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Opinión

Benjamín Tripier

Todo el mundo, en la calle, sabe que el gobierno no tiene entre sus opciones, abandonar el gobierno el próximo año. Y el comentario, de sentido común, es que no tiene ninguna motivación para hacerlo. Tiene hoy una posición de fortaleza como no la había tenido el chavismo en su historia política en Venezuela que arrancó el 4 de febrero de 1992. Hoy, más allá de sus problemas internos, que para ellos son manejables, no corren riesgos ni de golpes, invasiones o levantamientos populares.

Y para colmo, se quedó sin oposición, casi sin esfuerzo, porque articuló las circunstancias como para que la estrategia de “mesita, alacranes y escorpiones” funcionara casi en automático, sin tener que exponerse abiertamente, dejándoles el tema de la autodestrucción directamente a ellos… o a lo que queda de ellos, los opositores.

Y el desmantelamiento opositor es tan brutal que andan a la deriva buscando como punto de referencia, unas primarias que, al ser esencialmente defensivas, es muy difícil que debiliten el poder del chavismo; y, por el contrario, lo más probable es que muestren en toda su crudeza la situación de vulnerabilidad de lo que queda, de lo que en algún momento fue la oposición venezolana.

Porque oponerse es producir impacto, influir, ser tenidos en cuenta, tener iniciativa mediática o popular, que puedan, de alguna forma, inducir toma de decisiones o defender alguna postura conceptual o ideológica. Y tan es así, que los dirigentes se cuidan de hablar mal del gobierno, y descargan su frustración hablando mal de otros que también se dicen opositores.

Les resultó más fácil tumbar a Guaidó que hacerlo con Maduro… ni lo intentaron. Desaparecieron el interinato acabando con lo que se había construido internacionalmente… nada de pensar en reestructurarlo, cambiar personas o roles… no… lo mejor para ellos era destruirlos y comenzar, no desde 0, sino de -14.

Y, para colmo, entran en juego las encuestas, que van mostrando e impulsando candidatos o precandidatos. Algunas, descaradamente ponen de primero a personajes que ni siquiera están en el radar del común de la gente; otras, un poco más discretas, ponen a su candidato de segundo o de tercero. Lo cierto es que el juego de oficialismo-oposición hoy solo se está jugando, tímidamente, en el campo mediático y declarativo.

Porque la realidad es que no hay ni un solo acto de oposición práctica y concreta. No hay protestas políticas, ni marchas, ni movimientos que impulsen esto o aquello… porque la realidad es que hay suficientes motivos para protestar, pero lo que falta es gente que proteste. Porque la gente, la que en varios momentos salió a la calle y aguantó gases lacrimógenos y arremetidas de la guardia, tenía alguna confianza en que las cosas podían cambiar; hoy eso no está.

A cualquiera que le preguntes en la calle quiénes son los verdaderos opositores, casi sin duda, con simpatía por ellos, o no, responderán que son Guaidó y María Corina. Que son los dos que, desde el principio, se mantuvieron en el país, con una actitud frontal… y tal vez en su momento, también Leopoldo López… pero para las circunstancias de hoy ya no cuenta… solo quedan los dos que les mencioné.

Y el resto, con el tema de la actitud de convivencia y aceptación, se ha ido mimetizando dentro del propio ecosistema del chavismo, pero sin significar una presión que los haga sentir en acuerdo con le gente común… la que quiere un cambio… que hoy son más de 80% del país.

El ecosistema chavista se ha visto incrementado, mientras en el opositor, solo quedan unos pocos… que los reconoces porque no atacan a los otros opositores, y sí lo hacen con el gobierno. Mientras que los otros, los que discretamente se fueron desplazando hacia el chavismo, siempre van a atacar a otros opositores, mientras que, al chavismo, “ni con el pétalo de una rosa”

Porque el tema de las sanciones, ya quedó claro que no era algo del interinato, sino que es una actitud propia de EE UU en defensa de su seguridad interior, que no va a cambiar, ni se va a flexibilizar, hasta que nosotros, que nos consideran una “amenaza inusual y extraordinaria”, dejemos de ser un riesgo para ellos. Y eso no pasa ni por elecciones, ni por DD HH… depende de si ellos ven que el riesgo sigue vigente.

Político

El trabajo de la Comisión de Primarias de la oposición es impecable, y no se esperaba menos por el calibre de personalidades que la integran. Pero su trabajo es solo un eslabón más de una cadena de eventos, procesos, circunstancias y percepciones, las cuales finalmente, si se alinean en el tiempo y en el espacio, pudieran dar algún resultado que cambie las cosas en el país.

O sea que las primarias, en sí mismas y por sí solas, no son la solución. Eso debería estar claro para todos.

Tanto las pocas personas que creen que todo está bien, como las muchas que creen que todo está mal, están convergiendo en que las cosas tienen que cambiar; muy pocos creen que las cosas podrían mejorar. Los primeros están aterrizando que lo bueno que creen no es sostenible, y los otros, la mayoría, están llegando a un punto de saturación.

Un punto de hartazgo de que siempre haya problemas de agua, que la luz es inestable, que la internet no es buena, que no puedes usar libremente el pasaporte venezolano, que no puedes hacer transferencias al exterior, y que estamos cansados de ser los “sospechosos de siempre” por parte de los oficiales de cumplimiento de los bancos internacionales. Y ni que hablar de la inflación, de la dolarización que nunca se formaliza, o de la pulseada entre el mercado y el Plan de la Patria.

La teoría dice que el punto de las primarias, debe ocurrir recién después de agotar las vías para acordar o negociar; y a esto solo llegaremos después de que el hartazgo haga crisis y produzca un colapso. El colapso no necesariamente es violento… en nuestro caso, la gran masa de la población no está dispuesta a inmolarse a través de una vía violenta; no cree en sus líderes, y con las excepciones mencionadas más arriba, creen que le hacen el juego al chavismo.

Hay otras formas firmes y contundentes de protestar que no son ni violentas ni conspirativas.

Social

La base social del país, que está en pobreza de algún tipo, está muy alejada de la política y de los políticos. Sus problemas son reales y con política ya aprendieron que no los solucionarán.

Unos protestan, otros buscan en la basura y los menos consiguen algún trabajo eventual. Tenemos una sociedad fragmentada en la cual se trabaja con el efecto derrame… por gravedad.

Los 400.000 que concentran la riqueza, contratan a los más de 2.000.000 que trabajan para ellos, y estos, a su vez, promueven otros 2.000.000 de personas, que son como el piso de la parte de arriba de la pirámide, que, en total, está en el orden de los 5.000.000 de personas.

Los 21.000.000 restantes viven de ayudas del Estado y del goteo que permea de los de arriba. Son, al mismo tiempo la carga que debe ser sostenida por la parte de arriba, y la oportunidad de crecimiento y salida. Porque una masa tan grande gente, si se pone en movimiento, puede producir resultados asombrosos de crecimiento.

