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Opinión

El trueque es un mecanismo de intercambio válido pero primitivo. Como sabemos, acorde con su visión neandertalista, el régimen siempre ha predicado las bondades del trueque para la población en general, aunque ellos prefieran los billetes verdes a veces blanqueados para depositarlos en Andorra. En una democracia no hace falta el trueque político. Sencillamente hay una Constitución y todos deben entrar por ese aro y hay planes que se discuten y son aprobados o rechazados. Como estamos frente a un régimen totalitario siglo XXI, nos guste o no, debemos acudir al trueque. A pesar de que esto debería estar claro, es indudable que muchos venezolanos de buena fe se han opuesto. Cabe preguntar las razones de esta resistencia y velar porque el trueque no se convierta en cambalache.

El quid del asunto es que para participar en un truque político con unos tramposos que no están dispuestos a ceder en aspectos vitales para ellos, debemos tener claro tres cosas: 1- Contar con negociadores experimentados y confiables. 2- No ceder en asuntos de principios y 3- Tener sumo cuidado de cómo se comunica lo logrado y lo no logrado.

Si no contamos con expertos en negociaciones, el trueque puede convertirse en un simple cambalache en el que se intercambian cosas de poco valor. Además, nuestros negociadores deben contar con la confianza de los demócratas para que no haya dudas de que hicieron su tarea y lograron lo más que pudieron. En Venezuela la alternativa democrática cuenta con varios especialistas en negociaciones, los cuales podrían estar al frente de las mismas con el respaldo y en constante comunicación con la dirigencia política.

Muchos nos preguntamos cuál fue el criterio de la MUD para seleccionar a Timoteo Zambrano, Carlos Ocariz, Henry Falcón y a Chuo Torrealba. Respeto a los tres últimos, son venezolanos valiosos que han estado en la lucha por la democracia. Sin embargo, ni el joven Ocariz, ni Falcón tienen la experiencia como negociadores. Chuo es lógico que esté presente como Secretario de la MUD. Del lado del gobierno sentaron a los más talibanes e inescrupulosos. Pensamos, con respeto, que para salvar el juego se requiere cambiar a tres de los integrantes de nuestra selección.

El segundo punto es que no se debe ceder en asuntos esenciales. Si no se logran, los negociadores deben dejar constancia de que los totalitarios no aceptaron respetar la Constitución. En nuestro caso no debía ser negociable suspender el revocatorio, aplazar las elecciones regionales, reconocimiento de diputados electos y de las atribuciones de la Asamblea Nacional.

Por último, nadie espera milagros. Era necesario aceptar dialogar e intentar el trueque político. Por ello los comunicados de los nuestros deben contar con expertos en la materia. El 12 de noviembre perdimos la oportunidad, pero estamos a tiempo. Hasta el presente lo logrado ha sido poco. Por otro lado, sería suicida romper la unidad electoral, pero con un poco de amplitud pueden coexistir una MUD que dialogue y otra MUD que confronte. Cierto, como dice Chuo, que convocar a marchar a Miraflores era irracional, pero no es verdad que quienes no coinciden con algunas actuaciones de la MUD y la critican le están dando oxígeno al régimen. Ya no estamos en la época en que la gente seguía a un hombre a caballo. Hoy los dirigentes deben interpretar lo que desea la gente y no ser tan tontos como para atender todas las peticiones, pero tampoco tan tontos como hacer caso omiso de algunas.

Desde luego que nos alegramos que hayan puesto en libertad a algunos presos políticos rehenes del régimen, pero eso no era lo esencial. Ninguno es culpable y todos saldrían en libertad después de un revocatorio. Lo demás son solo vagas promesas como ciertos muchachos mala conducta que ofrecen enmendarse y al poco vuelven a las andadas. Dimos oro a cambio de espejitos. Para ellos fue un buen trueque, para nosotros un cambalache. El pueblo le entregó a la MUD las dos terceras partes de la Asamblea, pero la MUD entregó al régimen su principal activo. Sin embargo estamos a tiempo de corregir malos pasos. Algunos dirán que, como en la fábula de La Fontaine, ante el lobo un cordero siempre lleva las de perder, pero no tenemos que seguir siendo corderos, aunque no sea fácil.

Como (había)en botica: Nuevamente saludamos al ya investido cardenal Baltazar Porras, quien junto con el cardenal Urosa son dos baluartes de la democracia. Es triste tener que alegrarse por la condena en Estados unidos de dos jóvenes venezolanos. Evidentemente no recibieron una buena educación, ni estuvieron rodeados de buenos ejemplos. Cilia y el presidente de facto no solo tienen responsabilidad por ello, sino por darles todas las facilidades para que delinquieran y no pueden aducir que no sabían que sus sobrinos llevaban un nivel de vida injustificable ¿Acaso pensaban que Haití y Honduras son lugares turísticos? Si Rafael Ramírez piensa que es inocente debería acudir a la Asamblea Nacional a defenderse. Rafael Arráiz Lucas presentó su libro El petróleo en Venezuela: una historia global. Seguramente será un éxito. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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En la mesa de dialogo, según ha trascendido, se ha colocado un tema, conocido en forma críptica, de tal manera que enunciándolo no revele exactamente de lo que se trata, por el temor a llamar las cosas por su nombre, estrategia con la cual se puede correr el riesgo de no resolver el asunto en conflicto.

