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Francisco Russo Betancourt

Nuestra emigración juvenil volverá a vivir en democracia

Francisco Russo Betancourt

“…Y el triunfo será de quien convierta en canto el gemido.”

Alfonso Reyes

Cuán difícil es despedir a un hijo cuando se va, no precisamente de vacaciones sino a buscar lo que el gobierno de su país le niega, el derecho a calidad de vida y a la seguridad personal. Se ha hecho común en esta Venezuela, que con tristeza se diga, que ahora a los hijos se les despide en el aeropuerto o en el cementerio, porque no hay proyectos para los jóvenes o porque en cualquier esquina de cualquier pueblo, se le atraca y asesina por un teléfono o un par de zapatos.

La semana pasada, con los primeros días del nuevo año, el escenario del aeropuerto de Maiquetía, convertido por este gobierno en uno de los más desolados de Suramérica, era de lágrimas y desconsuelos por las despedidas que a cada paso se suscitaban entre familiares y jóvenes que marchaban, la aflicción por los hijos que se van y los nietos que crecerán en otras latitudes de culturas distintas a las nuestras. Yo la sufrí en lo personal por la ida de mi hija Francys, quien vuelve a Chile en busca de proyectos que le den calidad de vida y crecimiento personal. Por ello, ante las lágrimas de los tantos venezolanos que nos agrupamos en los mostradores donde se hace el check-in, y luego en el área de ingreso a la inmigración, dimos rienda suelta, sin vergüenza o rubor alguno, a lo más íntimo de nuestros sentimientos y allí recordé entonces, alguna estrofa del poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco, … cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos de la tierra…

Nuestros emigrantes de ahora, dejan su tierra para emprender nuevos sueños y comenzar una nueva vida, pero ellos volverán, en algún momento esta pesadilla que padecemos terminará, y volverán cuando el país y un gobierno decente y respetable, democrático y respetuoso, les dé garantías de seguridad y de trabajos dignos, pues, como ya se ha dicho, toda la vida no cabe en una maleta, y porque los venezolanos que no tenemos una cultura de inmigrantes sabemos que tenemos un gran país y un valioso tesoro que es su gentilicio.

Hay que decirlo, estas separaciones no constituyen un boom, una moda o el hobbie de la época; el temor a ser asesinados porque el gobierno y el presidente no cumple su obligación de darle protección a los ciudadanos conforme lo establece la Constitución, los obliga a marcharse; la criminalidad continuó creciendo en el año que recién ha terminado y sigue amenazando brutalmente el bienestar de los venezolanos. Las cifras de muertes violentas nos ubican como el segundo país más violento del mundo. La demanda de empleos es en mucho, más grave que la oferta.

Pues bien, esta situación de desprotección de los derechos básicos de los venezolanos, con énfasis en las garantías a nuestros jóvenes para que crezcan y se desarrollen libres de amenazas a su integridad, a tener empleos dignos, al libre desenvolvimiento de su personalidad, con las naturales limitaciones derivadas del orden público y social, es una responsabilidad del jefe del Estado en el ejercicio de su gestión,-tan importante como aquella que lo obliga a garantizar la integridad del territorio nacional-, que lo hace incurrir en violación a los derechos humanos de los jóvenes, tan cierto, como que los derechos humanos garantizados en la letra de la Constitución, no son sólo los enumerados en su texto, son tambien todos aquellos que sean inherentes a la persona humana.

De modo que la desprotección del derecho a la vida, del derecho al trabajo, al crecimiento individual, a buena calidad de vida de los venezolanos que comienzan a transitar el ejercicio profesional o el desarrollo de un oficio, nos colocan a sus familiares en la nostalgia de verlos partir al exterior, porque el gobierno, que arruinó el aparato industrial y comercial del país y su dudosa mansedumbre ante el incremento del pranato y la criminalidad, no les garantiza libertad ni progresión personal.

Pero volverán, porque esa emigración de nuestros hijos quiere vivir en democracia y aquí habrá un gobierno en democracia, que más allá de la conocida frase, del gobierno del pueblo, sea la alternativa del avance de nuestros pueblos y sea tambien el sistema que ponga a prueba la capacidad de quienes la escogen y la consolidan.

@frusbet

Quise comentar la navidad

Francisco Russo Betancourt

Estos son días para hablar sobre la navidad, que es un sentimiento para los encuentros familiares y de amigos, de regalos y de relajamiento social, pero el señor Maduro se ha empeñado en complicarle la vida al venezolano de a pie y hacer muy triste estos días, que debieran ser de regocijo y complacencia.

Con presos políticos, sin dinero, escasez de todo y una galopante inflación que se come el salario del trabajador, nos resulta difícil hablar de navidad. Nunca un Gobierno fue tan pésimo en la historia republicana del país como el que padecemos ahora. Podríamos compararlo con el gobierno del Cabito en lo despiadado para tratar al adversario político y en las bufonadas para referirse a los Estados Unidos de Norteamérica.

Provocadores, pendencieros y desafiantes, pero suerte de leones de alfombras. Antes, el paludismo y la fiebre amarilla diezmaron a la población, hoy con Maduro todas las enfermedades tropicales, a pesar de haber sido erradicadas, han reaparecido por ausencia de políticas sanitarias y por la brutal escasez de medicinas.

El señor Maduro (me resisto a llamarlo presidente porque su lenguaje y su conducta política son nocivos al ejercicio de la primera magistratura de la Nación), tiene una gran responsabilidad en el deterioro de la calidad de vida, la seguridad de los venezolanos y en el ejercicio abusivo del poder; a él corresponde la garantía de los derechos y libertades de sus conciudadanos, por ello no se comprende la abulia de la Asamblea Nacional para declarar el abandono del cargo y así mismo, concluir las investigaciones sobre la doble nacionalidad del señor Maduro, impedimento que se traduce en actos jurídicos y políticos de efectos establecidos por la ley, articulado al principio de legalidad, vale decir, la necesaria vinculación entre la actividad de la Administración y el ordenamiento jurídico de la Nación. Es lo que dispone la ley de leyes.

La lucha de este pueblo ha estado nuevamente, desde hace más de una década, dirigida a conquistar la libertad a que tienen derecho todos los ciudadanos que integran la sociedad venezolana, y esa libertad se comienza a conquistar, en términos democráticos y constitucionales, con un cuerpo electoral escogido con arreglo a nuestra Carta Fundamental que garantice la igualdad, la confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia de los procesos electorales, sin embargo, nuevamente incurre la representación popular opositora en el desatino de no designar a tiempo a los dos nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral. La conseja popular nos dice que pareciera no ser cierto aquello de que en la MUD priva la unidad en las diferencias y que son más las diferencias y el interés que la unidad.

