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Opinión

Ignacio Avalos Gutiérrez

El Colegio San Ignacio de Loyola fue fundado por los jesuitas a principios del siglo XX, en el seno de una sociedad que concebía la educación como una actividad laica y se mostraba poco empática con la idea de que la enseñanza pudiera tener un contenido religioso. Nació, pues, con el viento en contra, soplándole durante varios años por razones ideológicas y políticas, esgrimidas para adversar su presencia en el país.

I.

Tiempo después comienza otra historia, caracterizada (permítaseme el uso ligero de la manida frase), por la “coexistencia pacífica de la Iglesia y del Estado”. Tuvieron lugar, entonces, transformaciones generadas por la visón cambiante que emergía del propio colegio, vista la necesidad de ajustar su papel al ritmo en que iban cambiando las circunstancias nacionales, convirtiéndose en el epicentro de un ecosistema institucional en el que figuran hoy en día la Universidad Católica Andrés Bello, Fe y Alegría, el Instituto Universitario Jesús Obrero, la Organización Social Católica San Ignacio (OSCASI), la Asociación de Antiguos Alumnos (OASI), el Centro de Reflexión y Planificación pedagógica (CERPE) y otras organizaciones socialmente muy relevantes.

II.

Miro para atrás y aún siento cercano ese lunes de septiembre, en el que comencé a cursar el primer grado en el colegio, de la mano de las queridas e inolvidables monjas, las Hermanas de Cristo Rey. Al poco rato, casi sin que me diera cuenta, empecé la secundaria y me gradué de bachiller. Fueron, en total, once años en los que nunca me percibí inmerso en un proceso de adoctrinamiento, obligado a cumplir a rajatabla códigos rígidos e inmutables, sino, por el contrario, estimulado a pensar por cuenta propia, respetando las reglas obvias que garantizan la convivencia y el respeto entre compañeros y profesores.

Sali de las aulas ignacianas llevando conmigo un pequeño morral, en el que guardé los fundamentos necesarios para transitar la vida, a saber, la libertad, la ética y el respeto a quienes fueran distintos de mi en cualquier sentido. Entendí, sin estar plenamente consciente de ello, lo que varios años después leería en un texto de Fernando Savater, sosteniendo que “…si bien lo que sea la realidad no depende de nosotros, lo que la realidad significa sí es nuestra responsabilidad. Y por significado no hay que entender una cualidad misteriosa de las cosas en sí mismas sino la forma mental que les damos los humanos para relacionarnos unos con otros por medio de ellas"

III.

A diferencia de las telenovelas, la vida no transcurre de acuerdo a un libreto, no suele ir hacia donde uno la espera, al contrario, sobran las casualidades, los imprevistos, las confusiones y hasta los sustos. Lo que se precisa es ubicarse en ella, comprendiendo que el destino siempre lleva el sello de la cooperación, la reciprocidad, la ayuda y ese sin fin de términos que remiten a la solidaridad con los otros. Por eso conservo el referido morralito, buscando siempre actualizar su contenido – esto es, mis marcos de referencia-, de acuerdo a los nuevos tiempos, determinados por la profunda metamorfosis que experimenta el mundo entero, de la que derivan nuevas y numerosas preguntas que remiten, dicho sucintamente, a la necesidad de cuidar la Casa Común, como señaló en su encíclica el Papa Francisco.

IV.

Claro que atravesé por problemas y disgustos a lo largo de mi recorrido estudiantil, pero recuerdo con añoranza mi pasado, sin necesidad de hacer trampas con mi memoria. No lo echo de menos, porque guardo todavía su legado, incluidos muchos amigos que se han vuelto eternos. En cierta manera es un camino integrado a mi presente e incluso a mi futuro, aunque no he consultado ningún mago.

No encuentro, pues, manera de expresar mi reconocimiento al colegio. Tengo mil motivos, pero apenas diré, que para fortuna de los que estudiamos en el San Ignacio, el balompié fue parte medular del paisaje escolar, consecuencia del empeño puesto por los curas, sobre todos los de origen vasco. Llevo, pues, el fútbol en las venas y creo haber entendido que, conforme lo han escrito algunos filósofos y sociólogos, la “cancha es una metáfora de la vida”, aunque a menudo me ayuda pensar que la cosa es más bien al revés.

El Nacional, jueves 18 de enero de 2023

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Edgar Benarroch

CUIDEMOS LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Hace aproximadamente un año elaboré una nota sobre los partidos políticos, que hoy considero prudente volver a publicar por la insistencia en el ataque a que con sometidos casi a diario.

Hemos afirmado muchas veces la necesidad de la existencia de partidos políticos organizados, que busquen el Bien Común y la Justicia Social y actúen con ética en el acontecer nacional. Ellos son fundamentales en la vigencia de la democracia como sistema perfectible de gobierno y de alguna manera como modo de vida ciudadana.

Hoy como nunca los queremos organizados, formados y actuando para servir al alto interés nacional, que consulten a su militancia y simpatizantes sobre sus autoridades y sobre las propuestas de interés general, sobre los candidatos que se proponen a cargos ejecutivos o de representación popular. Si queremos respeto, participación, solidaridad y disciplina, debemos practicarlos adentro para ser auténticos. Lo otro sería exigir para afuera lo que no practicamos adentro y eso nos presenta como deshonestos y sin ninguna credibilidad.

De la salud de los partidos políticos depende la salud de la democracia y del quehacer público. En la medida que tengamos organizaciones dedicadas al servicio, que privilegien los intereses colectivos más allá de los propios, que sean auténticos, que entiendan que la ética limita su acción y en fin que sean instrumentos útiles y eficientes en la lucha por alcanzar el Bien Común, en esa misma medida la actividad pública será elevada y la democracia será menos imperfecta.

