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Opinión

Klaus Schwab

Después de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional aunó esfuerzos para construir un futuro compartido. Hoy en día, debe hacer esto de nuevo. Debido a la lenta y desigual recuperación durante la década tras la crisis financiera mundial, una parte sustancial de la sociedad se ha visto atrapada por la insatisfacción y la amargura; y, no sólo con respecto a la política y los políticos, sino también con relación a la globalización y todo el sistema económico que esta sustenta. En una época de inseguridad y frustración generalizadas, el populismo, se ha tornado como una opción cada vez más atractiva, como una alternativa al status quo.

Sin embargo, el discurso populista elude – y a menudo confunde – las distinciones sustantivas entre dos conceptos: globalización y globalismo. La globalización es un fenómeno impulsado por la tecnología y el movimiento de ideas, personas y bienes. El globalismo es una ideología que prioriza el orden global neoliberal sobre los intereses nacionales. Nadie puede negar que estamos viviendo en un mundo globalizado. No obstante, afirmar que todas nuestras políticas deberían ser “globalistas” es muy discutible.

Al fin y al cabo, este momento de crisis ha planteado preguntas importantes sobre nuestra arquitectura de gobernanza global. Teniendo en cuenta que cada vez más y más votantes exigen “recuperar el control” de las manos de las “fuerzas globales”, el desafío que se enfrenta es la restauración de la soberanía en un mundo que necesita de la cooperación entre partes. En lugar de cerrar las economías a través del proteccionismo y la política nacionalista, debemos forjar un nuevo pacto social entre los ciudadanos y sus líderes, para que todos se sientan lo suficientemente seguros dentro de su propio país como parar permanecer abiertos al mundo en general. Si esto falla, la continua desintegración de nuestro tejido social podría, en última instancia, provocar el colapso de la democracia.

Además, los desafíos asociados con la Cuarta Revolución Industrial (4IR) coinciden con el rápido surgimiento de restricciones ecológicas, el advenimiento de un orden internacional cada vez más multipolar y una creciente desigualdad. Estos sucesos integrados están marcando el comienzo de una nueva era de globalización. Si esta nueva era va a mejorar la condición humana dependerá de si la gobernanza corporativa, local, nacional e internacional se puede adaptar a estos sucesos, a tiempo.

De manera paralela, un nuevo marco para la cooperación público-privada global ha ido tomando forma. La cooperación público-privada consiste en aprovechar el sector privado y los mercados abiertos para impulsar el crecimiento económico para el bien público, teniendo siempre en cuenta la sostenibilidad ambiental y la inclusión social. Sin embargo, para determinar lo que comprende el bien público, primero debemos identificar las causas de la desigualdad.

Por ejemplo, si bien los mercados abiertos y la mayor competencia ciertamente producen ganadores y perdedores en el ámbito internacional, también pueden tener un efecto aún más pronunciado sobre la desigualdad a nivel nacional. Es más, la creciente brecha entre quienes forman parte del precariado y los privilegiados se está reforzando con los modelos de negocios de la Cuarta Revolución Industrial (4IR), que a menudo hacen que las ganancias sean para quienes son dueños del capital o de la propiedad intelectual.

Cerrar esa brecha requiere que reconozcamos que estamos viviendo en un nuevo tipo de economía impulsada por la innovación, y que se necesitan nuevas normas, estándares, políticas y convenios globales para salvaguardar la confianza del público. La nueva economía ya ha perturbado y recombinado innumerables industrias, y ha desplazado a millones de trabajadores. Esta nueva economía desmaterializa la producción a medida que aumenta la intensidad del conocimiento en la creación de valor. A su vez, también aumenta la competencia dentro de los mercados nacionales de productos, capitales y trabajo, así como entre los países que adoptan diferentes estrategias de comercio e inversión. Y, aviva la desconfianza, en especial con relación a las empresas de tecnología y la forma como estas administran nuestros datos.

El ritmo sin precedentes del cambio tecnológico significa que nuestros sistemas de salud, transporte, comunicación, producción, distribución y energía – sólo para nombrar unos pocos – se transformarán completamente. Gestionar ese cambio requerirá no sólo de nuevos marcos para la cooperación nacional y multinacional, sino también de un nuevo modelo de educación, complementado con programas específicos para enseñar nuevas habilidades a los trabajadores. Recurriendo a avances en robótica e inteligencia artificial en el contexto del envejecimiento de las sociedades, tendremos que pasar de una narrativa de producción y consumo a una de compartir y cuidar a las personas.

La globalización apenas ha comenzado; pero, ya estamos muy poco preparados para ella. Aferrarse a una mentalidad obsoleta y llevar a cabo pequeños ajustes a nuestros procesos e instituciones existentes, no será para nada suficiente. En cambio, debemos rediseñar estos procesos e instituciones desde cero, con el propósito de poder aprovechar las nuevas oportunidades que nos esperan, mientras paralelamente evitamos el tipo de perturbaciones que presenciamos hoy.

