Con el cabello recogido como cola de caballo, vistiendo jean, blusa blanca y un bolso de color marrón que, con elegante indiferencia colgaba de su espalda sostenido por el dedo índice de su mano derecha, Maray Marrero Mendoza, la recientemente elegida diputada a la Asamblea Nacional por Villa de Cura, mi pueblo, se dirigía hacia el Panteón Nacional, al llegar al sagrado recinto; suelta la voz, extendidos los brazos y puesta su mirada sobre el sarcófago de Simón Bolívar, formuló una preguntó que retumbó más allá del Cunaviche, más allá del Ventuari y hasta más allá de los Tepuyes del Roraima: