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Carlos Raúl Hernández

Ese obscuro objeto de deseo

Carlos Raúl Hernández

Pensador actual de punta, el holandés Ian Buruma, realiza un estudio existencial del gamberro político, el lumpen, válido para los colectivos, camisas negras, camisas pardas, paramilitares, guerrilleros colombianos, skin head, terroristas islámicos y de cualquier otra marca: un sujeto incapaz de construir una vida decente, atormentado por odios y complejos contra quienes lo logran y que envuelve su fracaso en algún justicialismo

Movimientos revolucionarios de izquierda y de derecha los reclutan para mercenarios aporreadores, brigadas de choque, torturadores, saqueadores, asesinos. Su oficio es el ejercicio simple de la ruindad, abusar de gente indefensa o ejecutar actos terroristas. Son el verdadero rostro de las revoluciones (“un comunista es un fascista de izquierda. Un fascista, es un comunista de derecha”).
Kensaburo Oe lo describe inquilino de casa de pensión, solitario, atormentado por los flashes eróticos en las calles, por faldas cortas y aromas de los que se siente privado masturbador pertinaz que se asume rechazado por su obscuro objeto de deseo. La belleza, el confort, flamantes automóviles, la apariencia de felicidad, transitan por las calles de las sociedades abiertas, sin chador ni burka.
Pareciera que todo está al alcance de la mano, pero cada quien debe construir espacios con voluntad, trabajo, audacia, y estas figuras baconianas no están dispuestas a eso. La sociedad ofrece maravillas que solo obtendremos parcialmente y la revolución es la respuesta del fracaso, estimulado por ideologías de la envidia: el marxismo, el populismo o el nacionalsocialismo que hacen a “los otros” culpables de sus privaciones y merecedores de castigo.
El diseñador de la violencia
En los comandos de acción directa tiene espacio su particular destreza profesional, la violencia, el rasgo más animal de los humanos y el que los acerca más a las bestias. Maltratar y hasta matar a un profesional, una mujer bella, un universitario, comerciante o trabajador, es su venganza. Los hace importantes ejercer el terror de causas oscuras.
Mussolini creó los camisas negras en 1919, que a partir de 1923 se llamarán Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional, y allí concentra las excrecencias del naufragio, que hicieron terrible la vida cotidiana. La incapacidad para conseguir tempranamente la unidad nacional italiana y superar
la pobreza, creó un estamento de resentidos animados por el rencor, lo que Hannah Arendt llama “el populacho”.
Obreros, profesores, comerciantes, médicos, oficinistas, abogados, todos sin empleo, arruinados y buscando arrimarse. El discurso de Mussolini en las tribunas representaba a las hordas, e instaba a despanzurrar, patear, a los “responsables” de las desgracias. Doscientos mil miembros de los “colectivos” emprendieron la Marcha sobre Roma, colocaron al Duce en el gobierno e inspiraron al sexualmente retorcido Hitler para formar sus
camisas pardas o S.A.
El partido nacionalsocialista compró baratos remanentes de camisas de kaki de las tropas alemanas en África y con ellos los uniformó estilo militar. Y Hugo Boss, joven costurero nazi que iniciaba su carrera profesional, le dio su mágico glamour. También vistió a las S.S y a las Wehrmacht. Los colectivos tampoco podían faltar en la pesadilla de la Revolución Cultural China y Mao creó la Guardia Roja con cientos de miles de jóvenes convertidos en perseguidores de maestros, profesores, artistas, escritores, e incluso de sus propios padres.
Los derechos gusanos
El objetivo de Mao, en ese momento defenestrado, que hizo de la Guardia Roja, era liquidar a Liu Sao Chi, Lim Piao y Deng Xiaoping para recuperar el poder. La oleada fanática asesinó más de un millón de personas y destruyó casi cinco mil de los siete mil templos antiguos que se conservaban. Latinoamérica ha tenido caudillos que convierten las naciones en cárceles con apoyo de los “colectivos”.
En Panamá de Noriega se llamaban Batallones de la Dignidad y Codepadis, que ensangrentaban las ropas claras de los manifestantes contra la dictadura. Olor a resaca de caña barata, adrenalina, sudor rancio, halitosis y sangre en las calles eran la identificación. Corrieron después como conejos en 1989 y una conocida matona, Balbina Herrera, fue candidata presidencial derrotada del norieguismo.
Daniel Ortega tenía turbas divinas en su lejano primer gobierno, aguardentosas, mercenarias, astrosas, para aterrar adversarios políticos, menos a Violeta Chamorro, quien le desbarató el proyecto en las narices. El régimen cubano usa los llamados grupos de respuesta rápida para “actos de repudio” en los que rodean por horas o días casas de` disidentes y luchadores por los Derechos Humanos, “derechos gusanos de desechos humanos” según las turbas.
Entre los años 40 y 50 las calles de La Habana eran propiedad de gánsters, los “gatillo alegre”, Emilio Tro, Manolo Castro, Rolando Masferrer, Alfredo
Yabur, Eduardo Corona, Fidel Castro, hasta que en 1959 éste acabó con todos los demás y con la vida civilizada. Pero la figura del día son
los indestructibles. Stallone, y sus mercenarios, Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger, hoy de moda porque, contratados por gobiernos de EEUU, rescatan princesas y liquidan tiranías.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/69670/ese-obscuro-objeto-de-deseo

Profetas del pasado

Carlos Raúl Hernández

Especulamos sobre la post pandemia y nos equivocaremos en buena medida. Por eso conviene escabullirse de conspiranoias, historicismos, catastrofismos y otros ismos. De los que dijeron que “no había que hacerle caso”, y de los paladines contra una sociedad ególatra y hedonista que abandonó a los pobres (¿?), de los que anunciaron terremotos en la civilización y que nunca volveremos a ser los mismos.

