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Opinión

Es difícil formular la hipótesis, pero lo voy a intentar. Dice más o menos así: El fútbol, como casi todas las cosas humanas, se encuentra interferido por coordenadas de tiempo y lugar, las que son predominantemente culturales. Pongo un ejemplo: tanto el catolicismo mexicano como el polaco son catolicismos pero ambos son muy diferentes entre sí porque diferentes son las culturas en las que se desarrollan. Punto. Esa es la hipótesis. Extrapolada al fútbol la hipótesis sería: el fútbol que se juega en los países protestantes es exactamente el mismo al que se juega en los países católicos, pero ambos se encuentran interferidos por coordenadas culturales que no son exactamente iguales en todas las naciones. Creo que el partido que jugaron Inglaterra y Suecia, dos países marcados por una cultura de origen protestante, confirmaría la hipótesis.

Alguien me va a decir que estoy loco. ¿No es acaso la Premier League la más multicultural, la más globalizada del mundo? Exacto. Pero no me refiero a eso. Lo que quiero decir es que, de una u otra manera, seres humanos provenientes de diversas latitudes, se dejan regir por los patrones propios al lugar donde viven y conviven. Yoani Sánchez, la disidente cubana, lo dijo una vez con exactitud: los cubanos en Cuba dejan caer las basuras al suelo, en cambio, los mismos cubanos, cuando están en Miami, las depositan en los contenedores públicos. En eso pensaba cuando veía a ingleses y suecos.

Ambos equipos, independientemente de las proveniencias, creencias y culturas de sus jugadores, se dejan regir, cuando juegan en la selección, por los patrones culturales dominantes en los respectivos países y ellos tienen en Inglaterra y Suecia un marcado origen protestante. Así al menos lo entendió Max Weber cuando intentó establecer la relación entre protestantismo -racionalidad instrumental - economía capitalista (Economía y Sociedad).

Así como Max Weber escribió Política como Profesión y Ciencia como Profesión, podría haber escrito hoy, Fútbol como Profesión. Pues, tanto Suecia como Inglaterra jugaron un partido ajustado a la lógica instrumental, al ahorro de tiempo, a la funcionalidad, a objetivos precisos: en este caso, ganar.

Por cierto, no se trata de fabricar clichés y decir, por ejemplo, los latinos son pícaros, dribleadores, cachañeros. No: los ingleses y los suecos también lo son. La diferencia es que intentan integrar la picardía, el dribling y la cachaña, en un plan de juego. Es decir, ambos equipos jugaron un partido lógico. Por eso el resultado fue lógico. Ganó el mejor. ¿Y cuál es el mejor? El que tiene los mejores futbolistas, sin duda Inglaterra.

Ahora, los mejores futbolistas son, a la vez, los más imprevisibles, es decir, aquellos que no se ajustan al plan pero a la vez integran su imprevisibilidad al plan. ¿Difícil de entender? Lo explico: Kane es sin duda el mejor jugador inglés (y quizás el mejor 9 del mundial). Pero contra Suecia casi no se vio. ¿Jugó mal? No. Sabiendo que lo iban a marcar a hierro, se fue a las orillas y abrió huecos por donde se metían Delle Alli, Sterling y ese lateral punzante que es Trippier. Y como son dos veces más buenos que los suecos – solo el “viejo” Granqvist y el joven Berg mostraron algo- ganaron por 2 a 0. Lógico.

Como se trataba de una competencia entre profesionales, no vimos caídas espectaculares, gestos histriónicos, agresiones con las manos, ni poses para youtube. Los suecos perdieron bien, pero ninguno lloró al terminar el partido. ¿Para qué? Hicieron su trabajo en la medida de sus posibilidades. Al fin, para eso les pagan. Los ingleses, por su parte, celebraron como se debe hacer (las locuras se las dejan a sus hooligans) y luego, como todos los trabajadores después de una dura jornada, se fueron a tomar cerveza.

Lo que hicieron los ingleses durante la noche no lo sabe nadie pero seguramente eso no tiene nada que ver con la cultura protestante. Ni mucho menos con Max Weber.

https://polisfmires.blogspot.com/2018/07/inglaterra-2-suecia-0-o-el-futb...(POLIS)

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Jeffrey D. Sachs y Bandy X. Lee

Parece que día a día el presidente estadounidense Donald Trump intensifica sus ataques personales y políticos contra otros países y sus jefes de Estado, contra pobres y débiles, y contra familias migrantes. El ejemplo más reciente fue su defensa de la cruel medida de separar a niños migrantes de sus padres. Aunque la indignación pública tal vez lo haya obligado a retroceder, su talante agresivo no tardará en hacerse ver en algún otro tema.

