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Ignacio Avalos Gutiérrez

Una gotita de amor para la escuela

Ignacio Avalos Gutiérrez

Hay asuntos que no debemos dejar bajo la mesa. Hay que ponerlos encima, reiterarlos hasta el fastidio y no dejar que se escondan tras la epopeya oficial, particularmente desbordada en estos días de celebraciones patrias, a través de la que se nos quiere emperifollar el entorno dentro del que transcurre la vida venezolana, anunciando, por ejemplo, una nueva política financiera y anti inflacionaria que se limita a quitarle varios ceros al bolívar o una transformación a fondo del sistema judicial, después convertir al Estado de Derecho en casi una ficción.

Una gotita de amor

Como lo resaltan dos artículos recientes, uno de Pablo Liendo y otro de Vladimiro Mujica, la desnutrición en el desarrollo del niño, desde que es concebido hasta que cumple tres años de edad, ponen en grave riesgo su salud, ocasionando, sobre todo, profundas e irreversibles consecuencias en su cerebro.

En este sentido, algunos estudios que consulté reportan que alrededor del 40 por ciento de nuestros niños entre 0 y 2 años, se encuentran desnutridos y que poco más del 70 por ciento de los menores de 5 años se consideran muy mal alimentados. Estamos hablando, así pues, de una gran cantidad de venezolanos que inician su vida con limitaciones que difícilmente podrán superar y que estarán pagando a lo largo de los años una factura que les dejó la sociedad, sin saber si alguna vez tendrán la oportunidad de cancelar.

Por otro lado, algunas investigaciones revelan que, encima de la insuficiencia alimentaria las condiciones dentro de las que se desenvuelve la educación venezolana, tanto en lo que respecta a la primaria como al bachillerato, son deplorables: niveles bajos en la asistencia de alumnos, notable déficit de maestros, programas inadecuados y paremos de contar. Se trata de factores que vienen de atrás, - lógicamente agravados con la pandemia -, cuyas secuelas no son difíciles de imaginar, sobre todo en los sectores más vulnerables de la población, acentuando notoriamente la desigualdad social.

En este contexto, y sin que tengamos muy clara la situación del país en cuanto al coronavirus (estamos desinformados por tanta información, no sólo en Venezuela, desde luego), el gobierno ha asomado la oportunidad de un cercano regreso a las clases presenciales y ha tomado la decisión de relanzar el programa Una Gotita de Amor para mi Escuela, a fin de mejorar, a través de voluntarios, las instalaciones de primaria y secundaria, como si ese fuera el problema central de nuestro sistema educativo y no existieran los que resumidamente cité en el párrafo anterior, conjuntamente con los que añadiré haré al final del artículo

Incendio en la UCV

En medio del propósito que persiguen estas líneas, resulta imposible no hacer referencia al incendio que hace pocos días se generó en la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, parte de un rosario largo de actos violentos contra varias universidades autónomas, sin que hasta ahora se sepa, ni en este reciente episodio, ni en los demás, por qué ocurrieron y quienes son responsables. Estos hechos representan un ingrediente adicional en la configuración de un contexto caracterizado por presupuestos a niveles casi risibles, la migración de profesores e investigadores, la disminución del número de alumnos, los sueldos miserables del personal docente y administrativo, etcétera. No debe extrañar, entonces, que ahora sean instituciones que funcionan apenas a media máquina.

Mientras tanto, el gobierno busca conformar un sistema universitario paralelo, cimentado en una ideología que resulta cada vez más enredada y en el hasta ahora casi indescifrable objetivo de “contribuir al desarrollo nacional”.

Por si lo anterior no fuera bastante, se encuentra circulando un proyecto que plantea un modelo de contratación colectiva para las universidades autónomas que, entre otros aspectos, implica que 7 de cada 10 profesores e investigadores serán seleccionados por un sindicato afín al oficialismo, cobrando cuerpo lo que vendría a ser una suerte de “gestión socialista universitaria”.

Callejón sin salida

Es ya casi un lugar común indicar que la crisis política es la que ha parido las dificultades que sufre el país en todos sus espacios y, si bien es cierto que su resolución empieza a despejar el horizonte a fin de que las distintas crisis se vayan solventando, cada una a su modo, cada una a su ritmo. no es pesimista quien alerte que la tarea se llevara su tiempo, que no es cosa sencilla en ninguno de los espacio.

En el diagnóstico de la situación nacional, suele ponerse la lupa en la recuperación económica, lo que por supuesto resulta fundamental. Pero creo que en el análisis se miran desde más lejos las dificultades existentes en otros terrenos, por ejemplo, el de la educación, tema que resulta clave en este mundo en el que todo pareciera redibujarse. Un mundo marcado por la complejidad, la incertidumbre y la velocidad, nacidas de infinidad de interacciones y relaciones causales, que repercuten en nuestra forma de interpretar la realidad, en la base de los sistemas productivos, en la estructura política enmarcada dentro de la globalización y la interconexión, además, obviamente, de tener efecto en el esqueleto organizativo de las sociedades. Un mundo que llama a la unidad del conocimiento humano, la formación interdisciplinar y las sinergias necesarias entre ciencia, tecnología y ciencias sociales y humanas. Un mundo que, conforme a quienes se han ocupado de examinarlo, ya deja ver un punto de ruptura, esto es, el inicio de un nuevo período de la historia que envuelve la resignificación del ser humano, tema que ya es parte relevante del debate intelectual contemporáneo. Un mundo, en síntesis, que va dejando huella a partir de cambios profundos y acelerados que, como señalaría el poeta Mario Benedetti, nos modifican las preguntas, cuando creíamos saber todas las respuestas.

Pareciera evidente, entonces, la necesidad de pensar una transformación radical de nuestro sistema educativo en todos sus niveles, dotándolo de nuevos propósitos, de nuevos esquemas institucionales y de nuevos mecanismos de funcionamiento. Como pareciera obvio, también, anotar que en dicha transformación se juega el porvenir de muchos venezolanos, hoy en día niños y jóvenes, cuya vida actual pudiera ser la metáfora de un callejón sin salida. En suma, luce absolutamente claro que medidas rimbombantes como el Programa de una Gotita de Amor para la Escuela, no le hacen mella a una realidad tan desfavorable, cuya complejidad va más allá de la remodelación de las edificaciones y remiten, subrayo, a la formulación de políticas públicas sustancialmente diferentes a las vigentes, concebidas en función de despejar el futuro de las nuevas generaciones de nuestro país.