Harán mal papel y por eso entre los profetas del futuro y los del pasado, me quedo con estos. Los segundos intentan muy modestamente, aprender cómo se comportaron sociedades en suertes parecidas y nunca adivinar lo que vendrá a partir del pretérito ¿Qué cambios se produjeron? Vale preguntarse sí fueron tan drásticos como los que nos anuncian; y qué se puede aprender de ellos. La Muerte Negra del detestable siglo XIV, comienza, se expande y desaparece sin que nadie supiera qué era ni por qué estaba ahí, lo que se descubrió quinientos años después.
No sé de ningún pensador que atribuya la causa del Renacimiento en el siglo XV, a que la mitad de la población de Europa, y casi todas las majadas y cosechas desaparecieran con las desgracias del pestoso siglo anterior. Más bien lo explican por la acumulación de riquezas, gracias a la expansión de comercio con Oriente que permitió surgir en Italia clases ociosas y ricas amantes del arte.
A la Gripe Española, se le llamó así porque el único país que publicó información sobre la pandemia fue España, ya que las demás naciones de Europa, menos ella, combatían en la Primera Guerra Mundial. Pero la gripe no dejó huella en los procesos políticos posteriores, entre otros la descomposición de los grandes imperios que sucedió a la guerra. Hablamos de dos de las más destructivas pandemias que recuerde la Humanidad.
El mal necesario
No hay que ser “visionario” para intuir que según indica modestamente la experiencia, después del Covid-19, la sociedad deberá aprender como siempre de los infortunios. Pero creer que el porvenir está predeterminado por lo que pasó ayer y que los hechos tejen una cadena de eslabones inseparables, desconoce que los procesos históricos son reinicios, rectificaciones, rupturas, más que continuidades. Los errores nos persiguen, pero no son fatales. Podemos librarnos de ellos.
Supongamos que al frente de un proceso político X, hay una claque de mangantes, buenos para nada con incontables fracasos por su incapacidad de reconocer la O por lo redondo. Pero después de, por ejemplo, 25 años, el enemigo que combaten los mangantes se trastabilla y pierde el poder. La épica pueril dirá que el desenlace es producto de “una trayectoria histórica de luchas”, es decir, sacralizará sus burradas. Con la deriva de la oposición chilena, Pinochet hubiera muerto en el poder como Castro.
La derrota de la dictadura en el plebiscito de 1989 no fue obra de la “trayectoria histórica de luchas” ni ninguna otra zarandaja, sino de que los opositores cambiaron radicalmente de mentalidad, rompieron con todo lo que habían hecho y viraron en 180º. De persistir en el camino, hubieran seguido su fracaso. La manía de que los fenómenos son producto inevitable de las condiciones y de fuerzas históricas indetenibles se llama historicismo
(he oído incluso alfabetas decir que Hitler, Stalin o Mao fueron “históricamente necesarios”).
En la Edad Media éramos simples ejecutantes de una partitura escrita por Dios. Lo que pasaba era necesario porque Él lo quería. San Agustín murió aterrado de que su alma estuviera condenada desde la eternidad y que todo lo que hizo para salvarse fuera inútil. En la visión moderna, la ciencia y la pseudociencia quieren ocupar el lugar de Dios y prescriben que la realidad es cognoscible y predecible. Hegel y Marx, creadores de cienciologías,
nos enseñaron a pensar en predestinaciones sociales, vicio que estorba entender lo político.
Destino final
Al estilo medieval, el sino de la Humanidad era ineluctable y habría un Fin de la Historia. Para Hegel el triunfo de la Justicia y la razón, el Espíritu Absoluto. Según Marx el socialismo-comunismo, luego de pasar los estadios avanzados de la sociedad capitalista, tal como ésta se desarrolló de manera natural en el régimen feudal, en una secuencia nieta-madre-abuela.
La violencia política era la simple partera de una criatura que ya estaba en el vientre de la historia. Cuando los comunistas hacían política, actuaban a nombre de la necesidad del parto, eran actores inconscientes de fuerzas ciegas, de condiciones materiales todopoderosas que conducirían a un destino inevitable. Los países industriales pasarían ineluctablemente al socialismo-comunismo en los hombros de la mayoría, el proletariado. Pero en Europa, después de conflictos y escarceos, la revolución fracasa y la destierra al Asia el mismo proletariado que debía amarla.
Lenin hace la primera revolución comunista, y Mao más tarde hace la segunda contra las previsiones de Marx, en países donde no había condiciones tal como él las concebía. Y demuestran que éstas no preexisten y son creación de la voluntad de poder, capaz de cambiar el destino y reírse de los profetas del futuro. 70 años después, contra las profecías, la humanidad presencia el hundimiento del mundo feliz, cuando horror derriba el muro de Berlín. Todavía hay sonámbulos que sueñan revoluciones.

@CarlosRaulHer

¡Cuídate!

Carlos Raúl Hernández

Para Angel Rangel, quién me acercó al tema

El Covit-19 convirtió la palabra ¡cuídate! en sustituto de saludos y despedidas. Pensar que personas queridas corren riesgos o están el peligro –cosas diferentes- la convierte en deseo salido de lo más recóndito, del órgano de la fuerza vital para los griegos, el corazón. Dice el fundador de la sociología del riesgo, Ulrich Beck: riesgo asumen los que dirigen y peligro corren los dirigidos. El chofer irresponsable que al frente de un autobús con sesenta personas pasa otro vehículo en curva, toma un riesgo consciente (aunque sea un “inconsciente”) y pone en peligro vidas que dependen de él.

Quien sale sin mascarilla se arriesga, y sus familiares y paseantes, peligran. Si desde La Bauhaus y el diseño industrial, se construye conforme patrones estéticos, la sociología del riesgo empapa la vida moderna y nada se hace sin agotar el estudio de los peligros para los usuarios, la población en general, y prever los elementos para su cuidado, su cura.

De allí términos técnicos popularizados por el uso: contingencia, plan B, siniestralidad, vías de evacuación, resiliencia, control de daños, riesgo residual. El estudio del riesgo político, ayuda a evaluar a los que aspiran liderazgo, y es de mucha utilidad en era de populismo, antipolítica, neopolítica y sus hijas legítimas, post verdad, fake news, xenofobia, antiglobalización, corrección-política, diferencialismo.

La tontería arrastra incluso a importantes creadores de opinión con el perogrullazo de que la sociedad “no estaba preparada para la pandemia”. No estaba ni nunca podrá estarlo para una contingencia que obligaría a que cada país mantuviera millares de salas de terapia intensiva y respiradores ociosos con costos impagables, por si acaso.

El irresponsable en acción
Pero la sociedad enfrentó el reto, pese a mermados mentales, ideólogos e irresponsables en el poder, otra contingencia imprevisible. Tan mal los socialistas españoles como los conservadores británicos. Uno que se burla del confinamiento contra la pandemia. Otro convoca a las calles para pedir un golpe de Estado contra el Congreso y la judicatura. Un tercero llama a la población desarmada a una insurrección o un golpe de Estado y pide sanciones económicas para su país.

Esas son desgracias que las sociedades propician, por poner su confianza en manos de politiqueros. Los aspirantes a líderes deben esmerarse en el cuidado de sus dirigidos. En la mitología romana cuando Júpiter creó al hombre, hubo una importante polémica entre los dioses. Como lo hizo de arcilla, Tellus (la diosa tierra) lo reclamó para ella. Pero Júpiter, quien lo creó por su voluntad y le otorgó el alma, defendió su derecho.

