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Carlos Raúl Hernández

Perversiones, perversidades, política

Carlos Raúl Hernández

“Puede haber grandeza en lo amoral y aún en un crimen que hace ostentación de su falta de respeto a la ley, liberador y suicida”. Julia Kristeva

No tenía claro qué escribir y vino a mí Il primo re (Rómulo y Remo:2019), escrita y dirigida por Mateo Rovere, a quien no conocía. Hablada en latín y con sólido apoyo académico, narra magistralmente lo que se cree saber sobre Rómulo, Remo y la fundación de Roma, en poética ruda y realista. Ahora mismo, El sonido de la libertad (2022), de Alejandro Monteverde y promovida por Mel Gibson, es de los pináculos culturales en lo que va de siglo, porque ilumina en la semipenumbra algo que sospechábamos. Que la pederastia se ha hecho de “buen gusto” en la progresía, como propugnaban los sacerdotes de la depravación, Sartre, Beauvoir, Michel Foucault, Josenith Firestone, Kate Millet, Peter Singer, camuflada entre varias “causas”, entre ellas el feminazismo, para desnaturalizar y pulverizar las victorias de la mujer y el feminismo real, como vemos en el deporte y los concursos de belleza. Las mujeres que se sienten hombres, en las artes marciales integradas de la MMA, por citar un caso, cuando compiten con éstos terminan derrotadas y malheridas; y los hombres que quisieran ser mujeres, se imponen en las competencias contra ellas. Nadador número 500 en el ranking masculino, gana en natación femenina. A una atleta la expulsaron del equipo por violar un mandamiento de la nueva religión: no quiso desnudarse en los vestuarios frente a un hombre que quiere pasar por mujer. Hemos leído atrocidades como que un varón desea hacerse vaginoplastia para quedar encinta y obtener un glorioso aborto.

La primera forma de organización de las comunidades humanas fue tribal, grupos familiares, clanes consanguíneos con autoridad ejercida por el varón más viejo, lo que se denomina “patriarcalismo” que, pese a la ignorancia intencionada de ideólogos, desapareció hace siglos. Las comunidades tribales evolucionan a vecinales, la primera Roma, que nace con un hecho de sangre fratricida. Trazado el lindero de la nueva ciudad con una zanja, Remo desafía la prohibición con burlas y Rómulo lo mata por irrespetar jaquetonamente la ley. La soberanía territorial y la propiedad se imponen hasta nuestros días como fundamento de la civilización, y quebrantarlas ha provocado casi todas las guerras. La antropología filosófica asocia sesgadamente a Rómulo con la tradición de Caín, para apuntalar que el Estado tiene su origen en el crimen y la fuerza bruta, como describe uno de los más grandes escritores políticos, Thomas Hobbes. Rómulo había legislado para hacer posible convivir, salir de la barbarie y la violencia, su decisión por lo tanto no es arbitraria, porque su hermano irrespeta a conciencia la ley, y tiene que juzgarlo a cambio de impedir el caos. Subordina el parentesco a un nuevo tipo de relación, preanuncia del paso al imperio de la ley, al independizarse la administración de justicia de los clanes, nuevo camino ascendente del Estado político. En la “justicia” patriarcal si un clan daña a otro, el castigo es una venganza a veces negociada entre ambos, una muerte por otra, una mano por otra, como enseña Hammurabi.

Romeo y Julieta son víctimas íngrimas de la lucha de clanes, apoyados solo por un valiente franciscano, y hasta hace poco en un estado de occidente de Venezuela, dos familias casi se exterminan en vendetta. Si reducimos al absurdo historicista determinista, gracias a esa acción de Rómulo, 2700 años después el Presidente de Colombia debe acatar el enjuiciamiento de su hijo, y así tendría que ocurrir en EE. UU, si triunfa el Estado de Derecho. Producto de las revoluciones francesa e inglesa, la tradición clánica sobrevive tenuemente, sin incidencia en el espacio público, marginal, minoritaria y simbólica en las noblezas o aristocracias de las monarquías constitucionales. Por muchos siglos, las perversiones fueron las señaladas por el Levítico: homosexualidad, bestialismo e incesto, aunque a su alrededor gravitaban otras prácticas, pero la sociedad reestructuró la moral desde que el Código de Napoleón distinguió claramente delitos, faltas menores y vida privada. Antes del Código de 1810 eran “crímenes” actos que a partir de allí se entendieron normales en la privacidad de las parejas adultas, -se “privatizaron”-, y más tarde Freud les da la razón: sodomía, cunnilingus, fellatio, dolor moderado-consensuado, son prácticas habituales. Los delitos son la pederastia, el incesto y el bestialismo que hoy los progres pretenden normalizar y el filósofo vegano-animalista, Paul Singer, quiere convertir las mascotas en amantes y Firestone a las madres en concubinas de sus niños (“deben darle todo el sexo que requieran”)

El rechazo al incesto es instintivo y de las más antiguas acciones del sapiens es aliarse con otros clanes para buscar pareja. El estado sicótico del pensamiento posmo no es solo por incestuoso y pedófilo; increpado porque las gallinas mueren terriblemente después de una penetración humana, Singer, responde que “también mueren en Kentucky chicken”. Seguramente para que pervertidos y perversos no se ofendan, la siquiatría habla ahora de parafilias. La homosexualidad se normaliza progresivamente desde los años sesenta y la sociedad, el mundo laboral y académico la acepta. La antropología ha estudiado ampliamente el “rechazo al otro”, al diferente: blancos, negros, indios, pardos y amarillos, hetero y homosexuales, tienen reticencias entre sí que solo se superan con la cultura universalista, pero ahora el posmo busca intensificarlas. Se le concibe hoy como ejercicio de la libertad individual, aunque experimenta algún rechazo en sectores retrasados (nunca con las monstruosidades del islamismo), pero sustancialmente menor que la ofensiva brutal y degradante contra los hombres y la masculinidad. Llegamos hasta los extremos de que los lobbies han calado eslóganes como “el violador eres tú”, “todo hombre es un violador” y otras locuras. Al mismo tiempo vivimos la astucia del victimismo y cuando alguien contrargumenta la falsedad de esa sórdida campaña, lo acusan de fobias inventadas: “homófobos”, “tránsfobos”, “plumófobos”, “misóginos”, “negacionista”, para presentarse como mártires sin serlo en una especie de infancia permanente.

Fuertes personalidades intelectuales europeas, nacidas con inclinaciones sexuales diferentes de la mayoría, decidieron convencer al mundo de que los los impulsos eróticos del 95% demográfico eran artificiales, “producto de la cultura”. No importa que la arquitectura genética sea una correspondencia perfecta entre hombre y mujer, diseñada para mantener la especie; según semejante teoría la heterosexualidad es un constructo ideológico. Con la amplia cobertura de sus creadores, semejante estupidez llegó a ser hoy una “doctrina”. La modernidad sustituye, como lo analiza Marx en El Capital, la estructura genealógica, clánica, tribal, de la sociedad, que en la edad media se reproduce en los gremios, oficios transmitidos por generaciones. Luego irrumpe la libertad individual que él concibe, extrañamente, como un incidente burgués en la vía al comunismo. Desde el medievo la Iglesia establece que, una vez redimidos por Cristo del pecado original, la salvación y la relación de Dios con “sus hijos”, es individual, nada tiene que ver con la genealogía (“se levantarán los hijos contra los padres…y serán odiados por todos causa de mi nombre”: Mateo). Luego la industria “capitalista” urbana, impulsa los siervos a abandonar la tierra donde eran, como vacas, propiedad del señor, para convertirse en mano de obra libre, el nacimiento de la libertad individual, “el hombre desnudo” que se enfrenta al mercado de trabajo con la figura del contrato.

En la sociedad “capitalista” comienza lo que llamamos “el Hombre” en sentido moderno, el hombre libre, el proletario, con “su prole, su mujer y su fuerza de trabajo”. El extravagante Foucault califica al Hombre como “un proyecto fracasado del siglo XVI”. Las identidades, los “colectivos”, son regresiones tribales contra la condición de ciudadanía, el más grande avance de la civilización política: los Derechos del Hombre y del Ciudadano en las constituciones democráticas. Los lobbies progres corrompen el Estado de Derecho, al entronizar privilegios estamentales planteados por Marx en Crítica al programa de Gotha, “un derecho desigual”. Los crímenes se castigarán de acuerdo con la condición “de clase” del criminal. En cambio, el cristianismo había sacudido la civilización con su universalismo en la antigüedad clásica esclavista, que iguala a los hombres, inficiona incluso al pensamiento laico de las revoluciones del siglo XVIII y se hace consustancial del Estado jurídico. La regresión de la legalidad posmoderna crea una bronca amenaza reaccionaria. El retroceso estamental, el poder de las identidades, comete aberraciones como la invertir la carga de la prueba, defendida por me too: todo varón indiciado es culpable a priori. El testimonio sobre supuesta agresión a una mujer, releva probarla (“yo si te creo”). Así van a la cárcel “acusados” por una venganza o rabieta de la “acusadora”, de la que luego puede arrepentirse, como ocurre a diario. Es delito mirar a alguien, un gesto de cortesía, y un piropo, forma civilizada de expresar atracción erótica. Se hace válido acceder a posiciones sin esfuerzos ni capacidades por medio de cuotas. Kristeva, como es su costumbre, glorifica la amoralidad de personajes como el Che Guevara, pero para su perjuicio, sin darse cuenta, la cita también vale para Hitler. Sirve para ambos monstruos disruptores.

@CarlosRaulHer

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Cal o arena, sal o avena, placer o pena

Carlos Raúl Hernández

1. En el país de las maravillas, los que ganan pierden y los que pierden ganan. Aspiro no incurrir en el vicio semiilustrado de buscar explicaciones sociológicas a un problema político. El poder se gana o se pierde por errores y aciertos, que no guardan determinación fiable con la historia o la sociedad. Me hicieron mucha gracia quienes se pusieron “profundos”, “socio-fundacionales”, cuando triunfó Boric en Chile, a quien presentaron como reencarnación de Recabarren y Allende, pero solo balbucearon cuando el electorado lo pateó dos veces con la “asamblea constituyente” y lo convirtió en un corderito “neoliberal”. Creo que la estrategia de Núñez Feijóo, despegarse del pelo el chicle de derechista y avanzar hacia el centro, era correcta, tanto que el PP ganó numéricamente. En su plan estaba diferenciarse, pero lo traicionan “los motivos del lobo”, al decir de Ruben Darío, canibalizar a Vox, cosa que logra, se le pasa la mano y quita a éstos los votos para elegir diputados que él mismo necesitaba para ser presidente. Arvelo Torrealba explico que el término “pasarse de maraca” corresponde a cuando un maraquero fogoso no deja apreciar el arpa. Sánchez en juego parecido a Feijoo para capitalizar en el PSOE el voto de izquierda, acabó con Podemos, pero dejó fluir a Sumar sin hostilizarlo, sabiendo que lo necesitaría. Feijoo más bien quería ocultar a su aliado, un partido democrático conservador, a diferencia de Sánchez que no tuvo vergüenza de aliarse con Bildu, Esquerra y Pablo Iglesias, aunque después lo descabezó. El PP con su consigna del voto útil, crece en 600 mil votos, aunque parte de ellos paradójicamente se hicieron inútiles remanentes al aplicar la fórmula D´Hondt, que le hubieran permitido a Vox obtener los 10 parlamentarios que faltaron para una nueva mayoría. Ahora el fugitivo Puigdemont tiene a Sánchez por las criadillas.

