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Ignacio Avalos Gutiérrez

La ciencia entra en la cancha

Ignacio Avalos Gutiérrez

La nuestra es una época definida, en buena medida, por radicales transformaciones tecnológicas, fundamentadas en la vinculación entre lo físico, lo biológico y lo digital. Palabras como la ingeniería genética, el Big Data y la robótica, la neurociencia, la nanotecnología y otras se suman a una larga lista de términos, imprescindible para describir el impacto que causa en todos los escenarios sociales, incluyendo, desde luego, el deportivo.

La Sociedad Deportivizada.

El deporte es un fenómeno colectivo —religión universal, según no poca gente, y me incluyo— cuya trascendencia tiene pocos equivalentes hoy en día, tan es así que se habla de la Sociedad Deportivizada.

Haciendo un poco de historia podría decirse que, originalmente, el deporte fue una práctica elitista de naturaleza “amateur”, basada en un compendio de valores morales (temperamento, fuerza de voluntad, disciplina, respeto a las reglas…), recogidos en la célebre frase del Barón Pierre de Coubertain, aquella de que “lo importante no es ganar, sino competir”, una definición que con el pasar de los años se ha diluido hasta casi desaparecer.

En efecto, al paso en que la sociedad inglesa fue integrando en su cultura conceptos y prácticas surgidas de su ruta hacia la industrialización, varios de esos rasgos fueron impregnando la práctica deportiva, orientándola progresivamente hacia el logro de una eficacia susceptible de probarse estadísticamente (colocó sobre el tapete la caza de los récords), tal como sucedía en el área de la manufactura. Y, si bien es cierto que ha mantenido su formato básico, el mismo ha ido modificando gran parte de su sentido original, disminuyendo su talante lúdico y convirtiéndose en una actividad tejida en torno a la competencia, el negocio y el espectáculo. Como leí en alguna parte, se ha pasado de la noción del “cuerpo sano”, en torno a la que se vertebraba, a la del “cuerpo rendidor”.

El consumo de innovaciones

No resulta muy cuesta arriba imaginar, entonces, que el deporte también haya sido tocado por la varita tecnológica, a veces mágica, a veces tramposa. En el presente no hay disciplina que escape de su poderosa influencia, amoldándose, claro, a sus particularidades, es decir, tomando en cuenta si se practica de manera individual (boxeo, esgrima) o en equipo ( fútbol, volibol), si en su práctica priva la resistencia y la fuerza (ciclismo, natación, atletismo) sobre la habilidad (esgrima, tenis de mesa), si es una mezcla de ambas cosas (fútbol, béisbol, gimnasia) o si concierne a actividades en donde lo preponderante es la manifestación estética (nado sincronizado).

Las innovaciones impactan, conforme a la modalidad de cada disciplina, los implementos utilizados (jabalina, raquetas de tenis, pértigas balones…), el entrenamiento, la vestimenta (calzado, camisetas…), la nutrición y la salud del atleta, el arbitraje, el mejoramiento de estadios (incluyendo medidas de seguridad casi orwellianas), las estrategias para competir. En resumen, en todos sus aspectos, como se verá a continuación.

La inteligencia artificial y el big data se han vuelto elementos casi obligatorios, visto que dan base para preparar y monitorear las competencias, observar el rendimiento de los atletas calculando parámetros fisiológicos, bioquímicos, biomecánicos, radiografiar a los rivales o calibrar la contratación de un jugador, entre otras muchas cosas, convirtiendo al deporte en una actividad en alto grado predictiva.

Otro ejemplo es el dopaje, un dato infaltable en la historia del deporte. En su significado habitual se entendía como el consumo de sustancias que elevan el rendimiento del atleta, violando los límites fijados en los reglamentos. Pero actualmente se ha extendido el uso del término y se habla, entonces, por extensión, de “dopaje tecnológico”, entendiéndose como el uso de ciertos dispositivos tecnológicos incorporados a bicicletas, raquetas, zapatos, etcétera, con respecto a los cuales las prohibiciones no se encuentran tan claras, a pesar de que pueden generar disparidad en la competencia.

Por otro lado, los avances en el área de la genética llevan ya un buen rato tocando las puertas de la actividad deportiva, tan es así que desde los Juegos Olímpicos de Beijing (2008) las autoridades han establecido controles para tratar de evitarlo. La Agencia Mundial de Dopaje (AMA) entiende por dopaje genético “la introducción no terapéutica y consiguiente expresión de un transgén o la modulación de la actividad de un gen existente para lograr una ventaja fisiológica adicional en el deporte. Los que se han ocupado de estudiarlo, identifican dos situaciones, cuyos límites son complicados de precisar: la de la terapia genética, referida a su empleo con propósitos curativos y la de mejora genética mediante, que apunta hacia el incremento de las capacidades del cuerpo, por encima del nivel característico de la especie humana. (1)

Por otra parte, cabe reseñar los implantes de elementos orgánicos y dispositivos mecánicos, electrónicos o robóticos, concebidos con el fin de recuperar las capacidades físicas de las personas discapacitadas, pero que pueden adoptarse orientándolos al mejoramiento de su nivel físico, al punto de que puedan llegar a equipararse con los deportistas “normales”.

En este sentido vale la pena recordar a Oscar Pistorius, famoso atleta a quien los médicos tuvieron que amputar las dos piernas cuando aún era un bebé, lo que no fue óbice para que a partir de 2004, a los 18 años, se hiciera figura destacada en los Juegos Paralímpicos celebrados en Atenas y a partir de allí continuara sumando triunfos y marcas, sobre todo en la carrera de 400 metros planos. En el año 2008 se le negó su participación en las mencionadas olimpiadas de Beijing, considerándolo un ser híbrido que combinaba elementos de carne y hueso con máquinas y aditamentos electrónicos. Tras examinar su caso múltiples veces, y arrojando en cada ocasión conclusiones distintas en cuanto a si las prótesis le daban o no ventaja sobre sus rivales “normales”, finalmente fue autorizado para participar en los juegos celebradas en Londres (2012), llegando a semifinales en la carrera de 400 metros y convirtiéndose en el primer atleta discapacitado en competir contra deportistas no paraolímpicos. Sin embargo, su caso fue otra vez revisado y las nuevas investigaciones determinaron que no podría competir en el siguiente evento, que tendría lugar en Brasil (2016), puesto que sus prótesis significaban una clara diferencia frente a sus rivales. Sin embargo, se produjo un nuevo dictamen autorizándolo a participar en la siguiente competencia olímpica, lo que no pudo hacer dado que para entonces se encontraba preso, acusado de haber matado a su novia. Ciertamente, este caso, digno de una telenovela, pone al aire las restricciones que se presentan para comprender las cosas que están ocurriendo.

Finalmente cabe apuntar que desde las neurociencias se anuncian mejoras emocionales y cognitivas, gracias a importantes investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro, haciendo posible el diseño de fármacos y varios dispositivos que optimizan el desempeño deportivo, como lo comprueban, por ejemplo, dos técnicas de estimulación cerebral, la estimulación magnética transcraneal y la estimulación transcraneal con corriente.

¿Compiten los laboratorios?

Nadie debe extrañarse, por tanto, que un estudio (2) enfocado a explorar los últimos Juegos Olímpicos, desde 1992 hasta 2016, deje ver que los resultados se correlacionan en buena medida con los esfuerzos realizados en el ámbito de la generación de conocimientos, calibrados por los indicadores usuales (nivel de la inversión, número de investigadores, de publicaciones científicas, de patentes …).

O sea, que obtienen más medallas los países que mejores indicadores exhiben, una correspondencia que, desde luego, requiere explorarse con más profundidad a fin de determinar en qué proporción las victorias deportivas se dilucidan cada vez más en los laboratorios y hasta qué punto continúa vigente el principio sagrado que debe gobernar la competencia, el de la “igualdad de condiciones”. Es razonable, por tanto, preguntarse si compiten los laboratorios. (3)

Visto todo lo anterior, se comprende por qué se ha suscitado un debate relativo al uso de este nuevo menú de innovaciones (incluidas, obvio, las vinculadas al dopaje), a fin de establecer normas que garanticen un “Fair Play tecnológico”. (4)

¿El Post Deporte?

