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Ignacio Avalos Gutiérrez

El planeta azul y el código rojo

Ignacio Avalos Gutiérrez

La agricultura fue la base de todas las civilizaciones hasta la llegada del capitalismo moderno. Francis Bacon figura destacada entre los filósofos que se ocuparon de la Primera Revolución Industrial, escribió que partir de ella se gestó en Inglaterra la "ideología de la dominación de la naturaleza", entendida como “soporte de un modo de producción”. Como veremos en las próximas líneas, de aquellos polvos nos vienen estos lodos que ahora nos agobian.

Parece que se prenden las alarmas

Hace alrededor de medio siglo, expertos de distintas partes agrupados en el denominado Club de Roma, publicaron un libro, “los Límites del Crecimiento”, que mostraba la peligrosa (y hasta neurótica) relación que guarda el proceso productivo con la degradación de la naturaleza, señalando que si el incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantenía de acuerdo a la tendencia que venía mostrando en los últimos tiempos, el Planeta Azul se haría inviable en alrededor de 100 años (ojo: ya pasaron cincuenta). Pero tal diagnóstico no parece haber generado el temor suficiente como para que se asumieran medidas efectivas, de manera, pues, que el PIB continuó engordando a sus anchas, particularmente en algunos países.

En la misma dirección, bastante después de esta alerta inicial, desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), fundado en el año 2001, se describió el empeoramiento de los diversos problemas ambientales que confrontaba el mundo. Huelga señalar que su mensaje tampoco alcanzó para a presionar la adopción de las políticas requeridas. En suma, el peligro no se veía tan peligroso, como si se tratara apenas de algunas hipótesis, de amenazas muy lejanas o de algunas apreciaciones equivocadas de los propios científicos.

En su más reciente comunicación, el citado Club de Roma fortalece sus evidencias y hace más explícitos los costos que implica dejar que las cosas sigan como van. Por otra parte, el Secretario General de la ONU declaró que en su más reciente estudio, el IPCC muestra que no hay duda de que se nos acorta el tiempo de manera dramática.

Es extenso el inventario de pruebas que expone éste último. Incendios incontrolados, inesperadas inundaciones, olas de calor, sequías de duración cada vez mayor, pérdida de la biodiversidad, factores a los que se suma un amplio etcétera, cuyo origen es el ser humano, por su manera de relacionarse con la naturaleza. Gutérrez se refirió a este informe como un Código Rojo, subrayando que se trata de un problema que es responsabilidad de todos, lo que supone, entonces, mejorar en gran medida la institucionalidad encargada de la gobernanza mundial e implica, además, la necesidad de que los terrícolas se perciban como integrantes de una misma especie, lo que no parece fácil de lograr si le damos un vistazo a lo que ocurre en este momento

La transición energética

En el marco anterior y en sintonía con los postulados fundamentales del Acuerdo de París suscrito en 2015 y al cual se han adherido más de 180 países, se estimulan las iniciativas que han venido dándose en el marco de la “transición energética”, impulsando la generación de las energías limpias (agua, sol, viento, biomasa), con el propósito de sustituir las energías fósiles (petróleo, carbón, gas), cuyo impacto ambiental es enorme, una estrategia en la que se encuentra alineada la Agencia Internacional de la Energía con su reciente propuesta de no autorizar nuevos proyectos de explotación de yacimientos de petróleo y gas natural, ni tampoco nuevas minas de carbón.

La cuestión no es, entonces, averiguar cuantos barriles guarda la tierra en sus entrañas para seguir alimentando la expansión desmedida del aparato productivo. El tema es, por el contrario, su abundancia con respecto a la capacidad de digerirlo sin comprometer la sobrevivencia humana. Tenía razón, así pues, el Jeque Yamani, quien fue Ministro de Energía de Araba Saudita, cuando hace mucho tiempo sostuvo que “La Edad de Piedra no se acabó por falta de piedras, así como la del petróleo no acabaría por falta de petróleo.”

La transición energética va de la mano con la modificación de las premisas que vertebran el modelo de desarrollo que nos ha traído hasta aquí e igualmente con la necesidad de entender que al PIB hay que ponerlo a dieta, acompañándolo de termómetros que calibren otros aspectos del desarrollo. En el mismo sentido, pero desde una visión un poco más amplia, hay que echar mano de una ciencia interdisciplinaria que contribuya a crear nuevos vínculos entre la vida humana y el medio ambiente, en un contexto globalizado en el que nada nos resulta lejano ni ajeno. Menuda tarea la que nos espera, por eso no extraña que algunos sugieran que lo más conveniente sería colonizar Marte

Venezuela envuelta en una ¿paradoja?

A pesar de que, obviamente, nos incumbe de manera significativa, el cambio climático apenas figura en un rinconcito de la agenta política nacional, copada casi por completo por la crisis que nos rodea, escondida tras los problemas más inmediatos más urgentes, los que circundan la vida cotidiana de la gente de a pie.

Ciertamente Venezuela encara un complicado escenario. El país lleva un largo tiempo jugándose su destino en el petróleo, atento a los vaivenes del mercado, rogándole al cielo que no se hundan los precios. Es ésta, desde luego, una apreciación demasiado general que pasa por alto los no pocos e importantes resultados obtenidos en la diversificación de nuestra estructura económica, aunque no fueran suficientes para sacar al país del rentismo, o sea, su zona de confort

En este momento el país se encuentra ante en un escenario especial, trazado por su condición de productor y exportador de combustibles fósiles. Como sostienen varios especialistas, la cuestión es si el tiempo alcanzará (lo estiman entre 10 y 20 años) para recuperar la industria petrolera – hoy en día muy venida a menos -, antes de que el reloj indique el final uso de combustibles fósiles. Simultáneamente tendrá que surfear durante la transición energética y comenzar a construir una sociedad con un menú más amplio y variado en lo atañe a sus capacidades productivas, todo ello montado sobre en un escenario perfilado por rápidos y profundos cambios tecnológicos.

En fin, hay que aprovechar los recursos petroleros de manera tal que el futuro del país sea posible sin ellos. Parece paradoja, pero no es.

El Nacional, miércoles 24 de agosto de 2021

La pulga salto a Paris

Ignacio Avalos Gutiérrez

Alguna vez escribí que Adán anticipó el fútbol cuando, antes de morder la manzana, la chutó como si fuera un balón, versión ésta que, lo confieso, parece no ser compartida por nadie. En fin, desde su origen, cualquiera que sea, los historiadores señalan que ha evolucionado en sus esquemas institucionales, en sus reglas y su arbitraje, en el nivel de la participación femenina, en las formas de entrenar, en las estrategias de juego, en el tratamiento de las lesiones, en el balón y los zapatos, al igual que en otros muchos aspectos, hasta convertirse hoy en día en el deporte que tiene más practicantes, tanto en el ámbito profesional como en el amateur, e incluso, en el formato de “caimanera” y, así mismo, es el que cuenta con mayor cantidad de seguidores en el mundo.

Por otra parte, además de jugarse en la cancha, el balompié transita en un gran escenario dentro del que nace una amplia gama de negocios, a partir de los derechos de televisión, el márquetin publicitario, la compraventa de jugadores y otros muchos renglones, que generan ingresos cuantiosos, cuya gestión es bastante opaca, por decir lo menos.