2. Feijóo apostó al bipartidismo institucional dentro de un esquema y con un contendor que no es Felipe González y no quiere ni cree en eso y apuesta a la destrucción del sistema, si fuera posible. A diferencia de Pedro Sánchez, quien convoca el proceso un día de vacaciones, bloquea carreteras y trenes, hace saturar el correo, mata a Podemos implacablemente y en la misma operación lo sustituye con Sumar. Sánchez no se puso a la defensiva por sus pactos con fuerzas criptocomunistas, antiespañolas, terroristas y separatistas. El tratamiento diferente a sus respectivos delfines, complica la vida de Feijóo y da respiro a Sánchez. A diferencia, en su propia campaña hace un mes, Ayuso no exageró para así no victimizar a sus adversarios, tampoco atacó ni elogió a Vox, hizo un planteamiento centrista, sin halagos sobreactuados, se afinca en las necesidades reales de los españoles y obtuvo 47% de los votos, el marcaje más alto en el PP. En la campaña del 23 de julio el miedo de parecer radicales hizo ver al PP en el extremo contrario, serviles. Ayuso, en cambio, entendió que su trabajo era sin estruendos, ganar los votos moderados y dejar que Vox avanzara por la derecha social. Y obtuvo lo que a Feijoo le quedó lejos: su propia mayoría absoluta.

3. Uno de los errores fundamentales que cometen las antaño clases medias y los pobres en Venezuela es enfermarse, porque el sistema de salud pública es un montón de ruinas, los seguros privados precarios, a lo que se suma la fugacidad de aquella ilusión bienintencionada-como gran parte de los desastres- que se llamó “barrio adentro” con unas hadas madrinas, los médicos cubanos que desaparecen. Corrió la misma suerte que afecta probabilísticamente la mayoría de los sistemas de servicios públicos en manos del Estado en todas partes, mientras los centros de atención privados sobreviven. Hoy el gobierno experimenta en Carabobo un inusual ensayo, cuya evolución conviene seguir y estar pendientes a ver si perdura en el tiempo y tiene éxito, porque es una de las poquísimas innovaciones institucionales con racionalidad que hemos visto en mucho tiempo. Si funciona podría ser una alternativa para los demás estados, y habría que saber de dónde surge el modelo, denominado sin misterios para la imaginación con una alusión directa “800bigote”. Su particularidad consiste en que la gente no acude a los hospitales, lo que ayuda a descongestionarlos, sino que los médicos van a los hogares atendiendo a una llamada telefónica. En los hospitales-dinosaurios hay que esperar meses por una consulta y una de las peores experiencias de mi vida, incluso antes de la revolución, fue haberme presentado a media noche en la emergencia de un hospital público y tener que pararme e irme por mis propios pies ante el horror del ambiente. En mis narices reanimaban a un paciente con descargas eléctricas y un motorizado sangraba a mi lado. Me cuentan amigos de Carabobo que en las calles hay un hervidero de ambulancias que mejora cualitativa y cuantitativamente la atención, desburocratiza y aligera los viejos hospitales que consumen sus presupuestos en burocracia, a los que hay que llevar las medicinas y hasta las sábanas y el algodón. Conviene estar atento al desarrollo de este emprendimiento. El gobierno debería informar si hay experiencias parecidas en otras partes para evaluar la experiencia.

4. Serrano Poncela, creo, escribió que el verbo más tonto es el pretérito pluscuamperfecto subjuntivo de haber, hubiera, porque cuando se invoca es porque los huevos están rotos. Después de tantas metidas de pata, errores e incluso barbaridades en 23 años de la vida de Venezuela, la disidencia descubre que no hay camino distinto al electoral, pese a que a algunos se les sale de vez en cuando la oreja. “¡Si hubiera sabido que era así!” dicen que dijo la Monja de Monza. Prácticamente todos los factores políticos que enfrentan al gobierno terminaron de ver la luz en un parto infinitamente largo, así que ahora todo el mundo es “alacrán” o “colaboracionista”, signo de quienes querían votar y dialogar. Algún meme viviente todavía pide más “sanciones”, desempolvando la teoría de que es el método para remover gobiernos, pese a la experiencia en contrario desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Si no es un malagradecido, Putin debe inmenso reconocimiento a Biden quien lo sancionó para convertirlo en líder mundial, en un contexto que impulsó la economía hasta extremos imposibles antes de la guerra. Es estimulante que desde ahora se haga una política que permita bases de entendimiento para la alternabilidad en Venezuela, como es normal, pero eso será imposible mientras el PSUV sepa que está en peligro la seguridad y la libertad de sus dirigentes y es tarea primordial de los opositores crear un ambiente de seguridades. Si el gobierno se amarra la lengua antes de insultar a los opositores y éstos normalizan plenamente sus actividades, su lenguaje, su relación con el gobierno, podría gestarse un cambio sin reacciones adversas. Algunos dirán con cierta razón que parece utópico, pero utópicos resultaron “Maduro vete ya”, “el quiebre” o “¡ya estamos cerca!”. Y mientras esté abierto un juicio en la Corte Penal Internacional, los esfuerzos que hagamos estarán perdidos.

5. No deja de sorprender el desconocimiento sobre el país de quienes no debían, y en este caso sobre PDVSA, ente que en realidad no existe, por lo menos para lo que lo crearon. Así algunos incurren en un simpático debate “estratégico” en torno a ella que asombra por su irrealidad: privatización o no privatización. Fue la tercera petrolera mundial gracias 40.000 trabajadores, pero hoy está en quiebra con 140.000, muchos subcalificados y subpagados, un macroministerio para no lanzarlos al desempleo y esa es su única función. Un alto porcentaje de pozos dañados e inexplotables, deuda externa e interna impagable, obsolescencia técnica, falta de innovación, inversión, son el legado de Rafael Ramírez, junto a su mínima productividad. En síntesis, es una gran masa de chatarra montada sobre las mayores reservas petroleras del mundo. Para que no nos califiquen de tontos, distingamos una cosa de otra sin dar ese debate surrealista sobre si “privatizar” o “no privatizar”, como si hubiera algún humano normal que le interesara comprar ese cementerio. El Estado conserva la propiedad para que estén tranquilos los caídos del catre, pero para exportar petróleo da la pelea a cuchillo entre “sanciones” y media noche privatiza la producción a través de convenios con transnacionales, que tienen los capitales, las tecnologías y redes de distribución. A nadie le interesa las ruinas de PDVSA, pero si los yacimientos. La privatización es práctica sin alborotar a los interfectos y los mantiene distraídos.

@CarlosRaulHer

Cuando el destino nos alcance

Carlos Raúl Hernández

Vivimos el mito del apocalipsis ambiental, fabricado por una sucesión cronológica de organismos globales, entre ellos The natura conservancy, World Wildlife Fund, el Club de Roma, Greenpeace, ONU, y varias generaciones que además de hacerlo ideología dominante y dogma de fe, lo convirtieron en modo de vida de mucha gente. Sirve a unos para denostar el capitalismo contaminante y vivir de eso, mientras otra rama hace negocios capitalistas free. En retrospectiva, según los pronósticos del Club de Roma, por ejemplo, para los 1980 la vida habría desaparecido ahogada en CO2, y los grandes ríos de Europa, Rin, Danubio, Sena, Ródano, Támesis, serían hoy corrientes de aguas putrefactas. El hombre acababa con el entorno y la humanidad, aunque todo terminó siendo dog shit. Pero sus disparates desataron la imaginación de Hollywood que creó maravillosas obras, hoy clásicos de filmoteca, basadas en literatura distópica: el mundo destruido por el cambio climático (Mad Max: George Miller, 1979-2015), Nueva York congelada por un frío ártico (Un día después de mañana: Emmerich, 2004), superpoblación y lluvia ácida en Los Ángeles (Blade Runner: Scott, 1982) o calores infernales y cataclismos que lo convertían en una bola de fuego (2012: Emmerich, 2009).

Las maquinas, por su parte, intentarían tomar el poder en 2001 Odisea del espacio (Kubrick: 1968) y Terminator (Cameron:1984) como ahora hará la IA y muchos terminaron creyéndose las películas. Estaríamos amenazados por la “destrucción de la capa de ozono” y el calentamiento global, obra de las emisiones de C02 que producen el temible efecto invernadero, argumento rechazado enérgicamente por otros científicos, con argumentos irrefutados: la atmósfera se compone de 78% nitrógeno, 21% oxigeno, argón 0.96 % y una infinitesimal proporción de CO2, 0.04%, que a su vez lo divides en 100 partes, de las que la naturaleza produce 97 y el hombre 3. El debate transcurría libremente con grupos de científicos que tildaban de fantasía la amenaza que más bien apuntaba, decíamos, a negocios. El cambio climático parece evidente no centra el debate, sino la teoría “antropogenética” de los fanáticos, para quienes es producto de la acción humana su “inundación” de CO2 versus la posición crítica que lo considera parte de los ciclos de la naturaleza. La religión ambiental quiere anular a los críticos, simplemente descalificando de “negacionistas” a biólogos, paleontólogos y ecologistas que lo sostienen.

El padre de los estudios ambientales, James Lovelock escribió que era prueba de ignorancia científica preocuparse por el calentamiento global y por el hueco de ozono al mismo tiempo, porque este crecía para expulsar el calor y se reducía cuando la temperatura se liberaba, en una relación inversamente proporcional. Dijo también que el ser humano era tan soberbio que quería protagonizar los movimientos siderales. Investigadores de importantes universidades nos recordaban la biología de bachillerato: que la naturaleza contrarresta las emisiones de CO2 con el crecimiento de las plantas, que lo absorben y exhalan oxígeno. Para quienes no somos expertos, la controversia era apasionante, fundamental y nos alimentábamos de ella. Repentinamente la cancelaron, los científicos críticos quedaron en silencio, e incluso desaparecieron de los medios impresos e internet. La ONU, las ONGS radicales y la Agenda 2030 decidieron que el fundamentalismo es la verdad revelada y excomulgan otras versiones. Los científicos silenciados piensan que los cambios climáticos no tienen nada que ver con la acción humana, ni con los hidrocarburos, ni con las instalaciones industriales.

Son fenómenos cósmicos en la biografía de la Tierra hay por lo menos cinco grandes cambios climáticos, desde millones y millones de años atrás, antes que existiera la vida. En nuestra era, desde los alrededores del año 1000 d. C, Leif Erikson, hijo de Erick el Rojo, llamó a los territorios descubiertos del norte de América Groenlandia (tierra verde) y Vinlandia (tierra de vino) por su clima cálido, que hoy es helado, sin que puedan atribuirlo a la industria de la época. Desde comienzos del siglo XIV hasta la mitad del XIX la humanidad vivió la llamada “pequeña glaciación”, un cambio climático mucho más importante que el aparentemente vivido hoy y que puso fin a lo que llaman óptimo climático medieval. Como nadie puede atribuir fenómenos de 1000 d. C y 1300 d. C a los automóviles ni a los hidrocarburos, silencian las investigaciones que lo asocian a la intensidad de las manchas solares y la actividad volcánica. Las investigaciones determinan que las emisiones de gases digestivos que producen los rebaños son mayores que las industriales, pero igualmente insignificantes, y por eso, en un experimento desquiciado, un puñado de burócratas ideológicos pretende modificar desde sus escritorios estructuras productivas nacionales conformadas históricamente en cada país.

