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Julio Castillo Sagarzazu

Nueva geopolítica en América Latina

Julio Castillo Sagarzazu

En pleno apogeo de la guerra fría, las democracias occidentales y las nacientes de la América Latina, se encontraron frente a un desafío de dimensiones enormes.

El mundo se enfrentaba al enorme poder político que había recabado la Rusia de los Soviets, gracias a su victoria en la guerra, a su entrada en Berlín y al, aun no gastado, discurso de que su gobierno y su partido comunista, representaban las esperanza de los oprimidos, al punto que la jerigonza comunista, logro posicionar a Stalin, como el “padre de todos los pueblos”.

Todas las potencias occidentales habían concluido que lo “políticamente correcto” era que los rusos entraran primero a Berlín y que fuese su bandera la que se izara en el Reichstag, luego de la rendición del ejército alemán.

Se trato de una figura simbólica que buscaba rendir tributo al enorme sacrificio del pueblo soviético, pero también un gesto “amistoso” hacia Stalin, cuyo prestigio, lo acabamos de decir, crecía entre los sectores populares del mundo entero.

Siempre se especuló que el alto mando aliado desalentó el avance de generales como Patton, cuya dureza anticomunista era proverbial, para que los rusos tomaran esa ventaja táctica fundamental.

El pacto Molotov-Von Ribbentrop fue “cuidadosamente olvidado”, así como la infame repartición, con Alemania, de la Polonia invadida por las tropas alemanas.

Los pactos de Yalta y Potsdam, solo terminaron acabando esa política de prudente silencio y, al final, las potencias occidentales no pudieron evitar aceptar la dura realidad de que todos los territorios que habían quedado detrás de las líneas del ejército rojo, en su avance a Berlín, cayeran bajo el control de Stalin.

Era previsible que, a pesar de las promesas de respetar la voluntad de esos pueblos y los regímenes que se dieran, la URSS no iba a perder esa oportunidad a de ensanchar su influencia, como efectivamente ocurrió.

Como era de esperarse, en América Latina rebotó toda esta nueva realidad.

La mayoría de los países de este lado del mundo continuaron girando alrededor de la orbita de los Estados Unidos que, luego del ataque a Pearl Harbour, se suma a la coalición de Inglaterra y la URSS, contra el nazismo. De esta manera, casi todos los gobiernos, al termino de las hostilidades, se mantienen en esta tesitura.

Una mención especial, merece el caso de Venezuela, donde el principal efecto de esta realidad es que el PCV, adopta el llamado “Browderismo”, como su línea de apoyo al gobierno de Medina, permitiendo que AD, que le hacía oposición política y social, lograra hacerse de un liderazgo popular, que los comunistas, no pudieron quitarle nunca.

La otra mención imposible de no señalar, es la de Cuba, donde a la caída de la dictadura de Batista, entra Fidel Castro a la Habana, en medio de las crisis que ya había comenzado a plantear la guerra fría, a nivel de todo el planeta (Guerra de Corea, Revolución China y luego Vietnam) a tomar partido del lado soviético.

Inicia así Fidel, un rol de primer orden en el tablero geopolítico de este lado del mundo. Alineado, pero siempre tratando de jugar un rol de líder protagonista, asume la dirección política de muchos movimientos revolucionarios y anticolonialistas en el mundo y convoca a la Tricontinental de la Habana, en la que lanza, a través del Che Guevara, su consigna para el próximo periodo: “Crear, dos, tres, muchos Vietnam”

Es la época de la exportación de la lucha armada a nivel mundial que le permite hincar varias “Picas en Flandes” y cosechar éxitos políticos en Angola, Mozambique y Argelia, pero que le enfrenta a fracasos rotundos en la América Latina y en Venezuela en particular.

Derrotada la insurrección, en esta parte del mundo, ocurrida la crisis de los misiles, la caída del muro de Berlín y el “periodo especial”, al que se ven obligados a decretar en Cuba, su revolución aparece aislada y perdiendo influencia mundial.

Fue, en ese momento que aparece Hugo Chávez y estimula un importante cambio de estrategia de las fuerzas que venían de la izquierda insurreccional y se abre el periodo del Foro de Sao Paulo que comentaremos en la próxima entrega y que incluye la presencia de factores como China, Rusia e Irán.

No 191. 23 de julio 2023

https://revista.eneltapete.com/eneltapete/notas/19964/nueva-geopolitica-...

Nuestro neomarxismo

Julio Castillo Sagarzazu

Un fantasma recorre Venezuela, el fantasma del neomarxismo, pero no el de Karl, el viejo topo barbudo y amargado de Tréveris, sino el del bonachón y simpático de Manhattan, el recordado Groucho Marx.

En efecto, en estos últimos días, muchos opinadores dicen que lo que hay que hacer es encender la linterna de Diógenes (que buscaba incesantemente el hombre justo) y conseguir a uno que “sea aceptado por el régimen, que gane y que cobre”.

Ciertamente, quien sienta que no puede ganar unas primarias o que su candidato no puede hacerlo, está en todo el derecho de escoger la metodología que se alinee con sus intereses. Al final, a nadie puede obligársele a pelear enchiquerado.

Lo que sí debe merecer una reflexión es la posición según la cual el mejor candidato de la oposición sería aquel a quien el gobierno diera su aquiescencia. Así, iríamos, como en un casting, presentando los nombres, hasta que haya uno que merezca el papel, o como lo diría mejor Groucho Marx, “si no le gustan mis principios (o mis candidatos), no se preocupe, tengo otros”.

