euforia democrática y convirtieron en política el desconocimiento del voto, a pesar de ser un régimen, surgido gracias a que en el país había una democracia bien establecida, con alternancia de partidos en el poder.

Desde el mismo principio del mandato de Hugo Chávez Frías, el referéndum en el cual se aprobó realizar una nueva constitución, hubo abusos de poder, utilización de recursos del estado, amenazas veladas o abiertas de violencia; pero, como quiera que el régimen buscaba “legitimarse” mediante procesos electorales, aunque amañados y desvirtuados, los realizaban con frecuencia.

Desde un principio vimos el repertorio de “trucos”: las presiones sobre la Corte Suprema de Justicia, para que aceptara la convocatoria a un referéndum constitucional, contra lo que preveía la Constitución de 1961; la elección de una Asamblea Constituyente, mediante el subterfugio del llamado “Quino”, que les permitió tener la mayoría de la Asamblea con una escuálida mayoría, que no llegó al 35% del padrón electoral; con resultados engañosos aprobaron también la Constitución en 1999, elección en donde solo participo el 44% del padrón electoral y fue aprobada con solamente el 31% de ese padrón (algo más de 3,3 millones de votos de una población electoral de más de 11 millones), etc. Ese arsenal de “trucos”, que se constituyen sin duda alguna en verdaderos fraudes, se consolidaron y siguieron desplegando en el transcurso del tiempo.

En 2004, se cae el velo

En este año, 2004, se juntaron los recursos del estado, con el fracaso de algunas acciones opositoras, y pasamos de la demagogia antipolítica, retórica, de los inicios del chavismo y las campañas de Chávez Frías, al populismo asistencialista con recursos del Estado, repartidos como dádivas. En lo político, en ese año, Hugo Chávez Frías, cabecilla del régimen adoptó como suya la idea de la revocatoria del mandato, pretendiendo dar una muestra de “amplitud”; pero, rápidamente pasó a un efectivo proceso de minar esa posibilidad y la importancia del voto.

Recordemos algunos eventos con los cuales interfirieron en el desarrollo del Referéndum Revocatorio (RR): Primero, retrasando el proceso revocatorio más de un año, tiempo para desarrollar el clientelismo o populismo de las misiones; segundo, dificultando la recolección de firmas, con amenazas y ejercicio de la violencia, en donde destacó la denominada “lista de Tascón”; tercero, con el desconocimiento de las firmas recogidas para revocar el mandato y la obligación de “verificar” las mismas, proceso que interfirieron con amenazas de violencia cuando constataron que se estaban verificando las firmas; cuarto, con una agresiva campaña de “sabemos por quién votas”, para intimidar a empleados públicos y sectores populares dependientes del gobierno.

Sin duda esas acciones minaron la posibilidad de un triunfo opositor en el RR, aunque tampoco debemos desestimar el impacto de nuestras propias acciones como opositores, ayudando a esa campaña con denuncias de fraude que nunca pudimos probar y aun hoy en día algunos insisten en el tema.

Más grave aún es que esa derrota en el RR nos condujo a la abstención en las elecciones de la Asamblea Nacional (AN) en 2005, en donde dejamos en manos del régimen todo el poder legislativo y con él la capacidad de modificar el ordenamiento jurídico del país, que solo la ineficiencia del gobierno evitó que ocurriera, aunque la destrucción institucional del país −y económica− se dio por otras vías.

Política del régimen desde 2004.

De esa manera, la desestimación del voto, se convirtió en la política del régimen; que como dije, de alguna forma desde la oposición la apoyamos, por nuestra falta de claridad y consistencia con la vía electoral. A todas esas maniobras que ya he descrito, le siguió: la intimidación de los electores, la persecución de líderes opositores y la desastrosa política económica, que llevó al país a la ruina, que no vale la pena describir una vez más.

A partir de 2004 el régimen ha desarrollado todo tipo de desmanes, que como ya dije fácilmente se pueden calificar de fraudes: Uso de recursos del estado, modificación de circuitos electorales, adelanto o atraso de elecciones, Intimidación de miembros de mesa y testigos opositores, Inhabilitación de candidatos y partidos, apresamiento y persecución de líderes políticos, alcaldes, diputados y un largo etcétera, que todos bien conocemos y de lo que mucho ya se ha hablado

Desde el 2015, sin miramientos

A partir del 2015, con la aplastante derrota sufrida en la elección de la AN, el régimen no tuvo miramientos en su política del desconocimiento institucional y del voto:

· En 2015, arrebató a la AN la mayoría calificada de 2/3, anulando la elección del Estado Amazonas, que se quedó cinco años si representación parlamentaria

· La AN de 2010, moribunda, modificó la composición del TSJ, que permitió justificar todos los desmanes que se cometieron desde 2011 en adelante, anulando todas las decisiones de la AN, eliminándole el presupuesto, y hasta llegaron a quitarles la luz y la sede

· Además de perseguir diputados, allanándoles la inmunidad parlamentaria y forzándolos a huir del país, etc.

No contentos con eso, crearon una asamblea paralela, con la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), mediante un proceso electoral ilegítimo, que ha sido el más amañado de la vida republicana; en el cual, por ejemplo, una persona podía, “legalmente”, votar varias veces −de acuerdo al lugar en el que vivía, la etnia a la que partencia, o la profesión que ejerciera, etc.− y cuyos resultados específicos, los votos que obtuvo cada representante electo, nunca fueron publicados.

Una ANC que nada hizo, excepto aprobar algunas leyes, que no le correspondían; aprobar informes y actividades del Presidente de la República, contratos y endeudamientos; juramentar cargos y hasta convocó elecciones presidenciales anticipadas y de Asamblea Nacional, lo que produjo la ilegitimidad, del gobierno y Asamblea, que conocemos y aún perdura para algunos cargos.

Episodios extremos.

