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Opinión

Edgar Benarroch

LA LUCHA QUE ADELANTAMOS

Hace más de sesenta años el periodista y escritor turco Peyami Sofa, afirmó que “Para destruir una nación no era necesario una guerra que destruye toda la infraestructura, con hacer olvidar su historia, alejarla de la religión y desintegrar sus valores espirituales y morales bastaba”. Una gran verdad nos dejó el periodista y escritor. Recuerdo que en la campaña electoral de 1968, una joven copeyana que trabajaba en una empresa del Estado, tenía en su escritorio una fotografía de Rafael Caldera, su jefe cuando vio aquello le ordenó quitar la fotografía pero ella se negó y entonces se la arrebató y rompió.Ella le dijo, puede quitarla de allí, lo que nunca podrá es arrancármela del corazón. Por supuesto fue despedida de inmediato e incorporada a su puesto de trabajo en junio de 1969, después del triunfo de Caldera. Cuando las cosas son del alma y corazón están muy adentro, son nuestras y nadie puede arrebatárnoslas. Podrán maltratarnos y hasta matarnos pero allí continúan las cosas.

Destruyeron el país como lo han hecho , pero mientras perdure nuestra historia, religión y valores, mientras esté presente el amor por la Patria, ella seguirá siempre con vida y futuro.

“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, esta frase que la tradición literaria atribuye al Don Juan Tenorio de José Zorrilla, es, sin duda alguna, transmisora de un estupendo mensaje: En la escena de esta obra, el mentiroso le dice a su criado que ha matado a su rival. Entonces el criado comenta con ironía la frase antes entre comillas, estaba informado que el rival había anunciado su boda.

El régimen podrá pensar que ha matado al país destruyendo sus industrias, sus terrenos fértiles y hasta su moneda, pero no es así, mientras nuestra historia esté viva, nuestra religión incólume y nuestros valores espirituales y morales intactos, todos gozaremos de buena salud. Ahora bien, nuestra buena salud no es solo para disfrutarla y sentirnos con brío, también debe ser para ponerla a la orden de los más altos intereses de la Patria que en esta hora tan aciaga están en juego. Ofrezcamos nuestra salud en UNIÓN de todos los que aspiramos cambio radical ya. No olvidemos nuestra historia que está llena de heroísmo y de testimonios inmensos y gigantescos de nuestros libertadores. En honor a ellos y a la familia es esta lucha que adelantamos.

30 de octubre 2022

OPINIÓN DEL PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA 2018

“La economía de Venezuela, para ilustrarla mejor, es como alguien tendido en el suelo y Maduro encima dándole con un puñal, desesperado mira a ver si la persona continúa con signos vitales, sino continuará dándole cada vez más fuerte. Es muy lamentable, pero jamás vi algo tan feroz ocupando un cargo de esa naturaleza, ni lo imaginé que llegara a existir, destroza toda teoría económica existente”. Así se expresa William Nordhaus, quien es un afamado economista estadounidense galardonado con el premio Nobel de economía 2018. Define la economía como “La ciencia social que estudia cómo las familias, empresas y gobiernos organizan los recursos disponibles que suelen ser escasos, para satisfacer las diferentes necesidades y así tener un mayor bienestar”. Sostiene que gente como Maduro se debe tener aislada porque constituye un inmenso y grave peligro para la humanidad.

Muy dura y severa la opinión del premio Nobel, pero no por ello deja de tener razón y ser muy cierta su afirmación, que como él dice, ilustra nuestra cruda y dolorosa realidad que confrontamos.

Como el cuerpo en el suelo todavía manifiesta signos vitales, Maduro, quien apuñala inmisericordemente, continúa con su empeño para que desaparezcan las características de vida. Todos los días afila más el puñal para que la herida sea profunda y cause mayor daño.

Es necesario y urgente apartar al agresor y recuperar cuanto antes al herido maltratado. Como se debe entender, para sanar al enfermo es necesario eliminar al agresor y como éste cuenta con el respaldo de un contingente armado, es necesario UNIRNOS para con toda nuestra voluntad y fuerza sacar al agresor. Nuestro norte es recobrar la salud del agredido que está muy comprometida, gracias a Dios contamos con personas adecuadas para atender debidamente al paciente y sobre todo nos sobra voluntad y ganas.

La tarea que nos espera, después de la salida de lo que tenemos, es dura, ardua y difícil, pues destrozaron el país y nos endeudaron hasta la coronilla, pero estoy convencido que saldremos exitosos de este inmenso desafío. Al cambiar el gobierno también cambiará la consideración que los países tienen de nuestro país y se manifestará la solidaridad internacional, recibiremos dinero fresco a intereses considerados que nos servirá para emprender la reactivación económica, que sumado a nuestro esfuerzo nos sacará del abismo donde estamos.

28 de octubre 2022

ÍNDICE SOBRE ESTADO DE DERECHO

World Justice Proyect. (WJP) o Proyecto de Justicia Mundial, es una organización internacional de la sociedad civil que tiene la misión de trabajar para expandir y consolidar el imperio de la ley en el mundo. Su sede central está en Washington y fue fundada en 2006.

Muy lamentablemente sabemos de comunidades donde se violan los derechos humanos y se desconoce la dignidad de la persona humana. La gente siempre busca y se esfuerza por encontrar un espacio seguro para vivir en paz y con dignidad, pero existen regímenes que crean todo lo contrario, un ambiente donde no existe paz y se desconocen los derechos fundamentales del ser humano.

Esta situación tiene una característica común: gobiernos que no rinden cuentas, corrupción y falta de respeto a los derechos del hombre, es decir, un estado que no sólo no respeta las normas más elementales de convivencia pacífica, sino que atenta contra ellas. Es urgente avanzar en una agenda integral del estado de derecho para construir comunidades justas y saludables.

A finales de mayo y principios de junio de este año, el WJP convocó a más de mil agentes preocupados por la paz mundial y la dignidad de la persona humana. Se reunieron en La Haya para estudiar la actual situación y abordar los desafíos que estos tiempos presentan. El foro, después de una semana de intenso trabajo, arribó a algunas conclusiones: Se evaluaron 140 países y los mejores y respetuosos del estado de derecho fueron Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia, Holanda y Alemania, mientras que los peores en extremo fueron Haití, El Congo, Afganistán, Camboya y Venezuela.

No nos debe extrañar que nuestro país ocupe esa deshonrosa posición donde están los regímenes más oprobiosos del mundo. Así estamos por culpa de un régimen que permanentemente viola los humanos y atenta groseramente contra la dignidad de la persona humana. Seguramente el régimen descalificará y ofenderá a la organización que dio a conocer los resultados del estudio, ésa es su costumbre, descalificar al mensajero sin atender el mensaje.

El mundo entero se asombra como o acabaron con el país que teníamos, como lo destrozaron todo, todo lo bueno lo dañaron y lo malo lo empeoraron. Acabar con la segunda empresa en importancia del mundo, PDVSA, no es cualquier cosa y lo lograron, parece que ahora van por nuestras vidas.

27 de octubre 2022

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Benjamín Tripier

El rol del empresario venezolano en la Venezuela de hoy, ha cambiado sustancialmente con el paso del tiempo, y con la consolidación de la revolución, así como de las sanciones de EE UU y de muchos de los países con los que históricamente Venezuela estuvo relacionada.

Ha habido un efecto dominó que arrancó con las sanciones de Obama, y que llegaron a un clímax con las de Trump, privando al gobierno revolucionario de la fuente de ingresos que le permitía hacerse cada día más fuerte, e incidir en la región, exportando la ideología; así como controlar, casi absolutamente, la economía venezolana. El 95% de las importaciones de Venezuela las hacía el estado venezolano; había créditos baratos y hasta gratuitos, el dólar libre estaba prohibido y castigado muy severamente, el acceso al dólar oficial era una herramienta de control, los controles de precios y de producción se hacían con armas largas, y, casi toda la economía giraba alrededor del estado, de sus permisos y concesiones; y había hiperinflación (la más poderosa herramienta de control político), así como escasez y desabastecimiento de casi cualquier cosa.