El Nacional, miércoles 6 de julio de 2021

El día del padre, (o sea de mi papá)

Ignacio Avalos Gutiérrez

Para este artículo hubiera querido escribir acerca de la épica que ha tejido el discurso gubernamental sobre el Bicentenario de la Batalla de Carabobo, reinventando nuestro pasado y buscando maquillar (literalmente) los graves y diversos problemas que afectan hoy en día la vida de los venezolanos. Cierto, la manipulación del lenguaje es una característica de nuestra época, pero el fenómeno no es nuevo, prueba de lo cual es que Stalin sostenía que “El arma esencial para el control político será el diccionario”. Como queda recogido en varios estudios, nos encontramos ante una “subversión de la lengua”, con un componente emotivo de enorme relevancia, al extremo de que se menciona la “sentimentalización de la política”, aludiendo a las posibilidades de manipular actitudes y formas de pensar, potenciadas al máximo por el tsunami digital.

Me acerque, así mismo, a la idea de colocar la linterna sobre las dos nuevas leyes anunciadas, la de Universidades y la de Ciencia y Tecnología, ambas muy importantes y que debieran ser ampliamente discutidas buscando que entonen con las transformaciones tecnocientíficas que modelan esta época, lo que, tras un vistazo a sus contenidos, luce que no es el objetivo. Y del mismo modo se me ocurrió llamar la atención sobre la propuesta de Nicolás Maduro, orientada a llevar a cabo una “revolución que estremezca todo el sistema de justicia del país”, para lo que constituyó una comisión especial, encargada de renovar sus estructuras a fin de que “nuestro pueblo más necesitado pueda tener acceso a una justicia rápida, oportuna y justa”, un proyecto que no deja de ser insólito en un gobierno que ha averiado todos mecanismos institucionales previstos para garantizar la convivencia social.

También me paseé por la opción de encarar la pandemia, cuyo origen casi se ha vuelto un acertijo de acuerdo al Director de la OMS, quien, luego de año y medio, afirma que “… todas las hipótesis están sobre la mesa y merecen más estudios en profundidad”, apuntando que “las respuestas tardarán en llegar”. Por otro lado, Joe Biden ha ordenado a los servicios de inteligencia que, en un plazo de tres meses, obtengan la información necesaria a fin de sacar una "conclusión definitiva". En esta misma línea incluso imaginé elaborar un escrito a partir del interrogatorio ficticio a un murciélago que me revelara, si detrás de la pandemia hay una conspiración de Bill Gates para favorecer a las empresas farmacéuticas, si la misma se traduce en un alerta que nos manda la naturaleza cada vez más estropeada, si es la muestra de la osadía de un virus que escapó de un laboratorio o si la clave del enigma se ubica, más bien, en las disputas geopolíticas que dibujan hoy en día al planeta.

En suma, hubiera querido abordar, no tan de pasada, algunos de los temas mencionados. Sin embargo, aunque de manera tardía, preferí recordar -vainas de uno, querido lector- el día del padre (o sea el día de mi papá), celebrado el domingo pasado.

A estas alturas de mi historia, luego de haber caminado unos cuantos kilómetros, me acuerdo constantemente de él. Lo imagino, junto a mi mamá, pastoreando a sus seis hijos, enseñándoles a ser dueños de su horizonte, a escoger cada cual su ruta, ninguna similar a la de los otros, pero todas con el sello de sus progenitores.

Sin querer queriendo, él ha marcado el paso a lo largo de mi existencia, indicando cómo debía pararme en la cancha de la vida y, si bien me dio unas pocas recetas básicas, nunca me indicó la posición que debía jugar ni la forma de hacerlo, fue un asunto que dejo en mis manos.

Murió hace un rato largo, cuando apenas contaba con ochenta años, justito antes de que la edad se le viniera encima, según dice una vieja canción. Me enseñó a andar sin él, pero con él, no sé si me explico. Me sembró la convicción de que a pesar de lo alto que nos ponen el listón, hay que brincar con la intención de ser felices, de acuerdo al consejo dado por Joan Manuel Serrat, a quien mi papá nunca oyó, pero no abrigo ninguna duda de que es lo que, junto a mi mamá, siempre le quiso transmitir a sus hijos.

El Nacional, viernes 25 de junio de 2021

La globalización le está quedando grande a los terrícolas

Ignacio Avalos Gutiérrez

Es un fenómeno social que perfila al planeta entero. Visto junto al que emergió a principios del siglo XX, catalogado en la historia como su versión “moderna”, el deporte actual ha cambiado sensiblemente en su concepción, armazón institucional y esquemas de funcionamiento. Se ha convertido en un especáculo universal, la escenificación de la épica al alcance de todos, como podría haber dicho el escritor Javier Marías, dejando su huella por todos lados - en la economía, la cultura, la educación, la política…-, a la par que ha ido destapando la fragilidad de los terrícolas ante las nuevas preguntas que emanan de los procesos de globalización en todos los escenarios de su vida, incluido éste, el del deporte, por supuesto.

Bolsonaro apuesta al Circo (aunque no haya Pan)

La Copa América es el evento de mayor importancia en el balompié en nuestro continente. De acuerdo a la Confederación Suramericana de Fútbol (CONMEBOL) debía celebrarse en Colombia y Argentina. Hace pocos días, ambos países renunciaron a ser anfitriones, el primero debido a los episodios de violencia que lo afectan y el segundo por las restricciones impuestas por la pandemia. De paso cabe señalar que por iniciativa propia, el gobierno de Nicolás Maduro asomó como opción a Venezuela mediante carta dirigida a la CONMEBOL, explicando que se “cuentan con excelentes instalaciones deportivas y hoteleras, así como acceso aéreo”, pero sin que se sepa, de paso, cuál fue la respuesta.

Lo cierto es que los dirigentes del fútbol resolvieron llevar a cabo la competencia en Brasil y contaron con la aceptación instantánea del Presidente Jair Bolsonaro, decisión harto controvertida, debido a las dificultades por las que atraviesa el país, descontrolado a causa de la Covid-19 y sumergido en una situación política y social de proporciones mayúsculas, que, por mencionar apenas un dato, ha colocado al 60% de su población, esto es, alrededor de 125 millones de personas, en condiciones de inseguridad alimentaria.

