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Opinión

Julio Castillo Sagarzazu

“Al principio fue el verbo”. Así comienza el Génesis, el libro común del judaísmo y el cristianismo sobre el origen de todas las cosas. Posteriormente, la teología cristiana ha propuesto una entidad: “La Palabra” para referirse a los que dice la biblia sobre un tópico determinado. No les falta razón. La aparición de la palabra, como producto de la evolución de la laringe, sustituyó los aullidos, los sonidos guturales y las señas para la comunicación de la especie humana. El hombre comenzó a nombrar las cosas y, en cierta medida, a darles una existencia independiente. Nació asi la expresión y la comunicación consciente. Posteriormente, aparece la palabra escrita, en Sumeria, al sur de Mesopotamia, y allí, comienza técnicamente la historia. Tan importante es la palabra con la que se nombran las cosas que algunas escuelas filosóficas (los nominalistas por ejemplo), han llegado a plantear que “el nombre de la cosa es parte de la cosa” Es sobre esa importancia, sobre como nombramos las cosas, de lo que trata esta nota. Sobre todo de como nombramos las cosas y como nos expresamos en el “debate” (comillas ex profeso) que, sobre ciertos temas, solemos mantener en la oposición venezolana. Un “debate” con una acritud y una agresividad que son, en realidad, dignas de mejor causa. Quizás la primera característica que podemos señalar es la curiosa habilidad de hablar más con adjetivos que con sustantivos. Los adjetivos “descalificativos”, son, en efecto, los más comunes en nuestros escarceos verbales. Cuando esto ocurre, la conversación pierde “sustantividad”, se va por las ramas; no debatimos ideas, sino que descalificamos a quien no comparte las nuestras. Lo sustantivo es lo importante y lo adjetivo es lo accesorio. En el derecho llamamos derecho sustantivo al que establece las normas y al adjetivo al que nos dice cómo aplicarlas. Lo segundo depende de lo primero y no a la inversa. Así deberían ser las discusiones y el debate tanto al interior de las organizaciones opositoras, como entre ellas y entre los opinadores que pueblan las redes sociales y los medios de comunicación. Lo más dramático (algo que si no fuera trágico, seria cómico) es que a veces estamos de acuerdo y no nos entramos por la manera como discutimos. Como aquel personaje de Moliere, hablamos en prosa sin saberlo. Esta semana, por ejemplo, con motivo del infausto tema de las cartas, he leído una ingeniosa reflexión del amigo Arístides Hospedales. Arístides ha dicho que después de leer las “aclaratorias” y las glosas de las cartas, hemos terminado descubriendo que estamos de acuerdo y que el levantamiento de las sanciones los ven ambos grupos de “abajo firmantes” como un tema a ser planteado en la mesa de negociación y que no se busca con ello derrocar a Maduro. Por supuesto que el propósito de escribir esta nota no es la de dar buenos consejos para que seamos todos mejores. Normalmente esas iniciativas son idealismos superfluos que tienen la pelea perdida de antemano. Una pela tan inútil como la del hombre contra las cucarachas: Nunca la ganaremos. El verdadero objetivo es que volvamos a ganar centralidad y que volvamos a poner en el debate los verdaderos problemas apremiantes y que nos dotemos de una agenda común que nos saque de la ociosidad y el inmovilismo. Ociosidad que, como decían nuestros abuelos, es la madre de todos los vicios. Ganar centralidad no quiere decir que olvidaremos nuestras diferencias. Tenemos muchas y muy importantes, pero si significa que nos pongamos de acuerdo en como dirimirlas. Tampoco aquí cabrían las buenas intenciones. Estamos obligados a recurrir, como hacen las sociedades civilizadas, al método de buscar un juez que diga quién tiene razón, cuando se enfrentan intereses contrapuestos o, por lo menos, disimiles. Aquí es donde vuelve a tomar pertinencia la propuesta de avanzar en un proceso de relegitimación social, popular, integral (como queramos llamarlo) de la dirección política de la oposición. Las primarias o las consultas se han señalado como mecanismo para hacer frente a un eventual desafío electoral, pero es que antes de eso, es necesario encontrar una manera de tener una dirección política de las fuerzas democráticas. Ya sabemos que no es fácil escoger un método que satisfaga a todos, pero en ese tema deberíamos estar centrados en este momento. Sabemos también que hay opiniones diversas sobre quién es y quien no es oposición. Cada quien, y nos incluimos, tiene una opinión sobre esto. Pero está visto que no podremos dirimir esto en un diálogo de sordos o de profesionales del tirapiedrismo. ¿Qué tal si nos decidimos en dar el paso audaz de organizar un proceso que culmine en la legitimacion de una dirección política por parte de los venezolanos? ¿Qué tal, si como dimos un ejemplo al mundo el 2015 con la estupenda victoria parlamentaria y con las movilizaciones multitudinarias de años recientes, damos también el ejemplo de que conseguimos un camino para escoger a esa dirección política? La situación geopolítica mundial ha cambiado con la invasión de Putin a Ucrania. Las viejas divisiones “ideológicas” son un periódico de ayer. El mundo se enfrentara ahora al dilema democracia o tiranía. En este nuevo ecosistema, tenemos una oportunidad de ensayar un camino diferente que nos permita avanzar. Si franqueamos ese paso, con éxito podremos abordar, en mejor posición, los desafíos que están por venir. Una dirección política legitimada, sería un paso de gigante y pondría sindéresis en este torneo de diatribas estériles y de dibujo libre en el que se solazan los responsables de la pesadilla que vivimos. Ojalá intentáramos algo en ese terreno.