Las sanciones tuvieron su lado positivo, pues obligaron al gobierno a ver la economía desde un ángulo que no habían visto nunca, y que ni siquiera hubieran pensado que podía existir: que no hubiera ingresos ilimitados… y que el petróleo comenzara a escasear, no porque se acabara, sino porque no podía sacarse del subsuelo, y que si se lo sacaba no era tan fácil de producir y de exportar. Por las sanciones, por un lado, y por la falta de mantenimiento sostenido, por el otro.

Para el chavismo, el mundo cambió de un día para otro, y las opciones eran, o bien, más radicalización, tipo Cuba, o bien, más apertura, tipo China.

Como somos latinos, y buscamos el camino más fácil, nos fuimos por el modelo chino… pero claro… no somos chinos, así que controlaron lo que pudieron, y dejaron a su propio destino todo lo demás. Controlaron a los pobres, muchos, y cada vez más, y a los que aún no lo eran, pues los/nos dejaron para que hicieran lo que pudieran.

Pero, así como el gobierno no sabía “no controlar”, los empresarios, tampoco sabían cómo “no ser controlados”, y ambos tuvieron que aprender. El gobierno se replegó de la economía, desapareció el crédito bancario, el dólar comenzó a circular libremente, en un entorno de aislamiento del país, que hace que nuestra economía sea una burbuja cerrada con muy pocos y complejos modos de conectarnos con el mundo, y de importar o exportar, pagar o cobrar, cualquier bien o servicio; y los empresarios tuvieron que arreglárselas como pudieron.

Long story short, hoy cada producto en el anaquel de un supermercado fue pagado de su propio bolsillo, y por adelantado, por un empresario privado, y los precios se negocian libremente, teniendo como límite superior la capacidad de compra del cliente. Claro que, por las características del mercado, solo una minoría puede pagarlos, y una gigantesca mayoría vive en pobreza.

Lo cierto es que la capa empresarial en su aprendizaje tuvo que financiarse con sus propias reservas para poner en marcha una maquinaria industrial que, en términos generales operaba, en promedio, a menos de 20% de su capacidad instalada, y en la actualidad ya ha llegado a 30% de utilización. Y ese crecimiento fue generando fuentes de trabajo para aliviar la pobreza; pobreza que viene del desempleo, pero también de la falta de formación de los recursos humanos que nos quedaron. Porque gran parte de los 7,1 millones que se fueron, pertenecían al grupo de profesionales y a lo que reconocíamos como el bono demográfico… que ya no está.

Hoy la economía está apoyada en la actividad privada, 95% de las importaciones, ahora están en manos privadas y el Estado, en su repliegue, va transformando –de hecho- una economía controlada, en una liberal de mercado. Y allí es donde entra en acción el tema del modelo político y de concentración del poder; porque, así como la decisión en un momento, hace un par de años, fue ir hacia el mercado, perfectamente podría revertirse o cambiar de sentido con la misma facilidad y velocidad. Nada de lo que tenemos hoy, es irreversible.

El tema, es la confianza -o la falta de confianza- en que el nuevo sentido de dirección pueda sostenerse en el tiempo… y eso solo lo puede dar un modelo político con una institucionalidad que no dependa de voluntades individuales.

Otro tema, que por esta época del año resurge, es la salida de Guaidó del gobierno interino, porque tiene fecha de renovación el 5 de enero de cada año. Y cada año que pasa se le da mayor credibilidad a la no renovación. Y mueven opinión pública, hacen decir cosas off the record a innombrados funcionarios norteamericanos, e interpretan como pasaje bíblico cualquier posibilidad que implique que “hasta aquí llegó”.

Recuerdo una reunión del mes de septiembre de 2019, reunido con dos connotados representantes, uno del chavismo y el otro de la pseudo oposición, que juraban y rejuraban que no le daban más de tres meses a Guaidó… que estaba listo… que hasta ahí. Y, al igual que con la apertura de sanciones y de Chevrón, cuando uno se para en octubre del 2022, y mira hacia atrás, pues ninguna de las predicciones se cumplió: Guaidó sigue en su puesto y las sanciones también. Pero bueno… es una cuestión de tiempo… nada es para siempre.

Porque lo que hay que estar claros es que esa posición del interinato sigue cumpliendo la misma función que cuando se creó, que es la de ser un muro institucional de contención, para el manejo y protección de los activos externos, y ser un vocero cuasi oficial de la voluntad del gobierno de EE UU.

Tocando un tema de fondo, nuestra pobreza es tan grande que ya, casi sin duda, deberíamos verla como un mercado que permita el desarrollo humano, y que, de acuerdo a las posibilidades de cada sistema, se vaya reemplazando pobreza por clase media (C. K. Prahalad la fortuna en la base de la pirámide).

Es el ejemplo de la carreta con 20 millones de personas arriba, empujada por 5 millones de personas. Y los 7,1 millones que se fueron, para sumar los 32 millones que éramos antes de que comenzara el descalabro, 80% de ellos, si no se hubiera ido, pues estaría también arriba de la carreta. Y los otros, si no se hubieran ido, pues estarían empujando la carreta. Lo cierto es que, en números netos, la carreta se hizo más liviana, aunque los que debían empujar, pero prefirieron irse, se llevaron una vitalidad y una fuerza que hace que los que quedamos tengamos que hacer más fuerza.

Lo anterior es para ejemplificar que hay que buscar métodos para las dos cosas: para lograr que más gente se baje a empujar (y no se vaya del país) y algún método para que se pueda empujar de una manera más práctica.

Los planes de emprendedores que hay en la actualidad, que están más orientados al crédito barato o a fondo perdido, hacen énfasis en la oferta de dinero y en la manera de lograr o justificar su rescate o sus pérdidas, y no en la manera en la que van a utilizar esos fondos, y menos que menos en los resultados.

Los Bonos de Inversión Social pretenden poner el énfasis en la calidad y el impacto de los resultados, pues la rentabilidad financiera está asociada al cumplimiento de metas. A emprendimientos exitosos, a estudiantes graduados, a niños alimentados, a empleos genuinos obtenidos, a familias alimentadas y bien constituidas… y en general a la efectividad de los programas. Moverse desde la eficiencia como medida, hacia la efectividad; donde lo que importa es lograr resultados medibles, sustentables y reproducibles.

Nuestro mercado de valores en Venezuela pudiera ser la plataforma de emisión y colocación de estos instrumentos financieros, emitidos por ODS´s reconocidas y financiados por fondos nacionales o internacionales para la mitigación de la pobreza. Tenemos que comenzar a trabajar en eso (yo ya lo estoy haciendo) y entender que a la pobreza hay que visibilizarla, caracterizarla, persona por persona, y armar una hoja de ruta para establecer el modo y la velocidad a la que haremos que bajen de la carreta y se pongan a empujar con todos nosotros, los que tenemos la bendición de no estar en situación de pobreza.

En lo económico, los temas de la semana volvieron a ser, en forma reiterativa, las noticias sobre Chevrón y las sanciones, así como el deslizamiento del tipo de cambio que alcanzó el piso de 9 bolívares por dólar antes de lo esperado.

Del optimismo fantasioso no hay mucho para decir, más que tener cuidado en la toma de decisiones basados en este tipo de información. Si se les hubiera creído en su momento, hace un par de años, cuando comenzaron con lo del optimismo, y hubieran invertido apostando a esa apertura, bueno… hubieran perdido dinero. Y me consta que algunas empresas locales de servicios petroleros llegaron a invertir hasta 4 millones de dólares para prepararse para algo que nunca llegó.