La Agenda 2030 es holismo, totalitarismo lento, pretensiones de planificación central fracasadas con el socialismo real, para determinar qué tiene que producir cada zona de Europa, algo que resulta asombroso después de las trágicas experiencias soviéticas. Burócratas de Bruselas avanzan en la destrucción de la agricultura y la ganadería en España, Países Bajos; de las represas, según su “proyecto” para restaurar la naturaleza, pero Giorgia Meloni prohibió la producción en Italia de carne artificial sustituta. Como en las más terribles distopías, en la cinta de culto Cuando el destino nos alcance (Soylentgreen: Fleischer, 1973) tampoco se podía comer productos naturales, como pronto puede hacerse realidad, sino unas barras alimenticias llamadas soylent que al final se descubren hechas de cadáveres. Más en serio que en broma, la Dra. Pamela Islay (Uma Thurman) creada por Joel Schumacher en Batman y Robin, es una científica que experimenta enseñar a las plantas a defenderse como animales salvajes. Su plan era que desaparecieran los humanos para que bosques y animales crecieran libremente.

Hábiles teorizantes supieron articular las especulaciones climáticas para sacar partido a su proyecto progre, la nueva cara de la revolución: “no tendrás nada y serás feliz”, la revolución de los inquilinos. Todo será de alquiler, empezando porque los precios de los autos eléctricos los hacen incomprables. Alquilaremos la computadora, el celular, los electrodomésticos y ninguna película distópica será más siniestra. La industria automotriz fue el fundamento del desarrollo económico global durante por lo menos tres cuartos del siglo XX y hoy comparte posiciones con la tecnología, las comunicaciones y la energía. A partir de la estrategia “verde” de la Agenda, entre otros muchos desvaríos, sus ejecutores están facultados para meter la mano a voluntad en la vida económica que regula, desde el uso del Kamasutra, hasta la locomoción. Contemplaba sustituir los vehículos a explosión con eléctricos para 2035, pero los fabricantes de automóviles comienzan a comprender la imposibilidad de ese disparate y a descubrir la trampa en la que han caído. Pretenden eliminar agriculturas nacionales para que crezca la vegetación, limitar el número de represas en cada país, sustituir las granjas por parques de llamada energía limpia, eliminar el ganado, pero el proyecto se tambalea por razones obvias. La sociedad reacciona contra la ingeniería social totalitaria. Tampoco podrás viajar en avión, a menos que sea privado (o que vayas a Davos)

En el teatro griego una madre dice que el mayor bien humano es nunca haber nacido y según Eurípides, al comienzo los hombres vivían postrados, inactivos, en una terrible depresión, porque sabían la fecha de su muerte, pero Prometeo borró esa fecha de su memoria y les entregó el fuego para que vivieran libremente. En nuestros días el profesor David Benatar, un connotado filósofo surafricano publica su conocida e impactante obra Mejor nunca haber existido (Oxford University Press. 2008) que defiende la conveniencia de extinguir paulatinamente a los humanos, tal como expresó Kamala Harris. Benatar razona sobre la inanidad de vivir, producto la tristeza de la existencia, (“los momentos de felicidad no compensan la inmensidad del sufrimiento” y “el suicidio tiene costos que se evitarían si no hubieras nacido”). La agenda 2030 aspira la pesadilla de cambiar el mundo, crear una nueva civilización, llevar al desastre el modo de vida creado en miles de años, y aprovecha los terribles efectos de la guerra ucraniana que desindustrializan y atrofian a Europa. Destruyen los idiomas para adaptarlos a desvaríos ideológicos, normalizan la pederastia, culpabilizan lo masculino, enfrentan a los dos sexos, inventan que los seres vivos tienen “género”, prohíben literatura y artes incorrectos, cancelan el pasado. Estos pol pots con vaselina repiten disparates mil veces cometidos, comenten otros nuevas y pasan por encima de una realidad palmaria: los proyectos de ingeniería social holística, fracasan. Siempre triunfa la herencia prometeica del Hombre.

@CarlosRaulHer

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Los cien días de Napoleón

Carlos Raúl Hernández

1.Entre las dificultades para estudiar la acción política, brillan la subjetividad, las interferencias emocionales que nublan lo que se intenta conocer, la simpatía o antipatía con las causas que se analizan. Además, los entornos políticos pretenden que las conclusiones sean a su favor, aunque esto contraríe las evidencias, y tienden a recusar las observaciones críticas. Según Weber, Bachelard, Lucien Goldman y muchos otros, este sería uno de los “obstáculos epistemológicos” del conocimiento político y social, que obliga a la tarea de marcar distancia con las emociones y a contrariar la opinión pública, incluso la predominante cuando se atraviesa. Una estratega de la talla de Díaz Ayuso, campeona de la resistencia ante el insulto y la adversidad, declaró que veía las encuestas de soslayo para no prejuiciarse, ni hacerse servil de ideas equivocadas, y al contrario hacer que prevalezcan otras. Me acostumbré a los dicterios infamantes porque toda la vida los enfrenté. Mis primeros trabajos en la prensa nacional y libros, fueron contra los errores del marxismo y la dictadura cubana, y con la evolución de las cosas, contra la nicaragüense en medio de la ferocidad de intelectuales que lamían las hebillas a Fidel y Ortega.

2.Más tarde dediqué varios libros y artículos a la defenestración de Pérez y sus consecuencias (aposté mi status político), al infeliz gobierno de Caldera, al de Chávez, a las expropiaciones, a las múltiples abstenciones electorales. Apoyé a Henri Falcón en defensa de la vía electoral, me opuse a las salidas uno-dos-tres-cuatro, a los insólitos pedidos de invasión extranjera y golpe de Estado, a “la presidencia interina” y demás desvaríos de 2019, de los que dejé suficientes testimonios en este periódico. En 2022 razoné sobre los riesgos de “las primarias”, hoy cumplidos, sobre los que alerté a tiempo. Cada ocasión hubo quienes se irritaron hasta el paroxismo, pero hoy me siento muy pleno cuando reviso lo que he escrito y hecho, como recomendaba Pompeyo Márquez “para autocheckin” y me reconforta haber intentado con todo lo que estuvo a mi alcance, impedir el hundimiento de la democracia, las instituciones y la marcha de la oposición. Pero el país estaba aliado para destruirse.

3.Hoy no queda de otra que escarbar entre escombros, estudiar los últimos pasos de la oposición arrinconada por una larga y oscura ceguera, caprichos y fracasos, que sacrificó nada menos que la mayoría electoral varias veces a nombre de autoalivios mentales. Los pronósticos políticos no son científicos, porque tratan de prever las acciones, decisiones, voluntarias y accidentales de los jugadores y por lo tanto las tendencias pueden variar de un momento a otro. Nadie sabe cuándo un outfielder se va a robar un home-run o a un catcher se le caerá la pelota, lo que puede cambiar el resultado del juego. En estos lares, con el triunfo en las manos, se les cayó varias veces. La suerte de la segunda guerra mundial y de la humanidad pudo ser otra porque a Churchill lo atropelló un auto en Washington, tal vez después de varios scotchs. No hay ciencia posible de la acción política en marcha y esta esfera depende de la intuición, lo que define, según dicen los estudiosos, la virtud esencial de los políticos para dirigirnos. Y la compañía de la fortuna.

4. Horacio escribió “y si el mundo se desploma, caminaré impávido sobre sus ruinas”. Hay que escarbar entre escombros a ver como se borra las imágenes insurreccionales, putchistas, pro invasión extranjera. Las elecciones primarias buscan dirimir entre quienes hacen causa común su candidatura presidencial y fijan condiciones subliminales, entre ellas “no ser alacrán” y lucen razonablemente indispuestos a comulgar con la rueda de camión de perder un proceso concebido para afines. Il sorpazzo son dos factores externos, no programados, María Corina Machado y el Conde del Guácharo, que arrasan entre los concurrentes al evento, 80% de 10% del registro electoral. El experimento “primario” parece sentenciado porque desde el PSUV, el G3, la “mesa”, hasta “el Conde”, lo cuestionan, salvo el bloque de MCM y sus aliados. Se puede dudar que quienes las planearon trabajen para “legitimar” que los barran. Citaba en estos días la obra Un día en la vida de Ivan Denisovich de Solzhenitsyn, que cuenta sobre un hombre que trabajaba intensamente en la construcción de la cárcel en la que estaría diez años preso.

5. Su comando desconoce la inhabilitación de Machado, otros participantes (dejaremos para juristas discutir su ilegalidad), y ya está difuso que finalmente éstas se den con tantos adversarios, gobierno y oposición en bloque, como hemos señalado. La insistencia en competir podría traer una nueva frustración y que el eventual escogido no pudiera hacerse candidato real ante el CNE. Quien se presenta sobreponiéndose a las normas electorales establecidas, apuesta a una especie de repetición de las secuencias de 2019. La insurgencia contó con el máximo apoyo de Trump y “casi sesenta países”, además de que el “presidente interino” tenía tras él cerca de 80% de la población. En las negociaciones el gobierno de Venezuela y el norteamericano, intermediadas por el G3, está el planteamiento enfático de que EE. UU levante las sanciones económicas a cambio de la habilitación de todos los competidores. La oposición argumenta que unas elecciones con los principales precandidatos bloqueados y el gobierno que la situación económica creada por el socialismo y las expropiaciones, aunque acentuada por el bloqueo, no son competitivas.

6.Estaríamos frente a la repetición del intento de batir al gobierno a través de la presión de masas, si entendemos que la eventualidad de oficializar la candidatura de MCM sería un impacto fulminante para él ¿O por el contrario, estaría dispuesta a dar seguridades e incluso comprometerse con integrar de conjunto el próximo gobierno, gane quien gane, a cambio de su habilitación y la normalización política progresiva? Esto sería un proceso de cambio, pero ha debido plantearse hace tiempo, hace dos o tres años, generar un nuevo tipo de relación entre ambos polos, pero no se hizo y ojalá no sea tarde. Y quienes lo intentaron han tenido dificultades para convertirse en referencia. El escenario catastrófico para el gobierno del Venezuela sería verse obligado ceder el poder sin un sistema de garantías, porque significaría un derrumbamiento de todo sin acuerdos previos de justicia transicional. Daniel Ortega marca una nueva pauta que debe estudiarse, porque la dictadura en un pequeño país de modesto peso geopolítico, que ha retado al gobierno americano, encarcelado figuras de la Iglesia, apelado a la barbarie de privar de nacionalidad a personas influyentes, no ha producido ningún cambio de régimen. Hemos escrito que en el Nuevo Orden Mundial la democracia ha dejado de ser un valor dominante en las relaciones internacionales y da protección a experimentos autoritarios.

7.Es impensable que el PSUV cambie voluntariamente la presidencia del país por calabozos y he visto mucha inexplicable alegría por la apertura-prosecución de un juicio en la Corte Penal Internacional, cosa que por el contrario percibo como la entronización de su gobierno. Las “celebraciones” me convencen de que manejan su política exterior con criterio infantil (en sentido freudiano, búsqueda de satisfacción inmediata), no han llegado al uso de razón política y no queda más que lamentarlo. El juicio atornilla al gobierno porque los militares y los dirigentes del PSUV, parlamentarios, gobernadores y hasta alcaldes, están existencialmente comprometidos en defender el poder con uñas y dientes, amenazados por caída y mesa limpia. Desde hace muchos años planteo que no hay que asustar a quien tiene las armas en la mano, sino acordar un pacto de gobernabilidad con el actual gobierno, que le garantice seguridades para entregar el poder. Por el contrario, mientras la amenaza impere, lo gobierno luchara por perpetuarse hasta las últimas consecuencias. Otra parte de la oposición el G4 o G3, tendería a agruparse alrededor de otra candidatura, tal vez la de Manuel Rosales, quien ha sido cauteloso en esta controversia. La Mesa Democrática seguramente lanzará algún candidato, y hasta ahora se mantienen las candidaturas de Rausseo, AD y COPEI.

