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Maxim Ross

Pesimismo y optimismo en la política

Maxim Ross

No soy un experto en ciencia política, pero he vivido suficientes experiencias como para opinar sobre un tema de capital importancia en la conducción política, como este de la comunicación, dentro de la cual encaja el dilema entre el mensaje pesimista y el optimista de quien conduce. Se que simplifico el asunto, pero creo que es lo suficientemente relevante como para llamar a una reflexión sobre el tema.

Obviamente, el asunto no es nuevo y siempre ha estado en el debate político, psicológico y filosófico[1] y, por supuesto, no existe una conclusión definitiva acerca de cuál de los dos puede ser más efectivo en la conducta humana y, sobre todo, en la conducción política. En este sentido, lo que puedo aportar, sin entrar en el debate conceptual o teórico sobre el tema, son algunos ejemplos que provienen de otras experiencias y de la nuestra.

Pongo en las esquinas dos mensajes clásicamente de ese orden. El optimista que desarrolló Obama en su campaña, el del “Yes, You can” con el cual transmitió al máximo la factibilidad de que un cambio era posible en los Estados Unidos y el de Churchill “Sangre, sudor y lágrimas”, el cual. Si bien no encaja en el pesimismo puro, ilustra un camino diferente que llama al sacrificio y al enfrentamiento con la realidad. Como se sabe, ambos lograron su objetivo de movilización y compromiso.

En Venezuela estamos llenos de ejemplos, pero prácticamente todos inclinados del lado del “optimismo”, probablemente por esa raíz épica que tienen casi todos los mensajes políticos en nuestro país. Nos podemos ir bien atrás con aquel del “gobiernito” que iba a caer en la época de Betancourt y, más luego, con el mismo de épocas recientes de “Se va caer, se va caer”, o de la promesa de una solución inmediata o pronta, que luego no se cumplió.

Después de los optimistas mensajes de las últimas campañas políticas de la oposición, que es la que me interesa lo piense, me quedan en la memoria aquellos momentos cuando estábamos “ganando” el revocatorio del 2014 y otras elecciones anteriores y posteriores, todas llenas de optimismo, para terminar en la frustración en la que se cayó e inmovilizó a una gran masa de gente. Como dice el filósofo: “si el optimismo parte de falsas realidades termina en una falsa promesa que culmina en frustración”, en cuyo caso me inclino por un mensaje realista, aunque parezca pesimista, que coloque a la gente en la exacta dimensión de donde está y que le espera. Quizás sea este momento de dramática crisis de examinar el lenguaje político.

[1] Ver Alicia Delibes, sobre “Roger Scruton y los usos del pesimismo” en FAES. Enero-M arzo,2011. Madrid

La tragedia de las sanciones

Maxim Ross

Con la invasión de propaganda, de desinformación y, sobre todo, de opiniones y artículos sesgados de uno y otro lado, es muy difícil que el común de los mortales se forme una opinión consistente de este doloroso tema por el cual está pasando Venezuela. Y digo doloroso, porque es de verdad una tragedia que nuestro país tenga que pasar por ese expediente como medio, casi único, para reestablecer el ordenamiento democrático e institucional pactado en la Constitución vigente. Cuando se dice que es una “tragedia” porque se aplican de tal manera que afectan indiscriminadamente a culpables e inocentes y que, por ello, implica mayores sacrificios al pueblo venezolano se está en lo cierto, pero no se dice toda la verdad.

