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Carlos Raúl Hernández

A Maquiavelo no le gustaba el bullying

Carlos Raúl Hernández

“…en la guerra los jóvenes mueren y los viejos pactan” (Aquiles, ciego de celos, lo grita al Rey Agamenón, quien le había arrebatado a Briseida)
Adán y Eva cometen el primer error político y terminan expulsados del paraíso convertidos en mortales y dolientes. Les dijeron “y seréis como dioses”, no dudaron de las palabras de una víbora ni precaverse de posibles consecuencias. Maquiavelo lo llama efectos perversos de la acción, que liquidan el objetivo buscado. Alguna vez lo ejemplifiqué de manera menos metafísica con el caso de alguien que necesita bajar un libro, y por flojera de buscar un taburete, se medio cuelga de la biblioteca, que se le viene encima. No logra el objetivo y además tendrá que rearmar el mueble y los libros, si no se fractura algo. Son frecuentes en la cotidianidad, pero en la política representan amenazas colectivas; recibir derrotas y no entender por qué. Varias disciplinas lo llaman “males involuntarios”, “efectos colaterales”, efecto boomerang, que en la guerra asimétrica, revolucionaria o guerra de todo el pueblo, son el fin buscado. Maquiavelo crea el concepto para definir acciones que se vuelven contra los objetivos de quienes las toman, propias de la estupidez política (no competir en las elecciones de 2017 y 2018, por ejemplo, o negarse a hablar con el gobierno de Maduro en 2019). En cambio, el objetivo en el World Trade Center, era asesinar miles de personas para horrorizar al planeta.
Los efectos perversos, la política fallida, cuyos medios y acciones alejan los fines, también la llaman “efecto pantano”: mientras más se mueve más se hunde. A comienzos de siglo, Putin quiso que lo estimaran en “occidente” y prestó a EE. UU sus bases para las guerras de Irak y Afganistán, pero lo retribuyeron con el avance de OTAN hacia sus fronteras, hasta que cambió la estrategia, y la de “occidente” pinta como un gran error. Al teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, lo asesinan los nazis por atentar contra la vida del führer. Autor de una genial obra sobre la estupidez, define “ingenuo es quien hace el bien a otro a cambio de la indiferencia (pero) estúpido es quien lo hace a cambio de la hostilidad”. Entre esa galaxia de insensateces que borroneó Marx y corrigió Engels, aparece una categoría hegeliana, “enajenación”: “al trabajador lo niega el producto de su trabajo, la plusvalía que le arrebatan, es trabajo alienado”, y para liberarse debe “liquidar el orden burgués y apropiarse de los medios de producción”.
Incalculables estragos trajo ese monumental disparate a la humanidad y a 170 años del Manifiesto Comunista y su fracaso hasta la náusea en todas las versiones, aun suena la melodía. Con diversos lenguajes y formas, oímos que empleadores y trabajadores (o pobres y ricos) son enemigos, pese a ser cóncavo y convexo, inseparables para producir riqueza. El político fallido de Maquiavelo toma decisiones hacia una meta y el resultado lo aleja de ella, con frecuencia definitivamente; busca el poder, pero lo separan abismos de errores. Matriz esencial de efectos perversos, además de la estupidez pura y simple, es la estupidez ideológica, por ejemplo del marxismo. Los revolucionarios, demagogos, llegan a la cima proclamando su amor por los trabajadores y gobernar en su nombre, los llevaron a la miseria y terminan sumergidos en la corrupción, porque la sociedad no puede controlarlos. Den Xiaoping comprendió ese fracaso, se enfrentó a Mao, quien no lo asesinó por la mediación de Chou En-lai, triunfó y a finales de los setenta comienza “el socialismo de mercado” que convierte a China en la gran potencia “kapitalista”.
El poder revolucionario reclama “manos libres” para hacer bien al pueblo (dictadura del proletariado, democracia directa o como la llamen) porque la separación constitucional de poderes es “democracia burguesa”, otro brillante aporte de Marx, (hoy “neoliberalismo” para sus desorientados seguidores). Los “efectos perversos” fueron el stalinismo, el maoísmo, el fidelismo, titoísmo, polpotismo, allendismo, todos los países que creyeron en la revolución, media humanidad autoaniquilada y luego el final cinematográfico en 1989. El planeta era hasta el estallido de la guerra en Ucrania, un viejo matrimonio entre Estados Unidos, por un lado, y China-Rusia, por otro, pero Trump, un revolucionario, decide que en vez de competir con China que se había adelantado, debe destruirla a la brava. El divorcio desarma la relativa tranquilidad y pone en ascuas al mundo y en el pleito por los bienes, gana hasta ahora China-Rusia con el apoyo sotto voce de África, Asia e Hispanoamérica, la mayoría, mientras a EE. UU lo acompañan Europa dividida, autodebilitada y en desindustrialización, que a última hora busca nuevos vínculos con China.
El más agresivo en la solicitud de sanciones anti-rusas, Polonia, es también el mejor cliente de energía rusa, sin olvidar la propia Ucrania. Los derrotados hasta ahora son “los valores de occidente” y la democracia, incluso dentro de los Estados Unidos, aunque no lo analicen. El gobierno federal y un grupo de estados de la Unión mantiene un modelo económico ruinoso, colectivista y estatista al estilo del tercer mundo y las dos lumbreras del pasado, New York y California, se empobrecen, aunque por fortuna otro grupo, encabezado por Florida y Texas, prosperan. Entre los graves efectos que vivimos, EE. UU pierde el liderazgo económico y político mundial, sacudido por violencia racial y crímenes colectivos en espacios públicos, pero se niegan siquiera a regular el porte de armas. En un evento de la Sociedad del Rifle se exhibieron graciosamente civiles con fusiles de guerra. Biden dio una declaración enérgica sobre esto.
El efecto perverso de decisiones como sembrar una guerra en Rusia, deshizo la precaria paz mundial, con una nueva polarización no a favor de “los valores de occidente”, y “el jardín” se marchita. El embargo al gas lleva Rusia a buscar ansiosa mercados alternativos y en el camino los BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica, deciden estrechar sus lazos para enfrentar el bullying. En el paquete de sanciones contra Rusia está su desconexión del Swift, el sistema global de pagos en dólares, (más de 100 países, 12 mil bancos, 24 horas al día, 365 días al año) que paraliza a Moscú para cobrar o pagar exportaciones e importaciones. Pero hay efectos no esperados del embargo: los BRICS deciden en respuesta hacer las transacciones en sus propias monedas y sustituir el dólar como base de los intercambios, siendo que la mitad del PI norteamericano proviene del simple uso universal del dólar. El senador Marcos Rubio analiza que con esta medida pronto EE. UU “no podrá sancionar a nadie”. La lección olvidada dice que un enemigo acorralado es letal y que “tanto va el cántaro a la fuente…”.
A cada uno de los BRICS le ha tocado su sábado de bofetadas. Pero a última hora la secretaria del tesoro de EE. UU, Janet Yellen, afirma, según cita Rafael Alberto Martínez, “que las sanciones a Rusia ponen en riesgo la hegemonía del dólar” (World News) cosa que ladraban desde el principio hasta los perros de la calle. Un terremoto es lo único comparable a que por primera vez los BRICS, que suman la mayoría del territorio y 40% de población, superan el PIB del G7, lo que conmociona la geopolítica. Aspiran entrar al club Arabia Saudita, Irán, México, Indonesia, Argentina, Nigeria y varias otras. No se plantean que el nuevo orden mundial sea de democracias, que coexisten en su seno con autocracias. Los BRICS llevaban años larvados y esta aceleración se debe a que Trump y Biden desatan un bullying insoportable, desenfrenado y brutal, pierden el sentido de la realidad con la borrachera de sanciones, al extremo de sembrar una guerra con Rusia y querer reclutar países por la fuerza en ese conflicto que no es suyo ni de nadie, sino del laboratorio de Rand Corporation.
Decir que ganó la democracia sería ceguera o algo peor. Hoy algunas zarigüeyas cuestionan que a Angela Merkel le concedan la Cruz Federal del Mérito, recibida solo por tres líderes alemanes, Konrad Adenauer, el primer canciller después del nazismo, Helmuth Khol, el unificador de Alemania, y ella. La critican por bloquear la entrada de Ucrania a la OTAN en 2014, como dice Martínez, por impedir que Rusia destruyera ese pobre país hace diez años, y por la dependencia alemana del gas ruso, como si hubiera mejorado algo haberla cambiado por otra dependencia con precios cuatro veces mayores. Viene una fecha temible: la contraofensiva para “recuperar” el Dombass y Crimea, otra masacre de muchachos indefensos. Según Financial Times son 35.000 ucranianos sin municiones, por no decir desarmados, sin liderazgo ni conducción, y de frente 140.000 soldados rusos, con super artillería, control del aire, y separados por un territorio minado de explosivos antitanque rusos. Alguien debería parar la carnicería que hará inviable la subsistencia de Ucrania, qué si usa armas de uranio empobrecido, Rusia también tiene y se contaminaría el territorio por siglos, con proliferación de cáncer, malformaciones genéticas y otras desgracias. Polonia apuesta a la derrota ucraniana para quedarse con parte del territorio. Como dijimos al comenzar la guerra, Europa luchará hasta la última gota de sangre ucraniana y luego vendrán los carroñeros. Maquiavelo tenía razón.

@CarlosRaulHer

¡Ronald, regresa, se han vuelto locos!

Carlos Raúl Hernández

Durante el período de Jimmy Carter (1977-81) EE. UU se desploma como potencia mundial, en el eclipse del modelo económico rooseveltiano: populismo, protección a las “empresas nacionales”, obstáculos a la competencia, regulaciones a granel, altas tasas impositivas, Estado propietario-agencia-de-empleo, reticencia a las inversiones globales, copiado con fidelidad en Latinoamérica. Nixon y Carter controlan precios de alimentos y medicinas y fracasan, mientras a las líneas aéreas no permitían bajar los costos de los boletos para no perjudicar a “las pequeñas”, con inflación de dos dígitos, recesión y alto desempleo, stagflación. Sin el incentivo de la competencia para mejorar, la base de la industria norteamericana, entonces el automóvil, se estanca en pesados dinosaurios de hierro, caros, ineficientes en el uso de los combustibles y altamente contaminantes. El mundo, en cambio, se llenaba de ligeros carros japoneses de aluminio y nuevos materiales, sistemas de sonido high tech, computadoras más pequeñas y poderosas, televisores, made in Japan. La URSS se apropia del planeta, avanza el autoritarismo en Asia y África bajo su control, adquiere cabezas de playa en Latinoamérica, y crecen las euroizquierdas.

