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La calle

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

Carlos Moreno, el joven caraqueño de 17 años asesinado en la urbanización San Bernardino de Caracas, apenas con 17 años de edad, no alcanzó a vivir en democracia; nació con el inicio del gobierno chavista, el que pretendió imponer el llamado socialismo del siglo 21, una ideología trasnochada que arruinó la economía del país, hizo más pobres a los venezolanos y ha destrozado la Institucionalidad de la República.

La muerte del joven estudiante se produce por un disparo al cráneo. Ha sido característica en todas las protestas cívicas, que las muertes de los manifestantes, desde el aciago día de los pistoleros de Puente Llaguno, han sido por daños a la cabeza, lo que confirma que son disparos de francotiradores apostados en azoteas de edificios o desde motocicletas.

La dictadura está aún decidida a pagar cara su despido del gobierno. Un ochenta por ciento de los venezolanos rechazan la presencia de Maduro en el Palacio de Miraflores y las malas políticas de su gobierno. Se aferran a una conducta que es contraria a los principios básicos de la convivencia política y a la obligación establecida en la Constitución de formular planes de desarrollo que sirva de base y provea los lineamientos estratégicos de las políticas públicas para el crecimiento y tranquilidad de sus conciudadanos.

La democracia y sus valores, la que se reclama y reivindica en las protestas pacíficas, son letra muerta para quien gobierna y para sus acólitos, civiles y militares, quienes con mucho dinero y aviones privados, no tienen probabilidad de disfrutarlos en el exterior ni en interior del país; bien sabemos las razones, algunos por sus actos de corrupción y otros por su vinculación al narcotráfico y a delitos de lesa humanidad.

El pasado 19 de abril, fecha de celebración de nuestro grito de independencia, fue escogido para iniciar el reclamo definitivo de rechazo pacífico a las políticas del gobierno. La represión ha sido brutal. La GNB, los milicianos,- cuerpo armado ilegal e inconstitucionalmente, con reminiscencia de los tontons macutes en la vieja dictadura haitiana-, y los mal llamados colectivos o paramilitares, donde probablemente se incorporan expertos tiradores cubanos, han sido los llamados para reprimir a quienes reclaman libertad, comida y comicios transparentes. La comunidad internacional ya conoce de esta barbarie.

Se escogió la calle para expresar el descontento y pedirle al presidente elecciones libres y un gobierno nuevo con separación de poderes, sin presos políticos y empleos para superar la pobreza y vivir mejor.

La calle se escogió, porque fracasó el diálogo tramposo del gobierno y sus fiadores y es entonces, el lugar para reclamar derechos civiles y reivindicar la democracia.

La calle hoy es el territorio que queda al pueblo para expresar su descontento contra un gobierno que baila al son de las corruptelas, los negocios y el tráfico de drogas en algunos sectores, mientras las grandes mayorías populares pasan graves necesidades y viven con sueldos de miseria y sin esperanzas de mejor vida para sus hijos, todo a riesgo de la brutal represión policíaco-militar que ha visto el mundo.

El gobierno se ha visto debilitado y por ello acude al librito de las dictaduras, que es la represión, la que ya cobra seis muertes de jóvenes y un Guardia Nacional, todos venezolanos que aspiraban vivir en paz y con respeto por sus derechos políticos, económicos y constitucionales.

Con todo, el país va a vivir tiempos de cambios, que esperamos sea el más espectacular desafío de la nueva época democrática. Desde 1958 vivimos una experiencia democrática que hoy, a pesar de los 18 años perdidos, la gente reivindica ese modo de vivir en libertad, porque la democracia es ciertamente un sistema de vida, que con todos sus errores, se consolidó en el alma venezolana, que a pesar de sus fallas, permitió una sana confrontación electoral cada 5 años, con alternación en el gobierno y generó una sociedad dinámica que resolvió problemas primarios con estabilidad política.

El chavismo engañó al pueblo pretendiendo acelerar la historia, terminó entregando nuestra soberanía a una ideología que recoge los peores males sociales y económicos. Hoy la insatisfacción ha crecido y nos regresó a tiempos ominosos para la República. El decadente gobierno de Maduro-Cabello, con apoyo de un personaje que en el gobierno nacional tiene más títulos que el Rey Carlos V, ha carecido de perspectivas positivas por sus corruptelas, su incapacidad y los desafueros autoritarios, con lamentables descréditos en las altas esferas castrenses; su agravamiento ha hecho estallar la calle, que es hoy el territorio para alcanzar la paz nacional.

Corolario: La calle sigue, pero debe evitarse mayor derramamiento de sangre inocente; el inicio de los cambios impone la salida del presidente, él es parte de la crisis, y la instalación de un proceso de transición es necesario para lograr la gobernabilidad hasta la conclusión del periodo constitucional, con un líder que sin pretensiones de elegirse respete el pluralismo y concite la concordia, el consenso entre los factores políticos y dirija la convocatoria a elecciones libres y transparentes para consolidar la nueva democracia. La justicia independiente se encargará, a su tiempo, de sancionar a los desfalcadores del erario público, a los traficantes y a los incursos en violaciones a la Constitución, por imperio de lo contemplado en los artículos 25 y 139 de la Carta Magna.

frusbet@gmail.com