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Maxim Ross

Un deseo de normalidad

Maxim Ross

Una crisis inédita como esta no podía dejar sino pensamientos que invocan severos cambios en la conducta de la humanidad, en los gobiernos, la comunidad científica y el ciudadano común y ya se están anunciando cambios profundos en nuestra manera de vivir, en especial todo aquello que tiene que ver con la necesaria cura de la actual pandemia, así como en lo referente a la necesidad de anticiparnos a nuevos sucesos similares.

El Estado y los sistemas de gobierno van a tener que revisar sus estructuras. La comunidad científica y todo lo vinculado al sistema de salud van por el mismo camino y, muy probablemente, veamos un giro importante en el enfoque de asistencia hacia las poblaciones mas vulnerables. Las instituciones internacionales tendrán que revisar su conducta y, muchas de ellas, serán ajustadas a ese nuevo paradigma que nos creó el ya famoso y mortífero virus. Por un lado, la respuesta no puede ser solo con mas dinero, de los gobiernos o de ellas, porque alguien va a tener que sufragar ese costo. Un cálculo que habría que hacer es evaluar si las pérdidas económicas y sociales del cierre no son mucho, pero mucho mayores, que los costos de un sistema de salud que incluya la previsión y la asistencia para mas gente que ahora, tanto para los servicios privados, como para los públicos.

Lo cierto es que un llamado a un nuevo orden mundial puede sonar grandilocuente y ya aparecen voces que se van a los extremos de criticar completamente el orden existente, poniendo en el “banquillo de los acusados” a la globalización, a las injusticias humanas y todo lo que se nos viene a la cabeza sobre el sistema que, medianamente o, quizás, sabiamente ha sostenido a la humanidad en este último siglo, pero en verdad a nadie se le ocurre que solo pudiéramos pedir un, modesto y humilde, regreso a la normalidad.

Desearía conseguirlo en dos direcciones. Una para el resto del mundo, pues quiero ver a la gente regresando a sus hábitos cotidianos, a los niños a sus escuelas, a los obreros y empleados a sus locales de trabajo y a mucha gente asistir a todo eso que nos vetamos este 2020, con un verano que se fue y espectáculos y eventos que dejamos de ver. Esa es la normalidad a la que aspiro y no a mucho más.

En Venezuela, sin embargo, quisiera pedir un poco más, ya que aquí la perdida de normalidad tiene dos caras. Esta que nos llegó ahora con el Covid, pero principalmente por la que hemos venido perdiendo desde hace tiempo, con el conflicto político por delante y las condiciones económicas, sociales y de seguridad personal que se han ido de las manos, tanto al gobierno, como a la sociedad en general. Con y eso, si en verdad me preguntan cual de las dos prefiero, con todo y virus, quisiera ver la normalidad que nos trajera un consenso político, un gobierno para todos, un rescate de esa Venezuela que se nos va hundiendo lentamente. Quizás sea ingenuo pedirlo, pero, ¿Quién sabe?

Se nos fue Emeterio

Maxim Ross

Gómez, como yo lo llamaba, el a mi Ross. Fueron 50 aňos de una sentida y profunda amistad, llena de conflicto de ideas, de discusiones interminables, de habernos escapado, los dos, del oscurantismo marxista y de ese socialismo infantiloide que cree que todo lo puede. Recuerdo, que salir de ese atolladero de ideas me costaba y me decía, me acusaba, de que yo seguía siendo comunista, porque Gómez abrazó las ideas liberales primero que yo y, él no conforme con eso, me puso a leer a Hayek, a Popper y me obligó, prácticamente, a estudiar filosofía. ¡Hasta que me convenció! Brillante, brillante como no hay dos, ese era mi amigo Emeterio.

Así de perseverante era mi amigo Emeterio y quienes lo conocieron pueden dar fe de ello, tanto que no dejó tranquilo a nadie para difundir sus ideas. Nos fuimos y vinimos a enseñar economía de verdad, por allá por los años 80’s y le dimos un vuelco a la Escuela de Economía de la UCV, precedida por cuanto marxismo fue posible. En todo lo que publicó hizo de Marx y el marxismo un disparate histórico.