Derrotados en Vietnam y Camboya, bullían libros, foros, folletos, debates en círculos intelectuales y académicos, sobre “el final” de EE. UU ante la superioridad tecnológica de Japón y militar de la URSS. El marco lo conformaban la crisis energética de 1973, la dramática evacuación de la embajada en Saigón (1975), el auge terrorista árabe y europeo, el secuestro de diplomáticos norteamericanos por el fundamentalismo islámico en Teherán y el fracaso en su rescate (1979). Triunfa el sandinismo (1979) y la violencia se extiende a Guatemala, El Salvador, Honduras y viene la debacle en Iberoamérica por la crisis de la deuda (1984). Paul Kennedy publica Auge y caída de las grandes naciones, mil densas páginas sobre la decadencia imperial, que este servidor devoraba en noviembre 9 de 1989 y ¡asombro! cae el Muro de Berlín, sin que por días pudiera recuperarme del estupor. En medio de la lectura de aquél libro erudito, profundo, que preparaba las exequias de EE. UU, el cadáver es de su adversario. Asombro en los sacerdotes de la sabiduría convencional.

Había que “deconstruir” la estrategia de Ronald Reagan (1981-1989), sepultado de infundios por la izquierda mundial sin entender (o tal vez sí) lo que hacía. “Neoliberal” o “neoconservador” según el gusto, “desnacionalizaba la industria norteamericana”, al bajar aranceles de importación, lo que Schumpeter llama “destrucción creativa”, con invasión de productos baratos importados, que puso a correr las industrias para actualizarse o morir. Hollywood era antijaponés, y la izquierda plañía por las siderúrgicas y metalmecánicas, por General Motors, Ford, Chrysler, contra los malditos “autos enanos amarillos”. En alguna cinta, De Vito llora por la quiebra de una fábrica que era el “alma” de su pequeña ciudad. Y hasta Sean (nuestro San) Connery protagonizó una “que develaba la conspiración” tecnológica japonesa. Al revés de la caterva de inútiles vaticinios de la intelectualidad “antineoliberal”, el efecto dinámico reconvirtió la industria, que fue al gimnasio y salió a producir competitivos automóviles, computadoras, televisores.

Reagan conjuga altas tecnologías de EE. UU, Alemania, Inglaterra, Francia, Japón, en el escudo misilístico espacial la Iniciativa de Defensa Estratégica o Guerra de las Galaxias, forzó a la URSS a invertir 60% de su presupuesto en defensa, y la desbarató. Luego Bill Clinton (1993-2001) delega en Al Gore la revolución tecnológica que pasmó a Japón, creó 20 millones de empleos y colocó a EE. UU de nuevo en la cima. Por fortuna para la humanidad, Reagan ni Clinton pusieron en ascuas al planeta en guerras con la URSS y Japón. Pero en adelante los norteamericanos se sienten seguros, subestiman que hay que actualizarse cada día (“lo que no crece comienza a morir” dijo Darwin) y se dedican a la guerra. Entre tanto China, su hija adoptiva, hizo exacta y silenciosamente lo que Reagan y Clinton: crear un supermercado de capitales. China: India, Suráfrica, Indonesia, Vietnam, México, Uruguay, Brasil, Surcorea, Taiwán, Chile, Indonesia, que asumieron la “reaganomía”, hoy son potencias mundiales o regionales. Las que lucharon contra el “neoliberalismo”, al dogout.

EE. UU y sus aliados montan meticulosamente una guerra proxy con Rusia y, como en una película de Groucho Marx, todo sale al revés y mal, evidencia del colapso intelectual del liderazgo en 2022. La guerra viene a nombre de los “valores de occidente”, excluyen semióticamente Asia y África y dejan en la cuerda floja a Latinoamérica que no sabe muy bien qué es. Se inicia una cadena de errores, presididos por un extraño suicidio económico ritual, que eyecta del poder en un año once mandatarios europeos que la apoyaron, y los que faltan. La liquidación del paradigma Reagan-Clinton, comienza con Trump, seguido por Biden: aranceles a Europa y China, para el ilusorio “retorno de las inversiones a suelo norteamericano” y “sanciones”, es decir, proteccionismo por las malas. Once morrales de ellas carga Rusia, hoy más bien fortalecida por el esfuerzo, pero Biden reinicia la receta con China, el verdadero objetivo. Mientras Reagan-Clinton fueron progresivos (no “progresistas”, ¡por Dios!), estos gobiernos se tornan el más poderoso factor de involución actual, luego de EE. UU encabezar todas las revoluciones económicas en dos siglos.

China avanza a toda máquina –como Japón otrora- al podio de primera potencia mundial y Trump quiso impedir sus avances en vez de superarlos. Quiere detener el desarrollo tecnológico y la globalización, como el proyecto llamado Made in China. Y el mayor complejo de conexiones comerciales de la historia, conocido como la Ruta de la seda, tres sistemas comerciales China-Europa: uno por el Ártico, otro por el territorio continental y un tercero por el mar de China. Vías para trenes de 1000 kms/h, aeropuertos, carreteras, comercios, internet, puertos, navegación, nuevas ciudades. Con apoyo de Canadá, los norteamericanos bloquean Huawei que impulsa el 5G, cuando pueden hacerlo ellos, porque tienen todo lo necesario. Obstaculizan EMA, la red submarina de fibra óptica de los chinos que unirá por internet a bajo costo Asia, Europa y Medio Oriente, en vez de multiplicar proyectos como los de Elon Musk. La auténtica razón es que, de acuerdo con agencias globales, para 2030 China producirá 63% del PIB mundial, EE. UU 32% y Europa 7%, aunque estos pronósticos son de antes de la guerra, con energía rusa barata y la caída de Europa amenaza ser mayor.

Según el FMI y el Banco Mundial a Europa la acosan estancamiento, inflación, precio de la energía y desindustrialización. Las “sanciones” dañan a Europa y no a Rusia, fortalecen el rublo y aherrojan la alianza estratégica de China, Rusia, India, Suráfrica, Brasil (BRICS) que representan la mayoría del PIB, de la población y del territorio mundiales, decidida a sustituir el dólar, y otro grupo solicita ingreso, encabezado por Arabia Saudita que con la OPEP plus, golpean a EE. UU al recortar la producción, burlan sanciones contra Rusia. Inglaterra endurece su posición anti China, pero a última hora los mandatarios europeos desfilan para visitar a Xi Jinping, y Macron declara de manera que pone en crisis la OTAN. África y Latinoamérica guardan silencio porque su socio comercial principal es China. La invitación norteamericana a las empresas europeas tiende a colapsar porque su política exterior gesta una gran crisis. La Reserva Federal sube violentamente las tasas de interés para frenar la inflación y engendra una crisis financiera. Para sortearla, el gobierno de Biden concede auxilios a los bancos con emisión (¿inorgánica?) de dólares que vuelve aserrín las medidas de la R.F.

China se asume como gran potencia mundial de paz, adalid del libre comercio contra el ahora proteccionismo norteamericano, reconcilia a Irán, Yemén y Arabia Saudita, y Rusia demuestra su potencia militar. En el nuevo capítulo, con la dedicación que adobaron la guerra Rusia-Ucrania, van con China-Taiwan, pero tienen que ser antes de los nueve meses que faltan para las elecciones parlamentarias y presidenciales en la isla. La reputada encuesta de la universidad taiwanesa de Chengchi, dice que 90% de la ciudadanía quiere mantener el status y que hoy ganaría ampliamente el Kuomintang, partidario de buenas relaciones con China continental y perdería el Partido Progresista de la mandataria Tsai Ing-wen. Llevamos tiempo presenciando las debacles del proteccionismo y el mundo pasó de “el fin de la historia” a la caldera del diablo. Las encuestas registran bajón de Biden y aunque en entornos interno y global complejos, Estados Unidos tiene un as, asociado con el ascenso del gobernador de Florida, Ronald DeSantis, quien hace su estado el más próspero de Estados Unidos, y podría restablecer los equilibrios en su país y el mundo.

@CarlosRaulHer

Colón y la locura poética

Carlos Raúl Hernández

Uno de los fundamentos de la cultura es el mito, y el más cercano a los orígenes del hombre. En las civilizaciones antiguas, el porqué del universo estaba en mitologías, cosmogonías, antropogonías, y Schelling en Conferencias sobre filosofía, mitología y revelación, dice que son explicaciones poéticas del mundo, que perviven después que se desarrolla el pensamiento racional. Max Muller (citado por Ernest Cassirer) se pregunta… “¿Cómo podemos dar razón de esta fase de la mente humana que dio origen a los extraordinarios relatos de dioses y de héroes, de gorgonas y quimeras, de cosas que el ojo humano no había visto nunca?”. Era el recurso esencial para comprender el universo, fenómenos obscuros, como el trueno, la lluvia, el mar, el origen, los ríos. Filólogos intentan demostrar que cuando Homero habla del río que se enamora de una mortal, no era una metáfora, sino que él creía que los ríos eran criaturas vivientes. Con frecuencia opinamos conforme a “memorias históricas”, leyendas inverificables, que giran sobre escritores, políticos, filósofos, artistas, batallas y hasta estrellas de cine, muchos de ellos en la actualidad puestos en circulación por la industria publicitaria.

Desde hace algún tiempo, sembradores de cenizas planificaron y distribuyeron un mito perverso sobre Cristóbal Colón, atribuyéndole genocidios, sadismo, actos monstruosos, a alguien que entregó a la historia una nueva parte de la humanidad, en la hazaña más valiente y asombrosa del devenir humano, que inicia el mundo moderno e hizo explotar las ciencias en el Renacimiento. La irrupción de América en Europa sacudió las bases del pensamiento filosófico, pero también hizo nacer nuevas mitologías, con las que dieron cuenta de esos lejanos, aterradores y maravillosos parajes a los que habían llegado, por lo que Alfonso Reyes dijo que “…América fue la invención de los poetas”. Todo lo que ocurre en el planeta a partir de 1492 está signado por el Descubrimiento de América, porque ese año la humanidad cambió de rumbo. El mismo Cristóbal Colón inicia la mitificación del Nuevo Mundo en sus apasionantes crónicas (Ver: varios autores, Historia real y fantástica del Nuevo Mundo: Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1989).