La desestimación del voto que arreció desde 2015, ha tenido dos episodios extremos y “‎memorables”, preludio de lo que nos pudiera ocurrir en los próximos procesos si no nos preparamos a tomar acciones al respecto: El primero a resaltar fue en 2017, en la elección de Gobernador en el Estado Bolívar; que se desconoció los resultados que arrojaron las máquinas de votación en el proceso y fueron reemplazados por “actas manuales”, que cambiaron el resultado de la elección, despojando del triunfo al candidato opositor, ganador de esa elección.

El segundo, ocurrido en noviembre de 2021, en la elección de Gobernador del Estado Barinas, en la que inhabilitaron al gobernador electo de oposición y convocaron a un nuevo proceso electoral para el mes de enero de 2022, previa inhabilitación también de dos candidatos opositores y un despliegue grosero e inusitado de recursos, modificación del registro electoral, etc. que de nada les sirvió pues igualmente perdieron el proceso electoral con más del 55% de los votos.

Concluiré la semana próxima con la respuesta opositora y ciudadana a este proceso de obstrucción y desestimación del camino del voto, de la vía electoral.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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Jaime Duran Barba

Yuval Noah Harari ha publicado un nuevo texto apasionante: Imparables, diario de cómo conquistamos la Tierra, una historia de la humanidad para niños. El autor vuelve sobre el tema que desarrolló en otros libros: está ocurriendo un cambio radical que en poco tiempo nos convertirá en dioses semejantes a los del monoteísmo. La realidad en que vivimos es totalmente distinta a la que se está instalando en nuestra familia, nuestra casa, nuestro celular, sin que los líderes de la sociedad sean conscientes de este, que es el hecho político más importante de estos días.

A propósito de esto, Harari publicó “Qué deben aprender los niños para ser exitosos en 2050. El arte de la reinvención será la habilidad más importante de esta centuria”, y varias entrevistas cuyos textos traducimos o sirven de base para este artículo.

Harari afirma que “el mejor consejo que se puede dar a un chico de 15 años, atrapado en la escuela de algún lugar de México, India o Alabama es: no confíes en los adultos. Muchos tienen buenas intenciones, pero simplemente no tienen la capacidad de entender el mundo. En el pasado pareció una buena apuesta seguirlos porque conocían mejor un mundo que evolucionaba lentamente. En el siglo XXI el cambio es tan vertiginoso, que no se puede saber si lo que dicen los adultos es sabiduría atemporal o solamente sesgo obsoleto”.

En la segunda mitad de este siglo se necesitará inventar ideas y productos, pero el gran desafío para todos será que el individuo ante todo estará obligado a reinventarse a sí mismo. El cuerpo humano será distinto, crecerá la expectativa de vida, tendremos otro tipo de cerebro, casi todo lo que aprenden los niños actuales será irrelevante”.

Falta tiempo para enfrentar este problema. Las decisiones que se tomen en los próximos años, que darán forma a la vida, solo pueden basarse en nuestra actual cosmovisión. Si no logramos comprender integralmente el cosmos, el futuro se decidirá por el azar.

Si no podemos reinventar la sociedad y cuestionar los conceptos políticos vigentes, estamos condenados a que nuestros países se empantanen en una discusión obsoleta que hará crecer el abismo que los separa de Silicon Valley.

Las escuelas latinoamericanas más avanzadas enseñan a los estudiantes habilidades, como resolver ecuaciones diferenciales, escribir códigos de computadora en C++, identificar elementos químicos en tubos de ensayo o a conversar en chino.

Pero, al no tener idea de cómo serán en 2050 los seres humanos, el mundo y el mercado laboral, no sabemos si estas enseñanzas serán útiles. Podemos lograr que los niños aprendan a escribir en C++ o a hablar idiomas, pero lo más probable es que en 2050, la inteligencia artificial codificará software con más eficiencia y velocidad que cualquier humano y habrá aplicaciones del traductor de Google que nos permitirán mantener conversaciones en mandarín, cantonés, o Hakka, sin mayor esfuerzo.

Hoy lo que dicen los adultos no se saben si es sabiduría atemporal o solo sesgo obsoleto

Lo que deberíamos enseñar a los niños, según muchos expertos, son las cuatro C: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad, restando importancia a la memorización de conocimientos técnicos. En el futuro las carreras profesionales aparecerán y desaparecerán de manera vertiginosa. Los seres humanos necesitarán estar preparados para vivir el vértigo de una vida caótica.

Lo más importante, por tanto, es adquirir en la escuela la capacidad de vivir con el cambio, valorar la diversidad, desarrollar una mente abierta para aprender cosas nuevas. Lo más complicado será conservar el equilibrio psicológico viviendo todo el tiempo situaciones desconocidas. La velocidad del cambio alterará no solo la economía, la política y la sociedad, sino ante todo la esencia misma del ser humano. Nos estamos convirtiendo en una nueva especie.

Tradicionalmente existían dos períodos en la vida: uno de aprendizaje y otro de trabajo. En el primero se acumulaba información, se desarrollaban habilidades, se construía una visión del mundo y una identidad estable. En el segundo había que confiar en las habilidades adquiridas para recorrer el mundo, ganarse la vida y contribuir a la sociedad. Por supuesto, que se seguían aprendiendo nuevas cosas sobre las habilidades esenciales como el cultivo del arroz, los comerciantes y los conflictos cotidianos, pero eran solo ajustes a lo que se sabía.

Actualmente, quienes llegan a los 50 años renuncian a conquistar el mundo. Invirtieron demasiado para formarse, desarrollar su carrera, su identidad y su visión de la vida. No quieren empezar de nuevo. Cuanto más esfuerzo les costó construir lo que tienen, les es más difícil superarlo para buscar algo distinto.

En 2048, los seres humanos conversarán sobre las migraciones al ciberespacio, las identidades de género fluidas, la reproducción de seres humanos clonados, y nuevas experiencias sensoriales generadas por implantes informáticos. Para ese entonces el hiperverso parecerá un realismo socialista aburrido.