Finalmente acordaron que, al morir, el cuerpo volvería al barro y el alma a su creador. Pero irrumpe Cura (el cuidado, la prudencia) y aclara que aceptaba el acuerdo, pero si querían que la criatura sobreviviera, debía estar bajo su mando en el mundo. Después, podrían tomarla Júpiter y Tellus. El clásico del siglo XX, El Padrino (Coppola-Puzo:1972), retomado en cuarentena, pone las categorías en movimiento y corrobora que el poder triunfante conjuga voluntad y cura.

Don Corleone no apoya el tráfico de drogas en Nueva York, contra otros jefes de la mafia, una decisión racional de alto riesgo. El argumento es contundente: perderían así el respaldo o la indiferencia de policías, políticos, jueces y eclesiásticos que no se metían con apuestas, casinos, venta de alcohol o incluso trata de mujeres, pero que si combatirían el narcotráfico.

Acción y reacción
La reacción es el atentado contra Don Corleone y el asesinato de Luca Brasi, uno de sus hombres de confianza. Los gánsters del agonizante Don Vito no saben qué hacer y se acobardan, pero Michael Corleone (Al Pacino) entiende que el dilema no es entre guerra y paz, sino entre ganar la guerra o desaparecer. O se imponían, o se extinguían los Corleone. Tuvo razón frente al desconcierto de la familia y eso lo convirtió en el nuevo Padrino.

La prudencia sin voluntad para luchar conduce al fracaso, la rendición, tal vez Tom Hagen (Robert Duvall), il conciglieri, en un momento de la obra. La prudencia vacía, sin voluntad, que renuncia al objetivo, pierde todo, deja que otros nos arrastren a lo que no deseamos, por no actuar. Sacrificamos fines esenciales para nuestra realización. Igual fracaso es la acción sin prudencia ni cuidado. Sin cura.

Sony (James Caan) el primogénito y heredero del poder Corleone, por su desbarajuste y falta de cuidado, deja indefenso a su padre herido en un hospital, incurre en el ridículo en reuniones serias de los capos y se hace matar en una reacción de violencia irresponsable por un incidente doméstico. Michael, por el contrario, encarna con su padre la voluntad con cura, la capacidad para obtener los objetivos de la manera eficaz y eficiente, al menor costo.

Toma decisiones de alto peligro para sí mismo, como ponerse en manos del gánster Sollozzo y del narcotraficante jefe de la policía, para liquidarlos con sus manos en una cena. Este episodio es esencial para ver cómo el cuidado no consiste en eludir acciones difíciles sino hacerlas bien. Todo paso implica riesgos y quien no los da, no vive. Según Pascal los problemas nacen de que la gente no se queda quieta en su hogar.

@CarlosRaulHer

Sociología del bostezo

Carlos Raúl Hernández

Romeo esperaba ansiosamente a Julieta con la complicidad de fray Lorenzo, y esas horas eternas parecían no transcurrir, pero no se aburría en absoluto. Su mente estaba depositada en el futuro encuentro y el lapso que lo separaba de ella era angustia, pero no tedio. Nadie se hastía en el purgatorio, que se distingue del infierno en que es sufrimiento con esperanza. Cuando llegaba Julieta, un siglo de su compañía era para él como si hubiera sido un instante, y menos se aburría.

Juana de Arco en la pira, percibe que un segundo es eterno, pero no tedioso, y abjura. El sujeto no presta atención al tiempo en el tráfago de actividades o la intensidad del placer o el dolor que absorben su atención. Para quien espera algo ansiosamente, el tiempo es solo el nombre de esa espera, igual que para quien vive un padecimiento fuerte. El condenado a muerte no aguarda la fecha fatal con fastidio.

Al contrario, quien no tiene expectativa, ni sueña nada para mañana, ni le aguarda algo satisfactorio, un día va detrás de otro, la existencia misma es un hastío, una faena interminable e inerte. Escribe Neruda “pasan días iguales persiguiéndose… día que has sido niño, inútil /que naciste desnudo/las leguas de tu marcha caminan sobre tus doce extremidades”. Por eso el aburrimiento y el tiempo se personalizan cuando no pasa nada.

Dice Cioran “…Son las tres de la madrugada… Siento este segundo y luego el siguiente y saco la cuenta de cada minuto”. Tal vez por casualidad, B.B King nos impacta con su blues inolvidable Las tres de la mañana, en el mismo tono intenso del filósofo rumano del suicidio. Varios films, por ejemplo, Lejos del cielo (Haynes: 2002) narran desde la visión actual, la vida asfixiante, repetitiva de las mujeres enclaustradas en sus hogares durante la era represiva del machismo en los años cincuenta, previa al reventón de los sesentas.

Cuarentenas privadas
En contraste, Historia de una pasión (Davies: 2016) describe el sentimiento que mantuvo a dos amantes en lucha contra la separación impuesta por los medios sociales. El Dr. Jhivago y Lara (Lean: 1965) jamás pudieron aburrirse porque durante mil páginas y todas sus vidas se buscaron en medio del infierno comunista. Nos aburrimos cuando “no pasa nada” pero eso depende de la disposición para interesarnos o percibir el entorno.

Pero es imposible que no pase nada porque los acontecimientos se producen por zettabites a nuestro alrededor. Por obra del coronavirus que nos obliga a aislarnos en nuestros reductos, experimentamos varios tipos de vivencia. Algunos lo toman como una maravillosa oportunidad de ver películas, leer libros y planear acciones sobre el futuro, crear arte o dedicarse a hobbies.

Parejas nuevas o bien avenidas, improvisan lunas de miel, pero en situación contraria, devienen aburrimiento, contrariedad y crisis. Quienes disfrutan la soledad, encuentran la situación ideal, mientras los socialites padecen molestias insufribles. Algunos lamentan perder la oportunidad de hacer el negocio de su vida o ventajas que se les presentaron.

Otros sin entornos placenteros o expectantes, se destruyen física y emocionalmente por abulia. Nadie ha descrito mejor en el arte las vidas sin mañana como Francis Bacon. Sus figuras humanas son amasijos deformes, abotagados, semi disueltos, que transcurren en el ciclo opresivo entre el trabajo y cuartos de pensión de mala muerte, salas de baño sórdidas y sucias, alumbradas por un escueto bombillo pendiente del cable.

La descomposición del ser
Bacon presenta el hastío en su versión aterradora: contar el tiempo de un plazo que es la propia vida. La cuarentena, sin tal dramatismo, no está predeterminada, pero inquieta su término incierto. La certeza de una cárcel es que las sentencias tienen plazo fijo. En Sueños de fuga (Darabont: 1994), el protagonista enfrentaba su larga e injusta condena con optimismo pues cavaba en la pared un túnel con una inofensiva cucharita, camuflado en un afiche de Raquel Welch.

Sería libre y podría reconstruir su vida gracias a su esfuerzo y decisión. Algunos con teleologismo optimista dicen que las pestes son el preámbulo de las grandes reconstrucciones, cosa que no creo sea una determinación sino mera descriptiva de que la voluntad recoge los escombros y sigue la marcha. El Renacimiento había comenzado con Dante en el siglo XIII y la Muerte Negra del siglo XIV lo tronchó pese a Boccaccio y Petrarca.