La mayoría de los analistas interpretan los estallidos de Trump como gestos para su base de seguidores, pavoneo ante las cámaras o bravuconadas para el logro de futuros acuerdos. Nosotros lo vemos de otro modo. A la par de muchos prestigiosos expertos estadounidenses en salud mental, creemos que Trump padece diversas patologías psicológicas que lo convierten en un riesgo evidente y real para el mundo.

Trump muestra señales de al menos tres rasgos peligrosos: paranoia, falta de empatía y sadismo. La paranoia es una forma de pérdida de contacto con la realidad en la que una persona percibe amenazas inexistentes; al combatirlas, el individuo paranoide puede poner en peligro a los demás. La falta de empatía señala a un individuo obsesionado con su persona, que ve a los otros como meras herramientas y es capaz de provocar daño a otros sin remordimiento si eso le sirve para lograr sus propios fines. El sadismo es experimentar placer en infligir dolor o humillación, especialmente a quienes representan una amenaza percibida o un recordatorio de las debilidades propias.

Creemos que Trump posee estos rasgos, y basamos nuestra conclusión en la observación de sus acciones, en su historia de vida conocida y en numerosos informes ajenos, aunque no contamos con una evaluación psiquiátrica independiente, algo que hemos pedido y seguimos pidiendo. Pero no necesitamos un examen detallado para darnos cuenta de que Trump ya es un peligro creciente para el mundo. El conocimiento de la psicología nos dice que esos rasgos tienden a empeorar en individuos que obtienen poder sobre otros.

Para justificar sus acciones agresivas, Trump miente incesantemente y sin culpa. De hecho, según un análisis del Washington Post, desde que asumió el cargo Trump formuló más de 3000 afirmaciones falsas o engañosas. Y como señala el Post, parece que estas últimas semanas su mendacidad se incrementó. Además, los íntimos de Trump lo describen como cada vez más propenso a ignorar cualquier consejo moderador de su entorno. No hay “adultos presentes” que puedan detenerlo, ya que se rodea de adulones corruptos y pendencieros dispuestos a obedecerlo (todo lo cual es enteramente predecible a partir de sus características psicológicas).

Las enormes exageraciones de Trump en las últimas semanas revelan la gravedad creciente de sus síntomas. Sirvan de ejemplo sus reiteradas afirmaciones de que el impreciso resultado de la reunión con el líder norcoreano Kim Jong-un constituye el fin de la amenaza nuclear del régimen de Kim, o cuando mintió alevosamente diciendo que la separación a la fuerza de niños migrantes de sus padres en la frontera sur con México es atribuible a los demócratas y no a sus propias políticas. Hace poco el Post contó 29 declaraciones falsas o engañosas en un mitin que duró apenas una hora. Esta mendacidad permanente (tanto si son mentiras deliberadas o él mismo se las cree) es patológica.

Puesto que Trump no tiene capacidad real de imponer su voluntad a otros, su accionar es garantía de un ciclo interminable de amenazas, contra amenazas y agravamiento de conflictos. Cualquier retirada táctica es seguida por nuevas agresiones; un ejemplo es el intercambio creciente de medidas comerciales entre Trump y un círculo cada vez más amplio de países y economías, que incluye a Canadá, México, China y la Unión Europea. Lo mismo puede decirse de la retirada unilateral de Trump de cada vez más tratados y organismos internacionales, incluidos el acuerdo de París sobre el clima, el pacto nuclear con Irán y, más cerca en el tiempo, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, después de que este criticó las políticas de Estados Unidos hacia los pobres.

La paranoia de Trump está generando un aumento de tensiones geopolíticas. Los aliados tradicionales, no habituados a tratar con líderes estadounidenses con graves deficiencias mentales, no salen de su asombro, y aparentemente los adversarios se están aprovechando. A muchos de sus partidarios, el descaro de Trump para mentir les parece audacia para decir la verdad, mientras analistas y líderes extranjeros tienden a creer que su extraña conducta agresiva es reflejo de alguna estrategia política. Pero es un error tratar de “explicar” las acciones de Trump como racionales, e incluso audaces, cuando es más probable que sean manifestaciones de problemas psicológicos graves.