No quiere decir que no vaya a ocurrir en algún momento, pero son tantas las incógnitas y las especulaciones, que cuando ocurra, si ocurre, seguramente no se parecerá en mucho a los escenarios que se leen en la prensa intencionada todos los días. Tenemos restricciones políticas de reconocimiento de nuestra institucionalidad; tenemos restricciones de cumplimiento, control interno y de perfil jurídico, que empresas de la visibilidad de las grandes petroleras que están involucrando en el tema, no pueden pasar por alto. Y tenemos un tema de deuda externa impaga, tanto de la soberana y de Pdvsa, como de las decididas por el Ciadi y por tribunales americanos, que pondrían en riesgo de embargo los activos e inventarios involucrados en cualquier apertura. En fin… pareciera que falta nivel de análisis, por descuido o intencionado, que debería incentivar a que cada empresa haga su propia due diligence antes de avanzar en inversiones y proyectos.

Más bien tiendo a pensar que un cambio en la legislación local de la LOH, podría tener impacto positivo sobre empresas petroleras nacionales y extranjeras medianas y pequeñas, principalmente europeas o argentinas, cuyo riesgo de negocios por las sanciones sea acotado y que tengan su propio mercado. Nada grande, nada muy visible, pero efectivo en resultados. Y eso podría dar pie a que, en el futuro, el tema del petróleo se democratizara en Venezuela, estableciendo concesiones específicas a pymes petroleras nacionales y que el rol de Pdvsa se convierta en un administrador de concesiones.

Por lo pronto no deberían esperarse cambios en los niveles de producción petrolera ni en las condiciones de precio y mercado. Inclusive si se diera lo de Chevrón, habría que acomodar tantas piezas que tomaría un par de años aumentar la producción entre 100 mil y 200 mil barriles diarios. Y no hay que perder de vista los umbrales de rentabilidad (precio y costo) de nuestras operaciones frente a otras como las de nuestros vecinos de Guyana y Surinam. No está fácil para nosotros… una vez que pierdes mercados, ya no se recuperan, porque todo el sistema se adapta rápidamente a las nuevas realidades… y esas realidades, ya no cuentan con nosotros. Hay que pensar en otra cosa.

El otro tema, es el del dólar. No hay que perder de vista que hay varios factores que inciden en su precio. Por un lado, está el ángulo de los inventarios de dólares disponibles (que a veces periódicamente se reemplazan por euros) tanto en efectivo como en transferencia; por otra parte está el valor intrínseco de esa moneda que en estos momentos, por la solidez de la economía norteamericana, tiende a revaluarse, afectando negativamente al resto de las monedas cuyas importaciones tienden a encarecerse… y como nosotros somos los compradores naturales de esos bienes caros, pues el precio también se incrementa. Pero eso es del lado de la oferta de esa moneda.

Por el lado de la demanda, se encuentra la disponibilidad de bolívares, de cualquier origen, que pueda presionar convirtiéndose en dólares a una velocidad cada vez mayor. Porque en la medida que se deprecia nuestra moneda, aumenta la velocidad de refugio rápido y seguro… primario… que es el dólar; y de esa manera aumenta su precio.

Sobre el primer componente del precio, que llamaremos estructural, no tenemos mucho para hacer porque no controlamos ni su valor, ni su circulación; mientras que sobre el segundo siempre nos queda la restricción de la disponibilidad de bolívares, vía el encaje y la falta de crédito, vía los bonos de cobertura cambiaria, y vía la inyección de los dólares que, por exportación en efectivo de petróleo, recibe el Banco Central y los coloca semanalmente (más de una vez a la semana) a través de la banca.

Más que eso no puede hacer. Y como los instrumentos de política monetaria mencionados ya están utilizados al máximo, solo le queda la inyección de dólares o euros en la economía; y lo que no puede controlar, pues se convierte en devaluación, que es lo que vemos también todos los días. Si tomáramos una curva de precio del dólar desde la fecha de la reconversión monetaria, observaríamos un ángulo cercano a los 40 grados, lo cual permite anticipar una devaluación sostenida proyectada que debería pasar los Bs. 10 por dólar en noviembre y acercarse a los Bs. 12 en diciembre.

Porque la anormalidad del precio sostenido en el entorno de los Bs. 5 por dólar entre octubre 2021 y mayo 2022, produjo el efecto de resorte apretado, que cuando se soltó, en un corto período de cuatro meses, casi duplicó su valor; y seguirá subiendo, porque ya no hay manera de absorber los bolívares que el sistema de precios creciente demanda para mantener la transaccionalidad y el consumo. Porque si bien es cierto que más de 60% de la transaccionalidad se maneja en dólares en efectivo, al menos la mitad, proviene de la conversión de los bolívares para proteger el poder de compra.

Tenemos problemas de fondo que, al no resolverse, generan, entre otros, los dos temas de la semana: el petrolero por nuestra situación de destrucción de la industria, y el del dólar como producto de la recesión acumulada, que no está siendo frenada por este tibio crecimiento de rebote que estamos percibiendo. Porque números duros que lo confirmen formalmente, aun no tenemos.

En lo internacional, debería preocuparnos la situación de Colombia con el cambio de sentido de dirección de su economía, resultante del cambio de dirección de su ideología política. Petro está mostrando más rápidamente de lo esperado, que, con Colombia, piensa hacer otro experimento latinoamericano de izquierda que también saldrá mal.

Porque a nosotros nos tomó 23 años pasar por la etapa de experimento izquierdista que salió (muy) mal y recién en los últimos tiempos estamos intentando corregir, aunque para muchas cosas es tarde, y habrá que asumir las pérdidas y comenzar de nuevo. Como siempre les digo, nuestro futuro es para adelante, sin mirar para atrás, tratando de rescatar algo; lo nuestro es “borrón y cuenta nueva”, y es hacia adelante. Nunca regresaremos a lo que teníamos, pero podemos construir algo mejor que lo que teníamos… depende de nosotros. Bueno… siempre dependió de nosotros y nos salió mal el jueguito.

Pero Colombia recién está entrando en el ciclo, que es posible que se interrumpa con la alternancia presidencial y no se profundice; eso si no se cumple lo que se espera que pase, que es que cambie la constitución y trate de convertirse en el “Petro eterno”, como el “Maduro eterno” y la frustrada, porque ahí sí no pudo, “Cristina eterna”.

Mientras tanto, tengamos todo el comercio posible, mientras dure, porque es bueno para ellos y para nosotros. Pero tomemos con cuidado hacer planes a largo plazo con ellos. Vamos a hacer lo que sabemos, que es sumar cortos plazos para ir avanzando cuidadosamente hacia el futuro.

Ah… y ni se nos ocurra insertarnos formalmente en la Comunidad Andina; aprovechemos nuestra circunstancia con el Mercosur, para no estar casados con nadie. Podemos ser parte de los dos mundos, sin tener que modificarnos, haciendo que todo cambie, para que al final, nada cambie.

