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Luis Ugalde

¿Dónde está Dios?

Luis Ugalde

La justa rebelión contra gobiernos tiránicos es una doctrina católica milenaria y un derecho humano fundamental. La existencia de gobiernos se justifica éticamente por su condición de medio indispensable para lograr el bien común. Cuando el régimen se convierte en instrumento del mal común del conjunto de los ciudadanos y los agrede con creciente pobreza, corrupción, inseguridad y manejo de lo público como botín privado, ya es dictadura. Hace mucho tiempo que era clara la condición dictatorial del régimen imperante en Venezuela, pero las recientes desvergonzadas decisiones para impedir el revocatorio presidencial y otras, ponen en evidencia un radical atentado contra la democracia social venezolana.

Cristianismo y justa rebelión

Luego de mi reciente artículo de prensa sobre esto me piden que explique más la mencionada doctrina católica tradicional y la importancia que tiene para la conciencia católica y para toda conciencia ciudadana democrática. Me tomo una página más de la revista SIC para explicar su origen secular con raíces en el Evangelio de Jesús. Nuestro principal prócer civil de la Independencia Juan Germán Roscio en el Acta de la Declaración de Independencia (1811) y luego en el Patriotismo de Nirgua y abuso de los reyes (1811) y en su sólido libro “El triunfo de la libertad sobre despotismo”, escrito en prisión española en 1814, argumentó vigorosamente, con la biblia, la razón y la tradición, que Dios quiere la libertad de los pueblos y no su opresión. Más bien se sorprende que en sus estudios caraqueños de derecho y teología solo tuviera acceso obligatorio a la teoría del derecho divino de los reyes, radicalmente opuesta a la llamada “doctrina jesuítica”. Tan constante ha sido la obstinación de los teólogos del poder arbitrario en querer amalgamar dos cosas inconciliables, el cristianismo y el despotismo, que irritados ciertos filósofos del siglo pasado (s. XVIII) atribuyeron a la religión unos vicios que ella condenaba: vicios propios El siguiente artículo revisa la doctrina católica tradicional y la importancia que tiene para la conciencia católica y para toda conciencia ciudadana democrática. Además, insiste en que el diálogo es necesario para cambiar y reconstruir el país; sin este no habrá democracia social de los obstinados defensores de la monarquía absoluta, e indignamente imputados a nuestras relaciones con el Ser supremo.

Roscio era un niño de 4 años cuando (1767) fueron expulsados los jesuitas de España y sus dominios. Se prohibió la enseñanza de la doctrina de la “justa rebelión” y se impuso la doctrina del “derecho divino de los reyes”. Ni en la teología, ni en el derecho, ni en el catecismo que estudió Roscio estaba presente la tradicional doctrina católica del derecho de los pueblos a darse gobernantes y a destituirlos si se convertían en tiranos.

Medio siglo después Roscio preso en España escribirá: He aquí la verdadera causa porque (los jesuitas) fueron arrojados de los reinos y provincias de España: todo lo demás fue un pretexto de que se valieron los tiranos para simular el despotismo y contener la censura y la venganza que merecía el decreto bárbaro de su expulsión. En las décadas de la agonía colonial todo profesor era obligado a inculcar la teoría del “derecho divino de los reyes”, pues las monarquías absolutas necesitaban una teología, un derecho y un catecismo para la absoluta sumisión de los súbditos: ir contra el rey era ir contra Dios.

El “derecho divino de los reyes” venía imponiéndose desde el siglo XVII y defendía que los reyes están puestos por Dios sobre los pueblos y estos no tienen ningún derecho de juzgarlos y menos de quitarlos. Si resultan buenos son una bendición de Dios, y si malos, un castigo de Dios.

Se contraponía a la católica doctrina secular –entonces prohibida por los reyes– según la cual la autoridad política es una necesidad natural de toda sociedad civilizada y en ese sentido viene de Dios. Pero son los pueblos los que se dan sus propios gobiernos para el bien común y los juzgan y quitan cuando se vuelven tiranos. Se llamó “jesuítica” porque los jesuitas como Suárez, Mariana y otros la relanzaron en tiempo de monarquías absolutas, pero era muy anterior a la fundación de la Compañía de Jesús (siglo XVI).

San Agustín (siglos IV-V) sentencia que “lex iniusta non est lex” (la ley injusta no es ley). Según Santo Tomás (siglo XIII) “las leyes injustas son más violencia que leyes” y el tirano agrede al bien común y busca su interés privado, con lo que los súbditos quedan libres del acatamiento y obediencia a la legítima autoridad, pues se ha deslegitimado.

Los pueblos tienen derecho a darse sus gobernantes y obligación de pedirles cuentas de buen gobierno y cambiarlos cuando se vuelven tiranos; mientras que según la teoría de “el derecho divino de los reyes” se debe sumisión absoluta al rey, sin derecho a juzgarlo.

El sábado para el hombre y no el hombre para el sábado

Jesús en el Evangelio nos da aquella maravillosa y trascendental sentencia al ser acusado por curar (trabajar) en sábado: “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre” (Marcos 2,27). Sentencia que no vale solo para la ley religiosa, sino para toda ley e institución humana. No es el hombre para la economía, sino la economía para la vida digna y próspera de todos; pero la economía que se convierte en dios, reduce a esclavos a hombres y mujeres. En cuanto al poder político Jesús fue contundente: los poderosos mundanos esclavizan a los súbditos, con lo que se convierten en delincuentes. “No ha de ser así entre ustedes”, dice a sus discípulos, sino que su poder ha de ser para servir y dar vida a ejemplo del mismo Maestro (Marcos 10,42-47). Justamente esta es la gran novedad y radicalidad de Jesús: Dios no es un ídolo que exige sacrificios humanos, sino amor que se concreta en el amor al hombre, a la persona humana.

Su radicalidad se revela precisamente en el amor a aquellos que según el mundo parecen tener menos atributos. Y el modo de amar a Dios es amando al hermano, de manera que “quien dice amar a Dios y no ama al prójimo es un mentiroso” (1 Juan 4, 20). Con la modernidad se desató el prodigioso desarrollo racional de los medios, pero en la práctica no se ha fortalecido el amor y el valor absoluto de la persona a cuya dignidad se deben ordenar y subordinar. Con peligro de que los medios se conviertan en fines en sí y la persona se reduzca a medio e instrumento.