El tema es cómo pasar de carga a oportunidad. Y tal vez esto esté relacionado con los párrafos anteriores, donde esa masa tiene el poder de cambio en sus manos. No lo saben… no saben que son la oportunidad, ni saben cómo articularse. Por eso es que decimos que los liderazgos políticos han fracasado. Lo más que pueden hacer, los de un lado, es mantenerlos quietos “debajo de la alfombra”, y los otros, a los que les interesaría sacarlos de ahí y ponerlos a producir, pues no lo han, ni siquiera intentado.

Este es el país de la región que tiene mayor porcentaje de pobres y muy pobres; y no los tratamos con criterio de sacarlos de la pobreza, sino de mantenerlos ahí, donde están, tratando de invisibilizarlos.

Esas bases de pobreza son la esencia de la abstención electoral; y si se les suman los de arriba, desencantados de la política, pues tendremos que solo votarán los que se vean motivados de manera especial y específica, que no serán todos, y, seguramente, no serán opositores.

Económico

Está claro que el modelo socialista que ha manejado el chavismo no resultó viable y los opositores no tomaron ventaja de esa situación haciendo propuestas de cambio y de mejores prácticas. De hecho, cuando en 2019 tuvieron la oportunidad de presentar algo, no produjeron nada novedoso, sino que continuaron con el estatismo y la dependencia petrolera. Haciendo un corte al día de hoy, no hay ni una sola propuesta de política económica por parte de la oposición. Hacen alguna crítica o un rechazo aquí y otro allá, pero no hay una propuesta concreta.

Bueno… podría pensarse que ya es tarde para propuestas disruptivas, porque el mismo chavismo las está proponiendo. Está presentando ideas innovadoras y las está llevando a la práctica.

Porque dolarizar, liberar precios y promover el mercado de capitales no salió de la oposición sino del centro del mismo gobierno. Es lo que llamo el neo chavismo de mercado, enfrentando al chavismo tradicional del Plan de la patria. Ellos están llenando los espacios de cambio y, aunque aún muy lentamente y sin la seguridad de continuidad, pero han ido moviendo el sentido de dirección hasta tener una economía hipercapitalista. Pequeñita, estancada, pero muy capitalista.

Si estas medidas se tomaran en un contexto político distinto, y si contaran con el apoyo y la confianza de la gente, pues los resultados ya estarían siendo otros. Es donde el qué y el cómo, son menos importantes que el quién lo hace… el neo chavismo no tiene el respaldo popular, y para colmo, tiene en contra al chavismo clásico… el de los controles y el anti empresa y mercado.

Claro que la oposición aún puede tomar las banderas del mercado y la privatización, con estrategia profundas de inclusión social; no para administrar la pobreza, sino para sacar a la gente de la pobreza. Aún quedan para bandera de la oposición, los espacios que el chavismo no ha sabido/ querido formalizar, principalmente porque entre sus filas no cuentan con cuadros familiarizados con el capitalismo; al capitalismo le ven como el enemigo y no como la solución. Mientras que los opositores, aunque en su mayoría siguen siendo estatistas, al menos tienen la formación básica en las leyes del mercado.

Hay un largo camino por recorrer, porque no hay nada que indique que a corto plazo puede haber un cambio de gobierno. Lo que sí podría haber es un cambio en el sentido de dirección de la revolución, pero que va a salir del seno del propio chavismo.

Internacional

El 24 de febrero se cumplió un año desde la Operación Militar Especial de los rusos contra Ucrania, que iba a durar 72 horas… bueno… duró un poco más que eso. Arrancaron ese día con Crimea tomada por ellos, y un par de provincias separatistas que intentaban anexarse. Si bien hoy tienen una parte de esas provincias, lo cierto es que el costo de estar allí, no pareciera ser compensatorio de los logros.

Porque si lo apreciamos en un contexto mas amplio, hoy Rusia es el país con mas rechazo del planeta, habiendo sido rechazado por 141 países en la ONU, con 32 abstenciones (incluyendo a China) y contando con el apoyo de solo 7 países, que son los mismos parias de siempre, Corea del Norte, Irán, Nicaragua, Bielorrusia, Mali, Eritrea y Siria.

El jefe de la OTAN reconoció los dos errores estratégicos que cometió Putin en su decisión de atacar a Ucrania: uno fue subestimar la fuerza y valentía del pueblo y el ejército de Ucrania; y el otro fue también subestimar la determinación y la unidad de la OTAN y de sus socios.

Porque no cabe duda que Putin se creyó su premisa de la OME de 72 horas. La próxima semana se cumple un año de esa atroz invasión y el grado de deterioro de Rusia es muy grande. No solo en cuanto a pérdidas materiales militares en los frentes de batalla, sino pérdida de mercados, bloqueos en el flujo de productos, rechazo mundial a todo lo que tenga que ver con Rusia, y una pérdida de reputación y confianza que demorará décadas en ser recuperada.

El destino final, puede anticiparse que será la rendición incondicional, la desmilitarización y el desarme; además de la pérdida de control político institucional de su país, que será tomado y ejercido por las fuerzas vencedoras. Y el resultado, para ellos, será el opuesto al que motivó su operación, que era recuperar los territorios de la antigua “cortina de hierro”.

De allí que ahora esté amenazando con atacar a Polonia, y que las fuerzas militares en el Báltico estén en alerta. El ataque ruso logró además expandir los presupuestos de defensa de todos los miembros de la OTAN, y comenzar a contar con “invitados” como Suecia y Finlandia, en su proceso de adhesión. No solo invierten en equipos convencionales de blindados y de infantería, sino que están probando nuevas tecnologías para anticipar la etapa que puede llegar en el 2do semestre, en la cual la OTAN ingrese formalmente en la guerra, y que EE UU, antes o después, se involucre en lo que se reconoce el conflicto global post WWII.

Porque a la guerra fría la ganó EE UU con el desmantelamiento de la URSS y la incorporación de Rusia al mercado capitalista. Y esta segunda etapa, iniciada por Putin tratando de regresar a la Rusia de los zares y al águila bicéfala, tiene como objetivo volver a enfrentar a EEUU, tomando como excusa el caso de ucrania. Pero la diferencia en poder militar es tan, pero tan abismal, que prácticamente Rusia no tiene posibilidades de salir bien de esta guerra que ellos mismos comenzaron.

