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Ignacio Avalos Gutiérrez

Investigando en Venezuela. Capacidades de Ciencia, Tecnología e Innovación Para Superar la Crisis en Venezuela

Alexis Mercado
Ignacio Avalos Gutiérrez
Isabelle Sánchez-Rose
María Antonia Cervilla
María Sonsiré López
Hebe Vessuri

Introducción

Desde hace poco más de un lustro, Venezuela se halla en medio de una grave crisis estructural, generada principal, aunque no exclusivamente, desde la política, que se manifiesta en todos los ámbitos (económico, educativo, social, sanitario, etcétera) y mantiene a la población en condiciones de vida muy precarias, tal como lo registran diversos estudios.

El Pacto de Punto Fijo

La crisis política, caracterizada por la imposibilidad de conformar un sistema político funcional capaz de arbitrar los conflictos resultantes de las relaciones entre Estado, mercado y sociedad, se inicia a finales de la década de los 80, cuando el sistema político vigente desde 1958 se deslegitimó velozmente a causa del crecimiento de la pobreza y de la inequidad.

El pacto político fundacional de la democracia venezolana, el denominado Pacto de Punto Fijo, descrito como un “sistema populista de conciliación de élites”, basó sus posibilidades de fortalecimiento y expansión de adhesiones en la participación restringida a través de los partidos políticos, teniendo como telón de fondo el manejo del ingreso petrolero. La vulnerabilidad del pacto político comenzó a partir de la crisis de la deuda de 1983, que afectó de manera especial a los países productores de petróleo, entre ellos Venezuela.

La presidencia de Hugo Chávez

Venezuela tuvo cuatro décadas de estabilidad política gracias al mencionado acuerdo, el cual empezó a debilitarse a principios de los años noventa, en medio de la deslegitimidad y los desaciertos de las élites gobernantes, dando pie a protestas populares masivas y golpes de estado fallidos que culminaron con la elección de Hugo Chávez Frías, un exmilitar, a finales de 1998.

En la primera década del siglo XXI se inició la actual fase política, la cual, pese a que en un tiempo permitió la estabilización forzada del sistema y el crecimiento económico del país gracias fundamentalmente al alza de los precios del petróleo, en las actuales circunstancias está siendo peligrosamente cuestionada por su disfuncionalidad y su incapacidad de lograr los consensos mínimos para destrabar el prolongado conflicto político que ha venido cobrando forma progresivamente.

Sin embargo, en el período 2006–2012, amparándose en la enorme y a la vez inestable renta petrolera (que tuvo una importante caída con la crisis de 2008), el Gobierno inició un arriesgado experimento político de “socialismo del siglo XXI”, que con fuertes reminiscencias del socialismo real del siglo XX buscó acentuar el papel protagonista del Estado en la economía, en desmedro de un ya débil sector privado nacional. El previsible fracaso de la estatización indiscriminada se agravó con el shock externo de los años 2013–2020.

El chavismo post-Chávez

Luego del deceso de Hugo Chávez y la elección por muy poco margen de Nicolás Maduro como presidente de la República en marzo de 2013, se reavivó el conflicto político-estructural entre un gobierno débil, sin luces, manejando una economía a las puertas de una catástrofe, y de otro lado una oposición fortalecida en el plano electoral y más cohesionada, que en 2015 obtuvo una clara victoria electoral en las elecciones a la Asamblea Nacional, que quedó anulada para todo efecto práctico por el Tribunal Supremo de Justicia, a través de medidas legalmente muy cuestionadas. Se trató, sin duda, de un duro golpe al estado de derecho, que reforzaba la tendencia autoritaria del Gobierno.

Maduro fue reelecto para un nuevo período (2019–2025). Diversos organismos de observación nacional registraron numerosas violaciones a las normas establecidas, las cuales convertían en ilegítima su designación, hecho que produjo su desconocimiento por parte de los sectores opositores e, igualmente, de alrededor de cincuenta países. Emerge entonces la designación de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como presidente legítimo, lo que supuso una dualización del poder y, como uno de sus efectos, el hecho de que la comunidad internacional aprobara sanciones económicas contra el gobierno de Maduro.

A raíz de ello, el conflicto político se ha ido agudizando a pesar de diversas iniciativas de negociación.

Hoy, este juego de ajedrez permanente dista mucho de ser una confrontación ideológica para convertirse, sobre todo, en una lucha por el poder que ha tenido consecuencias catastróficas en la sociedad venezolana —a la cual, dicho en pocas palabras, le ha costado desde 2013 hasta 2020 casi un 70% del PIB— y ha propiciado una crisis humanitaria, agravada por la fragilidad sanitaria del país ante la pandemia del COVID-19. Una situación de la que resulta difícil salir sin un acuerdo político que permita rescatar la economía, lo cual, en la actual coyuntura mundial, significa replantearse la vocación productiva del país y comenzar a afrontar los desafíos del siglo XXI. Este impostergable proceso de rediseño de las principales políticas de desarrollo del país incluye las políticas relativas a ciencia, tecnología e innovación (CTI).

El sentido de este trabajo

En medio de la actual crisis política han sido convocados unos comicios parlamentarios, conforme a lo que establece la Constitución Nacional, para finales de este año. Hasta ahora el proceso electoral ha transcurrido de manera irregular en muchos aspectos, en medio de los serios obstáculos que impone la pandemia, dibujando un escenario incierto con respecto a la forma misma en la que se desarrollarán las votaciones y las consecuencias políticas que derivarán de ellas.