Frente a regímenes tiránicos

Las modernas constituciones laicas y los gobiernos democráticos incluyen esta enseñanza. Así lo hizo la Declaración de Independencia de USA (1776): Cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios (vida, libertad, búsqueda de felicitad…) el pueblo tiene el derecho de reformarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno que ofrezca mayores posibilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. En el Acta de la Independencia de Venezuela y en el Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela (1811) Roscio basa en ese principio el legítimo derecho a darse un buen gobierno independiente de España: En uso de los imprecriptibles derechos que tienen los pueblos, para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España y que como todos los pueblos del mundo estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que de la nuestra (…). Los pueblos tienen derecho a juzgar y a cambiar gobiernos cuando el régimen es opresor y bloquea sistemáticamente el camino del bien común.

Por otra parte estos principios están explícitamente asumidos en nuestra Constitución actual. Los artículos 2 y 3 de la Constitución definen la naturaleza y fines de nuestra democracia y los deberes de su Estado y gobernantes. Los viola el Ejecutivo apoyado en el uso servil del Poder Judicial, Electoral y de la Fuerza Armada: Ya no estamos en “un Estado democrático y social de Derecho y Justicia”, ni hay “preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” y el Gobierno no está ordenado a defender “la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad y la democracia”, sino a imponerse y mantenerse en el poder (Constitución, artículo 2).

En consecuencia, este régimen atenta contra los fines esenciales del Estado democrático venezolano como son “la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad y el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo” (Constitución, artículo 3).

Esto desata y activa en todos los demócratas un deber, una obligación: salir del régimen dictatorial. Es un derecho y un deber humano fundamental, aunque no esté escrito en ninguna parte.

Pero en Venezuela además está recogido en el artículo 350 de la Constitución: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”. En esa situación todo ciudadano o ciudadana “tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” (artículo 333, nuestro).

Por si alguien tenía dudas, el Gobierno se ha encargado de demostrarnos su condición dictatorial y recordarnos nuestra obligación de desconocer sus decisiones antidemocráticas y cambiar el régimen. Estamos en tiempos que exigen inteligencia política, flexibilidad y valor para salir de la dictadura.

Todos los demócratas, y muy especialmente sus representantes de la Asamblea Nacional y los líderes políticos, deben caminar decididos y unidos al rescate de la democracia. Tiene especial responsabilidad la Fuerza Armada en el restablecimiento de la democracia. El régimen venezolano es un escándalo mundial y un reto a la responsabilidad de todas las instancias democráticas.

Que nadie espere que la Iglesia actúe con neutralidad equidistante entre dictadura y democracia.

Al mismo tiempo hay que poner las bases para la difícil reconstrucción económica, social, política y moral del país, con un gobierno de salvación nacional que solo es posible con un diálogo eficaz y abierto que incluya todas las posiciones políticas democráticas. Sin diálogo para cambiar y reconstruir no habrá democracia social. Bloquearlo sería un suicidio para los demócratas, como lo sería ser ingenuos ante el cinismo dictatorial.

Que Dios bendiga a Venezuela y a los venezolanos en esta hora de definiciones y de renacer de una democracia social que supere la pobreza y la exclusión.

Director del Centro de Reflexión y de Planificación Educativa de los Jesuitas (Cerpe).

Publicado originalmente en la Revista SIC

29 de septiembre de 2016 | Actualizado el 09 de diciembre de 2016

http://www.el-nacional.com/noticias/historico/donde-esta-dios_11179

No somos chinos

Luis Ugalde

Los comunistas chinos tomaron el poder e implantaron una dictadura integral, política, económica, cultural… Luego de medio siglo con poder total tuvieron que admitir su miseria económico-social y la incapacidad de mejorar económicamente con su modelo estatista integral sin libre iniciativa en economía. Los soviéticos les habían precedido en el derrumbe del régimen, pero el Partido Comunista chino vio que sus homólogos rusos en el cambio perdieron también el dominio político; por eso los comunistas chinos pensaron que para afianzar su dictadura política y conservar el poder les convenía cambiar la economía abriendo las puertas al capitalismo: promoviendo enormes inversiones capitalistas extranjeras con su tecnología y desarrollando el capitalismo chino, siempre que acataran la dictadura política. Han establecido una dura y exitosa economía capitalista de gran potencia y han fortalecido la dictadura política de su partido único. Los inversores capitalistas saben que gozan de libertad para sus negocios siempre que se sometan a la dictadura política. Los posibles diálogos internacionales en China son para lograr algunos avances en apertura cultural y religiosa y algo de humanización del régimen político, que sigue siendo de partido único con monopolio dictatorial.

En Venezuela la situación es distinta.

Nuestra Constitución es democrática y en una épica votación en 2007 los venezolanos con votos derrotamos al régimen que quería implantar una constitución dictatorial cubanoide; pero el gobierno, en la práctica y con leyes anticonstitucionales, continuó avanzando hacia la dictadura. Al contrario de China, ha llevado al país a una total ruina económica y a un régimen dictatorial rechazado por 80% de la población. Aquí las negociaciones en curso no pueden ser para afianzar ese secuestro de la Constitución vigente y de los derechos humanos, sino para reconstitucionalizar el país y cambiar el régimen de pobreza y miseria que sufre todo el pueblo. Es lo que está en la Constitución y en la voluntad de la inmensa mayoría en 2016 y por Constitución estamos obligados a defenderla (art.350 y 333).

En Nicaragua muchos empresarios pragmáticamente están plegados a una vergonzosa política dictatorial que va acompañada de significativos logros económicos (con importante crecimiento del PIB, poca inflación y mejoras sociales) y buenos negocios empresariales. Por el contrario en Venezuela el régimen jugó a hundir a la empresa privada y lo ha ido logrando en parte. Aquí es imposible lo que tardíamente quiere hacer el régimen: reforzar y consolidar la dictadura política y mejorar la economía incluso dando un respiro temporal a la empresa privada.

¿Por qué no es posible?

