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Opinión

Benjamín Tripier

Pdvsa sigue siendo el alter ego del gobierno de Venezuela y sus activos e intereses están sujetos al control generalizado de los líderes políticos del país. Con esa premisa en mente, es difícil simular una compañía con objetivos empresariales, pues sabemos que no se comportará en esa dirección, sino atendiendo a la política y la ideología como rectora de sus movimientos.

Aún en medio del escándalo de corrupción en Pdvsa confesado por el gobierno, esta nueva etapa gerencial en Pdvsa, a diferencia de las anteriores, está generando expectativas positivas, que habrá que esperar para ver si se concretan o si se quedan solo en eso… en expectativas.

Porque el impacto de las denuncias de corrupción confesadas por el gobierno, si bien afectan principalmente a Pdvsa, están mostrando que son extensivas al resto del gobierno y de las organizaciones, que, si bien son empresas, en realidad actúan como si fueran gobierno, y responden a las líneas políticas del gobierno.

Y solo para dar una idea de base, habría que despolitizar y desideologizar a esas empresas, para regresarlas a una organización profesional y técnica orientada al mercado, y considerando a las sanciones como una restricción de negocios. Y Pdvsa debería seguir ese criterio, porque pareciera que ninguna tiene objetivos empresariales que sean superiores al mando político de la revolución.

Una recomendación para Pdvsa, es que debería pasar del modo queja al modo acción proactiva.

Habría que desarrollar un proyecto de transformación de la empresa que incluya refrescar la estrategia de Pdvsa y generar una cartera de proyectos para articularla; desarrollando un mapa de procesos y actores para revisar la relación entre y con los stakeholders, y establecer una hoja de ruta para la transformación; la cual debe incluir una dosis grande de gerencia del cambio, porque, en definitiva, quienes producen los cambios son las personas.

Uno de los indicadores de acción más importantes, está en la restructuración interna de la empresa para llevarla a un tamaño que sea menos de un tercio del que tenía en el año 2.000, si tomamos el indicador de personas por bdp. El otro indicador será la preparación de un proyecto de modificación de la ley de hidrocarburos, o al menos, producir una restructuración de fondo del modelo de negocios bajo el paraguas de la Ley Antibloqueo, que, como tiene solo alcance nacional sin impacto frente a terceros del exterior, como resultado del aislamiento causado por las sanciones, puede realmente funcionar como un sustituto transitorio de una modificación a la mencionada ley, que en algún momento tendrá que ocurrir.

Porque en realidad, la redimensión del modelo de negocios, que debería reflejarse en la organización y los procesos de Pdvsa, debe orientarse hacia tener una empresa más liviana, apoyada desde adentro solo en los procesos críticos y orientada a lo que se llama strategic outsourcing que incluye no solo a las actividades de apoyo, sino también a las actividades core.

Y dentro de la reestructuración/redimensión, está el cambio estratégico que debe incluir la posibilidad de pasar a la actividad privada segmentos completos del ciclo de negocios, buscando crear por esa vía un distanciamiento entre las figuras jurídicas sancionadas, y las privadas libres de sanciones.

Y es posible que el Mercado de Valores sea una de esas vías ofreciendo paquetes de acciones en el mercado para que diferentes actores tomen posición patrimonial; la cual, tenemos que estar claros, son relaciones jurídicas institucionales, diferentes a las relaciones técnicas o de mercado. Debe producirse un efecto desintoxicación del capital para que puedan participar empresas internacionales sin el temor a ser sancionadas, ya sean US persons o no.

La reputación es la percepción que los demás tienen sobre alguna persona, marca o institución y es el resultado de una construcción orgánica que incluye experiencias, consistencia, valores y principios. Casi siempre está vinculada con algún tema o ámbito específico y está cimentada en unas bases más amplias, cualquiera de las cuales, podría hacer que la reputación total, se derrumbe.

Si una empresa petrolera deja de pagar sus deudas, no solo se derrumba su reputación financiera, sino que arrastra al resto de las dimensiones. Es un tema muy delicado, porque en su esencia no depende de uno mismo, sino de la percepción que tenga el entorno relevante. Y una reputación (o prestigio) construida consistentemente a lo largo de los años, puede destruirse en muy poco tiempo, si la combinación de razones objetivas (p.ej. no paga sus deudas), con la percepción del entorno (p. ej. está mal administrada o hay corrupción), resultan en lo que se llama una mala reputación.

Lo cual pudiera significar pérdida de clientes, que no le den crédito, que no firmen acuerdos ni contratos, y que no consiga personal calificado. En definitiva, hay negocios en los cuales la reputación “es el negocio”. Lo anterior es extensivo a los países que cuando entran en la lista de los que hay que cuidarse, les puede tomar décadas recuperarse, y es posible que nunca lo logren totalmente.

No hay una Venezuela chavista y otra opositora. Venezuela es una sola, independientemente de quien esté en el gobierno, parlamento o gobernaciones y alcaldías. El daño reputacional que estamos sufriendo es de todos y para todos, más allá de que haya uno o más responsables por esa situación, a los que la historia castigará. No son solo las sanciones… es principalmente la reputación.

La reflexión anterior, que vengo haciéndola desde hace ya un tiempo, tiene la intención de llamar la atención sobre esta nueva etapa de gerencia de Pdvsa, que ha generado expectativas positivas sobre la posibilidad de su redimensión y puesta a punto en términos de una nueva morfología organizacional y de negocios, ya más apoyada en recursos de terceros, porque con los propios ya se vio que está muy limitada.

En esta nueva etapa donde se está intentando una vez más la reestructuración de Pdvsa, aún no se ha tomado consciencia de que tratarla como una empresa que debe cumplir objetivos empresariales, es incompatible con tratarla como un gobierno que responde a decisiones políticas del liderazgo político.

El peor problema que tiene hoy la empresa es ser el alter ego del estado venezolano, y eso es algo que no se arregla comunicacionalmente, sino con hechos concretos, traspasando la mayor cantidad de piezas del negocio a la actividad privada, haciéndolo en forma transparente, a través del Mercado de Valores, en un proceso de desintoxicación del capital teniendo en cuenta las sanciones y la OFAC.

Político

Tal vez el tema político más relevante es el anuncio de Maduro sobre la posibilidad de que las elecciones se adelanten para este año; ya hace un tiempo, tanto él como Diosdado lo habían mencionado; nada es final, pero pudiera ocurrir, está en el menú de opciones que pueden desplegarse.

Lo que no es una opción de menú, sino una realidad, es el tema de la corrupción en el chavismo, que fue puesto sobre la mesa por el mismo gobierno un par de semanas atrás. Más allá del daño reputacional que la confesión le hizo al mismo gobierno (porque se devolvió como un bumerang contra los mismos denunciantes) ya quedó como una nueva herramienta política para ser utilizada en términos de la campaña hacia el 2024 (junto con la posibilidad del adelanto de elecciones).

