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Carlos Raúl Hernández

Los siglos semanales

Carlos Raúl Hernández

Tres semanas ago, con fascinante brillo, @Mibelis Acevedo escribió en estas páginas sobre el aburrimiento (“Este tedio”, EU:07/05/2022) y no perderé la ocasión de desenvainar sobre el mismo tema una espada que yacía en reposo. En los últimos tiempos la pandemia hizo que el espacio cultural se llenara de demasiados disparates. Pero Mibelis nos refresca con su inimitable manera. Va para ella.

Romeo esperaba ansiosamente a Julieta con la complicidad de fray Lorenzo, horas eternas, pero no se aburría. Su mente estaba depositada en el encuentro y el lapso que lo separaba de ella era angustia, pero no tedio. Nadie se hastía en el purgatorio, que se distingue del infierno, por ser dolor con esperanza. Un siglo de su compañía hubiera sido un instante para él. Juana de Arco en la pira siente que un segundo es eterno, y abjura. No atendemos al tiempo en el tráfago de actividades, ni en la intensidad del placer. Para el insaciado, en cambio, es la dura espera, igual que para quien padece agónicamente. Un condenado a muerte no aguarda la fecha fatal con fastidio. Al contrario, quien no tiene expectativas sobre mañana, ni le aguarda algo, un día va detrás de otro, la existencia misma es un hastío, una faena inerte.

Escribe Neruda “pasan días iguales persiguiéndose… día que has sido niño, inútil /que naciste desnudo/las leguas de tu marchan van corriendo sobre tus doce extremidades”. El aburrimiento y el tiempo se personalizan cuando no pasa nada. Dice Cioran “…Son las tres de la madrugada… Siento este segundo y luego el siguiente y saco la cuenta de cada minuto”. Tal vez por casualidad, B.B King nos impacta con su blues inolvidable, llamado casualmente Las tres de la mañana, en el mismo tono intenso del filósofo rumano del suicidio. Varios films, por ejemplo, Lejos del cielo (Haynes: 2002) narran la vida asfixiante, repetitiva de las mujeres enclaustradas en sus hogares durante la era represiva del machismo en los años cincuenta, previa al reventón de los sesentas. En contraste, Historia de una pasión (Davies: 2016) describe el sentimiento que mantuvo a dos amantes en lucha contra la separación impuesta por el entorno. El Dr. Jhivago y Lara (Lean: 1965) jamás se aburrieron durante mil páginas y durante todas se buscaron en medio del infierno comunista.

Nos aburrimos cuando “no pasa nada” pero depende de cuánto nos interesamos por el entorno. Es un engaño que no pase nada porque los acontecimientos se producen por zettabites a nuestro alrededor. Por obra del coronavirus que nos obligó a aislarnos, experimentamos varios tipos de vivencia. Algunos lo tomaron como una maravillosa oportunidad de ver películas, leer libros y planear acciones sobre el futuro, crear arte o dedicarse a hobbies. Parejas nuevas o bien avenidas, vivieron lunas de miel, pero en situación contraria, devienen aburrimiento, contrariedad y crisis. Quienes disfrutan la soledad, encuentran la situación ideal, mientras los socialites padecen molestias insufribles. Algunos lamentan perder la oportunidad de hacer el negocio de su vida o ventajas que se les presentaron. Otros sin entornos placenteros o expectantes, sufren trastornos físicos y emocionales. Atormentado por la conciencia del tiempo, Vallejo escribe “cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales”.

Pocos describen en el arte las vidas sin mañana como Francis Bacon. Sus figuras humanas son amasijos deformes, abotagados, semi disueltos, en el ciclo opresivo entre el trabajo y cuartos de pensión de mala muerte, salas de baño sórdidas y sucias, bajo un escueto bombillo pendiente del cable. Bacon presenta el hastío aterrador: contar el tiempo de un plazo que es la propia vida sin mañana. La cuarentena, sin tal dramatismo, no tenía un final predeterminado, e inquietaba su término incierto. Para un condenado, la sentencia tiene plazo fijo. En Sueños de fuga (Darabont: 1994), el protagonista enfrentaba su larga e injusta condena con optimismo pues cavaba en la pared el túnel con una inofensiva cucharita, camuflado en un afiche de Raquel Welch. Sería libre y podría reconstruir su esperanza a base de esfuerzo y decisión. Algunos con teleologismo optimista dicen que las pestes son el preámbulo de las grandes reconstrucciones, cosa que no creo sea una determinación sino descripción de que la voluntad recoge los escombros y sigue la marcha.

El Renacimiento arranca con Dante en el siglo XIII y lo interrumpe la Muerte Negra del siglo XIV pese a Boccaccio y Petrarca. Hubo que esperar hasta el XV para que se reiniciara la vida. Las pestes lanzan millones de seres humanos a la muerte y la miseria, lo que no abona a verlas como bendiciones progresistas. Pero el ser humano se sobrepone, que es otra cosa. En un momento de humor, el atormentado Soren Kierkegaard dejó su versión del desarrollo humano como obra de la monotonía, según cita Mibelis. “Los dioses fastidiados, crearon a los humanos. Adán se aburría y le trajeron a Eva. Luego los dos se aburrían junto a Caín y Abel en familia. Aumentó la población del mundo, y los pueblos se aburrían masivamente. Para entretenerse, se les ocurrió la idea de construir una torre, tan alta que llegara hasta el cielo… Después se dispersaron por el mundo y viajaron por todas partes, pero aún se aburren”.

@CarlosRaulHer

Alemania, año cero (y Venezuela)

Carlos Raúl Hernández

La teoría debe estar destinada a la acción, a ser instrumento para intervenir la realidad. A conocer cómo otros hombres enfrentaron situaciones parecidas y los resultados obtenidos. El estudio comparativo es base del pensamiento político y de la acción política. Venezuela vivió siete años de recesión (socialismo más sanciones económicas) contrajeron en 83% el PIB, aunque en 2021 creció 9.3%, y hoy sigue afectada por las secuelas y en la necesidad de superarlas. Se habla de “cambio del paradigma económico” como ocurrió en otras partes, pero a veces se responde a nombre de una pretendida particularidad nacional, que “no son asimilables las condiciones “o “son realidades distintas”, y se desperdicia el valor analítico agregado de la política comparada según Sartori. Este año 2022, Eduardo Fernández y Mercedes Malavé, a nombre de Unión y Progreso, desarrollan estimulantes jornadas para tomar el hilo de Ariadna. Expuse en ellas estas ideas. Otros partidos, por su parte, debaten estrategias para bien, porque la política necesita brújula.