A medida que desarrollamos un nuevo abordaje para dirigirnos hacia la nueva economía, debemos recordar que no estamos jugando un juego de suma cero. Este no es un tema de dicotomías: libre comercio o proteccionismo, tecnología o empleos, inmigración o protección de los ciudadanos, crecimiento o igualdad. Todas esas dicotomías son falsas, y las podemos evitar desarrollando políticas que favorezcan la palabra “y”, haciendo que prevalezca sobre la “o”, permitiendo que se pueda ir tras la consecución de la totalidad de los mencionados intereses, de manera paralela.

Sin duda, los pesimistas argumentarán que las condiciones políticas se interponen en el camino de un diálogo global productivo sobre la Globalización 4.0 y la nueva economía. Pero, los realistas utilizarán el momento actual para explorar las brechas en el sistema actual e identificar los requisitos para un futuro abordaje. Y, los optimistas se aferrarán a la esperanza de que las partes interesadas con visión de futuro crearán una comunidad de intereses compartidos y, en última instancia, un propósito compartido.

Los cambios que están en curso hoy en día no son cambios aislados que afectan a un país, una industria o un problema en particular. Son cambios universales; y, por lo tanto, requieren de una respuesta global. La no adopción de un nuevo abordaje cooperativo sería una tragedia para la humanidad. Con el propósito de elaborar un plan para una arquitectura de gobernanza global compartida, tenemos que evitar quedarnos atascados en el momento actual de gestión de crisis.

Específicamente, esta tarea requerirá dos cosas de la comunidad internacional: un compromiso más amplio y una mayor imaginación. El compromiso de todas las partes interesadas en un diálogo sostenido será crucial, al igual que la imaginación para pensar de manera sistémica, y más allá de las propias consideraciones institucionales y nacionales cortoplacistas.

Estos serán los dos principios organizativos de la próxima Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos-Klosters, que se reunirá para considerar el tema “Globalización 4.0: Configuración de una arquitectura global en la era de la Cuarta Revolución Industrial”. Estemos listos o no, un nuevo mundo se nos viene encima.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

5 de noviembre 2018

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/globalization-4-0-by-klaus-...

 5 min


A pesar de que una gran parte de las personas piensan que ubicar a Trump en el espectro político es fácil no estoy de acuerdo. No es un simple populista de derechas. Trump NO es liberal, ni el sentido que se le da a la palabra en Estados Unidos, ni en el sentido clásico que le dio Adam Smith, NO es un defensor del capitalismo liberal, le gusta jugar con ventaja. Trump es un mercantilista al estilo Colbert, quien proponía “una fuerte intervención del Estado en la economía, coincidente con el desarrollo del absolutismo monárquico.”, en este caso, una fuerte intervención del Estado con desarrollo del poder presidencialista. Es un proteccionista. Además, grosero, dado a gobernar por arrebatos y acostumbrado a que otros asuman la responsabilidad de sus actos. (Si les recuerda a alguien cercano NO es casualidad…).

Su estilo agresivo logró importantes concesiones de México y Canadá en la negociación de un nuevo Tratado de Libre Comercio. Su fuerte apoyo a las políticas de Israel le ganó el apoyo del lobby judío en los Estados Unidos. Sus enormes ventas de armas a Arabia Saudí le granjearon fuerte apoyo del poderoso complejo militar-industrial, y explican su estrecha alianza con el gobierno saudí, su tibia reacción ante el asesinato del periodista Jamal Khashoggi y la fuerte ofensiva contra Irán, sempiterno enemigo de Arabia Saudí y de Israel.

Su política anti inmigración se ve reforzada con la aparición de la caravana de migrantes hondureños, salvadores y guatemaltecos, que aspiran ser recibidos de grado o fuerza en los Estados Unidos. Esto fortalece los lazos emocionales del presidente con sus electores, relacionados el racismo, el miedo a los inmigrantes y cierto deseo de aislacionismo siempre presente en la psiquis norteamericana, no es casual que el slogan “América First” provenga de 1939, con el Comité formado para impedir la participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

En el plano económico la reforma fiscal promulgada en diciembre pasado prevé la repatriación de capitales que podría ascender a 2,6 billones de dólares, lo que representaría un poderoso impulso a la inversión en la economía local; el paro baja al 3,9% y los salarios suben un 2,7%; no son malas cifras. No es fácil determinar cuánto de este progreso económico se debe a medidas tomadas por Obama y cuánto se debe a Trump, pero este último lo aprovechará.

No todo es bueno: la política migratoria tiene apoyos pero también grandes enemigos; los anunciados recortes en beneficios sociales, la colocación de conservadores en la Corte Suprema, la anunciada eliminación del programa de salud pública extendida. La desregulación medio ambiental también presenta un lado oscuro al progreso económico, la fuerte sospecha de la trama rusa en su elección sigue causando problemas.

La irracional Guerra de Aranceles con China, coherente con su pensamiento mercantilista, pero contraproducente para la economía mundial, creando un riesgo de una nueva crisis generalizada; resulta irónico ver al presidente de los Estados Unidos defendiendo el proteccionismo y al presidente de la República Popular China defendiendo el libre comercio capitalista.

Ante todo esto el ex presidente Barak Obama salió de su retiro para liderar la ofensiva demócrata destinada a recuperar el control de la Cámara de Diputados y si es posible el Senado.

