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Opinión

Bélgica 2 - Inglaterra 0. Goles de Meunier a los 3 del primer y de Hazard a los 81 del segundo tiempo. Bélgica se clasificó en el tercer lugar. Así, escuetamente, figurarán las estadísticas. Y en pocos meses a nadie interesará ese resultado. Por eso no muchos ven los partidos por el tercer lugar. A los únicos que verdaderamente incumbe es a los jugadores y aficionados de los respectivos países. Sin embargo, para quien escribe estas líneas, el tercer puesto sí tiene cierta significación.

La primera es que en ese encuentro suele jugarse buen fútbol. Por de pronto, los jugadores no están presionados como si se tratara de una final y juegan de modo más libre mostrando lo que saben y tienen -con la secreta esperanza de que los veedores se interesen para llevarlos a un club con más millones-. Y efectivamente, el partido fue bien jugado. Hubo por ahí, a los 79, creo, un avance belga de antología. Debió haber terminado en gol. Si así hubiera sido, el Homo futbolísticus habría alcanzado la perfección. No sucedió: la perfección no fue hecha para nosotros, los humanos.

La segunda razón significante es más bien personal. Tiene que ver con mis recuerdos: cuando Chile, país que ni siquiera había ganado un sudamericano, obtuvo el tercer lugar en el campeonato mundial del 62. Todavía recuerdo a Escuti, Eyzaguirrre, don (Raúl Sánchez), el “chita” Cruz, Navarro (capitán) Eladio, Jorge Toro, Ramírez, Honorino, el Tito (Fouilloux), Leonel Sánchez. Recuerdo también que Eladio Rojas le metió un gol desde más atrás de la media cancha al ruso Yashin, el “hombre araña”. Lo volvió a repetir contra la Yugoslavia del gran Sekularak y gracias a esos dos goles de Eladio, salimos terceros. Nunca más en su vida Eladio volvería a hacer un gol así. El 62 hizo dos seguidos.

Ese, el del 62 en Chile, fue el mundial que iba a ser de Pelé o de Di Stéfano. A Pelé lo lesionaron y a España la eliminaron en la primera ronda con Di Stéfano y todo, y el mundial fue para Garrincha quien hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso, entre otras cosas meterle dos goles a Chile. Pero Chile salió tercero, como los belgas hace unos minutos. Para los no-belgas, pura estadística. Para los no-chilenos, lo del 62 también lo es. Quién sabe si después de más de medio siglo alguien recordará los goles de ese fenómeno llamado Hazard como yo en este momento recuerdo los de Eladio Rojas (QEPD). Pero basta de sentimentalismos.

Lo que quería decir es que el tercer lugar es un puesto más importante de lo que se piensa. Por de pronto, dejará a todos los belgas preguntándose por qué no fueron primeros o por lo menos, por qué no llegaron a la final. Eso quiere decir: los deja con las ganas de volver a intentarlo alguna vez. No sucederá así con el primero. Quien obtenga el primer lugar habrá alcanzado la gloria, pero al mismo tiempo estará obligado a vivir de ahí en adelante con el miedo a perder ese lugar alcanzado. O sea, los belgas soñarán con el futuro. El campeón, en cambio no soñará con el futuro porque simplemente lo alcanzó. Esa es la tragedia de los dioses. La mitología griega lo confirma en cada detalle.

julio 14, 2018

https://polisfmires.blogspot.com/2018/07/fernando-mires-belgica-2-inglat...(POLIS)

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Su desmoronamiento fue paulatino y anunciado. Aparte de las culpas organizativas y errores propios (inacción, falta de respuestas claras y oportunas a determinadas situaciones, retraso en tomas de decisiones, etc.) hay tres hechos, ninguno decisivo, pero todos importantes, que determinan su condición actual. El primer daño fue la salida de algunas individualidades y pequeños partidos, sobre todo por sus posiciones muy críticas hacia los planteamientos de la oposición representada en la MUD, en la mayoría de los casos sin ofrecer una opción alternativa. Después vino la posición de Falcon y sus seguidores de participar en el pasado proceso del 20M, que aunque tuvieran razones válidas, o al menos discutibles para ello, fue una decisión en contra de la posición acordada unitariamente. Ahora la decisión de Acción Democrática (AD) de abandonar la MUD deja a esta en peores condiciones de las que ya estaba.

