Pasar al contenido principal

Opinión

Cuando se ha ejercido la docencia porque un conjunto de jóvenes nos permitió el privilegio de haberles transmitido algunos conceptos científicos acoplados a unos cuantos valores morales, sentimos como si le hubiésemos impartido enseñanza a todos los jóvenes de Venezuela; por lo tanto, la muerte de un joven estudiante, independientemente que le hayamos dado o no clase, nos llena de un dolor tan profundo que habrá que aprender a transmutarlos por la frecuencia como se están presentando.

Ellos cayeron, por haber ejercido el derecho que tienen a soñar y aspirar a un mejor país y a una patria como magistralmente la describió el poeta del pueblo venezolano Andrés Eloy Blanco:

La Patria lo es todo: lo grande y lo pequeño; lo que pasa y lo que perdura; las realidades y los sueños; toda la alegría y todo el dolor de la vida. La Patria es el pecho de la madre que nos alimenta, el brazo del padre que nos sostiene, la cabeza blanca del abuelo que se inclina ante la inocencia de un niño, la diestra del sacerdote que nos bendice y la palabra del maestro que nos siembra de luz el pensamiento"
Quizás, los hombres que accionan estas armas en contra de la vida de estos jóvenes, provienen de las raíces más profundas del pueblo venezolano: razón y propósito de sus luchas; pues, ¿Quien no quiere al pueblo con pasión de carbonario cuando se tiene 18 años?
Finalmente, vaya la letra de la canción “Cuando un Amigo se va” compuesta por Alberto Cortez como un modesto homenaje a todos aquellos jóvenes estudiantes que con rumbo fijo y velocidad constante, volaron hacia el Reino de los Cielos.

Cuando un amigo se va queda un espacio vacío
que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va queda un tizón encendido
que no se puede apagar ni con las aguas de un río.
Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido
la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido.
Cuando un amigo se va se detienen los caminos
y se empieza a revelar el duende manso del vino.
Cuando un amigo se va queda un terreno baldío
que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío.
Cuando un amigo se va se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido.
Cuando un amigo se va queda un espacio vacío
que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.”

 2 min


La “guerra popular” es uno de los mitos favoritos de los “revolucionarios”. Es una figura de raigambre rural, reminiscente de guerras campesinas contra crueles terratenientes. En el imaginario comunistoide, se invoca la gesta del octavo ejército de ruta durante la Gran Marcha liderada por Mao Dzedong, o la guerra del Vietcong contra la ocupación estadounidense de lo que era Vietnam del Sur. En Venezuela, la mitificación de Ezequiel Zamora (“General de hombres libres”), hizo de la batalla de Sta. Inés un antecedente “popular”, anti-oligárquico, de la lucha anti-imperialista, que tanto provecho le sacó el “eterno”. Una muestra de hasta dónde llegó lo ridículo de este afán, se aprecia en la amenaza de Chávez en 2006 a eventuales invasores yanquis en su programa Aló Presidente Nº 251:

Por allá (en Bolívar) un capitán, ¿saben lo que me dijo?... Comandante, tengo 500 indios que lanzan unas flechas y le ponen en la punta el veneno ese, curare. … Esos indios no pelan a 200 metros. La flecha hay que lanzarla con viento a favor y el indio sabe cómo es. Yo no he tenido tiempo de practicar, pero voy a hacerlo con arco y flecha. Si a algún gringo invasor hubiera que meterle un flechazo aquí (señala con un dedo en el cuello), con curare del bueno, en 30 segundos usted está listo querido gringo, usted estaría listo. (…) Con arco y flecha los indios tuvieron en jaque a los españoles durante siglo y medio desde las montañas que rodean a Caracas, ideales para la guerra de resistencia…”[1]

Lo cierto es que la fulana “guerra popular” entró a formar parte de la doctrina militar de nuestra (¿?) Fuerza Armada. ¿Y cómo se ha preparado el contingente castrense para esta eventualidad?

La evidencia nos indica que, entre los preparativos de la “guerra popular” en Venezuela, está la importación de tanquetas nuevecitas, equipadas con paneles que cierran calles y con dispositivos bélicos; “ballenas” capaces de arrollar y lesionar personas con chorros de agua a altísima presión; bombas lacrimógenas a montón, mejor caducas para mayor efecto tóxico; escopetas que disparan estas bombas y todo tipo de proyectiles metálicos; bastones y cachiporras; e indumentaria de tortugas ninja, con escudos de flexiglass, que protegen a los valientes guardias contra viejitas y jovencitos desarmados. En contraste, se prohíbe la importación privada de máscaras antigás, cascos y otros bienes que pudiesen ser usados por aquellos desalmados que pretenden protegerse de los “gloriosos” GNB. Porque la guerra en que se viene preparando la Fuerza Armada es “popular” porque es contra el pueblo.

Entre las tácticas de esta guerra contra el pueblo está el cierre de muchas estaciones del metro para incomodar a los caraqueños, el bloqueo de calles para impedir el desplazamiento de automóviles y buses, y la destrucción de puentes a la autopista que el mismo gobierno construyó hace poco para aliviar el congestionamiento vehicular. Todavía peor son las arremetidas, disparando y lanzando bombas lacrimógenas indiscriminadamente, contra edificios residenciales y barriadas populares, en las que someten a sus pobladores -incluyendo ancianos y niños- a asfixias y atropellos crueles. En estas salvajadas no se salvan centros comerciales y clínicas, ni los heridos (y enfermos) ahí atendidos.