La profunda crisis económico-social de Venezuela no puede resolverse con el actual gobierno y su dictadura, desprestigiada nacional e internacionalmente, pues aunque hable de diálogo no está dispuesta abrirse en serio a un nuevo modelo económico indispensable. Sin apertura a una amplia ayuda internacional (medicinas, comida) y garantías para la necesaria inversión millonaria, sin refinanciar la deuda y conseguir no menos de 40 millardos o 50 millardos de dólares en préstamo, crear confianza, garantías jurídicas y estímulo a la inversión (nacional y extranjera) con nuevo sentido y espíritu de productividad, con oportunidades, elevación del trabajador productivo y del poder adquisitivo salarial…, sin resolver el terrible déficit fiscal, frenar de raíz la inflación, no saldremos de este infierno. El actual régimen con su empeño dictatorial, con violación de la Constitución y de derechos humanos, con sus presos políticos y persecución a los opositores… no puede ni debe lograr apoyo internacional y mucho menos la confianza nacional para la reactivación económica. Es falsa la propuesta de: “Ayúdame primero a salir de la crisis económica y luego yo te restituyo la democracia política”. El respiro que buscan es para fortalecer la dictadura al mismo tiempo que “dialogan”. Pero, sin cambio político no es posible toda la movilización de nuevos recursos y actitudes para la recuperación económico-social. Es importante que los demócratas tengan claridad y defiendan esto en la mesa de negociación, en la calle, en la AN y en todas las instancias internacionales y que ayuden a que los facilitadores así lo entiendan. No se trata de humanizar la actual usurpación anticonstitucional disfrazada, sino de cambiar con votos democráticos el gobierno que viola la Constitución y los derechos humanos y unir al país para la urgente y difícil reconstrucción.

Hace décadas un líder político-sindical para justificar la falta de seriedad lanzó aquella sentencia “no somos suizos”. Hoy necesitamos estar convencidos de que “no somos chinos” y persuadir a quienes de fuera nos quieren ayudar, que estén alerta pues el régimen “dialoga” al tiempo que va dando pasos para consolidar la dictadura. “No somos chinos” que se conforman con la dictadura política si nos alivian algo de la miseria económico-social, somos demócratas bajo un régimen que usurpa los derechos humanos y viola la Constitución.

La Patilla. Nov 19, 2016

http://www.lapatilla.com/site/2016/11/19/luis-ugalde-sj-no-somos-chinos/

Unidad Venezuela: Democracia Social frente a la Dictadura

Luis Ugalde

La justa rebelión contra los gobiernos tiránicos es una doctrina católica milenaria y un derecho humano fundamental. La justificación ética base de todo gobierno es su condición de medio necesario para lograr el bien común. Por eso, cuando el régimen se convierte en instrumento del mal común del conjunto de los ciudadanos y los agrede con un gobierno de creciente pobreza, corrupción, inseguridad y manejo de lo público como botín privado, ya es dictadura. Hace mucho tiempo que era clara la condición dictatorial del régimen imperante en Venezuela, pero las desvergonzadas decisiones de la semana pasada para impedir el revocatorio presidencial, ponen en evidencia un radical atentado contra la democracia social venezolana.

Los artículos 2 y 3 de la Constitución definen la naturaleza y fines de nuestra democracia y los deberes de su Estado y gobernantes. Los viola el Ejecutivo apoyado en el uso servil del poder judicial, electoral y de la fuerza armada: Ya no estamos en “un Estado democrático y social de Derecho y Justicia”, ni hay “preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” y el gobierno no está ordenado a defender “la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad y la democracia", sino a imponerse y mantenerse en el poder ( Const. art. 2).

En consecuencia este régimen atenta contra los fines esenciales del Estado democrático venezolano como son “la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad y el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo”( Const. art.3).

Esto desata y activa en todos los demócratas un deber, una obligación: salir del régimen dictatorial. Es un derecho y un deber humano fundamental, aunque no esté escrito en ninguna parte. Pero en Venezuela además está recogido en el artículo 350 de la Constitución: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos” (art. 350). En esa situación todo ciudadano o ciudadana “tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” (art. 333). Por si alguien tenía dudas, el Gobierno se ha encargado de demostrarnos su condición dictatorial y recordarnos nuestra obligación de desconocer sus decisiones antidemocráticas y cambiar el régimen.

Estamos en tiempos que exigen inteligencia política, flexibilidad y valor para salir de la dictadura. Todos los demócratas y muy especialmente sus representantes de la Asamblea Nacional y los líderes políticos deben caminar decididos y unidos al rescate de la democracia. Tiene especial responsabilidad la Fuerza Armada en el restablecimiento de la democracia. El régimen venezolano es un escándalo mundial y un reto a la responsabilidad de todas las instancias democráticas. Que nadie espere que la Iglesia actúe con neutralidad equidistante entre dictadura y democracia.

Al mismo tiempo hay que poner las bases para la difícil reconstrucción económica, social, política y moral del país, con un gobierno de salvación nacional que solo es posible con un diálogo eficaz abierto que incluya todas las posiciones políticas. Sin diálogo para cambiar y reconstruir no habrá democracia social. Bloquearlo sería un suicidio para los demócratas, como lo sería ser ingenuos ante el cinismo dictatorial. Que Dios bendiga a Venezuela y a los venezolanos en esta hora de definiciones y de renacer de una democracia social que supere la pobreza y la exclusión.

Caracas, jueves 27 de octubre de 2016

Dos chavismos

Luis Ugalde

Simplificando un poco podemos decir que hay dos chavismos. Uno atrapado y dominado por la lógica de los delincuentes poderosos: cualquier medio es válido si refuerza su dominio. Por eso el régimen se convirtió en tiranía, unas veces con halago y dádivas generosas, y otras con miedo e imposición de las armas, con abuso de leyes y de propaganda falsificadora que transforma en bueno lo que sirve al poder y en delito cuanto se opone. El poder es la verdad y debe perpetuarse. Además en este chavismo se dan la mano la corrupción y la incapacidad, que juntas han llevado al país a la miseria en los años de ingresos petroleros más fabulosos, empeñados en imponer un modelo económico y político fracasado en otros países. Aquí el derrumbe ha sido más rápido, pues la insensata prédica presidencial de que nuestro problema no es la producción (por la inmensa riqueza petrolera) sino la distribución; por lo que “buen gobierno” es el que reparte y distribuye la riqueza existente, sin tener que esforzarse en producirla. Por eso su rapiña e ineficacia supera lo visto en otras sociedades de poder comunista.