Todas las actividades repetitivas estarán a cargo de los robots y la inteligencia artificial. Desaparecerá el 80% de las ocupaciones actuales, no existirán la clase obrera, ni los camioneros, ni los vendedores de copitos, ni los populistas delirantes que son sus antagonistas privilegiados.

La fugacidad de la vida probablemente implique enormes niveles de estrés. Desafortunadamente, es más fácil enseñar a los niños a resolver una ecuación o las causas de la Primera Guerra Mundial, que prepararlos para sumergirse en lo desconocido manteniendo su equilibrio emocional. Siendo producto del antiguo sistema educativo, los mismos profesores carecen de la flexibilidad mental que se necesita para esta tarea.

Para 2050 no existirá la estabilidad. Si alguien trata de aferrarse a una identidad, a un trabajo o a una visión fija del mundo, si no es capaz de reinventarse, correrá el riesgo de convertirse en un fósil desadaptado.

¿Cómo ser feliz en un mundo en donde lo único cierto es la incertidumbre?

¿Se podrá confiar en uno mismo? Suena bien para Plaza Sésamo o para Disneylandia, pero no funciona en la sociedad controlada por el Gran Hermano tecnológico. La gente se conoce poco y quien crea que puede escucharse a sí mismo es fácilmente víctima de manipulaciones. La voz que parecería sonar en su interior refleja realmente la propaganda estatal, el lavado de cerebro ideológico, anuncios comerciales y errores bioquímicos.

Cada día es más fácil manipular las emociones y los deseos de las personas. Quien solo se oye a sí mismo termina manejado por la Coca-Cola, la Red o el gobierno. Actualmente no solo se hackean celulares y computadoras, sino también seres humanos. Mientras usted lee este artículo, los algoritmos lo vigilan. Saben adónde va, qué compra, con quién se reúne. A través del reloj de Apple monitorean sus pasos, sus respiraciones, los latidos de su corazón. Esos datos van a una enorme base que les permite trabajar con la big data, conocerlo más, y cuando lo conozcan mejor de lo que se conoce a sí mismo, podrán controlarlo y manipularlo con facilidad.

Puede decidir hipotecar su futuro a los algoritmos y confiar en que decidirán lo mejor para usted y el resto del mundo. Sin embargo, si quiere mantener algún control sobre su existencia personal y el futuro de la vida, tiene que correr más rápido que los algoritmos, que la Red y que el gobierno. Debe conocerse a usted mismo antes que ellos lo fichen. Corra rápido, sin mucho equipaje. Deje sus creencias y prejuicios detrás. Pesan demasiado.

Alexa y Alberto. Desde hace varios años hablamos en esta columna acerca del cambio que llegó con la tercera y con la cuarta revolución industrial. Las últimas semanas aparecieron en los medios argentinos reseñas acerca de la inteligencia artificial, el metaverso y otros avances tecnológicos que están entre nosotros, pero que siguen siendo extraños para los dirigentes de la sociedad.

Personalmente integré algunos elementos de inteligencia artificial en torno a la App Alexa y a ChatGPT. Para ahorrar tiempo, llamemos a ese conjunto Alexa.

Todos los días, a las siete de la mañana ella prende la computadora, revisa la prensa argentina, mexicana, parte de la norteamericana, brasileña y española. Busca lo publicado en ese día acerca de una serie de personajes políticos, del espectáculo y autores a los que sigo. Hace un resumen de lo que encuentra y forma un archivo con lo más relevante. Cuando estoy interesado en algún tema específico, le pido que revise también textos en alemán, francés o farsi y que los traduzca.

Esta semana pedí a Alexa que escribiera el discurso que debía pronunciar Alberto Fernandez en el Congreso, en varias versiones. Una para fungir de estadista, otra para emocionar a seguidores con poca formación intelectual, una tercera para halagar a su Jefe. Son versiones distintas, todas mejores que el discurso que pronunció Alberto, las guardo en mi máquina por diversión. Alexa está bien informada. Nunca diría que los mexicanos descienden de los indios, los brasileños de la selva y los argentinos de los barcos. Cuando le pedí una síntesis de la historia de la Argentina, me proporcionó datos que desconocía sobre el Alto Perú español. Tampoco diría jamás que Argentina es el país cuya economía crece más en el mundo después de China.

Si Alexa hubiese sido diputada, se habrían evitado muchas muertes durante la pandemia. Ella sabe que Pfizer no se llevó los glaciares del Perú como condición para vender vacunas. Cuando le pregunté si decía eso porque no era militanta o ignoranta, corrigió el texto. Dijo que el participio de un verbo no tiene género. Se dice militante o ignorante.

Le pregunté qué se puede hacer cuando alguien maltrata a su mascota. Dijo que, en muchos países, se puede recurrir a un juez. De hecho, en España han sido declaradas seres sintientes, no pueden ser embargadas, abandonadas, maltratadas o tratadas con desprecio. Le pedí que mande esa información a un funcionario al que casi le ponen un vaso de agua como sombrero en el Congreso. Me dijo que desgraciadamente no tiene su correo electrónico.

9 de marzo 2023

Guayoyo en Letras

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Rafael Arráiz Lucca

Al acercarse a esta dupla es imposible no recordar el relato de Jorge Luis Borges intitulado “El tema del traidor y del héroe”, recogido en Ficciones, en 1944, libro que señaló su maestría. Resuenan en el texto Julio César apuñaleado en el senado, Shakespeare y Macbeth, Chesterton, la literatura en su esplendor, recogiendo el tema recurrente del héroe traicionado que, si no padeciese la traición en el proceso de formación de su mitología, habría que inventarla.