En apoyo a esta propuesta, muchos suelen invocar antecedentes como los de Patricio Aylwin, asumiendo (lo cual no fue verdad) que éste fue un candidato “negociado” con anterioridad con la dictadura.

Pues bien, debatamos sobre el tema. De una vez, presento mis excusas al lector si esta nota, por esas razones, resulta un poco larga. Pido su indulgencia a ver si tratan de llegar al final.

En el caso de Aylwin, nuestros argumentadores del consenso convenido plantean que éste era la persona a quien Pinochet, si le entregaría el poder. Al final lo entregó efectivamente, pero ese hecho no se puede explicar como una argucia de Lagos y un pacto previo con la dictadura para ver si Aylwin, le era potable. Lo razonable es averiguar cuáles fueron los polvos que llevaron a aquellos lodos.

Lo primero que hay que aclarar es que Pinochet nunca se presentó a unas elecciones contra Aylwin. Meses antes hubo en plebiscito en el que se preguntó a los chilenos si debía ratificarse, o no, el gobierno, dado que el mandato de 8 años, establecido en la Constitución pinochetista, llegaba a su fin.

Las bases de convocatoria de esa consulta eran sui géneris. Si ganaba el Sí, automáticamente quedaría reelecto Pinochet (porque se establecía que los altos funcionarios del Estado lo designarían presidente) y si ganaba el No, habría nuevas elecciones.

El cuento “largo corto” es que, cuando se conocieron los resultados, Pinochet convocó un consejo de ministros y les pidió a todos su renuncia, advertido, como estaba, de que no había apoyo para desconocer los resultados. Salió de Santiago y cuando comenzaba a urdir el golpe, el comandante general de la Aviación, mientras descendía de su vehículo, fue abordado por los periodistas y dijo claramente que había que respetar la voluntad popular y que los resultados del plebiscito eran claros. Fin de la película.

Pinochet no tuvo más remedio que aceptar la realidad y fue evidente que, desde ese mismo momento, bajó los brazos. No hubo una sola insinuación de no querer abandonar La Moneda después del varapalo. Incluso, en las elecciones del año siguiente, varias de las organizaciones que le apoyaban, postularon a un joven tecnócrata, Hernán Buchi, a quien dejó, como dicen sus propios partidarios, más solo que la una en medio de la campaña.

De manera que no fue cierto que hubo un concierto entre la oposición y el gobierno para escoger un candidato potable y único. Al punto que el partido socialista chileno se presentó con dos franquicias en aquellos comicios. Una, del Partido de Lagos, al ganador, Patricio Aylwin y, otra, a Errazuriz, del Partido Socialista Chileno que sacó la nada despreciable cifra de 16%, en una elección que podía ser muy reñida.

Otra cosa y otro debate es qué fue lo que hizo Aylwin para facilitar la retirada del dictador. Esa es harina de otro costal.

Lo interesante en este momento es saber cuáles fueron las cosas que ayudaron a crear las condiciones para impulsar una transición allá y que pueden hacerlo aquí. Sobre ello, no cabe duda de que la legitimación que nació del plebiscito y la que pueda salir aquí de las primarias son claves para avanzar en ese proceso.

De manera que llevar agua al molino de las antiprimarias es (ya lo dijimos) una estrategia comprensible para quienes no pueden ganarlas, pero no hay que estirar los argumentos al punto de decir que no tienen ningún valor y que no son necesarias y que hay que partir una lanza por el fulano “consenso convenido”.

Es obvio que todos estos argumentos de un sector de las élites políticas venezolanas se han exacerbado ante la incontrovertible realidad de que María Corina Machado ganaría estas primarias. En otras circunstancias, es muy probable que sus adversarios estarían argumentando otra cosa.

Finalicemos, no obstante, con dos preguntas que pudiera parecer ingenuas, pero que encierran lo medular del asunto:

¿No es más inteligente esperar que las primarias se realicen?

¿Es que acaso una oposición legitimada popularmente no tendrá infinitamente más probabilidades de crear capacidades y condiciones para tener unas elecciones libres, unas que abran la puerta franca a una verdadera transición?

¡Caramba, “un poquito de por favor”!

11 de julio 2022

https://www.elnacional.com/opinion/nuestro-neomarxismo/

¿Inhabilitada?

Julio Castillo Sagarzazu

Todos conocemos la afirmación que algunos atribuyen a Talleyrand y otros a Fouché, a propósito del fusilamiento del Conde de Enghien. “Es peor que un crimen, es un error”.

Esa clase de errores son los que cometen los gobiernos asediados, sin apoyo social. Comienzan a desconfiar de su propia sombra, cualquier gesto inusual de un allegado lo convierte en sospechoso y terminan viviendo en un mundo irreal en el que solo caben los acólitos más cercanos.

El propio Napoleón, terminó en Santa Helena dando órdenes a ejércitos que no existían y Hitler, organizando en su bunker el contraataque para expulsar de Alemania a los aliados que ya estaban a tres cuadras de su refugio.

La “inhabilitación” a María Corina Machado, se inscribe en el repertorio de estos actos desesperados y erráticos de un gobierno aislado y que tiene a casi el 80% de los ciudadanos en contra.

La medida tiene todo el tufo de una provocación para sacar a Machado del camino de las primarias. Ayer nada más, un portal chavista se preguntaba (y animaba la gente a responder) qué debería hacer María Corina frente a este hecho cumplido. Fue interesante ver como todos los robots oficialistas, contestaron al unísono: “Calle, calle y más calle”.