Las terribles postrimerías a la derrota de Hitler, la ocupación de Alemania por las potencias victoriosas, el destino-castigo planeado para ella y lo que finalmente ocurrió, nos indican mucho. Devastada por guerra, horror; hambre, escasez, racionamiento, mercado negro, hiperinflación, alta tasa de edificios en escombros, el Marco valía tan poco que los cigarrillos americanos eran moneda de curso corriente; y muchas mujeres desamparadas tenían que pagar su vida con sexo, según narran dos grandes películas, entre otras, Alemania hora cero (Roberto Rossellini: 1948) y Anónima (Max Farbebock: 2008). Henry Morgenthau, secretario de Estado de E.U. y las potencias, diseñaron el “Plan Morgenthau” que planteaba destazar el país, liquidar su infraestructura industrial y hacerlo agropecuario, pastoril. Tales perspectivas, hicieron que el democristiano Ludwing Erhard, ministro de economía de la trizona (futura Alemania occidental) emprendiera una acción asombrosa, un escándalo.
En lo que parecía un impromptu, Erhard se fue a la radio y canceló las políticas intervencionistas dictadas por Estados Unidos e Inglaterra. Deroga controles de precios, racionamiento, y toda disposición que dificultara el trabajo, el intercambio, la inversión y que la gente vendiera y comprara libremente. Con su arranque de “locura” e irreverencia, disolvió en unas cuantas palabras el establishment económico de la ocupación. Su amigo, el gobernador militar norteamericano, Lucius Clay, lo visitó y le dijo “Ludwing, mis asesores me dicen que hiciste algo terrible- No te preocupes por eso-respondió Erhard. Mis asesores me dicen lo mismo”. Nace la “economía social de mercado” y de allí el futuro “milagro alemán”. Rápidamente el país recuperó el crecimiento y se convirtió en motor económico de Europa. Erhard, sociólogo y economista fue quince años ministro de finanzas y salió para ser Canciller durante los años 60; gran parte de su carrera la hizo al lado de Konrad Adenauer, otro estadista fuera de comparaciones, aunque al final se distanciaron.
Tal vez la personalidad de Adenauer no se acostumbraba a lo que alguna vez dijo Luis Herrera Campins: “soy presidente de todos los venezolanos, incluidos los expresidentes”. La pregunta de Erhard “¿qué hacer para que crezca la producción y también el bienestar de la gente?” se respondió con derogar los elementos de la mitología ideológica prevaleciente, enfrentado a las versiones socialistas en muchos partidos: que los controles protegían “a los más pobres”. Rechazó la planificación, de moda por el ejemplo soviético y los resultados fueron extraordinarios: elevación de la producción, el nivel de vida, y ya en 1959 los socialistas alemanes abandonan sus viejos dogmas y asumen la economía social de mercado. Erhard, caso extraño en la política, fue presidente de la democracia cristiana, aunque jamás accedió a inscribirse en el partido.
Algo muy parecido al “paquete de Erhard” posteriormente será la doctrina oficial del FMI. Ya caído el Muro de Berlín en 1989, el director de cine Kevin Phepps prepara el rodaje de su Destello en la oscuridad (1992) film de época que cuenta la romántica historia de coronel y agente de inteligencia norteamericano (Michael Douglas) que se juega la vida para rescatar a su amante, también agente (Melanie Griffith), y se cuela en la Alemania comunista. Phepps descubrió que no necesita locaciones, porque la perfecta era la propia Berlín Oriental, en ruinas aún después de 47 años terminada la guerra, mientras Berlín occidental era una vitrina de bienestar y belleza que impulsó a los ciudadanos orientales a derribar el comunismo. Mariano Rajoy, otro democratacristiano, levantó a España de su caída en 2011, junto a Grecia e Italia, que ponía en peligro el Euro y la Eurozona. Sobre este líder extraordinario, hoy modesto registrador mercantil, cayó la montaña de perros muertos lanzada por el “indignado” Pablo Iglesias, ahora cagatintas con la publicación de un “libro” a base de entrevistas, el método más práctico y pelotudo, cuyo título habla de quien es el autor. Rajoy encuadró España en la vía del crecimiento y el bienestar. Lo derrotó el insólito y desorientado Ciudadanos, que entronizó la irresponsabilidad y el desorden.

@CarlosRaulHer

La traición de Shakespeare

Carlos Raúl Hernández

Los autoritarismos retrotraen la vida y la dignidad humanas y eso aplica a los países que aún viven sus miserias. Parece por eso innecesario refrescar las atrocidades otras etapas de la historia. Pero la verdad política hace llagas y al primer estudioso realista, las lastima. Nicola Maquiavelo, se le recuerda como un torvo criminal, pese a ser honorable, de vida austera, porque su obra describe lo que todos sufrían. Según Ernest Cassirer lo denigran más de cuatrocientas veces en la literatura isabelina. A través del duque Gloucester, futuro Ricardo III, Shakespeare dice “…soy capaz de añadir colores al camaleón…de enviar a la escuela al sanguinario Maquiavelo”. Lo agravia el violento competidor de Shakespeare, Cristopher Marlowe.

Dice Marlowe que “aunque el mundo piensa que Maquiavelo ha muerto/ todavía su alma flota sobre los Alpes /yo soy Maquiavelo”. No se dice que Nicola tal vez se inspiró en Isabel la Católica quien, con su adorado tormento, Fernando, se parecen como gotas de agua a El Príncipe. Más tarde Elizabeth I de Inglaterra debe haberlo leído y aprendido al caletre. Ambas manejaron el poder con genialidad fortaleza, para desgracia de sus enemigos, sin victimizarse por ser mujeres. La obra de Shakespeare es paradójicamente la dramatización de El Príncipe. Lleva a las tablas los crímenes e intrigas dinásticos, y desde entonces el enteco libro florentino sangra, suda y llora todos los días en algún escenario del mundo. Shakespeare se resguardó de las garras venenosas al ubicar sus personajes en épocas y lugares lejanos a Inglaterra.

