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Opinión

​José E. Rodríguez Rojas

Con los recientes cambios en el gabinete el gobierno quiere dar la impresión de que está haciendo algo sobre la economía, cuando en realidad la economía no les interesa. Evidencia de ello es que los designados no dominan el tema económico. Lo que realmente les importa es el control social de una parte de la población. La hiperinflación es generada por la expansión del gasto público producto de los beneficios que se le conceden a un 25% del electorado, que es utilizado en los eventos electorales para prolongar la permanencia de Maduro en el poder y montar la fachada de una democracia. Un poco más de 30 millones de venezolanos debemos sufrir un proceso de empobrecimiento, generado por la hiperinflación, para financiar el gasto social de éste 25%.

En un programa de CNN Dinero reciente se abordó el tema de los cambios en el gabinete de Maduro y se preguntaba al economista invitado si los mismos contribuirían a aliviar la crisis económica que enfrenta el país o si se trataba de más de lo mismo, pues se trataba de los nombres de siempre pero en cargos diferentes.

El economista entrevistado fue Orlando Ochoa quien planteó: Maduro tiene un aparato de propaganda que insiste en el tema de la guerra económica. Estos cambios quieren dar la impresión de que están haciendo algo en lo económico, cuando en realidad el tema económico no les interesa, pues los designados no dominan el tema económico. Comenzando por El Aissami quien fue designado Vicepresidente para Asuntos Económicos. Mientras tanto la economía se deteriora, la inflación se acelera; si anualizamos la inflación mensual obtenemos una cifra que oscila entre 115 a 160.000%. No hay una política económica para frenar la inflación ¿Porqué sube la inflación? Al examinar los números observamos que hay una expansión fiscal y una expansión monetaria continua lo que presiona la inflación al alza ¿Porqué lo hacen? Maduro ha hecho un fuerte énfasis en el control social de una pequeña parte del electorado, que estimamos oscila entre 20 y 25% del mismo. Este 25% recibe beneficios que generan una expansión del gasto público y un déficit que es financiado monetariamente (con la impresión de dinero) por el Banco Central de Venezuela (BCV). Ese gasto fiscal (gubernamental), con la finalidad de control social, es lo que genera la inflación. Un poco más de 30 millones de venezolanos sufrimos un proceso de empobrecimiento, debido a la hiperinflación, para financiar el gasto social de un 25% de la población que es utilizada en los eventos electorales para prolongar la estadía de Maduro en el poder, lo que permite mantener la fachada de una democracia.

El presentador del programa Xabier Serbiá planteó que Maduro estaba tratando de ganar tiempo y le preguntó al entrevistado: ¿qué lectura le das a estos cambios?, ¿son parte de une estrategia para ganar tiempo?

Ochoa respondió: quieren dar la impresión de que están haciendo algo sobre la economía. Venezuela requiere un plan de estabilización para el control de la inflación, acceso a fuentes de financiamiento internacional, una protección de los activos petroleros. Las sanciones financieras y la acelerada caída de la producción petrolera hacen que esto se vea, en un periodo muy corto de tres meses, muy feo y doloroso para la población. Esto no es sostenible económicamente. El tiempo que pasa perjudica a la economía. El deterioro de la economía es el costo de mantenerse en el poder. En el lado político ganan tiempo tratando de legitimarse en el poder. Veremos en los próximos meses, en el balance, que resulta decisivo si lo económico o lo político.

En la línea de argumentación desarrollada por Ochoa observamos que la designación del presidente del BCV ha recaído en alguien que no tiene ni la formación ni la experticia en el área financiera y de banco central que requiere el cargo. Así lo ha afirmado el economista y diputado José Guerra, quien a su vez señaló que “es una falta de respeto a la profesión del economista, una falta de respeto al país y una burla a Venezuela”. Se desempeñará en el cargo como un gestor del instituto financiero cuya misión será acatar en forma expedita las solicitudes del ejecutivo para imprimir dinero y contribuir a financiar el gasto social de la pequeña parte del electorado que su jefe requiere para prolongarse en el poder, metiéndole fuego a la hiperinflación.

La designación del presidente del banco central es clave en una agenda para el control de la inflación, en cuyo caso se designan expertos al frente del mismo, cuya prioridad es el control de la masa de dinero requerida para el funcionamiento de la economía, evitando que la misma crezca a discreción de las necesidades de un gobierno populista. Esto es lo que han hecho países como Bolivia, bajo el gobierno de Evo Morales, y Lula durante su mandato al frente del gobierno de Brasil. Ambos compañeros de viaje del chavismo (Ver: Rodríguez R., José E. El milagro económico boliviano. Dígalo Ahí, 23 de enero del 2017)

Profesor UCV

josenri@gmail.com

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Venezuela tenía muchos factores favorables para llegar a ser un país desarrollado, con la consecuente buena calidad de vida de sus ciudadanos. A partir de 1945 se visualizaba un futuro prometedor. No ha sido así. Se formaron excelentes profesionales y técnicos, pero no buenos ciudadanos. Es decir, que no solo respeten las leyes y cumplan con su trabajo, sino que exijan y protesten cuando detecten algo incorrecto, para no convertirse en cómplices.

