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Griselda Reyes

Sembremos ciudadanía, cosechemos civilismo

Griselda Reyes

Llevo tiempo haciendo énfasis en este punto: construir ciudadanía. Un proceso social que requiere la participación de todos los actores que hacemos vida en este maravilloso país. Empezando por las autoridades nacionales, regionales y municipales –quienes deben pregonar con el ejemplo– hasta el individuo que vive en el sitio más recóndito de nuestra geografía y que es cabeza de familia.

Aun cuando en otros tiempos, los pensa incluían la materia Formación Social, Moral y Cívica durante los años de la educación secundaria, ésta fue desapareciendo con el ocaso del siglo XX. Desconozco las razones por las cuales los gobernantes de turno decidieron prescindir de dicha asignatura, a mi parecer, medular para crear conciencia en el venezolano.

Si bien la formación ciudadana, que incluye principios y valores, comienza con esa semilla que padres y madres siembran en sus hijos desde que son muy pequeños, ésta debería ser reforzada en la escuela, en los liceos y en las universidades.

La enseñanza en valores es la que nos forma para la actuación adecuada, respetuosa, positiva, sensata, proactiva y humana. Y la formación social y cívica es la que nos ayuda a generar conciencia ciudadana, la que nos nutre de valores patrios, de respeto a las leyes y a la Constitución, la que garantiza la convivencia ciudadana, la que nos hace comprender y defender la democracia, los principios de elección popular y de alternabilidad en el ejercicio de las funciones públicas.

Por eso insisto en el hecho de que esta es una tarea macro, en la que debe participar toda la sociedad. El Estado venezolano debería actuar en función de la persona, pero lamentablemente quien ejerce la Jefatura, es el primer transgresor de las normas de convivencia cuando, de manera despectiva, se refiere a quienes considera sus adversarios.

Y este comportamiento atípico de un mandatario nacional se replica en todos los niveles de gobierno. Gobernadores y alcaldes, diputados nacionales y regionales y concejales que se creen dueños de sus parcelas y quienes, al ser conminados a rendir cuentas, lo toman como ofensa y «pasan factura» a quienes hacen uso de la participación y la subsidiariedad como expresiones de irrenunciable protagonismo ciudadano.

Por la naturaleza del gobierno que nos rige, creo que no veremos más en los pensa materias como Moral y Cívica. Hoy apenas existe algo que se llama Geografía, Historia y Ciudadanía, enfocada más hacia las dos primeras asignaturas, porque de ciudadanía se da muy poco o nada. Pero sí le dan peso a Soberanía, que sólo cambió de nombre, pues esta antes era Instrucción Premilitar.

Sin duda, Venezuela tiene que comenzar a enfrentar un reto tremendo: transitar un camino que, necesariamente, nos debe involucrar a todos: educar para la ciudadanía. Cada vez que veo los vídeos de aquella campaña que en los años 70 que hizo Renny Ottolina para generar conciencia ciudadana, no dejo de pensar en cuántos años hemos perdidos.

Su ausencia nos tiene hoy enfrentados en un debate encarnizado acerca de lo que está bien o lo que está mal. Quienes estamos alarmados por el daño infligido a la sociedad y sus consecuencias a mediano y largo plazo para el país, debemos emprender una cruzada para retomar y hacer nuestra aquella frase del Libertador: «Moral y Luces son nuestras primeras necesidades».

Necesariamente, tenemos que dejar de ser una sociedad mediocre. Crear conciencia ciudadana implica una educación integral del individuo, tanto desde el punto de vista ciudadano, como desde el punto de vista personal y profesional. Mientras más educada es una sociedad, más difícil de manipular es y más fácil será desarrollar económicamente a un país.

Los demócratas defendemos el civilismo, entendido éste como la doctrina que defiende los derechos de los ciudadanos. Cuando los ciudadanos pueden alcanzar adecuadamente sus fines, las autoridades estatales son incompetentes para entrometerse en sus asuntos. Sembremos ciudadanía, cosechemos civilismo.

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

No se tocan, no se abusan, no se matan,...

