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Simón García

Tomar las oportunidades

Simón García

No la tenemos fácil, pero el gobierno menos. El orden y naturaleza de los obstáculos es diferente para unos y otros. El gobierno debe convencer resolviendo a la gente los problemas que él creó, como la inflación o la destrucción del salario. La oposición debe tener una estrategia acertada para convertir descontento en votos.

Un régimen con 23 años en el poder, desgastado, ineficiente y descompuesto por la corrupción no es un atractivo; es una carga, incluso para quienes asisten a sus mítines.

Pero el gobierno cuenta con una estructura de control social y una capacidad de movilización del Estado que es varias veces mayor que la capacidad de movilización de todos los partidos de oposición juntos.

Una primera clave para tomar las oportunidades es abrir la competencia electoral a los ciudadanos, en vez de reducirla a los partidos.

Si caemos en el espejismo de valorar la competencia entre los candidatos como lo fundamental quemaremos las oportunidades en la pequeña fogata de nuestra votación dura.

Tomar la oportunidad exige que la oposición comprenda que su principal interés particular es persuadir a los ciudadanos sobre el carácter trascendente y existencial de las elecciones presidenciales del año próximo. Dar confianza en una victoria que es posible, pero no inevitable.

Tomar la oportunidad es llevar el diálogo, el entendimiento, la política de transición y las propuestas de cambio al territorio bajo influencia del régimen autoritario. Ello supone definir una relación con el gobierno que impida que este manipule la idea de una oposición buena y otra mala.

Las oportunidades de cambio ya son fuertemente bloqueadas por el gobierno en sus ataques para desacreditar organizaciones políticas completas, administrar las inhabilitaciones y reforzar la decepción y la indiferencia en los sectores que más necesitan el cambio. El gobierno se propone reconducir el descontento y enfilarlo contra la oposición.

Pero el principal riesgo de bloqueo proviene de la reorganización del extremismo político para hacer de las elecciones una guerra contra el diálogo, el entendimiento y la urgencia de unir a los venezolanos. Retornan fórmulas como “quien no está conmigo es mi enemigo”, antes aplicadas a quienes consideraron errónea la idea del poder dual y ahora aplicadas a quienes mantienen la idea del consenso.

Mantener la división entre consenso y primarias es perder.

Reaparece también la imagen que votar por el cambio es desencadenar una situación insurreccional. Si nuestra victoria se vuelve a asociar a una amenaza de violencia para cobrarla o de persecución y castigo para gobernar, solo se obtendrán aislamientos y derrotas. Lo hemos verificado en el pasado.

A buena parte de los opositores que no participan en las primarias debe interesarles su realización exitosa porque es un paso para unir fuerzas en torno a una figura con chance de ganador.

Pero es obvio que esa condición hay que comprobarla después de la selección, de cara al país.

Hace falta repetirlo: estamos ante un régimen autoritario hegemónico, cuya finalidad es prolongarse en el poder. Ese régimen no va a ceder poder si no hay una relación de fuerzas favorable al cambio y una propuesta de transición que le haga entender que abrirse a una fase no hegemónica de su proyecto es su costo menor.

Es hora de pensar en cómo ganar y hacer lo necesario: volver a la gente, tener una estrategia eficaz, luchar y unir.

La unidad se ve intrincada y la estrategia para tomar oportunidades es compleja. Pero hay que seguir hasta el final con el propósito de lograr un país de convivencia y prosperidad.

Sin exaltaciones ni desalientos

Simón García

El proyecto original de Chávez, que sedujo a tantos venezolanos de buena fe, es hoy la profundización de los legados negativos de la IV República y el empeoramiento de algunos nuevos. El gobierno de Maduro necesita recomponer legitimidad porque tiene varias candelitas que la consumen: la imposibilidad de pagar un salario mínimo digno; el saqueo de la riqueza pública; la incapacidad para asegurar servicios como electricidad y agua; la asfixia de la economía privada y los graves descuidos en el mantenimiento de la integridad territorial.

El gobierno quiere, pero no puede, apagar esas candelitas. El prolongado tiempo en el poder demostró que su modelo de sociedad y su programa de cambio lograron resultados diametralmente opuestos a los esperados. En las bases chavista se expande el descontento.