Ricardo II, Ricardo III, El Rey Lear, Julio César, Antonio y Cleopatra, Coriolano, Hamlet, Tito Andrónico y Macbeth son sus obras más políticas. En ellas, el poder y la respuesta a él es ejercicio de la fuerza, la astucia sin escrúpulos, tiránica. Inteligencia, aamoralidad, habilidad ilimitada para conseguir objetivos, no cometer errores, ni derrochar esfuerzos. Construye el personaje de Ricardo III con opiniones de los Tudor y un libro de Thomas Moro que lo describen deforme por dentro y por fuera. Ricardo confabula con su hermano el rey para liquidar a otro hermano, Clarence a quien encarcelan en la Torre de Londres y sus asesinos lo ahogan en un tonel de vino. Ricardo hace declarar bastardos a sus propios sobrinos, para sacar los jóvenes príncipes de la sucesión; y desaparecen en la Torre de Londres. Maquiavelo y Shakespeare despedazan la visión idílica de monarcas “por la gracia de Dios” en cuyas venas corría la sangre de Jesucristo. Despedaza la teoría absolutista, que estaba en el centro del debate esencial para la historia, la lucha política y la teoría política.
Es Tiranía vs. democracia, que se mantiene hasta hoy. Dicen Juan Bodino, William Barclay, Jacques Bossuet, que la autoridad suprema, la maiestas, del rey está fuera del control jurisdiccional del derecho positivo, de la ley –tal como los revolucionarios de hoy invocan al pueblo para perpetuarse-, y por encima de la comunidad. Los monarcas y sus ideólogos escribieron que esta provenía del Creador y hay que servirles sean buenos o malos y quien se rebele “seguramente se condenará…porque se resiste a una orden Divina…el pueblo debe… obedecer los mandatos del lugarteniente de Dios sobre la tierra”. La Iglesia lejos de comulgar esa rueda de camión, mantiene la resistencia hasta pasada la Edad media la confrontación entre el Papado y los príncipes seculares.
Dominicos y jesuitas, Santo Tomás, Francisco Vittoria, Domingo Soto, Fernando Vásquez, Francisco Suárez y Luis Molina, arremeten contra el autoritarismo: “el poder debe emanar de la elección humana”. Explicaron “la necesidad de que el pueblo consienta antes que algún gobernante pueda ser instituido” … “el pueblo delega sus poderes a alguien por el bien común” … “el poder de todo gobernante debe estar en armonía con la voluntad y la aprobación” … “como todos los hombres nacen libres…nadie tiene jurisdicción política sobre ningún otro…nadie tiene derecho sobre ningún otro” … “el Rey está obligado a guardar y hacer guardar las costumbres de su país”. Bracton escribe que el rey está sujeto a Dios y la ley. Para él la autoridad real es el derecho y no la injusticia. Actuar moral y jurídicamente procede de Dios mientras la tiranía es del demonio.
Inglaterra fundó y preservó hasta hoy la libertad medieval, constitucional. Su base es la Carta Magna Libertatum de 1215, acontecimiento base de la civilización occidental y democrática: la teoría del poder limitado o poder constitucional. Hayek definió la libertad como “ser regido por leyes y no por hombres” y ese es su sentido universal y atemporal. Pese a renegar de Nicola, Shakespeare describe exactamente lo mismo que él. El poder criminal al final de la Edad Media, durante el renacimiento británico y el comienzo de la sociedad moderna, en medio de la crisis en los conceptos de poder, política y libertad. Pero por la habilidad y ambición de los autócratas y los errores de los demócratas, esa confrontación no termina. La incapacidad, arbitrariedad y crueldad de un déspota, recuerde que solo la vocación de lucha no basta. Debe combinarse con la habilidad que describe Maquiavelo.

@CarlosRaulHer

Carta abierta a Felipe Mujica

Carlos Raúl Hernández

Absurdo desaprovechar el flash-vintage del género epistolar “abierto”. Su rentrée insomnia al Presidente Biden, por la proliferación de cartas, y la premura de responderlas. Va una a mi gran amigo Felipe Mujica y a la dirección del MAS, a la que pertenecí casi diez años, hasta que terminamos sin rencores ni ofensas de nuestra parte y de la que soy amigo cercano. El comienzo del final es en 1983; para el bicentenario de Bolívar, Ramón J. Velásquez convocó en Caracas el Congreso Internacional del Pensamiento Político, con casi mil representantes de todas partes del mundo. Jean Maninat y yo, delegados por Venezuela, expusimos respectivamente que Nicaragua sandinista degeneraba en un sistema totalitario tal como “Cuba: isla profética”, según la llamó el escritor chupamedias norteamericano Waldo Frank. De allí salió un librito nuestro, testigo que siempre acaricio con cariño y agradecimiento, Cuba, Nicaragua: expectativas y frustraciones.

Produjo una reacción feroz de la izquierda, vacuas amenazas de muerte, intelectuales y gacetilleros, perritos que buscaban huesos entre la basura, recogían firmas contra nosotros: y nos repudiaron miembros de la D.N del MAS. En reuniones de “avenimiento” con Márquez y Petkoff en las que nadie creía, sostuve que no podía ser dirigente de un partido que admiraba a Castro y Ortega, y que podría eventualmente apoyar uno parecido, y bye, bye.”. Nos gustaba el vendaval de insultos del fidelismo, porque no hay que temer cuando se actúa correctamente, dice Ayn Rand y aprendimos que los repudios imbéciles son credenciales para el futuro. Quince años después, en 1998, la convención masista que eligió al candidato presidencial, sacó a empellones a Márquez y Petkoff, y ni siquiera les permitió dirigirse al pleno. Irrupción indetenible de abajo hacia arriba de un partido educado, como dijimos entonces, en que Castro y Ortega eran helados de chocolate. El mundo cambió y el MAS también. El socialismo es hoy urbis et orbi no una empresa gloriosa, sino una maldición que causó terribles sufrimientos a gran parte de la humanidad. El MAS lo sabe.

No solo sucumbe el bloque soviético con el Muro de Berlín, sino que las versiones más o menos blandas de socialismo llevaron lo suyo en los 80. El esquema rooseveltiano arrastró a EE. UU a la decadencia y al casi naufragio, hasta que Reagan y Clinton asumen la globalización, la competitividad y la inversión; la Europa criptocolectivista estaba en crisis, hasta Thatcher, Felipe González, Mitterrand reloaded, y los demás asumieron la apertura (hoy los dinosaurios de Melenchon rugen en la cueva). América latina zozobró en la aterradora deuda externa bajo el influjo de “anticapitalismo” rosado de Cepal y casi se ahoga, de no ser por el FMI. “El neoliberalismo”, fue el invento semiótico-propagandístico brillante de la izquierda para pasar a la ofensiva sin rendir cuentas de su fracaso universal. Diferencia diametral, en Alemania post segunda guerra, la democracia cristiana diseñó la “economía social de mercado” que convirtió al país en el motor de Europa.

Con el nuevo milenio todo parecía progreso, democratización, ¡y en eso llega el socialismo del siglo XXI y Venezuela entra al cuarto mundo! Aunque el único colectivismo bueno es el colectivismo muerto, como demostró China, sus viudas tienen el chiste de blandir que sí hay socialismo exitoso: Suecia. Pablo Iglesias p.ej., saca de la chistera un divertido sofisma: el socialismo se extinguió porque sus dictaduras mataron los países de miseria, pero Suecia sería socialista por su bienestar social. Además, Forbes, revista de la ortodoxia “capitalista”, ubica a Suecia de primera en el ranking de países con mayores grados de libertad económica sin interferencias burocráticas, diez y catorce puestos más arriba que Francia y España, por cierto. Según el Indice de Libertad Económica, creado por Milton Friedman y que hoy publica el Instituto Fraser, los países nórdicos, Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia tienen casi absoluta libertad de obstáculos para las empresas.