Pero Emeterio no se quedó tranquilo y enarboló la bandera de una demoledora crítica contra las ideas liberales que el mismo había compartido porque, si una cosa fue verdad en Emeterio, es que no había idea que durara mucho en ese cerebro febril. Del capitalismo puro pasó al Capitalismo Solidario y de allí a una profunda reflexión sobre el significado de la Ética. Libros, folletos, charlas, conferencias fueron su hacer de todos los días.

Incansable Emeterio, pero ahora se cansó de vivir y se nos fue, pero ¡No es verdad! Porque está en la memoria de muchos, dejó huellas que, lo sé, van a perdurar.

He escrito esta breve nota en su honor, porque después de dicho lo anterior, lo que hay que decir es que era ser humano de primera, honesto a carta cabal, como se dice. Sensible a lo ajeno, solidario y, gran amigo, “peleón”, eso sí porque no dejaba pasar una idea sin procesarla, sin ponerle todo el corazón, el estómago y el cerebro para cambiarla.

Miren de que clase de persona hablo. Persona. Ese fue mi gran amigo Emeterio Gómez.

Una crisis inédita

Maxim Ross

A juzgar por los datos actuales el virus le ganó la batalla a la humanidad, no tanto porque cuantifiquemos el número de personas afectadas o fallecidas, sino porque ha demostrado cuan poco estamos preparados para una crisis que no se origina en los humanos o en sus instituciones como estábamos acostumbrados, pues nos ha arrebatado todas las armas que tenemos para enfrentarlas. Por esta razón, las comparaciones con las anteriores, desde la Gran Depresión hasta la ultima financiera de 2008, inclusive con los datos que la comparan con la Gripe Española o la Influenza, u otras no creo sean de gran ayuda, pues ni gobiernos ni sus sistemas auxiliares de salud han respondido en proporción al fenómeno.

Los resultados hasta ahora han sorprendido al mundo entero, no solo por el hecho en sí de números alarmantes, sino porque nos dejó con, prácticamente, la única solución de “salir corriendo” y quedarnos en casa, colocando a la humanidad en el ya conocido dilema de escoger entre la salud y la comida. Dejó desamparada a la sociedad del conocimiento, de las telecomunicaciones, del internet y del “social media”. Nada más y nada menos. Parecía que teníamos mucho, pero no tuvimos nada para defendernos ante la urgencia y la magnitud del acontecimiento.

Si se examinan los casos ocurridos en varios países sorprenden las respuestas, desde la solución de cerrar completamente a una ciudad de 11 millones de habitantes, hasta ver señales de “distancia social” colocadas en los pisos de un mercado. Asistimos a declaraciones de especialistas en las que, casi, se prometía una vacuna en tiempo récord y ahora sabemos que será cosa de un año. En realidad, diría: ¿no sabemos?

Si lo que se dice es verdad y el virus se originó porque una gente sigue alimentándose con animales que lo poseen y lo contagian y, muy posiblemente, continuaran haciéndolo, me pregunto si las respuestas que se andan asomando por allí, de la necesidad de un nuevo orden mundial para atacar la próxima crisis o la que ofreció la Organización Mundial de la Salud o las muy distintas en eficacia o improvisación de muchos gobierno, me pregunto, repito, si estaremos a salvo de una nueva arremetida.

Tengo la impresión de que efectivamente no está la humanidad, insisto sus instituciones locales, dígase el Estado o los gobiernos o las internacionales, preparada para eventos de esta característica, pero también estos se me parecen mucho a los que día a día nos enfrentamos con protestas, exigencia de reivindicaciones, democracias y Estados fallidos, ante los cuales como que tampoco lo estamos. Quizás, esta crisis inédita nos está enseñando que ha llegado la hora de poner en “tela de juicio” las instituciones que tenemos hasta ahora.