Recomendación

  • Al gobierno: que evalúe seriamente y como política de Estado el traspaso al sector privado de las empresas en manos del Estado, especial y prioritariamente, las que prestan servicios masivos a la sociedad. Creo que ya superamos la barrera idiomática de no llamar a las cosas por su nombre porque la ideología o el partido no lo ven bien. Hace falta una estrategia de privatización, y hay que desarrollarla y divulgarla pronto. De todos modos, hoy ya hablamos de dolarización y a nadie le afecta mucho… todo lo contrario… da tranquilidad saber que se pueden comprar y mantener dólares.
  • A la dirigencia opositora: que tiene una nueva oportunidad de medir quienes dicen que se oponen y qué dirigentes realmente se oponen. Este nuevo ataque a Guaidó sin medir las consecuencias multifactoriales de desarmar el entramado protectivo que crearon los EE UU alrededor de su figura; solo muestra que ya se acostumbraron a que Maduro siga en el poder y ellos sigan oponiéndose. Los que sí seguro que no se acostumbraron, son las bases que quieren un cambio.
  • A la dirigencia empresarial: que desarrollemos una red formal de tesorerías corporativas para buscar mecanismos extra bancarios de financiar la economía, a partir de la optimización de flujos genuinos de negocios, que permitan cerrar la brecha de oferta que es la que nos mantiene con una inflación estructural que termina distorsionando a la economía como un todo; y generando solo oportunidades puntuales que benefician a unos pocos y no tienen impacto sobre los muchos. Hay que armar una arquitectura de fondos de inversión que puedan participar aportando capital de trabajo, tecnología y hasta gerencia a aquellas empresas que se entienda que hay que preservar para servir de plataforma para el crecimiento, cuando este sea posible.

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Fernando Mires

En el muy visto programa que dirige la moderadora alemana Anne Will (ARD) junto a conocidos especialistas en temas rusos y ucranianos, estuvo invitado el famoso escritor ruso Viktor Erofejev quien conoció personalmente a Vladimir Putin. Pese a las expectativas, Erofejev no agregó mucho a lo que ya sabemos sobre la personalidad narcisista del dictador (o sobre su crueldad o sobre su falta total de escrúpulos), pero sí produjo un impacto cuando en poético tono dijo: «Desde la sangre derramada está naciendo una nueva nación europea, Ucrania».

Después del efecto producido por el énfasis dramático impreso por el escritor fue imposible no preguntarse: ¿no nació Ucrania como nación en 1991? Evidentemente, Erofejev estaba hablando de otro nacimiento y, por lo mismo, de un distinto concepto de nación al que imperaba desde hace no mucho tiempo.

De la nación jurídica a la nación política

En 1991, a partir del colapso de la URSS —o sea desde el momento en que Ucrania fue reconocida por la UE y sobre todo por la ONU— había tenido lugar el nacimiento jurídico de una nación, o si se prefiere, el de una nación en forma. Erofejev se refiere entonces a un nacimiento al que nos atrevemos a denominar nacimiento político. Con eso queremos decir simplemente que hay una diferencia entre una nación jurídica y otra políticamente constituida. O lo que es casi igual: existe la nación jurídica y existe la nación política.

La nación jurídica es reconocida como tal por las demás naciones, en este caso por la ONU. Es, por así decirlo, la nación acreditada como nación. Para que eso suceda, esa nación tiene que estar dotada de un Estado y de un gobierno. La nación política, en cambio, aparece cuando sus habitantes, a través de sus distintas asociaciones, se reconocen como ciudadanos de una determinada nación de acuerdo a lo estipulado por una Constitución. Luego, la nación jurídica tiene que ver más con el reconocimiento externo y la nación política tiene que ver más con el reconocimiento interno de una nación. A ese reconocimiento interno se refería el escritor Erofejev.

Los ucranianos, durante la invasión ya no son solo ucranianos sino, además, se sienten ucranianos. En cierto sentido, su nación ha llegado a ser «una comunidad de destino», como definió a la nación el socialista austriaco Otto Bauer.

Los habitantes de Ucrania, a través de la guerra defensiva en contra del invasor ruso, han decidido no solo ser ucranianos en sentido demográfico sino también político y, por supuesto, militar. Por el solo hecho de defender a su nación en contra de la invasión externa, han establecido un lazo político con el gobierno que representa a esa nación. En ese sentido, la de los ucranianos puede ser vista como una guerra de liberación nacional.

Ahora bien, la definición de Ucrania como nación jurídica y política a la vez, no es por supuesto la misma de Putin, pues para Putin una nación no es una entidad jurídica ni política, sino una entidad consanguínea y cultural.

En su ya conocido ensayo titulado Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos encontramos de modo explícito el concepto de nación en la versión de Putin. Los ucranianos son, según el dictador, miembros de la Gran Rusia según determinaciones biológicas (lazos de sangre) culturales, históricas, idiomáticas e incluso, como él mismo ha afirmado en diversas ocasiones, religiosas.

De acuerdo al principio de consanguinidad, la definición de Putin se encuentra cerca de la definición nazi de nación (Putin cultiva el paneslavismo como Hitler cultivaba el pangermanismo). De acuerdo al principio de pertenencia cultural está, en cambio, más cerca de la concepción de Stalin. Ahora bien, esta última es la que aún prevalece —sin nombrar a su autor— en los círculos intelectuales y políticos de Rusia.

En su libelo El marxismo y la cuestión nacional, considerado en su tiempo por la mayoría de los comunistas del mundo como un gran aporte al marxismo leninismo, definía Stalin a la nación en los siguientes términos: [La] nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada esta en la comunidad de cultura.

Pongamos atención. En la definición de Stalin no aparece nada parecido a la relación jurídica y política de la ciudadanía con un Estado nacional. La nación, según Stalin, no necesita de ninguna Constitución para constituirse, tampoco de un Estado, ni siquiera de un gobierno que la represente ante los demás gobiernos y estados. Pues bien, esa, la estaliniana, es la misma concepción de Putin: la de una nación preestatal y preconstitucional, la de una nación puramente cultural.

De acuerdo a Stalin y Putin la mayoría de las naciones occidentales de nuestro tiempo, al ser multiculturales, no serían naciones. Por lo tanto, la definición culturalista de la nación dista de ser inocente. Todo lo contrario: hay un objetivo muy claro en la castración de lo jurídico y de lo político del cuerpo de la nación. Y es este: las naciones, al ser simples entidades culturales no requieren de un Estado, pues un Estado las convierte en independientes ante las demás naciones. Por eso las mal llamadas repúblicas soviéticas no eran repúblicas, en el mejor de los casos simples territorios culturales, subordinadas todos a la égida de un Estado central y unitario: el de la URSS.

La definición de nación, según Stalin, hecha después suya por Putin, es una noción imperial e imperialista, confeccionada a la medida del centralismo burocrático de tipo asiático (dutschke) impuesta por la tiranía comunista de la URSS. Tampoco era una federación al estilo de los EE. UU. o de la actual Alemania. Se trataba, simplemente, de agrupaciones y territorios culturales desprovistos de representación política.

La de Stalin era la definición de un conglomerado de culturas a las que el llamó naciones, subordinadas todas a un solo Estado. De acuerdo a esa definición, la URSS llegó a ser, después de que Stalin se hiciera del poder, lo que algunas izquierdas latinoamericanas llaman hoy —muchas veces sin saber lo que dicen— Estado plurinacional: es decir varias naciones culturales sin formato político.

No está de más decirlo: la concepción del Estado plurinacional de un Evo Morales, menos que indianista, es genuinamente estalinista. Afortunadamente, en Chile, donde su ciudadanía parece ser más moderna que sus izquierdas, el plurinacionalismo fue rechazado por amplia mayoría, sobre todo por las comunidades indígenas las que, con todo derecho, no querían ser convertidas en naciones de segunda clase.

El culturalismo que hasta el siglo XlX fue ideología predominante en los movimientos nacionalistas europeos, pese a su condición atávica, continúa perviviendo en algunos países de Europa. La guerra imperial de Milosevic, por ejemplo, tuvo como fundamento ideológico la eslavización promovida desde Serbia. A ese nacionalismo cultural (idioma, folclor, «mentalidad») recurren también grupos separatistas de regiones españolas como Cataluña y el País Vasco para fundamentar sus proyectos de supuesta independencia «nacional».