El otro chavismo expresó la esperanza y dignidad de la gente con un humanismo mesiánico que ponía en primer lugar la vida y felicidad de millones de venezolanos frente al empobrecimiento y corrupción crecientes desde la década de los ochenta, no corregidos por los partidos hegemónicos y la economía reinante. Nunca voté por Chávez, pero es claro que millones de venezolanos vivieron esta esperanza cuasi-religiosa de paraíso prometido y todavía bajo la ceniza de su frustración están las brasas, prontas a encenderse al primer nuevo viento favorable. Este segundo chavismo se siente cada vez más traicionado e indignado al contrastar su creciente miseria con las cuentas bancarias de muchos de sus dirigentes que disfrutan del poder y de las riquezas robadas.

Debemos distinguir entre la legítima demanda humana a la que el chavismo dio alas y la oferta política chavista que además de desacertada es delictiva. La actual catástrofe de colas, hambre, inseguridad, miedo… dejan en evidencia el fraude del “poder popular”, pero no le quitan verdad, ni legitimidad a esas necesidades y aspiraciones de millones de venezolanos, sobre todo la de los pobres. La necesidad-demanda sigue ahí y no se podrá construir una Venezuela nueva, productiva y justa, excluyendo e ignorando a los necesitados. Esas aspiraciones insatisfechas no siempre fueron chavistas. Por ejemplo AD en sus albores fue el “partido del pueblo” y la partera de la democracia para las mayorías relegadas secularmente a ser peones y carne de montoneras caudillistas.

La nueva democracia debe contar con ese “chavismo” y convertirlo en dignidad productiva, política, económica y social. En cada persona están sus talentos y resortes productivos y la esperanza no ha de ser pura demanda desde su indigencia, sino el descubrimiento y transformación de su condición humana y sus posibilidades, oportunidades y responsabilidades en productores de soluciones. No habrá nuevo liderazgo sin renovación espiritual que ponga en el centro de la esperanza el talento, la creatividad y la solidaridad. Devolver su dignidad a Venezuela entera con “el levántate y camina” de Jesús al tullido que pedía limosna: levántate para la producción económica y socio-política. La profunda enfermedad del país está en la antropología cultivada de limosnero político frente al rico poseedor del Estado petrolero.

En el debate político y productivo luego de 2016 es imprescindible la participación activa del segundo chavismo con sus frustraciones y esperanzas. Pensemos en una democracia que acoja en su pluralismo político esta fuerza con sus verdades y propuestas, necesitada de ser liberada de su alienación rentista-caudillista-mesiánica. En una verdadera democracia cada sector social se acerca a la producción del bien común democrático desde sus necesidades e intereses específicos. El chavismo que no vive el actual disfrute delictivo del poder necesita sentirse invitado a liberarse de aquellas actitudes y visiones de país que excluían a otros y demonizaban realidades humanas tan necesarias y básicas como productividad, ganancia, pluralismo y complementariedad democrática de diversos sectores sociales… Todos deben ser invitados a participar, con propuestas que vienen del chavismo o de otras fórmulas políticas. Es bueno que los más antichavistas recuerden que la primera caída de Perón ocurrió hace 60 años y todavía hoy el peronismo multicolor es la fuerza política mayor de Argentina y que en Perú el fujimorismo, con Fujimori en la cárcel, se convirtió recientemente con votos en la fuerza mayor del Congreso Nacional.

La verdadera reconciliación en Venezuela pasa por descubrir y fomentar esta complementariedad de fuerzas sociales y de propuestas políticas, siempre que no excluyan a los demás.

15 de septiembre de 2016

http://revistasic.gumilla.org/2016/dos-chavismos/

La verdad entre la vida y la muerte

Luis Ugalde

No es fácil que cuarenta obispos se pongan de acuerdo rápidamente para presentar la realidad con toda su crudeza. Siempre parece más fácil y prudente expresarse en principios cristianos generales. Pero cuando la situación es de extrema gravedad y la sordera del poder aterradora, los obispos se sienten obligados a enviar un comunicado tan veraz y desgarrado como es la dura Exhortación episcopal de este mes de julio. Quiero publicar la mayor parte de ella en el espacio disponible para mi artículo con la esperanza de que los lectores encuentren en ella la dura verdad de la actual muerte venezolana y el camino hacia la libertad y vida.

“La escasez y carestía de alimentos, medicinas e insumos hospitalarios nos están llevando al borde de una crisis de seguridad alimentaria y sanitaria, con consecuencias sociales impredecibles. En la vida pública, crecen la inseguridad, la impunidad y la represión militar” (…).

“El discurso belicista y agresivo de la dirigencia oficial hace cada día más difícil la vida. La prédica constante de odio, la criminalización y castigo a toda disidencia afectan a la familia y a las relaciones sociales. Frente a esta situación, el acrecentamiento del poder militar es una amenaza a la tranquilidad y a la paz” (…).

“El auge de la delincuencia y de la impunidad entorpece el ordinario quehacer de la gente y provocan, en ciudades o poblaciones grandes o pequeñas, verdaderos toques de queda”.

“Vivimos prácticamente al arbitrio de las autoridades y de los funcionarios públicos, quienes tienden a convertirse en los censores de la vida, del pensamiento y de la actuación de los ciudadanos. Tales actitudes y procedimientos son inaceptables” (…).

“El diálogo sincero y constructivo, el ejercicio de la política en su concepción más noble, como búsqueda del bien común, por más difíciles que parezcan, han de seguir siendo los caminos que debemos transitar. No se puede dialogar si no se reconoce en primer lugar la existencia y la igualdad del otro. Ignorarlo o descalificarlo como interlocutor, cierra toda posibilidad de superar el conflicto”.

“La crisis moral es mayor que la crisis económica y política, porque afecta a toda la población en sus normas de comportamiento. La verdad cede su puesto a la mentira, la transparencia a la corrupción, el diálogo a la intolerancia y la convivencia a la anarquía. La corrupción se ha incrementado en los organismos del Estado y la descomposición moral ha invadido a muchas personas integrantes de instituciones privadas y públicas, civiles y militares, así como a amplios componentes de la sociedad. Un exponente de esta degradación moral es la reventa especulativa de productos, llamada popularmente “bachaqueo”.