La política tiene que ver con la suerte del país, tiene que ver con nuestro presente y futuro y en consecuencia todos estamos impelidos a participar activamente en ella, no necesariamente a estar inscrito en algún partido político, pero si pendientes y preocupados por el acontecer nacional. Podemos no ser afecto a algún partido político, pero no ser apolítico que nos coloca de espalda a la suerte del país y a nuestra sociedad y en corto plazo, paradójicamente, a nosotros mismos.

Si las organizaciones políticas son fundamentales para la existencia de la democracia por ser los pilares que la sustentan, tenemos el legítimo y normal derecho a exigir movimientos coherentes, organizados, auténticos, morales, éticos y movidos por el sagrado interés general y colectivo. Cuando está en discusión el alto interés nacional no debe existir algo que nos distancie de la atención para cumplir el inmenso deber que tenemos con la Patria.

Los partidos políticos son sociedades intermedias que deben funcionar como una correa de transmisión en doble sentido, del pueblo al gobierno y de éste al pueblo. Los errores e imperfecciones de los dirigentes les son propias y no debemos endosarlas a la organización, por ello no debemos caer en el error de atribuir las fallas de las partes al todo.

Pensar y preocuparnos por los partidos políticos y colaborar desde nuestro espacio y posibilidad para su perfeccionamiento, es colaborar con el régimen de libertades y con la democracia no solamente como sistema de gobierno perfectible, sino como modo de vida.

La democracia es el gobierno del pueblo y nosotros decidimos dárnosla como sistema para desenvolvernos civilizadamente en convivencia, paz, bienestar, desarrollo y felicidad. Aspiramos, que si es así, todos participemos en su desarrollo y siendo los partidos políticos sostén y contenido de ella, estamos obligados a colaborar para que esas bases sean sólidas, estables y útiles no sólo en su sostenimiento sino también en su desenvolvimiento.

20 de enero 2023

¿VENEZUELA SE ARREGLÓ?

Cuando leo o escucho a alguien decir que Venezuela se arregló, de inmediato lo dejo de leer o escuchar, porque se trata de una persona trastocada mentalmente y con severos problemas de sentimientos y percepción y por razones de higiene mental es bueno no leer y no escuchar.

Dicho por quién detenta la Presidencia de la Republica es una escandalosa mentira con pretensiones de confundirnos, pero ello no es nada fácil, la realidad es incontrovertible y testaruda y la vivimos a diario.

El país cerró el pasado año 2022 con una inflación mayor del 310% anual, lo que nos coloca en los primeros del mundo con este grave problema; los servicios públicos todos están colapsados y cuando funcionan lo hacen de manera intermitente, el año pasado hubo más de 240.000 interrupciones de energía eléctrica; existe un 80% de insuficiencia de insumos médicos con instalaciones hospitalarias en el suelo que carecen de equipos y de lo más elemental; el salario mínimo es de 7 dólares americanos, el más bajo del mundo; el desempleo y la informalidad laboral crecen de forma exponencial y más del 70% de nuestras industrias han cerrado; el 90% de la población está por debajo de la línea de pobreza y de ese porcentaje dos tercios en situación crítica; la inseguridad pública, personal y de bienes es escandalosa y nos constriñe a diario; la administración de justicia está mediatizada y es el régimen quien resuelve de acuerdo a sus obscuros intereses; más de trescientos presos por razones políticas que son torturados física y psicológicamente; los ladrones se han llevado del país más de 350 mil millones de dólares que tienen colocados en el exterior en bienes raíces y efectivo; además diariamente se atenta contra el ecosistema provocando graves problemas de desequilibrio; acabaron con la agricultura y la cría y la intermediación comercial ha desaparecido en un 40%.

Como es posible que con esas condiciones se pueda afirmar que Venezuela se arregló. Creen que el estado de pobreza y hambre nos ha transformado en distraídos, lelos con déficit mentales que con falsedades y mentiras podemos ser confundidos.

Por vivir a diario la situación, es porque luchamos sin desmayo para salir cuanto antes de este horror que lamentablemente aún tenemos.

19 de mayo 2023

PARA PREOCUPARNOS Y REFLEXIONAR

Vi en las redes un vídeo donde aparece una señora, creo dirigente sindical, convocando a la manifestación que ocurrirá el siguiente 23 de este mes y llama a los partidos políticos y a sus dirigentes a no presentarse con emblemas, consignas o algo que los identifique y que sean uno más de la manifestación sin alardes de ninguna naturaleza, es decir, estar sin estar.

Esta exigencia de la dirigente sindical denota un claro rechazo a los partidos y a sus dirigentes, contrario al llamado del pasado cuando se requería la presencia de la clase política dirigente. ¿Qué ha ocurrido?, no lo sabemos con precisión, pero lo que está claro, de bulto, es que existe una pérdida de confianza del pueblo en los partidos políticos y en sus dirigentes que llega al extremo de pedir que no se acerquen porque “rayan”.

Este es un sentimiento muy grave toda vez que los partidos políticos son pilares fundamentales en el sostenimiento de la democracia y el régimen de libertades; sin ellos no hay democracia y el pueblo no está organizado para decidir su presente y futuro y si lo hace es con inmenso riesgo de un salto al vacío.

Es necesario y urgente que el pueblo vuelva a confiar en los movimientos políticos y en sus dirigentes y para lograr ello es fundamental revisarnos y diría reinventarnos para corregir errores y estar a la altura del inmenso desafío que este tiempo nos propone como reto histórico. Hagamos conciencia por qué en el sentimiento popular no están presentes las organizaciones políticas y sus dirigentes y se les ve como obstáculos y no solución.