En los últimos años se ha venido advirtiendo que se encuentra abierta la puerta para que los seres humanos puedan modificarse genéticamente (clonarse, convertirse en seres híbridos o interactuar con ordenadores y otros componentes dentro del propio organismo humano). Se describe, a partir de ello, una civilización calificada de transhumanista en la que los terrícolas no se encuentren limitados a la madre natura y puedan experimentar cualquier cambio físico dirigido a aumentar sus capacidades fisiológicas y mentales.

Ciertos análisis sobre el tema argumentan que se viene fraguando un porvenir mucho mejor para todos, otros que muestran que nos encontramos ante el peor peligro que acecha a la humanidad —un mundo diseñado para otra especie— y unos más que estiman que los enormes cambios pronosticados no son verosímiles caen, debiera entender uno, dentro del perímetro de la ciencia ficción.

Nos encontramos, así, ante un futuro que, dependiendo de cómo se mire, puede parecer esperanzador, terrorífico o absurdo. Un futuro que nos agarra fuera de base en lo que se refiere a la disponibilidad de los esquemas básicos para lidiar con él, esto es entenderlo y medirlo en sus efectos, así como manejarlo desde el punto de vista ético y, desde luego, jurídico.

Regresando a nuestro asunto, ¿habrá, pues, un Post Deporte?

Breve digresión sobre Venezuela (desde fuera de la cancha)

Resulta evidente la manera en que van cambiando su dirección los vientos que soplan hoy por hoy. Preocupa, entonces, pensar a Venezuela como una calle ciega, tal el tamaño y las dimensiones de la crisis que la estremece y que comprensiblemente también permea la situación en que se encuentran sus capacidades en el ámbito de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación

Un estudio reciente (5) muestra los factores que configuran un cuadro de precariedad resumiéndolo en la falta de visiones y planes a mediano y largo plazo, la ausencia del Estado con respecto al ámbito tecno científico, la formulación de políticas equivocadas y cambiantes, la inadecuación del sistema institucional, la baja inversión tanto pública como privada, las condiciones que presenta la infraestructura de investigación y desarrollo, el estado de las universidades públicas más importantes y la desactualización de los programas de estudio y la falta de una masa crítica de investigación, disminuida crecientemente por la diáspora de profesionales, cuya proporción ha alcanzado un tamaño preocupante, por decir lo menos. Expone, además, que en el sector productivo venezolano se ha generado un proceso de obsolescencia y de desaprendizaje tecnológicos, cuya gravedad resulta difícil de exagerar.

No hay más remedio que concluir que al país le está pasando por encima el Siglo XXI. Que se quedó anclado, a duras penas, en las aguas del anterior.

Notas

“El Deportistas tecnológicamente modificados ante los desafíos del Deporte” (2015) José Luis Pérez Triviño. Revista Biología y Derecho Numero Extra.

“Tecnociencia, Deporte y Sociedad. La variable tecnocientífica como eje del cambio en los Juegos Olímpicos” (2017). (Luis German Rodríguez, Iván de la Vega e Ignacio Avalos Gutiérrez). Disponible en internet.

¿Compiten los Laboratorios? (Luis German Rodríguez, Iván de la Vega e Ignacio Avalos Gutiérrez). Colombia Digital. Disponible en internet.

“Dopaje genético y la ética del deporte: entre Mejora y posthumanismo” (2011) José Luis Pérez Triviño. Revista Internacional de Ciencias del Deporte, Vol. 1 N º 1.

Estrategias para restaurar la capacidad de Investigación en Venezuela (2020) (Alexis Mercado, Ignacio Avalos Gutiérrez, Isabelle Sánchez-Rose, María Antonia Cervilla, María Sonsiré López y Hebe Vessuri. Global Development Network (GDN) e International Development Research Centre (IDRC).

20 de marzo 2021’

Papel Literario. El Nacional

https://www.elnacional.com/papel-literario/la-ciencia-entra-en-la-cancha/

“En este viaje me cansé mucho más que en otros. Los 84 no llegan solos”

Ignacio Avalos Gutiérrez

Dio una muestra más de que va leyendo bien los “signos de los tiempos”. Los años no le han pasado por encima, los ha sabido driblar, al fin y al cabo es futbolero como todo argentino, lástima que no sea del Boca Junior, mi equipo de por allá. No ha mermado, por tanto, su empeño para terciar en esta época tan complicada. Tampoco lo han logrado las críticas, en no pocas ocasiones lanzadas desde su mismo lado, envueltas en soberbia, con pretensiones de ortodoxia. Y, menos aún, los frecuentes chismes, según se le llamaba antes a los “fake news”. Visto que recientemente se celebró el día internacional de la mujer, cabe mencionar, a título de simple ejemplo de lo que señalo, la forma cómo le han reprochado su inconformidad con la exclusión femenina en diversos ámbitos de la actividad eclesiástica, suerte de veto apuntado desde hace rato en la lista de los “pendiente por pagar” de la institución.

“Fratelli tutti”

La semana anterior, en medio de la pandemia, el Papa Francisco viajó a Irak en donde permaneció tres días y visito seis ciudades. Tomó la decisión, a pesar de que dicho país continúa siendo, según dicen los politólogos, un escenario para el ajuste de cuentas globales y regionales, ubicado en medio de la confrontación entre Estados Unidos e Irán, cuyos enfrentamientos recientes se han desarrollado en suelo iraquí. Y a pesar de que se trata de una sociedad punteada por violentos conflictos cocinados en el sectarismo, a menudo basados en un fundamentalismo que entraba sensiblemente la convivencia entre grupos étnicos y religiosos, con ideas, creencias y culturas diversas.

En el aeropuerto lo recibió una delegación oficial y luego se trasladó al palacio presidencial con el fin de entrevistarse con el jefe de Estado, Barham Salih, En sus palabras de bienvenida éste le indicó que su “…encuentro llevaba un mensaje para el mundo y representaba un paso para la fraternidad, asegurando que “…Oriente no puede imaginarse sin los cristianos…”, y lamentando que “… muchos de ellos se hayan visto forzados a abandonar su territorio por la violencia en las últimas décadas.”

Así mismo, tuvo una reunión con el gran Ayatolá Alí Sistani, la máxima autoridad religiosa del Islam chiita que, se espera, marcará las futuras relaciones entre la Iglesia católica y el Islam chiita.

Los analistas piensan que las conversaciones realizadas a propósito de la breve gira papal significaron un gran respaldo a la institucionalidad de un país que es clave para la estabilidad de una región tan llena de problemas, muchos de ellos generados a raíz de la invasión estadounidense en los días de Sadam Hussein. Por otro lado, tiende importantes puentes con la rama chií del islam y reclama la defensa de todas las minorías, incluyendo, no sólo a la cristiana, sino a todos los iraquíes, cualesquiera sean de sus convicciones.

Nadie debe quedar excluido de la cultura del encuentro y del diálogo, manifestó Francisco. “Hay que aprovechar la ocasión para rezar junto a los creyentes de otras confesiones religiosas, en particular los musulmanes, a fin de reconstruir la concordia más allá de las facciones y las etnias”.

Las religiones, cada una respondiendo a sus fundamentos, van dejando permanentemente mensajes de solidaridad, de respeto, de fraternidad y de perdón. Predican que el otro ser humano es un prójimo, lo que no pocas veces se olvida, incluso entre los que más las practican.

Este viaje es un revés para la intransigencia en sus diversos empaques. Y para la guerra, por supuesto, tal como el Papa lo escribe en su última Encíclica “Hermanos Todos”, calificándola como “…un fracaso de la política y de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.”