“Desconocer la autoridad legítima de la Asamblea Nacional, deslegitima a quienes así actúan, porque contradice la voluntad soberana expresada en el voto popular. La división, autonomía y colaboración entre los Poderes es un principio democrático irrenunciable” (…).

“La raíz de los problemas está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizador que el Gobierno se empeña en mantener”.

“El Consejo Nacional Electoral tiene la obligación de cuidar el proceso del referéndum revocatorio para que se realice este año. Es un camino democrático, un derecho político contemplado en la Constitución. Impedirlo o retrasarlo con múltiples trabas es una medida absurda, pues pone en peligro la estabilidad política y social del país, con fatales consecuencias para personas, instituciones y bienes”.

“Es de urgente prioridad que el Ejecutivo permita la entrada de medicamentos al país, dada su gran escasez. Para su recepción y distribución, la Iglesia ofrece los servicios e infraestructura de Cáritas, y de otras instancias eclesiales abiertas a la cooperación de otras confesiones religiosas e instituciones privadas. Este servicio no es la solución definitiva, pero sí es una ayuda significativa”.

“Es una necesidad que se abra de manera permanente la frontera colombo-venezolana” (…).

“Aumenta el número de ciudadanos venezolanos recluidos en las cárceles y en distintos lugares de jurisdicción policial, injustamente privados de libertad, muchos de ellos por razones políticas. La gran mayoría se encuentra en condiciones inhumanas y carece del debido proceso. Estas personas, siendo inocentes, deben salir en libertad plena o al menos, deben ser juzgadas en libertad, tal como lo establece el Código Orgánico Procesal Penal”.

“Las angustias y esperanzas del pueblo venezolano son compartidas en estos momentos por numerosas instancias nacionales e internacionales. El gobierno no debe declararlas ajenas a nuestros derechos ni culpar a quienes acuden a ellas legítimamente, denunciando injerencias y aduciendo soberanía e independencia, ya que vivimos en un mundo interconectado y globalizado”(…).

“En el nombre de Jesús que nos manda “amarnos unos a otros” (Jn.13, 34) hacemos un llamado a las autoridades para que frenen el deterioro de la vida de los venezolanos, cualquiera que sea su preferencia política, y para que se detenga la actual espiral de violencia, odio y muerte. Movidos exclusivamente por el bien y la paz de todos los venezolanos, reiteramos el ofrecimiento de nuestros buenos oficios para facilitar el encuentro entre los contrarios y el entendimiento en la búsqueda de soluciones efectivas”.

Los obispos como los médicos no pueden ser neutrales entre la vida y la muerte y menos cometer el error de confundir lo uno con lo otro. La liberación y vida de Venezuela necesita reconocer la verdad del dolor generalizado que vivimos los venezolanos.

Francisco Márquez y Gabriel San Miguel

Luis Ugalde

Estamos construyendo una “democracia participativa”, dice el gobierno. Participativa porque la gente asume su propia responsabilidad por lo público, por lo político. En nuestros largos años universitarios insistimos por activa y por pasiva en el compromiso y sentido de lo público de toda la comunidad universitaria.

La formación de los profesionales no es solamente para que sean personas de éxito individual en la vida, sino que sus logros al mismo tiempo sean éxitos del país. Pusimos en el centro de nuestra reflexión y acción el aguijón de la pregunta: ¿no estaremos formando profesionales exitosos para países fracasados? La universidad –decíamos– tiene que atravesar los puentes que la separan de los barrios pobres para que aliados con ellos podamos construir un país para todos. Viví la alegría de ver cómo en la UCAB, y en otras universidades, esto se iba haciendo realidad con miles de jóvenes que aprendían en la práctica la responsabilidad social y política.

Con S. Pablo (Carta a los Gálatas 5) insistíamos a los jóvenes: “Ustedes han nacido para la libertad, solo que no tomen pretexto de ella para el egoísmo, sino que vivan su libertad con amor, de manera que los lleve a ser servidores unos de otros”. Acompañamos con emoción a miles de jóvenes que asumían su responsabilidad política, tomaban horas de su tiempo libre para comprender mejor la historia republicana de Venezuela y los movimientos juveniles que (como la Generación del 28) transformaron el país, corriendo riesgos y venciendo la enfermedad nacional de caudillos autoritarios y al “gendarme necesario” que parecía una maldición invencible. Vibraba nuestra Aula Magna desbordada de jóvenes reflexionando y planificando con madurez sus acciones pacíficas de calle en pro de una democracia participativa.

Ellas nos asombraron y asombraron al mundo enfrentando con el obsequio de una flor y una sonrisa a los guardias y policías mandados para reprimir y que tenían que contener las ganas de abrazar a sus hermanos en esos jóvenes. Siempre quedaba la duda, ¿será todo flor juvenil de un día, una primavera prometedora que al llegar el verano de la vida se secará con la dura búsqueda individualista del máximo ingreso en las empresas más exitosas?

La segunda sorpresa fue mayor que la primera: numerosos jóvenes al graduarse buscaban el trabajo social y político de mayor necesidad e impacto público en alcaldías e instituciones que poco les podían pagar; sentían que a eso les llamaba su patria y su conciencia. Todavía mayor y más grata fue mi sorpresa al ver que no pocos, una vez realizados posgrados en las mejores universidades de Estados Unidos y otras partes del mundo, regresaban a hacer “democracia participativa” en su país que estaba quitando a los jóvenes las esperanzas y oportunidades.

Esa es la trayectoria de Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, egresados de la UCAB y de la Universidad de Carabobo, respectivamente, estudiantes ejemplares y ahora profesionales responsables y cualificados, comprometidos con el trabajo público para hacer de Venezuela una “democracia participativa”, de acuerdo con la Constitución nueva, uno de cuyos novedosos mecanismos de participación es el “referéndum revocatorio” cuando la sociedad considere que alguno de sus gobernantes no está cumpliendo con el mandato recibido.

Lo triste es que quienes hicieron esa Constitución para democratizar ahora están atrapados por el demonio del poder y empeñados en “dictadurizar” toda la vida nacional para perpetuarse en el poder. Pancho y Gabo trabajan en la alcaldía de El Hatillo y son militantes de Voluntad Popular.

