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Opinión

Fernando Mires

Para quien circula en Twitter -esa ágora virtual de la sociedad de masas- le será fácil encontrar opiniones que condenan a las masacres cometidas por el gobierno ruso en Ucrania (la enorme mayoría), algunas que las defienden o justifican (casi todos exponentes de alguna izquierda trasnochada), y otros que simplemente las relativizan. Estos últimos pueden ser divididos a su vez en dos grupos. Los que intentan convertir a las víctimas en agresores, justificando las muertes como consecuencia de una supuesta expansión de la OTAN, y otro grupo que, insistentemente, intenta disminuir el impacto de las horribles escenas que nos brindan los medios, con otras aparentemente parecidas, llevadas a cabo por EE UU en otras fechas y en otros territorios.

A los exponentes del primer grupo me he referido extensamente en otros artículos. Entre ellos, el lector puede consultar a dos de los más recientes: Las tres grandes mentiras del putinismo y ¿Qué significa derrotar a Putin?

Esta vez me concentraré en los exponentes del segundo grupo. Me refiero a los que al realizar la macabra operación de comparar masacres, destacan que las de Putin son solo unas entre tantas. En contra de esa afirmación cabe decir que ninguna de las por ellos nombradas es igual a otra, o que ninguna es comparable y que, si bien todas son condenables -no conozco a nadie que esté a favor de las guerras, o que diga estarlo– obedecen a distintos contextos históricos. Dicho en términos más coloquiales, no podemos meterlas a todas dentro de un mismo saco.

Nada más absurdo sería hacer una competencia que mida cual invasión es peor. O ponerse a contar cadáveres para justificar a unas en contra de otras. Pues, convengamos: en cada guerra hay por lo menos dos países o dos bloques de países y las razones que legitiman a cada enemigo nunca pueden ser las mismas que las usadas para entender a otras guerras con otros actores y en otros tiempos. En ese punto, sé muy bien de qué estoy hablando.

Quien escribe proviene de una generación en la que muchos nos socializamos políticamente protestando en contra de la guerra de Vietnam. Una generación global, podríamos decir. Tanto en Europa como en Japón, tanto en América del Norte como en América del Sur, los estudiantes salíamos a las calles a protestar con nuestras consignas y pancartas en contra de la guerra de EE UU en suelo vietnamita primero, y en todo el Sudeste asiático, después. Podría afirmar que las manifestaciones en contra de los desmanes de las tropas americanas en Vietnam forjaron una nueva cultura política. Las canciones de Joan Baez, Bob Dylan, las primeras de los Beatles, tararean aún en nuestros recuerdos.

Luego vinieron otras guerras y otras invasiones. Así pude comprobar que los que íbamos a las primeras no eran los mismos que fuimos a las segundas. Algunos, por ejemplo, rompimos con las directivas de los partidos, e íbamos también a protestar en contra de la invasión soviética que aplastó a la primavera de Praga. Lentamente comencé a entender que para muchos había invasiones justificables y otras condenables, invasiones buenas e invasiones malas.

Cada tiempo -eso lo percibí mucho después- tiene sus razones, sus éticas, sus ideas e ideologías. Ahora sabemos, por ejemplo, que los regímenes que apoyábamos en Vietnam o en Camboya o en Laos eran dictaduras espantosas. Películas como Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola, o The Deer Hunter, de Michel Cimino, terminaron por abrirnos los ojos. Nuestros héroes vietnameses o camboyanos eran, seguro, los mismos que defendían feroces regímenes opresivos. Y, sin embargo, sigo pensando que, de acuerdo a las coordenadas de tiempo en las que nos desenvolvíamos, nuestras protestas fueron justas y necesarias.

El tiempo ha seguido la ruta trazada. Ya maduros, algunos, aún emprendiendo la ruta del regreso, apoyamos a los sandinistas de Nicaragua, aunque, he de decirlo, con ciertas reticencias. No queríamos una segunda Cuba. Y si hubiéramos sabido que la gesta nicaragüense iba a culminar en una dictadura como la de Ortega, no habríamos apoyado nunca a los sandinistas, ni a los de la primera ni a los de la segunda hora. Después, profesionales y más centrados, dimos algunos nuestro apoyo a Walesa de Polonia e incluso salimos a protestar en contra del golpe del general Jarzuzelsky (solo después entendimos que el general había dado el golpe para proteger a su país de una invasión soviética).

Ya en el otoño de mi vida no había muchas razones para protestar, ni en las calles, ni en otras partes. Tampoco para las nuevas generaciones. Naturalmente, los excesos de los militares norteamericanos en Irak eran condenables. También los de Afganistán. Pero ¿quién en su sano juicio iba a salir a la calle en defensa de Saddam Hussein? ¿o de los siniestros Talibanes? ¿Íbamos a justificar a Bin Laden y al 11 de septiembre en aras de la paz? También seguramente podíamos estar en desacuerdo con las avanzadas de Israel en zonas palestinas, pero ¿íbamos por eso a apoyar al terrorismo de Hammas?

No hay invasiones buenas ni invasiones malas, pero sí hay invasiones distintas. Hoy, ahora, ya en el invierno de mi vida, parece ser más que evidente. Esa es la razón por la cual, junto con otros políticos, pensadores y analistas, me he posicionado abierta y radicalmente en contra de la invasión rusa en Ucrania, quizás con la misma furia como cuando protestaba en nombre de los muertos de Vietnam. Y sí: sigo pensando, aún después de tanto tiempo, que la defensa que hicieron los vietnameses de su territorio, más allá de toda justificación ideológica, era legítima y justa porque ese territorio era suyo, de ellos, y de nadie más. Pero también veo las diferencias.