“La Casa Común”

Esta metáfora, que le dio nombre otra encíclica escrita por Francisco hace algunos años, no solo tiene sentido en el marco de la crisis ecológica (su propósito central), sino que, además, tiene pleno significado en todos los espacios que conciernen a la vida. Su presencia en Irak, además de lo señalado en estas líneas, representa, pues, una apelación que va que más allá de la mera coexistencia mundial. Hay que entenderla como la exigencia de darle al mundo “… un sentido común de humanidad”. Ojalá que este largo viaje desde Roma hasta Bagdad influya para que los terrícolas nos empeñemos más en la faena de examinar y calibrar el modo como nos paramos en un planeta – en la cancha, como seguramente diría Francisco -, cuya suerte nos concierne a todos. En este contexto, el de la Casa Común, las contiendas religiosas son, sobre todo, una estupidez.

El Nacional 10 de febrero de 2021

Cumpleaños del coronavirus

Ignacio Avalos Gutiérrez

En los próximos días el coronavirus estará de aniversario. Cumple un año, con sabor a eternidad, dejando a la gente encerrada en su casa, desconcertada por tanta información que desinforma y sin posibilidades de ver por dónde diablos se encuentra el horizonte.

Ahora el futuro es el pasado

La vuelta a la “normalidad” se nos ha vestido de añoranza, pasando por alto que la pandemia pudo desplegarse porque se topó con un planeta mal acomodado, dibujado en una crisis generalizada, que incluye serios problemas ecológicos que hacen de nosotros una “especie en extinción”, conforme lo argumenta el profesor Jeremy Rifkyn.

La pandemia, reiteró, así pues, los severos reparos que, desde hace rato, se le vienen haciendo al modelo de desarrollo que rige, con sus variantes, en todas partes del mundo, haciéndolos, incluso visibles.

En efecto, la desigualdad se ha acentuado. Las cifras asoman que los pobres se hicieron más pobres, mientras que los ricos, sobre todo los más ricos, aumentaron su fortuna. En el documento publicado con motivo del inicio del más reciente Foro Económico Mundial, llevado a cabo en línea (y no en Davos, como es tradición), se prevé que los pobres “necesitarían más de una década para recuperarse de los impactos económicos del coronavirus”.

Así mismo, con ocasión de la pandemia se ha reforzado el autoritarismo en casi todas partes, La comprensible vigilancia sanitaria se ha convertido con frecuencia en limitaciones significativas a la democracia, entre otras cosas por hacer de los datos de los ciudadanos, uno de los activos estatales más valiosos, de allí que algunos pesimistas vaticinen que es una perversión política que llegó para quedarse

Para algunos sí, para muchos no

Los científicos hicieron su trabajo. Gracias al capital de conocimientos acumulado a lo largo de varios años sobre el área de la virología y a la cooperación entre varios de los centros de investigación más destacados, se consiguió desarrollar la vacuna en relativo corto tiempo. Sin embargo, no se ha logrado producirla en las cantidades necesarias y se ha visto, desde un principio, una gran desigualdad en la distribución de la misma como lo revela la ONU, afirmando que el 75% de las vacunas ha ido a 10 países

Aparte de lo anterior los sectores socialmente más vulnerables han tenido menos oportunidad de acceder a ella. Además de la pobreza, se han atravesado otros factores, tales como la discriminación por motivos raciales y, encima, la idea de ciertos personajes de figuración mundial, conforme a la cual se considera que, en beneficio de los más jóvenes, las personas mayores de edad deben estar de últimos en la cola de espera, dado que “ya vivieron mucho”, argumento que es complementado con la prédica de que los terrícolas somos demasiados, sobran al menos 2.000 millones de ellos y hay quien llega a decir (¿en serio?) que eventualmente Marte podría ser su destino. En fin, cada uno es dueño de su lengua, aunque haga de ella un uso irresponsable y bárbaro.

Todos o nadie, that is the question

Mas allá de los que imaginan como meta el regreso a la normalidad hay, afortunadamente, el discurso contrario, el de la necesidad del cambio, de resetear el planeta, modificando radicalmente la ruta por la que transita.

El diálogo y la cooperación son factores esenciales, declaró hace poco Antonio Guterres, el secretario general de la ONU, añadiendo que “se necesita que la economía mundial tenga un respeto universal por las leyes internacionales” y se debe construir “… un mundo multipolar con fuertes instituciones multilaterales”. Pero fue aún más lejos, expresando que ante las circunstancias actuales “… el nacionalismo no tiene sentido.”

Creo, a propósito de estas declaraciones, que desgraciadamente no terminamos de pensarnos como terrícolas. Las líneas trazadas en los mapas continúan fijando la pauta en el desenvolvimiento del mundo. No debe asombrarnos, entonces, que no se haya alcanzado a diseñar un plan conjunto para controlar la pandemia y, menos que menos, a plantear la creación de un sistema de vigilancia a escala global.

El mundo está al borde de un fracaso moral, oí decir. No lo había pensado de esa manera, pero ojalá no tenga razón quien lo dijo.

El Nacional, 4 de marzo de 2021

Yo soy sociólogo

Ignacio Avalos Gutiérrez

El día del sociólogo fue el martes o el miércoles de la semana pasada. Lo celebré, a pesar de la pandemia pero, sobre todo, de la propuesta del Gobierno, en donde indica que lo que estudié no es útil para el país, que poco o nada tiene que ver con sus necesidades y prioridades, opinión que se extiende, en general, a filósofos, historiadores, psicólogos, en fin, a todo aquel que se le haya ocurrido pisar el territorio académico marcado por las Ciencias Sociales y Humanas.

Tal propuesta ha recibido no pocas críticas, pero en este caso reiterar hasta el fastidio no es pecado, es una obligación. Y yo cumplo con ella, aunque llueva sobre mojado

El Gobierno dice lo que se debe estudiar

Hago, pues, referencia a un documento titulado “Redimensión del Sistema Nacional de Ingreso Universitario” que el gobierno se sacó de la manga, sin que mediara diálogo alguno con las numerosas instituciones involucradas y violando, por cierto, algunos artículos de la Constitución Nacional. En el referido informe se muestra una lista en la que se definen cuales son las Carreras Prioritarias, las Carreras Derivadas y las Carreras Complementarias (en total de ciento cuarenta y cinco) y si bien es cierto que en ninguna de sus páginas deja ver la eliminación de las Ciencias Sociales y Humanas, dentro del contexto de su redacción uno entiende que se trata de disciplinas de las que puede prescindir el país.

La anterior me parece, entonces, una iniciativa que, bajo el propósito de “contribuir a resolver las necesidades del país”, le pasa por encima a las claves que rigen estos tiempos, marcados por numerosos cambios originados primordialmente a partir de un conjunto de nuevas tecnologías que no en balde han sido calificadas como “disruptivas”.

Así las cosas, palabras tales como inteligencia artificial, impresora 3D, robótica, energías renovables, “machine learning”, computación cuántica, internet de las cosas, redes neuronales, big data, pasan a formar parte de una serie interminable de nuevos vocablos, mediante los que se dibuja la época actual, obligando a cambiar los anteojos desde los que se observa y calibra, en todos sus ámbitos, la vida de los terrícolas, inclusive, quizá sea necesario advertirlo por si acaso, la de los venezolanos.

El historiador Yuval Harari llega a preguntarse en uno de sus libros “… qué sucedería si lo humano, tal como lo concebimos, comenzara a tornarse obsoleto y nos encontráramos en la antesala de una redefinición radical de las nociones” de individuo, libertad, mente, conciencia, espíritu, emoción, sentimiento, organismo, vida. En síntesis, una redefinición de la propia condición humana … ”. Vistas las nuevas realidades que están asomando, nadie diría, creo, que esta pregunta no es pertinente.

Se achica el horizonte del país

El ritmo de desarrollo del conocimiento ha llegado a ser exponencial, afectando a todas (subrayo: a todas) las disciplinas. En este sentido, se plantea en varios documentos, una concepción distinta, más realista de la ciencia, a fin de darle respuesta a las múltiples y difíciles interrogantes envuelven a un planeta que transcurre en medio de niveles crecientes de complejidad, incertidumbre y riesgo. Un enfoque, reza en su contenido, que le dé base a una política que permita institucionalizar un diálogo fluido entre especialistas de distinta procedencia académica, que desvanezca la frontera entre humanidad y naturaleza, que coloque el acento en lo complejo, temporal e inestable y que maneje la tensión entre lo universal y lo particular, lo global y lo local.

En virtud de lo arriba indicado se le abre la puerta a intensos procesos de “hibridación”. La interdisciplinariedad se ha vuelto un criterio esencial en la producción de conocimientos, estrechándose los vínculos entre las ingenierías, las ciencias naturales, las ciencias sociales, las humanidades, ampliando de manera antes inimaginable su espectro, pensando y analizando no única ni principalmente lo real, sino también lo posible, buscando mirar cuál civilización es la que presagia.

Obviamente, todas las consideraciones apuntadas a lo largo de estas líneas entrañan la modificación los enfoques que determinan en el presente la organización de los estudios universitarios.

En suma, proyectos como el comentado, le achican el horizonte a la sociedad venezolana. Sobre a todo a sus jóvenes.

El Nacional 17 de febrero de 2021

La profe Gasparini (medio siglo después)

Ignacio Avalos Gutiérrez

A sus hijas, Sylvia, Marina y Sandra

Escribió en uno de sus libros el recordado Marcel Roche, que "la ciencia era mucho mas de lo que el científico hacía en su laboratorio, en su oficina, y que tanto para que la ciencia naciera como para que se aplicara había que mover innumerables hilos en todos los sectores …”, incluso, señalaría yo, los de las ciencias sociales y humanas. Desde su condición de investigador de ciencia básica pudo ver, así pues, que topábamos con un proceso de carácter social

Una historia en muy poquitas palabras

Si se me permite una simplificación, en haras de la brevedad que exige un artículo (y aunque no le hace justicia a investigadores como Gabaldón, Buapertuy y otros cuantos científicos), hace poco mas de medio siglo, en Venezuela la actividad científica era considerada una tarea más o menos insólita. Si cabe una comparación, que tal vez incurra en cierta desmesura, semejaba a la ciencia norteamericana antes de Benjamín Franklin, de acuerdo con la descripción de Isaac Asimov: “…una actividad de caballeros, una sobria inspección sobre la realidad del universo, nacida de la curiosidad intelectual, motivación completamente divorciada de las cosas prácticas de la vida….”

Desde la calle los científicos eran vistos como seres muy inteligentes, pero extraños. Los laboratorios eran recintos casi sagrados, inmunes a los vientos que soplaban desde afuera, vedados a cualquiera que no tuviera una bata blanca, y unos anteojos que delataran el desvelo por el estudio. Eran, así pues, lugares amoblados por aparatos estrambóticos y costosos, en el que se hacían cosas que, se creía, solo interesaban a quienes allí́ trabajaban.

El país se movía dentro de coordenadas que poco tenían que ver con la investigación, esta le importaba muy poco y se entendía, más bien, como asunto de americanos, europeos y un poquito menos, y a su modo, de japoneses. Nuestra relación con el tema se dejaba ver apenas por los lados de la tecnología, expresada exclusivamente en la necesidad de comprar maquinarias y equipos a fin de echar a andar nuestra incipiente industria, mediante actividades llevadas a cabo a cabo sin que, por lo general, mediaran procesos de transferencia, asimilación y aprendizaje de conocimientos. Se explica, entonces, que en ciertas ocasiones importáramos tractores con sistemas de calefacción para emplearlos al sur del país y barredoras de nieve como parte del diseño sueco de un hospital que se edificaría en Maracaibo. Desde luego, nada tienen que ver estos casos que forman parte del anecdotario nacional, con los relevantes esfuerzos que se hicieron más tarde, plasmados en la industria petrolera y algunas empresas básicas, así como en iniciativas de carácter privado, conformando una obra que se ha ido desvaneciendo en los últimos tiempos, lamentablemente.

La ciencia como hecho social

Los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología surgieron con la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT), en los inicios de la década de los setentas. Esta circunstancia hizo, según lo apunta un texto de Yajaira Freites, que en un principio, “…su quehacer se subordinase a las consideraciones de inmediatez, aplicación y visibilidad de la información, preferencialmente en forma estadística, derivando en una escasa reflexión conceptual”.

En este marco, resalta aún más el mérito de la obra pionera de Olga Gasparini, una joven socióloga que se encontraba en la mitad de sus treinta años, de cuya muerte ha pasado ya medio siglo. Se trata de un libro escrito en 1969, “La Investigación en Venezuela, Condiciones de su Desarrollo”, seguramente el primer asomo de una fotografía de nuestra ciencia, junto al esbozo de algunas consideraciones que pretendían explicarla. Hace pocos años, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), a través de su director Eloy Sira, tuvo la buena idea de reeditarlo. Buena idea, creo, porque es una obra importante, que, entre otras cosas, contribuyó a crear una perspectiva que mostraba a la ciencia como una construcción social, influenciada por valores e intereses de diversa índole y de consecuencias tanto negativas como positivas. A insinuar, en fin, que la generación, distribución y utilización de los conocimientos implican procesos marcados por la ideología, la política, la economía, la historia y la cultura, expresión de su estrechísima, complicada y hasta enrevesada conexión con la sociedad, cuyo análisis, desde esta perspectiva, resulta absolutamente imprescindible, más aún en este siglo XXI, rotulado por tan rápidas y “disruptivas” transformaciones en el área del desarrollo tecno científico, ocasionando enormes consecuencias en todos los espacios de la vida humana. Expresado de otra manera, abrió paso al ojo escrutador de las ciencias sociales y humanas, denominadas con cierto desdén “ciencias blandas” recordando, como dije al principio, su condición de hecho social y por supuesto político.

Un crimen de “lesa academia”

A partir de lo anterior, resulta imposible no hacer un paréntesis y advertir sobre el reciente anuncio realizado por las autoridades del gobierno, en el sentido de presionar a nuestras universidades a incluir nuevas carreras, diseñadas en función de las “necesidades del país”, lo que incluye, vaya a Ud. a saber la razón, el relegamiento a un rincón de las carreras de ciencias sociales y humanas. Diría, pues, que de terminar siendo cierta esta ocurrencia (en torno al cual, como es costumbre, hay diversas versiones), nos encontramos frente a un crimen de “lesa academia”, si cabe la expresión.

Una corta referencia personal

Si se me da la licencia para darle un tono personal a estas líneas, diré́ que en las postrimerías de la década de los años sesenta, fui alumno de la querida profe Gasparini en la Escuela de Sociología y Antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Por una serie de casualidades y gracias a varias carambolas lubricadas por la buena suerte, que es como se fraguan los acontecimientos importantes de la vida de cada quien, fui, junto a Mariadela Villanueva y Marcel Antonorsi, asistente en el Departamento de Sociología y Estadísticas, dirigido por ella, en el recién fundado CONICIT. Allí́, siendo todavía estudiante, aprendí́ a interesarme en un tema que me resultaba casi absolutamente indiferente, pero que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en el eje central de mi vida profesional, haciéndola entretenida y hasta divertida. Se que frases parecidas, las he escrito o dicho unas cuantas veces y que posiblemente volveré a hacerlo. Pero es que el agradecimiento no se agota.

El citado departamento estuvo integrado, además, por la socióloga Dulce Arnao de Uzcátegui, quien con el correr del tiempo seria ministra de Ciencia y Tecnología en el segundo gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, por Jeannete Abohuamad de Hobaica, en calidad de asesora, por el estadístico Raúl Rodríguez, así como por el economista Virgilio Urbina, además delos citados Marcel y Mariadela, todos gente muy entrañable. Su primera tarea fue la de llevar a cabo un estudio sobre la capacidad nacional de investigación y desarrollo. La profe Gasparini murió́ cuando el trabajo se encontraba mas o menos a mitad de camino y no llegó a ver un libro que, sin duda, lleva su impronta, así como la llevan distintas iniciativas que fueron dando lugar a un molde inicial para encauzar el desarrollo científico y, en menor grado, el desarrollo tecnológico en nuestro país.