Consabido es que el Gobierno aún controla los demás poderes públicos, sin menoscabo de una cúpula militar comprometida con los beneficios derivados del gobierno, por ello había que extremar los esfuerzos para la sustitución de las dos rectoras militantes del PSUV, cuyos cargos vencieron el pasado 3 de diciembre y designar a personas de probada independencia política partidista.

Un viejo aforismo legal nos enseña que la buena fe se presume y la mala hay que probarla, por ello no me arriesgo a calificar la conducta de los parlamentarios inasistentes a la sesión que designaría a los nuevos rectores electorales, pero no hay duda, que frente a un Gobierno bellaco, aquella designación debía producirse al día siguiente. Esta indecisión y la pereza para anular la ilegal elección de los magistrados del TSJ, son dos tareas en las cuales la MUD ha salido reprobada y ha dejado a la mayoritaria opinión opositora en el limbo de sus aspiraciones.

El silencio de la MUD ante la crisis monetaria que han sufrido los venezolanos en estos días es tambien insólito. Es navidad, pero la realidad es otra. El reclamo que se hace desde la sociedad civil no es pretensión inamistosa, es más bien la aspiración de ver una MUD que hable el mismo lenguaje del pueblo y haga un mismo esfuerzo en la acción y en la diligencia.

De modo que en la angustia que vivimos, la gente se pregunta cómo es que teniendo el 96% de los venezolanos dificultad para comprar comida y medicinas todos los días, que la inseguridad está a la vuelta de cada esquina, que la pobreza crítica ha crecido, que la corrupción desmedida e impune rompió los diques morales, que los ciudadanos se mueren por falta de medicinas y que cada día hay más venezolanos buscan comida en los pipotes de basura; que más del 65% pide que Maduro se vaya y sólo poco menos del 20% respalde su gestión, ese señor se mantenga aún en el gobierno.

Hay que decirlo, somos demócratas, creemos que la MUD, es una plataforma de partidos políticos con válidos intereses electorales,- para luego de la salida del Gobierno-, pero no ha sido afortunada en la empresa de unificar las aspiraciones mayoritarias de la oposición, cuando sentíamos la debilidad del Gobierno. Hoy sentimos una chamusquina en el alma y un sentimiento exhausto para construir la unidad que queremos los venezolanos.

Es tiempo de navidad, pero la tristeza del país se refleja en la ausencia de gaitas y aguinaldos, de luces y arbolitos en las casas de nuestros pueblos y ciudades, tambien de incertidumbre ante el caos y la anarquía que se avecina

frusbet@gmail.com

El triunfo de la unidad

Francisco Russo Betancourt

La democracia está de pie en la encrucijada de las más trágicas codicias

Andrés Eloy Blanco

Dos acontecimientos han marcado nuestra vida republicana en los últimos decenios: El 30 de noviembre y el 2 de diciembre de 1952. Aún recuerdo en mi memoria infantil, el del 2 de diciembre de 1952, cuando pocos días después del evento electoral que dio el triunfo a la unidad popular liderada por Jóvito Villalba contra la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, mi padre me reprendiera por haber llegado a casa desde la escuela, con los bolsillos del uniforme escolar llenos de tarjetas del FEI. Cerca de mi casa vivía el Jefe Civil de mi Carúpano ancestral y la tenencia de esas tarjetas, era sin duda, un riesgo de graves consecuencias personales y políticas. No habían tarjetas, que yo recuerde, marrón-tierra, color político de la época de URD-, en los cajones de basura de la escuela J.J. Martínez Mata, -convertida en centro electoral-, pero si, en grandes cantidades las redondas y a dos colores del partido fundado por el dictador para enfrentar la democracia en la Constituyente convocada para aquel año.

El 2 de diciembre de 1952 fue la fecha del nuevo golpe de Estado, producido por codiciosos militares contra el pueblo que había votado por el rescate de la constitucionalidad y la democracia el 30 de noviembre de 1952, en portentosa jornada liderada por Jóvito Villalba. Nunca en la historia de Venezuela se había producido un fraude y un atropello más insolentes y ningún dictador había tenido el atrevimiento de burlarse tan cínicamente de toda la Nación. Pero mientras la avariciosa militarada realizaba el atentado a la soberanía popular, el pueblo había dejado constancia de su capacidad de discernimiento y de su talante democrático. El 30 de noviembre de 1952 marcó en la historia de nuestro país la hora meridiana de la conciencia del pueblo, como se habría repetido en este 2016, si el gobierno chavista y el insolente y domado CNE no hubiesen conculcado la celebración del constitucional derecho de referéndum presidencial promovido por la oposición para revocar, por vía electoral, el mandato del peor presidente habido en la historia de nuestro país. El 30 de noviembre de 1952 fue, sin duda, una de las fechas más emblemáticas de la democracia venezolana y fue la consecuencia de la presión popular y la unidad de los venezolanos conducida por Villalba, -tal vez el estadista más olvidado e incomprendido de nuestra vida republicana en el siglo XX-, para restituir la democracia luego del derrocamiento del presidente Gallegos en 1948. Esta es la fecha representativa de la unidad, la que hoy reclamamos como la confluencia de la mayor suma de voluntades para convertirla en palanca vigorosa de todos para salir de la dictadura y garantizar el tránsito hacia la constitucionalidad.

El 2 de diciembre de 1952, por su parte, fue la otra cara de la moneda de la historia; esa fecha representa en el proceso histórico de Venezuela, el funesto retorno de la arbitrariedad y de las componendas del fraude que contradijo la luminosidad de aquel triunfo de las fuerzas unitarias.

En la hora actual, cuando las crisis que padecemos los venezolanos, nos arruina cívica, moral, política y económicamente, nos preguntamos hoy, ¿hacia dónde camina Venezuela?

El camino, sin duda, es la unidad, no la declarativa, sino la que propone la plataforma ciudadana Aragua en Red, en un documento reciente dirigida a la Mesa de la Unidad Democrática y a los extrañamente denominados grupos G-4, G-9 y G-19, que se rotula como más y mejor unidad para derrotar al gobierno. Unidad en la organización y en la transparencia para la comunicación.

La unidad del compromiso con la noble causa de la libertad y la democracia para lograr una salida electoral a la grave crisis nacional, nos impone la participación de todos, organizaciones civiles y partidos políticos, todos, porque la siembra democrática de hoy nos aconseja que el cálculo individual, el crecimiento particular y las imposiciones no tienen cabida ahora.