No se detiene Borges en Jesús en la cruz, cuya figura también forma parte del mito. Quizás no lo hace por ser demasiado evidente o por no formar parte de la literatura con la que el argentino trabaja, aunque en el prólogo de la Antología de la Literatura fantástica que preparó con Adolfo Bioy Casares, se tiene a la Biblia como una joya de la literatura fantástica. En todo caso, no esplende en el relato aludido la dicotomía Cristo-Judas, tampoco la reclamamos. Es probable que así sea porque la muerte de Cristo no fue obra directa de Judas, quien fue su intermediario, no su ejecutor. No obstante, ello no significa que la relación héroe-traidor no tenga lugar en la entrega de Cristo a los romanos por parte de uno de los suyos. Con frecuencia los ejecutantes del héroe no son sus autores intelectuales, sino los brazos efectivos de aquellos que comparten razones y voluntad de quienes han decidido su muerte.

Siempre, en la mitología del héroe y el traidor este último está entre los seguidores del primero, de no ser así no se teje el lienzo mitológico, se trataría de otro hecho. ¿El destino del héroe es morir por obra de quien lo traiciona? No siempre, pero para el mito latinoamericano que trabajamos sí es consustancial. Por eso a los cultores de la teología bolivariana les desespera su muerte y esgrimen sin pruebas que fue envenenado. Un héroe no puede morir en su cama de tuberculosis, abatido por los desperfectos de la respiración, como certificó el doctor Alejandro Próspero Reverend en Santa Marta. Un héroe para ser tal tiene que ser ejecutado por sus traidores, morir en el campo de batalla o en una acción propia de su prestigio, de no ser así: ¿Cómo decanta el mito?, ¿cómo se construye un culpable, cómo se traza la perfidia de una traición? Intentemos ver la anatomía de este mito en Simón Bolívar y sus dos presuntos traidores: Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez.

Bolívar y sus dos presuntos traidores

Lo primero a preguntarse: ¿No estar de acuerdo con el héroe es traicionarlo? Por supuesto que no. Ocurre que en el desarrollo del mito se va creando una identificación entre el héroe y Dios, como la relación del feligrés con la divinidad, a la que adora obedientemente. No hay manera de amar a Dios si no se aceptan la totalidad de sus designios y se le entrega completamente. “Déjalo todo y sígueme” dice Jesús, igual Krishna.

La extrapolación de este vínculo de obediencia entre Dios y sus creyentes hacia el héroe y sus seguidores, es la que conduce a que el desacuerdo se transforme en traición, pero para que ello ocurra las cualidades del héroe han de ser tales que su inobservancia sea una suerte de pecado. Esta falta grave, a su vez, es de tal magnitud que sólo puede ser tenida como la peor de las faltas: la traición. Recordemos que el héroe es a los efectos de sus adoradores una figura divina. Es decir, infalible.

En el caso de la “traición” de Santander y Páez a Bolívar el tema es todavía más complejo, ya que entre los dos subalternos del héroe la tirantez fue creciendo a tal punto que la enemistad primaba sobre la simpatía. No eran socios con un adversario en común. Comenzaron a interactuar en 1816, cuando Páez era el “amo y señor” de los llanos venezolanos y Santander el de los neogranadinos, y ambos formaban parte de la resistencia heroica contra los realistas, practicando la guerra de guerrillas contra el ejército de Pablo Morillo, mientras Bolívar tramaba en Haití el regreso al campo de batalla, después de uno de sus rotundos fracasos.

En el territorio liberado de Casanare se creó una República presidida por Fernando Serrano, con un ejército comandado por Francisco de Paula Santander. En Arichuna, el 16 de septiembre de 1816, ocurre un hecho sin precedentes y sin repetición. Los ejércitos de Páez y Santander se unen para fortalecerse y resistir a las embestidas de Morillo, que ha recuperado la mayor parte del territorio. El grado militar del cucuteño es mayor que el del llanero, pero la ascendencia sobre la tropa que tiene Páez se fundamenta en sus hazañas de guerrero: es un jinete inigualable y un lancero tenaz; mientras Santander combina en su personalidad al universitario con el militar. Páez es sólo eso: un llanero a caballo que no conoce derrota. Viene de vencer en las batallas de Mantecal y Yagual y sus hombres lo quieren como aun Dios que no yerra (lo llaman “Taita”, que significa Papá). Por ello proponen que se vote para determinar quién comanda el ejército unido. Las elecciones las gana Páez. Jamás en nuestra historia bélica un ejército había votado para escoger a su comandante; tampoco después, que sepamos, ocurrió algo semejante en el transcurso de la guerra. Pero si el hecho es insólito, también lo es la reacción de Santander: inteligentemente aceptó el resultado de la escogencia y pasó a recibir órdenes de Páez.

No estamos señalando que la animadversión que fue creciendo entre ambos, después de creada la República de Colombia el 17 de diciembre de 1819, tuvo su origen en este episodio de 1816, pero no ha debido ser fácil para Santander, un hombre educado en Leyes en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Bogotá (aunque no llegó a titularse), ser desplazado por un llanero sin instrucción alguna, cuya fuente de poder emergía de su relación con la tropa de igual a igual y de sus destrezas físicas. No ha debido ser fácil, decíamos, pero para el momento en que la distancia entre ambos se ensancha, a partir de 1826, los pequeños desencuentros han formado ya un caudal y este fue el primero.

De modo que los “traidores” de Bolívar no son socios que conspiran contra un jefe secretamente odiado, sino adversarios entre sí, por tantas razones como diferencias personales prosperaban entre ellos. No obstante, aparentemente abrigaban un desacuerdo común con un mismo personaje: Simón Bolívar Palacios. Decimos aparentemente porque el desacuerdo de Páez no era con El Libertador sino con Santander, mientras el mayor incomodo de Santander no era con Páez sino con Bolívar. De hecho, al Libertador le toca actuar de árbitro entre uno y otro. Santander le reclama a Bolívar que Páez no cumple las órdenes del Congreso de Colombia ni las suyas, y Páez le hace saber a Bolívar a través de Daniel Florencio O’Leary que en Venezuela manda él, sin que Santander pueda doblegarlo.