Para estos militares (y PNBs) depravados, el ciudadano se ha transformado en objetivo de caza. Todo es válido. Alimentan sus escopetas con metras de metal, tornillos y clavos para que la investigación balística no sepa con qué arma fue asesinado un manifestante. Saquean negocios y apartamentos, abusan de mujeres a quienes detienen y les roban celulares, dinero y otras pertenencias como “trofeo de guerra”. Amparan y alientan a colectivos de sicópatas armados -los fascii di combattimento de Maduro- para asesinar y perseguir a quien pueda asomarse a protestar por sus derechos, y colocan francotiradores agazapados en azoteas de edificios cercanos a donde han sido convocadas protestas, para que el trabajo sucio no les sea achacado. Detienen arbitrariamente a cualquier manifestante y lo someten a juicio militar por “asalto a centinela”, “ofensa a la fuerza armada” u otras ridiculeces. Por último, torturan a detenidos y los vejan con todo tipo de crueldades y bajezas, como si se tratara de saldar afrentas entre caudillos montoneros del siglo XIX.

Y uno se pregunta, ¿son éstas “nuestras gloriosas fuerzas armadas”? ¿Las que supuestamente son “herederas del Ejército Libertador”? La crueldad y malicia exhibida por muchos de los Guardias y/o Policías Nacionales contra los muchachos, capturados en tantos videos, desafían toda comprensión. Al comienzo, se corrió la especie de que eran cubanos disfrazados. Luego, que la ministro Varela había soltado a criminales para lanzarlos, vestidos de Guardia, contra los manifestantes. Tristemente, la verdad es bastante más fea: son venezolanos egresados de escuelas militares “bolivarianas”. ¿Cómo fueron formados? ¿No tienen familia, madre, hijos? ¿Viven en Marte para no entender lo que está pasando?

Auxilia a nuestras mentes perplejas la explicación de Hannah Arendt sobre la terrible banalidad del mal. Pero es menester algunas precisiones referentes a la situación venezolana actual. Toda empatía con la población venezolana objeto de estas atrocidades ha sido deliberadamente destruida descalificando a los manifestantes como “desestabilizadores de ultra-derecha”, “traidores” o, incluso, de “fascistas”. Los conceptos en sí no importan -estos criminales ignoran su significado- sino su uso como etiquetas hacia donde canalizar el odio. ¿Qué sentido tiene, para un proyecto tan primitivo y retrógrada como el de Maduro, descalificar a otros de “ultra-derecha”? ¿En qué mente cabe que los “fascistas” son los que salen a manifestar pacíficamente y no los gorilas que los reprimen salvajemente? Como en el caso nazi, el uso de epítetos denigratorios sirve para quitarle todo viso de humanidad al otro, degradarlo de manera de facilitar su aniquilación. No hay fundamentación racional de tan brutal represión, sino ponzoñosos resentimientos viscerales. Se atropella, no gente de carne y hueso, sino a la expresión del mal, a los “terroristas” que quieren destruir la “revolución bolivariana” y que, por ende, traicionan a la patria.

Visto así, la Guardia Nacional asume la función de ejército de ocupación en urbanizaciones y barriadas, conquistadores de un territorio en el que residen pobladores enemigos que constituyen un peligro y que es menester aplastar. P’al carajo la admonición del Libertador, “Maldito el soldado que empuñe su arma contra su propio pueblo”, pues no pertenecemos, no somos pueblo sino habitantes extraños. De ahí que para ellos pierde todo sentido lo dispuesto en el artículo 68 de la constitución:

Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley.

Se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas. La ley regulará la actuación de los cuerpos policiales y de seguridad en el control del orden público.”

Ese es el cruel legado de los simbolismos maniqueos que animan ese odio para defender, a sangre y fuego, a la oligarquía expoliadora que ha destruido a Venezuela. “Justifica” el uso de los medios de violencia del estado para aplastar las garantías constitucionales y librar una guerra de rapiña contra el país. ¿Es ésta la “guerra popular” con que se caen a embustes en los cuarteles para disfrazar sus semejanzas con los Pinochet, Videla y Somoza, que tanto han azotado el continente?

Generales Benavides, Reverol y González López, son demasiadas las evidencias, testimonios y videos de las atrocidades cometidas. ¿Detrás de qué clichés “revolucionarios” van a intentar esconderse para negarlos y evadir sus culpas? Y usted, Gral. Padrino López, no basta con haber reconocido, ¡al fin!, que la Guardia Nacional comete atrocidades. Si no procede en consecuencia a imputar a los esbirros responsables por asesinato y/o graves violaciones a los derechos humanos y a desmarcarse de este régimen fascista, usted también es cómplice. ¿Hasta cuándo defender lo indefendible?

Economista, profesor de la UCV.

humgarl@gmail.com

[1] Citado en el artículo de Pedro Llorens, “Usted está listo, querido gringo”, El Nacional, Pág. A-8 02/04/06.

 6 min


Alberto Hernández

Crónicas del Olvido

El personaje se retuerce entre las líneas del texto. Se sacude el polvo de algunos adjetivos. Revisa sus acciones. Escoge los verbos y sale como cualquier intruso.

Sabe que debe moverse, accionar el cuerpo. Obedecer.

El personaje, un hombre, una mujer, qué más da, suele calmar su ansiedad mientras usa un arma de fuego. O un cuchillo. Total, el resultado será el mismo.

Se viste, se pone el uniforme. Se revisa los granos de la cara. Mira sus ojos. Se los cubre con unos lentes negros y sale al mundo.

Ingresa al cuartel donde recibe las órdenes. Entonces es otro.

Ya no es el mismo personaje. Ha cambiado de rol. No es el anterior en un texto, preparado para manipularlo como una marioneta y convertirlo en un joven apuesto que alcanzaría la felicidad al lado de una morena que siempre lo llevaba al cielo.

No; ahora es Pérfido, así lo llaman y así atiende cuando lo nombran.

Sube a su gran motocicleta multiplicado en varios vestidos como él. Conducen con aspavientos y una extraña alegría en las entrañas. Entonces se topan con otro grupo de uniformados en el encuentro de cuatro esquinas para llevar a cabo la emboscada.

Unos en motos. Otros en tanquetas que también lanzan humo y agua.

Pérfido es feliz. Está en su ambiente. En su elemento.