 4 min


Edgar Benarroch

Venezuela tiene una población estimada de 32 millones de personas de las cuales 6 millones están en el exterior huyendo del país por el horror que tenemos y en busca de mejores condiciones de vida. De los 26 millones que aún están en el país, solo el 1 % disfruta de inmensas fortunas (muy poquísimas logradas con trabajo, con acertadas y beneficiosas inversiones u obtenidas por herencia, son contadas con los dedos de las manos y quizás sobran dedos), en su gran mayoría logradas con negociados con el régimen nada transparentes, ni morales ni éticos.

Ese 1% equivale a 260.000venezolanos de los cuales 160.000 está residenciado en Caracas, centro de los negocios y el resto, 100.000, esparcido en el interior. Ese 1% es quienes ahora están haciendo inversiones en edificios, locales comerciales con exquisiteces, bodegones cargados de productos importados e inmensos supermercados y redes de farmacias.

Desempolvaron las fortunas que tenían escondidas y las pusieron a funcionar. Por ello vemos la construcción de dos o tres edificios y la inauguración de bodegones y de comercios para la élite. En el Círculo Militar de Maracay está instalada una gran cantidad de restaurantes y negocios de alta gama, todos, según información que he recibido, son propiedad de militares de alto rango.

Como no existe ningún ente público ni privado que exija explicación de las grandes inversiones; que solicite la "partida de nacimiento" del dinero, la inmensa masa en circulación se presta, con gran facilidad, para ser limpiada. No importa si la inversión es rentable o no, si produce dividendos o no, lo que importa es transformar el dinero escondido y sucio en activos fijos, en edificios y negocios.

Esta abrupta y grosera inversión la toma el régimen para decir que está en marcha una estupenda reactivación económica, sin importarle para nada el resto del país que lo ve como una bofetada y que sufre hambre, no tiene empleo, no tiene como adquirir vestido y calzado y que vive en un estado de zozobra por la terrible inflación (la más alta del mundo) que lo empobrece cada día más y la espantosa inseguridad pública, personal y de bienes.

Estos 260.000 venezolanos en sociedad con rusos, chinos y musulmanes son quienes invierten para transformar el caudal sucio de dinero, medido en centenares y miles de millones de dólares americanos, en activos fijos. Estoy seguro que ninguno de ellos aguanta una investigación sobre el origen de sus fortunas que nos restriegan en la cara.

Como el régimen, sin ningún interés por averiguar nada, avala, facilita y colabora para que esta vulgar inversión se realice, se forma el contubernio perfecto que le facilita al régimen decir, como burla, que estamos en una reactivación económica y a los inversores sacar lo escondido y limpiarlo.

Más allá de ese 1% existe un país expectante que no engañarán con esta mascarada, un país adolorido, preocupado y exigiendo UNIÓN en la oposición para cuanto antes salir de este horror que tenemos e iniciar el camino de la gran recuperación y reconstrucción del país para lograr uno muy distinto y mucho mejor, que nos permita desenvolvernos y vivir con prosperidad, bienestar y felicidad. Dios mediante y con nuestro esfuerzo y lucha lo lograremos cuanto antes.

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​José E. Rodríguez Rojas

Las conversaciones de funcionarios americanos con representantes de Maduro han tenido como propósito obtener petróleo venezolano para sustituir el petróleo ruso y separar a Venezuela de Rusia. La desastrosa situación de la industria petrolera venezolana, lleva a los escépticos a pensar que puede ocurrir lo mismo de Obama con Cuba, dar algo sin obtener nada a cambio. La decisión de la administración Biden de trabajar con el régimen de Maduro evidencia que han decidido aceptarlo tal como es, aunque el gobierno americano insiste en que el tema de los derechos humanos les importa.

En abril del 2022 entrará en vigencia, en los Estados Unidos, una prohibición de importar petróleo ruso. Uno de los países que se podría beneficiar de esta coyuntura es Venezuela. Se espera que su economía crezca en un 20% en términos reales, gracias al incremento de la producción petrolera que se prevé aumente en una quinta parte. Aun antes de la guerra de Rusia con Ucrania Venezuela ha estado elevando su producción de petróleo. El año pasado aumentó su producción hasta alcanzar 800.000 b/d, una cantidad suficiente para sustituir los 199.000 b/d de petróleo que los Estados Unidos importó de Rusia en 2021. Varias refinerías de los Estados Unidos han sido construidas para procesar específicamente el viscoso petróleo Venezolano.

En este momento, sin embargo los Estados Unidos mantienen la prohibición de importar petróleo venezolano, una de una serie de sanciones diseñadas para hacerle más difícil la vida al régimen de Nicolás Maduro, el dictatorial presidente, acusado de narcoterrorismo por la potencia americana. Sin embargo en marzo una delegación de funcionarios americanos se reunieron con Maduro. Tres días después del arribo de la delegación, el presidente Biden anunció la prohibición de importar petróleo ruso. El escaso tiempo transcurrido entre la reunión y el anuncio hace pensar que el propósito del encuentro era obtener más petróleo de Venezuela, señaló Elliot Abrams representante especial para Venezuela del gobierno de Trump.

