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Carlos Raúl Hernández

Sed de sangre

Carlos Raúl Hernández

Un 9 de octubre de 1967 hace 54 años apareció en Bolivia Ernesto "el Che" Guevara liquidado en una operación del ejército, la CIA… y Fidel Castro. Su paradero en Bolivia era periódico de ayer para los organismos de inteligencia desde hacía tiempo. Con frialdad, sin ápice de escrúpulos, dos años antes, en 1965, Castro había leído ante el mundo la carta de despedida y renuncia de Guevara a sus cargos y a la misma nacionalidad cubana para ir a “prestar sus modestos esfuerzos a otros pueblos del mundo” lo que disparó las alarmas de la CIA. Cuenta uno de los guerrilleros que lo acompañó hasta la muerte que el Che oyó la lectura por la radio en las selvas del Congo y le dio un ataque de furia, mientras gritaba que “¡el culto a la personalidad nos va destruir!”. Delación y sentencia de muerte. Tales renuncias eran formalidades que firmaban todos los cubanos que iban a operaciones clandestinas. Así libraban al gobierno de responsabilidades en caso que cayeran.
Gana quien no se topa en la vida personajes tan demoníacos y sanguinarios como ambos, pero Fidel se complacía meticulosamente en humillar a Guevara, con el mensaje “tú serás tan terrible como te dé la gana, pero a quien hay que temblarle es a mí”. Friedrich Nietzsche decía que “el dragón no temía a la serpiente” ¿Pero por qué los monstruos gozan de popularidad y los celebran notorias figuras de la cultura? Ese misterio lo reedita el Blu-ray de la película de Steven Soderbergh sobre el Che, El Argentino, con un reparto tricontinental de primera magnitud: Benicio del Toro, Franca Potente, Matt Damon, Carolina Sandino, Edgar Ramírez, Julia Ormond. Protagonista y director declaran "desapasionamiento" su "objetividad". Esas categorías no significan nada para el arte, pero una obra biográfica que torea hechos trascendentes es una falsificación, sobre todos en figuras como Guevara, Ernst Röhm, Mao Tse-Tung o Josef Stalin.
"¡Fusilamientos sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando... nuestra lucha es una lucha a muerte!". La aterradora frase de Guevara en las Naciones Unidas (11-12-64) con la que asume y banaliza el horror, resuena en la película como garantía de no ocultar nada. Soderbergh parece fajarse con el tema y relata el paredón a dos guerrilleros, "Cuervo" y "Esteban", violadores y extorsionadores de campesinos ¿Un "buen fusilamiento"? ¿Zanja eso el tema? El recurso es demasiado expedito y fácil para resolver a alguien autodefinido como "una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar", y que hace con su Walther P-38 lo que otros jefes militares delegan en impersonales pelotones. Estas ejecuciones pudren su memoria. En la Sierra Maestra desenfunda y liquida una y otra vez pobres campesinos sospechosos. Declara en 1958 a Agustín Alles de Bohemia, como una especie de Rimbaud artillado.
"... Asaltaré las barricadas y trincheras, teñiré con sangre mis armas y loco de furia degollaré a cuanto enemigo caiga entre mis manos". En el sitio El pedrero se sale un momento de una reunión con dirigentes estudiantiles que habían subido a la Sierra a verlo, y acribilla tranquilamente dos supuestos soplones y un tiempo después a Juan Pérez, guajiro padre de tres niños. A otro le vuela la cabeza pese a que el tribunal presidido por Ramiro Valdés lo había absuelto por falta de pruebas. La gloria de su "entrañable transparencia" es la toma de Santa Clara, y la operación de descarrilar un tren blindado con tropas y arsenal. Lo que no se dijo es que el comando del tren ya se había pasado a los rebeldes con las armas, por lo que el ataque fue una masacre a mansalva de aliados, sólo para inventar la leyenda (que luego musicalizará el inefable Carlos Puebla) Guevara recorría las calles de Santa Clara con la tropa, y el dirigente comunista Freddy Torres le soplaba "culpables" a los que ejecutaba in situ.
"¡Cño..., aquí como que no quisieron bañarse con agua, sino con sangre... hay un muerto en cada esquina!". exclamó Camilo Cienfuegos cuando entró a la ciudad el día siguiente... Comienza la larga temporada en el infierno. El Che es Jefe de la Comisión Depuradora de las Fuerzas Armadas en la Fortaleza de La Cabaña. Quien llegaba ahí, ya estaba virtualmente fusilado. Murieron cientos de hombres. Un caso escalofriante es el teniente José Castaño, un militar tan recto que hasta los rebeldes lo apreciaban. Castro llamó al Che para ordenarle el indulto, pero ya se había apresurado a meterle dos tiros en la cabeza con su Walther.

Guevara entrega al soldado mensajero una lista de nombres con cruces al lado y su firma abajo. "Esos serán los fusilados de mañana" -comenta a alguien que lo visitaba. El interlocutor, un amigo suyo le pregunta -"¿pero si el juicio es esta noche... cómo sabes cuáles serán?"- "así son las cosas aquí", responde. Soderbergh pierde la oportunidad de explorar esos puntos y aquel conmovedor final de la vida del personaje: la ruptura con Fidel Castro que lo aleja de Cuba sin retorno, -como le cuenta a Mario Monje, jefe del Partido Comunista de Bolivia- para entender por qué Castro lo entrega a la CIA. Era demasiado peligroso para estar vivo. En 1957 le había escrito a Hilda Gadea, su mujer "... estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre". Murió literalmente ahogado en sangre.

@carlosraulher

Los gorriones mueren en revolución

Carlos Raúl Hernández

Las revoluciones produjeron hambrunas, y no hubo casi ninguna en países de economía abierta y democrática. Las imágenes de niños esqueléticos con moscas en el rostro, es principal producto de las gestas antimperialistas africanas. Cuba no la tuvo declarada, gracias al subsidio soviético y luego el venezolano, pero si desnutrición estructural que causó diversas enfermedades endémicas. En 1950, a un año de la toma del poder, Mao-Tse-Tung inicia una reforma agraria positiva, aunque enturbiada por el rencor comunista que lo llevó al asesinato de un millón de terratenientes. En 1952 había mejorado el nivel de vida de los campesinos y eso lo convirtió en una especie de dios para ellos. No les faltaba de comer y podían entregar parte de la cosecha al Estado. Pero a partir de 1953, influido por Josef Stalin, temió la aparición de nuevos terratenientes. Ordenó entonces que cada campesino compartiera la tierra con cincuenta familias, iniciando su propia colectivización forzosa estilo soviético. Pero cuando Stalin muere y Nikita Kruschev denuncia sus crímenes, Mao recibe el rebote del cuestionamiento.