No se trata de ignorar las trabas que derivan del conflicto político, sino de identificar las oportunidades que aun en esta situación se comienzan a ver en instancias sociales y productivas, fundamentales para contribuir a superar la crisis humanitaria; entre ellas, dos de suma importancia: la salud y la seguridad alimentaria, y las ingenierías, vistas desde la perspectiva del fortalecimiento de las actividades CTI. Se trata igualmente de extender la mirada hacia los desafíos y oportunidades del siglo XXI, fruto de las radicales transformaciones tecnocientíficas que constituyen el fundamento de la denominada Cuarta Revolución Industrial. En otras palabras, se trata de soltarnos las ataduras del siglo XX y sincronizarnos con el resto del mundo.

El documento completo se incluye como anexo.

Que va a saber usted lo que es la vida

Ignacio Avalos Gutiérrez

I.

Que va a saber usted lo que es el amor si nunca quiso a ningún equipo.

La tristeza, si nunca salió derrotado del estadio.

La alegría, si nunca sintió lo que es ganar un campeonato.

El dolor, si nunca experimentó que le eliminaran a los suyos.

La ternura, si nunca tuvo cerca a un niño que lloraba porque perdió su club.

La militancia, si nunca se dio un abrazo con un fanático desconocido sentado a su lado, llevando la camiseta de su mismo equipo.

II.

Que va a saber usted lo que es el suspenso, si nunca vivió un noveno inning, con el equipo contrario con las bases llenas y el suyo ganando apenas por una carrera.

El insomnio, si nunca se acostó en la víspera de una final de campeonato.

La humillación, si nunca padeció un blanqueo en los propios huesos.

La depresión, si su club nunca quedó eliminado al ratico de empezar el torneo.

La frustración, si nunca perdió la clasificación a la serie final por medio juego.

El infierno, si su equipo nunca estuvo anclado en el último lugar durante casi toda la temporada.

III.

Qué va a saber usted lo que es un susto, si nunca vio la cara de un jugador sorprendido, puesto out en la tercera base.

El ridículo, si nunca miró a alguien dejar caer un flaicito al cuadro.

El abatimiento, si nunca observó la cara de un bateador ponchado.

El susto si nunca fue testigo de un lanzamiento pegado (a noventa millas) que casi mata a tu pelotero favorito.

Una ganga si desconoce lo que es la base por bolas

IV.

Que va a saber usted lo que es la fe, si nunca creyó en un club sin tener ningún motivo para ello.

El sexo, si nunca experimentó el orgasmo de un jonrón que sirvió para que su equipo ganara en extra-inning.

Un milagro, si su club nunca ganó un juego imposible.

La lealtad, si nunca se mantuvo fiel a un equipo aunque perdiera.

La euforia, si nunca llegó a un sexto inning embuchado con ocho cervezas y los suyos arriba en el marcador.

El rencor si su equipo fue vencido por el club de sus mayores odios.

La arrechera si el manager saco al picher cuando no debía y perdió su equipo.

La injusticia si nunca sufrió la sentencia de un umpire declarando out al corredor que anotaba la carrera del triunfo de su club.

Las diferencias sociales si nunca se asomó a la zona VIP del estadio.

V.

Qué va a saber usted lo que es la música, si nunca oyó el grito de los fanáticos de su equipo. El ruido, si nunca oyó el grito de los fanáticos del equipo rival.

El perfume, si nunca percibió el olor de la muchedumbre reunida en un estadio de béisbol. La nada, si nunca se sentó en las gradas de un estadio sin gente.

La muerte, si nunca vencieron a los suyos en el último minuto

VI.

Qué va a saber usted lo que es la estrategia, si nunca se leyó el librito no escrito que rige el juego de beisbol.

Lo que es la táctica, si nunca se percató de la lógica de un boleto intencional o de un toque de bola.

Una Constitución Nacional, si nunca reviso las normas casi perfectas que rigen el béisbol.

El estado de derecho si desconoce como se cumplen las leyes en el terreno de juego.

Un Tribunal de Justicia si no observo actuando a los umpires.

Gobernar si jamás fue manager.

VII.

Qué va a saber usted lo que es el estoicismo si nunca vio a un catcher agachado nueve innings, cuidándose además de que no le den un pelotazo en los testículos.

Lo que es el estrés, si nunca se puso en el pellejo de un manager.

La serenidad, si nunca le prestó atención al comportamiento de un pitcher relevo.

Los nervios, si nunca se dio cuenta de las mañas de un bateador.

La tensión, si nunca se fijó en el rostro de un tipo puesto en tres y dos.

VIII.

Qué va a saber usted lo que es la acrobacia, si nunca vio un doble play.

Lo que es la habilidad si nunca vio a nadie atrapar una pelota de espaldas y contra la pared. El suicidio, si nunca presenció una jugada de squeez play. La osadía, si nunca fue testigo de un robo de base. El riesgo si nunca vio como un picher retó con una recta por el medio al jonronero rival. La ley de gravedad, si nunca se sentó detrás del catcher y miró los vaivenes de una bola de nudillos lanzada por un pitcher zurdo.

IX.

Qué va a saber usted lo que es la falta de gobierno, si nunca hizo una cola para entrar al

estadio.