Estoy de acuerdo con la prudencia y discreción, propias de cualquier negociación, pero las expresiones son muy importantes y hay que cuidar que lo que se enuncia, aunque no diga todo lo que se quiere decir, sí pueda abarcar todo lo que pretende resolver.

Si se trata de presos políticos, cuestión que debe ser abordada, hay que referirse a ello de alguna manera inequívoca, haciendo preceder la expresión con la palabra “sedicentes” o “sedicentes políticos presos”, como prefiere hablar el gobierno.

Pero el asunto es que no se trata simplemente de la liberación de detenidos ya que, de una parte, muchos de los perseguidos políticos no están detenidos, sino que están investigados, sometidos a medidas cautelares de presentación o de prohibición de salida del país, en exilio forzado o inducido por el propio gobierno, “presos en sus casa” en situación que se considera de libertad o condenados y con medidas injustas que restringen sus derechos, aunque no se encuentren en una cárcel.

Entonces, llámense “presos políticos” o “políticos presos”, expresión esta última que, aunque no lo vean quienes la utilizan, pone de manifiesto la connotación política de la persecución, es lo mismo: hay ciudadanos perseguidos por el aparato de justicia, en razón de sus ideas, que son considerados peligrosos para la estabilidad del régimen. En el pasado, en esta categoría, entraban quienes profesaban las ideas comunistas, calificados como traidores a la patria (Constitución de 1936) y ahora ocupan su puesto quienes se oponen al llamado socialismo del siglo XXI.

Lo importante, en todo caso, es resolver el trato carcelario o no de la persecución de quienes disienten del pensamiento único oficial, para abrir el camino a la reconciliación, como se ha hecho en Venezuela en toda su historia, evitando o poniendo fin así a etapas de violencia, confrontación o guerras fratricidas.

Por lo demás, no veo complicada la solución, tal como se ha hecho en otros casos y situaciones del pasado. Sencillamente, en mi opinión, se trataría de utilizar una vía que no puede ser sino legal y constitucional.

Liberar a los presos o poner fin a los procesos que los vinculan a la persecución penal es tarea de los jueces y situación compleja con no pocas objeciones en la práctica.

Pero a mi juicio, otro camino legal no enunciado entre las vías de solución, descartada la amnistía por el oficialismo, sería recurrir al indulto, en manos del presidente, sin que sea necesario motivar cada caso, sometido a previa revisión y estudio de los integrantes de una de las mesas de trabajo, con una lista que sería presentada al primer mandatario y que pondría fin a la persecución penal o a la condena.

En Venezuela se ha utilizado el indulto para resolver situaciones y casos concretos como los del presente, difíciles de enmarcar en criterios comunes. Por lo demás, algunos han objetado la vía del indulto por identificarlo con el perdón y suponer, en principio, una pena firme impuesta. Pero nuestro Código Orgánico Procesal Penal, a partir de la reforma de 2001, ha vuelto a consagrar el indulto procesal y su consecuencia de sobreseimiento, no exento de algunas objeciones por el resguardo a los derechos de los imputados o acusados, que podrían salvarse, mediante determinadas garantías, haciendo prevalecer el principio del favor libertatis.

El indulto que sugiero es una vía clara y expedita, que cubre todos los casos de perseguidos por razones políticas, habiendo sido utilizado como instrumento para poner fin a condenas o procesos sujetos al cuestionamiento de la justicia formal.

Se impone separar el indulto de la idea de pedir perdón o de ser perdonado, aunque esa sea su principal connotación. En un Estado de Derecho, para la preservación del valor superior de la paz y el restablecimiento de la justicia lesionada, cabe apelar al indulto como fórmula para la rectificación que en determinadas circunstancias exige el bien común y la justicia, según previsiones de nuestra propia Constitución.

Este planteamiento podría convertirse en una posible salida ajustada a la ley, que daría respuesta al clamor de la pacificación y exigencia de revisión de causas penales que tienen que ver con motivaciones predominantemente políticas.

aas@arteagasanchez.com

El Nacional. 20 de noviembre 2016

http://www.el-nacional.com/alberto_arteaga_sanchez/Liberacion-detenidos_...

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Los artículos de opinión tienden a retroalimentarse. Bastó que alguien escribiera que el triunfo de Trump representa una rebelión en contra de las elites progresistas (del establisment dicen otros) para que cientos de articulistas repitieran lo mismo. Pocos repararon en el hecho de que Trump también viene de las elites.

No todos los norteamericanos tienen tantos billones en su cuenta como Trump. Si es cierto que Trump emerge en contra de determinadas elites, se trataría entonces de una contradicción inter-elitesca. Quizás ahí está el nudo del problema. Las elites económicas se levantaron a través de Trump en contra de otras elites, las intelectuales (y sus representaciones feministas, anti-racistas e igualitarias).

Para nadie es un misterio que la enorme mayoría de los representantes del arte y del pensamiento se pronunciaron públicamente en contra de Trump y a favor de Clinton. Menos misterioso resulta el hecho de que el discurso predominante de Trump hubiera sido abiertamente anti-intelectual. El mismo se ufana con orgullo de no ser un intelectual. Es un sentimiento compartido. Los intelectuales detestan a Trump. El conflicto está programado.

Anti-intelectuales son también muchos seguidores de Trump. Trump ejerce un liderazgo sobre un odio atávico a los intelectuales. Odio que se encuentra en estado latente en todos los órdenes sociales del planeta. Odio que de pronto irrumpe haciéndose presente con inimaginada furia sobre la superficie de la política.

