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Carlos Raúl Hernández

La viruela del mono

Carlos Raúl Hernández

¿Por qué contra el sentido común y cualquier ejemplo, un “experto” crea sucesivos caos en las economías de Ecuador, Bolivia, Venezuela y ahora de Argentina, hiperinflación, hiperdevaluación, hiperdesempleo sin darse cuenta? ¿Cómo puede el liderazgo argentino llevar 70 años cometiendo los mismos errores sin parar? ¿Por qué misterio después de estrellarse tantas veces un señor no logra entender sus desmanes y no aplica el tratamiento universal e infalible, la penicilina contra la estupidez económica? Ductor de la destrucción de economías regionales, el señor Alfredo Serrano Mancilla, militante de Podemos, la viruela del mono ibérico, hace tiempo zarpó de España a hacer la América. Pedrada en ojo de boticario, el reciente artículo de mi amigo Pedro Benítez en Alnavío, trajo al personaje. Serrano gobernó con Correa tras el trono y los ecuatorianos lo culpan de los adefesios que casi (¿) quiebran el país dolarizado. Y en lo que parece un milagro, en Argentina designaron a Sergio Massa superministro de economía, el mejor (¿o el único?) dotado para el cargo en el país.

También los bolivianos culpan a Serrano de los errores en la gestión de Evo Morales. Su pensamiento no tiene que ver con el mundo real, sino con afiebradas elucubraciones polpotianas o maoístas. Hace unos años reconocía que casi 100 por ciento del ingreso en Venezuela era del Estado, tanto como en la extinta Unión Soviética o Cuba, pero le molestaba que los bancos y el comercio privado todavía “capturaban una parte de la renta”. Había que expropiarlos, aunque las distribuidoras de alimentos que Chávez confiscó devinieran literalmente pozos sépticos, criaderos de gusanos; y que los bancos estatales pierdan miles de veces su capital, PDVSA sea el fantasma de Ramírez y ya hasta los acreedores hayan renunciado a sus desechos. Serrano procuraba confiscar las restantes distribuidoras de alimentos y que todo pasara a su control, lo que hubiera sido una catástrofe humanitaria, hambre pareja en la economía petrolera, paliada por Clap, pero no importa: llegaríamos al socialismo, la miseria perfecta, primero que Cuba o Norcorea.

Un pensamiento tan aterrador como el cementerio de vampiros que resucitan detrás de Selma Hayek en Abierto hasta el amanecer, la dadaísta cinta de Robert Rodríguez. China es otra vez un imperio que incluso disputa Latinoamérica, gracias a una economía de mercado abierto que rompió todos los records de crecimiento desde la Revolución Industrial ¿Cómo entonces no saber que la viruela podemita del mono es exactamente lo contrario de lo que debe hacerse? El sentido común hizo que Yuri Andropov, nada menos que el jefe de la KGV, Secretario General del Partido Comunista Soviético, iniciara en 1982 un proyecto para liberalizar la economía. Es el injustamente no reconocido padre de lo que con Gorbachev se llamó perestroika, quien vio a tiempo lo que hacían los chinos de Deng y lo entendió. Muere cuando tenía apenas año y medio en el poder y con él su proyecto económico, al parecer inspirado en el de Augusto Pinochet. Su plan era una especie de stalinismo neoliberal (jaja) una dictadura militar férrea que ilegalizaría al Partido Comunista para imponer la modernización, la economía de mercado y a posteriori, quién sabe.

Para fanáticos, “neoliberalismo” es todo lo que no sea una economía estatizada. Posiblemente de sobrevivir Andropov, una incólume Unión Soviética disputaría hoy la hegemonía mundial con EEUU y China. La viruela resucitó en Venezuela donde impuso la economía política de la destrucción, que ni siquiera cuajó en Ecuador, Bolivia ni Nicaragua, pero, colonialismo al revés, sí en las desordenadas cabezas de los indignados españoles y en Pablo Iglesias. El socialismo del siglo XXI, resucita en la Venezuela democrática lo que Marx llamó el socialismo feudal, y lo encabeza un militar extraño al debate ecuménico de las ideas que desencadenan personajes tan diferentes y tan parecidos como Reagan, Deng Xiao-Ping, Thatcher, Felipe González, Andropov- Gorbachev Clinton, Salinas, y Pinochet. No es un hombre de época, como estos, sino con una mente de ultraizquierda cavernaria que no entendió jamás el Eurosocialismo, el eurocomunismo ni el socialismo de mercado. En 1999 opera Jorge Giordani a quién desde su época de profesor universitario, en los medios de la izquierda se le conocía como “el albanés”

(Albania fue y es uno de los rincones más retrógrados, olvidados y primitivos del comunismo) Giordani fue vocero de la teoría que devuelve Serrano: empobrecer a la gente para darle de comer en la mano. Libros clásicos y no tanto expusieron que mientras más miserable sea la sociedad menos tiempo tendrá para combatir el status que provoca esa miseria y más deberá dedicarse a conseguir proteínas. Pero históricamente el efímero ascenso de Serrano sacó de juego al fallido criptocandidato presidencial Rafael Ramírez que disfrazado de reformista y descabezado antes de arrancar, pretendía encubrir su destrucción de Pdvsa. Serrano nos trae de regreso en sus carabelas los delirios de empobrece y triunfarás. En Venezuela se impusieron por momento los experimentos podemitas, pero atornillan las racionalizaciones que condujeron a la Albania de Giordani. Chávez colonizó Podemos pero, ironías, el Almirante Serrano nos trajo de vuelta a América la ideología que lo poseyó.

@CarlosRaulHer

La utopía arcaica

Carlos Raúl Hernández

El progreso es una categoría de la teoría social forjada en el Renacimiento, pulida en la Ilustración y hoy cuestionada: consiste en que la “sociedad mundo” mejora inevitablemente al paso de la historia. Para los determinismos de los últimos siglos, el progreso es irreversible, mientras para posmodernos y reaccionarios teóricos, no existe, es una auto justificación capitalista. Para aquellos la evolución obedece a “leyes objetivas, inevitables, naturales”, y los hombres son barquitos de papel en el oleaje. “La rueda de la historia” va, según Hegel al triunfo de la razón, para Marx al comunismo, y según Comte a la sociedad positiva, tres futuros bañados por “ríos de leche y miel”. El Manifiesto comunista es una oda al progreso “burgués”, en vías al inexorable destino. Dadaístas, surrealistas, neogóticos, posmodernos, hippies y demás antisistema ultras, rechazan la modernidad, el “consumismo”, su corrupción y aman las comunidades tradicionales.