La Pulga

Desde los cinco años este zurdito dejo en claro que tenía un futuro brillante. Sin embargo, siendo ya adolescente los médicos le descubrieron un retraso en su evolución ósea, culpa de un déficit hormonal que le impedía crecer. Imposible, entonces, que con el tamañito que le auguraban los médicos, pudiera llegar a actuar como profesional en una cancha. El pibe es bueno, sin duda, opinaban los encargados del fichaje de nuevos futbolistas, pero ¿y si no alcanza los centímetros requeridos, si se nos queda pasmado por debajo del metro y medio? Así las cosas, aprovechando las raíces catalanas de la madre, el padre decidió llevarlo a España y al poco tiempo de arribar, el club Barcelona lo pasó por el control de calidad previsto para quienes aspiran a ser sus integrantes. Carlos Rexach, responsable de la cantera, lo vio jugar media hora, no le hizo falta más tiempo para saber que se encontraba frente a un futbolista nacido de un molde especial, aunque según dice una leyenda, esa misma impresión fue la que tuvo apenas advirtió la manera como bajaba las escaleras del avión que lo trasladó. En fin, los directivos del club sacaron cuentas – el fútbol es un negocio, se ruega no olvidarlo - y decidieron hacer la apuesta rechazada por sus colegas argentinos, encargándose de sufragar el tratamiento médico del muchacho. Después de algunos meses, éste alcanzó a crecer lo suficiente como para ser futbolista, aunque siguiera vestido de Pulga. De allí en adelante la historia revela que firmó muy pronto como profesional y debutó con el equipo, en la primera división española, cuando apenas contaba 17 años. Fue éste el inicio de una carrera extraordinaria, protagonizada por un tal Leonel Messi.

Se dice que es el mejor jugador de la historia, opinión que en verdad no comparto, pues tuve la fortuna de ver, algunos en el estadio y a otros por televisión, a futbolistas como Di Stefano, Pelé, Maradona, Platini, Cruyff, Garrincha y Ronaldinho, quienes percibo unos escalones más arriba. Pero, en fin, las comparaciones son odiosas y con relación a los gustos no hay reglas. Ningún baremo da buena cuenta del momento y las circunstancias que le tocan a cada individuo. La mía es por tanto una apreciación arbitraria que, por cierto, me ha granjeado varias antipatías, incluso con familiares y amigos, feligreses de Messi. Pero lo cierto es, en suma, que estamos ante excepcional jugador, agrandado por la visibilidad que le ha brindado la era digital.

La Camiseta 30

Como consecuencia de la severa crisis económica de su club de siempre, hace unos días, a sus 34 años Messi fue traspasado al Paris Saint Germain, un prestigioso equipo francés que cuenta en su alineación con varios de los mejores jugadores de la actualidad (Neymar, Ramos, Donnarumma, Icardi, Navas, Marquinhos, Di María, Verratti, Mbappé, todos extranjeros, por cierto) y ya figura en las apuestas como candidato a triunfar en los diversos eventos de la temporada que recién se inicia con ciertas limitaciones y algunas novedades, derivadas de la pandemia.

Escogió la camiseta número 30, con la que debutó en el Barcelona y no hay que ser adivino para pronosticar que muy pronto el 30, y no el 10, pasará a ser el reservado al jugador más emblemático de cualquier oncena, de cualquier país, de cualquier nivel, sea amateur o profesional, masculino o femenino.

El cambio, que ha suscitado una gran polémica, sobre todo, aunque no solo, en Europa. El mismo fue posible mediante el pago una cifra astronómica, llena de ceros, y de un sueldo anual que bordea los 40 millones de euros, suma que será ampliamente recompensada con la venta de productos, los patrocinios y la visibilidad internacional que con toda seguridad atraerá esa gigantesca máquina de hacer dinero, en la que se ha transformado la Pulga.

El Dopaje financiero

En cualquiera de sus variantes, el dopaje es un grave problema que envuelve al deporte, principalmente porque lesiona el fair play, que es el principio desde el que vertebra a todas sus disciplinas.

En lo que atañe al fútbol, en el año 2011 la Unión Europea de Futbol Asociado (UEFA), elaboró una ley que se refiere expresamente al fair play financiero. En su contenido se indica que ningún equipo que participe en competencias europeas puede gastar más de lo que ingresa y que su masa salarial no puede superar el 70 % de esos ingresos, puesto que da pie a ventajas que pervierten la competencia. Se trata, así, de evitar casos como el del Chelsea, financiado por el millonario ruso Roman Abramovich, el del Manchester City por un miembro de la realeza de los Emiratos Árabes Unidos, el del AS Mónaco por el magnate Dimitryi Rybolovlev, también ruso, y el del propio PSG, comprado en el año 2011 por el fondo soberano de Catar, a través de su filial Qatar Sports Investment.

El costoso fichaje de Messi fue posible debido a que las autoridades del futbol francés pospusieron hasta el año 2023, la aplicación de las sanciones contempladas en la mencionada Ley, mientras que los dirigentes de la liga española dada la crisis por la que atraviesa, las asumieron, impidiendo que el Barcelona pudiera mantener al argentino en sus filas. En otras palabras, el PSG aprovechó la oportunidad e incurrió en el dopaje financiero, driblando el fair play.

Resetear el futbol

Las dificultades que aquejan al planeta también llegan, por supuesto, a las riberas del futbol junto a los desafíos que se abren en el horizonte. Hay, por tanto, que resetearlo en su concepción como deporte y como espectáculo (de paso, algunas encuestas recogen que el 40% de los jóvenes europeos de 16 a 24 años no tienen interés por el balompié). Y, asociado a lo anterior, examinarlo también desde la perspectiva financiera, pero no al estilo de la Nueva Liga Europea concebida por los dueños de varios de los mejores clubes, conforme a un proyecto desatinado que por fortuna se desmoronó.

En medio de esta crisis civilizatoria, de la que cada vez tenemos más señales, el fútbol también tiene, entonces, la tarea de ver cómo se va arrimando al futuro

El Nacional, miércoles 18 de Agosto de 2021

Los JJOO TOKIO XX (cavilaciones de un deportista de a pie)

Ignacio Avalos Gutiérrez

A todos los atletas que nos representaron en Japón

Los historiadores cuentan que a finales del siglo XIX, en año 1896, bajo la inspiración de un evento realizado muchos años antes de Cristo, se llevaron a cabo en Atenas los primeros Juegos Olímpicos (JJOO) de la época moderna, sobre la base de un formato aún visible en nuestros días, pensado por Pierre Freddy, Barón de Coubertain, quien lo elaboró como una filosofía de la vida, que exalta y combina, las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu, contribuyendo a crear un mundo más pacífico y fraternal.

Dentro de este marco se consagró el principio de la igualdad de condiciones, el “fair play”, como fundamento del conjunto de normas que regulaban la actividad deportiva, que debía ser desarrollada por atletas aficionados (“amateur”) y de la que quedaban excluidas las mujeres. Resumió su idea expresando que “… como en la vida, en el deporte lo importante no es el triunfo sino el combate; lo esencial no es haber vencido, sino haber luchado bien”. También fundó el Comité Olímpico Internacional (COI), cuya estructura y fines son pautados por la Carta Olímpica

Contra, viento, marea y coronavirus

Como se sabe, tocaba hacer los Juegos Olímpicos (JJOO) el año pasado. La pandemia se encontraba, entonces, en su primer año y la decisión fue suspenderlos. Sin embargo, oponiéndose a buena parte de la opinión pública mundial, incluyendo a la mayoría de la población nipona, el COI y el propio gobierno del país anfitrión, cambiaron de idea y acordaron realizarlos este año.

En función de ello trataron de maquillar la preocupación respecto a las secuelas económicas derivadas de una nueva postergación, justificándose en el objetivo de "inspirar a la humanidad, revisitar el valor del olimpismo y reconectar a todo el mundo…”, comprometiéndose así mismo a tomar todas las medidas necesarias frente a la emergencia sanitaria.

Una muestra más, así pues, de que, mientras el coronavirus hace de las suyas y hasta se da el lujo de mutar y presentarse con distintos disfraces (el de Delta es el último), los humanos preferimos mirar hacia otro lado, igual que con el cambio climático

La trampa como presunción

En fin, más de un siglo después de Atenas el evento aterriza en Tokio, reiterándose como un fenómeno social universal, epicentro de un rentable espectáculo armado en torno a negocios que van dejando huella por todos lados y dando pie a contradicciones respecto al evangelio que se predica en la ya citada Carta Olímpica.

Así, el cuerpo sano es sustituido por el cuerpo rendidor, las naciones reclaman para sí la victoria de sus atletas (véase la importancia política que se le otorgó a la lucha por las medallas de oro entre Estados Unidos y China), el amateurismo desapareció y, por mencionar un aspecto más, el dopaje se vuelve una sospecha generalizada.