Sobrecogido frente a las Bocas del Orinoco por la magnitud de las fuerzas telúricas que lo estremecieron al pasar por su desembocadura en el Caribe, escribe a sus majestades que estaba seguro de que pasaba “por la entrada del Paraíso”, pero que no penetraría, ya que no estaba en los designios de su misión. Dice que “Los argumentos de la autoridad, las descripciones del Génesis, las medidas astronómicas, la evidencia de los ojos y la prueba de los labios, todo deja claro que nosotros estábamos cerca del paraíso celestial, pero supe, como escribí a los soberanos españoles, que nadie debe entrar, salvo con la voluntad de Dios. Paso por el paraíso perdido y mantengo el secreto, para regresar a la Española”. Fray Bartolomé de Las Casas, recalentado como de costumbre, nos deja un texto digno de analizar por Jung. (Colón) vino a concebir (que el mundo) no… era del todo (redondo), sino imaginábalo como media pera que tuviese un pezón alto, o como una teta de mujer en una pelota redonda, y que esta parte deste pezón sea más alta (...); y sobre aquel pezón, le parecía que podía estar situado el Paraíso Terrenal.

Después de ubicar adecuadamente el Paraíso, Colón llevó sus conclusiones aún más lejos, asombrado y sobrecogido por la flora y la fauna en las regiones equinocciales, las monumentales corrientes enfrentadas cuyas proporciones y características le eran sobrenaturales y deben haberle parecido el fin del mundo. Américo Vespucio diserta estupefacto sobre las iguanas, a las que asoció con serpientes…. “pero es tan feroz el aspecto de semejantes serpientes, qué teniéndolas por venenosas, no nos atrevemos a tocarlas; son tan grandes como un cabrito montés y de braza y media de longitud”. A Gonzalo Fernández de Oviedo lo asombran los peces voladores, los tucanes, y “los hombres marinos que hay en la mar”. La vida desbordada de las selvas tropicales, plantas gigantescas, árboles que parecían animales vivos, bosques tupidos donde los pies se hundían hasta las rodillas en el humus, insectos gigantes, pájaros coloridos, las dimensiones de los ríos y de las tormentas. Pedro Mártir de Anglería, soldado y cura, narra sobre los Tritones que dejaron verse ante los españoles, medio cuerpo de hombres, medio de pez, y hombres con rabo, “…por el cual, cuando querían sentarse, empleaban asientos con agujeros”.

El mismo Mártir de Anglería, en la tradición utópica desde Platón, cree que “…porque viviendo en la Edad de Oro, desnudos, sin pesos ni medidas, sin el mortífero dinero, sin leyes, sin jueces calumniosos, sin libros, contentándose con la naturaleza, viven sin solicitud alguna del porvenir” (una especie de socialismo indígena imaginario). El bestiario de seres insólitos no tiene límites. Sir Walter Raleigh, de quien dicen ejercía un hechizo sobre Isabel de Inglaterra, da testimonio de individuos sin cabeza que tenían los ojos en los hombros, los ewaipanoma. Otros tienen la boca en el vientre y los ojos en el pecho… “hombres que tienen la cabeza más abaja que los hombros; de los monocelos, de pies tan grandes que les sirven de quitasol; de los mantécoras, de cabeza humana con tres hileras de dientes en cada maxilar, cuerpo de oso, pata de león y cola de escorpión; de los gigantes, de los pigmeos, de las amazonas, de las mandrágoras, de los basiliscos, de las sirenas, y de las aguas que tienen propiedades letales a todas las horas fuera del mediodía”. Martín Fernández de Enciso, cuenta de “árboles cuyas hojas, cuando caen al agua se convierten en peces y cuando caen en tierra se convierten en pájaros”.

Nicolás Federmann, gobernador de Venezuela, va más lejos. No se conforma con citar anécdotas sorprendentes que ha oído, sino una de la que fue protagonista. Cuenta que en su primer viaje a Venezuela conoció un pueblo de pigmeos “de cinco palmos de estatura y muchos sólo de cuatro”. Dice que “…el cacique me dio una enana de cuatro palmos de alto, bella, bien conformada y me dijo que era mujer suya, tal es su costumbre para asegurar la paz. La recibí, a pesar de su llanto y de su resistencia, porque creía que la daban a demonios, no a hombres. Conduje esta enana hasta Coro, donde la deje, no queriendo hacerla salir de su país, pues los indios no viven largo tiempo fuera de su patria, sobre todo en los climas fríos”. Las amazonas y El Dorado fueron dos de los mitos esenciales de ese período que transformó al planeta. El primero cargado de erotismo, de la necesidad de dejar libres ciertos fantasmas sexuales que daban vuelta en las cabezas de los hombres solos que conquistaron América.

Mujeres sin hombres, que los usaban únicamente para el sexo, valerosas, guerreras, habían tenido su esplendor original en los mitos griegos, armadas hasta los dientes y temibles, que muchos conquistadores juraron ver desnudas bañarse en los ríos, especialmente el que lleva su nombre. Los conquistadores buscan por todo el continente ciudades gobernadas por tales mujeres. Agustín de Zárate escribe como si las hubiera conocido y relata de una ciudad así, regida por la princesa Guanomilla, cuyo nombre traduce “cielo de oro”. Y el Dorado, el mito que inventaron los indígenas para librarse de la plaga que les había caído encima, se une con el de las hembras solas y poderosas. Dice Germán Arciniegas qué con esa leyenda, los indígenas encantaron a los hombres blancos “fue la operación mágica que enloqueció a Europa sedienta de riquezas. Oyendo patrañas de los indios, perdió la cabeza la corte de Londres, echaron a andar por las selvas y desiertos los agentes de los banqueros de Alemania, y los españoles creyeron que estaban viviendo en tiempos de Amadís de Gaula”.

@CarlosRaulHer

Otra leyenda negra

Carlos Raúl Hernández

En dos oportunidades López Obrador con humor tabasqueño, solicita que “España pida perdón” por su presencia en las Indias, como si Joe Biden o el mandatario australiano David Hurley, lo exijieran a Carlos III de Inglaterra. Menos se entiende porque comparte 3000 kms. de fronteras con el país que arrebató la mitad del espacio político territorial que les creó España. Por 1992, cuando en el quinto centenario del descubrimiento, “los no descubiertos” hablaban del encuentro de dos mundos, como de transatlánticos se hubieran topado en medio del océano para celebrar el Año Nuevo, aunque atravesar el Mare Tenebrosum es una de las pruebas de coraje y sabiduría más grandes que ha dado el hombre y la ofrecieron Cristóbal Colón y su puñado de valientes. Lo de encuentro es simpático, porque los indígenas más “avanzados” vivían en la Edad de piedra, sin la rueda, la escritura, el ganado, el uso práctico de los metales, y muy poco de agricultura. Luego se hace moda erradicar el nombre de Colón de los espacios públicos, destruir sus estatuas, y al paseo bonaerense no se lo quitan, pero instalan una esfinge demoníaca del héroe.

Los españoles sustituyeron a Colón en las celebraciones por Leonardo Da Vinci, la vieja costumbre de hacerse los locos frente a la mentira y la calumnia para no meterse en problemas. La leyenda negra es un complejo contra el imperio español, que dominaba la pelusa de 60% del mundo conocido entonces, producto de una implacable campaña ideológica y la envidia de potencias menores, Francia, Inglaterra, Alemania. La continúan enemigos de España y la asumen, ¡no me digas¡, los revolucionarios. Hasta alguien tan distante de estas épocas y latitudes, Juval Harari, explica que el descubrimiento de América es el verdadero arranque de la era moderna al aportar un Nuevo Mundo a la humanidad y revolucionar la vida con avances científicos inmensurables: la cartografización del planeta, el descubrimiento de corrientes navegables para ir y regresar (la tornavolta), la vuelta al mundo con la conquista el Pacífico, la globalización que interconecta todos los mares, culminada por Sebastián Elcano, ya Magallanes fallecido en la empresa.

Pero Harari tiene el cuidado de hablar de “los europeos” y solo dice “españoles” cuando trata violencia o desarreglos, y no parece ser por casualidad. La leyenda negra pinta el nuevo mundo como una especie de infierno en el que los españoles andaban cazando indios con arcabuces por pura ociosidad, o para robarles el oro que, según se pensaba, casi crecía en los árboles. No hubo un momento a lo largo de la historia -ni de la prehistoria- sin expansionismo imperial, que implica violencia iniciática, y los españoles llegan a unas tierras donde esta era la principal relación social, a diferencia de quienes sugieren un paraíso. En las relaciones entre los pueblos indígenas predominaba la esclavitud, la explotación, el secuestro de mujeres, la tortura y hay consenso de historiadores serenos en que el mayor régimen criminal conocido es el imperio azteca. La respetable cultura azteca sacrificaba un promedio de diez mil personas al mes de las tribus colonizadas y después se las comían. Si un azteca decía a alguna doncella “te quiero comer” no era prudente tomarlo como galantería.
Lo atestiguan fray Bernardino de Shagún, fray Diego Durán y Bernal del Castillo, entre los antiguos. E investigadores actuales, Oscar Calavia, Michael Harner, Sherburne Cook, Manuel Moros Peña y muchos otros, demuestran que, aunque tenían profusión de animales salvajes para comer, preferían a los humanos. Hernán Cortés al que le crearon fama de malvado, toma Tenochtitlán, una fortaleza de 250 mil mexicas, con solo trecientos españoles, pero al frente de 10 mil guerreros tlascaltecas, cholulas, huetxotzincos, tepeyaques, totonacas, y más de otros veinte pueblos hasta el gorro de que los aztecas les robaran las mujeres y los asesinaran en masa en los ritos infernales de la pirámide. Eso contribuye a explicar también por qué, en el asedio a Cusco, Francisco Pizarro lleva apenas 190 españoles, pero 30.000 huankas, chankas, cañaris, chachapoyas y otras etnias, porque los incas se entretenían con sacrificios humanos y canibalismo. En los casos de Cortés y Pizarro, emblemáticos de la leyenda negra por su “crueldad”, no hay duda que sus mejores amigos fueron los indígenas, que le permitieron la conquista.
Si bien ninguno de los dos capitanes era Santa Teresa de Jesús, también enfrentaban guerreros implacables. Aparte de los combates, las muertes indígenas fueron efecto colateral, no deseado, de viruela, gripe, sarampión que portaban los españoles y, que el sistema inmunológico de aquellos no reconocía. Los caídos de la cuna hablan de “genocidio” y violaciones como sistema de vida, y no los ignorantes, sino también los semiilustrados. Una señora de letras silvestres, madre de un libro tonto, se ofendió cuando escribí que nuestra abuelos y abuelas eran un español y una indígena. Pasado el encontronazo de la conquista, vino la consolidación, la estabilidad institucional, el mestizaje, la extensión de derechos a los conquistados, y la paz centenaria que caracteriza los imperios (que se ajustan a la definición), según la historiadora más importante en castellano de lo que va de siglo, María Elvira Roca.
Ella distingue imperio de colonialismo por varios elementos, entre estos la corta duración del segundo y la separación étnica rigurosa para impedir el mestizaje, caso de los ingleses que prohibían el matrimonio de colonos con naturales. Lejos del genocidio propagandístico de la leyenda negra, el imperio español mejoró exponencialmente las condiciones de vida, lo que multiplicó la población. Fray Servando de Mier dice que frente a Ciudad de México “Madrid es un ranchito” y a final del siglo XVII era la capital del imperio español y no conozco, ni sé de la existencia de una concentración más impresionante de edificios barrocos que alrededor del Zócalo. La América hispánica llegó a crear 30 universidades, grandes ciudades cuadriculadas, plazas, iglesias, calles. Gracias a un pacto de convivencia fue posible que para el año 1800 apenas 200 mil españoles estabilizaran un imperio de 23 millones de kms., con 15 millones de hab., mientras EE. UU tenía cuatro millones de hab. en una superficie de 3 millones y medio de Kms. Cuatro veces más población y cinco veces más territorio. Aún después de la independencia, la potencia del futuro parecía ser Hispanoamérica, pero los grupos de criollos que tomaron el control fueron catastróficos.