En general los venezolanos han tenido un concepto distorsionado de los trabajadores petroleros. El objetivo del presente artículo no es discutir este punto, sino divulgar las experiencias vividas por un petrolero que participó en varias empresas y organizaciones del Estado y ha tomado iniciativas ciudadanas. La importancia del reciente libro del geólogo Gustavo Coronel, titulado "Venezuela 1981-2015: Una memoria ciudadana", disponible en Amazon, es tanto un testimonio sobre hechos irregulares, como luces del por qué hemos caído en el abismo.

Coronel participó activamente en el proceso de nacionalización de nuestra industria petrolera, fundando con otros profesionales la Agrupación de Orientación Petrolera, para contribuir a que el proceso de nacionalización no fuese traumático. Fue miembro fundador de la directiva de Petróleos de Venezuela. También vice-presidente de la filial Meneven. En 1981 se opuso vehementemente al traslado de la empresa a Puerto La Cruz por motivos políticos, por lo cual fue despedido sin jubilación, después de 27 años de servicio. Parte importante del libro está dedicado a denunciar la gradual politización y actual debacle de nuestra principal empresa, la gran corrupción y pésimas decisiones gerenciales desde que el chavismo invadió todos los aspectos de la vida nacional. Sin embargo, aquí queremos resaltar algunas de sus otras experiencias.

Después de su despido fue contratado como investigador en la Universidad de Harvard en donde dictó talleres sobre la gerencia de empresas del Estado y escribió un libro sobre la nacionalización de nuestra industria petrolera. En 1983 integró el plantel de funcionarios del Banco Interamericano de Desarrollo, en el que señala hay dos tipos de funcionarios, unos que ingresan por concurso y otros como parte de la cuota de los gobiernos que, como es de esperar, a veces no están calificados. Casi lo despiden por escribir un artículo sobre el hambre de los niños bolivianos. Cuestiona que muchos proyectos se deben más a interés del Banco en otorgar créditos, que en la prioridad de los mismos para los países. Renunció y regresó a Venezuela.

En 1989 le ofrecieron la presidencia del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, pero los sindicalistas abortaron el nombramiento. En 1992 lo designaron presidente del Instituto de Defensa del Consumidor, pero no le dieron oficina, ni personal. Al poco tiempo renunció a este cargo ficticio. Fundó la ONG Pro Calidad de Vida, la cual tuvo algunos éxitos, pero poco apoyo ciudadano. Se fue a vivir en una parcela de una hectárea cerca del Campo de Carabobo. En 1993 fue asesor y luego director de la Corporación Venezolana de Guayana. Su experiencia fue traumática. Corrupción, mala gerencia, empresas quebradas y todo el mundo queriendo vivir de la CVG, desde gobernadores a sindicalistas, guardia nacional e inclusive medios de comunicación social.

Regresó a su finquita a enfrentar las necesidades del medio rural y su carencia de servicios. En 1997 le ofrecieron la Secretaría de Planificación y Presupuesto de la gobernación de Carabobo. Algunas satisfacciones, pero con alcaldes poco propensos a colaborar y no demasiado interés en erradicar la corrupción. Después pasó a dirigir el puerto ubicado en Puerto Cabello. Nada distinto a la situación descrita con respecto a la CVG. En 1998 fue electo diputado a la Asamblea Nacional postulado por Proyecto Venezuela. Al poco tiempo, hastiado de presenciar tanta mediocridad, solicitó incorporaran a su suplente. Después de una pasantía por un hotel turístico en Margarita, donde tuvo que lidiar con la basura de los alrededores y de la dificultad de obtener frutas y verduras de calidad regresó a su “latifundio”, deteriorado por invasiones, asaltos y pésimos servicios.

Decidió mudarse a Estados Unidos. Desde allí realiza una labor de hormiga, participando como conferencista y escribiendo artículos en los que denuncia las violaciones del régimen a la Constitución y la corrupción. También fustiga a muchos dirigentes de la oposición y se pregunta "por qué no detectan la tragedia, ¿ignorancia, cobardía, indiferencia o colaboracionismo?"

Gustavo Coronel predica que “No hay ningún Estado que pueda llevar sobre sus hombros la inmensa carga de millones de pobres que piden limosna sin contribuir al bien común, algunos por no estar capacitados y muchos por estar acostumbrados a ser mantenidos y carecen del deseo de progresar por sus propios medios". Con honestidad intelectual dice que “posiblemente tengo una postura ética muy rígida, pero ¿es que la ética puede ser flexible? ¿No es acaso la ética flexible el principio de la entrega?" Como buen ciudadano, Coronel trabaja como voluntario en un hospital trasladando pacientes en silla de ruedas.