Objetado por el partido y el gobierno, buscó apoyo en las masas y lanzó la campaña de las cien flores para estimular la libertad de crítica. Pero el torcido trasfondo era detectar adversarios para luego lanzarse sobre ellos en la ofensiva contra la derecha, y otro millón de ciudadanos fueron perseguidos o murieron en campos de concentración. En 1958 Mao se propone un supuesto plan de modernización acelerada. Esa escalofriante, siniestra experiencia, el Gran Salto Adelante, es uno de los momentos más terribles de la historia humana. El periodista Jang Jisheng escribió Lápida uno de los primeros trabajos sistemáticos sobre el tema hoy olvidado. El Gran Salto Adelante comienza con la recluta de cien millones de campesinos para trabajos forzados en infraestructura, realizada por una organización de cuadros del partido.

Su primera locura fue desatar una cacería masiva de gorriones porque se comían las cosechas. Pero al diezmarlos, proliferaron las plagas de insectos que los pajaritos controlaban, con el colapso de los sembradíos: la primera hambruna revolucionaria. Se ordenó a los cuadros, jefes incuestionables del proceso, dividir el país en comunas y se propuso la nueva genialidad: convertir los famélicos campesinos en productores de acero. En tal demencia se forzaron a producir cien millones de toneladas en tres años.

Altos hornos rústicos de barro funcionaban día y noche y en ellos trabajaban hasta la muerte los pobres aldeanos para producir la basura concebida por la mente enferma de Mao. Había que fundir todo lo metálico que hubiera en la aldea, pero el resultado fue de ínfima calidad y sin valor de mercado. Y en el centro el de aquella pirámide de horror estaba la organización de cuadros, que distribuía a su voluntad los alimentos, como parece inspirar aun hoy a los revolucionarios.

Formada por activistas del Partido Comunista, dirigían la microtiranía totalitaria las comunas, decidían la distribución de los pocos alimentos, y eran dueños de la vida y la muerte. Abolida la propiedad privada, las comunas se tornaron ni más ni menos en centros de esclavitud familiar, ya que los niños iban a guarderías y la paternidad era “colectiva”. Hacían vivir separados hombres y mujeres, regulaban las relaciones sexuales y quienes las mantenían “ilegalmente” recibían castigos. Nadie tenía derecho a cocinar, había que comer en la cocina de la comuna y quien no ganaba aprobación diaria de los cuadros, no comía. Las cosechas se vinieron abajo, en 1958 hubo escasez de alimentos que en 1959 se hizo desastrosa.

La gente comía raíces, barro, hojas, gusanos, insectos. Los grupos débiles, mujeres en estado, niños, ancianos, morían bajo la consigna: el que no trabaja no come y los cuadros extorsionaban sexualmente a las mujeres. Un documento del Comité Central del PCCH citado en Lápida revela que Mao en la reunión 25 marzo 1959 creía conveniente la muerte de los que no tenían para alimentarse. Los muertos se pudrían en las calles porque los familiares no guardaban fuerzas para enterrarlos, pero las despensas de los cuadros del partido estaban repletas. Poblaciones enteras acampaban cerca de los graneros e imploraban comida, pero las ciudades devolvían a los campesinos y exigían una cadena de permisos para viajar.

Proliferó el canibalismo. El autor refiere la historia de una madre que antes de morir pidió a su hija que se la comiera, y el testimonio de un cuadro arrepentido que contó como utilizaban los cadáveres de abono. El castigo por robar comida era enterrar vivo al culpable. Khrushchev en el décimo aniversario de la Revolución China imploró inútilmente a Mao no repetir los errores del stalinismo. Liu Sao Chi, Presidente de China, atormentado por las informaciones, le pidió rectificar (le dijo: “tú y yo somos responsables de la hambruna y el canibalismo y debemos cambiar el rumbo”) pero terminó en una cárcel donde murió. El Gran Salto Adelante se acabó en 1962. Arrastró 650 millones chinos a un infierno y de ellos 45 millones murieron en la gran hambruna de Mao, por lo que tiene el récord de ser el más grande genocida de todos los tiempos y vendrá la Revolución Cultural. Y luego, finalmente, Deng Xiao Ping a cambiar la historia.

@CarlosRaulHer

Venezuela y el Estado fallido

Carlos Raúl Hernández

Por fortuna la amenaza de que Venezuela deviniera un Estado fallido, fracasado, colapsado, pudiera alejarse como efecto del viraje económico-político que parece vivimos. Veremos si tiene continuidad. La influencia del milagro chino se impone al modelo caótico de economía revolucionaria y la oposición insurreccional da señas de abandonar su esquema igualmente caótico. Un diálogo con toda la sociedad, un pacto de gobernabilidad ralentiza y revierte la desintegración. El modelo colectivista instalado a partir de la Asamblea constituyente de 1999, muy parecido al que llevó al bloque soviético al deslave diez años antes, crea incapacidad estructural al poder-ampliada por las sanciones globales- para cumplir funciones básicas. El concepto Estado fallido de Robert Rotberg define los países que no pueden cumplir con las tareas primarias para la sobrevivencia, y que finalmente estallan en guerras civiles y secesiones.

Los estudiosos coinciden en elementos que desarrollan el concepto, y en diferenciar entre los que ya son fallidos y los que están amenazados de serlo. Venezuela iba por el camino y habría llegado, de producirse “el quiebre”, un golpe de Estado, pero las FF. AA lo tenían claro. Yugoslavia y Checoslovaquia se acabaron, Sudán bajo la revolución de Omar Hasán Ahmad al Bhasir desde 1989, vivió dos guerras civiles y se dividió en 2011. Siria y Nigeria amenazan colapsar, igual que Irak, Yemen, Afganistán (antes y después de 20 años de ocupación), Zimbawe, Etiopía, Burundi y muchos otros. Es el final del Estado, paradójicamente postulado a la vez marxista y anarcoliberal, la imposibilidad de garantizar alimentación, salud, estabilidad, seguridad pública e invulnerabilidad de las fronteras. Las policías se hacen bandas hamponiles con fuero legal.