La época actual: demasiada incertidumbre

El tiempo pasa y las cosas cambian, suele reiterar Perogrullo, y los patrones para pensar la situación de hoy en día son muy disimiles respecto a aquellas que marcaron el tiempo de la profe Gasparini. Actualmente el conocimiento científico y tecnológico es considerado un factor determinante en la estructuración y desenvolvimiento de las sociedades contemporáneas, constituyendo, ciertamente, el sello característico de los tiempos que corren.

Aún faltan herramientas necesarias para identificar el sentido de las transformaciones que están ocurriendo, a fin de comprenderlas, sopesarlas y poder encararlas. Carecemos de respuestas, que en buena medida deben provenir de las Ciencias Sociales y Humanas. Es que, como diría Asimov, la cultura avanza más lento que las trasformaciones tecnológicas. Carecemos, entonces, de libreto para calibrar sus efectos, los buenos y los malos.

Es apremiante, entonces, la necesidad de ir creando otros parámetros con el objeto lidiar con un futuro que empezó́ ya a hacerse presente, recordando que, como dijo alguien, no hay nada mas práctico que una buena teoría. Y esta solo es posible a partir del trabajo sinérgico entre las ciencias sociales, las ciencias humanas y las ciencias naturales. A cincuenta años de su desaparición, me pregunto qué diría la Profe Olga de este planeta tan complejo y enredado, en el que habitamos los terrícolas. No se, pero de lo que estoy seguro es que sería bueno que anduviera por estos lares. Se echa de menos su inteligencia y su afabilidad.

El Nacional, 3 de febrero de 2021

Mandarria contra conocimiento

Ignacio Avalos Gutiérrez

Hace poco Nicolás Maduro rindió su informe ante el parlamento nombrado a principios de diciembre, en medio de serias irregularidades que, obviamente, han socavado su legitimidad. Se trató de un discurso que escondía o falseaba la situación del país, repleto de “verdades alternativas”, como se dice ahora, digno ejemplo de esta época, la de la post verdad. En suma, no dijo lo que debió decir acerca de la situación del país, al tiempo que dio pie a que se miren con justificadas dudas sus planes para su futuro próximo.

Un relato, así pues, que, que buscaba driblar la realidad dibujando una sociedad que pocos venezolanos pueden reconocer como la suya. Y que, encima, difiere abismalmente de la que revelan los estudios llevados a cabo por diversas organizaciones independientes, cuyas conclusiones dejan al aire la pobreza, la desigualdad, la violencia, el miedo, la desinstitucionalización, la incertidumbre, la censura, la violación persistente de los derechos humanos, el maniqueísmo político y por último, aunque no de último, un autoritarismo creciente en donde el Estado de Derecho es sólo una mueca, la libertad de los ciudadanos se achica progresivamente través de diversos mecanismos, algunos de ellos aparentemente benévolos, y la represión se hace más descarada, verbigracia la reciente masacre ocurrida hace poco en La Vega.

Capitalismo salvaje

Así las cosas, imposible no recordar unas declaraciones dadas por el dirigente del PSUV, Elías Jagua, señalando que nuestra sociedad vive dentro de un capitalismo salvaje (en modo Bodegones, añado yo), afirmación insólita que apenas fue atenuada por el señalamiento de que tal perversión ideológica ocurría (cuando no) por culpa de factores ajenos a la gestión gubernamental. E imposible, así mismo, no reflexionar sobre el modelo chino - con sus variantes y la distancia en cuanto al nivel alcanzado por el país asiático -, en donde el capitalismo es administrado por el Partido Comunista (siempre pienso en lo que diría Marx de esto).

En suma, se ensanchan las libertades económicas dentro del marco del absolutismo político.

Mandarriazos en las Universidades

El sector educativo no escapa, por supuesto, del desmadre nacional. En todos los niveles se presenta un decrecimiento de la matrícula, deserción de educadores y deterioro de la infraestructura, lo que en última instancia atenta visiblemente contra la calidad y la cobertura de nuestra educación.

Por otro lado, las universidades venezolanas se han tenido que ver la cara con la violencia. El Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad de Los Andes (ODH-ULA) contabilizó un total de 223 hechos delictivos cometidos contra 13 universidades del país entre marzo y diciembre de 2020. Las agresiones se manifiestan en robos, invasiones y otros actos de vandalismo, incluyendo la inexplicable destrucción, sin ton ni son, y a mandarriazos o incendiando, de instalaciones y equipos. Así mismo, durante los primeros 10 días de 2021, otros 10 ataques similares se perpetraron en cinco universidades públicas. Sobra indicar que las pérdidas ocasionadas no podrán ser reparadas, vista su disposición financiera desde hace bastantes años.

Lo insólito es que la mayoría de estos hechos permanecen impunes. Pero no sólo eso, sino que no han merecido ni siquiera una declaración por parte del gobierno. Nadie puede ser acusado de mal pensado, entonces, si cree que a las autoridades no les importa mucho el tema del conocimiento.

¿Para qué sirven las ciencias sociales y humanas?

Por estos días, la única voz oficial que se escuchó con respecto a las universidades, fue la del Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, anunciando que se congelaría la matrícula de las universidades privadas, decisión tomada sin que mediara ninguna consulta y todo sugiere que sin calibrar sus importantes consecuencias. Y para avisar, además, el cambio del menú de las carreras universitarias con el fin de que “respondan a las necesidades del país”, fundamentado en programas nuevos y sentando el fundamento de un modelo que contradice abiertamente los tiempos que corren.

En pocas palabras, y sin que aún se hayan hecho públicos, que uno sepa, los detalles de la propuesta, debe señalarse que, por lo que asoma, dicho modelo ignora a las ciencias sociales y humanas (punto de vista compartido, dicho sea de paso, por Bolsonaro, el derechista presidente brasileño) y pasa por alto la emergencia de un modelo de producción de conocimientos y de docencia que reside cada vez más en los enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios, con transferencia de saberes y competencias de un área a otra a fin de abordar problemas según una lógica que implica la integración las ciencias naturales, las ciencias sociales y las ciencias humanas, entre ellas y dentro de ellas. Se trata, en fin, de un enfoque sistémico, basado en la premisa de que el conocimiento sobre la realidad es siempre incompleto y que asume el tratamiento de los temas y los problemas en términos de sus interconexiones, de las relaciones con su contexto, apartándose de esquemas estáticos, aislacionistas, reduccionistas y simples en los que no hay lugar para la interdependencia y la velocidad que caracterizan hoy en día los procesos de creación y transmisión de conocimientos.

Dicen los ex Rectores de la ULA

En una importante comunicación pública cuatro ex Rectores de la Universidad de los Andes (ULA) opinan que la propia universidad no ha sabido encarar la grave situación en la que se encuentran. En uno de sus párrafos se afirma lo siguiente: “Reconozcamos, de una vez, que los universitarios hemos incurrido en la omisión de asumir integralmente el mandato que subyace en el texto de la norma suprema que elevó al rango constitucional la consagración del principio de autonomía universitaria y que el examen de los grandes problemas, a partir de las dificultades, debe comenzar cuanto antes.” Con sus variaciones, esta declaración es válida, en el marco de sus particularidades, para todas las universidades públicas.

En conclusión, y haciéndome eco del mensaje anterior, nuestras universidades deben asumir, más allá de las trabas que se le interponen, la tarea de su transformación a toda costa, con el propósito sintonizar con la complejidad propia de este siglo XXI que, se dice, está revelando el despertar de una nueva civilización.

El Nacional, 20 de enero de 2021

La pandemia nos cambia las preguntas

Ignacio Avalos Gutiérrez

Durante un tiempo que nos ha sabido a eternidad, hemos estado atrapados, desde la mañana hasta la noche, por una de telaraña de palabras (Coronavirus, infodemia, resilencia, COVID -19, conspiranoia, confinamiento, sanitarios, vacuna ), que no hacen sino recordarnos cada segundo que estamos sumidos en una pandemia. Los terrícolas vivimos dentro del pánico y la incertidumbre acerca del origen del coronavirus, de su posible evolución y duración, de la efectividad y disponibilidad de la vacuna y un más o menos largo etcétera, al que se han sumado varias versiones conspirativas que, cada una su manera, tratan de convencernos que por detrás del coronavirus hay un Gran Hermano (Orwel) más sofisticado, que trata de dominar al mundo, sometiendo a los humanos a su absoluto control, a través de un virus creado en tal o cual laboratorio, respondiendo al interés de quien sabe que país, quien sabe cuáles grupos económicos, de lo cual sería prueba la evidencia de que, en medio de la pandemia. Estaríamos, entonces, ante una tiranía global que, valiéndose de las nuevas tecnologías tendría la capacidad de vigilar y manipular a todos los habitantes del planeta, en nombre de un Nuevo Orden Global, cuyo anticipo es la mascarilla que nos ponemos, que en realidad es la metáfora de un bozal.

