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Carlos Raúl Hernández

La revolución traicionada

Carlos Raúl Hernández

Así caracterizó León Trotsky la soviética, aunque por razones diferentes. Varias revoluciones son políticas (en lengua marxista “burguesas”) y consagran libertad e instituciones pluralistas, civilizadas, representativas. Derrotan, caso de Venezuela 1958-1998, a quienes las querían “profundas”, colectivistas, y “populares”, las que llama Camus revoluciones metafísicas porque quieren cambiar la naturaleza humana, y reclaman para ello poder total.

En Rusia la revolución política derroca al Zar, y la presidencia de Kerensky da origen a una democracia representativa, pero la genialidad maligna de Lenin y la nulidad de sus adversarios la quiebran en ocho meses para dar paso a la revolución metafísica, el Estado socialista. “Pobrecito Lenin, está muy solo e iré a visitarlo” dijo Kerensky, cuando el “incomprendido” publicó las Tesis de Abril, que trazaban la estrategia del infierno triunfante. En Alemania la democracia de Weimar surgía entre escombros de la Primera Guerra Mundial, pero otro demonio genial aplastó a los idiotodemócratas.
Pero en esas estructuras construidas sobre cadáveres de políticos tontos, de repente aparece un MacDuff y sale el sol. Las revoluciones son pugnas entre bloques de poder con intereses antagónicos y sin destino prestablecido, porque lo escriben todos los días, gracias a la garra, la astucia y la capacidad política de cada uno. El asalto a la Bastilla el 14 de julio de 1789, que se asume como el inicio de la francesa, cumplió 221 años. Ese día el rey destituye al ministro Necker, muy querido por el “pueblo”, una de las pocas cabezas políticas, racionales, enemigo de las fantasías y que evitaba choques porque tenía claro que favorecían al radicalismo.
La etapa de construcción
Los jacobinos intoxicados de comunismo, Robespierre, Marat, Dantón, Hébert, Saint Just, y Desmoulins (quien es distinto), esparcen en París la noticia de la salida de Necker. Unas seiscientas personas, entre ellas soldados cesantes, van a la Bastilla a robarse 2000 barriles de pólvora. Ningún militar podía aceptar eso y el gobernador de la fortaleza, un aristócrata vulnerado por la Ilustración, decide “convencerlos” del peligro. La diferencia metodológica con Napoleón es que éste disolvía las manifestaciones a cañonazos. Y las cabezas del gobernador y sus once soldados terminan paseadas en picas por las calles.
Entre los partidos se discute como calificar semejante atrocidad radical, pero aplicó el viejo oportunismo suicida, que tanto hemos visto. Los moderados, razonaban que era un horrible crimen, pero cuestionarlo, una raya. Y apoyaron la destrucción (remember 27F y 28F en Venezuela) Pero salvo esta revuelta como la llamó Luis XVI, la etapa virtuosa, la revolución democrática había comenzado el 15 de mayo y legó la Declaración de los Derechos del Hombre (1789), la Constitución de 1791.
Nace una monarquía Constitucional y desarman el ancien régimen de castas feudales, al consagrar que todo hombre es un ciudadano igual ante la ley. Luego viene la traición, la revolución metafísica, el Terror a partir de 1793, el asesinato del rey y su mujer, –le seguirán 35.000 personas más- y a su hijo de ocho años lo encierran en un calabozo inmundo de cucarachas y ratas, donde muere dos años después, cundido de tumores y pústulas. Es la etapa en la que Robespierre, el creador del stalinismo, Saint Just y sus sicópatas del Comité de Salud Pública, controlan la correlación de fuerzas al aplastar en la Convención y luego asesinar a los girondinos.
Tumores revolucionarios
Eso gracias a maniobras del simpático Dantón, el creador del trotskismo, quien lo pagará caro. Se cumplirá que un revolucionario es alguien que se dedica a cortar cabezas y que cuando no quiere hacerlo más, se la cortan a él. Cierra el ciclo Napoleón cuando declara en 1799: “la revolución terminó”. Pero menos conocidos son los espantosos sucesos de la Vandée, el primer genocidio moderno, antes que existiera la palabra. Esa comunidad atlántica se levantó contra el régimen de horror, igual que 65 de los 80 departamentos creados por la revolución.
Por tratarse de una población muy católica, el Comité ordenó exterminio y tierra arrasada, como después harían nazis y soviéticos. Para ahorrar municiones, lanzaban al Loira, masivamente a campesinos amarrados o los hundían en barcazas. Las madres mataban a sus hijos para que no los asaran con ellas en hornos de panadería. Más de 300.000 personas asesinó el Terror Rojo, la Vandée quedó casi extinguida, genocidio misteriosamente silenciado y todavía hoy mucha gente en Francia con una idea difusa de qué pasó. Un siglo estuvo escondida El Conde de Chantelaine, novela nada menos que de Julio Verne sobe los hechos. Apenas en 1992 pudo publicarse.
Robespierre era un criminal frío, un sicópata místico, que asesina a Desmoulans y su esposa, su compañero de primaria y su comadre, aunque sabía que eran inocentes En cambio hay episodios que humanizan a Dantón y le dan un halo de simpatía histórica que retrata la película de Andrzej Vadja. Bebedor, valiente, seductor, “entrompador”, brillante, impredecible. De regreso de una misión en Bruselas, al llegar a casa se encuentre conque su mujer había muerto tres días antes. Esa noche va al cementerio, la hace desenterrar para acariciarla, llorarla, besarla y le toma una mascarilla de yeso que aún se conserva.

@CarlosRaulHer

“…media España debe liquidar a la otra”

Carlos Raúl Hernández

Titulo con frase de Dolores Ibárruri, “la Pasionaria”, porque entre 12 y 20 de julio de 1936, hace 84 años, arrancó la guerra civil española, modelo de atrocidades y mar de sangre, por culpa de cabecillas políticos tan radicales como ineptos. La noche del 12 la Guardia Civil irrumpe en el hogar y secuestra al diputado monárquico José Calvo Sotelo. Encabezan los agentes Fernando Condés y Luis Cuenca, del PSOE. El segundo era escolta de Indalecio Prieto, líder del partido.

Calvo amanece en la calle con dos tiros en la nuca. Salvador de Madariaga anota que, en una vibrante intervención de Calvo en el parlamento, la medusa, madre muerte, la “Pasionaria”, le gritó: “¡Este es tu último discurso!”. Un plan monstruoso pero imbécil, porque el crimen precipita el golpe de Estado que ramaleaban altos oficiales y disuelve la negativa a sumarse de Francisco Franco, el más temible de ellos. El general Mola da su golpe fracasado para tomar el país en tres días.