Un pueblo sin partidos políticos organizados es presa fácil del oportunismo y populismo demagógico. Lo vimos y sentimos en el pasado que con el deterioro de los partidos políticos fundamentales surgió Chávez cuyas consecuencias conocemos. El rechazo del pueblo también es un reclamo a la revisión y rectificación; nos mejoramos o nos mejoran, hagámoslo pronto porque el tiempo transcurre y no regresa, vienen otros tiempos pero distintos y diferentes.

18 de enero 2023

 6 min


Maxim Ross

Por el camino que vamos y por las noticias que se originan adentro y afuera, todo parece indicar que el quid pro quo de una modificación en el sistema de sanciones será económico y no político, en especial por la insistente defensa de las inmensas ventajas que le reportaría a Venezuela una inyección de capitales extranjeros en la industria petrolera. Sin lugar a dudas, levantar millares de millones de dólares para rehacer la tragedia de PDVSA y elevar la producción del crudo y el valor de las exportaciones, tienen una repercusión indudable en la depauperada economía y sociedad venezolanas.

Los beneficios

En ese sentido, hay aquí quienes están viendo “una sola cara de la moneda” y no la otra, es decir solo la de los beneficios. Desde luego el PIB global aumentará y el per cápita también. Al gobierno le ingresará más dinero y PDVSA, quizás, vuelva a convertirse en el emporio que fue. Algunos grandes capitales criollos se beneficiaran por una menor o mayor apertura a participar, si se modifica o no la legislación vigente. Sin embargo, un esquema de esas características, que en buena medida repite nuestra historia pasada, nuestra Venezuela Petrolera, tiene estas ventajas, pero tiene riesgos importantes que deben ser considerados, cuando el petróleo se vuelva a convertir en el único sostén de toda la economía, como fue hasta ahora.

El petróleo como único sostén

Estaría demás argumentar sobre este punto, porque todos sabemos la importancia y el peso que ha tenido en Venezuela, en especial como nuestro único proveedor de divisas y este es su rasgo particular y el más relevante a los fines de estas notas... Sirvió, prácticamente solo, de soporte de nuestro país en los años que van de los 30s hasta los 50s, poniéndolo a crecer a tasas insospechadas. Luego, las reformas iniciadas en los 60s cambiaron en algo esa dependencia, en tanto que se creó una primera base industrial, que no tuvo el impulso necesario como para sustituirlo como el gran proveedor de divisas. El aumento de los precios internacionales a mediados de los 70s reprodujo la Venezuela enteramente petrolera y el país se acostumbró a vivir con ingresos crecientes y extraordinarios, hasta que estalla la crisis de los 80s, con las consabidas repercusiones económicas y políticas.

No aprendimos la lección y lo volvimos a colocar en el centro de nuestro universo y nunca pudimos sustituirlo por otra fuente de riqueza similar, especialmente porque cuanta crisis aparecía y exigía un cambio fundamental en la estructura económica, “apertura tras apertura” resolvían la coyuntura. Tiempo después, tampoco aprendimos la lección cuando la “revolución” lo hizo el vértice del bienestar de los pocos años que culminaron en los aprietos que vivimos hoy. Pareciera entonces, obvio y evidente que la economía del petróleo como único sostén[1] tiene un patrón de conducta que debemos examinar y no repetir. Su típica característica de hacernos mono-productores y mono-exportadores nos hace excesivamente dependientes del “oro negro” y de los riesgos que implica.

Riesgos económicos

¿Será necesario repasar la película de todos estos años de la Venezuela petrolera para no darnos cuenta de los riesgos que tomamos si volvemos a repetirla? ¿Será necesario decir que su gran resultado lo registran “crisis de auge y crisis de miseria” producto de la crítica volatilidad de los precios internacionales, como bien registramos en la gráfica [2]al final de estas notas y como bien lo ilustra la situación actual?

En primer lugar esta el hecho de que, cuando hay crisis, el bolívar se devalúe, lo cual ya es suficiente razón para evitarlo, pero la raíz del problema está en permitir y promover que se mantenga una única fuente proveedora de divisas, tan inestable e incierta como la petrolera, creando expresamente las condiciones para el riesgo cambiario. Si a ello se suma que, en épocas de auge la tasa de cambio tiende a fortalecerse y reduce las posibilidades competitivas de otras actividades[3], caemos en el viejo dilema de devaluar en su favor, pero en contra del poder de compra de la gran mayoría. Como vemos: doble riesgo cambiario.

Por si acaso no nos convence este argumento, no olvidemos que devaluación y equilibrio fiscal “van de la mano” y que cuanto déficit se presenta la manera más sencilla de solventarlo es depreciar el bolívar. El Estado y sus administradores se acostumbraron a vivir con ello sin control alguno. La experiencia nos dice que ese camino es contraproducente y que termina en graves crisis fiscales, que culminan en serios problemas sociales, como los que se viven hoy día.

El riesgo social

Luego, en sus efectos de más largo plazo y estructurales podemos constatar que hemos alcanzado índices de pobreza impensables en contraste con los ingresos percibidos, con una población desasistida, en las condiciones más precarias y con el empobrecimiento generalizado de todos los venezolanos, hecho que deriva de que la relación entre la tasa de cambio y la inflación es extremadamente inflexible y que devaluar la empuja al alza, con el consiguiente efecto de deterioro del ingreso real, especialmente en los sectores más vulnerables.

Si después de 100 años de explotación petrolera lo que exhibimos son 15 millones o más personas en esas condiciones y viviendo precariamente alrededor de nuestras principales ciudades no es para alegrarse. ¿No será este suficiente argumento para evitar, tanto como se pueda, volver a caer en una política del petróleo como único sostén, siendo este el problema de raíz? La experiencia venezolana nos dice que el petróleo genera bienestar, pero también produce miseria, ¿Por qué?

El riesgo del Estado propietario.