Susan Woodward resalta elementos para reconocer Estados fallidos. Uno es que pierden progresivamente la condición de monopolistas legítimos de la fuerza, el control del espacio público y de las cárceles, que comparten con pandillas criminales, grupos guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes. México y Colombia estuvieron cerca de serlo, pero Felipe Calderón y Álvaro Uribe lo revirtieron. No existe seguridad ciudadana y la criminalidad se apodera de las calles. Aparecen armas de reglamento en manos del hampa. Hay uso desmedido de la fuerza pública para reprimir protestas civiles, asesinatos policiales y torturas. Pese a ser gobiernos autoritarios, -todos los fallidos lo son- devienen incapaces para enfrentar problemas de la ciudadanía o custodiar las fronteras, centros del tráfico de personas por grupos armados. Desaparecen los servicios que el Estado debe brindar.

Los alimentos que enviaban las Naciones Unidas a África, llegaban a manos de Señores de la Guerra, cabecillas revolucionarios que los comerciaban para enriquecerse y adquirir armas ultramodernas. Las redes de distribución comercial de bienes (alimentos, medicinas) desaparecen y surgen desabastecimiento, epidemias, hambrunas, en medio de economías inmanejables. El Estado de Derecho no existe, los poderes judicial y legislativo están en manos del gobierno, y las fuerzas armada son temibles y corruptas. Infraestructura moderna en destrucción, robo de cableados, y una entropía creciente conduce a desintegrarla. Los gobiernos no responden a sus compromisos internacionales y deudas, pero al mismo tiempo los jerarcas poseen grandes cuentas en los paraísos fiscales. La noción de estado fallido se materializó en el bloque socialista, empezando por la URSS, y África.

Luego de la descolonización africana, se entronizaron dictaduras revolucionarias para romper con el bagaje civilizacional que dejó occidente, volver a lo originario, tanto en instituciones como como cultura, economía y organización social. La neotribalización fue el programa orgulloso del socialismo africano que se regó como lluvia. Décadas después, destruido el continente por la revolución, sin acueductos, electricidad, hospitales, teléfonos, ferrocarriles, los expertos acuñaron la categoría de nation-building, las políticas para la rehacer los países ya libres de las tiranías revolucionarias. En el marco de la Comisión para la Reconstrucción de la Paz creada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), se plantea la reforma del Estado, la edificación de las funciones institucionales, modernas y democráticas. Francis Fukuyama sostiene que sin maquinarias de Estado con proyectos constructivos y transparentes que lidericen el esfuerzo nacional, los países siguen cuesta abajo.

En su libro La construcción del Estado (2005) Fukuyama afirma que una vez definidas sus áreas y sin invadir otros ámbitos, el proyecto nacional debe desarrollar ambos polos: Estado y sociedad. Y alerta que reinstalar la democracia, el juego de partidos, la libertad de expresión, el Estado de Derecho, la justificada euforia no debe eclipsar la necesidad de emprender el sistemático trabajo de reforma institucional, conquista de la eficiencia y de la capacidad para que el Estado y la sociedad produzcan los bienes y servicios.. Argentina es ejemplo de que aunque se rescaten las instituciones democráticas, si se insiste en los errores del pasado, y se ignoran las reformas económicas, administrativas y funcionales, continuará el empobrecimiento colectivo y el deterioro institucional.

@CarlosRaulHer

Cancelar a Aristóteles ¡YA!

Carlos Raúl Hernández

No se pueden negar los esfuerzos para desenterrar el movimiento contracultural de los setentas, que después de décadas oscurecido reaparece en el esplendor de su imbecilidad, para cancelar autores e impedir ediciones. Ha trabajado, pero les falta empuje para eliminar figuras del pensamiento que hacen mucho daño a “la causa”. Roto el cántaro de Pandora, que nunca fue una caja, aparece la bandera de reingreso a la locura perdida, pero falta empuje para revolucionar las inasibles reglas del arte, “la esperanza de la razón y el corazón”, para hacerlo instrumento de lucha.

Para la cultura políticamente correcta, sobrevivirían muy pocas obras. La importancia simbólica del corazón en la cultura, la inagotable variedad de noblezas asociadas con él, voluntad, coraje, carácter, esfuerzo, amor, bondad, se hace tan grande porque para Aristóteles ahí radica el aparato pneumático, encargado de recoger las sensaciones de los cinco sentidos y trasmitirlas al alma.

Ese es un paso gigante en la evolución del conocimiento, una primera respuesta a cómo se conectan el mundo sensible y las ideas, que supera la oposición absoluta entre ambos concebida por su maestro Platón. En el cardios se unen los dos componentes del hombre, que no tienen otro punto de contacto, y sin él, el espíritu pasaría a través del cuerpo sin tocarlo, lo traspasaría como en Ghost. El corazón es el gozne que articula la fuerza vital inmaterial con el cuerpo, el alma con el cuerpo, que sin ella es inerte, está muerto. Como la trasmisión de un vehículo, conecta la aceleración del motor con las ruedas. Transfiere vida a la carne, capacidad de movimiento por medio de la circulación sanguínea, y en proceso inverso el alma percibe, siente el mundo material que se trasmite por la piel, los ojos, los oídos.

En el alma, las sensaciones se transforman en pensamientos a los que Aristóteles llama fantasmas o fantasías. y ahí comienza el sabio a ganarse a pulso la cancelación de sus obras para que dejen de publicarse y leerse. La atracción ocurría porque cuando una mujer con la regla se miraba al espejo, dejaba en él una película invisible de mínimas gotas de sangre que penetraban por los ojos, llegaban al músculo cardíaco de un varón y formaban un fantasma que se apoderaba de él. La víctima se debilitaba y podía morir de melancolía negra, enfermedad también llamada hereos, (un tipo de demonio) que daba nombre al mundo femenino. Al aquejado de ese mal lo domina el fantasma que lo había seducido. Semejante poder de la mujer sobre el hombre, causaba odio, miedo y rabia.

En la Edad Media la melancolía de los varones tuvo fascinantes y terribles implicaciones antifemeninas, asociada a maleficios, magia negra, pacto con el Diablo y otros crímenes. El hereos o despecho trae “omisión del sueño, de la comida y de la bebida, todo el cuerpo se debilita salvo los ojos… Sin tratamiento, los enfermos se hacen maniácos y mueren”. Deambulan con el pulso alterado, pierden capacidad de atención y para actuar. El médico heteropatriarcal recomienda relaciones con varias mujeres, viajes, excursiones, consumir alcohol, hacer ejercicio. Si no mejora, se contratará una vieja harpía para que consiga un trapo lleno de sangre menstrual y se lo restriegue en la cara al paciente mientras grita “ella es esto, suciedad, es una asquerosa como todas” en el entendido que las mujeres son “un mal de la naturaleza” como reza el más insigne manual de cacería y tortura de brujas, el Malleus Maleficarum.