Griselda Reyes

Tanto el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) como el Ministerio Público, idearon una campaña para concienciar a los venezolanos acerca de una situación que se ha vuelto terriblemente rutinaria y que ha obligado a todos los cuerpos de seguridad e instituciones judiciales a encender las alarmas.

Los casos de abuso sexual, pornografía infantil, prostitución, infanticidio, filicidio, neonaticidio, pedofilia y pederastia que se han visibilizado a través de las redes sociales, son simplemente espeluznantes. Está saliendo a la luz pública un gravísimo problema de descomposición social que lleva tiempo cocinándose y que, hasta ahora, nadie se había atrevido a abordar con contumacia.

Así, hemos visto como el lazo verde comenzó a visibilizar la campaña #NoSeTocan de Venezuela, pues este es un símbolo internacional de lucha contra todo tipo de violencia sexual de niñas, niños y adolescentes.

Como mujer y madre venezolana he solicitado a todos los que me leen que se sumen a esta campaña, con ejemplo y actitud decidida en defensa de los niños. Pero que no quede solo en el uso del lazo verde en el estado del WhatsApp o en una publicación en redes sociales. ¡No! Tenemos que convertirlo en una cuestión de actitud firme y decidida.

Comencemos por casa

Quizás muchos se preguntarán por qué llegamos a esta situación extrema en la que hombres y mujeres deciden violentar a niños y adolescentes, algunos como autores materiales, otros como autores intelectuales y algunos más como alcahuetes, tan responsables como los primeros, por ser indulgentes ante el mal comportamiento, debiendo o pudiendo evitarlo.

Hay muchos factores que la determinan, pero lo cierto es que en Venezuela se han perdido los valores y principios que son tan necesarios para garantizar la sana convivencia y el respeto al otro, a la vida, a la dignidad.

Cuando se relaja la ley y empieza a reinar la impunidad, comienzan a ocurrir hechos espantosos como el abusar o matar a niños y adolescentes; asesinar a adultos mayores que viven solos para robarles sus pertenencias; secuestrar, extorsionar; o incluso amenazar de muerte a funcionarios gubernamentales, tal como lo viene haciendo una banda delictiva conformada por hombres muy jóvenes.

¿Qué está pasando? ¿Hemos venido fallando en la educación y formación de nuestros hijos? ¿Por qué esa depravación por cometer un delito que puede acabar con la vida de niños y adolescentes?

Muchos de los autores materiales e intelectuales son hombres y mujeres adultos, algunos son abuelos o padres de las víctimas. ¿Desde cuándo venimos arrastrando estas taras?

Los niños no se tocan

Padres, madres y representantes que me leen: cuiden a sus hijos y fórmenlos en valores y principios; construyan un lazo de confianza para que se sientan en la libertad de abordar, con el lenguaje más adecuado para su edad, temas como la sexualidad y las drogas; no regalen dispositivos electrónicos a edades muy tiernas y cuando lo hagan, intenten controlar los contenidos que consumen; háganse amigos de sus amigos para que puedan advertir el peligro.

Así como les decimos que no acepten una invitación o regalo de algún adulto que se les acerque en las calles, también hay que brindarles herramientas para que puedan actuar en caso de que alguien quiera acosarlos a la salida de la escuela o al llegar a casa.

Los niños son niños. Jamás podemos creer que puedan pensar como adultos. Y su inocencia, muchas veces los hace víctimas fáciles de pervertidos y morbosos.

A los niños hay que decirles que no se dejen tocar por adultos desconocidos y explicarles que eso puede ser peligroso. A los niños hay que enseñarles que los toqueteos, las caricias, los besos en la boca no son normales, ni siquiera viniendo de parientes cercanos; mucho menos de desconocidos.

Y, sobre todo, bríndenles mucho amor, mucha comprensión, sean empáticos, entiendan los procesos típicos de su edad. Construyamos las bases para que en el futuro sean hombres y mujeres de bien.

Hagámonos partícipes de esta campaña oficial. Dejemos de lado la diatriba política y colaboremos con los cuerpos de seguridad del Estado y con el Ministerio Público, en caso de tener conocimiento de algún hecho de esta naturaleza. Cualquier maltrato debe ser denunciado.

Los niños #NoSeTocan, #NoSeAbusan, #NoSeMatan

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

¿Por qué la empresa migra a la informalidad?