Como (había) en botica:

Este 4 de julio celebra la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo su 60 Aniversario. Su presidente Emilio Guerra otorgará condecoraciones y premios institucionales a los distinguidos ciudadanos Benjamín Sharifker, Cecilia García Arocha, Luis Ugalde, Gonzalo Rojas, Alí Vivas y Aquiles Fernández.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Américo Martín

Consciente de las limitaciones que me imponen la edad y el hábito racionalista, ninguna adversidad me hará desertar de la razón, aunque parezca aburrida para espíritus inflamados cuyas decisiones así como las emociones que las inspiran, pasan de la rotundidez al abatimiento. No dudo de la honestidad que inspira semejante cambio porque emana de espíritus comprometidos con el país. Para mí eso basta para guardarles consideración sin caer en la pésima costumbre de cubrir de epítetos estúpidos a quienes disientan de lo que sostenga.

Al descifrar el enigma de nuestra tragedia conviene restablecer la dignidad de la razón para fundamentar lo que se proponga y la forma hacerlo. Nadie es dueño de la verdad, pero el estilo que se adopte abre o cierra los cauces del fanatismo. De ese firme no me moveré ni un centímetro.

La situación actual es paradójica y también paralógica (ilogica con apariencia de lógica). Las medidas gubernamentales destinadas a revertir la morbosa degradación de la economía, la han intensificado. Ninguna de ellas ha ido al corazón del problema. Los controles, la falta de incentivos para invertir, la contumacia del déficit fiscal de la República y de su infartado corazón Pdvsa, se pagan emitiendo dinero sin respaldo que propagan el fuego de la inflación.

Nuevos controles de precios son inútiles. Se agotan al hacerlo los inventarios y su destino inmediato es el desabastecimiento. El default generalizado multiplica embargos y paraliza la precaria producción que pretenda rehuirlos. La diáspora de inversionistas y productores, tan brutal como la de compatriotas que huyen de la marabunta venezolana confirma los pronósticos más atroces sobre inflación y retroceso del PIB. El mundo no se engaña acerca del estado de la economía, los DDHH, la libertad y democracia de este país. Lo sorprendente es que nadie toma en serio las recetas del poder.

Sin un profundo y hasta hoy inesperado viraje político, el Gobierno seguirá saltando de un círculo dantesco a otro. Y es precisamente lo que una presión internacional cada vez más intensa le está exigiendo al señor Maduro. Elecciones verdaderas, libres, garantizadas e internacionalmente supervisadas.

El mundo no ha tomado a la ligera el caso venezolano. ¿Comprenderá Maduro, en la oscura situación en que se encuentra, cuál es su mejor o menos mala salida? Es de suponer que haya calibrado sus opciones: aceptar un proceso garantizado por la Constitución y la observación internacional o seguir alzado contra todos.

Si hay lógica en el mundo la oposición, sobre reales, artificiales o cómicas diferencias debería contar con una sólida y universal unidad plural, una moral alta –consciente de las posibilidades de cambio- y un lenguaje persuasivo, sin altisonancias retóricas ni desplantes maximalistas. Rechazar las elecciones libres reclamadas por el mundo, alegando que “nunca” habrá un proceso creíble, es asunto del gobierno, no de la oposición.

Esa paradoja: la proximidad de un cambio democrático sin sangre ni venganzas, acompañado de un curioso abatimiento emocional, me hace recordar a Picón Salas en su milagrosa obra: “De la conquista a la Independencia” (Edit FCE 1944).

Pese al optimismo trepidante de la ilustración, apreció don Mariano un estado crepuscular de cansancio negador de la cultura y la política, que idealizaba el ingenuo mundo natural y proclamaba la terapéutica salvacionista.

Una sofisticada manera de suicidarse, agrego ahora con la venia del ilustre merideño.

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Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no es el Chavéz mexicano sino un líder de izquierda-centro, uno de los tantos que hubo antes y que habrá después de Chávez. Pues imaginar una política sin izquierdas es tan absurdo como imaginar una sin derechas. El peligro es otro. El peligro es que en México estamos asistiendo a la implosión de todo un sistema político. Implosión que comenzó a tener lugar antes de la victoria de AMLO.

Ordenando la relación de factores, no fue la victoria de AMLO el hecho que provocó la implosión del sistema político, sino esto último llevó al ascenso de AMLO. Veamos los resultados. Ese 53% (record mexicano) obtenido sobre sus seguidores más inmediatos, el candidato continuista José Antonio Meade y el híbrido conservador Ricardo Amaya (candidato de derecha e izquierda a la vez) fue una victoria frente al vacío. Vacío de programa, vacío de política, vacío de todo. Frente a lo que esas candidaturas llegaron a representar, no solo AMLO, cualquier candidato que hubiera levantado una alternativa en contra de la corrupción, del gangsterismo estatal, de la delincuencia organizada por los partidos, habría podido vencer. Más todavía si ese candidato ha dado pruebas de seriedad (la alcaldía de de Ciudad de México fue administrada con relativa eficiencia por AMLO) virtud muy escasa en la clase política mexicana.