Hubo que esperar hasta el XV para que se reiniciara la vida. Las pestes lanzan millones de seres humanos a la muerte y la miseria, lo que no abona a verlas como bendiciones progresistas. Pero el ser humano se sobrepone, que es otra cosa. En un momento de humor, el atormentado Soren Kierkegaard dejó su versión del desarrollo humano como obra de la monotonía.

“Los dioses fastidiados, crearon a los humanos. Adán se aburría y le trajeron a Eva. Luego los dos se aburrían junto Caín y Abel en familia. Aumentó la población del mundo, y los pueblos se aburrían masivamente. Para entretenerse, se les ocurrió la idea de construir una torre, tan alta que llegara hasta el cielo… Después se dispersaron por el mundo y viajaron por todas partes, pero aún se aburren”.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/67759/sociologia-del-bostezo

Trono de fuego

Carlos Raúl Hernández

El Cristianismo era uno entre cientos de grupos judíos que predicaban en el Imperio, pero se impuso y logró éxito político universal. Gracias a la progresiva moderación de su perfil político...

En 2000 se descubrió el Evangelio de Bernabé también llamado Biblia de Turquía. En él, entre otras muchas cosas, se afirma que no crucificaron a Jesús, sino a Judas quien lo suplantó en el martirio, y engañaron así a María, a Magdalena, y a la Humanidad entera que no se dio cuenta. Tampoco Jesús era el Redentor sino un profeta al estilo de la creencia musulmana.
En 2006 se conoció, después de largas peripecias, el Evangelio de Judas, que hace esfuerzos por reivindicar al epítome de la traición con argumentos filosóficamente no desdeñables. Cristo vino a la tierra a morir por los pecados del hombre, su destino desde la eternidad, y Judas fue el instrumento de Su voluntad a conciencia de ambos. En 1945 habían hallado 52 textos en excavaciones egipcias, entre ellos Evangelio de Pedro, Apocalipsis de Santiago y Evangelio de Tomás.
Sobre el último se rodó Estigma (Wainwright:1999) con Gabriel Byrnie y Patricia Arquette. También consiguieron fragmentos del Evangelio de Magdalena que la identifica como discípula más que predilecta del Maestro y líder de los apóstoles. Los investigadores afirman que en el siglo II circularían la bicoca de doscientos evangelios, término cuya traducción literal, más que buena nueva, es biografía de Cristo. La Iglesia acepta solo cuatro: Mateo, Lucas, Marcos y Juan.
Los otros se denominan apócrifos, muchos elaborados por grupos gnósticos, es decir, que ponían en duda los principios. Esta proliferación de textos indica que el Cristianismo nació en medio de una intensa polémica, que lejos de cesar, se ha mantenido por dos mil años, desde el Evangelio de Tomás hasta las proclamas de Camilo Torres.
Política para veinte siglos
A lo largo de veinte siglos hubo sectores empeñados en construir una institución estable y poderosa, y otros dedicados a cuestionarla e incluso destruirla, a nombre de una relación directa entre el pueblo y Dios, lejos de los recamados hábitos de los obispos y las riquezas materiales. En el apócrifo Tomás, ponen en boca de Cristo “búscame en una piedra o en un pedazo de madera y allí estaré” (entonces ¿para qué Iglesia?)
Un convulso proceso político estableció los cuatro Evangelios canónicos y los, en total, veintisiete libros del Nuevo Testamento. El teólogo Orígenes fue el primero que intentó configurar una biblia, pero su antisemitismo lo hizo excluir todos los documentos de origen judío en beneficio de los escritos en griego. Esta ofensiva secesionista y herética produjo la reacción de los los activistas que organizaban las diócesis dispersas de Alejandría, Siria, Corinto, Roma, Atenas y Nicea.
Empuñaron los cuatro evangelios como arma ideológica para hacerle frente a Orígenes. Cerca del año 180, en medio de una furiosa represión romana, Ireneo, Obispo de Lyon, en histórica demostración de liderazgo, los confirmó y excluyó cualquier otro. Para enfrentar torturas, asesinatos y piras, tuvo el sentido estratégico de reforzar un credo unívoco y sencillo sin las dudas del debate gnóstico, que erosionaba la jerarquía, el liderazgo de los obispos, incluso la Iglesia misma y hasta las bases de la fe.
Mateo, Marcos, Lucas y Juan configuraban un programa político-ideológico y moral que daba fuerzas a cientos de mártires para morir heroicamente por él. A la mártir inmortal, Blandina (que de blanda no tenía nada) la sentaron en una silla de hierro calentada al rojo, mientras gritaba su fe. Más tarde, cuando las cosas cambiaron y el emperador Constantino se cristianizó, convocó el Concilio de Nicea en 326.
Habla suavemente
Allí se ordenó editar cincuenta ejemplares de la Biblia oficial para las cabezas de las iglesias locales, ahora bajo un comando único en Roma. A lo largo de veinte siglos, la Iglesia ha enfrentado en una repetición borgiana, la recurrencia de grupos internos que la ponen en la picota, con exponentes tan brillantes como Lutero y Calvino, que intentan desmantelar su estructura de poder. Una de las últimas fue la Teología de la Liberación, de íntima identidad con el castrismo.
El Cristianismo era uno entre cientos de grupos judíos que predicaban en el Imperio, pero se impuso y logró éxito político universal. Gracias a la progresiva moderación de su perfil político, logró el milagro de que sus verdugos, los emperadores Constantino (316) y Teodosio (380) se convirtieron a la fe y la hicieron religión oficial del Imperio. Si los primeros cristianos se presentaban como una fuerza subversiva que amenazaba a los paganos con el infierno, el venidero apocalipsis, el Día de la Ira.
La “explosión social” en la que el pueblo tomaría venganza aterradoramente en las calles, en poco tiempo sus líderes conjugaron un discurso para ganar a sus adversarios y no para aterrarlos. Si el paganismo era profuso en eróticas diosas, el santoral cristiano se pobló de santas, vírgenes y ángeles. Entre Mateo y Lucas hay un importante y sutil cambio.
De “bienaventurados los que tienen hambre” a “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”; y de “bienaventurados los pobres” a “bienaventurados los pobres de espíritu”, hay un replanteamiento semiótico, un mensaje a los ciudadanos romanos y a los que no pertenecían a las masas de menesterosos que pululaban en Roma. En el piojoso lenguaje políticamente correcto, un viraje “inclusivo”. Abandonaron la amenaza radical y llevan veinte siglos de hegemonía.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/66856/trono-de-fuego

Peste, cólera…

Carlos Raúl Hernández

“…el hermano se alejaba del hermano… y a menudo el marido de la mujer... hubo padres y madres que expusieron a sus hijos… y no los visitaron… el infortunio heló el corazón de los hombres”. Boccaccio (El Decamerón)

El comienzo de la Ilíada narra una epidemia (tifus) que masacraba a los guerreros griegos frente a las murallas de Troya. El poeta la concebía venganza de Apolo, porque Agamenón, rey de los griegos, humilló y causo un terrible dolor a su sacerdote Crises. Agamenón apasionado por Criseida (“va a envejecer a mi lado”), la hija del anciano, la secuestró y la hizo su amante.