Dividir los cuatro grandes virreinatos en veinte republiquetas, lo que hoy es Latinoamérica, no hay manera de atribuirlo al imperio español, sino a las élites criollas de la independencia, que encima de eso, se tragaron y nos hacen tragar la superioridad de la colonización inglesa y el paquete completo de la leyenda negra. Y veámosla en acción. Hace cuatro o cinco años el ayuntamiento de los Ángeles eliminó al Columbus Day, que se celebraba el 12 de octubre, seguido de afrentas a las estatuas de Colón y más ayuntamientos se sumaron a la iniciativa vengadora. En esa fiesta se encontraban indígenas, hispanos, italianos, españoles y el mensaje subliminal trasmite que no es fecha para celebrar, se castiga la impronta española para que en la memoria colectiva quede marcada de genocidio. Después emprenden contra san Junípero Serra, al que acusan de “instrumento de la colonización” por prestar servicios a las comunidades, a enfermos, niños, ancianos, enseñar a leer, y quitan el nombre a su calle y a un edificio.
La memoria histórica está formada por supercherías y mentiras que engatusan a los pueblos y los memoristas son sus oficiantes, encargados de mantenerlas y difundirlas. Recomendaron castigar las afrentas contra los indígenas californianos “perpetradas por los españoles”. Pero hay que saber la verdad histórica de cómo y quién extermina la población indígena. En 1848 termina la guerra EE. UU- México en la que el segundo, como vimos, bastante mayor y más poblado, a pesar de esto se lleva una paliza de los norteamericanos y pierde 52% del territorio con el tratado Guadalupe-Hidalgo. La torpeza militar y política de las élites pierde el oro de California, el petróleo texano y comienza una política del estado californiano para exterminar a los indios, con remitidos en los periódicos en los que ofrecen pago por cabellera de mujeres, hombres y niños, y los que tenían más suerte iban a las reservas a morir de hambre. En 50 años los diezmaron, aunque todavía hoy la mitad de la población habla castellano. La lucha contra el genocidio la encabezó el indígena españolizado Antonio Carra, pero la ingenuidad de López Obrador requiere que España pida perdón.

@CarlosRaulHer

La leyenda negra de Bolívar

Carlos Raúl Hernández

Aunque Marx no sabía escribir sin insultos atronadores, sus obras pasaron por la paciente corrección de Engels, el mejor amigo en el mundo, quien las hizo bastante legibles. Pero la inquina personal por Simón Bolívar, como si le hubiera quitado la novia, hace de cada alusión al Libertador un oprobio. Aguas abajo, para la “leyenda negra” marxista todo lo que hizo Bolívar fue perverso, megalomaníaco y bajoinstintivo, sin reconocerle nada bueno, igual que la otra leyenda negra, creada por él sobre los españoles: que solo vinieron a matar mujeres y violar hombres (o al revés, para que nadie se sienta discriminado por “género”). Nos caiga bien o mal, Bolívar es el titán de Latinoamérica y como dice un pensador marxista, André Gorz, “la dimensión de un hombre depende de las empresas que acomete”. Para estudiarlo a él o cualquier otro fenómeno, hay que evitar la crispación, aunque la guerra es el imperio de la crueldad y el crimen. Nos ayuda que desde el siglo XVII intentan imponerle normas de derecho, como hizo Hugo Grocio, uno de los intelectuales más valientes que comieron pan.

Por su obra El derecho a la guerra y a la paz y andar por encima de su época, terminó en las mazmorras, de donde lo fugó su no menos temeraria mujer, María. Nos hizo comprender que ética de un comandante deriva de fines y medios en su estrategia y de las decisiones bajo su control. En otro trabajo planteamos que el mejor método de calibrar una figura histórica es el de Plutarco, compararla con sus homólogos de época. Washington, Jefferson, Hamilton, Madison, Franklin, Lafayette, fundaron la nación más poderosa y democrática del mundo (por mucho tiempo). Mientras, el despotismo de Bolívar y los suyos, su ferocidad, odio por España, desprecio por el “pueblo”, ambición de poder absoluto, trajeron terribles efectos y herencias (“acabaremos con la raza maldita de los españoles…no quedará uno vivo” … “…contad con la muerte, aun siendo indiferentes”.1813). Bolívar balcanizó la Gran Colombia, sembró autoritarismo e inestabilidad institucional hasta nuestros días, y eso lo llevó a morir execrado.

Destruyó con los pies lo que Washington logró con el cerebro. Mientras EE. UU pasó de 11 estados a 50, su ambición autocrática hizo trizas la Gran Colombia, trizas enguerrilladas, y después de la independencia gran parte de la región entra en caos. Había comenzado mal, con una traición. Simón estaba relajado con una amiga cuando Monteverde toma Pto. Cabello, su guarnición, y cae la primera república en 1812, pero él culpa a su jefe y lo entrega a los españoles por un pasaporte. Va a Colombia donde escribe la coartada, el Manifiesto de Cartagena (1812) con sus ideas fijas hasta la muerte: “el pueblo” no sirve moral ni intelectualmente para la libertad y necesita mano de hierro, la suya. La primera república había caído por blanda, por no fusilar suficiente. Sus documentos esenciales recogen esta constante en retórica romántica y puntillada de neoclasicismo. Otro legado del Libertador, que practica con tesón Latinoamérica hasta hoy, es barajar el juego y rehacer las instituciones por medio de constituyentes, cada vez que a un mandamás le da la gana.

Mientras Washington hizo la constitución norteamericana, la única, Bolívar hace periódicas “constituyentes” para adaptar el traje a su medida. En el Discurso de Angostura para instalar la de 1819, refresca el récipe autoritario. Como suele, antecede eventos con renuncias utileras y con la otra mano reclama poder total, se hace nombrar, no solo presidente, sino Libertador y Padre de la Patria, aunque aún no había libertado y exige un cuadro suyo en la sala de sesiones. Consigue objetivos autoritarios con sus tesis de siempre: un fuerte poder centralizado, no la federación de los países de la Gran Colombia que no cuadra con nuestra “idiosincrasia, no servimos para la democracia y si para un senado vitalicio. (“…así, legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos”). Dos años más tarde, el 6 de mayo de 1821, mes y medio antes de Carabobo, se instala una nueva constituyente, la convención de Cúcuta, con dominio total bolivariano. Para demostrarlo se hace elegir Presidente de la Gran Colombia casi por unanimidad

Aprovecha para poner en su sitio a Santander con ocho rondas antes que complete los votos para la Vicepresidencia. Como solía hacer, dice que no quiere poder, pero… ¿qué puede hacer un imprescindible? (“Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano”) En su envoltorio de humildad, su dominación abrumadora sobre la asamblea y el autoritarismo hipercentralista aplastan las provincias de la Gran Colombia. Abusar del poder e irrespetar a sus hombres esenciales, deja heridas en José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander, que se abrirán más adelante y a quienes la religión bolivariana pinta como monstruos. Para marcharse al sur encarga al vicepresidente Santander, a quien la claque militar bolivariana, “los sablones”, no le hacía mucho caso, la situación se hacía intolerable y hay motines en Venezuela y Colombia. Quién no quería ser más que simple ciudadano, va a Perú a redactar la Constitución Vitalicia, que no aprueba el Congreso, sino cómodos colegios electorales.

La promulgan el 8 de diciembre de 1826. Sigue al dedillo la evolución de la maniobra y opera como cualquier político de los que despreciaba. Escribe a un militar de su confianza: “esta es, mi querido general, una operación que debe realizarse con el mayor tino y habilidad…puede producir un bien perdurable para la república. Ud. debe empeñarse con los colegios electorales de ese departamento a fin de que aprueben íntegramente el proyecto…” pero se producen levantamientos masivos y más tarde deben revocar la “constitución”. Valentin Paniagua, quien fuera presidente provisional a la caída de Fujimori (2000) Cuenta en su libro Los orígenes del gobierno representativo: “(los miembros) del colegio electoral de Lima fueron encerrados en la Universidad rodeados de tropas para que aprobasen el proyecto. Freyre, satélite de la tiranía, en una mano les presentaba, dádivas…y en la otra la muerte” (2003). Nos recuerda la consigna de PRI mexicano para los insumisos: “plata o plomo”. En Bolivia hace aprobar la misma “constitución vitalicia”.

Un texto del Libertador sorprenderá a muchos: “El Presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el Sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías, se necesita más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los Magistrados y los ciudadanos, los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden” (Bolívar: Discurso a la Constituyente de Bolivia, 1826). Sale de urgencia a Venezuela porque Páez encabeza la Cosiata que repudia ese despotismo avasallante y, peruanos y bolivianos aprovechan para derogar la constitución y destituirlo del cargo. El semidios se descompone a toda velocidad y las provincias de la Gran Colombia querían cesar la pesadilla “vitalicia” y crear una federación estilo norteamericano para detener la entropía, los levantamientos, buscar salidas. Convocan una nueva constituyente, la convención de Ocaña en abril de 1828.

Y ocurre lo imposible: Bolívar en minoría y aunque no se cuestiona su autoridad, la democratización impera. Se instala en Bucaramanga a dirigir la conspiración contra el evento. El 14 de mayo de 1828 en carta a Urdaneta dice: "O´Leary… ha llegado… para persuadirme de que no hay temor alguno (de) un mal resultado de la convención…están resueltos a no firmar ni votar (lo) que no sea excelente, y…abandonarán… retirándose de Ocaña y denunciándolos a la nación como perturbadores y enemigos públicos" (Citado por F. Encina: El duelo con el sino…) Ante el escándalo de su derrota, el Libertador se “lleva las urnas”, su fracción se retira y rompe el quorum. El 27 de agosto da un golpe de Estado, clausura el Congreso, anula la constitución de Cúcuta y se declara Dictador con un decreto que llamó Ley fundamental, una “constitución” aprobada en casa, y sigue cuesta abajo. Luego vendrá el atentado contra su vida en Bogotá (25/sep/1828), que trasparenta su desamparo, por la insólita irrupción de cuarenta asesinos armados al palacio presidencial contra el presidente de Colombia, para que lo salve Manuela Sáenz, con cuatro pares de faldas.