El Romanticismo rousseauniano desde el siglo XVIII, con ramalazos en los siguientes, plantea una revolución reaccionaria, antiprogresista, contra la modernidad, el conocimiento científico y la Ilustración. La ciudad es la nueva Babilonia, corrupción, maldad, perversión que inficiona “la pureza” del pueblo. Defienden las tradiciones, la poesía, el arte, la mitología, y Wagner se dedica a restaurarlos. Para el progresismo crítico, racional, el progreso no es una ley natural, no es indetenible, ni irreversible, sino producto de la acción y la voluntad humanas, aleatorio, que se crea y también se destruye. Los imperios egipcio, persa, mongol, chino, romano, musulmán, sacro-romano, español, británico, ruso-soviético, norteamericano, que dominan el mundo en períodos, decaen y desaparecen.

El progreso es desigual, combinado, no es a perpetuidad sino a plazo fijo. El medioevo sucede al imperio romano hasta el Renacimiento, se perdieron los conocimiento científicos y tecnológicos, la infraestructura de carreteras, acueductos, teatros, que todas conducían a Roma. En el siglo I Roma tenía un millón de habitantes, solo igualados por Londres en 1800. En el siglo XX, caído el imperio soviético, resurge la revolución reaccionaria, ahora posmodernidad, pos-estructuralismo, marxismo cultural, ultra izquierda identitaria con tesis maoístas, camboyanas y africanas, de regresar a los orígenes, ahora con el progreso de rehén, porque lo niegan, pero con astucia se denominan progresistas. Desprecian a “occidente”, se arman del diferencialismo cultural, racial, religioso, sexual con la tesis de “oprimidos contra opresores”.

En la sociedad abierta, lesbianas, heterosexuales, homosexuales, a diferencia del fundamentalismo, y ahora del trumpismo, hacen con su cuerpo lo que les viene en gana, pero para la reacción que usurpa el progresismo, eso no basta. Para Judith Butler “esa es una tesis liberal, no revolucionaria”. Una revolución, que la gente choque y se odie por su sexualidad, religión, color de piel y que el Estado decida tales sexo y odio entre ellos. Sus maestros, Beauvoir, Foucault, Sartre, Lyotard, Deleuze, Millet, Singer, Firestone y muchos más, exaltan la pedofilia, el incesto, la necrofilia. No importa la amputación de clítoris a niñas musulmanas, ni que las casen con ancianos: hay que comprender “las culturas oprimidas” y “la política de género” (sic) calla. El feminismo real logró que las mujeres recuperen indeteniblemente liderazgo en las democracias, pero eso molesta a los identitarios. Las mujeres son directivas en 80% de las mil empresas de punta mundiales, pero los identitarios proponen leyes monstruosas contra el Estado de Derecho. Yo si te creo, Amber Heard.

El culto a las “culturas oprimidas”, localismos, nacionalismos, justificó el terror de ETA, Ira, Sendero Luminoso y del islamismo, ecofundamentalismo y bioterrorismo. La ruptura marxista es ahora más radical porque pretende destruir los valores de la cultura y blande la utopía arcaica. Ante la duda tienen la batería de ridículos insultos “islamofóbico”, “misóginos”, “transfóbicos” y otras lenguaradas de ignorancia, confusión o mala fe. “Cancelan” las grandes teorías de la historia, los “macro relatos”, “narrativas”, según la nueva latiniparla ideológica, pero lo que se hundió realmente fueron los “relatos” colectivistas, no de la democracia ni la economía abierta, ni la libertad y pretenden cubrir el cadáver con un sudario colectivo.

Según Marcuse la lucha de clases ya no movilizaba las masas “opulentas” y para Michel Foucault hay que minar los “micropoderes”. La familia, la empresa, la escuela, la iglesia, el trabajo, las parejas tradicionales, la oficina, debían implosionarse desde dentro. Felix Guatarí plantea la táctica la “revolución molecular disipada”, descomponer la sociedad a partir de sus células básicas opresoras y burguesas. Ante el vacío conceptual de los partidos democráticos, las ideas de la ultraizquierda sesenta-setentosa hoy disfrazadas cautivan desprevenidos. Como siempre el progresismo progresista consiste en defender el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley y la no injerencia del Estado en la privacidad.

@CarlosRaulHer

El día que no se acabó el mundo

Carlos Raúl Hernández

Cuando languidece y se descompone la reina de la acción humana, la política, la protectora del equilibrio planetario, entramos en la incertidumbre. Reconforta entonces estudiar momentos estelares que reivindican su sentido estratégico, trascendente y vital para la humanidad. La noche de circo que provocó y mantiene la guerra más estúpida del mundo entre Rusia y Ucrania, en la que las democracias juegan al suicidio, reivindica el talento de los grandes líderes durante la “guerra fría”. La humanidad pendía precisamente de las decisiones de líderes en una confrontación mortal de dos proyectos de civilización que se negaban existencialmente. No podían convivir, se disputaban a plomo cada centímetro, y tenían armas que al menor traspiés aseguraban la extinción de la especie. Finalmente, una de las fuerzas se impuso y la humanidad sobrevivió. El momento más difícil de esa etapa fue “la crisis de los cohetes”, trece días de octubre de 1962 en los que bastaba una duda, una frase torpe, o un silencio, para que estallara el Armagedón. “El mundo se iba a acabar” en la guerra atómica.

Esos trece días son el único -y suficiente- testimonio de gran estadista que dejó John F. Kennedy en sus apenas dos años de gestión (1961-63) y 45 de edad. Irrumpe en la Casa Blanca a la cabeza de un grupo de jóvenes tecnócratas de Harvard, con enorme ruido para los “dinosaurios” militares y funcionarios sobrevivientes de Truman y Eisenhower, que a su vez los despreciaban por “perfumados”. Ese desprecio biunívoco casi acaba con el mundo. En Cuba, unos aventureros irresponsables entronizados en el poder, propician un error de cálculo de la KGV y Nikita Kruschev acerca del joven presidente y su equipo, Robert McNamara, Dean Rusk, Robert Kennedy, Kenny Odonnell, Ted Sorensen. Kruschev también los menospreciaba por “intelectuales”, bisoños, elitescos, poco trajinados. Esa equivocación conduce a los soviéticos a instalar en Cuba varias decenas de misiles nucleares de alcance medio con los que en cinco minutos podrían destruir Washington, Miami, Dallas, Atlanta entre varias otras, con un saldo potencial de ochenta millones de muertos.