Venezuela comienza de nuevo a romper con el pensamiento anacrónico y nace un capital popular masivo con el emprendimiento. Millones de venezolanos salieron a ganarse la vida porque los cuatro dólares que paga la administración pública y la bolsa del Clap no sirven. Y arranca la prédica que atribuye este incipiente proceso de acumulación de riqueza a los fantoches de derecha (“la burbuja”) y de izquierda (el “neoliberalismo”). En los ochenta las hiperdevaluaciones y devaluaciones, hiperinflaciones e inflaciones, desempleo, recesión, estancamiento, miseria, colapso político, producto del colectivismo, para el biribirloque de importantes centros de poder anacrónico, se transubstancian en resultado de lo que hizo el FMI, que los detuvo. En EEUU la prensa progre culpaba a Reagan y los chicago boy´s (hablaban de “neoconservadores”) que dejaban morir “criminalmente” obsoletas industrias metalmecánicas, y los círculos de derecha lloran por el “cinturón del óxido”, estados “arruinados”. Pero Clinton creó 20 millones de empleos y EEUU pasó a ser otra vez primera potencia, sin hablar de China, Vietnam, Chile, Hong Kong, Malasia, Singapur, Surcorea. Roguemos para que al gobierno venezolano no le falle el pulso, ni a la oposición el tino. Abrazos, Felipe.

@CarlosRaulHer

El final del pensamiento anacrónico

Carlos Raúl Hernández

1) El final de la utopía. Las “sanciones” golpean especialmente a las mayorías y contribuyen enormemente con los desarreglos económicos, políticos y sociales de Venezuela, pero la causa eficiente de ellos es el socialismo. Ocurrió lo mismo que en las decenas de experiencias colectivistas que pretendieron reorganizar la economía con base en declarar la guerra de exterminio a los productores, matando así la producción, el empleo y el bienestar de todos. El socialismo es un invento desquiciado y sin destino en la historia moderna y por fortuna la lectura del caos económico que hace el gobierno lo llevó a asumir la salida hacia el mercado al estilo de China o Vietnam y no al infierno cubano o norcoreano.
2) El pensamiento anacrónico y las dos transiciones. Gobierno y oposición realizan transiciones simultaneas hacia el “centro”, momento culminante en cualquier proceso histórico. La oposición abandona el “putchismo” y el gobierno se sale de la ultraizquierda. Podría imperar milagrosamente la cordura, pero para eso debemos romper con el pensamiento anacrónico que desde su punto de mira percibe la apertura a los capitales nacionales e internacionales como un pecado “neoliberal), y desde otro considera traición de Biden el eventual acercamiento a Venezuela y la posibilidad de comprarle petróleo, porque “eso va a estabilizar a Maduro”.
3) ¡La economía, estúpido! Los partidos, según las encuestas, están desconectados del país real, enfrascados en sus asuntos frente a una sociedad a la que estos no le interesan, preocupada en montarse en el tren del crecimiento que ya arrancó. Lo que hacen los partidos es distante para la gente normal y el discurso público debe apoyarse fundamentalmente en lo que afecta a la ciudadanía, los peligros que amenazan el cambio en marcha y las acciones necesarias para que llegue a las mayorías. Vendrá el momento de la elección de candidatos, muy importante para la oposición, pero lo que le interesa al país hoy es la sobrevivencia. Por el momento esto debe procesarse con relativa discreción entre los actores. En vez de política partidista debería desarrollarse un pensamiento crítico, “tecnopolítico”, frente al gobierno: decirle lo que están haciendo mal, o las medidas que es necesario tomar en relación con diversas fragilidades.
4) ¡La política, estúpido! La permanencia de un gobierno no tiene que ver con la economía. Las fuerzas subversivas aplastaron a los demócratas chilenos con la economía y nivel de vida en esplendor, y la nación alcanzaba, según OCDE, el nivel de país desarrollado. Chávez rodó el 11 de abril en medio de el zenit del consumo, poder, ingresos petroleros, prosperidad rentista, y Maduro, por el contrario, ganó después de siete años de recesión pavorosa. La política es, para decirlo con cursilería posmoderna, un “relato” que los líderes introyectan a la ciudadanía. A Carlos Andrés Pérez lo derrocaron cuando Venezuela atravesaba por el período de reformas modernizadoras y democratizadoras más importante desde 1958 (reforma económica, del estado, descentralización, organización de las finanzas públicas, elevación del nivel de vida, crecimiento más alto del mundo). Hacer política es construir fuerzas.
5. La lucha por la democratización de las instituciones debe estar siempre en la primera página de la agenda
6. Cómo resolver los problemas. Esto no debería llevar a la oposición a actuar como superintendencia de precios, llorar por lo caro de la papa o del céleri, ni siquiera a la “denuncia” de problemas que todos vivimos, sino plantear como resolverlos. Por ejemplo, los economistas anuncian la amenaza para el crecimiento económico de un accidente cambiario por sobrevaluación del bolívar, una moneda que el gobierno mantiene con vida artificial, entubada en medio de un caos monetario. No sabemos a ciencia cierta cuan completo y acabado es el programa del gobierno. Lo que si se nota son relámpagos de desorden y se hace dificilísimo pagar en una panadería o un abasto, lo que se revierte contra los beneficiarios del cambio, los consumidores. El bolívar prácticamente desaparece, pero el gobierno lo mantiene en terapia intensiva, no necesariamente para bien. Menos politiquería y más pensamiento crítico.
7) La crisis eléctrica es un daño económico y sicológico a la población y un tope del crecimiento. La nueva oleada de apagones es producto de eso. La oposición debe emplazar al gobierno a enfrentar el déficit eléctrico, que debe crear condiciones para pactar con EE. UU y Europa para acceder a los créditos del FMI y el Banco Mundial. Más cerca, debe producirse un entendimiento entre el gobierno y la AN para acceder al crédito pendiente que aprobó la CAF para atender a la emergencia energética.
8) El cinturón de castidad de Pdvsa cuesta tocarlo, o hay que hacerlo por medio de ciertos subterfugios. A lo mejor tenemos que conservar el cinturón, pero se puede contratar su administración con multinacionales petroleras que quedarían encargadas a cambio de reconstruir el sistema eléctrico. Debería romperse formalmente su monopolio y mantener Pdvsa como una operadora entre otras.

@CarlosRaulHer

¿Y ahora qué vamos a hacer?