La arcaica idea (prejurídica y prepolítica) de la nación cultural sigue siendo vigente también para Putin. Según el dictador ruso, Ucrania —así lo dejó establecido en su ensayo del 2021— es una nación cultural, pero en ningún caso una nación jurídica y mucho menos política.

La revolución nacional de Ucrania

Como hemos reiterado en otros textos: el propósito central de Putin en Ucrania más que anexar territorios es destruir a la organización política de la nación articulada al Estado ucraniano —Estado representado en estos momentos por el gobierno de Volodímir Zelenski— y así reconvertir a Ucrania en una simple nación cultural, vale decir, en una nación sin Estado, sin Constitución y con un gobierno dependiente del exterior al estilo de las republiquetas fundadas por Putin en Donetsk, Lugansk y en los territorios sureños de Jerson y Zaporiyia. Ese sería por lo demás el destino que espera a Ucrania en caso de que su Estado nacional sea destruido: una nación sin soberanía, sin independencia, sin Estado, surgida de plebiscitos donde los votantes son apuntados con metralletas, «eligiendo» a grotescos gobernantes seleccionados a dedo por el dictador ruso.

El proceso que lleva a convertir una nación cultural en una nación jurídica, y a una nación jurídica en una política, no ha sido fácil de recorrer en Ucrania. Pero, a diferencias de Bielorrusia y otras exnaciones soviéticas, ha logrado ser transitado. Para que eso hubiera sido posible, la nación debió atravesar diversas fases o períodos. Así, a partir de 1991, mediante la declaración de independencia de Ucrania como consecuencia de la disolución de la URSS, podemos hablar de un periodo formativo.

Desde 1904 hasta el 2013 nos encontramos con un periodo de lucha hegemónica donde dos tendencias se enfrentaron continuamente. La primera está asociada al hombre de Rusia en Ucrania, Viktor Yanukóvich. La segunda a Julia Timoschenko y Viktor Yushchenko, líderes de de la llamada «revolución naranja», enfilada en contra de la corrupción, pero también en contra de la rusificación de Ucrania, ya fraguada desde el Kremlin.

Precisamente, enarbolando el estandarte de la anticorrupción y en elecciones consideradas fraudulentas, Viktor Yanukóvich llegó nuevamente al gobierno el 2010. Desde el poder, como si fuera un Lukashenko ucraniano, Yanukóvich se convirtió en simple portavoz de Putin, mientras los nacionalistas ucranianos veían con espanto cómo bajo su gobierno iba a terminar la independencia de Ucrania.

La gota que colmó el vaso fue la decisión de Yanukóvich (orden de Putin) de oponerse al acercamiento de Ucrania a la UE. Como respuesta, a fines de 2013, estalló la revolución, llamada con justeza Euromaidán. «Euro» porque su proclama más importante era la europeización de Ucrania.

Como es sabido, la revolución tuvo un origen principalmente estudiantil en la plaza Maidán (plaza de la libertad). A los estudiantes se fueron plegando partidos políticos, organizaciones civiles, confesiones religiosas, sectores del ejército, grupos nacionalistas y también ultranacionalistas (en Ucrania los hay, como en todos los países europeos). Esa auténtica revolución popular es llamada en la literatura putinista, «golpe de Estado». Por cierto, hubo enfrentamientos, violencia, muertos, heridos. Pero todos sabemos que las revoluciones populares nunca han sido bellas, como a veces aparecen en las películas.

En Maidán —visto en retrospectiva— surgió un movimiento en primera línea nacional y antimperial opuesto a la rusificación y abierto a la europeización. De ahí proviene el que hoy Zelenski llama «mandato de Maidán». En fin, con la revolución de Maidán comenzó la lucha de Ucrania por su independencia de Moscú. Como respuesta a Maidán fue iniciada en el 2014 la invasión de Rusia a Ucrania, cuando Putin se apoderó de Crimea, de Sebastopol, de Donetsk y Lugansk, declarando a esas regiones, sin antecedentes jurídicos ni históricos, territorios rusos.

¿Por qué no continuó Putin inmediatamente la guerra de anexión total de Ucrania? No es tan cierto, en el hecho lo intentó pero sin éxito.

Donetsk y Lugansk pasaron a convertirse en enclaves militares rusos y como tales fueron objeto de continuos ataques de parte de milicias patriotas y nacionalistas de Ucrania («nazis», según los putinistas). En efecto, desde 2014 hasta el 2022 tuvo lugar una guerra de baja intensidad en Ucrania, una a la que los historiadores no han prestado debida atención. También Putin utilizó ese periodo para acentuar la dependencia energética de Europa —sobre todo de su locomotora económica, Alemania— con respecto a Rusia. Y por cierto, dedicó ingresos obtenidos por el gas y el petróleo a modernizar al máximo posible a sus destacamentos militares.

Probablemente tampoco Putin había abandonado la idea de ocupar Ucrania mediante medios políticos, como intentó hacerlo utilizando a su títere, Janukóvich. Poroshenko, el presidente elegido después de Maidán, usaba un vocabulario nacionalista, pero a la vez estaba muy ligado a la oligarquía financiera rusa. Su sucesor, Volodímir Zelenski, pese a ganar las elecciones con una mayoría descomunal (más del 70%) no ofrecía un serio programa independentista, más bien parecía proclive al diálogo y al compromiso con Putin. Nadie podía sospechar que, bajo la apariencia más bien tímida del «actorzuelo», como aún lo califican con odio los putinistas, se escondía un formidable líder nacional. Menos imaginaba Putin la predisposición del pueblo ucraniano a defenderse hasta la inmolación en defensa de su país invadido, como tampoco la decisión de la mayoría de los países europeos para ponerse al servicio de las decisiones militares ucranianas. Ese momento de encuentro histórico entre Ucrania y Europa, percibido poéticamente por el escritor ruso Viktor Erofejev, hizo nacer sobre las ruinas y la sangre derramada a una nueva nación europea. Ucrania, se quiera o no, ya tenía antes de 2022 una historia política. Una muy breve, pero a la vez muy intensa.

Ucrania europea

La afirmación del ser europeo contiene, como toda afirmación, una negación. Europeo quiere decir en el contexto de la resistencia ucraniana «no queremos ser rusos», o también «no queremos ser habitantes de una provincia rusa». Europeo significa, además, «queremos ser occidentales en todo lo que signifique serlo»: ciudadanos de una nación donde sean respetados los derechos humanos; donde rija la Constitución por sobre la voz del mandatario; donde haya una clara división de poderes (ya establecidos en la Constitución ucraniana de 1996); donde haya partidos políticos, libertad de culto y de opinión. En otras palabras, donde haya todo lo que no existe en la Rusia de Putin. En ese sentido, la lucha de liberación nacional emprendida por el pueblo y el gobierno de Ucrania es también una lucha patriótica.

Patria no es lo mismo que nación, eso hay que tenerlo muy claro. Incluso en el mundo globalizado en que vivimos pueden llegar a ser dos conceptos separables. La patria hace referencia a un punto de origen, al espacio primario desde donde venimos, al lugar donde yacen nuestros recuerdos, amores y nostalgias, nuestros decires, nuestros gestos, nuestros modos de ser en la vida, pensados e incluso soñados en el lenguaje materno o paterno.

La nación, en cambio, supone una relación activa y dinámica con un Estado, el lugar donde asumimos derechos y deberes de acuerdo a las normas y leyes que provienen de una Constitución que rige para todos, más allá de nuestras diferencias culturales, religiosas o políticas. De la patria somos sus hijos, de la nación somos sus ciudadanos.