No, no se trata de una nueva derrota del PRI como cuando llegó a la presidencia Vicente Fox (2000). Se trata más bien de la relación de complicidad compartida entre el PRI y los demás partidos del sistema. De un sistema caracterizado, en lo fundamental, por una suerte de corporativismo político que durante largas décadas representó el PRI y después fuera ampliado hacia otros partidos como el PAN, y el propio PRD. Pues, hablando en términos políticológicos, lo que primaba en México era, en estricto sentido, una partidocracia. Ahora bien, en contra de esa partidocracia, hundida en los más turbios escándalos que es posible imaginar, levantó AMLO su candidatura. De ahí que, objetivamente, y haciendo abstracción de la retórica revolucionaria del nuevo presidente, su futuro gobierno aparece ante los ojos de muchos mexicanos como un factor de normalización y estabilidad. Y AMLO como el hombre en condiciones de salvar la integridad de la política frente a la corrupción institucional y a la anomia social.

No sin cierta razón algunos publicistas han escrito que AMLO y su partido Morena no solo encarnan un momento fundacional sino uno re-fundacional, vale decir, el de la fundación de un nuevo PRI. Pero las apariencias engañan. A pesar de todas las semejanzas que puedan existir entre el viejo PRI y el nuevo Morena, hay dos grandes diferencias. La primera es que El PRI fundado por el militar Plutarco Elías Calle nació con el objetivo de institucionalizar – o cerrar- la revolución nacida en el 1910. Morena en cambio, dicho con las propias palabras de AMLO, nació para comenzar una nueva revolución. Efectivamente, AMLO habla del inicio de una cuarta revolución: la de la Independencia (Hidalgo), la Gran Revolución (Madero) y la de la Reforma (Benito Juárez) son las tres primeras. La cuarta sería la revolución social de AMLO. Las tres primeras están unidas por dos características: en todas, las grandes masas escaparon a la conducción de sus líderes y todas, fueran sangrientas. Esperemos que la de AMLO, si de verdad hace una revolución, sea algo diferente. México es el país latinoamericano que más muertos ha entregado a sus grandes causas.

La segunda diferencia es que Morena es el partido de AMLO, es decir, es propiedad de AMLO, fundado, organizado y liderado por AMLO. El PRI en cambio era una asociación de políticos y si alguna vez tuvo grandes líderes -Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán entre otros- estos fueron siempre fieles a la línea de su partido. En cambio Morena es solo fiel a la línea de AMLO. Sin AMLO no hay Morena.

Morena es la prolongación de AMLO. En otras palabras, estamos asistiendo a un nuevo fenómeno: el fin del principio del corporativismo político y el comienzo del principio del caudillismo nacional. Porque, lo quiera o no, AMLO es un caudillo nacional. Más nacional aún si se tiene en cuenta que México, como consecuencia de los insultos racistas de Trump y del oprobioso muro, arrastra el dolor de una profunda herida narcisista.

Gracias o por culpa de AMLO la política de México ha entrado en un proceso de sudamericanización. La “dictadura perfecta” (Vargas Llosa), sin caudillo, ha cedido el paso al caudillaje del líder. Desde ahora en adelante el gobierno de México será personal, personalista y personalizado. Si logra éxitos, el honor será para AMLO. Si fracasa, el fracaso será de AMLO.

El futuro dirá si AMLO utiliza el personalismo caudillista para reformar las instituciones y ampliar la sociedad civil o simplemente se convierte en un nuevo autócrata latinoamericano. Para ambas vías hay condiciones. Pero algunos indicios hablan a favor de la primera: México no es una isla como Cuba y una dictadura vecina a los EE UU no parece ser una posibilidad geopolíticamente realizable.

El mismo AMLO, conocido por su pragmatismo, ha optado, en lo económico, por seguir dentro del Tlcan. Además, el mismo sabe que si ganó ampliamente en los comicios del 2018, no fue por ser el “candidato del sur pobre y empobrecido” como lo fue en anteriores elecciones, sino por haber recibido el apoyo del norte próspero, empresarial e industrial. Por cierto, AMLO siempre será un presidente que aboga por la justicia social. Pero si entiende que no hay mayor justicia social que el mantenimiento y ampliación de las libertades políticas, podría tener ante sí un futuro auspicioso.

Desde una perspectiva latinoamericana sería conveniente pensar las elecciones mexicanas en términos paralelos a las colombianas, las dos últimas que han tenido lugar en la región. Mientras en las colombianas la derecha-centro se impuso alrededor del candidato tecnócrata Duque al candidato de izquierda centro, Petro, en México ocurrió exactamente al revés: los dos candidatos tecnócratas de la centro –derecha fueron derrotados ampliamente y sin apelaciones por el candidato de izquierda-centro. Dos direcciones no solo diferentes sino, además, definitivamente opuestas. Así, mientras el centro fue ocupado en Colombia por la derecha, en México fue ocupado por la izquierda. Sin embargo, ambas elecciones tienen un punto en común. En las dos, más en México que en Colombia, quedó evidenciada la ausencia de un centro democrático y liberal, autónomo e independiente, en condiciones de ejercer hegemonía sobre ambos extremos.