8. Rómulo Betancourt en Venezuela política y petróleo, aduce que la caída de Rómulo Gallegos en 1948, obedeció a la amenaza contra los hombres del “antiguo régimen”. De hecho, los abusos contra Arturo Uslar Pietri contribuyen a explicarnos su odio eterno contra la democracia que lo hizo conspirar para destruirla también a partir de 1989. Es muy cuesta arriba creer que el PSUV va a cambiar ministerios por calabozos. El destino de las primarias está en manos del TSJ y el CNE Escapado de su prisión en Elba en 1815, Napoleón avanza desde el sur hacia París con dos decenas de hombres, mientras los titulares de prensa anuncian que “el monstruo se ha escapado”. En la medida que avanzaba, crecía en fervor popular, pero a él eso no le importaba tanto como la reacción de los militares. Enviaron a reprimirlo al Mariscal Michel Ney, el James Bond del ejército francés, herido muchas veces, pero siempre triunfador “el más valiente de los valientes”. Ney era entrañable amigo de Napoleón, quien lo había promovido a Mariscal. El ejército se definió por ambos, entran triunfalmente en París y los medios titulaban ahora “regresa el emperador”, pero poco duró. Eso fue un cisne negro o azul, que no deja de estar planteado si trae el sentido de la realidad.

@CarlosRaulHer

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¿Siempre tendremos París?

Carlos Raúl Hernández

La insurrección delincuencial en Francia que amenaza al resto de Europa, evidencia la des-civilización, la dystaxia de Aristóteles, una intensa decadencia global de las instituciones. Para él, la ley y la democracia griega sucumbieron a la disolvente demagogia, hoy de regreso. El futuro luce como Los Angeles de Blade Runner, la película de Scott, ruina en medio de hordas de lumpenproletariat extranjeros. La nueva demagogia, la posmodernidad o posmarxismo de la Agenda 2030, propone organizar la sociedad en base a “no tendrás nada y serás feliz”, otra vez socialismo. Por mover dos años la edad de jubilación, en meses anteriores Francia vivió el primer acto del drama, lo que indica porqué Europa es incapaz de reformar su maquinaria económica, a la que China dejó atrás en 20 años. Al otro lado del océano, la dystaxia también devora a USA y sus estados de punta sucumben a la improductividad, el fentanilo y el populismo. El Estado de Bienestar europeo vivía gracias al subsidio de energía rusa y manufacturas chinas baratas, pero en un acto suicida, se metió en una guerra para quedarse sin ellas, sin Ucrania y de paso, sin viabilidad estratégica.

Los efectos de la guerra de Ucrania abrieron la jaula de los demonios, cambiaron la correlación política mundial e invocan fenómenos aún por estudiar, como la alianza ornitorrinco entre el gran capital y la izquierda, que luego del “julio francés” parece fracasada. Ejemplo es Podemos en España, la ultra izquierda en ejercicio de un ministerio para la Agenda 2030, promovida desde el foro de Davos, quintaesencia de las altas finanzas mundiales. Ante los medianos partidos centristas europeos, incapaces de desarrollar un cambio, y la desaparición de estadistas, los capitostes financieros de la 2030 buscan a la extrema izquierda, donde y cuando ella esté dispuesta. Aunque sería paranoico suponer que la élite exquisita de Davos comparta las sicóticas tesis de Millet, Guatarí, Foucault o Deleuze, seducen a la ultra para desbaratar el orden socialdemócrata global, basado en las clases medias, la propiedad familiar y convencerlas de la fantasía de que “no tendrás nada y serás feliz”. El “ambientalismo” justifica la lucha contra los hidrocarburos, y la sociedad del leasing, sustituirá la sociedad de consumo, desde viviendas hasta teléfonos celulares.

La propiedad-mantenimiento de autos eléctricos será tan cara que renunciaremos a ello y los alquilaremos para traslados concretos, como un taxi. Me parece necia la teoría de la conspiración porque los laboratorios políticos suelen estrellarse con demasiada frecuencia contra el sentido común. La gente normal que estudia, trabaja, produce para su hogar, sí necesita las instituciones y desea una sociedad ordenada y tranquila. Lo asombroso es que la defensa del caos posmo, la pedofilia, el odio a lo masculino, el exhibicionismo sexual, los striptease frente a colegios, la inmigración masiva e indiscriminada, la ghettización de las ciudades, la promueven los centristas del pasado. Eso lo comprendieron Giorgia Meloni, Ulf Kristersson, Feijoo-Ayuso, Le Pen- Marechal, Petteri Orpo, Alice Weidel -ojalá Ronald DeSantis-, abandonan los extremismos y corren al centro, donde están la gente normal y los votos. La revolución comenzó su cambio de piel durante los 70 con Marcuse, Foucault, Sartre, Beauvoir, Firestone, al descubrir que la familia proletaria era eutáxica; por lo tanto, solo subvertirían el orden los antisociales, delincuentes, drogadictos, vagos, resentidos, tal como en EE. UU y Europa, según la doctrina woke.

Francia importó un gigantesco e indiscriminado ejército industrial de inmigrantes, una fuerza alóctona fallida. Los defensores del levantamiento criminal excusan lo ocurrido por una muerte a manos de la policía, que nunca debió suceder, pero el vandalismo y la destrucción masiva no son justificables. Más allá de lo episódico, remarca lo que ya se sabe por imanes y ayatolas: que los inmigrantes musulmanes son enemigos de la sociedad abierta y sus valores, no están integrados y no se integrarán jamás. Sobre esto reflexionó hace tiempo el entonces rey de Marruecos Hassan II, desaparecido en 1999 y padre de Mohamed VI, el actual monarca. Declaró a Anne Sinclair sobre los esbozos del plan de absorción de los musulmanes por Europa: “- (H.II) … los marroquís nunca serán franceses o serán malos franceses -(AS) ¿nos estás desanimando? - (H.II) los desanimo con respecto a los míos, que conozco bien. Distinto si fueran europeos, identificados con la misma cultura y la religión. El intento de absorverlos fallará”. Un estudio en escuelas francesas para hijos de inmigrantes, que vivían en ghettos, indica que 96% se sentían argelinos, marroquís o tunecinos, no franceses.

La actitud progre frente a la violencia étnica es previsible por su fanatismo torcido y brumoso, pero asombra que consigan méritos al asalto masivo y bárbaro de quienes recibieron protección al huír de terribles sistemas de vida y tiranías degeneradas en sus países de origen. Justifican los crímenes contra los ciudadanos inocentes y el ambiente que los recibió. En 2014 un musulmán de apellido Nzohabonayo asesinó tres policías en Tours. En 2015, islámicos atacaron la revista humorística parisina Charlie Hebdó, una masacre de 12 personas. El mismo año Ahmeh Ghiam mata al ciudadano Aurelie Chatelan y prepara operación contra una misa en la iglesia de Villejuif. A un empresario francés de apellido Hervé, lo asesinan sus empleados y uno de ellos, Yassin Salhi, cuelga la cabeza de una valla. Un musulmán de Mali secuestró y mató a los comensales en un restaurant khoser. Antes de morir declaró que obedecía las órdenes del Estado Islámico. El 13 de noviembre se produce un episodio estremecedor: terroristas suicidas del mismo Estado Islámico tirotearon civiles a mansalva en varios cafés, el Estadio de Francia, el Teatro Bataclan, un genocidio de 131 personas.

En 2016 el terrorista Larossi Abdalla asesina dos policías a puñaladas y ofrece el sacrificio a Alá en video de la Web, en el que declara “vamos a hacer de Europa un cementerio”. Un grupo de ciudadanos sufrió ataque a puñaladas por un fanático con cinturón de explosivos falso. El 14 de julio de ese año, Mohamed Bouhlel lanzó un camión de 20 toneladas contra una multitud que celebraba el Día de Francia causando 86 muertos y más de 400 heridos. En 2017, tres policías recibieron disparos de terroristas islámicos en los Campos Elíseos y murió uno de ellos. Poco tiempo después mueren apuñaladas dos mujeres en el metro de Marsella (silencio feminazi). En 2018 Redouane Ladkim toma rehenes en un supermercado, asesinó 4 personas e hirió 15. En 2020 decapitan un maestro en la banlieu parisina por enseñar sobre libertad de expresión. Poco después asesinaron a tres personas en una iglesia de Niza. En 2021, otro islamista degolló a una mujer policía con el grito de “Alá es grande” (silencio feminazi). Poco después Cherif Chekatt asesina 5 personas en un mercado navideño de Estrasburgo. En 2022 un yihadista asestó diez puñaladas en la garganta de un hombre que llevaba sus hijos al colegio, lo que comprueba la grandeza de Alá, según gritó.

En octubre de 2022, a una niña de 12 años, Lola, la secuestra una argelina, muere bajo tortura, agresiones sexuales y abandonan su cadáver descuartizado en una maleta (silencio feminazi). En julio de 2023 otro acuchilló a 6 personas en el metro de París también para demostrar “que Alá es grande”. Hace un mes un libio apuñaló a cuatro niños en sus cunas y dos adultos en la paradisíaca Annecy. Hoy la insurgencia musulmana, respaldada por terroristas de Antifa y progres globales, anuncia “un nuevo holocausto”, que no debe entusiasmar mucho a los israelíes. Las inmigrantes disfrutan de viviendas y educación gratuitas, viven de las ayudas públicas por variados conceptos, lo que crea “síndrome del bienestar”, carencia de estímulos para superarse, un ejército de malentretenidos. Tienen todas las oportunidades, pero ningún interés en aprovecharlas porque el sistema, al que odian, los mantiene satisfechos. En esta aterradora secuencia que referimos desde 2014, nadie ha visto turbas de franceses con antorchas incendiar y saquear barrios musulmanes, ni lincharlos, destruir sus casas, ni apuñalarlos o apalearlos en las calles.

En Canadá hace un par de años, turbas sicóticas incendiaron iglesias católicas al enterarse de un cementerio clandestino de niños indígenas “asesinados por curas”. Luego nos enteramos de que era una canallada, una fake history, pero el apoyo recibido por fanáticos sirvió para testear la monstruosidad humana y dudar de la civilización. Si seguimos la letra de los cabezas de ñema progre, el salvajismo político siempre es la reacción comprensible, -igual pensaban los nazis- pero por ventura las instituciones en Francia, Canadá, Bélgica, Suiza, Italia aún no actúan según esa directriz. Lamentablemente, la amoralidad no permite a los multiculturaristas, posmos, ni al feminazismo, decir una palabra crítica al respecto, ni sobre los infamantes e inhumanos tratos que reciben las mujeres en los ghettos en que se convirtió la banlieu parisina y los barrios de Europa. Sus actos los supervisan hombres de la familia, que pueden pegarles, no las dejan salir a la calle, deben vestirse con ridículas batolas y velos, con posibilidades de que las mutilan sexualmente. Los posmo no abren la jeta sobre este drama, y cuando lo hacen es para justificarlo.