Porque para mantener ese Estado es necesario exprimir al resto de la sociedad. Por tanto, si algo hay que revisar es ese formato del Estado como único dueño y administrador del recurso petrolero a juzgar por los trágicos resultados, económicos, sociales, políticos e institucionales en que estamos envueltos. La economía en ruina, la petrolera igual. Pobreza. La democracia en peligro. Las instituciones desarmadas y desequilibradamente compuestas. Un Poder Ejecutivo excesivamente omnipotente. Estos son los riesgos de haberle delegado todo al Estado propietario. Si vamos en dirección de mantener ese “status quo” bien vale la pena reconsiderarlo.

Los riesgos políticos

Resulta ser que el formato adoptado tiene, también, estos riesgos. El primero de ellos se origina en que una situación así le conviene ampliamente al liderazgo político, pues le permite manejar el país sin tener que depender de los ingresos de los venezolanos, de la opinión pública y del resto de la sociedad civil, como ha sido hasta hoy. “Partidocracia y petróleo” se juntan en una conveniente ecuación[4], que se agrava exponencialmente si, gracias a aquel formato de apropiación se logra imponer un partido único en el poder.

El segundo de los riesgos políticos es que, cualquier intento de transformación de ese esquema choca con demasiados obstáculos e intereses porque, acostumbrados a vivir de él, los cambios requieren de un alto consenso político y, si este no existe, no se logra o no se promueve, la pérdida del poder político es casi inexorable, como lo demuestra otra vez la experiencia.

Pero, de todos los riesgos políticos el mayor de ellos es que el petróleo, como nuestro único sostén, nos conduce a una extrema dependencia de la coyuntura económica internacional, que ya es bastante, aunque lo peor es que nos coloca en el marco del juego de la geopolítica internacional y terminamos “danzando” entre los intereses de los grandes poderes mundiales, llámense americanos, rusos o chinos. Venezuela, gracias a ello, ha estado excesivamente condicionada a esos poderes. Tanto es así que ahora, de lo único que hablamos es si se mantienen o se eliminan las conocidas sanciones, pendiendo del “hilo” de específicos intereses internacionales. Por supuesto, no estamos pensando en una Venezuela autárquica es estos tiempos, pero si en una que pueda gozar de una mayor autonomía frente a ellos.

Narrados estos hechos, nos permitimos llegar a algunas conclusiones. La primera: siendo que el petróleo va a seguir allí por largo tiempo tenemos que evitar esa condición de “único sostén” a que hemos aludido y desarrollar una economía elevadamente diversificada en la producción de divisas, la cual, precisamente aumentaría nuestro grado de autonomía. La segunda: no podemos continuar con el esquema de una economía petrolera y otra no petrolera, pues la primera tiene que integrarse a la segunda[5], de manera tal reducir al máximo los riesgos descritos. La tercera: como debe parecer más que obvio es que debemos modificar radicalmente la estructura del Estado Propietario y hacernos dueños los venezolanos de nuestra principal industria. Quizás así, podamos poner al petróleo en dirección del interés de toda la sociedad y no solo de algunos.

[1] Hay quienes piensan que la “era petrolera” ya culminó y que el estado de PDVSA así lo comprueba, pero muy lejos estamos de ese fin.

[2]El grafico que mostramos, tomado de una Revista petrolera internacional, solo pretende recordar a los lectores como fluctúa el precio del crudo en los mercados hoy día.

[3] Es la llamada “enfermedad holandesa”, la que solo tuvo validez en Venezuela cuando los aranceles se redujeron y dejaron de ser guías principales de las actividades económicas.

[4] Ver “El Fin de Petrolia y Una Nueva Venezuela” M. Ross, Amazon.Books

[5] Ver nuestro planteamiento en “Venezuela: Elementos de una Visión de Integración Nacional” Revista de Integración Nacional Año 2, No 4. Universidad Monteávila.

 7 min


Julio Castillo Sagarzazu

Cuando el conductor se equivoca y toma una vía distinta a la que indica el GPS, el dispositivo suele alertarlo y se escucha la frase: “recalculando…”. Es señal de que vendrán nuevas señales para retomar la vía.

Las fuerzas democráticas venezolanas deben recalcular su estrategia para enfrentar al oficialismo, una vez que se ha metido por meandros que ha debido evitar. No leímos bien el GPS.

Este “recalculo” debería llevar un desplazamiento del eje de la política que se ha venido desarrollando en los últimos meses. Pareciera importante y más útil, igualmente, encontrar esa ruta mirando más por el parabrisas, que perdiendo el tiempo haciéndolo por el retrovisor.

Hay dos elementos nuevos que deberían considerarse: Por una parte, esta el parteaguas de las fuerzas opositoras que ha supuesto la eliminación del gobierno interino y por la otra, la irrupción notable de una nueva oleada masiva de protestas y de presencia en la calle, que no se veía desde los días de entusiasmo que siguieron a la proclamación de Guaido.

Sobre la primera no hay mucho que decir. Ha quedado patente que la oposición que venia actuando en conjunto en la llamada plataforma unitaria, ya no lo esta formalmente. De esa experiencia queda únicamente la Comisión de Primarias que se constituye, de facto, en la única instancia que conecta a estas fuerzas y que tendrá la delicada misión de mantenerlas unidas, al menos, para concretar la realización de ese proceso tan importante para mantener una cierta homogeneidad de fuerza frente al gobierno de Maduro.

Sobre la segunda, si pareciera necesario detenerse a tratar de desentrañar la naturaleza y los rasgos novedosos de esta oleada de movilizaciones que han sacudido al país en estos últimos días.

A ese respecto, no deja de ser paradójico que se recupere esta capacidad de movilización, justamente, en el momento de esta severa crisis de la elite opositora. Este hecho, lo que pareciera sugerir es que el contagio no se ha producido porque entre la dirigencia social y gremial y la política, hay la suficiente “distancia social” para no haberse contaminado. En cualquier caso, lo que se debe deducir de esto, es que esa falencia debe ser superada, porque este divorcio solo hará más compleja la salida de la crisis y el cambio político en el país.

