Pasar al contenido principal

Beatriz De Majo

¿Hay identidad entre Petro y Maduro?

Beatriz De Majo

Pensar que un pasado de corte ideológico socialista o comunista puede llevar a Gustavo Petro y Nicolás Maduro a compartir un modelo de desarrollo económico social para cada uno de los países que administran es una equivocación garrafal. Es bueno recordar que el régimen venezolano hace muchas lunas que no profesa otra ideología que no sea la del beneficio de sus jerarcas y de los uniformados que los rodean.

Así es como mientras el nuevo inquilino de la casa de Nariño ha comunicado la formulación de un plan de rescate de su país, con propuestas específicas en cada área de la dinámica colombiana- educativa, agrícola, pensiones, energía, ambiente, pacificación, militar- el residente de Miraflores no tiene otra mira que mantenerse en el poder para continuar usufructuando de los turbios negocios que se cocinan desde lo alto del poder y , al mismo tiempo, resguardándose en su cargo de las consecuencias de cada uno de los juicios que tienen pendientes él y su cohorte en diferentes instancias internacionales por crímenes de todo género.

Los diez proyectos que propone el mandatario nuevo de Colombia pueden ser una quimera inalcanzable o un sinsentido histórico, pero hay allí un esfuerzo suyo, y de quienes lo acompañan, por estructurar soluciones a los principales problemas que el Pacto Histórico considera indispensables para alcanzar una sociedad más justa.

Escuchar con atención las opiniones emitidas por el candidato a Presidente durante su campaña, y que circularon profusamente en las redes, permite evidenciar la evaluación que hace Petro de los dislates cometidos en Venezuela en las dos últimas décadas y divorcian a sus políticas claramente de los logros económicos fallidos del Socialismo XXI. “Lo que hoy ocurre en Venezuela puede convertir a Colombia en su espejo” decía el hoy presidente de los neogranadinos cuando hablaba de sus temores en replicar del lado colombiano los desastres venezolanos. Petro califica de “retórica pseudo socialista” lo que lo maduristas aun siguen denominando la Revolución del Siglo XXI.

Sin que haya hecho referencia al tema, la etiqueta de corrupción que viene adosada a cuanta actividad ejecuta el madurismo y sus adláteres ha debido hacer reflexionar a la nueva autoridad sobre la importancia de desasociarse cuanto antes de las ejecutorias del régimen de al lado.

La protección de Maduro a la insurgencia armada colombiana y su estrecha vinculación con las actividades de los carteles de la droga que operan en los dos países no debe facilitar en nada la relación entre ambos líderes. Gustavo Petro debe tener muy claro, a esta fecha cuales ofertas pondrá sobre la mesa a la hora de negociar la desmovilización de los insurgentes y conseguir el silencio de sus armas, pero seguramente no necesitará de Nicolas Maduro para convencerlos, conociendo, como conoce Petro el monstruo desde adentro. ¿Puede alguien creer que el régimen bolivariano renunciará en espontáneo a los proventos que proporciona el lucro criminal del narcotráfico en favor de la paz vecina?

Colombia no ignora la importancia de buscar y conseguir con los Estados Unidos una vía que sea útil para vaciar de su contenido al narco-negocio que castiga a su país y que alimenta la inseguridad en el campo neogranadino. ¿Será de la mano de Nicolás Maduro que Bogotá se acercará a Washington para trabajar una estrategia que logre que Colombia deje de ser el primer productor de cocaína y que Estados Unidos deje de ser el primer consumidor de esta sustancia criminal?.

Seguramente habrá gestos de condescendencia y de acercamiento diplomático de lado y lado que es lógico que exista entre países fronterizos. No debe extrañar que las relaciones consulares se reactiven muy temprano y que señale al comercio binacional como el nuevo eje de integración binacional. Si se piensa el asunto dos veces, se pone de bulto que ni Colombia se convertirá de la noche a la mañana en un país con capacidades exportadoras, ni el venezolano cuenta hoy con los recursos para nutrirse de los excedentes productivos del vecino, cuando los haya.

Lo que es mas relevante, sin embargo, es que el mundo atraviesa una crisis que urge de actitudes, planes y proyectos con una alta dosis de ortodoxia en cada país que desee beneficiar de las corrientes comerciales y financieras globales y de la cooperación que se ponga en marcha entre los países desarrollados y los otros. En ese terreno, también Colombia está mejor equipada que Venezuela porque no solo Petro cuenta con el apoyo de buena parte de las élites y del empresariado empeñado en sacar al país adelante, también Petro cuenta con un mayor apoyo de sus electores que Maduro. Es decir, el cordobés en Colombia tiene una mayor capacidad de interlocución con su país y con su pueblo. Maduro- lo dice el propio Petro- ha perdido todo peso político y hoy únicamente solo consigue hablar con su cúpula militar: “No quedan más comensales a quien sentar en su mesa: sólo quienes tienen las armas. El pueblo ha salido de su mesa”.

¿Con lo anterior como decorado, cuánto podrán conseguir entenderse ambos Jefes de Gobierno? Muy poco. Además, el recién electo presidente puede equivocarse ya que tiene frente a si un mundo de cosas por hacer. Petro está al inicio de su mandato. Maduro está en el fin del suyo.