Recomendación

  • Al gobierno: que se aleje lo más que pueda de las actividades económicas, incluyendo a aquellas que por ley le correspondería. Ha llegado el momento de tomar decisiones acordes con las circunstancias actuales; que no solo incluyen cambios demográficos y tecnológicos, sino que deben considerarse como condiciones permanentes a las sanciones de EE UU. Y que imite la situación de los peruanos que han logrado desenganchar la política de la economía. O de los brasileros que tuvieron 0,5% de inflación mensual bajo un gobierno de izquierda.
  • A la dirigencia opositora: que reconozca que están alejados del afecto de las bases; que ya no los representan y que los objetivos comunes que tenían han perdido coincidencia. Que ha llegado el momento de que surjan nuevos liderazgos con un perfil de patriotismo que haya quedado evidenciado con sus actos, de los públicos y de los privados. Con un par de excepciones honrosas, todos los dirigentes que aspiran a ser presidentes, han jugado a la ambigüedad y han puesto en juego sus principios. La gente ya no cree en ellos… ni en las encuestas que impulsan a unos y a otros.
  • A la dirigencia empresarial: que reconozca la gran oportunidad de la economía de la base de la pirámide y comience a incorporar e impulsar nuevos modelos de negocio. Hoy todo gira alrededor de los 5.000.000 de arriba, y estamos perdiendo la oportunidad con los 21.000.000 de abajo. Se trata de cambiar los pesos en la ecuación de precio por cantidad. Para los de arriba, precio alto para solo 5.000.000; para los otros, precio muy bajo multiplicado por una cantidad 4 veces más alta. Y el resultado seguramente será mejor en el segundo caso, y lo más importante, será sostenible en el tiempo.

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Marino J. González R.

Para ordenar la acción de los gobiernos se han creado ámbitos de acción bajo la coordinación de personas responsables. En algunos países estos responsables se denominan ministros, en otros países se llaman secretarios. El conjunto de estos responsables se conoce como Gabinete, sea en sistemas presidenciales o parlamentarios. La premisa básica es que la división de tareas, realizadas coordinadamente, resultará en el mejoramiento del desempeño del gobierno en su conjunto.

Si tomamos como referencia a Estados Unidos, Alemania, y Japón, todos ellos países del mayor nivel de desarrollo social y tecnológico, el número de ministerios o secretarios no es mayor a 16. En Estados Unidos y Alemania son 15 miembros del Gabinete con rango de ministros o secretarios, y en Japón son 16. Visto el alto desempeño de estos países en el ámbito global, pareciera que este número de áreas es adecuado y manejable. Fundamentalmente porque es un número que permite adecuadas interacciones entre los miembros del Gabinete, y reduce los solapamientos y conflictos que se pueden derivar de un alto número de áreas.

La lógica de la premisa anterior no es aplicada de manera general. En Brasil, a raíz de la toma de posesión del presidente Lula a principios de año, se ha anunciado la constitución de un Gabinete de 30 ministros. Esto significa el doble del número de ministros que en el gobierno de Bolsonaro.

De la revisión de la lista de ministerios se observa que algunos están muy relacionados. Por ejemplo, existe el ministerio de Agricultura y Ganadería, y también existe otro ministerio de Pesca y Acuicultura. También está el ministerio de Comunicaciones, y otro de Puertos y Aeropuertos. El ministerio de Seguridad Social coexiste con el de Trabajo y Empleo. El ministerio de Transporte está separado de ministerio de Comunicaciones, ya mencionado. El ministerio de Gestión e Innovación en Servicios Públicos, antes que estar relacionado con cada uno de los servicios específicos, representa más bien una dimensión transversal (lo cual contradice la especificidad de cada uno de los servicios). Estos son apenas unos ejemplos.

Es obvio que el aumento en el número de ministerios tiene una lógica más política que técnica. Se trata de crear espacios que aumenten la posibilidad de apoyos, sea de partidos políticos, o de otras organizaciones. En otras palabras, el alto número de ministerios ensancha la posibilidad de apoyos políticos para el nuevo gobierno.

Esta ventaja para la estabilidad del gobierno, trae como contrapartida la dispersión en la toma decisiones. En los casos citados anteriormente, es posible imaginar la competencia entre ministros, y las respectivas burocracias que coordinan, por diseñar e implementar políticas. Con la consiguiente sobre carga del presidente, o de sus oficinas de asesoría. El resultado es el retraso en la toma decisiones, y especialmente en la mayor complejidad de las políticas (por aquello de que más instancias tiende a incorporar más detalles).

La coherencia de los gobiernos es un requisito fundamental para que la gestión sea efectiva y expedita. Para ello se requiere la definición de áreas de competencias que sean específicas y complementarias, y que promuevan la coordinación dentro del gobierno.

Aumentar el número de ministerios puede ser un recurso para garantizar la gobernabilidad de corto plazo, pero no necesariamente para implementar políticas públicas exitosas. Muchas veces los gobiernos terminan sembrando las causas de sus propias restricciones.

Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).

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Griselda Reyes

El país está en campaña… ¿Bueno, y cuándo es que no estamos?

A propósito de la víspera de la elección presidencial que estaría prevista para el último trimestre del año 2024, pensando en función de la juramentación del jefe de Estado para el período presidencial 2025-2031, tirios y troyanos han empezado a mostrar sus aspiraciones, bien sea por mantenerse atornillados en Miraflores o para suceder al madurismo en el poder.

Mientras el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no ha dicho con nombre y apellido quién será el abanderado que compita en los citados comicios, en la otra acera cada organización política y unos varios, muchos, «independientes» han puesto el nombre de su caballo al ruedo. Desde las organizaciones más antiguas hasta partidos políticos surgidos en los últimos años preparan su artillería más pesada para los venideros comicios.

El tema de la elección primaria, y nos referimos a esto en singular por que hasta el momento solo se elegiría a un candidato opositor para representar a la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), y la fecha anunciada por esta coalición partidista para desarrollarla el 22 de octubre de 2022, ha dado pie a que en las últimas semanas diversos dirigentes políticos pongan su nombre en la candela electoral.

Esto ha dado pie a que varios de estos, empiecen a recorrer el país buscando los votos con los que aspiran alzarse en el citado evento electoral opositor. Acto seguido, han salido las principales encuestadoras del país a hacer los sondeos de opinión correspondiente que permite –prematuramente, a nuestro juicio– medir que quiere el país.

Hemos visto detalladamente estudios de opinión y los respectivos análisis de los principales responsables de las firmas encuestadoras. Al ahondar más allá de la intención de voto, notamos que sigue marcada la pauta por la desconexión de la clase política con el electorado y, más grave aún, la falta de credibilidad de estos con la dirigencia político-partidista.

Vemos a los pocos que logran surfear la ola de esta falta de simpatía y empatía haciendo fiesta, principalmente en las redes sociales y con sus aliados «influencers», cuando la dura y grave realidad es que estos números son fotos de un momento que no necesariamente se mantenga de aquí a la fecha de la elección opositora y mucho menos de cara al 2024.

Si bien, todos debemos apostar al fortalecimiento de una figura que mueva a la inmensa mayoría opositora de este país, y no quiero sonar pesimista con estas líneas, urge un nombre que –más allá de lo que hoy digan las encuestas– sea capaz de tener los votos, cuidar los votos, y cobrar la elección. Ello unido a un programa de gobierno que traspase los 6 años del periodo presidencial, y sea un plan de gobierno por los próximos 18 años.

¿Realmente nos funcionan nombres que hoy sumen 14, 17 o 20% pero que no tengan la capacidad real de representar la transición que hoy reclaman los venezolanos? No son tiempos de guerras de numeritos, creo que es el momento de revisar las otras láminas de estos estudios de opinión y ocuparse de la realidad que narran los venezolanos encuestados. Presentar programas de Gobierno serios que vayan en consonancia con esto debería ser una de las prioridades.