Porque para ganar esa elección estando en minoría, debían alinearse y compactarse todas las fuerzas internas, respondiendo a la verticalidad y disciplina tradicional de la revolución, que en el último tiempo estaba puesta en duda. Habían aparecido competidores en la carrera presidencial, y debían ser puestos en su sitio. La revolución tiene un solo candidato, y eso no se discute… y si lo hacen, pues ahí tienen las consecuencias. Las bardas del vecino ardiendo…

Toda la energía que liberó la explosión… mejor dicho, la implosión, se había quedado encapsulada dentro del chavismo, produciendo más daño del que se anticipaba cuando se lanzó públicamente el tema. Y la única manera de descomprimir y distribuir la presión (que se creó, que sigue creciendo, y que no está claro cómo ni cuándo terminará) era incorporando a la oposición, para que allí también se sintiera el impacto.

Primero se intentó considerar una “corrupción equivalente” a los pedidos de sanciones que hicieron en su momento dirigentes opositores; y, si bien esa línea de acción no se ha abandonado, mostró no ser tan efectiva, porque ya lo venían atacando al tema, aunque no como corrupción, sino bajo diferentes paraguas temáticos.

Por lo que se buscó –mundo pequeño- alguna línea de conexión entre la corrupción auto confesada, y algunos miembros de la oposición. Tema difícil porque ellos no tienen disposición de activos ni de presupuestos, porque están, ya desde hace mucho tiempo, fuera del poder. Entonces quedó el camino de la toma de decisiones en lugares fácilmente vinculables con el origen y aplicación de algunos de los fondos robados en Pdvsa, y terminó recayendo sobre la Alcaldía de Baruta, quienes, si bien son opositores light, son opositores al fin.

Entonces se comenzó a tirar del hilo a ver a dónde los llevaba, y desde las torres con altura excesiva en Las Mercedes, terminaron en los permisos municipales, y llegarán hasta donde ellos decidan. Porque al igual que se demoró mucho tiempo en acusar a los que hoy están presos, pese a que desde hace tiempo se contaba con toda la información, con el caso Baruta, también cuentan con toda la información y la utilizarán de la forma que mejor cumpla con los objetivos: desalentar a propios y opositores de presentar candidatos a las elecciones del 2024.

Social

Lo que debe estar claro es que la única manera de sacar a alguien de la pobreza es incorporándolo al mercado de trabajo, ya sea trabajo formal o informal, todo consiste en que esa persona reciba un ingreso periódico y constante que le permita acceder a condiciones de vida razonables.

Por lo que, cuando el producto cae, se pierden empleos y la pobreza crece… además de perderse oportunidades de sacar gente de la pobreza. Por eso, cada vez que vemos que el consumo cae, significa que la actividad disminuye y que se pierden empleos… o sea que la pobreza aumenta.

Otra conclusión es que la empresa privada, por sí sola, ha demostrado que no tiene la capacidad suficiente como para hacerse cargo de la economía del país. Lo notamos con claridad en octubre del año pasado cuando se redujeron los ingresos petroleros, y lo notamos este mes de marzo pasado, cuando comenzaron a restablecerse. El país caía o se levantaba al ritmo del negocio petrolero.

Lo que ocurre es que, a través de ese método, se reimpulsa poco a poco la economía comercial y transaccional, y desde allí recién comienzan a abrirse oportunidades de empleo y de rebaja de la pobreza. Mientras que un empleo privado, en cuanto recibe ingresos y se estabiliza la empresa, comienza inmediatamente a contratar gente.

Necesitamos que el sector privado se haga cargo de la actividad, directamente, con la menor dependencia posible del petróleo del Estado. Pero para eso hace falta un proceso de confianza que atraiga a las inversiones.

Esta sociedad disminuida sigue dependiendo del Estado para su capacidad de consumo y de demanda. Y mientras eso sea así, el factor político ideológico seguirá presente y no podremos salir del pozo en el que nos encontramos.

Económico

Cuando se habla de la moneda común del sur, o la creación de una mezcla entre el rublo y el yuan para operar en su zona de influencia, y cuando se habla de la moneda de los Brics, se pierde de vista que, más allá de los arreglos internos en los países o en las zonas aduaneras comunes, las monedas que realmente se usan son las que están relacionadas con los flujos de comercio y de inversión.

Cualquiera de los arreglos monetarios mencionados tiene su equivalente en la moneda interna de un país; el bolívar en Venezuela tiene curso forzoso dentro de las fronteras, y, aún así, internamente, la gente no lo quiere y prefiere tener dólares. Pero cuando Venezuela tiene que hacer algún pago al exterior para comprar algo, se ve obligada a comprar dólares, porque nadie le aceptaría los bolívares. Y cuando quiere vender algo, creo que ninguna empresa, ni el gobierno, aceptará bolívares como pago, no solo porque les constaría conseguirlos, sino porque la empresa local tampoco los querría.

Lo anterior es para señalar que cuando cualquiera de las uniones aduaneras o monetarias mencionadas más arriba quiera hacer operaciones extra zona, tendrá que necesariamente acudir al dólar americano. Y si se deciden a crear esos arreglos, bueno, se encontrarán con los costos transaccionales del cambio entre las monedas internas y el dólar. 59% de las reservas mundiales están en dólares, seguido por el euro que tiene 21%, el yen con 6%, la libra esterlina con 5%, y en 10% restante es posible que se encuentren monedas como el dólar australiano, el dólar canadiense, el yuan, el rublo, el real brasilero.

Cabe mencionar que en 1.999 el dólar representaba 72% de las reservas internacionales, el euro 18%, y el “otros” que hoy es 10%, en ese momento era 2% de las reservas mundiales (toda la información anterior provista por el FMI). Hay una readecuación en los pesos relativos resultante de la globalización imparable, pero el reciente anuncio de la integración de monedas entre China y Rusia, se debe principalmente a que, a finales del año pasado, un solo país —Rusia— mantenía casi una tercera parte de las reservas mundiales en renmimbis (yuan).

Por el momento, a nosotros en Venezuela nos costará más hacer una alianza monetaria con China o Rusia, que intentar los cambios internos que hacen falta para que permitamos al dólar circular legalmente, o (fantaseando un poco) que nos levanten las sanciones.

Cualquier opción distinta del dólar, ya lo hemos experimentado, nos cuesta más y salimos siempre perdiendo. El tema de los 3 mil millones robados más los 21 mil millones que no se sabe, están en esa situación, porque nos dedicamos a explorar con otras monedas, en este caso las cripto, de las cuales pocos en el gobierno entendían cómo funcionaba, ni sabían dónde, en definitiva, estaban los reales. Y el único que sabía… pues la policía dice que es el que se los robó.