Hay pues, versiones para casi todos los gustos, no solamente distintas, sino hasta contradictorias, lo que en buena parte se explica, en gran medida, porque la cultura de la posverdad se ha vuelto un rasgo distintivo de la sociedad mundial de hoy en día, y no escapa a la actuación de algunos gobiernos, que han ocultado los datos o los han manipulado.

En esta Infodemia, como ha sido denominada, las noticias falsas se expanden con más velocidad que el virus, como señaló la misma ONU, creando, como cabe esperar, una gran desconfianza y afectando el manejo del gran problema que tenemos entre manos.

Lo cierto es, así pues, que el planeta fue sorprendido fuera de base. En este sentido, creo que nadie describió mejor la perplejidad de la gente ante lo sucedido que Clarke Smith, un niño de apenas 9 años, con un pequeño texto enviado al Washington Post, que le pidió a sus lectores que manifestaran su opinión al respecto: “Es como si vas a cruzar una calle, miras con cuidado, ves ambos lados y, de repente, te atropella un submarino”.

El mensaje del virus

Según vienen registrando diversos estudios desde hace varios años, nos encontramos en una crisis sistémica, no coyuntural, puesta de manifiesto en varias dimensiones, de enorme gravedad por su origen común y porque es simultáneamente ambiental, energética, alimentaria, social, económica, política…. Todas estas crisis se encuentran abiertas, se han acelerado, se superponen, se mezclan y refuerzan en el marco de un proceso de globalización que carece de la institucionalidad capaz de garantizar su gobernabilidad, dado que las fuerzas económicas son globales y los poderes políticos, no.

Se trata de crisis que sobrepasan el conocimiento a la mano, descubriendo lo poco que sabemos en relación con catástrofes que son consecuencia de acciones eslabonadas, interacciones inéditas y complicadas, amén de la debilidad institucional en lo que se refiere a la gobernanza del mundo, mientras que luce como si dependiéramos de viejas recetas. Como deja ver una frase de Mario Benedetti, pensada en otras circunstancias, claro, vale decir, entonces, que “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”.

Así las cosas, debemos aceptar que no estamos experimentando un nuevo ciclo recesivo del sistema capitalista, como, por ejemplo, la última crisis financiera de hace poco más de una década, sino que el patrón del desarrollo y el progreso ha encontrado su límite. El prestigioso académico norteamericano Kenneth Boulding afirmó hace al menos dos décadas, que “quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”. En otras palabras, encaramos lo que algunos han calificado como una “crisis civilizatoria” que interpela al sistema capitalista como modelo en todos los planos de la vida colectiva. Hay, por tanto, que revisar nuestras prioridades y diseñar mejores formas de vivir en la tierra.

Estos tiempos son nublosos, son pocas las certezas con las que contamos. La pandemia puso de manifiesto a la Sociedad del Riesgo, como diría Beck, el sociólogo alemán, y está poniendo por delante la perentoria necesidad de repensar el mundo y la necesidad transformarlo.

Lo señalado anteriormente ocurre, además, en un contexto de las radicales transformaciones tecnológicas que configuran la llamada Cuarta Revolución Industrial, sustentada en la fusión de los mundos físico, digital y biológico. Se trata de tecnologías disruptivas que enorme impacto que como lo muestra, por decir algo entre muchas evidencias, la evolución en el campo de las neurociencias. Por poner sólo un ejemplo, la combinación de cambios en el ámbito de la inteligencia artificial y de la biotecnología no sólo permitirá interpretar la información que surge de nuestra vida cotidiana, privada, sino también manipular nuestras emociones y comportamientos.

En definitiva, ignoramos el formato en que va a ir teniendo lugar, dejado hasta ahora casi exclusivamente, en manos de las grandes empresas y sus particulares objetivos. Resulta indispensable, entonces, ir creando nuevos esquemas de análisis, a partir del trabajo sinérgico entre las ciencias sociales y humanas y las ciencias naturales, con el objetivo de hacerle frente a las interrogantes que emergen, dando pie a dudas de todo tipo. En este sentido cabe resaltar la importancia de las ciencias sociales, de alguna manera dejadas de lado, para responder las preguntas que surgen y redactar un nuevo libreto que ayude a despejarlas, de acuerdo a códigos inspirados en valores relacionados con el bien de una especie en riesgo, la humana, como lo ha manifestado el profesor Jeremy Rifkyn.

Somos terrícolas

Boaventura Dos Santos sostiene que “el virus es un pedagogo que nos está intentando decir algo. El problema es saber si vamos a escucharlo y entender lo que nos está diciendo.”.

En virtud de lo expresado en las líneas anteriores, la aspiración no puede ser, como a veces parece creerse, la vuelta a la normalidad, dado que ésta es la causa que sacó al aire la situación que encaramos y que seguir como hemos venido andando desde hace varias décadas es suicida, dicho sin exagerar. Por otro lado, se trata de una tarea que debe emprenderse mediante la unidad de todos. Si no actuamos unidos, los problemas que nos afligen escaparán de nuestro control. Con razón, el Papa Francisco advierte que “La pandemia no se termina hasta que termina en todas partes. La pandemia nos ha recordado que nadie se salva solo. Lo que nos une a los demás es lo que comúnmente llamamos solidaridad. La solidaridad es más que actos de generosidad, por importantes que sean: es el llamado a aceptar la realidad de que estamos atados por lazos de reciprocidad. Sobre esta base sólida podemos construir un futuro humano mejor y diferente.”

El mundo esta interconectado, pero no unido. Todavía no asumimos nuestra condición de terrícolas, no admitimos que las relaciones humanas estén en el centro del asunto y que se deben organizar medidas colaborativas y un amplísimo espacio de lo común, de lo que es de todos. Tal como dije arriba, es una obligación debida a nuestra mutua interdependencia en el seno de la globalización. Por eso, la administración de la vacuna, de manera de que llegue a todos, será, sin duda, una prueba de que estamos entendiendo bien lo que está pasando, sin caer en la defensa de intereses geopolíticos o económicos que, en ocasiones, han quedado a la vista de todos.

Por último, pero no de ultimo, ojalá este evento de la pandemia pueda servir para resolver el que es sin duda el problema más difícil que enfrenta la humanidad, el del cambio climático. Que sirva, según han señalado muchos, como un ensayo global, útil para resolver a tiempo (el reloj ha corrido más de la cuenta) un asunto tan complejo y tan descuidado, que se ha postergado en función de conveniencias que no son, desde luego, las de todos.

Hay que estar alertas, por tanto, de que, pasado el susto, se eche mano de las inercias que nos trajeron hasta acá, con relación a lo cual ya empiezan a observarse preocupantes evidencias, Recordar que somos terrícolas, que tenemos un destino común y que debemos humanizar nuestra convivencia según los valores de la libertad, la solidaridad y la igualdad, re -interpretados desde los escenarios que nos ha generado el corona virus.

El Nacional, miércoles 6 de enero de 2021

No es la economía, estúpido

Ignacio Avalos Gutiérrez

El país, hace agua por todos lados, tal es la sensación diaria de cada uno de los pateamos las calles en cualquier ciudad. Sufre un desacomodo general que afecta todos los ámbitos de transcurrir colectivo, no deja ileso a ninguno y deteriora la vida de diaria de los venezolanos.