Inversión extranjera en tiempos petristas

Beatriz De Majo

Poco antes de las elecciones, el periódico de la Universidad Nacional de Colombia se refería a las inversiones extranjeras que pudieran llegan al país si el presidente fuera Gustavo Petro y aseguraba que “el marco regulatorio colombiano es lo suficientemente sólido como para garantizar la llegada de capitales extranjeros, incluso ante la incertidumbre que genera el cambio de gobierno”.

Lo cierto es que, hasta el presente, si cualquier país con los dramas de seguridad que existen en Colombia quisiera actuar como un imán para captar inversiones de fuentes externas no lo podría lograr. Colombia sí ha configurado un polo de atracción de capitales foráneos a pesar de que la inseguridad y la violencia representan un costosísimo rubro que castiga poderosamente los Estados financieros de cualquier empresa que opera en su suelo.

Hace muchos años- tantos que me cuesta recordarlo- me tocó trabajar en un nivel alto con un grupo empresarial colombiano con experticia en el sector petroquímico. Las necesidades de protección que era imprescindible contabilizar para rodear a las unidades fabriles, a sus operarios, planta profesional y directiva, a sus “tractomulas y dobletroques”, a sus ductos de trasporte de combustible y a sus puertos pesaban fuertemente dentro de las variables a considerar en el mantenimiento de las industrias existentes y en cada nueva instalación. No obstante, la seguridad jurídica de que gozaban tales inversiones de capital mixto, las facilidades otorgadas por las administraciones departamentales regionales y estatales, y el respeto al esfuerzo empresarial conseguían estimular nuevas y nuevas inversiones, aunque – es preciso decirlo-la tributación fuera un factor a deleznar, muy por el contrario.

El modelo de libre empresa en cada uno de los gobiernos que han tenido el turno para dirigir al país ha sido lo que ha imperado, y dentro de ese contexto, han sido formuladas normas para otorgar las seguridades indispensables para la entrada y salida de capital y beneficios, y han imperado parámetros normativos estables, aunque los mismos no siempre fueran sido compartidos por los empresarios, lo que es razonable. Los excesos del poder – léase expropiaciones, incautaciones, intervenciones ilegales por ejemplo- hasta el presente, no le han quitado el sueño a quien arriesga sus dineros en una actividad económica.

¿Será otro el cantar con Gustavo Petro? Sus señales, hasta el presente, no han estimulado la confiabilidad, lo que no quiere decir que no reflexione dos veces o que sus adláteres no lo orienten en el sentido de lo que más le conviene a Colombia.

Hay que decir que los mercados han venido protegiéndose de lo que se podía anticipar en lo electoral. Mientras en 2020 llegaron a Colombia 13.234 millones de dólares, 4% del PIB, ya en el 2021 la cifra descendió a 9.403 millones para configurar solo un 3% de participación en el Producto. Las cifras son del Banco de la República. Los anuncios sobre la manera de Gustavo Petro de ver a la industria extractivista durante la campaña electoral tienen en vilo a las empresas petroleras, justo en el momento en el que petróleo y gas son temas estratégicos, al igual que la minería.

No faltará, sin embargo, quien le haga ver al Jefe del Estado que los ingresos por la via de regalías e impuestos en estos sectores son los que financiarían en buena parte las políticas sociales que intenta emprender, y son los que facilitarían la inversión en infraestructura, gran generadora de puestos de trabajo.

El mismo cuidado debe prestarse al área tributaria. Los capitalistas del mundo y los colombianos por igual estarán atentos a los movimientos en este terreno antes de poner un dólar dentro de la geografía neogranadina pero estarán dispuestos a examinar con atención a propuestas razonables para el país y para sus actividades.

Las atareas del campo colombiano están, hoy por hoy, más devaluadas que nunca. Pero el Plan de Gobierno del presidente electo aspira a hacer de Colombia un país con autosuficiencia alimentaria. Las oportunidades son grandes dada la situación del desabastecimiento mundial, pero para intentar acercarse a esta meta y, a la vez generar rubros de exportación para países cercanos y los consumidores latinoamericanos, se requerirá de ingentes cantidades de recursos de los que el país no dispone, pero inversionistas propios y ajenos sí. No será tarea sencilla atraer inversiones con un gobierno de izquierda radical al frente del poder.

Así pués el momento es bueno si existen las garantías necesarias. De lo contrario la sequía colombiana en este terreno va a ser grande.

Tareas para el nuevo inquilino de Nariño

Beatriz De Majo

Hacer un listado de los temas que deberá acometer el nuevo presidente de Colombia a partir del próximo mes agosto no es una tarea compleja: los problemas son muy visibles. Lo que sí es un importante interrogante es la prioridad que se dará a la solución de cada uno de ellos y, sobre todo, el esquema de gobierno que será el marco para su puesta en marcha.

La desigualdad, la pobreza, el desempleo, la desaceleración económica, entran dentro de la categoría de temas que deberán recibir atención inmediata del nuevo gobernante. Ni el campo, ni la industria manufacturera, ni los sectores mineros extractivos pueden ser desatendidos en el momento en que el mundo entero enfrenta severos problemas de distorsión de las cadenas de suministro de insumos, de materias primas y de bienes terminados. Es preciso ser minuciosos en la atención a las presiones inflacionarias globales que afectarán a estos sectores productivos básicos y a la población.