Los vietnameses pertenecen a una cultura muy lejana a la que, si he de ser franco, todavía no entiendo. No así los ucranianos. Los ucranianos pertenecen al mismo Occidente al que uno pertenece. Las diferencias culturales pueden ser, no lo dudo, enormes. Pero en este momento los ucranianos defienden no solo a su territorio, sino a un estado de derecho, a una Constitución, a un régimen político competitivo, a la libertad de opinión y de prensa, a las libertades sexuales, a los derechos humanos, en fin a todo lo que para Putin es decadente, débil o enfermizo. En pocas palabras: defienden a Occidente y a su siempre imperfecta democracia. Ahí reside la unicidad de la resistencia ucraniana. Eso es inédito.

Cuando EE UU llevaba a cabo crueldades en Vietnam, las cometía en contra del género humano representado en los aldeanos de Vietnam. Pero cuando la Rusia de Putin comete las mismas en Ucrania, las comete en contra de nosotros mismos, o en contra de los que, queramos o no, somos o nos definimos como occidentales. No es nuestra sangre, no es nuestra cultura, religión, civilización o tradición lo que nos une con los ucranianos; es nuestra pertenencia a un orden político basado en constituciones y leyes. Las mismas constituciones y leyes con las que ha roto Putin al pasarse todos los acuerdos bi-laterales con Ucrania y con Europa, por el forro. Eso es inédito.

A EE UU no lo unía ningún contrato ni acuerdo bilateral con Vietnam, tampoco ningún pacto de no agresión. Mucho menos con monstruos antipolíticos como fueron Hussein, Gaddafi o como hoy, al- Asad. En cambio Putin ha atentado, como el mismo escribió en su artículo sobre Ucrania, en contra de su propio pueblo. Ucrania, lo dice Putin, es parte inalienable de la cultura rusa, y (solo) en ese sentido cultural, Ucrania y Rusia pertenecen al mismo pueblo. Pero a la vez, y eso es lo que no puede entender Putin ni su ideológico perro faldero, Alexander Dugin, pueblo y nación son dos conceptos distintos. Putin ha masacrado al pueblo ucraniano y al mismo tiempo ha encarcelado al pueblo ruso. A sus dos pueblos que, según él, son uno solo.

¿Tengo que contar a los relativistas que las demostraciones más grandes en contra de la guerra de Vietnam tuvieron lugar en los propios EE UU? ¿Tengo que decirles que el fin de la guerra del Vietnam no lo lograron los vietnameses sino miles, tal vez millones de jóvenes occidentales, muchos de ellos norteamericanos, gente que hizo uso de su legítimo derecho a protestar, sabiendo que nadie los iba a enviar a un campo de concentración como hoy ocurre en la Rusia de Putin? EE UU ha tenido al igual que Rusia presidentes nefastos. Pero los norteamericanos han debido pagar ante la opinión pública sus desmanes. ¿Cuántos casos Watergate se cometen todos los días en Rusia en absoluta impunidad?

¿Habrá que decir a los relativistas que una agresión militar a un país no puede compararse con una guerra de anexión territorial? Estamos hablando, entiéndase, de un tipo de guerra que estaba en extinción después de la Segunda Guerra Mundial. Y sobre todo ¿decirles que esta es la primera guerra, después de las de Hitler, cuyos objetivos previstos y calculados, no son militares sino civiles?

Por cierto, en todas las guerras se producen daños terribles a la población civil. Pero elegir como blanco directo a los hospitales, a los mercados, a las guarderías infantiles, a los barrios residenciales, a todo recinto donde haya seres humanos, es algo que rompe con todas las normas vistas y quizás por ver. Eso es inédito. Tan inédito, que un comentarista televisivo se permitió una broma muy cruel: “hoy las bombas rusas han producido grandes daños en los establecimientos civiles, y también algunos leves “daños colaterales” en los militares”. La broma es siniestra, pero lo es porque no solo es una broma. Es la verdad. Basta mirar las ruinas de Mariupolis. Ahí no quedó nada en pie, ahí no se ve un solo rastro de vida. Eso es inédito.

Como inédita es la amenaza de utilizar armamento nuclear no solo en contra de las naciones de la OTAN en caso de que estas intenten ayudar directamente a los patriotas ucranianos, sino también en contra de Ucrania. “Si os acercáis, volaremos todo por los aires”, había sido hasta ahora una frase que pronunciaban los criminales enloquecidos de las series de la TV. Putin ha roto así no solo con las leyes de su país y de Ucrania, con los tratados y con las convenciones internacionales. También lo ha hecho con los tabúes que hacen posible la convivencia humana sobre un mismo planeta. Eso es lo inédito.

Eso, la infinita maldad de ese maldito ser humano llamado Putin, eso es lo inédito.

1 de abril 2022

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2022/03/fernando-mires-ucrania-lo-inedi...

 8 min


Mari Elka Pangestu|

Los impactos de la devastadora guerra en Ucrania, que causa un sufrimiento incalculable, se están sintiendo mucho más allá de sus fronteras , y afectan a un mundo que emerge de una pandemia que ha provocado los mayores daños en los países en desarrollo. Una de las consecuencias más críticas es la crisis del precio de los alimentos, poniendo en tela de juicio la asequibilidad y la disponibilidad de trigo y otros alimentos básicos.

No se puede restar importancia al efecto que la guerra ha tenido en los sistemas alimentarios, ya frágiles por los dos años de alteraciones provocadas por la COVID-19, los fenómenos climáticos extremos, las devaluaciones monetarias y el empeoramiento de las restricciones fiscales. Dado que Ucrania y Rusia representan más de una cuarta parte de las ventas anuales de trigo en el mundo, la guerra ha causado un aumento significativo del precio de los alimentos: no solo del trigo, sino también de la cebada, el maíz y el aceite comestible, entre otros productos exportados por estos dos países. Los precios de los alimentos a nivel local y mundial ya estaban cerca de máximos históricos antes de la guerra, y un gran signo de interrogación se cierne sobre las cosechas de las próximas temporadas en todo el mundo debido al fuerte aumento de los precios de los fertilizantes.

