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Opinión

Con voz propia
Turbación causa al abogado en ejercicio la concurrencia al TSJ, cuya ejemplar arquitectura es rodeada por un gigantesco enrejado de hierro que ni las cárceles más peligrosas tienen. Venciendo las dificultades de acceso impuestas con efectivos militares que ni en el vecino Cuartel San Carlos y demás sitios de reclusión existían cuando los golpistas que nos desgobiernan pagaban su asonada, arribamos al lúgubre ambiente interno. Usurpan a la Reina de las Virtudes Republicanas (tal definía Bolívar a la Justicia), que constituía un orgullo profesional y decente participar en juicio en el máximo tribunal. Cinco años de actividad en la carrera abogadil se requerían para actuar ante los entonces venerables magistrados.
Con profundo dolor acariciamos el carnet otorgado por la que era una respetable Sala de Casación Civil: “se hace constar que el abogado…está inscrito en el Colegio de Abogados de Caracas bajo el número 11637 (era el mío) y de Conformidad con los establecido en el Código de Procedimiento Civil se encuentra para actuar en esta sala”.
Como en las mismas cárceles es masiva la concurrencia de visitantes al TSJ, en cuya Plaza que lleva el nombre de Manuela Sáenz se escenifican shows de baratijas. Pareciera fijación penitenciaria de quienes han sido reputados en la que fue honorable judicatura, entre ellos algunos que según el diputado Juan Pablo Guanipa “no tienen currículo sino prontuario".
Por lo regular los magistrados eran docentes de escuelas universitarias de derecho. Hoy son la excepción, porque en la alta instancia regenta la piratería.
La preponderancia partidista la resalta editorial del diario español El Mundo: “Juan Carlos Monedero y otros dos miembros de Podemos avalaron la tesis doctoral (en la Universidad de Zaragoza) que aupó a Gladys María Gutiérrez Alvarado a la presidencial del TSJ (entonces 2011, ella era embajadora en España)…Al margen de la calidad de la tesis es éste otro ejemplo más de los vínculos tan estrechos y abundantes que unen a los actuales líderes de Podemos con los prebostes del régimen chavista”.
En la Sala mal llamada Constitucional nos encontramos con un abogado carabobeño que mostraba sentencia de un juicio de impugnación de magistrados con prontuarios. Por supuesto lo declararon sin lugar y le impusieron multa.
Veamos una evidencia: el primer vicepresidente del TSJ y Presidente de la Sala de Casación Penal, Maikel José Moreno Pérez, aparece con un largo expediente que entre otros delitos se destacan dos homicidios, cometidos como agente de la policía política Disip. En ambos, después de cortas prisiones obtuvo libertad por beneficio procesal.
Después ingresa al Poder Judicial. En 2007 el magistrado Luis Velásquez Alvaray lo acusa de pertenecer a la “Banda de los enanos”, que opera dentro del sistema judicial con ramificaciones criminales. Sobornos y extorsión son sus prácticas.
Ese año 2007 fue destituido por desacato a la Sala Constitucional que ordenó su procesamiento junto con otros dos jueces por haber dejado en libertad a los acusados por asesinato de la abogada Consuelo Ramírez Brandt. El entonces Canciller Nicolás Maduro lo envió a la embajada de Venezuela en Roma.
Debemos reconocer que el autoritario régimen avanza en utilización del TSJ. El baremo de los seudos magistrados está constituido con prontuario, pero llegará el momento en el cual quedaran tras las rejas, pero de la cárcel porque las del tribunal serán derrumbadas.
Al MARGEN. Un siglo se cumple este 3 de junio del natalicio del educador, poeta, compositor, músico y cantante Rafael Sánchez López, autor de Sombra en Los Médanos, himno popular del estado Falcón. Murió a los 30 años.
jordanalberto18@yahoo.com

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Desde el instante en que Jehová le preguntó al hijo mayor de Adán y Eva «¿Dónde está tu hermano?» hasta el presente, hemos realizado infinidad de preguntas y obtenido infinidad de respuestas ambiguas, calco de la primera con la cual se quiso ocultar el fratricidio: «¿Soy acaso el guardián de mi hermano?».
Quizás la evasiva respuesta de Caín fue el primer acto de mala política que recuerde la historia; después de ese se cuentan por billones las piruetas verbales, las mentiras, las medias verdades, las omisiones y distorsiones diseñadas a la medida de los intereses grupales.