Internacional

Sigue sonando, aunque en forma forzada y sin confirmaciones, lo de la reunión internacional en Bogotá para ocuparse de lo que pasa en Venezuela. Petro está interviniendo para incorporar a los que se dicen opositores, sin serlo (mesita, alacranes y escorpiones), y así lograr que la negociación sea lo más suave posible para el gobierno. Que si EE UU dio un medio sí, que si Biden, cuando se reúna con Petro, le pedirá que se ocupe de Venezuela, que si esto, que si lo otro. Sigue llamando la atención cómo es que Colombia apareció en ese radar… no es normal, ni es natural. A todas luces se ve forzado, y se ve la mano del chavismo.

Con la entrada de Finlandia en la OTAN se termina de construir un cerco del cual los rusos no podrán pasar. Podrán intentarlo, pero no podrán pasar. Ellos entraron a Europa por el único lugar no OTAN que quedaba, pero de allí no podrán pasar. Si en 14 meses no pudieron cumplir el objetivo de 72 horas de la OME, teniendo por delante un ejército pequeño y mal organizado, imagínense si tuvieran que enfrentarse a la OTAN en directo. Claro que el ejército de Ucrania hoy, es muy superior al que tenían hace 14 meses.

Y el otro descubrimiento es que, por encima del armamento y equipo, está la motivación y el patriotismo del pueblo ucraniano, que los rusos no tienen, porque muchos de los soldados no creen en esa guerra, y no tienen voluntad de lucha… mientras que los ucranianos, sí la tienen. Rusia va a terminar mal.

La general Richardson, jefe del Comando Sur de EE UU, emprendió un nuevo viaje por la región, el segundo en menos de un año, como preparando el ambiente para lo que se viene, que es posiblemente la entrada de EE UU en guerra, ya sea contra Rusia, ya sea contra China… ya sea en los dos frentes simultáneos.

Nuevamente la preocupación de cómo quedamos nosotros en ese caso, que somos amigos de los dos, y casi socios de los rusos, y muy poco amigos de los chinos… porque a esa relación la perdimos por la corrupción. Se fueron y solo quieren que les paguemos lo que les debemos. Por cierto, que Lula también quiere lo mismo: que le paguemos.

Recomendación

  • Al gobierno: que desacople las empresas del Estado y las pase al sector privado para que cada una busque por su cuenta la manera de mantenerse abierta o, si fuera el caso, quebrar y cerrar. Porque ya no hay dinero para seguir financiándolas con tantas necesidades reales que hay. Es mejor tener a alguien con un subsidio directo, que simular el subsidio vía un empleo que no produce resultados. Hay que sincerarse para darle la oportunidad a esas empresas de ser recuperadas y aportar al PBI con la actividad, y al fisco con los impuestos.
  • A la dirigencia opositora: que se prepare para el adelanto de elecciones, así finalmente no ocurra. Lo cual significaría que las primarias no aportarían soluciones, y que los precandidatos irían, ya como candidatos directamente a la elección. Y allí quedaría claro que, con o sin encuesta de por medio, los dos potenciales candidatos opositores serían María Corina o Guaidó. Y es posible que los demás, inflados por las encuestas, terminen casi sin votos. La ventaja es que tal vez la abstención bajaría y los votos irían hacia las preferencias reales de la gente.
  • A la dirigencia empresarial: que hay que apoyar al mercado de valores como una provisión de financiamiento directo a las actividades comerciales, a partir de los nuevos instrumentos como el factoring del mercado de otros bienes. La incursión de la BVC en el ámbito comercial la devuelve a sus orígenes, pues comenzó, como en otras partes del mundo, siendo una bolsa de comercio.

 14 min


Reinaldo Aguilera

Decía el expresidente Carlos Andrés Pérez en una entrevista que le hicieron estando en el exilio, que con la gravedad de los errores que habían cometido para aquel momento las organizaciones con fines políticos Acción Democrática (AD) y la socialcristiana (Copei), una vez que se saliera del desastre causado, estos tendrían que hasta cambiarse el nombre e iniciar una gran convocatoria para la refundación desde sus cimientos de esos partidos, si es que pretendían seguir viviendo en el ámbito político del país.

Hoy, ya a 13 años del fallecimiento del expresidente, sus palabras tienen plena vigencia, quizás no con el foco puesto en los dos grandes partidos de la historia democrática reciente del país, pero sí en clara referencia a los más nuevos que pretenden acceder al poder, habiendo cometido errores garrafales, con su credibilidad en el suelo y, con lo peor, sin sentarse frente a la gente a proporcionar ni siquiera una disculpa por dichos errores. Por el contrario, como si nada, avanzan en un proceso de primarias en donde los participantes tiran cada quien hacia su espacio, sin observar a lo lejos que el chavismo los derrotará si no se unifican.

La más reciente selección de los diferentes capítulos de la llamada Plataforma Unitaria en el exterior demuestran en todo o en parte lo expresado en el párrafo anterior. En el caso específico de los Estados Unidos, territorio en el cual se encuentran muchísimos compatriotas trabajando muy duro, resulta incomprensible que en dicho panel estén personas representando a partidos políticos como Proyecto Venezuela o Convergencia, sin dejar a un lado que esas personas sean muy respetables. El caso es que nadie aquí en EE. UU. sabe quiénes son o de dónde salieron.

Lo peor del asunto es que en el caso de que no sea vinculante, es probable que logren que algunos venezolanos participen en las primarias, pero la inmensa mayoría luego no podrá votar en las próximas presidenciales, pues el marco legal del Consejo Nacional Electoral (CNE) no se los permitirá y ese engaño no puede ser aceptable, pues viene de la mano de personeros activistas de organizaciones como Voluntad Popular o Primero Justicia, muy desprestigiados ya; mucho más, observando que quienes fungen de voceros en el exterior son los mismos que, estando en Venezuela, cumplían con los designios de quienes comandan esas organizaciones.

Ya basta de verle la cara de tontos a quienes están afuera dando el todo por el todo por sobrevivir a punta de trabajo, mientras otros pretenden seguir viviendo bajo la fachada de que son perseguidos permanentes, como si fueran los únicos.

Muchos de esos que ostentan cargos en el exterior vienen desde el denominado gobierno interino, percibiendo ingresos mensuales superiores a los 2.500 dólares sin mucho esfuerzo los que recibían menos; no sabemos los ingresos de los de la cúpula. Es entonces cuando cabe decir que si esos partidos no se depuran no se logrará el objetivo real que es poder recuperar el país para todos y no solo para un grupito, que es lo que hasta ahora parece.

Varios de los partidos políticos más recientes pretenden ser el eje único de conducción del país y también creen tener la fuerza suficiente para mantenerse por sí solos como pilar electoral indefinidamente, cosa que es muy cuestionable.