Quiero detenerme un momento para referirme a mi etiqueta de guerra de encuestas adelantadas o mi calificativo de prematuras. No quiero que esto se traduzca en una descalificación para importantes firmas consultoras del país, que abundan. Con esto busco referirme a lo cambiante de la realidad venezolana.

Un claro ejemplo de ello es lo que nuestros libros de historias han recogido del episodio de 1998. Un año antes de la elección presidencial que llevó a Hugo Chávez al poder, la otrora reina de belleza, Irene Sáez, punteaba como la virtual ganadora, mientras que el militar no superaba el 2% de intención de votos. La realidad, ya es amplia conocida y el desenlace de aquel «beso de judas» como llegó alguien a determinar el respaldo del entonces muy debilitado partido Copei a la exalcaldesa de Chacao.

El cuadro que podemos ver hoy no necesariamente será el cierre definitivo para 2024. Lo que sí debemos considerar y alzar como un dogma irrebatible es que la matemática electoral no falla: Si el Psuv postula a un solo candidato, como sucederá finalmente; y de este lado compiten 2, 3, 4, o 5; no habrá encuesta que ponga a ganar a ningún opositor, por muy blando o radical que sea.

La principal preocupación de la ciudadanía –al menos de la que está pendiente del quehacer político nacional– es la fragmentación de la oposición venezolana. Por eso nosotros hemos insistido, como fiel creyente del diálogo, en que sin importar el mecanismo, todos debemos procurar cerrar filas en torno a un nombre que aglutine a la mayoría. De lo contrario, no habrá encuesta que valga.

Twitter: @griseldareyesq

griseldareyes@gmail.com

www.griseldareyes.com

Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

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Paulina Gamus

El diccionario de la RAE define Genocidio como: «Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos». Para no remontarnos a la historia lejana recordemos a los mayores genocidas del siglo XX cuyas motivaciones encajaron en esta definición: Adolfo Hitler asesinó a millones de seres humanos, incluso niños, por ser judíos, eslavos, gitanos, homosexuales o comunistas. Iosif Stalin y Mao Zedong prefirieron acabar con la vida de millones de sus compatriotas con un método mucho menos sofisticado: el hambre. En el siglo XXI el genocida que se nos viene a la mente es Slodoban Milosevic, dictador serbio entregado por la justicia de su país al Tribunal Penal Internacional de La Haya, acusado de crímenes contra la humanidad en la guerra en Kosovo.

A la luz de lo ocurrido con el terremoto del 20 de febrero de este año 2023, que asoló varias ciudades de Turquía y de Siria y que acabó con las vidas de decenas de miles de personas (quizá nunca se sepa el número exacto) habría que agregar un nuevo concepto a la definición de Genocidio: «asesinato masivo indirecto como resultado de la corrupción y de la indolencia». Tal es el caso del presidente Recep Tayyip Erdogan, el dictador y fundamentalista islámico que gobierna a Turquía desde 2014. En el caso del dictador sirio Bashar al-Asad, se trata solo de agregar una nota más en su carrera de crímenes de lesa humanidad. Si la pérdida de vidas humanas en Turquía por causa del terremoto son imposibles de determinar, en el caso de Siria se parecen a la caja negra perdida de un avión siniestrado.

Parte de la condición genocida del régimen de Erdogan ha sido no enviar ayuda a las ciudades que no lo votaron. En países que no han sufrido un autoritarismo tan cruel y vengativo resulta difícil comprender que un Gobierno pueda mostrar tamaña animosidad hacia su pueblo como ocurrió con la negación de ayuda a la ciudad de Hatay, disidente del régimen. Por añadidura, en un país altamente sismico, el presupuesto de la Presidencia (de Erdogan) para Desastres y Gestión de Emergencias, es 14 veces menor que el de la Dirección de Asuntos Religiosos.

Pero lo más grave e imperdonable ha sido el relajamiento de las normas de construcción antisísmicas. La periodista y escritora Ece Temelkuran nos revela que «en el cuarto de siglo de hegemonía del partido AKP, de Erdogan, centenares de miles de edificios recibieron la convalidación legal desde 2018, con una amnistía urbanística que produjo sustanciosos ingresos a la Administración». Con el pago de una multa, los constructores se saltaban a la torera las normas de construcción antisísmica.

La indignación en la población turca es de tal calibre que, según Temelkuran, «será difícil que el Gobierno y el presidente puedan eludir las responsabilidades que ya se les demandan desde la oposición». Erdogan utilizó la promesa de la amnistía urbanística en este mismo año 2023, con miras a las elecciones de junio próximo. Esperemos que la indignación del pueblo turco ante su descaro criminal acabe con ese régimen oprobioso.

Otro caso indignante ha sido el destierro que el aberrado Daniel Ortega, el führer de Nicaragua y la bruja Rosario que lo manipula en papel de esposa, les aplicó a 222 presos políticos a quienes además del exilio forzoso, privó de su nacionalidad. A eso se sumó la privación de nacionalidad de otros 92 nicaragüenses, entre ellos figuras intelectuales de trascendencia internacional como Sergio Ramírez y Gioconda Belli. Como no le pareció suficiente, los despojó también de sus viviendas y pertenencias. Gioconda Belli, poeta, ha escrito: «No tengo donde vivir. Escogí las palabras…Queda mi ropa yerta en el ropero. Mis zapatos, mis paisajes del día y de la noche. El sofá donde escribo. Las ventanas…».

No menos indignante ha sido el silencio cómplice de la mayoría de los mandatarios latinoamericanos con la respetable excepción de Gabriel Boric quien ha denunciado la aberrante decisión de Ortega y ha ofrecido nacionalidad chilena a los desnacionalizados.

Igual gesto ha tenido España. En este caso viene a mi mente el recuerdo del 12 de octubre de 2016 cuando una turba chavista derrumbó la estatua de Cristóbal Colón ubicada en la plaza del mismo nombre en Maripérez, Caracas. El exabrupto ha sido imitado luego en distintos países y ciudades como parte de esa estupidez de moda que es la cultura de la cancelación. ¡Bravo por España que conserva dignamente sus vínculos con la América que una vez conquistó y colonizó cuando todos los países de Europa que podían hacerlo, conquistaban y colonizaban! ¡Y bravo por la conciencia democrática de Gabriel Boric!

Twitter: @Paugamus

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

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Fernando Mires

El personaje central de la novela Nosotros de Manuel Vilas (Premio Nadal 2023) es una mujer enamorada de un hombre muerto. De su marido: un hombre que ya no existe más allá de las remembranzas, la mayoría de ellas imaginadas por la viuda. En las palabras de Manuel Vilas, Irene es un ángel del amor. Vive del amor, vive para el amor.

1.