La decisión de AD será seguida por otros pues el problema es que los partidos no se “casan”, realmente, con la MUD; es un matrimonio de conveniencia, sonrisas y agarraditas de mano para la foto, pero duermen en camas separadas, no hay vida conyugal; y así es muy difícil que se desarrolle una verdadera unidad.

Difícilmente podrá recuperarse la MUD y queda por ver si con ella no desaparece también, aunque sea momentáneamente, la idea de la unidad como elemento político fundamental para luchar contra la dictadura. Prácticamente la MUD ya estaba de retirada y sin razón de ser ─al decir de aquellos que solo la veían como una alianza electoral─ pues los partidos que la componen han desaparecido, desde hace meses, de la acción pública. Ahora hay una razón menos, AD, para continuar con ese proyecto unitario.

Por lo pronto mi opinión, sin otros elementos de juicio, es que AD con esta decisión abandona el camino de la unidad para enfrentar la dictadura y escoge su propia agenda, cualquiera que esta sea, como alternativa de lucha. Las razones por la cuales AD se retira de la MUD están explicadas, ahora quedamos a la espera de cuál será la opción que nos plantea AD para luchar contra la dictadura y corresponderá a ese ente etéreo que es la historia y sobre todo al pueblo venezolano, juzgar la eficacia de esta acción y “premiar” con su apoyo o pasar la factura correspondiente.

Pero independientemente de la MUD, de la posición de sus críticos de siempre, de quienes optaron por separarse de su línea política y participar en el proceso del 20M o de la decisión de AD y otros partidos, este gobierno, devenido en dictadura, es el más nefasto y corrupto que ha tenido Venezuela y, por lo tanto, la solución de los problemas del país sigue siendo sacar del Gobierno a los Maduro e impedir que los Chávez regresen y nos gobiernen.

La ruta para superar la crisis, así lo creo y he dicho, es la ruta democrática y constitucional, como única posible y aceptable para resolver este y cualquier conflicto y rechazar los atajos no democráticos, que no ofrecen ninguna garantía de erradicar el autoritarismo o que caigamos en un gobierno similar, del mismo signo o de signo contrario, pero igualmente nefasto.

La posibilidad de lograrlo depende de varios factores ─unidad, movilización interna, apoyo internacional─ pero uno de ellos es contar con partidos políticos, fuertes, con autoridades democráticamente electas y frecuentemente renovadas; partidos con contenido y mensaje, que expresen las aspiraciones y el sentir de los venezolanos. Con una organización más acorde con el siglo XXI, —siglo que para algunos ni siquiera ha comenzado— capaz de conducir a nuestro pueblo a superar los partidos populistas, militaristas y caudillistas de principios del siglo XX, representados ─pero no solo en ellos─ en los que apoyaron a Chávez Frías y actualmente a Nicolás Maduro.

¿Qué hacer, entonces, que viene ahora? Como algunos ya han dicho ─Miguel Pizarro, en la Asamblea de Fedecámaras 2018─ corresponde a los políticos marcar y emprender los caminos adecuados; pero nos corresponde a los analistas señalar los errores, profundizar en las señales que nos marca la realidad política y social en que vivimos o sobrevivimos.

La tarea del momento, la que nos espera ─además de volver al pacto originario, a la reconstrucción del pacto social entre ciudadanos y políticos─ es una labor de pinza o tenaza, en la cual uno de los brazos de la pinza es organizar la resistencia interna contra el régimen con partidos políticos y dirigentes modernos y renovados; y el otro brazo es construir un movimiento ciudadano, militante y movilizado para luchar contra la dictadura.

¿Es posible hacer este trabajo de pinza en la solitud de cada partido o grupo de ciudadanos? Quién sabe, personalmente lo dudo, pero para algunos ese es el camino escogido.