No es un sujeto de ficción. Se ha salido del libro que algún soñador ha imaginado. El personaje se le ha ido de las manos. Ya no será el galán. No es el conquistador bajo una ventana o sentado al lado de su chica frente a la gran pantalla donde existen otros en la imagen del amor y los colores, como pretendía el escritor de telenovelas.

Pérfido cabalga bien. Hace cabriolas con su caballo de metal. Traspasa calles, praderas, avenidas, desiertos, llanos, montañas, semáforos, intersecciones. Lleva detrás de la máscara que lo representa una sonrisa que sólo él puede concebir como parte de su futuro.

(***)

Pérfido vuelve a casa. Su traje de civil lo muestra como un ciudadano decente. Carga una bolsa de caramelos. Chucherías para los niños. Y un cuadrado de chocolate para su mujer.

(***)

De nuevo sobre el caballo de metal. La rutina.

La calle incendiada. El humo. Los gritos y los cuerpos en el piso caliente de la autopista. Sombras enmascaradas. Muchachos que saltan como liebres y devuelven las bombas con la misma rapidez del viento. Las balas, los perdigones.

Y un pecho abierto. “Commotio cordis”. Se ven las costillas rotas, el corazón detenido. Un agujero oscuro.

Pérfido ha disparado con su escopeta de escupir lacrimógenas. Y ha dado en el blanco.

El día se recuesta de su espalda. Está contento: aprobó el examen de puntería.

Sonríe y bromea con su vecino de motocicleta, un catire bachaco a quien le dicen el Muérgano.

En el cuartel nadie tiene un apodo simpático. Nadie.

Pérfido retorna a su rincón de soldado. Se desviste. Se despoja del casco. Se lava la mirada de la calle y se estruja la piel para parecerse al otro que quiere ser pero no puede.

(***)

Vuelve a casa y enciende el televisor. En la misma calle, en la que estuvo hace rato, el cuerpo de un muchacho. Almuerza mientras su mujer le sirve una cerveza. Sus hijos pequeños comen sentados en el piso frente a la pantalla. Ven la película diaria de una guerra en la que su padre es uno de los héroes.

Pérfido pierde la sonrisa. Una cámara lo capta en el momento en que dispara la lacrimógena. La cámara sigue la elipsis del proyectil. La imagen queda detenida un instante –en cámara lenta- cuando el objeto da en el pecho del muchacho flaco. Sus ojos se quedan detenidos cuando brota la sangre. Cuando la bomba abrió el agujero en el pecho del carajito.

Se llevó la cerveza a la boca y uno de sus ojos dejó caer una gota producto del trago de licor.

-Bueno, estaba atravesado- dijo en voz muy baja.

Su mujer se levantó de la silla y lavó los platos. Pérfido eructó y se fue al recibo para ver más de cerca el espectáculo. Estaba feliz. Era un personaje de película.

El video de una televisora extranjera había penetrado la censura y él era parte de la curiosidad de un aficionado que lo descubrió.

Ahora no sonreía. Un insecto peludo se le movía bajo la piel. El escalofrío. El miedo.

-En todo caso, se dijo frío, mañana será otro día.

Y se acostó a dormir, porque de noche el sueño aparta los fantasmas del día.

En la cama, mientras el texto cerraba la historia, el personaje fue atrapado por las espinas de un gerundio.

 3 min


En la convocatoria para la supuesta Constituyente se plantea, como uno de sus objetivos programáticos, la ampliación de las competencias del Sistema de Justicia con la finalidad de erradicar la impunidad de los delitos que se cometen contra las personas y contra la Patria y la Sociedad, entre los cuales se menciona el terrorismo, la corrupción y la promoción del odio social, entre otros.

La Ministra Iris Varela, también candidata a la supuesta Asamblea Nacional Constituyente[1], advierte que la “Asamblea Nacional Constituyente (ANC), convocada por el Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, hará justicia en los crímenes de violencia fascista, como el horrible asesinato del joven Orlando Figuera”.[2]

Hermann Escarrá reconoce que la situación de violencia en el país es grave, que ello genera intimidación y miedo, lo cual le lleva a plantear la Constituyente como un espacio de diálogo a escala superior, para acordar la convivencia social y la normativa jurídica que las rige, afirmando que en la ampliación de la justicia, es importante aumentar las penas de los delitos contra las mujeres y los niños[3].

Por su parte, Aristóbulo Istúriz reconoce la debilidad de la justicia venezolana al señalar: “El sistema judicial ha sido una debilidad que tiene nuestra Constitución, hemos dejado débil al Estado frente a la justicia, todo el peso tiene que pasar por la Fiscalía, (…), el fiscal debe ser parcial y no darle utilidad política a los juicios que haga contra el gobierno, (…), en estos momentos lo que exigimos a la Fiscalía es garantía de justicia y enfrente a la impunidad”[4].

Istúriz destaca el fracaso de la justicia en este modelo político del Socialismo del Siglo XXI. Recordemos que en 1999 la Asamblea Nacional Constituyente declaró la Emergencia Judicial y confiscó el poder judicial, en consecuencia desde entonces y hasta la fecha, los resultados que advierte Istúriz son el mejor ejemplo del reconocimiento del fracaso de un modelo político. El comentario de Isturíz permite validar que vía constituyente no hay garantías para lograr una justicia que funcione, ya eso lo vivimos.

Entonces, ¿se necesita de una Asamblea Constituyente para poder erradicar la impunidad y que la justicia funcione? No. Reformar el Código Penal o bien la Ley Orgánica contra la Corrupción o incluso la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, entre otros instrumentos jurídicos, es una responsabilidad directa de la Asamblea Nacional. En el pasado, cuando la Asamblea estaba bajo el dominio del oficialismo, se hicieron reformas a muchos instrumentos jurídicos, entre ellos, los mencionados en este párrafo. ¿Por qué ahora si es necesario una Constituyente y antes no?