La CIA los descubre en fotografías tomadas por un U2, la situación estalla en el gabinete, e inmediatamente cristalizan las mismas agrupaciones desde que el homo sapiens y sus primos tontos, los neardenthales aparecen sobre la tierra: halcones y palomas, racionales y radicales, políticos y tarados. La hiperrealista película Trece días de Donaldson y la genial Strangelove de Kubrick, relatan la locura belicista de los militares y demás halcones. Valga una acotación curiosa. Kubrick titula la obra con una alusión a Strange, el segundo nombre de McNamara, (se llamaba Robert Strange McNamara), Secretario de defensa de Kennedy, un brillante y joven civil cuyo papel en la crisis es mantener en cintura a los radicales, por lo que se trata de una evidente injusticia de Kubrick. Luego de mandar a callar a un general exaltado por la guerra y demás pasiones patrióticas, Kennedy comenta “lo que más me irrita es que si estos se imponen, nadie quedará vivo para enrostrarle su error” (no ocurre así en la política normal, en la que los imbéciles suelen mantener la iniciativa largo tiempo mientras desaparecen).

Mientras el entorno ilustrado de Kennedy busca una vía racional para no destruir la raza humana, los otros se llenaban la bocota con gárgaras de principios, como hacen las gafocracias. El Presidente demuestra a cada paso que tiene lo que hay que tener, que la inteligencia no es cobardía, ni mal carácter carácter, y si no hubiera poseído tanto valor, sangre fría y cerebro, tal vez no estaríamos aquí. A diferencia de la guerra de 2022, luego de entrar en el tobogán de la muerte, Kennedy y Kruschev sabían que debían salirse, pero estaban atrapados en una compleja red y cualquier resbalón terminaría en un vendaval atómico. Por alguna razón, la historia no aclara que los militares dieron un cuasi golpe de Estado a Kennedy, al pasar explícitamente contra sus instrucciones de Defcon 3 (Condición de Defensa) a Defcon 2, a un paso del fatal Defcon 1.

Otra situación límite fue cuando un barco norteamericano disparó una andanada de fuegos fatuos contra otro ruso, una provocación que hizo estallar a McNamara, destacado por Kennedy nada menos que en la cueva de fanáticos, el Pentágono. Ante la confusión por el ataque de bengalas, gritó al almirante a cargo: “¡menos mal que ningún oficial ruso se confundió como yo!”. Al final se produjo la negociación de norteamericanos y soviéticos, con la exclusión explícita de Castro, cuya megalomanía, locura y narcisismo eran problemas demasiado graves. Norteamericanos y rusos, luego también los chinos, decidieron encerrarlo, aislarlo en sentido estricto de manera que en adelante solo pudiera producir daños limitados. Hoy día resulta evidente que con un sicópata de tales dimensiones, lo mejor para la “lucha de clases internacional”, era mantenerlo en su isla –ratonera y que no pudiera avanzar de ahí. De no ser una personalidad tan enferma, hubiera podido trascender su influencia, que se limitó a la izquierda radical latinoamericana. Hubiera podido ser Stalin o Mao con graves problemas para el mundo.

@CarlosRaulHer

Opus

Carlos Raúl Hernández

Estamos acostumbrados a navegar medias y post verdades, errores, fakes, y a estas alturas pocos tan ingenuos para pedir objetividad en controversias políticas, porque se discute para salirse con la suya y no para aclarar. Por ejemplo: de dos corrientes católicas actuales, una la presentan como “inquietante”, mientras la otra deviene ejemplo de virtud y heroísmo: el Opus dei y la Teología de la liberación respectivamente. A la primera, la Obra, fundada en 1928 y retocada en 1930 por san (2002) José María (Escrivá de Balaguer) la rodea una imagen de secta desconcertante, misteriosa, a lo que contribuyeron ampliamente los cuarenta millones de ejemplares vendidos por El Código Da Vinci de Dan Brown, y la película de Tom Hanks dirigida por Ron Howard (2006) que los presenta como un grupo aterrador. El Opus dei tiene cerca de cien mil miembros activos, casi un tercio de ellos numerarios, (dedicados existencialmente a la militancia), que viven en residencias de la organización, separados de acuerdo al sexo, y con votos de celibato y obediencia. La mayoría de los miembros son supernumerarios (a tiempo parcial) y aproximadamente 60%, mujeres.


Practican la penitencia y se someten a privaciones, ayuno, duchas frías, moderados cilicios y de vez en cuando a dormir en el suelo. Otros misticismos occidentales y asiáticos de hoy y siempre, ballerinas luchadores de artes marciales y atletas de alta competencia, practican entrenamientos estoicos. Eso se percibe normal y al opus nadie les molestaría si estuvieran libres de un estigma: ser conservadores, verdadera falta imperdonable e irredimible para algunos factores de nuestras cultura y comunicación. No son una orden religiosa, como algunos creen, sino laica y sobre todo voluntaria de la que gente se afilia y también se retira libremente, de diversas profesiones, políticos, gerentes, técnicos, empresarios, y se espera que tengan éxito en ellas. Pero su ascetismo conservador los hace desconfiables para ciertos entornos, aunque los supernumerarios son casados, con familias y su vida es convencional. Miembros prominentes de la obra han desempeñado y desempeñan los más variados cargos en diversos lugares del mundo (De Gaulle, Adolfo Suárez) pero los rodean nubes de sospecha.

Lo contrario ocurre con la Teología de la liberación. Durante el pontificado de Pablo VI, al CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) organiza una reunión en Barranquilla, Colombia (1968) para discutir los problemas de la Iglesia latinoamericana. Se hace sentir fuertemente la “nueva” concepción revolucionaria que recorre la región, con la “opción preferente por los pobres”, representada por los curas Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Pedro Casaldáliga, Frei Beto, Ernesto Cardenal y muchos otros. Los arquetipos de la “opción” son Fidel Castro, el Che Guevara, y para el momento su expresión más sublime, el cura guerrillero Camilo Torres, caído en combate en 1966. Torres formó parte del ELN una guerrilla que había sentenciado la muerte al “capitalismo y la oligarquía”, y que, con la FARC los teólogos de la liberación veían como instrumentos de lucha necesarios, igual que otras experiencias hoy también naufragas, Allende, Velasco, Torres, MNR, Tupamaros, Sandinistas, Farabundo Martí.

Frei Betto entrevista a Castro en un extremadamente obsequioso libro llamado Fidel y la religión. Treinta años después, recuerda el autor: “yo estaba feliz, dispuesto a nunca más lavar mi mano que había saludado a Fidel. Era un sueño conocer al guerrillero de la Sierra Maestra… nos quedamos ahí hasta las 6am”. Otra de las rocks star que todavía ilumina, Leonardo Boff, autor de Memorias de un teórico de la liberación, no cree en la resurrección (peculiar en un cura franciscano) y entiende que “la resurrección es una rebelión contra el mundo”. Pero las enfermedades revolucionarias cuestan sanar. Interrogado frente a lo aplastante de que utopía revolucionaria condujo al totalitarismo y a la debacle universal comunista, tensa su argumento: “cuidado con los juicios tajantes. Los ochenta años de socialismo no han sido en vano ni suponen un desastre global… nos aportó instituciones progresivas para las inmensas mayorías marginadas”.