La historia está llena de individuos con patologías mentales que acumularon inmenso poder presentándose como salvadores y luego se convirtieron en déspotas que causaron daño grave a su propia sociedad y a las ajenas. La fuerza de su voluntad y sus promesas de grandeza nacional les atraen seguidores; pero la enseñanza de estos casos de ejercicio patológico del poder es que las consecuencias a largo plazo son inevitablemente catastróficas para todos.

No debemos permitir que el temor a un futuro desastre nos siga paralizando. Un líder con signos peligrosos de paranoia, falta de empatía y sadismo no puede seguir siendo presidente, o será capaz de generar un daño devastador. Cualquier medida apropiada para eliminar el peligro (las urnas, el juicio político o la invocación de la 25.ª enmienda de la constitución estadounidense) nos ayudará a estar a salvo otra vez.

Traducción: Esteban Flamini

Julio 3, 2018

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-psychological-problem...

 4 min


Borrador para el debate

El contexto

Los conflictos que actualmente desarrollan los trabajadores de sectores fundamentales en la vida del país, tales como: salud, electricidad y universidades, son la expresión concreta de la manera como estos se han planteado enfrentar la grave situación de penurias, de todo tipo, que están padeciendo a causa de los efectos de la agudización de la crisis económica, política y social que desde hace varias décadas agobia a los venezolanos. La exigencia de incrementos salariales, respeto y actualización de las contrataciones colectivas, el reconocimiento a sus organizaciones gremiales y sindicales, y el cese a la represión, a la criminalización de sus luchas y la libertad de sus dirigentes encarcelados, junto a los reclamos por medidas inmediatas para atender el colapso de los servicios públicos que les corresponde prestar; son entre otros, los elementos comunes que han motivado la movilización de los distintos gremios.

A pesar de los altibajos que se han presentado y las amenazas y agresiones que han tenido que soportar, los trabajadores han permanecido firmes en sus planteamientos; y sus luchas han ido subiendo de nivel hasta hacerse de carácter nacional y haber pasado a ejecutar acciones de mayor envergadura, cada vez más combativas y contundentes. Sin embargo, aún persisten elementos que obstaculizan los procesos de fortalecimiento de la unidad, de la acumulación de fuerzas y de elevación de los niveles de comprensión sobre el significado y la trascendencia que en los actuales momentos adquieren estos conflictos. El triunfo o la derrota de uno o de todos ellos, va a tener importantísimos efectos que pueden ser favorables o desfavorables, según sea el resultado, no solo hacia los trabajadores de los mencionados sectores; sino hacia las luchas que libran hoy todos los trabajadores y el pueblo venezolano en general.

Entre los elementos negativos que están presentes, podemos citar:

1. Las disputas y contradicciones existentes entre algunas organizaciones y dirigentes.- Cuando se anteponen los intereses particulares por encima de los intereses colectivos y superiores de los asalariados, se genera división, escepticismo y debilitamiento de las luchas. Viene al caso citar, sólo como uno de otros muchos ejemplos, el episodio reseñado en el artículo: Conflicto del sector salud va camino a la radicalización (anexo). En él se puede apreciar claramente, que mientras quienes pretenden fungir como dirigentes dirimen sus contradicciones públicamente, las bases de trabajadores de los diferentes gremios se unen de manera espontánea y natural en las acciones de protesta; sin esperar la autorización o el consentimiento de las cúpulas. Es muy importante que las relaciones entre las bases y sus dirigentes no se hagan contradictorias; sino todo lo contrario, es muy necesario que estas se mantengan de manera armónica y consecuente, de acuerdo al ejercicio permanente de prácticas democráticas.

2. Las visiones que se empeñan en mantener el conflicto de cada sector aislado de los demás.- Para el Estado-patrón, significa una gran ventaja que los trabajadores de cada sector presenten sus demandas y luchen por separado; pues, esto le permite desarrollar con mayor libertad sus demagógicas estrategias de jugar al desgaste, de presentar propuestas engañosas, de hacer trabajo divisionista y fraccional, de hostigar, criminalizar y reprimir las protestas y encarcelar a los dirigentes con la finalidad de intentar derrotarlos al detal, uno a uno. Para los trabajadores, la unidad, la organización y la articulación de sus luchas se traduce en mayor fortaleza y capacidad para torcerle el brazo al gobierno empeñado en desconocer sus derechos y mantenerlos condenados al hambre y a la miseria. Las visiones sectarias, por tanto, no contribuyen al logro de los objetivos del movimiento en su conjunto y fortalecen las intenciones del régimen imperante.