(Quiero agradecer en retrospectiva a mis queridísimas amigas, Elizabeth Tinoco y Alicia Alonso, por interponerse entre dos facinerosos de estos, que querían guardar sus cuchillos en mí. Gracias por su coraje excepcional puedo contarlo. Esto ocurrió en una de mis ciudades más queridas, década atrás).

@CarlosRaulHer

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El retorno de los brujos 2030

Carlos Raúl Hernández

Hemos vivido y seguimos viviendo la era de la ingeniería social, la acción consciente y reflexiva para incidir en las relaciones, la estructura y la vida de la sociedad desde centros de decisión, particularmente del Estado. El concepto nació en los EE. UU durante el siglo XIX y lo desarrolló en el siguiente Karl Popper con su monumental obra La sociedad abierta y sus enemigos (1945), donde sostiene que hay dos ideas antagónicas de la ingeniería social. La que la concibe como atributo ínsito de las élites revolucionarias para implantar “la nueva civilización”, “cambiar de raíz la humanidad”, “la marcha de la historia”, y otros modestos objetivos, llamada ingeniería social holística. Ella permitió que hasta finales del siglo XX gran parte de la humanidad estuviera regida por regímenes totalitarios que fracasaron. Esa ideología la había instaurado Marx, y su resultado, el socialismo-comunismo que consideraba “inevitable”, daba derecho a los revolucionarios “representantes el bien y la justicia”, para tomar el poder por la fuerza, por las armas, sin consultar y destruir “la vieja sociedad”. No necesitaban aprobación para eliminar las formas explotadoras de vida creadas durante milenios: la propiedad, la democracia, la libertad, la religión, los partidos, los sindicatos; y asaltaban el cielo para implantar la educación revolucionaria, la nueva moral, destruir la familia burguesa y establecer tiranías para “hacer la revolución” y crear “el hombre nuevo”.

El valor en plata de la retórica se aprecia en que luego del triunfo bolchevique, se elige una “constituyente” con la conocida prédica mística jacobina: el pueblo sagrado,” la voluntad popular, el nacimiento de una nueva nación; pero como perdieron ridículamente (25%), Lenin se pasó por el bigote los “derechos imprescriptibles y disolvió aquel monumento de la soberanía. En el extremo antagónico se coloca la ingeniería social fragmentaria que usa las reformas parciales como elemento para el mantenimiento de la sociedad civilizada, en diálogo permanente con ella. El derecho, la división político territorial de los países, la soberanía, las instituciones, las políticas públicas, fiscales y monetarias, son producto de decisiones estatales que dan forma a la sociedad moderna. Parte de la presencia del Estado para crear, mantener y mejorar la convivencia en la combinación de socialdemocracia y liberalismo político y alguien decía que la única forma de que este último se efectivo en la política real es la socialdemocracia. Los liberales, están aherrojados a la existencia de tres poderes públicos independientes, a diferencia del anarcoliberalismo, los libertarios, anarquistas “de derecha”, utópicos que aspiran a una sociedad carente de Estado, un sinsentido absoluto que no entiende muy bien lo que dice.

Quienes llegan al poder se colocan entre estructuras de gobierno, y por partidarios de la democracia amplia, la libertad y la economía abierta que sean, ejercerlas, desregular la economía, imponer la competencia y mantener todo en funcionamiento, es posible por la acción del Estado incluso en sentido hobbesiano. La sociedad autorregulada sin gobierno es una supra utopía compartida por el marxismo clásico, anarquistas y anarcoliberales. Hoy surge un totalitarismo suave y gradual. Quien quiera asumir una tarea de Sísifo, leer la Agenda 2030, enfrentará un texto frío como un pescado, burocrático, sin vida, frente al que la mente se distrae y huye recurrentemente. En los momentos que se logra la casi inasible concentración, se toma la mano de una criatura muerta, formado por 17 “objetivos” que por su inexpresividad, vacuidad e infantilismo no merecerían ni siquiera discutirse ¿Quién podría estar en desacuerdo con desterrar el hambre, “la desigualdad”, “preservar la naturaleza”; con agua potable, alimentación suficiente y balanceada, viviendas cómodas, educación gratuita y de calidad para todos, y que plantas y animales crezcan como en el jardín del Edén?¿O con que la humanidad sea un jardín con ríos de leche y miel en abundancia.

Redactado por adultos curtidos, la única razón de ser de un texto así es presentarlo como un rebaño de pieles de oveja. Por eso muchos gobiernos y personas creyeron firmar una declaración anodina más, como los precursores Objetivos del Milenio, y nadie, salvo sus maquiavélicos propulsores, deben haberla leído. Pero en sus 169 metas, redactadas también de manera que su lectura podría llevar al suicidio por desesperación a una ostra, se plasma una cantidad tal de esperpentos que parecen la versión escrita en un sanatorio mental de 1984, Un mundo feliz y Fahrenheit 451. Es la Agenda para marchar hacia la distopía, en pos de un mundo suavemente totalitario, y su consigna parece emanada del hermano mayor orwelliano, “no tendrás nada y serás feliz”. Se propone cambiar el mundo sin violencia, sin amenazas, ni provocar oposiciones, un texto “que se hace el muerto para coger zamuro vivo” y lo logra magistralmente hasta ahora. La imposibilidad, inanidad, inocuidad, aparentes de la Agenda están concebidas para que los lectores la firmen entre bostezos. La burocracia posmoderna de las Naciones Unidas consigue una carta aval para presentarse en todos los rincones del mundo, como en escuelas de los caseríos del estado Cojedes, en las que fija carteleras que favorecen la pederastia e informar sobre el advenimiento de 43 “géneros”.

Más pública sería imposible y no es una conspiración, sino una decisión bien presentada y concebida con maestría política. Es una nueva constitución global, por encima de las nacionales, que permite a los burócratas reglamentar y administrar la libertad y la democracia en el mundo, meterse en la cama de la gente para decirles qué es correcto y qué no, o que el sexo con niños está muy bien si ellos consienten. Esta supra constitución 2030 está ejerciendo paulatinamente el gobierno en Europa y decide que las fresas del sur de España no deben producirse, ni varios cultivos holandeses mientras comienzan a desterrar la ganadería, a destruir represas para restaurar los bosques, así como producir “energías limpias” y autos eléctricos que pueden ser más bien Frankenstein (volveremos sobre esto) La agenda tiende al regreso de sociedades confesionales, anatemas contra las heterodoxias, con temas que no se pueden discutir, so pena de excomunión (antaño cárcel o muerte) y muerte civil. Eso revela que, pese al avance científico técnico, la tendencia al fanatismo y la superstición permanecen invariables en la condición humana Ese retorno del oscurantismo llama cancelación y negacionista, el mote posmoderno para la antigua herejía.

Todo saber científico nace polémico y Darwin escribió que “la única manera de cerrar un debate científico es mantenerlo abierto” pero el ambiente castiga la discusión sobre las tesis canónicas posmo. El progresismo indujo a creer que los fenómenos climáticos, propio de todas las edades del planeta por millones de años, es producto de la acción del hombre en la sociedad industrial, la “antropogenia” del “calentamiento global”, pese a que hay un amplio contingente de científicos que desmienten esta teoría, a los que los medios llaman “negacionistas” y por lo tanto eliminan del debate público. Montañas de estudios sobre la violencia demuestran que 80% de las víctimas de asesinatos son hombres (sube a 93% al incluir las guerras), pero se hace predominar la impresión de que hay una matanza masiva de mujeres; 74% de la violencia de parejas es entre homosexuales masculinos, 21% entre parejas hetero y apenas 5% entre parejas lesbianas, pero las investigaciones que lo demuestran están silenciadas por “negacionismo de violencia de género”. Pese a la montaña de evidencia científica sobre la necesidad de ingerir proteínas animales, lo que hizo posible la evolución del cerebro de los homínidos al hombre, la Agenda 2030 busca atrofiar la producción y el consumo de carne, para producir “carne artificial”, así como proyectan producir proteínas de los insectos, todo traducido en grandes negocios free.

La cancelación surge en las entretelas de las instituciones para lisiar el sistema de vida democrático. Los incorrectos o negacionistas merecen menoscabar sus expresiones, cátedras, pensamiento, a nombre de la democracia de lobbies fanáticos: hipersexualistas, animalistas, ambientalistas, pederastas, usurpadores del feminismo. Una religión laica inmisericorde, con 17 mandamientos sin perdón, para todo aquél que no sea y no haya sido progresista, que cazadora de culpables. Cicerón se refirió a la damnatio memoriae, dañar la memoria, incluso en las lápidas de los cementerios. Una especie de calvinismo redivivo, un puritanismo que viene a rescatar de la perdición hetero a una sociedad rendida por la tolerancia católica. Estos neocalvinistas dan risa y sobrecogen con sus autojustificaciones para castigar males inexistentes o residuales, que reviven en su imaginación: patriarcalismo, misoginia, transfobia, plumofobia, homofobia, gordofobia y demás imbecilidades, expresión de graves desarreglos emocionales en quien las profiere. Higinio Marín, un teólogo español, demuestra conocer la condición humana, cuando dice que “quien gobierna lo que debes decir, gobierna también lo que debes pensar, lo que debes desear y lo que debes sentir; y está modificando los patrones humanos de fijación del deseo”. Ya se prohíbe la seducción, y la heterosexualidad es casi delictiva para los lobbies. En la Londres de Winston de 1984, el amor estaba estrictamente prohibido y solo se podían tener relaciones sexuales mecánicas sin ese componente perturbador.

@CarlosRaulHer

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Carrera de sacos

Carlos Raúl Hernández

Como en la novela de Juan Rulfo unos fantasmas intrigan contra otros fantasmas que deambulan sin saber que lo son, en una zona espectral, tierra de nadie entre la vida y la muerte. Juan Preciado viaja por las inmensas soledades buscando a Pedro Paramo, su padre y pregunta por él a un carretero que se consigue en el camino, pero que también estaba muerto mucho tiempo antes y resulta igualmente hijo de Pedro Páramo. Si las voces furtivas que traía el viento de Comala pertenecían a espíritus que vagaban en la tristeza de sus sueños irrealizados, traiciones, dolores, amores perdidos, en la nueva versión los ecos de ultratumba hablan de la asamblea legítimaaaa, “si o siiiii”, ya falta pocooo, colaboracionistassss, alacraaaanes, gobierno interinooo, cuántos millones me tocannnn. Es el burlesque espectral de un presidente que nunca existió, el vicepresidente, sus adulantes, estrategas y las correspondientes intrigas cortesanas. 2019, “el año que vivimos en peligro”, suena demasiado remoto para la memoria de espíritus que no quieren recordar. Decían “solos no podemosss”, imploraban a Trump que asfixiara económicamente a los venezolanos, que invadiera, pero misteriosamente no notaban el detalle: tenían el poder en las manos.