Apolo estaba enfurecido, “parecido a la noche”, y “durante nueve días volaron las amargas saetas del dios… dirigidas a los hombres, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres”. La Muerte Negra en la Edad Media, peste bubónica (hoy se cura con simple vibramicina), apareció en Europa procedente de Asia. Su aterrador origen inspira a Bram Stoker cinco siglos después para pintar de sombras la llegada de Drácula a Gran Bretaña.

Un barco mercante fantasma cargado de cadáveres descompuestos, atraca en Sicilia en 1347. Los marineros que aún agonizaban, tenían en las axilas y el vientre tumores oscuros que manaban sangre, pus y un hedor vomitivo. Como nadie sabía su origen ni qué la producía, inmediatamente se expandió por el territorio europeo. En la medida que la horrorosa mancha avanzaba por el continente, crecían los sentimientos de pánico, incertidumbre, desesperación e impotencia.

Pese a que en la cultura popular, el Flautista de Hamelin desde el siglo anterior describió las ratas como un enemigo, la población victimizada no las vinculó a ellas ni a las pulgas con el horror, potenciado por el desaseo en las costumbres. Arrasó las grandes ciudades europeas del siglo XIV de cien mil almas, poblacionalmente en este orden, París, Florencia, Venezia y Génova.

Miradas que matan
Luego le seguían las de cincuenta mil Hbs., Gante, Brujas, Milán, Bolonia, Roma, Nápoles y Palermo (de las once más importantes, ocho eran italianas) Demógrafos e historiadores piensan que treinta millones murieron, entre la mitad y dos tercios de la población europea. Como la estupidez política es eterna, recurrente, los escoceses “aprovecharon” la epidemia para atacar a Inglaterra que arrasó ambos contendientes.

Pese a la irreverente perspectiva de Boccaccio, quien vivió siempre entregado a las mujeres, cuyo libro inmortal narra las aventuras de un grupo de jóvenes que se refugian de la peste en un bucólico prado (“con pozos de agua fría y bodegas de vinos exquisitos”) dedicados al placer, el heroísmo de las órdenes religiosas hizo historia y de algunas murieron todos sus integrantes en ayuda a los enfermos, así como un tercio de los cardenales.

Se atribuyó a vahos venenosos de la tierra en los incendios, aguas podridas, conjunciones astrales. El contagio vendría de “mirar un enfermo” porque se trasmitía por “rayos que salen de los ojos”. Mientras las élites pensaban en Mercurio retrógrado y en su convergencia de fuerzas con Marte y Saturno, las masas populares atribuían la tragedia al castigo divino.

Así como Dios había querido eliminar al hombre con el Diluvio, Ira sagrada que solo Noé pudo mínimamente paliar, pensaban que este era el exterminio definitivo, penalidad por comer, bailar, fornicar, jugar apuestas, pero sobre todo por la avaricia, los placeres mundanos, la posesión de bienes, en síntesis, tal como ahora algunos enemigos de la sociedad impura.

Siempre Shilock
Según describe maravillosamente Bergman en El séptimo sello (1957) a la propagación de la muerte contribuyó la nueva forma de penitencia masiva de los flagelantes. Eran procesiones de cientos incluso miles de penitentes que marchaban semidesnudos de pueblo en pueblo, azotándose y ciliciados como acto purgatorio que imploraba perdón al Cielo y regaron la pestilencia. Pero al final, como siempre, la xenofobia y el odio ancestral por quien es diferente, tomó posesión.

Parece que en nuestra naturaleza está culpar a otros de tramar lo que nos pasa y surgió la conspiranoia. Y nadie más indicado en la Edad Media que los judíos para recibir la catarata de rencor y envidia, porque se dedicaban a las finanzas, al habérseles prohibido trabajar en la manufactura de bienes, y vivían con relativo bienestar material. Hasta Shakespeare los hará más tarde reos de cobrar deudas con carne del cuerpo del deudor.

Los acusaron de envenenar las aguar con la peste para provocarla. Y vino la oleada de progromos, expropiaciones, confesiones bajo tortura, y los que se salvaban de aquella, morían en manos de las turbas. A tal extremo que el Papa Clemente VI dictó una bula que prohibía saquearlos, matarlos o destruir sus casas sin juicio previo.

Gracias a la ciencia y la tecnología, la globalización y los organismos internacionales, la política moderna que conformó el Estado Social y Democrático de Derecho, el avance de las instituciones democráticas y la libertad de expresión, sabemos qué causa una epidemia, cuáles son los mecanismos para controlarla y hacemos lo necesario para ello. No estamos en la soledad ni la indefensión de los siglos anteriores. Los seres humanos nos tenemos unos a otros. El corazón no se heló, como creía Boccaccio.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/66372/peste-colera

El regreso de Frankenstein

Carlos Raúl Hernández

A Chúo González quien lo sugirió

A comienzos del siglo XX, connotados estudiosos anunciaron la perversidad, decadencia y seguro fin de la sociedad abierta. Y ahora en pandemia, varios pensadores líquidos replantean la necia, vieja y falsa antagonía entre técnica y libertad, sociedad y automatización. Pensamiento líquido, porque se amolda al envase, al entorno cultural, categoría del últimamente muy comentado sociólogo Zygmunt Bauman. El marxismo post marxista es el frasco.

Parecía que la conseja de -tecnología-contra-la Humanidad, yacía en el cementerio de las futilidades, novelerismo de Hollywood y tema de apasionantes distopías, pero no conocimiento. Desde El gabinete del Dr. Caligari (Wiene:1929), Frankenstein (Whale:1931) y Metrópolis (Lang:1927), hasta 2001 Odisea del espacio (Kubrick: 1968), Terminator (Cameron:1984) y Matrix (Wachonsky: 1999).

El surcoreano-alemán Byung Chul Hal es autor de La sociedad del cansancio (2010), La agonía del eros (2012), La sociedad de la transparencia (2013), textos cuarteados de aporías. Ahora en un artículo rococó, sin entrada ni salida, sugiere que Asia es superior a las democracias frente al coronavirus, por la “herencia autoritaria de Confucio”. Es debatible cuánto lo fue el maestro, pero en todo caso no más que Platón y Aristóteles, y es alegre cargarle semejante peso.