Nuestro aporte

Es así, que como ciudadanos venezolanos, residentes en el estado Aragua, conscientes de la situación descrita y, en tal sentido, seriamente interesados en que la clase trabajadora resulte victoriosa en los conflictos presentes, nos hemos agrupado para contribuir de manera colectiva a la unidad, a la solidaridad, al apoyo y a la correcta orientación y articulación de sus luchas, que son también nuestras luchas; sin pretender, en ningún momento, suplantar ni sustituir el papel que le corresponde cumplir a los trabajadores y a sus organizaciones propias. Quienes constituimos esta agrupación, que aún carece de denominación, provenimos de distintos sectores sociales; y somos, individualmente, integrantes o no de organizaciones gremiales y sindicales, militantes o no de partidos políticos o de cualquier otra organización de carácter social; no obstante, garantizamos nuestro mayor respeto por la autonomía del movimiento de los trabajadores y sus organizaciones propias, nos ponemos a su servicio y aspiramos a tener una estrecha relación de acompañamiento e intercambio permanente.

Dejamos claramente establecido que no nos anima la idea de crear una nueva central sindical, ni una nueva plataforma ni partido político; a todos les reconocemos su derecho a existir y a ocupar el espacio que les corresponde; con todos ellos deseamos estrechar nexos de coincidencias y les exigimos el justo reconocimiento que de su parte merece, nuestro derecho para actuar de manera independiente y sin tutelajes de ningún tipo.

Maracay, 7 de julio 2018

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Lester L. López O.

Apreciación de la situación política # 139

Mientras el régimen continúa la destrucción sistemática del país a pasos de demoledores siguiendo el guión cubano – a estas alturas no puede haber duda de eso – como única forma de someter a la sociedad venezolana y entronizarse en el poder sin importarles que al final ese poder se ejerza sobre los despojos de un país plagado de miserias pero ellos disfrutando del producto del saqueo realizado en los últimos 18 años como última alternativa a evadir la justicia por las fechorías, corruptelas y violación de los derechos humanos en los que han incurrido para mantenerse en el poder, las oposiciones democráticas siguen dispersas y sin vislumbrar una visión que conduzca, aunque sea a mediano plazo, a lograr el cambio político necesario para salir de esta calamidad.

Todos los días se hace más evidente que el régimen se mantiene en el poder por dos factores fundamentales: el apoyo de las cúpulas militares convertidas en el partido político en armas y la mediocre actuación de los partidos políticos opositores cuyo logro más importante, después de la portentosa victoria electoral de diciembre del 2015, ha sido lograr que menos del 10% la sociedad civil crea en ellos como consecuencia de su nefasta actuación en los últimos dos años.

Esta semana que finaliza el otrora denominado “partido del pueblo” optó por deslindarse de lo que queda de la MUD porque no podían “ponerse de acuerdo” en algunos aspectos de la visión política común opositora como sí, precisamente, ese no fuera el principal problema de las oposiciones: la carencia de una visión común que le permita la unidad de propósito para lograr el cambio político.

Mientras los partidos políticos se siguen reunificando en torno a sus visiones particulares y no en torno a cómo enfrentar al régimen, la sociedad civil organizada, como es sabido, ha promovido diferentes frentes de luchas que agrupan gremios, asociaciones, sindicatos, ongs, cámaras, colegios y hasta las diferentes iglesias para que unido a los partidos políticos se logre la tan ansiada unidad superior para cambiar al régimen, propósito loable, necesario y urgente, pero que hasta ahora, desafortunadamente, aún está lejos de concretarse. La evidencia de esto se ve en las múltiples mini protestas que cada una de estas asociaciones hacen a diario en diferentes ciudades del país, todas ellas en función de sus legítimos derechos laborales y salariales, pero sin culpar directamente al régimen y su mandamás y mucho menos para exigir su renuncia y atestiguar directamente de quienes son los culpables de esta tragedia. Pero el punto concreto es que la unidad entre los diferentes actores de la sociedad civil está tan lejos de alcanzarse como la de los partidos políticos a los que tanto se critica.