Consciente de los riesgos que asume quien pregunta, pues las malas preguntas son promotoras de respuestas protervas, no hacerlas es inexcusable en tiempos de angustia, cuando el tema no atañe al futuro sino al ya, al ahora, al próximo segundo. No es fácil hacer preguntas adecuadas, al punto de que Voltaire señaló: «Juzga a un hombre por sus preguntas en vez de hacerlo por sus respuestas». Asumiendo los riesgos correspondientes, pongamos manos a la obra:
A la Conferencia Episcopal Venezolana. En 1958, Monseñor Rafael Ignacio Arias Blanco era Arzobispo de Caracas; ejercía su ministerio con prudencia, pero con firmeza antiperezjimenista. A pesar de la férrea censura de prensa, radio y TV impuesta por el régimen, la gente percibía que los pastores no abandonaban sus rebaños, hasta que el mediodía del 21 de enero, las campanas de todas las iglesias del País tocaron a arrebato, llamando al pueblo a la huelga general convocada por la Junta Patriótica y a la protesta popular. Pregunto: ¿En la Catedral de Caracas también se encuentra enterrado, junto a su cuerpo, el espíritu libertario del valiente, amado y admirado Obispo?
A los colegios profesionales y academias. Ustedes constituyen los reservorios de los conocimientos técnicos y humanísticos del País, lo cual les genera una gran responsabilidad. Pregunto: ¿Se han dirigido oportunamente a sus conciudadanos en términos sencillos y comprensibles denunciando errores y planteando soluciones? ¿Los colegios de abogados han denunciado las sentencias inconstitucionales del TSJ y la Resolución N° 070906-2770 del CNE, en la cual se fijan requisitos extraconstitucionales a las solicitudes de referendos revocatorios?
Al Cuerpo Diplomático. ¿Informa permanente y adecuadamente a sus gobiernos acerca de la crisis humanitaria que vive Venezuela y la necesidad de aplicar la Carta Democrática Interamericana?
A la Asamblea Nacional. La Asamblea Nacional está siendo percibida como un apéndice de la MUD, como lo es el TSJ del PSUV. Genera desazón entre la gente común observar que la Asamblea está más cerca de los cálculos e intereses políticos de los grupos que la conforman que del contundente mandato de enfrentar al régimen que le fuera dado el 6 de diciembre, en claro desacato al artículo 201 de la Constitución. Pregunto: ¿Por qué no han solicitado prueba fehaciente de la nacionalidad de Maduro, tal como fuera propuesto en el decreto Gramcko? ¿Por qué prefiere –con exclusividad– el largo y tortuoso camino del revocatorio?
A María Corina Machado. Algunos no te tragan, como Rafael Poleo que te llama «muchacha hiperquinética», pero para muchos que admiran tu constancia, inteligencia y valor, eres la versión criolla y sin gorro frigio de Marianne, la francesa en cuyo regazo se acunaron los principios revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad. En poco tiempo has acumulado un capital político envidiable; entre el «expropiar es robar» que le espetaste a Chávez como asambleísta, hasta la agresión que sufrieras en Mérida hace poco, tu estatura política ha crecido exponencialmente y hoy eres respetada aun por aquellos que no te desean buena fortuna. A la luz de estos asertos, pregunto: ¿Qué haces en la MUD? ¿Qué poderosas razones –debe haberlas– te mantienen atada a una confederación de intereses tan distintos a los tuyos? ¿Cuándo asumirás el rol de líder de la resistencia que el País te reclama? Parafraseando: Vacilar es perderte, no tengas miedo.
Al hombre llano. Todos los habitantes de este País, en mayor o menor grado, somos responsables de lo que nos sucede. Paulatinamente nos fuimos alejando de los asuntos públicos por considerar que eran ajenos a nuestros intereses y obligaciones, con lo que llenamos las ciudades de habitantes, pero no de ciudadanos; aceptamos la corrupción administrativa como gracejada de los políticos, al punto de permitir diputados y magistrados con antecedentes criminales; perdimos oportunidades brillantes, como elegir Presidente a Arturo Uslar Pietri en 1963 e impedir la marramuncia electoral acaecida 30 años después. Pregunto: ¿Has aprendido la lección? ¿Estás listo para asumir el costo de tener futuro? De ser así, estamos salvados.
turmero_2009@hotmail.com
@DulceMTostaR
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Sin embargo, cuando todo parecía concluido se plantó frente a la sede del CNE un estudiante íngrimo y solo, levantando una frágil hoja de papel donde, de su puño y letra, había escrito: ¡REVOCATORIO YA!