Aunque con diferencias que dependen de cada disciplina, el dopaje rompe claramente la igualdad en la competencia entre los atletas, El reciente caso de Rusia permite mostrar una buena parte de su complejidad. Dicho país no está oficialmente presente en Japón, aunque algunos atletas participan a título individual amparados por la bandera del Comité Olímpico Ruso. Su equipo nacional fue vetado, dado que, entre 2011 y 2014, se dopó sistemáticamente a centenares de deportistas, sin que, por cierto, los alegatos de Putin hayan conseguido mostrar que su gobierno no tenia la mano metida en el asunto. Evidentemente, no es la única nación que lo ha hecho (los casos abundan) y no es para nada raro que algunos países ( y atletas a título individual, desde luego) lo estén haciendo.

Para evitar las irregularidades la Asociación Mundial Antidopaje (AMA) ha tomado diversas medidas, pero las mismas parecieran insuficientes, al punto de que las estimaciones asoman que entre el 10% y el 40% de los atletas de Tokio podrían haber transgredido las normas. Cierto que la organización se encarga del control, pero la mayor parte del trabajo corre a cargo de las autoridades nacionales.

Más aún, según se registra en un informe, el hecho de que los países y las compañías financien el deporte de alto nivel e igualmente a la propia AMA, arroja justificadas dudas sobre los juicios de esta última.

El problema se encuentra muy lejos de haber sido resuelto. No sólo por la creciente sofisticación en los tipos de dopaje, sino porque además no hay posiciones tajantes al respecto. En este sentido, en medio de grandes controversias diversos especialistas han desarrollado la idea de un nuevo concepto de fair play que “… tenga como pilar no la pureza del cuerpo, sino la igualdad en las condiciones en que se compite”.

Atletas transgéneros

Como ya mencioné, en el inicio del deporte moderno las mujeres quedaron por fuera. Sin embargo, la situación ha cambiado al punto de que hoy en día son millones las que participan en todo el mundo y en todas las disciplinas, estimándose que en Tokio su asistencia es semejante a la de los hombres. Pero en lo que respecta a su visibilidad y a su reconocimiento, todavía deben enfrentar los restos de un cierto machismo que pareciera negarse a morir, esgrimiendo razones cada vez menos razonables.

Pero desde el año 2004 el tema del género ha subido a la palestra de otra forma. Si entrar ni, mucho menos, en la consideración de los varios aspectos que lo arropan, apenas diré que en el escenario deportivo la cuestión se ha complejizado en alto grado. Aludo en particular a la actuación de atletas transgénero (se calcula en varias decenas su presencia en los actuales juegos) y particularmente los que implican una transformación de hombres a mujeres que intervienen, por tanto, en las competencias femeninas.

Encima de los dilemas éticos, filosóficos, jurídicos, científicos y hasta religiosos que han surgido en varios países, a propósito de algunas iniciativas legales tomadas por los gobiernos con respecto el tema del género cabe señalar que también tales dilemas tocan, a su manera al deporte, sobre todo en lo que concierne al “fair play”. En efecto, de acuerdo con lo que se argumenta, las mujeres transexuales poseen una ventaja, distinta según disciplinas, al generar una nueva configuración biológica, más fuerte y vigorosa.

Con respecto a lo anterior, el COI y la AMB se rigen bajo dos normas básicas a fin de establecer el género de un deportista: la identificación sexual - a partir de la manera como se define la propia persona - y el examen de los niveles de testosterona de su organismo, e incluso de la realización de un estudio cromosómico que, de acuerdo con la opinión de ciertos investigadores, es más confiable. No obstante, las decisiones que se han tomado, la polémica continúa, y no se ve un despeje a corto plazo.

¿Se resignifica el deporte?

En lo escrito anteriormente se deja ver el desconcierto, así como las disyuntivas que encaran hoy en día los seres humanos ante una sociedad en la que el marco de lo posible se ha abierto a tal extremo, que la comprensión de las transformaciones que ya están ocurriendo, así como las que se avecinan en lapsos relativamente cortos, evidencian con nitidez que, «la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría», según la alerta que dio Isaac Asimov.

No son pocos los que proponen la necesidad de redefinir el deporte en virtud de los cambios sociales radicales, en gran medida tejidos desde el desarrollo de tecnologías “disruptivas” (ingeniería genética, robótica, neurociencia, big data, nanotecnologías). Cambios que obviamente impactan, ya lo están haciendo, al deporte, influyendo en la definición los criterios de acceso de los atletas que compiten, en el desempeño de los mismos, en las diciplinas que se practican, en los instrumentos y dispositivos que se usan, así como como en el formato que tendrá como espectáculo, insinuado a partir de estos JJOO virtuales y de lo que se avizora en las enormes dimensiones que han cobrado los E-sports.

Continúan, pues, varias preguntas abiertas y las posibles respuestas apuntan en direcciones divergentes. La tarea pendiente no es menor. Además de todo lo mencionado habría que mirar al deporte ubicado en lo que, en medio de grandes divergencias, emerge como la posibilidad de una sociedad trans humana (harina de otro costal que tal vez trate en una próxima oportunidad).

Las medallas como espejismo

Referirse a nuestros deportistas es el epílogo imprescindible de estas líneas referidas a los JJOO de Tokio.

Desde las alturas del oficialismo se festejaron las medallas obtenidas por el equipo venezolano, al igual que la excelente actuación de otros atletas. Lo conseguido en Japón se presume como un éxito de la política deportiva gubernamental, repitiendo el discurso de “la Generación de Oro”, la Venezuela Potencia y otras exageraciones por el estilo, parte integrante del habitual paquete retórico. Lamentablemente, y según cualquiera pudo haberlo adivinado sin ser Pávlov, esas declaraciones fueron respondidas de manera inmediata y automática por algunos opositores, descalificando e irrespetando a aquellos deportistas que estimaban como simpatizantes del chavismo.

El mero sentido común indica que la crisis que atosiga al país también llega a orillas del deporte. Como muy bien lo diagnóstico recientemente el entrenador Jesús Elorza, estamos hablando de una situación marcada por canchas insuficientes y deterioradas, programas operativos sin recursos, violación de la autonomía de las federaciones, suspensión de los juegos deportivos nacionales, déficit de entrenadores, falta de roce internacional, abandono de los Centros de Preparación de Alto Rendimiento, progresiva reducción de los programas de Asistencia Social Integral al Atleta, desatino en la planificación y en la elaboración de programas, todo como parte un precario entorno, evidente incluso en años en los en que se dispuso de buenos presupuestos.

Es, en suma, la fotografía de un proceso de deterioro que obviamente se ha manifestado en los resultados obtenidos en los campeonatos internacionales y no hablemos de la pregonada masificación de la actividad deportiva, cuyos bajos niveles actuales implican la violación del derecho al deporte de los venezolanos, establecido en la Constitución.

A Japón viajaron 43 atletas (entre ellos, el boxeador Eldric Sella Rodríguez, primer latinoamericano en el equipo de refugiados), en contraste con los 108 atletas que estuvieron en las Olimpiadas Pekín 2008. Llegaron en virtud de ciertos apoyos provenientes de diversos lados, pero en general cada uno se las arregló como pudo. Lo logrado por estos jóvenes no es, por tanto, el resultado debido a la política gubernamental, sino más bien todo lo contrario.

Son las suyas, victorias logradas a pulso, con el viento soplándoles en la cara. De allí pues mi admiración y cariño hacia todos ellos Y de allí, también, mi pesar al ver que su desempeño es, apenas, la representación engañosa de las circunstancias por donde se desenvuelve el deporte nacional.

El Nacional, miércoles 10 de agosto de 2021

Enanitos verdes en el planeta rojo

Ignacio Avalos Gutiérrez

En estos tiempos de encierro, me dio por revisar, no sé muy bien por qué, algunos textos de ciencia ficción, género por el que, si bien no siento afición, me genera mucho interés, no sé si me explico, pero trataré de hacerlo en el transcurso de las siguientes líneas.