Se trata de una nueva tentativa, luego de la fallida de sugerir que el CNE asumiría el control de las primarias. Por varios días esperaron la reacción de Machado, mandando las primarias al diablo. Como no funciono, dinamitaron al CNE para enviar el mensaje que el próximo será peor (como lo será, sin duda) Tampoco funciono. María Corina mantuvo la cabeza fría y más bien redobló su esfuerzo en la calle, creciendo exponencialmente el apoyo a su candidatura.

Esta “inhabilitación” in extremis, tratando de que sea una atrapada de “cordón de zapato” será inútil también. Se quedarán con los crespos hechos. María Corina no tiene ninguna razón para abandonar la vía de las primarias y de trancar una partida que tiene virtualmente ganada.

Queda más de un año por delante. Sera un año de aumento de capacidades, de crecimiento de su fuerza; de articulación con demócratas dentro y fuera de Venezuela.

Dicen que cuando tu adversario se está equivocando, no es bueno distraerlo. Esta demostración de desesperación, este bodrio de decisión de la Contraloría solo aumentara sus posibilidades de legitimar su liderazgo con una contundente victoria en las primarias. Que se sigan equivocando.

HASTA EL FINAL, es algo más que una etiqueta, hoy, más que nunca, encierra la voluntad de millones de venezolanos para producir un cambio.

El 22 de octubre comienza una nueva partida. Todos tendremos una mano nueva.

Primarias y democracia

Julio Castillo Sagarzazu

Un fantasma recorre el país. El fantasma de la no realización de las primarias. En la nota de la semana pasada dábamos cuenta de que la prioridad número uno del régimen de Maduro es impedir a cualquier costa que se realicen unas primarias exitosas en la oposición.

Referíamos que una de las principales bazas a jugar estaba en la eventualidad de que el TSJ argumentara cualquier “quítame esta paja” para colocar a las primarias “fuera de la ley” y hacer titánica su organización. Pues, lo que ha trascendido esta semana es que se prepara una decisión contra los reglamentos aprobados por la CNP.

En efecto, una sentencia declarando ilegal el proceso pondría cuesta arriba a cualquier ciudadano poder ayudar en su logística; daría argumentos “legales” a la paralización de la campaña; encerraría a los candidatos en sus casas y de hecho “inhabilitaría” a todos los ciudadanos para su participación en actos; eventos o cualquier acto de apoyo a candidatos o partidos que se mantengan en la pelea.

Estaríamos en presencia de una Nicaragua “light” y con unas “primarias de la oposición” ordenadas y modeladas por el gobierno.

Si ese día llega (ojalá que no) cada quien tendrá que escoger su campo y cada quien deberá asumir su responsabilidad ante el país.

Ahora bien, esa es una actitud previsible del régimen. Lo que valdría la pena preguntarse y, con ello, renovamos la interrogante de la semana pasada: ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Deberíamos acatar una intromisión grosera del régimen, por más TSJ que lo diga? En principio, si se produce un desaguisado como ese, pues habría naturalmente que acudir a todas las instancias nacionales e internacionales para que no se aplique, pero mientas se recurre a todas las instancias legales, habrá que seguir en la calle dando la pelea.

Las primarias son, efectivamente, un acto para escoger una opción y un liderazgo, pero también deberían ser un acto de rebelión cívica y democrática, una revolución del rescate del valor del voto y un mecanismo de movilización de las reservas morales y políticas de los ciudadanos.

Si todo esto ocurre, se nos vendrá encima una decisión importante. Habrá que pensarlo con cabeza fría, con aplomo, pensando siempre en que hay que proteger la pequeña puerta que se está abriendo en la esperanza del venezolano de a pie.

Si toda la amenaza se disipa, si el gobierno no se siente lo suficientemente fuerte para dar este zarpazo, pues entonces, alegrémonos de ello y continuemos, hasta el final, con pie firme hasta el 22 de octubre cuando escogeremos a quien derrotara a Maduro el 2024.

MCM y las Primarias

Julio Castillo Sagarzazu

La decisión de María Corina Machado de participar en las elecciones primarias es un hecho político mayor de este periodo.

Lo es por varias razones. Primero porque es una decisión que va en la vía de incrementar la fuerza de una salida política a la crisis de Venezuela y luego porque ha puesto, en el desalentado panorama de la oposición venezolana, una referencia que no estaba en el tablero.

Por supuesto que es demasiado pronto para lanzar el sombrero al aire y declarar que el camino para presentar una opción electoral competitiva ya está recorrido.

Venezuela no es un país normal y el régimen de Maduro aun conserva los poderes facticos que pueden hacer naufragar cualquier iniciativa democrática para salir de nuestra pesadilla.

Para que tal perspectiva cuaje, entonces, son necesarias muchas cosas. Una muy importante es que la realidad geopolítica mundial y los intereses de los aliados de la democracia venezolana y los aliados de Maduro, puedan coincidir para auspiciar ese proceso. Para ello la presión interna y externa no solamente no debe cesar, sino que debe ir “in crescendo”.

Sobre este ultimo particular hay varias noticias auspiciosas. La movilización social en el país, es una de ellas. Las manifestaciones del magisterio y los funcionarios públicos no han sido derrotadas y administran sus fuerzas con inteligencia para no desgastarse y conservar sus activos en buenas condiciones. La dirigencia social, tendrá un papel importante en mantener el clima de lucha y la unidad de los factores sociales.