El muro es la antítesis de la ciudad del siglo XXI, quiero decir: de lo que debería ser la ciudad del siglo XXI que el pensamiento más avanzado ha concebido como totalmente abierta, permeable, integrada, con intensa mezcla de usos donde la residencial no sólo no es incompatible con la vecindad de otras actividades como las comerciales e incluso ciertas formas de la producción manufacturera, sino que con ello resulta netamente enriquecida.
Por eso Berlín Oriental terminó convertida en la negación de la ciudad moderna: no se trataba ya de las restricciones y dificultades para moverse dentro de ella misma sino también de la ruptura neta de las conexiones con el resto del mundo. El impresentable personaje que ha resultado ser Donald Trump amenaza con superarla, levantando un dilatado muro entre su país y México. Pero esa infausta proeza ya ha sido alcanzada por nuestro socialismo endógeno que ha levantado un muro, virtual pero muy difícil de traspasar, en la frontera binacional más viva de América del Sur.
A Caracas no le han faltado muros: bajo la presión de una paranoia que, a diferencia de lo que piensan los cortesanos del régimen, responde poco a sensaciones y muchísimo a cruda realidad, nos hemos dedicado a levantar muros (y concertinas y cercos eléctricos) alrededor no sólo de nuestras casas sino de urbanizaciones y sectores urbanos completos.
Pero muchos de esos muros, tal vez los más perversos, no son visibles sino que consisten en vetos no escritos, especialidad preferida de un perturbado alcalde caraqueño que, bajo el argumento inaceptable y falaz de que se trata de “territorio chavista”, pretende decidir quiénes pueden entrar o no a los predios donde desbarra. Para hacerlos más perceptibles y quizá disuasorios los apuntala con escuadras de facinerosos con cara de malos de la película aunque, ya se ha visto, corren como conejos a la hora de las chiquiticas.
El pasado miércoles 11, ante la decisión de un importante número de ciudadanos de marchar hasta el CNE a reclamar su derecho a la activación del referéndum revocatorio presidencial que con suficiente antelación habían solicitado, el régimen estrenó una nueva modalidad de muro: además de las hileras de policías y guardias nacionales acorazados, las tanquetas, “ballenas” y “rinocerontes”, desplegaron a lo ancho de las calles una especie de pantalla translúcida y, suponemos, blindada, capaz en apariencia de impedir hasta el paso de un mosquito.
Pero la ciudad tiene sus vericuetos y por ellos los decididos demandantes burlaron la aparentemente impenetrable pared, que tuvo que deshacerse y recomponerse más adelante para cumplir con la tarea impuesta, así fuera recurriendo a las habituales lacrimógenas y perdigones.
Sin embargo, cuando todo parecía concluido se plantó frente a la sede del CNE un estudiante íngrimo y solo, levantando una frágil hoja de papel donde, de su puño y letra, había escrito: ¡REVOCATORIO YA!
No habían terminado de hacerle la primera pregunta los periodistas apostados en el sitio, cuando la garra del gorila ocupó el primer plano para arrebatarle el peligroso instrumento y arrestarlo por un delito inexistente.
Octavio Paz ha sostenido que una civilización es ante todo un urbanismo, y en efecto, más allá de las edificaciones y las infraestructuras, las ciudades se erigen sobre los principios que norman la vida de sus pobladores, sobre sus valores culturales y su capacidad para reconocer y respetar al otro, pero también sobre la conciencia de sus derechos como individuos y su disposición a defenderlos. En ese sentido Diego Hernández, tal es el nombre del estudiante que se plantó frente al CNE, ha lanzado un poderos mensaje: la ciudad está viva; más allá de su ostensible deterioro físico, ella tiene un futuro porque cuenta con ciudadanos capaces de superar el muro de la barbarie aun desnudos y con las manos vacías.

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El Régimen no es nadie y es todo. No es el Presidente, ni el Ejecutivo. Tampoco “El Proceso”, pues éste era vivido como un caminar abierto hacia horizontes de elevación. El Régimen hoy es el punto de cristalización y de llegada, cerrado como estación terminal, que mantiene secuestrada a toda la sociedad. Aferrado al poder, y dedicado de lleno a defenderse y perpetuarse contra la inmensa frustración y desesperación de la población. Al comienzo para muchos “El Proceso” era emoción y esperanza de una Venezuela bella y deseable que concretaron en estos dos artículos centrales de la Constitución Bolivariana:
Art. 2 “Venezuela se constituye en un estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Art.3 “El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta constitución.