Si después de eso no se curaba, entonces no estaba poseído por el fantasma de la amada sino por el demonio en persona. El enfermo de melancolía negra o hereos, se debilitaba, pero no sus ojos. La malignidad los requería para entrar por ellos y a través del nervio óptico tomaba el cerebro y derribaba su autoestima. El espíritu obsedido necesitaba los ojos para buscar o mantener contacto angustioso con su dominadora. Un poeta del primer Renacimiento se preguntaba “¿cómo esa mujer tan grande puede entrar por mis ojos, tan pequeños?” y los médicos respondían que no era ella directamente la que imperaba en el infeliz, sino su fantasma y el efecto de algunas piezas que él le quitaba con autorización o subrepticiamente.

Él atesoraba pañuelos, relicarios, mechones de pelo y otras prendas. En la magnífica y terrible leyenda artúrica, el valiente e invencible Lancelot colapsó ante un peine con los dorados risos de Ginebra, “la sombra blanca” y, mujer al fin, causante de la aniquilación del reino de Camelot.

Ellas siempre eran culpables de desgracias y los hombres víctimas inocentes o en todo caso propiciatorias, por lo menos hasta la aparición del arquetipo de Don Juan. El enamorado obsesivo era víctima de una brujería o de la posesión del fantasma destructivo de una mujer, pero Don Juan, el burlador, será la antítesis.

En otra rama de la pasión medieval, que la literatura llamó amor cortés o cortesano, a ellas son tiranas, despectivas, sádicas con los pobres caballeros que sucumbían a su embrujo. Se trataba de embelesos masculinos adúlteros y no correspondidos por mujeres casadas, y hasta un hombre tan serio como Petrarca, se hace la víctima: “Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra/ni me retiene ni me suelta el lazo/ y no me mata amor ni me deshierra/ ni me quiere ni quita mi embarazo”.

@CarlosRaulHer

Totalitarismo, mesías, violencia

Carlos Raúl Hernández

El totalitarismo moderno tiene tres elementos constitutivos esenciales que provienen de lo más profundo del inconsciente: llegará la hora, el día de la ira, en el que los que sufrieron vejámenes e injusticias, se vengarán por las manos de un caudillo duro pero benefactor y justiciero, el mesías que creará un mundo feliz donde los hombres serán buenos. Esa yerba viene desde las raíces de la cultura y es indestructible pese a que utopía signifique “en ningún lugar” y la tríada con el mesianismo y el hombre nuevo haya demostrado su horror. Esos tres factores componen la esencia del sistema totalitario moderno. Los judíos sufrieron siglos y siglos de opresión, colonización, secuestro por Egipto, Babilonia, Asiria, Roma, y afirmaron la esperanza de que, con un mesías, un ungido “de brazo fuerte y tenso” vendría “el día de la ira”, la reivindicación de los oprimidos, y se les devolvería su patria y su libertad (“haré comer a tus opresores su propia carne/con su propia sangre se embriagarán como si fuera vino”).
Viene a castigar el egoísmo y la maldad, a instaurar la justicia, y a crear un mundo con “ríos de leche y miel”. Luego del escarmiento, su herencia será alegría y abundancia, la Tierra Prometida, arrebatada, y la esperanza mesiánica se convirtió en el báculo moral para soportar la opresión, sostener sus vidas ante la adversidad. Nos espera la “…tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel, donde el pan que comas no será racionado y no careceréis de nada…”. “Bendito serás en la ciudad y el campo/ bendito será el fruto de tus entrañas, el producto de tu suelo. El fruto de tu ganado. El parto de tus vacas y la cría de tus ovejas”. De allí proliferan demagogos, déspotas que vinieron a demoler la sociedad y construir una nueva y que usará la violencia para trasformar la condición humana y crear un hombre sin egoísmos ni falsas necesidades.
Los cinco o más mesías de la historia hebrea fueron caudillos militares, mientras el arma del Mesías con mayúsculas, es la palabra, el bien y el amor a los demás, que lejos de hacer que los malvados se comieran entre sí, dejó en la comunión su propia sangre y carne. Mientras el cristianismo habla del paraíso en la vida eterna, la utopía consiste en crearlo sobre la tierra. Que los hombres serán ajenos a la escasez, e incluso a la muerte nace en el Antiguo Testamento, fundamento óseo y poderoso de la civilización occidental, de sus valores fundacionales. El milenario sueño utópico lo inicia la serpiente, a la que injustificadamente confunden con el Demonio, que incita a la pareja del año a probar el fruto prohibido “y seréis como dioses”. Ese acto de insubordinación les hizo salir del Edén, que Hegel compara con “un corral de animales”, procrear, hacerse dueños del mundo.
El costo fue muy alto porque Yahvé como castigo los convirtió en mortales, les hizo presa de la negra nada de la muerte (“maldita sea la tierra por tu causa… Con el sudor ganarás el pan… y polvo eres y al polvo regresarás”). Después los hombres cometen el segundo crimen: Caín asesina a Abel por envidia, y Yahvé decide revocar su obra, exterminar al hombre con el Diluvio, porque criatura tan vil no merecía existir, aunque la mediación de Noé salvó las especies. Decíamos que la esperanza mesiánica viene con su complemento directo, el día de la ira en el que el pueblo tomará venganza de los oprobios y humillaciones, el día de la revolución (“Día de ira, el día aquel/ día de angustia y ahogo/ de devastación y desolación/ de tinieblas y oscuridad…”. Tal vez el texto más obscuro, tormentoso, insondable, esta vez del Nuevo testamento es el Apocalipsis. Después de las borrascosas narraciones del Anticristo, la Bestia, los Jinetes, se establece el Reinado de Cristo de los mil años, el corazón de la Utopía.
Pero la Iglesia, con su poderosa mano izquierda que le hizo triunfar en tantas batallas, generalizó la versión de Dante muy lejana de la creencia utópica que refirió la felicidad y la perfección al Cielo en la otra vida y no a algún futuro sobre la tierra. Por eso hablamos del “otro mundo”. No hay duda de que la noción que predomina desde el siglo XIII es la Divina Comedia. A pesar de esa “sustitución”, al decir de Aristóteles seguido por Lacan, todos esos fantasmas son indestructibles porque tienen raíces en lo más profundo de la cultura, es decir, del alma, el Ello donde nace los mitos. Un rasgo esencial de los movimientos totalitarios es que desparraman el inconsciente y en los más recónditos entresijos del espíritu reaparecen los fantasmas que hicieron retroceder la humanidad a etapas furiosas y turbias, ligadas al caudillo mesiánico, el ejercicio de la ira justiciera colectiva y la construcción de paraísos humanos. El mesianismo moderno trata de hacer creer que los desarreglos del mundo se deben a la maldad ínsita de los poderosos, a su deseo, y no a la falibilidad humana pese a la profundidad y exactitud de frase de Holderlin: “quienes hacen el mundo infernal son los que quieren convertirlo en el paraíso”. Nos persigue la pesadilla utópica de un mundo feliz donde todos seamos iguales y felices, el socialismo o el Reich de los mil años. Fidel o Hitler debían tener el poder absoluto para acabar con el mal.