La demostración real de lo que aquí decimos será el análisis que se presente luego de observar la participación en las próximas primarias y, desde luego, en las elecciones presidenciales del 2024. Si dicha participación es sumamente baja, indicará que esos partidos ya no son viables y deben dar un paso a un lado junto a sus dirigentes para poder ir hacia algo nuevo. De no hacerlo se continuará en un eterno círculo vicioso de oposición y el chavismo continuará destruyendo lo poco que aún queda de nuestra Venezuela. Así de simple y sencillo.

Twitter: @raguilera68 | @AnalisisPE

Reinaldo J. Aguilera R. es Abogado. Master en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de George Washington University/UCAB.

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Griselda Reyes

En las calles de Venezuela, sobre todo en el país profundo y devastado por el socialismo, el ánimo —sin duda alguna— es de sobrevivencia. Los venezolanos siguen haciendo cola para surtir sus vehículos de gasolina y condenados a interminables racionamientos de los servicios básicos. Frente a ello, es poco o nada, el entusiasmo que genera el tema político electoral.

La economía, el pobre bolsillo desmantelado por las desacertadas medidas del Ejecutivo nacional, sumado a las sanciones y al grave saqueo que han hecho del erario; han dejado a los venezolanos sin mayores opciones que huir hacia adelante viendo cómo llevar el pan a su mesa.

Es un cuadro muy complejo frente al reto de las elecciones presidenciales que se vislumbran, de acuerdo a la Constitución de la república, para el año 2024.

Esta oportunidad obliga a sentarnos —todos los que tenemos actividad política, social, gremial y empresarial— a estudiar el país que queremos y cómo lo construimos. No puede imperar la improvisación si realmente aspiramos rescatar la confianza de la inmensa mayoría del país que anhela un cambio.

Son tiempos en los que con honda responsabilidad debemos sentar las bases de la Venezuela que desarrollaremos los próximos 30 años. Un plan sensato y concretable empezando por temas tan álgidos como lo que ha sido polémica en los últimos años: corrupción, qué hacer con la principal industria del país, Pdvsa, o el Esequibo.

Venezuela no puede seguir siendo el país de oportunidades perdidas. Hoy ganarnos los corazones de los venezolanos pasa por presentar una política seria, con un candidato a la cabeza que sea capaz de —primero que nada— reunificar al país y luego devolver la calidad de vidas a quienes tantas penurias han pasado los últimos años.

No hay tiempo que perder. La utopía debe dejarse de lado, el país que debemos ser debe incorporar a los mejores. Una nueva clase política sin rayas de negocios turbios es lo que todos anhelamos. Un hombre o una mujer que deje los sectarismos y las facturas políticas atrás y convoque a los mejores venezolanos, cada quien en su área.

No podemos, el país no lo perdonaría, que el gabinete de la transición que debe venir en 2024, sea un club de amigos o, peor aun, cuotas partidistas.

Faltan menos de 200 días para un proceso de primarias de un sector de la oposición venezolana. Este debe ser el primer decantador de la vuelta electoral. Necesariamente posterior a este evento comicial debe haber sinceridad entre todos los actores políticos, entre quien resulte electo, el resto de los aspirantes y el grueso de quienes decidan no medirse.

Las presidenciales no pueden ser una carrera para ver quién es el segundo mejor lugar. No estamos hablando de una elección de reina de Carnaval. Estamos hablando de un quinquenio más condenando a los venezolanos a todo lo que bien sabemos supone el socialismo y la tan mencionada revolución.

El cambio de los destinos de este país, su integración al resto del mundo y el reencuentro de la familia venezolana… Para todo ello hay una oportunidad de oro, y pasa por dejar de perder el tiempo y la unificación de la mayor cantidad de criterios posibles en torno al o a la mejor.

¡Vamos a recuperar a Venezuela!

Twitter: @griseldareyesq

Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

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Fernando Mires

La visita vía Zoom hecha por el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, al Senado chileno no marca ninguna era histórica. Pero no deja de ser importante. Por una parte, Chile es el único país de América Latina que ha dado su apoyo a Ucrania. Segundo, esa relación no ha sido el resultado de una acción coordinada de las fuerzas políticas que apoyan al presidente Boric. Más bien ha sido el mandatario quien, haciendo valer las prerrogativas propias a un sistema político presidencial, ha impulsado la posición de Chile frente a la invasión de Putin en Ucrania. Así, la posición de Boric frente a Ucrania ha tenido por efecto marcar una línea demarcatoria, tanto a nivel nacional como continental, con respecto al tema de la democracia cuando este debe ser elevado al plano internacional.

Izquierda reaccionaria

A nivel nacional, la división de la clase política chilena fue ostensible ante la presencia digital de Zelenski. Las principales fuerzas de gobierno, los comunistas y FA, decidieron hacerse presente por medio de una estridente ausencia. De este modo las sillas vacías del senado pasaron a ser una metáfora del vacío democrático que impera en una parte de la izquierda chilena. Esa es la razón por la que Boric, en materia de política internacional, no gobierna con su coalición sino con el centro político (centro izquierda, centro centro y centro derecha)

Los contactos establecidos por Boric y un sector democrático de la clase política con Zelenski concuerdan con la condena abierta hecha por Boric a las tres autocracias continentales, las de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En ese punto, Boric no solo se ha distanciado de sus fuerzas originarias de apoyo sino también de gobiernos de izquierdas no autocráticos como los de Fernández, Lula y Petro, los que tampoco han querido dar un respaldo decidido a Ucrania, condenando de modo candoroso a la guerra (como si fuera un fenómeno de la naturaleza) y clamando paz, como si se tratara de un conflicto de poder entre dos naciones y no de una genocida invasión.

Hay evidentemente una tendencia que atraviesa a las izquierdas, más presente por cierto en la que algunos llaman izquierda extrema. Una tendencia formada principalmente por sectores antidemocráticos y antioccidentales que, retornando a la lógica de la Guerra Fría, han reducido su izquierdismo a un antinorteamericanismo ideológico y no político, razones por las cuales podemos catalogarla sin problemas como izquierda reaccionaria. Menos que un insulto, es una caracterización.

Apoyar a Putin es apoyar a un gobernante que intenta legitimar su agresión a Ucrania apelando a razones culturales, a lazos de sangre, en nombre de una confesión religiosa como es la ortodoxia cristiana y levantando como ideología un «rusismo» antioccidental. En breve: el régimen más semejante al nazismo de todos los aparecidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Apoyar a Putin significa, además, apoyar a un genocidio sistemático y programado a la población ucraniana. Y no por último, apoyar a Putin es renegar de la Ilustración, de los derechos humanos, de las luchas democráticas occidentales a las que pertenecen las reivindicaciones obreras, incluyendo las socialistas y sumando a las de género, todas violadas en la Rusia de hoy.

