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Ismael Pérez Vigil

Defensa del voto

Ismael Pérez Vigil

Dejemos al margen los errores de la oposición democrática, que son muchos y que han contribuido a alejar de ellos al pueblo y a los electores y, lo que es peor, a alejarlos de la política, de los procesos electorales, de las movilizaciones gigantescas, que vivimos en varias oportunidades. No hace falta abundar en lo que bien conocemos y que además muchos “‎opositores” se encargan a diario de recordárnoslo en las redes sociales.

Críticas opositoras

Dejando eso de lado, repito, no cabe duda que el régimen instaurado desde 1999 se ha encargado de abonar el terreno para esas críticas de los “‎opositores”, que a diario se quejan, critican, buscan y dicen que encuentran la quinta pata del gato. Ya ni siquiera les pedimos que nos muestren alguna solución realista, factible, posible de emprender, por ese pueblo al que pretenden defender de las “nefastas garras” de la oposición que ellos llaman cómplices, aliados, y cualquier otro epíteto, simplemente les decimos: adelante, hagan y que tengan mejor suerte.

Pero, dejémoslos también de lado y concentrémonos en dos aspectos de ese grave problema que es el desconocimiento del voto, que es el antídoto para el oprobio en el que vivimos, el arma para defendernos de la destrucción institucional y real de la democracia.

El régimen contra el voto

Desde el principio el régimen se mostró contra la voluntad popular que decía defender; rápido paso esa euforia democrática del régimen, que retaba a la “escuálida” oposición a acudir a los procesos electorales. Un buen día el propio y ya fallecido, líder máximo de la “revolución”, se dio cuenta que su caudal electoral mermaba, que la indiferencia de la abstención se apoderaba del ánimo de la gente −desde 1998 la abstención indiferente se ancló en más del 30%− y se dio también cuenta que para mantenerse en el poder, además de la fuerza, era necesario destruir en la conciencia de la gente el espíritu democrático que la llevaba a votar, a decidir con el voto quien debía dirigir el país, quienes debían encabezar gobernaciones y alcaldías y quienes a integrar el poder legislativo, espacio que podía dar cabida a todos, para que allí, además de controlar y designar a los otros poderes, se ventilarán y dirimieran los grandes problemas del país.

Acciones contra el voto

Cuando el cabecilla del régimen se dio cuenta que esa “‎idea” que adoptó como suya y que esgrimió como argumento o demostración de su “amplitud”, la revocatoria del mandato, se volvería en su contra, comenzó un proceso de minar esa posibilidad y la importancia del voto. Primero, retrasando el proceso revocatorio, convocado en su contra, durante más de un año, tiempo que necesitaba para desarrollar el clientelismo o populismo de las misiones, con las que durante un tiempo disfrazó las miserias a las que a la larga condujo la economía del país.

Y segundo, desarrollando todo lo que dificultase la recolección de firmas que solicitaban un referéndum revocatorio de su mandato, con amenazas y violencia incluidas, con la elaboración de “‎listas de opositores” −recordemos la infausta “‎lista de Tascón” −, desarrollando una no tan sutil predica de que el régimen “‎sabia” por quién votaba cada quien; predica que no podía tener otro propósito que atemorizar a quien se atreviera a firmar por el referéndum revocatorio o votar en contra en el mismo. Desde luego eso ayudo a minar la posibilidad de un triunfo opositor en el referéndum revocatorio de 2004, derrota que nos condujo a una improductiva abstención para la elección de la Asamblea Nacional en 2005, que dejó al poder legislativo en manos del régimen, con el que intentó modificar todo el ordenamiento jurídico del país.

De allí en adelante, la desestimación del voto, por diversas vías, se convirtió en política del régimen; a eso le siguió la intimidación y más tarde la persecución de opositores, además de la desastrosa política económica que ha llevado al país a la ruina, y que no vale la pena describir.

Rescatando el valor del voto

Difícil y escabroso ha sido el camino para rescatar el valor del voto como arma de la democracia. Un esfuerzo importante se hizo en 2006 con una candidatura unitaria para las elecciones presidenciales de ese año; otro, con el triunfo en el referéndum que impidió modificar la constitución en 2007 y desde luego el triunfo en la elección de la Asamblea Nacional en 2015.

En esa última ocasión el régimen no tuvo miramientos, simplemente arrebató a la oposición la mayoría calificada de los dos tercios, anulando la elección de los diputados del Estado Amazonas; procedió a convocar entre gallos y maitines a su Asamblea Nacional, la de 2010, que controlaba totalmente y en el periodo usualmente vacacional decembrino, modificó la composición del Tribunal Supremo, con el que después anuló de manera sistemática todas las decisiones que fue adoptando la Asamblea Nacional electa en 2015. No se detuvo allí, acosó físicamente a la AN persiguiendo diputados, quitándole la corriente eléctrica a sus instalaciones, privándola de presupuesto; hasta que procedió a crear una asamblea paralela, supuestamente “‎constituyente”, espuriamente elegida, con resultados electorales que nunca fueron publicados; asamblea que nunca hizo esa constitución, sino que aprobó algunas leyes, que no le correspondía, y actuó paralelamente a la legitima Asamblea Nacional 2015 y hasta convocó, ilegalmente, elecciones presidenciales anticipadas en 2018.

Episodios extremos

La desestimación del voto tuvo dos episodios extremos y “‎memorables”, preludio de lo que pudiéramos esperar de ahora en adelante si no estamos prevenidos; uno en 2017, cuando se desconocieron los resultados de las elecciones de gobernador en el Estado Bolívar, anulando los resultados que arrojaron las actas electrónicas emitidas por las máquinas de votación y reemplazándolas por actas manuales, despojando así del triunfo al candidato opositor y dándoselo al candidato del gobierno. Y dos, en 2021, en las elecciones de gobernador del Estado Barinas, que inhabilitaron al ganador opositor y ordenaron repetir el proceso electoral, tras inhabilitar también a otros dos candidatos opositores; afortunadamente, prevaleció el ánimo unitario de la oposición, que fue capaz de seleccionar un candidato, que resultó triunfante en las elecciones convocadas en enero de 2022.

Declaración desde Miraflores

Podríamos seguir narrando acontecimientos de esa naturaleza en donde se demuestra la negación y desestimación del voto, pero quizás vale la pena concluir destacando un episodio reciente de esta estrategia y es el relativo a la última declaración de Nicolás Maduro desde Miraflores, con relación a los resultados de la negociación en México.

En esta declaración hay una triple afirmación cuyas consecuencias no son del todo favorables para el régimen y que debemos destacar; primera, a pesar de todos los intentos del régimen para desconocer y restar méritos a la oposición democrática y ensalzar esa otra oposición que el régimen ha creado a su medida, no logran explicar por qué están en México negociando con una oposición que desestiman y se niegan a reconocer; segunda, es evidente, por la declaración, que las sanciones les pesan, los perturban y todo su esfuerzo está dirigido a librarse de ellas; y tercera, y más importante, con relación al tema electoral cuando Nicolás Maduro señala: “¿Quieren elecciones libres? Que se lleven todas las sanciones”, está reconociendo que no hay elecciones libres en Venezuela y que es él y ninguna otra institución o persona la que puede “decidir” si hay o no elecciones libres en el país.

Como señalé más arriba, no vale la pena seguir poniendo ejemplos respecto de este tema, es más útil tratar de definir algunas pistas, algunas ideas y tareas para tratar de rescatar el valor del voto como arma de la democracia.

Nuevas oportunidades

Se nos presenta ahora una nueva oportunidad, en 2024, con la elección presidencial que corresponde hacer en ese año. Y previo a ese evento, la selección del candidato unitario de la oposición, en un proceso de elección primaria que se debe efectuar en 2023. Son dos hitos interconectados y dependientes, no se tendrá éxito en 2024, si no se logra un buen éxito en 2023, en la elección primaria. Para ello se deben resolver varias dificultades, algunas de carácter técnico, las cuales no comentaré hoy −ya habrá tiempo para ello, cuando la Comisión Nacional de Primaria anuncie algunas decisiones acerca de cómo se desarrollará ese proceso−, pero otras son de carácter emocional y político.

Algunas barreras

En lo político, es preciso que se imponga y mantenga el espíritu unitario, para seleccionar un candidato de la oposición democrática; que se mantenga igualmente la presión internacional sobre el régimen, y la movilización interna, sobre todo ahora que se iniciará en México la etapa de negociación de las condiciones electorales. En lo emocional, es indispensable superar el desánimo de los venezolanos, su rechazo al liderazgo opositor y su marginación de los procesos electorales; tarea difícil, sobre todo si en las redes sociales y medios de comunicación algunos periodistas, analistas, creadores de opinión y personas influyentes persisten en su práctica de hacer criticas indiscriminadas −muchas veces siguiendo la pauta que marca el régimen−, a cualquier iniciativa política que se emprenda y que no coincida con sus puntos de vista; y sobre todo, que algunos lo hacen falseando información, exagerándola y en algunos casos, inventándola.

Conclusión

La elección primaria de 2023 nos abre la posibilidad de mostrar al pueblo venezolano una cara unida y una alternativa para superar este oprobio y ganar las elecciones de 2024. Algunos dudan, lo sé, que esto se pueda producir o afirman que el gobierno se negará a entregar el poder, si pierde la elección presidencial. Pero en realidad eso es algo que no sabemos, sobre lo que solo podemos especular.

La elección del candidato unitario mediante un proceso de primaria no solo es una buena oportunidad para que sea el pueblo, de manera directa, quien decida quien quiere que sea su representante para enfrentar al candidato del gobierno, sino también es una buena oportunidad de movilización y motivación, de estimular a un país que aparece un tanto adormecido en materia política.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Primaria Oportunidad

Ismael Pérez Vigil

La oposición democrática no controla el poder, ni siquiera una parte, mucho menos una parte importante. Es decir, no controla ninguno de los poderes públicos −AN, CNE, Contraloría, Poder Ciudadano−; y lo más importante, no controla el uso de la fuerza −el monopolio de la violencia, que según Max Weber, es lo que define al Estado− pues no tiene control sobre la fuerza armada y las fuerzas policiales, ni sobre el sistema de justicia y carcelario. Mucho menos controla los mermados ingresos del Estado, que son manejados a discreción del Gobierno, con los que se genera un sistema clientelar, que cada día tiene menos ascendencia sobre la población, es cierto, pero tampoco utiliza los recursos que vierte clientelarmente, para resolver los agobiantes problemas básicos del país.

Fantasías

Por eso, frente a esa falta absoluta de control del poder, me parece que es una fantasía inexplicable que algunos piensen que la oposición democrática es la que definirá o impondrá las condiciones para celebrar un proceso electoral, a su gusto y medida; y como esto no ocurrirá, entonces algunos dicen que no se participe; pero, ¿Cuál alternativa se propone a cambio, que sea realista, aplicable, que se aparte de esas fantasías? No sé, pero no puede ser esperar a que se obre un milagro, que el régimen se disuelva en un acto de contrición o que nos dé un proceso electoral con las condiciones de libertad, imparcialidad, justicia, etc. que deseamos y queremos. Más de una vez lo he afirmado y preguntado: Díganme, en frio, sin apasionamiento, ¿no es esa una posición un tanto absurda, irreal?