Esa verdad tiene que ponerse dentro de contexto. Y este va en dos direcciones: Indaguemos si son ellas las causantes del deterioro económico y social y, luego, en cuál es su origen. Las cifras que el mismo BCV ha publicado dan cuenta de la primera indagación, pues la caída del producto, la destrucción del aparato productivo, la hiperinflación, el aumento de la pobreza y la masiva emigración de venezolanos sí que es una verdadera tragedia y todas están presentes antes de su imposición, en especial desde 2013 en adelante[1]

Con respecto a su efecto principal, que es en el comercio exterior con los Estados Unidos, este inicia su acelerado descenso desde aquel año y las ventas petroleras ya son críticamente bajas desde 2008. En ese terreno no hay que olvidar dos hechos. Por un lado, la reiterada política del Gobierno de Venezuela, anterior y actual, de dejar de vender petróleo a los Estados Unidos y, por el otro, la puesta en práctica en este país de la política de “Independencia Energética”, la cual lo llevó a una sustantiva reducción de sus importaciones, incluyendo las de Venezuela. Detrás de ambos impactos, decisivos para el bienestar de los venezolanos, está la brutal destrucción de PDVSA y la consiguiente drástica reducción de la producción petrolera. Es allí donde se debe ubicar claramente el deterioro.

En relación al segundo tema, el de sus orígenes, no pueden olvidar quienes escriben y las atacan algunos “pequeños” detalles del ordenamiento democrático e institucional que me permito recordar:

  1. La cuestionada elección del actual presidente en 2013, basada en la tesis de la “Continuidad Administrativa”, lo cual le permitió no retirarse de la presidencia,
  2. La cuestionada elección de la Asamblea Nacional Constituyente y de las elecciones presidenciales de 2018,
  3. La indudable y reconocida elección de la actual Asamblea Nacional en 2015, atacada por el Gobierno y sus poderes asociados por todos los frentes antidemocráticos.

No cabe la menor duda de que su imposición tiene un efecto significativo en el bienestar de los venezolanos, en especial cuando comienzan a aplicarse directamente a operaciones comerciales y financieras, pero la pregunta principal que debemos hacernos es porque hemos quedado “varados” en el tema de las sanciones, cuando la verdadera tragedia consiste en la insuficiente presión interna para el cambio político en Venezuela, ya no por causas atinentes a los distintos liderazgos políticos, sino porque la sociedad venezolana entró en un peligroso letargo y un sosiego que lo dificulta y paraliza. Sin duda que en él está una definida conducta que oscila entre el “Bodegón”, el miedo, el “Clap” y la consiguiente desesperanza.

Pareciera así que las sanciones van quedando como el único recurso capaz de lograr el cambio deseado, más todavía si van en línea con el apoyo democrático internacional que se ha logrado construir. En este sentido, es interesante hacerles saber a los gobiernos que se han alineado con el actual, entre ellos principalmente el de Rusia, el de China y el de Cuba que no pueden dejar de lado sus orígenes y causas. La historia pedirá cuentas de quienes fueron los verdaderos amigos de Venezuela.

Recomendación que va también dirigida a aquellos que claman insistentemente por el “dialogo” y la “reconciliación” de los venezolanos, pero que tienen detrás todavía una buena factura petrolera que respalda su apoyo. Recomendación que también va para aquellos gobiernos que todavía se sitúan en el medio y repiten lo de la autodeterminación de los pueblos y el regreso a la normalidad democrática, como si esta permaneciera pudiera lograrse sin tocar las persecuciones políticas, las inhabilitaciones y los continuos asaltos a la legitima Asamblea Nacional. Agrego: me gustaría que algunos líderes políticos que critican las sanciones colocaran sus declaraciones en este contexto.

Finalmente, la experiencia histórica no deja una lección clara sobre si estas políticas logran cambios importantes en una sociedad, pues hay casos donde ello se logra y otros no, aun cuando crean campos de presión para lograr acuerdos. No sabemos si su aplicación tendrá o no un logro en el cambio político o, al menos en que Venezuela restaure su ordenamiento democrático e institucional y que se produzcan las deseadas elecciones que lo reestablezcan, pero lo que si sabemos es que con ese apoyo todavía queda una esperanza para que los verdaderos culpables se hagan a un lado y dejen que este país vuelva a ser lo que fue. Allí quedará definida su responsabilidad histórica, la de sus aliados y la de los nuestros. Solo así podrá terminar la verdadera tragedia que vive Venezuela.