El antinorteamericanismo, fase senil del izquierdismo

Pero la izquierda reaccionaria, presente en las sillas vacías del Senado chileno, no solo apoya a la dictadura de Putin. Suele hacerlo con cualquiera antidemocracia que base su ideología en el antinorteamericanismo. Debido a esa razón, el trío autocrático de América Latina (puede ser cuarteto si sumamos a la Honduras de Xiomara Castro) cuenta con el pleno consentimiento de esa izquierda. Basta, en efecto, que un gobierno manifieste su aversión hacia los EE UU. para que esa nueva-vieja izquierda lo avive de modo automático.

El antinorteamericanismo ha llegado a ser la enfermedad senil del izquierdismo.

El antinorteamericanismo, soviético primero, rusófilo después, tiene una marca de origen profundamente estalinista. Vale recordar que Lenin, en su conocido «clásico», El imperialismo, fase superior del capitalismo, nunca habló del imperialismo como un fenómeno nacional, sino como uno sistémico, vale decir –y siguiendo al pie de la letra la teoría del marxista austriaco Rudolph Hilferding en su libro principal Das Finanzkapital– como una fase en el desarrollo del capitalismo mundial. Reinterpretando a Lenin, la globalización de nuestro tiempo sería la fase superior de la fase superior del imperialismo.

La noción del imperialismo norteamericano –es decir, «la nacionalización» del imperialismo– apareció recién en el léxico comunista cuando en 1949 fue creada la OTAN, cuyo objetivo originario era bloquear la expansión de la URSS de Stalin en el sector mediterráneo de Europa. Desde ese entonces los serviles partidos comunistas latinoamericanos comenzaron a repetir como papagayos la tesis de Stalin relativa al «imperialismo en un solo país». Los izquierdistas extremos de hoy, desde el Podemos español hasta gran parte del Frente Amplio chileno, también corean sin cesar la orden que Stalin les sigue impartiendo desde ultratumba. Los comunistas chilenos, así como el Frente Amplio, son en ese sentido ideológicamente estalinistas, y en el caso Ucrania, anti-leninistas (no olvidemos que la independencia de Ucrania fue lograda durante el gobierno de Lenin). Las fuerzas vivas del pasado siguen presentes en la izquierda latinoamericana. O como escribió William Faulkner «el pasado no es pasado, ni siquiera ha pasado». En Rusia, al menos, no ha pasado.

Putin reivindica a Stalin y no a Lenin. Y tiene sus razones. Lenin firmó un convenio de paz con Occidente (Paz de Brest Litovsk, 1918) y Putin, como ayer Stalin, declara la guerra a Occidente. Lenin permitió la independencia de Ucrania (1921) y Putin, como ayer Stalin, masacra a Ucrania. Y la izquierda comunista chilena, que fuera la más estalinista de América Latina, sigue a Putin quien a su vez sigue a Stalin. No exagero.

Con motivo de la visita virtual de Zelenski, me di a la ingrata tarea de leer las páginas que dedicara al evento el diario El Siglo, del Partido Comunista chileno. Fue una experiencia molesta, pero interesante. Punto por punto los comunistas chilenos de hoy reproducen las mentiras propagadas por la dictadura de Putin con la misma fidelidad como ayer reproducían las de Stalin y Jruschov. «Zelenski es un impostor». «El movimiento Maidan fue nazi». «Rusia está liberando del fascismo los territorios del Dombas». «La de Rusia es una guerra defensiva en contra de la expansión imperialista de la OTAN». Y suma y sigue.

Al leer ese cúmulo de falsificaciones llegaron a mi mente recuerdos del viejo pasado, cuando a los jóvenes comunistas de entonces nos era enseñado que el levantamiento húngaro de 1956 había sido fascista, que el muro de Berlín fue levantado para frenar el revanchismo militar de Alemania Occidental, que la invasión a Praga fue realizada para auxiliar al pueblo checoslovaco frente al avance de la OTAN (de originalidad, los comunistas no se mueren).

Fueron esas mentiras los que llevaron a algunos jóvenes comunistas a buscar alternativas políticas en otros lados de la política. Y bien, esas mentiras estuvieron de nuevo presentes en las sillas vacías del Senado chileno, ese día 4 de abril del 2023, cuando Zelenski habló en Chile.

El pasado ni siquiera ha pasado, tuvo razón Faulkner. Al menos, para el Partido Comunista chileno y sus ayudistas del Frente Amplio, no. La misma izquierda, fanática, intolerante, antidemocrática que creó las condiciones para el golpe de Estado de Pinochet, ha demostrado no haber aprendido nada de su propia historia.

Como el pinochetismo, el izquierdismo de los comunistas y de sectores del Frente Amplio chileno continúa siendo abiertamente antidemocrático. La mayoría de las dictaduras del mundo pueden contar con el apoyo de esa izquierda prorrusa de hoy. Ojalá nuevamente esa reaccionaria izquierda no termine por catapultar al poder a una derecha igualmente reaccionaria, como ocurrió el año 1973. Por mientras, si solo protestan con sillas vacías, no hay problemas.

Esta vez hay, sin embargo, indicadores que la historia, ni como comedia ni como tragedia, se va a repetir. La razón es que ha ocurrido un pequeño milagro: las posiciones antidemocráticas de los comunistas y del FA han sido frenadas por un hombre emergido de sus propias filas: el presidente Gabriel Boric quien, haciendo una lectura correcta del pasado, ha logrado entender que un gobierno como el de Chile, país que ha vivido una de las más sangrientas dictaduras habidas en el continente, es el menos indicado para solidarizarse con una dictadura como la de Putin que, como la de Pinochet ayer, ha violado a todas las normas y leyes del derecho. Más las del derecho nacional, en el caso de Pinochet; más las del derecho internacional, en el caso de Putin. Esa actitud no lleva necesariamente a Boric a ponerse a las órdenes del «imperialismo norteamericano» como aducen sus examigos, los «campistas de la izquierda» (según Pierre Madelin).

La coartada del imperialismo norteamericano

Seguramente el presidente Boric condena los desmanes de las administraciones norteamericanas que en el pasado impulsaron guerras de ocupación en Vietnam, en Afganistán, en Irak (sobre todo en Irak). Pero precisamente por esas mismas razones no puede ni debe apoyar a las invasiones que comete Rusia, ayer en Siria, Georgia y Chechenia y ahora en Ucrania.

Probablemente Boric también sabe que, si bien Estados Unidos ha cometido agresiones imperdonables, ha recibido también fuertes críticas internas, sin que los portadores de esas críticas hayan ido a parar al cadalso, como ocurre hoy en Rusia, en China, en Irán, es decir que, pese a estrategias geopolíticas abominables, priman en EE UU. las normas del derecho (lo estamos viendo recientemente en el juicio a Trump como lo vimos también en el procedimiento que destituyó a Nixon).