Qué controla la oposición.

Lo que sí controla la oposición, son dos cosas importantes: una, qué es lo que puede hacer con sus votos. Al respecto, ya nos hemos abstenido, masivamente, como “estrategia política”, en varias ocasiones, en varios procesos electorales −Asamblea Nacional en 2005, elección de Asamblea Constituyente en 2017, elección presidencial de 2018 y elección de Asamblea Nacional, en 2020− e informalmente en muchas otras elecciones, para gobernadores, alcaldes, sin contar con que hay casi un tercio del país que sistemáticamente no acude a las urnas desde hace 24 años.

En esos procesos electorales en los que nos abstuvimos, formalmente, como política, hemos dejado en claro e incólumes −al menos eso creemos− nuestros “principios”; y desde luego, nos hemos tranquilizado la conciencia, lo que a muchos les permite dormir plácidamente; pero, ¿Cuál ha sido el resultado de esas “políticas”? ¿Se ha debilitado el régimen? ¿Se ha unido más la oposición? ¿Ha mejorado la condición socio económica de los venezolanos? Esas son las preguntas que nos debemos hacer.

Sin embargo, algo sí debemos reconocer y es que sin duda las abstenciones de 2018 y 2020, ayudaron a deslegitimar al régimen frente a la comunidad internacional. Nunca la situación que vive el país había sido más notoria y evidente para la comunidad internacional; nunca la conciencia de la comunidad internacional había estado más clara en cuanto a la verdadera condición del régimen venezolano. Por eso se tomaron medidas o sanciones contra Venezuela, aplicadas por unos pocos países, de manera incompleta y poco efectiva, según muchos; aunque seguramente esas medidas perjudicaron algunos “entramados y negocios” internacionales.

Reconocimiento internacional.

Qué duda cabe que tanto el Gobierno Interino, como Juan Guaidó, como la oposición en general, disfrutaron de un reconocimiento internacional, durante estos tres últimos años, como nunca antes se había tenido. Hasta el punto que algunos llegaron a pensar en “renuncias” o “invasiones” para resolver los problemas del país; pero, poco más que elevar algo el nivel de conciencia, de la comunidad internacional, no fue mucho lo que se logró, al menos en términos de aliviar la situación de oprobio de una gran cantidad de venezolanos, que no comen, ni se curan de sus enfermedades, ni pueden educar a sus hijos, ni tienen servicios básicos; a pesar de esas cifras generales de crecimiento que nos enrostran y con las cuales nos marean, ni con la construcción de fastuosos establecimientos comerciales y edificios de oficinas lujosos, o con la presentación de variados espectáculos públicos, de supuesto “nivel” y, sobre todo, “precio” internacional. Nada de eso alivia la condición económica y social de la gran parte empobrecida del país, por más que algo se “cuele” por los intersticios de la estructura económica y social del país.

Errores, sí, sin duda se cometieron muchos; la prueba es que allí sigue el régimen; no me corresponde −al menos en este momento− hacer juicios de valor sobre esos errores o cuál sea la solución que pueda adoptar la oposición democrática a partir de enero de 2023, que está a la vuelta de la esquina, sobre la suerte del Gobierno Interino. Me corresponde reflexionar sobre algo más “pedestre” e inmediato: Qué podemos hacer con la fortaleza que sí tenemos, la fuerza del voto.

Fortaleza opositora.

Esa es la segunda cosa que controla la oposición, esa fortaleza adormecida que no hemos sabido utilizar y ahora se nos presenta una nueva oportunidad para desplegarla: decidir mediante un proceso de elección primaria quien será el candidato de la oposición democrática, que quiere un cambio en el país, en las elecciones presidenciales de 2024. Desde luego hay muchas formas de llegar a ese candidato unitario −no las voy a repetir−, pero se decidió, escuchando un clamor general de los ciudadanos, que fueran estos y no las organizaciones políticas, los que decidieran quien será ese candidato. Para eso es el proceso de primaria; como dijo el Presidente de la Comisión Nacional de Primaria en su discurso durante el acto de instalación de la Comisión:

“…se ha colocado esta elección al servicio de toda la sociedad democrática, de todos los líderes y organizaciones que procuran la democratización del país y pretenden institucionalizarlo bajo los parámetros de un Estado de Derecho, con derechos garantizados para todos. Se trata, pues, de una primaria para la democracia. Pensar en una democracia para Venezuela no es simplemente una utopía… la primaria debe ser una experiencia democrática que sirva de modelaje para la elección presidencial e ilustre sobre el sistema democrático que se quiere instaurar mediante el cambio político… En el actual contexto venezolano, de una ciudadanía que acumula tras su aparente pasividad miles de motivos para la indignación y que en cualquier momento puede despertar ante un testimonio auténtico de reunificación democrática, se avizora un episodio de lucha denodada por un futuro mejor… Una parte importante de nuestra misión consiste en rescatar el valor del voto, con toda su significación de ejercicio de ciudadanía y de libertad política…para contribuir, al facilitar el ejercicio de la voluntad popular, a que nuestros hijos o nietos vivan en democracia en su país; para que quienes injustamente están detenidos recuperen su libertad, para que retornen los exiliados, los migrantes forzados, para que sean investigadas y sancionadas las graves violaciones a derechos humanos o crímenes de lesa humanidad, para que los jóvenes recobren la esperanza… no es la primaria de un grupo determinado de partidos políticos, sino quiere serlo de la ciudadanía toda…” (Jesús M. Casal, Presidente de la Comisión Nacional de Primaria)

Conclusión.

Está claro que el proceso de primaria para seleccionar el candidato unitario de la oposición democrática venezolana nos ofrece una oportunidad que es múltiple; no solo seleccionar el candidato con la participación de todos, sino también nos abre una oportunidad de sensibilizar al país en la necesidad de un cambio político, nos abre la oportunidad de organizar y movilizar a los venezolanos en esa dirección y, desde luego, rescatar la importancia y trascendencia del voto.

Resumí más arriba una parte del discurso de Jesús María Casal en el Acto de Instalación de la Comisión, pero invito a leerlo completo; lo pueden encontrar en el siguiente vinculo (http://bit.ly/3ibDYMA) y concluyo citando una de sus frases:Salvar a Venezuela de la devastación institucional y social es también una tarea perentoria, aun cuando el horizonte sea nebuloso”.

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Elecciones y Esperanza

Ismael Pérez Vigil

Emitir opinión política no es un acto trivial, como algunos piensan o como otros lo hacen de manera ligera; mucho más hoy que las redes sociales permiten que cualquiera opine, sobre lo que sea, de la manera más profunda o ligera y que cualquiera tenga acceso a esa información para replicarla, apoyarla o negarla. De allí que opinar y cuidar lo que se dice es un tema a considerar.

Los regímenes declaradamente hegemónicos, autoritarios, totalitarios o dictaduras, ejercen la “censura” sin ningún tipo de disimulo; simplemente, nadie puede estar diciendo y expresando públicamente, lo que le pase por la cabeza, sobre todo, si se refiere al desempeño, la acción u omisión del régimen de turno y quien lo haga recibe persecución, cárcel o exilio, en el mejor de los casos.

Pero, en ciertos regímenes, más disimulados, se ejerce la modalidad de la “autocensura”; la sociedad, especialmente la política, recibe “avisos” suficientemente claros −que en algunos casos se vuelven amenazas− que les indica a los interesados, lo que dijimos en el párrafo anterior: nadie puede estar diciendo y expresando públicamente, lo que le pase por la cabeza, con relación al gobierno de turno.

Cuando se ejercen ciertas responsabilidades, que implican a una “colectividad” o grupo de personas no se debe, por imprudencia, comprometer los objetivos de esa actividad y se debe medir bien lo que se dice. Sobre todo, en países y culturas en los que somos muy dados a la crítica fácil y palabras altisonantes y, especialmente, a reclamar a otros para que sean ellos los que hagan esa crítica. Se impone entonces un cauto silencio, un medir al extremo las palabras para evitar que se comprometan los objetivos que se deben cumplir.

Siempre hablando de política, ese comedimiento es también válido para hacer las críticas al propio sector político al que se pertenece, pero en ese caso para evitar desestimular, desanimar, ser injustos o simplemente hacerle el juego al gobierno, demoliendo a las propias filas opositoras.

Pero lo que no se puede aceptar es que se pretenda impedir que defendamos las propias ideas sobre lo que debe ser la democracia, si las consideramos justas y válidas; o no permitir que, por mal entendida prudencia, no difundamos mensajes de esperanza, de estímulo, para infundir un ánimo que buena falta nos hace. Por ejemplo, algunos denigran de la vía electoral para enfrentar los problemas políticos del país, obviamente están en su derecho; pero pretenden que los que creemos en esa vía, no digamos nada, no defendamos el voto como esencia y principio fundamental de la democracia y hasta se ofenden si lo hacemos.

Se impone expresar la validez de los que defienden el voto; de los que piden y exigen elecciones libres, justas, supervisadas nacional e internacionalmente; de los que reclaman, por ejemplo, que se abra el Registro Electoral, en Venezuela y el exterior, para que todos aquellos que lo necesiten se puedan inscribir o hacer las modificaciones pertinentes para ejercer su derecho; y así, pudiera seguir listando las actividades que se deben defender para fortalecer el voto o para evitar su conculcación.

Nadie puede tampoco impedir que alentemos a mantener la esperanza; sí, esa esperanza en que Venezuela tiene y se merece un futuro luminoso, importante, que nos libre del oprobio y la ignominia en la que hoy vivimos. Después de más de dos décadas, acumulando problemas, penurias y necesidades, ya somos muchos −y cada vez más− los que aspiramos un cambio político en el país, que permita recomponer su estructura institucional, social y económica. ¿Y cómo no desearlo y querer hacerlo, después conocer las últimas cifras de Encovi2022, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)?

Las cifras de esa encuesta o estudio deben alarmar, como para que nos sintamos en la obligación de propugnar por ese cambio político y, en nuestro caso, hacerlo por la vía que consideramos más sólida y segura en el largo plazo, la vía electoral. Pero veamos que dice la encuesta.

En la encuesta, más allá de algunos resultados que parecen favorables, se nos revela que “…la pobreza por razones sociales aumenta de 31% en 2019 a 42% en 2022.” −un incremento del 35% −. Y que esa pobreza, cada vez tiene más que ver con “…factores sociales y de infraestructura, como la vivienda, educación y servicios…”, además de los económicos que ya conocemos.

La encuesta nos advierte que, aunque se note una cierta mejora económica, en general, en el país y en los indicadores de trabajo, la desigualdad no cede y la brecha se hace más grande, pues “…las cifras demuestran que Venezuela es el país más desigual del mundo… [y que]… la diferencia entre los hogares más pobres y los más ricos es de 70 veces el salario…”, [pues] …en los hogares con pobreza solo 45% está laborando”.