Griselda Reyes

La voracidad fiscal de este gobierno no tiene límites. No solamente la del gobierno nacional sino también la de los gobiernos municipales.

No soy economista, pero soy empresaria y sé muy bien que si se quiere cobrar mayores tributos lo primero que hay que hacer es generar confianza entre los contribuyentes y luego proceder a aumentar la base imponible y no la cantidad de impuestos y, mucho menos su alícuota.

Quincena a quincena, aquellas empresas que aún están en la formalidad y que son contribuyentes especiales, deben hacer milagros para estar al día con el fisco a fin de evitar multas, cierres o la no renovación de la Patente de Industria y Comercio, por decir lo menos.

Los tributos que aporta el sector privado se han convertido, prácticamente, en la columna vertebral del presupuesto de la nación; pues el fracasado manejo de la industria petrolera ha hecho que la producción caiga a niveles similares a la década de 1940, a causa de la grave crisis económica y política que tiene paralizada a una industria local antes próspera.

Todo apunta a que el gobierno –ese mismo que se jacta de que «Venezuela se está arreglando» porque mide la holgura del bolsillo de quienes se han enriquecido de manera sospechosa en los últimos años–, se ha propuesto acabar con lo que queda de empresa privada.

Desde expropiaciones y confiscaciones de tierras, galpones y fábricas hasta controles de precios y de cambio, pasando por el otorgamiento de divisas preferenciales a sus allegados y la tenaza impuesta a la banca para aprobar créditos por el aumento desmedido del encaje legal –entre otras medidas que tienen entre la espada y la pared a quienes se dedican a la actividad comercial–, el sector productivo privado ha tenido que luchar contra un gobierno que viola, con total impunidad, la autonomía y la descentralización.

Y más recientemente le ha tocado afrontar la competencia desleal de los productos importados exentos del pago de impuestos, así como el contrabando de rubros –especialmente de Colombia y Brasil– sin ningún tipo de control de calidad.

Este proceder equivocado solo afecta al país, por muchas razones. Entre ellas, porque el gran generador de riquezas y empleo formal es la empresa privada. Incluso lo reconoce la OIT cuando asegura que la mayor parte del empleo mundial procede de las pequeñas empresas y de los trabajadores independientes.

También porque la empresa privada es la proveedora más confiable de bienes y servicios de calidad. Y aún más, porque cuando salgamos de esta pesadilla e iniciemos la transición hacia un verdadero Estado democrático, al sector privado nacional le corresponderá asumir el rol de reactivarla economía y rescatar el empleo y, con ello, la posibilidad de vida y desarrollo para los trabajadores.

Una de las cosas que todos deben ver es que, en condiciones normales y aun adversas, la empresa privada produce bienes y servicios para toda la población.

¡Créanme cuando les digo que es muy duro ser empresario en tiempos de revolución! Pero la voracidad fiscal de los gobiernos nacional y municipales es tal que está propiciando en el comercio lo que durante estos últimos años se convirtió en una práctica común entre trabajadores: la migración a la informalidad.

¿Cómo aspira el Estado recaudar impuestos si no hay base imponible? Hincar el diente a los pocos que sobreviven a la vorágine fiscal no es la vía más expedita.

Generar confianza

Para recaudar más impuestos, primero se debe aumentar la confianza de los contribuyentes. No me opongo a que el Estado cobre más tributos, pero creo que debe hacerlo de manera más equitativa y, además, que todos podamos palpar que esos recursos sean bien invertidos en servicios de calidad.

Más y mejores impuestos no dependen solo de ampliar la base imponible o de facilitar el pago, sino también de fortalecer la relación entre contribuyente y autoridades fiscales.

¿Qué propongo al Estado venezolano? Que mejore la fiabilidad del sistema tributario; que genere confianza en los contribuyentes, pero también en los ciudadanos; que aumente la base tributaria brindando herramientas a tantos emprendedores que hoy no pueden legalizar sus compañías por tema de costos; y que optimice la ejecución de esos ingresos en servicios de calidad.