El gobierno desvergonzadamente ha dicho que se opone radicalmente al referéndum para revocar al presidente y está poniendo todos los obstáculos para impedirlo. Un obstáculo es abortar el proceso exigiendo e impidiendo la validación de las firmas de quienes solicitaron el referéndum. Para ello inventaron poner pocas mesas y máquinas a muchos kilómetros de los firmantes y sembrar el camino de todos los impedimentos posibles para que estos no llegaran.

Pancho y Gabo con su partido fueron a ayudar en Portuguesa a quienes querían validar y ofrecerles facilidades para trasladarse. Los detuvieron en el camino, los mandaron presos a una cárcel de alta peligrosidad, les raparon la cabeza y los vistieron de presidiarios para humillarlos y rendirlos por dentro. No hay delito en ellos, salvo que en una dictadura es subversiva la “democracia participativa”. Les bloquearon la comunicación con los suyos y están fabricándoles delitos… Francisco y Gabriel son dos jóvenes profesionales con gran temple cristiano que saben que no habrá libertad para el país sin sacrificio ni esfuerzo, y sienten que en su prisión está presa la esperanza de millones de venezolanos.

No puede haber república sin “virtudes republicanas”, pero la dictadura solo necesita botas, fusiles, cárceles y juristas entregados a la perversa alquimia de convertir las virtudes ciudadanas en delitos y asesinar la democracia. Este gobierno muestra su perversa metamorfosis transformando las esperanzadoras mariposas de ayer en gusanos rastreros. Por eso debe ser revocado.

El Nacional. 7 de julio 2016

Fin del Régimen

Luis Ugalde

El Régimen no es nadie y es todo. No es el Presidente, ni el Ejecutivo. Tampoco “El Proceso”, pues éste era vivido como un caminar abierto hacia horizontes de elevación. El Régimen hoy es el punto de cristalización y de llegada, cerrado como estación terminal, que mantiene secuestrada a toda la sociedad. Aferrado al poder, y dedicado de lleno a defenderse y perpetuarse contra la inmensa frustración y desesperación de la población. Al comienzo para muchos “El Proceso” era emoción y esperanza de una Venezuela bella y deseable que concretaron en estos dos artículos centrales de la Constitución Bolivariana:

Art. 2 “Venezuela se constituye en un estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.

Art.3 “El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta constitución.

La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”.

Parece imposible que un demócrata no esté de acuerdo con este ideal constitucional que marca un exigente camino de dignidad y liberación. Pero ante la catastrófica realidad actual -después de una dominación hegemónica de 17 años y un millón de millones de $ malgastados- surge un clamor de indignación contra la miseria, la inseguridad y la burla a la Constitución. Nadie en su sano juicio puede pensar que este Régimen va avanzando hacia ese ideal; por el contrario, su obsesión es defender el poder, corrupto e ineficiente, aferrándose a las armas y a la represión porque ya le faltan razones y apoyo popular. Por eso se ha militarizado y se ha convertido en una dictadura, en clara contradicción con la Constitución.

Más difícil es ponerse de acuerdo sobre el modo de salir de esta catástrofe y mucho más el acuerdo y la combinación de fuerzas sociales diversas para retomar el camino hacia el horizonte de democracia y de dignidad compartida y reconstruir.

Cuando un Presidente se pone en contradicción con los fines esenciales del bien común nacional, la Constitución prevé modos de evitar mayores desastres y salir de él antes de que concluya el período presidencial. Para eso está, por ejemplo, el referéndum revocatorio, con el que la sociedad puede cambiar a quien se ha convertido en gestor del mal común. Pero la dictadura lo quiere bloquear.

Desde luego más sensato que esta vía un tanto larga, engorrosa y sembrada de trampas, sería un momento de lucidez presidencial que, acordándose de su condición de servidor y delegado de la voluntad de la mayoría nacional, lo llevara a la renuncia. El artículo 350 prevé estas emergencias y nos obliga a todos a una responsabilidad ciudadana mayor: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” (art. 350).

Ante la formidable emergencia nacional y el brutal deterioro de las condiciones básicas de vida y de democracia, no basta con la salida del Presidente ni con un cambio de gobierno, es imprescindible un cambio de régimen y un nuevo gobierno de salvación nacional que incluya a sectores diferentes, unidos en la suprema tarea de encauzar y de reconstruir el país. Por eso la realidad pide a gritos el cambio de Régimen para volver a la Constitución y recuperar la esperanza de vida y dignidad para todos. Muy oportuna la reciente advertencia de la Conferencia Episcopal: “¡Queremos alertar al pueblo! Que no se deje manipular por quienes le ofrezcan un cambio de situación por medio de la violencia social. Pero tampoco por quiénes le exhortan a la resignación ni por quienes le obligan con amenazas al silencio. ¡No nos dejemos vencer por las tentaciones! No caigamos en el miedo paralizante y la desesperanza, como si nuestro presente no tuviera futuro. La violencia, la resignación y la desesperanza son graves peligros de la democracia. Nunca debemos ser ciudadanos pasivos y conformistas”.

El Nacional. Caracas, 26 de mayo de 2016

¿Dónde están los estadistas?

Luis Ugalde

Sorprende que en un naufragio tan catastrófico y evidente no hayan surgido ya dirigentes decididos a salvar el barco y persuadir que a todos nos va la vida en ello, no importa el color político. Con un gobierno empeñado en ignorarlo, negarlo o convertirlo en conspiración del imperialismo capitalista, la gente echa de menos a estadistas. Estos no son extraterrestres y hacen falta del lado del gobierno y de la oposición. Al estadista lo distingue su capacidad de superar la parcialidad electoral inmediatista y el beneficio personal o partidista, con una visión y voluntad de país que reta y convence a la sociedad y suscita una creatividad nueva e inclusiva.

Cada día aumentan en todos los sectores el sufrimiento y la conciencia de la gravedad, pero no la sensación de que las soluciones están más cerca, y el malestar se incrementa con el juego de pin-pon entre la Asamblea que hace nuevas leyes y el Ejecutivo que manda bloquearlas. En los que se alegraron por la profunda derrota electoral madurista, se va enfriando la esperanza, pues les parece que la MUD se diluye como voluntad y estrategia unitaria alternativa y que se van imponiendo los intereses particulares partidistas, o que hacen propuestas inviables con la ideología reinante.