Apoyo al pacto social de la sociedad civil

Maxim Ross

Si mis lectores han seguido mis últimos artículos se darán cuenta de mi insistencia y persistencia en el tema del rol que debe tomar la sociedad civil en tiempos de crisis, pero ahora más todavía por la crítica situación que atraviesa Venezuela con la llegada del Coronavirus. Por ello, viene muy bien al punto el llamado del Padre Ugalde por la necesidad de renovar el Pacto Social Democrático, tesis que ha reiterado en su angustia porque el país no se nos vaya de las manos.

Ahora que la situación se ha tornado más dramática con la llegada del destructivo virus, se nos une el peculiar estado de cosas en que este se recibe en nuestro país y con una especial diferencia con el resto del mundo, pues en todos los países, los ciudadanos, con mas o con menos, confían en sus gobiernos y en sus instituciones para enfrentarlo. El drama es que en Venezuela no confiamos en él, no solo por el hecho de que nos ha acostumbrado a ocultar información, sino porque, encerrado como está en una eterna confrontación politica, sus actuaciones quedan marcadas e influidas por ella.

Por esa razón el llamado de Ugalde tiene un gran sentido, pero tengo mis dudas que pueda evaluarse y resolverse en el ámbito puramente político, pues allí precisamente se concentran todas las baterías y artillerías de la batalla, cada día con mayores componentes antagónicos.

En ese sentido, haría un llamado a los empresarios organizados, a los gremios de médicos y enfermeras, a los maestros, a los padres de nuestros hijos, a los Colegios Profesionales, a las Iglesias y a otras instituciones de la sociedad civil para hacer un intento de conversar, de reunirse y de articularse para que el llamado del Padre Ugalde no quede en el vacío del mundo político. Quizás se podrían colocar dos planos de acción, uno para atender la emergencia que plantea la llegada del Virus y otro para intentar hacer renacer a Venezuela, como sugiere Ugalde en ese Pacto Social.

Tenemos una oportunidad de hacerle un bien a Venezuela si comprobamos este poder que tenemos como sociedad civil, sugiriendo y exigiéndole a gobierno y oposición a “chavistas y no chavistas”, a todos aquellos que están en el medio de la controversia que, por un momento piensen en los venezolanos más afectados y en que Venezuela se nos puede convertir en un infierno si no se actúa a tiempo.

Sociedad civil y coronavirus

Maxim Ross

No se si una de las lecciones que va a quedar de esta terrible pandemia, terrible de verdad por los destrozos que viene causando, sea como queda la sociedad civil, frente a una situación como esta y lo digo porque, como bien señala N. Harari[1] en su reciente comentario hay dos maneras de enfocar esta crisis, así como otras de similar envergadura. La vía, diría, “vertical” que él llama “vigilancia totalitaria” y que supone la actuación casi única del poder público y la otra, que llamaría “horizontal” es el “empoderamiento de los ciudadanos”

Es a esta a la que me quiero referir para el caso venezolano, con rasgos muy peculiares a la hora de enfocar el problema, pues, como bien explica el autor una de ellas tiene un alto componente arbitrario, de vigilancia y control social, característico de estos regímenes y la otra, por lo contrario, dibuja un amplio funcionamiento de la democracia, pero mas que todo, un rol prominente de la sociedad civil, cuestión que, en nuestro caso deja mucho que desear.

Una cosa es oír ese retorico y sistemático mensaje de quienes están en el poder de que esta crisis se resuelve con “unidad de mando”, “todo el poder del Estado” y con la “unión cívico-militar” para defender al “pueblo” del mal que nos acoge y otra cosa seria construir una presencia significativa y preponderante de nuestra sociedad civil, representada por la articulación de todos los afectados, pues no es lo mismo el llamado de los médicos, de las enfermeras a exigir transparencia en la información o a los cuidos que deben seguirse para evitar el contagio, no es lo mismo decía, que la sociedad civil venezolana tenga la capacidad de vigilancia y control, pues es ella en definitiva, representada en hospitales, clínicas, centros de abastecimiento, etc. las que realmente tienen las soluciones en sus manos.