En materia educativa es alarmante que más de “…1.500.000 niños no están en el sistema escolar… [debido a]… la poca oferta educativa… que se agrava porque el 73% de los hogares no cuentan con Internet y un 69% carece de dispositivos de comunicación…” que serían factores o instrumentos que permitirían aliviar en algo la situación.

El informe señala que “…se redujo de 59 a 49% el porcentaje de migrantes que envían ayudas a sus familiares en Venezuela, lo que indica que van dejando de ser un complemento para los hogares venezolanos.”

No hay excusa válida para cruzarnos de brazos con pesimismo, cuando las necesidades del país, como nos muestra Encovi2022, son tan grandes. Frente a estas cifras es necesario darnos un baño de optimismo y esperanza, en que las cosas, si las hacemos bien y unidos pueden funcionar y ayudarnos a superar la situación.

Se nos abre un período, desde ahora y una buena parte del año 2023, para realizar un proceso de “elección primaria”, para escoger el candidato unitario de la oposición que enfrentara al del gobierno en la elección presidencial de 2024. Se abre un período para que los diferentes candidatos y aspirantes a ser representante de la oposición democrática recorran el país de sur a norte y de este a oeste, que se asomen a las entrañas de cada ciudad y pueblo importante, hasta el último caserío o barrio, ellos o sus seguidores, para decirle a sus habitantes que en el país sí hay futuro y animarlos a enfrentar la situación. Pero esos candidatos deberán tomar en cuenta que, una buena parte de los venezolanos no han conocido un sistema democrático como el que conocimos los venezolanos de las generaciones políticas que nos levantamos en el país después de 1958; y hay muchos que cuando se realizó la última elección primaria de la oposición, en 2012, tenían apenas ocho o diez años de edad; de manera que tampoco conocen lo que es escoger un candidato por una vía electoral y ahora tendrán la primera oportunidad para hacerlo.

Cumplido este proceso, le tocará a la oposición democrática enfrentar con ese candidato unitario y un Programa Mínimo de Gobierno, acordado por todos los aspirantes y los factores políticos del país, para lograr en la elección presidencial de 2024 una victoria como las obtenidas en 2007, en 2015 y en otras elecciones en una buena cantidad de Estados y municipios importantes del país. Salgamos de nuestra comodidad o desprendámonos del pesimismo y la desesperanza, desempolvemos nuestros mejores ánimos y que los venezolanos recorran el país, junto a esos candidatos de la oposición democrática, tras el que más les guste, pero tras alguno de ellos. Rescatemos para nosotros, para nuestros hijos y nuestros nietos, el valor del voto.

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Ruta al 2024

Ismael Pérez Vigil

“Abstención”, “levantamiento militar”, “insurrección popular”, “renuncias”, “marchas”, “¡calle hasta el final!”, “huelga total general”, “paros escalonados”, “paro total”, “gobierno interino”, “sanciones”, “poder dual”, “vía electoral”, “elección primaria”… palabras, palabras que son bengalas, luces de alarma, nombres y conceptos que se suceden con rapidez vertiginosa y no da tiempo a procesarlas, a pensarlas. No hace ni falta, las hemos pensado miles de veces. Todas nos remiten a los últimos 24 años transcurridos en el que no hay presente, todo es pasado y ninguna de esas palabras nos quiere servir para describir el futuro.

Pero todas ellas, ¿son palabras “malditas”?, que como dice Irene Vallejo −la autora española de moda, con toda razón− son palabras que nos enseñaron a callarlas, a medirlas, “…a envainar las frases hirientes: el arte de la mentira amable…”, ¿Cuántas de ellas son “imperdonables”?, como las maldiciones de igual nombre en los embrujados cuentos de Harry Potter, de la hoy también imperdonable J. K. Rowling −por “magia” de los defensores y postuladores de alguno de los “géneros”−; palabras, algunas, que en nuestro país no se pueden mencionar sin temor a represión.

Pero, la realidad nos sale al paso con algunas de ellas. Querámoslo o no −me refiero a los que nos identificamos con la oposición democrática− en 2024 confrontaremos una elección presidencial −una de esas palabras “malditas”−, que buscará presidente para los próximos seis años. Y digo 2024, que es la fecha constitucionalmente hablando, pero que “otros” ya hablan de “adelantos” y nos ponen el país mucho más pequeño.

Pero, por lo pronto, ¿Cómo vamos a enfrentar ese 2024, tan lejano y cerca a la vez? Tenemos algunas “claves”; en la oposición democrática vamos a esas elecciones, con candidato unitario, seleccionado en un proceso de elección primaria, y con un programa también unitario, un “Plan País” −y otras propuestas− que ya estamos desempolvado, con el reto de convertirlas en un mensaje vital, que entusiasme a seguirlo, que nos dibuje un país que valga la pena vivirlo, en contraste con la ignominia que hoy padecemos.
Para llegar a 2024 tenemos por delante ese 2023 con la elección primaria, programada para realizarse en algún momento, lo más pronto que sea posible, con las mejores condiciones de participación, que también sean posibles.

Ese es un reto inmediato, al que, por lo visto y afortunadamente, vamos con bastante consenso, pues desde las voces más radicales hasta las más atemperadas, dentro o fuera de lo que llaman “G algo” dicen que están dispuestos a participar en ellas. Y hasta las vituperadas encuestas parecen recoger la opinión de que la mayoría del país se inclina por participar y por hacer de esa elección primaria la forma de determinar el candidato; y ya sabemos que cuando la “gente común” se plantea una vía unitaria, ¡Ay del que la rompa!

Pero salir con bien del 2023 y llegar con bien al 2024, supone exorcizar los demonios y fantasmas de siempre

El régimen, todos lo sabemos, todos lo decimos −¿o hay alguien que no? − controla todo el poder. Todos los poderes públicos −AN, CNE, Contraloría, Poder Ciudadano−; lo más importante, controla la fuerza armada y las policiales y el sistema de justicia y carcelario. Desde luego, controla los comparablemente mermados ingresos del Estado, que están a su discreción, que no alcanzan para resolver los problemas básicos que han creado en estos 24 años.

Repito, no porque no se entienda, sino por énfasis: el régimen controla todo el poder; pero, lo curioso es que entre quienes lo dicen hay algunos que piensan, pretenden y sueñan, que, a pesar de ese poder omnímodo, seremos nosotros, los opositores democráticos, quienes impondremos las condiciones para celebrar un proceso electoral, a nuestro gusto y medida; y si no es así, entonces, dicen esos algunos: ¡No participamos! Díganme, en frio, sin apasionamiento, si ésta no es una posición un tanto absurda e irreal.

Camino ya recorrido, ese de no participar, de la abstención, como política o como “descuido” y “dejadez”, como “hartazgo”. Debería estar claro, entonces, que con eso probablemente se han dejado sentados e incólumes algunos “principios”; o por lo menos, tranquilizada la conciencia de muchos, que han podido dormir plácidamente, después de darle una “lección” de democracia y civismo al régimen; pero, ¿Cuál ha sido el resultado de esas “políticas”? ¿Se ha debilitado el régimen? ¿Se ha unido más la oposición? ¿Ha mejorado la condición socio económica de los venezolanos?

También todos sabemos que, sin una adecuada presión interna e internacional, de tenaza, que aprisione por ambos lados, todo esfuerzo electoral es inútil, pues no soltarán a su presa por un puñado de votos; no me sonrojaré entonces porque me lo echen en cara, simplemente diré, lo que siempre hemos dicho: la vía hay que construirla y no nos podemos quedar sentados, cruzados de brazos, esperando que ese poder omnímodo ceda y por gracia de birlibirloque nos entregue el poder. La electoral, vía fallida, poco exitosa hasta el momento, sí, pero es una manera de emprender camino, a nuestro alcance, al alcance del más modesto ciudadano. No insistiré en argumentos ya trillados y cansones.

Hago, sin embargo, una ligera concesión y es que sin duda las abstenciones de 2018 y 2020, deslegitimaron al régimen frente a la comunidad internacional; el caso Venezuela se hizo más notorio y evidente; nunca la conciencia internacional había estado más clara en cuanto a la verdadera condición, tiránica, opresiva, del régimen venezolano.

Hasta se tomaron medidas o sanciones contra Venezuela, aplicadas por unos pocos países; lástima que fue de manera incompleta y poco efectiva; seguramente esas medidas perjudicaron “algunos negocios” internacionales; y qué duda cabe que tanto el Gobierno Interino, como Juan Guaidó, como la oposición en general, disfrutó por eso de un reconocimiento internacional, durante estos tres últimos años, como nunca antes lo había tenido. Algunos en su paroxismo libertario, hasta llegaron a soñar con “renuncias” o “invasiones”; pero poco más que elevar el nivel de conciencia −en algunos países− sobre la situación de Venezuela, fue lo que se logró.

Hoy, en nuestra “liderofagia” y en nuestra máquina demoledora de líderes, corremos el peligro de derrumbar, vale decir a patada limpia contra el Gobierno Interino y Juan Guaidó, el poco andamiaje que se logró construir, en vez de darle continuidad y aprovecharlo completamente. Lo cual no nos exime de evaluar, hacer críticas y asignar responsabilidades por lo ocurrido.

Pero, dado que el cántaro aún no está completamente derramado, es posible aun recoger el líquido, con un proceso integral, democrático, decisivo, que nos permita salir con una opción unitaria para enfrentar al régimen en 2024, o cuando sea. La elección primaria del candidato opositor, esa aspiración tantas veces solicitada, durante tantos años, y tan pocas veces lograda, se nos abre nuevamente, no la dejemos pasar.

Politólogo

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Utopías

Ismael Pérez Vigil

“¡Ay! ¡Ay! ¡Utopía, que alumbras los candiles del nuevo día!”

Joan Manuel Serrat

Esta tan adormecido el mundo de la política opositora, que es el mundo de la política que realmente me interesa, que hoy me permito, con la venia de quienes me leen, referirme a un tema, igualmente político, pero un tanto más personal.

Da pie a esta nota algunos comentarios y críticas a mi artículo de la semana pasada, −¿Facil,2024?: https://bit.ly/3SSfq7U, pues a varias personas sorprendió y les lució un tanto pesimista. Para nada, no estoy en absoluto pesimista; es más, creo que el pesimismo no conduce a nada, aunque no se vea fácil, ni cerca, una salida a la oprobiosa situación en que vivimos precisamente por eso, no se puede ser pesimistas.

Las preguntas.

Entre los comentarios recibidos a mi artículo, están los de un amigo, quien vive en el exterior y me pregunta, sin “anestesia”, ni ambages: “Personalmente, ¿qué te emocionaría, entusiasmaría y motivaría, a ti?”. Naturalmente le respondí −siempre lo hago a quienes me comentan, interpelan o preguntan, aunque sea duramente, pero en quienes veo intención y deseo de profundizar−, y le aclaré en mi respuesta que dejaría de lado el tema de la “motivación”, pues creo estar bastante motivado, aunque lo dosifique; pero otra cosa es eso de qué me emocionaría y entusiasmaría, que creo tenerlo más claro.