Por otra parte, el gobierno sorprende y disgusta a muchos de sus propios simpatizantes nacionales e internacionales, por su parálisis mental e incapacidad de tomar decisiones, mientras la catástrofe se agrava y crece la agresividad política y social.

El pesimismo también reavive teorías fatalistas sobre la inferioridad de nosotros como nación con un determinismo genético-histórico que nos predestina al fracaso. Les parece de mal gusto soñar con una Venezuela de esperanza, recordar lo que nuestro país logró en circunstancias difíciles del pasado, con pactos entre adversarios y tolerancias sociales ejemplares; incluso les parece evasivo poner ante los ojos a países latinoamericanos que sufrieron situaciones catastróficas peores y se refugiaban en nuestra amplia hospitalidad. Esas naciones superaron las coyunturas adversas y quienes nos envidiaban son hoy nuestra envidia. Pasan los días y lo que en diciembre fue esperanza y primavera se va transformando en invierno fatalista y se contagia la enfermedad de la antipolítica.

Por lo contrario, la realidad clama por estadistas guiados por la Constitución democrática y capaces de soñar con los pies en la tierra y de encontrar razones para ir juntos, como única posibilidad de construir exitosamente. Estadistas capaces de crear un relato de esperanza novedoso y transformador donde la muerte se convierte en vida, por el esfuerzo de la gente. Crear el relato y creer en él, contagiar esa fe a toda la población, transmitir convicciones, convocar y aglutinar. No pedimos milagros, pero sí sensatez. No hacen falta genios de la economía ni doctores de la política, sino voluntades con ética, remeros decididos a remontar corrientes adversas, concertar una decena de medidas claves y aplicarlas con decisión; su éxito depende de que sean deseados y apoyados por la gente y por líderes significativos de la actual oposición, del chavismo y de la Fuerza Armada, decididos a cumplir la Constitución y hacerla cumplir. Los comunicadores y sus diversos medios son decisivos, pues la población debe sentir en carne propia la propuesta y sus efectos en la llegada inmediata de medicinas, alivio en los supermercados, mercales, abastos, farmacias y centros de salud, y signos de liberación en las cárceles políticas. Decisiones negociadas internacionalmente con más pragmatismo y menos ideología. Decisiones que no se quedan en ayudas momentáneas, sino que van a políticas económicas que desbloquean la actividad empresarial y hacen a nuestro país atractivo para la inversión y la productividad. Medidas que combinen el estímulo a la creatividad empresarial con la nueva visión social inclusiva de la empresa, como camino de superación de la pobreza y esperanza de los pobres, con políticas que fortalecen su organización y productividad y multiplican sus oportunidades.

Camino de drástica recuperación ética y lucha por el rescate constitucional de las instituciones y el implacable castigo a la corrupción y al saqueo público. Necesitamos un gobierno de salvación nacional capaz de hacer más con menos, tomar decisiones difíciles, responder al país que a gritos silenciosos pide reconciliación. Un gobierno de transición que se pone límite temporal a sí mismo, pues los partos felices no pasan de nueve meses de embarazo.

El Nacional

http://runrun.es/opinion/259502/donde-estan-los-estadistas-por-luis-ugal...

Gobierno de salvación nacional

Luis Ugalde

Después de la muerte de Jesús, ejecutado como un malhechor, la crisis de sus seguidores fue espantosa. Perdieron toda esperanza y se escondieron por miedo. La resurrección de Jesucristo fue para ellos un nuevo volver a la vida y a la esperanza. Todo cambió y fueron capaces de perdonar a los asesinos y salir a las plazas públicas a decir: a ese Jesús, que pasó haciendo el bien y ustedes lo mataron como malhechor, Dios lo ha resucitado y lo ha puesto como Salvador. A pesar de las prohibiciones, cárceles y martirios, prevaleció esa esperanza indetenible que ilumina la vida y da fuerzas para vencer todos los obstáculos con la convicción de que, en Jesús y en cada ser humano, “el Amor es más fuerte que la muerte”. Luz y ánimo necesarios en este momento de muerte nacional, cuando de la ilusión revolucionaria de ayer no quedan sino las cenizas y privaciones; ineptitud, ideologías políticas desacertadas y corrupción, echaron a la hoguera las extraordinarias oportunidades de cambio.

¿Cómo salir de esto? ¿Cómo recuperar las posibilidades de una Venezuela de esperanza, vida y confianza social?

La inmensa mayoría está sufriendo los disparates del régimen y lógicamente quiere salir de él. Por ahora parece prevalecer la desesperación y el deseo de salir (por renuncia o revocación) de este presidente, que con huecas palabras revolucionarias y con hechos lamentables se aferra al desastre. Pero más difícil y necesario que la salida de Maduro es crear –entre venezolanos de diverso signo– los consensos y las condiciones básicas indispensables para reconstruir el país. Personas y familias necesitan y quieren liberarse de las colas y de la escasez torturantes, de la falta de medicinas vitales, de la terrible inseguridad que cerca sus vidas y del ladrón de la inflación omnipresente que les roba la mitad del salario y de la persecución política. Desastre sembrado por el gobierno.

Mandela salió de la larga y dura cárcel del régimen surafricano que excluía a la población negra mayoritaria. Estaba convencido de la imposibilidad de un próximo gobierno de negros exitoso sin la colaboración de sus enemigos blancos. Así lo entendió también el presidente blanco, Frederik de Klerk, y llegaron a acuerdos de colaboración (serían presidente y vicepresidente del nuevo gobierno) que permitieron cambiar el país.

En Venezuela, tras el triunfo electoral del 6-D, luego de los primeros desahogos alegres, hay el peligro del bloqueo de los cambios: el gobierno, como no puede ni con todos sus motores verbales, se encierra en el castillo del poder y llama en su defensa a su servil Poder Judicial y a la inestable lealtad de las armas. Mientras que los opositores demócratas concentran su esperanza en el Legislativo. Aunque el TSJ hable de leyes no ejerce de juez sino de parte, ni el debate es jurídico sino de poder político para someter al otro. El juego está trancado, entre el Legislativo, haciendo nuevas leyes, y el Judicial bloqueándolas de antemano. Pero la miseria y desesperación de la gente avanzan y exigen cambios de fondo.