Lo que es el capitalismo salvaje, si nunca topó con revendedores de entradas.

El caos, si nunca sus riñones le ordenaron orinar a mitad de juego.

El hambre, si jamás se comió un pincho en las afueras del estadio y le supo a parrilla argentina.

X.

En fin, qué va a saber usted de la vida si nunca asistió a un estadio de béisbol.

HARINA DE OTRO COSTAL

La negociación no es la mejor alternativa ¡Es la única alternativa!". La frase anterior la dijo y escribió con insistencia en diversas oportunidades Pedro Nikken . Y, añadía que “…. un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado”. La reconstrucción de Venezuela debe tener como base a los Derechos Humanos, lo que sólo es posible en el marco de un proceso de reconciliación nacional.

Ojalá que de estos borrosos y embrollados primeros días de diciembre, los venezolanos salgamos convencidos de lo que reiteraba Pedro Nikken. Y volvamos a la política, que como expresó el filósofo Daniel Innerarity ….” es una forma de hacer cosas con palabras”. Dialogar, negociar, pues

El Nacional 2 de diciembre 2020

Maradona

Ignacio Avalos Gutiérrez

Contra el destino nadie puede, suena a bolero cursi, pero es verdad. Ese bebé parido en Villa Fiorito, un barrio, entre los más pobres, de Buenos Aires, llegó a ser, con el correr del tiempo, nada menos que Diego Armando Maradona, a pesar de que madre natura lo fabricó más bien pequeño y, encima, medio gordito, quien podría imaginar, pues, que en ese formato pudiera ser futbolista y futbolista no de cualquier manera, sino conforme a un formato imposible de repetir.

I.

El destino fue, pues, haciendo su mandado, le cosió su vida al balón y Maradona, resultó, a partir de sus diez y siete años, el genio que se tenía previsto, un jugador de los que no ha habido muchos en la historia. Hasta donde me alcanza la memoria han sido muy escasos los futbolistas capaces de hacer tantas cosas insólitas en una cancha, pocos con un pie izquierdo, suerte de sombrero de mago, de donde salían, en vez de conejos, balones en parábola, amén de ser muy dado a jugar limpio en la cancha. Pocos con su genialidad puesta a prueba por la televisión dos o tres veces por semana, durante al menos una década, más de mil partidos ante millones de testigos en cada ocasión, que lo convirtieron en el atleta más admirado de la aldea global, y también, en el más vigilado, no sólo en su desempeño en el campo (jamás nadie fue sometido a semejante control de calidad), sino también en su polémica vida privada, puesta en una vitrina bajo la mirada de todos, sujeta al juicio de cualquiera. Por eso unos dicen que Dios inventó el fútbol pensando en Maradona, mientras muchos se van al extremo de afirmar que Maradona lo jugaba como si fuera Dios.

II.

Si Maradona fuera mudo sería perfecto, reza un grafiti que leí hace unos años en una pared de la capital argentina, reflejo, me parece, de la preferencia por el atleta eunuco mental, por la aséptica figura del “ejemplo-para-la-juventud”, el ciudadano minusválido que se limita a hablar del deporte y a recomendar las bondades de una tarjeta de crédito o del último celular que salió al mercado, sin que nadie espere oír de él su opinión sobre el aborto, la inflación o una guerra en quien sabe cuál lugar del planeta. Maradona, al contrario, hablaba hasta por los codos, casi ningún tema le ha resultado ajeno (le ha faltado un poquito de ignorancia, diría Cantinflas), tampoco el de la política, desde luego, e, incluso, cometió la imprudencia de criticar a los de los directivos de la poderosa y corrupta FIFA, las más de las veces con buenos argumentos.

Maradona fue, pues, lo contrario de figuras como Pelé, siempre políticamente correcto, o como Beckham, siempre comercialmente correcto. Y no hablemos de Cristiano Ronaldo y Leonel Messi, por mencionar a dos insignes mudos de la actualidad.

III.

Cierto, el fútbol fue su gloria. Si volviera a nacer, volvería a ser futbolista, repetía a cada rato. Pero también su calvario: un per cápita de patadas, zancadillas y empujones sufridas, sin duda entre los más altos de la historia, también de medicamentos para poder jugar, aún lastimado, la pelea con algunas autoridades del fútbol mundial, la cocaína y la efedrina, el corazón varias veces a punto de infarto y, sobre todo, la presión de la cierta opinión pública, empeñada en crucificarlo y hasta psicoanalizarlo en nombre de la rectitud, el decoro y las buenas costumbres. He vivido cuarenta años que equivalen a setenta, declaró en cierta oportunidad. Solía decir que de una patada fui de Villa Fiorito, un barrio muy pobre de Buenos Aires, a la cima del mundo y allí tuve que arreglármelas yo solito. Tal vez esta sea la frase que explique mejor la manera como transcurrió su vida.

Siempre le resultó incómodo a los jefes del balompié. Tuvo la mala ocurrencia de apoyar un sindicato de jugadores, se hizo amigo de Fidel, respaldó a Chávez, se vinculó a Menem y con Cristina Kitchner, se tatuó en el brazo al Ché Guevara y se colocó un zarcillo en la oreja, cuando aún era pésima costumbre hacerlo. También tuvo la infeliz idea de drogarse y la mala suerte de que se supiera y se le sancionara por ello. Demasiados defectos juntos como para que alguna empresa se atreviera a contratarlo para un anuncio comercial. El Mundial de Estados Unidos - en donde salió positivo en un test anti dopaje – significó prácticamente el capítulo final de su vida como futbolista. “Es como si me hubiesen cortado las piernas”, declaró cuando lo sancionaron. Yo diría que le cortaron la vida, pues poco después inicio un periodo de excesos en su vida privada, enfermedades y conflictos emocionales que terminaron haciendo complicada y sufrida su existencia.