@CarlosRaulHer

Amantes y elefantes

Carlos Raúl Hernández

Aborda en la Vía del Trittone, frente a Piazza Barberini y le pide al taxista, quien resulta también venezolano, lo lleve a una trattoría cerca del Coliseo. Para congraciarse con el conductor, al pasar frente, le habla de las maravillas de esas ruinas y sus significaciones. Luego de un silencio chicha, el taxista responde- “¿Sabes pana? Yo lo que quiero es que tumben esa m… y hagan un estacionamiento para que mejore el tráfico”.

Pablo Iglesias y su novia se fijaron la modesta misión de abolir la monarquía, el capitalismo y los sexos en España. Pero hicieron una encuesta y están iracundos porque las mujeres prefieren la penetración a masturbarse y la secretaria de Estado, Rodríguez Pam, cuestiona indignada tal aberración. Con apenas 35 escaños sobre 349, Podemos amenaza las instituciones, hace aprobar una irónica ley en defensa de la mujer que ha liberado 700 abusadores sexuales y para justificarse acusan a los “jueces fachas”, cuando mayoría de la judicatura son mujeres. En ese panorama descerebrado de gobierno, rezo porque Felipe VI siga ahí duro. No es fácil la revolución porque para liquidar monarquías, en Europa saltó más sangre que en las obras completas de Sam Peckinpah. Comenzó cuando Robespierre quita la cabeza del pobre Luis XVI y treinta o cuarenta mil más. El asesinato de los zares Nicolás y Alejandra y toda su familia, vino con la primera guerra mundial, la revolución bolchevique y luego 8 millones de bajas de la guerra civil en Rusia.

La república de Weimar surgió de la derrota alemana en la misma primera guerra, y, en Italia, esta vez la segunda guerra produjo 400 mil cadáveres de italianos para que hubiera república en 1946 en Italia. Los españoles fracasaron en 1936, al costo de entre 600 mil y un millón de vidas, pero Podemos piensa que no fue una mala inversión. Hablan de “crisis de la monarquía” con argumentos de bachillerato. Hace diez años terminan tres reinados. Beatriz de Holanda abdica a favor de su hijo Guillermo, precisamente en el aniversario de la Casa Real. En julio de ese año, Alberto II de Bélgica en su hijo Felipe, por estropicios de imagen al salir esqueletos del clóset, su amante de larguísima data con una hija ya mayor, y varios problemitas fiscales. En 2014 Juan Carlos de Borbón, justamente vapuleado, traspasa el trono al príncipe Felipe. Durante los 2000 surgió un rolloso republicanismo entre académicos malentretenidos y políticos radicales, que identificaban república con “virtud” y demás viejas pendejadas que aterrizaban en la pavosidad extrema.

Salvador Ginés, Victoria Camp, Giacomo Marramao y varios otros, nos hacían deducir que Siria o Irán son virtuosos, frente a las oscurantistas monarquías de Holanda o Inglaterra sin explicar por qué. Este jacobinismo de ociosos, trasnochados “repúblicos” (rima disonante con “ridículos”) proponía versiones locales de Cicerón o Catilina. Se viven malos momentos en las casas reales cuando se evidencia que son seres humanos, como las andanzas legendarias de Carolina de Mónaco, Lady “D”, Juan Carlos. William y Kate Middleton se divorcian este mayo. La asoleada Meghan piensa que “el show debe continuar” mientras se vendan entradas y libros. Isabel II desapareció educadamente sin aclarar sospechas de que era un cyborg. Cuestionan la monarquía “por no ser democrática”, pero ignoran Cuba y Corea del Norte, nuevas realezas, no regidas por la constitución sino por la revolución. Gran Bretaña, Holanda, Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Liechtenstein, Mónaco, Luxemburgo son bienestar de la humanidad, sociedades con altas calidades de vida, democracia y libertad personal.

Las diez monarquías constitucionales tienen abrumador respaldo popular, en promedio 70%, salvo Noruega donde llega a 93% y los líderes democráticos de izquierda, centro y derecha, respaldan sus instituciones y no quieren reparar lo que funciona bien. España sale de la lista por un gobierno atolondrado, aunque la idea de Iglesias, amputar la monarquía como un apéndice séptico, luce sin destino. Seguramente sueña que, en vez de rey, España tuviera un ayatolá. Quienes nos traen mundos nuevos, menosprecian el proceso histórico de formación de la democracia y cultivan la idea de que un hombre o un partido con las doctrinas correctas y la disposición, deben cambiar abruptamente la vida de todos. Sería tan necio reimplantar la monarquía en Alemania como eliminarla en los Países Bajos. El edificio político construido en miles de años y que cristalizó la vida libre y democrática, no se sustituirá al gusto de utopías, y sin falta producen las conocidas desgracias colectivas de las que aún el mundo no termina de recuperarse.

Los recontra tatarabuelos reales plantaron las semillas y eso es un símbolo de veneración colectiva. Los monarcas son figuras simbólicas que representan la historia y no son democráticamente escogidos, ni gobiernan, lo que hacen poderes electos. Se les respeta como a las catedrales o las ruinas que recuerdan un pasado común, pero están sometidos a la ley, como cualquier otro ciudadano en un país decente, aun cuando mi amigo el conductor quería tumbar el Coliseo. Y mantienen la cohesión social. Fuera de las confrontaciones políticas, la corona es un campo de respeto compartido, de unidad en la pluralidad. El título real en Bélgica no es “rey de Bélgica” sino “rey de los belgas” y es el tejido conjuntivo entre valones y flamencos. Los que quieren volver al radicalismo revolucionario de 1936, podrían inflar en España una turbulencia y no le sacan los perros de encima a la memoria de Juan Carlos. No es contra la monarquía sino contra la unidad de España.

Cicerón escribió que la Constitución romana era la civilización porque “se basaba en el genio de muchos hombres y no de uno solo, y no en una generación sino durante muchos siglos y muchas generaciones”. Pero algunos quieren que también tumben esa porquería. ¿Tiene algo que ver la corona en el deterioro del ambiente político español o es producto de que el gobierno quiere obligar a todos los ciudadanos a ser mujeres? ¿Es que Alemania, Grecia e Italia no ofrecen complicaciones por ser repúblicas? La crisis política española tiene una explicación clara. Sánchez es un político con gran habilidad, pero en manos fundamentalistas, dilapida por sus malas compañías los éxitos de González, Aznar y Rajoy en 30 años, que hicieron del país una estrella del desarrollo, “el tigre europeo”. Luego expansión populista del gasto público, falta de reformas internas, dañan la prosperidad y vino el colapso de librito: un estado que gasta más de lo que ingresa, la burbuja inmobiliaria, la crisis bancaria, entre 2008 y 2014, y pasó lo de siempre: las políticas socialistas duran mientras se acaban los reales.

Emergieron los “indignados” y la amenaza la unidad nacional, la democracia, la monarquía, con los nacionalistas catalanes, Esquerra Republicana, y el Partido Nacionalista Vasco. Valor y lucidez tuvo Juan Carlos en los momentos cruciales: el golpe de Tejero, la entrada del país en la Comunidad Europea, y durante los casi cuarenta años de apoyo a decisiones que permitieron el progreso. Pero también tenía hormonas hiperquinéticas y exagerada propensión por amantes y elefantes. Biógrafa de su esposa cuenta ¡1500 novias!, de todas las generaciones, desde Sarita Montiel hasta la bella y brillante Corinna zu Sayn-Wittgenstein, pasando por Lady “D”. Cazó paquidermos, fue cegato ante los negocios de la infanta y las agallas de su yerno, faltas castigadas con la abdicación y el descrédito.

Pero el camarada Iglesias, quiere hacer ver que la monarquía tiene algo que ver porque sí, con los problemas de España, un móvil estratégico: sacarle un naipe al castillo de la democracia para que se caiga. En las elecciones podrían impedir que se llegue de nuevo a las “dos Españas” que no pueden convivir, porque a ellos no les da la gana. Aprovechan la dependencia de Sánchez, e imponen la demencia. Por fortuna González, Aznar y Rajoy están en plenitud de capacidades y ante una nueva prueba. González lanzó hace años la idea de un “gobierno de concentración nacional” con el PSOE y el PP. Hoy Vox parece que será una presencia polémica e importante, sobre todo si se desplaza al centro.

@carlosraulher

Del gran asco a la normalización

Carlos Raúl Hernández

“No odies a tu enemigo, porque eso te impedirá derrotarlo”. El Padrino. Mario Puzo (y Coppola)

Común es equivocarse, difícil acertar y el pensamiento científico se basa precisamente en el principio de “ensayo y error”, por falta de ejercicio crítico, que se hace error y error. Las equivocaciones son remisibles, salvo las fatales, pero según la psiquiatría, el dogmatismo, la irrealidad, el narcisismo y la inexperticia inducen al fallo y, encima, dificultan las rectificaciones. Los triunfos dependen de la ecuación capacidad, voluntad y suerte, y la tabla del error prone es un gradiente desde la temeridad hasta la cobardía con puntos medios virtuosos. La temeridad conduce al desastre radical, y la cobardía a la abulia, a eludir la acción y sus riesgos por miedo. El fracaso de la oposición, que arrastró a la comunidad internacional, nace de la enfermedad infantil del radicalismo temerario, por no entender la esencia de la política, contradicción-acuerdo, sustituida la inteligencia por el radicalismo.

En 2002 cae el gobierno y la torpeza radical elimina diputados, alcaldes, gobernadores, el sistema político que ya se había pasado al nuevo, y ante el caos, los militares deciden retroceder. Carmona se dio cuenta del disparate y anuló el decreto número uno con el número dos, pero Miquilena, Poleo, Petkoff y otros relegados en el nuevo esquema, dieron descabello a un gobierno calificado “de extrema derecha”. En 2018 la oposición ganaba las elecciones por paliza, pero inhabilitados los candidatos de clase media caraqueña, prefirieron a Maduro, un chavista abierto, en vez de Henri Falcón, “chavista encubierto”, decían, y además, plebeyo. También estuvo servida la mesa en 2019, y la euforia de la novillada de feria impidió que los cabecillas se dieran cuenta, más pendientes de despreciar y torcerle los ojos al PSUV, bañarse en las masas, y preparar las cárceles para nuevos huéspedes. No puedo olvidar la frase histórica: “solo negociaremos con Maduro qué va a comer en el avión”. Si Maduro hubiera siquiera ido al baño, el gobierno se desestructura.