El secuestro del referéndum presidencial decretado por el gobierno, el CNE y un TSJ que no cumple las más elementales formas constitucionales, es el facsímil del golpe del 2 de diciembre de 1952, que se representa en el desconocimiento a la voluntad soberana representada en la Asamblea Nacional elegida el pasado 6 de diciembre de 2015 y al libre albedrio del pueblo para escoger sus autoridades, pero es también el miedo del gobierno al debate democrático y a la consulta popular porque no tienen la razón. Este duplicado del golpe del 2 de diciembre de 1952, es dirigido e inspirado por quienes, olvidados de los altos intereses de la República, sólo desean mantener el mando para proteger su pecunia numerata y demás utilidades en 17 años de gobierno. Por ello, el triunfo de la unidad, como expresión de todos, es el proyecto de país que garantiza un nuevo modelo de sociedad y una nueva visión de la democracia.

frusbet@gmail.com

El diálogo y los francotiradores

Francisco Russo Betancourt

“Hasta los palos del monte, tienen su separación: unos sirven para leña y otros para hacer carbón”

Contrapunteo de cantaclaro.

Una crónica televisiva colombiana relató en días pasados un trágico suceso en el cual se involucraron varias familias por la castración de un ejemplar chivo padrote en la Goajira colombiana, aquella cuya mitad fue una vez venezolana y por esos turbios manejos de la diplomacia y la política de la época perdimos sin disparar un tiro. El cuento es que la enemistad acumulada durante 54 años, en el cual se enfrentaron y mataron entre sí, hermanos, tíos y primos, la violencia familiar de tantos años concluyó, luego que algunos nietos de las varias familias, dispersadas entre Venezuela y el centro de Colombia por aquel encarnizado suceso, decidieran sentarse, sin menoscabo de sus temores y desconfianzas, a reencontrar el rumbo consanguíneo perdido e iniciar el nuevo tránsito familiar. Las pérdidas fueron brutales.

Digo esto, porque en los últimos días, el diálogo y la MUD ha recibido el plomo parejo por los resultados leídos al término de la última reunión celebrada por el gobierno y la oposición con presencia de los facilitadores de El Vaticano y la Unasur, cuyo propósito, en el caso de la oposición, valga decirlo, es alcanzar una solución constitucional a la gravísima situación política que vive el país. No en balde la gente se encuentra en un estado de desasosiego, porque a ello se suma la tambien agravante situación económica y social que padecemos los venezolanos.

Pero al grano. Lo que queremos comentar es que, los documentos que se leyeron al concluir la segunda reunión gobierno-oposición, crearon una situación de confusión, de rechazo e indignación que amenaza la credibilidad de la MUD; la imprecisión y el lioso lenguaje utilizado por el vocero opositor no solo agravaron la desconfianza que hoy corroe el espíritu de lucha de un inmenso número de venezolanos, sino que además, ha generado la visión de falta de capacidad en nuestros negociadores para liderar y conducir nuestras expectativas en el proceso de diálogo, de allí pues, que la sensación que nos abruma es que en ese equipo no están todos los que son ni son todos los que están. Así de sencillo.

La intención de este espacio no es contribuir a dinamitar a la MUD ni tampoco fusilar a los negociadores, muy lejos estoy de acompañar en esa empresa a los francotiradores, suerte de héroes cibernéticos de la democracia, lo que quiero señalar es que, si bien no son todos los que están, el juicio o la feroz murmuración contra la MUD no es buena compañera en este crucial momento de nuestra sociedad. El equipo se puede mejorar, no hablo del liderazgo de la MUD.

¿Qué criticamos constructivamente? Que no se han cuidado las formas del procedimiento, que al final hacen un todo, para sentarse en la mesa de negociación, que tambien el lenguaje y la transparencia en la actuación cuentan. Digo que la gente no entendió la presencia de Maduro en la instalación del primer encuentro. Él es parte de la crisis nacional y por ello resultó injustificable presidir aquella mesa saludando como si se tratara de una reunión entre amigos. Hay que agregar tambien que lo sustantivo de las discusiones comiencen a generar frutos tangibles. Si esto no ocurre para la próxima reunión, si no hay avances en el diálogo, la rabia y la desesperanza serán mayores y se producirá un sentimiento de que la salida no será democrática y habrá riesgo de violencia social.

Si bien el cuadro no es de satisfacción, no caigo en el falso dilema de que nada se ha ganado y que todo se ha perdido. Se ha sentado en la mesa a un gobierno facineroso, que actúa bajo la máxima instructiva del dictatorio y que hoy la comunidad internacional ha abierto los ojos sobre lo que sucede en Venezuela. Pero ello no es suficiente.

Por último, hay que decirlo, la gente de la calle advierte que la unidad que queremos no es la unidad que se ve en las organizaciones que forman la MUD, que los proyectos personales saltan a la vista en cada discurso y que la improvisación de nuestros negociadores se revela en los errores que se han acusado en los dos encuentros.

El diálogo debe continuar, a pesar de las provocadoras decisiones del TSJ y el pantanoso discurso presidencial. Tambien debe haber calle. Confiamos que en el encuentro del 6D, el discurso de la oposición sea más coherente, de mayor firmeza y mejor aliento para la mayoritaria ilusión venezolana.

frusbet@gmail.com

La responsabilidad política del presidente

Francisco Russo Betancourt

Ciudadanía y política

“La hora de Vargas está esperándose a sí misma en un viejo reloj, entre un minutero de angustia y un horario de esperanza”. Andrés Eloy Blanco

No es fácil conciliar, ante los ojos de los venezolanos, la disposición del diálogo opositor y las hostilidades del gobierno, pero ante la violencia oficial y el deseo de vivir en paz, él se constituye en un mecanismo democrático para superar mayores males y confrontaciones fratricidas, porque lo que está en juego son los intereses colectivos de la población, y aquí hay que dar un voto de confianza a la dirección política de la Mesa de la Unidad. Este encuentro de dialogo entre gobierno y oposición bajo el auspicio de El Vaticano, no puede ser un circunloquio para ganar tiempo al gobierno, pero la naturaleza de las conversaciones, produjo pro tempore, la suspensión de un conjunto de actividades promovidas por la Mesa de la Unidad Democrática y la Asamblea Nacional, entre las cuales está la discusión por la mayoría de diputados del acuerdo declarativo de responsabilidad política del presidente de la República ante la grave situación constitucional y democrática que vive el país.

Los factores de oposición han señalado, sin ambages, que estas actividades se suspenden en tanto el gobierno de señales de un fructífero proceso para avanzar en la solución de los problemas políticos, económicos y sociales del país, léase, el acatamiento a las atribuciones de la Asamblea Nacional y la descolorida y obscena dependencia del TSJ al servicio del régimen, la aguda escasez de alimentos y de medicinas, así como la galopante inflación que nos arruina cada día, y, la libertad de los presos políticos.

No hay duda que estos males reunidos en conjunto pueden constituir la más grave crisis que ha vivido la Nación desde su inicio, y por supuesto, en la administración y gestión del gobierno tiene grave responsabilidad el presidente de la República como jefe de Estado y de gobierno.