Las respuestas.

De la respuesta al interrogante de mi amigo, cualesquiera de las que le describí, juntas o por separado, me entusiasmarían y emocionarían… por ejemplo:

Que salgamos de la elección primaria con un candidato, con potencial de líder, al que todos consideremos que es un ser humano, como cualquier otro, lleno de defectos y con algunas virtudes, al que todos le daremos el beneficio de la duda, de que es capaz, honrado y honesto, para conducir al país a una campaña exitosa contra el régimen.

· Que los candidatos derrotados en la elección primaria conformen el Comando de Campaña del ganador, con el segundo que quedó, presidiéndolo, y que todos se lancen por el país a hacer campaña por conseguir votos para quien ganó, sin mezquindad ninguna.

Que partidos, oenegés, “opinadores” y ciudadanos politizados, salgamos con el “Plan País” en la mano, consciente de que no contiene todo lo que nos gustaría, conscientes, también, que es documento perfectible, pero que puede ser la base de un programa alternativo para proponer a la gente y entusiasmarla a votar por el candidato unitario y construir, con base en ese programa imperfecto, un país diferente.

· Que todos los partidos y oenegés dedicadas a la política, salgan de la comodidad de sus teclados y redes sociales a recorrer las calles en los municipios, pueblos, ciudades y estados en donde cada uno es más fuerte, a entusiasmar a la gente a votar y convencerla de que es posible derrotar electoralmente al régimen y defender ese triunfo.

· Ver que los partidos publican en todas sus redes sociales y por todos sus medios disponibles, sus programas de formación y de profundización de sus doctrinas, dirigidos a sus militantes, especialmente a los más jóvenes.

· Que los partidos −apoyados en las oenegés y en los ciudadanos− convoquen a procesos internos de selección de sus lideres y autoridades, en todos los niveles de sus respectivas organizaciones y que veamos surgir de allí algunas caras nuevas y no solo las mismas que hemos visto en los últimos treinta años, o más.

Que la Plataforma Unitaria termine de publicar su reglamento interno de funcionamiento y de toma de decisiones, para que pueda ser seguida y con trasparencia la lógica de sus decisiones.

Y así pudiera seguir, con un interminable listado de ¿utopías?, pero creo que las señaladas son suficientes.

Alguien me hizo también la observación de cómo salir de ese “…pesado retraso o adormecimiento opositor… [ese que] … ve el venezolano común, el hombre de la calle, el ciudadano acogotado por la crisis…− ”Facil,2024?: https://bit.ly/3SSfq7U y esa respuesta es más complicada.

Lo individual vs lo colectivo.

Sin adentrarme en complejas doctrinas económicas y consejos sobre políticas públicas, me sumerjo en cambio en las complicadas aguas filosóficas o psicológicas y comienzo por una formula simple: Como yo lo veo, la mayoría de las veces la solución a los problemas no es una respuesta, solamente individual. Es sin duda individual la decisión de enfrentar algunos problemas y sin la disposición individual, inicial, es imposible enfrentarse a muchos de los problemas del país. Pero la individual funciona como respuesta a los problemas estrictamente personales, de pareja o algunos familiares, no muchos. Pero, cuando un problema, como el que nos afecta en Venezuela, que es colectivo, social, que impacta a muchos, a millones, se pretende enfrentar de una manera individual, el problema difícilmente se resuelve, pues su dimensión y efectos nos superan individualmente; esa acción en solitario, aparte de ineficaz, en el mejor de los casos usualmente para lo que sirve es para tranquilizar la conciencia, pero no para resolver el problema.

Conclusión.

Probablemente esa concepción de enfrentar y tratar de resolver los problemas sociales y colectivos de manera individual, se debe a que la formación, la educación, la capacitación que nos permite enfrentar las cosas, es por lo general también individual; pero, como ya dije, usualmente, dada su magnitud, importancia y efectos, la solución de los problemas es colectiva, social y si no los enfrentamos así, es muy difícil que se resuelvan. A lo mejor nuestro problema individual lo resolvemos, pero todo lo demás seguirá igual y a la larga se nos devolverá y nos seguirá afectando; de lo que se trata es de resolver los problemas del país y de todos, de “nos-otros”.

También esa manera de encarar las cosas, probablemente, es un resultado de nuestra formación y educación excesivamente individualista; y quienes tuvieron formación religiosa, en nuestro país mayormente cristiana, católica, por una errada concepción de esa religión se exacerbó ese “sentimiento” individualista. Y, permítanme la digresión, incluso la “salvación” no es un acto individual; la muerte, que es el paso a ese más allá, preludio de la “salvación, en efecto usualmente nos sorprende solos, no en soledad, pero si individualmente, de allí probablemente esa concepción de “salvación individual”, pero, repito, ni siquiera ese es un acto individual.

Si queremos salir de esta ignominia, no podemos enfrentarla de manera individual, requiere del concurso de muchos, de todos. Y de esta manera concluyo y me disculpo por distraerlos, con un tema que me alejó algo del campo de la política, del cual usualmente me ocupo.

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¿Fácil 2024?

Ismael Pérez Vigil

El gobierno ve fácil la elección presidencial del 2024; al menos eso es lo que piensa, ¡por ahora!, según la infausta frase, de tan nefastos recuerdos. Esta advertencia de la “facilidad” con la que al parecer el gobierno ve esa elección, nos debe servir de aldabonazo, para que reaccionemos y salgamos de esta quietud.

Por su parte, la oposición parece avanzar lentamente; por momentos lo hace en círculos, de lado o retrocede; pasó la época en que parecía que avanzaba a saltos; como por ejemplo, en las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015, pero de eso hace ya casi 7 años; o cuando se formó, en 2019, el Gobierno Interino y el famoso mantra −Cese a la usurpación, gobierno… etc.– encabezado por Juan Guaidó, quien fue cayendo en desgracia y pasó de héroe a villano a velocidad asombrosa y de manera un tanto injusta; hoy se cuestiona y discute su continuación a partir de enero de 2023; aunque pueda haber razones, seguramente las hay, llamo la atención a que no es nada raro para un país que, como bien dijo Tulio Hernández, sufre de “liderofagia” y acostumbra a destruir a sus lideres. (Liderofagia, por Tulio Hernández, Frontera Viva, 19 junio, 2020 - http://bit.ly/3TyFypC)

Ruta zigzagueante.

Desde que se anunció la reestructuración de la MUD, que concluyó en la conformación de la Plataforma Unitaria, en abril de 2021, y en que el CNE volviera a admitir como partido político a la MUD, para participar en las elecciones regionales de noviembre de ese año −en la cual la MUD tuvo una muy modesta figuración−, el otro importante avance fue la participación y victoria en la repetición de las elecciones de gobernador del Estado Barinas, en enero de 2022. Pero tras esa fecha volvimos al pesado estancamiento, solamente alterado por el anuncio de la participación en las elecciones presidenciales de 2024 y el anuncio de la selección del candidato unitario de la oposición, mediante un proceso de elección primaria, anhelo de una gran parte del país opositor.

Ahora nos encontramos esperando la divulgación oficial y formal del Reglamento de esa elección, a partir del borrador que se filtró a la opinión pública la semana pasada; esperamos también a que se nombre la Comisión de Primaria, que organizará y regirá el proceso; y que se determine la fecha para realizar esa selección del candidato. Mientras tanto, seguimos en esa “quietud” que le da todo tipo de ventajas al régimen −que no es que necesite muchas−, “quietud” que nos encierra cada vez más en una especie de círculo neurótico de destrucción. La semana pasada, cuando comenté el reglamento de primaria que se filtró a la opinión pública (Reglamento de la Primaria (https://bit.ly/3TkPsLk), comente que volvería más adelante con el impacto político que tiene el que no se haya definido aún la fecha para escoger el candidato opositor. Veamos.

Sin candidato y sin mensaje.

Según lo ve el venezolano común, el hombre de la calle, el ciudadano acogotado por la crisis −esa que llamamos “humanitaria compleja”− siente que hay un pesado retraso o adormecimiento opositor, al que le debemos agregar que estamos próximos a finalizar otro año, sin pena ni gloria. Si no ponemos remedio, y luce que ya es tarde, será otro año que, a los ojos del opositor común, se nos va sin avances significativos en materia política, desde el punto de vista de la oposición democrática.

Dado que ya es un hecho decidido que se participará en el proceso electoral de 2024, es lamentable tener que reconocer que aún no tenemos una opción política clara. Y me refiero a dos cosas: una, que aún no tenemos un candidato y aún hay dudas en detalles importantes acerca de cómo lo vamos a seleccionar; y dos, que tampoco tenemos un mensaje totalmente definido, el que vamos a usar para entusiasmar a un país que parece drogado y adormecido por la fatiga, el cansancio, el hastío, la abstención y algo de antipolítica.

Y conste que cuando hablo de mensaje, no hablo de “programa”, pues bien sabemos que tenemos uno −que en realidad son varios−, el “Plan País” y que sin duda cualquiera de sus partes −o versiones− es un completo programa de gobierno, alternativo y mejor al oprobio en que vivimos. Pero, lo que no está claro es como convertir ese “programa”, ese o esos “Plan País”, en el mensaje alternativo, que emocione, entusiasme y motive a la población; y la prueba está en lo que los entendidos dicen que reflejan las encuestas y se nota en “la calle” al conversar con la gente: la apatía existente para participar en los procesos electorales pendientes: la primaria de 2023, las elecciones presidenciales del 2024 y ni hablar de las elecciones de Asamblea Nacional, locales y regionales del 2025.

Facilidades del régimen.

Por eso me parece que, en este momento, por cómo están las cosas, el régimen no le falta razón en pensar que lo tiene fácil para el 2024; lo que es toda una paradoja, pues el apoyo popular al actual gobierno −o a Nicolás Maduro, que para el caso es lo mismo−, según encuestas, encuestadores y “opinadores”, es bastante magro, apenas oscila entre el 15% y el 18%; mientras que el deseo de que haya un cambio político en el país, al parecer se remonta al 80% y el 85% de los venezolanos. No es una ironía, es la pura realidad, ese escaso margen de apoyo con que cuenta el régimen, redondeémoslo, generosa y exageradamente, al 20%, luce que será más que suficiente para mantenerse en el poder, también por la vía electoral. Y digo “también”, pues bien sabemos que el “apoyo popular” no es la “fuerza” que lo mantiene en el poder.

Factores políticos y numéricos

Ese escaso y abultado 20% se ve engrosado hasta el infinito por factores políticos y numéricos. Numéricamente hablando, el gobierno cuenta además a su favor con un 30%, como mínimo, de abstención endémica, porcentaje, que ocurra lo que ocurra, no baja de allí desde 1998, aunque no se le convierta en votos; cuenta además con un 20 o 25% adicional de abstención, que es producto del desánimo y el hartazgo de los venezolanos con la política y los partidos; y ahora, según nos alertó Súmate hace un par de meses, cuenta con un porcentaje que puede llegar a un tercio del padrón electoral, en el mejor de los casos, que no podrá ejercer el voto por diversas dificultades: por no estar registrado, por estar en el exterior sin facilidades para votar, además de las consabidas trampas y triquiñuelas que bien sabemos que suele hacer el régimen, para dificultar o desaparecer votos.