IV.

Falleció ayer a los sesenta años, mismos que transcurrieron lo más parecido a un tango. Huelga decir que lo admiré mucho y creo que no hubo justicia ni comprensión ni compasión con los errores que cometió en su vida. Me parece que el escritor uruguayo Eduardo Galeano acierta cuando escribe que “él nunca pudo regresar a la anónima multitud de dónde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero”. “La exitoína es una droga muchísimo más devastadora que la cocaína, aunque no la delatan los análisis de sangre ni de orina”,

Estoy seguro de que “la mano de Dios” volverá a ayudarlo, como lo hizo en el Estadio Azteca, en el Campeonato Mundial de 1986, y que en algún lugar, allá arriba, lo estarán esperando Gardel, Evita y Quino junto a Mafalda.

El Nacional, 26 de noviembre de 2020

¿200.000?

Ignacio Avalos Gutiérrez

En Venezuela llevamos tiempo en el que las condiciones dentro de las que transcurre el país, pareciera que ya no nos espantan. No nos espantan los niveles de pobreza. Tampoco el número creciente de niños que no alcanza a sentarse en un pupitre, ni la cifra de profesores que dejan el aula y se van a hacer quién sabe qué otra cosa, tampoco la precariedad de nuestro sistema de salud pública, ni la violencia por parte incluso de las autoridades, ni siquiera el hecho de que nuestra economía no produzca nada ni que el Estado de Derecho se haya vuelto un fantasma, incapaz de trazar y hacer cumplir las normas que cuidan la convivencia social y que la corrupción, en sus diversas maneras, se haya vuelto, tal vez, nuestro rasgo más definitorio como país. Todo lo anterior en medio de un escenario político que desde hace unos cuantos años nos tiene metidos en una calle ciega, siendo el factor que más determina las limitaciones de la vida venezolana mencionadas anteriormente y a las que nos acostumbramos, asumiéndolas en formato de normalidad.

No hay, en verdad, cifras oficiales que nos muestren fiel y honestamente cómo marcha el país. Pero sí hay algunos estudios privados, que nos proporcionan una imagen inaceptable del país y aún más de la vida diaria de millones, sí de millones, de venezolanos que prueban de manera inequívoca que en nuestra sociedad la existencia es cada vez más dura, cada vez más áspera, cada vez más hostil. Lo peligroso, como lo han dicho diversos analistas, es que estas cosas que concurren suelen tender a convertirse en normales, a no dar motivo alguno para el asombro ni para la arrechera.

Para continuar con el hilo anterior, tampoco en este caso alarma la situación que se encuentran confrontando las organizaciones sobre las que recae, principalmente, la responsabilidad de llevar a cabo las actividades vinculadas con la educación superior, la ciencia, la tecnología y la innovación, áreas en donde las informaciones gubernamentales dejan igualmente mucho que desear.

Hace apenas dos semanas un equipo de la UCV y de la USB, del que formé parte junto con Hebe Vessuri, Alexis Mercado, Sonsirée Martínez, María Antonia Cervilla e Isabelle Sánchez, finalizó un estudio sobre este tema, el cual fue apoyado por el International Development Research Center y el Global Development Centre. También en este ámbito se constató una muy precaria e incierta situación, puesta en evidencia en el otorgamiento de presupuestos vergonzosamente deficitarios, causa de primer orden en el inadecuado funcionamiento docente de las universidades, la inoperancia o destrucción de laboratorios –inclusive como resultado de acciones vandálicas–, la disminución notable de profesores y alumnos y un sinfín de calamidades a la que desde luego se añade la diáspora de un número importante de profesionales esparcidos por medio mundo.

Ocurre todo esto mientras a comienzos de este siglo XXI están ocurriendo cambios radicales que actualizan la formación de profesionales e investigadores, a fin de hacerlos capaces de encarar con suficiencia los problemas y oportunidades que vienen asomando desde la Cuarta Revolución Industrial, dejando su huella en todos los ámbitos por donde acontece la vida humana.

Todas estas cortas reflexiones vienen al caso porque el pasado miércoles se celebró el Dia del Ingeniero, declarado hace más de un siglo, cuando se fundó el colegio correspondiente. Un gremio que ha tenido gran importancia en el desarrollo del país, hoy venida a menos, entre otras muchas razones, por el deterioro brevemente descrito en la líneas anteriores, que ha ocasionado, entre sus múltiples efectos, el hecho de que ¡200.000! de sus profesionales se fueran del país y estén trabajando alrededor del mundo. Pocas cosas hay más emblemáticas que esta cifra para poner de manifiesto la dimensión de la fractura nacional en un área de tanta significación para nuestro futuro.

Contaremos con ellos, piensa uno, cuando nuestro país entre a funcionar gobernado con sensatez y sentido común, también con más de honradez, y la política sea para lo que fue pensada, es decir, para negociar las diferencias y construir acuerdos en torno a un afán común. En otras palabras, que sea más o menos lo contrario de lo que ha venido observando en estos últimos tiempos, convertidos en casi una eternidad.