Yo, en lo personal, lo veo poco probable. Trump ha cumplido con SUS electores, ha mejorado la economía, y el tradicional individualismo norteamericano le inquieta poco el medio ambiente, la economía mundial, los derechos humanos en el Medio Oriente, solo le interesa “América First”; por esos motivos pienso que Trump va a salir fortalecido de esta elección de medio término. Quizás me equivoque, esta noche lo sabremos.

martes 06 de noviembre de 2018

Plinio Press plinio_press@hotmail.com

 2 min


Los políticos, con algunas excepciones, nos engañaron. Basta comparar las promesas con los resultados de los mandatos de Luis Herrera, Carlos Andrés, Lusinchi y Caldera, para comprobar que nos pusieron los cuernos. Fueron respetuosos de la Constitución y obtuvieron logros importantes, pero no suficientes para satisfacer las expectativas de la población y dieron pie a que surgiera un populista. No se opusieron al sobreseimiento de Chávez. Cometieron mil torpezas antes de lanzar a Salas Romer. Le sirvieron la mesa al teniente coronel.

Gradualmente cedieron terreno a los rojos. Inicialmente los demócratas tenían mayoría en el Congreso y los otros Poderes del Estado no estaban en manos de malandros. Sin embargo, permitieron la convocatoria a la ilegal Asamblea Constituyente de 1999, aceptaron que se eligiera con un quino tramposo y que se disolviera el Congreso. Dieron la puntilla al apoyar al golpista Arias Cárdenas.

Una vez que nos pusieron los cuernos, se dedicaron a vilipendiar a la sociedad civil tildándola de generadora de la antipolítica, satanizando lo realizado en el 2002. La huelga de abril de ese año tuvo el efecto de obligar a Chávez a renunciar a raíz de la masacre que propició el día 11. Como tuvo éxito, todos aplaudieron. Cuando los militares lo regresaron a Miraflores, esos políticos le atribuyeron toda la culpa a Pedro Carmona. No se percataron que, al no darle apoyo al gobierno de facto, favorecieron el regreso del nefasto comandante. Desde luego también hubo otros factores.

Cuando un grupo de militares se pronunció cívicamente en Altamira, los políticos los visitaron y establecieron templetes. Como no tuvo éxito, esos mismos políticos tildaron el hecho como una locura. La huelga de diciembre del 2002, contó con el visto bueno de los políticos pero como no logró el principal objetivo, descalificaron a Carlos Ortega, a Carlos Fernándes, a los trabajadores petroleros y en general a la sociedad civil. Todos los partidos apoyaron la abstención en las parlamentarias del 2005, pero después la tildaron de antipolítica. Curiosamente, años después volvieron a la estrategia de la abstención.

Cuando en el 2014 y 2017, María Corina, Leopoldo López y Antonio Ledezma llamaron a protestar en las calles, muchos políticos criticaron esas gestas por los asesinados, los encarcelados y torturados, sin considerar el derecho a protestar y que la brutalidad de la represión fue responsabilidad de la dictadura.

He defendido a nuestros dirigentes, pero frecuentemente nos pusieron los cuernos y encima quieren apalearnos con descalificaciones. Lo más grave es que articulistas sensatos, académicos, gremios profesionales y ciudadanos en general han instado a los líderes de los partidos a que presenten un plan, que seleccionen el vocero principal, que no se descalifiquen, que no digan un día que hay que votar y al siguiente que es necesario abstenerse, que no tengan temor en apoyar las sanciones en contra del régimen, que entiendan que están llamados a ser parte de la solución, pero son percibidos como parte del problema. Ojalá se reivindiquen porque son necesarios y queremos seguir apoyándolos.

Como afirman los psicólogos Robert Baron y Donn Bryne, para que alguien decida ayudar a otros que están en dificultades se requiere percatarse de la emergencia, no eludir la responsabilidad de ayudar pensando que le corresponde a otros, conocer lo que es necesario realizar y tomar la decisión de ayudar. En este punto, “puede influir el miedo a las consecuencias de la ayuda ”. Creemos que han demostrado que no tienen miedo ¿Será por pensar que el régimen se cae solo o que alguien del exterior nos hará la tarea? No pensamos que sean tan ingenuos.

¿Será que cada uno percibe su debilidad y prefiere que la situación siga como está? Al respecto recuerdo lo que me narró Luis Pérez-Segnini, quien estuvo un tiempo en nuestra embajada en el Líbano durante la guerra civil: “no se lograba la paz a pesar de que todos habían perdido algo, pero temían que con el cese de la guerra podrían perder aún más”. Que cada quien identifique la causa, pero lo cierto es que todos estamos cansados de ser cornudos y encima apaleados, y no es un cuento como el de Boccaccio.

Como (había) en botica:

¿Hasta cuándo nuestra Fuerza Armada va a permitir que el apoyo y tolerancia del régimen a la guerrilla colombiana ocasione bajas en nuestros soldados? Mientras los medios aseguran fue el ELN, el alcahueta Padrino lo achaca a paramilitares.

Solidaridad con Andrés Velásquez y Américo De Grazia.