En la nación pagamos impuestos y elegimos a nuestros representantes de acuerdo a intereses e ideales. Del sentimiento patrio no puede surgir, por lo mismo, ninguna nueva nación. Pero a la inversa, de una nación, sobre todo cuando está a punto de ser perdida, sí puede surgir un sentimiento patrio. «Patriotismo constitucional» lo llamó una vez Habermas, retomando el concepto inventado por Rolf Sternberger. Efectivamente, de eso se trata. Vista así, Ucrania representa para muchos ucranianos la adhesión a una trinidad irrenunciable: es la patria originaria, es una nación políticamente constituida y es una parte de un continente occidental llamado Europa.

Desde la patria invadida ha nacido una nueva nación europea, reconocida y acogida por Europa. Eso nunca lo podrá entender el gobernante ruso. Por eso, destruya lo que pueda, y siempre será mucho, Putin está condenado a vivir y a morir en la derrota. En su derrota.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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Alejandro J. Sucre

Aunque no era de su competencia, organizar a la oposición venezolana para que se haga mas efectiva en una Plataforma Unitaria y poder presentarse unificada a las elecciones presidenciales del 2024 resuelve dos problemas graves de nuestro país. El primero, que le permite una estrategia constructiva de retirada de los asuntos internos de política nacional. Y segundo, le permite levantar las sanciones al petróleo y otros minerales para que Venezuela pueda competir por capital para atraer inversiones en el mundo. A diferencia de Rusia y China, donde EEUU interviene, los resultados son productivos. Donde Rusia interviene, las sociedades colapsan al estilo Siria. Igual donde China interviene como en África no hay avances en las sociedades. EEUU tiene un enfoque mucho mas de generar prosperidad donde interviene, aunque en algunos casos se duda de las motivaciones por las que interviene. El enfoque Biden para levantar las sanciones a Venezuela ha sido brillante. Haber impulsado la Plataforma Unitaria le quita el monopolio a los sectores políticos de la oposición beneficiados por las sanciones y a la vez le genera un impulso democrático al país. Creo que es clave que el gobierno del Presidente Biden pronto anuncie el levantamiento de sanciones petroleras y eso nos permite hacer un ejercicio de los beneficios una vez que Pdvsa aumente la producción y las ventas de petróleo a precios de mercado.

Beneficios de aliviar las sanciones a Pdvsa y otras empresas del Estado:

Aunque no hay información oficial, podemos hacer un ejercicio de hoy y estimar que Venezuela exporta unos 400.000 barriles diarios a una tasa descuento a China que llega a $70 por barril. Esto representa unos $10.080.000.000 en facturación por año. Si se liberan las sanciones que impiden a Pdvsa vender petróleo a los países occidentales, podríamos decir que la exportación subirá en 2 ó 3 años a 2.500.000. Si el precio del petróleo baja de $85 a $70 por barril en el año 2025, ahí Pdvsa estaría facturando $63.000.000.000. Como las nuevas exportaciones estarían en manos de empresas mixtas occidentales, esto generaría aumentos en ingresos a trabajadores petroleros de 6 veces e igual ocurriría con el número de personas empleadas por la industria. De estos ingresos adicionales para el año 2025, el Fisco recibiría sus regalías e impuestos y contaría con por lo menos $25,000,000 de nuevos ingresos petroleros o superávit en la entrada de capitales. Si reestructura la deuda externa para salir del default, la entrada de capitales para invertir en otros sectores de la economía sería elevada, pudiéramos hablar de unos $15.000 millones en inversión directa extranjera. El efecto multiplicador sería aún mayor si se permite aliviar las sanciones a otros sectores de la economía donde operan las empresas del estado como minería y en ellas entra el capital privado. Estaríamos hablando de un aumento en el superávit de balanza de pagos de más de $30.000 millones por año. Y este aliviar de las sanciones a las empresas del estado no solo aumenta la facturación del país a mediano plazo sino que también de forma inmediata ya que implicaría la traída de inversión para recuperar esas empresas. También las empresas del estado con capital privado estarían siendo operadas mas eficiente y transparentemente que en la actualidad.

Si además consideramos el beneficio para EEUU y Europa, el aumento de producción de petróleo y de gas por parte de Venezuela ayudaría a bajar el costo de los combustibles en esos países y habría más capacidad de aguante del occidente para enfrentar la guerra de Rusia contra Ucrania.

Los números anteriores son muy conservadores si los contrastamos con el potencial que Venezuela tiene para crecer y aportar exportaciones al mundo. Según el Atlas de Recursos Naturales (www.worldatlas.com/articles/countries-with-the-most-natural-resources.html), Venezuela tiene un inventario de USD 14,3 trillones en recursos naturales comercializables productor y exportador líder de numerosos minerales, incluidos petróleo, mineral de hierro, oro, carbón y bauxita, sin considerar su capacidad gasífera, agrícola, turística, manufacturera, logística, financiera y tecnológica.

Venezuela y sus lideres políticos nacionales e internacionales han avanzado en apoyar a que Venezuela fortalezca su democracia y atraiga mas capitales del exterior de los mercados nacionales e internacionales. Venezuela necesita $3 trillones en inversiones en los próximos 10 años para desarrollar su potencial económico y expandir su PIB anual a USD 1 Trillón por año, basado en recursos naturales, agrarios y demás sectores de la economía.

Este proceso democrático que la Administración Biden ha impulsado en Venezuela aumenta la transparencia en negocios del estado venezolano ya que hoy solo negocia con Rusia, China y otros países y no con empresas petroleras occidentales auditadas; y al entrar empresas de Europa y EEUU a producir petróleo y minerales en Venezuela generan más competencia (mayor % del PIB venezolano en manos de occidente) y no deja el territorio libre a Rusia y China. También esta estrategia de permitir agilizar el juego democrático en Venezuela ayuda al Presidente Maduro a fortalecer la posición de Venezuela ante su batalla por mantener el Esequibo dentro del territorio nacional.

El presidente Biden ha sido muy responsable en Venezuela, y negociando con el presidente Maduro y la oposición venezolana han logrado avanzar para crear condiciones para levantar las sanciones al petróleo venezolano y generar mas oportunidades de desarrollo al pueblo.

Twitter: @alejandrojsucre

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Carlos Raúl Hernández

El mapa europeo preguerra indicaba que la distribución del poder ya no era entre socialistas y conservadores, sino entre liberales y conservadores (no sabemos que vendrá después de la guerra) La revolución rusa de 1917 parte aguas entre comunistas y socialdemócratas y la palabra socialismo toma un alto grado de ambigüedad retórica que encubre un abismo político. El comunismo fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética y con sus satélites se autodefinieron “mundo socialista” (“socialismo o muerte” decía Fidel Castro “el dulce”). El abismo consiste en que la misión de Marx y sus comunistas la lucha democratica era “una vía” para implantar “la dictadura del proletariado” y “expropiar los medios de producción”, los “renegados” socialdemócratas, de Karl Kautsky y Edward Berstein a Betancourt, conciben la democracia representativa como medio, pero esencialmente como máximo fin, objetivo, ultima ratio de la lucha. Los comunistas jugaron -y ganaron- a la turbulencia insurreccional en países atrasados o de desarrollo incipiente y fracasaron en el mundo progresivo, mientras la socialdemocracia apostó a un pragmatismo civilizado y aplastante, el voto obrero, demográficamente mayoritario en Europa. Y ganó.

El crack del 29 desacreditó la economía de mercado y EE. UU y Europa abrazaron el capitalismo de Estado. Estado de bienestar, grandes empresas públicas, intervencionismo y altos impuestos. La socialdemocracia se hizo hegemónica por largo tiempo, pero colapsó en el mundo entero a comienzos de los 80, igual el comunismo y con ella el antikapitalismo. De ese fracaso arranca la renovación, el socialismo de mercado, la tercera ola de Toffler: Clinton, Tony Blair, Felipe González, Mitterrand, Schroeder, Deng Xiaoping, Salinas de Gortari, Lagos, Sánchez de Losada, Carlos Andrés Pérez. En Francia imperó el bipartidismo entre el socialismo de Mitterrand y la OMT. Ahora es entre los liberales de Macrón y la derecha de Marine Le Pen; la izquierda rupestre de Melancton quedó relegada a un tercer lugar, y es muy posible que se repita en Alemania. En Grecia el histórico Pasok, que nos hizo vibrar con la música de Theodorakis y llegó al poder en 2009, sumó 46% de los votos y vivió una crisis de imbecilidad helénica con el premier radical AlexisTsipras y su ministro Yanis Varufakis (del partido ultraizquierdista Siriza).

