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Soledad Morillo Belloso

El barranco infinito

Soledad Morillo Belloso

Supongamos que de aquí a unos meses logramos salir de esta pandemia, tarde, pero lo logramos. Será entonces tiempo de enfrentarnos con la cruda realidad.

El nuevo presidente de Fedecámaras, paisano, se estrena. Pasados los momentos de recibir las palmadas en el hombro, y luego de quedarse a solas, imagino que le llegó el momento de angustia. Porque por mucho entusiasmo que sienta, sabe él que el panorama no es nada auspicioso, ni para el empresariado ni para el país.

Es rigurosamente cierto que el régimen puede hacer cosas para destrabar el juego. Para empezar, puede tomar decisiones menos ideológicas. Hablamos de derribar barreras que el mismo régimen creo y que hoy son su peor enemigo. Claro, muchos en su propio círculo de asesores le advierten que tenga cuidado con cambiar el discurso y la narrativa, pues al hacerlo puede empezar a parecerse a la oposición. Eso no es cierto.

Vietnam. Luego de una guerra horrorosa, el régimen impuso su ideología. Así fue durante años. Hasta que llegó el momento de entender que así no se lograba nada. Y si bien no renunciaron en ese régimen al diseño político, pues rediseñaron el modelo económico. Hoy Vietnam no es ni parecido a lo que era en tiempos de la posguerra. Y seguramente de aquí a unos años, habrá además una reforma política que permita algo que se parezca más a un sistema democrático que a ese absolutismo de un partido que todavía priva.

No sabemos qué es primero, si el huevo o la gallina. No voy a decir que Maduro es capaz de conducir el viraje que necesita dar Venezuela. De veras que me parece que le falta lo elemental: conocimientos, destrezas y liderazgo. Pero me pregunto cómo acortar el camino de la reforma que obviamente necesitamos. Si me fijo en los que hablan de esperar un revocatorio o las elecciones presidenciales en la fecha que «tocarían», bueno, entonces tengo que apuntar que de aquí a allá el deterioro del país va a ser mucho peor que el que padecemos. Bien. Entonces hay que, o acortar los lapsos, o, lograr que las reformas económicas que son urgentes se produzcan antes que los cambios políticos.

Maduro no quiere soltar el coroto. Puede ser que los acontecimientos le pinten un escenario muy complicado. No son dos conchas de ajo lo que puede ocurrir en la CPI. Y nadie me va a convencer que en Miraflores y Fuerte Tiuna no están angustiados. Lo están. Pero también saben que eso, un posible proceso en esa instancia judicial tomará tiempo. No es la escena de una película, es una película larga y de muy compleja producción, con muchos actores.

Bien. ¿Qué hacemos? ¿Nos encerramos en nuestras casas y nos plantamos? Si hacemos eso, pues morimos. De mengua.

Las elecciones del 21N me dan grima. Son un pichaque. Y no hay un solo candidato que me mueva el piso. Para completar el tedio, el CNE anuncia que habría penalización con cárcel para aquellos ciudadanos que incumplan su «deber» de actuar como miembros de mesa, en caso de haber sido seleccionados para tal función. La torpeza de ese anuncio no hay cómo adjetivarla. Han sumado así una razón más al portafolio de razones para no votar. Porque a juro, nada. Ni votar ni ser miembro de mesa. Sin embargo, aún sin haber tomado una decisión en firme, es probable que yo el 21N vote. Y espero que de aquí a ese día algo inspire a las organizaciones y los candidatos para que digan algo mínimamente interesante y espero, también, que el CNE deje de hacer amenazas estúpidas y los rectores tengan un discurso menos cursi y relamido.

No sé si habrá negociación en México. Espero que sí. Y espero que esas conversaciones no se vuelvan un torneo de quién grita más o quién construye la declaración más escatológica. Es bueno que los que están en el poder en el régimen y los que están en posiciones de liderazgo en la oposición (en los varios pedazos que hay) sepan y entiendan que están todavía a tiempo. Que si el país se termina de hundir, pues los arrastrará al hueco. Y ese hueco es un barranco infinito

1 de agosto

Guayoyo en Letras

https://guayoyoenletras.net/2021/08/01/el-barranco-infinito/

El pingüino con botas

Soledad Morillo Belloso

Se llama Enrique y es longevo. Tiene artrosis. Ello le dificulta la movilidad y lo condenaba a una vida triste y dolorosa. Algo había que hacer. La cosa no se podía quedar así. Había que pensar «fuera de la cajita».