Como Bruce Willis en su clásico Sexto sentido, no se daban cuenta de que en el mundo real el gobierno estaba dispuesto a dar pasos atrás si le otorgaban garantías necesarias. Y no se trata de alguna “sutil” hermenéutica que hicimos entonces, sino de lo que declaraban los líderes del PSUV en los periódicos, obviamente por mandato superior. Tampoco sabían las implicaciones de pedir el quiebre de las instituciones, a lo que seguiría, según sus deseos, intervención de los marines o “del TIAR”. Un grupo humano que no se da cuenta de eso, merece el destino que le correspondió. La ausencia de sentido de la realidad y de integridad les hacía desear que en el país lloviera muerte y sangre, no café. El gobierno estaba dispuesto a negociar en condiciones adversas, con un adversario que contaba con casi 80% de la opinión a su favor, pero con 100% de torpeza. Difícil de olvidar un hecho por su extravagancia: ante la propuesta de negociar del gobierno, un ciudadano, famoso por participar en todas las burradas de los últimos 40 años, al que para su perdición escuchaban los “interinos”, lanzó la frase histórica: “solo negociaremos con Maduro qué comerá en el avión del exilio”.

Las “generaciones” de 1998 y 2007 fracasan, después de intentar las memeces más estrafalarias, insurrecciones civiles, calle y más calle, hora cero, golpes de Estado, invasiones extranjeras, parodias como Gedeón. Decidieron que “estaba cerrada la vía electoral” para unas elecciones en las que a su favor podían estar 7 de cada 10 votantes, acompañados por 58 países y el gobierno de EE. UU. Evidentemente “no había condiciones” pero dentro de sus cabezas. Finalmente se dedicaron a aquello para lo que si tenían: descomponerse, contorsionarse, como figuras de Howard Lovecraf o Romero Ressendi. Los del 2007 ya desde esa fecha habían caído en las manos de quien se recordará como su maestro en las artes de tener supercamionetas, “beber 18” y corromperlos. Mefistófeles, a la sazón gerente de un medio de comunicación y uno de los principales responsables de los veintitantos años de fracaso. Luego de boicotear una negociación en Santo Domingo favorable para sus propios fines, se abstienen en 2018 y dedican 2019 a toda suerte de animaladas y a pasear por el país, diría André Bretón, “como ratones en un ratódromo”, sin salida, porque seguían negados a ir a elecciones, nuevo y terrible gazapo que pagamos los venezolanos.

A partir de ahí vinieron los carnavales de Sodoma, Gomorra, Babilonia, Monómeros, Citgo, el oro, las cuentas corrientes confiscadas a Venezuela, puestas en manos de los aprendices de brujo por “matraca e’ loco”, su bienhechor. Si alguno de ellos tuviera, cariño por el sentido común, otra historia se contaría, pero conociéndolos, seguramente no sería de éxitos ¿Se imagina Ud. si “matraca e´ loco” volviera a ganar las elecciones en 2024, ¿dónde se meterán? El fracaso no tiene padres y los responsables del engendro interino, para asombro de quienes presencian el show, hoy disertan con fingido desprecio contra “los abstencionistas” y “radicales”, en la suposición de que la ciudadanía es amnésica. Luego de las euforias populares de 2015, cuando el país les entregó el alma, y de 2019, cuando volvió a hacerlo, quienes confiaron ayer hoy recusan a los responsables de tan estúpida tragedia. Se atraviesan los escombros de su propia destrucción y tampoco pueden hacer algo fructífero. En los debates de agrupaciones “alternativas” se aprecia que no hubo jamás mayor divorcio con las preocupaciones, necesidades y demandas de la gente común; viven en un mundo distinto de la realidad, en sus propias creaciones imaginarias que tienen sin cuidado a la gran mayoría.

El año pasado asistí a intercambios con un grupo de amigos dirigentes políticos sobre qué hacer frente al proceso electoral de 2024. En ellos dominaba la idea de convocar elecciones primarias para escoger el candidato de la oposición. Ante quienes tuvieron la amabilidad de oír mis desacuerdos, expuse que me parecía conveniente comenzar más bien por agrupar todas las fuerzas posibles, e iniciar un proceso intenso y extenso de recorridos por el país para recuperar la atención y la moral de combate de la ciudadanía. Citamos los ejemplos de la Concertación chilena, que lo hizo pese a espeluznantes odios internos empapados de sangre, y de Chávez, quien abrió un saco donde cupieron desde Douglas Bravo hasta Jorge Olavarría; pero no fueron útiles, porque no se valoraba la conveniencia de incorporar las otras oposiciones. Expresé que después de dos años de movilización a fondo por el país, a lo mejor –a lo mejor- no serían necesarias primarias y podría concluirse en otro método. Dudé y dudo de este método en períodos de indiferencia popular, porque si son cerradas, crean el problema político-comunicacional de reducir la participación, si son abiertas se hacen vulnerables desde afuera y recordé la experiencia de Eduardo Fernández y Oswaldo Álvarez.

Ante la idea de buscar entre media docena de métodos prácticos para escoger “el candidato”, uno que acercara factores y no dividiera de entrada, alguien afirmó, para dejar “constancia histórica” de su certitud “que si no son primarias tendrá que ser por carrera de sacos”. Me sentí estúpido por comprender en ese momento –y tarde- que no existía un ente al que podía llamarse oposición, que razonaba sin darme cuenta sobre una raza extinta y que lo correcto era hablar de oposiciones en plural. En meses posteriores otros invocaron la figura de lo que podemos llamar outsider endógeno, un extraño outsider que saliera de ellos mismos y las pasarelas se llenaron de aspirantes a ver si les calzaba la zapatilla de cristal. Un amigo cargaba la lista con cincuenta y tres precandidatos, contando aspirantes y outsiders. Pero no es lo mismo llamar al diablo que verlo, el outsider apareció entre centellas y truenos y varios se congelaron de miedo y asombro, porque, al parecer, las primarias terminarán cortando el pescuezo de los creadores, como Robespierre y la guillotina. Los datos conocidos dicen que entre 10% de los electores decididos a votar en las primarias, 83% lo harían por inesperadísimos outsiders.

Alexander Solzhhenitsyn en su novela Un día en la vida de Iván Denisovich, cuenta una extraña historia. Iván estaba dedicado febrilmente a la construcción. Desde muy temprano talaba madera, aserraba, lijaba, hacía tablas perfectamente simétricas, fundía hierro para hacer clavos y cuando se enfriaban, se concentraba en la gran estructura de madera. Luego picaba piedra y hacía mezcla para los muros de mampostería, todo con un energía desenfrenada e inagotable. Los demás prisioneros no entendían por qué se entregaba con tanto esfuerzo a construir la cárcel donde pagaría condena de diez años por un error judicial. Ganar las primarias legitimadas por el CNE hubiera sido el mayor éxito imaginable para el in-outsiderr aunque no se diera cuenta, precisamente por ser investido contracorriente, y un sorpasso catastrófico para los partidos promotores del evento. Y lo del CNE haría que Sherlock Holmes arrugara el entrecejo ante un crimen en el que todos son sospechosos, incluso las víctimas.

Ante la merienda unos se declaran vencedores (“te lo dije”), otros responden con vaselina sobre al affaire del CNE, particularmente los devoradores de alacranes, a los que el gobierno les quita un problemón de encima. Desde el año pasado rueda la posible renovación del CNE porque el gobierno piensa que su fracción podría ser canonizada más rápido que mi tío bisabuelo José Gregorio, llegó el momento de bajarlos de la nave espacial y cómo hubiera sido muy escandaloso suspender las primarias ante la emergencia del Gólem, todos de la mano optaron por complicarlas, convertirlas en “una merienda de canadienses” y espero que @JeanManinat no proceda contra mí por xenofobia, racismo (fascismo, heteropatriarcalismo, transfobia, misoginia, disforia, antitrasversalismo, anorexia y bulimia), etc. La merienda ya comienza porque un connotado miembro de la comisión de primarias anunció que serían autogestionarias (modelo yugoeslavo) y otro aboga por el consenso (modelo cubano).

@CarlosRaulHer

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Sociología de los totalitarismos

Carlos Raúl Hernández

Entre los totalitarismos de “derecha” e “izquierda” del siglo XX, hay demasiados claro oscuros que dificultan diferenciarlos y la teoría académica, en ocasiones inventa diferencias radicales entre ellos. Eso no corresponde a la realidad sino a la orientación política o ideológica de los autores para concluir que hay totalitarismos malos (Hitler) y totalitarismos buenos (Stalin). Algunos incluso niegan que la categoría misma de totalitarismo sea válida, para no afectar sistemas políticos de su agrado. Aunque no podemos aquí adentrarnos en esta controversia, las investigaciones conducen a la siguiente hipótesis: entre nazismo y comunismo es difícil hallar diferencias institucionales o éticas y más bien tienen demasiados puntos en común, que se ignoran deliberadamente. Gracias a la obra del insospechable historiador marxista Isaac Deutscher sobre la revolución soviética, y del no menos monumental británico Alan Bullock sobre el nacionalsocialismo, puede concluirse que son hermanos gemelos. La diferencia consiste en que uno murió trágicamente en la segunda guerra por el suicidio invasor de Hitler y el otro 40 años después, de muerte natural.

Pero si Trotsky y su ultrosa revolución permanente se impusieran a Stalin y al socialismo en un solo país, probablemente la URSS hubiera corrido suerte parecida. Solo sé de horrores en ambos totalitarismos sin virtud y no veo diferencias entre los que murieron en genocidios o torturas a nombre de la raza superior y los que lo hicieron a manos de conserjes de la clase obrera. El laborioso estudio de Ernst Nolte sobre el fascismo italiano, enseña que Mussolini fue apenas un primo de la familia integrada por Hitler, Stalin, (Mao, Pol Pot, Fidel). Hace ya algún tiempo me convenció de eso un trabajo de Francesco Filippi quien paradójicamente hace un gran esfuerzo para incluir a Mussolini en las grandes ligas del crimen político sin lograrlo, -no sé si llega a Triple AAA- titulado irónicamente Mussolini hizo también cosas buenas. No logro ubicar “dictadores buenos”, pero Il Duce termina pareciéndose más bien a Vargas, Perón o Velasco Alvarado y no corre en las 500 millas de Indianápolis con los mencionados. En la segunda década del siglo XX es el ascenso del ogro antidemocrático bifronte de izquierda y de derecha, el bolchevismo internacional, el fascismo-nacionalsocialismo, con varias paradojas.

Una es que se identifican a Hitler y Mussolini bajo el termino fascismo, aunque son diferentes y otra es que el “escuadrismo”, la política en manos de aporreadores de calle, la practicaban entonces por igual la izquierda y la derecha revolucionarias y era “lo normal”. Durante el ascenso nazi había unos cinco millones de militantes armados y uniformados sueltos en las calles, los freikorps: el Frente Rojo de Combate, la Liga de Lucha, la Orden de los Jóvenes Alemanes, Bandera Imperial, Frente de Hierro, Cascos de Acero, las SA. Casi todos los partidos tenían sus propios paramilitares para sobrevivir en aquel mundo feroz. Por mucho tiempo me valí de la explicación de Gramsci, complejísiimos vericuetos de historicismo y lucha de clases, “nueva etapa del capitalismo”, conflictos entre la fracción industrial y los terratenientes. Hoy lo veo menos complicado, como la confrontación entre dos extremismos y el triunfo de uno. Aunque el término “estado totalitario” es creación de Mussolini, él nunca pudo acercarse a las exquisiteces de sus pares.