Todo el país se indignó; opositores, chavistas y no alineados, cuando el propio gobierno tuvo que develar una trama de corrupción perpetrada por una maraña de ladrones. Las interrogantes y dudas sobre cómo pudieron actuar impunemente en las narices del presidente no han sido respondidas. El tiempo, aliado del olvido y la impunidad, amenaza con un final de palmaditas y la desaparición definitiva de bienes y dineros de la nación. ¿Hay alguna instancia encargada de vigilar e informar sobre la recuperación de los bienes?

Sólo un cambio de timón decidido por el presidente y los factores de poder que lo sostienen puede devolverle al oficialismo los apoyos que ha perdido y las causas que ha roto en girones. El cambio de conducta desde arriba requiere que Maduro encabece un proceso de reformas que abran una transición con objetivos institucionales, sociales y económicos. Hay débiles asomes, pero no intenciones firmes.

En el campo opositor hay una mayoría que desea una transición, pero no cree en ella. Menos en una transición promovida por sectores que están en la alianza dominante y que comienzan a considerar que el único modo de salvar al país y evitar el derrumbe del proyecto chavista es cambiar sus métodos, sus concepciones y sus objetivos.

Es duro de admitir, pero no es un imposible que en nuestro país se produzca una anulación de la dominación en el ámbito económico y un desplazamiento de la acumulación de recursos y mecanismos de control al plano de las instituciones y la vida política.

Dejar a un lado las quimeras y tragedias del socialismo del siglo XXI, restablecer el mercado y crear condiciones para que cada ciudadano pueda tener derecho a trabajar y mejorar su patrimonio puede ser el inicio de un cambio en las reglas de juego.

Una oposición acostumbrada a vivir de ilusiones y concluir en desengaños actúa como si todo el descontento va a generar espontáneamente una avalancha de votos a su favor. Sería excelente, pero hay que tomar en cuenta la eventualidad que se esté formando un voto condicionado, más consciente y menos movido por los fuegos artificiales.

La posibilidad de una victoria electoral es el único factor de presión y negociación que tiene la oposición. Pero la exaltación de los que no advierten que hay muchas acciones por emprender y muchos logros que mostrar, sin prepotencia ni exclusiones, puede terminar ahorcándole la cochina a las fuerzas de cambio. Una tragedia que hay que intentar evitar.

Twitter: @garciasim

Simón García es analista político. Cofundador del MAS.

Un país imposible

Simón García

Las fuerzas, sectores y personas que queremos dejar el pasado en su lugar, hemos recibido un duro golpe. Ha quedado al descubierto la prolongada ejecución de un robo a la casa de petróleo. Sus perpetradores son del alto gobierno y con explicable justificación habrá opositores que dudarán o acentuarán su rechazo a establecer diálogos con el poder. El punto débil de esta posición es que nos devuelve al derrotado camino insurreccional.

Hay rabia en la gente y es lo menos que puede esperarse cuando el salario dejó de existir o se erigen torres de lujo mientras se derrumba sistemáticamente la salud pública y la educación. Ante la justificada indignación, las fuerzas alternativas, que lo son por ser existencialmente diferentes a un poder sin ética ni democracia, tienen que aportar conciencia, esperanza y confianza contra el efecto de tristeza y desesperanza que se puede colar entre la percepción de impotencia.

La oposición alternativa tiene que asumir con determinación la tarea de traducir el rechazo anímico al gobierno en voto contra la pretensión de Maduro de perpetuarse en el mando. Existen condiciones de opinión propicias para ganar la presidencia. Nunca antes el candidato del PSUV, sea Maduro o Lacava, enfrentó condiciones tan adversas como las que ha creado el gobierno contra si mismo.

El asalto al tesoro nacional es una traición al régimen que abre un boquete en su cúpula y en sus bases de sustentación. El robo continuado durante tres años de miles de millones de dólares tiene causas estructurales y también subjetivas. La repetición de estos escándalos, que rápidamente se enfrían, comprueba que tras el simulacro de revolución hay factores que favorecen, junto a la ausencia de controles y contrapesos, la proliferación de delincuentes en serie: desde una enfermera o un escolta hasta un ministro o un coronel.