Lo anterior viene al caso, porque no sólo está pendiente en la Asamblea Nacional la declaración de responsabilidad política del presidente, sino que igualmente, el país ha reaccionado expectante ante esta figura consagrada en nuestro texto fundamental.

El principio democrático que deriva del preámbulo de nuestra Constitución, encuentra su interna expresión en la fórmula que define al gobierno nacional en su artículo 6, como un gobierno que es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables. Es decir, que el sistema institucional para conducir al país se consagra bajo la conducción responsable del presidente de la República en el cumplimiento de las obligaciones inherentes a su cargo, exigido a procurar la garantía de los derechos y libertades de los venezolanos, que ni la declaratoria de estados de excepción lo libera de su responsabilidad, y aquellos graves males se insertan en la garantía de los derechos de los venezolanos que impone nuestro texto constitucional al presidente, responsabilidad que se ratifica en el artículo 232 constitucional, pero que queda comprometida sólo cuando se tipifiquen las acciones que la comprometan y a partir de allí puede ser exigida. Ni la Constitución de 1961 ni la vigente de 1999 establecen el medio para imponer dicha responsabilidades, salvo la penal.

Entonces, vamos al grano. El presidente tiene responsabilidad civil, penal y administrativa y política, durante su mandato y exigida aun habiendo cesado en el cargo, pero cuál es el alcance de la declaratoria de responsabilidad política?

Por supuesto, la respuesta a esta pregunta depende del tipo de responsabilidades en que incurra el presidente, con arreglo a los diversos Códigos y leyes, que ameritan un análisis separado, pero igualmente hay que destacar que es de la potestad constitucional de la Asamblea Nacional realizar investigaciones para controlar la Administración Pública Nacional y por supuesto, de quien ejerce la jefatura del Estado, y en tal caso, la Constitución dispensa al Ministerio Público y al Poder Ciudadano, a requerimiento de la Asamblea Nacional, la atribución para intentar las acciones a que haya lugar y hacer efectiva tal responsabilidad, pero más allá de esta declaratoria, en un gobierno que controla los poderes públicos, está la sanción de los organismos internacionales que ya abrieron los ojos sobre lo que ocurre en el país, y a la que este gobierno teme. Sanciones ejemplares, un poder judicial respetable y respetado, que las ejecute y una mano limpia pero al mismo tiempo férrea para aplicarlas, es lo que necesita Venezuela. En este estado, entonces, estamos.

frusbet@gmail.com

Se quitaron el disfraz

Francisco Russo Betancourt

La nota de prensa semanal

Lo que ha ocurrido con la decisión de cinco jueces penales de primera instancia, llamados en el nuevo Código Procesal Penal, jueces de control, no era de extrañar en un gobierno que perdió la confianza del pueblo y se extravío en las expectativas sembradas a la población, pero es una perversión judicial.

La decisiones dictadas a título de medidas cautelares por jueces incompetentes por la materia, constituyen un adefesio, no por la ignorancia que ellas conllevan, sino porque son irremediablemente la consecuencia del desmoronamiento de la majestad en el ejercicio de la noble función jurisdiccional. Prefiero un Juez cargado de expedientes a un Juez cargado de miedos y de temores.

Estamos viviendo la peor pesadilla en la vida republicana del país; la impotencia de los ciudadanos de acudir a las instancias legales en defensa de la Constitución y la democracia, se estrellan ante el propósito de un gobierno forajido que pretende gobernar a punta de bayonetas y con la utilización del más alto tribunal, así con minúsculas, incluidos ahora jueces de mediana jerarquía, para esconder la facha de la Sala Constitucional y desconocer la voluntad mayoritaria del país.

Ya no importa el uso de los dineros públicos para fines personales de los gerifaltes del gobierno, de lo que se trata es del poder por el poder mismo porque se saben derrotados y entienden que la justicia tarda pero llegará. Ellos aprendieron el consejo del viejo dictador cubano, Fidel Castro, quien les inoculó el veneno de las dictaduras de no hacer elecciones cuando se sabe que no las tienen ganadas, pero tambien les inoculó el de la cobardía y para ello utilizan peligrosamente como caballos de troya a estos jueces para violar la Constitución.

Que no quepa duda, ni Fujimori, ni Pérez Jiménez ni Pinochet fueron peores que este gobierno, estamos en presencia de una dictadura de nuevo tipo.

El derecho al sufragio, al ejercicio del voto para elegir a sus gobernantes o revocarles el mandato, es un derecho constitucional que se inscribe en el rango de los derechos y garantías que se consagran en nuestra Carta Magna como derechos fundamentales. Así lo señala el llamado librito azul por los jerarcas del chavismo, el mismo que fue calificado como la mejor Constitución del mundo, en el título de los deberes, derechos humanos y garantías constitucionales, advirtiendo que la falta de reglamentación de estos derechos no menoscaba el ejercicio de los mismos.

De modo, pues, que en esta pesadilla que vivimos los venezolanos de violación flagrante a la Constitución, podemos concluir que no hay en Venezuela efectividad de los derechos constitucionales, si los órganos que ejercen el poder judicial, a requerimiento de los interesados no tienen la competencia material para dictar decisiones que afecten aquellos derechos constitucionales, entre ellos el derecho a revocar el mandato de un presidente de la República en los términos establecidos en la Constitución.

Ciudadanía y política

frusbet@gmail.com

Un nuevo atropello a la legalidad municipal

Francisco Russo Betancourt

Nota de prensa semanal

En días pasados, en Aragua en Red, como organización ciudadana de la sociedad civil, nos pronunciamos en relación a la detención judicial del Alcalde del Municipio Mario Briceño Iragorry del Estado Aragua y prevenimos sobre las consecuencias de una aplicación a lo Jalisco de la ley que regula el proceso de sustitución temporal o absoluta de un Alcalde.

Ya es un hecho público que los concejales del partido de gobierno, presuntamente reunidos fuera de su sede natural, designaron a un concejal como encargado de la Alcaldía de ese Municipio, violentando flagrantemente disposiciones legales y constitucionales.

No nos atrae personalizar este asunto, y por ello señalamos, que a riesgo de cualquier mal interpretación y en atención a nuestra clara vocación democrática, en Aragua en Red no nos parece mal un gobierno municipal porque sea presidido por una persona afecto a este gobierno, lo que denunciamos es que el partido del gobierno actúe atropellando la legalidad para apropiarse de una Alcaldía, mientras se resuelve judicialmente la situación procesal de quien fue elegido en votación directa, libre, universal y democrática por los residentes de ese Municipio.

La ley Orgánica del Poder Público Municipal es muy precisa y no requiere de mucha interpretación, sobre todo la vigente, sancionada el 21 de diciembre de 2010.