Las protestas ante la posición de Bolsonaro, han sido numerosas y diversas. La Sociedad Brasileña de Infectología, advirtió que es “absurda e irresponsable, sobre todo ante la inminencia de una tercera ola de contagios producidos por las nuevas y más peligrosas variantes de cepas, como la indiana y la amazónica”. Por otra parte, ciertos gobernadores se han negado a que sus Estados sirvan para albergar los juegos, mientras que otros pondrían como condición que los partidos ocurrieran frente a las tribunas vacías. El mundo político también ha rechazado esta decisión del mandatario brasileño, a la que considera un remedo del Pan y Circo de los romanos, (pero sin Pan).

Asimismo, se han presentado quejas entre los propios jugadores del equipo brasileño, así como de otras selecciones y hasta se ha removido de su cargo al Presidente de la Confederación Brasileña de Futbol, adversario político de Bolsonaro. Y por si no bastara lo anterior, es posible que el evento sea impedido por el Supremo Tribunal Federal, a partir de recursos legales, planteados por políticos y epidemiólogos.

En este contexto, y considerando que la inauguración está prevista para el próximo domingo, la celebración de la Copa América entra en la cancha de los acertijos. Aunque lo más probable es que los intereses económicos y políticos se salgan con la suya.

En Japón también se cuecen habas.

A semejanza con lo indicado respecto al futbol, para dentro de algunas semanas está planteada la inauguración de los Juegos Olímpicos en Tokyio. No obstante la pandemia, el vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI) aseguró que “… se inaugurarán el 23 de julio, con o sin estado de emergencia”. Sin decirlo nos dice que hay miles de millones de dólares en juego y ni el COI ni el gobierno japonés, quieren salir con los trastos en la cabeza, financieramente hablando. En efecto, los que meten uña en las cuestiones económicas calculan que el COI podría perder cerca de 4.000 millones de dólares si no se efectuaran los juegos. Desde la perspectiva japonesa se habla de una cuantiosa inversión que ronda los15.000 millones dólares.

Unos 15.000 deportistas olímpicos y paralímpicos viajarán a Tokio y permanecerán allí durante dos semanas. A ellos se añaden jueces, periodistas, cuerpos técnicos, en fin, hasta llegar a una cifra de 100.000 personas, provenientes de todas partes. Sin embargo, se prohibió la llegada de aficionados del extranjero y no se ha decidido si se permitirán la presencia de fanáticos locales en los escenarios correspondientes a las diferentes disciplinas deportivas.

Habrá que ver como se calibran los informes de varios organismos médicos solicitando la suspensión del evento olímpico, alertando que puede influir en el agravamiento de la pandemia. De nuevo estamos ante un acertijo, pero igual que en el caso de la Copa América, las apuestas favorecen la opción de que se lleven a cabo las olimpíadas.

La globalización se nos va de las manos

Se ha repetido hasta la saciedad que la actual es una época muy compleja, grabada por profundas crisis que, encima, se entreveran a lo largo y ancho del planeta. La pandemia ha confirmado que carecemos de los instrumentos adecuados para manejar la globalización, según queda a la vista en las limitaciones que se observan en el desempeño de instituciones tales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Y, asimismo y de manera relevante, en la poca capacidad y disponibilidad de parte de los países, para cooperar unos con otros al momento de encarar dificultades comunes. Así las cosas, son muchos los problemas compartidos (cambio climático, migraciones, desigualdad …..) que son considerados primordialmente través del lente nacionalista.

La Casa Común

De la pandemia, o salimos todos o no sale nadie. Nos concierne como especie. La solidaridad no es una opción, sino una obligación. El Coronavirus evidenció limitaciones y defectos del modelo de desarrollo que marca la ruta del mundo. Le dio rostro de crisis civilizatoria. Hay que apuntar hacia una nueva normalidad.

A lo largo de líneas semejantes a éstas, se orientaba el sermón que nos dábamos, los terrícolas, en los primeros meses de esta pandemia, que ya nos luce una eternidad. Ahora lo repetimos menos, si acaso como retórica, como si ya no tuviese pertinencia. El coronavirus y sus secuelas no han sido argumentos de peso para postergar los eventos deportivos que he mencionado. Es apenas una prueba de que no terminamos de entender y aceptar que habitamos una “Casa Común.

¡Que vaina con los terrícolas!

El Nacional, jueves 10 de junio de 2021

El futbol fue a elecciones (¿y entonces?)

Ignacio Avalos Gutiérrez

En lo que comenzó siendo una investigación del FBI, sobre la evasión de impuestos y el blanqueo de dinero, termino revelando una gran corrupción ligada al futbol a propósito de asuntos tales como elecciones manoseadas y tramposas, sobornos en la designación de la distintas sedes para eventos internacionales ( no sólo las copas mundiales), manejos turbios en la firma de patrocinios con grandes corporaciones, sospechas en la contratación de los derechos comerciales para la televisión y paremos de contar. Se destapó, pues, el escándalo en torno a la poderosa FIFA, suerte de Vaticano del balompié mundial, llevándose por delante a sus directivos y generando graves secuelas en las federaciones de varios países, entre ellos Venezuela, en donde fue acusado y destituido Rafael Esquivel, quien fungía como máxima autoridad del futbol nacional desde hacía catorce años, signados por la arbitrariedad y no pocos desaciertos.

Corría el año 2015 y aprovechando el sismo que ocasionaron las pesquisas del FBI, Nicolás Maduro, ya en Miraflores, habló de la necesidad de “refundar” a la Federación Venezolana de Futbol (FVF), lo que por supuesto no ocurrió. Al contrario, el organismo pasó a ser presidido por Laureano González, la mano no derecha de Esquivel, hasta que renunció por motivos de salud en 2020, luego de cuatro años de mandato. Asumió el cargo, entonces, Jesús Bernardelli, directivo de la institución, quien al poco tiempo fue destituido tras algunas acusaciones por malversación de fondos.