[1] Las primeras sanciones a funcionarios las establece la Administración Obama en 2015Eb

Consenso político y programas de estabilización económica.

Maxim Ross

En mi artículo anterior discuto el antagonismo entre el desarrollo económico y el conflicto político y dejo por sentado que este ultimo causa estragos en el segundo y ahora toco el tema de la relación entre la dimensión política y la necesidad de enfrentarse a un programa de estabilización, en especial de aquellos diseñados por el Fondo Monetario Internacional, en coordinación o el apoyo del Banco Mundial.

Primero que nada, hay que definir de que tratan esos programas y porque tienen su origen en esas instituciones. “Estabilizar” significa poner orden en un cierto desorden, en los términos más generales, “equilibrar lo que está desequilibrado” y, en lo económico, estabilizar la tasa de cambio, la balanza de pagos y el déficit fiscal, estimular el crecimiento económico y, especialmente, alinear los precios de bienes y servicios al mercado.

Lo diseñan y los ejecutan estas dos instituciones porque son las únicas que realizan préstamos para déficits de balanza de pagos y para el desarrollo y, por consecuencia, aplican una serie de condiciones (condicionalidades), todas ellas dominadas por principios de austeridad y de mercado.

En general su aplicación implica convencer a los gobiernos y al país entero que deben aceptarlos, a veces, con duras o graves consecuencias políticas, tales como perder elecciones y, aun peor, entrar en crisis recurrentes de sostenibilidad política y económica. Se comprenderá que se trata de un tema de alta complejidad, porque afecta todos los componentes del aparato económico y tienen serias implicaciones sociales y políticas.

Hasta ahora, esas instituciones no han evaluado el tema de la conexión entre la dimensión política y la económica, de tal forma que su diseño y ejecución sea lo menos dolorosa posible. Tanto el FMI, como el Banco Mundial han pagado bien caro sus resultados y su respuesta, a mi juicio insuficiente, ha sido desarrollar programas auxiliares para proteger su impacto sobre la pobreza y unas consideraciones de lo que denominan “costo social”, colocándolos en un plano subordinado, cuando ellos deberían ser, precisamente, sus objetivos primarios. (*)

Una reflexión sobre la necesidad de un consenso político para ponerlos en práctica debería entrar en su ecuación valorativa y no darle un privilegio excesivo al programa mismo, lo cual termina etiquetándole como “tecnocrático”. Quizás, el caso venezolano de los 90’s sea un buen ejemplo de ello, porque la ausencia de un consenso político bien estudiado y concebido nos habría evitado las dolorosas consecuencias que aun se viven.

(*)IMF/World Bank Comprehensive Review of the Poverty Reduction Strategy Papers.

Conflicto político y desarrollo económico

Maxim Ross

Uno de los temas mas recientemente estudiados en el campo de la economía política es la relación, precisamente, entre las instituciones políticas, el crecimiento económico y la democracia[1], tomando en cuenta que, en realidad, esta es la ecuación que hay que optimizar. El tema que quisiera abordar en esta breve entrega es que, uno de los componentes fundamentales de mantener la prosperidad económica, en el contexto de una democracia que funciones tan plenamente como sea posible, es solventar los obstáculos que el conflicto político crea para lograr la prosperidad.

La experiencia internacional nos dice que, los países que han logrado construir una ruta positiva entre las instituciones políticas y el crecimiento, o el desarrollo económico, mediante, principalmente el diseño y la puesta en práctica de consensos políticos de gran alcance y de largo plazo consiguen superiores resultados en lo económico. Los casos de Turquía, Bangladés, la India, Túnez y Grecia ilustran bastante la importancia del tema, en el sentido de que, los que de ellos lograron estabilidad política, consiguieron mejores resultados en lo económico, mientras que los que fallaron en este terreno han sido ejemplos de crisis políticas sucesivas y, en particular de graves consecuencias en el terreno económico, especialmente en la perdida de bienestar para su población.