Si Biden está considerando aliviar las tensiones con Venezuela, ello no sería solo por razones económicas. Él espera explotar la guerra con Ucrania para introducir una cuña entre Venezuela y Rusia, uno de sus aliados más cercanos. El presidente de Rusia se mostró interesado en Suramérica después de que los Estados Unidos sugirieran, en el 2008, que Ucrania y Georgia podrían eventualmente ser miembros de la OTAN. En retaliación Putin decidió entrometerse en el patio trasero de los Estados Unidos encontrando en Hugo Chávez un entusiasta colaborador. Desde ese momento Rusia ha estado consolidando su relación con Venezuela mediante la venta de armas y ayuda militar. Más recientemente, desde el 2019, Rusia ha creado una red para evadir las sanciones contra Venezuela, ayudándole a vender oro y petróleo, aunque a un elevado descuento. Ese año PDVSA decidió mover sus oficinas europeas de Lisboa a Moscú. Aviones full de efectivo arribaron a Caracas desde Moscú dando al régimen suficiente moneda dura para evitar el colapso. Según el Kremlin el gobierno de Venezuela ha apoyado la sangrienta invasión rusa de Ucrania. Pero el conflicto está dañando las relaciones. Las sanciones occidentales contra los bancos rusos hará más difícil para Maduro y sus lugartenientes mover su dinero fuera de Rusia, sugiere Francisco Monaldi de la Universidad de Rice en Texas. Maduro, en la reunión de marzo, solicitó a la delegación americana levantar las sanciones temporalmente a fin de permitir a su régimen retirar sus fondos, pero éstos se negaron.

Maduro podría estar preocupado porque ahora Rusia, que también es un paria, se convertirá en un competidor de Venezuela, vendiendo petróleo con descuento. Desde el 2020 China ha sido el principal comprador del petróleo venezolano. Pero importar petróleo del otro lado del mundo tiene poco sentido si el petróleo ruso está implorando a las puertas de China.

Chevron la última empresa americana que está operando en Venezuela está tomando ventaja de cualquier cambio en las sanciones sobre el régimen y está haciendo lobby para extender su licencia que le permita operar en Venezuela y comerciar con petróleo venezolano. Según Reuters está haciendo preparativos para ello.

De acuerdo al blog Crónicas de Caracas Delcy Rodríguez y el Ministro de Exteriores Plasencia planean tener una reunión con los funcionarios americanos en Trinidad y Tobago pronto. El 14 de abril un grupo de economistas y líderes cívicos venezolanos opuestos a Maduro enviaron una carta a Biden solicitándole moderar las sanciones y permitir a las compañías petroleras occidentales operar nuevamente en el país. La administración de Biden insiste en que sus planes no están orientados a respaldar a Maduro y que se mantienen preocupados por el tema de los derechos humanos. Después de la reunión de marzo Maduro liberó a dos prisioneros americanos que habían sido retenidos en condición de rehenes en Caracas. Maduro también prometió retornar a las conversaciones con la oposición en México.

Pero muchos observadores son escépticos que los Estados Unidos puedan lograr sus propósitos de comprar petróleo y cambiar el estilo dictatorial de Maduro. “Si estas yendo por el petróleo y buscando apartar a Maduro de Rusia, entonces tu tomaste la decisión de trabajar con el régimen tal como es” dice Brian Winter de la Americas Society un foro regional. Varios analistas también dudan que si las sanciones son levantadas Venezuela esté en capacidad de aumentar su producción considerablemente, después de años de mal manejo y corrupción. “Para mí, esto se asemeja a la política de Obama para Cuba” dice Abrams “Esto es tu das algo y tu das y no tienes nada a cambio”.

La posición de Maduro en las encuestas se ha fortalecido, en los últimos años, en relación a la del opositor Guaidó. Su aprobación se ubica en 19%, mientras la de Guaidó es de 12%. Desde el 2019 Maduro ha instrumentado calladamente reformas pro mercado y ha levantado controles de precios y restricciones sobre el tipo de cambio. Ha cortejado a los inversores. En este contexto se ha impuesto una dolarización que ha logrado disminuir la inflación. La fortaleza de la posición de Maduro hace pensar que los términos de la negociación no se harán enteramente en los términos que demande la administración Biden.

Nota: este escrito está basado en una traducción libre del artículo: The Economist. 2022. Can Venezuela help the West wean itself off Russian oil? April, 23RD.

Profesor UCV

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Fernando Mires

Contre nous de la tyrannie

L'étendard sanglant est levé

(De la Marsellesa)

No nos vamos a dejar llevar por análisis estereotipados. De esos que dicen “ganó Macron con voto prestado”. De los que agregan, “la derecha le ganó a la derecha extrema”. De los pseudo-originales que plantean: “aún perdiendo, Le Pen ganó”. De las bolas de cristal que proclaman la caída de Francia bajo las garras del post-lepenismo ¡en cuatro o cinco años más! Y sobre todo de los superdotados que afirman con absoluta convicción: “ganó el mal menos peor”.

Señores, aquí nadie ha descubierto la pólvora. Los que creen que las de Francia son elecciones sui generis porque desde hace tiempo los candidatos ganan frente a Lepen, o los que arguyen, Macron ganó gracias al cuco (dicho en chileno) o al coco (dicho en español) de la extrema derecha, se sorprenderán con una simple (quizás demasiado simple) constatación. Lo sucedido en Francia no tiene nada de francés. Todo lo contrario: Lo sucedido en Francia es una característica general de todas las elecciones en las cuales hay una segunda vuelta o balotaje. En todas ellas, cuando no gana un candidato con mayoría aplastante y absoluta, el electorado va a tener que dividirse en dos partes.

Entonces muchos irán a votar no a favor del candidato de sus amores sino en contra del candidato de sus odios (con el pañuelo en la nariz, de acuerdo a la manida imagen) Entonces el presidente será elegido con voto prestado. Entonces, los periodistas iluminados escribirán “ganó el mal menos peor”. Entonces la desilusión de muchos, será grande.