La misma película

Llegamos así a unas elecciones para nombrar la directiva de la FVF, efectuadas a finales de la semana pasada, bajo la observación de una Comisión Reguladora escogida por la FIFA, e incomprensiblemente puesta bajo la coordinación del mencionado Laureano González. Algunos grupos, entre los que cabe mencionar a la organización Venezuela Vinotinto, han señalado que el proceso estuvo marcado por diversas irregularidades (alteración del padrón electoral, presiones, violación del secreto al voto, en fin), que no pudieron ser ventiladas ante los organismos competentes, dejando como saldo un evento dudoso en cuanto a su transparencia y legitimidad, repitiendo de este modo la historia de procesos anteriores. Por otro lado, no hay que ser demasiado suspicaz para presumir la intervención del gobierno, según lo indica, por ejemplo, el nombramiento como Vice Presidente de la FVF de Pedro Infante, ex Ministro y actualmente diputado del PSUV.

En suma, funciono el esquema electoral, que durante tres décadas dejó margen a muy pocas alteraciones en el alto gobierno del futbol nacional, el que apenas aparentaba guardar, por si acaso, ciertos gestos propios del “fair play” en cualquier tipo de comicios.

Triunfó, así pues, el continuismo. Varios de los integrantes de la nueva directiva cuentan con el respaldo de varios de quienes han conducido a nuestro balompié, durante lo que parece casi una eternidad. Lamentablemente, la FVF se seguirá pareciendo a la FVF de los últimos tiempos. El establishment del fútbol aún puede dormir tranquilo. Domina el escenario.

Imposible no mencionar, aunque sólo sea de paso, que lo ocurrido en el fútbol revela una fragilidad institucional que no es ajena a ningún espacio de la vida venezolana. Es fiel testimonio de su déficit de democracia.

Cambio generacional

Es urgente la necesidad remover los viejos cimientos del balompié criollo, una tarea pendiente desde hace rato, que toca todos sus espacios (fútbol profesional, fútbol femenino, fútbol sala, fútbol playa y fútbol menor), cada cual a su manera y en su grado, y refiere, desde luego, a la exigencia de cambios en su armadura institucional.

La nueva dirigencia de la FVF ha hecho suya la bandera la bandera de la transformación. Yo quisiera creer, entonces, que me equivoque en mis negativas apreciaciones derivadas de la manera como fueron designadas las nuevas autoridades, encabezadas por Jorge Giménez, el nuevo Presidente de la FVF, el más joven (33 años) en ocupar ese cargo a lo largo de la historia de la organización. “Hoy se concretó un cambio bastante importante. Un cambio generacional en el fútbol. Hoy nos toca a nosotros tener la responsabilidad de estar al frente de esta federación y de ser las personas que vamos a dirigir el fútbol por los próximos cuatro años”, expresó en sus primeras declaraciones.

Los signos de interrogación colocados en el título de este artículo asoman el beneficio de la duda, cobijan cierta esperanza. Equivalen a apostar a que la administración de Jorge Jiménez le de otra cara a nuestro futbol, abriéndole cauce a nuevas ideas, oyendo opiniones más allá de su entorno, rindiendo cuentas y asumiendo que la permanencia eterna en los cargos es una pésima costumbre.

Vislumbrar este horizonte es, en mi caso, ejercer el derecho constitucional al optimismo. Es creer que tal vez Jiménez resulte una sorpresa agradable para nuestro maltratado balompié. Ojalá sepa pararse en la cancha.

En fin, amanecerá y veremos, como dicen.

El Nacional, miércoles 1 de junio de 2021

Universidades (“a ver qué pasa”)

Ignacio Avalos Gutiérrez

En la jornada de trabajo dedicada al Sistema Nacional de Ingreso Universitario “Bicentenario 2021″, en medio de su habitual desmesura épica Nicolás Maduro hizo un llamado, “ …al movimiento estudiantil revolucionario para consolidar la orientación de las nuevas carreras y el nuevo contenido de la educación universitaria, conectadas con el desarrollo venezolano y mundial …”, e hizo énfasis en que “…hay que ponerse en la vanguardia del mundo en educación universitaria”, esto último expresado sin siquiera parpadear. De paso, a propósito de las denominadas nuevas carreras, recuérdese que las mismas fueron anunciadas hace unos meses, excluyendo a las ciencias sociales y humanas, quien sabe si es porque se consideran inútiles o se perciben peligrosas.

Estas declaraciones referidas a la educación universitaria pública, más bien “oficial”, hay sumarlas al conjunto de medidas que durante años se han tomado en contra de las universidades autónomas, dando como resultado instituciones que hoy en día funcionan a un cuarto de máquina, siendo optimistas. Nada distinto, desde luego, a lo que viene sucediendo en todos los niveles de nuestro sistema educativo, cuya última novedad es que las escuelas deber “convertirse en centros de formación ideológica”, dejándonos en la duda acerca de si es en función del Socialismo Siglo XXI o del Capitalismo de Bodegones.

¿Habrá necesidad de decir, entonces, que el enfoque desde el que se trata de perfilar la educación venezolana apunta hacia un horizonte por donde es obvio que no sale el sol y que el mismo resulta obviamente inadecuado en estos tiempos rotulados por cambios tecnológicos globales, acelerados y profundos, que influyen en todos los espacios sociales, planteando un abanico complicado de preguntas que interpelan a todas las disciplinas científicas?

Tomar otra ruta

El contexto anterior obliga a repensar las universidades públicas autónomas, según otros propósitos y otra institucionalidad. Al respecto, los que han reflexionado sobre el tema tocan diversos aspectos, entre los que cabe mencionar la necesidad de revisar la autonomía universitaria haciéndola girar en torno a la defensa de la libertad académica y, por supuesto, a su participación social, manteniendo su independencia y su espíritu crítico.

Se refieren, igualmente, a la necesidad de examinar su papel dentro del nuevo ecosistema universitario, conformado asimismo por universidades privadas, empresariales y corporativas, colegios universitarios, universidades tecnológicas, institutos tecnológicos, universidades especializadas, etcétera, y de establecer mecanismos dirigidos a la integración en redes académicas de cooperación, tanto a nivel nacional como internacional, conciliando la mirada global con la local.

Por otro lado, se resalta la importancia de modificar los procesos de transmisión del conocimiento, trasladando el énfasis de la enseñanza hacia el aprendizaje y subrayando el rol del estudiante, además de reemplazar los currículos rígidos por programas elásticos capaces de abarcar los intereses de los alumnos.