Por muy preocupantes que sean estas tendencias, no es momento de sentir pánico. He aquí un hecho que puede sorprenderle: las existencias mundiales de arroz, trigo y maíz —los tres principales alimentos básicos del mundo— siguen siendo históricamente altas. En el caso del trigo, el producto básico más afectado por la guerra, las existencias se mantienen muy por encima de los niveles durante la crisis de los precios de los alimentos de 2007-08. Las estimaciones indican también que alrededor de tres cuartas partes de las exportaciones rusas y ucranianas de trigo ya se habían entregado antes del inicio de la guerra.

Gestionar la volatilidad de los precios de los alimentos y salir de esta nueva crisis depende de las políticas nacionales y de la cooperación mundial. Desafortunadamente, esta no es la primera vez que enfrentamos una crisis alimentaria.

Recuerdo las lecciones aprendidas durante la crisis mundial de los alimentos de 2007-08, que tuvo su origen en la sequía y el aumento de los precios del petróleo. Cuando los grandes países productores, preocupados por el abastecimiento interno de alimentos, restringieron las exportaciones, esto agravó los aumentos de los precios y empeoró la malnutrición, particularmente en los niños.

No debemos cometer el mismo error. En cambio, al principio de la pandemia de COVID-19, los países siguieron vendiendo productos alimenticios a pesar de que los confinamientos afectaron a los puertos, el transporte de carga y la movilidad de los trabajadores. Este comportamiento cooperativo ayudó a limitar las interrupciones en las cadenas mundiales de suministro de alimentos y evitó que la situación empeorara, beneficiándose así todos los países.

Esas pruebas y experiencias deben servirnos de guía para equilibrar la respuesta inmediata a la crisis con el largo y difícil camino que hay que recorrer para construir un sistema alimentario más resiliente que proteja a las personas frente a las crisis. Veo cuatro prioridades para los países y la comunidad internacional:

En primer lugar, mantener el comercio de alimentos. A partir de la experiencia, los países y las organizaciones internacionales deben volver a unirse en su compromiso de mantener el flujo comercial de productos alimenticios. El Grupo de los Siete (G-7) ha exhortado a todos los países a mantener abiertos sus mercados alimentarios y agrícolas, y a evitar toda restricción injustificada a sus exportaciones.

En segundo lugar, apoyar a los consumidores y los hogares vulnerables a través de redes de protección social. Es imprescindible mantener o ampliar los programas de protección social que ayudan a proteger a los consumidores. No solo la disponibilidad de alimentos, sino la asequibilidad de estos es una preocupación especialmente en los países de ingreso bajo y mediano , donde la gente tiende a gastar una mayor proporción de sus ingresos en alimentos que en los países de ingreso alto. Muchas personas ya estaban reduciendo el gasto antes de la guerra debido a la reducción de los ingresos y el aumento de los precios de los alimentos. En un entorno de recursos limitados, los Gobiernos deben priorizar la asistencia a los hogares más vulnerables.

En tercer lugar, apoyar a los agricultores. Si bien las existencias mundiales de alimentos son adecuadas ahora, debemos proteger las cosechas de la próxima temporada ayudando a los productores de alimentos a enfrentar un marcado aumento de los insumos, incluidos los costos de los fertilizantes y la menor disponibilidad de dichos insumos. Medidas como eliminar los obstáculos al comercio de insumos, poner mayor énfasis en el uso más eficiente de los fertilizantes, y reorientar las políticas públicas y el gasto para dar un mejor apoyo a los agricultores podrían ayudar a proteger la producción de alimentos dentro de seis meses. También es hora de invertir más en investigación y desarrollo en esta área: ampliar la ciencia incipiente y la aplicación de biofertilizantes, que dependen menos de los combustibles fósiles que los fertilizantes sintéticos, aumentaría las alternativas sostenibles para los agricultores.

Y esto me lleva al cuarto punto, y el más crucial: aun cuando respondamos a las necesidades inmediatas, debemos trabajar para transformar los sistemas alimentarios de modo que sean más resilientes y lograr una seguridad alimentaria y nutricional que perdure en el tiempo. Los sistemas alimentarios ya se estaban recuperando de múltiples crisis antes de la guerra. La inseguridad alimentaria aguda iba en aumento en muchos países, como consecuencia de las crisis económicas, los múltiples conflictos, una sequía histórica en África oriental y una plaga extrema de langostas.

Tan solo en los últimos dos años, el Banco Mundial proporcionó un apoyo significativo para medidas de seguridad alimentaria: alrededor de USD 17 000 millones anuales, frente a USD 12 000 millones anuales en promedio en los tres ejercicios anteriores, principalmente para iniciativas agrícolas y de protección social. También hemos ayudado a los países a responder de manera temprana a las nuevas crisis de seguridad alimentaria, por ejemplo, movilizando asistencia del Servicio de Respuesta ante las Crisis de la AIF, que abarca financiamiento otorgado tempranamente, y trabajando con asociados humanitarios para hacer un seguimiento de la inseguridad alimentaria.

Es crucial mantener el rumbo y ayudar a los países en desarrollo a retomar el camino de la recuperación. A largo plazo, los Gobiernos, las empresas privadas y los asociados internacionales deben trabajar para lograr sistemas de producción eficientes en términos de recursos, diversos, nutritivos y más productivos y garantizar la seguridad alimentaria y nutricional ante el aumento de los riesgos climáticos, económicos y de conflictos. Esta es una de las cinco áreas que priorizamos en la acción climática.

Una mejor focalización en el gasto público, la movilización de financiamiento privado y la inversión en innovación e investigación serán clave para "hacer más con menos": producir alimentos más diversos y nutritivos para una población en crecimiento, con menos agua y fertilizantes, limitando al mismo tiempo el cambio en el uso de la tierra y las emisiones de gases de efecto invernadero.