Y emergió el dragón de tres años de guerra civil, un millón de muertos, según J.M. Gironella, y Franco entrará a dominar España hasta su muerte. La historia narra la lucha entre republicanos y nacionales, pero ¿había nacido de verdad una república cinco años atrás, o en 1931 depara lo que Platón y Aristóteles juzgan degeneración republicana, la anarquía, la república popular o revolucionaria? A diferencia de Carlos I o Luis XVI, el colapso mismo de la monarquía borbona es patético.

En ese crucial 1931 hubo una simple elección municipal de concejales, no un referéndum constitucional ni nada parecido. Compiten las alianzas de socialistas, stalinistas, anarquistas, trotskistas, republicanos, contra partidos conservadores, y ganan aquellos, aunque quedan bastante parejos. Los primeros en las grandes ciudades, y los otros en el campo. Para aterrorizar, la izquierda lanza las masas a la calle, y el tembleque Alfonso XIII sale disparado de incógnito, renuncia al trono y pasa a la historia… de las aves de corral.

La revolución de 1934
Comienza la república popular con la expulsión del Primado, arzobispo de Toledo monseñor Segura y del eminente monseñor Múgica, en respuesta a que despiden afablemente al rey, aunque llaman a apoyar el naciente régimen. Este apunta la agitación social hacia sus odios y estimula oleadas de asaltos, quema de conventos, iglesias, fábricas, comercios, por todo el país. Las Cortes Constituyentes` paren una “constitución inviable” según Gregorio Marañón.

Para Ortega y Gasset, “lamentable, sin pies ni cabeza, ni el resto de materia orgánica”. Prohíbe a los curas las congregaciones y actividades pedagógicas, industriales o mercantiles. Pero dos años más tarde, las elecciones de 1933 marcan un viraje radical, obra de que por primera vez votan las mujeres. Triunfan los conservadores, que ceden el gobierno a un moderado, Alejandro Larroux, pero la izquierda responde el gesto con insurrección armada y huelga general. Proclaman el Estado catalán.

Huelga en Barcelona, Madrid, Vasconia, y en Asturias tragedia. Los trabajadores se organizan en soviets, arrasan cuarteles de la guardia civil, toman la cuenca minera, las fábricas de armas y en la capital Oviedo, destruyen casi mil edificios. Las tropas decomisan cientos de miles de fusiles y pistolas e intentan pactar con los mineros, pero estos vuelan la Catedral medieval. Saldo, dos mil muertos y 30.000 presos.


Manuel Azaña, bárbaro ilustrado y de corbata, mientras organiza el Frente Popular para las elecciones de febrero de 1936, declara que “todos los conventos de España no valen la vida de un republicano”. Y Largo Caballero que “si las derechas no se dejan vencer en las urnas… nos veremos obligados a ir a la guerra civil”. Violencia de calle contra los conservadores, Azaña gana por nariz las, 4.570.000 contra 4.356.000, y avanza la sovietización de un país partido por la mitad.

Julio 1936
Convierten conventos y monasterios en chekas, cárceles secretas de los revolucionarios. Anarquistas, socialistas, estalinistas, cada uno tiene las suyas. Asesinados los derechistas Calvo Sotelo y el virulento José Antonio Primo de Rivera, más tarde Santiago Carrillo fusilará 4000 presos madrileños. Y aparece la sublevación militar. En tres años los republicanos liquidan más de 7000 obispos, sacerdotes, seminaristas y monjas. Hay ciclos virtuosos en la vida de los países.

En ellos confluyen generaciones brillantes en la política, el pensamiento, el arte y la cultura, que dan rumbos creadores a sus naciones. Así ocurrió en la independencia de EEUU, la Ilustración francesa, el Renacimiento, el siglo de Pericles. Pero con menos suerte, en otros, en vez de liderazgos, surgen pandillas. Precedidos por Pablo Iglesias, un ideólogo nefasto (¡cuando no!) muerto antes, Largo Caballero, Manuel Azaña, J.A Primo de Rivera, Calvo Sotelo, la Pasionaria, crean el horror que traerá 40 años de dictadura.

Energúmenos, mediocres, fundamentalistas, su absoluta incapacidad para dirigir una vida política decente rompe sus naciones. No pueden convivir porque planean dominar la sociedad, y hacen surgir dragones reaccionarios que imponen orden y silencio. Roosevelt y Churchill después de la guerra mundial, decidieron sostener a Franco ante el peligro de que regresaran los “pasionarios”.

@CarlosRaulHer

El discreto encanto del populismo

Carlos Raúl Hernández

El populismo y otros colectivismos, son exitosas trituradoras de la vida cotidiana, la posibilidad de que la gente gane el sustento y para convertir sociedades en derrelictos. Lo asombroso es que aún hoy, después del siglo de sarcomas populistas y revolucionarios, en casi todas partes, grupos ilustrados sigan sin entender esta dolorosa verdad.

Hasta pasada la segunda mitad del siglo XX, la literatura latinoamericana clásica sobre sus orígenes, proviene de los pequeños grupos comunistas, que odiaban el populismo porque ganó muchedumbres, mientras ellos no eran más que pequeñas sectas herméticas, de jerga abstrusa a oídos de obreros, oficinistas o campesinos (los éxitos soviéticos, el marxismo, la plusvalía, la grandeza de Stalin, Lenin, Mao, el heroísmo comunista en la guerra, la revolución mundial).

Los patriarcas populistas Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón carecen de “proyecto de sociedad”, su discurso no es clasista, pero si severo e “inclusivo”, anti imperialistas, pero no pro soviéticos sino nacionalistas, no aspiran construir estados socialistas ni abolir la propiedad privada. Solo “meterla en cintura”.

No fusilan, pero “castigan el egoísmo” para “hacer el bien a todos”, y “distribuir la riqueza con justicia” (Perón llamó su ideología “justicialismo”). No aniquilan la libertad de expresión, pero crean sus propias maquinarias comunicacionales y acosan la prensa libre. Justifican sus desafueros en grandes movilizaciones populares y no son estados policiales al estilo soviético o cubano, pero le dan palo a los opositores “cuando lo necesitan”.

Potencia mundial del mundo
El balance social y económico es demoledor. Argentina a la llegada de Perón era la segunda potencia mundial del mundo al decir de Cantinflas. Granero universal, suministrador de proteínas a Estados Unidos y Europa en la guerra y después a la destruida economía europea que se recuperaba con dificultades gracias al Plan Marshall y al FMI (el primer crédito de este recién creado organismo fue precisamente para la miserable Inglaterra, cuya moneda, la libra, no era internacionalmente transable (como el bolívar de hoy).

Salvo Alemania, Europa arranca después de la guerra con gobiernos estatizantes no tan moderados que atrofiaron su crecimiento económico. En los años 70, el ingreso per cápita de Venezuela era varias veces mayor que los de Italia, España, Portugal, Grecia, Inglaterra e incluso Francia, por dejarlo ahí. Es solo en los años 80 cuando sus líderes entienden la necesidad de introducir elementos de mercado y liberalizar relativamente las economías.