La mente humana es muy poderosa. Cuando quiere y se empeña, encuentra solución a lo que algunos dirían, con lamentable mediocridad, que «no tiene remedio». Le hicieron unas botas. Especiales. De un material que no le resultara incómodo. Y de color negro, para que no desentonara. Se las probaron. Y rogaron que fueran lo suficientemente flexibles, que le aminoraran el dolor, que Enrique las sintiera como propias. Y, ¡Aleluya! Funcionó. Hoy Enrique nada con facilidad y escala sin problemas. Hay felicidad en St. Louis, Missouri. La noticia de «el pingüino con botas» se hizo viral. Y ya con buena parte de la población vacunada contra el COVID, el zoológico recibe muchos visitantes que acuden a ver las danzas de Enrique.
Es una historia hermosa y para nada menor. Porque es la narrativa de la igualdad de oportunidades, de la empatía, de la comprensión de que si uno está mal algo tenemos que hacer para que esté bien.

El egoísmo es una severa enfermedad. Afecta y perjudica a muchos. El egoísta hace daño y, además, excluye, con lo cual perjudica al conjunto social y no solo a los individuos en su cercano entorno.

El egoísta no sabe compartir. Se siente el centro del universo y su complejo de superioridad en realidad esconde su miedo a que quienes lo ven o escuchen se den cuenta de la verdad: que es un ser inferior.

Cuando salimos del círculo vicioso del yoísmo y entendemos que ser egoísta es de tontos y no de inteligentes, entonces la sociedad mejora. Los egoístas restan; los que parten y comparten y no se quedan con la mejor parte, esos suman.

soledadmorillobelloso@gmail.com

@solmorillob

Tiempo entre descosturas y costuras

Soledad Morillo Belloso

A la larga ristra de penares que soportamos hay que sumar dos datos no menores: lo de la Fiscal y, como ya es titular en Radio Pasillo, un descontento perturbador en la oficialidad de las FANB.

Hay funcionarios importantes muy disgustados. La Fiscal habla. Activa. Procede. La rebotan. Insiste. Tiene apoyos. Su accionar puso en estado de shock hasta al mismo Diosdado, quien entra en ecolalia severísima y se desgañita advirtiendo a la señora que le quedan "diitas" en el cargo, porque la Constituyente plenipotenciaria "se la va a raspar". Lo dice con ese verbo de albañal que le es tan natural. Para más INRI, Carreño canta, desafinado, que "Luisa Ortega es una mujer que está loca de remate" porque salió del escaparate. Ella tiene más cartas para jugar. Las saca "despacito". Ella no es un ciudadano común. Es la Fiscal General. Jaque a la estructura madurista. Al rebelarse da oxígeno a la nación, vitaminas contra la anomia. Si matan el Derecho matan a la República. De las frases más cáusticas de estos tenebrosos días.

Lo de los militares es críptico. Entre ellos se entienden. De seguro, Sebastiana, Hernán y Rocío saben leer mejor que yo ese mundo y entender los ruidos de sables. Yo creo que comienzan a alisar el camino de los "salvadores de la patria", a saber, el de los que "un día de estos" van a poner orden en el batiburrillo, si toca. Es tal el desespero de la gente que parte de la esperanza está aún cifrada en los uniformes, aunque ellos hayan sido hasta ahora los malucos. Pero, a destacar, bien se han cuidado el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea de no mover una bota, un bote o un ala en este reguero de represión y violación de derechos humanos. Que quede claro que ellos no son "milicianos", ni "colectivos", ni "pacos", ni "paracos", ni "guaruras". Ni "milicos" ni "gorilas". Son los de los uniformes pulcros sin una arruga, los de los cuerpos con rigor en el entrenamiento físico y los zapatos que brillan de lustre, los "herederos de las glorias de los ejércitos libertadores". Ellos, los "de estirpe", no son los que pisotean el precepto bolivariano según el cual "maldito el soldado que usa las armas de la República contra su pueblo".