Y bien, hablando a esos últimos, los desilusionados, presentaré una tesis abiertamente contraria. Dice así: No hay nada más político en las elecciones que una segunda vuelta. ¿Por qué lo digo? Pues, porque en una primera vuelta la ciudadanía aparece fragmentada entre diversas candidaturas. En una segunda vuelta, en cambio, la ciudadanía está dividida en dos opciones. Ahora bien, entre fragmentación y división hay una diferencia importante. La fragmentación, tanto la psíquica como la política, lleva a la incapacidad para tomar decisiones. La división en cambio, lleva a una decisión. Buena o mala, no importa en este caso. La segunda vuelta electoral rompe definitivamente el maligno cerco de la indecisión.

No votar a favor de un candidato sino en contra del otro, es aún más político. Cuando uno vota solo a favor, vota desde un sí que precede al no. Ese sí, es un sí débil, pues parte de una afirmación sin negación. En cambio, cuando uno vota por un candidato no a favor de él sino en contra del otro, estamos frente a un sí que viene del no. Ese es un sí fuerte puesto que proviene de una negación, del reconocimiento de una realidad que te hace preferir lo menos peor por sobre lo más peor. Una decisión que requiere, evidentemente, de previa reflexión.

El que vota solo por el sí sin reflexionar, es militante o cliente de un partido, o un ser ideologizado (pensado por una ideología). El que vota por el no a uno y da el sí a otro, es un elector soberano. Ese elector presta su voto conservando su soberanía personal. El que vota solo sí sin decir no, en cambio, regala su voto. Por eso el elector soberano, el político, no se desilusionará si su elegido no cumple con sus promesas. Pero el elector incondicional, si su elegido no satisface su yo, o caerá en un estado de depresión, o se sentirá íntimamente traicionado. Siguiendo esas razones, quien escribe estas líneas, cuando ha votado, lo ha hecho siempre en contra de algo o alguien. Mi voto nunca será incondicional. Mi voto será siempre prestado, nunca regalado, sea votando aquí o en la quebrada del ají. Esa fue la diferencia entre los electores de Le Pen y los electores de Macron.

Los votos dirigidos a Le Pen eran incondicionales. Los dirigidos a Macron, fueron, en buena parte, prestados y condicionados. Muchos fueron votos pensados y discutidos. Por tanto, fueron votos políticos. De una u otra manera, al atraer para sí a sus no condicionales, Macron fue convertido por quienes desde lejos presenciábamos el evento electoral, en una esperanza democrática. Los ciudadanos franceses iban a elegir entre el candidato de la opción democrática (Macron) en contra de una alternativa más autocrática que democrática (Le Pen).

En cierto sentido el triunfo de Macron ha salvado a Francia y a Europa. No de Le Pen, eso hay que dejar claro. Francia es una democracia de verdad y por lo mismo puede correr el riesgo de que al gobierno lleguen, cada cierto tiempo, líderes o partidos no precisamente democráticos. Justamente en esas ocasiones la democracia es puesta a prueba. EE UU ha sido un ejemplo. En un lapso breve de su historia ha tenido que soportar a mafiosos como Lyndon Johnson, a conspiradores como Richad Nixon, a mentirosos e incapaces como Bush Jr., a un ricachón grosero, populista y anti-político como Donald Trump. Y en todos esos momentos, las instituciones han probado ser más sólidas y firmes que sus representantes.

Francia también, gracias a su Constitución y a la solidez de sus instituciones está en condiciones de soportar a una Le Pen, y si alguien como ella resulta elegida, el mundo no se va a venir abajo. Tal vez alguna vez, si continúan su línea ascendente, los nacional-populistas franceses llegarán al gobierno. Pero en esta ocasión, precisamente ahora, en medio de una guerra declarada por la Rusia de Putin a todo Occidente, eso, eso era precisamente lo que no debía ocurrir. Quiero decir: un triunfo de Le Pen no es una tragedia. Pero en estos días, sí: habría sido una tragedia.

Lo quisiera o no, Le Pen era objetivamente (repito: objetivamente) la ficha electoral de Putin en Francia. Por eso las elecciones de Francia fueron percibidas desde el exterior de modo invertido a la frase que hizo famoso a Clausewitz. Esas elecciones iban a ser la continuación de la guerra por otros medios. No solo para los franceses. También para todo ese mundo que esperaba el resultado de las elecciones con tensión y con pasión. Ese día 24-A, todos fuimos franceses.

¿Qué habría pasado si las elecciones las hubiera ganado Le Pen? Primero, el eje central de la UE formado por Francia y Alemania habría llegado a su fin. Segundo, la UE habría tenido que admitir en su interior una fracción anti-UE formada por Polonia, Hungría, y Francia. Los dos últimos, soterradamente putinistas. Tercero: los movimientos y partidos del nacional-populismo, entre ellos VOX de España, habrían recibido un fuerte espaldarazo en su camino hacia el poder. Cuarto: el apoyo militar y político de la UE a Ucrania habría mermado de modo radical. En suma: Europa habría amanecido quebrada en dos fracciones irreconciliables. Visto desde ese prisma, un triunfo de Le Pen era letal para la unidad europea y, por eso, un regalo caído del infierno para Putin.

Me atrevería a decir que una victoria de Le Pen, habría sido, para la estrategia anti-europea y anti-occidental de Putin, más importante que la anexión de Ucrania. Una verdadera bomba atómica-política sin humo y sin ejércitos. Cada francés con su voto iba a decidir la suerte del orden político mundial. Nada menos. Y nadie estaba seguro si los electores franceses se habían dado cuenta de la tremenda responsabilidad que portaban sobre sus hombros.