De paso, dejé para la semana que viene mi comentario sobre el Proyecto de Ley de Universidades, que reposa en la Asamblea Nacional y que, salvo transformaciones de fondo, bastante improbables, por cierto, lo considero una grave equivocación, cuyas consecuencias vamos a lamentar los venezolanos, en particular los más jóvenes

Una travesura infantil

En un escrito publicado en El Nacional hace alrededor de quince años, refería que cuando éramos niños, mis hermanos, sobre todo Alfonso y Francisco, se daban a la tarea de mandar al cielo globos de manufactura doméstica. Eran, según recuerdo, bolsas de papel blanco, de casi dos metros de altura, que ascendían gracias al aire caliente generado por una estopa encendida, mojada con alcohol. La sencilla plataforma de lanzamiento era un viejo banquito que a duras penas guardaba el equilibrio, ubicada en la parte de atrás de la casa. En las vacaciones, durante varias noches seguidas ellos y algunos amigos, veían embelesados como cada globo subía lentamente, convertido en una luz que conforme se alejaba, se iba haciendo roja, hasta desvanecerse en la nada.

Pero, lo mejor era lo que sucedía en los días siguientes. Poco apoco se iban enterando de que algunos vecinos contaban haber visto un platillo volador, otros daban fe de la invasión de un OVNI comandado por marcianos y así como éstas, escuchaban otras historias protagonizadas por extraterrestres. Recuerdo que más de una vez algunos periódicos hablaron de sus globos reseñando el susto que causaban en alguna gente, llegando en cierta ocasión, a señalar el hallazgo de “materiales extraños”, que habían sido remitidos al IVIC para su correspondiente análisis, al paso que se recomendaba calma y serenidad ante esos misteriosos objetos nocturnos. Sobra señalar que mientras esto ocurría, mis hermanos disfrutaban su pequeña dosis de gloria.

Enterado de los comentarios que corrían, un profesor universitario que vivía cerca de nosotros los calificaba como una solemne pendejada. El miedo es pura ignorancia y Marte no era, según él, sino un planeta desolado que el cine y la literatura habían poblado de hombrecitos pequeños, de color verde y ojos saltones, provistos, además, de un par de antenitas empotradas en su cabeza deformada, pasajeros frecuentes de naves que viajaban hacia acá con la mala intención de invadirnos. Confieso que durante un buen tiempo me quedé con esa idea, pues parecía tener rango de sentido común.

Multimillonarios al espacio

Desde hace un buen rato, Marte está dejando de ser una fantasía. Así, el año pasado, en el marco de la denominada desde hace seis décadas, la “carrera por la conquista del espacio” Estados Unidos, China y, por primera vez, Emiratos Árabes Unidos (país dueño, por cierto, de varios de los mejores equipos de fútbol del mundo), enviaron tres naves a Marte. Con sus lógicas variantes tales iniciativas tenían el propósito de realizar estudios sobre el suelo marciano, la estructura geológica, el medio ambiente, la atmósfera y el agua, así como recolectar y almacenar rocas y polvos, además de, por supuesto, investigar acerca de las manifestaciones de vida al mencionado planeta

El asunto parece ir tan en serio que algunos especialistas sostienen la necesidad de revisar la legislación internacional correspondiente. Aluden a vacíos respecto a temas como la propiedad de los terrenos, la explotación de los recursos, la participación del sector privado, la basura espacial e igualmente acerca de quién debe fijar las reglas correspondientes. Lo que pareciera estar en juego es si prevalece el principio de que todo se hace “en interés de la humanidad y para la paz”, conforme lo establece el denominado Tratado del Espacio, suscrito en 1967

Por otro lado, hay quienes creen que la llegada del hombre al planeta rojo, incluyendo la creación de una colonia de humanos, si bien no se encuentra a la vuelta de la esquina, tampoco es tan lejana. Al menos es lo que empiezan a demostrar, apostando grandes sumas de dinero, el fundador de SpaceX, Elon Musk y el de Virgin Galactic, Richard Branson, quien hace apenas una semana realizó exitosamente un viaje al espacio, suerte de antesala de su programa de turismo cósmico, en el que también anda Jeff Bezos, otro multimillonario, fundador de Blue Origin y quien además afirma que los terrícolas pueden convertirse en una “especie multiplanetaria”. Así las cosas, ahora la conquista del espacio no sólo implica una disputa geopolítica, sino que también una lucha por la búsqueda de nuevos mercados.

¿Huir a Marte?

Ray Bradbury, considerado como uno de los mejores autores dentro de la literatura de ciencia ficción, describió en su libro Crónicas Marcianas (1950), las razones que llevaba, a los habitantes de la tierra a querer ir a Marte.

Allí relata que “... todas las gentes con sentido común querían irse de la Tierra. Antes que pasaran dos años iba a estallar una gran guerra atómica, y él no quería estar en la Tierra en ese entonces. Él y otros miles como él, todos los que tuvieran un poco de sentido común, se irían a Marte. Ya lo iban a ver. Escaparían de las guerras, la censura, el estatismo, el servicio militar, el control gubernamental de esto o aquello, del arte y de la ciencia. ¡Que se quedaran otros! Les ofrecía la mano derecha, el corazón, la cabeza, por la oportunidad de ir a Marte. ¿Qué había que hacer, qué había que firmar, a quién había que conocer para embarcar en un cohete?”

A partir del planteamiento anterior y dentro de una lógica similar a la de Bradbury, aunque con sus particularidades, distintos autores registraron en películas y libros que la llegada a otros planetas, su conquista y su colonización, terminaba reemplazando la organización y cultura de los lugares ocupados, replicando las causas por las que decidieron jugarse su suerte en otro sitio del espacio y poniendo de manifiesto que tal proeza tecnológica no incluía el cuido de sus implicaciones filosóficas y éticas.

Regresando a nuestro actualidad terrenal, sobran los estudios que de una u otra forma, diagnostican las amenazas que se ciernen sobre la humanidad, bien sea a través del cambio climático (respecto al cual los recientes pronunciamientos de la Agencia Internacional de Energía son terminantes), la guerra biológica, las armas nucleares, el crecimiento demográfico, factores todos que dejan la mesa servida la mesa para el debate sobre la posibilidad de mudarse a Marte, convertido, como leí en algún lado, en una suerte de “copia de seguridad” para los terrícolas.

¿Ficción o profecía?

Jeremy Rifkin, a quien he citado en muchas ocasiones, ha llegado a afirmar que somos una “especie en extinción”. La huida a otro lugar del espacio se nos asoma desde la ciencia ficción como solución a nuestra crisis civilizatoria, soslayando la necesidad y la posibilidad de transformar la esencia de los esquemas que han modelado la organización y los propósitos de la vida humana durante las últimas décadas.

Uno se pregunta, entonces si la ciencia ficción es más bien un pronóstico y si la realidad termina calcando la fantasía. De paso, cuál será ahora la respuesta del profesor que, cuando yo era niño, dijo lo que dijo sobre los enanitos verdes.

El Nacional, miércoles 21 de julio de 2021

Una gotita de amor para la escuela

Ignacio Avalos Gutiérrez

Hay asuntos que no debemos dejar bajo la mesa. Hay que ponerlos encima, reiterarlos hasta el fastidio y no dejar que se escondan tras la epopeya oficial, particularmente desbordada en estos días de celebraciones patrias, a través de la que se nos quiere emperifollar el entorno dentro del que transcurre la vida venezolana, anunciando, por ejemplo, una nueva política financiera y anti inflacionaria que se limita a quitarle varios ceros al bolívar o una transformación a fondo del sistema judicial, después convertir al Estado de Derecho en casi una ficción.

Una gotita de amor

Como lo resaltan dos artículos recientes, uno de Pablo Liendo y otro de Vladimiro Mujica, la desnutrición en el desarrollo del niño, desde que es concebido hasta que cumple tres años de edad, ponen en grave riesgo su salud, ocasionando, sobre todo, profundas e irreversibles consecuencias en su cerebro.