Carlos Raúl Hernández

Hace tantos años que no quisiera recordar cuantos, mi amigo Jean y yo salíamos en la madrugada de una fiesta en nuestras gigantescas motos y tomamos la autopista rumbo a Chacao, jinetes cuidadosos sobre bestias de tanto peligro en tales condiciones. En el trayecto nos pasaron atolondrados y retadores dos muchachos en una moto pequeña (“ochenticas” las llamaban por su cilindrada) que seguramente era su medio de trabajo. A unos 200 metros de donde nos dejaron atrás y casi nos tumban, se estrellaron contra una camioneta. Nos acercamos y uno estaba inconsciente en el pavimento mientras el otro, recostado del carro que chocó, repetía pausadamente una extemporánea autocrítica: “y ahora_que vamo’_hacé’_pana ´”. Al cabo de locuras, irresponsabilidades, irrespetar las normas de tráfico, arrogancia-estupidez, exceso de velocidad, la misma pregunta se hacen hoy en los hospitales políticos: “y ahora que vamos a hacer”.

Las encuestas evidencian que el interés esencial de la sociedad, razonablemente, es participar de la “activación” económica. El gobierno parece dar baja al socialismo e iniciar una experiencia con la inversión privada, cerrando la etapa de locura galáctica, y varios parecen no haberse dado cuenta. El anacronismo socialista vuelve a morir ahora en la experiencia local, el gobierno se entiende con los empresarios, devuelve bienes confiscados, estimula la economía de servicios, pero antes que celebrarlo, hay quienes lo rechazan. El país más moderno de Latinoamérica en 1992, una economía creciendo a la par de China, que superaba el desempleo y con las mayores reservas petroleras del planeta, hoy debería ser Suecia o Dinamarca. Pero los efectos destructores del socialismo de Giordani y Ramírez, lo llevaron al cuarto mundo en quince años. Los partidos y otras fuerzas sociales deberían estimular ese cambio programático, aunque todavía difuso.

Dicen que la economía emergente es una “burbuja”, que “en vez de devolver las empresas, nunca debieron expropiarse”, se amargan porque EEUU comprará petróleo y pudieran levantarse las “sanciones”. Más que “antinacionales” esas reacciones son simplemente tontas y vienen de quienes no saben lo que hacen ni lo que dicen, igual que hablar nuevamente de “neoliberalismo” por decisiones económicas que equivalen en la vida al baño cotidiano, cepillarse los dientes, cambiarse la ropa, no hablar con la boca llena. El “neoliberalismo” es simplemente arroparse hasta donde alcance la cobija, estimular la inversión privada para producir más bienes, más empleo y más cobija; no regalar la gasolina a las mafias, ni la electricidad, ni el agua, ni despilfarrar los recursos fiscales en seudoempresas corruptas, para invertirlos en educación y salud.

“¡Neoliberales!” fue el descalificativo de los radicales sesoseco del universo para no explicar, y pasar a la ofensiva, el derrumbe del socialismo en sus diversas versiones, la URSS, Latinoamérica por la deuda externa y cuando EEUU de Carter pasó a ser una potencia decadente junto con Europa. Que el gobierno dejara la pesadilla estatista, anti empresarial, colectivista, va en la dirección correcta, pero no aprenden ni de la experiencia mundial ni de la propia. No se debería jugar a lo que Marcuse llamó “el gran rechazo”, pero tampoco derretirse ante el gobierno. El papel de una oposición es reclamar que estas políticas avancen, se corrijan las insuficiencias (que el techo del crecimiento económico es la electricidad, pej.), que acuerden con EEUU y Europa. En Suecia las decisiones económicas se toman en la comisión tripartita entre empresarios, trabajadores y gobierno. Ese sería un escenario de diálogo.
Establecer acuerdos con el FMI y el Banco Mundial para financiar programas compensatorios a la población que mejoren la vida. Renovación institucional, descentralización y transferencia de competencias para levantar la provincia. Desgraciadamente la gafocracia cuyos ilustres precursores aparecen en los 90 contra Carlos Andrés Pérez, siguen “asesorando” disparates jurásicos mueren por el pasado y el atraso. Es irresponsable hoy pronunciarse contra los cambios, tanto como callar sus insuficiencias. Engels en el Anti-During acusaba a los ultras de “botar el niño con el agua sucia”. El gobierno arrebata el centro político a la oposición y está a punto de quitarle también la bandera de la modernización, y no lo ha logrado ya porque también actúa de manera vergonzante y, aterido por su pasado, no se atreve a convocar a una nueva etapa.

La oposición con cabeza no puede ir contra los intereses de la nación, en sentido de la revolución francesa, de la ciudadanía. La gafocracia identifica, igual que sus maestros: hacer oposición para destruir al adversario, aunque con eso boten el agua sucia y al niño. Por eso fracasaron. Quién o quiénes serán él o los candidatos de los grupos opositores, si se escogerán en una partida de dados, de “truco”, primarias o terciarias, hoy tiene sin cuidado a la mayoría. Como es un serio problema para ellos, deberían dirimirlo en privado, discretamente, sin creer que eso interesa a quienes necesitan electricidad, agua, alimentos. Los venezolanos normales deben ganarse la vida y el cambio económico es su verdadero problema. Pero el gobierno debe ayudar.

@CarlosRaulHer

Los premios Oscar y la enajenación

Carlos Raúl Hernández

El profundo cambio social, político y cultural del siglo XX, es obra en estimable medida de Hollywood: la propagación de la libertad y la democracia, la modernización vertiginosa de las pautas productivas, culturales, de consumo y vida, la revolución científica e ideática. Una sacudida mayor a todo lo hecho por el hombre en 40 mil años anteriores. Tal vez sea por eso, sin tenerlo muy claro, que los premios Oscar ocupan la atención en todas las latitudes. El cine, además de difusor masivo de cultura, es un entretenimiento popular, barato; los cines se llamaban nikelodios porque la entrada valía un níquel, salas que abarrotaban los pobres en EEUU y tantos países, particularmente en aquél los trabajadores emigrantes. Se desarrolló una de las tres grandes industrias del mundo contemporáneo. En las lejanas décadas de los treinta, cuarenta, cincuenta, incontables millones de tercermundistas conocieron automóviles, antibióticos, detergentes y champú, gracias al cine, la radio y la televisión. Supieron de la vida moderna.