La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”.
Parece imposible que un demócrata no esté de acuerdo con este ideal constitucional que marca un exigente camino de dignidad y liberación. Pero ante la catastrófica realidad actual -después de una dominación hegemónica de 17 años y un millón de millones de $ malgastados- surge un clamor de indignación contra la miseria, la inseguridad y la burla a la Constitución. Nadie en su sano juicio puede pensar que este Régimen va avanzando hacia ese ideal; por el contrario, su obsesión es defender el poder, corrupto e ineficiente, aferrándose a las armas y a la represión porque ya le faltan razones y apoyo popular. Por eso se ha militarizado y se ha convertido en una dictadura, en clara contradicción con la Constitución.
Más difícil es ponerse de acuerdo sobre el modo de salir de esta catástrofe y mucho más el acuerdo y la combinación de fuerzas sociales diversas para retomar el camino hacia el horizonte de democracia y de dignidad compartida y reconstruir.
Cuando un Presidente se pone en contradicción con los fines esenciales del bien común nacional, la Constitución prevé modos de evitar mayores desastres y salir de él antes de que concluya el período presidencial. Para eso está, por ejemplo, el referéndum revocatorio, con el que la sociedad puede cambiar a quien se ha convertido en gestor del mal común. Pero la dictadura lo quiere bloquear.
Desde luego más sensato que esta vía un tanto larga, engorrosa y sembrada de trampas, sería un momento de lucidez presidencial que, acordándose de su condición de servidor y delegado de la voluntad de la mayoría nacional, lo llevara a la renuncia. El artículo 350 prevé estas emergencias y nos obliga a todos a una responsabilidad ciudadana mayor: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” (art. 350).
Ante la formidable emergencia nacional y el brutal deterioro de las condiciones básicas de vida y de democracia, no basta con la salida del Presidente ni con un cambio de gobierno, es imprescindible un cambio de régimen y un nuevo gobierno de salvación nacional que incluya a sectores diferentes, unidos en la suprema tarea de encauzar y de reconstruir el país. Por eso la realidad pide a gritos el cambio de Régimen para volver a la Constitución y recuperar la esperanza de vida y dignidad para todos. Muy oportuna la reciente advertencia de la Conferencia Episcopal: “¡Queremos alertar al pueblo! Que no se deje manipular por quienes le ofrezcan un cambio de situación por medio de la violencia social. Pero tampoco por quiénes le exhortan a la resignación ni por quienes le obligan con amenazas al silencio. ¡No nos dejemos vencer por las tentaciones! No caigamos en el miedo paralizante y la desesperanza, como si nuestro presente no tuviera futuro. La violencia, la resignación y la desesperanza son graves peligros de la democracia. Nunca debemos ser ciudadanos pasivos y conformistas”.
El Nacional. Caracas, 26 de mayo de 2016

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El Decreto 2.323 del 13 de mayo de 2016 declarando el Estado de Excepción, ha puesto en evidencia la realidad que hemos estado viviendo durante los últimos 17 años.
Este infausto decreto, partiendo de premisas que constituyen el credo de la “revolución”, a lo cual se añaden interpretaciones sesgadas de eventos incuestionables, pero previsibles, como la caída de los precios del petróleo o el fenómeno meteorológico de “El niño”, acuerda medidas que ya han sido conocidas y padecidas por la colectividad, a la vez que formula anuncios o “justifica” acciones incompatibles con el Estado de Derecho y de Justicia, aunque el mentado instrumento parte -como es usual- apelando a fórmulas vacías de todo contenido y que nos golpean en el rostro, como “la suprema garantía de los derechos humanos”, el “ideario del Libertador” y el “bienestar del pueblo venezolano”.