Seis años más tarde el Pasok ya era un pequeño club de 5% que no aceptaría ni a Groucho Marx. El problema de un partido político no es perder o ganar una elección, sino hacerse irrelevante. La primera ministro danesa, la bella Mette Frederiksen, socialista, tiene menos que ver con el socialismo que su paisana La Sirenita. Sus políticas son cero refugiados, mercado de par en par y planteamientos que hacen ver a Cayetana Álvarez de Toledo como reencarnación de La Pasionaria. La superstición habla de socialismo nórdico, pero el índice de libertad económica creado por Milton Friedman, entre otros, lo ubican entre las naciones de mayor libertad económica kapitalista y menos estorbo estatal a los negocios. El bárbaro Otelo Saraiva de Carvalho comentó a Olof Palme, jefe de los socialistas suecos, que “la revolución de los claveles quería acabar con los ricos”. Palme sonriendo amablemente respondió: “nosotros queremos acabar con los pobres”.

El deslave socialista en Europa comienza desde los 2000, se profundiza a partir de 2008 y lo que queda no tiene nada que ver con sus orígenes. Sobreviven tiranosaurios “firmes a sus convicciones históricas” (pienso en el apaleado Jeremy Corbyn, en 2019 con el peor resultado de los laboristas en 80 años), los sarcochusus “posmodernos” identitarios españoles, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, a los que las encuestas prometen felpa. Para Marx los proletarios, oscuro objeto de deseo de los sueños húmedos socialistas, “que carecen de medios de producción”, “solo tienen las cadenas que perder” (y su “prole”), es un concepto que hoy no dice nada porque abarcaría a los gerentes, tecnócratas, burócratas, secretarias de altos ingresos. Marx pensaba en los hoy casi extintos blue collar, entonces la mayoría de las clases trabajadoras.

Desde los 70 comienzan a desaparecer las fábricas tradicionales, se trasladan a Asia y mutan en complejos robóticos manejados por técnicos altamente calificados que en Francia quintuplican al trabajo manual del que apenas 8% está sindicalizado. La zanja entre burgueses y proletarios ahora es entre clases medias y desempleados (en España e Italia, por ejemplo, 40% de los jóvenes no trabajan ni estudian). Se sabe que los blue collar y los red neck en EEUU son republicanos y que un predictor del voto demócrata son las minorías. Montones de teóricos de la identidad, entre ellos Felix Guatarí, descubrieron que la clase obrera era sustento del sistema y buscaron otras vías. La estrategia es poner fin a la esencia liberal “vive y deja vivir”, cada quien según su privacidad, y romper la cohesión social: golpear la familia, religión, la vida sexual, el trabajo, la escuela. Eso lo llamaron Guatarí y Deleuze revolución molecular disipada. Luego del descalabro sueco los cinco países con gobiernos socialdemócratas que quedan, defienden más bien el socialismo de La Sirenita que los de Marx, Corbyn o Sánchez.

@CarlosRaulHer

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Ismael Pérez Vigil

El gobierno ve fácil la elección presidencial del 2024; al menos eso es lo que piensa, ¡por ahora!, según la infausta frase, de tan nefastos recuerdos. Esta advertencia de la “facilidad” con la que al parecer el gobierno ve esa elección, nos debe servir de aldabonazo, para que reaccionemos y salgamos de esta quietud.

Por su parte, la oposición parece avanzar lentamente; por momentos lo hace en círculos, de lado o retrocede; pasó la época en que parecía que avanzaba a saltos; como por ejemplo, en las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015, pero de eso hace ya casi 7 años; o cuando se formó, en 2019, el Gobierno Interino y el famoso mantra −Cese a la usurpación, gobierno… etc.– encabezado por Juan Guaidó, quien fue cayendo en desgracia y pasó de héroe a villano a velocidad asombrosa y de manera un tanto injusta; hoy se cuestiona y discute su continuación a partir de enero de 2023; aunque pueda haber razones, seguramente las hay, llamo la atención a que no es nada raro para un país que, como bien dijo Tulio Hernández, sufre de “liderofagia” y acostumbra a destruir a sus lideres. (Liderofagia, por Tulio Hernández, Frontera Viva, 19 junio, 2020 - http://bit.ly/3TyFypC)

Ruta zigzagueante.

Desde que se anunció la reestructuración de la MUD, que concluyó en la conformación de la Plataforma Unitaria, en abril de 2021, y en que el CNE volviera a admitir como partido político a la MUD, para participar en las elecciones regionales de noviembre de ese año −en la cual la MUD tuvo una muy modesta figuración−, el otro importante avance fue la participación y victoria en la repetición de las elecciones de gobernador del Estado Barinas, en enero de 2022. Pero tras esa fecha volvimos al pesado estancamiento, solamente alterado por el anuncio de la participación en las elecciones presidenciales de 2024 y el anuncio de la selección del candidato unitario de la oposición, mediante un proceso de elección primaria, anhelo de una gran parte del país opositor.

Ahora nos encontramos esperando la divulgación oficial y formal del Reglamento de esa elección, a partir del borrador que se filtró a la opinión pública la semana pasada; esperamos también a que se nombre la Comisión de Primaria, que organizará y regirá el proceso; y que se determine la fecha para realizar esa selección del candidato. Mientras tanto, seguimos en esa “quietud” que le da todo tipo de ventajas al régimen −que no es que necesite muchas−, “quietud” que nos encierra cada vez más en una especie de círculo neurótico de destrucción. La semana pasada, cuando comenté el reglamento de primaria que se filtró a la opinión pública (Reglamento de la Primaria (https://bit.ly/3TkPsLk), comente que volvería más adelante con el impacto político que tiene el que no se haya definido aún la fecha para escoger el candidato opositor. Veamos.

Sin candidato y sin mensaje.

Según lo ve el venezolano común, el hombre de la calle, el ciudadano acogotado por la crisis −esa que llamamos “humanitaria compleja”− siente que hay un pesado retraso o adormecimiento opositor, al que le debemos agregar que estamos próximos a finalizar otro año, sin pena ni gloria. Si no ponemos remedio, y luce que ya es tarde, será otro año que, a los ojos del opositor común, se nos va sin avances significativos en materia política, desde el punto de vista de la oposición democrática.

Dado que ya es un hecho decidido que se participará en el proceso electoral de 2024, es lamentable tener que reconocer que aún no tenemos una opción política clara. Y me refiero a dos cosas: una, que aún no tenemos un candidato y aún hay dudas en detalles importantes acerca de cómo lo vamos a seleccionar; y dos, que tampoco tenemos un mensaje totalmente definido, el que vamos a usar para entusiasmar a un país que parece drogado y adormecido por la fatiga, el cansancio, el hastío, la abstención y algo de antipolítica.

Y conste que cuando hablo de mensaje, no hablo de “programa”, pues bien sabemos que tenemos uno −que en realidad son varios−, el “Plan País” y que sin duda cualquiera de sus partes −o versiones− es un completo programa de gobierno, alternativo y mejor al oprobio en que vivimos. Pero, lo que no está claro es como convertir ese “programa”, ese o esos “Plan País”, en el mensaje alternativo, que emocione, entusiasme y motive a la población; y la prueba está en lo que los entendidos dicen que reflejan las encuestas y se nota en “la calle” al conversar con la gente: la apatía existente para participar en los procesos electorales pendientes: la primaria de 2023, las elecciones presidenciales del 2024 y ni hablar de las elecciones de Asamblea Nacional, locales y regionales del 2025.