Más recientemente los estudios de California hicieron que De Niro y Zellweger aumentaran treinta kilos, para sorpresa del mundo. También tornaron a Dustin Hoffman en Tootsi (Pollack: 1982), a Robin Williams en la señora Doubtfire (Columbus:1993) y a Nicole Kidman en Virginia Woolf (Las horas: Daldry, 2003) La perfecta Charlize Theron se metamofosea en la horrenda asesina Aileen Wuornos (Monstruo: Patty Jenkins, 2003); a Cate Blanchett en Bob Dylan (No estoy allí: Haynes, 2007), a Travolta en la obesa Edna Turnblad (Hairspray: Shankman, 2007), Ralph Finnes en Voldemort (Harry Potter:2011) son detalles maravillosos. Hollywood se forjó en una épica de acero, una nueva conquista del Oeste. El gran inventor Thomas Alba Edison doblega a los competidores y crea con ellos en la Costa Este un todopoderoso oligopolio de los recursos para hacer cine: cámaras, revelados y celuloide, patente que compró al fundador de Kodak. Los intentos de producir películas fuera de su control en la época del cine mudo, terminaban a tiros.
Al comienzo, el dominio de la industria lo tenían estudios europeos, concretamente franceses, Pathé, Gaumont y otros. Después de la Primera Guerra, la hegemonía pasó a Estados Unidos, aunque florecieron el expresionismo alemán, el surrealismo y Sergei Eisenstein. Siempre huyendo de la persecución de Edison, Samuel Goldwyn y Cecil B. DeMille hacían una película en Nueva Jersey, y ante la arremetida de los esbirros, huyen de su larga mano a Arizona. Luego siguieron a Los Ángeles, cerca de México por si había que correr. Los acompañaron grupos inmigrantes, la mayoría de origen judío, que intuían la nueva fiebre del oro californiana, ahora fiebre de celuloide. Darryl F. Zanuck, Samuel Bronston, Goldwyn, DeMille, los hermanos Warner, crearon Universal, Paramount, 20th Century Fox, Metro-Goldwyn-Mayer. Luego en rebelión de los actores contra el star sistem, Chaplin, Pola Negri y otros fundaran United Artist, su propia productora para defenderse de las grandes empresas.
El gran cine de masas producido (o distribuido) por Hollywood, fue centro de los terremotos en la cultura; dio origen a la revolución sexual que liberó a las mujeres. La primera mujer que aparece desnuda en pantalla fue Hedy Lamarr en 1934 (Éxtasis de Gustav Machaty) pero la que alcanzó auditorios masivos fue Bardot en Dios creó a la mujer (Vadim: 1956) El primer orgasmo femenino aparece con Jane Fonda en Barbarella (Vadim: 1968) La primera relación sexual auténtica en cámara, Donald Sutherland y Julie Christie (Amenaza en la sombra. Roeg: 1973) Una angustiosa relación en la cama entre el parapléjico John Voight y Fonda (Regreso sin gloria (Ashby: 1978). Las inquietantes escenas eróticas con close up en los rostros maravillosos de Juliette Binoche y Lena Olin (La insoportable levedad del ser: Kaufman: 1988) y de Naomi Watts y Laura Elena Harring en Mulholland Drive (Lynch: 2001) El rudo enamoramiento entre dos vaqueros (Secreto de la montaña: Lee, 2006).

El primer beso entre un negro y una blanca, Wesley Snipes y Natassja Kinsky (Después de una noche. Figgis: 1997) son auténticos volcanes en la cultura universal ya que si en otras partes plantearon esos temas (Bergman, Antonioni, De Sica, Machaty) no tenían la potencia para llegar a las grandes masas. El pensamiento anacrónico ha tenido y tiene el cine masivo como enemigo predilecto, junto a la televisión y ahora las redes sociales, precisamente porque conoce su enorme fuerza revolucionaria. La yunta cine-TV es una de las potencias subversivas más poderosas del siglo XX. Devela la corrupción policial (Asuntos internos: Figgis, 1990) y el racismo en EEUU (Mississippi en llamas: Hambling, 1988), (Fantasmas del Mississippi: Reiner, 1996); la guerra de Vietnam (Apocalipsis Now: Coppola, 1979), (El cazador de venados: Cimino:1978), (Pelotón: Stone,1986); la negación y la lucha de los homosexuales (Milk: Gus Van Sant, 2009) A veces sus visiones son ingenuas y suele concebir en la revolución tecnológica un “peligro” para el hombre, desde Tiempos modernos de Chaplin y Soylent Green (Fleischer: 1973) hasta la gran Matrix (Wachonsky: 1999-2003), pasando por 2001 Odisea del Espacio (Kubrick: 1968) y Terminator (Cameron:1984-2009). Hollywood produjo el terremoto cultural.

@carlosraulher

El Padrino y el Sr. Charlatán

Carlos Raúl Hernández

En los setenta Hollywood regresa al mundo real con una generación de creadores nuevos, después de décadas de películas vaqueras, “de guerra”, o apoteósicas con demasiadas escenas y actuaciones de cartón (Ben Hur, Los diez mandamientos, Quo vadis), y uno que otro fracaso, como nada menos que Cleopatra, con Liz Taylor. A la emergencia se le llamó Nuevo cine americano, cine de autor, otro pack rat que dejará obras magnas. Francis Ford Coppola (El Padrino), George Lucas (La guerra de las galaxias), Steven Spielberg (Tiburón), Woody Allen (El dormilón), Brian de Palma (Carrie), Mike Nichols (El graduado), Dennis Hooper (Easy rider), Román Polansky (La semilla del diablo), John Schlesinger (Vaquero de media noche), Michael Cimino (El francotirador), William Friedkin (El exorcista), Martin Scorsese (Taxi driver). Pero la reina de las maravillas, la máxima creación en la historia del cine, es El Padrino, afirmó rotundamente nada menos que Stanley Kubrick. El grupo es en cierto sentido, un giro gringo hacia la nouvelle vague en la Europa de Truffaut, Chabrol, Godard

Paramount tuvo inmenso acierto y audacia en adivinar la genialidad de Francis Ford Coppola, muy lejos entonces de ser ostensible. Aunque ni siquiera figura en los créditos, había codirigido con Roger Corman, autor de montones de películas baratas, disparates en los que peleaban vampiros y extraterrestres. Su primera cinta con firma, Demencia 13, es una copia de Sicosis de Hitchcock, novatada que, junto a las dos siguientes, lo llevaron a la estrechez económica. Algo le vieron pese al dudoso curriculum y le proponen dirigir una película basada en el libro de otro económicamente arruinado, El Padrino de Mario Puzo, que más tarde se mantendrá setenta semanas entre los más leídos en la lista de NYT, y que en el siglo XX equivale a El Príncipe de Maquiavelo. Entre miles de cosas, el libro y la película relatan cómo un joven héroe de guerra, Michael Corleone (Al Pacino) comprende el significado del poder y lo que hay que tener para su ejercicio, como lo explican desde Maquiavelo y el jesuita Francisco de Vitoria.