En consecuencia se puede admitir que uno es reflejo de lo otro y más que una autocrítica sería un buen punto de partida para avanzar en la búsqueda de la unidad que se quiere, sin una sociedad civil organizada unida difícilmente se puede alcanzar la unidad de los partidos políticos y viceversa. Pero conviene aclarar que los integrantes del régimen y de las fuerzas armadas también son el reflejo de la misma realidad y solo mantienen una precaria cohesión por el silencio impuesto, la coerción y los delatores internos alienados por el régimen ya que la inflación y la baja capacidad adquisitiva es común para todos.

También es común para todos que con este régimen no hay futuro ni para los partidos, ni para la sociedad civil, ni para muchos integrantes del régimen y de las fuerzas armadas. Ese futuro dependerá de la unidad de propósito y de que aparezca un director de orquesta que dirija esa unidad.

Mientras tanto, el hambre crece…

@lesterllopezo 07/07/18

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Definir al populismo como una “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares” y “dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo”, no es lo suficientemente explícito. Esta expresión se ha usado de tan distintas maneras, y en ocasiones tan disímiles, que es difícil encasillarlo en una simple definición.

Es tan variado el espectro político en el que están ubicados diferentes tipos de gobiernos que se han llegado a considerar como regímenes populistas que, específicamente en América Latina, se mencionan los de Luis Inácio Lula da Silva, en Brasil; los Kirchner, en Argentina; Alberto Fujimori, en Perú y Evo Morales, en Bolivia; entre otros; y, por supuesto, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, en Venezuela. Como se puede corroborar, el término es utilizado en contextos y situaciones muy diferentes; aunque siempre se pueden encontrar semejanzas entre los líderes de estos gobiernos y sus gestiones políticas.

La palabra populismo comenzó a usarse de manera generalizada a partir de mediados del siglo XX. Muchos autores y ensayistas reconocidos proponen como antecedentes importantes de los movimientos políticos populistas, al fascismo, implantado en Italia por Benito Mussolini (1.883–1.945) y al nazismo alemán de Adolfo Hitler (1.889 -1.945). Ambos ejercieron gobiernos despóticos y autoritarios, con discursos que apelaban al patriotismo y a las glorias pasadas del imperio romano o la supremacía de la raza aria, con un bien orquestado cuerpo doctrinario de respaldo y gran apoyo de las clases populares, pero con resultados nefastos. Desde un inicio, la violencia fue una característica intrínseca de sus actuaciones, alimentada por el odio y generadora de miedo. En América Latina, el argentino Juan Domingo Perón (1.895-1.974) es también otro antecedente a considerar.

La calificación de populista se utiliza, en general, para aplicársela a dirigentes y agrupaciones políticas, o a gobiernos, cuyas propuestas y estrategias se basan en promesas atractivas para el pueblo; comúnmente con un fuerte componente demagógico, pues se apela al halago, al patriotismo y a los sentimientos, más que al razonamiento, para obtener el favor y apoyo del pueblo con el fin de arribar al poder o mantenerse en él. Las promesas suelen ser exageradas, radicales y no pocas veces difíciles de cumplir o francamente inviables; como cuando se pretende solucionar complejos problemas de desarrollo y justicia social, con simples pero efectistas medidas impuestas de manera totalitaria.

En la prédica populista es común incluir el planteamiento de la confrontación entre los menos favorecidos de la sociedad y los que gozan de mejores condiciones de vida o de ciertos privilegios. La retórica del nacionalismo y la exaltación del patriotismo son temas recurrentes en el discurso populista; con lo cual se puede invocar a un pasado glorioso, sea éste cierto o no. Es frecuente que se busque consolidar los apoyos políticos alrededor de un partido único, en el que se promueve el culto a la personalidad del líder, cuya autoridad está fuera de toda discusión. Una estrategia a la que se acude usualmente, para concentrar el control político, es desdibujar la separación de los Poderes Públicos del Estado democrático; es decir, su división e independencia. Se suele acudir al socialismo como fuente ideológica de inspiración, pero con sesgos particulares de acuerdo a las circunstancias políticas locales, frecuentemente más como una muletilla política que como una verdadera ideología de referencia. En algunas ocasiones, gobiernos con tendencias populistas han tenido un desempeño aceptable en áreas específicas; pero no se trata de la generalidad de los casos.

Una fuerte estructura de la institucionalidad democrática, la fortaleza de las organizaciones civiles y un alto grado de civismo y participación ciudadana dificultan en gran medida que un gobierno populista autocrático pueda desmontar el sistema democrático de un país. Lo contrario resultaría favorable para el triunfo de los movimientos autoritarios de corte populista.