Nada nuevo bajo el sol. Desde que en la bella Atenas los notables de la ciudad no dejaran a Sócrates otra alternativa que no fuera el suicidio, el odio a los intelectuales ha sido más importante de lo que se piensa en la historia universal. No solo la lucha de clases como intentaron enseñar los marxistas, ha movilizado a grandes multitudes. El poder tiene muchas caras. La económica es solo una. Más importante que la lucha económica parece ser en los EE UU de hoy, la lucha cultural. Un choque de culturas en una sola nación.

Existe el poder político, el poder religioso y, por cierto, el poder representado por los propietarios del saber. Y así como los propietarios del poder económico han sido odiados por los pobres del dinero, los propietarios del poder cultural, los intelectuales, han sido odiados por los pobres de espíritu. Odio que no es vertical ni horizontal sino transversal. Odio que une a pobres y ricos cuando es dirigido en contra de los que saben y piensan. Odio que incluso se expresa en la vida cotidiana.

Los intelectuales que por casualidad han compartido reuniones sociales con los dueños del dinero, han sentido ese odio en su propia piel. A la inversa, cuando un representante de la vida económica cae en una reunión de intelectuales, suele sentirse discriminado por esos personajes raros que hablan un lenguaje críptico, comentan autores desconocidos, ven películas extrañas, escuchan música sin ritmo.

Sucede también al interior de muchas familias. Ha habido empresarios que habiendo tenido un hijo intelectual lo han sufrido como si sus esposas hubieran parido a un anormal o –en el idioma de ellos – a un marica. Hay ejemplos que han hecho historia. Dos nombres muy dispares vienen de pronto a mi mente. Uno es el de Franz Kafka. El otro, el de Mario Vargas Llosa.

El padre de Franz, Herman Kafka, llegó a ser un gran empresario. Hombre de fuerte personalidad, autoritario, orgulloso de sí, Franz se sentía a su lado como una persona indigna e insignificante. Pese a que hacía lo imposible para que el padre aceptara sus debilidades físicas, su timidez innata, su carácter distraído, Herman solo deseaba que Franz fuera un empresario exitoso. La Carta a mi Padre escrita por Franz Kafka es un documento desgarrador. Debería ser leída por todos los psicoanalistas del mundo.

El joven Franz escribía a escondidas, casi como avergonzado, sintiéndose como un “insecto” (así se autodescribe en La Metamorfosis). Incluso pidió a su amigo íntimo, Max Brod, que después de que él, Franz, muriera, quemara sus escritos. Afortunadamente Brod no lo hizo. Fue quizás la no-acción más importante de Brod. Sus escritos, en verdad, no son gran cosa.

La grave psicosis que desató en Franz la omnipotencia anti-intelectual del viejo Kafka fue en cierto modo causante de la enigmática literatura que nos legó el joven Kafka. Relación edípica fallida que sobredetermina a El Castillo (a lo no accesible) y a El Proceso (a la culpa de ser). Así como sus breves cuentos, testimonios de una vida lastimada, pero sublime como pocas.

El padre de Vargas Llosa, Eliécer, al igual que el de Franz Kafka, era un anti-intelectual por excelencia. La relación entre el joven intelectual y su padre –cuenta Vargas Llosa- fue tortuosa. Si no hubiera sido por el cobijo de la madre, la niñez y juventud de Mario habrían sido un infierno.

Don Eliécer envió a su hijo de 14 años a la Escuela Militar Leoncio Prado, en el Callao. “Para que se hiciera hombre”. Esa experiencia fue un suplicio para Vargas Llosa. Pero también fue su lugar de resistencia. Para defenderse de la estupidez cuartelaria, Mario comenzó a leer y a escribir como loco. Tuvo la suerte de tener entre sus profesores a un poeta surrealista, César Moro, quien aparte de impartir clases de francés, fue su primer guía literario. Su primera gran novela La Ciudad y los Perros, en donde describe la brutalidad de la educación militar, fue también una venganza del joven Vargas Llosa en contra de la dictadura anti-intelectual ejercida por su padre.

A diferencias de Franz Kafka, Vargas Llosa dio la batalla edípica. Más aún, logró derrotar a su padre en su propia salsa. El Premio Nobel se convertiría en ese millonario que nunca llegó a ser don Eliécer. Incluso, hoy, con más de 80 años de edad, Mario Vargas Llosa en un personaje de la “sociedad del espectáculo” a la que una vez tan duramente criticara.

Como ha ocurrido con muchas personas, para derrotar el imago (Jung) del padre interno, Vargas Llosa tuvo que asumir parte del Sobre-Yo de ese mismo padre. Eso no lo pudo hacer Kafka. Sin embargo, ambos escritores, tan diferentes entre sí, han demostrado a través de sus respectivas biografías que el odio hacia los intelectuales no solo es social y cultural. Es, además, intrasocial, intracultural, intrafamiliar. A veces lo mamamos.

Por cierto, no siempre el odio hacia los intelectuales se expresa en forma directa. Durante un tiempo ese odio logró ocultarse en diversos países bajo formas políticas. La más conocida fue la tradicional dicotomía izquierda –derecha.

Recordando años juveniles puedo testimoniar que mis primeras experiencias políticas en la izquierda las hice no porque me interesara la política sino porque me sentía atraído por la cultura que en esos tiempos monopolizaba la izquierda, particularmente el partido comunista. La derecha, en Chile como en otros países, era radicalmente anti-intelectual (todavía, aunque no tanto, sigue siéndolo). Los intelectuales de derecha podían contarse con los dedos de las manos. Los de izquierda, en cambio, sumaban millares. Ser intelectual y ser de izquierda era casi una obligación.