Teodoro Petkoff fue intelectualmente honesto. Reconoció sus errores. Valiente, no por haber tomado las armas, sino por enfrentar al monstruo que fue la Unión Soviética y el comunismo. Durante la huelga desencadenada por los petroleros en abril 2002, escribió: “Por primera vez en la historia del país se produce una movilización laboral en la que no solo no media ninguna reivindicación material, sino que se arriesgan estos en nombre de algo tan abstracto como los principios y valores. Esto, sin embargo, es lo que les da una tremenda fuerza moral”. Descanse en paz.

Igualmente lamentamos el fallecimiento del ingeniero agrónomo Pedro L. Urriola y de nuestro compañero el ingeniero Domingo Orta.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Ignacio Morgado Bernal

La expresión “inteligencia emocional” está incluida hoy en el léxico de muchos, tanto de la gente corriente como de los intelectuales o los famosos. Hasta los ministros la usan en sus comentarios y advertencias. Pero no todo el mundo se refiere a lo mismo cuando utiliza esa expresión. Para algunos la inteligencia emocional es algo así como una especie de inteligencia más avanzada que la clásica, es decir, que la inteligencia analítica, la que miden los test que acaban dando un resultado en forma de coeficiente numérico. Hay también quien se refieren a la inteligencia emocional en negativo, como una incapacidad para controlar las emociones: “Se comporta como si no tuviera inteligencia emocional”. No faltan tampoco quienes creen que es un nuevo tipo de inteligencia recientemente inventada, pues, a fin de cuentas, el concepto de inteligencia no es absoluto, como lo son la talla o el peso de una persona, pues siempre depende del criterio del observador. Otros, por fin, ni siquiera sabemos a qué se refieren cuando hablan de ese tipo de inteligencia. Quizá por todo ello vale la pena intentar aclarar el concepto.

Hace algunos años que la popular revista anglosajona Time convirtió la portada de uno de sus números en una pregunta escrita con grandes caracteres y dirigida al gran público “¿Cuál es su coeficiente de inteligencia emocional?”. Ella misma, en caracteres mucho menores respondía: “No es su coeficiente de inteligencia. Ni siquiera es un número. Pero la inteligencia emocional puede ser el mejor predictor de éxito en la vida, redefiniendo lo que significa ser listo”. Eran los tiempos en que el periodista Daniel Goleman había publicado su conocida y exitosa obra Inteligencia Emocional, haciendo creer a muchos que él había creado o descubierto ese (nuevo) tipo de inteligencia.

El concepto ha servido también para que muchos osaran desafiar a la evolución biológica del cerebro y las capacidades mentales anteponiendo la emoción a la razón, dándole primacía a la primera. Ciertamente, las emociones cambiaron el cerebro de los mamíferos hace ya más de 200 millones de años y perpetuaron una poderosa influencia de ellas que sigue viva en nuestra especie y nuestros días. Pero hace muchos menos años, aunque no pocos, unos 60 millones, el cerebro de los primates desarrolló el neocortex, la corteza cerebral moderna, un cúmulo de neuronas altamente organizadas y capaces de dominar al resto del cerebro. Ese desarrollo le confirió, aunque no siempre lo notemos, primacía a la razón, es decir, capacidad para dominar a los sentimientos.

Lo hizo de una manera muy especial, que tampoco solemos notar. Cual fabuloso y perspicaz sujeto, la razón se propuso dominar a la emoción utilizando sus propias armas: una emoción solo la quita otra emoción, otra emoción que sea más fuerte y poderosa y/o incompatible con la que se quiere eliminar. Cualquier persona que haya sufrido una crisis sentimental, como la de ser abandonada por su pareja, sabe muy bien que la mejor forma de superar esa crisis consiste no tanto en infravalorar la pérdida como en suscitar un nuevo romance. Y para eso, para suscitar emociones incompatibles con las indeseables, es para lo que sirve la razón. Bien utilizada, la razón siempre será más poderosa que las emociones. Ambas, razón y emoción, forman parte del sistema funcional que es la mente humana. Van juntas y se necesitan mutuamente. Inteligencia emocional es la capacidad de gestionar las emociones utilizando la razón. Las emociones son el imprescindible ejército que continuamente moviliza la razón.

Quien antes y mejor lo supo no fue el periodista Daniel Goleman, ni tampoco los psicólogos John Mayer y Peter Salovey, de la Universidad estadounidense de Yale, modernos estudiosos del concepto. Fue el emperador romano Marco Aurelio (121-180 dC), apodado el sabio y verdadero padre de la inteligencia emocional. En su imperecedera obra Meditaciones, excelente tratado de inteligencia emocional, incluye la frase que todas las facultades de Psicología deberían esculpir con martillo y cincel sobre el mármol de su fachada: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”.

Nadie ha captado mejor que este genial filósofo de la antigua Roma la esencia evolutiva de la mente humana, la capacidad del razonamiento para modificar las emociones, el modo de ver la cosas, aunque las cosas mismas no podamos cambiarlas. Esa capacidad, insiste Marco Aurelio, siempre está a nuestro alcance para facilitarnos la vida. Utilizando la neocorteza podemos hacer que encajen entre ellos nuestros razonamientos, nuestras emociones y nuestro comportamiento. Ese encaje es la verdadera esencia de la inteligencia emocional, una capacidad mental tan antigua como el propio Homo sapiens sapiens.