Definir el fascismo se complica porque no hay ninguna política económica específicamente suya y el dirigismo, el centralismo y la estatización que practicaron sus líderes era bastante parecida por no decir idéntica a la de sus oponentes “de época”. Eso hace que el propio Keynes, quien formaliza la teoría del intervencionismo, elogie a Mussolini y lo califique de keynesiano. Mussolini a su vez dice que “el fascismo concuerda enteramente con Mr. Maynard Keynes, a pesar de su supuesta posición liberal. De hecho, su excelente y breve libro, El fin del laissez-faire (1926) puede servir como un útil resumen de la economía fascista y no hay nada que objetarle y mucho que aplaudir. Son premisas fascistas químicamente puras”. Roosevelt ejerce un autoritarismo estatista blando que monopoliza las decisiones sobre economía y deseca al Congreso, al extremo que recibió un particular elogio. El periódico nazi Observador Popular, destaca que Roosevelt adopta el pensamiento nacionalsocialista en sus políticas económicas y sociales y celebra “el estilo de liderazgo del presidente Roosevelt, compatible con los principios del führer”.

San Mahatma Gandhi aconseja a los judíos “invitar a Hitler y Mussolini a que tomen todo lo que quieran de sus países. Si ellos quieren ocupar sus casas, váyanse de ellas”. Tampoco el ejercicio despótico del poder es patrimonio del fascismo, sino de otras formas de dictadura tan o más crueles. Tal vez lo que se parece más a un elemento definitorio del fascismo es esencialmente el escuadrismo, la violencia callejera, paramilitar, parapolicial o civil contra los demás partidos, corrientes u opiniones, más allá de que lo ejerza la izquierda o la derecha. Es lo que sugirió Umberto Eco en un conocido ensayo. La idea de impedir con cachiporras y aceite de ricino la difusión de las ideas de los oponentes. Hoy lo tenemos desde 2011 en España durante los prolegómenos de Podemos, y Pablo Iglesias lo presenta como una “forma nueva de democracia” de su creación. La nueva modalidad es acusar a mansalva de “fascistas” y de “extrema derecha” fuerzas que están muy lejos de serlo, Partido Popular y Vox, que nunca han encabezado tumultos contra personalidades públicas y que las han soportado con paciencia asiática.

Los denominados escraches, impiden presentaciones de libros, espectáculos, conferencias, “cancelan” personas, usan ferocidad verbal, y degradan personalmente a sus víctimas. Pablo Iglesias: “los escraches son mecanismos democráticos para que los responsables de la crisis sientan… sus consecuencias” y “los escraches han democratizado el debate político al interpelar a las élites. Son el jarabe democrático de los de abajo”. Juan Carlos Monedero, “adelante: el escrache es democrático”. Yolanda Díaz: “los escraches son la única arma que tienen los que sufren la crisis para defenderse”. Irene Montero “escrache no es acoso. Es interpelar a los diputados para que hablen con nosotros”. Ahora las cosas se dieron vuelta, que no tienen los besos del electorado, la semilla se multiplicó y comenzaron a recibir sus bumerangs. En 2017 grupos ultra de España 2000 se plantaron frente a la casa de la vicepresidenta de las cortes valencianas, Mónica Oltras, cantando el himno nacional y ella declaró que “se organizaba el fascismo”.

En 2018 una turba usa contra a Pablo Iglesias el jarabe democrático y lo obliga a huir de la presentación de un libro en Barcelona; junto con Irene Montero sufrieron repetidos repudios frente a su casa en Galapagar. Pablo Echenique con la delicadeza intelectual y de espíritu que lo caracteriza, dijo que la sangre que sacó una pedrada de la ceja de una diputada de Vox “era Kétchup”. Hace un par de meses echaron a Montero de una asamblea de trabajadores en Murcia, acusándola de “parásito y vende obreros” … “¡sois un peligro para la mujer y para la infancia!”. Los integrantes de un grupo izquierdista llamado Frente Obrero, un par de años atrás escracharon a Pablo Iglesias y a Monedero, impidiéndoles intervenir en un foro en la Universidad Complutense. Hace unos días organizaron una especie funeral simbólico a las puertas de las cortes, coronas y ramos de flores “con motivo de la muerte de Podemos”, según declaró el joven ultroso Fermín Turías. Las velas alumbraban fotografías de Iglesias, Montero, Monedero, Belarra, Rodríguez Pam, Echenique, toda la plana mayor. Una de las tareas del nuevo gobierno debe ser desterrar el “fascismo” de la política y regresarla a la convivencia competitiva.

@CarlosRaulHer

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El Cafetal: razón, pasión, verdad…

Carlos Raúl Hernández

Según Max Weber, ejercer ciencia social y política al mismo tiempo obliga a inclinarse frente a una de las dos, porque la primera busca la verdad y la otra, votos. El autor distingue ciencia de lo que llamamos ideología, el conocimiento (episteme) que filtra las ideas por un complejo laboratorio intelectual, de las opiniones (doxa) que aunque generalizadas, carecen de validez conceptual. La doxa, idea común, ideología asociada a prejuicio, tiene valor provisional solo mientras indica un camino para la reflexión que la confirma o desecha. La “teoría” de Marx son toscas preconcepciones que él no testea, no examinar si la realidad las niega y mete a la fuerza en el carril. En las elecciones españolas, el electorado votó por PP y PSOE y con precisión quirúrgica borra a Podemos por su poscomunismo, pero ellos concluyen que eso ocurrió porque no fueron suficientemente radicales. Alguien decía que cincuenta sabios no convencen a un idiota. Las clases medias, líderes sociales, administran la doxa y procesan la política con lo que el humor local llamó el síndrome “doñita de El Cafetal”: dictaminar sobre fenómenos complejos con simplismos, prejuicios, emociones y horror, cuya esencia es la lucha entre el bien y el mal y el maniqueísmo metodológico imposibilita comprender, caso de Marx.

Los contemporáneos de Weber, como su paisano Leo Strauss, no captan su revolucionario descubrimiento para la ciencia social, la neutralidad valorativa, porque era una ruptura demasiado drástica con la mentalidad de una época militante, muy teñida ideológicamente. Rechaza también a Karl Popper y señala más o menos escandalizado que Weber está cerca del nihilismo, y como un predicador, que la humanidad requiere de valores, “porque de lo contrario es libre de hacer cualquier desmán”, adoptando la lógica de la teología, la religión o la ética, paisajes distintos a la ciencia. La tesis de Strauss puede sonar bien pero su práctica no tanto. Dos casos son los memoristas europeos que rescribieron la historia de España con base en la leyenda negra, a la que nos hemos referido en esta columna. Y el estalinismo, que hizo la “historia proletaria” parte esencial del prolekult. Ahora surge el presentistmo, que enjuicia el pasado desde perspectivas seudo éticas actuales “de género”, étnicas y demás gafedades. Un ejemplo absolutamente contrario de esos batiburrillos ideológicos lo dio Time en una de sus últimas ediciones del lejano 1999, cuando escogió al hombre del milenio.

Se pensaba que estaría entre Colón, Leonardo, Magallanes, Armstrong, Einstein, Newton, Galileo, Darwin, Cervantes, Pasteur, u otro de esos epítomes de la ciencia y la cultura, pero el escogido fue un inesperado e incorrecto guerrero, Gengis Khan: la magnitud inconmensurable del hombre que comenzó como jefe de una familia entre miles en las estepas de Mongolia hasta crear el mayor imperio conocido, con China, Turquía, Irán, Irak, Turkestán, media Rusia, y creó el pasadizo para que Marco Polo viniera de occidente. En esa época bárbara, se recuerda su trato sofisticado y cálido hacia las mujeres, que narra la Historia secreta de los mongoles y se aplicaba en eso porque uno de cada doscientos humanos lleva hoy su sangre. La guerra de Ucrania es otro laboratorio útil para explicar el síndrome de El Cafetal. El megapoder de la alianza contra Rusia, crea un efecto comunicacional que hace casi imposible para las clases medias (consumidoras de prensa) digerir la avalancha de desinformación para saber lo que pasa. Que Ucrania y OTAN, por ejemplo, perdieron la guerra desde el primer día, porque para derrotar a una potencia nuclear no basta revolotear en sus fronteras, sino que necesitas una guerra ídem, pero del resultado nos enteraríamos en el otro mundo. Eso no lo entienden en el boulevard.

A Putin la divinidad lo premió enfrentándolo a los políticos más mediocres que conocen dos siglos y no a Mitterrand, De Gaulle, De Gásperi, Andreotti, Churchill, Helmut Kohl, Golda Meir o Billy Brand. En vez de Thatcher tuvo a Sanna Marin, caída heroicamente en la arena durante un feroz match de perreo. Las clases medias manejan sus epistemes profesionales, pero dictaminan sobre la política, disciplina fuera de sus áreas, porque son brillantes obstetras, ingenieros, arquitectos, abogados, pero no conocen sus entretelas, aunque crean lo contrario. Vale tanto la opinión de un microbiólogo sobre la guerra de Ucrania, como la de un ingeniero sobre trasplantes de válvula mitral. La política es un espacio intelectual doblemente especializado, pero según Gaston Bachelard, nos topamos banqueros, barberos o taxistas dados al “profetismo social”. No hace mucho un biólogo me argumentaba que su metódica disciplina para obtener el Ph. D lo aventajaba sobre políticos ignorantes para dirigir el país. Le comenté “que el presidente de todos los biólogos de Venezuela, los entomólogos, taxistas y neurocirujanos, es un político, siempre ha sido así y probablemente siempre lo será”.

Hace poco, fastidiado, dejó el país y debe estar en la República de Platón, gobernada por sabios. En algún momento se decía que “el país necesita un gerente”, pero también se fueron y el que cumplió la profecía duró 48 horas. La política es un arte, el oficio superior de los humanos, y requiere saberes enormemente complejos porque debe tomar actuar sobre situaciones en desarrollo y sobre la marcha. Por lo tanto, no es científica, y cada decisión es un reto al destino que combina voluntad, aptitud y azar, la Fortuna maquiavélica. Los políticos modernos se apoyan en estudios de economistas, politólogos, sociólogos, investigadores de opinión y marketing, y deben consultar antes de decidir, pero a veces las circunstancias no permiten deliberaciones profundas; y las respuestas deben ser convenientes, y con frecuencia en el peligroso límite de la verdad. Cuando hay tragedias colectivas, por ejemplo, terremotos, crisis con plantas nucleares, los gobernantes están obligados a dosificar la verdad para impedir males mayores, “mantener la calma” y administrar la gravedad de la situación.

Imagínese qué hubiera pasado si en la crisis de Fukushima, el gobierno declara “la verdad” (“esta vaina está a punto de explotar y no quedará ni el gato”) El hombre de acción debe apoyarse en el conocimiento, pero sus circunstancias son irrepetibles y por eso las experiencias pasadas que citan los científicos sociales son solo ilustrativas. La acción práctica altera la realidad, la red de fenómenos reales, lo práctico inerte que llama Sartre en Crítica de la razón dialéctica, e introduce elementos nuevos de consecuencias indeterminadas, porque solo hay previsibilidad científica en sucesiones de acontecimientos cuya monotonía probada permite formular leyes generales (el agua hierve a 100 grados, se congela a 0, V=E/T, el día tiene 24 horas, el cometa Haley…) En la política, por el contrario, las consecuencias son probabilísticas, azarosas y entra en acción el arma de rayos de la sabiduría política: la intuición, conocida como “olfato”, la versión ampliada del sentido político, que con frecuencia es contraria a lo obvio-convencional, al “cafetalismo”.