En este sentido, algunos estudios que consulté reportan que alrededor del 40 por ciento de nuestros niños entre 0 y 2 años, se encuentran desnutridos y que poco más del 70 por ciento de los menores de 5 años se consideran muy mal alimentados. Estamos hablando, así pues, de una gran cantidad de venezolanos que inician su vida con limitaciones que difícilmente podrán superar y que estarán pagando a lo largo de los años una factura que les dejó la sociedad, sin saber si alguna vez tendrán la oportunidad de cancelar.

Por otro lado, algunas investigaciones revelan que, encima de la insuficiencia alimentaria las condiciones dentro de las que se desenvuelve la educación venezolana, tanto en lo que respecta a la primaria como al bachillerato, son deplorables: niveles bajos en la asistencia de alumnos, notable déficit de maestros, programas inadecuados y paremos de contar. Se trata de factores que vienen de atrás, - lógicamente agravados con la pandemia -, cuyas secuelas no son difíciles de imaginar, sobre todo en los sectores más vulnerables de la población, acentuando notoriamente la desigualdad social.

En este contexto, y sin que tengamos muy clara la situación del país en cuanto al coronavirus (estamos desinformados por tanta información, no sólo en Venezuela, desde luego), el gobierno ha asomado la oportunidad de un cercano regreso a las clases presenciales y ha tomado la decisión de relanzar el programa Una Gotita de Amor para mi Escuela, a fin de mejorar, a través de voluntarios, las instalaciones de primaria y secundaria, como si ese fuera el problema central de nuestro sistema educativo y no existieran los que resumidamente cité en el párrafo anterior, conjuntamente con los que añadiré haré al final del artículo

Incendio en la UCV

En medio del propósito que persiguen estas líneas, resulta imposible no hacer referencia al incendio que hace pocos días se generó en la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, parte de un rosario largo de actos violentos contra varias universidades autónomas, sin que hasta ahora se sepa, ni en este reciente episodio, ni en los demás, por qué ocurrieron y quienes son responsables. Estos hechos representan un ingrediente adicional en la configuración de un contexto caracterizado por presupuestos a niveles casi risibles, la migración de profesores e investigadores, la disminución del número de alumnos, los sueldos miserables del personal docente y administrativo, etcétera. No debe extrañar, entonces, que ahora sean instituciones que funcionan apenas a media máquina.

Mientras tanto, el gobierno busca conformar un sistema universitario paralelo, cimentado en una ideología que resulta cada vez más enredada y en el hasta ahora casi indescifrable objetivo de “contribuir al desarrollo nacional”.

Por si lo anterior no fuera bastante, se encuentra circulando un proyecto que plantea un modelo de contratación colectiva para las universidades autónomas que, entre otros aspectos, implica que 7 de cada 10 profesores e investigadores serán seleccionados por un sindicato afín al oficialismo, cobrando cuerpo lo que vendría a ser una suerte de “gestión socialista universitaria”.

Callejón sin salida

Es ya casi un lugar común indicar que la crisis política es la que ha parido las dificultades que sufre el país en todos sus espacios y, si bien es cierto que su resolución empieza a despejar el horizonte a fin de que las distintas crisis se vayan solventando, cada una a su modo, cada una a su ritmo. no es pesimista quien alerte que la tarea se llevara su tiempo, que no es cosa sencilla en ninguno de los espacio.

En el diagnóstico de la situación nacional, suele ponerse la lupa en la recuperación económica, lo que por supuesto resulta fundamental. Pero creo que en el análisis se miran desde más lejos las dificultades existentes en otros terrenos, por ejemplo, el de la educación, tema que resulta clave en este mundo en el que todo pareciera redibujarse. Un mundo marcado por la complejidad, la incertidumbre y la velocidad, nacidas de infinidad de interacciones y relaciones causales, que repercuten en nuestra forma de interpretar la realidad, en la base de los sistemas productivos, en la estructura política enmarcada dentro de la globalización y la interconexión, además, obviamente, de tener efecto en el esqueleto organizativo de las sociedades. Un mundo que llama a la unidad del conocimiento humano, la formación interdisciplinar y las sinergias necesarias entre ciencia, tecnología y ciencias sociales y humanas. Un mundo que, conforme a quienes se han ocupado de examinarlo, ya deja ver un punto de ruptura, esto es, el inicio de un nuevo período de la historia que envuelve la resignificación del ser humano, tema que ya es parte relevante del debate intelectual contemporáneo. Un mundo, en síntesis, que va dejando huella a partir de cambios profundos y acelerados que, como señalaría el poeta Mario Benedetti, nos modifican las preguntas, cuando creíamos saber todas las respuestas.

Pareciera evidente, entonces, la necesidad de pensar una transformación radical de nuestro sistema educativo en todos sus niveles, dotándolo de nuevos propósitos, de nuevos esquemas institucionales y de nuevos mecanismos de funcionamiento. Como pareciera obvio, también, anotar que en dicha transformación se juega el porvenir de muchos venezolanos, hoy en día niños y jóvenes, cuya vida actual pudiera ser la metáfora de un callejón sin salida. En suma, luce absolutamente claro que medidas rimbombantes como el Programa de una Gotita de Amor para la Escuela, no le hacen mella a una realidad tan desfavorable, cuya complejidad va más allá de la remodelación de las edificaciones y remiten, subrayo, a la formulación de políticas públicas sustancialmente diferentes a las vigentes, concebidas en función de despejar el futuro de las nuevas generaciones de nuestro país.

El Nacional, miércoles 6 de julio de 2021

El día del padre, (o sea de mi papá)

Ignacio Avalos Gutiérrez

Para este artículo hubiera querido escribir acerca de la épica que ha tejido el discurso gubernamental sobre el Bicentenario de la Batalla de Carabobo, reinventando nuestro pasado y buscando maquillar (literalmente) los graves y diversos problemas que afectan hoy en día la vida de los venezolanos. Cierto, la manipulación del lenguaje es una característica de nuestra época, pero el fenómeno no es nuevo, prueba de lo cual es que Stalin sostenía que “El arma esencial para el control político será el diccionario”. Como queda recogido en varios estudios, nos encontramos ante una “subversión de la lengua”, con un componente emotivo de enorme relevancia, al extremo de que se menciona la “sentimentalización de la política”, aludiendo a las posibilidades de manipular actitudes y formas de pensar, potenciadas al máximo por el tsunami digital.

Me acerque, así mismo, a la idea de colocar la linterna sobre las dos nuevas leyes anunciadas, la de Universidades y la de Ciencia y Tecnología, ambas muy importantes y que debieran ser ampliamente discutidas buscando que entonen con las transformaciones tecnocientíficas que modelan esta época, lo que, tras un vistazo a sus contenidos, luce que no es el objetivo. Y del mismo modo se me ocurrió llamar la atención sobre la propuesta de Nicolás Maduro, orientada a llevar a cabo una “revolución que estremezca todo el sistema de justicia del país”, para lo que constituyó una comisión especial, encargada de renovar sus estructuras a fin de que “nuestro pueblo más necesitado pueda tener acceso a una justicia rápida, oportuna y justa”, un proyecto que no deja de ser insólito en un gobierno que ha averiado todos mecanismos institucionales previstos para garantizar la convivencia social.

También me paseé por la opción de encarar la pandemia, cuyo origen casi se ha vuelto un acertijo de acuerdo al Director de la OMS, quien, luego de año y medio, afirma que “… todas las hipótesis están sobre la mesa y merecen más estudios en profundidad”, apuntando que “las respuestas tardarán en llegar”. Por otro lado, Joe Biden ha ordenado a los servicios de inteligencia que, en un plazo de tres meses, obtengan la información necesaria a fin de sacar una "conclusión definitiva". En esta misma línea incluso imaginé elaborar un escrito a partir del interrogatorio ficticio a un murciélago que me revelara, si detrás de la pandemia hay una conspiración de Bill Gates para favorecer a las empresas farmacéuticas, si la misma se traduce en un alerta que nos manda la naturaleza cada vez más estropeada, si es la muestra de la osadía de un virus que escapó de un laboratorio o si la clave del enigma se ubica, más bien, en las disputas geopolíticas que dibujan hoy en día al planeta.