El abogado Jesús Silva, lejos de evaluar la constitucionalidad de la convocatoria, lo que hace es proponer un artículo para esa supuesta constituyente, que claramente refleja su intención de castigar y anular la disidencia política. Para el abogado, la oposición ha ensayado una violencia política con la finalidad de socavar y derrocar al gobierno nacional, la cual califica como terrorismo y que según su opinión, debe ser abordada por la venidera Asamblea Constituyente, pues es preocupante sus niveles de impunidad. En consecuencia, Silva advierte que esa supuesta Constituyente peligrosamente tendría en sus manos la oportunidad de criminalizar la actuación política de los venezolanos[5].

La propuesta que hace el abogado Silva, que a continuación se transcribe textualmente, demuestra per se que es innecesaria una Constituyente para incorporar una norma como esa. Además, resulta evidente que su intención es criminalizar las protestas e intimidar a los ciudadanos.

“Todo individuo o grupo de personas que públicamente apoye, convoque o incite a manifestaciones o protestas que reiteradamente resulten en violencia o incluyan armas, ocasionen muertos, heridos o destrozos a la propiedad, con el propósito de ejercer presión sobre instituciones del Estado para que hagan o dejen de hacer determinados actos, serán procesados por el delito de terrorismo y no podrán aspirar a cargos de elección popular ni ejercer la función pública”.

El mismo Silva, en el artículo de opinión donde expresa su idea sobre la constituyente y el sistema de justicia, reconoce que existe una Ley Orgánica contra la delincuencia organizada y el financiamiento al terrorismo, y reclama que la misma no ha sido jurídicamente aplicada contra las manifestaciones violentas y con armas que frecuentemente convocan los dirigentes opositores.

Entonces, si el problema es la aplicabilidad de la Ley contra la oposición, la Constituyente con su propuesta de ampliación del sistema judicial para luchar contra la impunidad pareciera ser un cheque en blanco para terminar definitivamente de someter a la oposición democrática tipificando algunas actuaciones de terrorismo o de odio social.

Esta amenaza que se puede leer entre líneas de la convocatoria a la supuesta Constituyente, se convierte en un nuevo elemento para advertir el peligro que ella representa en esta materia judicial para la libertad política de los ciudadanos.

Resulta esencial comprender que esa convocatoria a espaldas de la voluntad del soberano, con unas bases comiciales y con un contenido programático unilateral, ha sido impulsada fuera del marco constitucional.

Desde octubre 2016 la Asamblea Nacional declaró con argumentos políticos y jurídicos, registrados en sus distintos Acuerdos, la ruptura del orden constitucional y democrático; pero además, esa misma Asamblea, detentadora de la legitimidad de origen, también declaró que el Presidente era el principal responsable político de esa ruptura constitucional y democrática.

En ese sentido, la Conferencia Episcopal Venezolana ha sido insistente en advertir que la imposición por parte del gobierno de implantar el Plan de la Patria, cuyo contenido propone un sistema totalitario de gobierno, es la principal causa de la crisis venezolana, por lo tanto coincide con la responsabilidad política a que hizo mención en diciembre 2016 la Asamblea Nacional.

El Presidente Maduro está actuando fuera del marco constitucional y a espaldas de la soberanía popular, por lo tanto sus actuaciones ilegítimas no pueden ser acatadas por los ciudadanos, pues al hacerlo, estaríamos convalidando el desconocimiento al orden constitucional y democrático venezolano.

El régimen ha jugado tanto con la palabra diálogo, que proponerla como el objetivo de la Constituyente no logra ningún nivel de credibilidad. En tal sentido, no es posible olvidar aquel proceso de diálogo de diciembre de 2013 con alcaldes y gobernadores y mucho menos, el que se experimentó en 2016, que la misma Conferencia Episcopal en su Pastoral de mayo de 2017 reconoce que el responsable de ese fracaso fue el gobierno que no cumplió con sus compromisos.

La realidad política del país nos está llevando a unir el 350 frente a la supuesta Constituyente y concretar la desobediencia desde el artículo 333 de la Constitución, que nos llama a restituir el orden constitucional que hoy se ha vulnerado.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos? La Conferencia Episcopal Venezolana en su Exhortación Pastoral del 13 de enero de 2017, nos invita con una reflexión a buscar esa respuesta, a saber:

Frente al mal nadie puede permanecer como simple espectador. El llamado es a ser protagonistas del presente y del futuro de nuestro querido país.[6]

Artículo escrito para PolitiKa UCAB y publicado el 9 de junio 2017

[1]Noticierodigital.com Iris Varela se inscribirá como candidata a la ANC. 31 de mayo de 2017. http://www.noticierodigital.com/2017/05/iris-varela-se-inscribira-como-c...

[2] Minci.gob.ve. Iris Varela: Constituyente hará justicia en crímenes de violencia fascista

06/06/2017 http://minci.gob.ve/2017/06/iris-varela-constituyente-hara-justicia-crim...

[3] El Universal. Escarrá: Constituyente posibilitará ordenar aspectos de la República. 11 de mayo 2017. Online en: http://www.eluniversal.com/noticias/politica/escarra-constituyente-posib...

[4] Analitica.com Según Istúriz la Constituyente comunal fortalecerá la justicia en el país. 24 de mayo de 2017. Online en: http://www.analitica.com/actualidad/actualidad-nacional/segun-isturiz-la...

[5] Silva, Jesús. A la constituyente, propuesta contra el terrorismo. Noticiero digital. 2 de junio de 2017. Online en: http://www.noticierodigital.com/2017/06/jesus-silva-r-a-la-constituyente...

[6] Exhortación Pastoral: “Jesucristo luz y camino para Venezuela” de la CVII Asamblea de la CEV. 13 de enero 2017.

 6 min


Jesús Elorza G.

Muy circunspecto, subió Nicolás al escenario del Teresa Carreño para sorprender a todos sus milicianos seguidores, al sentarse frente a un piano de cola que allí estaba colocado.

.¿Qué va a hacer el camarada? Se preguntaron todos.