Pero también que impulse la rendición de cuentas; que apruebe políticas para reactivar, impulsar e incrementar la producción nacional, especialmente en el sector agrícola e industrial de las regiones, porque cada una tiene su particularidad; que corrija la política monetaria y fiscal para fortalecer nuestra moneda de curso legal y que controle la inflación; que permita el nacimiento de un nuevo sistema financiero y microfinanciero fuerte, abierto y moderno, así como la apertura del mercado de valores.

Por supuesto, que implemente políticas e incentivos económicos, financieros, fiscales y comerciales para todos los sectores productivos, a fin de apuntalar el sistema de producción y comercialización nacional e internacional, así como el de industrialización y de desarrollo sostenible. Hay que apostar por la producción nacional e importar lo estrictamente necesario.

A más empresas, más empleos, más tributos y más calidad de vida. Por eso, el gobierno está obligado a trabajar de la mano con la empresa privada y a preservar –y no espantar– las inversiones que deseen hacer, garantizando sus derechos de propiedad

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

Los zapatos cacherosos de Maduro

Griselda Reyes

Ciertamente, quien funge como presidente de Venezuela no deja de sorprenderme. Ojalá lo hiciera para bien, pero ese nunca es el caso.

La manera como viene despreciando al sector educación es absolutamente inaceptable. Me genera mucha indignación la burla y humillación a la que someten a maestros y profesores universitarios.

El gobierno nacional –por acción u omisión– les ha venido quebrando la cerviz, situación que se traduce en la renuncia de educadores, e incluso abandono de sus puestos de trabajo, para dedicarse a actividades que le reporten algún beneficio económico. O en el caso más extremo, que los obligue a abandonar el país en busca de calidad de vida.

Primero, fue el pago chucuto de salarios y otros beneficios contractuales, calculados sobre la base del instructivo Onapre, el cual fue declarado como «inexistente» por el Tribunal Supremo de Justicia, órgano que además los multó por haber intentado un recurso de nulidad de una normativa que afecta sus derechos laborales fundamentales.

Segundo, la intención de pagar el bono vacacional fraccionado entre 2022 y 2023, que finalmente fue cancelado en su totalidad tras las presiones ejercidas en las calles por profesores y maestros, y por trabajadores de la administración pública que también se vieron afectados con la medida.

Tercero, el fraccionamiento en cuatro partes de los aguinaldos correspondientes a 2022, alegando que de esta manera no impactará en la inflación. O sea, que los causantes y responsables de la inflación que vive el país, ahora se preocupan por el impacto que –inevitablemente– generará sobre la economía el pago de aguinaldos a los empleados públicos.

Y cuarto, el anuncio hecho por el propio Nicolás Maduro, según el cual entregará a los maestros «un bolso de cuero bien cacheroso y zapatos baratos a nueve bolívares».

Uno no puede sino expresar incredulidad, un total atropello a la dignidad humana de nuestros educadores. Los maestros y profesores tendrían que devengar sueldos suficientes para garantizar su calidad de vida y de sus familias, pero también para darles la libertad de escoger los bolsos y zapatos que quieran comprar y no los que el gobierno les quiere imponer.

Cacheroso es una expresión venezolana que significa «condición de lujo o elegancia». Cuando Maduro dice que zapatos y bolsos «serán de un cuero bien cacheroso», uno imaginaría que son similares a los que suelen usar muchos de los funcionarios que lo acompañan, el último grito de la moda, pues.

¡Por el amor de Cristo! ¿Hasta cuándo la burla? Incluso, hasta quienes apoyan a este gobierno, califican de «patético» el anuncio gubernamental. En Twitter, un usuario de nombre Rafael se preguntó «¿en qué momento pasamos de entregarles a los maestros computadoras a ‘venderles’ zapatos de una locha que al primer palo de agua van a botar la suela?».

Y Luis, un profesor universitario, comentó que no quiere zapatos, «quiero un salario que reconozca el valor de lo que hago, condiciones adecuadas para dar clases, investigar, seguridad social que efectivamente me proteja, poder dedicarme a tiempo completo a la universidad».

Los docentes –los que ejercen desde el primer nivel de educación básica hasta los que imparten conocimientos en la educación superior de tercero y cuarto nivel–, son respetados en cualquier sociedad. ¿Por qué tenemos que ser la excepción?