El Nacional

El Dia Internacional de la ¿“Algocracia”?

Ignacio Avalos Gutiérrez

El pasado 15 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Democracia, establecido por la ONU hace un buen tiempo. Sin querer ser irónicos, ni mucho menos, viendo lo que ocurre en la mayor parte del planeta y, aquí mismo, en nuestro propio país, la primera duda que le asalta a casi cualquier persona, es si hay alguna razón para celebrar, cuando un simple vistazo sobre el mapamundi nos indica que el sistema democrático se encuentra en medio de grandes dificultades, conforme lo señalan los diversos informes que le ponen el termómetro político a los países.

La política en el espacio digital

Edward Snowden, a quien seguramente usted recordará, fue quien en el año 2103 divulgó documentos secretos que pusieron en aprietos a la Agencia Norteamericana de Seguridad Nacional (NSA), empañando, además, la utopía digital imaginada décadas atrás, cuando la internet daba sus primeros pasos y se hablaba de la ciber democracia como un espejo de la experiencia política ateniense. Sin embargo, estos últimos tiempos han erosionado, en buena medida, el sueño de los tecnócratas que la crearon, como lo muestran los cambios que viene sufriendo actualmente la política, consecuencia del desarrollo y difusión de un menú de tecnologías “disruptivas” (inteligencia artificial, machine learning, deep learning, automatización de procesos robóticos, redes neuronales, big data).

Expresado en términos muy generales, estas tecnologías permiten registrar lo que es cada persona, en términos de sus preferencias individuales, deseos y pensamientos, expresados en datos que antes solo eran accesibles a los propios individuos, pero que ahora están abiertos a observadores externos, quienes los recogen y clasifican, analizándolos a partir de las neurociencias, la psicología cognitiva, las biotecnologías, permitiendo, así, numerosas formas de manipulación, con implicaciones políticas serias, evidentes, por solo citar un ejemplo, en los procesos electorales. Se está provocando la fragmentación política del espacio público, su polarización y la emergencia de posiciones cada vez más extremistas en diversos formatos de populismo. Por otro lado, hace posible la división de la población en grupos de intereses específicos al punto de que cada quien recibe un mensaje personalizado ocasionando que el debate público común se descomponga en miles de debates privados. En otras palabras, se despolitiza la política.

La “Algocracia”

A partir de lo señalado anteriormente, cobra razón la apreciación del sociólogo Manuel Castells, cuando afirma que los medios de comunicación no son el cuarto poder, sino que «constituyen el espacio donde se crea el poder». La llamada post verdad es muy gráfica en este sentido. Pone de manifiesto cómo se juega con los hechos, se los desconoce, se los cambia o se los versiona, dañando seriamente el tejido de la democracia y demostrando que no hay forma más eficaz de ejercer el poder que disponiendo de la capacidad para determinar cuál es la realidad.

El escrutinio de los ciudadanos se ha vuelto, así pues, tarea posible en cualquier ámbito, con cualquier propósito. La vida de cada quien deja en todo momento una huella digital, a partir de la cual se engorda la información de gobiernos y corporaciones privadas, en cada caso con sus particulares objetivos. Vivimos en tiempos del “dataísmo”, sostienen los entendidos, y uno de ellos, Evgenzy Morosov, deja ver la amenaza de la sustitución de la democracia por un gobierno algorítmico. La privacidad, éste es su argumento central, es el factor político fundamental para mantener vivo el espíritu de la democracia.

La “Algocracia”, según la denominan, hace referencia al traslado de nuestra capacidad de gobernarnos a unos algoritmos opacos, que no son neutros ni social, ni política ni ideológicamente, accediendo de manera arbitraria e ilegítima a nuestro cerebro, “influyendo en nuestra vida como consumidores, como ciudadanos, como electores”, añade el citado Morozov.

Al filtrar los referidos documentos, Snowden colocó sobre la mesa planetaria un asunto esencial, como es el de determinar el significado democrático de la intimidad en el mundo contemporáneo a partir de la tensión entre los derechos ciudadanos y el interés colectivo, entre la privacidad y el bien común.

El “Estado Niñera”

Hoy en día la gran cuestión es, entonces, decidir si nuestras vidas deben estar controladas por poderosas plataformas digitales o logramos articular los beneficios de la robotización, automatización y digitalización con aquellos principios que constituyen la médula de la organización democrática de las sociedades. El modo como configuremos la gobernanza de estas tecnologías va a ser decisivo para el futuro de la democracia. Puede implicar su destrucción o, por el contrario, su fortalecimiento, haciéndola más inclusiva y deliberativa.

Dentro de este marco hay que destacar la importancia que ha ido cobrando la contribución conjunta de las ciencias sociales y humanas con las llamadas “ciencias duras” a fin de descifrar y calibrar los efectos de los desarrollos tecno científicos que están teniendo lugar. Y, por otro lado, destacar la fuerza que ha adquirido a nivel mundial la necesidad de acordar políticas públicas relativas al control, gestión y propiedad de datos masivos, así como la democratización de su uso y conocimiento, a fin de que la observación de las personas no opere como coartada para la adopción de estrategias autoritarias, bajo el argumento de que lo que se pretende es el bienestar de las personas y el resguardo del orden social. Se ha hablado, por ello del "estado-niñera", en el que el gobierno no sólo puede vigilar todo lo que hacemos, sino que puede corregir nuestras conductas, prohibiéndonos u obligándonos por nuestro propio bien. En fin, no se trata tanto de la distopia imaginada en el Gran Hermano, de George Orwell, sino de la descrita en el Mundo Feliz, de Aldous Huxley.