¿Por qué se produce este fenómeno de robar en grande hasta desde los niveles bajos de una nómina? El régimen esta adquiriendo cada vez más la forma definitiva de una cleptocracia. Una perversión que le corresponde enfrentar también a sus partidarios que temen una deriva totalitaria o una implosión por ineptitud. Los sectores sanos que existen en el chavismo están exigidos de reaccionar y dejar de formar parte de los que silencian los escándalos.

Las fuerzas opositoras deben alinearse en acumular condiciones de victoria y acertar con un candidato que muestre más apoyos, reúna las mayores intenciones de voto, tenga un programa de soluciones para salir del hoyo y disposición a tejer entendimientos con proyectos diferentes y contrarios. El método para su escogencia importa, pero lo principal es ganar.

Porque luce posible ganarle electoralmente al régimen hay que negociar, con el apoyo de la comunidad internacional, la realización de un proceso electoral lo más cercano posible a un evento competitivo.

Porque es necesario reconstruir a Venezuela, hay que ratificar que una victoria electoral de la alternativa devolverá a los venezolanos el derecho a vivir mejor y a convivir en paz. Esto supone convertir la campaña electoral en la difusión de un modelo de país y en la apertura de una política hacia una transición hacia la democracia, la recuperación económica y el rescate de ética pública.

Hay que saberlo: La unidad es ganar otro país, no perderlo por exclusiones. Una época es nueva porque es diferente a la anterior. O nos situamos en un marco estratégico alternativo o seguiremos haciendo de Venezuela un país imposible.

Twitter: @garciasim

María Cristina nos quiere gobernar

Simón García

Y hay que seguirle la corriente para ver hasta dónde la lleva el buen viento que está recibiendo. Su incremento no es una sorpresa, la infla el declive de Guaidó. Los seguidores de una misma política se desplazan confortablemente de un nombre a otro. Pero no es sólo migración interna, se está conformando una referencia populista conservadora.

Hay que reconocer que María Corina quiere gobernar. Y esa voluntad la vive con persistencia y coherencia. Pero su elemento impulsor en este tramo de pre-campaña le pone un techo: su extremismo no se corresponde con el hartazgo de los venezolanos ante el conflictivismo, los radicalismos de carrusel y la política como maña para aniquilar al otro.

El ascenso de María Corina y el del Conde son efectos de un rebote. La política que ya no puede valerse de sus propios medios, intenta recomponerse por medios sociales y fuera del partidismo tradicional. Hay un país que no quiere ni al gobierno ni a la oposición, porque ambos lo dejan a un lado.

La encuesta Datincorp retrata tres situaciones: Una, que esta no es la hora para aspirantes que tienen muy baja aceptación. Dos, sólo María Corina, Benjamín Rausseo y Rosales permanecen de píe y con posibilidades de incorporarse, Capriles. Tres, que Fuenteovejuna espera un nombre.

La gran desilusión, rechazo y desconfianza hacia partidos y políticos es la crisis de un modo de hacer política. Pero su otra cara muestra la gran oportunidad para iniciar una nueva fase de desarrollo cívico del país, cuyo logro principal sería un acuerdo nacional para vivir con bienestar, convivencia y democracia. ¿Quiénes son los parteros de esa nueva era? Y ¿Cuál es el formato, tamaño y contenido de las transformaciones viables?

Las elecciones presidenciales son un proceso que permiten hacerse y despejar ese tipo de preguntas. Todos, opositores y chavistas, estamos ante la posibilidad de contribuir a una transición mediante una propuesta de cambios pausados y seguros. En ese horizonte, el nombre del conductor del proceso debe brindar confianza a las fuerzas opositoras, a las gubernamentales y al país.

Si en el 2024 un candidato claramente opositor logra una victoria electoral, objetivo que es posible, el poder actual no la reconocerá si significa una amenaza a su seguridad y a la de sus círculos. Una restricción de escenarios que hay que tener presente y comprender que los propósitos claros y la confianza son llaves de la transición.