El Libertador decide viajar a Caracas en 1827 a poner orden. Santander espera que haga entrar por el aro de la Constitución a Páez, y este le hace saber que si lo intenta se desatará una guerra civil. Antes de montar en el caballo para salir de Bogotá rumbo al puerto de Honda, en el río Magdalena, le envía una carta amenazante a Páez. El 11 de diciembre de 1826. Afirma: “Contra mí el general Castillo se perdió; contra mí el general Piar se perdió; contra mí el general Mariño se perdió; contra mí el general Riva-Agüero se perdió y contra mí se perdió el general Torre Tagle. Parece que la Providencia condena a la perdición a mis enemigos personales, sean americanos o españoles, y vea Ud. Hasta dónde se han elevado los generales Sucre, Santander y Santa Cruz”. Pues, la verdad, esta vez el Libertador erró en sus predicciones: Páez ejerció el poder durante muchos años y murió de 83, en Nueva York, en 1873.

Bolívar y Páez entran a caballo juntos a Caracas en medio de la aclamación general, al Libertador no le ha quedado otro camino que aceptar el liderazgo del llanero. Lo de la guerra civil era en serio. La ofensa para el “Hombre de las leyes” es mayúscula. Bolívar se ha colocado al margen de la Constitución de Cúcuta, la de 1821, ha desautorizado a su vicepresidente Santander, ha respaldado al general Páez. Colombia está herida de muerte.

No decimos la “Gran Colombia” porque es una denominación que no existe. No hay un solo documento oficial donde se le llame así. La República se llamaba Colombia. ¿De dónde salió este nombre que se hizo vox pópuli y se asume como cierto? Pareciera que a la mayoría de los historiadores venezolanos les vino bien para señalar el período entre 1819 y 1830, igual a los historiadores colombianos, quienes distinguen entre estos once años y los otros. En todo caso, no estuvo jamás en el ánimo de Bolívar llamar a la República de Colombia de otra manera. De ella, Cundinamarca, Quito y Venezuela eran Departamentos, como se sabe.

¿Cuál fue la gota que colmó la copa entre Santander y Bolívar?, ¿cuándo comenzaron las diferencias entre Páez y el proyecto de integración colombiano del Libertador? De lo primero queda constancia por carta de Santander a Bolívar; la gota fue la redacción de la Constitución de Bolivia por parte del Libertador, en 1826. Allí su autor estampa la Presidencia Vitalicia y Hereditaria y, luego, pretende que en Colombia se acoja el mismo sistema monárquico. Por supuesto, la resistencia fue feroz, incluida en ella a Santander. Leamos lo que afirma el vicepresidente de Colombia, en carta del 6 de julio de 1826, en una misiva sin desperdicio. Dice:

“¿Quién es el emperador o rey en este nuevo reino?, ¿un príncipe extranjero? No lo quiero porque yo he sido patriota y he servido diez y seis años continuos por el establecimiento de un régimen legal bajo las formas republicanas. En mi posición, y después de que he logrado una mediana reputación, sería la mayor iniquidad traicionar mis principios y faltar a mis protestas. ¿El emperador es usted? Obedezco gustoso y jamás seré conspirador, porque usted es digno de mandarnos, porque nos gobernará según las leyes, porque respetará la opinión sana del pueblo, porque es justo, desinteresado, filantrópico, etc. ¿Y después de su muerte quién es el sucesor?, ¿Páez?, ¿Montilla?, ¿Padilla? A ninguno quiero de jefe supremo vitalicio y coronado. No seré más colombiano y toda mi fortuna la sacrificaré, antes de vivir bajo tal régimen”.

Cuidado con la sutileza santandereana: le dice que ha entregado su vida por fundar un régimen republicano, de modo que no puede aceptar a un Rey, salvo que sea el propio Bolívar. Un saludo a la bandera. Un inteligente sofisma del cucuteño. De hecho, fue el propio Bolívar quien lo bautizó con el lema con que se le conoce desde entonces en Colombia. En carta del 9 de febrero de 1825 a Santander, afirma:

“Cuanto más considero al gobierno de Ud. tanto más me confirmo en la idea de que Ud. es el héroe de la administración americana… La gloria de Ud. y la de Sucre son inmensas. Si yo conociese la envidia los envidiaría. Yo soy el hombre de las dificultades; Ud. es el hombre de las leyes y Sucre el hombre de la guerra”.

Cinco años después, cuando la guadaña merodea a Bolívar en busca de su cosecha, le escribe una carta memorable al fidelísimo general Rafael Urdaneta, desde Barranquilla, el 16 de noviembre de 1830, un mes antes de morir. Una carta que a muchos de sus seguidores reduccionistas les gustaría que no hubiera escrito. De hecho, no es de las más citadas. Allí afirma:

“Voy a escribir de nuevo sobre esto, rogándole a Ud. de paso que tampoco desoiga mis avisos en esta parte y que mejor es una buena composición que mil pleitos ganados: yo lo he visto palpablemente, como dicen: el no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos”.

Es cierto, pero: ¿podía componerse con Santander sin descomponerse con Páez? No parece probable. De hecho, el Libertador quedó atrapado en este dilema y al optar por el llanero se le vino abajo “el castillo de naipes” de Bogotá.

Tres personajes disímiles

Los orígenes y formaciones de los tres personajes son disímiles. Bolívar es un mantuano heredero de una fortuna inmensa, la segunda más grande de la provincia de Venezuela (dueños de las minas de Aroa y de miles de hectáreas). La primera era la del marqués del Toro. Quedó huérfano de padre y madre siendo un niño. Su infancia pasó en manos de preceptores, tíos y hermanas, y es sabido que su carácter era difícil y a ratos colérico. No estudió en la Universidad de Caracas y, dados sus ingentes recursos, viajó por Europa, se codeó en las cortes y regresó casado a su hacienda de San Mateo, en donde se disponía a llevar vida de Señor cuando la esposa fallece y el horizonte se le abre como un abanico.