Pero lo anterior, por colorido que luzca en medios y redes, no es lo más importante. Lo crucial es el escenario político dividido en tres definidos grupos: el madurismo, el chavismo y la oposición en unidad democrática. Muchos piensan que madurismo y chavismo es lo mismo. No. Para los genuinos chavistas, los maduristas son traidores a la revolución, sátrapas que se infiltraron y engañaron hasta a Chávez (aprovechándose de su enfermedad), una manga de corruptos traficantes del poder a quienes se les dejó ir demasiado lejos. Ese chavismo se abstuvo o votó en contra en las elecciones presidenciales sobrevenidas post-deceso. En las parlamentarias le sacaron la alfombra a Maduro, con todo y flecos. Ese chavismo sabe que puede sobrevivir (y recuperarse) en un escenario democrático, no en una tiranía como la que quiere montar el madurismo. Claro, el asunto no es tan fácil de "patronar". Pero hay pistas. Hay que escuchar y leer a los líderes de ese chavismo que se descose del madurismo; quieren jugar en el tablero democrático, hacer de la política la guerra sin armas. ¿Hay que coincidir con sus postulados? No. Nunca voté por el chavismo y me le opongo activamente desde 1992. No concuerdo con su visión política, ni con su ejecutoria social y de políticas públicas. Pero en democracia no se trata de pensar todos igual. En democracia cabe todo aquel que respete las reglas, reglas que están en la Constitución de 1999 refrendada en 2007. Ella marca que la soberanía la tiene el pueblo, que sólo él decide quién gobierna. No autoriza a que la soberanía se la chupen mandones.

Para el madurismo el chavismo es el "coco", la oposición es lluvia radioactiva y el pueblo la marabunta. El pavor le llega al madurismo hasta los tuétanos aunque se paseen por sus canales de televisión dándoselas de guerreros caníbales. Están a punta de loperam intravenoso. Ahora se enfrentan a enemigos poderosos y complejos, que clavan aguijones: la AN, la Fiscal General + el Ministerio Público y el Pueblo (con P mayúscula). Por ahora. Al régimen le queda el Poder Ejecutivo (con divisiones internas), el TSJ (coso que se va deshilachando y con un presidente que dice que en ciertos áreas del país "no hay ley"), el Defensor del Pueblo aterrado, aferrado al puesto y gagueando y el más gris Contralor. Y ahí están los uniformados, arqueando cejas y juntándose para "evaluar". En Miraflores le tiemblan a las tijeras de Fuerte Tiuna, no al revés.

Hay puntos a sopesar. Maduro tiene poca plata y tijeras romas. Malo eso. Los modistas políticos del mundo lo ven feo. Malo eso. En los talleres de costura económicos internacionales no le creen ni el bostezo. Malo eso. Los patronadores purpurados ya le pusieron sello de pecador y le muestran el camino al confesionario. Malo eso. Pdvsa no puede ya tapar que se quedó sin hilos, sin botones, sin cierres, sin telas. Malo eso. Dietrich escribe y sus palabras, que destrozan al madurismo, retumban en la intelectualidad de la izquierda mundial. Malo eso. Y si a Maduro se le hubiera ocurrido ir al desfile de la Vinotinto en el estadio olímpico de la UCV, la pita se hubiera escuchado en las antípodas. Malo eso.

Un bigotón calvito es el diseñador de la constituyente-corsé hecha a medida para vestir los placeres sórdidos del régimen. Es un desastre en Economía y Finanzas pero de cálculos electorales sabe. No dibujó el balurdo modelito constituyente. Eso lo hizo otra "persona" muy cercana a Maduro. Al gordito bigotón la idea se le planteó como dilema actuarial. Y armó el "PQC", el "pa' que cuadre". Tantos constituyentes, tantas curules territoriales y sectoriales. Nada de preguntar antes de montar el patrón de la patraña. Si el pueblo habla, no hay vida. El modelito se le manda al CNE, como una orden. El triunfo tracaleado está cantado; la comadre podrá obsequiarle al país en horitas un "resultado irreversible". Pero al traje se le ven el mal corte y las costuras; nadie compra la copia mal hecha. El 85% de rechazo al producto no hay cómo ocultarlo.

Comienzan a estructurarse los rebeldes rojos, a enhebrar agujas, a coserse. Más es lo que no se ve que lo que se ve. Las fuerzas de Unidad Democrática se visten juntas. El pueblo protesta trajeado de bandera. Todos defienden la Constitución. ¡Dedal de oro tricolor!

Mucha tela aún por cortar y coser. No se crea que Miraflores está perdido. No es así. Le quedan decretos, sentencias, bombas, balas, activos por empeñar a prestamistas del bajo mundo. Tiene miedo pero tiene poder. Y cuando no hay escrúpulos el poder es destructivo. Falta mucho para el desenlace. Es tiempo entre descosturas y costuras.