Siguiendo el planteamiento de Harari, suena mucho mas pertinente el llamado a un empoderamiento de nuestra sociedad civil organizada, cuando existen dudas acerca de la capacidad gubernamental para atacar el tema, de la veracidad de la información y, en especial, al uso político que pueda darle.

En otro momento, menos crítico y dramático, hemos hecho un llamado a la creación de una Plataforma Civil o Cívica de nuestra sociedad civil, siendo que ahora podría ser mas imperativo intentar poner en práctica una propuesta en esa dirección.[2]

[1] “Las dos opciones más importantes son entre vigilancia totalitaria vs empoderamiento de los ciudadanos y entre aislamiento nacionalista o solidaridad global. Nota publicada en el Financial Times s/f por Noah Harari, el historiador israelí autor de Sapiens y Homo Deus.

[2] Ver artículos anteriores: “Propuesta de una Plataforma Civil para la sociedad venezolana”

Pesimismo y optimismo en la política

Maxim Ross

No soy un experto en ciencia política, pero he vivido suficientes experiencias como para opinar sobre un tema de capital importancia en la conducción política, como este de la comunicación, dentro de la cual encaja el dilema entre el mensaje pesimista y el optimista de quien conduce. Se que simplifico el asunto, pero creo que es lo suficientemente relevante como para llamar a una reflexión sobre el tema.

Obviamente, el asunto no es nuevo y siempre ha estado en el debate político, psicológico y filosófico[1] y, por supuesto, no existe una conclusión definitiva acerca de cuál de los dos puede ser más efectivo en la conducta humana y, sobre todo, en la conducción política. En este sentido, lo que puedo aportar, sin entrar en el debate conceptual o teórico sobre el tema, son algunos ejemplos que provienen de otras experiencias y de la nuestra.

Pongo en las esquinas dos mensajes clásicamente de ese orden. El optimista que desarrolló Obama en su campaña, el del “Yes, You can” con el cual transmitió al máximo la factibilidad de que un cambio era posible en los Estados Unidos y el de Churchill “Sangre, sudor y lágrimas”, el cual. Si bien no encaja en el pesimismo puro, ilustra un camino diferente que llama al sacrificio y al enfrentamiento con la realidad. Como se sabe, ambos lograron su objetivo de movilización y compromiso.

En Venezuela estamos llenos de ejemplos, pero prácticamente todos inclinados del lado del “optimismo”, probablemente por esa raíz épica que tienen casi todos los mensajes políticos en nuestro país. Nos podemos ir bien atrás con aquel del “gobiernito” que iba a caer en la época de Betancourt y, más luego, con el mismo de épocas recientes de “Se va caer, se va caer”, o de la promesa de una solución inmediata o pronta, que luego no se cumplió.

Después de los optimistas mensajes de las últimas campañas políticas de la oposición, que es la que me interesa lo piense, me quedan en la memoria aquellos momentos cuando estábamos “ganando” el revocatorio del 2014 y otras elecciones anteriores y posteriores, todas llenas de optimismo, para terminar en la frustración en la que se cayó e inmovilizó a una gran masa de gente. Como dice el filósofo: “si el optimismo parte de falsas realidades termina en una falsa promesa que culmina en frustración”, en cuyo caso me inclino por un mensaje realista, aunque parezca pesimista, que coloque a la gente en la exacta dimensión de donde está y que le espera. Quizás sea este momento de dramática crisis de examinar el lenguaje político.

[1] Ver Alicia Delibes, sobre “Roger Scruton y los usos del pesimismo” en FAES. Enero-M arzo,2011. Madrid

La tragedia de las sanciones

Maxim Ross

Con la invasión de propaganda, de desinformación y, sobre todo, de opiniones y artículos sesgados de uno y otro lado, es muy difícil que el común de los mortales se forme una opinión consistente de este doloroso tema por el cual está pasando Venezuela. Y digo doloroso, porque es de verdad una tragedia que nuestro país tenga que pasar por ese expediente como medio, casi único, para reestablecer el ordenamiento democrático e institucional pactado en la Constitución vigente. Cuando se dice que es una “tragedia” porque se aplican de tal manera que afectan indiscriminadamente a culpables e inocentes y que, por ello, implica mayores sacrificios al pueblo venezolano se está en lo cierto, pero no se dice toda la verdad.