Acabamos de tener dos eventos electorales que, lejos de lo que algunos pensaron al principio, no sirvieron para salir de nuestros conflictos, sino para ratificarlos e incluso agravarlos, entre otras cosas porque seguramente complicarán aún más nuestra arquitectura institucional, eje central de la vida colectiva, y enredarán en mayor medida el escenario político. Dichos eventos mostraron, además, una gran indiferencia por parte de los votantes, señal, junto a otras, de que la sociedad venezolana pareciera dominada por una sensación mezcla de hartazgo, desespero y escepticismo.

Opina el cura Infante

En una entrevista que le hace Hugo Prieto, Alfredo Infante, cura jesuita y hasta hace muy pocos días director de la excelente revista SIC, asoma con mucha razón, la despolitización de la sociedad. “Existe una polarización inorgánica. Es decir, son dos polos que están luchando por el poder, pero de espaldas al cuerpo social. No logran interpretar, genuinamente, las aspiraciones del cuerpo social.”

Hay un descontento muy grande hacia al gobierno, pero también hacia la oposición. Pero ese descontento no se queda allí. “Por eso suelo decir que no hay crisis política, que es la política misma la que está en crisis. Yo creo que no puede haber ejercicio de la política sin la vigencia de los partidos políticos. Pero los partidos tienen que replantearse su organización, tienen que releerse, tienen que resetearse, no pueden seguir siendo partidos estalinistas. Y de esa manera podrán surgir liderazgos sociales que se conecten con la política. Un nuevo modo de entenderla desde la sociedad.

Ni los unos ni los otros

En un principio la mayor parte de los venezolanos percibió el chavismo como esperanza, promesa de un país mejor que el que teníamos, y lo respaldo masivamente. Veinte años después es una élite que mal gobierna una sociedad envuelta en grandes problemas y sin horizonte a la vista. Al chavismo (¿los chavismos?) se les extravió las claves de la sociedad actual, lo que resulta todavía más grave si se toman en cuenta los cambios radicales que se están dando a nivel planetario y que, según sostienen no pocos analistas, dibuja los bordes de una crisis civilizatoria.

Como indique anteriormente, la presente gestión chavista empieza y termina en el control del poder, en medio de cierta épica que aún le saca jugo al culto a la personalidad de su difunto líder. Atraviesa una crisis existencial que lo obliga a repensarse, objetivo que manifestaron incluso varios de sus aliados.

Por otro lado, quienes se oponen al Gobierno muestran un fraccionamiento casi infinito, difícil de entender, aunque no resulta extraño especular, y permítaseme la franqueza, que la ambición desmedida y fuera de lugar de algunos líderes- no todos, ni siquiera la mayoría es preciso aclarar­- juega un papel nada despreciable. En fin, cualquiera sea la razón, lo cierto es que las oposiciones no han podido trazarse una ruta estratégica común ni elaborar una narrativa compartida para diagnosticar al país y marcarle un norte. Así las cosas, no han podido capitalizar el rechazo mayoritario hacia el presente gobierno. A estas alturas no se le ve como opción en relación a nuestras dificultades.

Visto lo anterior luce que el año 2021 estará nublado. Es digamos, una hipótesis, en consecuencia puede rebatirse. Depende de todos nosotros.

Es la economía, estúpido

Así las cosas, resulta ineludible convertirnos un país más cohesionado, mejor cosido. Que sepa convivir en medio de diferencias y conflictos, que sepa tragarlos y digerirlos, convertirlos, incluso, en nutrientes democráticos. Que sea capaz de acordar los pactos básicos que les den a todos sus habitantes la imprescindible convicción de vivir en una misma sociedad, de ser parte de un nosotros perdurable, ligado a un mejor futuro que les concierne a todos

"La negociación no es la mejor alternativa ¡Es la única alternativa!" La frase anterior la dijo y escribió con insistencia en diversas oportunidades. Y, palabras más, palabras menos, repitió igualmente que “…. un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado”. Me refiero a Pedro Nikken.

En suma, hay que echar mano del entendimiento para dejar de ser el país resquebrajado que desde así casi dos décadas venimos siendo, lo que en otros términos significa, reivindicar a la política como instrumento de convivencia, indispensable para bregar los pactos que hagan falta. Y quienes tienen la principal responsabilidad de trabajar con ese propósito no pueden convertir el diálogo y la negociación en una mera lucha por el poder, que es lo que, en general, hemos presenciados los venezolanos durante los varios intentos que se han promovido y cuyo informe de cierre suele concluir que no fue posible el consenso por culpa del otro. El diálogo debe hacerse en nombre de la gente, en atención a sus problemas, de cara a la escollos que tan severamente desacomodan a la sociedad venezolana. Esa es su verdadero motivo, hay que reiterarlo cuantas veces haga falta.

No hace mucho leí en un texto del Maestro Manuel García Pelayo, que la política consiste en el encuentro - en modo de confrontación, negociación, diálogo, acuerdo…- de actores con posiciones diferentes, encuentro marcado por determinadas circunstancias, a partir de las cuales los políticos deben reconocer lo que es factible en cada situación e incluso distinguir en cada caso entre aquello en lo que debemos ponernos de acuerdo y aquello en lo que podemos e incluso debemos conservar las diferencias.

Hay, entonces, que restituir el diálogo como herramienta para el cohesionar al país y acordar un futuro donde entremos todos. Si apelamos a lo expresado por el filósofo Daniel Innerarity, la política es, al fin y al cabo “…. una forma de hacer cosas con palabras”.

En resumen, para nosotros, la cuestión es la política, convertida en medio obligado para encaminarnos a la solución de los miles de problema que padece la sociedad.

En fin, no es la economía, estúpido.

El Nacional 17 diciembre de 2020

Cavilaciones de un profe de la UCV (La Universidad 4.0)

Ignacio Avalos Gutiérrez

Cierto, de la pandemia que nos agobia desde hace casi un año, se derivan serios obstáculos que no son fáciles de encarar para nuestras universidades y en algunas de ellas, pues también hay que decirlo, se observan ciertas facultades y escuelas, duele señalarlo, que pareciera que hubiesen tirado la toalla, al contrario de otras que dan demostraciones casi épicas por hacer mejor lo más que se pueda, echando mano, incluso de ciertos avances tecnológicos, como nuevas herramientas web, programas de código abierto, sistemas, plataformas y aplicaciones móviles diseñadas para enfrentar el aislamiento físico

Pero, claro, ojalá solo fueran las andanzas del coronavirus. La ya larga crisis venezolana ha tenido, seguramente, mayor impacto que la pandemia. El deterioro de nuestra sociedad, resultado del conflicto político, ha ido perfilando, en efecto, un escenario de muchas aristas y de enormes dificultades que, obviamente, no deja ilesas a las universidades

Universidades venidas a menos

Se que estoy lloviendo sobre mojado, pero estas cosas hay que tenerlas siempre presentes, para impedir que se nos vuelvan costumbre. Además del desacomodo a nivel nacional, desde hace unos cuantos años persiste un cerco a las universidades públicas por parte del gobierno, claramente visible en una abierta intromisión política, en el propósito de acabar con su autonomía y de colocarlas “al servicio de la revolución”, vaya Ud. a saber lo que significa eso actualmente.

Así las cosas, no debe sorprender a nadie, por ejemplo, que desde el año 2006 el presupuesto sea deficitario y se destine casi exclusivamente al pago de nómina, que las becas estudiantiles se hayan visto perjudicadas (2 dólares mensuales) y no hablemos del sueldo de un profesor titular a dedicación exclusiva, equivalente a 25 dólares, con el que a duras penas cubre la alimentación de su familia.

No debe asombrar tampoco la enorme cantidad de profesores que ha abandonado sus cargos (muchos yéndose fuera del país), la disminución ostensible de estudiantes, el deterioro de la infraestructura y el notable debilitamiento de las actividades de investigación, de todo lo cual existen estudios que prueban como nuestras universidades van “empeorando satisfactoriamente”, de acuerdo a una frase que suele utilizar en muchas ocasiones, refiriéndose a otros asuntos, el Profesor Victor Rago.