Esa es precisamente la «leve» diferencia que existe entre los gobiernos democráticos y los autocráticos. Mientras en los primeros, los gobernantes están sometidos al derecho, en los segundos, el derecho está sometido a los gobernantes. En pocas palabras, puede que Boric haya advertido que entre una potencia internacional como EE. UU. y un imperialismo anexionista como el de Rusia, median grandes diferencias internas y externas.

EE UU., no está de más reiterarlo, nunca ha estado en guerra en contra de una democracia, solo contra dictaduras. La Rusia de Putin, en cambio, es apoyada por la mayoría de las dictaduras y autocracias de la tierra.

Como potencia internacional, EE UU ha realizado agresiones imperiales, pero en sentido estricto, al no llevar a cabo una política anexionista, no puede ser definido como un imperio. Ninguna nación latinoamericana, algunas enemigas a muerte de los EE. UU. como Cuba, teme a una invasión norteamericana, como sí temen a una invasión rusa naciones como Moldavia, Georgia, los países bálticos y los países del Asia Central.

Al fin y al cabo, con todos sus excesos militaristas, y no son pocos, EE.UU. ha contribuido a proteger a muchas naciones de los dos más terribles imperios del siglo XX: el de Hitler y el de Stalin. De la misma manera, es el país que más contribuye, con dinero y armas, a la defensa de Europa, la que comienza por la defensa de Ucrania. Como dijo el conocido escritor búlgaro Giorgi Gospodinov, la guerra a Ucrania es una guerra a Europa.

Hoy, frente al peligro que constituye la coalición de tres potencias atómicas, China, Rusia e Irán, EE. UU. está llamado más que ningún otro país a defender al Occidente político en contra de un siniestro orden mundial en ciernes. Un nuevo orden donde una entente de tres países: una dictadura capitalista-esclavista (China), una dictadura militar y mafiosa (Rusia) y una dictadura de fanáticos monjes patriarcales (Irán), lograría adueñarse de las instituciones internacionales y dictar reglas al resto del mundo. Para que eso no ocurra, hay que defender a Ucrania.

No sé si ese tipo de pensamientos cruzó por la mente de la mayoría parlamentaria cuando, poniéndose de pie, aplaudió las palabras del presidente legal de Ucrania, Volodomir Zelenski, en ese país llamado Chile, situado en el concho del mundo. Lo importante es que ese acto tuvo lugar en el espacio latinoamericano, continente de asonadas militares, populismos demagógicos, derechas e izquierdas antidemocráticas. En fin, un acto tremendamente simbólico. Y si tenemos en cuenta que la realidad, la única que tenemos, es simbólica, no deja de ser un acto importante.

¿Y las sillas vacías? Ah, sí. Ojalá que continúen vacías.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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Alejandro J. Sucre

Corregir la corrupción debe ser asunto de los venezolanos, no de Estados Unidos. Y menos imponiendo sanciones a la venta de petróleo, principal fuente de ingresos del país. Las sanciones a la venta de petróleo venezolano son una gran crueldad contra los empresarios y trabajadores del país. Si se utilizan para atacar la corrupción de algunos funcionarios públicos, es como tratar de eliminar roedores en una casa impidiendo que todos sus habitantes, ayudantes e hijos, coman o compren alimentos. Y esto mientras los gobernantes de la casa están tranquilos en una sala aislada y protegida con todas sus necesidades cubiertas. Y es aún más grave, ya que al pedir a EEUU que imponga sanciones a la venta de petróleo para combatir la corrupción, se está poniendo en manos de otros países lo que compete solo a los venezolanos. ¿O es que Estados Unidos va a estar poniendo sanciones al petróleo cada vez que haya corrupción en Venezuela?. Un asunto distinto es pedir a EEUU y a los europeos que impongan sanciones a los individuos y políticos venezolanos que violan derechos humanos y corrompen el sistema financiero e inmobiliario global. Esa ayuda de sancionar individuos sí puede ayudar, como cuando los ratones se van de nuestra casa ya que empezó una fumigación y se alerta a los vecinos para que se protejan y nos ayuden a erradicar a los roedores infecciosos que huyen con nuestros alimentos.

Muchos venezolanos tienen la tendencia de poner en manos extranjeras la solución de nuestros problemas. Es una especie de tara. Unos la ponen en manos de rusos, cubanos, iraníes, chinos y turcos. Otros la ponen en manos de EEUU y Europa. Muy pocos ponen las soluciones de los problemas en manos de los propios venezolanos. Los que piden a Estados Unidos que pongan sanciones al petróleo para frenar la corrupción no se están dando cuenta de varias cosas: que sus mismos agentes federales, encargados de batallar el dinero ilegítimo que llega de Venezuela, se quedan con grandes tajadas y nada regresa al fisco venezolano para resarcir los daños, pagar maestros y médicos. Los agentes federales de EEUU hasta negocian con los capturados y los dejan tranquilos en Estados Unidos con parte del botín que pertenece a los venezolanos.

Mientras tanto, las sanciones al petróleo venezolano hacen un enorme daño al empresariado nacional, ya que les obliga a vivir con menos ingresos petroleros, un bajísimo PIB que afecta a cada trabajador, profesional e industria del país. La infraestructura y la población no puede mantener sus gastos con un PIB de $70.000 millones. Cuando no había sanciones al petróleo y había corrupción el PIB estaba en $400.000 millones. Un PIB tan bajo producto de las sanciones al petróleo implica menos ventas, menos sueldos y menos actividad económica. Si bien hay una corrupción infinita en Pdvsa, esta no se frena matando a la empresa sino eliminando a los roedores. Incluso las sanciones a la venta de petróleo incrementan la corrupción en Pdvsa al obligarla a vender el petróleo a piratas y no a clientes registrados y solventes, a usar proveedores improvisados y a usar cuentas bancarias no reportadas y hasta en criptomonedas difíciles de hacer seguimiento.

Las sanciones individuales sí pueden ayudar a reducir la corrupción en el país. Las sanciones a la economía petrolera no. Debe haber sanciones individuales si los individuos corrompen el sistema financiero internacional. Para eliminar las cucarachas no hay que incendiar la casa. Hay que atacar a los roedores en operaciones que apunten bien. Y no tiros de perdigones dispersos que maten a todos menos a los roedores. Los venezolanos debemos luchar sin esperar que otros países y que EEUU sancionen a toda la nación. EEUU no tiene por qué luchar contra la corrupción en Venezuela y menos matando al pueblo de hambre. Estados Unidos tampoco debe sancionar la venta de petróleo de Venezuela para lograr fortalecer la democracia. El efecto es contrario. En Barinas, en la pasada elección de gobernador, se demostró que la oposición en el terreno, unida, le puede ganar al oficialismo aún cuando las condiciones no sean idóneas.