Diversos autores plantean, además, el objetivo de fortalecer la educación virtual, regulándola y armonizándola con la educación presencial y la tarea de revisar la estructura académica universitaria haciéndola más dúctil, reemplazando la tradicional división de las facultades, escuelas y departamentos, por esquemas organizativos que abran paso al abordaje de temas y problemas desde la perspectiva interdisciplinaria. Hablan de encarar, así mismo, el tema de la ciencia abierta, la consideración del conocimiento como bien público y, en general el de la propiedad intelectual, cuestión que se encuentra desde hace un buen tiempo en la mesa de debate y cuya relevancia ha crecido en virtud de la globalización de la pandemia, suscitada por el coronavirus. Y por citar un último punto, proponen mirar con atención la diversificación de las fuentes de financiamiento, evaluando sobre todo la influencia que pueden tener en perjuicio de la autonomía académica.

Las líneas precedentes son apenas el esbozo de un asunto ineludible, pero creo que asoman razones de peso para mostrar la importancia de iniciar, con premura, la tarea de resignificar la concepción y funcionamiento de la universidad, aunque el ambiente nacional no sea el más propicio para llevarla a cabo.

Refrescar el liderazgo

Nuestras universidades públicas se han dejado tomar por la inercia, lo digo con profundo sentido auto crítico, pues soy parte de su comunidad de profesores. Lucen demasiado apacibles frente a los obstáculos que les pone el gobierno. Con importantes excepciones encarnadas en algunos grupos, instancias y personas que siembran la esperanza, parecieran encontrarse en modo “a ver qué pasa”.

Como es sabido sus autoridades no han sido renovadas en ninguno de sus niveles, a pesar de que hace rato se les venció el período contemplado en las normas. Cierto que el gobierno se ha sacado de la manga cualquier pretexto para impedir las elecciones, pero también lo es que no se ha hecho valer la autonomía para realizarlas a fin de refrescar su liderazgo y, a partir de allí, crear las condiciones requeridas para reconstruir la universidad, pero sobre todo para irla imaginando de acuerdo a las señales que, incluyendo sus interrogantes, va destapando el siglo XXI.

Ciertamente nos encontramos frente a un camino largo y empedrado, pero que debemos transitar porque es necesario y, sobre todo, porque se trata de una responsabilidad con las nuevas generaciones

El Nacional, miércoles 26 de mayo de 2021

Einstein y la rendija electoral

Ignacio Avalos Gutiérrez

Hace pocos días fue nombrada una nueva directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE), bajo el paraguas de un acuerdo, que, si bien no fue integral, si conto con la participación de algunas organizaciones políticas y de la sociedad civil, así como de algunas instancias a nivel internacional. Un acuerdo, digo, que ciertamente no fue lo variopinto que debiera, pero que resulta un hecho nada menor en un país que apartó esa palabra de su diccionario político, aún en estos tiempos de pandemia que obligan al consenso y a la solidaridad.

Aguacero en la oposición

El nuevo CNE no es, desde luego, aquel cuya imparcialidad queda establecida claramente en nuestras normas. Sin embargo, en medio de las circunstancias tan hostiles que pautan la política venezolana, atrapada por al autoritarismo gubernamental y la debilidad opositora, insólitamente destejida, es, seguramente, el mejor CNE posible. El ex Rector Vicente Díaz, quien sabe de estos asuntos, opinó que esta directiva es la más imparcial que ha tenido el organismo durante los últimos veinte años.

Obviamente, lo anterior generó una tormenta en la oposición. Una parte importante de ella desconoce su designación y estima que con ese árbitro no se puede llevar acabo un proceso eleccionario. Alega, en particular, que se han incumplido las leyes y por supuesto no reconoce como de su lado, a los rectores escogidos como opositores. La nuez del asunto es, entonces que, dado el perfil no democrático del gobierno, las elecciones significan un salto al vacío.

El humor político del país.

De un buen tiempo para acá, las encuestas más fiables, al igual que la percepción de cualquiera que vaya por la calle, recogen el mal humor político de los venezolanos. Una mayoría determinante de ellos, en torno al 80%, no oculta su malestar, por calificarlo de manera suave, con un gobierno arbitrario, con poco respeto por la institucionalidad, copia, dicho sea de paso, de un populismo que, bien sea de derecha o de izquierda, abarca a una gran porción del planeta, forzando a repensar la democracia, a la luz de las complejidades de la época actual.

Autoritario, dije, pero a la par muy desatinado, sin brújula, al momento de encarar las dificultades nacionales, dejando en muchos la sensación de que efectivamente estamos mal, pero y (ojalá que no), vamos peor, según habría dicho el recordado Teodoro Petkoff. En fin, lo cierto es que los indicadores que trazan nuestra situación son lamentables y han hecho de la vida de los ciudadanos una cuestión que bordea la sobrevivencia, no en balde más de cinco millones de ellos han preferido irse a otra parte.

Los datos dejan ver, así mismo, un enorme desinterés respecto a la política, al igual que por sus dirigentes y partidos más importantes, sea cual sea su inclinación. En ambos casos el desgano se manifiesta en cifras de respaldo muy bajas, de apenas un solo digito. La única figura que sobresale es la de Hugo Chávez, presente en la memoria colectiva, endulzado por la nostalgia que, como se sabe es mentirosa y en este caso pasa por alto que a su gestión se le empezaron a ver las costuras, al bajar los precios del petróleo. Por otro lado, casi nadie ve, ni lejanamente, una réplica de él en el liderazgo del chavismo-madurismo.

Aprovechar la rendija

Si se me permite una afirmación general, que puede ser injusta en algunos casos, el agobio del venezolano no es un tema que encuentre presente en la agenda de nuestra dirigencia política. Para su tragedia no hay una propuesta que despeje el horizonte. Huelga advertir que en tal escenario, las elecciones lucen casi una extravagancia y el voto se mire como un acto inútil.