Que “el autoritarismo lo hace mejor” es insostenible. El gobierno chino provocó la pandemia por su manejo politiquero, caótico y secretista del problema, tan malo como el norteamericano, que pese a ser democrático ocultó que la potencia letal del virus superaba a la gripe española de 1918. Así lo revela grabación del senador republicano que lo advirtió hace un mes a sus financistas. Asia es el autoritario Irán, tan bucéfalo ante la epidemia como la democrática Italia.

Totalitarismo de rostro humano
Y las viru-victoriosas Taiwan, Japón y Corea son sociedades libérrimas y prósperas, pese al parasit de cuestionar esta última. Sorprende que considere positivo que el gobierno chino maneje a su antojo la inimaginable, ciclópea, masa de información sobre su gente. No existe capacidad de procesamiento para centralizar la big data, pero en China el Estado usa la que le interese. Los gobiernos democráticos y las empresas apenas pueden picotear la información sobre los ciudadanos, atesorada en discos duros de servidores repartidos por millones y su manejo sometido a draconianos escrutinios.

Hay duras sanciones jurídicas y sociales por su uso ilegal. Facebook, carga una cicatriz por ello en el face, Hillary la derrota y Google una penalidad hoy en Europa. Para tener idea de lo que es la big data que se cuenta en zettabytes, si se imprimiera toda la información producida por la humanidad hasta 2015, podría construirse una torre de libros como el Empire State que llegaría hasta el sol. ¿Qué defiende Hal? Es un enredo insondable.

La llamada teoría crítica marxista, cuestionaba los medios porque imponían unidireccionalmente la ideología dominante que enajenaba a la gente. Hoy Hal fustiga el flujo multidireccional de información en las redes del mundo “neoliberal” (?), porque es tan amplio, biunívoco, continuo, abrumador, que le parece “pornográfico” y ahora el sujeto “se esclaviza a sí mismo”, porque la “transparencia” de las redes estimula el “narcisismo”, las ganas de hacerse ver, moralina más de Testigo de Jehová que de filósofo.

El libre flujo de ideas, opiniones, imágenes, obras, informaciones, dice, es una nueva forma de totalitarismo (esta vez “malo” a diferencia del control estatal chino, que es “bueno”). La vuelta al leninismo con kalé heideggeriano: la libertad de información es burguesa. Nuestro desconcierto aumenta porque a un verdugo de la “globalización neoliberal”, tampoco le gustan los cierres de tránsito y fronteras, que considera nacionalismo, aunque es decisión nada menos que de la OMS.

Tu teorizas, el practica
Eso es vivir y pensar caprichos y manías. Cita dos de sus colegas marxistas post marxistas. Una, Naomi Klein, cuya belleza no la exime de portar sin licencia uno de los cerebros más alocados, conspiranoides e imaginativos desde Lex Luthor y el Jocker. Ella naturalmente ve en el coronavirus el siniestro riesgo de crear un nuevo sistema neoliberal totalitario.

Y a Slavoj Zizeck, de mindset brillante, culto, carismático, agudo, con sentido del humor, hasta con un simpático libro de chistes y anécdotas. En París llenó una sala de 700 personas, pero como filósofo después hablamos. Su conclusión es previsible: la muerte del kapitalismoa. Según García Márquez, cada vez que alguien falla en billar una impelable jugada bola-a-bola, aquí va a pasar algo. Por cierto, cuenta Zizeck que en 2017 lo invitó el gobierno en un grupo de académicos, a visitar China

La attache resultó de una belleza mágica, inteligente y sensual, y él se dedicó a rozarla, hacer chistes sugerentes, halagarla, tomarla del brazo, durante quince días (candidato a las espulgueras de mi too). En la cena de despedida, ella contó que el mes anterior también había guiado al expresidente Clinton por varias ciudades. Ante el interés de los profesores por este personaje, ella comentó: “por cierto, Slavoj, Clinton y tú comparten el interés por el sexo. Solo que él lo hace”.

@CarlosRaulHer

La pandemia de los necios

Carlos Raúl Hernández

En las ciencias sociales las crisis sustituyen laboratorios y experimentos, y son por eso importantísimas en el estudio del comportamiento colectivo. Permiten observar a dirigidos y dirigentes de la escena pública, políticos, empresarios, iglesias, sindicalistas, influencers. Yehzekel Dror fue una figura mundial que creó para analizaras el concepto de sala situacional, aplicado hoy en muchas partes para enfrentar coyunturas críticas.

En una Maestría que cursamos con él, tarde en la noche, cuando estábamos cansados, con hambre y sueño, “convertía” el curso en “gabinete de guerra” para que supiéramos cómo era gobernar en crisis. Entonces planteaba como ejercicio un conflicto bélico-político que debíamos resolver divididos por equipos, en dos horas a base de café y cigarrillos.

Según nos dijo, él sabía que saldríamos mal en las pruebas, porque en nuestras decisiones simuladas –según explicaba- privaban las simpatías o antipatías ideológicas, el orgullo, la moral, las creencias, la adrenalina, la imprudencia -y el sueño- sobre la razón. Lo que quería enseñarnos el profesor Dror es que los líderes para serlo deben esforzarse por decidir más allá de esas emociones.

Tener como norte que el interés fundamental es ganar, aun desafiando los propios prejuicios y el rechazo momentáneo de quienes cuestionan nuestra posición, porque con el triunfo nacería popularidad perdurable. ¿Qué quiero? No era relevante si para obtenerlo había que amenazar, adular, fingir, maniobrar, siempre que condujeras una victoria. En la actual ola mundial de antipolítica y neopolítica por hundimiento de los partidos históricos, es útil examinar el debate sobre Covid-19.

Dos cepas letales

Aparecen los bloqueos emocionales para tomar decisiones de política pública y entenderlas. La conspiranoia, por ejemplo, pretende que los actores visibles son marionetas que manos negras manejan, y muy a pesar, tales cotilleos contagian la opinión pública. Una necedad “de derecha” asegura que la pandemia es operación vitanda, ejecutada perfectamente por China contra occidente. Esparcieron el virus a voluntad y crearon pánico financiero entre trasnacionales que operan allá.

Así lograron que se remataran acciones que el gobierno maquiavélicamente adquiriría. Descartando imaginarios planes demenciales o genocidas, el Estado chino actuó como las autocracias: quiso enterrar el virus en el silencio, dejó morir al médico que alertó, y su error expandió la epidemia. Pero igual tomó posteriormente medidas acertadas. Según la lógica de algunos zafios gobiernos de la antipolítica y neopolítica latinoamericana, los venezolanos estamos obligados a morir.