Facilidades del régimen.

Por eso me parece que, en este momento, por cómo están las cosas, el régimen no le falta razón en pensar que lo tiene fácil para el 2024; lo que es toda una paradoja, pues el apoyo popular al actual gobierno −o a Nicolás Maduro, que para el caso es lo mismo−, según encuestas, encuestadores y “opinadores”, es bastante magro, apenas oscila entre el 15% y el 18%; mientras que el deseo de que haya un cambio político en el país, al parecer se remonta al 80% y el 85% de los venezolanos. No es una ironía, es la pura realidad, ese escaso margen de apoyo con que cuenta el régimen, redondeémoslo, generosa y exageradamente, al 20%, luce que será más que suficiente para mantenerse en el poder, también por la vía electoral. Y digo “también”, pues bien sabemos que el “apoyo popular” no es la “fuerza” que lo mantiene en el poder.

Factores políticos y numéricos

Ese escaso y abultado 20% se ve engrosado hasta el infinito por factores políticos y numéricos. Numéricamente hablando, el gobierno cuenta además a su favor con un 30%, como mínimo, de abstención endémica, porcentaje, que ocurra lo que ocurra, no baja de allí desde 1998, aunque no se le convierta en votos; cuenta además con un 20 o 25% adicional de abstención, que es producto del desánimo y el hartazgo de los venezolanos con la política y los partidos; y ahora, según nos alertó Súmate hace un par de meses, cuenta con un porcentaje que puede llegar a un tercio del padrón electoral, en el mejor de los casos, que no podrá ejercer el voto por diversas dificultades: por no estar registrado, por estar en el exterior sin facilidades para votar, además de las consabidas trampas y triquiñuelas que bien sabemos que suele hacer el régimen, para dificultar o desaparecer votos.

Conclusión.

Políticamente hablando, tal como hoy lucen las cosas, el gobierno cuenta con un partido, el PSUV, y varios más, que son esencialmente maquinarias electorales y clientelares; cuenta con un candidato, ya decidido y en campaña y aun cuando no sepamos a ciencia cierta si el actual candidato oficial repetirá −que es lo más probable− o si pueda ser cambiado a última o temprana hora, sabemos que, el que pongan, contará con los recursos y el dinero del Estado para hacer campaña y movilizar votantes; contará con las instituciones del Estado para tapar sus marramuncias y defender sus “resultados” en caso de ser necesario; y contará con una “oposición” hecha a su medida y que le sirve de comparsa y ariete contra la verdadera oposición.

Allí están listadas las dificultades y tareas que debe enfrentar la oposición democrática; no son nada fáciles de enfrentar, pero cuanto más tarde en definir su liderazgo, su candidato y su mensaje al país, más difíciles serán de vencer. Ojalá éste y muchos mensajes que circulan en redes sociales no caigan en el vacío y sirvan para estimular una reacción en el liderazgo opositor de partidos y sociedad civil

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

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Guillermo Mendoza Dávila

Otra vez de visita en Buenos Aires, es imposible no rendirme ante esta hermosa ciudad. Sus impresionantes avenidas, su bella arquitectura, sus monumentos y parques por doquier, su fabulosa gastronomía con el maridaje y el gentilicio de ciudadanos educados, atentos y muy cordiales nunca dejan de sorprender y conquistar a quienes la visitan, no importa cuantas veces hayamos venido.

¡La República Argentina lo tiene todo! Un país otrora agropecuario que, manteniendo la gran fortaleza del campo se ha industrializado creando un sector empresarial diversificado, sólido y capaz de suplir adecuadamente casi todas las necesidades domésticas y exportar sus productos de forma muy exitosa. Sin embargo, siendo así mis dilectos lectores ya se preguntarán por qué a diario conocen acerca de las múltiples calamidades que enfrenta la sociedad argentina, con la mayor inflación vista en años recientes en Latinoamérica -excluyendo el inenarrable caso de Venezuela. La moneda hace tan solo 5 años estaba debajo de 20 pesos por dólar, hoy está por arriba de 300.

Entra el Populismo. Un mal omnipresente y fuertemente arraigado en los países menos desarrollados, particularmente en América Latina, el populismo es el arte de decirle al pueblo lo que quiere oír, usualmente reivindicaciones muy necesarias y que no se van a lograr jamás de la mano de estos líderes carismáticos, que se apoyan en su verbo encendido y antagónico para lograr apoyos muchas veces infinitos que llegan al culto a la persona, a pesar del más absoluto incumplimiento de todas sus promesas.

Perón falleció en 1974 y aún manda en Argentina casi 50 años después; lo mismo pasa con Sandino, Chávez y muchos otros que son recordados con una evocación melancólica de lo que pudo ser, pero nunca fue.

Por cierto, este fenómeno traspasa con frecuencia las fronteras socioeconómicas, como se evidencia por las muy tristes experiencias de Trump en USA, Boris Johnson en el Reino Unido, Berlusconi en Italia y muchas otras.

Oyendo el mensaje del Ing. Mauricio Macri en la tv esta semana, ratificas lo que ya sabes, que si hay solución para los males del populismo en todos los países, pero que la píldora es amarga y los planes de ajuste macroeconómicos pasan por desmontar subsidios y regalías, reducir el tamaño del estado y que el cargo público deje de ser un pago al apoyo político, cobrar y ajustar las tarifas de los servicios públicos y tantas otras reformas que hacen ver a quien las implementa como el villano.

Los costos de sembrar las bases sólidas del desarrollo de un país no son populares. Más fácil es endeudar indebidamente la nación sacrificando su futuro, deshonrar los compromisos con los acreedores y acabar con los recursos disponibles, algo así como “quitar las alcabalas,” pero eso agrada a las masas y mantiene al populista en el poder.

Aquí no hay espacio para un tratado profundo acerca de esta materia, pero sí que lo hay para alertar acerca de lo que estamos viviendo en casa. Necesitamos sincerar el precio de todos los servicios y pagarlo. Sin dudas que todos esos servicios deben mejorar, multiplicando sus prestaciones por un múltiplo superlativo, pero también es cierto que su costo debe ser el correcto y recaudado de forma directa. Sólo así podremos cubrir nuestras aspiraciones en cuanto a salud pública, vialidad, electricidad, agua, comunicaciones y tantos otros que hoy días están arruinados, pero que muchos recordamos con claridad cuando no se iba la luz ni fallaba el agua, el servicio telefónico funcionaba a cabalidad, los hospitales del seguro social atendían bien a los asegurados y tantas otras cosas que estando todavía en necesidad de mejora, se pagaban puntualmente. Por más que nos guste, los combustibles o la electricidad no pueden ser regalados, no hay manera.

Más allá de la situación política vigente, con su híper dosis de culpa, hay que tomar conciencia que los servicios hay que pagarlos, los subsidios deben ser pocos y directos, dirigidos puntualmente a los que realmente los necesitan y no a toda la población. Los esfuerzos de los líderes gremiales y políticos deben ir dirigidos a exigir la adecuada prestación de los servicios y a desmontar este andamiaje populista que por cierto nos cuesta muy caro, ya que lo terminamos pagando por tres vías, una la pléyade de otros impuestos que deberían desaparecer, la necesaria contratación privada de los servicios como plantas eléctricas o pozos de agua y, por último la pésima calidad del servicio recibido.

Sólo si enfrentamos el populismo podremos aspirar a un desarrollo socioeconómico sostenible y sostenido en el tiempo. Pero debemos pagar.

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