Dijimos que la bipolaridad de posguerra era entre EEUU y Argentina, más Perón y Santa Evita (la única mujer, según conozco, violada después de muerta) se encargaron que quebrar su país, arruinar los productores, y sumirlo en un purgatorio subdesarrollado del que no logran salir nunca. Por fortuna el esplendor pre-peronista edificó una majestuosa Buenos Aires que aún hoy tiene el efecto similar a cuando alguien se consigue en Ginebra a Sofía Loren, cuya elegancia recuerda aquella venus neorrealista de Matrimonio a la italiana (De Sica,1964).

Vargas terminó suicidado dramáticamente en una emisora radial en la que reconoció su fracaso y culpó naturalmente a los brasileros. Después de las plagas socialistas, estatistas y populistas, incluida la mismísima nuestra en plena explosión de la riqueza petrolera, en Venezuela del siglo XXI, la gente come basura, y decepciona que se quiera barajar la responsabilidad de su demiurgo, Hugo Chávez. Como a Perón, la extraviada ideología de Chávez lo dedicó a extenuar los empresarios “capitalistas” que “financiaban la oposición”.

Matrimonio a la argentina

A su final redujo a la mitad el número de empresas productivas, con la precámbrica idea de sustituir el empleo por subsidios, “misiones”, ya que, según consejo de Fidel Castro, el petro Estado lo permitía. Al suprimir los empresarios, creadores de empleo y de bienes, aunque suelen caer mal, se podía vivir de la capacidad para importar solo mientras hubiera ingreso petrolero, como cualquier hijo de vecina podía prever. A diferencia, los nórdicos crearon con los petrodólares excedentes, el Fondo Noruego, con billones de dólares ahorrados para la seguridad de la ciudadanía.

Como la tercera petrolera mundial de aquella época, Pdvsa, era “elitista”, “tecnocrática”, la convirtió con Ramírez en un templete democrático “rojo rojito”, hoy en ruinas. No solo devoró como Pantagruel dos billones de dólares en ingresos petroleros, sino que multiplicó la deuda externa y la de Pdvsa hasta descapitalizarla. Cadivi hizo de todo venezolano un efímero millonario, enriqueció verdaderos y falsos importadores y ramificadas roscas de “raspa cupo”, asesorado por Malavoglia Giordani.

Así aseguró, como todo populista, ganar decenas de elecciones, “entre el amor su pueblo”. Invocarlo como un benefactor porque hizo vivir al país una orgía de dólares que sembró el hambre de hoy, es un error que amenaza lo que está planteado para una recuperación futura. Tal vez querrán que se haga lo mismo. Si los que tienen que aprender y entender para la reconstrucción no cumplen su trabajo, no saldremos jamás de la autopista del sur, directamente no ya a Buenos Aires, sino a la Antártida.

https://www.eluniversal.com/el-universal/75198/el-discreto-encanto-del-p...

Flores de los cadáveres

Carlos Raúl Hernández

Los judíos fueron invadidos, colonizados, esclavizados o expulsados de su territorio por babilonios, asirios, egipcios y romanos. Durante cuarenta años vagaron por el desierto luego de su salida de Egipto y regresan a Palestina, de donde siempre los quieren volver a echar. La primera ciudad del retorno fue Jericó, protegida por legendarias murallas de piedra. Pero bastó el trompetazo del general Josué, para que se desplomaran, y con ellas, el sentido común.

No hay pasión, vicio o necesidad humana, mito falso o verdadero de la cultura occidental, que no estén expuestos con profundidad en la Biblia. El mito de Jericó salta en la conciencia colectiva. La moraleja: por fuerte que parezca un enemigo, el azar o la necesidad gratifican al héroe, y no hay montaña lo suficientemente alta para él.

La frase de Burke, ya entre los manoseados lugares comunes, se inscribe en esta visión ingenua: “para que ganen los malos solo se necesita que los buenos no hagan nada”. Para sacarla de su inutilidad, requiere una acotación esencial “que los buenos no hagan nada, o lo que hacen, lo hagan mal”. Así la dotamos de sentido político, porque la voluntad, el valor, el sacrificio, solo son útiles en un plan ganador.

¿Es Fidel Castro uno de los políticos más geniales de la historia o un irresponsable al que las cosas le salieron bien por obra de la fortuna? Su audacia y su valor extremos lo llevaron a asaltar con un pequeño grupo de muchachos, una fortaleza militar, el cuartel Moncada en Santiago el 26 de julio de 1953, en acción simultánea, aunque poco conocida, contra el cuartel Céspedes en Bayamo.

Seis años no es nada
Cualquier estudioso de la política, polemólogo o estratega, las hubiera considerado locuras, pero gracias a ellas Castro se proyectó mundialmente como el jefe de la revolución que nacía en Cuba y estuvo muy poco tiempo en prisión. En 1956 da otro salto mortal sin malla protectora, con la invasión a Cuba en el yate Abuela, aunque Batista conocía el plan perfectamente.

Pese a que el ejército los esperó para masacrarlos (de ochenta y dos quedaron apenas 19 vivos) derrocaron al gobierno en año nuevo de 1959 (apenas seis años después). Algunos piensan que se debió a la suerte, pero la aplastante evidencia de que se mantuvo en el poder 57 años bajo asedio, hasta su muerte, permite evaluarlo como uno grandes cerebros político militares de todos los tiempos.

https://www.eluniversal.com/el-universal/74747/flores-de-los-cadaveres

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Su genialidad dedicada al mal lo hace demiurgo de uno de los totalitarismos más crueles y longevos creados por el hombre. El error fundamental de los consumidores de mitos es confundirlos con la realidad como suele pasar en la subconciencia colectiva. Basta el tour de force, un acto heroico, el impromptus de un iluminado, la llegada de Sigfrido o Lancelot, para que el mal se venga abajo.

En Casino Royale luego de asestar un golpe brutal a Bond (Daniel Craig) por los genitales, el torturador Mad Mikkelsen le pregunta -“¿Qué te pareció?” -y el responde -“Mal. Me picaba la otra, no esa”. En la vida real cuando el héroe se marchita, el entusiasmo se torna decepción, aunque sobreviven brigadas de fanáticos de culto, pobres de espíritu que prefieren romper con el mundo real y no con la ilusión, convertidos en sicarios morales (o reales) de los que revelan la desnudez del rey Momo.


Se aprovechan de mi nobleza
Ahora que las revoluciones terminaron en el estercolero de la historia, muchos seudo demócratas se hacen neo revolucionarios “de derecha” y cargan su trompeta de Jericó, sacada de una piñata, en el bolsillo. Como diría el destructor comunicacional, en su bolero de Raquel o Ravel, “sin rebelión no hay intervención”. Lo zamuros esperan que, entre el socialismo, las sanciones y el coronavirus provoquen una mortandad general, para venir a cogerse el poder saltando sobre los cadáveres en las calles.