Quizás, en el caso latinoamericano dos ejemplos explican el caso: Argentina y Brasil, cuando en el primero el conflicto político no ha permitido una ruta sostenible de desarrollo económico en los últimos tiempos y, en el segundo, el consenso que se logró alrededor del Plan Cardozo ha mantenido el Brasil en una ruta mucho más consistente.

Obviamente, donde queremos llegar es al caso venezolano, donde el conflicto político no ha permitido que nuestro país desarrolle una ruta sostenible, después de determinados años y, en nuestra ocasión influido por el tema petrolero, porque encontramos años en lo que ello se logró gracias al consenso que se planteó en los inicios de la democracia con el Pacto de Punto Fijo, pero, una vez que este se rompió comenzó el declive. Ahora, que vivimos intensamente la conflictividad política en su mas alta expresión, no me cabe duda que muy poco avanzaremos en el campo del desarrollo económico, de la prosperidad y del bienestar de la mayoría. Seguramente, el impacto que eso tiene en nuestra incipiente democracia es y será desbastador.

[1] Brookinks.Political Institutions, Economic Growth, and Democracy: The Substitute Effect. Carlos Pereira and Vladimir Teles Wednesday, January 19, 2011

Una plataforma civil para la sociedad venezolana (II)

Maxim Ross

En un artículo anterior defendí la idea `de “Crear un lugar común de encuentro, reflexión y acción de la sociedad civil organizada de Venezuela. Un lugar de encuentro presencial o virtual para coordinar o articular posiciones sobre sus problemas comunes y sus necesidades generales” . Ahora toca argumentar en dos direcciones. La primera, y quizás la más urgente, crear mecanismos de defensa frente al poder político actual y, la segunda, en un plano más estratégico sobre los beneficios de articular un acuerdo y un programa de acción para atender sus problemas comunes y sus necesidades generales.

Mecanismos de defensa frente al poder político actual.

No hay que ir muy lejos para identificar los daños que le ha causado la “revolución bolivariana” a la sociedad civil venezolana, comenzando por su efecto destructivo en todos los frentes, cuya mejor expresión es el masivo éxodo de nuestra población, la ruina de una economía que se había construido con grandes esfuerzos y sacrificios, la generalización de la pobreza y la corrupción como sus aportes mas relevantes. Frente a ellos la sociedad civil organizada tiene que desarrollar un plan de defensa, una barrera de contención que no puede esperar mucho más, antes de ser definitivamente arrasada, como ha sucedido en otros países.

Sobre problemas comunes y necesidades generales,

En la concepción de la necesidad de una Plataforma Civil o Cívica de cualquier sociedad está muy clara la diferencia entre los intereses legítimos[1] de cada una de sus organizaciones, como hemos indicado anteriormente, y sus problemas comunes y necesidades generales. Por ejemplo, más allá de la coyuntura actual un problema común a toda la sociedad es la marginalización de una parte importante de ella. Otro puede ser la ausencia de servicios públicos apropiados, incluyendo la seguridad social, de manera que ellos deberían unirla y articularla en una dirección convenida.

Mas allá de ellos podemos identificar como una necesidad general el hecho de restaurar plenamente en Venezuela el ordenamiento institucional y democrático que permita una real y transparente expresión de la voluntad popular, sin que este sea solo tema de los particos políticos. Una segunda es inmiscuirse totalmente en la creación de un marco de prosperidad para todos, con particular énfasis en el tema de la pobreza para darle a la democracia un amplio piso de sustento. Hay otras, pero estas podrían dar pie para el inicio y un encuentro.

[1] Los de los empresarios, de los trabajadores, los docentes, los profesionales, los artistas, etc., etc.

Una plataforma civil para la sociedad venezolana.[1]

Maxim Ross

¿Qué?