La política subnormal, la subjetividad extrema en la praxis, procesa los actos y los fallos a partir de sentimientos y pasiones. Al desacuerdo sigue la furia y con ella la imprecación, el vejamen, y explicar las diferencias de criterio por “motivos ocultos”, “sucios”. “Quien me adversa, -tienden a pensar-, es porque lo mueven intereses oscuros”. Los políticos realistas, que merecen llamarse dirigentes, tratan de mantener los debates en el plano racional, controlar la enfermedad del odio, “tienen el cuero duro” porque saben que será necesario que adversarios de hoy sean aliados en el siguiente combate. Prefieren la ironía al insulto. Winston Churchill no debe faltar cuando se habla del buen hacer político. Después de ganar la guerra mundial, inesperadamente perdió las elecciones de 1945 con el izquierdista Clement Attlee, quien anunciaba su proyecto de nacionalizar los gigantes del carbón, el hierro y la siderurgia. Durante una sesión regular del parlamento, este entra al baño donde estaba Churchill, quien al verlo corre teatralmente a los urinarios del extremo opuesto, mojando el piso.

Sorprendido, Attlee le hace un chiste de baño: “¡qué te pasa Winston. Le tuviste miedo a mi poder y no a Hitler!” a lo que responde “¡claro que no. Lo que pasa es que tú no puedes ver algo grande que funcione porque lo expropias!”. Muchas diferencias pueden ser solo circunstanciales o no, y construir una mayoría es posible cuando te acercas a quienes adversaron tus posiciones (como hizo Winston para ganar la siguiente elección) y la posibilidad de triunfo se aleja cuando en cada episodio dejas el camino sembrado de enemigos en vez de puentes para futuras alianzas. Rafael Caldera y Jóvito Villalba fueron arietes para derrocar a Rómulo Gallegos en 1948. Y contra todo espíritu de venganza, Rómulo Betancourt los hizo aliados e incorporó en 1958 al gobierno del Pacto de Puntofijo. La política democrática puede parecer un teatro en que los políticos se combaten y luego van a almorzar juntos, lo que la moralidad doméstica o antipolítica no entiende y detesta. Los grandes líderes suelen ir contra la corriente.

Lenin llega a la estación Finlandia de San Petesburgo procedente de su exilio en Zúrich el 16 de abril de 2017. En el largo trayecto, sus cavilaciones lo llevan a cuestionar la teoría de Marx y credo ortodoxo bolchevique: que la revolución debía cubrir una etapa de desarrollo democrático. Se había convencido, al contrario, de implantar inmediatamente la dictadura del proletariado en Rusia. La renuncia del zar había creado un clima de euforia democrática, algo como el “espíritu del 23 de enero” de 1958, pero Lenin no teme quedarse solo, desafía con toda su fuerza el ambiente con las Tesis de abril, anuncia que hay que hacer la revolución y derroca al gobierno democrático de Kerensky siete meses después. 23 años de derrotas en Venezuela deberían haber servido para un cambio de paradigma en la manera de enfrentar al PSUV y abandonar, las “seudoconcresiones” llamadas así por Karel Kosik. Lo fundamental del paradigma fracasado es “el gran rechazo” marcusiano al “sistema”, “el régimen”, que plantea, a costo de excomunión, abandonar cualquier espacio establecido por su índole “corruptora”.

Esta filosofía hippie, de la Nueva Izquierda, el mayo francés, el movimiento estudiantil, se asqueaba de la política, el voto, los sindicatos, los partidos, el aparato “ideológico” educativo, las elecciones, los mass media, la familia, la heterosexualidad “convencional”, la belleza comercializada, la industria cultural, la Iglesia, las tradiciones, el lenguaje “ideologizado” y un etcétera interminable, (que hoy regresa como actitud progresista en el tono despectivo y ridículo, de superioridad que asume Podemos, sin autoridad moral, contra “la casta”) En Venezuela a la oposición no se le ocurrió más que asumir el gran asco de derecha, resumido en la doctrina Tarre: abstención electoral, tono de inquisidores, intransigencia irracional frente al diálogo, ruptura de conexiones con el adversario, rechazo al CNE, a los partidos “colaboracionistas, apoyo a una invasión extranjera y a “sanciones”, para asfixiar un cambio de rumbo económico en beneficio de la mayoría. Las dos ultras se encuentran en este punto.

“Mientras peor mejor”, es una visión primate, superficial, economicista, que manejaron los comunistas, “agudizar las contradicciones”. Lo contrario al “gran rechazo” es la normalización, luchar por recuperar plenamente la institucionalidad, romper con los suicidios cortoplacistas. Creen que cualquier cosa que empeore la situación social perjudica al gobierno, pero es exactamente al revés y es demencia apostar a la cubanización, en vez de contribuir a alejarla. Se requiere un hueco negro neuronal para creer en un desvarío tan atroz e inhumano. La conclusión es tajante: la economía por sí sola no quita ni pone gobiernos, lo hace la capacidad política como lo demuestran estas dos décadas, a menos que suene la flauta, que no es fácil. Cuando se produjo la horrenda matazón del intento de derrocar al gobierno lanzando a las calles premeditadamente muchachos, unos años atrás, aquel pequeño Eisenhower nos dejó la frase inolvidable digna de la invasión a Normandía: “en toda confrontación hay bajas” aunque que no eran marines armados hasta las cejas, sino niños con escudos de cartón. Se necesitó una incapacidad extrema para la cadena de errores de 2016 en adelante.

Nuestro Ike salía hace poco al exterior a “convencer” de que no suspendieran sanciones para no ayudar a Maduro”, es decir, para reventar más de miseria a los venezolanos. Ambas frases, aunque con años de separación, definen a quienes han dirigido la oposición. Alguien debía explicarles que la política es una prueba de inteligencia y más ahora en el “nuevo orden mundial”, porque el planeta se distribuye en parcelas, bloques nacionales sin hegemonías claras y cada régimen político será más autónomo. En los BRICS, por ejemplo, solo hay dos países democráticos y ya no se pide esa credencial porque las nuevas alianzas son económicas y pragmáticas, no ideológicas. Venezuela y Rusia demuestran que incluso la primera potencia mundial no puede imponer su voluntad, ni siquiera en Nicaragua. Ortega implanta una dictadura casi en la frontera norteamericana, sin precedentes despoja ciudadanos de su nacionalidad, suprime candidatos presidenciales y encarcela representantes de la Iglesia. Es decir, hace lo que le da la gana y nadie lo puede impedir. EE.UU debería sopesar muy cuidadosamente eso para no dar pasos en falso en sus decisiones sobre Venezuela.

@CarlosRaulHer

La bestia negra

Carlos Raúl Hernández

Periódicamente reaparece la bestia negra “neoliberal”, igual que el Yeti, la Sayona y el Fin-fin, estos dos muy perjudicados porque la electrificación de los campos ya no deja tantos caminos oscuros y Florentino y el diablo se quedaron sin seis por derecho para batirse. El término tiene un origen interesante. Las hecatombes de los 80: soviética, crisis de la deuda latinoamericana, del modelo rooseveltiano en EE. UU y de la moderación socialista europea, parecían el final del izquierdismo ideológico, causante de aquellos naufragios, cuya razón quedaba clara: producir los bienes necesarios en cantidad y calidad suficientes, requiere un esfuerzo de la sociedad en conjunto, en el que cada uno aporta para intercambiar, ganarse la vida y mejorar la de todos. La represión, violenta o moderada a los productores multiplica la pobreza. El Estado tiene discapacidades como factor productivo, no busca la rentabilidad sino el bien público, y propende a quebrar las empresas, convertirlas en beneficencia o agencias de empleo. El terremoto de los 80 devela de nuevo esta polvorienta y firme verdad

Las funciones del Estado son estratégicas: asegurar el equilibrio institucional y la cohesión social, mantener la seguridad nacional, los incentivos al bienestar. Un ensayo de Jean-Francois Revel sobre los estertores del período soviético, analiza que 95% de los trabajadores se ocupaban en el gobierno a cambio de una miseria. Mucho antes del colapso, el diablito que recorre las oficinas rusas de El maestro y Margarita, la genial novela póstuma de Mijaíl Bulgácov, comprobó que pocos iban al trabajo y los que lo hacían, pasaban el día jugando ajedrez o parloteando. Inquirido por él, un funcionario le respondió “y qué quieres. Nosotros fingimos que trabajamos y el gobierno finge que nos paga”. Vino el huracán global y la recuperación comienza con los programas anti inflacionarios de ajuste y reforma estructural que salvaron a occidente del desastre (ya la China de Deng lo había prevenido). La izquierda anacrónica respondió “hábilmente” con grandes movilizaciones.

Sacudieron Roma, Washington, París, Seattle, Madrid, Londres, México, Brasil, contra “el neoliberalismo”, “el neoconservatismo”, “el dogma del mercado” y otras astucias, para disimular su propio fracaso y culpar a las reformas del desastre. En Latinoamérica aparece el simpático Sub-comandante Marcos, Fidel Castro convoca el Foro de Sao Paulo para discutir la debacle ideológica y de allí sale la nueva política de ofensiva contra FMI y el estamento dirigente que aplicó las reformas estructurales. Mientras se superaba el vendaval hiperinflacionario, los causantes denunciaron en movilizaciones callejeras las privatizaciones y la ordenación del gasto público. Alguna vez comenté que es como si después de un incendio, la gente atribuyera los destrozos a los bomberos. La magia revolucionaria hizo que los graves desarreglos pasaran a ser producto de las políticas correctoras y no de la hiperinflación, las megadevaluaciones, el desempleo y la pobreza, engendrados la ideología benefactora.

Por desgracia todavía sobreviven políticas e ideologías vacuas que le impiden a la gente trabajar, a las que llaman socialistas, contra políticas normales que estimulan la gente a trabajar y producir. El pensamiento anacrónico llama neoliberal cualquier espacio del globo terrestre donde el Estado genere prosperidad para su gente al no ejercer hegemonía económica. Compare la estabilidad de precios, la abundancia, la distribución y el acceso a bienes necesarios en países donde no hay coacción a la actividad productiva, con las ruinas de aquellos que expropian empresas y redes de distribución; Uruguay y Cuba, por ejemplo. “La fatal arrogancia” de la que hablaba Hayek, podría permitir que reaparezca la hiperinflación, que asoma de nuevo su hocico y ni el Estado, ni la sociedad civil, ni los partidos políticos, parecen calibrar este peligro y afortunadamente circula que despidieron a unos asesores de la región que divide los hemisferios sur y norte, inductores de disparates como el IGTF. Ojalá sea cierto.