Pero ¿no ha sido y es esa ausencia el gran vacío histórico de la política latinoamericana?

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Sin intención de ser cruel o escabroso, nada entretiene más al ser humano que narrar el infortunio de otro ser humano, sobre todo si lo considera su rival o adversario. Y esta situación retrata perfectamente las pugnas internas que se suscitan en el campo de la política opositora.

Aquello de que “los hermanos sean unidos” o el refrán popular: “el que le pega a su familia se arruina”, sabemos que no se cumple en política, en donde los personajes son más “bíblicos”, y es más fácil que “Caín” mate a “Abel”, una y mil veces, que pensar que éstos dos hijos de Adán se unan para propinarle una paliza a un tercero.

Hoy tenemos además el factor del mundo globalizado, que a través de la “magia comunicacional”, digital, y las redes sociales nos permiten ver con lujo de detalles todo tipo de “fraternales” pero sanguinarias disputas. Por ejemplo, las que se dan, entre candidatos demócratas y republicanos en los EEUU, para alcanzar la nominación de sus propios partidos; o escenas de parlamentos, en todas partes del mundo, en donde se intercambian todo tipo de calificativos e insultos y rápidamente se llega a las manos. Lamentablemente, al mismo tiempo esa “magia comunicacional” también permite al mundo, a nuestra tan apreciada “comunidad internacional”, darse cuenta de que los venezolanos no somos una excepción y que más bien confirmamos con creces esa regla.

Sin embargo, con excepción de nuestra cultura digital, masiva y "en línea" que sin duda los potencia, los pleitos internos de la oposición hoy en día no son para nada diferentes a los que siempre tuvimos; desde la quinta, hasta la primera República ambas incluidas; no en balde aquello del Libertador en su último lecho: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión…” Todo lo más, estamos comprobando que no sólo no hemos avanzado un paso, sino que hemos retrocedido cientos de ellos; o en el mejor de los casos, que estamos dando vueltas en círculos rumiando nuestras propias miserias y disputas.

Para considerar y reflexionar, no es nada nuevo lo que hoy nos pasa en el campo opositor y en la acera de enfrente ─entre los que apoyan a la dictadura─, solo que ellos, llenos de culpas y con muchos intereses de poder de por medio son un tanto más discretos, al menos ¡Por ahora!

Haciendo un poco de menudencia histórica, por ejemplo, los trapos más sucios se los han sacado los pre candidatos de Acción Democrática (AD) a sus propios compañeros de partido. Fue Luís Piñerua quien nos ilustró con aquello de que Jaime Lusinchi era un “gurrumino”. Otro ejemplo, los social cristianos son los que peor se han referido a los suyos. Así que lo de Voluntad Popular hace unas semanas no tiene nada de nuevo. Y así pudiéramos hacer un repaso por todos y cada uno de los partidos. Por lo tanto, que las cosas en el campo de toda la oposición se diriman de la forma que estamos viendo, tampoco puede sorprendernos.

Lo cual no quiere decir que eso sea algo que debemos dar por “normal”, algo a lo que debamos acostumbrarnos o de lo que podamos sentirnos orgullosos, sobre todo si lo que tenemos enfrente son 18 años de régimen no democrático, hoy devenido en franca y abierta dictadura. E insisto, la caterva de insultos que nos propinamos entre nosotros, no solo no corrigen ninguno de los defectos o vicios que podamos tener, sino que dificultan cualquier posible comunicación a la que a futuro debemos aspirar.

En todo caso, hasta son aceptables las diferencias de opiniones, las discusiones internas; pero lo que no es aceptable es que haya transcurrido más de un mes desde el 20M y haya una ausencia casi total ─nótese el “casi” ─ frente a la opinión pública de propuestas opositoras con relación a los graves problemas que vive el país y la manera de enfrentarlos. Las discusiones internas solo son aceptables si externamente se ve, de manera clara y notoria, a cada uno de los partidos o grupos políticos trabajando por lo que creen, llevando esas ideas a la discusión pública, denunciando los desmanes de la dictadura y proponiendo alternativas a un pueblo cansado y agotado por tanta penuria.

¿Dónde está el accionar político, masivo, constante, para llevar ante las grandes masas del país lo que se está haciendo para que se produzca el salto de conciencia que permita al venezolano común de nuestro país relacionar sus penurias de la hiperinflación, el hambre, el desabastecimiento y la inseguridad con la ineficiencia del Gobierno dictatorial?

Establecer esa relación depende de la acción política que desplieguen los partidos, los de la MUD y los otros o anti MUD, a partir de proyectos y programa concretos, explícitos, compartidos o no, de modificación y transformación de la sociedad venezolana y de cuya discusión no deben excluir a nadie, incluida buena parte de la población ─afortunadamente cada día menos numerosa─ pero que aún se dice chavista.

Hemos afirmado y defendido la idea de que la oposición tiene un programa y metas concretas, ofertas realmente positivas acerca de la Venezuela que queremos, la que se quiere construir. Hay propuestas alternativas en lo político, lo jurídico, lo social, la seguridad personal y pública, la agricultura y la ganadería, el turismo, la educación a todos sus niveles, el desarrollo tecnológico, el desarrollo de determinadas regiones del país, el desarrollo industrial, etc.