Decidirse por un candidato o candidata es elegir una visión sobre la transición, un programa para la reconstrucción institucional, económica y afectiva de la sociedad y optar por una política de entendimiento para dejar atrás el ciclo del autoritarismo de Estado. Un entendimiento que pasa por actuar para ganar con grandeza.

Ese candidato no ha cuajado en la percepción colectiva, pero está en avance el debate sobre sus características y atributos, tomando en cuenta el entorno actual. Entre ellas, 1) consistencia ética y valores, 2) independiente no sujeto a disciplina partidista, un demócrata. 3) noción del rumbo común para enderezar a un país astillado, 4) voluntad de diálogo y persuasión, 5) Solidario con los más golpeados por la crisis y compromiso con los actores que pueden sacar del hoyo al país con estabilidad, 6) Alianza con los sectores productivos, del conocimiento y del trabajo.

La figura no ha aparecido, pero aparecerá y veremos. El país lo tiene en la punta de la lengua.

Twitter: @garciasim

Simón García es analista político. Cofundador del MAS.

Un candidato con chance de ganar

Simón García

La designación de la Comisión de primarias constituye un paso de avance, pero no está asegurado que lo sea en la dirección correcta. Ella recibió de la Plataforma Unitaria un Reglamento, algunas de cuyas normas reducen la participación. Está por verse si tiene facultades para modificar esas normas o solo debe acatarlas.

Una coincidencia absurda de la oposición es que todas parecen preferir una unidad negativa: ir divididos a la competencia electoral y contribuir a que gane Maduro. Casi todos empujan hacia ese desenlace y es lo que terminará ocurriendo si no se ejerce una presión fuerte y creíble para convencer a las élites partidistas que su deber es organizar la derrota del régimen.

El momento requiere un candidato con chance de ganar. Pero los dirigentes de partido con méritos para ser candidatos combinan baja aceptación y alto rechazo. Ojalá hubiera una excepción, pero la situación de debilidad confirma que la pertenencia a un partido no es una condición de candidato ganador.

El país está cansado de una pugna por el poder sin sentido social, ético y de país. Hay dos verdades sencillas que ha costado ver pese a sus evidencias: La vía para combatir al régimen es la electoral y el medio para derrotarlo es la unidad.

El mayoritario país descontento con el gobierno y con la oposición, sabe distinguir cual es el mal mayor y por eso espera que una oposición con lógica ordinaria actúe para presentar un programa y un candidato común, aunque sea para esta ocasión. La gente no va a salir a votar para repartir la derrota.

Tal vez haya que redundar ideas básicas para buscar la mejor opción: 1) Oposición dividida es triunfo seguro de Maduro, 2) El trabajo común es atraer a quienes no están decididos a votar, 3) En su diseño actual primarias y consensos se concentran en el electorado cautivo de cada sector de oposición. Su resultado será reproducir la división y medir el tamaño de sus diferentes fracciones, 4) El método, primaria o consenso, propone un candidato, los electores deciden, 5) El rechazo a los dirigentes opositores no es de orden personal, forma parte de un cuestionamiento cultural a los partidos y a la política.

Si hoy el país no aprecia a los candidatos de partido, estos deben analizar lo que hay de razón en esta valoración. En perspectiva las elecciones son un movimiento para abrirle puertas a una transición del autoritarismo a la democracia. Para ese proceso es conveniente ampliar el protagonismo de los independientes y constituir alianzas con dirigentes de la sociedad civil y de otras instituciones no partidistas que hacen política desde lo cívico y no desde la lucha por el poder.

No se trata de dar nombres, que los hay con virtudes en independientes y en dirigentes partidistas, sino de seleccionar al más idóneo para personificar una política de transición y tener chance de competir para ganar.

Lo primero es no convertir en incompatibles los nombres que puedan surgir de primarias o consensos y estar dispuestos a evaluar quien suma más respaldos y evidencias de triunfo, sea un independiente o un militante de partido. La mayoría para ganar no está en ningún método en particular si no en el país que desconfía de la política.

Hay tiempo y más respaldo del que se supone para seleccionar un candidato alternativo con chance de ganar.

Simón García|@garciasim

Twitter: @garciasim

4 de diciembre 2022

Talcual

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Fantasía y realidades

Simón García

La oposición se mueve de la fantasía a la realidad. La abstención no la defiende abiertamente nadie y los promotores del interinato argumentan que es un recurso para contener la pérdida de activos de la nación en el exterior.