El gobierno debería contar con asesores chinos, uruguayos, vietnamitas, dominicanos o mexicanos, whatever, probados en el éxito y no buscar a Dios por los rincones, porque las pocas respuestas endógenas que aparecen son de polvorosa, imposibles fácticos, como la dolarización formal de la economía, que requiere un acuerdo con la Reserva Federal norteamericana y cuya conveniencia es muy dudosa. Hemos sufrido uno de los ajustes más implacables conocidos desde Rómulo y Remo, que destruyó el ingreso de los destinatarios del socialismo, los trabajadores. Un profesor universitario titular, máximo escalafón, Ph. D, con 30 años de faena, gana 40 dólares y perdió 99.7% de su fondo de retiro. Ni Satanás al frente del FMI ajustaría tan duro y es necesario que no lo siga pagando la gente y le toque ahora al gobierno ajustarse a sí mismo. La inflación, además, es un ajuste perpetuo. “Dolarizar” (no sé si el verbo existe) impediría desarrollar una economía exportadora con costos competitivos en el mercado internacional y lo pertinente sería el crowling peck.

Italia con la lira flotante, era la segunda economía de Europa, crecía 18% anual y cuando adoptó el euro, esa ventaja se desplomó y hoy es una nación casi damnificada, con 40% de desempleo juvenil, la mayor deuda externa del mundo y tres millones de empleados públicos ociosos. Pero recuperar el bolívar no se logra por una gestión de mi bisabuelo José Gregorio Hernández, sino con medidas monetarias específicas. El bolívar es una moneda al rojo vivo que todos arrojamos de inmediato antes que la incinere la inflación y la gente corre al dólar, que sube por eso cada hora. Fijar tasas de interés positivas evitaría varios de esos males: protege la capacidad adquisitiva, frena la devaluación, fortalece la banca y reinventa el crédito, como ha ocurrido siempre en condiciones parecidas. Al tiempo, quien quiera seriamente recuperar el país está obligado a racionalizar el Estado. Cifras realengas indican que 13 millones de personas devengan erogaciones del Estado y de ellas, al parecer, 3.5 millones son empleados públicos.

Al salario destruido junto a las prestaciones, hay que añadir qué 80% de los funcionarios públicos no viven de sus falsos empleos y los pocos dólares de su sueldo. Son cuentapropistas o emprendedores, y la administración pública es una gigantesca nómina de ausentes que se ganan la vida en la calle y por eso nunca será más barato y menos doloroso racionalizar el Estado. Devolver las propiedades confiscadas daría darle un impulso a la actividad económica y a la confianza, como se comprobó con el caso Sambil, igual que licitar empresas públicas que dan perdidas, que pervierten el gasto público, e impiden que los recursos vayan a los hospitales y las escuelas. Son medidas posibles en medio del bloqueo internacional, las “sanciones”, la confiscación del oro, las reservas internacionales y la parasitosis de los recursos nacionales en manos de los despojos de la “presidencia provisional”.

En la crisis mundial del 29, Argentina sufrió una escasez de capitales extranjeros que creó circunstancias difíciles, aunque no comparables con las nuestras. Lo llamaron insuficiencia dinámica, porque los obligó a desarrollar iniciativas no convencionales para cubrir el déficit de capital (hoy las llamarían “neoliberales”) Si abandonan fobias ideológicas y reemprenden la relación con los productores, que tuvo buenos momentos recientes, podrían elaborar con ellos un plan contra las barreras a la inversión privada interna que culmine en derogar el batiburrillo colectivista de medidas, normas, reglamentos que asfixian la inversión y la producción, en un entendimiento entre el Estado, la sociedad civil, los partidos, la Iglesia. Deben aprovecharse las perspectivas comerciales con Brasil, Colombia, Curazao, la región andina. En vez de tirarle piedras a la luna, los venezolanos deberíamos ponernos en emergencia contra la hiperinflación, el peor enemigo de los pobres (y de los menos pobres) que ahora también viene en dólares, otro fenómeno que los economistas debían explicar

@CarlosRaulHer

Caminante ciego en la oscuridad

Carlos Raúl Hernández

Joseph Schumpeter es un pensador austríaco que conjuga una perspectiva socialista suave con enorme sentido de la realidad económica, como lo revela su gran obra Capitalismo, socialismo y democracia, útil pese a su olvido (1942). Conjuga economía, ciencia política, derecho, y entre sus grandes aportes, que solemos utilizar sin saber que son suyos, se cuentan la aplicación de la teoría económica a la política, la reflexión sistemática sobre la “destrucción creativa” como factor esencial en la sociedad abierta, la interpretación del emprendimiento y del papel político de las clases medias. Entiende la tecnología como prolongación de nuestros cuerpos que hace milagros, fuerza que destruye y crea puestos de trabajo, factor de conflictos políticos y guerra entre los países, útil aún hoy cuando creíamos que eso pertenecía a la historia. Decía que el “capitalismo no sobreviviría frente al avance del socialismo” aunque no logramos interpretar esa misteriosa, en él, frase de esfinge, que no corresponde en nada con su análisis de entonces ni con la realidad de hoy.

El fundamento del “capitalismo” es la destrucción creativa que incesantemente demuele lo anterior y crea lo nuevo, desbarranca el pasado y por eso es difícil mantenerse al día. Hoy la vigencia de una laptop, por ejemplo, es de menos de dos años, y eso porque las empresas no apresuran el mercado. Se liquida toda una rama de la economía, otra la sustituye, prospera, crea puestos de trabajo, hasta que también cae. Por eso pocas afirmaciones tan insustentables como que “la automatización elimina empleos”. La revolución industrial fue un asombroso proceso de innovación-destrucción masiva de trabajo servil, que en apenas un siglo cambio acabó el antiguo régimen y llevó la expectativa de vida de veintidós años a más de cuarenta. La “revolución tecnológica” de Clinton y Al Gore creó 20 millones de empleos en EE.UU. La tecnología es también factor esencial de la globalización, porque países y regiones relegados se ponen a la vanguardia y superan a los antes predominantes, como vemos hoy con el milagro asiático.

Quienes pasan la vida jugando perinola, sucumben, caso Latinoamérica con políticas telarañosas, valetudinarias y camina como un ciego en la oscuridad. En dos siglos, pasamos del uso del hielo para conservar los alimentos, a la refrigeración; del telégrafo al smartphone, de la lámpara de gas al bombillo incandescente y ahora a las lámparas LED. La televisión pasa de los tubos de vacío al chip. Del disco de vinilo se pasó al CD, desaparecen, y del motor de hélice a la turbina. De la máquina de escribir al procesador de texto. De minitel a la internet, de la fotografía química y el reloj mecánico a los digitales, y luego al inteligente. Schumpeter también aporta como pocos para comprender la función social de los sectores medios, siempre “una variable incontrolable” en política, que desde el siglo XIX hasta hoy asumieron por igual acciones antisistema de izquierda o de derecha, no valoran demasiado la democracia y cambian de un momento a otro a la catástrofe. Mientras los estamentos populares suelen ser pragmáticos en sus decisiones políticas, utilitarios, al decir de Jeremy Bentham, las clases medias operan movidas por criterios moralinos, generalmente irreales, ilusorios.

Por ejemplo, en Venezuela, cambiaron desde posiciones de extrema izquierda irracional antipolítica en 1998 a la extrema derecha irracional antipolítica hoy, y respaldaron procesos autoritarios desequilibrados, locuras de ambos signos consecutivamente, con lo que se autoeliminaron como grupo social y como alternativa. Me producía asombro como defendían y defienden posiciones ingenuas con igual fanatismo e irracionalidad y se arrojaban por el barranco de caudillos para castigar los vicios de la democracia; pero aún más su incapacidad para aprender de la experiencia Schumpeter las estudia sociológicamente. Profesionales, empresarios, profesores, técnicos, intelectuales, burócratas, son los factores más dinámicos de la sociedad, los mejor formados académicamente, motores de los procesos de desarrollo. Son también síntoma de éxito económico, porque significan que la mano de obra se tecnifica y eleva su status. Resultan por lo tanto enormemente valiosos, pero es un error dar crédito a sus opiniones políticas, más ahora gracias a las redes sociales.

La opinión de un insigne neurocirujano sobre geofísica, vale tanto como la de este o de un político sobre medicina y viceversa. Al carecer de experiencia y conocimientos especializados, también carecen de sentido sabio en la disciplina, “piensan políticamente como niños”, dice Schumpeter. Su opinión es emocional, moralina, simple, confrontacional, porque carecen de know how. Aspiran a ser dirigentes porque la política les apasiona y transitan por ella sin saber siquiera como tratar con un mesonero, sin la más remota idea sobre que se debe hacer para ganar una elección, ni enfrentar adversarios avezados, astutos, intencionados, en síntesis, políticos. Sus pretendidos liderazgos, -pienso en Mauricio Macri, Ivan Duque, Guillermo Lasso-, equivale a designar una monjita para administrar un casino en las Vegas. Twitter es el sicoanálisis colectivo de los sectores medios. La inexperiencia aflora intolerancia, impericia, conflictividad, dificultades para rectificar, sordera a argumentos contrarios, para buscar soluciones transadas, no confrontadas, demonización del adversario.

El debate sobre las elecciones automatizadas daría como prueba. Después de veinte años asombra que la bandera de lucha sea regresar a las elecciones manuales, un arcaísmo equivalente a volver al teléfono de disco o pedir que los bancos y las universidades prescindan de las computadoras, porque pueden trampear clientes y estudiantes, con el prejuicio del “fraude tecnológico”. Un “experto” afirma rotundamente y “con plena responsabilidad” que “en ningún país democrático hay voto electrónico”, aunque existe en EEUU, la India, Brasil, Filipinas, Bélgica, Francia, Argentina, Perú, México, Canadá, Holanda, Alemania, Reino Unido, Italia, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, Bulgaria, Parlamento Europeo, Estonia, Emiratos (en muchos se implanta parcial o progresivamente). Casi 40% de los electores del planeta votan con máquinas. Cómo respuesta, la ingenuidad vivaracha, el sombrero de copa: “eso es bueno allá, pero no aquí porque el gobierno es tramposo”. Parecieran creer que el fraude apareció en el mundo con los sistemas automatizados. La Ilíada de los secuestros electorales latinoamericanos se escribió con sistemas manuales en México, “la dictadura más perfecta”, por 70 años el arquetipo, sin máquinas de votación. El fraude republicano en Florida contra Al Gore en 2000, fue posible gracias al conteo manual, como se demuestra porque en las mesas adulteradas se contó “con las manos” ¡qué casualidad!