¿Por qué es necesario resolver este problema? Pues porque como bien lo señalaba el manual leninista, el ¿Qué Hacer?: “El movimiento obrero dejado en su expresión espontanea, solo genera “tradeunionismo”. En latín vulgar, lo que esto quiere decir es que el movimiento social, dejado su libre albedrio, lo tiene demasiado difícil para lograr un cambio político.

Este desafío es de capital importancia. Sin manipular las movilizaciones, sin instrumentalizarlas y sin pretender usurpar su dirección natural, las fuerzas democráticas, deben encontrar el mecanismo para darle profundidad, estrategia y direccionalidad a las reacciones espontaneas y a las que están siendo conducidas por los lideres naturales de gremios, sindicatos y comunidades.

Para ello es indispensable regresar a cultivar la relación con la gente de carne y hueso; hacer una labor de caza talentos, para identificar a los mejores dirigentes y para organizar esta vanguardia detrás de un plan político y social claro y que apunte al cambio. Dicho de otra manera: Hay que apartarse un poco del WhatsApp y el Instagram y sumergirse barrio y gremio adentro, al encuentro de la gente.

Es, en este momento, en el que hay que regresar al tema de las primarias y volver a señalar que este proceso debe conseguir un punto de encuentro con la movilización social. Un viraje audaz, junto a una generosidad, humildad y capacidad de comprender que hay liderazgos surgiendo, es una iniciativa necesaria hoy en día. De esa sinergia, dependerá mucho el futuro democrático de Venezuela.

Hay que recalcular la ruta. Es la única manera de avanzar.

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​José E. Rodríguez Rojas

La economía venezolana incrementó su crecimiento el pasado año en un 22%. Fue una recuperación en el fondo de pozo, pues había perdido 80% de su tamaño en los años previos. Si bien se superó la hiperinflación, el Índice de Precios culminó en 305,7%. Los precarios logros alcanzados tienen fundamentos frágiles pues en el 2023 se prevé una desaceleración del crecimiento y tasas de inflación cercanas a la hiperinflación.

La guerra de Ucrania ha creado varios shocks que han tenido efectos traumáticos en las cadenas de suministro de energía y alimentos, que se ha reflejado en un incremento de los precios de ambos elementos y ha empujado la inflación en los países más industrializados a cifras cercanas al 10%. Los bancos centrales de estos países han incrementado las tasas de interés a fin de disminuir la inflación. El aumento de las tasas de interés generará una recesión global en el año 2023. La recesión presionará a la baja la demanda y los precios del crudo.

Previendo la recesión los países de la llamada OPEP ampliada, que incluye a Rusia, tomaron la decisión de recortar la producción que aspira compensar la caída en la demanda de petróleo. Se espera que esta política de recortes se mantenga. Sin embargo los especialistas señalan que es difícil estimar el precio del crudo ante las diversas fuerzas que lo presionan, unas a la baja y otras al alza. Lo cierto es que no se prevé un derrumbe en los precios y las diversas fuentes estiman que se moverá en un rango entre 70 y 140 dólares.

Venezuela incrementará ligeramente su producción en unos 100.000 b/d debido a la moderación de las sanciones y la concesión de la licencia a la empresa Chevron por el gobierno de Biden, a fin de producir y exportar petróleo venezolano a los Estados Unidos. Si bien se espera un incremento en la producción y exportación de petróleo que mejorara el flujo de caja del gobierno, se prevé una crecimiento del 4% lo que implica una desaceleración con respecto al 2022, cuando la tasa de crecimiento fue del 12% según la CEPAL. Esta última fue una recuperación en el fondo del pozo, pues la economía había contraído su tamaño en un 80% en los años previos.

Se espera una caída en las remesas debido a que se ha producido un reencuentro de las familias en el exterior y la recesión complicará la situación económica de los que han emigrado.

Si bien la inflación del 2022 culminó en 305,7% según el Observatorio Venezolano de Finanzas, en los meses finales del año rondó los niveles de hiperinflación. Un escenario probable en el 2023 es que continúen las elevadas presiones inflacionarias rondando los niveles de hiperinflación. La elevada inflación reducirá el poder adquisitivo de la población, en especial de los que laboran en el sector público, lo que presionará a las organizaciones sindicales a movilizarse para presionar al gobierno por medidas compensatorias a sus agremiados. El consumo se resentirá.

Los efectos positivos de la dolarización culminaron en el 2022 debido a que el propio gobierno introdujo la reforma del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras lo que trajo un retroceso en el proceso de dolarización.

Las elevadas presiones inflacionarias continuarán debilitando al bolívar y revalorizando al dólar. Algunos eventos podrían moderar la presión sobre el bolívar. De concretarse la operación de Chevron, la empresa podría vender parte de las divisas que obtenga en el mercado nacional disminuyendo la presión sobre la moneda nacional, también incidirá en este sentido la liberación de los recursos de Venezuela bloqueados en Rusia por las sanciones.

Como lo hemos señalado se producirá una situación paradójica pues a pesar del mayor ingreso en dólares del gobierno, que se producirá en el 2023, se generará una desaceleración del crecimiento; que estará impulsada por la caída de las remesas, el retroceso en el proceso de dolarización y la caída en el consumo producto de las elevadas presiones inflacionarias.

Al igual que en el 2022 el precario crecimiento económico que se produzca será muy desigual en términos territoriales pues el 40% se concentrará en Caracas. En términos sectoriales porque se generará un proceso de desindustrialización en el marco del cual los sectores más dinámicos serán comercio, servicios, transporte y alimentos, mientras la industria y la manufactura quedarán al margen. En términos sociales pues solo una minoría con ingresos dolarizados se beneficiará.