-Además, de manejar autobuses ¡Toca piano! Que arrecho es el camarada, dijo otro.

Sin dar ningún tipo de explicaciones, Nicolás traqueo sus dedos y comenzó a deslizar suavemente sus manos sobre las ochenta y ocho teclas. Se paseaban sus dedos por las 36 negras y las 52 blancas como todo un profesional.

-Que bien afina, dijo uno de sus gurdas espaldas.

-No sabía que a mi camarada le gustaba el Pianoforte, dijo otro.

-¿Qué sinfonía ira a tocar? Se preguntó uno de sus edecanes.

Cuando al fin, el novedoso y sorpresivo pianista logro producir sonidos durante diez minutos consecutivos, los milicianos y enchufados presentes en el acto pasaron del asombro a la duda. Nadie entendía los sonidos sin armonía que se escuchaban en la sala. Aquello parecía el choque de latas vacías porque sonaba como un perolero.

El maestro de ceremonias, para salir al paso, agarro el micrófono y pidió un fuerte aplauso para el concierto ejecutado por el ahora Pianista de la Revolución.

Clap, clap, clap fueron escuchados en el salón y no eran bolsas de comida. Acto seguido, los camaradas del programa televisivo Zurda Konducta, procedieron con su característico jalabolismo, a entrevistar a las personas para conocer de ellos su impresión del concierto.

-El Enchufado de la Cultura, con cara de satisfacción expreso que la actuación de su comandante Nicolás, le hacía recordar a Juan Sebastián Bach al tocar El Solo de Clave.

-El Enchufado de Educación, dijo haber visto en el performance del camarada a un nuevo Titán de las Blancas y Negras.

-Paganini, se quedó corto. Los Trascendentes de Nicolás son muy superiores y eso que no lo vi utilizando los pedales del piano, señalo el Ministro de Educación.

-No quiero aparentar que soy un estudioso de los pentagramas y las notas musicales, dijo el Ministro de la Defensa. Pero, como conocedor y admirador del Fascismo Hitleriano, debo señalar que Nicolás con esta actuación es la propia reencarnación de Joseph Goebbles, Ministro de Propaganda de Hitler, quien fue también un brillante ejecutor no solo de judíos sino también del piano.

Cuando, los camaradas de Zurda Konducta vieron que habían alcanzado los más altos niveles de alabanzas, decidieron darles paso en sus entrevistas a los milicianos de los consejos comunales.

-A mi me pareció, que el pana Nico, ha debido presentarse con su Liqui-liqui de levita para parecerse a Liberace en esta tremenda actuación, dijo Pedro dirigente de Los Tupamaros.

-El representante del 23 de Enero, en ritmo de clave, hizo énfasis en la similitud de Papo Lucas con el camarada Nicolás. No tanto por como toca el piano sino por los bigotes.

- Ha debido tocar Muñeca para que lo comparáramos con Eddie Palmieri.

Todos ustedes están equivocados, grito uno de los milicianos, que ya estaba prendío con media botella de ron que se había empujado él solito. Ese camarada, cuando toca y canta Cons-ti-tu-yen-te Co-mu-nal, al derecho y al revés, se parece al Profesor Rui-Ra, famoso personaje creado por Billo Frometa. Y como Goebbles, nos repite ese embuste mil veces para ver si lo transforma en verdad. Pero que va pana, lo que le sale interpretar para que todo el pueblo pueda celebrar es UNA FUGA EN RE MAYOR.

 2 min


¡Fascistas, apátridas, lacayos, escuálidos!!
¡A la derecha hay que exterminarla!!
¡Pagarán con cárcel hasta el último centavo que se robaron!!
¡Corruptos, narcotraficantes, traidores!!
Estas expresiones sobresaturadas del más profundo odio, unidas al crecimiento exponencial de la crisis que estamos padeciendo, me hacen presentir que estamos a un pasito de una nueva revuelta armada, por no llamarla guerra civil. Y esto nada tiene de extraño; pues, en 187 años que llevamos de vida republicana, se produjeron en Venezuela 166 conflictos armados que paradójicamente culminaron en una mesa de diálogo y acuerdos mutuos, pero eso sí, después que el país había quedado social, económica, política, militar y moralmente destruido, acabado y escoñetado de norte a sur y de este a oeste.
Y aquí estamos, sin aprender la lección y preparándonos para llevar a “feliz término” la revuelta armada número 167; en consecuencia, vayan estas recomendaciones que presumo podrían contribuir a evitar la posibilidad de la trágica ocurrencia de un fratricidio.
RECOMENDACIONES
1).Reconsiderar la convocatoria a una Constituyente.
2).Diseñar un proyecto de país con la participación activa de todos los sectores representativos de la sociedad venezolana.
3).Convocar a elecciones previamente autorizadas por una enmienda constitucional.
4).Promulgar una ley de amnistía general que entre en vigencia inmediatamente después de conocerse los resultados de las elecciones.
5).Acordar, que independientemente de quien gane las elecciones, el plan de gobierno a cumplirse debe tener como base fundamental, el proyecto de país sugerido en el punto número dos (2) de este escrito.
Ahora bien, todos estos comentarios amigas y amigos en Facebook, porque aunque estoy consciente de lo limitada de mi área de influencia, considero un deber haber planteado esta advertencia.
Para concluir, ojala que Dios y la Virgen de Lourdes de Villa de Cura, mi pueblo, les den sabiduría a estos señores para que resuelvan sus contradicciones dialécticas y luego nos pongamos a convertir este país en la tierra donde todo sueño, será posible.
Finalmente: Dios Bendiga a Venezuela.

 1 min


Arnoldo José Gabaldón

Discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Católica Andrés Bello. Caracas, 6 de junio de 2017

Empiezo por confesar que a lo largo de mi ya larga vida, no he recibido un galardón que me haya generado tanta alegría y honda emoción, como el que nos congrega hoy. Es el más alto reconocimiento que me hace la Universidad, a quien tanto le adeudo: mi formación profesional básica, el inicio de mi ejercicio docente y una relación permanente y fructífera de más de medio siglo.