@Ismael_Perez

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Bob Geldof

En 1984 reuní a los músicos más exitosos del momento para formar una “superbanda” llamada Band Aid; el objetivo era recaudar dinero para aliviar el hambre en Etiopía. Al año siguiente se formó un grupo todavía más numeroso para Live Aid, un multitudinario concierto a beneficio que dio lugar a una iniciativa de obtención de fondos que todavía continúa. El mes pasado la Fundación Barilla celebró el Foro Internacional sobre Alimentos y Nutrición, durante el cual se destacó la necesidad permanente (y cada vez más urgente) de reforzar la seguridad alimentaria.

Para hacernos una idea de los problemas del mundo actual puede servir de ilustración la historia de la Isla de Pascua. En algún momento del siglo XII, un pueblo polinesio migró a una remota isla volcánica cubierta por densos bosques donde además de alimento y animales, encontró herramientas y materiales para erigir cientos de elaboradas y misteriosas esculturas de piedra. Pero poco a poco, la gente destruyó los bosques, y terminó cometiendo un suicidio social, cultural y físico.

Hoy, en términos relativos, sólo nos queda colectivamente una pequeña fracción de bosques, y la estamos destruyendo a toda marcha. Nos estamos quedando sin tierra cultivable y el desierto avanza. Producimos alimentos que después desperdiciamos, mientras casi mil millones de personas no tienen comida suficiente, una realidad que deja a muchos sin otra alternativa que emigrar.

Las noticias nos hablan casi siempre de los refugiados que huyen del conflicto armado (por ejemplo Siria) o de los migrantes que buscan mejores oportunidades económicas que las que tienen en sus países de origen (por ejemplo Nigeria o Pakistán). Pero entre migraciones y escasez de alimentos hay un vínculo más fuerte que el que imaginan los que no tienen hambre.

Por ejemplo, los levantamientos de la Primavera Árabe en 2010 2011 (que produjeron una oleada masiva de refugiados) se iniciaron por un encarecimiento del trigo que provocó amplias protestas y finalmente una serie de revoluciones políticas. De hecho, el origen de muchos conflictos armados, y de los desplazamientos masivos que provocan, puede rastrearse hasta la inseguridad alimentaria.

Mientras el Sur Global pobre se muere de hambre, el Norte rico se atraganta de comida. Hay en el mundo más de dos mil millones de personas con sobrepeso, abotargadas por azúcares de baja energía y alimentos procesados de producción en masa ricos en grasa. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, sólo la cuarta parte de los alimentos que tiramos a la basura o desperdiciamos cada año bastaría para dar de comer a 870 millones de personas hambrientas. A escala global se desperdicia un tercio de todas las cosechas. Como los antiguos habitantes de Isla de Pascua, estamos llamando a nuestra aniquilación.

Además, el cambio climático inducido por el hombre amenaza con intensificar las presiones migratorias y alimentarias actuales. En un informe publicado en diciembre pasado, el Centro Europeo de Estrategia Política de la Comisión Europea predijo que el incremento de sequías e inundaciones será el principal factor de migraciones, muy por encima de todos los demás, y que en 2050 habrá hasta mil millones de personas desplazadas en todo el mundo. El informe advierte que incluso la estimación más baja (25 millones de migrantes por el cambio climático) “empequeñecerá los niveles actuales de nuevos refugiados y desplazados internos”.

Es verdad que ya se están tomando algunas medidas para resolver el desperdicio y la escasez de alimentos. Por ejemplo, este año la Comisión Europea propuso reducir los subsidios agrícolas, que contribuyen a un exceso de producción. Pero esta estrategia (enmarcada en términos de “evolución”, en vez de la “revolución” necesaria) no es ni remotamente adecuada.

La política agrícola común de la Unión Europea ha sido siempre muy problemática. La PAC dirigió dinero de los contribuyentes a fomentar la producción de un excedente de alimentos, que luego se deben almacenar (con un costo adicional) y finalmente se destruyen (otro costo). Aunque el sistema mejoró hasta cierto punto con los años, todavía falta mucho. Otro caso de derroche similar es la ley de agricultura de los Estados Unidos (principal herramienta de política agraria y alimentaria del gobierno federal).