Nos toca purgar culpas de revolución y pagar con sangre el socialismo XXI. Eso cuadra con la lógica de esa excrecencia que defiende la tesis de que el hambre y las desgracias derrocarán al gobierno ¡Qué importa que la gente muera si mueren los chavistas! Aunque los planes antipandemia del gobierno lucen acertados y con nueva orientación solicita apoyo del FMI, la reacción primate es cuestionarlo y bloquearlo.

Al otro lado del Estigia de la necedad, los portadores de la cepa “izquierdista” dilaceran la sociedad abierta por cualquier razón, pese a que sabemos cuál es la génesis del desaguisado. Sería una torva conspiración “neoliberal” de Estados Unidos en la que están involucrados grandes laboratorios norteamericanos, y Trump, con el fin de vender medicinas y golpear a China. O que el virus lo diseminó Israel para vender luego la vacuna que al parecer tienen en camino.

Casi todos mal y bien

Se calla que el manejo más irresponsable ha sido el español, que pese a tener la información una semana antes no suspendió la marcha del 8M ni tomó medidas por politiquería revolucionaria. Las instituciones más calificadas, el Instituto de Virologia de España, las más importantes revistas científicas (Virology, The Lancet, Maldita Ciencia) descartan que la amenaza global sea producto de una manipulación. Pero el radicalismo no cesa de ignorantear.

Ante la preocupación de los mandatarios en preservar la economía, es decir, la comida y el empleo de la gente, se escribieron fulerías tales como que para el capitalismo (kapitalismoa) la economía es más importante que la vida. Boris Johnson, no globalista y poco liberal, al parecer entendió que “dejar correr” el virus para estimular la reacción inmunológica de la población, conducen a las tragedias italiana y española (la primera por ineptitud y la segunda por razones revolucionarias).

Pero la gafedad ideológica acusa su error de ser un impromptu neoliberal. Otros cerebros telarañosos, casas de debates fantasmas contra un supuesto “neoliberalismo” que solo existe ahí, ven en las medidas que se toman un debate entre Hayek y Keynes. Así las acciones gubernamentales no son correctas o incorrectas, sino liberales o intervencionistas y es eso lo que les daría o quitaría solvencia.

Se burlan de Macron por establecer un subsidio de guerra a la economía para frenar el paro que vendría con una recesión, pero lo descuartizan si no lo hace. Confiemos que el liderazgo se guíe por los consejos de Dror: que quienes gobiernan agoten la información técnica e histórica, consulten. Debatan y actúen fuera de climas emocionales envolventes. “No reclames cuando estás furioso. No prometas cuando estás feliz”.

@CarlosRaulHer

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La conjura de los necios

Carlos Raúl Hernández

Un funcionario local declaró en estos días que el coronavirus es una farsa que el kapitalismoa rueda para “vender medicinas”, como en su momento las gripes porcina y aviar. Pese a la vox populi, COVID19 es una estremecedora amenaza global, y por ello la OMC la declaró pandemia, que no es poca cosa. Un análisis antikapitalista, sostiene que es una maniobra contra China. También que el Sida era un virus de probeta liberado por los grandes laboratorios para hacer superventas.

Hace unos años, el ojo avizor alertó que los gringos inventaron un dispositivo para inocular cáncer a los gobernantes poscomunistas latinoamericanos y el único que murió de los afectados, fue el que se trató en Cuba, por su fe en la medicina socialista. El caos en Venezuela durante el 27 y 28 de febrero 1989 fue organizado por unos demiurgos al servicio de Fidel Castro. En noviembre pasado, con mínimo centimetraje, supimos de una convención en Dallas de los Tierraplanistas, que sostienen lo que se supone.

Como la esencia de una secta es descubrir conspiraciones y enfrentarse a otra parecida, se odian a muerte con la Asociación de la Tierra Plana, que cuenta con 200.000 seguidores en Facebook, según aquellos un “parapeto de las corporaciones para desacreditarlos”. Durante los 80 la izquierda denunció que el FMI provocó la Crisis de la Deuda para apoderarse del Tercer Mundo, y la derecha, que Clinton utilizaba el FMI y el Banco Mundial para gobernar el mundo.

La CIA, Bush y el Mossad derrumbaron las Torres Gemelas para asaltar el petróleo iraquí y ningún avión cayó en el Pentágono, sino un misil lanzado por los propios americanos. En Teoría de la conspiración (Donner: 1997) Mel Gibson relata a Julia Roberts el proyecto HARP, instrumento capaz de provocar un terremoto en China para asesinar al Presidente. El talento criollo descubrió que los decodificadores son un sistema de espionaje del imperio.

Un 747 en cómodas cuotas
Carlos Andrés Pérez era uno de los hombres más ricos del mundo, dotado de una tarjeta con crédito suficiente para comprar un 747, aunque a su muerte la familia tuvo que hacer colecta para pagar los médicos. EEUU no llegó a la luna en 1969, y lo que vimos lo filmó Kubrick en estudio, como lo presenta la cinta Capricornio Uno (Hyams: 1978) y nada menos que James Bond en Los diamantes son eternos (Hamilton: 1971), atraviesa caminando el set donde se rodaba la farsa. La compañía Monsanto diseñó la semilla Terminator para arruinar los agricultores.

Cuando la conjuntivitis por desnutrición se expandió en Cuba, Castro acusó a EEUU de bombardear con el virus. Los sicópatas que dirigieron el Terror en la Revolución Francesa y murieron guillotinados, se acusaban mutuamente de complot. Un burdo folleto aparecido en Rusia en 1903, Protocolos de los sabios de Sión, narra que la trama judía mundial se urdió en presencia del Demonio, y cuando apareció la peste negra en Europa (siglo XIV), que diezmó por lo menos la mitad de la población, acusaron a los judíos de “envenenar las aguas”.

Muchos piensan que instituciones y dirigentes de todo el mundo son tinglados que manejan las corporaciones y gobiernos norteamericanos a través de minorías arcanas y malignas. En Roma culpaban a los cristianos de demoníacas bacanales, promiscuidad sexual en las que violaban y sacrificaban niños para después devorar su carne y sangre. Cuando fueron poder con Constantino, acusaron a las sectas disidentes de hacer eso mismo, y luego a los herejes, judíos y brujas, y de pactos con el Diablo, volar en escobas, montar cangrejos gigantes y celebrar grandes orgías en el Sabbath.

Nunca a todos siempre
Ni Elvis ni Bin Laden están muertos, aunque si Paul McCartney, sustituido por un doble. El centro de la tierra es hueco y vive allí una civilización que la NASA esconde. A Lady “D” la asesinó la Corona Británica. En Roswell, Nuevo México, aterrizaron los extraterrestres que construyeron todas las pirámides existentes. Shakespeare era un seudónimo de Bacon. Imposible resumir los disparates y extravagancias de la teoría de la conspiración, pero hay que distinguir simples memeses, de los crímenes contra la humanidad.