Según Vilas los ángeles existen: son las representaciones humanas del amor. Como todo ángel, Irene es parte de una religión. Una religión no oficial, creada por ella misma, con sus propios rituales y cultos. Una religión en la que el dios es el hombre ausente y como todo dios es invisible pero a la vez está en todas partes, adónde ella vaya, incluso en las escaleras en donde ese dios, su marido muerto, su dios-fantasma, la mira fornicar con otros hombres que actúan en el lugar del amor que no está, algo así como el pan en la liturgia cristiana, representando al cuerpo del sacrificado, y el vino, a su sangre.

Los orgasmos de Irene con sus ocasionales amantes son rituales consagrados al amor perdido, sacrificios de placer ofrendados ante el altar invisible del difunto. O como decía Agustín, a cuyas palabras Vilas recurre a veces: «Dios aparece solo cuando recordamos a Dios». En este caso, es el dios-Marcelo, o Marce como le decía ella. O su marido, como remarcaba, no su pareja como dicen hoy tantos.

La diferencia es importante: la pareja suele ser circunstancial, una relación flexible. El marido en cambio es el hombre consagrado como hombre de una mujer ante la ley judicial y-o religiosa, vínculo valido para todos los tiempos de una vida: en el pasado imaginado sobre una base existente, en el futuro, donde su amor la espera después de la valla de la muerte, y en el presente, tierra de expiación, goce y agonía.

De los tres tiempos, «el presente es el misterio» –dice Vilas– «porque el misterio del tiempo pasado es que fue tiempo presente, y el misterio del futuro es el que vendrá en tiempo presente». Ese tiempo revivido en la memoria, tiempo tan agustino, es el tiempo de Dios o de los dioses. Un tiempo en presente rodeado por un pasado que ya no existe y un futuro que todavía no existe. Un tiempo en ningún caso cronológico ya que es recreado e interferido por el presente al mismo tiempo que el presente actúa como una prolongación del pasado, sea este verdadero o imaginado. Ese es el tiempo del amor. Un tiempo que, para la viuda Irene, solo podía ser vivido como religión pues, si ese no es el tiempo de Dios, es el que más se le parece.

2.

Amor como religión. Ese «como» es importante. No quiere decir que el amor sea una religión. Solo significa que, en algunos casos, puede ser vivido como religión cuyo dios no aparece nunca como sí mismo sino en sus múltiples formas y modos de representación. Un Dios ausente de las cosas y a la vez presente en cada cosa. O todavía más: un Dios que solo se hace presente en su ausencia.

Sin la ausencia de Dios, en efecto, no existe el llamado de Dios. Como el amor, el dios de Irene aparece como un medio para enfrentar la ausencia de un sujeto del amor. El amor, para ella, es el recuerdo revivido pues solo recordamos lo que no está. De otra manera no rendiríamos culto a Dios. Mediante el culto, revivimos la presencia del dios. Y el culto en la vida de Irene está formado por objetos, ornamentos. Pueden ser relojes Cartier o Rolex, nunca Casios («los relojes de oro miden el tiempo de los dioses, los relojes de plástico miden el tiempo de los sirvientes», dice Irene), muebles carísimos, nunca Ikea, lujos exorbitantes y, por cierto, peregrinajes a lugares sagrados: en el caso de Irene a las playas mediterráneas, las que en su imaginación de viuda amante ocupan el lugar de la Tierra Santa de los cruzados, de Santiago de Compostela para los peregrinos, de Roma para los papistas, de la Mekka para los islamistas.

Allí, en esos hoteles donde estuvo (a veces solo en la imaginación) con su marido, lleva a cabo Irene sus lujuriosos ritos de amor, donde los hombres (y cuando faltan, las mujeres) son vestales de las que se sirve para conmemorar el amor al difunto. Así fue como en esa orgía de ritos millonarios me fue inevitable no recordar el siempre sugerente ensayo de Walter Benjamin titulado Capitalismo como religión.

En los símbolos del capital, los billetes impresos con personajes famosos, en los bancos que parecen templos, en la propaganda que incita el clamor de los sentidos, descubrió Benjamin que la razón del éxito del capitalismo no residía solo en su capacidad para explotar la fuerza de trabajo, sino en su simbología, en su exaltación del lujo, en la conversión del tener, en poder, y del poder, en objetos simbólicos de poder a los cuales rendimos cultos que, sin darnos cuenta, practicamos a diario, aunque sea yendo de shopping, o vitrineando por las calles, mirando objetos de consumo como si fueran obras de arte.

Irene, hija de millonarios, también honra al capitalismo, pero no lo convierte en religión. Más bien lo pone al servicio de su dios personal, el marido que murió en un accidente. No sé si Vilas leyó a Benjamin, pero hay en su novela palabras que podrían ser del atormentado filósofo. Por ejemplo: «El lujo es una forma de protección contra la estupidez de la vida social, contra el vacío de todas las ideologías de la historia».

El lujo de las vestimentas, de los zapatos, de los relojes, de las joyas, de los muebles, de las habitaciones de hotel, protegía a Irene de la atroz desnudez de su vida. Su locura que, como descubrió su inteligente psiquiatra, era una forma, un medio para protegerse de otra locura: la peor de todas: la locura de no ser nada. «Estás enamorada de la fantasía de vivir, mi muchachita valiente», le explica el médico. Una forma elegante de decir: la fantasía de la vida te salva de la fantasía de la muerte. Por eso también el psiquiatra la nombra como a «mi Quijota». Podría haberle dicho también, mi santa Teresita de Jesús, quien desde la oscuridad de su convento escribía versos profanos a su amor que era Dios y a su Dios que era su amor:

Vida, ¿qué puedo yo darle

a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

3.

Irene amaba de verdad a «su hombre», como Teresa a su Dios. Escribo «su hombre» entre comillas, porque ese hombre, su hombre, no era exactamente el hombre con el que había vivido, sino más bien una recreación artística que tenía muy poco que ver con el hombre existente y real que había sido Marce. Más que una idealización en extremo, Marce era, o llegó a ser, una invención personal e inconsciente de Irene, un resultado del abismo al que había sido llevada «gracias» a la muerte súbita de Marce. Ese resultado era el sustituto, no de Marce, sino del amor, no a Marce, sino del amor del que Marce también había sido solo una simple representación del mismo modo como los amantes hoteleros de Irene, eran la simple representación de Marce. Podría haber sido otro. O algo otro. Lo importante es que tanto en cuerpo como en alma, Irene percibía que sin ese «amor constante, más allá de la muerte» (según los versos de Quevedo) no podemos vivir.

Sin amor no somos nada. No es la existencia la que da sentido al amor sino el amor es el que da sentido a la existencia. O como dice Vilas: «No basta con saber que el amor existe. Hay que creer en él. Mucha gente no cree en el amor porque el amor exige un reino de destrucción, de miedo y de pánico». Como en toda religión, en la del amor, el amor puede ser también un dios muy cruel. Pero a la vez, ese era el razonamiento de Irene, de una crueldad sin la cual no podemos vivir, aunque ese amor esté situado, según Quevedo, «más allá de la muerte».