Me hubiese gustado mucho estar acompañado en esta ocasión por mis padres, modelos en mi vida, pero ambos están muertos. También hubiese disfrutado inmensamente estar acompañado por todos mis hijos, mas solo ha sido posible que una de seis este presente, Sonia y sus dos hijos, ya que los restantes son integrantes de la triste diáspora, a que están forzados los venezolanos. Me siento muy feliz de que me acompañe mi esposa Graciela Flores, quien han sido mi estimulo permanente y constante colaboradora. Igualmente, todos mis familiares y amigos que están hoy presentes.

Estoy profundamente agradecido al Rector Padre José Virtuoso y al Consejo Universitario, quienes aprobaron otorgarme este Doctorado Honoris Causa. Mi agradecimiento, igualmente, a la Decana de la Facultad de Ingeniería Ing. Susana García y al grupo de profesores encabezado por el Ing. Joaquín Benítez Maal, quienes promovieron el que se me otorgase esta altísima distinción. Muchas gracias, además, al Profesor Benítez por la muy generosa y bien elaborada semblanza que ha hecho de mi persona y que me ha dejado conmovido.

Considero que en ocasiones tan solemnes, hay que abordar temas que sean relevantes para una audiencia amplia, pero que además forzosamente, tengan un significado personal. Mis palabras en esta oportunidad estarán enhebradas por: Un itinerario entre dos dictaduras. Es un poco el curso que ha seguido el país durante mi vida y del cual he sido testigo; recorrido existencial entre lo negativo y positivo, que me ha dejado satisfacciones e inquietudes; lecciones aprovechables, especialmente para los más jóvenes y algunas reflexiones que deseo compartir. En ese itinerario iré tejiendo comentarios y me toparé con diversas situaciones.

I

Nací en un hogar en que se hablaba mucho de política. Mis dos abuelos habían padecido la dictadura del General Juan Vicente Gómez. Oía de las tribulaciones de las abuelas por ver libres a sus esposos. Se hablaba de esos tiempos sombríos y muy tristes, para terminar siempre por ensalzar el valor de la libertad y el compromiso de trabajar por el país, pensando en el interés público. Los temas de conversación en mi hogar eran siempre los serios problemas nacionales y como superarlos. El paludismo era uno de ellos y mi Madre solía decir que en mi casa no se hablaba sino de la malaria, de cómo exterminar más eficientemente los zancudos transmisores de esa terrible enfermedad. No podía haber espacio para el pesimismo, ni el egoísmo.

A los 12 años tuve que sepárame del hogar paterno, en Maracay, pues mi Padre muy preocupado siempre por la buena educación de sushijos, había decidido que yo debía ingresar al mejor Colegio de Caracas, el San Ignacio de Loyola. ¡Tamaño cambio para un joven de provincia!

En la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, me correspondió estudiar todo el bachillerato en ese Colegio y comenzar mi carrera universitaria de ingeniería en la Universidad Católica Andrés Bello.

Desde adolecente y seguramente por lo que oía en mi hogar, sentía fuertes pasiones en contra de los gobernantes déspotas y deshonestos. Y debo reconocer también, que veía con mucha antipatía las expresiones favorables al régimen de algunos de mis profesores y compañeros, tanto en el Colegio como en la Universidad. Pero para compensar, fui beneficiario de una excelente educación jesuítica, cuyo objetivo primario era crearles a los jóvenes valores y buenos hábitos. En primer lugar, el de la autoexigencia: cada vez estar impulsados a exigirnos más. A no quedarnos conformes con lo que podemos dar. Inoculado ese virus en cada ser, no hay reto insuperable, ya que siempre estamos movidos a exprimirnos las mayores energías, aprovechando mejor el potencial de cada quien. La educación que logra sembrar ese hábito en los jóvenes, les asegura el éxito permanentemente.

En ese tiempo se le tenía terror por su perversidad, a la Seguridad Nacional, la policía política del régimen. Muchos jóvenes conocidos y algunos familiares, fueron sus víctimas. No obstante, pude vencer el miedo y salir alguna madrugada a distribuir propaganda subversiva en barrios humildes del oeste, durante los últimos años de la Dictadura. Por ello admiro tanto, a esa legión de valientes jóvenes que en la actualidad arriesgan gravemente sus vidas, protestando en las calles contra el régimen.

Cuando era estudiante de ingeniería me llegue a plantear, que al graduarme no podría vivir bajo un régimen de oprobio como el que sentía gobernaba a Venezuela. Dado que tenía una vocación temprana por la especialización en ingeniería hidráulica, fije mis ojos en México para migrar al graduarme y trabajar allá, porque en ese país había libertad y se le concedía mucha importancia a las obras de regadío, que por razones climáticas eran indispensables para la agricultura y poder alimentar la población.

Por mi propia experiencia, entiendo perfectamente la migración masiva que ha ocurrido durante los últimos años. A los jóvenes llenos de ideales y aspiraciones de progreso personal, se les hace insoportable un ambiente como el que afecta a Venezuela en el presente. De niño recuerdo mucho oír hablar con admiración a mis padres, de la pléyade de profesionales republicanos españoles, que huyendo de la dictadura Franquista migró a Venezuela a trabajar infatigablemente por su nueva patria. Aportaron junto a otros inmigrantes europeos, principalmente italianos y portugueses, que vinieron después de la Segunda Guerra Mundial, un talento extraordinario para mejorar las condiciones de vida de los venezolanos. Ojala el día de mañana se hable con la misma simpatía y respeto, del crecido contingente de admirables venezolanos que fueron a contribuir con su trabajo al desarrollo de otros países. Eso compensaría nuestra pena de verlos aventados a otras latitudes.