Jamás había leído ni escuchado una declaración de intenciones tan cínica, cruel y carente de humanidad y eso nos hace saber sus intenciones por si alguien las dudara, sobre todo para los simples que aún creen. Demasiadas tortas recientes debían servir para que los interfectos revisen las empacaduras de sus cajas craneales, arreglen botes de aceite y bielas dañadas. Solo mentes fundidas ponen la esperanza de su mañana en la miseria y la muerte de compatriotas.


Piensan que esos cadáveres serán excelente abono para el rosal de sus futuros éxitos y a nosotros corresponde trabajar arduamente para que ese destino no nos alcance. En algún recoveco de la fisura de Rolando, el mito sustituye al pensamiento e imagina a los adversarios correteados en las calles, perseguidos por la justicia popular, por los buenos. Es la “explosión social”, la versión marxista del 27-28F. “el día que bajaron los cerros” (“la gente pronto explotará” dice el pitecantropus comunicacional).

Y aunque efectivamente las masas estaban en las calles, no iban tras la revolución ni de un mundo nuevo, sino de computadoras, televisores, neveras, sexo. Solo la infinita irresponsabilidad de los grupos dirigentes pudo otorgar jerarquía ética a aquel deslave de ladronería, de las más sórdidas tendencias de la condición humano animal. Conviene bajarse de la nube de que eso va a ocurrir y va a saltar el héroe justiciero y gritará “¡no contaban con mi astucia¡”.

@CarlosRaulHer

La nave de los locos

Carlos Raúl Hernández

Las semidictaduras, semidemocracias o neodictaduras son nuevas realidades en este siglo y sobre ellas ya existe nutrida bibliografía especializada. Pese a vivir en una, varios sectores políticos locales parece que no pueden o no quieren entender su naturaleza. Un hito de las neodictaduras es el proceso de regresión democrática vivido por Rusia, luego del fin de Yeltsin y el arranque de Vladimir Putin. En la ex Unión Soviética se desmantela el capitalismo de Estado por su implosión, sustituido por el “capitalismo de partido” o más bien “capitalismo de amigos”.

Dijimos que hay una inmensa bibliografía, entre ella los trabajos de Masha Gessen, Lee Myers, Carlos Taibo, Peter Pomerantzev y muchísimos otros. Este último escribe “Rusia… una especie de dictadura posmodena que utiliza el lenguaje y las instituciones del capitalismo democrático…”, lo que nos recuerda lo pasado en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y otras. El socialismo del siglo XXI fue parte de ese experimento que conservaba y conserva, adulterado, parte del aparataje democrático.

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Hasta ahora ha resultado un reto muy superior a la capacidad de políticos medianos, que no logran desentrañar la naturaleza del monstruo y mucho menos combatirlo con éxito. La esquizofrenia de los gobiernos los confunde, y denuncian como dictadura lo que no lo es, pero le exigen que se comporte como democracia, lo que tampoco es. No desentrañan que son sistemas electorales semicompetitivos, parlamentos apuntados con pistola y poderes judiciales anexados.

Pero el error, que nunca cometería un revolucionario o una inteligencia normal, es abandonar espacios necesarios para defender la ciudadanía desamparada, y tienden al “gran rechazo” marcusiano, el “gran asco”, por lo que los políticos se refugian en actividades simbólicas, inoperantes o contraproducentes. Los gobiernos iliberales violentan el sistema constitucional y las libertades públicas, afincándose cuando les conviene en las masas democráticas, lo que Nolte llama “etapa plebeya del autoritarismo”.

Diez años no es nada
A comienzos de siglo la oposición iraní renovadora derrota a los conservadores y gana la presidencia de la república, pero la despluman en las parlamentarias porque el consejo electoral rechaza masivamente sus candidatos, y en vez de sustituirlos, se retiran del proceso como princesas ofendidas. Las semidemocracias debilitan la separación de poderes, el Estado Constitucional y los derechos políticos, utilizando el apoyo popular en etapas de euforia. Pueden convocar figuras monstruosas como las constituyentes, para elaborar trajes a la medida de los autócratas o presionar o comprar al Poder Judicial para sus fines.

Es un autoritarismo complejo, porque sus ductores aprendieron la debilidad política y comunicacional de la dictadura y se han basado más bien en lenguaje y simbología hiperdemocráticas. Estos nuevos regímenes-engendros los crean caudillos que ascienden al poder por medios electorales gracias a la complicidad de las élites en democracias defendidas por mastuerzos políticos. En Bolivia, cuando ya la ciudadanía comenzaba a verle las costuras a Morales y sus hombres perdían elecciones descentralizadas en varias provincias, ocurrió lo siguiente.

Al entonces jefe de la oposición, Jorge “Tuto” Quiroga se le ocurrió llamar a un referéndum revocatorio, con lo que abortó el desengaño que crecía desde abajo. Se volvió a polarizar el electorado y eso le permitió a Morales hacer una campaña redentorista, racista y que explotaba “la maldad” de los grupos sociales acomodados. Hubo que esperar más de una década para que se ahorcara con su propio cinturón y la astracanada de Quiroga le costó 10 años a Bolivia.

El narcorégimen
Aquí repetimos casi exactamente esa experiencia en 2016-17, cuando la oposición desestimó las elecciones regionales y se embarcó en la nave de los locos del RR, contra el más elemental sentido político o instinto de conservación. La oposición hubiera ganado 20 gobernaciones, luego 300 alcaldías y Maduro hubiera acudido a la elección de 2018 acorralado territorialmente. Daniel Ortega pudo reelegirse contra la ley y luego eternizarse, porque el ex presidente Arnoldo Alemán, jefe del Partido Liberal, una de las fuerzas del orden, le completó los votos en el tribunal supremo para que lo autorizara a lanzarse de candidato.

Y luego la expresidenta Violeta Chamorro se empeñó en apoyar la candidatura de su propio yerno, quien no tenía posibilidades ni ridículas, pero dividió la votación y ganó Ortega. En Venezuela los mismos ingenuos creen hacer un gran aporte a “la transición” con llamar al gobierno “narcodictadura”, “tiranía”, “régimen”, u otros aserrines. Hilariza que los mensajes para hacer oposición se circunscriben a “denunciar” corrupción, incompetencias, desarreglos y atropello.