La otra noticia interesante, esta referida a la fotografía que hoy muestran los estudios de opinión: En efecto, la intención del voto de los venezolanos sigue siendo alta y contrasta con la poca adhesión simultánea a los partidos políticos. Dicho de otra manera: la crisis de representatividad de los partidos políticos, no ha sido óbice para que nuestros compatriotas pierdan la esperanza en el valor de su voto para expresarse políticamente. Incluso, aun mas sorprendente, es el alto numero de voluntades que se expresan a favor de participar en un proceso de primarias de la oposición.

Estos mismos estudios de opinión revelan que la principal recipiendaria de esa confianza electoral es María Corina Machado. Ello esta, sin duda, ocasionado por el reconocimiento a su trayectoria y a las cualidades intrínsecas de su liderazgo, pero también al hecho de que haya tomado la decisión de participar en el proceso político y electoral.

Es natural que un elector premie por sus cualidades a un líder, pero cuando percibe que ese líder va más allá de una postura testimonial y le percibe resolución par a alcanzar una victoria, no hay dudas de que ese reconocimiento crece y se fortalece.

No obstante, esta realidad, aún hay demasiados desafíos pendientes y mucha necesidad de investigar cuales son los resortes que en definitivamente dispararan la voluntad de los venezolanos para culminar con éxito esta tarea de recobrar la democracia.

Podríamos, sin embargo, a aventurarnos a decir cuales otras cosas nos revelan los estudios de opinión. Veamos:

1. La polarización como la conocimos hace años, ya no existe. El chavismo no es la mitad del país, sino una minoría.

2. Cualquier minoría, en efecto, puede ganar unas elecciones, incluyendo a la minoría chavista.

3. Hay que cohesionar una alternativa, pero a la vez hay que superar la practica del frentismo tradicional y la unidad de las cupulas que no necesariamente es interpretada como una unidad eficaz.

4. El balance de la frustración de los intentos de la plataforma opositora, pesa con fuerza en la construcción de esa alternativa. Pareciera que ninguna fuerza que reivindique esos esfuerzos fallidos, puede convertirse en la alternativa que aglutine a ese 70% que quiere un cambio.

5. Los mecanismos que se utilicen para determinar quien encarna una alternativa competitiva, pasan a tener una importancia capital. Los números que revelan la alta aceptación de las primarias parecieran sugerir que este es un tema que si interesa a los electores.

6. De allí que las primarias no deben convertirse en un nuevo episodio de desmoralización del elector opositor, sino en un momento de potenciar su entusiasmo. Para ello es necesario realizar un proceso transparente, sin exclusiones y donde se garantice el voto de todos los venezolanos estén donde estén.

7. Estas últimas son condiciones materiales obvias, pero es que, además, las primarias en si mismas deben ser un acto de rebeldía cívica, un acto de reafirmación de la lucha democrática y para ello deben parecerse a eso. De allí, que el tema del CNE tiene que ser tratado con cuidado extremo porque este organismo electoral no es un órgano independiente y autónomo, sino una oficina electoral del régimen. Es cierto que, en un país como el nuestro, esa es, una variable que debemos tomar en cuenta porque hay muy pocas posibilidades (al menos hoy) de que esa situación varie. De manera que la oposición tiene que saber que va a jugar en campo rival y con un árbitro de dudosísima independencia. Por ello, aceptar condiciones absurdas o presiones indebidas, podría desnaturalizar el proceso. Para seguir usando el símil, valdría decir que una cosa es saber que vamos a jugar un partido de futbol con el árbitro en contra, pero otra muy distinta es que aceptemos que ellos pongan nuestra alineación y que cambién las reglas del jugo 5 minutos antes de comenzar el partido.

La escena esta servida para comenzar una nueva etapa en esta lucha cívica. La entrada de María Corina Machado a la escena, como dijimos al principio, cambia muchos términos de esta ecuación. Queda un largo camino por delante y muchas tareas pendientes para convertir este fenómeno en una realidad estable y que trascienda el impacto del momento. Un reto importante.

Vale la pena asumirlo.

Recalculando

Julio Castillo Sagarzazu

Cuando el conductor se equivoca y toma una vía distinta a la que indica el GPS, el dispositivo suele alertarlo y se escucha la frase: “recalculando…”. Es señal de que vendrán nuevas señales para retomar la vía.

Las fuerzas democráticas venezolanas deben recalcular su estrategia para enfrentar al oficialismo, una vez que se ha metido por meandros que ha debido evitar. No leímos bien el GPS.

Este “recalculo” debería llevar un desplazamiento del eje de la política que se ha venido desarrollando en los últimos meses. Pareciera importante y más útil, igualmente, encontrar esa ruta mirando más por el parabrisas, que perdiendo el tiempo haciéndolo por el retrovisor.

Hay dos elementos nuevos que deberían considerarse: Por una parte, esta el parteaguas de las fuerzas opositoras que ha supuesto la eliminación del gobierno interino y por la otra, la irrupción notable de una nueva oleada masiva de protestas y de presencia en la calle, que no se veía desde los días de entusiasmo que siguieron a la proclamación de Guaido.

Sobre la primera no hay mucho que decir. Ha quedado patente que la oposición que venia actuando en conjunto en la llamada plataforma unitaria, ya no lo esta formalmente. De esa experiencia queda únicamente la Comisión de Primarias que se constituye, de facto, en la única instancia que conecta a estas fuerzas y que tendrá la delicada misión de mantenerlas unidas, al menos, para concretar la realización de ese proceso tan importante para mantener una cierta homogeneidad de fuerza frente al gobierno de Maduro.