“Ver lo que todos ven y pensar lo que nadie piensa”. El sociólogo alemán Ulrich Beck intenta estudiar científicamente los imponderables y elaboró una teoría científica del riesgo, mientras a la vez marca distancia relativa con la tendencia de los sociólogos a ver el mundo como el reino del mal. Intenta aplicar el conocimiento al lado oscuro de la luna, a calcular lo imprevisto para “aislarlo y reducirlo”, para saber que está ahí y puede asaltarnos. De esta disciplina se nutren las empresas actuales y ha surgido desde, un lenguaje que se ha hecho común, Plan B, control de daños, siniestralidad, hasta las escaleras de emergencia en los edificios. Distingamos. El hombre que va con su familia en un auto a 180 k/h, corre un riesgo, pero ellos están en peligro. El primero es voluntario; el otro no. La sociedad moderna suaviza peligros seculares, la enfermedad, el hambre, la violencia, pero los riesgos permanecen porque la naturaleza es competitiva. Un político que no previene riegos es insensato, carente de sentido común, irresponsable, sacrifica la suerte de sus seguidores. Es el padre de familia, o la madre, que van a 180 k/h

Pero quienes llevan dos décadas cometiendo neuróticamente el mismo error, resaltemos de 2014 a 2023 (salvo participar en las elecciones de 2015) siguen haciéndolo sin despertarse y según las probabilidades, son goofies, no van a parar y no son confiables. Como en una comedia surrealista, después de 23 años ni siquiera espabilan para reivindicar el desastre provocado. Deberíamos aprender sobre “la contradicción de Platero”: la vida de un burro sirve para enseñar castellano. ¿Podrá alguna vez el burro ser caballo? Para estupefacción arguyen su “trayectoria de luchas”, emulando al médico que pone en su curriculum los 23 pacientes que se le murieron. Otra mojiganga, la justificación histórica para no rendir cuentas: “hicimos todo lo que pudimos”, “no podemos solos”, ni acompañados por “la alianza más grande de países desde la lucha contra Hitler”. Eso lo llama Weber crear la ilusión retrospectiva de causalidad. Los protagonistas que escriben su experiencia con decoro, Churchill, De Gaulle, Trotsky, Gramsci, Tony Blair, Shimon Peres, Mandela, cuetan aciertos y errores, seguramente maquillados, pero quienes pretenden vitaliciamente arruinar la existencia de los demás y reivindican con orgullo una secuencia de desgracias que destruyó la política, y revelan una fatuidad que difícilmente sobreviva ¿Qué dirán las doñas de El Cafetal?

@CarlosRaulHer

Sor Isabel Natividad o las trampas de la fe

Carlos Raúl Hernández

El 29 de mayo Pedro Sánchez convocó elecciones y tendrá en teoría dos caminos que trazan futuros antagónicos. Uno, el PSOE regresa al centro y gobierna con el PP, un viraje dramático que implica deslastrarse del fentanilo posmoderno, de quienes leyeron Sartre sin tener grado de bachiller, de la pederastia, el debate político sobre la regla, “el derecho al orgasmo”, y dedicarse a impulsar cambios económicos para sacar España del acantilado. Demuestra ser un hábil táctico para mantenerse en el poder. En desacuerdo con la abstención del partido en las cortes de 2016 para abrir paso a Mariano Rajoy, renuncia a conducirlo y luego a la diputación, arranca de cero, para regresar espectacularmente en 2017 a la secretaría general. Subestimarlo sería un error. Anticipa las elecciones para congelar disidencias en su partido, la eventual discusión de su liderazgo o primarias internas y mantiene el control para asegurar a sus amigos en el parlamento, porque, dicen los españoles “fuera de la política hace mucho frío”. Veamos algunos números electorales del domingo 28. El Partido Popular saca 7 millones de votos, 31,53%, y el PSOE 6.3 millones (28.11%), una ventaja de 761 mil (3.4%).

El PP mejora en 9 puntos con respecto a 2019, casi dos millones de votos, mientras el PSOE pierde 1 punto, 388 mil. Isabel Natividad Díaz Ayuso, el zenith del proceso con cerca de 1 millón 600 mil votos, 47.5%, casi triplica a su inmediato seguidor y tiene mayoría absoluta para gobernar, mientras desaparecen Ciudadanos y Podemos. El primero, un partido de futuro-anterior brillante (Bernard Shaw decía que le “importaba tanto el futuro de un hombre como el pasado de una mujer”) con las puertas abiertas del status, pero hace tiempo desahuciado por dos más que errores, traiciones: ayudan a defenestrar a Rajoy por “viveza. Y lo intentan con Ayuso, entonces su aliada, con una conspiración en la Asamblea de Madrid para revocarla y mientras ella escribe el decreto disolviendo la cámara -cómo Sánchez hoy- Ciudadanos en otra oficina escribe con la oposición el voto de censura-destitución contra ella, que llega 23 minutos después de disueltos. Coppola hubiera intercalado las dos secuencias entre los truenos de Caballería Rusticana de Mascagni y Sofía Coppola desplomada al final en brazos de su padre, con un tiro en el pecho. Los resultados hablan de la fortaleza del PP y del PSOE porque, aunque oscila el péndulo, preserva a los socialistas, pese a que lesionaron el tejido conjuntivo de la sociedad, económica, moral y culturalmente.

Fuenteovejuna fue precisa con el bisturí: extirpó a Podemos, liposuccionó a Vox hasta 10% y mantuvo firme la base del PSOE, luego de que abandonara el hogar “con un extraño de pelo largo”. No tuvo una caída catastrófica y los electores desde abajo replantean el bipartidismo, mientras Feijóo y algunos factores de poder lo hacen políticamente. En el triunfo del PP confluyen virtuosamente el sentido político, la intuición de Alberto Núñez Feijóo y el carisma polimorfo y arrollador de Ayuso. Hay que prevenirse de las inquinas que trafican con el odio a la presidente de Madrid, en la tónica disparatada de “Ayuso ganó porque es una madrileña típica” (salvo en un mundo de idiotas, eso sería un defecto en Kabul o Kamchaka pero no creo que en Madrid). Almas en el purgatorio de la envidia asocian la marea azul con trumpismo mayamero, porque Díaz Ayuso despierta pasiones, pero sorprende que su peor enemigo sea la comparsa feminazi, seguramente porque no se victimiza, se abrió paso en un mundo masculino, rudo y no necesitó cuotas.

El feminazismo debe cuidarse de ser yeyuno-parlante. Un ejemplo esplendoroso de lo que los españoles si rechazaron en las urnas, lo revela Emiliano García-Page del PSOE, presidente de Castilla-La Mancha, quien obtuvo su tercer triunfo y no sucumbió a la debacle general, por desmarcarse enfáticamente en su gestión de las extravagancias de Podemos y el independentismo. Esto debe balancearlo bien Sánchez para escoger sus aliados porque a sectores de izquierda no progre les resulta intolerable un nuevo pacto Frankenstein y pueden convertirse en votantes del PP. Ya Italia, harta de barbaridades progres, escogió a Giorgia Meloni. Pero Felipe González, líder histórico de la apertura, se ocupa de Venezuela y no de la viga que tiene en el ojo. Una médium transilvana que se comunicó con Iglesias desde ultratumba, presenta una desesperada tesis: que Sánchez “encabece un frente de izquierdas” “progre”, una especie de noche de los muertos vivientes, aunque el licitante ya no aporta ni su coleta, pero le serviría para salvar su diputación y sobrevivir.

El vecino de Galapagar quiere olvidar varios misterios dolorosos de Sánchez: que planificó meticulosamente con Yolanda Díaz el asesinato de Podemos y no les da un minuto para recuperarse, ni siquiera a ella. Así puede vampirizarlos, aprovechar la crisis y convencer a los muertos vivos de “detener a la derecha” y votar al PSOE. Sánchez, a diferencia de Iglesias, está derrotado, pero no destruido y con su poder mediático-económico podría entrabar la gobernabilidad del país, porque Comú Podem, Izquierda Unida, Compromis y otros nacionalismos no se descalabraron. La recomendación de Iglesias es que boicotee la solución de los problemas y más bien los profundice y si el PP gobierna con Vox, podrán agitarán el fantasma. Denunciarán las políticas de austeridad necesarias: reducir impuestos y desestatizar, eliminar cargos públicos sobrantes, neutralizar leyes ideológicas locoides. Núñez Feijóo propuso al PSOE apoyar en cada autonomía al candidato que llegó de primero en la elección, idea que recuerda el Pacto de la Moncloa.

Pronto Sánchez debería anunciar su ruta. El PP quiere alianza con PSOE, porque los cambios necesarios requieren gobernabilidad y neutralizar chantajes y la alianza con Vox anuncia una feroz ofensiva “contra el gobierno de extrema derecha”. Bajo los efectos devastadores de la guerra en Ucrania, la UE exige recortar las ayudas a los países miembros, entre otras, 10 mil millones de euros de apoyo al consumo energético El Premio Nobel de medicina Albert Szent-Gyorgyi, definió el pensamiento creador como la capacidad “de ver lo que todo el mundo ve y pensar lo que nadie piensa”. En principio la división del mundo en izquierda y derecha me parece una avilantez, sobre todo cuando la democracia y la libertad de expresión se fugaron de Europa, los cheerleaders de la economía de mercado son Xi-Jinpin y Putin, los del estatismo proteccionista, Biden y Trump. En España y Europa la taxonomía política la hacen los medios y no la realidad. Por motivos meramente hermenéuticos o semiológicos, sin relación con la evidencia histórica o política, ser de izquierda (Stalin), es “ser bueno”, mientras ser de derecha, (De Gaulle), es “ser malo”.

Es una maniobra comunicacional ubicar al Partido Popular en la “derecha”, mientras apoya la Agenda 2030, el programa más radical del siglo XXI, que aspira el merey de cambiar la naturaleza humana, a la izquierda del Manifiesto Comunista. El triunfo del triunfo del PP está en lo que trasmiten sus máximas figuras, Feijóo y Ayuso, y reverbera por la organización: un gallego cálido-inteligente-capaz y una talentosa-dulce- fuerte sex simbol. No el feroz lobo Alfa y sus doñes regañones y malhumorades de Podemos. A Vox, conservadores moderados, los kamaradas los califican de “extrema derecha” y “fascistas”. Pareciera que el PP estudio detenidamente a la oposición venezolana para saber qué no hacer. Es cierto que los líderes de Vox son demasiado pasionales ante el micrófono y el PP aspira que suavicen el tono antes de una eventual entrada en el gobierno, pero defienden principios universales de occidente: los países deben tener control sobre la migración y respetar la propiedad para que la economía funcione, sin perjudicar gente al confiscar viviendas.

Qué hay dos sexos biológicos, pero la sexualidad adulta es libre, y cada uno puede acostarse con una licuadora si es su deseo, pero no imponerlo a los demás. La seducción es una maravilla de la cultura más sofisticada y no acoso, y las mujeres no son seres oprimidos y dolientes, sino líderes de la sociedad. Hay consenso social en que tiene derecho de creerse un micro hondas, pero no para obligar a que otros calienten café en su barriga. Hacer de los niños sujetos sexuales “con consentimiento” es un crimen, y hay que enseñarlos a defenderse del bullying para que no sean papanatas en el futuro y puedan decidir sus vidas. Hay una marea roja de locura, imbecilidad e ideologías posmodernas, aunque sea redundancia, que alimentan grandes chorros globales. Megaempresas, medios comunicación, multilaterales, gobiernos de países avanzados, partidos políticos, conforman lobbies asalariados para derivar movimientos totalitarios.

@CarlosRaulHer