Pero sí, se habían dado cuenta. El resultado electoral lo comprobó. La amplia mayoría (menor a la obtenida en tiempos más felices) votó por Macron y al votar por Macron votó por Europa, en contra de la larga marcha del nacional-populismo, a favor de Ucrania y de los ucranianos, y en contra de ese siniestro y oculto candidato llamado Vladimir Putin.

Los temores de perder a Francia eran fundados. La primera vuelta demostró que la de Macron era una mayoría muy relativa. No todos quienes dieron su voto a Le Pen o a Melenchon eran fascistas o socialistas. Ambos grandes extremos se nutrieron de una protesta social generalizada en contra de la política económica de Macron. Muchas personas que no estaba contentas ni con el sistema salarial, ni con el de la salud pública, ni con los impuestos, ni con los precios de los productos de consumo inmediato (disparados en los días electorales) dieron su voto a Le Pen o a Melenchon. Quizás alguna vez, en un no lejano futuro, será el centro en sus versiones de centro-derecha y centro-izquierda, quien tendrá que elegir entre una oferta nacional-populista y una socialista en una eventual segunda vuelta. Pero esa es solo una hipótesis. Y la política no se hace en base a hipótesis sino en el cada día.

Macron era un candidato más economicista (neo-liberal lo llaman los izquierdistas) que político. Y Le Pen + Melenchon eran candidatos más sociales que políticos. En la segunda vuelta, Macron debió transformarse, o fue transformado por quienes por él votaron, en el candidato político de la política. El de Macron en la segunda ronda fue un triunfo político mas que económico o social. Eso quiere decir que los franceses no solo votaron en francés, también lo hicieron en europeo, algunos en contra de la razón de sus propios bolsillos. Chapeau.

En tiempos de guerra, volvamos a la idea, la política está subordinada a la guerra. Esa máxima lleva a pensar que cada elección forma parte de una estrategia más militar que política. Significa también que cada elección en cualquier país puede ser importante e incluso decisiva en el curso de la guerra. Las elecciones dejan de ser así dilemas locales y se transforman en campos de lucha donde tienen lugar enfrentamientos que pueden ser tan, o más relevantes, que los puramente militares. No está de más recordar que ese mismo día 24-A, el candidato nacional populista de Eslovenia, Janes Yanza, perdió rotundamente las elecciones frente al liberal -ecologista Robert Golob. Ese día Putin debe haberse sentido políticamente más aislado que el día anterior. Acerca de si eso será importante para su creciente aislamiento militar, lo sabremos recién cuando los historiadores escriban la historia de esta guerra. Si es que después de esta guerra hay una post-historia, por supuesto.

27 de abril 2022

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2022/04/fernando-mires-el-dia-en-que-to...

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Ignacio Avalos Gutiérrez

El 20 de abril, brincando de un canal a otro, me tope de casualidad con una cadena nacional de televisión en la que se celebraba el noveno aniversario de la toma de posesión de Nicolás Maduro, como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Fue una transmisión muy larga, perdóneseme lo obvio del detalle, en la que se pudieron escuchar algunas partes de su primer discurso como mandatario, junto al que pronunciaba en vivo, mostrando que las ideas palabras de entonces mantienen su vigencia, al igual que las promesas no cumplidas, prorrogadas una y otra vez.

Un “País Fuera de Servicio”

Desde el púlpito mediático, Maduro predicó su mensaje. En modo optimista señaló que, a partir de su economía, el país empezaba a levantar vuelo mediante un conjunto de políticas que reimpulsaría el proyecto del Socialismo del Siglo XXI, heredado de Hugo Chávez, quien como se sabe, y sin entrar en muchos detalles, disimuló sus desatinos gracias a los altos ingresos petroleros, no en balde buena parte de su período de gobierno fue descrito como el del “socialismo rentista”, dibujado principalmente con medidas clientelares que enseñaron las uñas del chantaje político, como distintivo en el uso del poder .

En su discurso no hubo la más mínima referencia respecto a cómo ha venido siendo el país en los años de revolución, sobre todo en los últimos. Ni una palabra acerca de su crisis, descrita por cifras que solo dan malas noticias, generando problemas que se encuentran atornillados a la cotidianidad de la gente. Hemos vivido en un “País Fuera de Servicio”, según lo relata acertadamente Paula Vásquez en su novela, escrita bajo ese título.

Maduró dedicó la mayor parte de su tiempo a anunciar, casi con bombos y platillos, la recuperación de la economía nacional. Enarbolando las mismas banderas ideológicas de Chávez, comunicó las nuevas estrategias y una vez más recurrió al amuleto de cambiar a parte de su gabinete. Pareciera, pues, que la terca realidad le gano el pulso, si bien trató de lavarse las manos usando el detergente ideológico y señalando al imperialismo y a la derecha interna (que también juegan, desde luego), como únicos culpables del desacomodo nacional.

El Capitalismo Autoritario

Los acontecimientos recientes han dejado muy claro que no existe una asociación automática entre capitalismo y democracia. China, el ejemplo más elocuente, se desarrolla sobre la base de una economía que, si bien le ha abierto las puertas al mercado, siempre se encuentra en la mira del gobierno del Partido Comunista. Existen otros muchos países que desde la derecha o desde la izquierda, asumen el formato capitalista en medio de un contexto que no es verdaderamente democrático, a pesar de algunos gestos que intentan disimular lo que se ha definido como el Capitalismo Autoritario, también llamado, desde otra perspectiva, el Capitalismo de Vigilancia debido al grado en que su desempeño es influido por las tecnologías digitales.