Transformados, los sistemas alimentarios pueden convertirse en la piedra angular del desarrollo verde, resiliente e inclusivo, y promover la salud de las personas, las economías y el planeta.

25 de marzo 2022

Banco Mundial blogs

https://blogs.worldbank.org/es/voces/cuatro-vias-para-responder-la-crisi...

 5 min


​José E. Rodríguez Rojas

En el año 2010, en el marco de una agenda orientada a la instauración del Socialismo del Siglo XXI, Chávez expropió la empresa Agroisleña. Se convirtió en un caso emblemático de una empresa exitosa que fue llevada a la quiebra, con un efecto devastador sobre la actividad productiva. Los representantes de la empresa intentaron negociar pero al final debieron acudir a un organismo de arbitraje internacional del Banco Mundial, el cual acaba de fallar a favor de la empresa expropiada. De acuerdo al fallo el Estado venezolano debe pagar 1400 millones de euros.

La agenda del gobierno bolivariano implicó en sus inicios una agenda político ideológica antiliberal orientada al hostigamiento a la iniciativa individual y a una expansión desordenada de la presencia del Estado. Estas políticas se enmarcaron en lo que dio en llamarse el Socialismo del Siglo XXI que buscaba reproducir el modelo cubano. Esto se tradujo en la expropiación y confiscación de empresas productivas exitosas que cuando llegaban a manos del Estado entraban en un proceso de mengua hasta llegar, en muchos casos, a una situación de quiebra que requería del permanente auxilio financiero por parte del Estado. Ello incluyó a compañías como CANTV, Electricidad de Caracas e innumerables empresas agroindustriales procesadoras de materias primas agrícolas como Lácteos los Andes. Contempló también la estatización de empresas generadoras de insumos agrícolas como Agroisleña, que se constituyó en un caso emblemático en el sector agroalimentario de una empresa exitosa que fue llevada a la quiebra después de ser intervenida por el régimen bolivariano, lo que tuvo un fuerte impacto en el campo por las múltiples actividades que esta empresa llevaba a cabo.

“Al momento de su expropiación Agroisleña tenía 52 años de fundada en el país, más de 60 tiendas, silos, centros de distribución, cerca de 3.000 empleados y un conglomerado de empresas asociadas al negocio agrícola como Insecticidas Internacionales, Proyefa, y Venezolana de Riego. Así proveía y daba asistencia técnica a más de 18.000 pequeños y medianos productores” (El Pais. 2022). La expropiación tuvo un fuerte impacto en el sector de los técnicos del agro conscientes de la labor e importancia de la empresa. Rodrigo Agudo un experto en el área de lácteos señaló, diez años después de la expropiación, que el efecto de tal acción fue devastador en el sector agrícola (El Impulso. 2020).

Después de la ocupación por el gobierno de todas las instalaciones de Agroisleña vino el cambio de nombre a Agropatria la cual asumió el control de la importación de insumos. El gobierno ofreció que los precios de los insumos y servicios disminuirían lo cual generó una expectativa favorable en los agricultores. Pero pronto cundió la frustración, pues con esta empresa pasó lo que sucedió con la mayoría de las empresas estatizadas. Agopatria se convirtió en una centrifugadora de corrupción. Su desempeño estuvo lejos de equiparse con el de Agroisleña, pues la escasez de insumos y de asistencia técnica y financiera fue lo que privó, contribuyendo al colapso de la producción agrícola. Según Rodrigo Agudo la raíz del problema radicaba en la ideologización de los que administraban la empresa, ignorantes de las funciones que les tocaba cumplir y proclives a la corrupción. El gobierno se vio obligado a inyectarle recursos en cuatro oportunidades para evitar la quiebra (El Impulso. 2020). Después de que Agropatria naufragara, Nicolás Maduro dio luz verde en el año 2013 para que una empresa de la Fuerza Armada Nacional denominada Agrofanb asumiera el control, sin embargo la situación no mejoró.

Chávez firmó el decreto de expropiación de Agroisleña a principios de octubre del 2010, casi a la medianoche. El comandante de la revolución bolivariana alegaba en ese momento que la acción estaba orientada a luchar contra un supuesto oligopolio a fin de garantizar la seguridad alimentaria. Después de la expropiación y ocupación de sus instalaciones los representantes de la empresa intentaron negociar con el gobierno pero las conversaciones no prosperaron, por lo que los representantes de la empresa se vieron obligados a recurrir a un organismo internacional de arbitraje para reclamar una indemnización por el valor de los bienes expropiados y daños sufridos como consecuencia de la arbitraria toma de la empresa. La empresa fue fundada en 1958 por Enrique Fraga Alonso un canario que emigró a Venezuela en los años cuarenta del siglo pasado; como era una compañía de capitales y dueños españoles los representantes de la misma se aferraron, en su reclamación, al Acuerdo España Venezuela que protege las inversiones españolas en el país.

En consecuencia la empresa española Agroinsumos Iberoamericanos a la cual pertenece Agroisleña acudió en el año 2016 al tribunal de arbitrajes internacionales del CIADI-Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, una instancia del Banco Mundial- a fin de plantear su reclamación. El CIADI acaba de fallar en fecha reciente a favor de los representantes de Agroisleña. Como consecuencia del fallo el Estado Venezolano está obligado a pagar 1.400 millones de euros a la empresa mencionada como compensación por el incumplimiento del Acuerdo España Venezuela. A estos gastos deben sumarse los gastos administrativos del procedimiento. La arbitraria decisión tomada por Chávez en el año 2010 se revierte ahora como un boomerang contra la administración de su sucesor como una deuda más que debe pagar el Estado Venezolano por las arbitrarias acciones cometidas contra los propietarios de empresas.