Sin embargo, el nuevo CNE es una noticia positiva. Representa un respaldo, no suficiente, pero tampoco desdeñable, a la institucionalidad electoral. Es una buena señal y habrá que cuidar que la misma sea respetada en el resto del camino que queda por transitar. En lo que concierne a lo específicamente electoral, esta pendiente la tarea de fijar un cronograma para los comicios, reestablecer el derecho de los partidos políticos a utilizar sus símbolos, la habilitación de los líderes opositores, la observación electoral (nacional e internacional), las auditorías técnicas y la actualización del Registro Electoral, prestando cuidado especial al voto de los venezolanos que se hallan en el exterior.

Pienso que la oposición debe presentarse unida (y organizada) a la cita electoral, consciente de que hay, reitero, un arbitraje más equilibrado (más potable preferirían decir algunos), pero reconociendo que lo decisivo es entender y convencer a una colectividad que aspira a un cambio y no la identifica como opción. Seria pasar de ingenuos creyendo que el gobierno se la va a poner fácil, pero como se aprende en el deporte, el rival no se escoge. Y con una participación masiva no hay referí capaz de alterar los resultados y anular la victoria del que triunfe.

Según Perogrullo, quien suele tener razón, la clave es que se presente unida en las urnas, mostrando en los hechos que vale la pena votar.

¿Qué diría Einstein?

Con el debido respeto a Guaidó, desde su juramento como Presidente son muy pocas las cosas que se han modificado. La ruta escogida, mantenida con algunas variantes por varios años ha puesto en evidencia que por esa vía no es. Han faltado nuevas ideas y la abstención y la falta de unidad han permitido que se realicen procesos electorales con un juez totalmente parcializado y prácticamente sin que el gobierno tenga rival.

Se debe provechar esta grieta electoral, es una ventana de oportunidad. Obvio que este itinerario no es el único ingrediente del menú político, pero en este momento es el que se encuentra en la carta y cabe apostar que a ciencia cierta ira mostrando la posibilidad de que se den otras iniciativas. Hay, así pues, que recuperar la política a partir de la realidad, no de un discurso que no la evade.

En suma, palabras más, palabras menos, Einstein recomendaría no hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.

El Nacional, miércoles 12 de mayo de 2021

El 1° de Mayo pensé en los robots

Ignacio Avalos Gutiérrez

El Día Internacional del Trabajador se celebra en homenaje al grupo de sindicalistas anarquistas, los "mártires de Chicago", que fueron ejecutados en 1886 por encabezar un reclamo exigiendo la reducción de la jornada laboral a 8 horas, cuando lo normal en ese entonces era trabajar entre 12 y 16 horas.

En Venezuela la conmemoración transcurrió entre discursos oficiales hiperbólicos, un aumento irrisorio del salario mínimo y con algunas protestas frente a una situación que no es menester describir, pues todos los venezolanos la viven. En efecto, nadie ignora que la nuestra es una economía “capitalista de bodegones” (no sé si exista tal concepto entre los académicos), que funciona gracias a las importaciones, que ha acentuado exponencialmente la desigualdad social y cuya moneda de curso legal es el dólar (¡¡). Estas breves líneas las redacto con el único objetivo de reiterar una realidad que no es bueno que se nos vuelva paisaje.

Así las cosas, este primero de mayo preferí reflexionar sobre el Robot, tema que, siendo distinto, es evidente que viene al caso en esta oportunidad

Mano de obra digital

“Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, es una frase con la que, según cuentan, se inició la historia de nuestra especie. Expresado de manera muy gruesa, la evolución humana ha estado en buena medida determinada por el propósito de “aliviar la carga” que supone la necesidad de trabajar y, a la vez, por el rechazo de los artefactos y máquinas que, si bien la volvían menos pesada, elevaban, al menos temporalmente, las tasas de desempleo.

En términos generales los diccionarios indican que un Robot es una máquina automática programable capaz de realizar determinadas operaciones de manera autónoma y sustituir a los seres humanos en algunas tareas, en especial las pesadas, repetitivas o peligrosas y puede estar dotada de sensores, que le permiten adaptarse a nuevas situaciones.

Se deduce, por tanto, que la robotización cambia la naturaleza del trabajo, así como las reglas que pautan el mercado laboral, estableciendo la necesidad del desarrollo de nuevos conocimientos y habilidades mediante modificaciones a fondo en el sistema educativo, que, por cierto, adicionalmente deben incluir una preparación en función de la reinterpretación del ocio.

En este sentido cabe recordar que hace casi dos siglos Keynes pronosticó que la jornada laboral no se extendería más allá de las 15 horas semanales a partir del año 2030. Hoy en día Suecia la ha reducido a 6 horas y en otros países ocurre también, a su manera, una disminución de la jornada laboral, en buena parte consecuencia de la robotización. En suma, el uso del tiempo libre pasa a ser un asunto nada menor en la sociedad actual.

Sobre la mesa se encuentra, entonces, una discusión que se desenvuelve dentro del contexto de una sociedad que acelera su proceso de digitalización. Se colocan allí temas tales como la creación de puestos de trabajo que no están cubiertos por la legislación laboral existente (que podría implicar una nueva versión de la informalidad); la caracterización del vínculo entre humanos y robots (que trabajen juntos en vez de convertirse en meros sustitutos del otro); el respeto de los derechos sociales y laborales; el peligro de la vigilancia “altamente intrusiva” sobre los trabajadores, en fin.

A todo lo anterior se suma, desde luego, la cuestión del desempleo, puesta de manifiesto en numerosos estudios que, más allá de no coincidir exactamente en las cifras, determinan que el impacto será enorme, variando de país a país. Los cambios tecnológicos ocurren dentro del marco de un proceso de “destrucción creativa”, concepto popularizado en la primera mitad del siglo pasado por el intelectual austríaco Joseph Shumpeter con el objeto de retratar, a partir de ellos, la confrontación entre lo nuevo y lo viejo, advirtiendo que las transformaciones, a la vez que asoman espacios distintos y oportunidades inéditas, provocan reacomodos y desacomodos significativos en cada sociedad, cuyos beneficios y pérdidas se reparten de manera asimétrica entre los diferentes países, sectores y grupos sociales.

La Roboética

Desde hace cierto tiempo, en diversos organismos internacionales, gobiernos, universidades, etcétera, se vienen adelantando iniciativas orientadas por el propósito de elaborar un marco ético referente al “diseño, producción y uso de los robots”. No se habla de una ética para las máquinas, visto que se estima que los robots no tienen valores ni consciencia, más allá de lo que se les programa.