Admiro la gallardía y el valor con el que Elsa Castillo, docente y dirigente sindical, llama las cosas por su nombre y enfrenta a quienes los tienen pasando hambre y necesidad. Los educadores solo quieren que les paguen lo que les deben y lo que han ganado con el sudor de su frente, para que –como dice Elsa– cada educador se compre «el zapato que le dé la gana, del fabricante que le dé la gana y en la tienda que le dé la gana, con el modelo que se le antoje», y no con el que el gobierno decida.

Todas estas razones nos deben llevar a pensar muy bien en quién vamos a depositar nuestra confianza –para regir los destinos del país– en los próximos años. Ya basta de mandatarios ineficientes, negligentes y sin intenciones de servir a los venezolanos, que administran el erario público como si se tratara de patrimonios personales y no de todos los venezolanos.

Y al Gobierno les recuerdo que sin maestros, educadores, profesores, no existiríamos los demás profesionales. No olviden que ellos y la familia, debidamente engranados, son la base fundamental de toda sociedad.

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Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

Volver a las bases…

Griselda Reyes

A propósito del inicio de la carrera electoral –a nuestro juicio más que adelantado–, veo a muchos políticos intentar reconectar con la gente. Digo intentar porque el grueso de estos se sigue mirando al espejo, diciéndole a su militancia lo que quiere escuchar sin ir mucho más allá. Entre tanto, el grueso de la población sigue en su supervivencia ciudadana, surfeando la ola del vaivén del precio del dólar y de servicios públicos cada vez más fallos.

Sobre la importante devaluación del bolívar frente al dólar, quisiera hacer un breve inciso antes de adentrarme en lo político. Y es que nuestros empleados públicos y pensionados, esos millones de venezolanos, que siguen cobrando en bolívares se sienten huérfanos, sin que unos ni otros hagan algo por frenar la atroz crisis económica que a diario les golpea el bolsillo.

Es un país entrampado entre dedos que se señalan mutuamente de corruptos, y a otros más de especuladores y mercenarios. Sí, la corrupción le ha hecho un daño imperdonable al desarrollo nacional, y la gente está clara quiénes son los culpables de la estrepitosa caída del Producto Interno Bruto y de todos los índices macroeconómicos en menos de 10 años.

Y la gente lo ha entendido a trancazo limpio, porque cada vez que se les devalúa el salario, la canasta básica se vuelve más inalcanzable y no hay posibilidad alguna de recuperar calidad de vida.

En este enjambre que sigue agobiando el estómago de nuestra gente, hay una serie de actores políticos que en lugar de reconectar con ella han salido desbocados a buscar votos y remendar pobres estructuras partidistas para cuidar las mesas de votación.

Efectivamente esas estructuras son vitales para intentar dar la pelea en 2024, pero hay una tarea trascendental que debemos asumir como prioridad: presentar una propuesta creíble que permita ganar la confianza de nuestra gente. No basta con ser mayoría, hay que saber utilizarla.

El venezolano común ha sido víctima de la peor tragedia humanitaria de nuestra historia contemporánea. En paralelo, le han intentado vender esperanza con puros potes de humo. Lo alerté con anticipación y el tiempo me dio la razón. Un ejemplo de esto es cuando recorro los municipios más alejados del céntrico estado Miranda, donde nuestra gente nos dice que no hay político que llegue más allá de la propia campaña electoral.

No estoy hablando de Zulia o Delta Amacuro o Trujillo… No. Aquí cerquita, en el municipio Independencia, donde los caminos son de tierra y nuestros niños no tienen ni zapatos con qué caminar, el reclamo ciudadano es que tirios y troyanos los toman en cuenta solo para utilizarlos políticamente.

Esta práctica hay que dejarla atrás y meternos de verdad en los sectores populares a concientizarlos de la necesidad de cambio. Es hablarles a nuestros ciudadanos más vulnerables y ayudarlos. No me refiero a llevarles cajas de comida o darles dádivas o bonos. Esta cuota la tiene cubierta la actual administración oficial con su dinero inorgánico que termina siendo una espada de Damocles para todo el país.