En suma, hubiera querido abordar, no tan de pasada, algunos de los temas mencionados. Sin embargo, aunque de manera tardía, preferí recordar -vainas de uno, querido lector- el día del padre (o sea el día de mi papá), celebrado el domingo pasado.

A estas alturas de mi historia, luego de haber caminado unos cuantos kilómetros, me acuerdo constantemente de él. Lo imagino, junto a mi mamá, pastoreando a sus seis hijos, enseñándoles a ser dueños de su horizonte, a escoger cada cual su ruta, ninguna similar a la de los otros, pero todas con el sello de sus progenitores.

Sin querer queriendo, él ha marcado el paso a lo largo de mi existencia, indicando cómo debía pararme en la cancha de la vida y, si bien me dio unas pocas recetas básicas, nunca me indicó la posición que debía jugar ni la forma de hacerlo, fue un asunto que dejo en mis manos.

Murió hace un rato largo, cuando apenas contaba con ochenta años, justito antes de que la edad se le viniera encima, según dice una vieja canción. Me enseñó a andar sin él, pero con él, no sé si me explico. Me sembró la convicción de que a pesar de lo alto que nos ponen el listón, hay que brincar con la intención de ser felices, de acuerdo al consejo dado por Joan Manuel Serrat, a quien mi papá nunca oyó, pero no abrigo ninguna duda de que es lo que, junto a mi mamá, siempre le quiso transmitir a sus hijos.

El Nacional, viernes 25 de junio de 2021

La globalización le está quedando grande a los terrícolas

Ignacio Avalos Gutiérrez

Es un fenómeno social que perfila al planeta entero. Visto junto al que emergió a principios del siglo XX, catalogado en la historia como su versión “moderna”, el deporte actual ha cambiado sensiblemente en su concepción, armazón institucional y esquemas de funcionamiento. Se ha convertido en un especáculo universal, la escenificación de la épica al alcance de todos, como podría haber dicho el escritor Javier Marías, dejando su huella por todos lados - en la economía, la cultura, la educación, la política…-, a la par que ha ido destapando la fragilidad de los terrícolas ante las nuevas preguntas que emanan de los procesos de globalización en todos los escenarios de su vida, incluido éste, el del deporte, por supuesto.

Bolsonaro apuesta al Circo (aunque no haya Pan)

La Copa América es el evento de mayor importancia en el balompié en nuestro continente. De acuerdo a la Confederación Suramericana de Fútbol (CONMEBOL) debía celebrarse en Colombia y Argentina. Hace pocos días, ambos países renunciaron a ser anfitriones, el primero debido a los episodios de violencia que lo afectan y el segundo por las restricciones impuestas por la pandemia. De paso cabe señalar que por iniciativa propia, el gobierno de Nicolás Maduro asomó como opción a Venezuela mediante carta dirigida a la CONMEBOL, explicando que se “cuentan con excelentes instalaciones deportivas y hoteleras, así como acceso aéreo”, pero sin que se sepa, de paso, cuál fue la respuesta.

Lo cierto es que los dirigentes del fútbol resolvieron llevar a cabo la competencia en Brasil y contaron con la aceptación instantánea del Presidente Jair Bolsonaro, decisión harto controvertida, debido a las dificultades por las que atraviesa el país, descontrolado a causa de la Covid-19 y sumergido en una situación política y social de proporciones mayúsculas, que, por mencionar apenas un dato, ha colocado al 60% de su población, esto es, alrededor de 125 millones de personas, en condiciones de inseguridad alimentaria.

Las protestas ante la posición de Bolsonaro, han sido numerosas y diversas. La Sociedad Brasileña de Infectología, advirtió que es “absurda e irresponsable, sobre todo ante la inminencia de una tercera ola de contagios producidos por las nuevas y más peligrosas variantes de cepas, como la indiana y la amazónica”. Por otra parte, ciertos gobernadores se han negado a que sus Estados sirvan para albergar los juegos, mientras que otros pondrían como condición que los partidos ocurrieran frente a las tribunas vacías. El mundo político también ha rechazado esta decisión del mandatario brasileño, a la que considera un remedo del Pan y Circo de los romanos, (pero sin Pan).

Asimismo, se han presentado quejas entre los propios jugadores del equipo brasileño, así como de otras selecciones y hasta se ha removido de su cargo al Presidente de la Confederación Brasileña de Futbol, adversario político de Bolsonaro. Y por si no bastara lo anterior, es posible que el evento sea impedido por el Supremo Tribunal Federal, a partir de recursos legales, planteados por políticos y epidemiólogos.

En este contexto, y considerando que la inauguración está prevista para el próximo domingo, la celebración de la Copa América entra en la cancha de los acertijos. Aunque lo más probable es que los intereses económicos y políticos se salgan con la suya.

En Japón también se cuecen habas.

A semejanza con lo indicado respecto al futbol, para dentro de algunas semanas está planteada la inauguración de los Juegos Olímpicos en Tokyio. No obstante la pandemia, el vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI) aseguró que “… se inaugurarán el 23 de julio, con o sin estado de emergencia”. Sin decirlo nos dice que hay miles de millones de dólares en juego y ni el COI ni el gobierno japonés, quieren salir con los trastos en la cabeza, financieramente hablando. En efecto, los que meten uña en las cuestiones económicas calculan que el COI podría perder cerca de 4.000 millones de dólares si no se efectuaran los juegos. Desde la perspectiva japonesa se habla de una cuantiosa inversión que ronda los15.000 millones dólares.

Unos 15.000 deportistas olímpicos y paralímpicos viajarán a Tokio y permanecerán allí durante dos semanas. A ellos se añaden jueces, periodistas, cuerpos técnicos, en fin, hasta llegar a una cifra de 100.000 personas, provenientes de todas partes. Sin embargo, se prohibió la llegada de aficionados del extranjero y no se ha decidido si se permitirán la presencia de fanáticos locales en los escenarios correspondientes a las diferentes disciplinas deportivas.

Habrá que ver como se calibran los informes de varios organismos médicos solicitando la suspensión del evento olímpico, alertando que puede influir en el agravamiento de la pandemia. De nuevo estamos ante un acertijo, pero igual que en el caso de la Copa América, las apuestas favorecen la opción de que se lleven a cabo las olimpíadas.

La globalización se nos va de las manos

Se ha repetido hasta la saciedad que la actual es una época muy compleja, grabada por profundas crisis que, encima, se entreveran a lo largo y ancho del planeta. La pandemia ha confirmado que carecemos de los instrumentos adecuados para manejar la globalización, según queda a la vista en las limitaciones que se observan en el desempeño de instituciones tales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Y, asimismo y de manera relevante, en la poca capacidad y disponibilidad de parte de los países, para cooperar unos con otros al momento de encarar dificultades comunes. Así las cosas, son muchos los problemas compartidos (cambio climático, migraciones, desigualdad …..) que son considerados primordialmente través del lente nacionalista.

La Casa Común

De la pandemia, o salimos todos o no sale nadie. Nos concierne como especie. La solidaridad no es una opción, sino una obligación. El Coronavirus evidenció limitaciones y defectos del modelo de desarrollo que marca la ruta del mundo. Le dio rostro de crisis civilizatoria. Hay que apuntar hacia una nueva normalidad.

A lo largo de líneas semejantes a éstas, se orientaba el sermón que nos dábamos, los terrícolas, en los primeros meses de esta pandemia, que ya nos luce una eternidad. Ahora lo repetimos menos, si acaso como retórica, como si ya no tuviese pertinencia. El coronavirus y sus secuelas no han sido argumentos de peso para postergar los eventos deportivos que he mencionado. Es apenas una prueba de que no terminamos de entender y aceptar que habitamos una “Casa Común.

¡Que vaina con los terrícolas!

El Nacional, jueves 10 de junio de 2021

El futbol fue a elecciones (¿y entonces?)