Pero quien no desee retrotraerse a tan lejanos tiempos, aún le queda la posibilidad de educar su inteligencia emocional siguiendo los pasos del autor clásico español más leído y traducido después de Cervantes, el jesuita Baltasar Gracián (1601-1658). Su obra El arte de la prudencia, publicada en 1647 y traducida a múltiples lenguas, a veces en bellos formatos de papel biblia y cinta de referencia, es uno de los mejores tratados de inteligencia emocional que hoy día pueden leerse. Como explicó este mismo diario el 16 de diciembre de 1993, su autor nunca pudo imaginar que de una de sus traducciones en EE UU en 1992 se venderían más de 100.000 ejemplares. Asimismo, y respondiendo a una encuesta de The New York Times, la escritora Gail Godwin recomendó su lectura a los políticos aspirantes a las elecciones presidenciales de aquel país. Aquí, en nuestro país, tampoco nos vendría mal hoy el mismo consejo.

5 de noviembre de 2018

El País

https://elpais.com/elpais/2018/10/24/ciencia/1540372846_255478.htm

 4 min


Pedro Vicente Castro Guillen

Esta frase la solía repetir Teodoro Petkof que la tomó de Franklin Delano Roosevelt y, creemos que esta frase retrata buena parte de la experiencia vital de este gran venezolano. Hombre inquieto que se incorporó a la política en 1949 en las filas del Partido Comunista de Venezuela (PCV), siendo uno de sus dirigentes jóvenes en la lucha contra la Dictadura de Pérez Jiménez. Esta insignia significante lo representa como una persona de gran agilidad intelectual, firme en la lucha, pero crítico y alerta, lo que siempre lo llevo a rechazar los dogmatismos mineralizados propios de la época que le toco vivir.

Durante la lucha guerrillera que comenzó en los años sesenta se incorporó a esa lucha, pero no tardó mucho en entender que ese era un camino a la nada y se convirtió en un crítico de este proceso entre otras cosas porque el PCV, aunque estalinista no le fue incondicional a Fidel Castro. Lo que abrió un espacio para la disidencia que se convirtió muy pronto en 1968 con la invasión soviética a Checoslovaquia en una rajadura por donde fluiría una crítica de corte. Teodoro expandió su pensamiento crítico que buscó la formulación de una vía emancipadora por la vía democrática y la construcción un nuevo instrumento que fundo en 1971 el Movimiento al Socialismo (MAS); que llego a representar una innovación de alta consideración al legitimar la lucha de tendencias en el seno de la organización. Una ruptura con el centralismo democrático que había sido lo normal en muchos partidos de origen marxista y que fue adoptado por AD.

Su libro “Checoeslovaquia el socialismo como problema” le proporciono un reconocimiento de autenticidad como pensador y político cuando fue calificado como traidor por Leónidas Brezhnev el Secretario General del PCUS. No se podían ostentar mayores credenciales de anti-dogmatismo y capacidad para cambiar que este galardón proporcionado por una de las figuras más poderosas del mundo. Teodoro mostró un inmenso valor en un momento en que abandonar el comunismo traía inmensos costos personales y políticos y los corrió sin titubeos.

Este talante personal que lo llevo siempre de la crítica a la acción lo convirtió en el inaugurador de una nueva tendencia política mundial, la del socialismo democrático, la que luego se haría una tendencia intelectual y política asumida por políticos que rompían con el comunismo en España e Italia donde se cuentan hombres de la talla de Santiago Carrillo y que se popularizó como el Euro-comunismo. Teodoro fue un anticipador y un teórico de esta nueva tendencia que no rompía con el marxismo sino con el estalinismo que fue el extravío protervo de la izquierda mundial.

Teodoro fue el inspirador en nuestro país de un potente movimiento cultural, intelectual, político que tuvo un impacto más allá de su propia organización y que se proyectó sobre las universidades, el teatro, el periodismo entre otros espacios. Él mismo fue un gran polemista, escritor, editor y articulista de fina y cortante pluma donde no hizo concesiones al oportunismo de ocasión.

Fue una de las figuras que se opuso a Hugo Chávez Frías y se retiró del MAS cuando su dirigencia de turno decidió apoyar al golpista, su frase en ese momento fue: “los espero en la bajadita”. Fue una figura que orientó con gran vigor la lucha contra lo que se veía iba a terminar en dictadura. Ayudo a encaminar a la oposición por el camino de la lucha democrática cuando en 2006 declina su candidatura para darle paso a que Manuel Rosales enfrentará en las elecciones a Chávez después del desastroso revés autoinflingido en la abstención opositora en las elecciones legislativas del 2005. El camino democrático desde ese momento hasta ahora permitió amasar un potente capital político que ha permitido enfrentar a la dictadura chavo-madurista.

Vaya para sus familiares y amigos mi más profundo reconocimiento a este gran venezolano QEPD.