En cierto modo nosotros, jóvenes chilenos con aspiraciones literarias, seguíamos la tradición comenzada por los jacobinos franceses, continuada después por las izquierdas europeas y por los bolcheviques rusos. Estos últimos eran intelectuales organizados en un partido. Trotzski, Lenin, Bujarin, entre otros. En ese punto ellos mantenían la tradición intelectual de la socialdemocracia alemana, donde nombres de grandes pensadores como Kautzsky, Rosa Luxemburg, Bernstein y varios más, contrastan con la miseria intelectual que hoy exhiben los actuales partidos socialdemócratas.

El fin del monopolio ejercido por las izquierdas sobre los intelectuales fue resultado de un largo proceso. Hay, no obstante, un año clave: 1968. La invasión soviética a Praga. Desde ese momento comenzó un éxodo planetario. Algunos intelectuales giraron a la derecha. Pero la mayoría, redescubriendo a la democracia, asumió una postura liberal, en cierta medida solidaria con el anticomunismo radical mantenido por los intelectuales al interior de los países de la órbita soviética.

El papel jugado por los intelectuales en las revoluciones democráticas del Este europeo fue notable. En Polonia el historiador Adam Mischnik, el sociólogo Joseph Kuron y el escritor cristiano Tadeus Mazowiecki, orientaron los pasos de Solidarnosc mientras el cine de Andre Wajda denunciaba de modo implacable a la dictadura. En Alemania del Este la voz de Wolf Biermann recitaba y cantaba a la libertad en el mejor estilo de su maestro, Bertold Brecht. Los húngaros reivindicaban a sus escritores proscritos, antes que nadie a Sandor Marai. Y en Checoeslovaquia, el excelente dramaturgo y poeta Vaclav Havel se convirtió en uno de los más brillantes presidentes de Europa.

En América Latina el proceso fue más lento. Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Jorge Edwards y sobre todo, los poetas cubanos Herberto Padilla .y Reinaldo Arenas, el novelista Guillermo Cabrera Infante, y muchos otros, dieron vuelta sus espaldas a una revolución cubana convertida en vulgar dictadura militar. Los que siguen a la dictadura de Maduro en Venezuela son poquísimos. La gran mayoría engrosa las filas de la oposición.

Volviendo hacia atrás, observamos, sin embargo, una relación asimétrica. Mientras en los países comunistas los intelectuales eran víctimas de dictaduras, sus colegas de la izquierda occidental apoyaron durante mucho tiempo a esas mismas dictaduras. Casos llamativos fueron el escritor Günter Gras y el filósofo Jürgen Habermas. Ellos, que protestaban en contra de todas las injusticias del mundo, no fueron capaces de levantar sus voces en contra de una dictadura -la de Honecker- apoderada de una parte de la propia nación.

Stalin, siguiendo el ejemplo de Hitler, usó a los intelectuales solo cuando favorecían sus objetivos. De otro modo iban a parar a las cárceles. La pasión de Solzhenitsyn en los hielos de Siberia será siempre un símbolo de esa terrible historia. Stalin, aún más que Hitler, fue el primer dictador del anti-intelectualismo militante. En cierto modo el georgiano ejerció su venganza en contra de sus ex compañeros bolcheviques a quienes con deleite fue asesinando. Uno después del otro.

Así como Hitler mantenía como perro faldero al creativo arquitecto Alfred Speer o convertía al genio cinematográfico de Leni Riefenstahl.en un cine cortesano, Stalin se servía de compositores como Shostakóvich y del grandioso cine de Eisenstein. Pero, diferencias más o menos, ambos sistemas eran, en el fondo, profundamente anti-intelectuales. La brutal ofensiva nazi en contra de esa joya de la historia de la pintura universal que es el expresionismo alemán y la imposición del “realismo socialista” en el arte y la literatura rusa, son signos del odio parido profesado por las dictaduras a los artistas e intelectuales.

Y, sin embargo, a pesar de toda la furia anti-intelectual de los totalitarismos del siglo XX, gran parte del intelectualismo occidental capituló frente a ambos. Que los dos más grandes filósofos del siglo XX, Heidegger y Sartre, hayan sido ocasionales sirvientes del poder totalitario, nazi y comunista respectivamente, es un hecho que siempre deberá llamar a reflexión. El deseo de adorar a un gran padre no solo aparece dentro de las familias. También aparece en las naciones. Nombres como Hannah Arendt, Raymond Aron o Albert Camus, fueron solo honorables excepciones a la regla.

En la gran familia americana, tal como ocurrió al interior de las familias Kafka y Vargas Llosa, comienzan hoy a alinearse los frentes que separan a los valores representados por un presidente millonario y los de los intelectuales. ¿Quién vencerá esta vez? ¿La materia o el espíritu? En las historias de familias (de pronto me acordé del pobre Rimbaud) como en las de naciones, tenemos ejemplos en ambas direcciones.

En los EE UU está todavía por verse: ahí sabremos si la numerosa clase intelectual estadounidense elevará sus valores liberales y libertarios hacia el plano político o claudicará frente a la arrogancia del poder, del exitismo y del dinero. Del resultado de ese conflicto dependerá no solo la suerte de los EE UU.