La suerte no está echada

Afortunadamente se están multiplicando numerosas iniciativas que, confrontando poderosos intereses, están teniendo lugar en todas partes, tanto para procurar el acceso universal a internet, como para aprovechar sus potencialidades con fines democráticos. En este camino se encuentran transitando la ONU y diversas organizaciones internacionales, así como distintos gobiernos y, por supuesto, numerosas instituciones de la sociedad civil, buscando que la digitalización de la política sea para fortalecer el espacio público, acomodando los códigos democráticos a los tiempos que corren. Progresivamente el asunto va siendo un componente crucial con respecto a la gobernanza mundial y se habla de la creación de un nuevo contrato social que rija entre ciudadanos, Estados y el sector privado porque se ha llegado a un punto de no retorno en el que todo lo digital es político. Hay que definir las responsabilidades de los dueños de los datos "No debemos mirar a la tecnología como consumidores sino como ciudadanos, lo digital es político", según lo sostiene Jamie Susskind, profesor de la Universidad de Harvard.

Queda, así, expresado en pocas palabras, uno de los principales debates que nos plantea el Siglo XXI y a pesar de que hoy en día el horizonte luce nublado, la suerte aún no está echada.

El Nacional 18 de septiembre de 2020

El azabache de la suerte

Ignacio Avalos Gutiérrez

No recuerdo hace cuántos años, muchos en todo caso, nos encontramos sentados el uno al lado del otro, transitando el calvario de un trámite administrativo. Después de un rato en el que ambos nos limitábamos a ver el techo, iniciamos una conversación marcada por las trivialidades habituales en estos casos – uf, que gentío, hace mucho calor, esto va para dos horas, coño, donde quedará el baño …..´- hasta que por fin caí en la cuenta de que era él, el mismo que había visto y admirado en el estadio y en la televisión , aunque ahora lucía algo gordo y canoso, pero dejando ver todavía rastros del gran pelotero que había sido.

Fue integrante del equipo de Los Tiburones de la Guaira desde mediados de la década de los sesentas y mediados de la de los setentas, desempeñándose unas cuantas temporadas junto al campocorto Enzo Hernández e integrando con él, de acuerdo a la opinión de los especialistas, una de las mejores combinaciones para doble play en la historia de la pelota criolla.

I

No le alcanzó el tiempo para jugar en la época de la llamada “guerrilla guaireña”, durante los ochentas, bajo la conducción del manager dominicano Oswaldo Virgil, expresión de una manera particular de jugar que fielmente describió el jugador Norman Carrasco, diciendo “Somos un equipo que debe arañar para hacer las carreras, un jitcito por allá, un machucón, un bateo y corrido, un robo”. O como lo escribió con maestría el periodista Carlos Valmore Rodríguez “una emboscada aquí, correr, esconderse, volver a emboscar, retirarse, minar sin que el enemigo lo note. Pegar e irse. El Vietcong.”

Sin embargo, siempre creí que mereció estar en la “guerrilla”. Por sus características y por su espíritu hubiese encajado perfectamente dentro de ese conjunto.

II.

En fin, todos coinciden en que fue un gran jugador, como lo prueba el hecho de haber sido designado miembro del Salón de la Fama del Beisbol Venezolano, además, por si fuera poco, de haber jugado varias temporadas en las grandes ligas. Sobresalió también como manager, sobre todo de equipos juveniles, llegando a dirigir en varias ocasiones y con indudable éxito a la selección venezolana en competencias internacionales, consiguiendo incluso la medalla de oro para el país en el Mundial Juvenil celebrado en 1997, en Argentina.

Me enteré, por cierto, que en algún momento fue manager de una selección en la que figuraba Nicolás Maduro como primera base, quien como es sabido no llego muy lejos en su carrera deportiva, hecho que no pocos venezolanos lamentan, puesto que es evidente que en donde juega actualmente, no lo hace bien, dicho sea esto con el debido respeto.

III.

En el transcurso de la plática yo casi no hablé, me parece que no alcancé ni a decirle mi nombre, menos que menos el número del celular para comunicarnos. Llegando al noveno inning de nuestra conversación, un poquito antes de que nos llamaran para atender nuestras respectivas solicitudes, me contó la etapa política de su vida. Participé en ella por la gente, algo así me dijo. Fue elegido a través del PSUV como concejal en Puerto Cabello y tuvo a su cargo la Presidencia del Instituto de Deportes de la alcaldía, en esa misma ciudad.

Fue, esta que cuento, una conversa interesante y amena, memorable para mí, ciertamente. Nos despedimos con la seguridad, no sé por qué, de que pronto nos volveríamos a ver, cosa que nunca ocurrió. Nos dimos un abrazo y cuando se iba hacia su carro lo tomé por el hombro y le dije que yo era fanático de los Tiburones de la Guaira. Lo supe apenas te vi, me dijo con una sonrisa del tamaño de toda su cara. Ha sido, lo confieso, uno de los mayores elogios que puede recibir un tipo como yo, para quien la militancia en el conjunto escualo es una grata arbitrariedad que, con el transcurso de los días, se ha ido convirtiendo en una suerte de feligresía que rubrica su vida.