No puede faltar el precio inalcanzable de la cebolla o el cilantro, como si nadie lo supiera. 92% rechaza al gobierno pero los cabecillas opositores machacan lo que todo el mundo sabe, para ocultar la terrible incapacidad demostrada en trazar caminos efectivos porque lo que se les ocurre es infantil y banal. Debieran informarles que todo sistema económico social tiene un régimen político, que puede ser democrático o autoritario, por lo que llamar régimen al gobierno o gobierno al régimen vale concha de ajo.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/74168/la-nave-de-los-locos

Récord de sangre

Carlos Raúl Hernández

Las medallas olímpicas de los holocaustos habría que distribuirlas así. Oro al mayor genocida de todos los tiempos, Mao Zedong, cuyas obras magnas, el Gran Salto hacia Adelante y la Revolución Cultural, llevaron a la muerte entre 50 y 70 millones de chinos. Parte de esos cadáveres fue al aparato digestivo de sus familiares, en oleadas caníbales por las hambrunas comunistas. Plata para Stalin, con cerca de treinta millones. Y por “la derecha”, Hitler con cerca de 7 millones de esqueletos al lomo.

Estos crímenes coinciden con una categoría política moderna, la dictadura totalitaria. Un régimen político revolucionario, iliberal, feroz, que reorganiza la sociedad desde su médula para erradicar diferencias sociales e injusticia, que daría a luz al hombre nuevo. No una dictadura sino un poder revolucionario total desde la raíz y los valores. El socialismo redimiría la alianza obrero campesina y el nacionalsocialismo la raza aria oprimida. Las medallas se adjudican a partir del número absoluto de defunciones, pero si juzgáramos a partir de criterios ponderados, relativos al volumen de la población, el terminator camboyano, camarada Pol Pot no tendría rival.


Formado en París por Louis Althusser, filósofo marxista que ahorcó a su esposa (en las memorias, Devenir por largo tiempo, escribe “mi drama es que soy una estafa intelectual”), Saloth Sar o Pol Pot, compañero de curso de Jaques Derrida, Gilles Deleuze, Regis Debray, Michel Foucault, extermina un tercio de los camboyanos. En Ruanda, continente negro, hutus masacraron a tutsis Los holocaustos no tienen padre. Los Estados los niegan directa o indirectamente, o tratan de justificarlos.

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El último en enterarse
Sartre no discutía si fueron o no ciertos los crímenes masivos, sino apoyaba incondicional las tiranías de China y Cambodia. Uno de los influencers políticos más conocidos del siglo XX, y mentiroso infantil, Noam Chomsky, los ignora o los niega. Genocidio se convirtió e categoría técnica, pero Stalin y sus cómplices en los organismos internacionales movieron los dedos para diseñar definiciones que excluyeran los crímenes masivos comunistas del concepto que finalmente se aprobó.

Los pronazis en desgracia, como no gozaron de este poder excomulgados después de la Segunda Guerra, simplemente negaron lo ocurrido, en coincidencia con el fundamentalismo islámico. Para ello se valieron de personajes de muy escasa importancia, por lo que el negacionismo del holocausto judío es más un chiste que otra cosa, tal como los terraplanistas californianos refutan la redondez del planeta. Los que rechazan al pueblo judío tienden a creer todo lo malo que se diga de él.

Según el efecto Kruger-Dunning, cualquiera puede decir una imbecilidad y conseguirá adeptos que la crean, la repitan y mejoren los argumentos, mucho más en la era de la post verdad digital. Nadie con la menor credibilidad ha negado jamás el holocausto judío y para los alemanes sería tan grotesco (y necrófilamente ridículo) semejante debate después de Auschwitz, Treblinca y Dachau, que establecieron delito siquiera mencionarlo.

Uno de los actos más notorios de negación del holocausto judío fue una reunión que convocó Ahmadinejad, aquel presidente ultra, que como todos los radicales, llevó Irán varios peldaños más abajo en su desgracia. Reunió en Teherán en 2008 un foro de atorrantes, aventureros, farsantes académicos y simples gorrones universitarios, para darle respaldo al disparate.

Miente que algo queda
Mucho peor que la de Leopoldo II de Bélgica en Congo, la mayor masacre de África se perpetró en Ruanda y exterminó un millón de tutsis. Pero se reunió en Canadá un grupo de intelectuales para salvar la cara de sus revolucionarios para responsabilizar del genocidio a los medios de comunicación. En Ruanda había un solo medio, la emisora del gobierno revolucionario Radio Televisión Mil Colinas que realizó la campaña de odio y dio instrucciones detalladas para la masacre.

Somos proclives a dudar de fenómenos que refutan nuestros prejuicios firmes, nuestras inclinaciones de fe, incluso cuando se trata de experiencias vividas (santo Tomás dijo “ver para creer” pero la epistemología evidencia que es más bien “creer para ver”). Además, conocemos los fenómenos a partir de lo que la información nos dice de ellos. El negacionismo se caracteriza por desmentir incluso contra toda evidencia. “Miente que algo queda”.

Conocemos los fenómenos a través del lenguaje y hace tiempo Voltaire dijo que “con frecuencia el lenguaje es un ejercicio para ocultar el pensamiento”. Agreguemos que, el pensamiento suele ser un ejercicio para ocultar la realidad. Lo que creemos o queremos creer dificulta conocer los hechos. Fidel Castro y el Che asesinaron miles de cubanos y sumergieron en miseria a toda la población, y en el mundo, hasta hace poco, se les aclamaba como héroes, particularmente gran parte de la intelectualidad.

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Según Arendt y otros, amplios sectores del pueblo alemán no tenían conciencia muy clara de lo que pasaba en los campos de exterminio y, además, no querían tenerla ni dudar del fuhrer. En el caso caribeño, los balseros eran despreciables gusanos, contrarrevolucionarios, agentes del imperialismo. Los nazis hablaban de llevar los judíos a la “tierra prometida”, y de “solución final”.

@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/73415/record-de-sangre

“…yo soy la viudita”

Carlos Raúl Hernández

Los grupos dirigentes de Venezuela, entre ellos notoriamente los intelectuales, son responsables de los más insólitos y auto destructivos hechos de que se tiene memoria: descarrilar las reformas de 1989, elegir primero a un anciano defasado y luego a un golpista revolucionario, para la Presidencia de la República, ambos apoyados por el “chiripero”, una colección de grupos de la izquierda fracasada. Como analistas, se puede decir que tenían la sutileza crítica y la capacidad de observación de Luisa Lane.

La babieca de tales eventos, que son la verdadera explicación de lo que pasa hoy, (no Colón, ni Páez, ni Guzmán Blanco) es que se producen luego de que el comunismo yacía bajo los ladrillos del Muro de Berlín, pero nuestros pensadores no hicieron sinapsis, no se dieron cuenta. Había que tener un pensamiento demasiado primitivo para confundir el agusanado cadáver revolucionario con una esperanza.

Naturalmente que todos tenemos derecho a equivocarnos y arrepentirnos, pero verlos callar sus propias culpas y lanzarlas sobre los partidos, la ignorancia del pueblo, la perversidad de la democracia, la corrupción, o taras históricas de la sociedad, es desopilante. En estos episodios monstruosos la responsabilidad de los intelectuales fue dramática. Pero ellos tenían razón cuando apoyaban la revolución y también tienen razón cuando no la apoyan.