POLIS, 21 Nov 2016`

http://polisfmires.blogspot.com/2016/11/fernando-mires-el-odio-los-intelectuales.html

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A los estudiantes en su día

A mí, que hasta una huelga de hambre por el pecho tengo, librada allá en San Cristóbal, con Enrique Ochoa Antich, Leví Alter, Alberto Urdaneta y un grupo de más de cincuenta estudiantes, en respuesta a una medida de expulsión colectiva, por parte del Ministro Héctor Hernández Carabaño, en los tiempos del primer gobierno de Rafael Caldera, donde el movimiento estudiantil batalló duro por sus derechos.

A mí, que siendo dirigente estudiantil de casi todas las Escuelas Técnicas del país, y que un buen día, saliendo de la ETI de Valencia, fui detenido, desaparecido y aparecido en el Campamento Anti Guerrillero TO5 de Yumare, donde fui enjuiciado por rebelión militar, siendo un imberbe estudiante. A mí no me pueden venir a hora con el cuento, que en este siglo XXI y con este “socialismo” en marcha, tenga que olvidar lo que nos sucedió a casi todos los dirigentes estudiantiles en el siglo XX.

Gustavo Machado, Pio Tamayo, Miguel Otero Silva, Joaquín Gabaldón Márquez, Prieto Figueroa, Antonio Arráiz, Guillermo Prince Lara, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Pedro Juliac, Ricardo Razetti, José Antonio Marturet, Inocente Palacios y Carlos Eduardo Frías, entre otros, también fueron jóvenes que sin formula de juicios y con fiscales complacientes, de un sablazo los mandaron a Palenque y al Castillo Libertador de Puerto Cabello, por haber alterado el orden público y participar en revueltas estudiantiles, aquellos carnavales de 1928, que resultaron la peor mueca del régimen despótico del General Juan Vicente Gómez.

Ali Primera, Kleber Ramírez, Julio Escalona, Jorge Rodríguez, Argelia Melet, Germán Lairet, Américo Martín, Héctor Pérez Marcano, Freddy Muñoz, Teodoro Petkoft, Juvencio Pulgar, Ali Rodríguez, Carlos Betancourt, María León y Fernando Soto Rojas, junto a otros chamos, dejaron sus pupitres y salieron a las calles a provocar disturbios estudiantiles, algunos contra la agonizante dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, y otros contra el gobierno del ex dirigente estudiantil y ex perseguido político, Rómulo Betancourt.

Jorge Rodríguez, Juan Barreto, Saúl Ortega, Elías Mata, Julio Montes, Jacqueline Farías, William Barrientos, Idelfonso Finol, Tony Boza, Lenin Cardozo, Elías Jaua, Mari Pili Hernández, Frank D Armas, Euro González y los de reciente data, Héctor Rodríguez y Tarek El Aissami, asumieron ser militantes de las causas estudiantiles, que, con o sin capucha en mano, largaron el pellejo para demostrar sus verdades, pero ningún Fiscal les instruyó expediente alguno para que pasaran el resto de su juventud en cárceles tenebrosas como la Tumba.

Bassil Da Costa, Kluiberth Roa, Alejandro Márquez, Geraldine Moreno Orozco, Gisella Rubilar, José Gregorio Amaris Cantillo, Acner Isaac López Lyón y Arturo Alexis Martínez, han podido al pasar de los años, echar sus cuentos de juventud y haber sido influyentes ciudadanos en la Venezuela del futuro. Bien como Diputados, Ministros, Escritores y hasta Presidentes de la República, pero jamás lo serán, porque ellos corrieron el riesgo de estudiar y luchar bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Todos cayeron asesinados en las calles del país, cuando protestaban por sus ideales, tal como lo han hecho nuestros estudiantes, desde los tiempos de José Félix Rivas y su Seminaristas en la Batalla de la Victoria. Y ese es el punto.

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Cambio de modelo y de gobierno

1. El cambio de gobierno y del actual modelo económico y político de dominación y exclusión es urgente. Los venezolanos, sin distinción entre opositores y partidarios del gobierno, no merecemos seguir sufriendo. Si el gobierno de Maduro y su modelo continúan, estaremos condenados a convertirnos dentro de poco en la nación más pobre de América Latina, y en uno de los últimos reductos de las dictaduras militaristas del planeta. Cambiar de gobierno es hoy una necesidad impostergable, y es una condición necesaria para atender las necesidades de la gente que hoy no tiene acceso a los alimentos y medicinas, que vive en la angustia permanente de la violencia y la inseguridad, que no ve oportunidades para los jóvenes y los trabajadores, que no les alcanza su salario para mantener a sus familias y progresar, y que le han cerrado sus posibilidades de expresarse y elegir. Este es un grito que retumba en todas las calles y rincones de nuestras ciudades, pueblos, barriadas y caseríos.

2. Para cambiar la presente situación sólo existen dos caminos, el de la política y el de la violencia. La violencia es excluyente y se reduce a destruir. Y detrás de ella sólo hay dolor, al que luego sigue una inmensa y generalizada frustración, ya que la violencia no resuelve ninguno de los problemas que pretende remediar, pero sí agrava los que existen. Es injusto que el destino de un pueblo sufriente sea más dolor y daño. Venezuela no puede estar condenada a ello.