Crear un lugar común de encuentro, reflexión y acción de la sociedad civil organizada de Venezuela. Un lugar de encuentro presencial o virtual para coordinar o articular posiciones sobre sus problemas comunes y sus necesidades generales. Sería un “ámbito de interacciones estructurado en torno a una red de asociaciones y organizaciones posibles gracias al libre acuerdo de todos los participantes, con el fin de alcanzar conjuntamente la satisfacción de determinados intereses y la resolución consensual de posibles conflictos de acción.”[2].

¿Por qué?

El desarrollo de la situación política, económica y social venezolanas, caracterizada especialmente por el extremo estatismo, el centralismo y presidencialismo y el deterioro de la economía y la vida social ha reducido considerablemente el rol y la influencia de su sociedad civil, por lo que es necesario considerar opciones de organicidad y de organización que rescaten su capacidad de influir e incidir en los más importantes asuntos públicos.

La existencia de un conjunto de problemas comunes a las distintas organizaciones civiles, más allá de sus intereses legítimos exige soluciones más allá de ellos, lo cual define un espectro de problemas y necesidades que incumben a todas. Siendo que la solución de la mayoría de esos problemas y necesidades, tanto en el campo político, como en el económico y social han sido depositadas en el Estado y, prácticamente delegadas todas a los partidos políticos, la sociedad civil reclama una representación y una participación efectiva en el tratamiento de ellos, sin perjuicio de sus funciones y atribuciones legitimas de consecución y ejercicio del poder político.

¿Para qué?

Para identificar esos problemas y esas necesidades y ponernos de acuerdo sobre temas fundamentales que coloquen a Venezuela en una ruta política, institucional, económica y social que tenga garantías y mecanismos de sostenibilidad. Para elaborar y presentar proyectos de Acuerdos al resto del país, a los poderes públicos, a los partidos políticos y a la Comunidad internacional interesada en Venezuela.

[1] En conjunto con Juan Garrido, Universidad MonteAvila.

[2] Sociedad civil: una concepción radical. DOMINGO GARCÍA MARZÁ. En: RECERCA, REVISTA DE PENSAMENT I ANÀLISI, NÚM. 8. 2008. ISSN: 1130-6149 - pp. 27-46

Una plataforma civil para la sociedad venezolana

Maxim Ross

¿Qué?

Crear un lugar común de encuentro, reflexión y acción de la sociedad civil organizada de Venezuela. Un lugar de encuentro presencial o virtual para coordinar o articular posiciones sobre sus problemas comunes y sus necesidades generales. Sería un “ámbito de interacciones estructurado en torno a una red de asociaciones y organizaciones posibles gracias al libre acuerdo de todos los participantes, con el fin de alcanzar conjuntamente la satisfacción de determinados intereses y la resolución consensual de posibles conflictos de acción.”[2].

¿Por qué?

El desarrollo de la situación política, económica y social venezolanas, caracterizada especialmente por el extremo estatismo, el centralismo y presidencialismo y el deterioro de la economía y la vida social ha reducido considerablemente el rol y la influencia de su sociedad civil, por lo que es necesario considerar opciones de organización que rescaten su capacidad de influir e incidir en los más importantes asuntos públicos.

La existencia de un conjunto de temas comunes a las distintas organizaciones civiles, externos a sus intereses legítimos exige soluciones más allá de ellos, lo cual define un espectro de problemas y necesidades que incumben a todas. Siendo que la solución de la mayoría de esos problemas y necesidades, tanto en el campo político, como en el económico y social han sido depositadas en el Estado y, prácticamente delegadas todas a los partidos políticos, la sociedad civil debe reclamar una representación y una participación efectiva en el tratamiento de ellos.

¿Para qué?

Para identificar esos problemas y esas necesidades y ponernos de acuerdo sobre temas fundamentales que coloquen a Venezuela en una ruta política, institucional, económica y social que tenga garantías y mecanismos de sostenibilidad. Para elaborar y presentar proyectos de Acuerdos al resto del país, a los poderes públicos, a los partidos políticos y a la Comunidad internacional interesada en Venezuela.