El impacto económico de las sanciones al petróleo venezolano es de $300.000 millones en PIB. Y el impacto de la corrupción es mayor. Venezuela, aun con corrupción y con los precios del petróleo menores, llegó a producir un PIB en 2014 de casi $500.000 millones. Hoy, después de las sanciones, produce solo $60.000 millones. Ese es el costo de las sanciones de EEUU al petróleo venezolano. Entre la corrupción, el gasto fiscal de Venezuela y las sanciones al petróleo, hoy el país produce 33 veces menos que Texas con la misma población y con más recursos naturales. Es hora de crear un círculo virtuoso de reorientar el gasto fiscal eficaz y levantar las sanciones para levantar el PIB per cápita, dejar atrás la economía del deterioro y lograr una economía de prosperidad.

Twitter @alejandrojsucre

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Carlos Raúl Hernández

Durante el período de Jimmy Carter (1977-81) EE. UU se desploma como potencia mundial, en el eclipse del modelo económico rooseveltiano: populismo, protección a las “empresas nacionales”, obstáculos a la competencia, regulaciones a granel, altas tasas impositivas, Estado propietario-agencia-de-empleo, reticencia a las inversiones globales, copiado con fidelidad en Latinoamérica. Nixon y Carter controlan precios de alimentos y medicinas y fracasan, mientras a las líneas aéreas no permitían bajar los costos de los boletos para no perjudicar a “las pequeñas”, con inflación de dos dígitos, recesión y alto desempleo, stagflación. Sin el incentivo de la competencia para mejorar, la base de la industria norteamericana, entonces el automóvil, se estanca en pesados dinosaurios de hierro, caros, ineficientes en el uso de los combustibles y altamente contaminantes. El mundo, en cambio, se llenaba de ligeros carros japoneses de aluminio y nuevos materiales, sistemas de sonido high tech, computadoras más pequeñas y poderosas, televisores, made in Japan. La URSS se apropia del planeta, avanza el autoritarismo en Asia y África bajo su control, adquiere cabezas de playa en Latinoamérica, y crecen las euroizquierdas.

Derrotados en Vietnam y Camboya, bullían libros, foros, folletos, debates en círculos intelectuales y académicos, sobre “el final” de EE. UU ante la superioridad tecnológica de Japón y militar de la URSS. El marco lo conformaban la crisis energética de 1973, la dramática evacuación de la embajada en Saigón (1975), el auge terrorista árabe y europeo, el secuestro de diplomáticos norteamericanos por el fundamentalismo islámico en Teherán y el fracaso en su rescate (1979). Triunfa el sandinismo (1979) y la violencia se extiende a Guatemala, El Salvador, Honduras y viene la debacle en Iberoamérica por la crisis de la deuda (1984). Paul Kennedy publica Auge y caída de las grandes naciones, mil densas páginas sobre la decadencia imperial, que este servidor devoraba en noviembre 9 de 1989 y ¡asombro! cae el Muro de Berlín, sin que por días pudiera recuperarme del estupor. En medio de la lectura de aquél libro erudito, profundo, que preparaba las exequias de EE. UU, el cadáver es de su adversario. Asombro en los sacerdotes de la sabiduría convencional.

Había que “deconstruir” la estrategia de Ronald Reagan (1981-1989), sepultado de infundios por la izquierda mundial sin entender (o tal vez sí) lo que hacía. “Neoliberal” o “neoconservador” según el gusto, “desnacionalizaba la industria norteamericana”, al bajar aranceles de importación, lo que Schumpeter llama “destrucción creativa”, con invasión de productos baratos importados, que puso a correr las industrias para actualizarse o morir. Hollywood era antijaponés, y la izquierda plañía por las siderúrgicas y metalmecánicas, por General Motors, Ford, Chrysler, contra los malditos “autos enanos amarillos”. En alguna cinta, De Vito llora por la quiebra de una fábrica que era el “alma” de su pequeña ciudad. Y hasta Sean (nuestro San) Connery protagonizó una “que develaba la conspiración” tecnológica japonesa. Al revés de la caterva de inútiles vaticinios de la intelectualidad “antineoliberal”, el efecto dinámico reconvirtió la industria, que fue al gimnasio y salió a producir competitivos automóviles, computadoras, televisores.

Reagan conjuga altas tecnologías de EE. UU, Alemania, Inglaterra, Francia, Japón, en el escudo misilístico espacial la Iniciativa de Defensa Estratégica o Guerra de las Galaxias, forzó a la URSS a invertir 60% de su presupuesto en defensa, y la desbarató. Luego Bill Clinton (1993-2001) delega en Al Gore la revolución tecnológica que pasmó a Japón, creó 20 millones de empleos y colocó a EE. UU de nuevo en la cima. Por fortuna para la humanidad, Reagan ni Clinton pusieron en ascuas al planeta en guerras con la URSS y Japón. Pero en adelante los norteamericanos se sienten seguros, subestiman que hay que actualizarse cada día (“lo que no crece comienza a morir” dijo Darwin) y se dedican a la guerra. Entre tanto China, su hija adoptiva, hizo exacta y silenciosamente lo que Reagan y Clinton: crear un supermercado de capitales. China: India, Suráfrica, Indonesia, Vietnam, México, Uruguay, Brasil, Surcorea, Taiwán, Chile, Indonesia, que asumieron la “reaganomía”, hoy son potencias mundiales o regionales. Las que lucharon contra el “neoliberalismo”, al dogout.

EE. UU y sus aliados montan meticulosamente una guerra proxy con Rusia y, como en una película de Groucho Marx, todo sale al revés y mal, evidencia del colapso intelectual del liderazgo en 2022. La guerra viene a nombre de los “valores de occidente”, excluyen semióticamente Asia y África y dejan en la cuerda floja a Latinoamérica que no sabe muy bien qué es. Se inicia una cadena de errores, presididos por un extraño suicidio económico ritual, que eyecta del poder en un año once mandatarios europeos que la apoyaron, y los que faltan. La liquidación del paradigma Reagan-Clinton, comienza con Trump, seguido por Biden: aranceles a Europa y China, para el ilusorio “retorno de las inversiones a suelo norteamericano” y “sanciones”, es decir, proteccionismo por las malas. Once morrales de ellas carga Rusia, hoy más bien fortalecida por el esfuerzo, pero Biden reinicia la receta con China, el verdadero objetivo. Mientras Reagan-Clinton fueron progresivos (no “progresistas”, ¡por Dios!), estos gobiernos se tornan el más poderoso factor de involución actual, luego de EE. UU encabezar todas las revoluciones económicas en dos siglos.