Nunca pedirán perdón por bendecir una de las dictaduras más crueles conocidas que arrastró a Cuba al siglo XIX, ni por apoyar guerrillas, ni por conducir cristianos, laicos y curas a la muerte (aunque él viajaba la isla para recibir atenciones revolucionarias). La proximidad con el castrismo es virtud, pero a la Iglesia española, incluido el Opus, si les enrostran su relación con Franco, quien fue una desgracia, sin olvidar que la república española fue una dictadura revolucionaria que ejecutó en masa a los prelados católicos, al trotskismo (y a 600 mil españoles). Según las fuentes históricas en Lérida asesinaron 66% de la curia, en Madrid 30%, en Barcelona 22%, en Barbastro 88%. En Tortosa, 62%, Málaga 48%, Menorca 49%, Segorbe 55 %, en Toledo 42% y en Valencia 27% para un total de 7835 religiosos, y entre iglesias, abadías y monasterios calculan cerca de seis mil edificios destruidos. Guardo desconfianza a ideólogos revolucionarios (los que se pasaron a la derecha lo hicieron también para cometer rubieras) que a conservadores tranquilos.

@CarlosRaulHer

Los fanáticos del vacío

Carlos Raúl Hernández

1. Calle-calle-calle, “Maduro vete ya”, “la salida”, “intervención militar democrática”, “movimiento popular constitucional”, “hora cero”, “trancón”, “referéndum popular”, “la ruta de la dignidad”, 350, “TIAR, “esto lo resuelve el catire Trump”, “referéndum popular”, “no se dialoga con delincuentes”, “falta poco”, “solo negociaremos qué va a comer en el avión”, “no lo llames elecciones”, “¡colaboracionistas!”, “alacranes”, “¿con ese CNE?”, “no es gobierno, es régimen”. “Henry Falcón será Vicepresidente”, “no voto sin condiciones electorales”, “si o si”, “operación libertad”, “intervención extranjera”, “marcha sin retorno”, “abstención”. El diccionario del vacío, arterías, engendros, quincallería conceptual que nos hundió. Y la reina madre de las burradas: el llamado abstencionista en 2018. El mundo está hecho de palabras y ellas cambian la vida de quien las pronuncia y de quien las oye, porque son el momento simbólico de la acción. Hablamos varios lenguajes al mismo tiempo sin saberlo, el verbal, los gestos, las miradas, el vestido, pero más allá de cualquier hermenéutica, los resultados.

2. A una amiga muy querida la atormenta el cinismo de aspirantes a líderes que demostraron no tener lo que hay que tener. Después de arrastrarnos a la desgracia, regresan como si nada a lo mismo que excomulgaron, y por lo que se ve, vuelven a hacerlo mal. Fanáticos del vacío, sacrificaron el movimiento de masas que los siguió lealmente. Dostoievsky expresó pánico por el fanatismo y el cinismo, porque él practicó ambos. En su juventud fue víctima de una simulación de fusilamiento, que, según cuenta, cambió su vida. Y describe ambas cosas en el capítulo quinto de Los hermanos Karamasov. En un pasaje llamado “El gran Inquisidor” narra la milagrosa reaparición de Cristo frente a la Catedral de Sevilla en el siglo XVI, en plena inquisición y al día siguiente de que hubieran quemado un grupo de acusados. Hace milagros, concentra una multitud, resucita una muerta, pero ordenan apresarlo. Una vez detenido se presenta en su calabozo el Gran Inquisidor, un erguido anciano de noventa años, vestido de manera pobre y rústica, y le pregunta –“¿Eres Tú?”. Jesús no se digna a contestar y el Inquisidor dice.

3. “No contestes nada. Ya lo has dicho todo. Mañana morirás quemado como el peor de los herejes”. Reconocer la presencia de la Vedad desestabilizaría sus bases y optan por la cínica expresión de las necesidades del status. ¿Pero existe la condición humana, algo que identifica a todos los hombres por el hecho de serlo, alguna trascendencia que nos dé dignidad como especie? La condición humana es el título de la estremecedora novela de André Malraux, en la que narra que durante el fracaso de la insurrección de Shanghai en 1927, ajusticiaban a un grupo de comunistas lanzándolos uno a uno a la caldera de la locomotora. Conmovido por el pánico de un joven militante, el jefe, Kyo, en sublime acto de abnegación, le regala al muchacho el mayor tesoro, la última cápsula de cianuro, y asume él la muerte en llamas. Kyo es un valiente, irreverente, heterodoxo, enemigo de dogmas de izquierda o derecha, personaje que representa a Malraux, revolucionario, bohemio, humanista. El sacrificio de Kyo no es “por la revolución” sino por un ser humano concreto, frágil y acobardado, merecedor del desprecio de Chan, el fanático cruel, la representación del Partido Comunista.

4. Para los antihumanistas teóricos y prácticos: Marx, Lenin, Spengler, Max Scheler, Nietzsche, Hitler, Michael Foucault, Althusser, Merleau Ponty, los individuos son “briznas de paja en el huracán revolucionario”, sacrificables, porque la revolución vale más que los individuos, familias, vidas, muertes, dolores. Nechayev quería seres “sin identidad ni nombre propio” y Foucault, en la misma tónica afirma que el hombre no es nada, sino “una invención fracasada del Renacimiento”. ¡Qué pueden importar la violencia, el terror, la tortura contra sujeto particulares, si son elementos revolucionarios de purificación, válidos porque persiguen fines superiores! Para Nietszche la decadencia de la civilización es producto de la piedad cristiana por los débiles ¿Es verdad, como dice, que el imperio romano se desplomó por tal influencia debilitadora del amor al prójimo, o porque la esclavitud, el trabajo gratuito, fundó el ocio de los grupos de poder, frenó el desarrollo de las fuerzas productivas, la ciencia, la tecnología, la creatividad, el esfuerzo individual, y se desplomó podrido de improductividad?

5. Pensadores alemanes, denuncian pérdida del sentido patriótico, la disposición de dar la vida por la patria, derramar la sangre en batalla, por obra del confort, capitalista, el comercio, el aburguesamiento, evocación de Esparta, y Max Scheler escribe que “los hombres se habrían devorado pacíficamente si no fuera porque la dignidad de la guerra ha justificado la violencia”. Por fortuna Kant escribió que el hombre se define por sus decisiones, ya que al actuar funda leyes universales y sabemos que asesinar, hacer pogromos contra grupos sociales, razas o naciones, no puede ser ley universal. Y ahí la filosofía ensambla con la acción política, dice Helmuth Plessner “el arte del momento adecuado, la ocasión favorable”. El hombre vive, como las demás criaturas, pero a diferencia de éstas, tiene conciencia de que vive.