¿Por qué no es eso lo que esta sobre el tapete de discusión y solo están las diferencias ─supuestamente estratégicas o tácticas─ en cuanto a la vía para salir de la oprobiosa dictadura?

Solo cuando ese deje de ser el tema de discusión y el primero sean las alternativas, las propuestas, comenzaremos a ver luz al final del túnel.

@Ismael_Perez

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Jorge Lazo Cividane (Entrevista por Crónica.Uno)

El politólogo venezolano Jorge Lazo Cividanes, comparte con Crónica.Uno su visión sobre el rol del Parlamento en el proceso político que debería conducir a Venezuela a un cambio de gobierno y de modelo.

No hay transición sin fractura en el bloque de poder. Algunas instituciones democráticas son instrumentales al mantenimiento del régimen autoritario. Las crisis económicas son oportunidades de cambio, pero el tipo de régimen autoritario y las acciones de quienes se oponen cuentan. Estas son las tres premisas que desarrolló recientemente el politólogo venezolano —actualmente radicado en Canadá— Jorge Lazo Cividanes, en uno de sus más recientes análisis sobre la realidad y perspectivas de la política nacional.

En ese trabajo, Lazo sostiene que la existencia de instituciones democráticas en sistemas de gobierno autoritarios —como se refiere al caso venezolano— puede servir para el sostenimiento del modelo o por el contrario, para contribuir a su socavamiento. Una revisión del trabajo de la AN en el primer semestre del año revela que las prioridades del Poder Legislativo parecen ser otras.

La existencia de estas instituciones no hace más democrático al régimen. Y para la oposición, esto tiene importantes implicaciones y, tal vez, conlleve una advertencia: jugar a la democracia con las reglas de la dictadura no solo puede ser inútil, sino contraproducente. Por tanto, estas instituciones democráticas carecen de valor estratégico para la oposición, salvo que puedan ser utilizadas para fracturar el bloque de poder, concluye el analista.

Sobre la base de ese señalamiento, Crónica.Uno quiso profundizar en la lectura que hace Lazo del rol de la Asamblea Nacional (AN) y los diputados de la oposición en el proceso de transición política que, más tarde o más temprano, atravesará Venezuela. La entrevista se realizó vía telefónica el pasado viernes 22 de junio.

En democracia se espera que un Parlamento trabaje en función de los principales problemas de la gente, que legisle, que controle al poder. Pero bajo el sistema de gobierno que rige en Venezuela actualmente, cada vez más reñido con la democracia ¿cuál debería ser el rol de la Asamblea Nacional?

—La naturaleza de una institución depende del régimen en el que funciona. Una Asamblea Nacional, un parlamento en un sistema democrático, tiene unos objetivos y funciones. En un régimen autoritario como el de Venezuela, el primer objetivo debería ser contribuir a producir una transición. Porque el ejercicio de cualquiera de sus otros roles queda anulado por la dinámica política que impone un régimen autoritario. En interés del país, la mejor contribución de la Asamblea Nacional sería coadyuvar a una transición política ordenada.

¿Y la AN ha cumplido, al menos parcialmente, con ese rol bajo las directivas de 2016, 2017 y 2018?

—No. Las instituciones están compuestas de personas y políticos profesionales, dirigentes. La Asamblea Nacional por sí misma no lleva a cabo el objetivo, depende de lo que hagan sus miembros y la gran debilidad que encuentro en la dirigencia opositora venezolana es la falta de visión estratégica, que parte de la comprensión cabal del enemigo al que se enfrenta. Han cometido errores y dado muchos giros en sus posiciones. Eso evidencia su falta de claridad.

¿A qué atribuye usted esa falta de comprensión del adversario?

—Es una dirigencia que a pesar de tener 20 años enfrentando al modelo chavista parece no haber aprendido. Muchos de estos dirigentes no tienen formación política, parece que desconocieran otros casos de transiciones políticas que se han dado en la región y en el mundo. A veces da la impresión de que no se han preocupado por estudiar esos procesos, y me parece que los asesores con los que cuentan tampoco los nutren.

El Gobierno en cambio sí conoce a su adversario…

La dictadura de Maduro, aun siendo un régimen ineficaz e inepto en política pública, tiene una visión política y estratégica muy clara de lo que debe hacer para mantenerse en el poder y en eso ha sido superior a la dirigencia de oposición. El Gobierno se aprovecha de la falta de la claridad estratégica de la oposición para dividirla y promover ciertos liderazgos que no representan a nadie y que en lugar de contribuir a una transición, la obstruyen.

¿Cómo se enfrenta a un modelo autoritario de forma pacífica?

—No hay una fórmula. No es una receta. Pero yo diría que lo primero es entender que —con base en otras experiencias y salvo que en Venezuela se produzca una improbable invasión extranjera— la transición tiene una serie de causas endógenas, la principal de ellas es la fractura de la coalición autoritaria que gobierna.