El 21 de noviembre de 1957 me toco protestar en la Universidad como estudiante contra el despotismo. ¡Qué soberbia imagen guardo del esbelto Rector Padre Pedro Pablo Barnola, quien observaba de lejos la protesta con ojos alertas y cuando pudo apreciar la infiltración de los esbirros de la Seguridad Nacional, los increpo a abandonar el patio de la Universidad, exponiéndose personalmente como todo un valeroso caballero, que lo era!

II

Felizmente el 23 de enero de 1958, uno de los días de los cuales guardo recuerdos indelebles, cayó la Dictadura y de la noche a la mañana cambió mi panorama familiar, cuando todavía no me había graduado de ingeniero, profesión de la cual me siento orgullosísimo. Al hacerlo en 1960, como integrante de la Promoción Santiago Vera Izquierdo, excelso Decano fundador de la Facultad de Ingeniería, tenía muy claro que mi ruta era estudiar aún más, crecer profesionalmente y trabajar para el Estado, como lo hacía mi padre y otras personas a quienes admiraba mucho. Otros de mis compañeros adoptaron el camino del ejercicio privado de la profesión, dedicación también muy respetable y otros menos ingresaron a la política partidista. En ese tiempo nunca paso por mi mente que el país podría volver atrás y adoptar un camino de regresión nacional.

En esta etapa de la vida, estoy obligado a comentar mi experiencia como docente en las universidades Católica Andrés Bello, Central de Venezuela y Simón Bolívar, a la cual dedique el más largo tiempo y tuve el honor de haber sido designado Profesor Honorario. ¿Qué buscaba? ¿Qué encontré, que me ha generado tanta satisfacción? Tomo prestadas palabras del Dr. Pedro Grases (*)(1989): “enseñanza, que no se limita a transmitir conocimientos, sino que aspira a algo más profundo y transcendente: compartir con otras personas la devoción hacia lo que hemos dedicado nuestros afanes de todos los días: descifrar la verdad y comprender la belleza de las ideas y los goces en la creación intelectual” Esa constituye la motivación que algunos sentimos para dedicar valioso tiempo de nuestras vidas a la educación de jóvenes, que aspiramos lleguen a ser ciudadanos completos y buenos profesionales. A esos jóvenes les decimos, “no se alejen de su universidad, nunca dejen de amarla”, como exhorto en una ocasión, el distinguido científico y rector de la Universidad Autónoma de México, Dr. José Sarukhan.A la Universidad le corresponde formar profesionales preparados para que los países se desarrollen en todos los sentidos; para satisfacer las demandas de gente capacitada proveniente de los diferentes sectores sociales y económicos. Pero una Casa de Estudios que se limita a eso, no está cumpliendo con las exigencias de un mundo globalizado, cuyo desarrollo científico tecnológico y complejidad social, marchan cada vez más aceleradamente. En la actualidad, la Universidad debe ser la quilla de una armadura orientada a enseñar y a explorar mediante la investigación las nuevas fronteras del conocimiento, tanto en el área técnica, como en la social, pues es la conjunción de ambas las que pueden generar un genuino progreso en democracia. No deseamos la formación de robots altamente productivos, sino de ciudadanos integrales, que además de generar riqueza, se preocupen por su distribución, para que no exista tanta pobreza y sean cada vez más útiles a sus sociedades crecientemente confrontadas por nuevos problemas. Por eso esperamos los egresados de nuestra Universidad, que esa sea su orientación pedagógica. Esta es la esencia de la educación para el desarrollo sustentable.

En este tiempo que vengo relatando, después de superar la que consideraba sería la última dictadura, Venezuela contrariando un largo pasado de gobiernos militares y autocráticos, adoptó con alto consenso social el duro camino de desarrollar una cultura democrática y establecer gobiernos alternativos a través de procesos electorales libres. Cuando vemos retrospectivamente, apreciamos que complejo y difícil era el camino que intentábamos emprender, sobre todo con tan negativos antecedentes históricos.

No obstante, desde 1958 y hasta 1998, Venezuela se desarrolló económicamente, se creó gran movilidad social, se avanzó en la educación y en la salud y se construyó la mayor parte de la infraestructura física que hoy disponemos; se crearon nuevas ciudades de verdad, como el caso de Ciudad Guayana; se estableció un sistema nacional de orquestas juveniles, que sigue siendo motivo de orgullo nacional; con Funda Ayacucho quiso creársele al Estado la obligación de mantener un programa permanente de formación masiva de jóvenes en el exterior; Arabia Saudita, con un población similar a la nuestra, envía anualmente al extranjero 200.000 becarios. Creamos el primer ministerio que se ocupase del medio ambiente en América Latina. Todo esto además de otros muchos logros relevantes que sería prolijo mencionar.

¿Pero qué ocurrió al mismo tiempo con la mayoría de los estratos dirigentes de la sociedad? Se habituaron al progreso económico y al confort y descuidaron las instituciones y los valores éticos.

Cuando me designaron para integrar primero, y luego para presidir la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) en 1986, vi en aquello la oportunidad máxima para alimentar la pasión de construir una Venezuela institucionalmente mejor. Soñamos mucho. Y, disponíamos de buenos elementos de juicio y la experiencia de un conjunto de venezolanos distinguidos y de posiciones políticas y académicas muy diversas, pero todos comprometidos con lograr un Estado más eficiente y democrático. Propusimos muchas reformas. Más, allí nos topamos con un serio obstáculo societal: el propio gobierno que nos había designado y las elites del país, se habían hecho mayormente refractarias al cambio. Tuve la percepción que el grueso de la capa dirigente no estaba preparada para continuar un camino de ascenso como el que habíamos recorrido desde 1958 .¿Qué difícil es lograr consenso, para acompasar el progreso con reformas institucionales, al ritmo que exige una colectividad? En eso consiste precisamente el proceso de modernización.