No fue el pueblo ignorante quién desarticuló la democracia, sino los cultos y famosos. Quien desempolve la carta de recibimiento a Fidel Castro en 1989 y vea que prácticamente toda la (supuesta) élite intelectual lo firmaba, podía tener claro qué clase de dinosaurios estaban al frente de la conducción moral del país, qué poco valía nuestro pensamiento. Con una clase intelectual así, que besaba la hebilla de Castro, había pocas luces qué buscar.

Costumbristas hegemónicos
Autores de crónicas costumbristas y culebrones, lazarillos, maritornes, trotaconventos, se convirtieron en ductores, conciencias críticas del país, sus faros de Alejandría. Veintiún años después de comenzada la pesadilla anacrónica del siglo XXI que destruyó a Venezuela, y en esa tradición, hay un nuevo arquetipo: la viudita de Marx, aunque comprensiblemente con pocos lectores de sus bodrios intragables.


Basta revisarlos, tan pobremente hechos con hilachas de pensamiento, tapas de refrescos, cojines desechados, colillas de cigarros, latas, espinazos oliscos de atún, conchas de plátano y atestados de lugares comunes. Hace bastantes años, Carlos Alberto Montaner decía que se puede cuestionar libremente al Heidegger, Kant, Platón y Aristóteles, o a cualquiera, sin que nadie se ofenda, pero que, si se hace con el espectro de Tréveris, aparece alguna viudita furiosa por la ofensa.

Luego del Muro, las viudas se hicieron menos violentas, ya no a la ofensiva, pero no por ello silentes. En todas partes aparece alguna, salida de un pasillo oscuro y telarañoso de alguna universidad, o del castillo de Drácula, blandiendo la reliquia, unos pelos de la barba de Marx, una donación para él firmada por Engels, un manuscrito de 1869 donde aclara algo que escribió en 1844.

Su trabajo es defender una ortodoxia imaginaria y fracasada, velar al lado del féretro polvoriento esperando que Lázaro resucite. Estupidizar a los estudiantes con ideologías derogadas. Marx tomó la prédica contra el kapitalismo de los llamados por él socialistas utópicos y dedicó su pensamiento a demostrar el principio de Proudhon de que “la propiedad es un robo” escondido en lo que él llamó la plusvalía, que los kapitalistas esquilman a los trabajadores.

Ver cine cursi
Dada la enorme difusión que alcanzó su pensamiento, entre otras porque se basa en darle jerarquía intelectual al resentimiento, la miseria moral, la envidia y el odio, inoculó una poderosa corriente reaccionaria al pensamiento político y económico occidental. Enseñó al sistema político la idea perversa de que quienes crean empresas productivas de bienes, servicios, alimentos, son paradójicamente enemigos de aquellos a quienes saca del desempleo y la miseria.

El remedio entonces sería que la propiedad-control de los medios de producción estuviera en manos de los propios trabajadores. Como su tesis de la dictadura del proletariado carecía de pies ni cabeza, la más absoluta utopía, en todas partes la dictadura revolucionaria fue sobre el proletariado, como la llamó Trotsky. Y al aniquilar a la burguesía por robar el producto del trabajo obrero, como hizo media humanidad en el siglo XX siguiendo a Marx, produjo desde China hasta La Habana, sin excepciones, la más catastrófica cadena de desgracias voluntarias, crímenes y genocidios de la historia.


Nuestra viudita no pudo trascender su única fuente de información sobre la revolución industrial kapìtalista que vio en películas de Hollywood o Gaumont elaboradas sobre culebrones impresos de la época. Versiones divulgativas de Los miserables, Oliver Twist, Naná, El vientre de París, son la estructura conceptual que sostiene la gravedad de su entrecejo, su vocecita engolada, su corbatica de los 90 y su inescrutable estilo literario, para cuya lectura se requiere la colaboración de expertos en criptografía de la CIA, Scotland Yard y la KGV.


@CarlosRaulHer

Debajo de las tumbas

Carlos Raúl Hernández

La eficacia de la acción en entornos del siglo XXI, requiere distinguir dictaduras totalitarias, dictaduras tradicionales, y los autoritarismos híbridos o semidemocracias-semidictaduras, dice Sartori. El problema lo enfrenta la ciencia política hace poco, pero desconocerlo lleva al yerro. La naturaleza de la doxa (la opinión, propia de divulgadores de ideas de segunda mano, según Hayek) se queda en la apariencia y a falta de saber, acude a juicios morales.

En cambio, la episteme (el conocimiento) de rigor metodológico, busca conocer, desentrañar rasgos específicos y generales de los fenómenos, ser científica en el buen sentido posible. En el primer tercio del siglo XX el estudio de la dictadura totalitaria se sobreimpuso al de la dictadura tradicional y lo dejó de lado. La eclipsó que desde ese momento los totalitarismos dominaron: URSS, Alemania, Italia (¿) China y Cuba, ejes de las grandes conmociones mundiales, incluso de la segunda guerra y de la casi tercera.


Además, las dictaduras tradicionales, en el lejano tercer mundo, no estimulaban demasiado la reflexión en los grandes centros académicos, aunque si la novelística en sus países. Hoy dictadura es el gobierno que castra los demás poderes y los anula. Pero el concepto original en la antigua Roma, correspondía a la facultad constitucional del Senado de conceder poder total al líder por un período limitado, para superar crisis o guerras.

Equivalía a la figura jurídica de “poderes especiales” o “Estado de excepción”, a diferencia del tirano, que usurpaba por la fuerza. Mario y Sila son tiranos, pero Julio César un dictador constitucional, aunque lo tentaron tres veces. Por eso Dante sepulta por traidores a sus asesinos, Casio y Bruto, en el lugar más espantoso del infierno.

Tu cráneo es mío
Emergen las dictaduras totalitarias, de ideologías invasivas, trascendentalistas, con la misión histórica de sustituir por la fuerza la sociedad y sus corruptos valores. Mussolini acuña el término totalitario, aunque se discute si su régimen lo fue. Quieren crear un hombre nuevo, sin yo, consagrado solo a sublevar “históricamente” a los condenados de la tierra, el proletariado, la raza, para vengar injusticias ancestrales.

Romain Rolland ironizó: “andan por el mundo midiendo el cráneo de cada hombre para decirle `¡eres mío!´…”. La creación del hombre nuevo, requiere que el caudillo demiurgo, tenga poder total sobre lo humano, la sociedad, la familia, la intimidad, el alma, que deben rehacere según él diga. Pasternak y Solzhenitsyn describen campos de concentración llenos de reos por “indiferencia pequeño burguesa”. Disentir es impensable, la pasividad un crimen y el terrorismo de Estado obliga a quien quiera sobrevivir, a militar febrilmente en la revolución.