Profesor UCV

Referencias

Diario de las Américas. 2016. Empresa Agroisleña demanda a gobierno de Venezuela por expropiación. Julio, 7.

El Impulso. 2020. A 10 años de la expropiación de Agroisleña el resultado es devastador. Octubre, 12.

El País. 2022. Las expropiaciones de Hugo Chávez empiezan a costarle caras a Venezuela. Marzo, 26.

 4 min


Jesús Elorza G.

Las Federaciones Deportivas, ponen al descubierto, un nuevo elemento en la crisis por la cual atraviesa el deporte venezolano, al emitir un pronunciamiento público, refrendado por más de 35 organizaciones del sector deportivo federado.

En el referido documento, exigen al Ministerio del Deporte la inmediata reactivación del Directorio del Instituto Nacional de Deporte (IND). Justifican su posición, por ser el Directorio la instancia que permitirá otorgar legitimidad y reconocimiento a las organizaciones deportivas del país que ya han cumplido con sus procesos electorales, en vías de pujar hacia una transparente y pronta resolución en la escogencia de la nueva junta directiva del Comité Olímpico Venezolano. Resulta incomprensible e inaceptable, señalan los dirigentes federativos, que, desde hace año y medio, o quizás más, no esté funcionando el directorio del IND.

Una revisión de la Ley Orgánica de Deporte, Actividad Física y Educación Física (LODAEF) nos hace ver la profundidad y gravedad de esta denuncia federativa. En su Art 30 la referida ley establece que “El Directorio es la máxima autoridad del IND”. Entonces, cabría señalar que desde hace año y medio este organismo está funcionando sin autoridad legal, lo cual vendría a ser una flagrante violación del ordenamiento jurídico y plantearía la nulidad absoluta de las decisiones que en ese periodo hayan tomado individualidades dentro de la institución.

La gravedad de este hecho, se puede observar con mayor claridad, al revisar el Art 31 de la LODAEF, que establece las competencias del Directorio del IND:

-Aprobar el Plan Operativo Anual de la institución e instruir su ejecución. Lo que vendría a significar que el IND tiene más de 18 meses operando sin planes. Con razón, a las federaciones no se les informa sobre sus Planes Operativos Anuales solo se reciben los proyectos, pero estos nunca son aprobados.

-Asesorar al Presidente o Presidenta del Instituto para la toma de decisiones. Al no haber directorio, es lógico pensar que las decisiones del presidente son discrecionales o personalistas.

-Someter a consideración y aprobación del Ministro del Poder Popular para el Deporte el reglamento interno del IND y demás normas que rijan su funcionamiento…sobran las palabras, estamos en presencia que opera de acuerdo a como le venga en gana a su presidente.

-Autorizar expresamente todo acto de administración cuya cuantía exceda de cinco mil Unidades Tributarias (5.000 UT)…….sin directorio, esto significa el manejo fraudulento de los recursos presupuestarios asignados al deporte.

-Autorizar la inscripción de las entidades deportivas nacionales en el Registro Nacional del Deporte…. Lo que se traduce, al no tener directorio, en la no aprobación de las Providencias Administrativas del sector deportivo federado y el Comité Olímpico.

-…Rendir cuenta anual de su gestión, ante los órganos y entes públicos y sociales del Sistema Nacional del Deporte…. Eso quiere decir, que el presidente del IND no ha entregado cuenta desde hace año y medio. En otras palabras, despacha y se da el vuelto con el presupuesto para el deporte ¡¡¡sin entregarle cuenta a nadie!!!...que mantequilla.

-Autorizar la firma de convenios interinstitucionales…en otras palabras la firma de convenios con Cuba, China y Rusia es por orden superior del régimen sin la autorización del directorio…cúmplase.

Además, de esta flagrante violación de la LODAFEF, también dejaron sin efecto el Art 35 del Reglamento Parcial Numero 1 de la Ley Orgánica de Deporte, Actividad Física y Educación Física que faculta al Directorio del IND para “fijar anualmente los lineamientos para la ejecución de los recursos que conforman el Fondo Nacional del Deporte, estableciendo el porcentaje que se destinará para el financiamiento de las siguientes políticas: Masificación del Deporte; la actividad física y la educación física ; desarrollo del deporte de alto rendimiento; patrocinio del deporte profesional; seguridad y asistencia social de los atletas activos, programas sociales para los atletas en condición de retiro y Glorias del Deporte, proyectos de investigación científica vinculados al deporte en las universidades de gestión pública, la promoción de empresas de propiedad social directa para la producción de bienes y servicios vinculados a la práctica del deporte…” de hecho, está claro que el manejo de los recursos económicos del Fondo Nacional del Deporte ha sido discrecional desde la administración de Héctor Rodríguez (2010-2013), cuando dejo de convocar al directorio.

En fin, de cuentas, con este vacío de autoridad, al no estar en plenitud de funcionamiento la máxima autoridad del IND como lo establece la ley, el manejo de los recursos presupuestarios y los programas deportivos están manejados de forma discrecional, por antojos o caprichos del presidente del IND, constituyendo de hecho y de derecho una expresa violación del ordenamiento jurídico y su principal ejecutor, el presidente o presidenta del organismo, pasan a ser sujetos con responsabilidades jurídicas o penales.

Ahora bien, esta bizarra situación, no podrá ser resuelta mientras las autoridades contraloras y judiciales miren hacia otro lado, con conductas de silencios cómplices que hacen permisible la continua violación a las leyes. Una ley que no se cumple es letra muerta.

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Fernando Mires

El hecho de que el secretario de estado Antony Blinken se haya visto en la necesidad de reinterpretar a Joe Biden, después que el presidente en un rapto de retórica emoción y fuera de libreto dijera que “Putin no puede seguir en el poder”, muestra una inaceptable falta de coordinación estratégica. Fueron palabras que sin duda hablan muy bien de Biden como persona moral –millones deseamos lo mismo– pero como persona de estado, Biden cometió un error político de proporciones.