@CarlosRaulHer

El espejismo

Carlos Raúl Hernández

La democracia contemporánea surge de la asociación de dos principios contradictorios: la democracia clásica, basada en la voluntad autoritaria de la mayoría, y la libertad de los modernos de Benjamín Constant, que preserva a las personas individuales, las minorías y sus derechos, frente al poder de los muchos. Esa fusión es la democracia representativa, liberal, o constitucional, conquista del siglo XIX, que rechazaron marxistas, anarquistas, comunistas y parte de los socialistas en los últimos dos siglos, y los difusores de ideas de segunda mano, que ven en la fuerza el mecanismo expedito de gobierno. El autoritarismo “participativo” es la ficción de una dictadura del proletariado, consejista, “a nombre del pueblo”, pero ejercida por los jefes revolucionarios, y finalmente por el jefe, como bolcheviques, nacionalsocialistas, fascistas. Estas ideológicas utópicas, finalísticas, seudo “plebeyas”, fueron las más terribles porque se proponen cambiar la naturaleza humana y sociedad para crear hombres nuevos por la vía del poder total. Otros ejercen la autocracia pura y simple del déspota normal o ilustrado, sin adornos ideológicos.

Es exactamente lo mismo proclamarse comunista que nacionalsocialista. Es abrazar ideológicamente la violencia, la persecución, el poder total y la muerte como sistema de vida. Ambos coinciden en acabar de raíz con la sociedad abierta, y la primera tarea es destruir sus valores, hacer que la ciudadanía los repudie y se proponga hacer una nueva sociedad, con el castigo a los “culpables”. Desde la reacción antidemocrática “de derecha”, F. Nietzsche escribe que el cristianismo corrompió las bases de la civilización al reivindicar a los pobres, débiles, enfermos, impidiendo así que la ley natural los exterminara para que reinara el super hombre, el revolucionario. Habló de “la transvaloración de los valores”, demoler los fundamentos morales del orden, invertir los contenidos del bien y el mal, lo legal y lo ilegal, lo moral e inmoral, justo e injusto, generoso y egoísta. El nacional-socialismo aplica a su gusto los planteamientos. Nietzsche no era antisemita y para él los débiles eran una categoría mucho más amplia que los judíos, y por ello se distancia de su maestro Wagner.

Hitler convenció a los alemanes de que la sociedad estaba podrida y con el pueblo haría la transvaloración de los valores. La misma idea pero desde la izquierda revolucionaria, es lo que llama Antonio Gramsci la revolución intelectual y moral, pre requisito para el triunfo del socialismo. Consiste en que, la revolución se impondrá cuando una masa crítica de la ciudadanía desprecie la “vieja sociedad”, sus principios políticos, sociales y morales, y se convenza de la necesidad de una nueva. Ambos autores entienden que la estabilidad del orden político no depende de variables económicas (riqueza o miseria, progreso o estancamiento) o sociales (bienestar, distribución de la riqueza, satisfacción de necesidades) sino de qué los revolucionarios logren poner en cuestión esos valores y romper el “consenso” que sostiene la sociedad. El pensamiento último de Gramsci conduce prácticamente a la socialdemocracia, pero esta tesis ayuda a entender acontecimientos actuales de otra manera inextricables.

Por ejemplo, que el factor determinante de los procesos de cambio no es la economía sino la política, que el partido de la revolución logre convencer a la gente de que vive en el infierno. La desestabilización de la democracia venezolana se produjo durante su primavera, entre 1989-93, cuando corregía errores y florecía en lo político, económico y social. Todavía hay gente ilustrada y de buena intención que cree recordar a la Venezuela democrática como un país aberrante y corrupto y piensa que su fin de alguna manera se explica por los vicios, sin captar que la desestabilización no fue contra éstos, sino contra el programa rectificaciones que rechazó parte de las élites. Crecimiento económico más alto del mundo, un gabinete éticamente impecable y altamente calificado, reformas democratizadoras esenciales, elección de gobernadores y alcaldes, reforma del régimen municipal, apertura económica, reconversión industrial ocupación masiva de la mano de obra.

Pero un grupo de bachilleres semi ilustrados dirigido por notables doctores, empresarios, políticos realengos y gerentes de medios, convencieron a los factores de poder de que el país era un burdel y decapitaron la democracia. La carencia de liderazgo medianamente apto hizo que parte del sistema político de partidos se incorporara a la prédica antisistema, pretendiera hacerse “amiga” de la desestabilización y la promovieron ampliamente desde los mismos partidos del sistema. Creyeron que serían premiados por los desestabilizadores y asistirían al reparto de caramelos. Lograron la “revolución intelectual y moral”, “trasvalorar los valores”, crear un espejismo ideológico sobre parte de las clases medias y las élites, pero no sobre la mayoría que se mantuvo por un tiempo fiel al sistema, pese a su suicidio. Ha ocurrido en muchos países que se juegan lo que han conquistado, aunque el “progresismo” parce estar aterrizando en la realidad.

@CarlosRaulHer

El sentido de la realidad, Biden y Putin

Carlos Raúl Hernández

La Cumbre de Los Ángeles 2022 expresa el nuevo orden mundial producto de la guerra de Ucrania y el fin de unipolaridad. Tal como afirma Putin esta semana en el Foro Económico de San Petesburgo, EEUU no prestó atención a la metamorfosis china y el resurgimiento de Rusia, y reaccionó al contrario de como lo hizo tres décadas atrás ante un reto parecido. La Cumbre parte de un diseño rústico al excluir a Venezuela, Cuba y Nicaragua; por eso seis presidentes no se presentan (México, Uruguay, Guatemala, Honduras, Bolivia, El Salvador), y Argentina cuestiona in situ enérgicamente la reunión. Esto pone de relieve un costo político para EEUU, prueba su pérdida de influencia en la región y lesiona las normales relaciones con ella. Todo inicia con la ofensiva de Trump contra China y el posterior viraje anti ruso de Biden. Embisten a esas dos grandes potencias y cancelan 60 años de diplomacia exitosa.