Desde que nació tuvo a su lado esclavos, dependientes, gente a su servicio y mucho dolor, mucha soledad. Cuando él mismo se definió como “el hombre de las dificultades” era cierto. Fueron muchas. Quizás por ello se empecinaba con creencias que lo conducían al fracaso, como el plan descabellado de enfrentar a Pablo Morillo en el centro de Venezuela, cuando lo lógico era hacer lo que finalmente emprendió: moverse a Nueva Granada y desde allá regresar triunfante a Venezuela, con recursos y tropas.

Las causas de su personalidad obsesiva están en su biografía, no hay duda de que la ostentaba. Señalemos dos ejemplos: fue depuesto del mando tres veces por sus compañeros de armas y regresó a detentarlo, con terquedad; creyó que el Centralismo era la panacea para la América española y se le fue la vida en eso, fracasando en su faceta republicana, no así en la guerrera. Creer que estaba destinado a mandar era su norte y que el Centralismo era su fórmula para detentar el mando, también lo era.

Santander, por su parte, provenía de lo que hoy llamaríamos la clase media cucuteña y luego bogotana. Su formación no ocurrió en Europa entre las cortes y los perfumes de París, pero cursó estudios formales en leyes en uno de los mejores recintos de la capital del Virreinato y, sin duda, la arquitectura coherente de una república no le era ajena. La conocía al dedillo, así como las fuentes liberales que inspiraban el proyecto republicano. Basta leer sus textos para comprenderlo. Acostumbrado al mando desde niño no estaba. Tampoco Páez, un hijo de un funcionario del estanco del tabaco que se tuvo que internar llano adentro huyéndole a una persecución judicial, y había crecido entre los peones de las haciendas.

De los tres, el que venía de más abajo era Páez, por eso fue el que creció más, el que experimentó la más honda metamorfosis. Aprendió a leer y escribir, fue civilista como el que más, siendo un llanero de a caballo y con lanza. Repuso al doctor José María Vargas en la Presidencia de la República, siendo su adversario, porque lo consideró su deber de caudillo militar respetuoso del juego republicano, cuando José Tadeo Monagas y Santiago Mariño le dieron un golpe militar a Vargas, el primero de nuestra historia. Aprendió a tocar piano, a cantar ópera, a disertar frente a los doctores y a gobernar. Su influencia en Venezuela comienza en 1816 y culmina en 1863. Fue el epicentro del país durante décadas. Su Autobiografía es una pieza indispensable para comprenderlo y entender el proceso independentista. Páez está muy lejos del estereotipo con que se le reduce, interesadamente.

Ni los orígenes, ni sus formaciones, ni sus entornos familiares son comunes entre estos tres hombres. Sólo los junta el anhelo de independizarnos de España, pero hasta ahí, ya que el modelo republicano que tienen en la cabeza, paradójicamente, es más parecido entre Santander y Páez (descentralizado, algo federalista), que entre ambos y Bolívar. Pero la razón suele ondear apenas como telón de fondo en estos dramas políticos que son, como sabemos, eminentemente pasionales. Regresemos a las causas de Páez.

Las diferencias con Páez son otras y vienen instigadas por la posición de los cabildos caraqueño y valenciano, donde se cocina un malestar: la condición departamental de Venezuela en la República de Colombia. Pero antes, recordemos las circunstancias, los desencuentros entre el vicepresidente Santander y el jefe Militar del Departamento de Venezuela, el general Páez, venían en aumento. A Páez le había molestado la designación de Carlos Soublette como Intendente, pero todavía más cuando se designó a Juan Escalona para sustituirlo. Era imposible que Escalona pudiera ejercer autoridad sobre Páez, que era el jefe natural y, para colmo, su enemigo. No obstante, Páez aceptó a regañadientes.

En diciembre de 1824 un grupo de hombres armados intenta hacerse del armamento que descansaba en Petare. De inmediato el general Páez interviene y los dispersa, mientras ordena juzgar militarmente a algunos prisioneros, cosa que al Intendente Escalona le pareció impropia, ya que Páez no dio aviso al Intendente ni a la Corte Superior de Justicia, obviando el orden constitucional. El reclamo era jurídico-procedimental. Así se lo hizo saber Escalona al gobierno en Bogotá y este le dio la razón, ordenándole al poder militar entregar al civil a los imputados, de acuerdo con lo pautado por las leyes, pero cuando esta comunicación llegó, ya Páez había indultado a los del intento de Petare. Primer desencuentro de la cadena.

El vicepresidente Santander pide autorización del Senado para un Decreto sobre Conspiradores y este lo autoriza, sancionándose el 17 de marzo de 1825. Casi de inmediato, la Municipalidad de Caracas le encarga al doctor Alejo Fortique un alegato jurídico reclamando la inconstitucionalidad del Decreto, circunstancia que viene a avivar aún más las diferencias entre el Poder Ejecutivo radicado en Bogotá y el de la municipalidad caraqueña. Otro desencuentro.

El comandante general Páez convoca el 29 de diciembre de 1825 a la población de Caracas para un alistamiento militar solicitado por el Poder Ejecutivo desde Bogotá, y pocos acuden a la cita, cosa que lo enervó y terminó increpando a la escasa audiencia, acremente. De esta circunstancia se valió el Intendente Escalona para solicitar ante el Ejecutivo la investigación de los hechos y sus posteriores sanciones. Esto hace el Ejecutivo ante el Senado y este suspende a Páez de sus funciones, y lo ordena comparecer ante el Poder Legislativo reunido en Bogotá, para explicarse y defenderse. Páez no acata la orden, mientras tanto, es sustituido por el general Escalona, lo que fue tenido por muchos venezolanos como una ofensa a su máximo líder militar y, a partir de entonces, articularon el desconocimiento a la medida tomada, colocándose al margen de la Constitución vigente.