@pedrovcastrog

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Edgar Benarroch

El gobierno es un ente suficientemente bien informado, él está enterado perfectamente sobre la situación nacional y lo que la gente siente y piensa, por ello sabe del inmenso rechazó que su gestión tiene, que en muchos casos se transforma en aborrecimiento y repulsión. La sala situacional informa al régimen que su techo electoral oscila entre el 15 y 20% en el mejor de los casos. En ese porcentaje están quienes extrañamente creen en el modelo y quienes ceden ante amenazas, coacción y son constreñidos, siempre controlados con mecanismos deplorables y también se suman los llamados "enchufados" que les interesa solo su ego sin contemplar para nada el Bien Común y el quehacer colectivo. Sintiéndose pues en la dificultad o imposibilidad de crecer por vías ortodoxas (así lo informa la matriz de opinión), sin calor popular y sin respaldo, optaron por afectar negativamente la alternativa (divide y vencerás), fracturar, dividir, confundir y penetrar la mente con mecanismos psicológicamente bien estudiados, de la oposición. En ese proceso de afección a la vista y hasta ahora parece han sido eficaces.

Me alarmo cuando escucho gente de oposición, tanto los más enterados como los menos, creyendo y siendo transmisores de las consejas del gobierno: Nos descalificamos entre nosotros dando por buenas opiniones salidas del macabro laboratorio gubernamental, afirmamos que el voto no solamente es controlable si no que es susceptible de cambio, creemos que al gobierno no es posible sustituirlo en comicios democráticos y en el peor de los casos encontramos a quienes sostienen que este régimen no es derrotable por nosotros y necesitamos la intervención extranjera para quitárnoslo de encima. Todo ello son elaboraciones del laboratorio multidisciplinario y de variadas nacionalidades que trabaja las 24 horas de todos los días para maltratar nuestra estima y perder entusiasmo, para dividirnos.

El régimen pretende ser gigante en un país de enanos, así lo piensan y por ello luchan, con toda la carga ofensiva que ello conlleva a nuestro pueblo. El gigantismo del enano, el que desea estar arriba sin crecer él y su trabajo es hacer enanos a los demás.

He sostenido reiteradamente que el voto no es controlable, menos cambiable, por muy comprometidos que estén con el régimen la mayoría de los rectores del CNE. Si estamos presente en la totalidad del acto de votación, desde su inicio hasta su conclusión definitiva no es posible que nos acuñen votos indebidos. Por ello nuestros representantes en ese acto deben ser gente probada, de mucha convicción y entrega, con el convencimiento que en su representación se está jugando el destino de la Patria, el de su familia y el suyo propio.

Recordemos que quienes manejan el gobierno lo entienden como un fin. Lo han alcanzado y nunca piensan dejarlo y para ello se valen de cualquier medio. Como por las buenas no es posible recurren a las peores atrocidades. Estamos en presencia de gente de muy poco o ningún escrúpulo y como de la obscuridad no se sale con más obscuridad, debemos enfrentarla con luz y mientras mayor sea la luz más rápido se extinguen las tinieblas. No debemos descender al fango enchiquerado donde quiere el gobierno plantear la lucha. Ante la precaria o ausencia ética de régimen debemos combatir con principios y valores, por eso somos diferentes. Si nos ponemos de acuerdo, la oposición, la montaña de votos que sacaremos no podrá ser desconocida por ninguna instancia ni por nadie.

Ante la funesta pretensión del régimen de empequeñecernos, debemos inflar cuanto más nuestro espíritu y voluntad. Llegó la hora de apostar el resto, de entregarnos completo a la lucha por el cambio, negarnos, ser indiferentes o privilegiar causas subalternas sería estar de espalda a la historia y a la Patria, las generaciones venideras jamás lo perdonarían.

Además de nuestras incomprensibles diferencias creo que las consejas del gobierno han surtido efecto en la mente de algunos. A ellos debemos llegarle para sacarlos de su obnubilación y convencerlos que con UNIDAD Y ORGANIZACIÓN le daremos a la Patria un presente y destino mejor.

UNIDAD Y ORGANIZACIÓN para salir de este gobierno y UNIDAD Y ORGANIZACIÓN para la ardua pero apasionante tarea de la recuperación y reconstrucción nacional. Tenemos el insoslayable deber de entregarle a nuestros hijos y nietos una Venezuela distinta donde puedan desenvolverse en libertad, justicia, progreso, convivencia y ciudadanía.

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Alrededor de los libros

A Teodoro Petkoff, In Memoriam

Tratamos, pero no siempre podemos entender. Nos vamos de este mundo sin saber muchas cosas y así debe ser porque estamos hechos a la medida humana y no a la divina. Ese es el profundo sentido teológico del llamado pecado original: “la falta”, la ausencia de Dios con la que llegamos al mundo. Pero a la vez, si Dios es la Verdad, la vida encierra la posibilidad de acercarnos a su presencia a través del pensamiento, aún sabiendo que nunca la encontraremos. Hundidos en la oscura noche de la incertidumbre, vivir supone buscar la luz, en el más exacto sentido del cavernícola platónico. Fue ese el impulso que, después de muchos años me llevó a sacar del estante la gran novela escrita por Louis - Ferdinand Céline, Viaje Hacia el Fondo de la Noche (1932). Quería entender algo durante esa noche.