Sobre la segunda, si pareciera necesario detenerse a tratar de desentrañar la naturaleza y los rasgos novedosos de esta oleada de movilizaciones que han sacudido al país en estos últimos días.

A ese respecto, no deja de ser paradójico que se recupere esta capacidad de movilización, justamente, en el momento de esta severa crisis de la elite opositora. Este hecho, lo que pareciera sugerir es que el contagio no se ha producido porque entre la dirigencia social y gremial y la política, hay la suficiente “distancia social” para no haberse contaminado. En cualquier caso, lo que se debe deducir de esto, es que esa falencia debe ser superada, porque este divorcio solo hará más compleja la salida de la crisis y el cambio político en el país.

¿Por qué es necesario resolver este problema? Pues porque como bien lo señalaba el manual leninista, el ¿Qué Hacer?: “El movimiento obrero dejado en su expresión espontanea, solo genera “tradeunionismo”. En latín vulgar, lo que esto quiere decir es que el movimiento social, dejado su libre albedrio, lo tiene demasiado difícil para lograr un cambio político.

Este desafío es de capital importancia. Sin manipular las movilizaciones, sin instrumentalizarlas y sin pretender usurpar su dirección natural, las fuerzas democráticas, deben encontrar el mecanismo para darle profundidad, estrategia y direccionalidad a las reacciones espontaneas y a las que están siendo conducidas por los lideres naturales de gremios, sindicatos y comunidades.

Para ello es indispensable regresar a cultivar la relación con la gente de carne y hueso; hacer una labor de caza talentos, para identificar a los mejores dirigentes y para organizar esta vanguardia detrás de un plan político y social claro y que apunte al cambio. Dicho de otra manera: Hay que apartarse un poco del WhatsApp y el Instagram y sumergirse barrio y gremio adentro, al encuentro de la gente.

Es, en este momento, en el que hay que regresar al tema de las primarias y volver a señalar que este proceso debe conseguir un punto de encuentro con la movilización social. Un viraje audaz, junto a una generosidad, humildad y capacidad de comprender que hay liderazgos surgiendo, es una iniciativa necesaria hoy en día. De esa sinergia, dependerá mucho el futuro democrático de Venezuela.

Hay que recalcular la ruta. Es la única manera de avanzar.

Respondiendo a los amigos

Julio Castillo Sagarzazu

Una nota del lunes pasado provoco algunas reacciones en los grupos a las que normalmente las envío. Me ha parecido que, en lugar de responder individualmente a los amigos que tuvieron la deferencia de tomarla como referencia para abrir o continuar un interesante debate, trataré de escribir otra para cumplir tal cometido.

Aquí va entonces la respuesta a los amigos:

Primero, “noblesse oblige”: gracias a quienes generosamente se expresaron de acuerdo con las ideas allí expuestas e hicieron comentarios favorables, pero sin duda, lo que más sentido tiene es continuar el debate con aquellos que plantearon objeciones y/o propuestas diferentes.

Veamos: Si entendí bien un grupo de estos amigos plantean que las primarias no son un buen método de escogencia de un eventual abanderado de las fuerzas democráticas porque de allí podría salir un candidato al que (por sus características) Maduro y la FAN no entregaría el poder. Que la mejor manera de conseguir el candidato potable a Maduro es mediante un consenso que logre dar con el perfil deseado. En apoyo a esta tesis han traído como ejemplo (al menos, así lo hizo el apreciado amigo Pedro Benítez) los de Patricio Aylwin y Violeta Chamorro. Dos personas a quienes Pinochet y Ortega aceptaron entregar el bastón de mando.

Pues bien, admitamos que se trata de una tesis con fundamento; al menos se trata de una propuesta concreta que merece ser analizada.

Veamos:

1. En los casos de Chile y Nicaragua es obvio que hubo un consenso, pero ambos consensos se dieron en un marco geopolítico y de realidades internas bien particulares: en Chile Pinochet había perdido un plebiscito y las fuerzas opositoras habían acordado un pacto para las elecciones que, virtualmente, garantizaba tener un candidato unitario. Es cierto que el PS, que podría haber reclamado para si la candidatura, tuvo la clarividencia de no ponerse creativo o testarudo y apoyaron a Aylwin. Allí, Pinochet decidió no ser candidato y la escogencia de Buchi, un joven tecnócrata, sin experiencia ni chance alguno, es una muestra de que su fuelle electoral estaba agotado. Además, las Fuerzas Armadas Chilenas fueron reticentes a desconocer los resultados del plebiscito y con ello ya indicaban que no se sumarian ninguna aventura contra la voluntad popular. En Nicaragua, Ortega fue, prácticamente, obligado a convocar unas elecciones en una suerte de celada de presidentes centro americanos en la cumbre de Esquipulas. El entorno geopolítico y la presión militar de la “contra”, auspiciada por un conocido de la política nacional como Elliot Abraams, ayudaron a esta aceptación de elecciones con cierto grado de transparencia. Violeta Chamorro fue la candidata de la Unión Nacional Opositora. Es obvio que, en ambos casos, hubo un consenso alrededor de los nombres y no se necesitaron primarias o ningún otro “método” porque las fuerzas políticas y sociales involucradas no lo consideraron necesario, entre otras cosas, porque no había otros claros contendientes.