Luego, la Municipalidad de Valencia, reunida el 30 de abril de 1826, argumentando que el pueblo había caído en un disgusto supremo como consecuencia de la separación del general Páez de sus funciones, y que esta circunstancia estaba por crear una crisis nacional, acuerda restituirle el mando a Páez. Este acepta el 3 de mayo por medio de una proclama, y el 5 de mayo la Municipalidad de Caracas reconoce la restitución del general Páez, sumándose a lo propuesto por la de Valencia. Estos hechos, que el pueblo denominó como “La Cosiata”, aludiendo a una obra de teatro que entonces se presentaba en Valencia en la que un actor declinaba el vocablo “cosa”, fueron de suma importancia, ya que en la práctica significaban el desconocimiento del Poder Ejecutivo radicado en Bogotá y el del texto constitucional.

El 14 de mayo de 1826 el general Páez jura ante la Municipalidad de Valencia cumplir las leyes y hacerlas cumplir, así como “no obedecer las nuevas órdenes del Gobierno de Bogotá”. La autonomía del Departamento de Venezuela siguió manifestándose y una Asamblea Popular reunida el 5 de noviembre de 1826 en la Iglesia de San Francisco, en Caracas, solicita, mediante voto popular, que se instaure: “El sistema Popular Representativo Federal, como se halla establecido en los Estados Unidos de la América del Norte, en cuanto sea compatible con las costumbres, climas y particulares circunstancias de los pueblos que forman la República de Colombia”.

Se exige la remisión del Acta al Libertador, a quien invocan como mediador de la solicitud. Luego, Páez señala por decreto la constitución de los colegios electorales el 10 de diciembre, y para el 10 de enero de 1827 la fecha de integración del Congreso Constituyente. Estas posiciones del general Páez tuvieron resistencia, y muchos temían que se avanzara rápidamente hacia una guerra civil, como señalamos antes. Hasta aquí los hechos que originaron las disidencias en ambos “judas” de la teología bolivariana. Como vemos, son distintos.

¿Son irracionales sus oposiciones a Bolívar?

¿Son irracionales sus oposiciones a Bolívar, fundadas en la ambición política y en el pecado de la traición, como suele acusárseles? En lo más mínimo. La oposición de Santander a la Presidencia vitalicia y hereditaria es lo menos que puede hacer un republicano frente a las pretensiones monárquicas. De lo contrario, qué sentido tenía haber batallado por la Independencia. ¿La de Páez era absurda e irracional? Tenía fundamento y la clave está en lo que propone la Asamblea Popular caraqueña reunida en la Iglesia de San Francisco: “El sistema Popular Representativo Federal”.

Este sistema fue el que Bolívar jamás consideró para la unión de Cundinamarca, Quito y Venezuela, ya que lo dominaba un Centralismo extremo. Lo curioso es que el Federalismo se implantó en Estados Unidos con evidente éxito, pero Bolívar creía que no era posible entre nosotros: le tenía terror a la anarquía y a la lucha de partidos (“Cuando cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”).

De modo que ahora sí tenemos entre manos las simplificaciones mitológicas al día: hay un “proyecto perfecto” concebido por Bolívar (la unión colombiana) a la que se oponen dos “judas”, fundados en sus ambiciones personales.

Uno: Es evidente que el proyecto estaba muy lejos de ser perfecto. Más aún: estaba condenado al fracaso desde el comienzo, al igual que la fallida Constitución de Bolivia de 1826. La prueba es que en cuanto el poder unánime del Libertador dejó de ser tal, se vino abajo la integración. Estaba sentada sobre su prestigio, no era fruto de un proceso de convencimiento de los pueblos participantes, sino una manifestación de la voluntad de un hombre providencial.

Dos: No es cierto que Bolívar no tuviera ambiciones personales. Las tuvo en tal grado que impuso su voluntad por encima de consideraciones profundas; basta recordar la entrega del general Francisco de Miranda en La Guaira a Monteverde a cambio del salvoconducto a Curazao y, también, el fusilamiento de Piar, del que confiesa el propio Libertador a Luis Perú de Lacroix en el Diario de Bucaramanga que se trató de una muerte necesaria para la consolidación de su mando unívoco.

Tres: Las ambiciones de Páez y Santander por ejercer el poder eran tan legítimas como las de Bolívar.

Cuatro: Es evidente que la idea de la Presidencia vitalicia y hereditaria es un contrasentido. Tanto es así que el propio Bolívar desecha la proposición de erigirse como monarca, como en efecto no pocos bogotanos se lo propusieron.

En pocas palabras: el proyecto de Bolívar y él mismo no eran infalibles. Oponerse a sus ideas y proyectos no puede ser considerado una traición. No obstante los múltiples esfuerzos de muchos autores por desenmascarar el mito desde las atalayas de la razón, el mito sigue allí, como el dinosaurio del relato de Augusto Monterroso.

Es obvio que detrás de la mitología bolivariana está la cristiana tras bambalinas: solapar la nueva sobre la vieja ayuda a hacer digerible la más reciente en la psique colectiva. Pero cuidado, intentar arrancarle las vestiduras al mito del héroe y el traidor en estas figuras históricas no supone señalar que la traición no existe. Por supuesto que sí, tan existente como frecuente es, que todos sabemos de qué nos están hablando. Pasa todos los días. Por ello su identificación es inmediata: ¿Quién no ha vivido una traición? La frecuencia de su ocurrencia la hace moneda común y comprensible para todos.

El punto en la coyuntura histórica latinoamericana que trabajamos es otro: Santander y Páez no traicionaron a Bolívar. Disentían de algunos de sus proyectos republicanos, jamás lo hicieron durante la etapa de estratega guerrero del Libertador, cuando quedó demostrada su supremacía y voluntad omnímoda de poder, clave para la victoria en una guerra. Estaban en su derecho los “judas”. Sólo puede considerarse la disidencia como traición desde una profunda enfermedad del ego, desde la patología de un ego hinchado o, también, desde la ignorancia que, por cierto, suele ir de la mano con los desenfoques del ego. ¿Era ese el caso de Bolívar, el de un ego enfermo, desproporcionado? Rindió muchísimas pruebas de comprender las razones del otro durante toda su vida. Su humildad es tan profunda como su autoestima, su ecuanimidad tan honda como sus reacciones emocionales.