Hitler exigía a las muchachas arias, aunque estuvieran casadas, que se acostaran con soldados y SS para purificar la raza. El arte, la literatura, el entretenimiento, la vida cotidiana, son parte esencial de la lucha. Para Stalin los poetas eran “ingenieros del verso”, como la frase inmortal de Fidel Castro: “con la revolución, todo; contra la revolución, nada”. Pero el objetivo de las dictaduras tradicionales, sin dejar de ser feroces, es la pasividad.


Calles congeladas
En épocas de Gómez y Pérez Jiménez, más allá de eventuales actos de servilismo al caudillo, la tranquilidad reposaba en que “la gente de bien no se mete en política” y la saña de la represión era contra activistas y dirigentes democráticos. “Si Ud. no se mete con la política, la política no se mete con Ud.”. Las dictaduras tradicionales despolitizan. Las totalitarias polarizan, calientan las calles y las plazas. La dictadura tradicional las congela.

Aunque la opinión común es estocástica, razona en términos polarizados (se está vivo o muerto, enfermo o sano, en democracia o dictadura, negro o blanco, malo o bueno) la episteme registra el gradiente, los matices entre polos. Varios estudiosos, entre varios otros Howard Wiarda y Gabriel Almond, definieron grados de democracia y de autoritarismo, desde la dictadura hasta la democracia plena. Más recientemente, en 2019, la unidad de inteligencia de The Economist, actualizó su propio índice, cuya máxima calificación es 10.

En ese cuadro, Noruega obtuvo 9.93, la democracia más completa del mundo, y Norcorea 1 punto, el último de la tabla de 167 países, el totalitarismo perfecto. En el medio se ubican las híbridas semidictaduras. Hay en ellas elecciones semicompetitivas, relativas e interferidas dosis de libertad de expresión, asociación, reunión y pluripartidismo, impensables en Norcorea o Cuba.


Allí eventos para criticar a los Kim o los Castro serían debajo de las tumbas, como en los horrores de Machado, Sánchez Cerro, Videla o Chapita. Havel cuenta que él y su grupo se reunían en bosques a las afueras de Praga a 12 grados bajo 0. La ceguera equivoca el diagnóstico y se inhibe de participar en la dinámica política y los procesos institucionales semidictatoriales, perder todo y desproteger la ciudadanía sin instancias de poder y dilapidar triunfos por acciones irresponsables. En vez de abrir ventanas democráticas, consolidaron a quienes quieren poder total.

@CarlosRaulHer

La traición de las élites

Carlos Raúl Hernández

Antonio Gramsci argumentó que para llegar al poder, los revolucionarios debían producir previamente “la reforma intelectual y moral de la sociedad”. Consistía en que sus intelectuales, que llama “orgánicos”, deconstruyeran (eso quedó cool) los valores “burgueses" y crearan nuevos. Es la “transición porque la nueva sociedad no termina de nacer y la vieja no termina de morir… larga marcha dentro las instituciones democráticas”, sin asaltarlas como hizo Lenin.

A fuerza de realidad Gramsci se hizo reformista en los Cuadernos de la Cárcel, de la que lo sacó su amigo Mussolini. Muchos de sus seguidores, Palmiro Togliatti y el PCI, Umberto Cerroni, Norberto Bobbio, Lucio Coletti, Nikos Poulantzas derivaron a un comunismo anticomunista, socialdemócrata, gradualista. Pero a su pesar sembró la semilla de la negación. Desvertebrar las tradiciones, hacer común un lenguaje que partiera la sociedad, era moda, versión de izquierda de la “transvaloración de los valores” del nihilismo nietzscheano, tomado por Hitler, quien así desintegró la moral de la democracia de Weimar.

Los intelectuales orgánicos locales que “transvaloraron los valores” fueron Arturo Uslar Pietri, Ramón Escovar Salom, Juan Liscano, Ernesto Mayz Vallenilla y su staff. La democracia entre 1958-1968 había elevado nuestro nivel de vida a velocidad sin parangón en el mundo. De un rincón miserable, rural, atrasado, con 80% de población campesina y analfabeta, en tiempo record Betancourt, Leoni y los tractores de Sucre Figarella hicieron el país más escolarizado, con menos analfabetas, y con las más extensas redes de acueductos, tendidos eléctricos, cañerías, carreteras, teléfonos,autopistas y hospitales.

Betancourt paró en seco a Fidel Castro, exportó la democracia a Latinoamérica y España. En los 80 colapsó en la región el modelo populista-rentista con la Crisis de la Deuda, y Carlos Andrés Pérez en 1989 asume las reformas para corregir sus fallas. Pero en un rugido reaccionario, los “notables orgánicos” convencieron a las clases medias de que vivían una sentina de corrupción, aunque los ministros, Miguel Rodríguez, Naím, Hausmann, Cisneros, son lumbreras intachables.


Eclipse de corazón
La izquierda reaccionaria denunció el cambio como “neoliberalismo de tecnócratas sin corazón”, pese a que el nivel de ingresos se incrementó, los pobres recibieron amplios beneficios de 27 programas sociales, y en 1991 el crecimiento del empleo hizo que los empresarios tuvieran que importar mano de obra que escaseaba. Pero la reforma intelectual y moral, hizo que vieran como esperanza la revolución en 1998, enterrada antes de nacer, porque había muerto con el muro de Berlín.

Los que se formaron, estudiaron y disfrutaron un país civilizado y próspero, cuyo nivel de vida era el más alto del subcontinente, todavía hoy creen la prédica oscura.


Aun hablan de “cuarta república”, “puntofijismo”, y repiten falsedades de los pobretólogos de entonces. Desde Uslar, hasta quienes extraen de una letrina moral Por estas calles, inventaron pavorosos niveles de pobreza, corrupciones masivas, catástrofes sociales falsas. Ese veneno tornó las clases medias creadas por la democracia en asesinos de la democracia.

Gracias a la educación gratuita y la masiva distribución de recursos, hijos de campesinos y obreros tuvieron niveles de ingreso, salvando EEUU y Canadá, más altos del mundo, y superiores a los de Europa (un profesor universitario raso ganaba cerca de 1000 dólares, mientras un titular Ph.D en Francia percibía cerca de 350 dólares antes de impuestos). Los notables articularon, unieron, conspiraciones en marcha de la izquierda y la derecha, cuando el país se descentralizaba para elegir popularmente los gobernadores.

Tales asesores, tales resultados
Inicia la reforma política, y la reforma municipal crea alcaldías electas. La reforma económica nos puso a crecer a la par de China. Pero el motín exquisito hubiera abortado, si sinvergüenzas de partidos del sistema no derrocaran a Pérez, aterrados por la emergencia reaccionaria y loquitos por aparecer en la foto con los notables. Primero cobró Caldera y su ambición de poder lo llevó a destruir Copei y sobreseer a los golpistas para que derrotaran a líderes como Eduardo Fernández.