Su alivio o resolución debe ir de la mano con la consecución de un alto grado de gobernabilidad y de control territorial que es una tarea concomitante y no menos urgente. En el caso de Colombia ello no es posible sin el destierro del narcotráfico, el control de la violencia terrorista relacionada con la insurgencia armada y la provocada por bandas criminales y clanes de la droga. La ansiada paz de los colombianos no se circunscribe a la consecución de las metas incluidas en el Acuerdo suscrito con las FARC en la Habana y con la cual no comulga la mitad de la ciudadanía. La desactivación de otros grupos violentos es imprescindible para cualquier plan de desarrollo que se emprenda.

La incorporación de inmensas masas poblacionales al desarrollo del país requerirá, al mismo tiempo, de programas de ayuda en lo social, además de un vasto plan de educación y formación técnica para otorgar herramientas de progreso a las clases más desposeídas e iletradas.

Si entramos en el detalle de cada uno de las acciones a desarrollar para producir resultados en todos los terrenos citados, hablamos casi de la refundación de un país que es necesario acometer contando con el soporte de las clases trabajadoras y del empresariado al igual que los jóvenes del país. Por fortuna, Colombia se encuentra bien equipada para hacerle frente a estas necesidades inmediatas.

Las turbulencias en el espectro global son solo las económicas que derivan de las distorsiones ligadas al COVID o de los estragos provocados por la guerra en el campo del desabastecimiento y del encarecimiento de los bienes que se transan en el planeta. Todo el reacomodo planetario que abarca cada área de actividad exige de cada nación una buena dosis de sacrificio, de adaptabilidad y de resiliencia para salvaguardar a sus poblaciones y para ofrecerles nuevas oportunidades de crecimiento.

Pero al mismo tiempo implica fraguarse alianzas útiles a los objetivos de desarrollo internos. Envuelve igualmente impedir el acceso de factores de distorsión que dificulten o que pongan trabas a la consecución de las metas. Las relaciones externas de Colombia con los Estados Unidos y con Venezuela – en direcciones completamente contrarias- van a ser, entonces, determinantes del futuro. Excluirlas o apuntalarlas, según sea el caso, pasa a ser un importante paso de avance en la dirección concreta.

No he hablado deliberadamente de aspectos de la geopolítica como los ambientales, el militar, los relacionados con el desarrollo de destrezas tecnológicas ni de otros tantos que intervienen en el recorrido adecuado de un país, por solo limitarme a los que intuyo que son determinantes de logros tempranos

Cualquier que sea el gobernante colombiano tendrá el plato repleto de dificultades que resolver y de proyectos de desarrollo a emprender. Lo más vital será escoger el modelo de gobierno que es el apropiado para poner en marcha las iniciativas y conseguir concitar a la población y a las fuerzas vivas a sumarse a ellas, a la vez que despertar en el medio internacional interés por el acompañamiento de los procesos y por la explotación de las potencialidades. Solo dentro de un esquema de libertades, de respeto por los derechos de los individuos y de democracia es posible adentrarse en el complejo sendero de hacer viable una economía, de hacer que el bienestar percole a los individuos y de crearle oportunidades a los gobernados.

El destierro absoluto de la autocracia, del totalitarismo y de otras formas perversas de limitar el libre accionar de los ciudadanos configuran el escenario correcto para ponerle el pecho a las dificultades que encontrará el inquilino de la Casa de Nariño.

¿Hay razones para celebrar?

Beatriz De Majo

Una de las mejores prácticas en la vida cuando se actúa con rectitud es la de guardar las apariencias. En los políticos es hasta obligatorio. La sensatez aconseja discreción en el accionar humano, pero hay quienes no se dejan llevar por este tipo de “bobadas”, como se dice en buen colombiano.

El caso es que a través de las redes y los medios de colombianos desde el miércoles circula la fotografía en la que el sonriente expresidente de Colombia Juan Manuel Santos celebra, birra en mano, con el cabecilla de las FARC Rodrigo Londoño, el aniversario quinto de la firma del Acuerdo de Paz de La Habana que habría decidido la desmovilización de este grupo guerrillero artífice de innumerables crímenes en contra de la población y la institucionalidad colombiana. Timochenko, como se le conocía en los predios farianos fue el tercer comandante de este grupo de irregulares que sembró el terror y la desolación en el país vecino por media década y asumió su conducción después que Alfonso Cano, otro sanguinario héroe terrorista, fuera dado de baja hace exactamente una década.

Es seguro que para un hombre sobre el que pendía una circular roja de Interpol y más de cien órdenes de captura, celebrar su situación actual, luego de que sus fechorías fueran borradas de un plumazo con el Acuerdo de Paz de La Habana, resulta extremadamente adecuado, hasta necesario.

Es que antes de 2016 el Departamento de Estado de Estados Unidos ofrecía una recompensa de hasta cinco millones de dólares por información que condujera a su captura, para responder por cargos de tráfico de drogas. Pero su historial en Colombia comprende mucho más que eso: innumerables atentados y muertos y secuestros a granel en buena parte de la geografía neogranadina ordenados desde su centro de manejo estratégico de esta fuerza guerrillera. En aras de respetar el espacio de esta columna cito apenas que se le atribuye a este infausto personaje la tragedia del Club El Nogal en Bogotá, la noche del 7 de febrero de 2003, cuando 200 kilos de explosivos terminaron de un zarpazo con la vida de 36 personas y dejaron heridas a 198 otras.