En la presente etapa histórica de Venezuela, un régimen populista e irresponsable, ha desmontado la democracia representativa desde el poder, sustituyéndola por lo que se ha llegado a llamar "democracia directa". Aquí se le llamó "democracia representativa, participativa y protagónica"; que solo ha servido para hundir al país en la más espantosa ruina económica y en la degradación moral. Venezuela, bajo el gobierno populista chavista, es uno de los ejemplos más patéticos, en todo el planeta, de los pésimos resultados que un régimen populista y totalitario, devenido en dictadura, pueda llegar a producir. Probablemente, ninguna corriente política le ha hecho más daño a Venezuela, en toda su vida republicana, como el populismo; más aún, si en ello ha estado involucrado algún caudillo militar. Basta con leer atentamente nuestra historia para corroborar esta triste realidad.

Profesor UCV felipeedmundo@gmail.com

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James A. Goldston

Las victorias populistas en las elecciones de los últimos años en todo el mundo han llevado a muchos a concluir que la democracia liberal está amenazada. Sin embargo, el arresto esta semana del ex Primer Ministro de Malasia bajo cargos de corrupción es una de varias señales que sugieren lo prematuro de las predicciones del declive global de la democracia liberal.

La implicancia de esta visión fatalista es que los defensores de la democracia liberal no pueden reclamar la superioridad moral sino hasta reexaminar sus propios supuestos políticos y económicos. Pero es un error creer que el ascenso de los autócratas es puramente ideológico, o que representa un rechazo generalizado de la democracia, el liberalismo o los derechos humanos o civiles. Los demagogos que están saliendo electos hoy no están motivados tanto por principios como por poder y ambición: su beneficio personal, el de sus familias y sus camarillas. Para recuperar el equilibrio a nuestro desajustado mundo es necesario que expongamos la corrupción que abunda al centro del nuevo antiliberalismo.

En Hungría, los familiares y amigos del Primer ministro Viktor Orbán se han enriquecido con préstamos estatales y contratos públicos. En el pueblo natal de Orbán, Felcsút, un aliado ha supervisado la construcción de un estadio de fútbol con capacidad para 4000 personas, a pesar de que su población total es de apenas 1600. Mientras que “la corrupción antes de 2010 era más bien una disfunción del sistema”, observa el observatorio Transparencia Internacional, “hoy forma parte del sistema”.

En 2014 en Turquía, gente cercana al Presidente Recep Tayyip Erdogan, entre los que están varios miembros de su gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), se vieron implicados en un plan de lavado de dinero que supuestamente buscaba evadir las sanciones a Irán por parte de Estados Unidos y sus aliados. El escándalo llevó a la renuncia de cuatro miembros del gabinete y a la divulgación de grabaciones de audio en que, se supone, se puede escuchar a Erdogan instruyendo a su hijo para que se deshiciera de millones de dólares de fondos mal habidos. Sin embargo, Erdogan descartó las acusaciones como una encerrona, y los fiscales turcos acabaron por invalidar el caso.

En Malasia, ahora se acusa al ex Primer Ministro Najib Razak y sus asociados de robar más de $4,5 mil millones de 1MDB, un fondo de inversión estatal. Según el Departamento de Justicia estadounidense, el dinero malversado se usó para adquirir bienes raíces de lujo en Manhattan, mansiones en Los Ángeles, pinturas de Monet y Van Gogh, un avión corporativo, un yate y otros bienes suntuarios.

Y, por supuesto, en Estados Unidos se siguen planteando preguntas alrededor de los intereses privados del Presidente Donald Trump y su familia, y cuánto han influido en su desempeño en el cargo.

Lo irónico del asunto es que la rabia en torno a la corrupción ha sido esencial para alimentar la actual ola de autócratas populistas. Así que para defender la democracia liberal debemos recuperar el manto de la anticorrupción. Al redistribuir bienes robados por delincuentes políticos y corporativos y sus cómplices legales y financieros, las campañas contra la corrupción no solo hacen que los poderosos rindan cuentas. También pueden abordar la desigualdad y la frustración general que los populistas han explotado.

Pero el combate contra la corrupción también significa poner el foco de atención sobre quienes amenazan, matan o dañan de otros modos a los periodistas que trabajan exponiendo los abusos de poder, y perseguirlos judicialmente. La libertad de expresión y otros derechos fundamentales no son lujos para las elites, como plantean los dirigentes autoritarios: son indispensables para proteger a las sociedades libres.