No basta con hacer ajustes políticamente tolerables a los esquemas actuales, se necesita una reforma de raíz con énfasis en los resultados reales. Por desgracia, no parece haber ningún político a la altura de la tarea, ni en un EE. UU. errático y polarizado ni en los ineficaces Parlamento Europeo y Comisión Europea.

El momento oportuno para actuar era ayer; el momento para adoptar otra estrategia es hoy. Podemos discutir hasta quedar afónicos los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (que incluyen metas como “de aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro”). Pero lo que importa es tener políticas bien diseñadas, eficaces e integrales, que se implementen de forma sostenida. Y eso no se ve por ninguna parte.

La Tierra existe hace 45 millones de siglos, pero nuestro siglo es único, porque es el primero en que una especie puede destruir las bases de su propia existencia. Pero nosotros, versión moderna de los habitantes de Isla de Pascua, parecemos inconscientes de esta amenaza existencial y preferimos hacer estatuas en vez de sistemas sostenibles para la supervivencia.

¿Nos daremos cuenta de la situación en la que estamos cuando las tierras se hayan convertido en desierto, cuando los sistemas de salud colapsen, cuando hasta los ricos padezcan falta de alimentos, cuando el agua potable escasee, cuando el avance del mar destruya las costas nacionales? Entonces ya será demasiado tarde, y nuestra suerte estará echada.

El mayor peligro para nuestro planeta es creer que lo salvará otro. Somos nosotros (todos y cada uno) los que debemos darnos cuenta de la gravedad de la situación y exigir acciones reales para cambiarla. Y “todos” quiere decir: tú.

Traducción: Esteban Flamini

Londres, julio 12 de 2018

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/food-security-sdg-agricultu...

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Analítica.com

La pregunta que todos se hacen dentro y fuera de Venezuela es por qué los venezolanos no logran ponerse de acuerdo para salir de la absurda e incomprensible situación que están viviendo.

La respuesta no es simple, ya que se combina diversos factores que nos han colocado en una situación de éxtasis virtual. Es como si la sangre de los venezolanos ya no fluyera y lo único que permanece es la esperanza que el cambio se producirá por un hecho divino o fortuito.

Esa situación es por demás preocupante ya que de continuar, inevitablemente, terminará en una tragedia descomunal, ya que colapsarán todos los mecanismos que aseguran el funcionamiento normal de una sociedad.

La discusión que se cierne sobre el país es ¿qué hacer con el cono monetario para que pueda funcionar la economía?, ¿basta con quitarle 3 o 6 ceros para que funcione? ¿y qué hay de los nuevos billetes, existirán a tiempo?, y si no, ¿cómo se transarán los intercambios?.

La otra interrogante es si se aprueba una nueva Constitución y, por lo tanto, correr el riesgo de someterla a un referéndum.

Y Maduro mientras tanto se aleja por algunos días y se refugia o busca ideas en Istanbul.

Quizás podríamos pensar que la única respuesta posible sea parecida a lo que se hizo con el nudo indesatable creado por Gordi, el labrador de Frigia, actual Anatolia -por cierto en Turquía-, que fue cortado por Alejandro Magno de una sola vez con su espada.

Pero tal vez la solución no está en la búsqueda de un héroe que nos resuelva el problema, sino en ponernos todos de acuerdo y, como en Fuenteovejuna, todos a uno, decir basta y dar al traste con lo que impide que el país recupere su funcionamiento normal.

Julio 13, 2018

Analítica

http://www.analitica.com/opinion/por-que-no-salimos-de-esto/

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Alberto Salcedo Ramos

Woody Allen se imaginó el infierno como un lugar repleto de malos músicos. Para mí el infierno sería un sitio donde uno estuviera condenado a ver todos los programas de fútbol ruidosos que abundan hoy en la televisión hispanoamericana.