Putin, nos guste o no, es el representante del estado de Rusia, elegido presidente de acuerdo al sistema de votación ruso y, como tal, reconocido por la comunidad internacional. No corresponde al presidente de una nación, aunque sea EE UU, decidir quienes deben o no gobernar en otro país. Lo más grave es que con esa frase, Biden oscureció el sentido de la guerra que lleva a cabo el pueblo ucraniano.

La guerra que libra Ucrania es contra un país cuyo mandatario busca anexarla, es decir, hacerla desaparecer del mapa como nación. Para Ucrania es, por lo tanto, una guerra de vida o muerte. Una guerra existencial. Lo que está en juego es nada menos que la existencia de Ucrania como nación independiente y soberana.

Ucrania no ataca a Rusia - ¿habrá que repetirlo? -pero Rusia sí ataca a Ucrania. La de Ucrania es –y esto es lo decisivo- una guerra esencialmente defensiva. Por eso mismo, legítima, justa y necesaria. Y por ser defensiva, la guerra debe ser mantenida dentro del espacio del territorio a ser defendido. Lo que pase con Putin en el territorio ruso no debe ser tema para el gobierno de Ucrania y mucho menos para el presidente de un país como EE UU.

Con su desafortunada frase Biden pasó por alto, además, los objetivos de la guerra de los patriotas ucranianos, objetivos que son exactamente lo contrario a los que persigue la Rusia de Putin. Digámoslo en su modo más simple: Putin quiere derrocar a Zelenski pero Zelenski no quiere derrocar a Putin

Todos conocemos los objetivos de la Rusia de Putin: convertir a Ucrania en una provincia rusa como logró hacerlo con Chechenia y Georgia, o en el mejor de los casos, en un apéndice colonial como Bielorrusia. Y para cumplir ese objetivo, Putin necesita hacer desaparecer a la institución jurídica y política que da forma a Ucrania como nación: el estado ucraniano, representado por el gobierno de Volodymyr Zelenski.

Seamos claros: el objetivo de Rusia no es oponerse a la expansión de la OTAN, como divulgan los propagandistas de Putin. La OTAN es la institución militar que cobija y protege naciones democráticas europeas y, por lo mismo, sus objetivos no son imperiales sino estrictamente defensivos. No hay ninguna nación que forme parte de la OTAN que esté ahí en contra de la voluntad de sus gobiernos y de sus ciudadanos. Es muy esclarecedor el hecho de que Zelenski, cuando ofreció como garantía de paz al gobierno ruso su renuncia a solicitar el ingreso de Ucrania a la OTAN, no haya apaciguado en absoluto la guerra declarada por Putin. En el fondo, a Putin le importa un bledo la OTAN. Lo que sí le interesa, lo único que le interesa, es hacer desaparecer a Ucrania como nación y por lo mismo como estado, esté Ucrania dentro o fuera de la OTAN.

Ahora bien, ese único objetivo de Putin es el que debe configurar el único objetivo de Occidente. Y este no puede ser otro sino evitar que Putin haga desaparecer a Ucrania como nación. Para y por eso, Occidente necesita que Putin pierda la guerra en Ucrania. Y perder la guerra significa para el gobierno ruso reconocer la existencia de Ucrania. Como escribiera el siempre pragmático Michael Ignatieff: “El objetivo estratégico de Occidente en esta guerra debería ser preservar el gobierno de Zelenski. Al salvar el gobierno, Occidente puede salvar a Ucrania. Cualquier esfuerzo ruso para acabar con el gobierno de Zelenski debería ser la línea roja de Occidente: el momento en el que envíe un mensaje a Putin de que si no se detiene, responderá con fuerza”.

En otras palabras, derrotar a Rusia significa preservar la vida del presidente como persona, pero sobre todo, como institución. La razón es obvia; Zelensky, no solo es un héroe. Zelenski es antes que nada la representación humana del estado ucraniano. Así lo entendió el ex-presidente Poroshenko al deponer sus diferencias políticas frente a Zelenski. Lo que está en juego, lo dijo, es el estado de la nación común, de esa polis a la que pertenecen todos los ciudadanos de Ucrania.

La guerra, hay que decirlo mil veces, no es una cosa en sí. La guerra es un medio para lograr un objetivo de poder. Ganar una guerra significa derrotar al enemigo lo que a su vez significa impedir que los objetivos del enemigo sean convertidos en realidad. Solo teniendo claro el objetivo se pueden tener claros los medios para alcanzarlo. El fin no justifica, pero sí, determina a los medios.

Las sanciones a Rusia por ejemplo, no pueden estar destinadas a castigar al pueblo ruso ni mucho menos a perseguir la ilusoria esperanza de que un día, cansado y hambriento, ese pueblo se levantará en contra de Putin. Ni la política ni la guerra se pueden hacer sobre la base de fantasías. Eso quiere decir también: no se saca nada con cerrar locales de Mc Donald o de Pizza Hut si los gobiernos de Europa, sobre todo Alemania, continúa pagando a Putin por el gas y por el petróleo y así financiando la guerra a Ucrania. Las sanciones, para ser efectivas, deberían apuntar estratégicamente a bloquear todos los canales que lleven al perfeccionamiento de la guerra ofensiva de Putin.

Lo mismo se puede decir con respecto a la ayuda militar que Occidente presta al ejército de Ucrania. Las armas a ser enviadas deben ser, en primera línea, aptas para la guerra defensiva. La ayuda militar no puede ser simbólica, como el vergonzante envío de chatarras bélicas expropiadas a la ex RDA por el gobierno alemán. El armamento que necesita Ucrania debe corresponder con los más altos y sofisticados niveles de la moderna guerra defensiva. Detener tanques y hacer estallar aviones es primordial para derrotar a Putin. Un misil bien disparado vale más que cualquier argumento frente al cruel autócrata ruso. Es duro decirlo, pero es la verdad.