Más allá de la vida sería la frase exacta. Ese amor a la vida que según Vilas es el amor atávico, disolvente, primitivo. El amor del Ello, no del Yo, diría Freud. Ese amor que «se lleva por delante toda construcción humana, incluso la justicia, que es la construcción humana más solemne y menos agria». Razón mediante la cual Irene, al construir la memoria de Marce, la deconstruye. El breve lapso que vivieron juntos lo transforma en largos años, y el accidente que le quitó la vida, lo convierte en larga agonía, es decir en vida, porque la vida será siempre agonía. Si lo miramos bien, no tanto una locura sino una estrategia mental muy racional. Creo que debo explicar lo que he dicho.

Todos, unos más, otros menos, somos tributarios del pasado. En algunos casos, ese pasado es, o lo vemos, como amenazante, incluso tortuoso, de modo que para vivir en presente tenemos que «defendernos» del pasado. En esa línea defensiva hay tres alternativas: la primera, lo enfrentamos, con el peligro de ser derrotados y así padecer bajo su peso. La segunda, lo olvidamos, lo damos por inexistente, pero con ello nos convertimos en fantasmas (zombis) ya que un ser sin pasado no puede transitar sobre el pavimento del presente. La tercera posibilidad es la de modificar al pasado, aun sabiendo en nuestro fuero interno, que eso es absolutamente imposible. Esta última fue la estrategia de la razón de Irene.

En cierto modo Irene pone orden sobre el caos de lo fortuito, de lo accidental. De esa infamia del destino que le impidió envejecer junto a su Marce. Aunque envejecer no era el verbo adecuado para Vilas. Lo sustituye por el de morir. Vista así, la vejez no existe ni para Irene ni para Vilas. Solo existen las cercanías y las lejanías de la muerte. Estar cerca de la muerte es plena vida pues mediante el recuerdo, pensamos en la juventud que sin la muerte cercana es imposible percibir.

Solo piensan en la juventud los que ya no la viven, opina Vilas en uno de sus tantos arranques filosóficos. En fórmula cartesiana podría haber dicho: «muero, luego soy». Y bien, de ese morir-viviendo habían sido privados Irene y Marce. Fue así que, mediante un gesto profundamente religioso, Irene reconstruye la vida de Marce. A su modo lo resucita. Amor genial el suyo, al transformar la defunción en resurrección. Esa es también “la genialidad del cristianismo”.

El cuerpo de Marce ya no existía. Su recuerdo, vale decir, su alma, continuaba viviendo en el cuerpo envejecido de Irene, resucitado y transformado, convertido en amor propio. En amor a sí misma, a su vida y a su muerte. Fenomenología transformada en literatura e incluso en poesía por el escritor español, procedimiento que le permitirá percibir la mismisidad del amor. Ese amor que no es tanto amor al otro, sino a la vida, y como la vida es vivida por uno, a la propia vida.

El amor, bajo la forma del amor al otro, más que amor al otro, es el centro de gravedad (textual) que necesitamos para ser nos-otros. «Nosotros, que nos queremos tanto, debemos separarnos» y al separarnos dejamos de ser nosotros, y nos convertimos en simplemente otros, aún frente a nosotros mismos, como sucedía por momentos a Irene. Por eso ella necesitaba un otro para volver a ser sí misma, un otro que si no regresaba en su cuerpo, lo hacía al menos en la imaginación. «Misión de la imaginación de las viudas es prolongar el pasado, agigantarlo, recrearlo, y si no se puede, porque duró poco, inventarlo». Así dice un enunciado de Vilas. Otro nos dice, «necesitamos del otro porque sin ese otro, nos morimos en vida».

En palabras más racionales, en el amor hay una relación de intercambio donde mediante tu presencia en mi alma entiendo mi presencia en la vida, hecho que a la vez te permite, a través de la vida mía, vivir la tuya. En cierto modo, el amor reposa sobre una relación de interés y de conveniencia como la hay en toda religión.

Un contrato tácito si se quiere, y que más o menos dice así: «Dios, yo creo en ti y tú me proteges del peligro de ser solo yo mismo». Luego, opina Vilas, no es necesario que el otro te comprenda, del mismo modo como tampoco es necesario que yo te comprenda a ti. Basta que yo me comprenda a través de ti y que tú te comprendas a través de mí (¿no es ese también el secreto religioso de toda relación psicoanalítica?) El amor, desde esa perspectiva, será siempre egoísta, pero bajo la condición de que sea asociativo. Expresión de esa asociación es para Vilas el cuadro de Magritte, «los amantes». Ambos se besan, pero no se ven. O se ven solo a sí mismos, hacia adentro, en el beso del otro.

Sin ese otro, mi ego se derrumba y sin ese ego no puedo ni siquiera ser egoísta. A su modo, trastocando su imaginación, Irene rescataba la imagen del otro, la que le permitía volver a ser sí misma, aún al precio de entrar en esa habitación que llamamos locura y que no es más que la protección frente a otra locura: la de la soledad radical del ser frente a sí. «Dormir juntos es una lucha común en contra de la oscuridad de la especie», piensa con su lúcida locura, Irene.

Amor, en sentido platónico es la luz: la luz de la vida. Amor es amar a la vida a través de otro (real, imaginario o simbólico, no importa aquí) que concentra en sí mismo, para ti y para mí, a todo lo viviente que hay en este mundo.

Sobre la literatura de Manuel Vilas he escrito también:

Fernando Mires – VILAS, ELOGIO A LA VIDA

Fernando Mires – MANUEL VILAS, EL SER Y EL TODO

Fernando Mires – AMOR EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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Carlos Raúl Hernández

Joseph Schumpeter es un pensador austríaco que conjuga una perspectiva socialista suave con enorme sentido de la realidad económica, como lo revela su gran obra Capitalismo, socialismo y democracia, útil pese a su olvido (1942). Conjuga economía, ciencia política, derecho, y entre sus grandes aportes, que solemos utilizar sin saber que son suyos, se cuentan la aplicación de la teoría económica a la política, la reflexión sistemática sobre la “destrucción creativa” como factor esencial en la sociedad abierta, la interpretación del emprendimiento y del papel político de las clases medias. Entiende la tecnología como prolongación de nuestros cuerpos que hace milagros, fuerza que destruye y crea puestos de trabajo, factor de conflictos políticos y guerra entre los países, útil aún hoy cuando creíamos que eso pertenecía a la historia. Decía que el “capitalismo no sobreviviría frente al avance del socialismo” aunque no logramos interpretar esa misteriosa, en él, frase de esfinge, que no corresponde en nada con su análisis de entonces ni con la realidad de hoy.