Expliquémonos por contraste. Durante la Presidencia de Jimmy Carter (77/81) hicieron eclosión todas las taras tercermundistas del modelo de desarrollo instituido por F.D. Roosevelt. El New Deal estableció un estado paternal, la administración pública proporcionaba empleo y beneficencia, malos servicios gubernamentales, intervencionismo, protección a la “industria nacional”, que hubieran colapsado antes a no ser por la tabla salvadora de la guerra mundial y el tratado de Bretton Woods (1946) que hace al dólar moneda universal. Esto da oxígeno a la economía, que en los 70 regresa a las crisis con devaluaciones del dólar. En la presidencia de Carter, EEUU es una gigantesca nación subdesarrollada, de altos niveles inflación, recesión y desempleo: la stagflación. Al estallar la Crisis energética y los precios de los combustibles, Ford, Chrysler, GM, producían enormes e ineficientes carcamales de acero, mientras Toyota fabricaba autos pequeños de plástico, aluminio y alto rendimiento, que ponen las empresas americanas en quiebra.

Para aquel entonces prolifera una literatura apocalíptica sobre EEUU. Paul Kennedy publica su magistral obra Auge y caída de las grandes potencias, 600 páginas para demostrar que EEUU era una potencia del pasado que había perdido los liderazgos de la creación con Japón y de la guerra con la URSS. En 1981 triunfa Reagan con una audaz, dramática y genial reforma económica: abre a la competencia global el mercado automotriz, informático, altas tecnologías y demás actividades. Se desata la histeria y Hollywood produce cantidades de films para denunciar la “venta de EEUU” a “los amarillos”. Reagan enfrentó la URSS al reto de “la guerra de las galaxias”, el escudo espacial, y la derrumbó. Luego Clinton en 1989 impulsa con Al Gore la revolución informática y profundizó el modelo competitivo, se reconvirtieron las empresas creando el milagro de 20 millones de empleos, y EEUU recuperó el liderazgo mundial. No declararon la guerra a Japón y la URSS, sino compitieron y ganaron en eficiencia económica y tecnológica.
En nuestros días el mundo carece de la fortuna de contar con Reagan, Clinton, Deng Xiaoping, Gorbachov, Thatcher, González, Aznar. Por el contrario, Trump reaccionó con anacrónico proteccionismo al salto chino consecuencia del socialismo de mercado en los setentas, y Biden intenta destruir la economía rusa destruyendo la occidental. En vez de actuar como Reagan y Clinton, bloque de progresos humanos como el 5G y el intercambio comercial. Biden se arroja contra Rusia a través de Ucrania, que la inconciencia de Zelensky luce dispuesto a sacrificar. Finalizada la unipolaridad norteamericana, hoy el mundo, diría @Mibelis, zanja dos bloques “líquidos”, interdependientes: EEUU (seguido por Europa) frente a China-Rusia. Pero importantes potencias regionales adquieren importancia estratégica por diversas razones: India, Brasil, Sudáfrica, Japón, Irán, México, Turquía, sin olvidar el dolor de cabeza de Norcorea. Las incidencias de la Cumbre de Los Ángeles demuestran el peso que da a China ser en 2021 el segundo socio comercial de Latinoamérica con más de 500 mil millones de dólares de intercambio, casi el doble que el año anterior, mientras aumenta en 33% (2021) sus inversiones en Europa.
Desde el triunfo de Putin en el 2000, la emergencia china y la deriva del populismo revolucionario en Latinoamérica, se habla en los círculos académicos del languidecimiento de la democracia, palpable en los liderazgos globales. El fin de la unipolaridad es también un mal momento para la democracia, siempre un sistema político minoritario en el contexto global, con auges como lo que Huntington llamó la “tercera ola de democratización”. Surge una versión autoritaria que conjuga la fuerza, sus habilidades y falta de escrúpulos, con eficiencia económica. No importa que intelectualoides y opinadores se equivoquen, y escriban panfletos llenos de fuego fatuo y vacíos de racionalidad. Grave es que los que dirigen la política mundial desde la “era Trump”, salvo Merkel y los suyos, demuestran no saber ni el alfabeto. Por eso Kissinger los comparó con “vendedores de electrodomésticos”. Carecen de lo que Isaiah Berlín consideraba esencial en un dirigente político: “el sentido de la realidad”. El diagnóstico de Putin obliga a las democracias a responder con inteligencia.
@CarlosRaulHer