Arribamos al fin del ilusorio desconocimiento de Maduro y a la admisión de que aun si la política se disminuye a lo testimonial, requiere un mínimo de fuerzas para sustentarse.

El desafío actual es avanzar entre las complicaciones, limitaciones y obstáculos en la realidad y cómo recobrar dentro del país a los frustrados por la seguidilla de falsas expectativas. Ahora políticos y partidos opositores de toda clase y tamaño deben mostrar comprensión del momento y flexibilidad para ceder en sus propias metas ante los objetivos que la población les pide. Si desoyen este clamor e insisten en su propia destrucción pueden terminar por lograrla.

Tenemos que retornar a dos sencillas verdades y encontrar nuestros modos de entenderlas: una es que los partidos son una parte pequeña de la sociedad y la otra es que con un régimen autocrático y condiciones de extrema debilidad, la unidad de las fuerzas de cambio, y no solo de oposición, es fundamental. Es el comienzo de la coordinación estratégica para abrir espacios de transición del autoritarismo a la democracia posible: la personificación de este tránsito es un resultado del proceso, no su causa.

La voluntad de entenderse con quienes piensan diferente en la oposición y aun con el adversario en el campo oficialista es una necesidad política y una exigencia ética.

Si esta conducta solo prospera en el interés y en la pasión de unos cuantos políticos, hay que apoyarlos y buscar formas para articularlos con independientes, personalidades de instituciones y dirigentes sociales. Hay que movilizar un activo empeño cívico para construir voluntad de cambio en regiones y municipios. No hay por qué ni por quién esperar.

Unidad, no unanimidad, es conformidad coyuntural con una ruta para lograr una prioridad. Partidos y políticos serán útiles en la medida que combinen métodos y entendimientos cada vez más incluyentes de quienes desean votar contra la reelección de Maduro. Ningún método que organice una exclusión es bueno.

La unidad electoral es condición indispensable para que la oposición no se mantenga como un actor sin capacidad de poder. Unidad centrada en obtener votos y primeros lugares, no en buscar plenas coincidencias en la estrategia.

Necesitamos una alianza unida a unas soluciones concretas a los problemas concretos que más afectan a la gente y a una oferta de cambio para gobernar en una transición plural, no para cobrar contra el gobierno. Necesitamos abandonar la óptica autoritaria que el poder irradia sobre la sociedad.

Es una buena noticia la aprobación de un reglamento por parte de la Plataforma Unitaria. Asegura un precandidato presidencial de ese importante sector, pero falta una parte del mandado: llegar a un candidato presidencial que entusiasme, que logre respaldos en otras oposiciones y tenga un discurso de entendimientos y soluciones.

Simón García es analista político. Cofundador del MAS.

Twitter: @garciasim

Los días de mayo

Simón García

La decisión contra Voluntad Popular no es democrática. Es el manotazo primitivo del jefe que saca su pistola al oír la palabra oposición. El objetivo es intimidar a otras organizaciones e instituciones. Encubrir razias represivas contra opositores y protestas ciudadanas.

Los que defendemos que la oposición proponga con prioridad un plan conjunto para afrontar el covid-19, el hambre y las calamidades que destruyen a la gente; que insista en el entendimiento para resolver pacíficamente un empate que perpetúa a Maduro; que construya viabilidad a un gobierno integrado por chavismo y oposición y procure consenso en torno a un CNE para realizar las elecciones parlamentarias y presidenciales, no compartimos la militarización del conflicto entre la sociedad y el régimen o cualquier forma de un extremismo opositor que solo siembra fracasos.

En VP han existido, según nuestra visión, manifestaciones de esta desviación política. No respaldamos los episodios en los que ella se ha expresado. Pero no admitimos que sea imputada por “violencia premeditada y con motivos políticos perpetrada contra objetivos civiles”, como define al terrorismo la legislación norteamericana, para citar una de tradición democrática.