El fundamento del “capitalismo” es la destrucción creativa que incesantemente demuele lo anterior y crea lo nuevo, desbarranca el pasado y por eso es difícil mantenerse al día. Hoy la vigencia de una laptop, por ejemplo, es de menos de dos años, y eso porque las empresas no apresuran el mercado. Se liquida toda una rama de la economía, otra la sustituye, prospera, crea puestos de trabajo, hasta que también cae. Por eso pocas afirmaciones tan insustentables como que “la automatización elimina empleos”. La revolución industrial fue un asombroso proceso de innovación-destrucción masiva de trabajo servil, que en apenas un siglo cambio acabó el antiguo régimen y llevó la expectativa de vida de veintidós años a más de cuarenta. La “revolución tecnológica” de Clinton y Al Gore creó 20 millones de empleos en EE.UU. La tecnología es también factor esencial de la globalización, porque países y regiones relegados se ponen a la vanguardia y superan a los antes predominantes, como vemos hoy con el milagro asiático.

Quienes pasan la vida jugando perinola, sucumben, caso Latinoamérica con políticas telarañosas, valetudinarias y camina como un ciego en la oscuridad. En dos siglos, pasamos del uso del hielo para conservar los alimentos, a la refrigeración; del telégrafo al smartphone, de la lámpara de gas al bombillo incandescente y ahora a las lámparas LED. La televisión pasa de los tubos de vacío al chip. Del disco de vinilo se pasó al CD, desaparecen, y del motor de hélice a la turbina. De la máquina de escribir al procesador de texto. De minitel a la internet, de la fotografía química y el reloj mecánico a los digitales, y luego al inteligente. Schumpeter también aporta como pocos para comprender la función social de los sectores medios, siempre “una variable incontrolable” en política, que desde el siglo XIX hasta hoy asumieron por igual acciones antisistema de izquierda o de derecha, no valoran demasiado la democracia y cambian de un momento a otro a la catástrofe. Mientras los estamentos populares suelen ser pragmáticos en sus decisiones políticas, utilitarios, al decir de Jeremy Bentham, las clases medias operan movidas por criterios moralinos, generalmente irreales, ilusorios.

Por ejemplo, en Venezuela, cambiaron desde posiciones de extrema izquierda irracional antipolítica en 1998 a la extrema derecha irracional antipolítica hoy, y respaldaron procesos autoritarios desequilibrados, locuras de ambos signos consecutivamente, con lo que se autoeliminaron como grupo social y como alternativa. Me producía asombro como defendían y defienden posiciones ingenuas con igual fanatismo e irracionalidad y se arrojaban por el barranco de caudillos para castigar los vicios de la democracia; pero aún más su incapacidad para aprender de la experiencia Schumpeter las estudia sociológicamente. Profesionales, empresarios, profesores, técnicos, intelectuales, burócratas, son los factores más dinámicos de la sociedad, los mejor formados académicamente, motores de los procesos de desarrollo. Son también síntoma de éxito económico, porque significan que la mano de obra se tecnifica y eleva su status. Resultan por lo tanto enormemente valiosos, pero es un error dar crédito a sus opiniones políticas, más ahora gracias a las redes sociales.

La opinión de un insigne neurocirujano sobre geofísica, vale tanto como la de este o de un político sobre medicina y viceversa. Al carecer de experiencia y conocimientos especializados, también carecen de sentido sabio en la disciplina, “piensan políticamente como niños”, dice Schumpeter. Su opinión es emocional, moralina, simple, confrontacional, porque carecen de know how. Aspiran a ser dirigentes porque la política les apasiona y transitan por ella sin saber siquiera como tratar con un mesonero, sin la más remota idea sobre que se debe hacer para ganar una elección, ni enfrentar adversarios avezados, astutos, intencionados, en síntesis, políticos. Sus pretendidos liderazgos, -pienso en Mauricio Macri, Ivan Duque, Guillermo Lasso-, equivale a designar una monjita para administrar un casino en las Vegas. Twitter es el sicoanálisis colectivo de los sectores medios. La inexperiencia aflora intolerancia, impericia, conflictividad, dificultades para rectificar, sordera a argumentos contrarios, para buscar soluciones transadas, no confrontadas, demonización del adversario.

El debate sobre las elecciones automatizadas daría como prueba. Después de veinte años asombra que la bandera de lucha sea regresar a las elecciones manuales, un arcaísmo equivalente a volver al teléfono de disco o pedir que los bancos y las universidades prescindan de las computadoras, porque pueden trampear clientes y estudiantes, con el prejuicio del “fraude tecnológico”. Un “experto” afirma rotundamente y “con plena responsabilidad” que “en ningún país democrático hay voto electrónico”, aunque existe en EEUU, la India, Brasil, Filipinas, Bélgica, Francia, Argentina, Perú, México, Canadá, Holanda, Alemania, Reino Unido, Italia, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, Bulgaria, Parlamento Europeo, Estonia, Emiratos (en muchos se implanta parcial o progresivamente). Casi 40% de los electores del planeta votan con máquinas. Cómo respuesta, la ingenuidad vivaracha, el sombrero de copa: “eso es bueno allá, pero no aquí porque el gobierno es tramposo”. Parecieran creer que el fraude apareció en el mundo con los sistemas automatizados. La Ilíada de los secuestros electorales latinoamericanos se escribió con sistemas manuales en México, “la dictadura más perfecta”, por 70 años el arquetipo, sin máquinas de votación. El fraude republicano en Florida contra Al Gore en 2000, fue posible gracias al conteo manual, como se demuestra porque en las mesas adulteradas se contó “con las manos” ¡qué casualidad!

En los países democráticos se vota de las dos maneras. Y para terminar de “calzarse las ideas al revés”, diría Moliere, arrojan “sospechas” sobre quien argumenta lo contrario, vinculaciones oscuras, marañas, sin darse cuenta que patean un aguijón. Para que voten los venezolanos de la diáspora es indispensable que lo organice el CNE en virtud de un acuerdo con el Estado venezolano, porque nadie va aceptar resultados proclamados por una caimanera caótica. Y eso implica derogar sanciones y el no reconocimiento. Las elecciones automatizadas en Venezuela son la mejor noticia para sectores opositores que nunca tuvieron fuerza ni organización para cubrir las mesas electorales, porque la “gracia” abstencionista, los privó de aparato de poder frente a la maquinaria y los recursos del adversario. Gracias a la digitalización, la disidencia obtuvo repetidas victorias, porque los resultados no se pueden cambiar. Piden “un CNE equilibrado” que ya existe, y lo mismo ocurre con las condiciones electorales, pese a que la sumatoria de votos declarada por el CNE les dio victorias, pero han perdido los cargos por no entender la política. Se invocan ilusorias truculencias del CNE y las máquinas para una cosa, pero se aceptará para concurrir a las elecciones nacionales. La insensatez de la postura es tal que parece tratarse de una operación para declarar fraude. De otra manera no se puede entender.

@carlosraulher

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Ismael Pérez Vigil

Hace unos días circuló un video, que rápidamente se difundió por las redes sociales en grupos de WhatsApp o chats, en el cual, de una manera clara y bastante didáctica, el politólogo John Magdaleno expone sus puntos de vista y las conclusiones de sus trabajos e investigaciones sobre el papel de los procesos electorales en los cambios de regímenes políticos y las transiciones hacia la democracia.

Enfoque de Magdaleno.