Sin embargo, con respecto a esta última consideración, algunos científicos advierten que el problema radica en no disponer todavía de algoritmos capaces de introducir en la máquina esos valores, tarea que ya figura en el cronograma de los investigadores y seguramente también en la agenda de los miran las cosas desde el ángulo de la ética.

Iremos viendo, entonces, según cuál diseño continuará desplegándose la robotización.

El Nacional, miércoles 5 de mayo de 2021

Lo leo desde niño

Ignacio Avalos Gutiérrez

Han pasado unos cuantos años desde que Sergio Dahbar me ofreció la oportunidad de ser columnista en El Nacional. Siempre he escrito, antes en papel y ahora en modo digital, conforme al criterio que personalmente tengo sobre el asunto que he decido abordar.

No quiero desaprovechar estas líneas para mostrar mi solidaridad con el periódico y mi protesta ante la última sentencia emitida por las autoridades judiciales, en respuesta a la demanda planteada por un alto personero del oficialismo, demostración palmaria de que en Venezuela el Estado de Derecho semeja cada vez más un elenco de reglas diseñado y aplicado según la conveniencia de los que ejercen el poder.

Si se me permite un toque personal diré que El Nacional es un periódico que he leído regularmente desde los nueve o diez años de edad, al principio sólo en su sección deportiva, énfasis fútbol y un poco más tarde béisbol. Pero luego de cierto tiempo lo empecé a revisar completo y descubrí de a poquito que, como alguna vez dijo Thomas Mann, el responsable de esa obra maravillosa que es la Montaña Mágica, “… en nuestro tiempo el destino del hombre muestra sus significados en términos políticos…”. En sus páginas he ido encontrando, así pues, informaciones y opiniones que, compartidas o no, me han ayudado a descifrar el país que somos, en el que vivo, tarea esencial, sobre todo en estos últimos tiempos en los que se ha pretendido apretujarlo en un relato político simple y maniqueo, construido bajo el esquema del pensamiento sectario, que sataniza la discrepancia e ignora la realidad.

II

La mencionada decisión judicial debe entenderse como una acción más, dirigida a lesionar el tejido democrático y fortalecer el autoritarismo mediante un modelo político sustentado, en buena medida, en el control y censura de los medios de comunicación impresos, a la par que incrementa su dominio interviniendo los medios digitales. De paso, no se sabe a ciencia cierta cuál es el contenido del Proyecto de Ley sobre el Ciberespacio, pero en el actual contexto y viendo apenas por encimita las cosas, resulta prudente ejercer el derecho a la sospecha. El gobierno seguirá en su afán de ignorar y falsear la realidad, escondiéndola tras una épica mustia que se conforma con reiterar que todas las cosas son pensadas en beneficio de “nuestro pueblo” y en su defensa ante las “amenazas imperiales”, señalando, incluso, que vamos bien encaminados hacia la construcción de la Venezuela Potencia, pues para esos sirven las palabras, no importa si hay o no ladrillos.

El país continúa en su proceso de deterioro casi exponencial, sin exceptuar ninguno de sus espacios y permeado por la violencia en varios formatos, sin duda el problema más agobiante en la vida de sus habitantes. Cierto, nuestra sociedad ha incorporado el miedo a sus haberes de cada día, corriendo el riesgo de perder la capacidad de asombro y de indignación. El miedo es una fábrica para producir ciudadanos desconfiados, es la conmoción resultante de una evidente debilidad institucional, que sirve como pretexto para desempolvar la ley de la selva, la del sálvese quien ´pueda.

III.

En suma, la nuestra es una sociedad desacomodada, precaria en muchos sentidos, producto de una crisis política que pareciera eternizarse. Nuestra dirigencia no ha tenido ojos para ver ni oídos para escuchar cómo, en el subsuelo de la vida nacional, viene cobrando forma una gran queja colectiva que pareciera registrarse sólo en las encuestas y que, por ahora, es un reclamo envuelto en la indiferencia, copado por el día a día, en donde la tarea por la mera subsistencia no deja ver ni siquiera un poquito más allá.

Nuestra elite se encuentra distraída en su lucha por el poder. Que vaina, ¿no?

EL Nacional, jueves 29 de mayo 2021

Vistos desde la nube

Ignacio Avalos Gutiérrez

Al Observatorio de los Derechos Humanos de la ULA

Los hechos han ido mostrando como la utopía digital, bordada de esperanzas cuando apareció la internet, ha ido mostrando su cara distópica y poniendo sobre la mesa planetaria un asunto cuya relevancia es difícil de exagerar.

Se desarma la democracia

Distintos organismos internacionales han constatado que el Coronavirus ha infectado también a la democracia, exacerbando tendencias que ya venían de antes. Los índices de autoritarismo se han elevado de manera notable, al punto que pareciera que la democracia ha sido colocada entre paréntesis en algunas naciones, a la par que se ha reforzado el autoritarismo ya existente en otras. La revolución digital (inteligencia artificial, los algoritmos, la robótica, los datos…) reconfigura progresivamente el poder político, expresado en populismos de izquierda y de derecha, despachando la intermediación institucional, propio del sistema democrático y sustituyendo la condición ciudadana por lo que se ha definido como el “dataísmo”.

Nos acercamos a una sociedad trenzada en torno a la vigilancia, en nombre del orden y la seguridad. Lo anterior, de acuerdo a lo expresado recientemente por el filósofo Daniel Inneraity “… aparece como una posible pérdida masiva del control sobre nosotros mismos y una transferencia de nuestro auto gobierno hacia unos algoritmos opacos, unas máquinas irresponsables y una destrucción de nuestro ya precario contrato social.”

Reformular los derechos humanos

En la nube, como se identifica a ese amontonamiento de silicio, cables y metales, es donde se atesoran los millones de datos que permiten observar la vida de los terrícolas, sin la autorización de éstos, por cierto. Desde allí resulta factible auscultar lo que es cada quien, mediante informaciones que antes solo eran accesibles a los propios individuos y que ahora se encuentran a la mano de observadores externos (gobiernos, empresas), que los recogen y clasifican, empleándolos para manipular y predecir la conducta humana.