2. En las dos realidades, lo que verdaderamente hay que poner de relieve es que la capacidad de negociación y la inteligencia para hacerlo vino sobre todo después y no antes de la victoria. En Nicaragua, “la contra” acepto desarmarse y Violeta Chamorro aceptó dejar al hermano de Daniel Ortega al frente del Ejército Sandinista. En Chile, Pinochet quedo en el control de la Fuerzas Armadas y con representación parlamentaria de gratis. Eso fue una negociación para cobrar una victoria y demostró, como dijimos, madurez e inteligencia de los actores. Valdría la pena que, en ese espejo, se miraran nuestros candidatos, porque no es descartable que algo parecido tenga eventualmente que hacerse en Venezuela. Obviamente, primero hay que ganar y cobrar.

3. Ahora bien, supongamos por un momento, que nos acordamos y deberíamos lograr un candidato semejante a Aylwin o Chamorro. Un candidato al que “teóricamente” Maduro si aceptaría imponerle la banda presidencial en una eventual sesión de la Asamblea Nacional. Quedaría aun por saber cómo llegamos allí. ¿Como hacemos si se presentan varios “potables” y si cada quien, con toda legitimidad, asume que el “suyo” es el mejor? ¿Qué método utilizamos? Obviamente que no sería formar una delegación ir a preguntarle a Maduro cual es el que le disgusta menos.

4. Si no hay acuerdos sobre ese tema ¿No es lo preferible acudir al juez popular, a la voz de los ciudadanos para que nos digan que es lo que les parece mejor? ¿No son unas primarias una manera de movilizar con mayores perspectivas a ese 80% de los venezolanos que responsabilizan a Maduro de la tragedia nacional? ¿Tendrá un candidato escogido por un cenáculo (por más respetable que sea) el aliento popular necesario? ¿Resistirá la crítica de que se trata de un candidato que será “tolerado” por nuestro adversario? Las campañas son momentos para agitar, movilizar, entusiasmar. ¿Por qué renunciamos de una vez a ello? ¿No habría más presión social nacional e internacional con una opción legitimadas por un acto popular? ¿No serian unas primarias una manera de acercarse a las grandes mayorías de venezolanos que padecen la crisis y que esperan por lideres y por salidas?

5. Por supuesto que, si las primarias se realizan con el “plomo en el ala” de una “deslegitimación” argumental de una parte de la oposición de buena fe, a la que se sumaría, la de los agentes del chavismo, las primarias no serían lo que deberían ser. Por ello es que un debate sereno, sin exclusiones, sin iconoclastas de ningún lado, es una necesidad esencial. Seria triste que, por razones fútiles o innobles, colaboremos con Maduro en desprestigiar los mecanismos que tenemos para lograr opciones unitarias y fuertes.

Si en este momento hay un consenso ineludible, no es precisamente el de conseguir un candidato, sino uno que exprese el “acuerdo para un acuerdo”.

Convendría, al final de esta nota, recordar el llamado desesperado de Benjamín Franklin: “O actuamos juntos o nos cuelgan por separado”

¿Ciclos, etapas? vaya usted a saber...

Julio Castillo Sagarzazu

Conversando hace unos días con el buen amigo Andrés Velásquez, discutíamos sobre si la nueva realidad de la oposición venezolana debía considerarse como el cierre de un ciclo o una etapa. Una discusión en apariencia bizantina, pero, como toda caracterización en la política, el tema no es semántico, sino esencial.

Al final del día, Andrés termino convenciéndome de que la idea de ciclo sugiere un volver a comenzar y una suerte de bucle que se cierra sobre sí mismo. De manera, que me pase a su tesis de las etapas, sin que me quedara nada por dentro.

No obstante, esta “capitulación” argumental no resuelve el problema de fondo. La realidad, mil veces testaruda, nos sugiere que sería importante volver a andar esos pasos y seguir sacándole el jugo al debate.

A propósito, me permitirá el lector, traer otra conversación con otro buen amigo, el Prof. Frank López (muy conocido en los medios académicos carabobeños). A él le escuche en una interesante exposición, un estudio que había hecho sobre “los ciclos” de la movilización social y política en Venezuela. Para hacer el cuento corto, López nos sugiere que cada 15 años hay una efervescencia social y política que trae consecuencias. (Por cierto, estaríamos entrando en una de ellas) Le comenté que Henrique Salas Romer, glosando a Ortega y Gasset, hacia un parangón similar e interesante. De manera que hay elementos para considerar el tema, como sugerente, para decir lo menos.

¿Se repite la historia? ¿Lo hace disfrazándose de etapas o ciclos que se abren y cierran? ¿Lo que pasa en Venezuela y otros lugares del mundo pueden reproducirse en el curso del tiempo?

Veamos:

Ya Heráclito nos recordaba que “nadie se baña dos veces en un mismo rio”. En efecto, el agua que pasa no regresará y los acontecimientos nunca se reproducen exactamente igual. Incluso, cuando Carlos Marx señaló, a propósito del golpe de estado de Luis Bonaparte (Napoleón “Le petit”, como lo llamaba Víctor Hugo) que la historia se había repetido, tuvo el cuidado de señalar que una vez lo hizo como tragedia y otra, como farsa. La tragedia fue la de Napoleón cuando el 18 de Brumario se entronizo como Primer Cónsul y la farsa, cuando su sobrino, elegido en comicios democráticos, resolvió proclamarse igualmente emperador, dando así inicio a lo que la moda, la arquitectura, el diseño y el urbanismo, llamaron entonces, el “Segundo Imperio”

La historia, podríamos decir entonces, que no se repite. Sin embargo, no cabe duda de que los acontecimientos se contienen unos a otros. Si el universo continúa expandiéndose constantemente y si, aun vemos en el presente, la luz de estrellas que desaparecieron hace miles de años, no es aventurado pensar que acontecimientos similares, pueden traer consecuencias similares. Quizás la historia se contenga si misma, de la misma manera que las “matrioshkas” (las muñequitas rusas) se contienen unas a otras, pareciendo iguales, aunque en realidad no lo sean.