Conclusión.

Políticamente hablando, tal como hoy lucen las cosas, el gobierno cuenta con un partido, el PSUV, y varios más, que son esencialmente maquinarias electorales y clientelares; cuenta con un candidato, ya decidido y en campaña y aun cuando no sepamos a ciencia cierta si el actual candidato oficial repetirá −que es lo más probable− o si pueda ser cambiado a última o temprana hora, sabemos que, el que pongan, contará con los recursos y el dinero del Estado para hacer campaña y movilizar votantes; contará con las instituciones del Estado para tapar sus marramuncias y defender sus “resultados” en caso de ser necesario; y contará con una “oposición” hecha a su medida y que le sirve de comparsa y ariete contra la verdadera oposición.

Allí están listadas las dificultades y tareas que debe enfrentar la oposición democrática; no son nada fáciles de enfrentar, pero cuanto más tarde en definir su liderazgo, su candidato y su mensaje al país, más difíciles serán de vencer. Ojalá éste y muchos mensajes que circulan en redes sociales no caigan en el vacío y sirvan para estimular una reacción en el liderazgo opositor de partidos y sociedad civil

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Reglamento de la Primaria

Ismael Pérez Vigil

A la memoria de Francisco José Virtuoso, S.J. Compañero en la ruta de la fe y en la ruta de la recuperación de la libertad y la democracia.

Aunque sea difícil sostener el optimismo, sobre todo al considerar la situación de lo que llamamos la oposición democrática, que verdaderamente preocupa, hay que hacer el esfuerzo. Sobre todo, ahora que finalmente ha circulado un documento, que aún no sé si es o no apócrifo, pero que según quienes lo circulan, como es usual, es de buena fuente y contiene las normas y reglamento de la primaria. En todo caso, finalmente hay algo sobre que discutir y aunque no sea la versión final y definitiva, estoy seguro que ésta, cuando aparezca, tendrá pocas diferencias con la que fue dada a conocer.

Resumen del Reglamento.

El documento en sí, es posiblemente anodino; no creo que tenga nada que no esperáramos o que sea especialmente grave; contiene muchas cosas obvias, cientos de detalles, como en cualquier reglamento, algunas partes farragosas, también como cualquier reglamento; pero no es mi idea extenderme en la crítica, tarea para la que se presta éste y cualquier documento; eso lo dejo a otros; solo resumiré y comentare lo que considero más importante. Entre los aspectos que resumo y resalto, sin que el orden signifique importancia, están:

· Cualquiera, que sea demostradamente opositor, mayor de 30 años y seglar, puede ser candidato. Declaración que se dice fácil y que es insuperablemente democrática, pero que no resuelve el “cómo” se logrará eso; pero eso tampoco es materia de un Reglamento

· Toda organización política puede presentar un candidato y éstos también lo podrán hacer por iniciativa propia, con un determinado número de firmas de apoyo.

· Todo mayor de 18 años, obviamente, podrá votar, siempre que esté inscrito en el registro electoral. Aquí está el primer problema, por el retraso del registro y además porque no hay garantía de que el CNE lo actualizará, depurará y corregirá.

· En todo momento la Comisión de Primaria (CP) procurará mantener el secreto y garantizar la seguridad, la confidencialidad de los votantes y el resguardo seguro de los cuadernos de votación. En ninguna parte dice cómo, pero bien sabemos por experiencias anteriores, como la primaria del 2012, que los cuadernos con las firmas y nombres de los votantes fueron destruidos, cuando el régimen, a través del TSJ, trató de obtenerlos.

· Todos los participantes aceptarán este Reglamento como la norma que rige el proceso y se comprometen a reconocer y apoyar a quien resulte ganador.

· Todo candidato suscribirá una declaración de principios democráticos, que le presentará la CP e igualmente un Programa Mínimo de Gobierno. Obviamente, pues se trata que el candidato sea el de la oposición democrática, que significa un compromiso compartido, no individual

· La campaña electoral se regirá por normas de igualdad, respeto, austeridad y equilibrio y desde luego, todo candidato mantendrá una conducta enmarcada en principios y valores democráticos y de competencia leal, evitando caer en ofensas o conductas que violen la dignidad de los demás candidatos

· Todo candidato se compromete, de manera voluntaria (?) a contribuir con los costos del proceso, de acuerdo a lo que establezca la CP. Aun crípticamente y poco claro dicho, ya sabemos que esta condición “eliminará” algunos candidatos que han manifestado su desacuerdo con la disposición, que les parece discriminatoria (?)

Pero tan importante como lo que dice, es lo que no dice el reglamento. Deja fuera los puntos más espinosos y conflictivos, que no están para nada resueltos y que no está muy claro quién los resolverá, si será la Plataforma Unitaria o si se los dejarán a la Comisión de la Primaria, que tal parece es la intención. Algunos de estos puntos son:

La fecha del evento.

· En ninguna parte menciona la fecha del evento. No era de esperarse que el reglamento determinará una fecha de manera precisa, pero al menos podía haber dado algún indicio. El Reglamento alude a que, en el momento de convocar la Primaria, publicará el cronograma y anunciará la fecha de la elección. Pienso que podríamos esperar que la fecha se anuncie cuando se haga la presentación formal de este Reglamento, sin más demoras, la fecha que se ha rumorado −hacia finales de junio de 2023− ya es demasiado tardía. No debería pasar del primer trimestre del próximo año la fecha para decidir este tema, si no, se le está dando una ventaja excesiva, al régimen, que ya tiene suficientes ventajas de las cuales se aprovecha y abusa. Pero, volveré más adelante con el impacto político que tiene el que no se haya definido aún la fecha para escoger el candidato opositor

Una o dos vueltas.

· Tampoco dice nada de si la decisión del candidato se tomará en una vuelta o si − buscando que el candidato seleccionado tenga el mayor consenso posible− se realizará en dos vueltas, en el caso que ningún aspirante saque en la primera más del 50% de los votos. El reglamento parece liquidar limpiamente esa posibilidad, cuando afirma que será: “…el candidato presidencial unitario quien obtenga mayoría de votos.” (Art. 2) Al parecer se acaba la discusión sobre costos, sobre cómo lograr que el candidato tenga el mayor consenso posible, etc.; liquidando de esa manera el tema y la discusión de alternativas posibles, que las hay.

Una ONG había hablado de una fórmula que permitiría realizar ambas vueltas en un solo momento electoral, haciendo que el elector vote por más de un candidato y sumando todos sus votos, como primera, segunda o tercera opción, en caso de que nadie obtuviera más de la mitad de los votos; con base en esa sumatoria se podría hacer una clasificación de los candidatos. Esta fórmula, o una similar, hubiera permitido bajar costos de una segunda vuelta y lograr un consenso mayor.

La apuesta ahora, cosa que es verosímil, por historias de primarias pasadas, es que −como siempre− la gente “juegue a ganador” y elijamos por una amplia mayoría a un candidato unitario; pero es una apuesta.

La votación en el exterior

· Quizás lo que algunos más echan de menos en el reglamento es lo relativo a la votación de los venezolanos en el exterior. La única alusión al tema está en un solo artículo cuando señala el Reglamento: “la CP …promoverá los mecanismos viables a los efectos de la participación de los electores en el exterior” (Art. 5). Como dice un amigo, se despacharon a “…7 millones de venezolanos en un solo renglón”.

No necesito repetir mi escepticismo con el voto de los venezolanos en el exterior, dadas las enormes dificultades para ubicarlos, para registrarlos, para animarlos a votar, etc. Estas dificultades las he analizado en un varios artículos recientes (ver: https://ismaelperezvigil.wordpress.com/ ); y también, en uno de ellos, Primarias Opositoras −https://bit.ly/3VJlvGl− afirmé que si existe la voluntad y el acuerdo entre los candidatos, hay experiencias con recolección de firmas y otras actividades en el exterior, que permiten afirmar que es posible movilizar a los venezolanos para hacer un “registro” de votantes en el exterior y que pudieran votar, al menos en la primaria, con solo presentar su cédula o pasaporte y también se podría promover, en muchas ciudades del mundo, el voto electrónico remoto.

Queda aún una leve esperanza que la CP, con base en el artículo cinco del Reglamento y haciendo uso de sus atribuciones, promueva la participación y voto de los venezolanos en el exterior, como señalé más arriba, con cedula o pasaporte, aun cuando no figuren en el registro electoral del CNE.

Con o sin CNE

· Y el último punto al que haré referencia en cuanto a las omisiones del Reglamento, es el relativo a la participación del CNE en el proceso. Bien sabemos que el tema es un “espanta brujas”, su sola mención enfurece a una buena parte de los electores de oposición, que al escucharlo se cierran a los argumentos de costos, mayor participación, etc. Como en los otros puntos mencionados, sobre este punto el Reglamento no dice tampoco nada de manera directa; pero en uno de sus artículos deja entrever, de una forma muy sutil, la posibilidad de esa participación, cuando señala que: “…En caso de que la votación sea manual, las boletas electorales tendrán en su reverso un mecanismo de seguridad para evitar su falsificación.” (Subrayado mío)

Es obvio que, si la votación no es manual, si es electrónica, o con máquinas de votación, en este segundo caso, es imprescindible la participación del CNE. Tampoco escandalizaré a nadie, pues no es algo nuevo, decir que estoy en favor de la participación del CNE, regido y controlado todo el proceso por la CP, que permitiría bajar costos e incrementar las posibilidades de participación. Con la salvedad de que no sería necesario el CNE para la votación en la primaria de los venezolanos en el exterior, como afirme en el artículo mencionado más arriba.

Elaboración y divulgación del Reglamento.

Pero creo que, política y motivacionalmente hablando, lo grave, según algunos, es, primero, la forma en que se dio a conocer el Reglamento −en lo oscuro, por trastienda, gracias a una “infidencia” −; y segundo, más grave aún, según otros, es la forma en que se elaboró; dicen que sin consultas y sin tomar en cuenta las opiniones de muchos −por ejemplo, los pre candidatos−, que se sentían con derecho a ser consultados.

Ciertamente, eso siempre ocurre con este tipo de documentos, pues es realmente difícil elaborar un reglamento como éste en una especie de comité multitudinario, pues es imposible complacer a todos, mejor dicho, casi que a ninguno. Ya sé que eso no es excusa para los que sostienen que el Reglamento debió ser ampliamente consultado, pero es así, tal como lo describí, en mi opinión y con base a mi experiencia y en cualquier caso no me voy a desgastar en convencer a nadie o en justificar mi afirmación.