El plan oficialista no demuestra que VP actúe clandestinamente para perpetrar lesiones corporales o muerte a población civil o que realice al azar atentados con propósitos intimidatorios. ​

La decisión forma parte de una operación gubernamental para bloquear acuerdos y ganar un escalón en su desesperada batalla por el poder perpetuo. Pretende criminalizar el derecho a resistir a un régimen que vulnera la Constitución. Es una medida que inclina al gobierno al terrorismo de Estado, en contra de sectores chavistas que aspiran a convivir en las diferencias. A su vez, nos deslindamos de golpes de Estado o de invasiones de ejércitos extranjeros que releven a la dirigencia opositora de sus deberes. No vamos a callar frente a los dos extremismos que socavan la legalidad y la paz.

La oposición es democrática porque crea conciencia en la gente para que sea ella el motor del cambio, no minorías obsesionadas por conservar o atrapar poder como fin en si mismo. Se opone al terrorismo porque es una forma totalitaria de suprimir la democracia y sustituye la política por la violencia ciega. Y combate políticamente al extremismo en su seno, con argumentos y propuestas para volver a la gente y a una estrategia constitucional, pacífica y electoral. El extremismo, incompatible con la lucha por la vigencia de la constitucionalidad, empuja irresponsablemente a la oposición a convertirse en factor de una guerra civil.

El gobierno, que se siente en recuperación, continuó su ofensiva con otras dos agresiones. Sacó el conflicto de la AN del ámbito parlamentario y lo resolvió de un modo que desluce al lado que resultó ganador con una sentencia que deja chiquito a Monagas y perpetra la barbaridad del primer despojo colectivo de inmunidad parlamentaria en nuestra historia.

El tercer torniquete autoritario lo aplicó a un periodista, emblema de profesionalismo y de independencia ante los polos en pugna. La autonomía es una virtud que los autoritarismos aborrecen, por eso ambos celebraron un golpe contra la libertad de información como el día que le llegó a Vladimir Villegas para cambiarle su suerte, parafraseando a Lavoe.

Su salida provocó malos chistes y rabiosas agresiones. Pero Vladimir no quedó solo. La mayoría sintió como pérdida la desaparición de su espacio, que mantuvo, durante años una entrada de oxígeno para una opinión pública desorientada por la intoxinformación.

Los extremismos están ganando la carrera hacia el colapso. Tal vez lo asumamos tarde. Entonces, quizá alguno reviva la lastimosa frase: en Vladimir a la 1 se hablaba desde la verdad y no lo sabíamos.

Mayo, mes antaño florido, concluye con días oscuros, de sufrimientos y desesperación.

@garciasim

31 de mayo 2020

TalCual Digial

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Romper las burbujas

Simón García

Los globitos, llenos de aire al borde de la nada son esferas vacías de duración generalmente efímera. Se forman por incrementos de tensión y agitación entre elementos diferentes.

Aunque Juan Luis Guerra inventa que sus burbujas nacen de un corazón “mutilado de esperanza y de razón”, frase que pudiera describir la situación de muchos de los que en el pasado tararearon su canción.

Ahora nuestra impaciencia, y la diseminada falta de cordura nos impulsan a buscar el “ancla imprescindible de una ilusión”. Pero la inducción polarizadora y una bien repartida desconfianza bloquean la mano a los cambios que el país requiere.

Frente a la terrible tragedia que nos carcome, nos regíamos en burbujas. La de mayor pompa es la de quienes gobiernan y desean perpetuar su poder, separándose escandalosamente del modo de vida que sufre la sociedad.

La nueva clase minoritaria, aplica una ideología autoritaria nutrida por el sueño de hacer posible una perfecta felicidad colectiva.

Pero sobre las paredes del descontento contra el gobierno tratan de elevarse otras burbujas formadas por al menos cuatro coaliciones opositoras remando contra si mismas, convertidas en fragmentos erráticos mientras se desintegran separadamente, sin unir fuerzas ni formular la estrategia para abrirle brecha a oportunidades de cambio hoy presentes.

Son burbujas de encierro, de aislamiento, de fuga hacia el fracaso y abandono de la tarea de forjar un acuerdo nacional entre un amplio espectro de actores capaces de dar algún aporte a la reconstrucción de las instituciones, de la economía, de los derechos y de un nuevo tiempo de bienestar en base al trabajo. Un acuerdo entre gobierno y oposición.