En síntesis, según el Ejecutivo, ante el asedio de la “oposición política”, ante la “actitud hostil y desestabilizadora de ciertos sectores privados de la economía y de políticos opuestos a la gestión del Gobierno”, ante las “amenazas e injurias contra las máximas autoridades de todos los Poderes Públicos” por parte de la Asamblea, ante el “bachaqueo”, las “colas inducidas” y el clima de desasosiego e incitación a la violencia entre hermanos”, todo esto fomentado por “agentes económicos que hacen vida en el país auspiciados por intereses extranjeros”, además de la detectada existencia de “grupos militares armados y paramilitarismo extranjero” vinculados a los desestabilizadores internos y a la “intención de derrocar el Gobierno legítimamente constituido” por parte del Poder Legislativo, hechos que “ponen en peligro la seguridad de la nación, de sus ciudadanos y ciudadanas y de su institucionalidad”, afectando gravemente la vida económica del país, el Presidente ha procedido a enunciar una serie de medidas, extremadamente amplias y sin concreción alguna, las cuales, sin duda, nada tienen que ver con la “garantía” de los derechos humanos” y arremeten contra la Asamblea, siendo esta, por supuesto, su objetivo.
Una vez más hay que recordar que si no se aseguran los derechos humanos y si no se garantiza la separación de poderes, no existe Constitución, aunque la tengamos escrita en un pequeño libro que, una y otra vez se exhibe y permanentemente se viola, inclusive por quien debe garantizarla, esto es, por la Sala Constitucional del TSJ.
Entre las medidas que se consideran convenientes, el Decreto comentado hace referencia al combate al “bachaqueo”, usura, acaparamiento, boicot y otros delitos; a la intervención de la Fuerza Armada y los órganos de seguridad ciudadana con la “participación de los comités locales de Abastecimiento y Distribución (CLAP) en la distribución de alimentos y, lo más grave, “para mantener el orden público y garantizar la seguridad y soberanía del país”; a la ejecución de planes de seguridad ante acciones desestabilizadoras y que restituyan la paz, la seguridad personal “y el control de la fuerza pública sobre la conducta delictiva”; al establecimiento de “límites máximos de ingreso o egreso de moneda de curso legal en efectivo, así como restricciones a determinadas operaciones comerciales o financieras”, exhortando al Poder Judicial y al Ministerio Público a “reforzar la lucha contra el delito e incrementar la celeridad procesal”.
Estas medidas inconexas, vagas, imprecisas, pero ya conocidas entre nosotros, sencillamente reafirman y reproducen lo que ha venido ocurriendo en Venezuela en los últimos años sin decreto alguno de Estado de Excepción.
Se han acordado en todos estos años medidas de ocupación de empresas y de expropiación de fincas al margen de toda disposición legal; se han abierto expedientes contra disidentes políticos con simples declaraciones anónimas de “patriotas cooperantes”; se han practicado detenciones sin orden judicial; se han establecido “zonas de paz” en manos de grupos armados; se han aplicado fórmulas de ejecución al margen de la ley, bajo la figura de supuestos enfrentamientos sin muertos ni heridos en los cuerpos de seguridad; y, en definitiva, bajo cualquier pretexto o bajo el alegato de la calificación de los disidentes políticos como enemigos y en razón de la peligrosidad que tal posición implica per se, se les encarcela sine die, sujetos a la inexorable ley del diferimiento, por la que se aplica el proceso como pena anticipada.
Los Estados de Excepción, caldo de cultivo de la arbitrariedad, siempre han sido, en todas partes, fuentes de atropellos, que han estimulado los abusos de la autoridad, bajo el inaceptable principio de que el fin justifica los medios.
Este Decreto es una lección condensada del antiderecho, del desconocimiento flagrante de la Constitución, borrada, de un plumazo, por disposiciones incompatibles con la letra y el espíritu de la Carta Magna.
El TSJ -en inútil invocación- la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía, en un arranque de respeto a sus deberes, deberían reaccionar y salvar su responsabilidad, junto a la Asamblea, que se ha pronunciado, ante un trágico Decreto que solo servirá para documentar uno de los períodos más oscuros de la historia venezolana.
aas@arteagasanchez.com
El Nacional. 23 de mayo de 2016

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El país está muy venido a menos. Sólo es posible describirlo en palabras como escasez, violencia, anomia, conflicto, corrupción, impunidad, inseguridad, hambruna, tensión, miedo, angustia, dificultad, hostilidad y otras de parecido tenor, palabras que se disuelven en la sensación de un desmadre generalizado y de una inmensa incertidumbre.
II.
El Presidente encara la realidad descrita, es decir el desmadre descrito, aprobándose para sí mismo un Decreto de Estado de Excepción y Emergencia Económica, mediante el cual puede gobernar a su aire, según vaya viniendo y vaya viendo. Y para mantener las apariencias de legalidad, el TSJ le fabricó un dictamen a la medida de sus requerimientos, advirtiendo que dentro nuestra legislación vigente no hay ni siquiera un parágrafo o tan siquiera un inciso, menos que menos un artículo, que haya sido quebrantado en su redacción.