@CarlosRaulHer

El comunismo en EEUU

Carlos Raúl Hernández

EEUU es una de las pocas naciones que eludió el totalitarismo, la dictadura compleja llamada “estabularia”, y también la tradicional. Los intentos de Trump y antes de Roosevelt demostraron que su estructura política federal, requeriría no de uno sino de cincuenta golpes de Estado para doblegar otras tantas formaciones judiciales, fuerzas armadas y policiales regionales. En el plano simbólico esta sociedad es un misterio. Para Jean Baudrillard y Slavov Zizek no existe nada específicamente norteamericano sino un ente culturófago que se traga todo y digiere las cosas buenas y malas de cualquier parte. “Lo que no se consigue en NY es porque no existe”, dicen los newyorkers con razón. Por eso resulta difícil en la actualidad concebir que desde los peregrinos del Mayflower, las más variadas sectas religiosas fanáticas sembraron profundas raíces comunistas y anarquistas, y otras practicaban una incipiente economía del mercado.

De acuerdo con el apasionante libro Historia de las sociedades comunistas norteamericanas, de Charles Nordhoff, convivieron sectas, hermandades e iglesias extrañas, zoaritas, amanitas, luteranos, auroritas, bethelianos, calvinistas, católicos, vanguardia de la conquista territorial del norte del continente, seguida por los pasajeros en las diligencias de las películas de John Wayne. No fue así en Latinoamérica donde únicamente imperaron la Inquisición y la Compañía de Jesús. Desde 1620 de la colonización de Massachusets, la iglesia pietista, con el gobernador Willian Bradford a la cabeza, y un poco después los cuáqueros o amish, fomentaron una economía abierta. Eso arrancó de la miseria extrema la primera colonia británica en Norteamérica, y conflictos políticos en la metrópoli fortalecieron esa tendencia. Por ejemplo, el monarca británico Carlos II tenía un grave problema con su amigo William Penn, un poderoso aristócrata hereje, cuáquero, al que no podía tocar pero necesitaba quitarse de encima. Le hace una propuesta que no podía rechazar.

Le otorgó 120 mil Kms. de territorio en la colonia hoy Pennsilvania, capital Filadelfia, la primera república democrática del mundo en 1682. Penn elabora una constitución, Marco de gobierno, el sufragio y los derechos individuales, que cien años después inspira la Constitución de Estados Unidos que George Washington hace aprobar ahí mismo. A un extremo, la secta de la Segunda Aparición de Cristo o shakers, era encratista y prohibía las relaciones sexuales e incluso el matrimonio. En otro, los perfeccionistas, practicaban el amor libre. El ideólogo socialista europeo Robert Owen a una secta llamada los economitas, compra la próspera comunidad de Armonía dedicada a la, impresión, destilación, carpintería, fundición, y muchas otras actividades altamente productivas.

E inicia el primer experimento comunista moderno que no es en Rusia de 1917, sino en Estados Unidos durante el siglo XIX. Inicia los malos pasos y colectiviza la economía con su Constitución de Igualdad para pasar de la competencia a la solidaridad. Declara que “libraré a la Humanidad de sus tres males más monstruosos: la propiedad privada, la religión irracional y el matrimonio…”. Y en poco tiempo una comunidad exitosa modelo se convirtió en abandono, decadencia, caos. Sus miembros entran en conflictos judiciales por pago de deudas, peleas, conflictos y Owen se rinde y regresa a Europa vencido el primer proyecto socialista, quebrado al perder cuatro quintas parte de su fortuna en el experimento. El hombre nuevo resultó estafador. En apenas dos años, el socialismo convirtió aquel emporio en un antro de pleitos y escasez.

Otro de los grandes socialistas europeos es el francés Etienne Cabet, ya famoso por sus obras Viaje… a Icaria y El verdadero cristianismo… en las que reivindica los modelos utópicos de Thomas Moro y Campanella. Compromete a que acepten su condición de dictador por una década a mil quinientos peregrinos que embarca desde Francia a EEUU en 1848 y establece Icaria en Navoo-Illinois, también una próspera comunidad entonces más grande y rica que Chicago. “Nuestro programa es el comunismo racional democrático: aumento de la producción, reparto equitativo, supresión de la miseria…”. Cabet elimina el derecho al voto de todos e incluso el de voz las mujeres, con una sentencia apabullante… “el pueblo debe estar protegido de la tentación de buscar la verdad por el contraste de opiniones”.

Se repite la historia. Al poco tiempo Icaria está en el caos y la pobreza y las arbitrariedades del dictador. Las familias vivían en casas iguales, con cuartos iguales, el mismo mobiliario y los padres delegaban la educación de sus hijos en la comunidad. Esta entra en conflicto, se divide y gran parte de los integrantes huyen para fundar una nueva colonia. El hombre nuevo que se proponía alumbrar, termina en reyertas, pleitos judiciales, infidelidades, traiciones y estafas. Todas las versiones del colectivismo conducen a lo mismo, hasta el deslave de 1989: pobreza, dictadura, sufrimiento. La sociedad norteamericana, conforme a la idea de Zizek y Baudrillard, logró tragarlo y asimilarlo, como seguramente hará con cualquier otro peligro.