Si alcanzamos la virtud de pensar juntos el futuro podremos romper las burbujas y salir del agujero negro que amenaza disolvernos a todos.

Estamos en un momento propicio para iniciar una política transicional que una a los venezolanos: elegir un nuevo CNE en la AN y realizar elecciones bajo condiciones competitivas. Un primer golpe de timón para retornar al país que queremos.

Nos conviene salirnos del camino para mantener o intentar llegar al poder con los métodos de la ruralidad, el caudillismo y la violencia.

Ya no podemos vivir evocando el talento político de Betancourt, Caldera, Teodoro o la visión de ilustres independientes como Ramón Díaz Sánchez, Gumersindo Torres, Adriani o Picón Salas.

A esta generación le sale ser creadores de una nueva época. Y no vamos bien.

Junto a esta omisión no puede pasar inadvertida la presencia de una burbuja extremista y maligna para la democracia, con mucho poder virtual y apoyo internacional, que se comporta como una nueva derecha, entre nosotros y en otros países de América Latina. Ellos no pueden ser punto de desemboque de las crisis.

En los Discursos sobre la segunda década de Tito Livio, Maquiavelo habla de transiciones no sangrientas y cita el ejemplo de la caída de los Médici, cuyo costo fue su expulsión de Florencia en 1494.

Tantas centurias después necesitamos inteligencia y valentía para romper las burbujas que nos aíslan del siglo XXI y comenzar a restablecer los vínculos entre la política, la gente y el cambio social.

https://talcualdigital.com/romper-las-burbujas-por-simon-garcia/

El gran viraje

Simón García

Durante las últimas décadas hemos tenido gobiernos dominados por el extremismo revolucionario. Se atribuyen el lado correcto de la historia, proclamación que expulsa a todo lo que esté fuera de su ámbito, en territorio del error. Esa supremacía, empaquetada en falsos juicios morales, presupone que el resto de los mortales son nematelmintos por aplastar.

Porque es verdad que los extremos se empecinan en unirse, se proyectan en la oposición argumentos extremistas que parecen eco de la lejana confusión caribe que gritaba ser los únicos hombres, cuando comenzaba su exterminio a caballo y con espadas de dos manos, trabucos, arcabuces, pólvora y caña.

Su mantra es rechazar el diálogo, repudiar la negociación, criminalizar el voto y derivar hacia una salida militar, el peor escenario para quien enfrente armas con curare.

La unidad, aún vista como medio, es un recurso poderoso. Posee efectos multiplicadores de la moralización y refuerza la voluntad de lucha. Además de acumular cantidad, adquiere más relevancia, mientras más aproxima un consenso nacional. Por ello, debemos practicarla tanto para unir políticamente a la oposición, como para unificar al país.

¿Hay puntos que brinden un peldaño para superar el jaque continuado entre los dos polos antagónicos? Sin indicar orden de precedencia, podría sugerir los siguientes: 1. Compartir el convencimiento de que hay que detener la destrucción del país. 2. Considerar urgente paliar los efectos de la crisis que inducen un genocidio entre sectores vulnerables de la población. 3. Encontrar una forma pacífica y negociada para sustituir al régimen de facto de Maduro por un gobierno de unidad nacional con participación de todos los actores que aseguren cambios sustentables. 4. Un acuerdo de convivencia, reconciliación y justicia transicional a mediano plazo. 5. Hacer útil la solidaridad determinante de los EEUU, la UE, el Grupo de Lima y todos los países democráticos preservando la decisión de los venezolanos en la solución del conflicto interno.

El desafío de toda fuerza de cambio, en la oposición o en el gobierno, es pensar al país desde una visión de Estado y actuar desde una atención prioritaria a su tragedia social. Tragedia mayor mientras más perdure Maduro y mientras más se insista en sanciones que afectan indirectamente a los responsables de la usurpación y que directamente aumenta los daños que la imposición autocrática ocasiona desde hace años a la mayoría.