3. El camino de la política, por el contrario, es complejo porque supone construir. Y en el campo de la política existe un amplio rango de herramientas de lucha cívica: organización popular, presión internacional, movilizaciones, protestas, diálogo con el adversario, trabajo electoral, huelgas, negociaciones, docencia social e incorporación de la ciudadanía, por nombrar sólo las más importantes. Todas ellas son complementarias e incluyentes, y ninguna puede ser dejada de lado. Hacerlo puede significar el debilitamiento y eventual fracaso de la opción política y, en consecuencia, correr el inmenso riesgo que en su lugar irrumpa la opción violenta.

4. La lucha por superar la actual crisis, para lo cual el cambio de gobierno y de modelo es condición imprescindible, debe aprovechar todos los instrumentos de la Política. Debe entonces, en consecuencia, combinar la necesaria presión popular y la organización de la ciudadanía, con una estrategia agresiva, consensuada e inteligente en la mesa de diálogo. Estos instrumentos no son excluyentes, sino por el contrario, complementarios.

5, Haber obligado al gobierno a sentarse a dialogar es un triunfo innegable del pueblo democrático. Nuestra intención es reforzar la alternativa del diálogo. Es necesario afrontar esta complicada y desigual fase de la batalla política, luego del cierre de las salidas electorales, acompañados de un testigo de excepción y de ascendencia insuperable, como es el Vaticano, con gran confianza en la fuerza de la ciudadanía organizada y activada.

Claves del proceso de diálogo

1. El trabajo político en la mesa de diálogo presidida por la Santa Sede es difícil. La negociación será siempre asimétrica, porque el poder institucional y de fuerza está en manos de la contraparte oficialista. Para que el país democrático alcance logros y resultados concretos, hacen falta en principio unidad de criterio y de acción.

2. La unidad política es ahora más necesaria e imprescindible que nunca. La unidad política es unidad social, es concordia, pero es, sobre todo, unidad de objetivos y trasparencia en las decisiones. No sólo unidad de nuestro liderazgo democrático, sino la de todos los venezolanos descontentos. Unidad en la movilización, en la perseverancia y en la estrategia, que implica entre otras cosas enfrentar a la oligarquía gobernante con todas las herramientas de la política. Se requiere un trabajo unitario para maximizar y darle direccionalidad a la inmensa legión de los venezolanos ansiosos de cambio, sin lo cual no pasaremos de ser una mayoría numérica, pero políticamente desagregada y desorganizada.

3. La creatividad y la inteligencia, por el otro lado, son esenciales. Para todos es evidente que el gobierno quiere a la mesa de diálogo sólo para ganar tiempo y “enfriar” la presión popular, pero nunca para tomarla en serio. Nuestro reto es que esa mesa se asuma como algo serio. Ello pasa, a nuestro juicio, por 4 condiciones:

a. Asumir un compromiso de apoyo al diálogo como proceso de negociación política, con etapas, pasos, tiempos, consolidación de hitos y logros, identificación de alternativas, evaluación de resultados, y con el Vaticano como mediador confiable. Es un proceso donde se pone en tensión las fortalezas, en la mesa y fuera de ella, para alcanzar logros tempranos y resultados totales o parciales razonables.

b. Exigir compromisos significativos y suficientes garantías de cumplimiento de logros, que aseguren el respeto a los poderes electos y al voto popular, como primer paso para propender a un cambio de gobierno en el menor tiempo posible, y evitando así que se generen nuevas y mayores frustraciones en un pueblo cansado de tanta burla e indolencia gubernamental.

c. Atender con especial énfasis el tema de la clara, precisa y oportuna información y comunicación a los venezolanos y al mundo, asegurando la coherencia en el discurso y, de ser posible, la unificación del mismo, con una eficaz gestión de medios, convencionales y alternativos.

d. Diseñar y conformar una plataforma de conexión orgánica o de vasos comunicantes entre la MUD, por una parte, como participante directa en la mesa de diálogo, y los actores, organizaciones y movimientos sociales, por la otra, que son los participantes indirectos en esa instancia.

2. Al tiempo que se desarrollan estas actividades, directamente relacionadas con la Mesa de Diálogo, es conveniente que las organizaciones políticas y sociales consideren y adelanten un conjunto de acciones populares que conformen un ambiente favorable para lograr los mejores resultados, como por ejemplo:

a. Presentar a los venezolanos una propuesta clara que invite a reconstruir el país, sobre la base del compromiso de conformar un Gobierno de Unidad Nacional con todos los sectores, amplio e incluyente, que haga énfasis primordial en la atención inmediata a la grave situación social y económica de nuestros compatriotas, y que incluya una propuesta de lineamientos principales del próximo gobierno.

b. Promover la declaratoria de amplios y diversos sectores y organizaciones no partidistas a favor del cumplimiento de la Constitución, y exigir el respeto a su legítimo derecho constitucional a protestar y realizar movilizaciones en respuesta a las políticas equivocadas del gobierno.

c. Convertir la mesa de diálogo en herramienta política para la organización popular, para impulsar la docencia social y la protesta ciudadana. Una forma de hacerlo es debatiendo y discutiendo en asambleas ciudadanas los detalles del proceso, recoger impresiones y recabar cuestionamientos y sugerencias.

d. Impulsar un movimiento amplio de defensa de la Constitución y la democracia, para ampliar y maximizar las voluntades en favor del cambio político democrático.