En 2016 la AN intentó propiciar esa transición por la vía constitucional con las reglas de la democracia; en 2017 se volcó a captar el respaldo internacional; y en 2018 se ha insistido en ejercer las atribuciones de la AN con una moderada actuación internacional. Por otro lado, vemos a disidentes como Luisa Ortega impulsando un proyecto de ley de amnistía que ampare a militares y funcionarios que propicien el rescate de la Constitución. ¿Hay más claridad del lado del chavismo disidente sobre lo que hay que hacer para “fracturar al bloque de poder”?

—Lo que debe hacer la Asamblea Nacional es contribuir a producir la fractura. Los factores políticos del país tienen que ejercer acciones para que eso se dé. Pero incluso, la fractura se puede producir por sí misma sin que la oposición intervenga y es un escenario que la oposición tiene que considerar pues la dejaría completamente fuera de la transición.

Y la transición terminaría dándose entre factores del chavismo. Es decir, pasaríamos de un chavismo a otro…

—El chavismo es comparable con el peronismo. Juan Domingo Perón fue un líder populista, con un discurso nacionalista, con políticas que exacerbaron la presencia del Estado sobre la economía. Luego vino Carlos Menem e introdujo el neoliberalismo en Argentina, aún siendo peronista. Lo que quiero decir es que incluso si el poder pasa de un sector de chavismo al otro, habría que esperar un cambio de políticas públicas.

La suerte de la Asamblea ha estado atada a la falta de visión estratégica de sus dirigentes. El Gobierno ha jugado y ha asumido la táctica de dejar que la Asamblea muera, que se anule ella misma. Le crea una ANC paralela que no está claro si va a hacer una Constitución o va a enmendar la que existe o va a cambiar los poderes públicos. La ANC es una Asamblea creada por Maduro que le es instrumental para enfrentar a la Asamblea Nacional legítima, incluso con la colaboración, no ex profesa, de la propia Asamblea. En sus desaciertos la Asamblea se anula, al no tener una estrategia y no comprender bien a su enemigo.

En Crónica.Uno hemos realizado una investigación sobre los temas que aborda la Asamblea Nacional en sus plenarias y comisiones. Vemos que los debates, acuerdos y planteamientos del Parlamento giran en torno a la defensa de los Derechos Humanos, la exposición de los diferentes matices de la crisis humanitaria, la denuncia de la persecución política, la corrupción y el caos de los servicios públicos ¿Cómo puede moverse la AN de manera exitosa en medio de las urgencias cotidianas de la ciudadanía y su obligación de asumir un rol protagónico en la transición?

—La Asamblea Nacional hace mal cuando trata de hacer ver que tiene capacidad de cogobernar. Los problemas cotidianos de los venezolanos, las dificultades que atraviesan para acceder a alimentos, medicinas, servicios, etcétera, son responsabilidad del gobierno de Nicolás Maduro que es el que administra los recursos y el poder. La Asamblea Nacional está anulada parcialmente por ese control que ejerce la dictadura sobre ella a través del TSJ. Entonces su principal tarea debe ser contribuir a producir la fractura en la coalición que gobierna a Venezuela y contribuir a que se produzca la transición. Es ahí donde la AN puede jugar un rol importante y es por ello que la AN debe autopreservarse, porque es el único poder legítimo que hay en Venezuela.

Por sí misma, la AN no puede producir la transición, pero puede legitimarla y encauzarla constitucionalmente. Si se produce una fractura en el gobierno, esta pasará necesariamente por una fractura de la Fuerza Armada. La AN puede jugar un rol fundamental para que ese proceso, que siempre es traumático, pueda tener una ruta legítima.

¿Cómo puede contribuir la AN para lograr avanzar en un proceso de transición?

—En primer lugar, ofrecer una línea política unificada, una imagen de unidad y de comprensión de cuál es la situación a la que se enfrenta el país. Al principio, la AN intentó jugar un juego democrático ante un régimen autoritario eso no fue muy acertado. Si la AN no puede ofrecer la transición, entonces debe ofrecer la imagen de que puede jugar un rol importante en la transición. Si hay sectores descontentos en el chavismo, estos pueden inhibirse de entrar en contacto con la oposición cuando no ven a esa oposición sólida y clara. Eso genera que las fuerzas que pueden unirse y nuclearse para producir la transición terminan trabajando fragmentadas porque no confían. Entonces, para responder a tu pregunta: lo primero, unidad, coherencia. Por otro lado, visión de lo que es la transición. Algo muy importante también, visión de cómo es la Venezuela que viene después. Y claro, ofrecer un piso político a esa transición.