En la oposición el consenso parece inclinarse hacia: 1. Contribuir al éxito de una estrategia de cambio democrática, pacífica, integradora y sustentable. 2. Fortalecer el liderazgo de Guaidó, desde el deber de apoyarlo y el derecho a expresar diferencias que aporten mejoras a su desempeño. 3. Construir una gran coalición alternativa, sin exclusiones, cuyo eje inicial sea la AN y la alianza entre radicales y moderados. 4. Mantener la movilización y presión interna, atada a la organización y al ejercicio de una cultura cívica democrática. 5. Preservar el vínculo entre política y crisis social. 6. Definir una oferta clara de incentivos para el PSUV, la FAN y bases de sustentación del régimen.

Persisten temas polémicos sobre los cuales hace falta método para estimular su deliberación interna y pública. Entre ellos, el riesgo de recaer en el paso atrás de la óptica extremista. Pero, son temas que aluden a formular un nuevo estadio en la política transicional inicial, cuyos avances extraordinarios aún están a la vista. Un giro que sólo pueden encabezar Guaidó y la AN.

@garciasim

Abril 21, 2019

TalCual

http://talcualdigital.com/index.php/2019/04/21/el-gran-viraje-por-simon-...

Un concilio de cinco

Simón García

Es probable que la referencia esté en el Libro de las hazañas de Ardeshir Babakan. Sea o no cierto, se dice que hacia el año 200 después de Cristo, este rey de Persia invitó a 40000 sacerdotes a debatir las interrogantes que albergaba sobre el cielo y el infierno. Uno de ellos, muy respetado por el dominio de la magia, experimentó una experiencia mística de siete días con sus noches y despertó de esa comunicación con Dios, con todas las respuestas a las dudas del rey.

Ampliando esta anécdota en su Diccionario, Voltaire comenta que al Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino, asistieron 398 obispos, cuyas disputas arrojaron 40 tomos. Pero en 39 días, 318 llegaron a dos acuerdos, sobre la divinidad de Jesús y la fecha exacta de la pascua, que unificaron a toda la cristiandad. 80 no firmaron y quedaron fuera.

Regresando de ese remoto Concilio de los 318 a esta nueva era de incertidumbres, resulta increíble imaginar que cinco líderes no puedan llegar a un entendimiento mínimo y evitar que sus diferencias sean el muro infranqueable que separa a quienes se atribuyen toda la razón, mientras patean al otro lado a los declarados traidores, colaboracionistas o radicales. La autocracia llegó a la oposición.

En la confusión de los desaciertos todos se niegan a discutir, ordenada y sosegadamente, el desempeño opositor durante los dos años y medio en los que se pasó del resonante triunfo de las elecciones del 2015 a un estado general de sospechas recíprocas. Pareciera que, aún personas de experiencia y probada suficiencia racional, no perciben el debilitamiento ni la amenaza de ser percibidos como prescindibles.

Hay que aliviar con premura el fardo de las desavenencias. Hay ardorosos defensores de la unidad que insisten en defender la versión de que al gobierno le interesa crear su propia oposición y con ella lanzan una piedra contra su propio tejado. Los que se atribuyen el derecho a decidir cuál es la buena y la mala oposición, ignoran exprofeso que el poder ha tenido una línea bien exitosa para recortarle a toda la oposición sus espacios de acción, neutralizarla, descomponerla y sumirla en la desesperanza. El poder ha aprendido a descifrar la gramática opositora, adivinarla e inducir en ella las respuestas que más convienen al oficialismo. Hundimos el éxito del 2015 en 30 fatídicos meses.

El signo fatal de la oposición y del país es el descalabro. Las derrotas nos han llevado a sustituir la realidad por los deseos; a rehuir tocar a la gente con los ojos y las manos; a desnaturalizar la relación con la sociedad civil; a encasquetar a un líder o a un partido por delante y contra una sociedad que, rumbo a la destrucción, exige un liderazgo compartido y exitoso. Por añadidura, siguiendo el modelo de la eterna oposición cubana contra los Castro, ahora tenemos un exilio que quiere dirigirnos por control de redes.

Se ha producido la segunda reunión del concilio de los cinco. Esta vez por iniciativa del Cardenal Porras. ¿Se habrá comprendido que el primer escalón es reconciliar y reunificar al país para salvarlo?