Hemos dicho que la actividad del Concejo Municipal sólo se manifiesta cuando la ausencia temporal del Alcalde excede los 90 días consecutivos, -que no ha ocurrido en este caso-, y su actuación es sólo para analizar las circunstancias que constituyen las razones de la ausencia del Alcalde, en cuyo caso, si la declara como ausencia absoluta, deberá necesariamente considerarla sobre la base de los cinco motivos taxativos que aparecen en el último aparte del artículo 87 de la referida Ley Orgánica, incorporados en la última reforma legislativa de aquel instrumento legal, ellos son: muerte, renuncia, incapacidad física o mental, revocatorio del mandato o sentencia definitivamente firme dictada por un Tribunal. Es decir, la Cámara Municipal no puede excederse de esas motivaciones para declarar la ausencia absoluta de un Alcalde

De modo que, mientras dure la detención del Alcalde, que es una medida preventiva, el ejercicio del cargo debe recaer en alguno de los funcionarios de alto nivel de dirección ejecutiva y mientras no transcurran aquellos noventa (90) días al Concejo Municipal le está vedado legalmente entrar en la consideración de si hay o no ausencia absoluta. Eso es lo que establece la Ley.

La otra actuación del Concejo Municipal ocurre cuando la falta absoluta ocurra antes de la toma de posesión del cargo, o una vez transcurrido la mitad del mandato municipal, en cuyo caso si podrá designar a uno de sus integrantes para ejercer la vacante.

Pero estos Concejales, validos del poder arbitrario que emana de la Gobernación del Estado, se burlaron del principio de legalidad que debe ser acatado por las autoridades y los ciudadanos en general, en un país de respeto a su ordenamiento jurídico y en un Acuerdo leguleyesco, sin razonamiento legal alguno para determinar la ausencia absoluta del Alcalde ni esperar transcurrir los noventa (90) establecidos en la legislación, designaron un Alcalde escogido del seno de la Cámara Municipal.

Ese Acuerdo es ilegal, es írrito, porque rompe y desconoce ese principio de legalidad, que es de rango constitucional y que impone la sumisión plena de la Administración a la Ley y al Derecho. En el caso que estamos denunciando lo mandaron al cesto de la basura. Esta gente no es ignorante, lo que ocurre es que les importa poco la ley y la gente. Jalisco en los mejores tiempos del cine mejicano.

Ratificamos que no nos anima ninguna consideración personal, somos ajenos a esa conducta para colocarla por encima de los principios legales a que están obligados acatar tanto autoridades como los ciudadanos, pero la Ley y La Constitución no sólo se invoca cuando favorece al régimen. ¡O acatamos la ley o el país camina hacia un caos sin saber adónde vamos a caer!

Los residentes y electores del Municipio Mario Briceño Iragorry tienen en sus manos una acción constitucional y como demócratas deben acudir a esas instancias sin reparar en su operatividad o autonomía e independencia; no nos ilusionamos con encontrar un Juez con independencia de conciencia, pero hay que agotar esos recursos no sólo para dejar registrado en la historia del Municipio a los burladores de la legalidad en el Municipio, sino porque ese Acuerdo es un acto administrativo nulo.

Viernes 7 de octubre de 2016

Declaración de Aragua en Red con motivo de la detención del alcalde Delson Guárate.

Francisco Russo Betancourt

Rueda de prensa semanal

El asunto que nos concita en esta ocasión, lo constituye el proceso de judicialización utilizado por el gobierno para perseguir y encarcelar a sus opositores, y en el caso nuestro, al Alcalde del Municipio Mario Briceño Iragorry, Delson Guárate, que en nuestra opinión presenta dos aristas que debemos denunciar desde la sociedad civil; por una parte, su detención judicial sin que mediara una orden de comparecencia ni auto de detención previo, según se afirma en los medios de la Alcaldía, e igualmente, el grosero allanamiento a su vivienda sin que, según, se presentara la respectiva orden suscrita por un Juez ni la presencia de testigos escogidos en el sitio delo allanamiento.

Hoy el Alcalde se encuentra detenido en el Helicoide, en Caracas, convertida en La Rotunda del socialismo del siglo 21, cárcel de presos políticos, que como antaño se le recuerda como lugar de reclusión de los oponentes de la dictadura gomecista a quienes se les colocaba grillos de 80 kilos en los pies, en esta, con poca diferencia, la tortura es psicológica, amén de pruebas preconstituidas para el enjuiciamiento de los opositores.

Lo cierto es que ahora se ha instaurado en el país, lo que se ha dado en llamar el fenómeno de la judicialización de la política, que no es otra cosa que el protagonismo de jueces para amedrentar y encarcelar a la disidencia política.

A Delson se le cobra haberle ganado al gobierno la Alcaldía de Mario Briceño Iragorry, antes bastión oficial, y por ello no han cejado en negarles recursos e impedirle la gestión en materia ambiental y con ello el boicot para la eliminación de la basura. Es un ridículo argumento para ordenar su detención.

La otra arista u otra cara del asunto, lo constituye la sustitución temporal del Alcalde electo democráticamente, que algunos pretenden se declare absoluta. La ley Orgánica del Poder Público Municipal, es como su naturaleza lo indica, una ley que desarrolla principios constitucionales, por lo cual, la sociedad civil del Municipio debe estar pendiente que violentar los mecanismos de sustitución legal del Alcalde equivale a violar flagrantemente la Constitución Nacional Bolivariana; lo que queremos señalar, es que la pretendida revolución no puede estar por encima de la Constitución, algo así como que la razón de la fuerza no puede ser superior a la fuerza de la razón.

Que se le bajen los humos a quienes festejan desde ya una designación contraria a la legislación.

Debemos precisar y aclararle a la comunidad que la designación definitiva de un nuevo Alcalde pasa por la declaratoria de ausencia absoluta del Alcalde detenido cautelarmente y para ello debe cumplirse con alguno de los cinco presupuestos legales que establece la ley, a saber: muerte del Alcalde, su renuncia, la declaratoria de incapacidad física o mental certificada por una junta médica, el revocatorio de su mandato y, finalmente, que en su contra se dicté una sentencia definitivamente firme, es decir, que contra ella no proceda ningún recurso de apelación ni tampoco de Casación. Nada de ello ha ocurrido y por eso alertamos a la sociedad civil que debe oponerse a una declaratoria de ausencia absoluta sin cumplir los extremos que dice la Ley, ni tampoco admitir la realización de juicios sumarios penales contra quienes adversan democráticamente al gobierno, como ha ocurrido arbitrariamente en otros casos.