Ignacio Avalos Gutiérrez

En lo que comenzó siendo una investigación del FBI, sobre la evasión de impuestos y el blanqueo de dinero, termino revelando una gran corrupción ligada al futbol a propósito de asuntos tales como elecciones manoseadas y tramposas, sobornos en la designación de la distintas sedes para eventos internacionales ( no sólo las copas mundiales), manejos turbios en la firma de patrocinios con grandes corporaciones, sospechas en la contratación de los derechos comerciales para la televisión y paremos de contar. Se destapó, pues, el escándalo en torno a la poderosa FIFA, suerte de Vaticano del balompié mundial, llevándose por delante a sus directivos y generando graves secuelas en las federaciones de varios países, entre ellos Venezuela, en donde fue acusado y destituido Rafael Esquivel, quien fungía como máxima autoridad del futbol nacional desde hacía catorce años, signados por la arbitrariedad y no pocos desaciertos.

Corría el año 2015 y aprovechando el sismo que ocasionaron las pesquisas del FBI, Nicolás Maduro, ya en Miraflores, habló de la necesidad de “refundar” a la Federación Venezolana de Futbol (FVF), lo que por supuesto no ocurrió. Al contrario, el organismo pasó a ser presidido por Laureano González, la mano no derecha de Esquivel, hasta que renunció por motivos de salud en 2020, luego de cuatro años de mandato. Asumió el cargo, entonces, Jesús Bernardelli, directivo de la institución, quien al poco tiempo fue destituido tras algunas acusaciones por malversación de fondos.

La misma película

Llegamos así a unas elecciones para nombrar la directiva de la FVF, efectuadas a finales de la semana pasada, bajo la observación de una Comisión Reguladora escogida por la FIFA, e incomprensiblemente puesta bajo la coordinación del mencionado Laureano González. Algunos grupos, entre los que cabe mencionar a la organización Venezuela Vinotinto, han señalado que el proceso estuvo marcado por diversas irregularidades (alteración del padrón electoral, presiones, violación del secreto al voto, en fin), que no pudieron ser ventiladas ante los organismos competentes, dejando como saldo un evento dudoso en cuanto a su transparencia y legitimidad, repitiendo de este modo la historia de procesos anteriores. Por otro lado, no hay que ser demasiado suspicaz para presumir la intervención del gobierno, según lo indica, por ejemplo, el nombramiento como Vice Presidente de la FVF de Pedro Infante, ex Ministro y actualmente diputado del PSUV.

En suma, funciono el esquema electoral, que durante tres décadas dejó margen a muy pocas alteraciones en el alto gobierno del futbol nacional, el que apenas aparentaba guardar, por si acaso, ciertos gestos propios del “fair play” en cualquier tipo de comicios.

Triunfó, así pues, el continuismo. Varios de los integrantes de la nueva directiva cuentan con el respaldo de varios de quienes han conducido a nuestro balompié, durante lo que parece casi una eternidad. Lamentablemente, la FVF se seguirá pareciendo a la FVF de los últimos tiempos. El establishment del fútbol aún puede dormir tranquilo. Domina el escenario.

Imposible no mencionar, aunque sólo sea de paso, que lo ocurrido en el fútbol revela una fragilidad institucional que no es ajena a ningún espacio de la vida venezolana. Es fiel testimonio de su déficit de democracia.

Cambio generacional

Es urgente la necesidad remover los viejos cimientos del balompié criollo, una tarea pendiente desde hace rato, que toca todos sus espacios (fútbol profesional, fútbol femenino, fútbol sala, fútbol playa y fútbol menor), cada cual a su manera y en su grado, y refiere, desde luego, a la exigencia de cambios en su armadura institucional.

La nueva dirigencia de la FVF ha hecho suya la bandera la bandera de la transformación. Yo quisiera creer, entonces, que me equivoque en mis negativas apreciaciones derivadas de la manera como fueron designadas las nuevas autoridades, encabezadas por Jorge Giménez, el nuevo Presidente de la FVF, el más joven (33 años) en ocupar ese cargo a lo largo de la historia de la organización. “Hoy se concretó un cambio bastante importante. Un cambio generacional en el fútbol. Hoy nos toca a nosotros tener la responsabilidad de estar al frente de esta federación y de ser las personas que vamos a dirigir el fútbol por los próximos cuatro años”, expresó en sus primeras declaraciones.

Los signos de interrogación colocados en el título de este artículo asoman el beneficio de la duda, cobijan cierta esperanza. Equivalen a apostar a que la administración de Jorge Jiménez le de otra cara a nuestro futbol, abriéndole cauce a nuevas ideas, oyendo opiniones más allá de su entorno, rindiendo cuentas y asumiendo que la permanencia eterna en los cargos es una pésima costumbre.

Vislumbrar este horizonte es, en mi caso, ejercer el derecho constitucional al optimismo. Es creer que tal vez Jiménez resulte una sorpresa agradable para nuestro maltratado balompié. Ojalá sepa pararse en la cancha.

En fin, amanecerá y veremos, como dicen.

El Nacional, miércoles 1 de junio de 2021

Universidades (“a ver qué pasa”)

Ignacio Avalos Gutiérrez

En la jornada de trabajo dedicada al Sistema Nacional de Ingreso Universitario “Bicentenario 2021″, en medio de su habitual desmesura épica Nicolás Maduro hizo un llamado, “ …al movimiento estudiantil revolucionario para consolidar la orientación de las nuevas carreras y el nuevo contenido de la educación universitaria, conectadas con el desarrollo venezolano y mundial …”, e hizo énfasis en que “…hay que ponerse en la vanguardia del mundo en educación universitaria”, esto último expresado sin siquiera parpadear. De paso, a propósito de las denominadas nuevas carreras, recuérdese que las mismas fueron anunciadas hace unos meses, excluyendo a las ciencias sociales y humanas, quien sabe si es porque se consideran inútiles o se perciben peligrosas.

Estas declaraciones referidas a la educación universitaria pública, más bien “oficial”, hay sumarlas al conjunto de medidas que durante años se han tomado en contra de las universidades autónomas, dando como resultado instituciones que hoy en día funcionan a un cuarto de máquina, siendo optimistas. Nada distinto, desde luego, a lo que viene sucediendo en todos los niveles de nuestro sistema educativo, cuya última novedad es que las escuelas deber “convertirse en centros de formación ideológica”, dejándonos en la duda acerca de si es en función del Socialismo Siglo XXI o del Capitalismo de Bodegones.

¿Habrá necesidad de decir, entonces, que el enfoque desde el que se trata de perfilar la educación venezolana apunta hacia un horizonte por donde es obvio que no sale el sol y que el mismo resulta obviamente inadecuado en estos tiempos rotulados por cambios tecnológicos globales, acelerados y profundos, que influyen en todos los espacios sociales, planteando un abanico complicado de preguntas que interpelan a todas las disciplinas científicas?

Tomar otra ruta

El contexto anterior obliga a repensar las universidades públicas autónomas, según otros propósitos y otra institucionalidad. Al respecto, los que han reflexionado sobre el tema tocan diversos aspectos, entre los que cabe mencionar la necesidad de revisar la autonomía universitaria haciéndola girar en torno a la defensa de la libertad académica y, por supuesto, a su participación social, manteniendo su independencia y su espíritu crítico.

Se refieren, igualmente, a la necesidad de examinar su papel dentro del nuevo ecosistema universitario, conformado asimismo por universidades privadas, empresariales y corporativas, colegios universitarios, universidades tecnológicas, institutos tecnológicos, universidades especializadas, etcétera, y de establecer mecanismos dirigidos a la integración en redes académicas de cooperación, tanto a nivel nacional como internacional, conciliando la mirada global con la local.

Por otro lado, se resalta la importancia de modificar los procesos de transmisión del conocimiento, trasladando el énfasis de la enseñanza hacia el aprendizaje y subrayando el rol del estudiante, además de reemplazar los currículos rígidos por programas elásticos capaces de abarcar los intereses de los alumnos.