No solo la memoria es corta cuando se alza un vaso para brindar por la paz de Colombia con un criminal de esta estirpe y se olvida el reguero de dolor que este solo hombre le ha causado al país. La moralidad debe ser flaca también para brindar pasando por alto hechos como los que se le endosan, porque cualquier ordenamiento legal establece, y con razón, que es preciso reparación y arrepentimiento al daño causado a terceros cuando se promete y se compromete la desactivación propia como criminal. Este nuevo adalid de la Paz así lo había rubricado en La Habana en nombre de las FARC cuando allí se decidió levantar las órdenes de captura en su contra y contra muchos otros en Colombia.

Es así como para Timochenko todo es ganancia. No es poca cosa conseguir sentar sin elección previa en el órgano legislativo colombiano a asesinos gracias a la amplitud de conciencia de quien brinda con el y de otros que le hicieron el coro y premiaron la “desmovilización” de su grupo armado con curules en el magno Congreso Colombiano.

Hay quienes dirán que el abandono de las armas por parte de 13.000 guerrilleros es motivo de satisfacción mayor pero no lo es tanto cuando poco más de la mitad ( 54% apenas) se han podido acoger a planes productivos y cuando la violencia en el país está tan presente o más que antes de La Habana. Para hoy más de 1200 líderes sociales, defensores de la tierra, de los derechos humanos e indígenas han sido asesinados, según la organización Indepaz. Otro tanto hay que decir de los miles de casos de desplazamiento, ejecuciones extrajudiciales, falsos positivos, reclutamiento forzado para la población infante. ¿Se olvida Santos que una década después de su flamante Premio Nobel aun en su país hay 100.000 desaparecidos?

El recuerdo de los 262.000 muertos que siguen sido el trágico balance de 50 años de violencia fariana, no puede ser objeto de brindis alguno. Estos muertos ofenderán por siempre la Historia del país neogranadino.

https://www.analitica.com/opinion/hay-razones-para-celebrar/

Desapego

Beatriz De Majo

Una mirada a las recientes encuestas de opinión del país – Datanálisis y Varianzas- evidencia la profunda transformación que ha ocurrido dentro de nuestra sociedad.

Los números dan cuenta de una situación que se caracteriza por el peor momento de penuria económica que afecta transversalmente a todos los segmentos sociales. 91% de los venezolanos ve la situación del país como mala o muy mala y dos tercios de nuestros compatriotas le atribuyen al costo de la vida y al mal manejo de la economía su crítica situación.

Al mismo tiempo, paradójicamente se ha estado configurando una desconexión generalizada del país entero de la suerte que nos deparan los meses que vienen. Prevalece la inercia y la resignación frente a un destino que casi todos ven como ineluctable. Como si el desmadre, las carencias y las estrecheces de cada familia nada tuvieran que ver con la conducción del país. Menos de la mitad de la población muestra interés por pronunciarse con un voto en las elecciones regionales de noviembre.

La ciudadanía se está deliberadamente colocando al margen de lo público, de lo gubernamental, de las acciones tanto del régimen de oprobio como de la oposición blandengue por cansancio, por agotamiento, por la imperiosa necesidad de dedicar lo mejor del tiempo de cada quien a fraguarse un ingreso mínimo vital, un espacio de supervivencia que cada día se vuelve más exiguo y por tanto más limitante .

Una especia de inercia maluca se ha apoderado de los individuos que hoy no pueden más que prestarle atención a sobrevivir. Una bien armada estrategia de esclavización del colectivo ha conseguido surtir el efecto esperado: cuánto mayor la pobreza, más efectiva la mordaza que representan los programas de dádivas sociales, los que ni quitan el hambre ni resuelven las carencias pero que esperanzan al receptor en cuanto a su próxima entrega. Ello unido a la represión consigue inmovilizar a las masas y ponerle sordina al descontento.

Ni las tesis del gobierno ni las de la oposición movilizan hoy a la ciudadanía porque ni los adeptos de unos ni los seguidores de los otros encuentran un asidero para justificar entusiasmo frente a la intervención de un cambio en el pavoroso estado de las cosas. Las toldas que adversan al régimen le han fallado al país tanto como las promesas del chavismo. A la gestión catastrófica del gobierno reconocida por los venezolanos – Maduro alcanza apenas a conseguir 11% de simpatizantes- viene a sumarse la desilusión por los objetivos no alcanzados por los líderes de los movimientos prodemocráticos -apenas de 1 de cada cinco le apuestan a la oposición.

¿Cómo hacer para mirar el futuro con espíritu y actitud constructiva cuando es necesario moverse dentro de un ambiente donde lo que reina es el desapego? Es preciso, antes que nada, despertar en el ciudadano de la calle el ánimo de recomponer las cosas y terminar con el estado de sumisión que aletarga a la ciudadanía. No vale solo que los eventuales candidatos opositores hagan causa solidaria e irreductible para enfrentar al poder aplastante del régimen. Sin duda que ello es una condición imperativa de cualquier negociación que pueda emprenderse de la mano de actores internacionales. Pero más decisivo es concitar al conglomerado de individuos inquietos y descontentos a acciones proactivas que sean demostrativas de la fortaleza de la determinación al cambio. No en balde, 68,8 % de nuestros compatriotas consideran que Maduro debe irse este año de 2021.