III

Unos años después de 1999, encontramos que el país en su discurrir histórico, ha seguido una trayectoria parabólica. Nos elevamos cuando adoptamos la senda de vivir en democracia, para después de llegar al vértice, descender en caída libre y terminar en manos de caudillos déspotas y atrabiliarios, que nos condujeron a una segunda dictadura. Hemos vuelto así al inicio del itinerario descrito y por eso he titulado este discurso: De una a otra dictadura.

Cuando suponía que había concluido para mi una vida productiva muy variada, pues aunque la mayor parte de ella estuvo dedicada al sector público y a la docencia universitaria, fui asimismo empresario privado de la consultoría ambiental y funcionario internacional, me he visto muy afectado espiritualmente durante las dos últimas décadas, al apreciar el grave retroceso de Venezuela, en todos los órdenes. No se trata de una crisis política o económica exclusivamente, sino de una caída que tiene múltiples y preocupantes dimensiones.

No hay que confundir el estancamiento económico, por el cual han pasado muchos países en algún momento de su historia, especialmente los que están atados a la volatilidad de un mono producto de exportación, con los síntomas de un retroceso societal. Sabemos que los primeros obedecen a ciclos económicos que son superables a través de políticas públicas acertadas; los segundos exigen por lo general cambios culturales y de conducta y un intenso esfuerzo colectivo, orientado sostenidamente en una dirección predeterminada.

Ahora bien, ese proceso de declinación no se inició con el presente régimen. Éste es un síndrome de él, como han expuesto diversos analistas. Las horrendas verrugas de ineficiencia, irresponsabilidad, corrupción, despotismo, insensibilidad social y el violento ensañamiento de sus fuerzas de orden público, que han aflorado como sus características más conspicuas hoy, se venían gestando desde antes. Pero han llegado ahora a su clímax y por eso nos resultan

intolerables, siendo urgente por lo tanto conducir un profundo cambio político. Pero hay que alertar: ese cambio aspirado por las grandes mayorías, no arrojará resultados positivos, si al mismo tiempo no se actúa sobre las causas del fenómeno esbozado.

Estas son las tristes realidades y dilemas que a la sociedad venezolana le toca confrontar en el presente. Y en tal contexto nos cabe plantearnos ¿si acaso existen bases para sustentar algunas esperanzas de cambio positivo?

Después de reflexionar mucho, diría que sí, pero ello debemos abordarlo con razonable prudencia, para no crear falsas expectativas o inducir a pensar que la hazaña será fácil. En 1968, estalló la revolución juvenil del mayo francés y sus ambiciosas aspiraciones de cambio atropellado eran recogidas en el slogan: “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Esa figura sigue transitando por el mundo. Pero a nosotros, más entrados en años y experiencia, nos corresponde ahora proclamar: “seamos realistas, pidamos lo posible”.

¿Cuáles son las bases para decir que si hacemos un gran esfuerzo colectivo podremos salir adelante? Veamos.

Tenemos una sociedad civil que comienza a dar signos de querer movilizarse para tiempos de cambio. Los testimonios que nos están dando los adultos y jóvenes rebeldes, son además de admirables, inconfundibles. Una Sociedad Civil, a quien Vaclav Havel llama “el poder de los sin poder,” para indicar su enorme potencial de cambio, cuando llega a forjar amplios consensos sobre objetivos relevantes y es orientada por verdaderos líderes, puede lograr transformaciones realmente extraordinarias.

Pareciese además, que en esa sociedad civil tiene aceptación la necesidad de adoptar reformas económicas importantes, que apuntan a corregir los insostenibles desbalances que el régimen ha causado con su obsoleto modelo. Pero hay que tener conciencia que construir una economía social de mercado como es deseable, chocará frontalmente con la cultura rentista tan arraigada en los venezolanos en todas sus clases sociales. Este será otro obstáculo singular que como sociedad tenemos que vencer. Como factor muy positivo a nuestro favor tenemos el que no se ha perdido todavía la propensión social a vivir en libertad y en un sistema democrático, y ese es un antídoto muy importante para luchar contra el despotismo imperante.

¿Cómo puede esperarle un destino lamentable a un país con tan exuberantes recursos naturales de todo tipo: agua, energía, aceptables extensiones de buenas tierras para la agricultura y clima tropical, entro otros? Lo que nos hará falta dentro de un proceso de reconstrucción nacional, es aprovecharlos con políticas públicas más inteligentes, creativas y bien instrumentadas.

Aun contamos con un sector privado productivo, que aunque muy averiado, puede reaccionar favorablemente ante una mejor conducción política y ser protagonista de un verdadero proceso de recuperación económica.

Tenemos una iglesia unida y bien liderada que puede coadyuvar mucho al desarrollo espiritual y material de la población.

Existe una buena disposición ciudadana a la participación social, indispensable para mejorar el desarrollo humano. Poseemos una infraestructura física que podemos rescatar, e igual hacer con las instalaciones de la industria petrolera, que han sido tan mal manejadas y mantenidas en los últimos tiempos. La industria petrolera nacional, puede volver a ser una importante palanca de desarrollo, si la abrimos decididamente al capital privado nacional y foráneo.Y lo que es más importante, seguimos teniendo buen talento nacional, ya que no todo se nos ha fugado y hay razonable posibilidades de que algunos de los que se han ido regresen a su patria, si son atraídos con estímulos apropiados.

Señoras y señores: Lo que nos hace falta ahora es recuperar el espíritu nacional. Sacar provecho de las experiencias adversas que hemos sufrido. De esta crisis tan profunda, tenemos que extraer lecciones útiles. Replantearnos nuestras propias conductas individuales y colectivas. Apartar los malos hábitos creados por la cultura rentista. Y añorar un liderazgo luminoso y unido que ponga por delante los intereses de Venezuela, ante los propios.

Reitero mi gratitud a las autoridades de la Universidad Católica Andrés Bello, quienes han hecho posible este magnífico acto, que me ha llenado de felicidad.

Muchas gracias.

(*) Discurso del Dr. Pedro Grases con ocasión de recibir el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Metropolitana, Caracas, febrero 1989.

 14 min