Conclusión

En síntesis, el reglamento, aunque tiene cola y lamentablemente no parece que vaya a contribuir a mejorar los ánimos, bien por el disgusto que ha causado en algunos y la apatía con la que fue recibido por la mayoría, al menos es un material sobre el que se puede discutir y nos coloca más cerca de una fecha para tomar la decisión acerca de cómo designar y quien será el candidato unitario.

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El intercambio

Ismael Pérez Vigil

Resultó imposible sustraerme a la mefistofélica trampa de opinar sobre el tema del indulto a los “infaustos sobrinos”, convictos, confesos y condenados por narcotráfico en los Estados Unidos, y su posterior canje por un grupo de estadounidenses, encarcelados en Venezuela, acusados de corrupción, sin que hubiera todavía concluido el respectivo juicio, si es que se inició en algún momento, cosa de la que no estoy muy seguro, pero que ya no importa.

¿Tiene este hecho reprochables implicaciones morales? ¿Sienta un precedente negativo? ¿Debilita a la oposición y fortalece al régimen venezolano? estos y otros son los interrogantes que al menos yo me considero incapaz de responder y es que no es fácil referirse a un tema tan espinoso y además salir incólume, airoso, y sin unos cuantos insultos; pero, bajadas las aguas del acontecimiento −y también las de las tormentas que azotaron al país, que esas sí trajeron verdaderas pérdidas y desgracias− de todo lo que he leído, en artículos y grupos de WhatsApp, sobre el tema, extraigo las siguientes conclusiones:

Los hechos.

- Estados Unidos ha canjeado prisioneros o rehenes, convictos o acusado de delitos comunes, de narcotráfico, etc. en diversas oportunidades y con muy diversos gobiernos, todos ellos dictaduras y tiranías de diverso pelaje; de modo que, no es la primera vez que lo hace y seguramente no va a ser la última. Sobre eso hay abundante literatura y sobran los ejemplos que no vale la pena repetir.

- Aunque sea correcta, me parece una discusión estéril hacer distinción sobre si se trataba de rehenes, si se trataba de prisioneros, si los liberados eran narcotraficantes, hampones comunes, asesinos o lo que fuera; o si se trata de un hecho inmoral, porque la moral de los gobernantes norteamericanos queda, en su criterio, a salvo, por el hecho de que para ellos es más importante rescatar a sus conciudadanos en donde quiera que se encuentren que, por lo visto, cualquier otra consideración.

- En este caso, además, se trataba de dos reos que ya habían sido juzgados y condenados y habían cumplido parte de su condena; por lo tanto, para el criterio del presidente de los Estados Unidos, la justicia norteamericana estaba servida y si un indulto a estos señores y su liberación servía para rescatar a unos prisioneros norteamericanos, encarcelados en otro país, era razón suficiente para proceder.

La moral y la ley.

- De manera que, la decisión del presidente de los Estados Unidos se ajusta a lo que ellos consideran su práctica y su ley, pues hay en efecto una ley que regula esta actividad – la “Robert Levinson Hostage Recovery and Hostage -Taking Accountability Act” −. Estoy seguro que el presidente norteamericano cubrió los extremos de esa ley, de lo contrario sus rivales y enemigos políticos −que no son pocos ni tranquilos− ya habrían demandado la nulidad de ese acto, cosa que no ha ocurrido, se han limitado a hacer señalamientos y consideraciones morales y políticas, que al parecer poco importan a la mayoría del pueblo norteamericano.

- Por cierto, ya que estamos en los extremos legales, valga aclarar que los individuos que fueron indultados y liberados por el presidente norteamericano, los famosos sobrinos, no es que fueron indultados sin más, sino que firmaron un documento según el cual deben cumplir ciertas condiciones, que si no las cumplen se restituye la pena y tienen que cumplir el castigo al que fueron originalmente condenados.

Rechazo a la decisión

- Otra cosa es que la decisión haya sido del agrado de muchos o pocos, en diversas latitudes. Por ejemplo, a un sector de los norteamericanos no les ha gustado la decisión, sobre todo a los rivales políticos del presidente −particularmente en la Florida, y seguramente entre la población de origen cubano y venezolano−, porque piensan que es un acto político −sin duda lo fue− con miras a la campaña electoral que concluye el 8 de noviembre y es una acción a la que el presidente intentará sacarle partido electoral, al igual que sus enemigos tratarán de que pague el precio electoral correspondiente por haberlo hecho.

- Por supuesto, en nuestra parte, a la mayoría de los venezolanos −es decir a toda la oposición− no nos gustó ese indulto y ese canje. Pero lo ocurrido, es importante destacarlo, tal como dije, ya ha ocurrido en oportunidades anteriores, pero es la primera vez que nos afecta directamente. Valga decir que cuando se han canjeado prisioneros acusados de narcotráfico, incluso hampones comunes y hasta terroristas, por parte del gobierno norteamericano y otros gobiernos democráticos con diversas dictaduras y tiranías, en Venezuela nunca dijimos nada; no era nuestro asunto. sobre todo, porque no nos afectaba directamente.

- Como ya dije, la moral norteamericana está salvada, porque se trató de un acto que les permitió liberar a unos conciudadanos presos en otro país y se ajustó a sus leyes. Por lo tanto, no voy a evaluar el tema desde el punto de vista de la ética o los principios morales que pudieran estar en juego, y espero no sonar muy cínico cuando digo que hay que considerarlo, solamente, desde eso que algunos llaman la “realpolitik” o como un evento estrictamente político.

El desagrado en Venezuela.

- Y cuando digo lo anterior me refiero a lo siguiente ¿Por qué no nos gustó a los venezolanos lo ocurrido? ¿Fue por los aspectos morales, éticos, implicados en la decisión? Seamos sinceros, por supuesto que no. Porque si fuera así, como ya dije, nos hubiéramos referido y criticado duramente procesos similares, ocurridos en EEUU o en otros países, que como no nos afectaron no dijimos nada; con lo cual los principios morales esgrimidos con este caso, quedan bastante relativizados, por decirlo suavemente. Obviamente no creo que haya sido la moral la razón por la que no nos gustó lo ocurrido; por supuesto hablando en términos generales −sé muy bien que toda generalización es injusta y hasta grosera−, así que dejo a salvo algunas excepciones, que las hay, que se refieren a la ética y los argumentos morales, que entraron en juego.

- Otra de las razones por la cual no nos gustó lo ocurrido es porque no se trataba de cualquier reo; se trataba de los sobrinos de la esposa del presidente Maduro. Muchas −de nuevo, no todas−, las consideraciones que se hicieron en este caso, y mucho del escándalo que se armó −y que, por cierto, ya parece haberse enfriado− fue bastante mayor que el que se armó, por ejemplo, cuando se puso en libertad al llamado “tuerto Andrade”. O cuando se retrasa ad infinitum y no se termina de concretar la extradición del señor Carvajal, detenido en España. O cuando se liberó de sanciones de la OFAC a otro “sobrino”, de la esposa del presidente Maduro, pero que fue un caso menos sonado que el de estos sobrinos, detenidos y acusados de narcotráfico. Y los ejemplos mencionados son solo por referirme a los casos más notorios, ocurridos últimamente y no a los casos de otros venezolanos que cometieron delitos. Algunos se fueron a los Estados Unidos, donde fueron juzgados y están ya libres; otros están viviendo allá o en Europa, tras cumplir condenas o tras haber sido indultados, por proporcionar “información”. La mayoría están libres y disfrutando de sus fortunas, supuestamente mal habidas, sin que nos hayamos rasgado las vestiduras como ha ocurrido en esta oportunidad.

- Otra razón por la cual no nos gustó −es mi caso− seguramente tiene que ver con habernos dado cuenta de la pérdida de importancia relativa que la situación venezolana tiene ante la llamada “comunidad internacional”. Brutalmente nos dimos cuenta como nuestros problemas, de absoluta y obvia prioridad para nosotros, como sería de esperar, no son de la misma importancia y prioridad para los gobiernos de otros países. Esos países piensan antes en resguardar sus propios intereses y en obtener sus propios beneficios, independientemente de cuál sea nuestra suerte en ese proceso.

Otro ejemplo.

- Abundando en el tema del punto anterior, otro buen ejemplo es nuestra reacción de rechazo cuando el presidente Petro de Colombia decidió normalizar relaciones y abrir las fronteras, en función de sus intereses −y posiblemente por otras consideraciones políticas−. De igual manera, hay que considerar la invitación que hizo al presidente venezolano de servir de intermediario en el diálogo con el ELN; son decisiones que no hacen muy feliz a la oposición venezolana, aun cuando seguramente, la primera de ellas −el normalizar las relaciones con Colombia−, podría favorecer a muchos Venezolanos que están en ese país como inmigrantes o refugiados, que no tienen documentación y que por eso no han podido regularizar su situación o continuar su tránsito, desde Colombia hacía otro destino.

En síntesis, de lo ocurrido y las reacciones, caben las siguientes interrogantes:

- ¿Afectará esto la popularidad del presidente de los EEUU, hasta el punto de incidir negativamente en sus resultados electorales del 8 de noviembre?, este punto solo lo podremos evaluar cabalmente tras los resultados de las elecciones de ese día; pero personalmente, lo dudo. Pensando racionalmente más bien creo que lo beneficia, pues una buena parte de la población norteamericana considera que el primer deber del presidente de su país es proteger a sus ciudadanos. Entre la población de origen cubano y venezolano, que seguramente está molesta por lo ocurrido, posiblemente los radicalizará más, pero ese es un voto que ya está decidido, dada la extrema polarización que vive el pueblo norteamericano.

- ¿Lo ocurrido debilita a la oposición democrática venezolana, al fortalecer la posición del gobierno de Nicolás Maduro, que logra la libertad de esos detenidos?, seguramente sí, pues la frustración y el impacto de esa decisión que hemos visto, expresada en la opinión de calificados analistas, y en general en la oposición democrática venezolana, es notoria e inocultable.

- ¿Afectará el futuro, si es que hay tal, de las negociaciones entre el régimen y la oposición democrática, que supuestamente se reanudarían en algún momento en México?, a pesar de que el gobierno norteamericano lo niega y sigue presionando por su realización, posiblemente sí se vean afectadas, toda vez que parece haber una línea sólida de negociación directa entre el gobierno venezolano y el norteamericano −que siempre fue un objetivo del régimen venezolano− y por el hecho que el diálogo en México tiene ya un año paralizado.

Conclusión

¿Qué fuerza tiene la oposición democrática para presionar ese diálogo, ahora que su aliado más notorio parece haber decidido negociar directamente? Esa pregunta nos martilla y flota en el ambiente.

Para responderla, digerida la normal molestia que un acontecimiento como el ocurrido nos pudo causar, se hace necesario asimilar la lección, de la cual ya hemos hablado en oportunidades anteriores: Si nosotros, opositores democráticos, no nos unimos para hacer frente a nuestros propios problemas, mejor y más eficazmente de lo que lo hemos hecho hasta los momentos, nadie nos va a venir a “rescatar” de nuestro calvario particular; pues, parafraseando al poeta Campoamor, en este “mundo traidor…todo es según el color del cristal con que se mira” y cada quien se ocupa, en primera y última instancia, de sus propios problemas.