El Presidente se otorga, así pues, facultades para dictar medidas, sin más limitaciones que las que puedan derivar de su propio criterio. El artículo 2 es todo un poema al Estado de Derecho en el que se le permite tomar las decisiones que “considere conveniente”, dadas las “extraordinarias circunstancias sociales, económicas, políticas, naturales y ecológicas que afectan actualmente al país”, particularmente la “guerra económica” y las “amenazas de agresión provenientes de potencias foráneas”, así como “la deliberada confrontación de la Asamblea Nacional contra otras instituciones del estado”, “promoviendo la interrupción ilegal del período presidencial establecido en la Constitución”.
Uno piensa, de puro mal pensado que se ha vuelto, que no hay que saber leer entre líneas para entender lo que se pretende con el Decreto, a saber, limitar la acción de la disidencia política, asfixiar y dosificar las protestas ciudadanas e impedir que se lleve a cabo el Referéndum Revocatorio. Estamos hablando, así pues, de autoritarismo y abuso, lo demás es pretexto y parafernalia, también mentira, conforme a un libreto que no tiene sorpresas, cuya idea central radica en que el poder debe usarse para mantenerse en el poder.
III.
Una mayoría clara de ciudadanos considera que su situación empeora visiblemente, rechaza la gestión del gobierno y cree, además, que la solución de la crisis debe ser mediante una consulta electoral. Estas tres apreciaciones conforman el dato político más crucial de nuestra actualidad. No pareciera, entonces, buena idea bloquear las puertas de salida y tentar la violencia, ignorando las pautas que establecen nuestras leyes para dirimir los conflictos políticos democráticamente. En este momento, el Referéndum Revocatorio es, sin duda, una condición necesaria (aunque no suficiente) para la paz del país.
HARINA DE OTRO COSTAL
Es una conversa de las que se dan en las colas, mientras cada quien espera su turno para comprarse dos paqueticos de cualquier cosa, de lo que tuvo la suerte de encontrar. Hay demasiadas muchachas embarazadas, nunca se habían visto tantas, dice una señora. Sí, nunca había habido tantas, le contesta su amiga. Es que no se encuentran las pastillas, añade, o si se encuentran, parece que están vencidas y ya ves, salen en estado como si, en vez de la pastilla, se hubieran tragado un caramelito, es lo mismo, así le pasó a mi nieta, remata.
Esta conversa no equivale a una investigación con datos y gráficos y desde luego no da para pensar que lo mismo está ocurriendo en muchos otros lugares, no sólo en lo que se cuentan dos señoras de Petare. Pero, visto cómo anda la vida venezolana, nadie puede decir que no da para tener el temor bien fundado de que los próximos estudios nos revelarán que en el país hay bastante más embarazos precoces que los que había hace poco. Es que la crisis no deja un solo espacio sin dejar su sello y el Gobierno no se ocupa de asuntos menores, los que, por ejemplo, pueden arruinar la existencia de quién sabe cuántas adolescentes. Ellas no tienen cabida en su épica.
El Nacional 23 de mayo de 2016

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Abram de Swann estuvo en Bogotá la semana pasada para hablar en la Feria del Libro sobre el genocidio. En su libro Dividir para matar (Killing Compartments es su título en inglés) caracteriza la naturaleza de los genocidas, discute por qué hacen cuanto hacen y por qué un ejército de leales se convierten en su reflejo. La obra, publicada por Semana Libros, es un examen de la violencia que se podría acercar a los rasgos generales de la continuada guerra civil en Colombia. En un inglés diáfano, el sociólogo holandés recuerda que hacer la paz es, sobre todo, aprender a convivir y a aceptar que los victimarios compartan el mismo espacio con las víctimas.
¿Cuáles son los rasgos sicológicos de un genocida?
Son varios. Son más sensibles a la autoridad, porque estos son crímenes de obediencia, contrario a lo que siente un criminal, que rueda por su propia cuenta. Son personas que marchan con los tambores del régimen. Son conformistas. Hacen aquello que les dicen. Creen en lo que se cree en un régimen genocida. Son muy leales a sus camaradas, obedientes a sus superiores, y son por lo general maridos y padres devotos. Y sí, tienen conciencia, pero muy limitada. Más allá de esos tres círculos íntimos, los extraños pueden considerarse muertos. No tienen sentido de obligación moral salvo en su círculo más cercano. Segundo, no tienen sentido de agency. Este término no existe en otro idioma: significa verse a sí mismo como el agente, el actor, de su propia vida. Ellos dicen, por lo general: “Yo estaba por allí y necesitaban a alguien que hiciera el trabajo sucio. Pensé que era algo divertido”. Van de una situación a otra sin tomar decisiones. Han decidido, una vez y para siempre, no decidir.