[1] En conjunto con el Dr. Juan Garrido. Centro de Estudios de Integración Nacional. (CEINA)Universidad Monte Ávila.

[2] Sociedad civil: una concepción radical. DOMINGO GARCÍA MARZÁ. En: RECERCA, REVISTA DE PENSAMENT I ANÀLISI, NÚM. 8. 2008. ISSN: 1130-6149 - pp. 27-46

Un Acuerdo de Integración Nacional

Maxim Ross

En un reciente artículo ¿Cuál Acuerdo? ofrecía una escala de valores para concluir en la necesidad de alcanzar un Acuerdo de Integración Nacional, ahora que la Asamblea Nacional llama a todas las organizaciones que hacen vida en Venezuela a respaldar un Acuerdo Político Integral. En ese sentido, rescatamos un proyecto elaborado en la Universidad MonteAvila, en el cual defendemos que Venezuela se viene desintegrando sistemáticamente, más todavía con la intensidad que ha impuesto esta revolución destructiva “bolivariana”.

Frente a ello, contraponemos el concepto de Integración Nacional, es decir rehacer el país no solo en el plano político, sino iniciar un proceso sistemático y consistente de cambios en los planos institucionales, económicos y sociales, comenzando con un Acuerdo Democrático Nacional (ADN), que restaure nuestro ordenamiento democrático en reconocimiento a la tradición y cultura democrática venezolana.

En el artículo anterior (¿Cuál Acuerdo?) definimos algunos campos a identificar y reformar para alcanzar un mayor grado de Integración Nacional, entre ellos el hiper -presidencialismo, el estatismo, el centralismo y la extrema dependencia petrolera. A nuestro juicio, ellos conforman la “armadura” económica-política-institucional que nos ata”[1] para tomar una frase de un evento que, al respecto, realizaremos en la Universidad.

Sin embargo, no es la suma de esas reformas lo que caracteriza la idea de “integración”, lo que la hace es la necesidad de entenderlas y enfocarlas tan de manera simultánea como sea posible y, si no es así, al menos tener conciencia de que cada plano debe soportar los restantes. Decimos: no habrá descentralización sin una radical reforma que coloque a la provincia económica venezolana en el primero plano. Decimos: no habrá ampliación democrática con el grado de estatismo que hemos experimentado. Decimos: no habrá democracia plena y equidad mientras 16 a 17 millones de venezolanos vivan en pobreza o en las condiciones más precarias. El Acuerdo de Integración Nacional va en esa dirección.

Decimos: que la sociedad civil venezolana tome la iniciativa de promoverlo, constituyendo una Plataforma Civil que articule y coordine a distintas instituciones organizadas, sean gremios, asociaciones, comunidades, para que identifiquen sus problemas comunes y sus necesidades generales. Sobre este tema volveré en la próxima entrega.

[1] La integración nacional: una necesidad histórica para el Progreso y la Paz de Venezuela.

¿Cuál ACUERDO?

Maxim Ross

Ahora que se puso de moda lo de lograr cualquier acuerdo con el gobierno y aparece la iniciativa para que este se reintegre a la Asamblea y tengamos un nuevo CNE, me llama la atención que la crítica se concentre en quienes lo proponen y no en su contenido, porque si todo el esfuerzo se va en ese par de logros, estamos muy lejos de la meta de reconstruir este país, vale decir de acordarnos en cual debería ser el centro de gravedad de un verdadero Acuerdo Nacional y ¿Quién deberían promoverlo?

En tal sentido, ofrezco un criterio de escalada que pueda guiarnos hacia la complejidad de los problemas y soluciones que tiene Venezuela. Sitúo, en la primera escala el plano meramente político, comenzando por restaurar el ordenamiento institucional que permite expresar genuinamente la soberanía popular, lo cual comienza con realizar unas elecciones realmente libres. Dentro del campo político habría que pensar si la democracia es solo votar cada 5 o 6 años o si debemos pensar en darle mayor poder a la sociedad civil y si debería asumir una mayor responsabilidad en promoverlo.