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Repolitización.

Ismael Pérez Vigil

Tomo el término que titula este artículo de la última entrevista al Padre Luis Ugalde, SJ, quien siempre nos hace reflexionar. La entrevista, de la que se pueden extraer varias conclusiones, fue realizada por Macky Arenas, quien la titula: «Estamos viviendo el fin de una época, de una manera de hacer política» y fue publicada en “‎Encuentro Humanista”, el 30 de septiembre de 2022. (Los invito a leerla en: https://bit.ly/3MbZKKZ)

Desde luego Ugalde se pasea por temas, como la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiaridad, la educación, la formación religiosa, la Doctrina Social de la Iglesia y sus diferencias con el marxismo en conceptos claves como el Estado y la creación de “‎cuerpos intermedios”, el humanismo, la política y los partidos políticos, los conceptos de derecha e izquierda, tiranía, populismo y una variedad más de conceptos, que algunos apenas menciona y otros desarrolla más a fondo.

La política.

En lo que a mí respecta, centro su mensaje en el tema de la política y los partidos, al cual me he venido refiriendo en las últimas semanas y sus opiniones me parecen un colofón adecuado, por lo que me permito resumir, de manera libre, desde mi estricto punto de vista, las que creo que son sus ideas más resaltantes con respecto a este tema, sin que sean las únicas y sin que su orden signifique la importancia que él les da.

Con respecto a la política y al concepto que tenemos de izquierda y derecha, el planteamiento de Ugalde lo resumo de esta manera:

- “… se ha agotado una manera de entender la política por lo tanto es indispensable una repolitización una nueva forma de entender y hacer la política… lo que significa nueva conciencia ciudadana… la ciudadanía debe asumir su responsabilidad pública” (subrayado mío)

- Estamos viviendo dos fracasos, el de la izquierda y …el de la ultraderecha neoliberal … (y también el fracaso de los) … que sostienen que el mercado resuelve todo y que las políticas sociales están de más.

- Los términos “…izquierda y derecha son palabras, ya no sirven para nada… porque “… sean de derecha o de izquierda (quien llega al poder) … En América Latina … hace política de cúpulas y de convenios.

Los partidos.

Ugalde es especialmente crudo con los partidos, sobre todo los de izquierda, y su concepto del Estado:

- Cuando en los partidos no hay “formación de cuadros … que significaba prepararse para la política… queda la política convertida en psicología de supermercado… eso implica el fin del país…”

- “…el poder político se debilita y eso entrega a los países en manos del poder económico, que ya no es nacional sino transnacional…. preocupa cuando el capital financiero acumula poder político muy por encima del poder de los Estados y no respeta reglas de juego…”

- “…Los partidos de izquierda cuando llegan al poder, lo único que les interesa es “perpetuarse en el poder”, porque para los partidos inspirados en el marxismo, “… el Estado es un instrumento para dominar… es herramienta para someter y dominar… es un instrumento de un grupo social para oprimir al otro… Nada más llegan (al poder), su propósito es convertir la democracia en una dictadura…” y concluye Ugalde, para los partidos de izquierda, el estado “… no el gestor del Bien Común…”

Y finalizo los planteamientos de Ugalde con un resumen de algunas de sus ideas sobre los valores, los principios, la moral y la ética y su relación con la política y los partidos:

- La moral desaparece de lo público… En otras palabras, no hay deber ser…La ética se va ausentando de todos los órdenes de la vida.

- “… el gran peligro es que la política no sea ejercida como tarea, como esfuerzo, por falta de educación ciudadana… sino… como una mera demanda…entonces se le abre el campo a los mesías y al populismo, que es lo peor que puede pasar…” Y lapidariamente finaliza: “Es lo que nos pasó en Venezuela. Apoyamos a quien promete sin ninguna garantía. Así estamos.”

Dicho de otra manera, en mis palabras, parafraseando las suyas, ante el agotamiento de la política, la crisis de los partidos, además de la pérdida de valores, la ausencia de moral y la falta de ética, que es notoria en Venezuela, se impone esa repolitización de la que él habla, que no es otra cosa que lo que en otras oportunidades hemos dicho: la concreción de un nuevo pacto social; él lo denomina “…una nueva conciencia ciudadana…” en la que el ciudadano vea la política como una responsabilidad pública, como esfuerzo y que “… arrime el hombro a un proyecto común que llamamos nación.”

Crítica a la política y a los partidos.

Las críticas de Ugalde, a la forma de hacer política y a los partidos, por ejemplo, aunque resumidas, son certeras y argumentadas. No puede ser para nadie extraño, ni motivo de escándalo afirmar que hay en Venezuela un “‎ambiente” político, una vez más, de reclamo, crítica, queja, denuncia, con respecto a la actuación de los políticos opositores y los partidos. Es algo que se remonta a los principios de los años setenta, del pasado siglo −y quizás antes de esa fecha− pero algunos lo enfatizan en el desempeño de políticos y partidos durante estos últimos dos años y la evaluación del gobierno interino, a quien algunos hasta acusan de corrupto. Sin evaluar la certeza o no de estas denuncias, francamente, lo sorprendente es lo virulentas de algunas de ellas y sea que se logre probar o no alguna falta, lo que no me cabe duda es el aprovechamiento que hace el régimen de esta circunstancia.

A ese respecto, no pongo en duda la crisis severa en la que están sumidos los partidos y que pareciera que algunos no tienen interés serio en superar; tampoco me cabe duda, por las muestras dadas, que con algunas excepciones hay una notoria mediocridad en gran parte de la dirigencia política, falta de formación, banalidad en afrontar los temas y falta de compromiso real por enfrentar los problemas de la población; pero, a pesar de todo eso y tras leer los argumentos de Ugalde, creo que se impone una reflexión más reposada de este tema de los partidos y la política; que nos conduzca a alguna salida o solución, que en el fondo creo que es lo deseable, y es lo que concluyo al leer lo de la "‎repolitización”. Busquemos que la crítica sea una evaluación que conduzca a una rectificación, a aleccionar, etc.; salgamos de esa práctica que parece que lo que persigue es un simple “‎ajusticiamiento”, un linchamiento.

Porque, seamos sinceros, todos sabemos que nadie va a cometer la insania de salir a hacer algo tan impopular como defender a la política, los políticos o los partidos, pues eso de criticarlos, no solo ha estado siempre de moda −al menos desde inicios de los años setenta del pasado siglo−, sino que además es muy “‎seguro”, da “dividendos electorales”, pues usualmente no hay que probar nada, pues “‎todo el mundo sabe que eso es así”, que la política es algo “intrínsicamente malo”, que quien se dedica “‎a eso” tiene un fin oculto o busca de alguna manera beneficiarse personalmente, probablemente de enriquecerse de manera indebida; y además, como dije, nadie va a responder ni a desmentir nada; y si alguien desmiente, no importa, porque en este país a nadie se le ocurre rectificar o pedir disculpas por dar falsa información o difamar.

Y con esa mentalidad, nos vamos sacando los ojos, desde hace más de 50 años, sin señales evidentes de que hayamos avanzado en ese tema esquivo, del que nadie se atreve a hablar mal, del que nadie reniega, pero que no se termina de concretar: La renovación interna de los partidos y su readaptación a la situación política que vivimos.

Sin compromiso de cambio.

Hay otro aspecto de este problema que tampoco se encarna nunca. Si existiera algún compromiso serio por cambiar el medio político o el ambiente político venezolano ¿No cree usted que muchos de los que critican tan ácidamente se deberían meter a hacerlo, a militar en las organizaciones políticas o crear nuevas? Pero es que una de las terribles características de los venezolanos instruidos es que tenemos la peculiar costumbre de saber que deben hacer los demás, para nosotros hacer lo mínimo o no hacer nada; es más cómodo dedicarse a los negocios, a la actividad profesional y en materia política, disparar desde la cintura cada vez que nos provoque.

Por supuesto, tampoco vamos a negar la realidad, los errores cometidos y que esta actitud, la de rechazar y alejarse de la política y de los partidos, es una circunstancia que sus líderes han aprovechado bien para consolidarse en sus organizaciones y evitar cualquier intento de rectificación o renovación. Cuando vemos los resultados de sus “‎procesos internos” de renovación y las “‎nuevas” direcciones políticas, surgidas de ellos, salta a la vista que lo único que ha ocurrido es una especie de “‎enroque” de “‎cargos” y “‎puestos” en las directivas, pues los nombres y los candidatos son los mismos de siempre, pero en diferente orden. Y hasta en los “‎nuevos” partidos, con frecuencia vemos reproducirse los viejos vicios. No solo el pueblo se decepciona, también sus propios militantes comienzan a hacerlo.

Conclusión, lamentable.

Pero lo grave es que, hasta el momento, el régimen enfrenta una oposición democrática desmoralizada, poco organizada, eventualmente fracturada, que ni siquiera ha decidido aún, de manera cabal y detallada, cuál será el método para seleccionar su candidato; y contará además con un sector opositor radical, listo para desguazar lo que quede en pie de la oposición democrática, una vez concluido cualquiera que sea el método de selección del candidato. Y paremos de contar.

Naturalmente que esta tarea de repolitización no será sencilla, pero al respecto vale recordar a Irene Vallejo, la escritora española, quien sabiamente nos señala en su último artículo, Alas de Cera, 3/10/2022 −https://bit.ly/3SJeMuc−: “La sabiduría antigua, tan ajena al pensamiento positivo, nos recuerda que lo habitual no es el éxito, sino estrellarnos y levantarnos del suelo con rasguños y olor a chamusquina”. Aun de esa manera, vale la pena levantarse y continuar.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

Integración de partidos y sociedad civil

Ismael Pérez Vigil

Hace algún tiempo comenté diversos aspectos de la sociedad civil y los partidos políticos: las diferencias en objetivos entre ambos, las diferencias en el liderazgo de unos y otros, las diferencias en las formas de organización, etc. Pero quedó pendiente el tema de las lecciones aprendidas en estos veintitrés años para lograr la integración de estos dos actores, para enfrentar la situación política del país.

Crisis de los partidos

Es hoy un lugar común hablar de la crisis que viven los partidos políticos y la política en general, que ha llevado a que una gran parte de la población se muestre indiferente y rechace la actividad partidista y muy en especial a la actividad electoral. Esta circunstancia no se puede atribuir a una única causa, sino a una mezcla de ellas y me atrevería a describir varias, sin pronunciarme por cual es la más importante, ni pretender afirmar que las que voy a mencionar son todas las que se deben considerar.