Muchos de esos programas combinan las peores plagas: pereza investigativa, prejuicios, verborrea. En este espacio un reportero insidioso desliza un chisme que enemista a dos jugadores; en aquel, un comentarista petulante le da cátedra de táctica a un entrenador; en el siguiente, un analista ofuscado insulta a una estrella venida a menos; en el otro, un jefe envanecido maltrata ante las cámaras a uno de sus colaboradores. El plato fuerte, aquí y allá, son los debates estrepitosos al estilo de las grescas de mercado.

Los integrantes de estas discusiones suelen darse golpes de pecho en nombre de la verdad, pero se comportan más como fanáticos que como periodistas. Cuando gana el equipo de sus afectos caen en el ditirambo, y cuando pierde conforman hordas de linchamiento.

Todos podríamos ser ese tipo de hincha. Yo, por ejemplo, soy de los que gritan improperios. Como sé que tales insultos resultarían inaceptables, declino cualquier invitación a ver los partidos de mi equipo favorito en lugares públicos. Prefiero quedarme a solas frente al televisor para no coartar al bárbaro que me habita. Así puedo tirar manotazos a mis anchas y proferir ciertas blasfemias que serían ofensivas si hubiera alguien más en la habitación.

Necesito tiempo para desterrar al fanático que se enquista dentro de mí. Después del partido estiro los brazos, tomo aire, salgo a caminar. Entonces recupero la chaveta y puedo arrojar, otra vez, una mirada empática sobre los deportistas. Ellos están sometidos a presiones que yo jamás podría sentir en la comodidad de mi sillón.

El escritor David Foster Wallace, quien también fue jugador de tenis, describía con propiedad esas tensiones: “¿Alguna vez han intentado concentrarse en hacer algo difícil con una multitud de gente mirando, o peor, con una multitud de espectadores que expresan en voz alta su esperanza de que falles para que su favorito te pueda ganar? En los partidos de bajo nivel que disputé como juvenil ante públicos que casi nunca alcanzaban las tres cifras, yo estaba que apenas podía controlar el esfínter”.

El hincha que soy cuando veo los partidos por televisión es un tipo egoísta incapaz de salirse de sí mismo. Solo quiere victorias que complazcan su pobre sentido de reafirmación. El ser ya liberado que reaparece después está por encima de esos deseos básicos. Observa el contexto, es comprensivo. Entiende que la derrota es para quienes compiten lo que la muerte para quienes nos mantenemos al margen: una estación inevitable.

Hasta las selecciones históricas como Brasil y Alemania tienen más descalabros que triunfos; hasta los jugadores míticos como Ronaldo y Messi caen más veces que las que se levantan. Pifiar es la quintaesencia del deporte. Los atletas yerran, por lo menos, el triple de lo que aciertan. En béisbol se es una megaestrella con un promedio de bateo de 0,300, es decir, bateando de hit en apenas tres de cada diez turnos. Si un jugador extraordinario falla en el setenta por ciento de las oportunidades, ¿qué queda para los demás mortales?

El hombre que soy cuando no estoy embrutecido por el fanatismo ve un reflejo de sus descalabros en el fracaso de los deportistas. Procura, entonces, hallar razones para redimir al competidor caído en desgracia, llámese Fernando Muslera al introducir el balón en su propio arco, o llámese Carlos Bacca al fallar desde el punto penal. Una noche de octubre de 2007 le pregunté al escritor Gay Talese por qué escribe tanto sobre perdedores. Su respuesta fue un relámpago que todavía me ilumina: “Todos somos perdedores. Es solo una cuestión de tiempo”.

Me pregunto si al estar liberado de mi fanático interior también podría ser comprensivo con los panelistas ruidosos de la televisión. La respuesta es que ellos no tienen ninguna justificación: solo están buscando el rating de manera burda. Cada noche pisotean la dignidad de algún futbolista, cada noche convierten la magia del deporte en un lavadero de miserias.

13 de julio de 2018

New York Times

https://www.nytimes.com/es/2018/07/13/amarillismo-periodismo-deportivo-f...