Caracas, a los 10 días del mes de noviembre de 2016

José Virtuoso

Juan Mijares

Luis Pedro España

Laureano Márquez

Elizabeth Martínez

Julio Castro

Hasler Iglesias

Víctor Márquez

León Arismendi

Juan Raffalli

Francisco Martínez

Ismael Pérez Vigil

Vicente Díaz

Ángel Oropeza

….siguen más firmas

 5 min


Cuando a comienzos de noviembre Nicolás Maduro, en una intervención televisada, acusó al economista Ricardo Hausmann de ser el primer operador de una supuesta persecución financiera contra Venezuela, las reacciones no se hicieron esperar. Decenas de estudiantes y académicos expresaron su solidaridad con este profesor, para quien el inquilino del Palacio de Miraflores pidió un juicio, al igual que su requisición con “código rojo”, supuestamente por medio de la Interpol.

No es la primera vez que el actual director del Centro para el Desarrollo Internacional de la prestigiosa Universidad de Harvard tiene un encontrón con la administración chavista, a la que responsabiliza de un enorme descalabro que ha empobrecido a la que fuera una de las naciones más ricas de América Latina. Desde hace rato, Hausmann viene señalando las falencias de un régimen que cree que sus dificultades tienen origen en una conspiración internacional.

Pero la verdad es que sus inquietudes intelectuales van mucho más allá. Su costumbre de decir las cosas en forma directa incluye a Estados Unidos y Colombia, como lo dejó en claro en la semana que termina cuando pasó por Medellín para asistir a la reunión de la Asociación Latinoamericana de Economistas, que tuvo lugar en la Universidad Eafit. EL TIEMPO habló con él.

¿Cuál fue su reacción cuando supo de las declaraciones de Nicolás Maduro en las que lo acusaba de enemigo del régimen?

Esta es la tercera vez que me ataca. La primera fue en septiembre de 2014, por publicar un escrito en el cual proponía la moratoria en los pagos de la deuda externa. La segunda fue en octubre de 2015, cuando grabó ilegalmente y publicó una llamada mía en la que hablaba de pedir asistencia financiera al FMI. Y ahora, no sé de dónde, llegó esta amenaza de hacerme un proceso judicial.

¿Qué tan seria considera esa amenaza?

En lo personal no me inquieta. La diferencia es que esta vez tiene a mi cuñado Braulio Jatar preso desde el 3 de septiembre por divulgar el cacerolazo contra Maduro ocurrido el día anterior en isla Margarita. Mi preocupación no es por mí, sino por los más de 100 presos políticos que viven hoy las mismas condiciones inhumanas de prisión que él desea imponerme.

¿Por qué atacar a un académico?

Él cree que la razón por la cual a Venezuela no le prestan dinero es resultado de un complot, sin tener en cuenta que la deuda pública representa seis años de exportaciones, la proporción más alta del mundo. Para Maduro tampoco tiene que ver que tengamos un déficit fiscal gigantesco o una inflación de cuatro dígitos. Por eso se inventa estas teorías de la conspiración, para echarles la culpa a los demás de lo que es su responsabilidad.

¿Cómo se resumen los errores cometidos?

En toda sociedad las cosas que la gente necesita se consiguen porque otra gente las produce o las provee. Venezuela acabó con esa posibilidad a punta de controles. Esa forma de organizar la economía y acabar con el aparato productivo no produjo grandes traumatismos mientras era posible hacer importaciones.

En 2012, cuando el barril de petróleo estaba en un precio promedio de 104 dólares, el Gobierno estaba gastando como si estuviera a 200 dólares. El faltante se financió con crédito, pero esa puerta eventualmente se cerró y después llegó la descolgada en las cotizaciones del crudo.

¿Cuál fue la consecuencia?

Las importaciones se fueron a pique y hay un colapso de la producción nacional. Como consecuencia, existe una verdadera crisis humanitaria de la que no se sabe más por la represión a los medios. El hambre, la escasez, la muerte de los niños en los hospitales pasan todos los días. La gente sobrevive vendiendo activos, pero si uno sale de su carro y se gasta el dinero, pues ya se queda sin qué más vender. Creo que la situación económica se está deteriorando y se va a seguir deteriorando.

¿Qué elementos tendría una cirugía de fondo que permita empezar a salir de la crisis?

Es necesario que a la sociedad se le restituyan sus derechos económicos, se unifique la tasa de cambio, se quiten los controles, se liberen los precios, se reestructure la deuda externa y se pida la ayuda financiera internacional. Para evitar más muertos, eso debe incluir ayuda humanitaria.

Cambiando de tema, ¿cómo analiza el triunfo de Donald Trump?

Lo que conocemos de su personalidad es que es alguien sumamente ignorante sobre cómo es el mundo y que no sabe de temas fundamentales de políticas públicas. Pensar que construyendo un muro o denunciando los tratados comerciales se resuelve un problema habla sobre su falta de conocimientos. Además, es alguien inseguro, impulsivo y mentiroso. Con esas características, solo le queda incumplir sus compromisos electorales, que son una locura tras otra, o los cumple y genera el caos.

Eventualmente aprenderá, pero la curva de aprendizaje tendrá un costo fenomenal.

¿Está preocupado?

Mucho. Y los mercados, también. Me inquieta que alguna de las potencias quiera medirlo en una crisis, tal como hizo Kruschev con Kennedy en 1961. Por eso considero que viene un periodo de incertidumbre profunda para la economía mundial.

Pero Wall Street llegó a un máximo histórico el jueves...