Para desbloquear y reconstruir el país es imprescindible llegar a un acuerdo sobre un gobierno de salvación nacional con compromisos básicos respaldados por parte del chavismo y de la oposición democrática, con medidas de cirugía mayor para recuperar la democracia, con una economía que atraiga inversión, crecimiento y abastecimiento para una sociedad que recobre la vida y la esperanza.

A Mandela sus más radicales seguidores lo consideraron traidor y a De Klerk los suyos, pero ambos tuvieron el valor y la visión de remar a contracorriente. ¿En Venezuela, después de los éxitos de diciembre, se cansaron los líderes de partidos de seguir alimentando la unidad, la vitalidad y la mutua confianza dentro de la MUD? ¿No creen unos y otros que –anteponiendo el deseo y la necesidad general de la nación– deben llegar a acuerdos programáticos y rutas, con un gobierno de transición que tome cuanto antes graves medidas salvadoras con los necesarios apoyos nacionales e internacionales? Este gobierno-cirujano deberá ser provisional –pero no impotente– para preparar el terreno a una elección democrática libre con varios candidatos.

Sorprende ver a muchos soñando en sentarse cuanto antes en la silla presidencial, sin condiciones para un gobierno eficaz y exitoso y carente de los apoyos internos y externos imprescindibles. ¿Durarían seis meses en su ilusión?

Venezuela tiene salida, si prevalece una nueva esperanza y deseo de restablecer la confianza nacional y de hablar (no para aparecer en la TV) con los rivales y actores de poder sobre lo que cada uno debe aportar para destrabar los cercos y contribuir a la transición. Pero si se atrincheran en mutuo rechazo puro y duro, el creciente deterioro y desesperación forzarán un cambio imprevisible y mucho más costoso.

31 de marzo, 2016

Transición o muerte

Luis Ugalde

Fracasó estrepitosamente la apuesta “revolucionaria” de llevar a Venezuela a su felicidad con una economía sin empresa privada productiva, gracias a la infinita renta petrolera, en manos de un gobierno repartidor. No solo se pudrió Abastos Bicentenario; está podrido todo y el gobierno va a la deriva sin brújula. Ante la rotunda y definitiva derrota del modelo, lo único sensato es reconocer la realidad y abrirse a la transición: desde la actual catástrofe hacia una nueva base sólida para reconstruir. Lo malo es que los mesianismos llevan a perder todo realismo y cordura y apuestan por milagros de última hora.

Luego del decisivo avance soviético y de los exitosos desembarcos aliados en Sicilia y Normandía, Alemania estaba agotada y el nazismo en agonía terminal. En 1944 Hitler estaba derrotado y así lo entendieron muchos de sus generales y ministros y buscaron alguna forma de negociación y rendición con una transición menos costosa, y un final menos terrible para los pueblos, salvando lo salvable. Hitler los tachó de cobardes y traidores, y siguió delirando con secretas bombas prodigiosas de última hora y divisiones militares salvadoras, que no existían, e intentó la absurda defensa de Berlín con niños de 15 años. Cuando la toma por las tropas rusas era inevitable e inminente, el dilema de Hitler era triunfo o muerte. Como el triunfo era imposible, la muerte era segura, para él y para millones más.

En Venezuela hoy muchos generales, ministros y ex ministros ven que este modelo “revolucionario” ha fracasado y que es suicida aferrarse a él. Frente a esta actitud temeraria, a nosotros nos queda la transición organizada para disminuir la destrucción y poner las bases nacionales para la reconstrucción. Pero en el gobierno hay hitleritos –salvando las distancias– que prefieren la ruina total del país, antes de reconocer su fracaso y abrirse a las reformas necesarias para que tengamos comida, medicinas y seguridad con una democracia plural y sin presos políticos, abierta a sí misma y al mundo.

Esa obstinación lleva al cogollo a anunciar fórmulas salvadoras sin salirse de la revolución. Toman decisiones que dan más bolívares al gobierno, pero agravan la escasez y la inflación y no cambian las dos condiciones indispensables y conectadas: 1) estimular de verdad la confianza, la productividad y la producción nacional y 2) promover el ingreso al país de dólares por préstamos y renegociación de la deuda, y crear condiciones atractivas y estimulantes para la inversión y producción, solo se podrán dar desde la aceptación del fracaso del modelo y el impulso decidido a una alianza de las políticas de Estado con el renacer de las empresas privadas y la movilización de una sociedad plural, impulsando la transición desde la ruina actual hacia el terreno firme para reconstruir entre todos.

Serían funestos una megaexplosión social, o un golpe militar (ya estamos en gobierno militar). Necesitamos una transición promovida desde la oposición y desde el gobierno para hacer realidad el cambio con el menor costo y condiciones para unirnos en la reconstrucción eficaz. Sería insensato pensar que la reedificación se puede dar con solo medio país, o aferrados al fracasado modelo “revolucionario”.

Se entiende que el cogollo del poder se resista a la transición. Para su ideología (y la de 15% de seguidores) es imposible reconocer que los empresarios demonizados y los “imperialistas” deban ser parte de la solución y que estos tienen lo que más le falta al gobierno actual. Los “revolucionarios” temen que, sin fanatismo y fundamentalismo ideológico, se queden sin seguidores. La otra resistencia viene de la desesperación de aquellos que están corrompidos en el poder y han cometido sistemáticas violaciones de la Constitución; su problema es adónde ir como refugio cuando esto cambie. Hay delitos que no prescriben y cuyo juicio y castigo trascienden las fronteras.

Transición o muerte. Hitler ya derrotado escogió la muerte para sí y la destrucción y muerte para lo que quedaba de Alemania. En Venezuela los que todavía están en el poder –militares y civiles– y no han cometido delitos tienen que escoger la transición hacia la vida y la reconstrucción. Lo más sensato parece ser la pronta renuncia de Maduro –voluntaria o inducida–, para caminar juntos con bases políticas y constitucionales hacia el éxito: del actual empobrecimiento masivo y corrupción a la superación de la pobreza en democracia social y con economía de mercado, dentro del bien común y la Constitución.

3 de marzo 2016. El Nacional