Digo esto, porque la detención judicial de un Alcalde, conforme a la ley Orgánica del Poder Público Municipal, constituye a la luz de la más excelsa doctrina penal, una medida preventiva de privación de su libertad, mientras se tramita el juicio y se dicta la sentencia definitiva, de modo que el Concejo Municipal sólo tiene la potestad de designar para que supla provisoriamente la ausencia del Alcalde, a un funcionario de alto nivel de la dirección ejecutiva de esa Alcaldía y no otro funcionario o personaje, mientras se resuelve su situación judicial y permanezca detenido; en consecuencia, invocamos la primacía de la ley como principio fundamental de derecho público, que es lo mismo que el respeto al principio de legalidad, dicho en forma coloquial, que el Estado y el gobierno tienen que someterse a la Constitución.

Finalmente llamamos al gobierno a respetar la ley, y a la comunidad de Mario Briceño Iragorry a defender la legitimidad del proceso de designación del Alcalde interino mientras se tramite en esta jurisdicción y bajo la tutela de su juez natural, el proceso contra el Alcalde Guárate.

Maracay, 9 de septiembre de 2016

La doble nacionalidad

Francisco Russo Betancourt

Un asunto que ha generado mucha controversia en los últimos meses y que ha sido objeto de magníficas investigaciones documentales y registrales, es el que se refiere a la presunta doble nacionalidad del presidente de la República, Nicolás Maduro.

Lo que se discute no requiere de muchos vericuetos legales, pues, para entenderlo su lectura resulta muy clara y sencilla.

Nuestra Constitución niega en forma expresa que el presidente de la República tenga doble nacionalidad; así lo establece el artículo 227 constitucional, pero aún más, ese mismo texto fundamental sancionado en el año 1999, prohíbe que algunos otros altos funcionarios de la República tengan igualmente doble nacionalidad, entre esos altos funcionarios, los Magistrados del TSJ.

De lo que se trata, entonces, no es que el señor Maduro tenga doble nacionalidad, sino que desde el punto de vista de los principios constitucionales, ningún ciudadano venezolano que ostente simultáneamente dos nacionalidades puede ascender a la más Alta Magistratura de la Nación.

Ninguno de los textos fundamentales de nuestra vida republicana, desde la Constitución Federal de los Estados de Venezuela sancionada el 21 de diciembre de 1811 por el Supremo Congreso de Venezuela previno incorporar alguna disposición que negase el derecho a ejercer la presidencia a aquel venezolano que comparta otra nacionalidad. En otras palabras, es a partir de la Constitución de 1999, elaborada a la medida del presidente Chávez por una Asamblea Constituyente negadora del principio de la representación proporcional, que se incorpora tal impedimento.

Y no podía ser de otra manera la aplicación de aquella disposición, pues, cuando el señor Maduro es designado a dedo para suceder a Chávez en la presidencia, ya la Constitución Nacional se encontraba en plena vigencia, negándole a cualquier venezolano nacido en el territorio nacional (ius soli) ejercer la presidencia si simultáneamente era poseedor de una segunda nacionalidad.

De modo que la situación de Maduro encaja en el condicionamiento de elegibilidad para ejercer la presidencia de la República de Venezuela, -así sencilla y sin apellidos-, toda vez que a ello se suma lo que la Constitución colombiana en su artículo 96, literal a), estatuye, “que son nacionales colombianos por nacimiento, los naturales de Colombia con una de dos condiciones: que el padre o la madre hayan sido naturales o nacionales colombianos". Y más adelante agrega, que "ningún colombiano por nacimiento podrá ser privado de su nacionalidad" y " la calidad de nacional colombiano no se pierde por el hecho de adquirir otra nacionalidad".

La documentación aportada por los investigadores de este asunto han señalado,-y se está a la espera de una respuesta de la Registraduría Nacional del estado civil de Colombia, la presunta nacionalidad natural de la madre de Maduro. De ser cierta la nacionalidad colombiana, por ser natural de ese país, de la madre de Maduro estaríamos ciertamente en un hecho que impide su ejercicio de la presidencia de Venezuela y, en tal circunstancia, corresponde al Poder Legislativo Nacional ejercer el correctivo constitucional de dejar sin efecto el acto de su juramentación para el ejercicio de la presidencia de la República a través del sencillo acto de auto tutela administrativa, que no es otra cosa, que la potestad de revisión de los actos emanados de la Administración, en este caso, la Asamblea Nacional, en sede administrativa, o dicho en otras palabras, el poder que tiene la Administración de actuar para revocar de oficio los actos que de ella emanen.

De modo que el resultado de la actividad de investigación o verificación, diría yo, de este asunto de la doble nacionalidad para el ejercicio de ciertos cargos de alto nivel constitucional, tiene que traducirse en actos jurídicos, y no necesariamente políticos, de efectos establecidos por la ley, lo que debe articularse, definitivamente, al acatamiento del principio de legalidad que encuentra cabal expresión en una fórmula que se traduce en "la necesaria vinculación entre la actividad de la Administración y el ordenamiento jurídico", vale decir, la plena sumisión de la Administración a la ley y el Derecho. Allí está, pues, bien sencillo, lo que dispone la ley de leyes que es la Constitución y a ella debemos sujetarnos todos los venezolanos, aun aquellos que sin perder la venezolana no han renunciado a la otra.

El comentario de la semana

Responsabilidad y legalidad; palabras vanas cuando no hay órganos que limiten la arbitrariedad presidencial