Pensar con las tripas

Carlos Raúl Hernández

“Le seguimos pagando a Putin por la energía para que no consiga recursos en otras partes”. No lo dice Cantinflas, sino nada menos que de la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen. Es como si Hans fuera feliz porque su mujer se acuesta con el chofer, “y no tiene que buscar sexo fuera del hogar”. 1. La irresponsabilidad de los dirigentes democráticos europeos y norteamericanos, no registra empacho en lanzar Ucrania a la debacle como carambola para destruir la economía rusa, pero por los resultados ha sido un error gravísimo, infantil. Identificar a Putin con Hitler y presentar la guerra una “cruzada por los valores occidente” no salvará a Ucrania, y quien pierde no es Putin sino esta y las democracias occidentales. Putin llega al poder en el año 2000, Europa -EEUU lo ven como “un KGV”, y él intenta convencerlos de que es un aliado occidental, elegante, glamoroso, aeróbico, decidido. Como pruebas de lealtad, en 2001 y 2003 Putin apoya las invasiones a Afganistán (350 mil bajas) e Irak (850 mil bajas; mientras, según ONU, en Ucrania van 4000 víctimas) y facilita el uso de sus bases militares en Bielorusia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán. 2. Las potencias lo menospreciaron y, por el contrario, durante veinte años lo acorralan, incorporando a la OTAN países del área de influencia rusa, contra las más elementales nociones de geopolítica, sumidos en el error de que unipolaridad mundial a la caída del comunismo, era irreversible. Violentan los mandamientos uno y dos de la diplomacia de Kissinger, que mantuvo el equilibrio mundial desde los años 70 hasta hoy: “no permitirás que se conforme un bloque entre China y Rusia” y “Ucrania no debe ser de la OTAN sino neutral” (para algún cagatintas de medio pelo, Kissinger debe ser “putinista” encubierto). Desde 1990 hubo negociaciones entre Rusia y EEUU para que OTAN no se ampliara más allá de la Alemania Unificada. A pesar de eso, en 1999, incorporan Hungría, Polonia y República Checa. En 2004, Rumania, Estonia, Lituania, Letonia, Eslovaquia, Eslovenia, Bulgaria; en 2009, Albania y Croacia, y en 2017, Georgia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina, con lo que OTAN llega cerca del pescuezo ruso. 3. Desmantelada la Unión Soviética porqué se mantiene y fortalece una organización creada contra ella, y para Rusia es una ruda amenaza. Un ejército de plañideros, tontos de diploma, y unos que no lo son y se valen de los aquellos, argumentan que el principio de soberanía permite que cada nación haga lo que le da la gana, y desconocen que soberanía y geopolítica tienen relaciones íntimas pero peligrosas que los adultos deben conocer. Fidel Castro en 1962 comprobó esos límites cuando los soviéticos sacaron, desmontaron las ojivas atómicas de Cuba sin siquiera informarle. Noriega, superhombre en Panamá y terminó sus años preso en Miami. La incapacidad para medir el coeficiente soberanía-geopolítica perdió a Saddam Husein, a Muamar Gadafy y muchos otros. La asociación es lineal: ni EEUU podría aceptar bases en Cuba, México o Canadá, ni Rusia en su frontera ucraniana. Hay quienes no disciernen los hechos y tampoco entienden las explicaciones. 4. Un plan mentalmente mermado, porque Ucrania no puede ganar y perderá más de lo imaginable. Putin pedía que Ucrania no entrara en OTAN y ni siquiera reconocía a los prorusos que declararon repúblicas en el Dombas. Pero después del infinito error va a obtener inmensamente más de sus peticiones anteriores y si la guerra se prolonga demasiado Ucrania puede convertirse en un recuerdo, por obra de sus defensores y la novatada de Zelensky. Rusia desplegó en diciembre pasado tropas en la frontera para enseñar las garras y exigir que Ucrania no entrara a la OTAN, como recomendaba Kissinger en 2014 y cualquiera que tuviera un poco de sentido de la realidad, uso de razón. Hasta ahora no ha utilizado su letal aviación ni los aterradores misiles hipersónicos, que acabarían el conflicto rápidamente a costa de una mortandad masiva de civiles. Al contrario de lo planeado, la guerra favorece a Rusia, descompone la economía mundial y la inflación en EEUU y Europa alcanza los puntos más altos en cuarenta años, lo que afectará gravemente a sus gobiernos. Hay alarma en los organismos internacionales por actual escasez y previsible crisis de alimentos en Àfrica. 5. El barril de petróleo podría llegar a 300 dólares, según calificadoras de riesgo, el metro cúbico de gas se dispara en 40 y 50%, y la economía rusa, el rublo, se fortalece mientras los aliados sufren problemas insolubles. Europa no puede embargar la energía rusa porque paraliza la sociedad. Rusia y Ucrania son los mayores productores mundiales de trigo, es decir, el pan nuestro de cada día, y hoy están bajo control de Putin, y se anuncia que en un par de meses los ucranianos tendrían que quemar las cosechas podridas en los silos. Van 4000 víctimas certificadas por la ONU, no porque Putin tenga buen corazón, sino porque cuida políticamente en lo posible su guerra, cuyos efectos perversos se devuelven contra los gobiernos occidentales Europa. La irresponsabilidad colocó en sus manos la palanca del mercado de alimentos (además petróleo y gas). Si esta es una guerra en defensa de las instituciones democráticas, se disimula muy bien. @CarlosRaulHer

Mareos en la segunda vuelta

Carlos Raúl Hernández

Mareos en la segunda vuelta. Después de la primera ronda en Colombia (Gustavo Petro, 43%, Rodolfo Hernández, 28%) estamos ante una guerra de encuestas, varias con algo en común: final de fotografía para el ballotage. Como suele ocurrir, los revolucionarios plantean esto como una refundación de Colombia, un renacimiento histórico, y la salida de una terrible “opresión” y “esclavitud”. Cada vez que se presenta un cambio electoral importante, viene con él la alocución apocalíptica. “Nace una nueva era”, “no es una era de cambios sino un cambio de era” dijo el expresidente Correa, hoy con destino incierto; “crisis de un sistema de dominación” y demás gotas de rocío marxistas, porque para Marx todo lo acontecido antes del socialismo “era la prehistoria de la Humanidad”. El discurso sobre la desigualdad, la injusticia social, los “privilegios” y demás pamplinas propagandísticas ad hoc, que los salvadores exasperarán ¿Es eso lo que ocurrió en Colombia? Desde el año 2000 el país crece a una tasa importantísima, con la conversión del campesinado en clases medias, empleo formal, modernización acelerada del país y PIB disparado en el orden de 90%, una cifra extraordinaria.

Algo parecido ocurrió en varios países de la región, como Chile y Perú, a los que quieren sacarlos también de la “prehistoria de la humanidad”. Por el contrario, Colombia se anota veinte años de éxitos, desde ser un país simplemente atrasado y premoderno, en el que te arrancaban de la muñeca hasta un reloj de plástico en la Plaza de Bolívar de Bogotá. Envidiable crecimiento económico, mejora de los ingresos, bajo desempleo y baja inflación, con miles de nuevos kms. de vialidad, acueductos, cloacas, cableado eléctrico, teléfonos, internet, etc. Lejos del infierno económico que inventa la izquierda, Colombia más bien, desde las reformas de Álvaro Uribe (2002-2010) se mantuvo en crecimiento permanente, baja inflación (apenas 1.6% en 2020) y desempleo moderado. Expulsó las FARC a las fronteras y luego Juan Manuel Santos las incorporó al proceso democrático. La idea colectiva de que el país se dirigía a la paz gracias a la excelente gestión de sus presidentes, el último de ellos Santos, es envión definitivo para que Iván Duque gane las elecciones de 2018 con 53% de los votos, pero él se encarga rápido de acabar la sanación.

Lo que determina resultados electorales, no son los malestares (ni bienestares) sociales o económicos, sino su manejo político, destreza, jefatura y sentido táctico-estratégico para moderar peligros del sistema, cobrar sus éxitos, y asombra el genio de Duque para exacerbar los problemas y auto desestabilizarse. Él era la continuidad del sistema político, porque tanto el presidente que llega, como el anterior eran “hijos” de Uribe, aunque Santos se había desmarcado de los errores uribistas. La izquierda marca récord histórico con 43% de Gustavo Petro, dentro de la estabilidad pluralista y nadie hablaba de matarlo. Ya Presidente electo, Duque anuncia revisar los acuerdos de paz y la persecución de Iván Márquez y Jesús Santrich, lo que pone en ascuas de nuevo a guerrilleros y exguerrilleros pacificados. De un clima optimista, Duque hizo en cuatro años una olla de presión, enguerrilla de nuevo a la izquierda pacificada, y polariza a la sociedad entre uribismo y petrismo. “Mano dura” fue su promesa y mano dura recibe. (Me hace pensar qué hubiera pasado en Venezuela, si los amigos locales de Duque hubieran llegado al poder).