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

La consigna está intacta

Soledad Morillo Belloso

Si se está suficientemente cerca, se escucha el accionar del arma de "fumigación". Lo próximo es la bomba que llega. Y el humo. Y el olor. Y empieza como una picazón. Luego arde como toque de demonios. Y uno empieza además a asfixiarse, a sentir el pecho comprimido, la taquicardia.

Sobre otros manifestantes los uniformados riegan balas, ojalá de goma. Que duelen y que pueden generar mucho daño corporal. La gente cae por el impacto o corre. Se arma una confusión -reacción natural- y entonces hay heridos por caídas y pisotones.

Cuando se activan la ballena y el rinoceronte, el "riego" cae con fuerza de pedradas. Algunos tienen el tupé de decir que son instrumentos leves de control. A esos les propongo pararse frente al chorro de agua y después me cuentan.

Dejemos de lado las violaciones constitucionales que suponen el ataque del gobierno y las fuerzas de seguridad del Estado a la población que ejerce su legítimo derecho a protestar. Usemos la lógica. Hagamos preguntas elementales. ¿Qué pasaría si simplemente el régimen dejará a los ciudadanos ejercer su protesta en libertad? Los paranoicos del régimen dicen que la multitud destrozaría todo lo que fuera hallando a su paso. Pero no hay evidencia que compruebe tal presunción. La verdad más presumible es otra. La gente pasaría por enfrente de todas las oficinas institucionales, obsequiaría insultos a la autoridad, rompería algunos potes de basura, quemaría uno que otro caucho, dibujaría pintas en las paredes. Y ya. Nada del otro mundo.

Pero no. El régimen no entiende la lógica de una protesta. No comprende que aquí o en cualquier parte del mundo la gente agredida por la autoridad se enfurece. Más de lo que ya estaba, aunque la furia sea un vocablo superlativo. Y el régimen reprime salvajemente generando un innecesario desasosiego y encono, en especial entre la categoría de jóvenes manifestantes a quienes la agresión les activa la producción de endorfinas.

Esta represión barbárica no es política nueva en este régimen. Llevamos años tragando bombas lacrimógenas, comiendo piedras y balas, agarrando paliza de ese instrumento que tienen los cuerpos de seguridad y que recuerda a los látigos de tiempos de la antigüedad. A eso sumamos la acción protegida por el gobierno de esos cuerpos fascistas llamados con el romántico mote de "colectivos", que no son sino fuerzas paramilitares financiadas y apañadas por el régimen. Pero, ¿logra acaso el gobierno recuperar algo del apoyo popular y electoral que otrora tuvo? Los resultados luego de cada elección revelan anorexia de apoyos al régimen.

Y en medio de este rifirrafe, hay que hacer mención al silencio (cobarde o cómplice) de los medios, en especial de la televisión venezolana, que se hace la vista gorda y en medio de las protestas transmite novelas, comiquitas, películas, programas de cocina, conciertos y noticias sin la menor importancia. Ya ni siquiera disimulan. Callan pecaminosamente. Y entonces los venezolanos terminamos en estado de dependencia de lo que logremos ver a través de las redes (imposibles de conectar en muchos casos dada la ranchificación del sistema de telecomunicaciones en Venezuela) y lo que reporten canales internacionales como TN de Argentina, El Tiempo y Caracol de Colombia, BBC del Reino Unido, CNN en inglés de Estados Unidos, CNN Chile y un brevísimo etcétera. Porque en Venezuela los canales venezolanos se han rendido y dejado domesticar, a cambio de un "perdonarles la vida" y la pauta de campañas de empresas de enchufados.

Las protestas continuarán porque las razones para ellas no hacen sino tener cría. Una Defensoría del Pueblo que no defiende al pueblo, un TSJ que prostituye cada día a la justicia, una Contraloría que le garantiza la impunidad a los corruptos, un presidente que no es más que un dictadorzuelo con sobrepeso, unas empresas estatales en estado de pudrición dirigidas por incompetentes y absoluta falta de principios. Un país no puede subyugarse ante el fascismo de un gobierno que acumula pecados capitales y delitos horrorosos.

La protesta continuará, le guste o no al gobierno. Ya pueden poner mil sentencias con sello claramente tiránico. Y la protesta no es sólo en las calles de ciudades y pueblos. Hay varios otros escenarios, nacionales e internacionales, en los que el régimen no tiene ya cómo batir el cobre. Sobre el asfalto y las pieles de los ciudadanos lloverá bomba y bala. Pero la consigna está intacta y en mayúsculas: Constitución, República, Libertad, Elecciones.

soledadmorillobelloso@gmail.com

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