Francisco Russo Betancourt

La independencia de los poderes públicos y su colaboración entre sí como contrapesos para lograr los fines del Estado. El tema que abordamos hoy resulta satisfactorio para cualquier abogado, especialmente cuando ha dedicado su vida al ejercicio de la judicatura por más de treinta años. Porque fui Juez, me permito en esta exposición comenzar señalando, que el doblez en la función jurisdiccional por el de la subordinación política es tan notoria y bochornosa en nuestro más Alto Tribunal, que se refleja en un afiche de Chávez colocado por un Juez a la puerta del tribunal a su cargo en el edificio Ariza donde funcionan los tribunales civiles de Valencia. Se perdieron los principios de autonomía e independencia por una lealtad que tiene pie de barros, como la que exhibía el magistrado Aponte Aponte, ahora testigo protegido del Estado norteamericano, denunciando a sus camaradas en la comisión de delitos que él mismo recién compartió. La función jurisdiccional es hoy de temores y de corruptelas ante la ausencia de valores personales, de carrera judicial y estabilidad profesional. Para concluir esta introducción recuerdo que hace muchos años escuché a un viejo magistrado, con M mayúscula, decir, que prefería a un Juez cargado de expedientes que cargado de temores. Es lo que hoy tenemos del TSJ para abajo. Temores y algo más. Hablar de la independencia de las distintas ramas del Poder Público y su interrelación y cooperación entre sí para cumplir los fines de un Estado moderno en un sistema de gobierno democrático, es un tema que sobresale en estos momentos por la agravada y perniciosa conducta ejercida desde hace ya algunos años, por el actual gobierno, de anular el ejercicio constitucional del poder legislativo y de manipular y controlar al llamado poder judicial representado por el Tribunal Supremo de Justicia. Pero más grave aún, es la bochornosa utilización del Tribunal Supremo de Justicia en sala constitucional para debilitar el ejercicio constitucional de la Asamblea Nacional en sus funciones de control sobre el Gobierno y la Administración Pública Nacional y la de legislar en las materias de competencia nacional y sobre el funcionamiento de las distintas ramas del Poder Nacional. Nunca antes, ni en las dictaduras más recientes que hemos padecido habíamos visto al más Alto Tribunal del país, ejercer su ministerio del modo más dependiente y postrado al capricho de un presidente, como ocurre con el actual Tribunal Supremo de Justicia en sus distintas Salas, y más aún en la Sala Constitucional. Por ello resulta relevante conversar hoy, sobre la independencia de los poderes públicos y los contrapesos que en ellos se desarrollan para llevar a cabo los fines del Estado. A mi modo de ver, desde la Revolución Francesa, los estados modernos y en consecuencia, los sistemas de gobierno democráticos, admiten la existencia de tres (3) ramas del Poder Público: El ejecutivo, el legislativo y el Judicial. Creo que más del 98% de los Estados soberanos asumen su funcionamiento con esos tres poderes. A la llegada del actual gobierno, la Contraloría y el Consejo Nacional Electoral como poder electoral, que antes funcionaban como órganos de la Administración Pública, hoy son por obra de un capricho analfabeto, ramas del Poder Público Nacional. La Contraloría General de la República fue un órgano periférico cuya función primordial ha sido el hacer efectivo el control del Poder Legislativo sobre la Administración Pública. El Ministerio Público es otro órgano periférico en la tradición constitucional venezolana, que participa del control jurisdiccional. En síntesis, a través de estos mecanismos de auto control institucionalizado, se trata de realizar la idea expresada por Montesquieu, cuando escribiera, (cito): “Es una experiencia externa que todo hombre que tiene poder, se ve inducido a abusar de él y llega hasta donde encuentra límites. El abuso del poder solo se ve impedido, si por disposición de las cosas, el poder detiene el poder. Todo estaría perdido si el mismo hombre o el mismo cuerpo de los principales, o de los nobles, o del pueblo, ejerciera estos tres poderes: el poder de hacer las leyes, el poder de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los crímenes o las diferencias de los particulares” Allí está la esencia de los contrapesos institucionales que nos permite en un sistema de gobierno democrático, que no es el que tenemos, a garantizar el imperio del Derecho, vale decir, obligar a los detentadores del poder a mantenerse dentro de su esfera de competencias y de actuar con arreglo a los procedimientos establecidos en la Carta Fundamental y en la Ley. También está allí la base de la democracia, pero está igualmente el reclamo que hace la sociedad en cuanto a que en vez de ver al Poder Judicial como el primer soporte del orden social y político de la República sea hoy, desde el más Alto Tribunal, un cuerpo constituido por militantes de un partido político armados con la función de jueces y no, como debe ser, un poder judicial robusto e independiente capaz de garantizar y fortalecer los equilibrios y controles democráticos. Pero vayamos al grano. Cuando Maduro considera írrita y nula la decisión de la Asamblea Nacional de aprobar el voto de censura al ministro de Alimentación, y condiciona su acatamiento hasta que el parlamento acate la sentencia del TSJ que modifica el Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional, o cuando Maduro anuncia un Decreto o amenaza con dictar un Decreto para dejar sin efecto decisiones de la Asamblea Nacional contra Ministros o Instituciones, o dejar sin energía eléctrica a la Asamblea Nacional, o peor aún, suspender el pago al Poder Legislativo, no sólo desconoce las atribuciones que la Constitución Nacional encomienda al Poder Legislativo en el ordinal 1° de su artículo 187, sino que promueve el deterioro moral de la República y nos obliga a considerar que en Venezuela no podemos en estos momentos, darnos el lujo de continuar hablando de democracia, sencillamente porque no funcionan o funcionan arbitrariamente, dos de las Instituciones fundamentales del país: el Ejecutivo Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia. El control que ejerce la legislatura nacional sobre el poder ejecutivo, se manifiesta permanentemente, cuando en uso de sus facultades, designa comisiones de investigación, interpelan o dan votos de censura a los Ministros, fijan los gastos públicos, discuten el mensaje presidencial y la memoria y cuentas de los Ministros del Despacho, y particularmente, cuando legisla sobre las atribuciones de aquel Poder o establece los procedimientos que regulan su actuación dentro del marco de la Constitución. Y cuando el máximo Tribunal de la República asume una conducta político partidista a favor de los intereses del gobierno desnaturaliza el aliento moral y patriótico a que está llamado a ejercer. No hay duda, entonces, que las actuaciones del Presidente de la Republica frente a las decisiones del Poder Legislativo y las no menos parcializadas sentencias del TSJ en Sala Constitucional y Sala Electoral frente a las leyes sancionadas por la Asamblea Nacional no solo alteran gravemente el equilibrio democrático a que aspira la mayoría de los venezolanos que con su voto conformaron la nueva Asamblea Nacional, sino que, podríamos afirmar sin exageración alguna, que estamos en presencia de la barbarie avasallante de quienes nos gobiernan, por no controlar al poder legislativo de la Nación. Es insólito que en pleno siglo 21, el presidente de la República se constituya en un poder omnímodo que está por encima de la Ley y que hace lo que quiere y amenaza a sus opositores sin responder ante nadie. Acaba de ocurrir, que ante la contundente manifestación de la sociedad de firmar la solicitud de revocatorio presidencial conforme a la disposición constitucional, el presidente de la República dispuso nombrar una Comisión para verificar la validez de las firmas promovidas por la Mesa de la Unidad Democrática, sustituyéndose o dándole un manotazo a las potestades del CNE. En este arbitrario ejercicio de gobierno no hay Contraloría, ni Fiscalía ni Consejo