No a la novela, esta se deja leer de modo fácil, aún sin conocer la jerga del bajo pueblo francés a la que recurre con frecuencia Céline. El argumento, el sentido y hasta la lógica del libro se entienden sin necesidad de leer nada dos veces. Lo que no he podido entender es lo que no ha entendido nadie de los que se ocuparon alguna vez de Céline. ¿Cómo un hombre tan brillante, uno que escribía de un modo tan intenso, pudo descender hasta llegar al último escalón de la abyección que es el racismo (antisemitismo) razón que lo llevó incluso a ser un colaborador francés de los nazis?

Con toda justicia Ferdinand Céline fue condenado a muerte por lo que había sido: un criminal de guerra. Logró escapar a Dinamarca y después, acogido a la ley de amnistía general de 1950, pudo volver a Francia a ejercer su profesión de médico en los barrios pobres de París.

Ciertamente, Céline siempre sintió atracción por conocer la vida de la gente pobre. Su Viaje está llena de pobres y pobreza. Pero ese interés no tiene nada que ver con el espíritu denunciador de un Emile Zola, por ejemplo. Los pobres son para Céline la materia literaria que le permite acceder al corazón egoísta del ser. Uno de los tantos medios que le sirven para viajar a lo largo de su noche, ya sea en la guerra del catorce, en tugurios africanos, en las calles pobres de New York, en los barrios marginales de Rancy. La pobreza material solo le interesaba como una condición para conocer a los pobres de espíritu, a los que no tienen medios para ocultarse detrás de vestidos, modales y morales. O como el mismo dictaminó: “El ser humano no es noble. Nadie lo debe tomar a mal”. Y a eso vamos: la fascinación que ha ejercido y sigue ejerciendo la obra de Céline, tiene que ver con la miseria del alma humana. Entendemos entonces por qué casi no existe un autor de nuestro tiempo que no haya rendido pleitesía a la literatura de Céline.

Seguramente no es el mejor escritor de los últimos dos mil años como dijo el pantagruélico Charles Bukowski, pero sí un escritor salvaje – así lo definió Thomas Mann- vale decir, uno que escribe sin contemplaciones moralistas ni estéticas. Incluso, un gran escritor judío, lleno de nobleza, Philip Roth, no pudo menos que rendirse frente al talento literario de Ferdinand Céline. Escribió Roth: “Mi Proust en Francia es Céline. El es verdaderamente un gran escritor. Aún cuando su anti-semitismo hace de él una persona repugnante e insoportable. Para leerlo hube de desconectarme de mi conciencia judía. Lo pude hacer: el antisemitismo no está en el centro de su novela. Céline es un gran liberador”.

¿Céline, un gran liberador como escritor y un detestable antisemita como ciudadano? Roth solo lo constata. No intentó, quizás tampoco pudo o quiso hacerlo. Al fin y al cabo la historia del arte está colmada de genios que fuera de su arte son unos desalmados. El problema es que Céline no fue músico ni pintor, ni siquiera poeta. Céline fue un escritor que trabajaba sus novelas con argumentos, ideas, e incluso -como todos los grandes novelistas- con tesis filosóficas envueltas en papel literario. Y en todas las líneas de el Viaje no encontramos un atisbo de antisemitismo. Hay dos respuestas posibles: Una: Céline perseguía el éxito y como tal no le convenía aparecer como antisemita en su gran novela. Respuesta muy débil pues todo el mundo conocía a Céline más como antisemita que como escritor. Otra: Céline, cuando escribía el Viaje, no “necesitaba” ser antisemita. ¿El antisemitismo como necesidad extra-literaria? Parece absurdo, pero puede que no lo sea tanto. Pensemos:

Nadie llega al mundo como racista o fascista. Ni como ateo o religioso. Ni como nada. Nos vamos haciendo en las circunstancias que atraviesa cada vida donde realizando “adquisiciones” nos definimos frente a los demás y en nosotros. Idea que comenzó a aparecer releyendo algunas líneas por mí subrayadas, hace ya muchos años, en el Viaje. Un párrafo dice: “La verdad de esta vida es la muerte. Uno debe decidir entre morir y mentir. Yo nunca me he podido suicidar”. Y al margen yo mismo había escrito “Camus”.

Evidentemente: el párrafo parecía ser la anunciación de una famosa tesis de Albert Camus: “el problema de la filosofía es por qué no nos suicidamos”. Eso significa, el personaje de Celine, Ferdinand Bardamur, vive la vida desde la perspectiva de su finitud. O desde su propia agonía espiritual. Ahí precisamente yace el concepto de “lo absurdo” en Camus: en ese afán de conferir un valor absoluto a una vida radicalmente efímera. Ferdinand Bardamur, héroe negativo de Ferdinand Céline, era plenamente consciente de ese absurdo. Por eso, justo cuando releía las frases por mí subrayadas, me di cuenta de algo que antes no había percibido: El Viaje de Céline es en cierto modo una suerte de reproducción ampliada de El Extranjero de Camus. Como el héroe camusiano, vive la vida desde una dimensión agónica. Ahí reside quizás el secreto que explica la atracción que todavía ejerce el Viaje hacia el Fondo de la Noche.