La antesala de una lucha electoral es propicia para reposicionar el tema del caótico rumbo económico e institucional que debe lleva el país. La apertura de un procedimiento de referendo revocatorio del mandato presidencial a Nicolás Maduro Moros que ya se encuentra en desarrollo también debe contribuir a crear un ambiente que canalice los descontentos. Tomemos en cuenta que en los estratos C y D más del 80% de sus componentes avalúan como negativa la gestión del mandatario. Las mismas elecciones primarias dentro del PSUV pueden ser útiles para hacer aflorar en las filas oficiales y para ponerle volumen a las múltiples inconformidades que se manifiestan en torno al manejo económico del país y, particularmente, en lo relativo al trato de la pandemia que sigue azotándonos a pesar de que el mundo ya se ordena en torno a una recuperación.

En síntesis, una negociación con el gobierno desde una posición de debilidad del liderazgo y de atonía política del conglomerado no conduce a otra cosa que no sea la permanencia del régimen.

La hora es nona.

¿Y ahora a donde va Colombia?

Beatriz De Majo

Mientras los hornos crematorios entran en colapso en la capital colombiana por la inmensa cantidad de cadáveres y se registra en el país el más alto número de fallecimientos – se acercan a 100.000- y de contagios diarios por Covid 19, los observadores nos preguntamos lo que será de la nación vecina. Colombia, además de los estragos de la pandemia se debate con una económica, sanitaria y de seguridad pública. Todo ello sin hablar del efecto que la nueva ola de vigorización del izquierdismo radical en el continente va a tener dentro de su colectividad.

Las elecciones para un nuevo gobierno están a escasos 12 meses de distancia. También en Colombia, al igual que en el Perú de hoy, el viraje que se puede producir en el electorado en favor de los populismos tendría su origen en los efectos nocivos de una administración deficiente del modelo neoliberal que ha imperado hasta nuestros días. La desatención sostenida de los reclamos de atención de parte de los segmentos débiles de la población ha redundado una fractura social irredenta y perversa que pueden capitalizar en su desfavor los candidatos de derecha.

En el específico caso de Colombia se suma, además, un ambiente de violencia que no ha podido ser mermado ni después de haber firmado un acuerdo de paz con los alzados en armas ni después de haberles asignado curules en el Congreso para que desde la “institucionalidad” se ocuparan en cooperar con el avance del país. Ni hablar de la perversión provocada en todos los segmentos de actividad por el narcotráfico y por su nefasta alianza con la guerrilla para sembrar distorsiones y violencia en el interior del país. Todo ello sin mencionar la inestabilidad provocada por la actuación constante de bandas criminales en contra de la sociedad civil, alimentadas desde adentro y desde afuera por los amigos de la zozobra. A nadie le cabe duda sobre la manera en que las protestas originalmente pacificas en contra de un nuevo régimen tributario convirtieron al país colombiano en un caos de destrucción y de muerte durante varias semanas, todo ello ideado y armado desde más allá de la frontera- desde Caracas y La Habana- con el fin preciso de sembrar un ambiente de descontento contra el gobierno que redunde en un tiempo en su penalización en las urnas. El viejo cuento de “pescar en rio revuelto”.

¿Con cuantas armas cuenta el gobierno de Iván Duque para contrarrestar el efecto nocivo de tantos frentes activos en su contra? ¿Cuánto es posible hacer en menos de un año para revertir el sentimiento de que un gobierno más inclinado a lo social, aunque sea más totalitario, podría cambiar la suerte de los 51 millones de neogranadinos? ¿Cuáles acciones “efectistas” pueden desplegarse para provocar confianza en que un nuevo gobierno de derecha no contribuirá al marasmo que las mismas derechas implantaron en el país? ¿Por qué no probar como en Perú otra tendencia, por qué no ensayar otra manera de hacer las cosas?

No la tiene fácil el presidente Ivan Duque ni el terreno de lo social ni en el de lo económico cuyo pobre manejo unido a la paralización de la pandemia ha atizado el fuego de los desequilibrios. Y el tiempo es muy corto antes de la justa electoral. Para dar un inicio a la reconstrucción, no se les ha ocurrido nada mejor que echar mano de otra reforma tributaria, con una estrategia diferente de la que habría provocado los disturbios. Pero no existe reforma que no se encamine a recabar más plata con que financiar los programas sociales y la recuperación productiva y ya sabemos lo difícil que es meterle la mano en el bolsillo a los contribuyentes en medio de su propia descolgada. Por otro lado, dada la precaria situación económica del país, el otro instrumento será más endeudamiento para lo cual la calificación crediticia de Colombia deberá ser mejorada. Cuesta harto empinada en la hora actual.

Si logran ambos fines podrán iniciar un camino de recuperación postcovid, pero los resultados apenas se comenzarán a manifestar en un año cuando la hora será la de prepararse a votar.

Lo que hay en el panorama son tiempos complejos y convulsos para los colombianos y es necesario precisar que quienes montaron los desastrosos eventos de los meses pasados no cejarán en su empeño desestabilizador.

SWAT en Colombia

Beatriz De Majo

El escenario de la base militar de Tolemaida fue el escogido por Iván Duque para hacer el anuncio, hace 10 días, del nacimiento del Conat, un comando élite de 7.000 hombres de armas para perseguir, doblegar y desactivar a los grupos armados que se financian con el tráfico de drogas y otras actividades. Enfrentar el terrorismo internacional resulta ser el propósito esencial del SWAT neogranadino que se ocupará, por igual, de combatir la extorsión, la explotación y comercio ilegal de minerales y el tráfico de especies y de personas.