Los mayores ingresos que percibirá, el resquebrajamiento del aislamiento internacional y la división de la oposición generarán en el gobierno una sensación de mayor afianzamiento en el poder, lo que podría hacer aflorar las fricciones existentes entre las fracciones que cohabitan en el mismo.

Fuentes

Correo del Caroní. 2022. Advierten que Venezuela podría entrar de nuevo en hiperinflación en 2023. Diciembre 15.

Finanzas Digital. 2022. Asdrúbal Oliveros estima que la economía venezolana solo crecerá 4% en 2023. Noviembre 23.

Tal Cual. 2022. La economía venezolana en 2023 “pende de una licencia”. Noviembre 30.

The Economist. 2022. Why a global recession is inevitable in 2023. Nov. 18th

Profesor UCV

 4 min


José Briceño

La educación venezolana tiene millones de problemas que van desde negligencia doméstico, eso a su vez tiene que ver directamente con lo poco que les interesa a muchos y eso desde los representantes hasta los profesores, unos porque no entienden su importancia en este país donde un Dr. (Phd) gana menos que el obrero calificado y el desinterés de muchos docentes por el mismo asunto, nadie trabaja por mendrugos a menos que sea millonario y en ese caso lo llaman voluntariado eso solo funciona para quienes no deben pensar en la quincena para comer, asunto que no pasa con mis colegas, si a ese coctel venenoso le agregas un sistema educativo que aplana la curva del aprendizaje haciendo que todos los jóvenes pasen por el mismo plan educativo sin tener en cuenta las aspiraciones de cada uno, regalando el pase al grado inmediato superior solo por asistir, en ningún momento para aprender, así sea buena la intención, las consecuencias son terribles, un país donde la educación de calidad está (en teoría) solo en los colegios públicos es una tragedia que recién estamos viendo sus consecuencias, una economía sin salida.

Ahora bien, quejarse no tiene sentido si no propones algo nuevo, creo que la educación media tiene que cambiar hacia algo que les atraiga a las mayorías, que no cree ese abanico de aspiraciones truncadas en el que se ha vuelto el bachillerato, que si le sumamos los costos de un liceo (o universidad) privado la cosa de la desesperanza cunde por todos lados. Desde hace años (casi cuarenta) he visto de cerca los cambios educativos, primero como alumno del aborrecible bachillerato y luego como docente que ha evitado por todos los medios el contacto con adolescentes que no soporto , es cuestión de gustos, hay a quienes les apasiona ser padres con horario docente y otros (como yo) a quienes les agrada dar clases a gente adulta que sabe que si no estudia no aprueba, pero esa es otra historia, luego de ver tanto creo dar con una teoría que quizás sirva para mejorar el proceso del muy importante bachillerato y con ello lograr mejoras sustanciales en el futuro de la nación.

Desde mi experiencia

Cuando dejé el bachillerato me fui a una escuela de artes donde aprendí los rudimentos del oficio de fotógrafo, allí vi por primera vez que el estudio no es ningún drama si la cosa te apasiona, luego fui a la universidad y esa idea terminó de tomar fuerza, durante todo el bachillerato solo amé algunas materias porque estimulaban mi imaginación y me permitían descubrir cosas nuevas, el resto de todo eso lo odié tanto que abandoné en el último año pensando que podría hacer algo decente con mi vida, otro aprendizaje, si no tienes vocación de comerciante difícilmente podrás tener una vida holgada pues ya pasaron los años de obreros felices y eso era en el siglo pasado que ahora el asunto es aún más especializado que hace treinta años. Tanto en la escuela de artes como en la universidad fui feliz no porque hubiese un bajo nivel de exigencia, todo lo contrario, en el primer ejemplo debías investigar mucho y practicar más para que el resultado fuese aceptado en un salón estudiantil por lo que quienes no aprobaban la curaduría ya sabían que les tocaba repetir, en el segundo caso (la universidad) hubo un nivel de exigencia rudo, cinco años haciendo malabares entre la vida y el estudio, debía trabajar , hacer trabajos para la universidad investigar, estudiar para los exámenes , redactar mucho y leer más (estudié Lengua y Literatura) para aprobar con 8,5 sobre diez.

Estos ejemplos conservan una similitud básica, estaba descubriendo un mundo de cosas nuevas y como añadido estaba en eso con otros locos empeñados en estudiar asuntos que a muy pocas personas importan hoy día, luego de la universidad descubrí que ser uno de los expertos en la obra de Gabriel García Márquez solo me importaba a mí y a los colegas, a nadie más interesa, en eso consiste la alegría universitaria, el beneficio del título aplica pero la verdad es que quienes fuimos felices en la universidad pero infelices en el liceo podemos dar fe de ello.

Entonces, mirando atrás puedo asegurar que odiaba el bachillerato por considerar (erróneamente) que todo lo aprendido allí no tiene ningún sentido, claro, si lo aborreces apenas serás funcional allí y eso en quienes tienen padres pendientes del asunto, que quienes no pues terminan abandonando o entregados a las facilidades de la espantosa ley de educación inventada para reducir el abandono escolar, en vez de atacar el problema entregan más facilidades para hacer felices a los muchachos sin saber muy bien que sucederá con ellos al salir, pecando de cospiranoico puedo creer que es un plan orquestado para hacer más patente la brecha entre los que tienen dinero y los pobres, si los pobres se mantienen ignorantes siempre serán necesitados y fáciles victimas del sistema, esa ley de educación básica parece constatar mi idea.

Como debería ser la educación.