Esa verdad tiene que ponerse dentro de contexto. Y este va en dos direcciones: Indaguemos si son ellas las causantes del deterioro económico y social y, luego, en cuál es su origen. Las cifras que el mismo BCV ha publicado dan cuenta de la primera indagación, pues la caída del producto, la destrucción del aparato productivo, la hiperinflación, el aumento de la pobreza y la masiva emigración de venezolanos sí que es una verdadera tragedia y todas están presentes antes de su imposición, en especial desde 2013 en adelante[1]

Con respecto a su efecto principal, que es en el comercio exterior con los Estados Unidos, este inicia su acelerado descenso desde aquel año y las ventas petroleras ya son críticamente bajas desde 2008. En ese terreno no hay que olvidar dos hechos. Por un lado, la reiterada política del Gobierno de Venezuela, anterior y actual, de dejar de vender petróleo a los Estados Unidos y, por el otro, la puesta en práctica en este país de la política de “Independencia Energética”, la cual lo llevó a una sustantiva reducción de sus importaciones, incluyendo las de Venezuela. Detrás de ambos impactos, decisivos para el bienestar de los venezolanos, está la brutal destrucción de PDVSA y la consiguiente drástica reducción de la producción petrolera. Es allí donde se debe ubicar claramente el deterioro.

En relación al segundo tema, el de sus orígenes, no pueden olvidar quienes escriben y las atacan algunos “pequeños” detalles del ordenamiento democrático e institucional que me permito recordar:

  1. La cuestionada elección del actual presidente en 2013, basada en la tesis de la “Continuidad Administrativa”, lo cual le permitió no retirarse de la presidencia,
  2. La cuestionada elección de la Asamblea Nacional Constituyente y de las elecciones presidenciales de 2018,
  3. La indudable y reconocida elección de la actual Asamblea Nacional en 2015, atacada por el Gobierno y sus poderes asociados por todos los frentes antidemocráticos.

No cabe la menor duda de que su imposición tiene un efecto significativo en el bienestar de los venezolanos, en especial cuando comienzan a aplicarse directamente a operaciones comerciales y financieras, pero la pregunta principal que debemos hacernos es porque hemos quedado “varados” en el tema de las sanciones, cuando la verdadera tragedia consiste en la insuficiente presión interna para el cambio político en Venezuela, ya no por causas atinentes a los distintos liderazgos políticos, sino porque la sociedad venezolana entró en un peligroso letargo y un sosiego que lo dificulta y paraliza. Sin duda que en él está una definida conducta que oscila entre el “Bodegón”, el miedo, el “Clap” y la consiguiente desesperanza.

Pareciera así que las sanciones van quedando como el único recurso capaz de lograr el cambio deseado, más todavía si van en línea con el apoyo democrático internacional que se ha logrado construir. En este sentido, es interesante hacerles saber a los gobiernos que se han alineado con el actual, entre ellos principalmente el de Rusia, el de China y el de Cuba que no pueden dejar de lado sus orígenes y causas. La historia pedirá cuentas de quienes fueron los verdaderos amigos de Venezuela.

Recomendación que va también dirigida a aquellos que claman insistentemente por el “dialogo” y la “reconciliación” de los venezolanos, pero que tienen detrás todavía una buena factura petrolera que respalda su apoyo. Recomendación que también va para aquellos gobiernos que todavía se sitúan en el medio y repiten lo de la autodeterminación de los pueblos y el regreso a la normalidad democrática, como si esta permaneciera pudiera lograrse sin tocar las persecuciones políticas, las inhabilitaciones y los continuos asaltos a la legitima Asamblea Nacional. Agrego: me gustaría que algunos líderes políticos que critican las sanciones colocaran sus declaraciones en este contexto.