Sin mencionar en esta ocasión —ni de manera directa ni taimada— que las acciones de esta fuerza pudieran desarrollarse en territorio venezolano, el mandatario colombiano sí había hecho referencia, días atrás, a que los actores criminales habían, en muchos casos, encontrado refugio en nuestro país, gracias a la permisividad y complicidad encontrada por estos actores colombianos con el gobierno vecino. Un despacho de la agencia EFE sobre este tema precisó que las autoridades colombianas “han afirmado reiteradamente que el país vecino es la retaguardia estratégica de los grupos armados organizados y allí se esconden 1.400 miembros del ELN y de las FARC”.

Este artículo no pretende reseñar la respuesta oficial venezolana, a la iniciativa del Palacio de Nariño. Las altisonancias de Nicolás Maduro y sus acólitos, ministros y otros, son ya tradición. Lo que no puede obviarse frente a terceros es que el país vecino atraviesa históricamente uno de sus peores momentos en materia de violencia, sin duda el peor desde la firma del Acuerdo de Paz, y que ella es protagonizada por las mafias del narcotráfico que trabajan independientemente o bien en comandita con el ELN y las disidencias de las FARC.

Que este propósito sea una tarea a la que le prestarán una atención muy especial desde el Ejecutivo de Colombia es solo natural, además de que es una vía imperativa para dejar una ejecutoria inequívoca ante el mundo por parte de un gobierno que tuvo viento en contra desde el primer día. A Iván Duque le tocó, al mismo tiempo, rescatar una economía maltrecha, poner en marcha un proceso de paz con el que no comulgaba, atender las necesidades de un flujo monumental de refugiados, proteger al país de la inesperada y devastadora pandemia, hacerle frente al fenómeno de la disidencia de las FARC y la reactivación criminal del ELN, todo ello sazonado con la desestabilización política a institucional sabiamente armada desde Caracas con otros aliados del mismo corte de izquierda radical, como Cuba.

Está claro que con este Comando contra el Narcotráfico y Amenazas Transnacionales estamos frente a un pie de fuerza en cuyo diseño deben haber participado los principales aliados de Colombia afectados por el fenómeno del narcotráfico y el terrorismo. Es Estados Unidos el primer doliente de estas distorsiones criminales, al igual que los países europeos, recipientes directos de los flujos de narcóticos que provienen del eje colombo-venezolano. Cuesta creer que la visita a Bogotá y a la línea fronteriza de Cúcuta de la ministra de Relaciones Exteriores de España no esté relacionada con las dificultades que atraviesa el gobierno colombiano por imponer la paz y combatir el crimen organizado.

Además, el tema de las violaciones de derechos humanos también ha estado tomando cuerpo en Colombia, siendo de gran protuberancia para el mundo libre. El último informe de Bachelet y el último de Human Rights Watch cuentan por mucho una toma de conciencia colectiva de que es preciso actuar coordinadamente para poder desterrar de Colombia las distorsiones que se han estado generando y que dejan un número de muertes muy elevado cada año.

Con todos los análisis ya hechos de parte de propios y de ajenos, y con el instrumento militar ya diseñado para actuar “hasta las últimas consecuencias” en contra de estas manifestaciones del terrorismo transnacional, lo que vamos a ver en el año que separa al gobierno de Duque de su salida, es acción y acción concertada con terceros. “Donde quiera que estén los criminales tiene que llegar la justicia”, aseguró el presidente y esto no se logra a través de una observancia del fenómeno desasociada de una posición proactiva y contundente.

El Conat pareciera, pues, ser una importante pieza del legado indispensable para que la administración colombiana actual no pase sin pena ni gloria a la historia de su país.

https://www.elnacional.com/opinion/swat-en-colombia/

“A la intemperie”…

Beatriz De Majo

Quien quiera estar al corriente de los detalles de las peripecias del caso del siglo protagonizado por el barranquillero Alex Saab y sus secuaces, lo que debe es informarse a través de la prensa colombiana ya que las atrocidades y el entramado montado desde Venezuela los toca muy de cerca y salpica a una buena cantidad de personajes y dirigentes neogranadinos .

En este instante los hermanos de la prensa colombianos están envueltos apenas en la investigación de los elementos de lo visible, del “tip” del Iceberg de este caso que tendrá una repercusión internacional de relevancia,pero al tratarse de un país donde la libertad de la prensa es ley, nada impedirá que consigan desentrañar buena parte de la madeja que se encuentra por debajo de la línea de flotación compuesta por un sin número de relaciones turbias y de acciones delictivas y fraudulentas asociadas con tratativas comerciales y financieras de personeros venezolanos y de nacionales de otros países “amigos” del madurismo.

Una pieza periodística especial es la entrevista que Fernando Londoño hace a la Senadora por el Centro Democrático Maria Fernanda Cabal en su programa “La Hora de la Verdad” en la que ésta aporta una miríada de datos informativos sobre las operaciones montadas por el referido personaje en conjunción con el régimen venezolano.(https://www.youtube.com/watch?v=V90KJH6jXAA).