Se hace el suizo y deja que masacren a la FARC que entregó las armas, permite que los paramilitares asesinen sistemáticamente a los pacificados, conocidos como “dirigentes sociales”. 36 masacres con 151 muertes en 2019, y 76 con 292 muertes en 2020. El clima sanguinario y de pánico fortalece al ELN, rearma expacificados, y proliferan nuevas pandillas narcoterroristas. Durante 2021, 96 masacres cobran 338 víctimas. En los primeros meses de 2022 se reportan 44 masacres con 158 muertes. En total, cerca de 1400 muertes de “pacificados” durante la gestión de Duque, cuya base política se encoge hasta que no pudo siquiera aspirar a la reelección, y un espectro, desde demócratas hasta guerrilleros, se desplaza hacia Petro, eje de una gran alianza de izquierda y no sabemos qué traería a Colombia. Las variables positivas de la economía parpadearon momentáneamente en la pandemia. Ni Petro ni Hernández dan para confiar en el futuro de nuestro país gemelo.

Hay razones para creer que detrás del primero podría estar el rostro de Morales, Ortega, Correa. O peor, que tenga un Giordani guardado, porque su supuesto comeflorismo puede eructar desgracias, ahora con la moda global del “crecimiento cero”, que me recuerda a la niña pre bachiller aquella, Greta, y a David Benatar un filósofo naturalmente en la ola de la posmodernidad, entusiasta de que la humanidad desaparezca para que crezcan las plantas y los animales. Hernández parece haber nacido para ser alcalde, si seguimos a Calderón de la Barca, quien parece acuña el término “alcaldada” como sinónimo de una decisión o discurso imbécil y arbitrario. Hasta hace poco los grandes patanes malhablados en el poder habían sido Castro, Videla y Pinochet. Ahora después de la etapa galáctica, hay competencia a ver quién lo es más.

@carlosraulher

Chascos

Carlos Raúl Hernández

Tendencias posmodernas antiintelectualistas que se colaron en la cúpula del poder, tuvieron influencia en algún momento de la revolución. La línea de degradar las universidades correspondió al diseño deliberado de ideólogos retorcidos con la tesis de que el conocimiento creaba barreras sociales y había que imponer tábula rasa. Por fortuna el gobierno abandona esas locuras, pero los centros de educación superior fueron ahorcados financieramente y los salarios ridículos hacen que ni las bibliotecas, ni los profesores y mucho menos los estudiantes pueden adquirir libros, y no están en condiciones siquiera de apelar a las fotocopias.

En la abundancia del mundo desarrollado, la educación superior está también afectada por virus izquierdizantes igualmente destructivos, como denuncia la profesora Camille Paglia a través del blog Un tío blanco hetero. Dice que “nadie puede sobrevivir en el sistema académico norteamericano” si no rinde postración reverencial a pensadores revolucionarios “sobrevaluados” como Michel Foucault, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Jean Baudrillard, Julia Kristeva. Ellos dividen la sociedad entre oprimidos y opresores, con la jerga de interseccionalidad, white privilege, masculinidad tóxica, apropiación cultural, micromachismo, heteropatriarcado y otras babiecadas. Ya no basta con la tradicional lucha de clases marxista, sino que los llamados post estructuralistas, diferencialistas o posmodernos estimulan conflictos entre los sexos, las etnias, las culturas, que rompen la cohesión social y crean enfrentamientos.

La gravedad está en tu mente. Hay un precedente de esta denuncia, tan memorable que hizo historia por haber quitado la careta del sistema universitario. En 1996. Alan Sokal profesor de física de la Universidad de New York, otrora militante sandinista, envía un artículo para la respetadísima revista teórica Social text, con el nombre de La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad quántica. Según la teoría de género, el sexo no es biológico sino un aprendizaje, un constructo social, una convención que no corresponde a la realidad. Se es masculino o femenino solo porque la sociedad lo concibe y lo enseña así, no por factores biológicos. Igual se puede enseñar a los varones a ser hembras o viceversa y todo cambiaría. Sokal en su sátira, homologa la fuerza de gravedad con la identidad de sexo y “demuestra” que también es un constructo social que existe porque la gente lo cree. Muy sencillo: si se enseña desde la infancia a ignorarla, los hombres podrán volar

Sokal programa para que el mismo día de la publicación del mamotreto, aparezca en otra revista, Lingua franca, una declaración también suya en la que afirma que escribió ese adefesio, ese “pastiche de jerga posmoderna, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto y estúpidas” (Wikipedia), simplemente para demostrar la degeneración académica que acepta lo que sea si viene en lenguaje “de género” a la moda. En síntesis, el artículo aprobado por los sabios que arbitraban la publicación, afirma que si no fuera por el prejuicio social de la fuerza de gravedad, uno podría tranquilamente surcar los cielos pues aquella existe solo en nuestras mentes. Por esas fechas casualmente, se estreno Matrix que de alguna manera contiene un mensaje parecido

Astronomía machista. Recientemente en 2017 un equipo de tres profesores también norteamericanos, enviaron y publicaron burlas similares en algunas de las más importantes revistas científicas que se ocupan de activismo y problemas “de género” e “identidad”. Jamie Lindsay Ph. D, Peter Borghossian M.Sc, Helen Pulckrose M.Sc. enviaron para arbitraje y publicación veinte trabajos de los cuales catorce fueron aceptados. Uno de ellos fue el falso paper científico titulado Amontonamiento progresivo. Una aproximación feminista interseccional a la pedagogía. En él proponen que para desagraviar a los estudiantes de color por los privilegios de que disfrutan los blancos, se practique en las aulas el siguiente ejercicio: los muchachos blancos oirían la clase sentados en el suelo y atados con ligeras cadenas para simbolizar los sufrimientos de los negros durante la esclavitud.

Semejante monstruosidad no solo fue aprobada por los árbitros de la publicación, sino además consideraron mayor severidad con los estudiantes blancos para deconstruir sus privilegios. Otro de los “ensayos científicos” consistió en que tomaron un capítulo de Mi lucha de Adolf Hitler y en todo el texto sustituyeron donde decía judío por blanco y eso bastó para que lo aprobara el comité de evaluación de la revista Affilia sin saber lo que era. En una explicación de su travesura, los autores cuentan cómo montaron las trampas: “…a veces pensábamos en una idea loca y la ejecutábamos…Qué pasa si escribimos un artículo para afirmar que cuando un hombre se masturba pensando en una mujer, es una acción machista signada por la cultura de la violación, porque no tiene consentimiento para ello. De allí salió el trabajo Masturbación… (también decidimos) escribir un ensayo sobre astronomía feminista y queer… porque la astronomía dominante es intrínsecamente sexista…La inteligencia artificial es machista y un peligro para las mujeres porque la fabrican hombres”.

@CarlosRaulHer