Me refiero a asistirlos con jornadas médicas que les permitan atender sus problemas más inmediatos; me refiero a formación real en materia legal para que aprendan a hacer valer sus derechos. Incluso, voy más allá, capacitarlos y comprometerlos en materia electoral para así garantizar desde ya desmercantilizar los procesos comiciales. Con poco se puede hacer mucho, es voluntad política lo que se necesita.

Sigo citando, el Ejecutivo a través del partido de Gobierno aceita sus bases con elecciones de UBCH y consejos comunales. Estamos obligados a explicarles a nuestra gente la importancia de estos procesos y sus incorporación al caso de la participación comunal. Es frentear en todos los niveles y ocupar todos los espacios posibles para asumir soluciones reales para la gente.

Como alternativa de poder no podemos seguir viéndonos en el espejo, pretendiendo creer que seguimos sumando sin incluir al que piensa distinto. Es entender la realidad de la Venezuela profunda donde el chavismo existe y dentro del cual muchos se sienten huérfanos también. Es incorporar a los mejores para presentarle, a la gente que espera respuesta de nuestra parte, una visión de país posible.

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¡Democracia paritaria!

Griselda Reyes

Hablar de democracia y de mujeres… ¡Vaya! Qué tema tan complejo en esta Venezuela machista que vivimos. Tema que además motivó a la Red de Mujeres en Política por Venezuela, a convocar a un grupo de féminas que hacemos vida política en el país para debatir planteamientos en pro de avanzar en la igualdad de género electoral.

Un reto enorme para quienes mantenemos una posición muy firme. Y así lo dejamos claro frente a Enrique Márquez, rector y vicepresidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) y a la rectora suplente Griselda Colina, invitados especiales a esta jornada de trabajo de mujeres, por mujeres y para mujeres. No se trata de que nos den los espacios, estamos obligados a ganarlos y a mantenerlos.

Me explico mejor: Una cosa es luchar, como estamos dispuestas muchas a seguir haciéndolo, por mantener la obligatoriedad de la paridad de género en todos los procesos electorales. Y otra –que debe ser en paralelo– profundizar en la capacitación de las mujeres, para no defraudar al electorado, a esa gente que está cansada de los mismos haciendo lo mismo.

Se lo decía a mis compañeras de género y de todas las batallas pro equidad. Estamos obligadas a foguearnos a diario para que no haya diferencia alguna de fondo a la hora de medirnos con algún hombre. Es un compromiso que debemos asumir todas. Como dicen por ahí: «en política los espacios se arrebatan». Y le agrego: «pero para hacerlo bien».

Hay mujeres con capacidades y formación, no solo para ocupar espacios en los gremios profesionales, empresas, sindicatos, sino también para ocupar espacios de poder político, espacios que además nos podemos ganar a pulso. No estamos pidiendo que nos los regalen.

«Los hombres, sus derechos y nada más; las mujeres, sus derechos y nada menos». (Susan B. Anthony)

Este tema es propicio para reivindicar a tantas mujeres que han priorizado los asuntos de la vida pública, incluso por encima de sus propias familias. Hacer la lista de todas estas venezolanas ilustres, sería texto para una docena de artículos. Sin embargo, vale la pena rescatar que todas han tenido un denominador común: un profundo amor por esta tierra.

Es este el ejemplo que tenemos quienes hoy seguimos en la arena política nacional, demostrando día a día nuestra capacidad de comprensión y experticia en resolución de conflictos y mucho más. Son una serie de virtudes que no deben ser subestimadas por los actores políticos, quienes tienen que reflexionar sobre los espacios que nos merecemos.

En la tertulia entre féminas poníamos como ejemplo el mapa que arrojó el último proceso electoral nacional. La inmensa mayoría de alcaldes y gobernadores son hombres. Esto, a modo de crítica constructiva, obedece a que la mayoría de las organizaciones políticas no empoderan verdaderamente a sus cuadros de luchadoras políticas y sociales con los más graves temas del quehacer nacional.

Nos negamos rotundamente a que el rol de las mujeres siga siendo relegado a secretarías femeninas o temas de menor impacto. Muchas mujeres a diario luchamos por sacar adelante organizaciones políticas para así evitar depender de negociaciones –en puertas de cada elección– donde los hombres se imponen.