Más aún, una campaña coordinada contra la corrupción podría servir como fuerza unificadora en países con profundas divisiones políticas. Si bien un gobierno de mayorías puede despreciar los intereses de las minorías, los regímenes corruptos nos roban a todos. Por eso la corrupción ha provocado protestas masivas de Bucarest a Brasilia desde el año pasado.

Es cierto que quienes están en el poder pueden convertir las campañas anticorrupción en una herramienta política. En China, el Presidente Xi Jinping ha hecho un hábil uso de las purgas anticorrupción para eliminar adversarios políticos y lograr un poder casi absoluto. Esto es una razón más para que quienes proponen la democracia liberal redoblen sus esfuerzos para combatir las violaciones a la confianza pública.

Afortunadamente, son iniciativas que ya cuentan con un sólido historial. En Estados Unidos, cuatro décadas de casos cada vez más sólidos de aplicación de la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero (FCPA, por sus siglas en inglés) han castigado conductas dolosas en todo el mundo y recuperado miles de millones de dólares en bienes robados. Y a pesar de las constantes críticas de Trump a la FCPA, todavía le falta deslucir sus actividades (si bien eso aún puede ocurrir).

De manera similar, en Francia los fiscales acusaron recientemente a un ex presidente y a un importante millonario de corrupción a gran escala en África. En el Reino Unido, el gobierno acaba de adoptar medidas para que todos los territorios británicos de ultramar –notables paraísos para el dinero de origen oscuro- publiquen para fines de 2020 las listas de los verdaderos propietarios de las compañías registradas. Y en España, el Partido Popular, que había gobernado por largo tiempo, perdió una moción de censura tras una investigación criminal por malversación financiera que envió a prisión a su tesorero.

Pero se necesitan más medidas, a pesar de estos signos de avance. Las fuerzas anticorrupción siguen siendo desiguales entre jurisdicciones distintas. Para enfrentar transacciones financieras trasnacionales debemos desarrollar redes internacionales más sólidas de fiscales e investigadores.

Al mismo tiempo, más gobiernos deberían seguir el ejemplo del Reino Unido, poniendo fin a la práctica de la “propiedad benéfica” de terceros secretos. Los dueños de algunos de los apartamentos más caros de la Ciudad de Nueva York se han esforzado mucho (en gran parte, por medios legales) para mantener ocultas sus identidades al registrarse mediante fundaciones, compañías de responsabilidad limitada u otras entidades.

En términos más generales, los donantes públicos y privados deberían reforzar su apoyo a las organizaciones de la sociedad civil y los medios independientes. Son instituciones que pueden seguir y exponer la corrupción, explicar cómo implica a poderosas figuras políticas e incentivar a los actores estatales a sancionar a los responsables.

Frenar la corrupción no será fácil, si se considera que muchas economías dependen de los flujos de inversión vinculados a actividades criminales. Pero son claras las consecuencias de la inacción. La corrupción es un importante factor impulsor del populismo y del retroceso de los valores liberales. La próxima vez que alguien le pregunte qué pasó con la democracia liberal, dígales que sigan la pista del dinero.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Julio 4, 2018

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/exposing-populist-corruptio...

 5 min


Corina Yoris-Villasana

Si preguntara en las redes sociales a qué se refiere la locución “tragedia griega”, estoy absolutamente segura de la respuesta. Dirían, palabras más, palabras menos, que es una representación teatral donde el protagonista sufre terriblemente y su desenlace es siempre espantoso. No es raro que así se responda, puesto que si acudimos a los manuales de literatura o a las enciclopedias más usuales, la definen así. Pero, ¿siempre el final es horrendo? Los protagonistas, los héroes –o el héroe, en singular– desafían a destinos inexplicables, por regla general infaustos; luchan denodadamente en contra de los dioses, aun cuando hay tragedias en las que el héroe, poseedor de virtudes excelsas, logra salir airoso de las vicisitudes.