 3 min


Con voz propia

Reconocido es que la ineficiencia del régimen consolidado por la fuerza militar, ha fortalecido el incremento de la pobreza y muy cierto que la ausencia de una Oposición motivadora convalida la miseria que también provoca la diáspora por la cual nos compadece la democracia del mundo. Tal se aprecia del discurso de Monseñor José Luis Azuaje, arzobispo de Maracaibo y presidente de la Conferencia Episcopal, en la instalación de la 110ª Asamblea Plenaria del Episcopado. La con­for­man 41 Obis­pos ti­tu­la­res en­tre ellos 2 Car­de­na­les, 9 Ar­zo­bis­pos, 27 Obis­pos, 2 Exar­cas, 1 Obis­po del Ordina­ria­to mi­li­tar y 5 Obis­pos Au­xi­lia­res, quie­nes ejer­cen sus la­bo­res pas­to­ra­les en 41 cir­cuns­crip­cio­nes ecle­siás­ti­cas. También 16 Obis­pos Emé­ri­tos.

Desde 1999 la “revolución socialista” se presenta como gobierno de los pobres, pero por tal cualidad (me incluyo) no “estamos condenados a la libertad” (decir del filósofo Jean-Paul Sartre) si no a la muerte debido a la hambruna y a la falta de medicamentos.

“No hay revolución sin pobreza; los pobres son el agente histórico y no es conveniente sacarlos de esa condición porque los convertiríamos en “escuálidos”, sostenía el comandante idolatrado. En realidad el régimen que nos legó solo ofrece ayudas que mantienen dependientes a sus beneficiarios, con chantaje y humillación. Comer de la basura, el drama de los más pobres.

La Encuesta Sobre Condiciones de Vida, delas Universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar, refleja que “todos los hogares están por debajo de una línea de pobreza inalcanzable”. Según la investigación “la proporción de los hogares sumergidos en la pobreza aumentó desde 81,8% en 2016 hasta 87% en 2017. Al mismo tiempo, la magnitud de los que se encuentran en pobreza extrema se elevó desde 51,5% hasta 61,2%”.

Actualizó la expresión no convertir en escuálidos a los pobres el caletre de Héctor Rodríguez, quien en meteórica trayectoria pública reivindica su segundo apellido (Castro). En 10 años de ingreso a la administración ha sido 4 veces ministro (de la Presidencia, Deportes, Juventud y Educación), 2 vicepresidencias, 1 viceministro; diputado al Parlamento y jefe de la fracción del Pusv de cuya dirección nacional forma parte, constituyente espurio y gobernador de Miranda. Todo gracias a la narco castrense –tal la califica EEUU, que desde 2008 suma más de 200 sanciones a funcionarios (¡ojo, individualmente no a la Nación). A ellos les prohíben entradas a sus territorios y les congelan bienes que allí tienen)

Por la misma razón se agregan 14 sanciones de Canadá; 11 de Unión Europea, que conforman 28 países e igual número de las recientemente decretadas por Suiza.

La posición Rodríguez Castro la refuerza Tareck El Aissman: "Mientras más se consigue pobreza hay más lealtad a revolución y más amor por Chávez; pueblo más pobre es más leal al proyecto revolucionario".

Para esos líderes socialistas la pobreza es una política de Estado.

De la Venezuela de Nicolás Maduro quedará un país en ruinas económicas, con las condiciones de vida de ciudadanos en niveles paupérrimos.

Iván Duque, nuevo presidente de Colombia, criticó la indiferencia de la región ante la destrucción de nuestra Patria.

“Hoy lo que estamos viendo en Venezuela es la dictadura más oprobiosa que haya conocido América Latina mucho más, incluso, que las que pudimos haber llegado a ver en el siglo XX”.

Se dedica “a destruir las libertades individuales, el desarrollo empresarial, a pauperizar a la población al punto de ver familias enteras, que con padecimientos famélicos, cruzan la frontera arrastrando sus maletas con la ilusión de encontrar un mejor porvenir”.