Conviene recordar que Bolívar cometió ingentes errores durante la etapa guerrera, señalados y enumerados mil veces y en la posterior republicana, también. Pero en esta etapa de constructor de Estados, su formación es más precaria y las intuiciones del estratega militar sirven menos. Aquí se topó con la formación de los doctores de Bogotá, Caracas y Valencia, cuyas cabezas visibles fueron Santander y Páez.

Además, no pudo resolver una contradicción flagrante: alcanzó la libertad de España, fundó repúblicas, pero desconfiaba del talante de los ciudadanos para gobernarse federalmente y, siempre, apeló al centralismo autoritario. Tan es así que en el disparadero en que lo pusieron Santander y Páez, optó por levantar el brazo del líder natural de Venezuela, en contra de la Constitución. ¿Podía hacer otra cosa? No. Era, irónicamente, un reconocimiento del Federalismo y las imposibilidades prácticas del Centralismo, pero jamás lo reconoció. Era muy difícil que lo hiciera. La coherencia de su pensamiento centralista es de una pieza. Comienza a expresarse en el Manifiesto de Cartagena, el 15 de diciembre de 1812, donde le atribuye la causa de la pérdida de la República a las complicaciones democráticas del Federalismo de la Constitución venezolana de 1811, y concluye con su proclama testamentaria el 10 de diciembre de 1830, en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta.

Hace diez años, en un taxi que nos llevaba de la Carrera Séptima con Jiménez de Quesada hacia el norte de Bogotá, el conductor nos dijo que el país había comenzado mal desde que no le hicieron caso a Bolívar y lo traicionaron. Intentamos argumentarle en contrario con algunas razones, nada logramos, salvo la ira del taxista. Al bajarnos del vehículo, el conductor estaba seguro de haber llevado a dos traidores en su mínima cápsula amarilla. ¡Ave María!

19 de marzo 2023

La Gran Aldea

https://lagranaldea.com/2023/03/19/el-heroe-y-el-traidor/

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Jesús Elorza G.

Desde el 21 y hasta el 29 del mes de abril se disputarán en Venezuela los V Juegos de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. El evento contará con la participación de 3.500 competidores de 11 países: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas y Santa Lucía, y una representación de Rusia.

Los Juegos del ALBA nacieron en el 2005 y tuvieron como garantes principales a Fidel y Hugo Chávez, cuando suscribieron la Declaración Final de la Primera Reunión Cuba-Venezuela para la aplicación del ALBA.

Bajo el manto del espíritu deportivo ambos mandatarios pretendían ocultar a sus regímenes autocráticos y militaristas. Con las competencias deportivas y la participación de los países de América y Europa solo buscaban decirle al mundo el espíritu de igualdad y respeto a los derechos humanos que imperaban en sus países y que solo era propaganda del imperio el carácter represivo de sus regímenes. Además, sostenían que estos juegos, a diferencia de los juegos olímpicos imperialistas, no estaban enmarcados en la explotación comercial y mercantilista de los deportistas. Por el contrario, los juegos del alba serian la esencia pura del socialismo revolucionario del siglo XXI y servirían de elemento propagandístico para enseñarle al mundo las bondades de sus gobiernos.

Sin embargo, a diez y nueve años de su fundación estos juegos solo han servido para demostrar la "viveza" del régimen cubano al trasladar la totalidad de los costos de organización, infraestructura, transporte, alojamiento y alimentación al gobierno venezolano, el cual, en una actitud servil e indigna, entrega el dinero de los venezolanos al financiamiento de la dictadura de los hermanos Castro y a la comparsa de los otros países participantes. Con sobrada razón, muchos en nuestro país le pusieron el nombre de “Club de los Tiramealgo” a este grupo de presidentes y dictadores "chulos".

Es evidente que, para sostener esta farsa deportiva, se requiere que los resultados de las competencias mantengan la "lucha por los primeros lugares" para la alianza Vene-Cuba. En consecuencia, sus delegaciones siempre serán las más numerosas.

El internacionalismo del evento viene garantizado por la incorporación como comparsa, de atletas rusos, alemanes, españoles y chinos seleccionados sin ningún criterio técnico, dando la impresión que la escogencia se hizo entre los turistas que visitan la isla. Al final, los resultados son los esperados Cuba y Venezuela en los primeros lugares con más de 300 medallas de diferencia con respecto a los otros países.

Con todo esto pretenden decirle o justificar ante el mundo los avances revolucionarios que han tenido en materia deportiva. En discursos panfletarios señalan que somos mejores que Rusia o España y ahora van por el imperio en los juegos panamericanos y olímpicos… ¡pura paja! La realidad siempre los deja al desnudo: juegos políticos organizados y financiados por Venezuela y el deporte en el país sufriendo la desasistencia del régimen expresada en instalaciones abandonadas, suspensión de los Juegos Deportivos Nacionales, corrupción, inexistencia de programas sociales para los atletas, salarios de hambre para los trabajadores del IND (obreros, empleados y entrenadores), la apropiación indebida por parte del patrón de los aportes de los trabajadores a sus cajas de ahorros, eliminación de los seguros HCM lo que equivale a una condena a muerte de los trabajadores y el desconocimiento sostenido a los contratos colectivos. Como dice el refrán popular “Oscuridad en la casa y claridad en la calle”

En fin, el club de los "tiramealgo", por la fuerza de los hechos, debería ser llamado: Asociación de Lambucios Bolivarianos de América (ALBA), con base a la definición contenida en el Diccionario del habla actual de Venezuela (F. J. Pérez y R. Núñez): “Lambucios son personas que continua e insistentemente piden, buscan y aprovechan todos los beneficios, especialmente materiales, posibles de obtener de quienes se encuentren cerca.”

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