En el marco de lo expresado en el párrafo anterior, y sobre el piso de las ideas y consignas de la revolución, el actual gobierno ha venido auspiciando lo que localmente ha terminado de identificarse como el Capitalismo de Bodegones, trenzado por la liberación de precios y del mercado cambiario, la dolarización, ciertos procesos de reprivatización, además de otras decisiones, que han configurado una suerte de burbuja económica que fragmenta la sociedad e incrementa la desigualdad, sin que aparentemente contradijeran su idiosincrasia socialista.

De otro lado, se acentúa el autoritarismo puesto en evidencia en el control de todos los poderes encargados del arbitraje social, leyes elaboradas según diseño, limitaciones a la libertad de expresión, militarización de la sociedad y otros muchos aspectos que reflejan el manejo del poder como si fuera un derecho a la arbitrariedad, ejercido por quienes lo ostentan.

En suma, el actual Gobierno confirma su modus operandi, el mientras vaya viniendo vamos viendo, siempre bajo el propósito de valerse del poder para mantenerlo sin término alguno.

HARINA DE OTRO COSTAL

(El peligro del humor)

Tal vez no diga nada nuevo, pero no siento que por ello deba quedarme callado. Me refiero al video que grabó hace poco en tono de chiste, una señora que, al tiempo que tostaba unas arepas explicaba su respectivo relleno a partir del sobrenombre que le ponía a un quinteto de figuras políticas, incluyendo al presidente Maduro. La grabación fue interpretada como ofensiva por el alto gobierno. Así las cosas, el Ministerio Publico se valió de la Ley contra el Odio, convertida en un instrumento versátil que las autoridades usan a discreción e informó que el mensaje de la mencionada señora suponía una “incitación al magnicidio” y por tanto había sido imputada, y adicionalmente divulgó un video (grabado bajo presión, seguramente) en el que ella pedía perdón manifestando que toda había sido una broma.

Le cuento, estimado lector, que escribiendo estas líneas me acordé de “El Miedo a la Libertad”, de Erich Fromm. Ciertamente, el miedo es un importante activo político de los gobiernos no democráticos y representa un medio muy efectivo para el control social facilitado por el sometimiento “voluntario” de los ciudadanos.

El Nacional, miércoles 27 de abril de 2022

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Humberto García Larralde

Tres elementos motivan las siguientes reflexiones. Primero la ilusión de que, con la respuesta de algunas actividades a la liberación de precios y del mercado cambiario, estamos en presencia de un proceso de “normalización” del país. Segundo, la carta recientemente publicada, firmada por 25 integrantes de la sociedad civil venezolana, cuyo aspecto más polémico es el llamado al presidente Biden de EE.UU. a reconsiderar las sanciones impuestas a Venezuela. Y tercero, la constatación de que, frente a los dos elementos anteriores, las fuerzas democráticas no comparten ninguna política clara, ausencia importante ante la oportunidad planteada de desalojar a Maduro del poder en las elecciones de 2024.

Primero, la economía venezolana, efectivamente, da muestras de que dejó de contraerse el año pasado, aunque no hay cifras oficiales al respecto. ¿Significa que, después de tantos años de criminal destrucción, el país empieza a recuperar la normalidad? Depende, por supuesto, de qué se entiende por “normalidad”. Para algunos, la reducción drástica de la inflación, la proliferación de comercios con productos importados (bodegones), el abastecimiento de supermercados y la activación de algunas construcciones en el este de Caracas, son criterios que satisfacen.

Pero las bondades de tal “normalidad” son disfrutadas por aquellos sectores (minoritarios) con ingresos suficientes en divisas o –cuando no—los “enchufados” en distintos negocios con el gobierno. Aparentemente, no les afecta la inseguridad o no les importa. Pero, al revisar los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida levantada por la UCAB en 2021, impactan las evidencias de inopia, hambre, insuficiencias en la prestación de servicios de salud y otras calamidades que atormentan a la gran mayoría de los venezolanos. Más del 94% de los hogares son pobres, medidos por su ingreso, y Venezuela exhibe una de las mayores inequidades en cuanto a distribución del ingreso en América Latina.

Más allá, el colapso del Estado se refleja en su notoria incapacidad por asegurar la prestación de servicios públicos fundamentales: agua, luz, salud, educación, seguridad y transporte. En el país que alega tener las mayores reservas petroleras y que alguna vez fue el mayor exportador de este hidrocarburo, hasta la gasolina escasea.

No basta un crecimiento leve para hablar de “normalidad”. Lo verdaderamente anormal es que la economía venezolana haya estado cayendo, a trancos y barrancos, por siete años consecutivos. Y, como alertó un tweet reciente, cuando una economía se ha reducido en un 80%, recuperar su nivel anterior implica crecer en un 400% (¡!).

No puede existir “normalidad” en ausencia de garantías básicas a los derechos fundamentales de la población, entre ellos, de asociación política, de protesta en reclamo de condiciones dignas de vida, de medios de comunicación libres, sin mencionar los derechos básicos a la salud, a la seguridad y a la vida misma. Venezuela exhibe una de las tasas de homicidio más altas del mundo, muchos a mano de las “fuerzas públicas”, existen 240 presos políticos y más de seis millones de migrados buscando mejores condiciones de vida.

Las garantías básicas no existirán mientras no se restablezca un Estado de Derecho que haga cumplir el ordenamiento constitucional y las leyes que, de él, se derivan. Este desapareció, no por azar o por hechos fortuitos, sino como resultado de un proceso deliberado de desmantelamiento de las instituciones democráticas y las asociadas al funcionamiento de una economía mercantil, por parte de una camarilla que, en nombre de una supuesta “revolución”, se cogió al país para su usufructo exclusivo, depredándolo hasta dejarla exangüe.