Por otro lado, la mentira, que, de acuerdo a los historiadores, fue inventada desde los tiempos de Adán y Eva, se ha sofisticado gracias a las innovaciones digitales, abriéndole el paso a la era de la post verdad, en la que se versiona la realidad a fin de que no se parezca a ella misma, dañando seriamente la textura de la democracia, y probando que no hay medio más eficaz de ejercer el poder que contando con la facultad para establecer lo que es cierto. Así, se erosiona la privacidad y se constriñe peligrosamente el libre albedrío.

Emerge, entonces, la necesidad de repensar los derechos humanos, ajustándolos a las nuevas condiciones, que incluyen, cabe mencionarlo, aunque sea de pasada, las perspectivas que afloran desde la evolución del conocimiento sobre el cerebro y de los mecanismos para intervenirlo, colocando en el tapete la defensa de los neuro derechos.

Las elecciones según Xi Jinping

Se dice, pues, que la democracia regida por las matemáticas es más representativa que la tradicional democracia representativa. Que las elecciones no tienen mayor sentido, tal como expresó el Primer Ministro chino, alegando que la opinión ciudadana puede expresarse diariamente y ser procesada desde el poder político, planteando así un debate imprescindible con muchas interrogantes, respecto a las que ya empiezan a aparecer algunas respuestas.

El proceso de transformación descrito en estas cortas líneas está siendo instrumentalizado por empresas y gobiernos. Desde las ciencias sociales y humanas se interroga si bajo la promesa de hacernos la vida más fácil, se está cambiando lo que denota al ser humano. En este sentido, se advierte la posibilidad de “…modificar nuestra conducta a tal punto de cambiar nuestra concepción de la persona. Las criaturas que habitan el planeta se volverían cada vez menos como nosotros”, apreciación que ha generado una discusión que se da en variados ámbitos.

En suma, hay que darle otro rumbo a la revolución tecnológica. La buena noticia es que cada vez hay más conciencia de ello y son más numerosas las iniciativas que marchan en esa dirección.

No esta de más señalar, por último, que todo lo anterior nos concierne a los venezolanos. Hasta nuestro país llegan también los vientos que soplan por otros lados y hay evidencia de ello. Creo que tenemos el derecho a preocuparnos y la obligación de ocuparnos

HARINA DE OTRO COSTAL

El Ejecutivo presento a la Asamblea Nacional un paquete de leyes para su aprobación, en donde figura un proyecto de Ley Orgánica sobre los Derechos de la Madre Tierra. Cabe deducir, a partir del título, que se trata de una iniciativa de corte ecológico, que dispone medidas relativas al cambio climático, al respeto de la biodiversidad, en fin. Si fuera así, resulta complicado imaginar cómo se aplicará con respecto al Arco Minero, por sólo citar un ejemplo.

El Nacional, 15 abril 2021

La crisis en la pequeña historia de cada quien

Ignacio Avalos Gutiérrez

Tenemos un gobierno que no tiene mucho que ofrecer, cuya única idea es gobernar para seguir gobernando, haciéndose para ello, de una institucionalidad diseñada a la medida, vale decir, sin rayas amarillas o semáforos que lo limiten. Y que depositó el Socialismo del Siglo XXI en la caja donde reposan las cosas viejas, refugiándose en la épica revolucionaria, contaminando el lenguaje a fin de que las palabras signifiquen su contrario. Entre tanto, la realidad deja ver en ciertos ejemplos, como se dolariza la economía, se explota - a lo capitalista salvaje - el Arco Minero y emergen los denominados bodegones, exclusivos comercios en donde se vende una gran variedad de productos importados, asequibles sólo para una minoría, pues si bien los bolívares tienen cada vez más ceros, valen cada vez menos.

En el marco de lo anterior, hay un Estado casi ficticio, inerme frente a todos los serios problemas que encara el país, pero que refuerza su autoritarismo mediante la vigilancia, la censura, el asistencialismo y la manipulación política, medios que, en opinión del filósofo Avishai (autor del libro La Sociedad Decente), traen consigo la humillación de las personas y lesionan el respeto que los ciudadanos se tienen así mismos.

Por otro lado, y a pesar de ciertas iniciativas muy importantes provenientes de algunos sectores, la oposición sigue sin puntería, ocupa gran parte de su tiempo en discrepar internamente, se fracciona y, sobre todo, carece de un mensaje capaz de interpretar la angustia de una población, cuya preocupación central es cómo enfrentar el día a día.

La gente no tiene quien le escriba

La difícil situación del país tiene un origen político, escrito en lenguaje de polarización, estructurado en torno a la negación del otro, lo que significa el olvido de la Política, entendida, según lo ha expresado Perogrullo en alguno de sus libros, como la forma de llegar a los consensos básicos y de zanjar pacíficamente los conflictos, aun manteniendo las diferencias. No existe, añade el mencionado autor, otro medio para hacer posible la convivencia y darle otro cauce al país, buscando hacerlo más próspero, más predecible, más seguro, más inclusivo, más estable, en suma, más democrático. Tampoco hay otra vía para plantarle cara a un nuevo ciclo histórico, marcado por la avalancha de cambios tecnológicos que discurren a lo largo del planeta, envueltos en oportunidades, desafíos e incertidumbres que nos conciernen a todos.

Más allá del discurso oficial y de la retórica que lo teje, es constante el deterioro del país, registrado en cifras que espeluznan y se agravan a ojos vista, dibujando un escenario inaguantable para todos, con ribetes dramáticos para los grupos más pobres, esto es la mayoría de la población, cuya cotidianidad ocurre en clave sobrevivencia, dicho sea esto sin pizca de exageración. Veamos: falta de comida y medicinas, inflación, pésimos servicios públicos, precariedad del aparato productivo, corrupción, deterioro del sistema educativo en todos los niveles, (desde el kínder hasta la universidad), violencia en varios formatos y paremos de contar, síntomas, todos, de una crisis general que rotula la pequeña historia de cada quien.

Pareciera, entonces, que en la agenda del liderazgo apenas figura la disputa por el poder. No son muchos (hay excepciones, desde luego), los que se empinan sobre sus talones a fin de calibrar el trance por el que pasa este país convulsionado, metáfora de un callejón sin salida, y si no que lo digan los más jóvenes.

En fin, como podría haber dicho el coronel Buendía, el venezolano de a pie no tiene quien le escriba.

El Nacional, jueves 31 de marzo de 2021