Remigio Hermoso, con quien sostuve la charla que refiero en estas breves líneas, falleció la semana pasada, a los 73 años, cerca de la mitad de ellos dedicados a mostrar cómo se juega buen beisbol y, sumados a los otros que le concedió la vida, a enseñarnos como se es una buena persona.

Se nos fue el Azabache Negro, como lo llamaba a veces el Musiú Lacalaverie, dueño de una casi infinita capacidad para colocar apelativos e imaginar frases ingeniosas en la narración un juego de beisbol.

El Nacional, miércoles 26 de agosto de 2020

Día del zurdo

Ignacio Avalos Gutiérrez

Copado como lo está cualquier venezolano, por la pandemia y por el casi eterno y absurdo conflicto político, hice todo lo posible para que no se me pasara por alto la celebración, el pasado 13 de agosto, del Dia del Zurdo. La iniciativa se originó en 1976, con el fin de “dar a conocer y ayudar a reducir las dificultades que encuentran las personas zurdas”, que, de acuerdo a diversos organismos internacionales, hoy en día representan alrededor del 11 % de la población del planeta, o sea que estamos hablando de casi 800 millones de terrícolas, la que, habrá que convenir, no es una cifra menor. Por otro lado, los estudios revelan que esa proporción se ha repetido a lo largo del tiempo y de manera más o menos similar en todos los países, con excepción, parece, de la China actual en donde apenas el 1% de los habitantes manejan la vida con la izquierda, debido a que, de acuerdo a una noticia, quien sabe si con cara de “fake news”, es muy fuerte la presión social y cultural a fin de corregir esa “desviación”[i1]

¿Y Adán y Eva?

Se habla de ellos como los iniciadores de la especie humana, así como del gusto que sentía Adán por las manzanas, sobre todo si estaban prohibidas, y hasta del mal carácter de Eva, seguramente una apreciación generada desde el prejuicio machista, surgido al aparecer el primer varón. Pero nunca se ha comentado que alguno de ellos fuera zurdo, ni tampoco que lo fueran Caín y Abel, esos hijos tan disímiles que tuvieron.

Lo que los historiadores si parecen dejar fuera de duda es que en todas las sociedades ha habido zurdos, a la par que diversos estudios socio antropológicos han demostrado, así mismo, que las culturas antiguas, incluso las extintas, eran mayoritariamente diestras. Dicho sea de paso, compartimos con los chimpancés la característica de ser los únicos mamíferos en tener la diestra como mano dominante, mientras que el oso polar, leo por ahí, es el único animal predominantemente zurdo.

Estamos, pues, ante un asunto que se ha discutido más de lo que uno cree. Por razones que explico un poco más adelante, y que obedecen a motivos personales, me he ocupado del mismo siempre ayudado, claro, por el Profesor Google, y si he comprendido bien las lecturas, realizadas a vuelo de pájaro y desde la perspectiva de un sociólogo, para quien esto equivale a nadar en aguas muy profundas, la explicación de la existencia de personas zurdas continúa siendo un asunto cuyas causas y consecuencias aún son en buena medida tarea pendiente para la ciencia, si bien las investigaciones concluyen que lejos de esa leyenda negra tejida, en diversos formatos, a lo largo de los siglos, el ser zurdo no es una enfermedad, una maldición ni nada parecido, sino una condición vinculada a “factores genéticos de naturaleza muy compleja y con una fuerte modulación ambiental”.

Mi hija Camila

Para el zurdo el mundo es como si hubiera sido construido al revés, en no pocas ocasiones su vida transcurre a contra vía, como si se estuviera comiendo una flecha. Dado que los diestros son mayoría absoluta, escribe una filósofa, los inventos prácticos están, lógicamente, diseñados para ellos. Así, las cerraduras se vuelven un problema; atornillar y desatornillar, otro, y ni para qué hablar del uso de abrelatas, de tijeras, pupitres y cuadernos y de un sinfín de cosas, incluyendo armas y cierras eléctricas. Así, al zurdo se le ha creído una criatura extraña y por su propio bien, casi por un imperativo moral, se le “enseña” volverse derecho, señal de una discriminación que aún sigue vigente, según lo ha expresado una y mil veces el escritor Javier Marías, quien habla de haberlo vivido en carne propia, dado que “fumo y firmo con la izquierda”, advirtiendo que así se cumple, a estas alturas de la historia, la “opresión en contra de las minorías”.

Como indique arriba, tenía varios años que no aludía a la conmemoración del 13 de agosto. En dos ocasiones escribí al respecto y ahora, tanto tiempo después, quise volver a hacerlo, aunque inevitablemente me repita un poco. Hago así honor a la casualidad que determino que mi vida familiar acontezca junto a muchos zurdos, todo indica que venidos por el lado materno. Me refiero a tíos, hermanos, primos, sobrinos y hasta una hija, Camila, a quien recuerdo inquieta, a sus cuatro o cinco años de edad, preguntándome si Dios era zurdo, mientras yo le decía que no, pero que Maradona sí, en medio de un diálogo que tenía lugar mientras ella trataba de escribir sus primeras letras, con la lengua afuera debido al esfuerzo desplegado para agarrar el lápiz y acomodar el cuaderno según las condiciones impuestas por la mayoría dominante de los derechos. Debo decir que nunca se doblegó y que hasta el día de hoy, ya veinteañera, es una zurda consecuente. Ella es la inspiración, a lado del resto de mis queridos familiares zurdos, de estas cuartillas.