La verdadera diferencia entre la naturaleza, el universo y la historia es que en la historia y en la vida social, la voluntad humana puede cambiar el curso de los acontecimientos. A veces lo hace de manera imprevisible y, en esto, copia la imprevisible libertad de trayectoria del electrón. Hay, efectivamente, acontecimientos que son revulsivos o catalizadores de cambios sociales: La nariz de Cleopatra; el pistoletazo de Sarajevo; el collar de María Antonieta, son buenos ejemplos. No obstante, son acontecimientos o situaciones que solo cambian el rumbo de la historia si los preceden y/o suceden, otros hechos y si la voluntad organizada de miles de hombres y mujeres, los conduce a un objetivo determinado.

Ese es el papel de una vanguardia organizada, sea esta partidista o no. Esa vanguardia, en Venezuela, tiene la obligación de interpretar los acontecimientos y no dar por sentado que, porque una vez cayo Pérez Jiménez o, porque otra vez Chávez, se fue momentáneamente, los hechos podrán repetirse. Tampoco es obligatorio que, porque la gente esté “pasando roncha”, se sacudirán automáticamente, un mal gobierno.

Quedarse sentados esperando no es una opción. Hoy, hay una clara oportunidad de accionar los mecanismos políticos que puedan producir un cambio de percepción de la mayoría de los venezolanos sobre el papel de las fuerzas democráticas. Los errores que hemos cometido pesan, y mucho, pero no son insalvables. La historia tiene muchas cualidades y una, es que puede ser indulgente y, a veces, da nuevas oportunidades. Nuestro desafío es aprovecharlas.

Es auspicioso ver el debate sobre cómo nos organizamos para enfrentar un eventual proceso electoral. Opiniones hay para todos los gustos. Unas de buena fe y, otras, como suele ocurrir, no lo son tanto.

Las primarias son una buena oportunidad para volver a tomar la iniciativa (algo que en la política es fundamental) pero no podemos hacer cualquier primaria. Ya, desde varios flancos, están disparando contra ellas. De allí que es necesario dejar la menor cantidad de grietas posibles.

Unas primarias organizadas por personalidades inobjetables, donde puedan participar todos los venezolanos, se encuentren donde se encuentren. Unas primarias que sirvan también para dirimir el tema de la dirección política y un programa consensuado dejaran, sin argumentos creíbles, a sus detractores.

La historia no podemos controlarla, venga vestida en ciclos o en etapas. Tampoco se repite idénticamente. Sin embargo, lo que si podemos hacer es trabajar y poner toda nuestra voluntad para que se parezca a lo que queremos.

La economía y las primarias, estúpido!

Julio Castillo Sagarzazu

La evolución del ser humano ha sido prodigiosa, la manera cómo se han organizado las proteínas ha dado lugar a un individuo que puede mascar chicle y caminar, al mismo tiempo.

Un dirigente opositor venezolano es lo que debería hacer en este momento. ¿Por qué? Pues porque todos hemos sido testigos de una realidad apabullante los últimos días. Mientras los dirigentes de las fuerzas democráticas se devanaban los sesos sobre cómo hacer para presentar una candidatura unitaria (que no única) al eventual `proceso electoral que se avecina, los funcionarios públicos, los docentes, los trabajadores de la salud, respondieron contundentemente al despropósito y a la provocación que significo tratar de rebanar su bono vacacional en 4 toletes, uno de los cuales se cobraría el año próximo.

Esa respuesta fue contundente. Quizás no en la magnitud de otros momentos, pero sin duda, en la justeza, en la ira que provoco y, algo muy peligrosos para cualquier régimen, en las grietas que abrió en su propio frente.

Las llamadas salas situacionales del régimen han debido captar, con sus sensores de profundidad, que estos pequeños movimientos telúricos, estaban provocando desplazamientos de energía y moviendo capas tectónicas más profundas. Conclusión: Optaron por abrir las válvulas de presión y aceptar los pedidos de los manifestantes en las calles. Manifestantes que, por cierto, no habían sido convocados por los partidos, sino por sus organismos sindicales de base (que no estaban muertos, estaban de parranda) Al parecer, no quisieron arriesgarse a que el movimiento tomara fuerza. La decisión de reconocer el bono vacacional completo y echar por tierra la recomendación de los “expertos” del BCV de darlo a cuentagotas, fue aconsejada por el miedo y el temor a lo desconocido. No siempre es bueno jurungar a un oso salvaje que hiberna.

Pues bien, como resultado de estas jornadas, allí siguen las fuerzas intactas que no lograron desmoralizar y allí sigue su vanguardia sindical y social, sacando cuentas de como enfrentaran esta etapa de depauperación que ha provocado la subida del dólar y el estallido de la inflación que, en 72 horas, nos hizo el doble de pobres de un solo tirón.