En una segunda escala está el ordenamiento institucional del país que va más allá de lo político y que tiene que ver con rescatar la idea del equilibrio de poderes, colocando a la Asamblea Nacional en la primera jerarquía, pero que también implica un Acuerdo para reducir el extremo peso del centralismo, del estatismo y del presidencialismo que han tenido y tienen concentradas todas las capacidades decisorias en esta Venezuela petrolera. Un Acuerdo que le sume poderes a la provincia y regiones venezolanas.

En una tercera escala está, por supuesto, el tema económico, porque está más que comprobado que no podemos seguir viviendo del petróleo, que hay que integrarlo al resto de actividades económicas y darle todo el protagonismo del desarrollo al sector privado venezolano, que este tiene que regirse por las fuerzas del mercado, que a estas no podemos dejarlas solas, resolviendo todo y que, ese sector, tiene que asumir un mayor compromiso con Venezuela. Todo eso tendría que plasmarse en revertir el desarrollo hacia la provincia aprovechando al máximo la experiencia de sus vocaciones económicas.

En la escala de mayor calibre está nuestro principal y más urgente problema: eliminar la palabra pobreza del diccionario venezolana y desarrollar un política consistente y sostenible para atacar esa deficiencia, la cual sabemos tiene, no solo serias implicaciones económicas y sociales de equidad, sino una influencia decisiva en profundizar nuestra democracia.

En una próxima entrega defenderé una escala de mayor calibre: la necesidad de alcanzar un Acuerdo de Integración Nacional.

Aprendizajes de un aňo académico (II)

Maxim Ross

Toca ahora reseñar la experiencia y el aprendizaje que pude observar en el área económica de los Estados Unidos, comenzando por una diversidad geográfica y de tamaño que ya, de hecho, le da ventajas comparativas relevantes.

Es bueno saber que esa economía representa casi el 25% de todo el mundo y es casi igual a toda la Unión Europea, mientras que la China ocupa el 2º lugar con un 15% y Rusia con apenas un 2% del total. Esta última, representa un 10% de la de los Estados Unidos[1]. Esas diferencias no son gratis porque ya el hecho de ser grande y poderoso económicamente le da un valor añadido a la hora de aportar recursos y capacidad de consumo.

Un breve balance de sus fortalezas y debilidades[2], nos dice que ha estado creciendo en los últimos años a una tasa moderada y consistente, creadora de empleos netos y con una sorprendente tasa de desempleo cerca de la llamada “natural”. Un 4 a 5%. Su robustez, probablemente, deriva del aumento sostenido del ingreso medio del norteamericano, el cual se colocaba para 2017 en US$ 61.000 anuales por persona y también del salario en términos reales. Desde luego, una muy baja tasa de inflación origina esos resultados.

La base industrial se ha expandido en los últimos años y no hay que olvidar su logro fundamental: la auto suficiencia energética. La “confianza de los consumidores” es alta, un índice que da idea de baja incertidumbre en lo económico, a pesar de la volatilidad del Dow Jones, indicador que ha alcanzado niveles inesperados.

Sus mayores debilidades están en las muy conocidas y consistentes, la deuda federal y el déficit comercial, cifras que por su magnitud no dejan de preocupar a sus habitantes. La primera situada en el orden de 77% del PIB y el segundo bordeando los US$700 a 600 billones. Ambas colocadas en niveles de muy difícil manejo y reducción por las implicaciones sociales y externas que implican.

Grandes debilidades se registran en el plano social, con severas disparidades económicas y sociales, cuando el 1% de la población posee casi el 90% de la riqueza y con el polémico tema del “Obama Care” que pregunta cuantos estadounidenses tienen cubierta su salud. Un país donde todavía demasiados “indigentes” en las calles ocultan sus grandes fortalezas y virtudes.

[1] Banco Mundial 2017

[2] The Washington Post. The Trump vs. Obama economy — in 15 charts August 20, 2019.