¿Es posible que los sobrevivientes de un genocidio se recuperen?
Sí. El daño que hacen estos episodios violentos es mucho más grande de lo que se podría pensar, y los casos de resiliencia también son increíbles. Por ejemplo, Nanette Blitz, que dio una conferencia en la Feria del Libro, fue una amiga de colegio de Anna Frank y la vio en sus últimos días. Uno de los estudiantes en el auditorio le preguntó justo eso: ¿cómo pudo vivir de nuevo? Entonces ella dijo: “Ese que está allá sentado es mi esposo. Él pasó por lo mismo que yo. Nos apoyamos”. En apariencia, la capacidad para confiar y amar a alguien se mantuvo en ella más o menos intacta. Lo suficiente para casarse con ella. Otros tienen mucho miedo de hacer eso. No se puede saber cómo se reincorpora una persona.
Usted se refiere al caso de Ruanda. ¿Por qué se dio allí un genocidio?
¿Por qué pasa en un lugar y no otro? No tenemos tantas pruebas para contestar esa pregunta. Si pregunta por qué la democracia echa raíces en unos lugares y no en otros, no tenemos buenas respuestas. Pero hay ciertas predisposiciones. Una es una larga porción de juventud desempleada. Otra es que, paradójicamente, hay una gran cantidad de gente rica. Puede parecer simple, pero son factores de predisposición. Tienen líderes políticos que tienen talento para encarrilar ciertos momentos. Un líder de este tipo es capaz de tomar prejuicios dormidos por mucho tiempo y convertirlos en divisiones explosivas de odio vibrante. Cualquier cosa sirve. Por ejemplo, la opinión científica apunta que existe muy poca diferencia entre tutsis y hutus (los grupos nativos de Ruanda), comparten la misma cultura, la misma lengua. Pero hubo un movimiento que subió al poder y potenció las divisiones raciales utilizando propaganda nazi.
¿Cómo transforma el genocidio a la cultura y la confianza en el prójimo?
Hay diferentes formas de exterminación masiva, pero con cierta frecuencia existe una fórmula básica que suena más o menos así: es ahora o nunca, es todo o nada, es ellos o nosotros. Si escucha a alguien decir esas palabras, lárguese de ahí. Todo se reduce a ese momento. Es el bien contra el mal, no hay matices: es absoluto. “Los judíos tienen toda la culpa”, decían los alemanes. Y eso crea una suerte de solidaridad de grupo: si no eres mexicano, significa que eres estadounidense; si no eres judío, eres alemán. Quizá estos lazos de solidaridad contra un grupo en particular crean unas ligazones neutrales. Los alemanes creían que morían por su tierra y estaban dispuestos a poner todo su corazón en ello. La cultura es brutalizada, la gente tiene que cerrar los ojos ante aquello que no quiere ver. Prefiere no verlo. El régimen combina dos cosas: que los enemigos son víctimas de un terrible tratamiento, sin saberse exactamente qué les sucede ni por qué. Siempre hay que seguir la línea. Por ejemplo, dejo de mencionar ciertos temas porque pueden ser usados en mi contra. Destruye la confianza entre iguales porque podría decir algo equivocado y alguien me puede escuchar. No se puede confiar en nadie. Los niños pueden irse en contra de su padre y al revés. Es una cultura de sospecha.
Uno podría pensar que una sociedad civilizada no es propensa al genocidio. Pero, por ejemplo, la masacre de Srebrenica sucedió en plena Europa y a finales del siglo XX. ¿Por qué?