@CarlosRaulHer

La soledad del corredor de fondo

Carlos Raúl Hernández

Nunca avancé mucho en ese libro de Alan Sillitoe, (la película tampoco me sedujo) tenido por importante en la narrativa británica de los 50 y 60 pero hay memorables monólogos interiores del protagonista que describen el profundo trance de los long distance runners. Los primeros veinte minutos de carrera son el infierno, asfixia, sed, piernas de plomo, dolores de pantorrilla, espalda, hasta que el organismo responde con emisión de endorfinas (morfina interior) que apaga los padecimientos y te hace sentir Superman por media hora, en la que el ciclo se repite. Hay una “narcodependencia” de los corredores, que aturden a los demás contando sus carreras, que ocurre porque les queda grabada la sensación producto de las hormonas felices segregadas. La mayoría de los fondistas compiten consigo mismos, tratan de mejorar sus marcas o simplemente llegar a la meta, el “pelotón”, veinte o treinta mil en NY, por ejemplo, demoran cuatro horas en recorrer los 42, 195 km y muchos cruzan la meta caminando penosamente, o a gatas.
El ganador, -el récord lo tiene Eliud Kipchoge de Kenia, desde 2019, con 2:1.59-, compite con cuatro o cinco que tienen chance. Cuando el pelotón iba por la mitad del recorrido, ya Eliud y sus pares habían llegado a la meta con mínimas diferencias. Los demás venían trabajosamente. Un solitario corredor de fondo oye los latidos de su corazón en medio de una suerte de iluminación taoísta, cuando la relajación de su espíritu lo separa de distractores y lo concentra en sí mismo. La bioquímica convierte la carrera una eternidad fugaz, un estado de introspección, ego trip, meditación, en la que se debilita el nexo con lo externo, por el buceo en intensas sensaciones, y el viaje interior devela a su mente claves, entornos latentes y decisiones necesarias. Relajado, Arquímedes en la bañera grita “eureka”, Newton echado al pie de un manzano entiende la gravedad, Heisenberg recibe el fogonazo del principio de incertidumbre mientras espera el tranvía. Con la mente hacia dentro se aclara lo que parecía irresoluble.
Después es necesario examinar con personas de juicio las debilidades y fortalezas de la intuición. Y una vez tomado el camino, no temer al debate ni a los rechazos, y tomarlos más bien como útiles evidencias que confirman o debilitan la tesis que sostenemos. No despreciar ni siquiera las invectivas porque quien te niega radicalmente, te da una perspectiva a la que no puedes acceder por ti mismo. Examinar los resultados del proceso polémico, y si soportan, hay que ir a fondo, siempre atento a los datos de la realidad para rectificar y prevenir una eventual catástrofe. Saber que las opiniones pesan y valen, pero no pesan ni valen lo mismo porque la mayoría de ellas son doxa sin conocimiento, nociones elementales, prejuicios o emociones. Quien conduce un carro sabe dónde va, pero viaja atento a la carretera, las señales de tránsito, los demás conductores y los ruidos del motor.
El valor de la opinión pública no es conceptual sino sintomático, aunque sea mayoritario, porque la mayoría es caja de resonancia de ideas poderosas, pero con frecuencia simples o equivocadas. Hay que llevarles un pulso amable pero tenso, explicar a cabalidad con los mejores argumentos, y aun así es un esfuerzo titánico ganarla. Hay que atender a las semi ilustradas, que pueden hacerse mayoritarias. A sus portadores Hayek los denomina “difusores de ideas de segunda mano”, minorías ruidosas que toman saber por un barniz informativo apariencias, antipatías, retazos culturales e ideologías, aunque tener cierta información no se parece a un intelecto forjado. Lo que define el liderazgo es la capacidad de tomar el camino correcto, convencer y mantenerlo pese a la tentación de ser espejo servil de la opinión pública o de ceder a la algarabía, la encuestomanía. El corredor de fondo debe desafiarla lo equivocado, cuando puede torcer el destino. Se debió enfrentar el radicalismo con más fuerza.
Nada tan patético como un aspirante a líder que sacrifica su deber por el miedo a perder las nalgas. Kautsky y Berstein se deslindan del marxismo revolucionario, lo que costó al primero recibir la andanada odiante- Lenin lo consagró como “el renegado Kautsky-”, pero creó la socialdemocracia que dominó en Europa. Lenin desgarra el espíritu de unidad nacional con las tesis de abril, y rompe meses después la historia. Betancourt en 1941 funda un partido reformista en un entorno de oposición revolucionaria, se convirtió en el muñeco de bruja de la izquierda, pero la derrotó, y construye la Venezuela moderna. Felipe González, electo por la convención del PSOE secretario general, exigió dramáticamente que se eliminara la definición marxista del partido y ante la resistencia de los delegados, se retiró del evento y renunció al cargo.
La convención quitó el fardo, fue a buscarlo y lo aclamó. Gobernador con fama de faldero de un pequeño estado norteamericano, Clinton se atrevió a lanzarse ante el pánico de los barones de su partido que daban triunfador a Bush padre. Lula enfrentó persecución y cárcel no tan injustificadas, y hoy los factores de poder lo liberan para que gane las elecciones en Brasil. Chávez con 3% en las encuestas, se lanzó a la presidencia en 1998 y le partió el espinazo al sistema. No evalúo aquí sí fueron malas o buenas sus herencias. Solo que la alquimia entre voluntad, valor moral y físico y sentido de la realidad del que hablaba Berlín, los hizo corredores de fondo. Otros corren al basurero de la historia.