Diversos autores plantean, además, el objetivo de fortalecer la educación virtual, regulándola y armonizándola con la educación presencial y la tarea de revisar la estructura académica universitaria haciéndola más dúctil, reemplazando la tradicional división de las facultades, escuelas y departamentos, por esquemas organizativos que abran paso al abordaje de temas y problemas desde la perspectiva interdisciplinaria. Hablan de encarar, así mismo, el tema de la ciencia abierta, la consideración del conocimiento como bien público y, en general el de la propiedad intelectual, cuestión que se encuentra desde hace un buen tiempo en la mesa de debate y cuya relevancia ha crecido en virtud de la globalización de la pandemia, suscitada por el coronavirus. Y por citar un último punto, proponen mirar con atención la diversificación de las fuentes de financiamiento, evaluando sobre todo la influencia que pueden tener en perjuicio de la autonomía académica.

Las líneas precedentes son apenas el esbozo de un asunto ineludible, pero creo que asoman razones de peso para mostrar la importancia de iniciar, con premura, la tarea de resignificar la concepción y funcionamiento de la universidad, aunque el ambiente nacional no sea el más propicio para llevarla a cabo.

Refrescar el liderazgo

Nuestras universidades públicas se han dejado tomar por la inercia, lo digo con profundo sentido auto crítico, pues soy parte de su comunidad de profesores. Lucen demasiado apacibles frente a los obstáculos que les pone el gobierno. Con importantes excepciones encarnadas en algunos grupos, instancias y personas que siembran la esperanza, parecieran encontrarse en modo “a ver qué pasa”.

Como es sabido sus autoridades no han sido renovadas en ninguno de sus niveles, a pesar de que hace rato se les venció el período contemplado en las normas. Cierto que el gobierno se ha sacado de la manga cualquier pretexto para impedir las elecciones, pero también lo es que no se ha hecho valer la autonomía para realizarlas a fin de refrescar su liderazgo y, a partir de allí, crear las condiciones requeridas para reconstruir la universidad, pero sobre todo para irla imaginando de acuerdo a las señales que, incluyendo sus interrogantes, va destapando el siglo XXI.

Ciertamente nos encontramos frente a un camino largo y empedrado, pero que debemos transitar porque es necesario y, sobre todo, porque se trata de una responsabilidad con las nuevas generaciones

El Nacional, miércoles 26 de mayo de 2021

Einstein y la rendija electoral

Ignacio Avalos Gutiérrez

Hace pocos días fue nombrada una nueva directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE), bajo el paraguas de un acuerdo, que, si bien no fue integral, si conto con la participación de algunas organizaciones políticas y de la sociedad civil, así como de algunas instancias a nivel internacional. Un acuerdo, digo, que ciertamente no fue lo variopinto que debiera, pero que resulta un hecho nada menor en un país que apartó esa palabra de su diccionario político, aún en estos tiempos de pandemia que obligan al consenso y a la solidaridad.

Aguacero en la oposición

El nuevo CNE no es, desde luego, aquel cuya imparcialidad queda establecida claramente en nuestras normas. Sin embargo, en medio de las circunstancias tan hostiles que pautan la política venezolana, atrapada por al autoritarismo gubernamental y la debilidad opositora, insólitamente destejida, es, seguramente, el mejor CNE posible. El ex Rector Vicente Díaz, quien sabe de estos asuntos, opinó que esta directiva es la más imparcial que ha tenido el organismo durante los últimos veinte años.

Obviamente, lo anterior generó una tormenta en la oposición. Una parte importante de ella desconoce su designación y estima que con ese árbitro no se puede llevar acabo un proceso eleccionario. Alega, en particular, que se han incumplido las leyes y por supuesto no reconoce como de su lado, a los rectores escogidos como opositores. La nuez del asunto es, entonces que, dado el perfil no democrático del gobierno, las elecciones significan un salto al vacío.

El humor político del país.

De un buen tiempo para acá, las encuestas más fiables, al igual que la percepción de cualquiera que vaya por la calle, recogen el mal humor político de los venezolanos. Una mayoría determinante de ellos, en torno al 80%, no oculta su malestar, por calificarlo de manera suave, con un gobierno arbitrario, con poco respeto por la institucionalidad, copia, dicho sea de paso, de un populismo que, bien sea de derecha o de izquierda, abarca a una gran porción del planeta, forzando a repensar la democracia, a la luz de las complejidades de la época actual.

Autoritario, dije, pero a la par muy desatinado, sin brújula, al momento de encarar las dificultades nacionales, dejando en muchos la sensación de que efectivamente estamos mal, pero y (ojalá que no), vamos peor, según habría dicho el recordado Teodoro Petkoff. En fin, lo cierto es que los indicadores que trazan nuestra situación son lamentables y han hecho de la vida de los ciudadanos una cuestión que bordea la sobrevivencia, no en balde más de cinco millones de ellos han preferido irse a otra parte.

Los datos dejan ver, así mismo, un enorme desinterés respecto a la política, al igual que por sus dirigentes y partidos más importantes, sea cual sea su inclinación. En ambos casos el desgano se manifiesta en cifras de respaldo muy bajas, de apenas un solo digito. La única figura que sobresale es la de Hugo Chávez, presente en la memoria colectiva, endulzado por la nostalgia que, como se sabe es mentirosa y en este caso pasa por alto que a su gestión se le empezaron a ver las costuras, al bajar los precios del petróleo. Por otro lado, casi nadie ve, ni lejanamente, una réplica de él en el liderazgo del chavismo-madurismo.

Aprovechar la rendija

Si se me permite una afirmación general, que puede ser injusta en algunos casos, el agobio del venezolano no es un tema que encuentre presente en la agenda de nuestra dirigencia política. Para su tragedia no hay una propuesta que despeje el horizonte. Huelga advertir que en tal escenario, las elecciones lucen casi una extravagancia y el voto se mire como un acto inútil.

Sin embargo, el nuevo CNE es una noticia positiva. Representa un respaldo, no suficiente, pero tampoco desdeñable, a la institucionalidad electoral. Es una buena señal y habrá que cuidar que la misma sea respetada en el resto del camino que queda por transitar. En lo que concierne a lo específicamente electoral, esta pendiente la tarea de fijar un cronograma para los comicios, reestablecer el derecho de los partidos políticos a utilizar sus símbolos, la habilitación de los líderes opositores, la observación electoral (nacional e internacional), las auditorías técnicas y la actualización del Registro Electoral, prestando cuidado especial al voto de los venezolanos que se hallan en el exterior.

Pienso que la oposición debe presentarse unida (y organizada) a la cita electoral, consciente de que hay, reitero, un arbitraje más equilibrado (más potable preferirían decir algunos), pero reconociendo que lo decisivo es entender y convencer a una colectividad que aspira a un cambio y no la identifica como opción. Seria pasar de ingenuos creyendo que el gobierno se la va a poner fácil, pero como se aprende en el deporte, el rival no se escoge. Y con una participación masiva no hay referí capaz de alterar los resultados y anular la victoria del que triunfe.

Según Perogrullo, quien suele tener razón, la clave es que se presente unida en las urnas, mostrando en los hechos que vale la pena votar.

¿Qué diría Einstein?

Con el debido respeto a Guaidó, desde su juramento como Presidente son muy pocas las cosas que se han modificado. La ruta escogida, mantenida con algunas variantes por varios años ha puesto en evidencia que por esa vía no es. Han faltado nuevas ideas y la abstención y la falta de unidad han permitido que se realicen procesos electorales con un juez totalmente parcializado y prácticamente sin que el gobierno tenga rival.

Se debe provechar esta grieta electoral, es una ventana de oportunidad. Obvio que este itinerario no es el único ingrediente del menú político, pero en este momento es el que se encuentra en la carta y cabe apostar que a ciencia cierta ira mostrando la posibilidad de que se den otras iniciativas. Hay, así pues, que recuperar la política a partir de la realidad, no de un discurso que no la evade.

En suma, palabras más, palabras menos, Einstein recomendaría no hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.

El Nacional, miércoles 12 de mayo de 2021