El Padrino es su primera película en serio, con recursos, y no ha sido superada ni por él mismo ni por nadie en ninguna época. El sanedrín de las “cinco familias” que controlan Nueva York reclama que Vito Corleone (Marlon Brando) maneja cuotas del poder judicial, senadores y diputados “pero no las ·presta” para que introducir el tráfico de drogas. Don Vito se opone a “ese negocio” y atentan contra su vida”. Santino (James Caan) el primogénito, carece de condiciones para heredar a su padre, quien lo sabe perfectamente. Demuestra a menudo su incapacidad, incluso al no tomar previsiones para proteger a su padre hospitalizado. Es emocional, lujurioso, incontinente, arrogante y muere asesinado en una trampa cazabobos, que recuerda por su violencia brutal el cine de San Peckinpah (La Pandilla Salvaje) Un capo policial corrupto enredado al complot, le fractura la mandíbula a Michael. Ahí tiene la epifanía: para que sobreviva “la familia” el debe ser il capo y matar espectacularmente a los que atentaron contra su padre, lo que ocurre en una de las escenas más poderosas en la historia de la cinematografía.

Deja de ser un joven que planea adecentar la familia y se hace temible en el uso del poder, para que este no lo destruya. Los capos de las otras familias lo invitan a una reunión de “conciliación”. Descubre que es para asesinarlo, se les adelanta y los hace liquidar uno por uno, al tiempo que bautiza al hijo de su hermana Connie. El poder se ejerce en la oscuridad, porque su sustancia está más allá del bien y del mal, pugnan en ella dos fuerzas contradictorias, como en la naturaleza humana, y solo lo atajan de alguna manera las instituciones democráticas (pobre del país donde ellas no existen). A todos nos gustan la democracia y los chorizos, pero mejor no averiguar de qué están hechos. Coppola y Puzo navegan en las turbias aguas, bajo el imperio del sentido de la realidad. Maquiavelo y la dupla Coppola-Puzo. ponen al descubierto a los charlatanes que hacen gárgaras con los principios para ganar simpatías y fingen “principio” bobos, o más terrible, no entienden, la dinámica del poder.

Fidel Castro vio que debía cuidar el principio de soberanía porque la geopolítica puede desconocerlo, como le ocurrió en 1962 en la crisis de los cohetes. Para curarse en salud, ofreció públicamente a los norteamericanos devolverles cualquier prisionero que escapara de Guantánamo. Gadafi y Saddam Hussein murieron de geopolítica. Volodímir Zelenski medio comprende tarde e incompleto: el principio de soberanía es suicida si no conjuga con pragmatismo. Desastrosos y cómicos son los diletantes que mojan el panty en Alemania o Francia con los muertos ucranianos, héroes en el teclado lejos, a kms. del plomo. Que sigan muriendo ucranianos, porque mueren gloriosamente por la libertad y para que los charlatanes puedan matar su angustioso ocio y escribir imbecilidades. Una vez Pompeyo Márquez respondió a unos periodistas e intelectuales que lo increpaban en el Hotel Lutecia de París por abandonar la lucha armada. “Es que es una desigual división del trabajo: Uds. ponen novelas y películas y nosotros ponemos los muertos”. El charlatán pone boberías y los ucranianos ponen cadáveres.

@CarlosRaúlHer

Desgracias inevitables

Carlos Raúl Hernández

La historia chilena está llena de dolorosos naufragios para convertir el país en un régimen colectivista, y en el penúltimo la Democracia Cristiana apostó a un golpe de Estado creyéndolo efímero. De ahí nació el gran drama del que “todos somos culpables”, como espetaría el Príncipe ante la muerte de los amantes de Verona. Pero gracias al triunfo del sentido político, vino la concertación entre esos culpables, socialcristianos y socialistas. Luego de 17 años de horror retornan la democracia, la paz, el progreso, y convierten a Chile en la estrella más brillante de Latinoamérica, que ingresa en el club de los países desarrollados. Alguien dice que “estudiar la historia no sirve para nada, porque la humanidad está condenada a cometer siempre los mismos errores”. Eso lo suscribe el ataque de anacronismo que le sobrevino al Presidente Gabriel Boric, al marcar su arranque con dramática y malhadada frase de Salvador Allende y una ridícula pirueta de desprecio al presidente constitucional saliente.

“Por lo mientras”, diría un mexicano, los chilenos dejaron cesante el Estado de Derecho, delegado a una enloquecida “constituyente”, la nueva vía revolucionaria, tal como anuncia Petro para Colombia. Bien por Boric, parece que olvidó la insólita tirria a los fondos de pensiones, pero en vez de pensar en el salto tecnológico, científico, educativo y económico que requiere su país, pone un ingenuo y aberrante énfasis en fracturar la sociedad en base a políticas “identitarias”, el fascismo del siglo XXI, que hoy no tienen como bandera la “igualdad”, como aprendimos con la revolución francesa, sino la “diferencia”. En septiembre de 1970, Allende obtiene la presidencia por votación en el Congreso, luego que en los comicios populares ningún candidato obtuviera mayoría calificada. En Chile la izquierda desde los años 30 creó varias efímeras repúblicas socialistas con personajes apasionantes, dignos de Hollywood. Luis Emilio Recabarren funda el Partido Obrero Socialista en 1912, cinco años antes de la Revolución Bolchevique.

En 1932 el Comodoro Marmaduke Grove crea su “república socialista” por un pronunciamiento de facto que apenas dura 12 días. En 1938, en la política de los frentes populares stalinistas, la izquierda gana las elecciones con uno de los personajes más extraños del continente, Pedro Aguirre Cerda, cuyo filonazismo y filosovietismo al mismo tiempo preocupan a Gabriela Mistral, su íntima amiga. La izquierda vuelve a triunfar en los comicios de 1946 con Gabriel González Videla, quien una vez electo, abandona el barco revolucionario, y por ello Neruda le dedica uno de los poemas más demoledores y menos poéticos de la lengua en Canto General. (“Triste clown, miserable mezcla de mono y rata, cuyo rabo peinan en Wall Street con pomada de oro/ no pasarán los días sin que caigas del árbol y seas montón de inmundicia evidente/que el transeúnte evita pisar en las esquinas”.) Allende obtiene la primera minoría en los comicios y la Democracia Cristiana votó a su favor en el Parlamento.

No hacerlo, dicen expertos como Joan Garcés, hubiera podido precipitar la guerra civil. Tenía fuerte apoyo en las propias bases socialcristianas, permeadas por los planteamientos socialistas, y en las fuerzas armadas. Después de tres años de un gobierno entrópico con acelerado deterioro institucional y económico, y la demencia subversiva de la Unidad Popular, crean ambiente para el golpe. Las políticas estatistas conducen inmancablemente a la ruina. Allende actuaba con “el escudo de la constitución”, pero la Unidad Popular estimulaba el vandalismo. La triste historia de las “transiciones”: tomas de fincas, caos urbano, ocupación de fábricas de botones, inflación, desempleo, devaluación, fuga de divisas, insultos y ruina para los productores, atracos revolucionarios a los bancos. El Partido Socialista fragmentado en tendencias desde la derecha hasta ultra izquierda, que andaban cada una de su cuenta. Así la disidencia socialcristiana del MAPU y los extremistas (siempre ellos) que no eran de la Unidad Popular, -MIR, Izquierda Cristiana y VOP-, adherían “la causa” desde fuera para radicalizarla.