La Universidad 4.0

Mirando la fotografía anterior se suele hablar de la necesidad de reconstruir la universidad. La desgraciada coyuntura que viven sugiere en muchos la idea de que la tarea consiste en regresarla a una cierta normalidad que se nos ha convertido en nostalgia. En otras palabras, convertirla en la buena universidad que fue antes. Pero el tema no es que la universidad sea buena como en sus buenos tiempos, sino que sea buena en la época que nos está llegando. Me explico.

A los grandes dificultades mencionadas hay que señalar, además, que las universidades están confrontando la necesidad de realizar un conjunto de transformaciones radicales que derivan, para decirlo en breve, del surgimiento de la llamada sociedad del conocimiento, caracterizada por la enorme rapidez con la que se crean y se hacen obsoletos los conocimientos, así como por la ubicuidad y diversidad de los actores que los generan y difunden.

Y, dentro de este contexto, me refiero, igualmente, a la pérdida progresiva, por parte de la universidad pública, del monopolio en la generación de conocimientos e, incluso en la función docente, y a su necesidad de actuar de otra manera en medio de un nuevo ecosistema institucional. Me refiero también a la emergencia de un modelo de producción de conocimientos y de formación de recursos humanos que reside cada vez más en los enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios, modelo que se contraviene con las mecánicas funcionales de la universidad que seguimos teniendo.

Me refiero, también - por último y sin pretender ser exhaustivo -, al determinante papel del conocimiento en la economía contemporánea (se habla de la emergencia de “tecnologías disruptivas”) y a su creciente privatización, hecho que también ha permeado, con sus ventajas y desventajas, al trabajo académico.

Estamos, así pues, haciendo alusión a la denominada Universidad 4.0, que se corresponde, por decirlo así, con la Cuarta Revolución Industrial, reconociendo el ambiente de cambio, pero simultáneamente la necesidad de preservar los valores universales de ser universidad, esto es, respondiendo desde su propia identidad y propósitos.

Devolverles el futuro a los estudiantes

Digo estas cosas a propósito de la celebración, la semana pasada, del día del Profesor Universitario. Y también porque desde hace muchos años tengo el privilegio de “dar clase” en la UCV, una expresión que, por cierto, deberíamos excluir porque no rima con los días que corren. Pero, por encima de todo, lista de estos asuntos teniendo en mente los estudiantes, tan desconectados de un futuro que asoma conforme a códigos que tienen muy poco que ver con la manera como en el presente les transcurre la vida académica.

Yo confío en el cambio radical de nuestras universidades públicas, aunque por ahora las señales que se observan sean más bien débiles. Confío, porque constato importantes focos de resiliencia, pero sobre todo por una razón por una muy importante: porque son instituciones que tienen un muy buen pasado por delante.

El Nacional, jueves 10 de diciembre de 2020

Que va a saber usted lo que es la vida

Ignacio Avalos Gutiérrez

I.

Que va a saber usted lo que es el amor si nunca quiso a ningún equipo.

La tristeza, si nunca salió derrotado del estadio.

La alegría, si nunca sintió lo que es ganar un campeonato.

El dolor, si nunca experimentó que le eliminaran a los suyos.

La ternura, si nunca tuvo cerca a un niño que lloraba porque perdió su club.

La militancia, si nunca se dio un abrazo con un fanático desconocido sentado a su lado, llevando la camiseta de su mismo equipo.

II.

Que va a saber usted lo que es el suspenso, si nunca vivió un noveno inning, con el equipo contrario con las bases llenas y el suyo ganando apenas por una carrera.

El insomnio, si nunca se acostó en la víspera de una final de campeonato.

La humillación, si nunca padeció un blanqueo en los propios huesos.

La depresión, si su club nunca quedó eliminado al ratico de empezar el torneo.

La frustración, si nunca perdió la clasificación a la serie final por medio juego.

El infierno, si su equipo nunca estuvo anclado en el último lugar durante casi toda la temporada.

III.

Qué va a saber usted lo que es un susto, si nunca vio la cara de un jugador sorprendido, puesto out en la tercera base.

El ridículo, si nunca miró a alguien dejar caer un flaicito al cuadro.

El abatimiento, si nunca observó la cara de un bateador ponchado.

El susto si nunca fue testigo de un lanzamiento pegado (a noventa millas) que casi mata a tu pelotero favorito.

Una ganga si desconoce lo que es la base por bolas

IV.

Que va a saber usted lo que es la fe, si nunca creyó en un club sin tener ningún motivo para ello.

El sexo, si nunca experimentó el orgasmo de un jonrón que sirvió para que su equipo ganara en extra-inning.

Un milagro, si su club nunca ganó un juego imposible.

La lealtad, si nunca se mantuvo fiel a un equipo aunque perdiera.

La euforia, si nunca llegó a un sexto inning embuchado con ocho cervezas y los suyos arriba en el marcador.

El rencor si su equipo fue vencido por el club de sus mayores odios.

La arrechera si el manager saco al picher cuando no debía y perdió su equipo.

La injusticia si nunca sufrió la sentencia de un umpire declarando out al corredor que anotaba la carrera del triunfo de su club.

Las diferencias sociales si nunca se asomó a la zona VIP del estadio.

V.

Qué va a saber usted lo que es la música, si nunca oyó el grito de los fanáticos de su equipo. El ruido, si nunca oyó el grito de los fanáticos del equipo rival.

El perfume, si nunca percibió el olor de la muchedumbre reunida en un estadio de béisbol. La nada, si nunca se sentó en las gradas de un estadio sin gente.

La muerte, si nunca vencieron a los suyos en el último minuto

VI.

Qué va a saber usted lo que es la estrategia, si nunca se leyó el librito no escrito que rige el juego de beisbol.

Lo que es la táctica, si nunca se percató de la lógica de un boleto intencional o de un toque de bola.

Una Constitución Nacional, si nunca reviso las normas casi perfectas que rigen el béisbol.

El estado de derecho si desconoce como se cumplen las leyes en el terreno de juego.

Un Tribunal de Justicia si no observo actuando a los umpires.

Gobernar si jamás fue manager.

VII.

Qué va a saber usted lo que es el estoicismo si nunca vio a un catcher agachado nueve innings, cuidándose además de que no le den un pelotazo en los testículos.

Lo que es el estrés, si nunca se puso en el pellejo de un manager.

La serenidad, si nunca le prestó atención al comportamiento de un pitcher relevo.

Los nervios, si nunca se dio cuenta de las mañas de un bateador.

La tensión, si nunca se fijó en el rostro de un tipo puesto en tres y dos.

VIII.

Qué va a saber usted lo que es la acrobacia, si nunca vio un doble play.

Lo que es la habilidad si nunca vio a nadie atrapar una pelota de espaldas y contra la pared. El suicidio, si nunca presenció una jugada de squeez play. La osadía, si nunca fue testigo de un robo de base. El riesgo si nunca vio como un picher retó con una recta por el medio al jonronero rival. La ley de gravedad, si nunca se sentó detrás del catcher y miró los vaivenes de una bola de nudillos lanzada por un pitcher zurdo.

IX.

Qué va a saber usted lo que es la falta de gobierno, si nunca hizo una cola para entrar al

estadio.

Lo que es el capitalismo salvaje, si nunca topó con revendedores de entradas.

El caos, si nunca sus riñones le ordenaron orinar a mitad de juego.

El hambre, si jamás se comió un pincho en las afueras del estadio y le supo a parrilla argentina.

X.

En fin, qué va a saber usted de la vida si nunca asistió a un estadio de béisbol.

HARINA DE OTRO COSTAL

La negociación no es la mejor alternativa ¡Es la única alternativa!". La frase anterior la dijo y escribió con insistencia en diversas oportunidades Pedro Nikken . Y, añadía que “…. un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado”. La reconstrucción de Venezuela debe tener como base a los Derechos Humanos, lo que sólo es posible en el marco de un proceso de reconciliación nacional.

Ojalá que de estos borrosos y embrollados primeros días de diciembre, los venezolanos salgamos convencidos de lo que reiteraba Pedro Nikken. Y volvamos a la política, que como expresó el filósofo Daniel Innerarity ….” es una forma de hacer cosas con palabras”. Dialogar, negociar, pues

El Nacional 2 de diciembre 2020