Los atletas zurdos

El deporte siempre ha sido, por lo general, un escenario en donde más se respeta a los zurdos, aunque, siempre hay una excepción, pues tengo entendido de que en el polo no se permite el uso de la mano izquierda. Un pitcher, un boxeador o un futbolista zurdos han sido siempre muy cotizados, a quienes nadie se les ocurriría trocar en derechos para que se desempeñen mejor.

Refiriéndose al futbol opina el escritor Juan Villoro que “…patear balones nos ha acostumbrado a un misterio biológico: la pierna izquierda nace más especializada que la derecha.” Y asoma una observación que tal vez alguien considere que no viene al caso, pero que me parece que no está de más. Advierte este autor, del que nadie pueda dudar de sus convicciones progresistas, que si el izquierdismo continúa actuando con la inconsecuencia con la que lo está haciendo “… el estado actual del mundo hace pensar que las canchas de fútbol serán el último refugio para jugar por la izquierda.” Así las cosas, me permitiría agregar yo, la derecha, podrá jugar a sus anchas, sin que nadie la marque, como ya pareciera estar ocurriendo en casi todo el planeta.

Que la Dios nos agarre confesados. No lo dice Villoro, sino este servidor, aunque seguramente él concuerde conmigo.

El Nacional, 19 de agosto de 20020

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“Ya no tengo ganas de seguir”

Ignacio Avalos Gutiérrez

No sé por qué siempre me recordaba a Gustavo Polidor, el gran campo corto de Los Tiburones de La Guaira, durante la década de los años ochenta, los lejanos tiempos de la llamada guerrilla integrada por él junto a Norman Carrasco, Alfredo Pedrique, Oswaldo Guillen, Raúl Pérez Tovar y otros cuantos peloteros que tengo guardados en la memoria para siempre jamás.

Aunque, pensándomelo bien, sí sé por qué me lo recuerda. A ambos le seguí la pista durante quien sabe cuántas temporadas, viéndolos jugar siempre bien, sin mucha alharaca, con la elegante pericia de quien todo lo lleva a cabo como si fuera pan comido, como si cualquiera lo pudiera hacer, como si todo fuera cuestión de ponerse un guante o calzarse unos botines y echarle bolas.

Ambos fueron mejores atletas de lo que parecían y probablemente mucho mejores de lo que ellos mismos se creyeron. Fueron jugadores de bajo perfil que, a la chita callando, se desempeñaron, en Venezuela y fuera de ella, en los mejores equipos, uno en el béisbol, el otro en el futbol.

Nació en 1980. Su padre quiso ser jugador y no pudo, pero ocurrió lo típico: realizó su sueño a través del hijo. Se hizo profesional a los 17 años y ha pasado dos décadas jugando en Venezuela, México, España y Alemania (siendo tan introvertido y callado, ¿habrá podido aprender alemán que es tan enrevesado?), un peregrinaje impensable, hasta ahora, en un jugador venezolano, forjado en un medio que todavía trata con cierta frialdad al futbolista. ¿Acaso no es el nuestro un país hecho de béisbol, según la sabia cuña de un conocido refresco?.

Muchos, los que no saben tanto de fútbol, lo recordarán como un jugador que sudaba poco la camiseta, que paseaba con lentitud sobre la alfombra verde, hasta con indolencia. Que jugaba como si no le importara no jugar. Que era poco dado a la euforia, su cara siempre inexpresiva, salvo pequeñas alteraciones que ocasionaba el gol.

Pero la historia lo guardara en su gaveta por su presencia inteligente sobre la cancha. Por su condición de lento mentiroso, como decían del colombiano Pibe Valderrama, mediocampista como él.

Por su habilidad para abrir los espacios, cambiar el ritmo del juego y lanzar un balón con precisión de reloj suizo a unos muchos metros de distancia. Por su condición de estratega, disponiendo y ordenando el reparto del balón.

Yo lo recordaré, claro, por su manera de patear los tiros libres, dibujando con la pelota una curva que resultaba un jeroglífico hasta para los mejores porteros.

El tiempo es implacable, perdóneseme la manida frasecita, y en el deporte aún más. Así, con apenas 35 años de edad recién cumplidos, se le termino su cuarto de hora. Le llegó el momento de retirarse del balompié de alto nivel. El martes de la semana pasada fue la última vez que se puso la camiseta del combinado nacional, al que llego en 1999 llevado de la mano del técnico argentino Omar Pastoriza.

“Ya no tengo ganas de seguir”, declaró, entre algunas lágrimas, en la rueda de prensa. Fue la frase que escogió para despedirse luego de haber sido uno de los más notables jugadores venezolanos de la historia, seguramente el mejor de la última década. Una despedida que, por cierto, no pudo tener peor escenario: apenas jugo 20 minutos durante un amistoso con Panamá, sobre una cancha anegada que no sabe drenar el agua y en un Estadio casi vacío.

Se fue, pues, luego de 130 partidos con la vinotinto. Aquí entre nos, da un sustico imaginar que no estará más en la selección nacional. Claro, no cualquiera tiene la pierna zurda de Juan Arango.