Finalmente, la experiencia histórica no deja una lección clara sobre si estas políticas logran cambios importantes en una sociedad, pues hay casos donde ello se logra y otros no, aun cuando crean campos de presión para lograr acuerdos. No sabemos si su aplicación tendrá o no un logro en el cambio político o, al menos en que Venezuela restaure su ordenamiento democrático e institucional y que se produzcan las deseadas elecciones que lo reestablezcan, pero lo que si sabemos es que con ese apoyo todavía queda una esperanza para que los verdaderos culpables se hagan a un lado y dejen que este país vuelva a ser lo que fue. Allí quedará definida su responsabilidad histórica, la de sus aliados y la de los nuestros. Solo así podrá terminar la verdadera tragedia que vive Venezuela.

[1] Las primeras sanciones a funcionarios las establece la Administración Obama en 2015Eb

Consenso político y programas de estabilización económica.

Maxim Ross

En mi artículo anterior discuto el antagonismo entre el desarrollo económico y el conflicto político y dejo por sentado que este ultimo causa estragos en el segundo y ahora toco el tema de la relación entre la dimensión política y la necesidad de enfrentarse a un programa de estabilización, en especial de aquellos diseñados por el Fondo Monetario Internacional, en coordinación o el apoyo del Banco Mundial.

Primero que nada, hay que definir de que tratan esos programas y porque tienen su origen en esas instituciones. “Estabilizar” significa poner orden en un cierto desorden, en los términos más generales, “equilibrar lo que está desequilibrado” y, en lo económico, estabilizar la tasa de cambio, la balanza de pagos y el déficit fiscal, estimular el crecimiento económico y, especialmente, alinear los precios de bienes y servicios al mercado.

Lo diseñan y los ejecutan estas dos instituciones porque son las únicas que realizan préstamos para déficits de balanza de pagos y para el desarrollo y, por consecuencia, aplican una serie de condiciones (condicionalidades), todas ellas dominadas por principios de austeridad y de mercado.

En general su aplicación implica convencer a los gobiernos y al país entero que deben aceptarlos, a veces, con duras o graves consecuencias políticas, tales como perder elecciones y, aun peor, entrar en crisis recurrentes de sostenibilidad política y económica. Se comprenderá que se trata de un tema de alta complejidad, porque afecta todos los componentes del aparato económico y tienen serias implicaciones sociales y políticas.

Hasta ahora, esas instituciones no han evaluado el tema de la conexión entre la dimensión política y la económica, de tal forma que su diseño y ejecución sea lo menos dolorosa posible. Tanto el FMI, como el Banco Mundial han pagado bien caro sus resultados y su respuesta, a mi juicio insuficiente, ha sido desarrollar programas auxiliares para proteger su impacto sobre la pobreza y unas consideraciones de lo que denominan “costo social”, colocándolos en un plano subordinado, cuando ellos deberían ser, precisamente, sus objetivos primarios. (*)

Una reflexión sobre la necesidad de un consenso político para ponerlos en práctica debería entrar en su ecuación valorativa y no darle un privilegio excesivo al programa mismo, lo cual termina etiquetándole como “tecnocrático”. Quizás, el caso venezolano de los 90’s sea un buen ejemplo de ello, porque la ausencia de un consenso político bien estudiado y concebido nos habría evitado las dolorosas consecuencias que aun se viven.

(*)IMF/World Bank Comprehensive Review of the Poverty Reduction Strategy Papers.

Conflicto político y desarrollo económico

Maxim Ross

Uno de los temas mas recientemente estudiados en el campo de la economía política es la relación, precisamente, entre las instituciones políticas, el crecimiento económico y la democracia[1], tomando en cuenta que, en realidad, esta es la ecuación que hay que optimizar. El tema que quisiera abordar en esta breve entrega es que, uno de los componentes fundamentales de mantener la prosperidad económica, en el contexto de una democracia que funciones tan plenamente como sea posible, es solventar los obstáculos que el conflicto político crea para lograr la prosperidad.