En los países democráticos se vota de las dos maneras. Y para terminar de “calzarse las ideas al revés”, diría Moliere, arrojan “sospechas” sobre quien argumenta lo contrario, vinculaciones oscuras, marañas, sin darse cuenta que patean un aguijón. Para que voten los venezolanos de la diáspora es indispensable que lo organice el CNE en virtud de un acuerdo con el Estado venezolano, porque nadie va aceptar resultados proclamados por una caimanera caótica. Y eso implica derogar sanciones y el no reconocimiento. Las elecciones automatizadas en Venezuela son la mejor noticia para sectores opositores que nunca tuvieron fuerza ni organización para cubrir las mesas electorales, porque la “gracia” abstencionista, los privó de aparato de poder frente a la maquinaria y los recursos del adversario. Gracias a la digitalización, la disidencia obtuvo repetidas victorias, porque los resultados no se pueden cambiar. Piden “un CNE equilibrado” que ya existe, y lo mismo ocurre con las condiciones electorales, pese a que la sumatoria de votos declarada por el CNE les dio victorias, pero han perdido los cargos por no entender la política. Se invocan ilusorias truculencias del CNE y las máquinas para una cosa, pero se aceptará para concurrir a las elecciones nacionales. La insensatez de la postura es tal que parece tratarse de una operación para declarar fraude. De otra manera no se puede entender.

@carlosraulher

Sinatra, la ciudad y la guerra

Carlos Raúl Hernández

“Comienza a extender la noticia, me marcho hoy mismo/ quiero ser parte de ella/Estos zapatos vagabundos desean perderse en su mismo corazón, Nueva York, Nueva York/ Quiero despertar en una ciudad que nunca duerme” (Compuesta para la cinta New York, New York de Scorsese, por John Kander y Fred Ebb)

Según Marx la “ciencia de la historia” anticipa, prevé los cambios sociales y la marcha indetenible desde la comunidad primitiva hasta el desenlace inmancable del comunismo. Se le llama historicismo, que a partir de las huellas pretende descubrir las leyes del destino humano; y la praxis, la política, aunque dramática, no puede más que seguir el rumbo. A Marx le pareció inconcebible que el Estado burgués se deshacía, pero se reconstruía “mágicamente” en el primer sufragio universal del mundo, que eligió a Luis Napoleón Bonaparte. Para los pragmáticos escoceses, David Hume y William Robertson, las leyes de la historia son supersticiones, porque la vida social es la resultante de miles o millones de voluntades individuales y de quienes la dirigen y no hay “conciencia cósmica” que trace finalidades ni “causalidades”.

Para San Agustín, Dios permite a los humanos hacer su camino y rechazó la predestinación, aunque le temió hasta su hora final. Kant coincide con el pragmatismo, aunque acepta leyes sociales en pequeña escala, como la oferta y la demanda, pero no unas que marquen el destino. El desarrollo humano para él es parte de la imprevisibilidad de la naturaleza y no de la metafísica, el positivismo, la rueda de la historia, las relaciones de producción, o la “astucia de la razón”. Los hombres no obedecen a un guion ni a fatalidades en el advenimiento del socialismo o la democracia, lo que dependerá de la capacidad de quienes los impulsen o los resisten y del azar. Sin la genialidad de Lenin en las Tesis de abril, no hay revolución bolchevique y sin Churchill, triunfa Hitler. Unos juegan contra las instituciones, sus partidos y tradiciones y otros a favor. Apocalípticos e integrados obtienen fervientes respaldos.

Donald Trump recibió algunos pasmosos en la campaña de 2016, del filósofo marxista Slavoj Zizek y Susan Sarandon, entre otros. A ella le preguntaron por qué, mujer y progresista, votaba por Trump y no por Hillary Clinton y respondió: “no voto con la vagina”. La democracia se impuso al fascismo y el comunismo, pero ha sido difícil que cristalice en sociedades arcaicas, en las que triunfa la revolución, pero contra las previsiones de Marx. La revolución ve pecaminosa, diabólica la sociedad urbana moderna, desde antiguas ideologías fibionistas. La ciudad era la nueva Babilonia, Gomorra, sensualidad, egoísmo, obra de Satanás. La impronta antimoderna y antiurbana están en Rousseau pero antes en las letanías morales de Juvenal contra la corrupción de Roma, vienen de las más antiguas raíces de la civilización. El mito de "la prostituta de Babilonia" vale a cualquier ciudad y época: placeres, alcohol, vida fácil, perdición.

El Diluvio ahoga el pecado de la vida urbana y Lot no consiguió diez personas decentes en Sodoma y Gomorra. Se desencadenó la ira divina, la lluvia de fuego, porque un grupo de rijosos intentan violar a varios Ángeles enviados a buscar a Lot, enardecidos por su belleza. Lucas, Juan y Mateo cuentan la maldición de Cafarnaúm que “hasta los infiernos serás arrojada” y arrasan Jerusalén a sangre y fuego en castigo. La revolución china es contra los grandes centros urbanos ("triunfo del campo sobre la ciudad") y pese al levantamiento heroico de Shanghái, para Mao encarnaba la corrupción "capitalista”. Los jemeres rojos echaron de Pohn Pehn casi la mitad de la población hacia el campo, y el Che Guevara se burlaba de los "pequeñoburgueses" revolucionarios urbanos. Para el islam las ciudades occidentales son mundos de pecado y Al-Qaeda castigó las Torres del Comercio de Nueva York.

Su Quinta Avenida es el máximo hedonismo, “la ciudad que nunca duerme” de Sinatra, donde los seres de un día conquistaron niveles más altos de libertad, riqueza, resplandor. Para las diversas vertientes del pensamiento anacrónico, es el centro universal de todo lo diabólico: mercado de capitales, modas, confluencias étnicas inferiores, teatro, danza, gastronomía, cosmopolitismo, placer, consumo. En la guerra de Afganistán, un terrorista declaró: "los norteamericanos nunca podrán ganarnos. A ellos les gusta la Coca-cola y a nosotros la muerte". Afganistán es un condenado de la tierra al límite de lo humano. Al Talibán le gusta la muerte y golpear y torturar mujeres. En esos días se publica un video casero de la paliza que propinó la Policía de la Moral, en una calle de Kabul, a una joven a la que el viento le corrió el velo. Su cuerpo quedó tan moreteado "que no se sabía si estaba vestida o desnuda".

La arrojaron agónica en un sótano y allí murió bajo un túmulo de cucarachas. Apenas a finales de 2022 asesinaron a otra mujer en Irán por lo mismo del velo, lo que produjo estallidos populares. Como el joven talibán, muchos intelectuales, estudiantes y profesionales occidentales, entienden que la sociedad de consumo es larva de decadencia, reblandecimiento y carencia de valores. Pero los indicadores evidencian que a mayor consumo, una sociedad es más humana, y mientras menor -caso de Afganistán-, más brutal. En las grandes democracias, los pobres mueren de sobrealimentación, obesidad, accidentes cardiovasculares, cáncer, diabetes, pero la expectativa de vida pasa los ochenta años. En las sociedades de no consumo, mueren de hambre, el ingreso de calorías per cápita no llega a mil diarias y en Ghana y gran parte de África, la gente apenas alcanza treinta años.

Las crisis económicas que estremecen al mundo corresponden a caídas del consumo. Werner Sombart, sin embargo, pensaba que el comercio, el sedentarismo, el automóvil, el konfortismo son estigmas, patologías colectivas; debilidades occidentales y no triunfos civilizatorios en la aventura humana. La vocación contra la sociedad urbana moderna, el desprecio a los negros, el tradicionalismo, los fundamentalismos, las xenofobias, la antiglobalización, el progresismo, la defensa de “lo originario” y el neocomunismo, trasuntan odio al comercio-consumo, la libertad y el disfrute, ya que el confort, la abundancia y la belleza, serían afrentas egoístas para los carentes. Utilizan apreciaciones de Rousseau y Marcuse, como una tal contradicción entre la satisfacción de necesidades artificiales y necesidades reales. Estas: comer, dormir, el sexo, protegernos de la intemperie, nos acercan a los animales.

Y las artificiales: oír música, el amor romántico, sentir el arte, usar perfumes, aire acondicionado, tomar vino o ir al teatro, un sofá de diseño o viajar, son las que nos humanizan. En su fingimiento permanente, el pensamiento anacrónico pregona sociedades ascéticas, ya que la explotación arrebata a los pobres la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas. Pero es exactamente lo contrario y gracias a la sociedad de consumo se generó el maravilloso desarrollo material y cultural y cada vez una parte mayor de la Humanidad tiene acceso a los bienes terrenales del hombre. Vivimos el momento de la historia con el menor número de pobres aunque hay que estar atentos a las consecuencias de la guerra en Ucrania. Mientras mayor es el consumo de cualquier sociedad moderna, mejor satisfechas las necesidades básicas de la mayoría.

Las colas en las naciones prósperas son para oír a Jack Harlow, Beyonce, Karol G, o comprar el último smartphone, pero en las que han vivido las desventuras revolucionarias, son tumultos por bienes esenciales para sobrevivir ¿O es que hay algo positivo en que los padres no tengan para los regalos del Niño Jesús o Santa Claus, y de malo que Pavarotti, Domingo y Carreras vendieran cientos de millones de copias de Los tres tenores en los 90? Es el encono contra los factores que democratizan la cultura, a los que estigmatizan por ser beneficio de mercaderes: la industria cultural, la televisión, el cine, la internet, los smartphones, aunque permiten que sectores masivos accedan a las grandes manifestaciones del arte, la tecnología y la cultura. El comercio-consumo sería una enredadera viscosa y en su escala de odios está junto con los bancos.

Desde finales del siglo XIX, los filósofos alemanes amantes de la guerra, Nietzsche, Sombart, Oswald Spengler, Karl Junger, se cuentan entre los enemigos ideológicos de la sociedad de consumo. El espíritu comercial domestica los pueblos, los hace sumisos y decadentes. Detestan que la cotidianidad del comerciante lo indisponga al sacrificio máximo, a derramar la sangre, a dar la vida por la causa patriótica, mientras la guerra entrena los pueblos para la grandeza. Kant en su profética obra La paz perpetua, dice lo mismo pero con sentido contrario, antibélico: "el espíritu comercial no puede coexistir con la guerra, y tarde o temprano se apodera de cada pueblo". Disfrutar de bellas creaciones, no es la felicidad, pero está cerca. Lo curioso es que los países mercaderes y hedonistas siempre le parten la madre a los países “guerreros”. Atenas históricamente se la rompió a Esparta, Europa a Alemania nazi, EE. UU a la Unión Soviética. Esperemos que la belleza y el placer derroten a la guerra.

@CarlosRaulHer