Por un lado, a los partidos se les critica que fueron apartándose de sus objetivos, doctrina, principios ideológicos y los fueron reemplazando por vacías promesas populistas, interpretando lo que suponían que el pueblo quería escuchar, pero olvidando su papel de conductores y orientadores; se les señala que dejaron de renovar su liderazgo; que se fueron anquilosando en el gobierno y convirtiéndose en meras maquinarias electorales para mantener el poder; que en el desempeño del gobierno fueron perdiendo eficacia para resolver los problemas de la población y que se fueron deteriorando en el poder, en algunos casos por involucrarse en procesos de corrupción. Críticas fuertes, no siempre justas, al menos para todos los partidos.
Del otro lado a la sociedad, también se critica el dejar de lado su responsabilidad e interés por controlar a los partidos y al gobierno; los ciudadanos, se señala, se fueron alejando cada vez más de los partidos y de la actividad política, para dedicarse más a su familia, a la actividad académica, a hacer dinero a través de su actividad profesional, de negocios −a veces con el propio gobierno− o a través de sus empresas y cuando se vinieron a dar cuenta, los partidos y los políticos ya estaban totalmente “de su cuenta”, sin control social y sólo quedó entonces, para comenzar a rectificar y enderezar entuertos, desatar un despiadado proceso de crítica, que no buscaba renovarlos o corregir errores y defectos, sino reemplazarlos o simplemente acabar con ellos.

Eso dejó el campo fértil para todo tipo de oportunistas; para que demagogos populistas −como Hugo Chávez Frías− se montaran sobre ese proceso de crítica a los partidos y se adueñarán del poder; una vez en él, continuarían un proceso sistemático de destrucción de los partidos, para el que encontraron poca o ninguna resistencia, más bien el apoyo de una parte importante de la población que había perdido toda su fe en los partidos y en la política y por otro lado, se encontraron con unos partidos mediatizados, con poca solidez doctrinaria, sin renovación de su liderazgo y con poca o ninguna formación ideológica en su militancia. La tarea de destrucción era fácil

Surge un nuevo actor

El Gobierno de Chávez Frías se inició montado y continuando el ataque y críticas a los partidos políticos, recogiendo y usufructuando los más de treinta años previos de diatribas contra ellos, no siempre justificadas. Ese intento de eliminar a los partidos cristalizó en la Constitución Bolivariana de 1999, en la cual ni siquiera se les nombra y expresamente prohíbe que sean financiados por el Estado. Algunos pensaron, hoy sabemos que erróneamente, que esto era un comienzo de liberación y depuración para los partidos, cuando en realidad al quitarles el financiamiento público se les dejaba en manos de grupos económicos que pudieran o puedan financiarlos y de cuya influencia se pretendía liberarlos. Se les hizo más dependientes a los de la oposición y se favoreció indirectamente a los del Gobierno, porque son los únicos que pueden contar con los recursos del Estado, como hemos visto hasta la saciedad en estos veintitrés años.

Pero esa estratagema falló, los partidos no fueron aniquilados y surgió un actor con el que nadie −muchos menos Hugo Chávez Frías− contaba: el ciudadano y la sociedad civil, que desarrollaron y adquirieron en estos veintitrés años una experiencia política, invalorable, para la sociedad civil y que también sirve para sacar importantes lecciones, al menos en lo que a la organización política partidista concierne.

Historia del nuevo proceso

Al principio de la instauración del régimen, parecía que asistimos a la sepultura de los partidos tradicionales y al surgimiento y reflorecimiento de “nuevas” organizaciones. En los viejos partidos, se critica, se habían enquistado algunas “elites” que, habiendo dejado de lado ideales doctrinarios, se habían adueñado de esas organizaciones, mediatizado y apartado sus ideales de lucha. Algunos continúan allí, como dice un amigo, como la nata sobre la leche, que siempre sale a flote por más que se revuelva. De esa debacle no se salvó, prácticamente ningún partido, ni siquiera la vieja Izquierda insurreccional. Y tanto a los partidos, llamémoslos históricos, como a los nuevos partidos, los surgidos en años recientes, el régimen se ha encargado de intentar aniquilarlos −por suerte sin éxito completo−, persiguiendo a sus lideres y dirigentes, inhabilitándolos y últimamente, utilizando al TSJ para desmantelarlos y entregar sus organizaciones, colores, locales y símbolos a algunos personajes surgidos de ellos, pero afectos a las políticas del régimen o dispuestos a seguirle el juego de destrucción de la oposición.

Partidos de inspiración militar

Presenciamos también el surgimiento, efímero, en Venezuela, de lo que se llegó a pensar que sería un nuevo tipo de organización de corte cívico-militar (MBR200 y MVR). Estos “nuevos” partidos, inspirados en las ideas del sociólogo argentino Norberto Ceresole, se basaban en un liderazgo de tipo caudillista, con una ideología de “eficiencia militarista” y que parecían llamados a heredar las consignas y estrategias de los partidos de masas de principios del siglo pasado, fuertemente apoyados en prácticas populistas. Se nutrieron de la clientela política que fue abandonando a los partidos tradicionales, de la cual un día también se nutrieron algunos partidos y fenómenos electorales, surgidos entre los años 60 y 90 del pasado siglo, que no viene al caso mencionar.

Sin embargo, esas organizaciones no cristalizaron. El MBR200 no llego nunca a adquirir una forma pública y el MVR, devenido en PSUV, se ha quedado en una mera maquinaria electoral, que depende del carisma de su caudillo principal, usualmente el presidente de la república. Ni siquiera ha podido generar una élite dirigente destacada, diferente a aquella que surgió en 1992 y que acompañaría a Chávez Frías en su aventura electoral de 1998 y años subsiguientes en la instauración del oprobioso socialismo del siglo XXI. No podía ser de otra forma, pues su propio líder creador, Chávez Frías, y quienes lo sucedieron, se encargaron de destruirlos, de mutilarles el alma, al designar a dedo sus autoridades internas y sus candidatos. El resultado es que el régimen actual no se apoya en el PSUV para gobernar, sino en la FFAA.

Las nuevas opciones

De esta lucha por la sobrevivencia y por ganar nuevamente el favor del electorado de manera democrática, han ido surgiendo −y esperamos surjan más− algunas nuevas opciones, nuevos partidos, de inspiración ideológica −Social Demócrata, Demócrata Cristiana y Socialista−, partidos con doctrina; y aunque varios presenten algunos de los vicios del pasado, le tocará a los grupos sanos y jóvenes de esas organizaciones renovarlos y darles nuevo contenido para que, remozados y reconvertidos, pervivan como elemento indispensable, que lo son, de la vida democrática.

Constituye el reto de los partidos y de sus lideres del momento, descifrar este crucigrama y armar este rompecabezas e integrar a un ciudadano, que no quiere alejarse más de la política, de lo público, pero que no se les puede seguir atrayendo con viejas consignas de partidos de masas, leninistas, o sacarlos de su ambiente inmediato de trabajo y de vida para intentar que “participen” en ambientes extraños a su cotidianeidad. Para dar respuesta a este “ciudadano movilizado” necesitamos nuevos esquemas de organización política, más cónsonos con la realidad que vivimos, menos centralizados, más interactivos.

Sabemos que esto no es fácil, pero hay algunos ensayos importantes y exitosos. Se trata de ver como aplicamos algunas de las lecciones que pudo haber aprendido esa sociedad civil, ese ciudadano incorporado a la política −incluso los mismos partidos−, con esquemas organizativos diferentes, propios de su actividad en otras áreas o de su aprendizaje de la experiencia internacional a la que hayan podido tener acceso.

Hacia un nuevo modelo organizativo

Resumiendo lo que ya he dicho en ocasiones anteriores −disculpen los que ya lo han leído− vemos la tendencia en muchos países de apuntar hacia un esquema de partidos u organizaciones políticas, diferentes a los que tenemos actualmente, lo que hemos llamado los partidos históricos y los nuevos, pero inspirados en ese modelo. Hoy en día tenemos que hablar de tendencias que apuntan a organizaciones que se basan en núcleos, muy activos, de militantes o dirigentes y una enorme periferia que se activa y desactiva de acuerdo con circunstancias concretas y en ambientes específicos, en la mayoría de las ocasiones convocados y organizados por medio de las redes sociales. La clave es no sacar al ciudadano de su “ambiente” natural de trabajo y vida en el cual se desenvuelve. De esta forma, los individuos, los ciudadanos, se mantienen activos y ligados a la globalidad, pero desde su propio medio local, parcial y limitado, el cual conocen a la perfección; se organizan rápidamente en función de actividades específicas, muchas veces en forma de “enjambre” y regresan rápidamente a sus actividades cotidianas.

Es la organización que corresponde a un mundo globalizado −aunque a algunos les produce alergia esta palabra−; donde la globalización es un dato, una realidad tecnológica, la forma en que se organiza la producción a nivel mundial y no simplemente una opción económica. Se trata entonces de resolver la paradoja organizativa de los últimos años: antes se nos decía, que pensáramos globalmente y que actuáramos localmente; ahora el reto es pensar localmente y actuar globalmente. ¿Estarán nuestros partidos políticos en capacidad de darnos esa respuesta organizativa? ¿Estarán los ciudadanos en capacidad de comprender esa convocatoria y ese papel? Esa es la gran duda que tendremos que resolver en la práctica.

Ética en los partidos

Hace algún tiempo, en varios artículos, analicé la necesidad de construir una organización moderna −como la ya descrita en párrafos anteriores−, popular, poli clasista, o donde el tema de “clases” no sea un problema, que se plantee claramente la toma del poder sobre la base de un programa explícito, y un compromiso personal y colectivo con ese programa. Desde el punto de vista organizativo, la organización partidista que se forme debe estar basada en postulados éticos, que como mínimo contengan: la transparencia en el actuar y en las funciones de gestión pública; la correcta separación entre los legítimos fines privados del político, los fines del partido y los fines del Estado; la conciencia, en el político, de que su función pública, es una función educativa.

Establecidos estos puntos -éticos- fundamentales, y las formas organizativas descritas, es válido que nos plateemos otros principios: ¿Cómo hacemos para que nuestro programa, en forma de mensaje, llegue a las grandes mayorías del país? ¿Cómo hacemos para que el pueblo entienda que nuestro mensaje es el suyo y que el desarrollo capitalista que queremos para el país, es lo mejor para él? Ese es nuestro verdadero reto. El programa, al menos sus aspiraciones globales están claras, definidas, en las varias versiones, parciales y completas, del llamado Plan País. El problema ahora es como hacemos que llegue a todos los venezolanos y como lo convertimos en postulados compartidos y en ideales de lucha común. Ese sigue siendo un tema para la reflexión.

Conclusión

Insisto, para finalizar, en lo que ya he señalado en oportunidades anteriores, que la tarea del político y la política, entre otras cosas, es educar acerca de cómo vivir en democracia, particularmente, en la importancia de formar lideres con un sentido ético y crear partidos u organizaciones políticas alejadas de prácticas poco trasparentes y poco democráticas; crear organizaciones políticas en donde no se favorezcan conductas proselitistas, como las que eran comunes en nuestro quehacer partidista y son la conducta habitual de los que apoyan a este régimen, para ganar el favor popular. Las tareas concretas a realizar, obviamente no son materia de un artículo como este.

Politólogo

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