Porque hay la idea de que el Banco de la Reserva Federal podría posponer un aumento de sus tasas de interés, combinado con la expectativa de un programa de mayor gasto público. Sin embargo, a los movimientos de corto plazo no vale la pena prestarles tanta atención.

¿Es esta una reacción contra la globalización?

Las personas actúan con base en creencias. Algo que han hecho los populistas es convencer a la gente de algo que no es verdad, tal como lo hizo Hitler en su momento. Por eso la reacción de los electorados no es contra la globalización, sino en contra de una narrativa de la globalización.

Las circunstancias externas oscurecen más las perspectivas de América Latina...

Es verdad que nada de esto es bueno para la región. Érase una vez que soñamos con un destino común de integración, y ahora el destino es la construcción de un muro.

En medio de esa perspectiva, ¿cómo se ve Colombia?

Me llama la atención la poca importancia que ha tenido en la discusión económica la preocupación sobre las exportaciones. Todos estamos sorprendidos con el hecho de que, a pesar de que el dólar pasó de 1.900 a 3.000 pesos, las exportaciones colombianas no reaccionaron. Eso quiere decir que hay problemas que se deben diagnosticar y atacar. Pero no veo una agenda concentrada en eso.

¿En qué nos ve concentrados?

En asuntos más externos, como ser parte de la Ocde, algo que implica un conjunto de tareas que son importantes para el país pero que no son críticas, en su mayoría, para atender los problemas de este momento.

Y el lío actual es que la economía tiene un gran déficit externo, por lo cual las exportaciones son definitivas para poder generar una dinámica positiva. Lamentablemente, veo poca disposición a mirar el asunto y seguir ejemplos de otros que han podido avanzar mucho, comenzando por Panamá, que experimenta un auge en materia de servicios. Su aeropuerto es un modelo.

¿Qué opción tenemos?

Hay que diversificar. Y lo que hemos aprendido es que las sociedades deben aprender a producir más cosas, y cuando uno no lo sabe consigue gente que se mude a su país. Es más fácil mover las cabezas que tienen el conocimiento que aprender desde cero.

¿A qué se refiere?

Voy a poner un ejemplo inobjetable. Nadie pone en duda que el auge que tuvo Colombia en su producción petrolera se dio por la llegada masiva de técnicos venezolanos que eran expertos en crudos pesados.

¿Hay que atraer talento?

Exactamente. Pero Colombia en materia de migración es casi un récord global. Según datos del Banco Mundial, la proporción de gente nacida en el exterior que hay en este país apenas llega al 0,2 por ciento del total, que es uno de los índices más bajos del planeta. Eso equivale a imponer un bloqueo al que aspiraría Donald Trump, que va a ser presidente de una nación en la cual el 13 por ciento de sus habitantes nacieron en otro sitio. Por cierto, en Canadá esa proporción es del 20 y en Australia, del 27 por ciento.

Al mismo tiempo tenemos una diáspora importante...

Así es. El Banco Mundial dice que hay 2,5 millones de colombianos viviendo fuera de su país y solamente 110.000 extranjeros en Colombia. Es decir, la relación es de 20 a uno, que es absurda. Y en el caso concreto de Venezuela, ese número llega a 650.000 colombianos, pero aquí hay solo 35.000 venezolanos, que es casi la misma relación.

¿Cuál es la explicación?

Siempre se ha dicho que la gente no quiere venir por los temas de violencia. Pero ahora estamos en una etapa en la que un gran número de venezolanos quieren instalarse aquí, y no se les permite. Había la visa Mercosur, que antes se entregaba con relativa flexibilidad y que ahora la Cancillería eliminó, argumentando la falta de reciprocidad, lo cual es absurdo pues, aparte de ser moralmente cuestionable, es económicamente un error, pues atenta contra los intereses de Colombia.

¿Por qué es un error?

Los estudios económicos más recientes muestran que la inmigración no reduce los salarios y no aumenta el desempleo. De hecho, ocasiona el efecto contrario porque los migrantes son complementos y no sustitutos de los trabajadores locales. Tristemente, aquí la reacción de la política pública es acentuar el cierre y expulsar venezolanos. Por eso no es casualidad que Colombia no se diversifique.

El 52 por ciento de las compañías que se crean en Silicon Valley son de extranjeros, la mitad de los profesores de Harvard somos extranjeros. Y en Colombia, una de cada 400 personas lo es. Así no se puede absorber el conocimiento y no se puede crear una sociedad moderna, que sea heterogénea.

¿Está seguro de que los parámetros son más estrechos ahora?

Totalmente. He visto correos de Migración Colombia en los cuales el argumento para rechazar una visa es la discrecionalidad. Eso quiere decir que el motivo es porque a un funcionario se le dio la gana.

¿Y Colombia se está disparando en el pie?

Totalmente. Es un síntoma de una enfermedad que es la que está detrás de la falta de diversidad social. Este país lo está pagando muy caro porque la experiencia muestra que el ánimo de emprender es mucho más elevado entre los inmigrantes que crean riqueza y aprovechan oportunidades. Lo reitero, a Trump le encantaría tener una política migratoria como la de Colombia.

¿De ese tamaño es la comparación?

Los colombianos no saben lo increíblemente cerrada que es su sociedad. Ustedes no se dan cuenta del gigantesco costo colectivo que eso implica.

El Tiempo. Noviembre 12, 2016

http://www.eltiempo.com/economia/sectores/entrevista-con-ricardo-hausmann-sobre-crisis-de-venezuela/16749229

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