El triunfo de Allende y el golpe de Estado fueron desgracias, desgracias inevitables. El pinochetazo fue incansablemente buscado por todos los factores, porque la cordura había huido. Los radicales, siempre estúpidos, querían la “confrontación final” para que el pueblo derrotara al ejército. A una sugerencia ingenua de Regis Debray sobre “movilizar a las masas”, Allende responde “¿cuantas masas hay que movilizar para detener un tanque?”. En los cinturones industriales donde la clase obrera “detendría el golpe”, “armaban” los trabajadores con revólveres y escopetas para dar la batalla decisiva contra el ejército. Pinochet dio el zarpazo cuando el caos disolvió la fuerza de Allende en el aparato militar y pudo asumir el control pleno. “Pobre Augusto: ya deben haberlo matado”, dijo Allende en medio del putch condolido de su Ministro de Defensa, que lo encabezaba. El otro gran responsable ante la historia fue el secretario general de los socialistas, Carlos Altamirano, quien el 9 de septiembre le retira el apoyo del partido al presidente. Esa fue la señal para el golpe.

@carlosraulher

¡Cuidado con el fascismo!

Carlos Raúl Hernández

Cancelan conciertos de Ana Netrebko, suspenden en Varsovia Boris Godunov de Mussorgsky, despiden a Valery Gergiev director de la sinfónica de Munich, Placido Domingo no puede cantar en Moscú, suspendido curso sobre Dostoievsky en Italia.

Los equívocos sobre el concepto de fascismo son frecuentes. En España, por ejemplo, la izquierda califica de fascista a Vox, un movimiento de extrema derecha, xenófobo, confesional, pero no fascista. Suelo decir que el fascismo es un comunismo de derecha y el comunismo un fascismo de izquierda porque, condición sine qua non, utilizan cancelación y violencia contra quienes no comparten sus opiniones y dan materialidad física a la baja pasión. Escraches, ultrajes personales, boicot a presentaciones de libros y conferencias, manifestaciones de repudio contra obras de arte, son propios de los movimientos identitarios de izquierda y derecha. Declaran “enemigos del pueblo” a personas concretas que rechazan sus concepciones parroquiales, equivocadas, mera ignorancia, mentiras y monstruosidades. Es la prepolítica, estado de barbarie sicológica, y pueden ser palizas físicas, verbales o morales. El fascismo no es de izquierda ni de derecha sino todo lo contrario.

Es una reacción química primaria, animal. Ante un estímulo adverso, el cerebro manda a segregar adrenalina, contrae la musculatura, el semblante se hace lívido porque la sangre abandona rostro y tórax, y va a las extremidades para combatir o huir. Miles de años de desarrollo cultural y más de doscientos de democracia controlaron un poco a Hulk, las pulsiones, hostilidad hacia ideas ajenas, y superamos la bioquímica mejor que lo haría un jabalí. Bufar con espumarajos en la boca es una pulsión de lo que denominamos fascismo y puede desembocar en acciones políticas. Sustituye los razonamientos por chorros de emoción, moralina o sentimentalismo, recurso gemelo al vacío de instrumentos racionales y emotivos requeridos para hacer sinapsis política. Y por el reverso, es tan esforzado controlar el estrés y la respuesta agresiva, como lo contrario, los impulsos eróticos que dilatan las pupilas, relajan los músculos y concentran la sangre en otras partes del cuerpo, ante personas o situaciones placenteras, pero también estamos obligados a hacerlo.

Cuentan que Burt Lancaster tuvo que repetir por varios días una escena en traje de baño en la que besaba a Deborah Kerr en la playa (De aquí a la eternidad: Zinnemann, 1953) por ser incapaz de disimular las ostensibles manifestaciones de entusiasmo hormonal que ella le producía, pero jamás saltaría sobre ella. Un Cro-Magnon le hubiera dado a Deborah un estacazo en la cabeza para arrastrarla a la cueva. En la modernidad aparece la teoría de la tolerancia, el control de la pasión en la política con Locke y Voltaire, contra la violencia identitaria desatada por dos religiones rivales. La Iglesia Anglicana embiste en 1670 contra las disidencias, con asesinatos, torturas, quemas de libros. A monjas acusadas de herejes daban anchoas en el calabozo y luego les negaban agua. La reacción de Locke fue desafiante y heroica: en Carta sobre la Tolerancia fundamenta filosóficamente el libre albedrío, la libertad de conciencia, y la necesidad de que la autoridad acepte la existencia de diversas concepciones religiosas.


De otro lado del Canal de la Mancha, en Francia católica, décadas después Voltaire reacciona con el mismo coraje: la frase “no comparto tu opinión, pero estoy dispuesto a morir por tu derecho a expresarla” aun siendo apócrifa, contiene la substancia de su obra y de su vida. Indignado por el espurio proceso contra Jean Calas, un honorable comerciante calumniado y ahorcado por los católicos por protestante, escribe su valiente Ensayo sobre la Tolerancia. La esencia de ambas obras es la misma. El poder está obligado a “consentir”, “tolerar”, “condescender”, las opiniones disidentes. La sociedad contemporánea asumiló la tolerancia, el “buen talante” y lo convirtió en obligación de las instituciones democráticas que tanto desprecian los radicales. Se transforma en huesos y sangre del Estado de Derecho y cuando una sociedad ya está regida por la separación de poderes que frena la tiranía, la tolerancia pasa a ser una virtud privada más que política.

En Dinamarca o Canadá a los ciudadanos les importa muy poco si el presidente tiene mal carácter, si al gobierno le gustan o no sus opiniones, sus costumbres sexuales, sus credos religiosos o el negocio a que se dedican para ganarse la vida. Si el gobierno se pone “intolerante”, peor para él. Nadie más vigilado que el mandatario de una nación libre y tiene que cuidarse más bien de la factura electoral o, en casos extremos, del impeachment. Los dictadores son especies anómalas que se reconocen por su mal halitosis. Donde hay uno, las cosas son al revés y allí los cuasi-ciudadanos, meros habitantes, accidentes demográficos sin derechos, deben vivir aterrados porque al que gobierna no se le ocurra ocupar propiedades, insultar, mandarlos a la cárcel contra la Ley, o lanzar tropas de asalto dirigidas por perdedores desquiciados. Los cuasi-ciudadanos trémulos, agradecen que sea “tolerante”, permita “un poco” de libertad y que no asesine gente, que no haya “excesiva” represión, que no se torture “mucho”, como si se estuviera ante Robespierre.

@carlosraulher