Tengo la impresión de que el problema educativo ha sido mal entendido en Venezuela, los colegas a quienes respeto, parecen no tener idea de cómo salir del atolladero y les da por inventar asuntos que están muy lejos de nuestra realidad, no somos ciudadanos de ningún país nórdico para imitarlos, ellos tienen problemas que a nosotros nos perecerían maravillas si los compartimos con los nuestros, además no salen del formato necio de ser bachiller “integral”, un eufemismo para ocultar la problemática de fondo, en estos tiempos en los que la educación especializada debería comenzar en el bachillerato, prefieren evadir el bulto de la muy necesaria tecnificación de nuestros bachilleres porque así les sale más barato, correr la arruga es algo natural en la gente de izquierda cuyo raciocinio parece no darles para mucho, inventando soluciones administrativamente simples para problemas profundamente complejos.

Los colegios privados tampoco hacen mucho, es verdad que por tener más opciones esos alumnos aprenden otras cosas pero el sistema de base es el mismo, hacer tabla rasa con el aprendizaje aplastando en el camino al intelecto, es algo común pero que por fortuna hay algunos elegidos que pueden escapar y vaya que se escapan, si logras salir con éxito de ese navegar en el profundo barro de la “normalidad”, al salir vas a correr tan rápido como puedas de todo.

La solución

La solución va en dos sentidos, el primero está en cambiar la ley de educación para que esta vuelva a permitir que los jóvenes entiendan el valor del estudio pues si no hay premio tampoco habrá esfuerzo, ya basta de regalar el diploma de bachiller a jóvenes que difícilmente podrán cumplir con programa universitario alguno, no porque sean brutos, es que no tienen las competencias necesarias, el socialismo feliz que le quita obligaciones también les priva el intelecto. La otra idea es diversificar el bachillerato, pero no de la forma tradicional, sería interesante ver un bachillerato (digamos que el diversificado) donde las materias representen unidades de crédito cuya sumatoria (y aprobación) tenga como resultado la obtención de un diploma de bachiller que le certifique para el universo universitario, no todos quieren ser bachilleres en ciencias, hay gente que quiere estudiar teatro, literatura, programación, gaming, periodismo, fotografía, cine, física, matemática, antropología, arquitectura, ingeniería, ciencias militares , docencia, matemáticas y pare usted de contar las oportunidades, todas cegadas por un sistema limitado y pobre. Propongo establecer una dinámica donde el estudiante pueda inscribir las materias que lo hagan acreedor de los créditos necesarios basándose en sus intereses y habilidades, por supuesto habrán unas cuantas materias comunes como matemáticas, física ,química y castellano, el resto son unidades de crédito que cada joven escogerá a conveniencia para poder obtener un título cuya característica principal es la de haberle dado las competencias necesarias para su vida universitaria, solo así (creo) los jóvenes recuperarían el amor por el estudio y no estarían en ese limbo de neo-profesiones (youtuber, Vtuber, tiktoker, influencer, community manager etc.etc…), que si bien resuelven la situación económica del momento , no aportan nada al crecimiento de un país.

Recordemos que países como India, que hasta hace pocos años eran un agujero negro de pobreza pudieron salir adelante haciendo cuantiosas inversiones en estudios para que las nuevas generaciones los salvasen de la miseria, ciertamente no la han acabado pero ya tienen el camino andado para que la miseria (en algún momento) sea solo un recuerdo del pasado, en Venezuela, pareciera que a miseria es dictada por decreto para obtener ganancia política.

17/01/2023

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Humberto García Larralde

El inicio de año suele acompañarse de esperanzas de mejora, como si las trabas y malas energías que frustraron nuestras aspiraciones el año pasado se hubiesen ido con él. Quizás por razones de fe, emergen expectativas positivas: no merecemos las penurias a que nos ha condenado el chavo-madurismo. Bienvenidas sean, si ello se plasma en una disposición de lucha por superar las dificultades que agrian nuestro derecho a una vida mejor. Y este ánimo parece inaugurar el 2023; multitudinarias manifestaciones de docentes en pueblos y ciudades a lo largo de la nación y también de los Sidoristas en Guayana, protestando en contra de sus deplorables condiciones de vida y de trabajo. Pero, a juzgar por la visión edulcorada de “recuperación” que presentó Maduro la semana pasada en su Memoria y Cuenta, tales movilizaciones no tendrían razón de ser. ¿Realmente se recupera el país bajo Maduro?

La economía fue descrita como ciencia “lúgubre” (dismal) por parte del filósofo escocés del siglo XVIII, Thomas Carlyle. Aunque nos tilden de “aguafiestas”, debemos señalar que la superación de la miseria material de las mayorías venezolanas no será sin incrementos sostenidos en la productividad. Es decir, sin una aplicación cada vez más eficiente de los recursos a nuestra disposición para producir los bienes y servicios que requerimos. Y por integrar una economía globalizada, esta eficiencia debe reflejarse en ventajas competitivas en suficientes sectores como para pagar por nuestras importaciones.

Solemos obviar esta verdad básica, porque fuimos amamantados en la idea de que teníamos a mano una riqueza inagotable --la renta petrolera-- que eventualmente vendría al rescate. Las políticas de reparto dispendioso de Chávez, junto a la temporada de caza (de rentas) que abrió el desmantelamiento de las instituciones, afianzaron tal visión. Pero también destruyeron la gallina de los huevos de oro.

Incrementos en la productividad de una empresa resultan de la inversión en maquinarias y equipos mejorados, la mayor preparación de su fuerza de trabajo, la optimización de sus procesos de procura, manejo de inventarios y venta, y de una organización y una gerencia ágil y abierta. Éstos y otros aspectos engloban la incorporación, por distintas vías, del progreso tecnológico. Suelen entenderse como el ámbito de acción de la propia empresa.

Pero la instrumentación de estas mejoras está sujeta a incentivos, expectativas y posibilidades de financiamiento, amén de las condiciones del entorno que permitan su desempeño exitoso. En Venezuela este contexto es, como sabemos, muy adverso.