Mucho más claro que Biden fue la primer ministro de Estonia, la aparentemente frágil Kaja Kallas: “En la OTAN, nuestro enfoque debe ser simple: El Sr. Putin no puede ganar esta guerra. Ni siquiera puede pensar que ha ganado, o su apetito crecerá. Necesitamos demostrar voluntad y comprometer recursos para defender el territorio de la OTAN. Para controlar la agresión de Rusia, debemos implementar una política a largo plazo de contención inteligente” (...) “los soldados ucranianos son combatientes capaces, pero necesitan armas y material, incluido activos de defensa aérea y misiles antitanque para proteger mejor los cielos. La ayuda militar defensiva debe ser nuestra principal prioridad y debemos comprometernos con ella a largo plazo”.

No vamos a negar que en las guerras también existen triunfos simbólicos o victorias morales. Dentro de estas últimas, una de las más elocuentes fue esa cantidad de 141 votos de las Naciones Unidas condenando la agresión de Putin. Hay que agregar que Europa, hasta hace poco sumida en ociosas discordias, está hoy unida más que nunca; y lo está en torno a Ucrania. E incluso, la por Trump tan maltratada China, ha decidido asumir una posición neutral frente a la locura putinista. Pero todo eso no servirá de nada si Ucrania, apoyada por Occidente, pierde la guerra militar.

Ganar la guerra militar no significa matar a Putin. Pero sí significa evitar que Putin mate a Zelenski, o a quien lo represente, en la legítima defensa del estado nacional ucraniano. Ese y no otro es y debe ser el objetivo de Occidente en la guerra desatada por Putin.

29 de marzo de 2022

Polis

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Ignacio Avalos Gutiérrez

La tragedia ucraniana sigue su curso, registrada en rostros lastimados y tristes que no alcanzan a traslucirse en la frialdad de las estadísticas, pero sí para poner de manifiesto a un planeta desorientado, cuyos habitantes no terminan de entender la urgencia de modificar las pautas que rigen los vínculos que establecen entre sí y con la naturaleza.

Como cabía esperar el conflicto arropa a todo el mundo, cada vez más interdependiente y conectado, pero simultáneamente fragmentado y mapeado por enfrentamientos bélicos y no bélicos, parte de un repertorio que en algún lugar tiene anotada la posibilidad de una tercera guerra mundial, si a alguna de las potencias se le ocurre apretar el famoso “botoncito” que dispara los "misiles nucleares estratégicos”, capaces de reducir al mundo a escombros.

Los niños

Entre las tantas calamidades que sufre Ucrania, imposible dejar de pensar en los niños que tienen frente a sus ojos un escenario aterrador, además de inentendible. Duele pensar que cualquiera sea el resultado de esta guerra, a ellos les tocara sufrir y enfrentar las consecuencias más severas y la tarea más dura para irse librando de ellas, sobre todo, aunque no sólo, de las que les quedan estampadas en la zona de sus emociones.

Diversas organizaciones revelan que la crisis de refugiados motivada por la situación que se está viviendo, en términos de escalada, no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. El número total de personas que han huido de Ucrania desde el inicio de la invasión rusa, ha superado ya los tres millones de personas, incluyendo entre ellas a quinientos mil niños.

Adicionalmente, un informe de la UNICEF denuncia que los bombardeos dejan a millones de menores en condiciones precarias, ubicados en las zonas más peligrosas del país.

Granjas de bebés

En medio de los casi infinitos desacomodos que trazan la situación de Ucrania, tal vez haya pocas cosas que conmocionen más que los explosivos caídos sobre las llamadas Granjas de Bebes, ocupadas por niños recién nacidos gracias al empleo de las diversas técnicas de reproducción asistida, que, como se sabe, se ofrecen como opción a parejas heterosexuales con problemas de infertilidad, parejas del mismo sexo o mujeres solteras que desean ser madres.

Se da así origen a la llamada “maternidad subrogada”, término que supone un acto legal mediante el que una mujer acuerda, ya sea con fines altruistas o económicos (sobre todos estos últimos), gestar en su útero un embrión, que puede o no tener su material genético. Desde hace mucho tiempo, Ucrania ha legalizado esta práctica (la han acusado de auspiciar “tiendas de bebés en línea”) y es uno de los relativamente pocos países que otorga facilidades para atender a parejas venidas de otros lados en plan de “turismo reproductivo”, según lo califican.

Son obvias las dificultades que se han generado alrededor de estos bebés a raíz de la guerra, con sus padres fuera de Ucrania y sin saber cuándo podrán recogerlos, con las empresas que se ocupan de manejar los acuerdos mercantiles entre las partes, con las madres que los dieron a luz y muchas otras complicaciones similares que, según es fácil imaginar, pasan desapercibidas entre tanto disparo.

Al margen de lo expresado en las líneas de arriba, cabe decir, aunque sea de pasada, que se ha diversificado el concepto tradicional de la “maternidad”, generando un debate en el ámbito científico, bioético, religioso, social y jurídico, que envuelve, incluso, la duda respecto a quien es la madre del bebé. E igualmente resulta pertinente señalar, también en formato de digresión, que hoy en día se están llevando a cabo diversas investigaciones en el ámbito de la genética, orientadas, en medio de grandes polémicas, a descartar el azar que se produce en el momento de la fecundación como parte de un proceso natural.

Así las cosas, pareciera que los escritores de ciencia ficción han pasado a considerarse más bien como escritores costumbristas.