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Edgar Benarroch

Existe un inmenso y creciente malestar en el país, casi es unánime, la situación es tan grave que en mucha gente el malestar se ha transformado en odio. Debemos cuidarnos de ello, el odio es un sentimiento que mina y afecta nuestro espíritu y generalmente nos aparta de un comportamiento racional necesario en todo tiempo, más en éstos

Personas que ocuparon en este régimen importantes cargos ministeriales se han pronunciado públicamente y algunos con hechos concretos en las calles, sobre el rumbo equivocado y perjudicial del gobierno. Quienes fueron ministro de Ambiente, Educación Superior, Finanzas, Energia y Minas y presidente de PDVSA y Cordiplan, recientemente lo han hecho. No deseo reivindicar a nadie pero cuando es de adentro donde vienen las críticas nada bueno está pasando.

Rodrigo Cabezas, ex ministro de Finanzas acaba de señalar duras críticas a la política económica del gobierno e indica que si no se rectifica ahora vamos directo a un despeñadero.

Rafael Ramírez, ex ministro de Energía y Minas y ex presidente de PDVSA, no solamente crítica al régimen si no con mucha frecuencia despotrica de él. Acusa al gobierno de ser perseguidor de la disidencia y de destrozar la industria petrolera, ayer extraíamos 3.500.000 barriles de petróleo diariamente y hoy estamos por debajo de 1.400.000.

La señora que fue Ministro del Ambiente la vimos manifestando en Caracas, pancarta en mano, por la carencia de luz y agua.

Jorge Giordani, quien presidió el gabinete económico, ahora se desborda en críticas y avisora que si no hay cambio cuanto antes vamos disparados a un desastre mayor.

El ex ministro de Educación Superior tiene tiempo con fuertes señalamientos a los gobernantes, tildándolos de traidores e ineficaces.

A la opinión nacional se suman organizaciones internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), Organización de las Naciones Unidas (ONU) y casi la totalidad de los países democráticos del mundo, con preocupación y alarma por lo que ocurre en nuestra nación. La OEA acordó una resolución en la que desconoce la legitimidad de los resultados surgidos del espectáculo montado el 20 de mayo pasado. El Presidente proclamado, para los Estados Americanos no existe, es ilegítimo y como tal usurpador. También la OEA alerta sobre el resquebrajamiento de las normas democráticas en Venezuela y solicita de inmediato su restablecimiento. Igualmente desde África, Asia, Europa y Oceanía nos llegan voces de preocupación por lo que acontece en nuestro país. La Unión Europea con fortaleza, coraje y decisión ha manifestado reiteradamente su posición contraria a todo lo que ocurre en nuestra tierra y pide a gritos volver a ser el país democrático que fue modelo para América y el Mundo.

Si somos sensatos debemos concluir que estamos viviendo un horror político, económico, social, cultural y moral. No es posible que a la casi unanimidad del pueblo venezolano se sumen las naciones del mundo si no fuese cierto que confrontamos uno de los peores momentos de nuestra historia.

La política utilizada para la persecución y las peores patrañas, la economía destrozada, acabaron con nuestra planta industrial, la inflación más alta del mundo, no se cultiva ni se produce nada, nuestras tierras están invadidas y en manos del hampa, acabaron con la pequeña y mediana empresa y las que quedan están al borde del cierre definitivo, han enfermado la sociedad con odios, rencores, amenazas, coacciones que jamás habíamos conocido y como si fuera poco existe un descenso moral y ético de los cuadros oficiales que además de preocupante es absolutamente intolerable e inaceptable.

No sé si se debe agregar algo más a esta situación para entender la urgente necesidad de rectificación y ella pasa por la renuncia del Presidente Maduro, voluntariamente o empujado, como dice el Padre Ugalde. Nuestra Fuerza Armada, sostén fundamental del gobierno debe tener una palabra en esta crisis, que esperamos desde luego esté enmarcada en la civilidad democrática.

Aún estamos a tiempo. Dios quiera que la sensatez toque las puertas del gobierno y la dejen entrar para que entiendan la magnitud de la crisis tan honda que vivimos.

Urge la rectificación, es de vida o muerte, estamos en una zona fangosa que amenaza nuestras vidas y debemos cuanto antes salir de ella.

Ahora bien, sería ingenuo pensar que el régimen a voluntad propia rectifique, mil veces el pueblo lo ha pedido y mil veces el gobierno ha sido indiferente ante el clamor popular. Somos nosotros, la oposición, la que tiene que lograr la rectificación con una estrategia bien estudiada y definida y que conduzca lo más pronto posible al restablecimiento democrático. Para poder rectificar debemos rectificarnos, revisarnos y reinventarnos si es necesario para recomponer la UNDAD, que es el elemento fundamental y prioritario para superar esta dolorosa situación que amenaza lanzar al país a un barranco sin fondo.

Debemos también nosotros rectificar para una vez restablecida la democracia y por ende haber salido de este régimen, estar en capacidad de enfrentar con éxito el arduo y apasionante trabajo para la reconstrucción nacional que será una tarea en la que deben colaborar las mejores inteligencias y voluntades del país. UNIDAD es la palabra mágica de este tiempo, allí está la palanca para sacar lo que tenemos y reconstruir la nación. Para que Dios nos ayude en esta jornada debemos empezar por ayudarnos, si lo hacemos, estoy seguro EL lo hará.

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