Bardamur es un ser que va voluntariamente a la guerra sin sentir odio por el enemigo ni amor por su patria. Bardamur tiene contactos personales, amigos y amores, pero a sus amigos no los estima y a sus amores no los ama. El está ahí, viviendo, pero como simple observador, como si todo lo que acontece a su alrededor no le importara, lejano y ajeno frente a lo que sucede. Bardamur no ama ni odia a nadie ni a nada. Mientras Ferdinand escribe sobre Ferdinand, ambos comparten una agonía que sostiene sus vidas. ¿Y que tiene que ver todo eso con el racismo antisemita y el desprecio a su propia patria invadida por los nazis? -se preguntará el estimado lector-.

Gracias a Freud sabemos -siempre hay que recurrir a Freud- que en cada ser anidan dos pulsiones: la de la vida y la de la muerte, la de Eros y la de Thanatos (Más allá del Principio del Placer) Ambas se encuentran en lucha permanente al interior de nuestras almas. A veces vence una, a veces otra. Cada una espera su turno. Hay casos, sim embargo, en los cuales, en determinados seres, el principio de la muerte logra establecer su hegemonía por sobre el de la vida, o para decirlo en términos que parecen ser más heideggerianos que freudianos, el no-ser subordina al ser dentro del propio ser. En esos seres la muerte se instala en el alma (Sartre). Pero la pulsión de la muerte no lleva a la muerte sino a un vacío de ser (Ratzinger nos hablaba de un “vacío de Dios”). Y ese vacío de ser -volvamos a Freud– nos produce miedo, horror, terror: Es lo “Unheimlich”, lo siniestro, la nada, la oscuridad total; es el fin de la noche: es nuestra propia muerte.

Para protegernos del miedo a la nada, a esa náusea provocada por nuestro propio vacío, nos apoyamos en determinados objetos. Según Freud esos objetos pueden ser de amor u odio. Cuando nos odiamos buscamos nuestra salvación en un odio re-objetivizado. En la prueba fóbica clínicamente certificada que da el analista al paciente. Pues no hay fobias sin un odio preliminar y no hay odio sin ese terror infinito que de pronto nos embarga frente a la presencia implacable de la muerte, muerte que no solo nos espera sino, además, “vive” dentro de cada uno de nosotros. Como en los dos Ferdinand: Céline y Bardamur, la muerte es un “fantasma hegemónico” (Reiner Schurmann) No por casualidad ambos fueron médicos. Un médico es un observador de la muerte.

¿Y el antisemitismo? El antisemitismo es la fobia personal que ofreció la época de Céline a Céline. Pues, aunque solo lo enunció levemente Freud en su El Malestar en la Cultura, cada tiempo produce sus propios miedos-odios-fobias. En ese sentido, el término “mal de época” dista de ser errado. Las culturas, en tanto están formadas por seres humanos, cultivan, amplían y reproducen sus fobias. Podríamos hablar de patologías históricas.

El racismo, vale decir el odio a los otros, es sin duda una patología histórica que logra establecer cada cierto tiempo su hegemonía. Eso quiere decir que sin un mínimo de conocimientos psicológicos jamás podremos entender al espíritu que reina en cada tiempo. Y de acuerdo al mercado de las fobias de su tiempo, Céline adquirió la enfermedad del racismo en una de sus formas más deleznables: el antisemitismo. Nunca lo abandonó. Su correspondencia privada, publicada en 2009, prueba que en Céline el antisemitismo era su enfermedad y al mismo tiempo su droga. En nuestros días Céline habría sido xenófobo, homofóbico, misógino. Y quien sabe cuanto más.

Queda por responder a la pregunta: ¿Y por qué en su novela magna Céline no aparece como antisemita? Quizás hay una explicación: cuando Céline la escribía, enfrentaba directamente a la muerte, la miraba a sus ojos. No necesitaba por lo tanto de objetos sustitutivos. En cierto modo, esa es mi impresión, como en tantos escritores, escribir era la terapia de Céline. Por lo demás, no pocos grandes escritores lo han dicho: “Si yo no hubiera escrito, me habría vuelto loco”. Y así sucedía con Céline: dejaba de escribir y volvía a su locura, es decir, a sus miedos, a sus fobias, a entregarse por completo a la potestad de la muerte. O de su noche. Pocas veces una novela ha llevado consigo un título tan apropiado como Viaje hacia el Fondo de la Noche. Trata, efectivamente, del viaje de Ferdinad Bardamur y de la noche de Ferdinand Céline.

Puede entonces que no haya sido casualidad cuando entre tantos libros decidí hojear Viaje hacia el fondo de la Noche. ¿Será porque en estos momentos yo también veo avanzar la noche? Creo que así es. Veo a esa noche en movimientos que proclaman el odio al prójimo, la veo en gobernantes y presidentes que sin pudor emiten expresiones homofóbicas, la veo en la ostentación pública de la brutalidad, de la ignorancia y del odio. Y sobre todo la veo en esas muchedumbres que con gritos destemplados aclaman nuevamente a ídolos con pies de barro, tal como sucedió durante la vida y época de Louis-Ferdinand Céline. Quisiera equivocarme.

1 de noviembre 2018

Polis

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