Luego está la “carta de los 25” firmada, entre otros, por amigos que merecen mi mayor respeto, tanto por su historial de luchas a favor de la libertad y la justicia, y/o por su desempeño profesional. Infelizmente, han sido objeto de descalificativos inaceptables por parte de quienes se arrogan derechos de pontificar sobre quien es o no, “auténtico” opositor, en total contraposición a los valores de tolerancia y de respeto al derecho de opinar de los demás que, supuestamente, animan el proyecto de democracia liberal con el que se identifican.

Sin entrar en mayores detalles, creo que el “pecado” cometido por los firmantes estriba en proponer al presidente Biden el levantamiento de algunas sanciones, argumentando que no han cumplido con sus propósitos y que, no obstante culpar a la desastrosa gestión de Maduro y Chávez la causa principal de la situación de miseria, éstas la han empeorado. Es muy discutible que las sanciones no hayan tenido efectos sobre el gobierno. Si bien no han forzado el cambio político esperado, por sí solas y con una oposición débil y dividida, ello era demasiado pedir.

Aunque no es fácil demostrarlo, puede argumentarse que la incipiente liberalización económica es, precisamente, una respuesta obligada a las restricciones asociadas a las sanciones. Más allá, está el intento, poco eficaz, por maquillar las apariencias ante las indagaciones del CPI sobre las responsabilidades del gobierno ante la violación de los derechos humanos de muchos venezolanos. A la camarilla mafiosa que controla el Estado le interesa anular la amenaza de mayores sanciones. Por algo será.

Pero quizás el aspecto más discutible es pensar que, de levantarse algunas sanciones –aquellas, presumiblemente, que afectan a las exportaciones petroleras—, aliviará la situación de miseria que padece la inmensa mayoría de compatriotas. Sucede que, para el primer trimestre de este año (2022), los ingresos por exportación de petróleo fueron entre 2,5 a 3 millardos de dólares superiores a los del primer trimestre del 2021, resultado del alza de precios atribuible a las sanciones contra las ventas rusas de crudo y a incrementos en la producción doméstica.

¿A dónde fueron esos reales? ¿Hay mejoras visibles en los servicios, en el empleo, en la capacidad adquisitiva de la gente? Porque el incremento decretado de sueldos se va a financiar, en buena medida, con emisión monetaria. Ergo, se anticipa mayor presión inflacionaria y una eventual “licuefacción” de estos aumentos. ¿A dónde sospechamos que puedan ir ingresos adicionales de levantarse las sanciones? El efecto “derrame” sobre el bienestar de la población de mayores ingresos externos es muy bajo, por la sencilla razón de que el leit motif de los que ocupan el poder es quedarse con lo que entra.

En función de ello han desmantelado las instituciones que regulan la cosa pública, entre otras la autonomía y equilibrio de poderes (supervisión independiente del gasto), la transparencia y la rendición de cuentas de su gestión, y el respeto al Estado de Derecho en lo concerniente a los derechos y libertades de los venezolanos, incluyendo garantías para la iniciativa privada. Sin recuperar el marco institucional correspondiente, será poca la mejora en las condiciones de vida de las mayorías que podemos esperar. Y de ahí la importancia de levantar las sanciones como arma de negociación que fuerce tal fin, condicionado a avances concretos, verificables, en esa dirección. Por el contrario, suponer que, al levantarlas primero, Maduro, a cambio, introducirá reformas políticas, sería, como dice la crítica, poner la carreta delante del caballo.

Y, por último, ¿Cómo lograr cambios que lleven a la liberación de presos políticos, la restitución de garantías, la observación del Estado de Derecho y a unas elecciones nacionales confiables, de parte de quiénes están interesados en mantener las condiciones con base en las cuales han podido expoliar a sus anchas las riquezas del país? En el actual estado de debilidad, división y confusión de las fuerzas opositoras, luce poco plausible.

Sin una política nacional clara, que cohesione, fortalezca y movilice a la mayoría opositora, habremos de desperdiciar las oportunidades de cambio planteadas por las elecciones de 2024. Sin una estrategia eficaz, asimismo, es poco el fruto que puede brindar la presión de las sanciones. Un elemento básico es aprovechar los reacomodos a que se ha visto obligado Maduro para articular acciones centradas en la ampliación y consolidación de la liberalización iniciada, y para enfrentar las arbitrariedades que habrán de ocurrir. Ello debería conectar con los nuevos liderazgos que emergen de la lucha reivindicativa, por demandar servicios públicos y/o que se manifestaron en las conquistas recientes de algunas alcaldías a nivel nacional.

Más allá, la recuperación de un marco institucional confiable, capaz de suscitar cuantiosos préstamos de las multilaterales, podrá sanear al Estado para que pueda producir los bienes públicos que requiere la población y podrá atraer las inversiones capaces de aprovechar las enormes potencialidades de nuestra economía. Sin ello, será difícil alcanzar las condiciones de bienestar a que aspiran y tienen derecho los venezolanos. Sin estas conquistas, la famélica recuperación con que Maduro alardea de sus “mejoras”, tardará interminables décadas en sacarnos de la miseria. Hacer de esa política una bandera para el cambio es, por tanto, un desiderátum.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

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Eddie A. Ramírez S.

Tal día como hoy, hace ochenta y cinco años, los dictadores Franco, Hitler y Mussolini acordaron bombardear la villa de Guernica. El falangista dio el consentimiento, el nazi y el fascista enviaron sus bombarderos. Ahora, el dictador Putin ordenó arrasar la ciudad de Mariúpol en contra del pueblo ucraniano. Franco quería dar una lección al pueblo vasco. Hitler y Mussolini querían probar sus aviones y preparar pilotos para la guerra mundial que desencadenaron tres años después. Putin quiere revivir la fracasada URSS y vengarse de los ucranianos. La importancia estratégica militar de la villa y de la ciudad era secundaria.