La experiencia internacional nos dice que, los países que han logrado construir una ruta positiva entre las instituciones políticas y el crecimiento, o el desarrollo económico, mediante, principalmente el diseño y la puesta en práctica de consensos políticos de gran alcance y de largo plazo consiguen superiores resultados en lo económico. Los casos de Turquía, Bangladés, la India, Túnez y Grecia ilustran bastante la importancia del tema, en el sentido de que, los que de ellos lograron estabilidad política, consiguieron mejores resultados en lo económico, mientras que los que fallaron en este terreno han sido ejemplos de crisis políticas sucesivas y, en particular de graves consecuencias en el terreno económico, especialmente en la perdida de bienestar para su población.

Quizás, en el caso latinoamericano dos ejemplos explican el caso: Argentina y Brasil, cuando en el primero el conflicto político no ha permitido una ruta sostenible de desarrollo económico en los últimos tiempos y, en el segundo, el consenso que se logró alrededor del Plan Cardozo ha mantenido el Brasil en una ruta mucho más consistente.

Obviamente, donde queremos llegar es al caso venezolano, donde el conflicto político no ha permitido que nuestro país desarrolle una ruta sostenible, después de determinados años y, en nuestra ocasión influido por el tema petrolero, porque encontramos años en lo que ello se logró gracias al consenso que se planteó en los inicios de la democracia con el Pacto de Punto Fijo, pero, una vez que este se rompió comenzó el declive. Ahora, que vivimos intensamente la conflictividad política en su mas alta expresión, no me cabe duda que muy poco avanzaremos en el campo del desarrollo económico, de la prosperidad y del bienestar de la mayoría. Seguramente, el impacto que eso tiene en nuestra incipiente democracia es y será desbastador.

[1] Brookinks.Political Institutions, Economic Growth, and Democracy: The Substitute Effect. Carlos Pereira and Vladimir Teles Wednesday, January 19, 2011

Una plataforma civil para la sociedad venezolana (II)

Maxim Ross

En un artículo anterior defendí la idea `de “Crear un lugar común de encuentro, reflexión y acción de la sociedad civil organizada de Venezuela. Un lugar de encuentro presencial o virtual para coordinar o articular posiciones sobre sus problemas comunes y sus necesidades generales” . Ahora toca argumentar en dos direcciones. La primera, y quizás la más urgente, crear mecanismos de defensa frente al poder político actual y, la segunda, en un plano más estratégico sobre los beneficios de articular un acuerdo y un programa de acción para atender sus problemas comunes y sus necesidades generales.

Mecanismos de defensa frente al poder político actual.

No hay que ir muy lejos para identificar los daños que le ha causado la “revolución bolivariana” a la sociedad civil venezolana, comenzando por su efecto destructivo en todos los frentes, cuya mejor expresión es el masivo éxodo de nuestra población, la ruina de una economía que se había construido con grandes esfuerzos y sacrificios, la generalización de la pobreza y la corrupción como sus aportes mas relevantes. Frente a ellos la sociedad civil organizada tiene que desarrollar un plan de defensa, una barrera de contención que no puede esperar mucho más, antes de ser definitivamente arrasada, como ha sucedido en otros países.

Sobre problemas comunes y necesidades generales,

En la concepción de la necesidad de una Plataforma Civil o Cívica de cualquier sociedad está muy clara la diferencia entre los intereses legítimos[1] de cada una de sus organizaciones, como hemos indicado anteriormente, y sus problemas comunes y necesidades generales. Por ejemplo, más allá de la coyuntura actual un problema común a toda la sociedad es la marginalización de una parte importante de ella. Otro puede ser la ausencia de servicios públicos apropiados, incluyendo la seguridad social, de manera que ellos deberían unirla y articularla en una dirección convenida.

Mas allá de ellos podemos identificar como una necesidad general el hecho de restaurar plenamente en Venezuela el ordenamiento institucional y democrático que permita una real y transparente expresión de la voluntad popular, sin que este sea solo tema de los particos políticos. Una segunda es inmiscuirse totalmente en la creación de un marco de prosperidad para todos, con particular énfasis en el tema de la pobreza para darle a la democracia un amplio piso de sustento. Hay otras, pero estas podrían dar pie para el inicio y un encuentro.

[1] Los de los empresarios, de los trabajadores, los docentes, los profesionales, los artistas, etc., etc.