El pacto intergeneracional

El conflicto entre Rusia y Ucrania revela que seguimos pensando y actuando como si no estuviera pasando lo que está pasando. Es una disputa que va en contra de los vientos que soplan en esta época, soslayando las infinitas circunstancias que nos enlazan e ignorando que el planeta tierra no da más de sí.

Desde hace un buen tiempo las alarmas están sonando, cada vez con más ruido, pero los terrícolas se hacen los desentendidos. El mundo se encuentra en aprietos graves que comprometen la vida humana, bajo el pronóstico de que irá progresivamente desmejorando, a partir de una crisis múltiple que afecta en particular a los sectores más pobres, que son los mayoritarios. Hace rato se predica, entonces, la necesidad de un nuevo Contrato Social a nivel mundial, que abarque un pacto intergeneracional

Dicen los que andan en estas cavilaciones, que todos las personas, sin exclusión, pertenecen a la vez a una comunidad política determinada y a una comunidad humana, que trasciende todas las barreras étnicas, lingüísticas, sexuales, religiosas y nacionales, y que no se construye prescindiendo de esas peculiaridades, sino desde ellas. Diversos autores definen así, palabras más, palabra menos, el Cosmopolitismo, describiendo y postulando la exigencia de que los terrícolas nos paremos de otra manera en la cancha de la vida.

Ignacio Avalos Gutiérrez

El Nacional, jueves 31 de marzo de 2022

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Isglovi Alcalá

Carlos Romero, presidente de la Federación de Fruticultores y director del sector frutales de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), afirmó que aproximadamente 95% de la siembra de frutos cítricos se ha perdido en Venezuela, debido al impacto letal que ha causado el insecto Huanglongbing (HLB), también conocido por ‘el dragón amarillo’.

Explicó que la plaga del HLB ha afectado la mayoría de las plantaciones de frutas cítricas en Venezuela, a tal punto que “actualmente solo quedan de 3 a 4 mil hectáreas sembradas en todo el país. Solo queda un poco de mandarina en el pueblo de Barlovento, en algunas zonas del Táchira, un poco en Yaracuy y en otras regiones, pero en zonas aisladas y altas que estén a 500 metros sobre el nivel del mar, lo cual no evita que se contamine la siembra, sino que sea más lenta porque igual llega la plaga”.

Romero destacó que, en la actualidad, el limón no se está produciendo en Venezuela, sino que está siendo “importando desde Colombia, ya que es un cítrico más delicado que la naranja o la mandarina, lo que ha hecho que se pierda más rápido y el mercado nacional opte por traerlo de afuera”.

Enfatizó que antes los fruticultores podían exportar sus productos, como el limón y el aguacate, pero “ahora ya no se exportan, sino que solo es para el consumo nacional”. “Nuestro país era un gran exportador de frutas, sobretodo de limones, naranjas, aguacate y otros rubros, pero hoy en día por el problema del HLB prácticamente el limón, la naranja y la mandarina están fuera de exportación, porque no hay ni en el país. Lo que se está exportando un poquito es el aguacate a Rusia”, sostuvo.

Indicó que, ante la problemática con los cítricos, los productores se han reunido con el ministro de agricultura y otras entidades. “Sin embargo, creo que a nivel gubernamental no es un rubro muy importante. De lo contrario, hubiesen hecho mayores esfuerzos, tanto así que en otros países ha pasado lo mismo y ya han levantado la producción y el Estado ha estado al pendiente”, comentó.

Opciones privadas hay, pero pueden resultar costosas. “Las nuevas plantas de cítricos que se están pensando en este momento no son inmunes a esta plaga, pero sí un poco resistentes. Pero existe el riesgo de que el que haga la inversión y no tenga el control adecuado, pueda perderlo todo y una mata está valorizada entre 8 y 9 dólares”, indicó.

No obstante, aclaró que pese a la problemática con los cítricos y el dragón amarillo en el campo, los fruticultores cuentan con las “técnicas que se están usando en todo el mundo. Se hacen injertos, se usa riego por goteo, se usa microaspersión y se usa todo lo que técnicamente se necesite usar para que tengas la mejor calidad de fruta”, agregó.

Aseguró que “cuando dicha plaga acabe con el resto de las plantaciones, todo quedará hasta ahí y hasta que haya una nueva siembra y nuevas condiciones”. “En muchos casos han preguntado por qué los productores no se levantan solos y es porque no hay manera de eso, pero cuando se acaben los cítricos muchos van a buscar otras alternativas y sembrar otros rubros”, afirmó.

Fruticultores con capital propio emprenden iniciativas
Romero destacó que todas las frutas que se producen en Venezuela son demandadas por los consumidores. “En Falcón se produce mucha patilla y mucho melón, por la zona de San Carlos también se produce algo de patilla y melón, y así en cada zona se va produciendo un poco de algo. En La Colonia Tovar se produce durazno y todas tienen un consumo más o menos uniforme en todo el país, solo que es cíclico. Entonces, cuando hay producción de mucha patilla, también el precio baja y eso hace que el consumidor esté interesado en las que tengan menos valor, pero eso es natural en el mercado de la frutas”, afirmó.

Sin embargo, aseveró que “en el país, en estos momentos, no se está reactivando parte de la producción de frutas, ya que la fruta va paralelo al crédito agrícola y cuando no hay crédito agrícola, prácticamente la producción o las iniciativas nuevas de cultivo de frutales están prácticamente paralizadas. Algunos frutales hay que esperar hasta cuatro años para comenzar a producir y eso sería un costo muy grande para una persona poderlo hacer; sin embargo, hay algunas que con capital propio están haciendo algunas iniciativas, pero muy suave y no de gran envergadura”, expresó.

Indicó que la situación de la “fruticultura es muy parecida a la situación nacional de la agricultura”, debido a que los agroquímicos, tantos fungicidas y fertilizantes, están prácticamente dolarizados y han subido de precio.
25 de marzo de 2022
Hispanopost
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