En español, el nombre de mi libro es “Dividir para matar”, pero en inglés y en holandés es “The Killing Compartments”. Entonces, en la raíz de toda mi idea sobre el genocidio está el hecho de que esas sociedades se dividen en compartimentos, de manera constante, entre la gente que apoya al régimen y sus enemigos, el objetivo. Y es literal: separan partes de la ciudad, las escuelas. Si dicha división continúa en una sociedad civilizada, puede existir un conato de barbarismo. Por ejemplo, campos de tortura, recintos carcelarios para opositores políticos. Todos saben que algo horrible pasa en esas prisiones, pero nadie en realidad quiere saber. Todos saben que en las noches, por imaginar un caso, los colombianos atacan el barrio venezolano en Bogotá y los golpean, los roban. Pero usted no quiere saber. Aunque son civilizadas, estas sociedades permiten comportamientos barbáricos. El régimen, de manera calculada, permite que algunos de sus miembros cometan tortura, cometan crueldades, e instrumentaliza esa herramienta para sus objetivos. Son perros salvajes: déjenlos morder en las prisiones. Y aun así es posible tener relaciones razonables. Sólo no tienes que mencionar qué sucede allí.
¿Cuáles son las diferencias entre un genocidio y el conflicto colombiano?
Lo primero que discuto cuando se trata de genocidios es la asimetría. Existe un ejército organizado y armado y otro grupo de personas sin armas y sin organización. Es un conflicto asimétrico entre el régimen, con todos sus recursos, y una minoría por lo general indefensa. Ese es el rostro de la exterminación masiva. La guerra de costumbre, que tiene que ver con hombres que se confrontan unos contra otros, no es tan asimétrica como el genocidio. Los conflictos en América Latina, a lo largo del siglo XIX y del XX, tienen el carácter de una guerra civil. En un nivel, organizados, peleando unos contra otros: las guerrillas y los rebeldes también están organizados. Pero en muchos otros niveles estos conflictos no tienen ninguna regulación: casi no existen reglas de la guerra (contrario a lo que uno imagina en las guerras del siglo XVIII), tomando prisioneros. En la mayoría de los conflictos latinoamericanos hay muy pocas reglas del juego. Entonces, lo que usted encuentra es que ambas partes cometieron atrocidades contra la sociedad civil y se mataron entre ellos en vez de tomarse como prisioneros. Por otro lado, no comprendo por qué estas fuerzas rebeldes, que pelean por atraer los corazones, las mentes y la lealtad de los pobladores, son tan atroces con ellos. Si quieres ser como un pez en el agua entre la gente, entonces no deberías ser tan extremadamente violento.
¿Es posible perdonar después de 50 años de conflicto?
Varias personas me han preguntado eso. Y voy a ser duro con ustedes: esto no significa que se van a amar unos a otros, significa que van a resolver sus conflictos sin violencia. Significa que van a respetar el gobierno de la ley. Es muy difícil: no es fácil respetarse. En segundo lugar, si quieren convivir, significa que tienen que respetar cierto código de cortesía para estar en un espacio con una misma persona. La paz significa vivir junto a gente que a uno no necesariamente le agrada. No es una fiesta del amor. Toma mucho tiempo lograrlo. Y luego viene la justicia. La justicia sólo ocurre cuando una de las partes está por completo derrotada: Ruanda, Serbia, Camboya. Porque aquellos que están negociando no están allí para rendirse. Lo mejor que puedes obtener es una condena para algunos asesinos notables ante un tribunal. Pero no habrá justicia con respecto a todos los perpetradores. Y de ese modo, verás en televisión a un hombre en Miami que mató a 200 personas y aún tiene dinero. A eso se parece la paz. No será mejor. Es difícil. Eso les digo a quienes tienen veinte años: en quince años todavía estarán pensando en las consecuencias de este conflicto, todavía estarán rastreando documentos y hechos, para encontrar la verdad de lo que pasó. Ahora hay un perpetrador nazi de 90 años que está siendo juzgado en Alemania. Incluso si un solo perpetrador es castigado, otros más podrían estar en Miami divirtiéndose, sabiendo que merecían 40 años en prisión. La justicia significa ser paciente e insistente en documentar lo que pasó, como lo fueron historiadores y periodistas. Y asegurarse de que está en los archivos. No es posible saber cuándo esa bomba de documentos explotará.
En los casos que ha estudiado, ¿la impunidad es general?
Sí. Tengo que decir, para sorpresa de mis estudiantes, que el asesinato masivo es el trabajo más seguro porque los perpetradores casi nunca tienen que enfrentarse a los jueces. Por ejemplo, piense en China, en Stalin, en Pol Pot. En Camboya, un perpetrador fue juzgado. Ríos Montt, en Guatemala, aún no está en la cárcel: ¡un solo hombre! Es muy importante tratar de llevarlos a la justicia. Quizá no será fácil.
El Espectador, Bogotá, mayo 2016

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