@CarlosRaulHer

Pequeños errores

Carlos Raúl Hernández

En la ciencia ficción de Marx, las revoluciones corresponden a la “ley histórica”, estadio final de las naciones avanzadas antes del comunismo y la felicidad. La historia humana según él, es una secuencia en orden, comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo, comunismo. El detalle es que África, Asia, ni América vivieron esas etapas, y ni siquiera toda Europa. “La rueda de la historia” la mueven fuerzas motrices desatadas, incontrolables, que hacen de los hombres briznas de paja en el huracán. La revolución sería un resultado inevitable de condiciones materiales objetivas (la industrialización convierte al proletariado y sus familias en mayoría social, la “depauperación absoluta y relativa”, pobreza, explotación, tiranía, injusticia, desencadenan la lucha de clases, indetenible según su ciencia de la historia.
Durante los 35 años que vivió en Londres, mantenido por Engels, descubrió con amargura una clase obrera con alto standard de vida, la “aristocracia obrera” que no era revolucionaria. Los crímenes de la Comuna de París de 1870 que tanto lo entusiasmaron, tenía menos que ver con obreros que con manadas de terroristas y lumpen que trataron incendiar el Louvre y la Notre Dame (la habían embadurnado de petróleo para darle candela a ese “símbolo de la opresión”) y se salvó porque los ciudadanos de París protagonizaron batallas en defensa de ambos. Al final no hubo revolución comunista en Europa sino en países que carecían de las condiciones supuestas por Marx, ni proletariado mayoritario, ni gran industria. Las revoluciones venían a castigar la crueldad del “capitalismo, pero la “etapa superior de la historia” fue una pesadilla desde 1793, hasta el socialismo XXI.
Pone el asunto en orden analítico la estasiología que estudia los partidos políticos y su relación con revueltas, jackeries, turbas, golpes de Estado, guerras civiles. Diferencia enfáticamente los desórdenes de las revoluciones propiamente dichas, que quebrantan la propiedad, la familia, las relaciones de poder y el derecho a la vida, con el fin de crear la nueva sociedad. Esta perspectiva permite varias conclusiones. Por ejemplo, que la relación de las revoluciones con la pobreza se limita a dos aspectos: la demagogia de los pretendientes a dictadores y el futuro que espera a los países que sucumben. No estallan en la miseria, sino por el contrario, en sociedades de riqueza creciente, pues seres postrados de hambre se concentran en buscar proteínas para sus hijos. Es por eso que asedios económicos no promueven cambios sino los dificultan.
Los gobiernos cercados actúan con síndrome de Stalingrado, la desesperación del cul de sac, lo que analizan autores paradigmáticos del tema, Crane Brinton, Gordon Tullock, Samuel Huntington, Chalmers Johnson. Ellos desmontan los mitos de la pobretología política, el “mientras peor mejor” de Marx. Por ejemplo, Rusia pre revolucionaria vivía una incipiente modernización y rápido proceso industrial por impacto de la producción petrolera de Bakú. El comité central de los bolcheviques no tenía que ver con proletarios reales y era de caballeros ideólogos, que vivían de remesas de sus familias, amigos (a Lenin lo mantuvo 30 años su mamá) y tenían simbólicamente un solo obrero, Tomsky. Esos fueron los jefes de la pequeña minoría que asaltó el poder, dirigidos por Trotsky (quien si trabajaba y era rico) sin un tiro ante adversarios inútiles.
Francia en 1789 era próspera por años de crecimiento, pero tuvo el invierno más rudo del siglo, perdió el trigo, y el gobierno ese año padecía un alto déficit fiscal por haber financiado la independencia norteamericana. El régimen cae en 1793 por las torpezas de los defensores conjugada con el talento político de los revolucionarios. Perdura la mentira de la “miseria” del pueblo francés a través de la imagen romántica y falsa de Jean Valjean de Víctor Hugo, preso y perseguido toda su vida por “por robar un pan”. Cuba en 1958 era un edén turístico y de negocios con altos niveles de vida, pero los ideólogos impusieron el ícono lastimero del “guajirito”, mientras los negros, y todo el mundo, ascendían meteóricamente con el boom de música afrocubana y la industria turística. Es común que se confundan acciones de calle impulsadas por activistas, con “el pueblo”.
Según Tullock en la modernización surgen resentimientos por lo que llama “privación relativa”, gaps de ingresos entre sectores medios. Profesionales de punta y empresarios ganan más que otros menos calificados, y líderes e intelectuales convencen a parte sustancial de las élites y clases medias de que la situación es desastrosa, para resquebrajar así el bloque de poder que mantiene el orden. Ocurrió en Venezuela cuando la democracia corregía sus errores en un período de renacimiento, con descentralización, reforma municipal, reforma del Estado, desempleo mínimo y crecimiento económico más alto del mundo, 10%, igual que China. Lo que si parece una ley histórica es la memez de quienes impulsaron sanciones económicas contra Venezuela para producir un levantamiento popular y un golpe de Estado. Pagaron los pobres y las clases medias.
@CarlosRaulHer

Maravillas turísticas de México

Carlos Raúl Hernández

Varios puntos borrosos sobre la reunión gobierno-oposiciones en México, que cuando se publique esto podría ya haberse realizado. A la fecha que escribo no sé sí participará la oposición parlamentaria o solo los abstencionistas. No son previsibles frutos inmediatos de ese evento, en apariencia extemporáneo luego de que el gobierno ya hiciera concesiones de envergadura: nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), salida de los “protectores”, liberación de presos, cotillón de partidos, tarjetas electorales, rehabilitaciones como cotufas, y decidió convivir con Fedecámaras. A cambio, el radicalismo va al encuentro “en la inopia”, al perder la mayoría parlamentaria y la opinión pública, jugando ruletas que se prolongan porque valen dólares. Después de la cadena de palizas recibidas, plantean juegos infantiles: “que Maduro se vaya”, repetir las parlamentarias y posponer las próximas regionales de noviembre. Había que negociar con la sartén por el mango, en 2016 ó 2019.
Tiene poca concentración de oxígeno el encuentro, por debajo de 85. El gobierno demostró, como muchos otros, que puede vivir con sanciones, y reta: de no levantarlas, no hay nada que discutir, mientras Ortega le hace mofa a Estados Unidos. Celebrarán en México el no cumpleaños, como la reina del País de las Maravillas, el no acuerdo. Van sin querer queriendo a no negociar nada, además para el gobierno tiene poco sentido hacerlo antes de que sus adversarios se cuenten este noviembre, se sepa cuántos son, cuál es su fuerza y, muy importante, quiénes no participaron. Un poquito de por favor, una neurona insurrecta, un mínimo sentido de la realidad, impondría a los cabecillas del todo o nada alargarse los pantalones, aterrizar en que la elección presidencial será sine qua non en 2024 gracias a la abstención.
Podría ser una fecha crucial, -o no- porque depende de reconocer errores y concebir un amplio propósito de rectificación, como refieren que expresó el padre Luis Ugalde con decencia intelectual. Esto obligaría a actuar seriamente, olvidar revocatorios, constituyentes, repeticiones, suspensiones, niños muertos y alfombras voladoras. Un despropósito de consecuencias fue juntar elecciones estatales y municipales, las “megaelecciones”, otra rueda de camión de las que nos tragamos con frecuencia cuando creemos comulgar, tan patógena y equivocada como la abstención y de efectos parecidos. El PSUV tiene 200 troneras en alcaldías que fracasaron y que la oposición podría ganar, pero la mega será el portaviones perfecto. Hay otros dislates.
Los antes abstencionistas que se devolvieron, no han logrado hasta ahora cohesionarse entre ellos y menos con la oposición parlamentaria. No les interesa ganar, volver a 2015, sino hacer perder a Laidy Gómez en Táchira, Henri Falcón en Lara, David Uzcátegui en Miranda y ayudarán a que el gobierno gane gobernaciones que tendría perdidas. Muy grave el ventajismo del sistema electoral, que violenta monotonía y no perversidad: tantos votos tantos escaños, norma técnica esencial de acuerdo a correlaciones aritméticas constantes. Los sistemas electorales democráticos se fundan en dos valores contradictorios. La nominalidad anglosajona, cuyo principio es que el elector mantenga una relación lo más cercana posible con el representante, por lo que se elige en distritos pequeños. Gana la mayoría y la minoría queda sin representante en ese circuito.