Es dar el justo trato a quienes hemos trabajado para ganarlo a pulso.

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La enorme responsabilidad de la sociedad civil

Griselda Reyes

Hace días recibí un comentario de un fiel seguidor de Instagram que reflexionaba acerca del rol de la sociedad civil. El buen amigo Luis César Febres me escribía que si nos organizamos lograremos propiciar los cambios que el país necesita. 100% de acuerdo.

Agregaba este lector que con la participación de la inmensa mayoría ciudadana conduciremos al país por el camino de la prosperidad y el bien común. También estoy acuerdo con esto. Siempre he pregonado acerca de la necesidad de dar paso a mucho más que actores políticos para el rescate de Venezuela.

El país, y así lo recogen las más prestigiosas encuestas, es mucho más que esa militancia partidista que no aglutina más de 14% de la población opositora. Y también va mucho más allá de los márgenes de aceptación que tiene el oficialismo, cifra que hace un buen rato no supera el 20%.

Venezuela tiene cerca de 70% de ciudadanos que no responde, que no se siente identificado con clase política alguna, pero que aspira a un cambio real. Reconectar con esa inmensa mayoría es el reto para los dirigentes políticos y activistas sociales que no formamos parte ni tenemos interés por la casta política tradicional.

Nos corresponde salir a la calle, ir a la Venezuela profunda, recorrer cada uno de sus rincones, presentar a los ciudadanos una propuesta seria y coherente, cuyo objetivo sea el rescate del país y pedirles el voto de confianza para que nos acompañen en esta titánica misión.

Vuelvo a las palabras del amigo Febres, organizando a la sociedad civil es mucho lo que podemos avanzar.

Abrir bien los ojos

Esto lo conecto con otra tarea clave que también reposa sobre los hombros de quienes estamos ajenos a la clase política tradicional venezolana: promover la contraloría social o contraloría ciudadana.

Esta semana, en entrevista para «En Contexto» con Carlos Peñaloza dejé claro qué hay mucho que evaluar y madurar por parte de los políticos. Como país debemos exigir a estos actores que rindan cuentas si aspiran a un cargo de elección popular. ¿De qué viven los políticos? ¿Qué hacen? ¿De dónde vienen? ¿Qué aportan al país?

No es posible que tengamos políticos, que en su gran mayoría, no son dignos de sus cargos, que se saltan la rendición de cuentas, generando una profunda desconfianza entre la ciudadanía. Así lo veo en diversos grupos de WhatsApp y me lo dice la gente en las calles: «los políticos son ladrones, mafiosos, chulos…»; ante lo que, necesariamente, pido no generalicen.

Pero ¿cómo le pedimos a la sociedad que no generalice cuando los políticos no muestran su currículum, no rinden cuenta de sus acciones o no muestran el origen de sus patrimonios? Esto es una nefasta realidad que se replica exactamente igual en los dos bandos.

Entiendo la desesperanza de tantos venezolanos y me preocupa saber que hoy el ciudadano no sueña, no tiene motivos para vivir ni seguir adelante. Abatidos por el desaliento, millones de los nuestros han decidido cruzar las fronteras y huir hacia otros países en busca de oportunidades. ¿Cuántos han perdido la vida en carreteras internacionales, mar abierto, ríos o selvas, persiguiendo el sueño que se les negó aquí?

Sé que los responsables de esta tragedia prefieren hacer caso omiso y no pronunciarse al respecto; y si lo hacen la minimizan hasta convertirla en motivo de burla o reclamo. Sin embargo, como madre, mujer y ciudadana venezolana, pido encarecidamente a mis hermanos que no salgan de esta forma. No percatamos que, en un arrebato, arrastramos de forma irresponsable a criaturas que tienen derecho a vivir. Lo más valioso que tenemos es la vida y debemos preservarla.

Venezuela pide a gritos que se resuelvan sus problemas más inmediatos y palpables: sueldos y salarios, pensiones, alimentación, servicios básicos, salud y educación. Pero frente a esto, es vital que la sociedad civil esté alerta y activa, porque cambiar esta fotografía de país por gente honesta, decente y con propuestas, es tarea de todos.

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