El trabajo de Magdaleno en esta materia es intenso y tiene más de nueve años desarrollándose, por ello me dirigí al autor para que me facilitara las referencias de algunos de sus trabajos y les trascribo a continuación el vínculo a uno de ellos: "Una breve introducción a las transiciones hacia la democracia: elecciones tentativas de ciento dos casos de transiciones a la democracia en el mundo". En Democracia y Libre Empresa. Caracas: Fedecámaras (disponible en: https://bit.ly/3y9cNa5)

El video, rápidamente también, reabrió una polémica entre colegas politólogos, que ya tiene, como el tema mismo, algún tiempo discutiéndose de manera académica. No es mi intención involucrarme en la polémica, pero si utilizar la ocasión del video de Magdaleno y la polémica que suscitó, para resaltar algunos aspectos de la situación política actual.

Problemas de una elección.

Fijada la fecha para la realización de la elección primaria que seleccionará al candidato, unitario, de la oposición democrática que participará en las elecciones presidenciales de 2024, la Comisión Nacional de Primaria (CP), además de resolver problemas de técnica electoral para que los venezolanos, que queremos un cambio político en el país nos podamos expresar, tendrá que enfrentar algunos problemas que caracterizan a la situación política actual y que no son tan fáciles de resolver, como paradójicamente, podrían ser los electorales.

Me refiero a la desmotivación política general y la abstención de indiferencia que desde hace años esta enquistada en el país. Agruparé ambos fenómenos en uno solo, asumiendo que la desmotivación −cuyas razones las doy por discutidas y no repetiré− es una de las causas que motoriza a la perniciosa abstención. No es la primera vez que escribo sobre este tema, es una discusión cíclica, como ya he dicho otras veces y por eso no me preocupa volver sobre argumentos y cosas que se han dicho o que he escrito, en ocasiones anteriores, así que me disculpo de antemano con aquellos que tengan memoria suficiente, por repetir algunas ideas.

La abstención.

El de la abstención, como ya he recordado en otras ocasiones, es uno de los fenómenos políticos que menos se ha estudiado a nivel mundial y, particularmente, en Venezuela, donde, además, durante muchos años, no fue un evento significativo. Hoy lo es. Cada vez que se aproxima un proceso electoral surge ese fantasma, que es algo más que un fantasma, es una realidad que comprende desde 1998, más del 30% del electorado, que se ha convertido en una masa inerte, un peso muerto, que puede disminuir levemente en algunas ocasiones o incrementarse cuando la oposición la invoca por razones políticas.

En todo caso, es un fenómeno poco estudiado y en aquellos lugares en los que se ha estudiado, se dice que una de las causas principales para la abstención son los problemas administrativos; es decir, las dificultades organizativas para votar. De allí que en todas partes se hagan considerables esfuerzos para aligerar el proceso. Primero, para procurar que todos los que están en capacidad de hacerlo, que cumplan los requisitos legales, estén registrados, y por eso tanta insistencia en que los padrones electorales, el Registro Electoral (RE) como nosotros lo denominamos, sean lo más exactos posibles y que la gente se registre. Y después, obviamente, facilitar el proceso electoral como tal para que la población ejerza ese derecho: número de centros y mesas asequibles y seguras, material electoral suficiente y fácil de manejar por el elector, sistemas de escrutinio rápidos que reduzcan la incertidumbre, etc.

Vencer la abstención.

Dado lo anterior como resuelto, comienzan a considerarse, en todas partes, sin ninguna excepción, otras dos razones importantes para reducir la abstención o llevar la gente a votar: Primero, tener candidatos y propuestas por las cuales valga la pena movilizarse; y segundo, que la gente confié en que los votos van a ser asignados al candidato y a las propuestas que cada quien decidió. Pero ambas razones, debemos reconocerlo, en el fondo, son razones eminentemente subjetivas. Qué duda cabe que el candidato o la propuesta por la cual se vota o vale la pena hacerlo, es algo meramente subjetivo; pero también es meramente subjetivo el sentimiento de confianza en el proceso. Por eso, por ser subjetivos ambos factores, tienen que tener basamentos empíricos, cosas objetivas que demuestren que vale la pena votar; por ejemplo, un proceso organizado, pero transparente en el que se tenga confianza.

En ese sentido en Venezuela estamos en el peor de los mundos; a pesar de que existen sobradas razones teóricas y políticas para moverse a votar, al evaluar las consideraciones anteriores, hay muchas razones que crean incertidumbre a la hora de movilizarse para hacerlo, sobre todo en una elección primaria, en la cual por definición, estaría motivada a votar solo aquella parte de la población que quiere ese cambio político en el país y ve en la posibilidad de escoger un candidato unitario de la oposición democrática, una oportunidad para hacerlo.

Razones para abstenerse.

Salvado ese primer escollo, entran a jugar las razones de tipo administrativo, que han plagado los procesos electorales en Venezuela; cosas como la alteración del registro, la desconfianza en el órgano electoral, la falta de candidatos o propuestas por los que valga la pena movilizarse, e incluso, perdida de facilidades para votar por cambios de centros, reducciones de los mismos, ubicación en sitios remotos o peligrosos, etc.; por lo tanto, muchas personas, antes de evaluar qué cosas han cambiado en el actual proceso de primaria y esperar por otros cambios que serán anunciados, se preparan para inhibirse de participar.

De allí también que convertir la abstención en una política que sea movilizadora y se distinga inequívocamente de la simple indiferencia, requiere de un esfuerzo mayor y mucho más sostenido que participar. En el caso de la abstención, ese esfuerzo por convertirlo en una política movilizadora, nunca lo hemos visto hacer de manera sostenida, concreta, por parte de aquellos que preconizan o promueven este tipo de políticas, que se pueden hacer prácticamente por rutina.

Indiferencia y abstención.

La indiferencia y la abstención se pueden matizar y analizar de diversas maneras. Por ejemplo, en países desarrollados se trata de justificarla diciendo que la gente se abstiene porque no siente que hay cosas por las que valga la pena movilizarse, que no hay mayores diferencias entre los candidatos; que las opciones y sus políticas son tan similares que, gane uno o gane otro, no habrá mayores diferencias, no hay nada verdaderamente importante en juego en los procesos electorales. Esa afirmación, que es hoy algo discutible en todo el mundo, ¿Es el caso de Venezuela? ¿No hay aquí razones de fondo, realmente importantes, por las cuales valga la pena votar? Desde luego que sí y no las repetiré ahora.

Conclusión.

En los procesos electorales en Venezuela la desconfianza persiste y mina la credibilidad de todos ellos. Ahora nos toca vencer esas resistencias que en parte nosotros mismos creamos y que seguimos alimentando con diversas actitudes, en las que pareciera que solo hay interés en presentar las dificultades obvias, que nos colocan en posición de desventaja frente a quienes controlan todos los poderes, que tiene gigantescos recursos, que lucen todo poderosos y que son el verdadero rival a vencer. No podemos persistir en ese empeño de mirar hacia los lados para encontrar a los culpables de nuestros errores, como conjunto.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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