Descarriló las reformas, solo para regresar a los dos años, con el rabo entre las piernas, a remedar el Gran Viraje de Pérez con una miseria llamada Agenda Venezuela que provocó su propio hundimiento. La Corte Suprema de Justicia, sin remilgos académicos, enjuició a un Presidente sin delito y desde ese momento se convirtió en rastacuera jurídica de Chávez, desconoció recursos contra su candidatura presidencial intentados por dar un golpe de Estado (hasta que éste la disolvió harto de adulancia).

Chávez halagado por instituciones que debían meterlo en cintura, triunfa ante partidos derruidos y recibe adulancia reptil de empresarios, gerentes de medios, intelectuales, políticos hasta que los pateó y devolvió a sus ratoneras. Habla bien del gran exterminador su virtud de no dejarse comprar por pobres diablos Ese es el origen de la tragedia, la traición de las élites que pagaron caro y por culpa de ellos, todos en este país (varios conspiradores contra Pérez siguen en su ley como asesores de la oposición. Ya vimos el fruto de su trabajo)

@CarlosRaulHer

El regreso de los economistas muertos

Carlos Raúl Hernández

“He decidido no leer (…) más artículos sobre el mundo post pandémico… sus autores son seres aterrorizados (…) formulando las más disparatadas fantasías personales”. Fernando Mires

Alguien debería editar la antología de la economía política de la pandemia, ya que naturalmente los influencers no podían permitir que pasara sin dejar sus testimonios-pronósticos, aunque con frecuencia estos devienen a futuro sketches humorísticos. Henry Ford declaró impensable que un automóvil corriera a más de 20 k/h, y los ecologistas juraban que la humanidad no llegaría al siglo XXI.

En la izquierda y la derecha estaban seguros de que también antes del siglo XXI todos los países serían comunistas, y otros aseguraban que el mundo acabaría en el holocausto nuclear. Sartre anunció durante los 70 que la tercera guerra mundial ya había comenzado en Medio Oriente. Con las nuevas fuentes de energía en los 80, los profetas del futuro anuncian que en ¡dale con el siglo XXI!, el petróleo sería material de desecho.

Otros dijeron: “Jimmy Hoffa es intocable porque su guardaespaldas es la clase obrera” y, a pesar de Scorcese, aún no se sabe que ocurrió con él, y se piensa que lo enterraron vivo. Para la Nueva Izquierda inspirada en Marcuse, esa clase obrera de Hoffa se había tornado soporte del kapitalismou y la revolución debía hacerse con marginales, drogadictos, estudiantes y delincuentes. Las distopías izquierdosas anunciaban un mundo kapitalista totalitario.

Así Los Ángeles en la magistral Blade Runner (Scott:1982) era una ranchería de miserables, marginales y chiringuitos de fritangas tercermundistas, versión del mercado de Tepito en Ciudad de México, oscura porque la polución no dejaba ver el sol, bajo la lluvia ácida incesante. Las distopías de derecha avizoraban un totalitarismo inspirado en 1984 de Orwell, que prohibiría hasta el amor. Algunos intelectuales dejaron su testamento del Covid con cuidado, sensatez y aportes interesantes.


Confusión con Confucio
Desfilaron por la pasarela del futuro Naomi Klein, Yuval Harari, Byung Chul Hal, Francis Fukuyama, Slavov Zizeck, Fernando Savater, Antonio Escohotado, Thomas Piketty, Rudiger Safransky, Sebastián Edwards y varios otros. Fukuyama, uno de los autores más comentados y menos leídos, en un artículo discreto y tranquilo, y sin pontificar sobre el fin de la historia, señala atascos para superar en la marcha. Pero otros arrojan carretas de disparates y manías ideológicas.

Byung Chul Hal inventa que el autoritarismo asiático lleva ventaja contra el coronavirus y nombra a Surcorea, Japón y Taiwan (¿?) y que Confucio sería el padre de ese autoritarismo, aunque no fue un filósofo en el sentido de Platón, no propone modelos de república, de justicia, ni una cosmovisión. Es un pedagogo y asesor político militar que ejerció el pensamiento práctico en una civilización que no conoció la libertad y eso le costó caro. Todavía 2000 años después la revolución cultural de Mao prohibió su lectura y quemó sus obras.


La persecución ideológica continúa cuando a una miss panameña le preguntaron quién era Confucio y después de segundos aterradores con la mente en blanco, dijo que era “el padre de la confusión”. Muy chato es un ensayo del Marx contemporáneo, Piketty, que revela la imposibilidad de los posmarxistas para recuperarse del deslave del socialismo, y quitarse las anteojeras de su ideología derogada.

Hay terribles y reales problemas para enfrentar lo que viene: ¿cómo cristalizar inversiones-empleos para superar la recesión en Europa, en un contexto de senectud y deflación demográfica que hacen insustentable el Estado de Bienestar? ¿Cómo impulsar desarrollo económico y social en el Tercer Mundo para estabilizar los flujos migratorios?

Economista de cabecera
¿Qué hacer frente a los estragos del aislacionismo populista norteamericano, que antes de la pandemia ya amenazaba con una recesión mundial cuyas principales víctimas son los países pobres? Frente tan tremebundo y convulso cuadro, Piketty, como buen inspirador de Pablo Iglesias, nos asombra diletando sobre la propiedad, como los ideólogos de los siglos XIX y XX de los que no se puede librar.

En un texto plagado de inconsistencias, se cumplen las frases lapidarias de su maestro Marx “las generaciones muertas oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos”, y de Keynes “todos terminamos siendo esclavos de un economista muerto”. Desde hace 200 años, Marx, y antes Proudhon, culparon a la propiedad, y todo el siglo XX los comunistas la fusilaron, y de paso, mataron de hambre a la gente.


Ante el fracaso los comunistas inyectaron kapitalismou y propiedad en China para que la gente pudiera comer más que 100 gramos de arroz al día como durante el maoísmo. Gracias al regreso de la propiedad, ahora es la segunda potencia mundial y los países más prósperos, Canadá, Suecia, Suiza, Holanda, Hong Kong, Dinamarca, son los que tienen mayores puntajes en el Índice de Liberad Económica.


En esos países a los que misteriosamente ponen el mote de “socialistas”, prácticamente no existen restricciones a la propiedad, ni controles, ni dirigismo estatal. Son economías cuatro y cinco veces más abiertas que las de Francia, Alemania, España, Bélgica o Italia. Y las naciones más miserables, aquellas donde el gobierno, parecido a la receta de Piketty, ejercen mayor control sobre la economía.

@CarlosRaulHer