El librito de la política dice que un liderazgo que aspire a dirigir los acontecimientos de debería acompañar esta movilización social, sin usurpar la dirigencia natural; organizando su vanguardia y repetir sin cesar que, para superar la penuria, hay que hacer el “link” con la necesidad del cambio político. Desafortunadamente, esto no se hace en Twitter o en Instagram, ni por los grupos de WhatsApp. Esta es una tarea analógica y no digital, personal, de empatía y que cultive la cercanía con la gente y reconstruya la confianza.

Todo lo señalado es la parte que tiene que ver con mascar chicle. Con la de caminar, al mismo tiempo, tiene que ver con la necesidad de que las fuerzas democráticas continúen dando forma al proceso para la selección de una dirección política legitimada; un programa electoral creíble y un candidato unitario (que no único) que liderice esta etapa.

Para ello es indispensable determinar una fecha; escoger al equipo de personalidades que organizará y regulará el proceso; establecer las condiciones de participación de los venezolanos fuera del país y salir al encuentro de los venezolanos que hoy vuelven a dar señales de querer luchar por sus derechos y por recuperar al país para el progreso y la democracia.

Tampoco es una de las tareas de Hércules.

¡Si queremos, podemos!

Toda la política es menchevique y el renegado Kautsky tenía razón

Julio Castillo Sagarzazu

El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSR) estaba compartimentado en dos grupos: Los Bolcheviques y los Mencheviques. En ruso, ambas expresiones pueden traducirse como mayoritarios y minoritarios o maximalistas y minimalistas.

La verdadera gran diferencia entre ambos en su estrategia de sustituir el régimen zarista (algo que finalmente lograron) es que los bolcheviques decían que había que luchar directamente por la dictadura del proletariado (que es la primera etapa, seguida del socialismo, en el camino hacia el comunismo), mientras que los mencheviques sostenían que toda dictadura era un régimen opresor y que en la vía,​ hacia las conquistas que se proponían, había que construir alianzas con sectores distintos al proletariado.

Estas ideas y estrategias contrapuestas estuvieron en el origen de la gran división de las fuerzas revolucionarias de inspiración marxista. Kautsky, combatido y estigmatizado por Lenin, como “renegado”, fue la figura visible de estas posiciones identificadas como mencheviques. La escena estaba servida para la división de la llamada Segunda Internacional y la creación de la Tercera. La segunda, aun viva, es la que se conoce como la Internacional Socialista y la Tercera, comenzó a reunir a los partidos comunistas.

La gran paradoja de todo esto es que quienes en realidad manejaron magistralmente el tema de las alianzas, las etapas y la convivencia con fuerzas distintas (llamados compañeros de ruta) fueron realmente los bolcheviques.

Efectivamente, desde 1905 cuando acompañaron las manifestaciones dirigidas por el pope Gapon, un agente del zarismo, que culminó con la espantosa represión del Domingo Sangriento, hasta su conquista del poder en octubre de 1917, los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, supieron manejar magistralmente los acuerdos con otras fuerzas y, “pasar agachados”, cuando aun no se consideraban con la fuerza para el control del poder.

Estuvieron con el príncipe Liov y apoyaron el gobierno provisional de Kerensky, hasta que llegó Lenin del exilio en un tren fletado por los alemanes y lanzó la consigna “todo el poder a los soviets”

¿Por qué decimos en el título de esta nota que “toda la política es menchevique”? Pues porque es cierto. En realidad, el verdadero liderazgo político debe entender que para lograr una aspiración si no se tiene la fuerza suficiente, es necesario acordarse con otros. Con otros que son distintos y que no necesariamente comparten la totalidad de las ideas propias o la estrategia central.

La estrategia del “todo o nada” o “nosotros solos podemos” suele no ser la mas exitosa. Decía Robespierre que la revolución tiene derecho a avanzar enmascarada. Esa sentencia, está dicha en el lenguaje del villano que fue Robespierre, un sátrapa inmisericorde, pero esconde una realidad ineludible.

En Venezuela, las fuerzas democráticas han pecado, en ocasiones, de ese voluntarismo estéril. De esta guisa, muchos lideres han considerado que tienen la fuerza para determinar el curso de los acontecimientos cuando en realidad no la tienen.

Los experimentos exitosos han tenido lugar cuando se han producido acuerdos que tienen como sustrato que todos se necesitan aun cuando no sean iguales.

Las líneas rojas, que deben existir, porque política sin principios tampoco es una buena política, se han sobredimensionado y comunican, al conjunto de la gente y al opositor promedio, que hay una desunión imposible de resolver y termina convirtiéndose en el principal factor de desmoralización de quienes adversan a Maduro y al chavismo.

Esas líneas rojas, no hay que llamarse a engaño, deberian estar claras. Los únicos que deberían ser apartados de una estrategia común son aquellos que abiertamente (de manera pública, notoria y comunicacional, como dicen ahora) se han prestado para hacer de correa de transmisión de los intereses del chavismo y que han recibido por ello, la compensación correspondiente.

Pareciera que vamos hacia unas eventuales elecciones. Si no hay un acuerdo consensual, pareciera igualmente, que deberemos concurrir a unas primarias para determinar candidatos. También, al interior de este proceso, habrá que lograr reagrupamientos entre los más afines.

No seria del todo descabellado que al público opositor venezolano, se presenten alianzas y acuerdos para escoger candidaturas. Los elegidos deberían tener, de entrada, además del compromiso de que los perdedores apoyaran a los ganadores, una solida alianza de base que sea su plataforma inicial de lanzamiento.

Sería una experiencia interesante.