Recordemos que Londoño es un referente importante del colectivo colombiano, por haber sido una pieza muy principal de la lucha contra la insurgencia guerrillera cuando se desempeñó como Ministro del Interior del Presidente Alvaro Uribe y por haber sido un político de gran talla desde el Partido Conservador y el Partido Centro Democrático. Su aguerrida y denodada posición antiguerrillera le valió un atentado explosivo del cual salió bien parado pero no impidió que, desde su tribuna en diferentes medios del país, continuara con la batalla en pro de la institucionalidad colombiana, antes y después del Acuerdo de Paz con las FARC.Es suya la frase emitida durante esta entrevista de que el gobierno de Maduro se encuentra “a la intemperie” luego de escuchar los detalles aportados por la Senadora Cabal.

El interés de Colombia en las actividades de Saab es evidente y no solo el sector político se empeñará en armar el muñeco de los delitos envueltos en el mismo. La prensa anda tras su rastro ya que sus actividades no datan de ayer y unos cuantos personajes visibles de la política y los negocios del vecino país pudieran verse salpicados, o seriamente involuctados,en las operaciones corruptas que Saab hubiera podido tener entre sus manos.

Otro medio que efectúa un esfuerzo informativo digno de encomio en este terreno es la Revista Semana. En los días pasados han puesto el dedo en la llaga de las responsabilidades que Saab tendría de cara al ordenamiento interno. La fiscalía neogranadina ha puesto de relieve, desde diciembre del año pasado, que el personaje tiene que responder por los delitos de lavado de activos, enriquecimiento ilícito, exportación e importación ficticia y estafa agravada. Otras personas habrían sido usadas como fachadas para delinquir que están en Colombia. . https://www.semana.com/nacion/articulo/alex-saab-es-llamado-a-juicio-en-colombia/679927

No menos importante es que las investigaciones efectuados por tirios y troyanos en Colombia comienzan a establecer relaciones que deberán probarse, sin duda, pero que señalan de manera directa a personales políticos de la izquierda de la visibilidad Piedad Córdoba, ex senadora colombiana inhabilitada por 18 años por la Procuraduria General de la Nación en 2010 y el ex candidato presidencial de izquierda radical Gustavo Petro.

Así que no solo dentro de las fronteras Venezolanas se mira con lupa los ires y venires criminales de un individuo que pudiera llevarse en las astas al régimen que cada vez está menos atornillado en Miraflores. También desde el corazón Colombia actúan con mucha eficiencia, tesón y, sobre todo libertad, los investigadores de Armando Info, quienes fueron los primeros en poner el dedo en la llaga y develar las operaciones que hoy mantienen entre rejas en Cabo Verde al barranquillero hoy reconocido como agente del Gobierno de Nicolás Maduro. El artículo “El penúltimo vuelo” con la firma de Roberto Deniz (https://armando.info/Reportajes/Details/3643) es una pieza de investigación destacada que da cuenta de los últimos movimientos del hombre tristemente célebre del momento en Venezuela.

El que al fin dejará al madurismo “a la intemperie”.

https://www.analitica.com/opinion/a-la-intemperie/

Esa medalla no es de Maduro

Beatriz De Majo

En los días pasados han llovido toda clase de interpretaciones sobre los desacomodos más o menos violentos que están teniendo lugar en nuestro subcontinente a nivel político y sobre los resultados electorales de los últimos meses y semanas en algunos países de la región que, en principio, estarían inclinando los equilibrios de fuerza hacia las izquierdas socialistas.

Las destructivas manifestaciones en Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia no pueden ser todas metidos en el mismo saco. La interpretación de los resultados electorales de México, Argentina, Bolivia o Uruguay tampoco. De la misma manera, en las filas de los conservadores del entorno latinoamericano, Bolsonaro, Benitez, Duque y el milenial salvadoreño Nayib Bukele tampoco poco pueden ser considerados cisnes de un mismo lago. Las diferencias en todos los casos son abismales.

Pero lo que sí está claro es que las izquierdas radicales y sobre todo, las que peores resultados han conseguido puertas adentro en sus propios escenarios nacionales, están queriendo ganar indulgencia con escapulario ajeno y hacer parecer ante el mundo que nos observa que hay una “brisita” – Diosdado Cabello dixit- que parte de la Venezuela revolucionaria y que está sumando adeptos en muchos países del entorno. Otros, también de inspiración totalitaria, aseguran que lo que ocurre proviene un tradicional péndulo histórico que viene de vuelta desde el fracasado predominio de tendencias liberales de los últimos lustros en la región latinoamericana. Según estos, las derecha están siendo penalizadas por no haber producido cambios cualitativos de mejoramiento social, y de allí surge el actual fortalecimiento de los movimientos radicales.

Toda generalización es antipática, pero en el caso que nos ocupa, además, no envuelve un análisis veraz. Es como si dijéramos que Latinoamérica es hoy mucho más pro-norteamericana que nunca porque la Venezuela de Guaidó, la Colombia de Duque, el Paraguay de Abdo Benítez, al igual que El Salvador de Bukele, la Honduras de Morales, el Brasil de Bolsonaro, o incluso el México de AMLO, comparten un confite con los gringos en algún terreno. Puras pamplinas. Las razones de las coincidencias o de las alianzas con el norte son momentáneas o circunstanciales de cada país y ninguno de esos gobiernos se parece al otro.