Además de enfatizar medidas propicias a la innovación y al fortalecimiento competitivo de empresas particulares, es menester identificar las trabas (deseconomías externas) que tanto merman el uso eficiente de los recursos existentes y que desincentivan el trabajo creativo. Si bien la liberalización de precios y del uso de divisas ha permitido iniciativas particulares alentadoras –la necesidad es la madre de la inventiva—, son apenas una sombra de las potencialidades que representa la vasta subutilización de recursos productivos, resultado de la destrucción urdida por la gestión chavo-madurista.

Un paso básico para poder aumentar rápidamente la productividad del país como un todo es lograr el mayor aprovechamiento posible de la inmensa capacidad ociosa del aparato productivo doméstico, tanto del campo como de la ciudad. Idealmente, aumentaría significativamente el producto sin tener que hacer importantes inversiones o sin incurrir en mayores costos. Lamentablemente, no es así, dado el grado de destrucción del tejido industrial, la desaparición de proveedores y de servicios especializados, la emigración de mano de obra calificada y de talento profesional, la reducidísima capacidad financiera de la banca y, desde luego, el colapso de los servicios públicos y de la infraestructura física.

¿Cuánto pierden talleres, fábricas o comercios, por la caída del suministro eléctrico, del agua o del gas, o por tener que adquirir una planta eléctrica de emergencia? ¿Cuál es el costo para un negocio pequeño, de un transporte encarecido por las esperas interminables para cargar combustible? ¿Cuánto añade al precio final de la producción agrícola el mal estado de los caminos, la falta de gasolina y reponer el matraqueo de la Guardia en los peajes? ¿Cómo lidiar con los bajos salarios, las fallas de transporte, la inseguridad personal y el deterioro de los servicios de salud que tanto perjudican a los trabajadores?

En fin, la lista puede alargarse mucho más. Los empresarios, en épocas mejores, ya se referían a estas deficiencias como “el costo Venezuela”, que lastraban su competitividad. Hoy la situación es mucho peor; un país destruido y un Estado desguazado y, por tanto, incapaz de responder apropiadamente a los problemas nacionales. Además, debe sumarse las comisiones, extorsiones, robos y corruptelas que, amén de la inseguridad en general, pechan las actividades productivas. En ausencia de restricciones cambiarias y arancelarias, la existencia de este “costo Venezuela”, inflado, hace que la sobrevivencia de muchos negocios dependa de las bajas remuneraciones a sus empleados y trabajadores, muy inferiores a las de nuestros vecinos latinoamericanos. Por más eficiente que sea una empresa en sus actividades internas, su mayor productividad es anulada por estas deseconomías externas “revolucionarias”. Obvio que, en estas condiciones, no puede aspirarse a aumentos apreciables en el ingreso de la población.

Pero Maduro y sus cómplices se evaden construyendo un mundo de fantasía que hace desaparecer tales “menudencias”. Inventan una cifra descomunal de pérdidas atribuidas a las sanciones --¡232 mil millones de dólares desde 2015!— para ocultar su responsabilidad en la pauperización de los venezolanos.

Sucede que la prohibición de operaciones financieras a través de la banca de EE.UU. es de 2017, año en que Venezuela entró, de hecho, en default, por no poder servir la enorme deuda acumulada por Chávez y su pupilo. Para ese año, el BCV registró un PIB que se había reducido en más del 36% durante la gestión de Maduro en la presidencia. Y las sanciones petroleras se aprobaron en 2019. Para entonces, según cifras oficiales, la producción de crudo apenas superaba la tercera parte de la de 2012. La caída estimada del PIB –porque se dejaron de publicar cifras oficiales—rozaban el 60%. Y no se detuvo hasta 2021, cuando el valor de las actividades económicas en el país se había encogido a la cuarta parte del de 2013.

Maduro ahora alardea que el año pasado la economía creció en un 15%. Suponiendo, incluso, que esta cifra fuese creíble, implicaría recuperar sólo un 3,75% de lo que se produjo en 2013. Sabemos, además, que este incremento fue aprovechado por muy pocos. Al cerrar 2022 la inflación se había comido buena parte de los aumentos salariales de marzo, y el salario mínimo había caído a menos de siete dólares mensuales, unas 50 veces inferior al promedio latinoamericano.

El gobierno de Maduro amenaza con anunciar nuevas medidas salariales, aquellas que, sin mejoras en la productividad, se financiarán con emisión monetaria, combustible para la inflación. Porque, en ausencia de la restitución de las garantías, derechos a la propiedad, resolución ágil de disputas, financiamiento, recuperación del crédito internacional y de la capacidad del Estado --con rendición de cuentas y transparencia en su gestión--, Venezuela continuará sumida en la trampa en que la colocó el chavo-madurismo. Y no puede quedar fuera el pisoteo de los derechos humanos, con unos doscientos cincuenta presos políticos, emisoras cerradas y represión. Ello es consustancial a esa trampa, construida con las alianzas tejidas por Maduro para mantenerse en el poder, cuya base es el desmantelamiento del Estado de derecho. El régimen de expoliación instalado no es un accidente; tiene poderosos dolientes, sobre todo entre el reducido grupo de militares traidores que controlan la cúpula castrense.

Recuperar la capacidad productiva de petróleo tardará años y requerirá la inversión de decenas de millardos de dólares. Sanear el Estado y poner a funcionar los servicios públicos, requiere también de recursos mil millonarios, que sólo la banca multilateral puede dar. Y las inversiones, tanto nacionales como extranjeras, apenas se asomarán, da no haber cambios fundamentales en la situación del país. Y sin ello, la productividad global de nuestra economía permanecerá en el subsuelo y, con ello, las remuneraciones de todo aquel que no esté bien enchufado.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

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