Al MARGEN. Además de tener país por cárcel, debido a la inseguridad y carencia de transporte para movilización, se nos condena a muerte por la falta de medicinas. Una caja de Losartan de 15 pastillas recetadas para hipertensión llega hasta los Bs 7 millones y medio.

jordanalberto18@yahoo.com

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Edgar Alfredo Quero

Mucho se ha discutido en diferentes escenarios sobre la utilidad de las redes sociales y respecto al uso inadecuado que se hace de ellas. Todos reconocemos los medios digitales como alternativa para obtener información al instante, desde cualquier lugar del mundo e indiferentemente de las circunstancias. Las redes sociales son un instrumento para expresar con libertad lo que sentimos y pensamos; intercambiar opiniones con grupos de interés común; facilitar la comunicación entre docentes y alumnos, facilitar la comunicación entre las instituciones; y tantos otros usos provechosos para la comunidad. Informar, informarse y exponer libremente sus opiniones, percepciones y demandas sobre asuntos políticos y sociales. Son una forma de escape, una ventana por la cual poner a circular discursos alternativos de comunicación, ejerce un contrapeso al poder y una forma de expresión de diversidad. No obstante, en el ámbito político venezolano las redes se han convertido en una espada de doble filo, un mecanismo de manipulación, un medio para falsos positivos, una forma de crear matrices de opinión, de acusar, ofender y sentenciar el comportamiento de dirigentes, militantes o ciudadanos.

En estos años en los cuales el régimen desde el poder la hegemonía comunicacional con un desmedido aumento de los medios oficiales, que combinado con el cierre de medios privados, el estricto control sobre la distribución de papel, las amenazas cada vez más frecuentes sobre los espacios de opinión, las redes sociales han pasado a ser una herramienta para que los ciudadanos se organicen y participen, planteen los problemas y exijan soluciones; además de promover opiniones en la comunidad nacional e internacional. Debemos agregar que muchos han desdeñado la influencia de las redes sociales al indicar que llegan sólo a un 1% de la población; sin embargo, sobran los ejemplos, como las elecciones de Colombia, del Parlamento Europeo y de algunas naciones del viejo continente donde el papel de esta herramienta tecnológica ha sido primordial.

No vamos a extendernos en el manejo oficialista de las redes. Es obvio que las han usado, y las seguirán usando, para crear matrices de opinión con base a la mentira y el engaño, criminalizar a la oposición y crear desaliento y desesperanza en la población. Tales hechos son propios de la dictadura. Grave es el uso que se hace en la oposición venezolana, donde Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, Telegram y demás medios digitales son aprovechados para agredir, acusar sin pruebas, difundir rumores, desarrollar agendas ocultas, y lo más grave aún, compartir publicaciones y mensajes sin comprobar su origen cuyo emisor por lo general es el gobierno y sus salas situacionales y que van dirigidos contra factores opositores. Ejemplos sobran. Ha sido común la difusión de mensajes como que Capriles Radonski recibió dinero de Ordebrech, que los hijos de Ramos Allup tienen negocios con PDVSA, que el padre de último hijo de Lilian Tintori no es Leopoldo, que la MUD es una mafia que tiene negocios con el gobierno, que María Corina es una burguesita disfrazada de Caperucita, que tal artista opositora era amante del difunto Chávez, y pare de contar. El colmo es que la mayoría de los casos los comparten y le dan “me gusta” sin leerlos, o los dan como ciertos sin un análisis sobre las fuentes y el contenido. No es que mostremos incredulidad ante todo lo que circule, ni que creamos que todos los actores políticos son unos bandidos o angelitos caídos del cielo. La cuestión es informarnos, buscar las fuentes y determinar su credibilidad, y actuar en consecuencia.

Necesario es promover que cada día, ante las dificultades para opinar y recibir información veraz, tengamos más ciudadanos participando en las redes sociales, y activados políticamente. Eso sí, con conciencia y responsabilidad cuando se difundan imágenes o informaciones sobre lo que pasa en el país, de manera que sea cierta la información que se publica o comparte. Aprovechar los medios digitales para la discusión, la suma de voluntades y la movilización, en función de un objetivo común, la unidad para derrocar al régimen.

Guanare, 12/07/2018

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