Crónicas del Olvido
1.-
Días de Onetti estos que morimos. Días de páginas en las que el tedio es un cangrejo que muerde sin misericordia. Días malos para dejar de lado la atención. De personajes que fenecen de aburrimiento mientras las nubes pasan silenciosas, rotas por el ruido impertinente de aparatos y aves a punto de caer.
Nos revolvemos en la miseria del bastimento cotidiano, apostados en una esquina o parada de autobús a la espera de que pase la historia, de que termine de pasar lo que no sabemos ocurrirá. Días de incertidumbre, de palabras duras, amonestaciones y recados al diablo. El pensador de Rodin se ha levantado, al fin, de su pose artrósica. El toro de Guernica avisó de otra guerra que nos espera muy cerca del aliento de Picasso. El Miranda de Michelena se quedó dormido mientras buscamos sus sueños en una tumba vacía. Los héroes estornudan colgados en los cuadros de un pasillo oscuro. Tantas telarañas históricas se sumergen en el cansancio de un país enfermo, destinado a someterse a una cura de insomnio.
Tan breve la vida que nadie pregunta por ella. No obstante, la diatriba fácil, la compra-venta de ñoñerías fascina a los paseantes. Los niños bostezan ante la aguada discusión de los adultos. Un papagayo se enreda en los ojos de un ciego. Una escritura del sábado como hoy que al perecer no llega a un lector del domingo. La razón hecha trizas.
2.-
Mientras la historia se guarece de las infamias, una mujer se pone los lentes para ocultarse de sus antiguos amigos. La vergüenza tarda en acomodarse en sus arrugas. O en la cirugía que la acompaña a todas partes. La ciudad canta serena bajo las faldas de una diosa injuriada. Qué corta la vida para tantos quebrantos y aspavientos. Qué desastre de vida la que llevamos mientras Dios sonríe ante la inutilidad de sus hijos.
El país también es breve. El país es una rabia tonta, pendeja. El país no existe. Es una ilusión bajo los pies. Los poetas se pelean unos con otros por palabras menos, palabras más. Unos insultan para recibir la paga. Otros callan para ganar la orilla. El poder no es una vaina muy seria. Nadie sabe de él, pero él sí sabe de nosotros, de todos. Tan breves como aquel rey que sólo sabía asomarse a la ventana para verse repetido en la superficie de su alberca.
El país es un mes de fiestas, unas horas de arritmias, de tambores y cinturas volátiles. Qué breve es una mujer silenciosa. Qué breve es la tierra mientras gira.
Todos los discursos han sido revisados. Nada es tan original como gritar y saberse desterrado. El país corre hacia la orilla del mar. La marea lo cubre con una espuma inmediata. La escritura automática calumnia la brevedad del día. La ciudad se desprende de un inmenso samán. Alguien muerde una manzana y se transforma en serpiente. Un anciano logra una erección y preña una ballena atolondrada.
Tan breve el país que su brevedad es inadvertida. Así están las cosas: navegamos en un ambiente de falsa solemnidad.
3.-
Días de Onetti estos que vivimos, tan breves que sus páginas nos pasan revista. Días de quedarse en la cama con los ojos desorbitados mientras la señora imprevista nos mira por la ventana. Días de un pozo profundo, oscuro y peligroso. ¿Quién se apresta a pedir explicaciones acerca del contenido de este texto sin pie ni cabeza? Día para no leerlo, para lanzarlo al cesto o verificar su sentido.
Este país es una resta mal sacada. Peor suma. Un problema matemático que no han sabido resolver por haber perdido la calculadora. Una ecuación con múltiples resultados. Un país expediente. Un país casi verdadero porque es una verdad que no se distingue. Un país borrado del mapa. Este país es breve, limitado, leche ácida. ¿Cuántas horas tiene un país breve? ¿Cuántas vidas tiene la brevedad? La lotería es la salvación del mundo, pare de sufrir. El norte es una quimera. El sur es el límite. Occidente es el norte del oriente. Los chinos son ciegos oblicuos. ¿Cuántas torres caerán antes del jaque mate?
Quien no sea breve que lance la primera piedra. Dios es la brevedad más prolongada. ¿Cuántos países hacen falta para tener uno que valga la pena?
En la cola de la calle suele morir un renegado, el último de la línea curva, que es decir la recta que nos lanzan desde un edificio. El país está allí, encacerolado, triste, avistado por un dios que nos anuncia lluvia para el próximo año. La muerte deletrea su orgullo en las manos de un adolescente. Una niña encinta golpea a su madre y luego se escapa con un astronauta.
Breve la vida, son días de Onetti. La primera página ilustra el contenido de esta nota. Por allí va la vida, tan breve, tan discutida por lo que la creen inútil.