En la década de los años 30 no existía las Naciones Unidas, el Convenio de Ginebra ni la Corte Penal Internacional. Los genocidas de Guernica no pudieron ser juzgados por crímenes de lesa humanidad, pero gracias al famoso cuadro de Picasso fueron sometidos a una sanción moral que dura hasta nuestros días. Putin y sus generales sí se exponen a un juicio como el de Nuremberg y, además, a la condena de los demócratas del mundo.

Debido a las barbaridades cometidas por los rusos, pasan un tanto desapercibidos más de una docena de conflictos armados de menor magnitud. Además, no se da debida importancia a las masacres y violaciones a los derechos humanos que cometen otros dictadores y que afectan a millones de personas.

Guardando las distancias, ¿qué decir de un país en el que, entre los años 2016 y el 2021, fueron abatidos 30.188 ciudadanos por supuestamente resistirse a la autoridad, hubo 27.247 homicidios cuya causa se desconoce y, en el 2021, desaparecieron 1.634 personas? Estas cifras aterradoras fueron recabadas por el Observatorio Venezolano de Violencia. Además, a noviembre 2021, el número de refugiados y migrantes era de 6.040.000 venezolanos. Sin necesidad de artillería, ni de bombarderos, más de mil empresas privadas o públicas fueron destruidas por el régimen; hay escasez de agua, el suministro de electricidad es intermitente y tenemos la inflación más alta del mundo. Hay falta de combustible en el país, pero se regala a Cuba.

Lo anterior acaeció sin que haya una guerra con otro país ni una guerra civil. Sucedió en una guerra del régimen en contra de sus ciudadanos. ¿Acaso estos han permanecido pasivos ante los atropellos? ¡Claro que no! En el mismo período 2016 a 2021, hubo 62.351 protestas por diferentes motivos, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social.

¿Y entonces, por qué no se ha producido un cambio, sea por vía insurreccional o electoral? Ante una dictadura se justifica un levantamiento militar o popular. En abril 2002 se produjo, pero se revirtió por causas conocidas. A partir de esa fecha, el gobierno sacó a los militares y a los trabajadores petroleros que percibía como no afectos, debilitó a la Confederación de Trabajadores de Venezuela, atemorizó a los empresarios y los ciudadanos que han protestado han sido agredidos con balas, gases y encarcelamientos, y se apoderó del TSJ y CNE.

La vía electoral la entorpecieron el régimen y la oposición. El primero tiene mayor culpa por el amedrentamiento a los electores, nombrar rectores del CNE, en su mayoría incondicionales del PSUV, que violan los reglamentos y facilitan las trampas, además de su hegemonía comunicacional. Por su parte, la oposición tiene responsabilidad por no haber tenido testigos entrenados en todas las mesas electorales, proponer unos cuantos candidatos no idóneos y, a veces, por no acudir unidos, además de la insistencia de algunos en la abstención electoral.

¿Cuál es la situación? 1- A pesar de las trampas y del ventajismo oficial, hemos tenido importantes victorias electorales, aunque después el régimen se valió de la complicidad del TSJ y del CNE para desconocer resultados o quitar competencias. Es decir, que sí se puede ganar, pero hay que defender el triunfo y no tiene sentido abstenerse de votar cuando se es mayoría. 2- Saludamos las elecciones internas de los partidos para intentar renovar el liderazgo, aunque es probable que no haya cambios significativos. 3- La oferta de ANCO de convocar una Constituyente es plausible. Aspiran que la ONU venga a realizar la elección, aunque el régimen no lo autorice, ¿será factible? 4- Aunque no es lo deseable, lo único que parece seguro es que habrá elección presidencial en el 2024. El argumento de que no debemos acudir porque Maduro no es presidente, puede ser válido, pero lamentablemente, no se visualiza otra opción. 5- En estos momentos, ningún dirigente de oposición pareciera tener aceptación significativa.

¿Qué hacer? 1- Construir una unidad de propósito con la mayoría de los partidos de oposición, con propuesta de soluciones a problemas sociales y económicos. 2- Organizar la maquinaria para tener testigos entrenados en las mesas electorales. 3- Descartar la prédica de la abstención. 4- Cesar la descalificación a los partidos y a sus dirigentes, pero estos tienen que rectificar y algunos retirarse. 5- Realizar un pacto por unos tres períodos presidenciales, en el primero de los cuales el candidato de la unidad podría ser un independiente o un político que no se haya quemado en esta larga lucha, con el compromiso de no reelección.

Deben profundizarse las sanciones a Rusia para que se retire de Ucrania. También al régimen de Maduro para obligarlo a realizar elecciones limpias y liberar a los presos políticos. Si no hacemos un frente común continuará la violación de los derechos humanos y la destrucción de Venezuela. Reconocemos la labor de muchos políticos, pero deben dar señales de desprendimiento y aceptar la realidad.

Como (había) en botica:

Mañana 27 de abril se cumplen cinco años del asesinato del joven Juan Pablo Pernalete por el disparo a quemarropa y al pecho de una bomba lacrimógena. El homicida fue un guardia nacional.

En las 9.435 protestas entre el 1 de abril y 13 de agosto 2017 hubo 163 asesinatos, según Observatorio Venezolano de Control Social. Fuente: Los nuevos rostros de la violencia: empobrecimiento y letalidad policial, de Roberto Briceño León, Alberto Camardiel y Gloria Perdomo. Las decisiones del TSJ y de Maduro desencadenaron esas protestas.

¡Bravo por Miguel Cabrera!

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

26 de abril 2022

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