China avanza a toda máquina –como Japón otrora- al podio de primera potencia mundial y Trump quiso impedir sus avances en vez de superarlos. Quiere detener el desarrollo tecnológico y la globalización, como el proyecto llamado Made in China. Y el mayor complejo de conexiones comerciales de la historia, conocido como la Ruta de la seda, tres sistemas comerciales China-Europa: uno por el Ártico, otro por el territorio continental y un tercero por el mar de China. Vías para trenes de 1000 kms/h, aeropuertos, carreteras, comercios, internet, puertos, navegación, nuevas ciudades. Con apoyo de Canadá, los norteamericanos bloquean Huawei que impulsa el 5G, cuando pueden hacerlo ellos, porque tienen todo lo necesario. Obstaculizan EMA, la red submarina de fibra óptica de los chinos que unirá por internet a bajo costo Asia, Europa y Medio Oriente, en vez de multiplicar proyectos como los de Elon Musk. La auténtica razón es que, de acuerdo con agencias globales, para 2030 China producirá 63% del PIB mundial, EE. UU 32% y Europa 7%, aunque estos pronósticos son de antes de la guerra, con energía rusa barata y la caída de Europa amenaza ser mayor.

Según el FMI y el Banco Mundial a Europa la acosan estancamiento, inflación, precio de la energía y desindustrialización. Las “sanciones” dañan a Europa y no a Rusia, fortalecen el rublo y aherrojan la alianza estratégica de China, Rusia, India, Suráfrica, Brasil (BRICS) que representan la mayoría del PIB, de la población y del territorio mundiales, decidida a sustituir el dólar, y otro grupo solicita ingreso, encabezado por Arabia Saudita que con la OPEP plus, golpean a EE. UU al recortar la producción, burlan sanciones contra Rusia. Inglaterra endurece su posición anti China, pero a última hora los mandatarios europeos desfilan para visitar a Xi Jinping, y Macron declara de manera que pone en crisis la OTAN. África y Latinoamérica guardan silencio porque su socio comercial principal es China. La invitación norteamericana a las empresas europeas tiende a colapsar porque su política exterior gesta una gran crisis. La Reserva Federal sube violentamente las tasas de interés para frenar la inflación y engendra una crisis financiera. Para sortearla, el gobierno de Biden concede auxilios a los bancos con emisión (¿inorgánica?) de dólares que vuelve aserrín las medidas de la R.F.

China se asume como gran potencia mundial de paz, adalid del libre comercio contra el ahora proteccionismo norteamericano, reconcilia a Irán, Yemén y Arabia Saudita, y Rusia demuestra su potencia militar. En el nuevo capítulo, con la dedicación que adobaron la guerra Rusia-Ucrania, van con China-Taiwan, pero tienen que ser antes de los nueve meses que faltan para las elecciones parlamentarias y presidenciales en la isla. La reputada encuesta de la universidad taiwanesa de Chengchi, dice que 90% de la ciudadanía quiere mantener el status y que hoy ganaría ampliamente el Kuomintang, partidario de buenas relaciones con China continental y perdería el Partido Progresista de la mandataria Tsai Ing-wen. Llevamos tiempo presenciando las debacles del proteccionismo y el mundo pasó de “el fin de la historia” a la caldera del diablo. Las encuestas registran bajón de Biden y aunque en entornos interno y global complejos, Estados Unidos tiene un as, asociado con el ascenso del gobernador de Florida, Ronald DeSantis, quien hace su estado el más próspero de Estados Unidos, y podría restablecer los equilibrios en su país y el mundo.

@CarlosRaulHer

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Redacción de Alnavio

El episodio de El Niño, que los científicos prevén se desarrolle en los próximos seis meses, traerá probablemente inundaciones y sequías más severas a nivel mundial, así como «picos importantes» de calor, pues al aumento de temperatura global causado por los humanos se sumará este fenómeno de calentamiento oceánico.

El fenómeno climático El Niño-Oscilación del Sur (ENSO) consta de dos fases -la fría, llamada «La Niña», y la cálida, conocida como «El Niño»- y supone “la variación de temperatura más importante a nivel global”, según explica a EFE Carlo Buontempo, director del servicio de Cambio Climático de Copernicus, el programa de medición satelital de la Unión Europea.

Este físico precisa que la oscilación ENSO, si bien alterna una fase fría y una cálida, no es regular ni necesariamente cíclica, como sí son otros fenómenos climáticos, y alega que puede haber varios años consecutivos en una misma fase, como de hecho ha ocurrido en los últimos tres años con La Niña, que acaba de terminar.

La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos dio por finiquitada esta fase fría en marzo y ahora, en un periodo neutral de ENSO -en el que no hay La Niña pero tampoco ha llegado aún El Niño-, augura que hay un 62 % de probabilidad de que El Niño se asiente entre mayo y julio de este año, y un 80 % de probabilidad de que lo haga en otoño.

Precisamente el fin de La Niña y el desarrollo de El Niño -junto al calentamiento global originado por el hombre- es uno de los argumentos que los especialistas ofrecen para explicar el máximo histórico de temperatura de la superficie marina registrado a principios de abril, cuando los océanos marcaron 21,1 ºC de media, superando el anterior récord de 21 ºC, alcanzado en 2016.

FENÓMENOS CATASTRÓFICOS

El Niño aumenta la temperatura de la superficie oceánica -que puede en la región tropical del Pacífico central ascender al menos 0,8 ºC-, un calentamiento que altera la variación de precipitaciones en todo el planeta y, según Buontempo, eleva el riesgo de fenómenos extremos como sequías e inundaciones.

Este experto aclara que las consecuencias de El Niño afectarán sobre todo a la región del sudeste asiático y a Australia, pero también a partes de Latinoamérica y del continente africano y, de manera menos intensa, al resto del mundo.

Por ejemplo, apunta que El Niño puede incidir en la formación de huracanes en el Atlántico, ya que “modula la dirección del viento en la alta atmósfera”.

CAMBIO CLIMÁTICO

Aunque son fenómenos que se pueden percibir como independientes, Buontempo aclara que el cambio climático tiene un impacto sobre El Niño y viceversa, y sostiene que “tanto a nivel de temperatura como de precipitaciones, los extremos que vamos a ver durante El Niño o La Niña serán más fuertes de lo que han sido hasta ahora”.

En conjunto, los últimos ocho años han sido los más cálidos en la historia de la humanidad y “lo verdaderamente sorprendente”, para este especialista, es que de éstos, muchos han coincidido con La Niña, la fase del fenómeno ENSO que refresca las aguas del Pacífico.

«Normalmente la temperatura global suele ser más baja en estos años de La Niña y aún así hemos tenido extremos de temperatura, lo que indica que la tendencia del calentamiento global es muy fuerte», expone el científico.

Sin embargo, los mayores picos de calor han sucedido durante El Niño (en años especialmente cálidos como 1998 o 2016, por ejemplo), apunta Buontempo, y es previsible que en los próximos meses -a finales de 2023 o ya en 2024- se registren nuevos máximos en la temperatura media global.

«Si a esa tendencia de calentamiento del planeta le sumamos el efecto de El Niño, es muy probable que tengamos un pico importante», advierte el especialista.

15 de abril 2023

AlNavio

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