Stalin asesinó millones de personas por conjurar componendas con las potencias imperialistas, pero fue “necesario” para la Unión Soviética. Hitler se inspiró en los Protocolos y exterminó seis millones de judíos. Ahmadinejad hizo un evento en 2008 para que “importantes expertos” desmintieran el Holocausto, mientras ahorcaba todos los días homosexuales y “adúlteras”. Cierto que hay conspiraciones de grupos poderosos para obtener beneficios turbios y enturbiar la realidad, pero su eficacia es episódica y mermada.

Se puede engañar todo el tiempo a alguien y por momentos a todos, pero no a todos todo el tiempo. Esto gracias a la pluralidad de los medios de comunicación libres que viven para cazar complots y romper los monopolios de poder. Y es solo en las sociedades cerradas donde la conspiración puede ser el único modo de acción, mientras los caudillos totalitarios con puño de hierro único, paradójicamente acusaron a las democracias de regirse por cábalas. Los revolucionarios fanatizan, idiotizan, envenenan a sus seguidores y las luchas de poder son solo complot que terminan en muerte.


@CarlosRaulHer

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Trono de sangre

Carlos Raúl Hernández

Calígula violó en público a un general y luego a su mujer, porque estaba aburrido. Chi Shi Wan Chi, creador del imperio chino, hacía enterrar vivos en masa a los niños de las provincias rebeldes. Enfurecido porque una colina “no dejaba pasar” al ejército, hizo talar todos los árboles y pintarla de rojo (color muy apropiado) devoraba mercurio porque, según sus médicos, lo haría inmortal cosa que lo mató. Hitler hasta la hora final, movilizaba batallones inexistentes y ordenaba fusilar oficiales “traidores”, entre ellos a Goering.

En plena convención del Baath que proclamó a Saddam Hussein dictador de Irak, la policía política detuvo decenas de dirigentes inconformes, y esa noche los asesinaron. En los 80 Castro reunió temblorosos y valientes intelectuales que pedían libertad de creación. “Que hable el que tenga más miedo”, y le respondió el enclenque Virgilio Piñera: “Fidel, seguro yo soy el que tiene más miedo. Quiero preguntarte es por qué debo temer”. Mesalina, la mujer del Emperador Claudio, se acostó una noche con doscientos hombres.

La emperatriz china Wu Zetian obligaba a los varones que iban al palacio a hacerle cunnilinguis, so pena de muerte. Son enfermos de la cabeza y dueños de cementerios personales. Gutiérrez Nájera es salomónico: “todos los dictadores están locos”. Son heterosexuales voraces, homosexuales, bisexuales, impotentes, paranoicos obsesivos, ansiosos, bipolares, introvertidos, cariñosos o crueles con sus familias y animales (mujeres e hija de Stalin y Hitler se suicidaron).

Joaquin Fest, Allan Bullock, Karl Schmitt, Isaac Deutscher, Jung Chang, Norberto Fuentes, Robert Service, el best-seller Sebastian Ellner (me ha sido duro hallar alguien que no diga haberlo leído) los estudiaron y una investigación norteamericana sobre Hitler de 1942, pronosticaba su suicidio, pero gozaron de inmensa popularidad y del apoyo, no solo “de las masas” sino de una intelectualidad que sabía muy bien que hacía.

Armaos los unos a los otros
¡Tantos manifiestos en apoyo a Stalin y a Castro! Para clasificar su malignidad hay un baremo sencillo: ¿cuánta sangre está dispuesto a derramar, incluida la suya, en plan de cambiar el mundo? Los más domésticos, cuando las cosas se tuercen, se meten en una embajada, huyen entre las brumas de sus millones y pasan la vida pegados de la prensa de su país a espera del mítico retorno. Otra estirpe más peligrosa tiene en la cabeza rellenos mesiánicos, los “revolucionarios”, marxistas, fascistas, suprematistas, islamofascistas.

Para ellos la vida de un hombre o de un millón no valen nada en el “huracán revolucionario”. Mao, por ejemplo, declaró que sacrificaría tres cientos millones de chinos para “derrotar el imperialismo” y en su etapa final dormía desnudo con grupos de niños y niñas. Su narcisismo les hace creer que tienen una misión. Pero ningún tratado comprende los tortuosos espíritus de estos emisarios del horror, como MacBeth de Shakespeare.

Incontables versiones penetran múltiples facetas del tirano y su terrible lady, pero tomamos para título de este artículo la del japonés Akira Kurosawa. Es apasionante su perspectiva porque las sociedades asiáticas solo conocieron tiranías hasta la llegada de los europeos. Un asiatólogo de las dimensiones de Alfred Weber, afirma que en Asia y África nunca nació la idea de libertad y que en sus lenguas ni siquiera existe una palabra equivalente.

Es una idea exclusivamente occidental que los hombres son “libres e iguales” “todos somos hijos de Dios”, gracias a la figura y la prédica de Cristo, “amaos los unos a los otros” (contra sociedades que creen en “armaos los unos a los otros”). El Sermón de la Montaña es la reivindicación de los pobres en su derecho de ser iguales, base de la democracia representativa. Y la libertad nace con la disidencia de Lutero en el siglo XVI, al reclamar “libertad de conciencia” para interpretar la Biblia.

Con pies de barro
En los dos fines de semana anteriores, la Fundación Humboldt nos ofreció un MacBeth protagonizado por el dramaturgo, narrador, director y actor José Tomás Angola con un equipo que lucha agónicamente por la cultura en este desolado país, en el que nuestro esfuerzo es agónico en sentido unamuniano: lucha por la vida, la justicia, la belleza y la democracia.

El personaje de Shakespeare no profesaba ninguna ideología moderna de las que hacen creer a los tiranos que encarnan al pueblo y tienen un destino predeterminado para salvar a los pobres, la nación o la raza. Pero también se sentía invencible, porque del más allá le habían convencido que ningún “hombre parido por mujer” podía derrotarlo y esa eventualidad era tan absurda como que “el bosque de Birnam se moviera hasta el castillo de Dunsiname” donde vivía la pareja del trono sangriento.

Las fuerzas oscuras engañaron al monstruo porque Macduff, el hombre que lo aniquiló, nació por cesárea y los soldados avanzaron al castillo camuflados con ramas de los árboles de Birnam. Antes de Freud, Lady MacBeth enloquece de remordimientos y se dedica a lavarse interminablemente las manos para limpiar la sangre que hizo derramar, y haberse lanzado, y a su marido a la perdición. Los dictadores son sangrientos, pero humanos, aunque crean lo contrario. Espero que, con ayuda de Stanislavsky, José Tomás Angola, convertido ese día en un cruento asesino, se haya salido del papel.


@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/63650/trono-de-sangre