¿Es acertado afirmar, por ejemplo, que existe una incondicionalidad total entre los dos grandes colosos del continente, Brasil y Estados Unidos? Y sin embargo en la Asamblea de la ONU Jair Bolsonaro dijo que Brasil y EE.UU. lanzaron en marzo «una asociación audaz e integral» que incluye la coordinación política y militar. El nuevo mandatario brasilero le asestó, según El Globo, un “I love you” a Donald Trump que no deja espacio para interpretaciones.

Lo que si hay es una inveterada conveniencia de las izquierdas continentales de apoderarse, ante la prensa, de cuanto conflicto político surge en el barrio latinoamericano, para cacarear una fortaleza que no es tal. Y en ello lleva la batuta Caracas cuando se endilga una supuesta “venezolanización” de los procesos políticos subcontinentales.

Hagamos un gesto de franqueza ¿Cual es al aporte conceptual que Nicolás Maduro y sus secuaces han efectuado a las tesis socialistas de los últimos tiempos para el chavismo se cacaree coautor de los eventos políticos de protesta en Chile o para pretender que el triunfo de Evo Morales es obra suya o que la descolgada de Mauricio Macri tiene algo que ver con un resurgir del izquierdismo inspirado por los aciertos de nuestro revolución tropical? ¿Puede alguien imaginar en este hemisferio que el advenimiento de AMLO a México proviene del convencimiento del electorado mexicano de que los postulados y el accionar de la Revolución Bolivariana han sido lo más acertado que le ha pasado a Venezuela? ¿Puede algún líder regional de cualquier tolda ser convencido de la Revolucion chavista-madurista no es el artífice único, léase bien UNICO, del proceso que convirtió a la pujante Venezuela en un bagazo? ¿Está alguno dispuesto a imitarla?

No, queridos lectores. Si alguien aun piensa que nuestro continente se está enfermando de izquierdismo, es bueno que se convenza que esa medalla no es de Nicolás Maduro.

https://www.analitica.com/opinion/esa-medalla-no-es-de-maduro/

Guaidó envió mensaje a Pekín

Beatriz De Majo

El mensaje de Juan Guaidó a China llegó en el momento oportuno y su contenido fue directo, sincero y amigable. El mismo fue publicado en el sitio web de Bloomberg, una empresa global que tiene como vocación la de generar información financiera confiable y noticias de índole económica y analizarlas para beneficio de sus clientes.

En este artículo publicado la semana pasada con el título “ Por qué China debería cambiar su posición en Venezuela “ Guaidó tiende su mano amiga a un país que se ha vinculado de manera estrecha con los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y le propone mantener hacia el futuro una relación próspera para las dos partes. El Presidente interino describe la dramática situación en la que se encuentra la economía venezolana y le hace notar que “está en su interés contribuir a un clima de paz, estabilidad y bienestar al que aspiramos en esta parte del mundo”.

Como es sabido, el gigante asiático no ha sido de los países que reconocen como legítimo al gobierno del Presidente Guaidó , y por ello ha escogido la vía de mantener una relación inalterada con el régimen de Nicolás Maduro. Las razones para esto pueden ser variadas, pero es lógico pensar que las que pueden estar privando son las de naturaleza económica. China ha mantenido en las dos últimas décadas una relación preferida con Venezuela en el terreno de lo financiero – ha aportado montos significativos en calidad de préstamo a proyectos del gobierno revolucionario-, ha participado como promotor y accionista de empresas del Estado venezolano, ha facilitado el comercio de importación de China y ha promovido una estrecha cooperación cultural y de otra índole con nuestro país. No es un secreto que buena parte de los créditos otorgados al gobierno han sido respaldados con la factura petrolera y que una porción significativa ha sido cancelada con suministro de petróleo a precios preferenciales para la nación asiática.

Pero si bien es cierto que China ha materializado su interés en Venezuela de diversas maneras, lo que no se reconoce en voz alta es la manera en que los incumplimientos del gobierno de Nicolás Maduro han estado afectando los proyectos y los compromisos financieros acordados con China, la ineficiencia que ha provocado la paralización de las inversiones conjuntas y la corrupción que ha contaminado tales emprendimientos. El descalabro de la actividad petrolera en Venezuela ha sido más visible y más perjudicial para China que para cualquier otro de nuestros relacionados en la escena internacional.

Sin duda que es en interés de la China progresista de Xi Jinping reorientar la interacción con el país venezolano de manera de generar un beneficio para los dos lados de la ecuación y detener el deterioro palmario que esta relación experimenta hoy. Frente a esta necesidad, Juan Guaidó propone un esquema de desarrollo que se convierta en “una fuente de prosperidad que garantice seguridad a sus inversionistas y que cumpla con sus compromisos. Visualizamos un país donde se honran y protegen -según nuestro marco jurídico- las inversiones extranjeras legítimas y también los acuerdos internacionales con los que nos hemos comprometido”.

Juan Guaidó no dejó mucho para la interpretación. Su propuesta a China no pudo ser más directa de cara a un actor que conoce de cerca la barrena económica provocada por los gobiernos anteriores. Sin dejar de mencionar lo imperativo de la búsqueda de una inmediata y urgente solución a la espantosa crisis humanitaria provocada, Guaidó insiste en que es indispensable para Venezuela contar con el concurso de terceros para la reconstrucción del aparato productivo del país.

No hay mucho más que decir. A buen entendedor…