Nacional Electoral, ni TSJ que valga. Este absurdo y primitivo sistema de gobierno, instaurado el 1999, que tiene sus raíces en las viejas tiranías estalinianas y más recientemente en la antipatriótica sumisión a la más feroz tiranía conocida en nuestro continente dirigida por los hermanos Castro, en Cuba, permite que el presidente controle desde Miraflores el ejercicio jurisdiccional del TSJ, al dictar sentencias de contenido político que interesan al gobierno, anulen las atribuciones de la Asamblea Nacional y a su discreción, manipule al ente electoral como si se tratase de un departamento de su partido. Para reafirmar este bellaco comportamiento, los ventrílocuos de Maduro declaran que van a auditar las firmas de solicitud del revocatorio. Este valimiento gubernamental resulta contrario a los principios de la democracia y al acatamiento de las competencias de los otros poderes, con lo cual el Estado venezolano aparece gobernado por un jefe absoluto, sin limitaciones de ningún orden, que más bien se asemeja a una borrasca administrada por un gamonal con toga romana; todo esto ocurre cuando el presidente desconoce las potestades constitucionales de la Asamblea Nacional, y peor aún, cuando ordena que no se acaten sus actos y resoluciones como órgano directo que es de la representación popular. Para su cumplimiento está, por supuesto, el brazo jurisdiccional. Llegados a estos extremos, la responsabilidad y la legalidad son dos vanas palabras que no existen cuando no hay órganos que limiten la arbitrariedad presidencial. De modo, pues, que la independencia de las distintas ramas del Poder Público Nacional y su actuación de colaboración entre sí, está alterada porque no hay ejercicio de los contrapesos institucionales que requiere la gobernabilidad del país. Hemos vuelto a lo que ocurría en las sociedades primitivas donde la actividad legislativa tenía escasa significación para los gobernantes. El problema del control y cooperación entre sí de los poderes públicos, es un asunto que concierne a una República respetable y democrática porque a través de ese control y su colaboración permite conciliar la libertad con la necesidad de autoridades capaces de mantener la paz y la felicidad entre sus ciudadanos. Los gobiernos autocráticos no tienen interés en ser controlados, al contrario, su mayor preocupación es eliminar o suprimir todo lo que pueda constituir un obstáculo a su poder discrecional. En los gobiernos democráticos, en cambio, el control surge como un medio normal y necesario para asegurar la paz, la libertad, la justicia y los valores que son inherentes al sistema democrático. La democracia participativa que nos vendió el tcnel golpista que luego accedió al gobierno por vía electoral, es una caricatura de ella, es hija del empirismo, del espíritu de partido único y del sometimiento del gobierno a los intereses personales y crematísticos de sus más altos dirigentes, que rechaza la autonomía y el principio de colaboración entre las distintas ramas del poder público cuando alguna de ellas no está dominada por el presidente y su gabinete, amén de otros factores que se ensamblan en el escenario para envilecer el poder. Contra esa particular y mal llamada democracia estamos obligados todos a trabajar para instaurar un gobierno nuevo, de unidad nacional, identificado con el valor cívico de la democracia. Pero volvamos al asunto que nos convoca esta noche. II En las actuales circunstancias, nos preguntamos y nos angustiamos, qué hacer con un Tribunal Supremo de Justicia constituido por jueces en cuya designación se violentaron los procedimientos legales y constitucionales, convertidos luego en el brazo judicial del Ejecutivo para romper el equilibrio que conlleva la separación de los poderes en las funciones del Estado. La Asamblea Nacional desde un principio se propuso anular aquellas designaciones a través de la revocación del acto administrativo dictado por la anterior legislatura. Desde entonces ha corrido mucha agua debajo del puente y los magistrados electos, tanto en la sala constitucional como en la sala electoral se convirtieron en el obstáculo para el normal desenvolvimiento del legislativo. Son muchas las voces contradictorias que han emplazado a la Asamblea Nacional para actuar, y aquí viene a mi memoria la actuación de uno de los hombres de la transición española a la muerte del dictador Franco y además, preceptor del Rey en sus tiempos de príncipe, llamado en la democracia española, el guionista de la transición. De la ley a la ley. No se puede perder el rumbo. El gran reto del cambio político en nuestro país, que no quepa dudas, debe conjugarse bajo dos ambiciones: la política y la ley, es decir al amparo de la constitucionalidad, por ello celebramos que la Asamblea Nacional esté construyendo las piezas políticas que nos permita, en esa tesitura legal, unas instituciones que respeten el funcionamiento del Estado. Pues bien, lo cierto es que el TSJ actual está infectado de torpes y descarados hechos violatorios cometidos en el proceso de postulación y designación de los actuales magistrados. Hemos hablado que el trámite es de la ley a la ley y por ello resulta prioritario determinar cuál debe ser el procedimiento a seguir para que haya viabilidad en el propósito de invalidar aquellos actos administrativos de designación que deben tramitarse en el orden administrativo de actuación de la Asamblea Nacional para evitar la abusiva e inconstitucional injerencia judicial. Aquí tengo que detenerme en algunas expresiones técnicas y por ello señalo que son múltiples los criterios que se esgrimen para anular aquellas designaciones y colocar al Supremo Tribunal al servicio de la democracia y permitir el equilibrio institucional. Me inclino por la llamada autotutela del Poder Legislativo, que en términos coloquiales, es la potestad que tiene la Administración, en nuestro caso, la Asamblea Nacional de revisar sus propias decisiones administrativas. Lo que quiero significar es que la invalidación o la revocación de un acto fallido consiste en la potestad que tiene la Administración Pública de dejar sin efecto un acto anterior que está afectado de ilegalidad, mediante un acto administrativo posterior dictado por el mismo órgano administrativo emisor del primero. A mi modo de ver, la revocatoria o la invalidación del acto administrativo es una opción que puede tramitarse sin facilitar la intromisión del ente judicial. Esta opción se encuentra respaldada por la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos que es ley vigente de la república, que establece “que la Administración podrá en cualquier momento, bien sea motu propio o como dice la legislación, de oficio, o a solicitud de particulares, reconocer la nulidad absoluta de los actos dictados por ella misma. Sostengo que declarada la invalidez absoluta de los actos administrativos fallidos dictados por la anterior A.N., se debe ordenar la desincorporación inmediata de principales y suplentes integrantes de la Sala Constitucional y Sala Electoral, sin menoscabo de revisar la designación ilegal en las otras salas, y para evitar un vacío institucional se ordenaría la designación provisional de magistrados con ciudadanos que llenen los requisitos de elegibilidad conforme a la previsión contenida en el artículo 264 de la Constitución. Entiendo que hay que tener coraje para que los nuevos designados se apersonen a ocupar sus cargos. Para finalizar, la ventaja de esta opción radica en que no puede ser atacada por el Ejecutivo por vía administrativa ni tampoco por vía judicial a través del TSJ, toda vez que los actuales magistrados de la Sala Constitucional con motivo del fallo administrativo a que he hecho referencia, dictado por la AN, le han sido revocados sus nombramientos a través de la decisión de la legislatura que tiene rango constitucional, fundamentada en los artículos 25 y 187 de la Constitución Nacional y los artículos 19, 82 y 87 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos.

Texto usado de base para una presentación en el foro “La guerra de los poderes en Venezuela”, organizado por Aragua en Red y realizado en Maracay, el miércoles 4 de mayo de 2016.