Las tramas de las grandes obras del teatro griego versan sobre conflictos que nunca han perdido su vigencia. Por ejemplo, La Orestíada, escrita por Esquilo (siglo V a.C.), una trilogía formada por: Agamenón, Las coéforas y Las Euménides, versa sobre la lucha entre la venganza y la justicia. En la primera obra de la trilogía Clitemnestra asesina a su esposo, Agamenón, cuando este regresa de la guerra de Troya, como un acto de venganza por el asesinato de la hija de ambos, Ifigenia, precio que Artemisa le puso a Agamenón para que los vientos le volvieran a ser favorables en su trayectoria hacia Troya. Muerto el rey, Egisto se une a Clitemnestra y usurpa el trono. Pasan los años –en las tragedias el tiempo transcurre de manera veloz– pero Electra, hija de Agamenón y de Clitemnestra, no ha olvidado el asesinato de su padre. Se encuentra con Orestes, su hermano, y lo convence de llevar a cabo la venganza. Orestes asesina a Egisto y a su madre. Ese matricidio levanta la cólera de Las Furias y Orestes es juzgado. Sin embargo, el parlamento bajo la protección de Palas Atenea absuelve a Orestes, en tanto se considera que él actuó para salvar el reino y devolver el honor a su familia, que había sido mancillado en la figura de Agamenón.

La lucha entre la venganza, reclamada por el lazo de sangre, y la justicia, representada en las leyes de la ciudad, es el núcleo de esta obra de Esquilo. Los dioses lo absuelven de toda culpa por considerar “legítimo” el derecho que le asiste de ajusticiar a su madre y al amante de esta.

Otra de las grandes tragedias griegas es Antígona, escrita por Sófocles en el siglo V a. C. Hija de Edipo, antiguo rey de Tebas, sus hermanos habían heredado el gobierno de la ciudad y debían ejercerlo de manera alterna. Pero Eteocles condenó al ostracismo a Polinices, quien, clamando por justicia, atacó a la ciudad de Tebas. En la batalla mueren ambos. El trono es ocupado por Creonte, tío de Antígona, rinde honores a Eteocles y niega los funerales a Polinices por considerarlo traidor. Antígona protesta por las leyes de la ciudad, se niega a aceptarlas, resaltando que su deber filial es honrar y dar sepultura a los familiares, optando por las leyes naturales, la más de las veces desviadas de las reglas sociales. De nuevo, el conflicto entre aquello que se considera un deber de honor y el cumplimiento de las leyes que pueden no estar ajustadas a una realidad de índole social.

¿Es Creonte el héroe? Se deja llevar por la desmesura, comete un error fatal y cae como héroe. ¿Es Antígona la heroína? Representa la defensora de la libertad individual, quien no acepta acatar leyes que atentan contra su honor y el de su familia. Es totalmente actual el conflicto: ¿qué ocurre cuando la ley prohíbe un acto que el individuo supone imparcial y moral, y, además, esa proscripción recae sobre las personas del entorno familiar?

Cabría un análisis más detallado, pero mi interés es traer a la actualidad nacional el leitmotiv de ambas tragedias: la lucha entre una legislación intransigente, base de un régimen autoritario, y el reconocimiento de la libertad individual. Está claramente presente la objeción de conciencia y esta implica la inobservancia de un deber de índole jurídica cuya ejecución provocaría en el sujeto una violencia a la propia conciencia. No olvidemos que “desde los orígenes del Estado de Derecho se ha entendido que el respeto a la conciencia es uno de los límites más importantes del poder” (Aparisi).

¿Por qué el empeño que hay por parte oficialista en cambiar la legislación vigente, la Constitución actual? ¿Por qué quienes adversaron la aprobación de esa Constitución ahora la defienden? En una magnífica entrevista, Luis A. Herrera Orellana explica en detalle esta situación. Haciéndome eco de sus palabras, y tomando en cuenta que es poco el espacio disponible, esa reforma o nueva Constitución se les hace indispensable para conseguir establecer el Estado comunista que en la actual Constitución es solo un preludio. Y, a pesar de no haber estado de acuerdo con la constituyente y su resultado, muchos la defienden ahora, no como un hecho jurídico, sino político.

Un cambio será para establecer las bases del Estado comunista y el fin de las libertades individuales. Es este el tamaño de nuestra tragedia, defender una Constitución que nació ilegal, puesto que se basó en una interpretación totalmente paradójica, como señaló en su momento E. Piacenza: “Para que pueda reconocerse en alguna situación una competencia constituyente originaria es preciso que no se tenga por válido ningún orden jurídico; pero, sin orden jurídico”.

El leitmotiv de las tragedias griegas en su versión venezolana. La objeción de conciencia es, en definitiva, una manera de desobediencia jurídica. ¿Qué prevalece? ¿Resucitamos la Constitución de 1961?

@yorisvillasana

El Nacional

5 de julio 2018

 4 min