El sistema proporcional de varios países europeos, cada porción del electorado conquiste un número de escaños equivalente a la fuerza que representa, nadie se queda sin representación y no se basa en la cercanía entre elector y representante. Son dos valores contradictorios, pero en el curso de dos siglos surgió en Alemania la representación proporcional personalizada, el llamado método mixto alemán, que se asumió exitosamente en Venezuela en 1989. Concilia los dos principios a través en una fórmula standard y las anomalías empíricas del sistema que pueden alterar la proporcionalidad, se corrigen con los diputados adicionales por cociente nacional.

Pero a gobierno y oposición les dio por inventar –o aceptar- fórmulas ventajistas, privilegiando mayorías circunstanciales con ornitorrincos, morochas, lista nacional y demás criaturas aberrantes. El gobierno lo disfrutó mientras ganó, la oposición en 2015, el gobierno de nuevo en 2020, y sorprende que este año no se abriera un debate para corregir semejante engendro que lesionará los resultados de noviembre como ocurrió en las parlamentarias pasadas, a las que la oposición acudió en listas separadas porque alguien los convenció de que el sistema electoral favorecía ese esquema. Una proyección estática indica que los votos obtenidos por la oposición el 6D, extrapolados, no le darían ni una alcaldía ni menos una gobernación. Creo que no se cumplirá en noviembre próximo pero los dirigentes estaban compelidos a reaccionar frente a la amenaza. No había ni hay disposición para corregir el entuerto que desnaturaliza la distribución de cargos y favorecer espuriamente a la mayoría. Y eso se pagará.

@CarlosRaulHer

El triunfo de las mujeres

Carlos Raúl Hernández

Yulimar es…

​… grandiosa y expresa un cambio social que llega hasta Merkel, mujeres que han demostrado con trabajo, voluntad y capacidad, que el mundo les pertenece. Asistimos al “fin de la historia” de ellas, su triunfo, el triunfo de la razón. Inundaron el mercado de trabajo, las posiciones de dirección política, intelectual y empresarial, dominan varias áreas de la actividad social y la curva es ascendente. La reivindicación femenina ha sido corriente esencial para el desarrollo de la democracia, como el sindicalismo, el periodismo, los partidos políticos, el pluralismo, el antirracismo, las luchas de los homosexuales y el parlamentarismo. Hombro a hombro con reformistas socialdemócratas, socialistas y demócrata cristianos, doblegaron la reacción conservadora escandalizada por los cambios, y a la ultraizquierda, que históricamente desfigura las luchas para ponerlas al servicio de su “revolución”.
El feminismo democrático nace con una gran filósofa política británica, Mary Wollstonecraft, quien produjo su primera obra teórica, Vindicación de los derechos de la mujer (1792), un terremoto que se burla del tótem, Rousseau, amante brutal y vividor, quien excluía las mujeres de la vida pública (p.127). Lo ridiculiza al equiparar el “derecho divino de los reyes y el derecho divino de los maridos”. La genialidad la hereda su hija Mary, mujer del gran poeta romántico Shelley, quien a los 18 años escribió nada menos que Frankenstein, en competencia con amigos durante el veraneo en un castillo ginebrino. Wollstonecraft plantea que las facultades humanas se desarrollan sin distinción de clase, raza o sexo cuando hay libertad e igualdad.
“Débil”, “oscuro objeto de deseo” (frase inmortalizada por Buñuel), fueron estereotipos mientras vivió sometida a oficios domésticos, el “confinamiento en jaulas” en las que “aprendían un ideal femenino” falso. “Un constructo social”, frente al que Wollstonecraft vindica otro en el que “no exista coerción” para que “los sexos ocupen su lugar adecuado… ellas puedan ser médicos igual que enfermeras… y participar directamente en debates del gobierno” (p.252) Uno de los soportes intelectuales de la democracia, John Stuart Mill, en Ensayo sobre la igualdad sexual (1869) afirma que a las mujeres las inferiorizan las instituciones, pero cuando la represión cesa, despliegan el mismo potencial que los hombres. Presentó en el Parlamento un proyecto de ley para el voto femenino que rechazaron. La segunda ola histórica feminista viene con el sufragismo entre los siglos XIX y XX, de Hubertine Auclert, Emmeline Pankhurst, sus hijas Cristabel y Sylvia; Milicent Fawcet, sus seguidoras en Gran Bretaña y muchos otros países.
Encarceladas se declaraban en huelga de hambre y el gobierno las hacía comer a la fuerza, pero ganaron. Finalmente, Nueva Zelanda les otorgó el voto (1893), Australia (1902), Finlandia (1906), y en 1996 cedió el último rincón oscurantista, el cantón suizo de Vaud. La tercera ola arranca en los años 60 con la revolución sexual de la píldora anticonceptiva, la minifalda de Mary Quant, el triunfo del rock, cuando a Elvis y Jagger les lanzaban pantaletas. El mayo francés fusiló la virginidad como virtud femenina: “mientras más hago la revolución, más ganas me dan de hacer el amor… mientras más hago el amor, más ganas me dan de hacer la revolución”. Las universidades se llenan de ellas, igual que los puestos de comando en las empresas y el Estado. En los 2000 Latinoamérica tuvo cuatro mujeres al mando: Bachelet, Chinchilla, Rousseff y Kirchner, pero retoña la enfermedad totalitaria, antisistema y antihumanista de la ultraizquierda. Esta desprecia los cambios “dentro del sistema” y se propone una revolución. El ascenso femenino, su salto a la igualdad real, es reformismo burgués y a cambio propugnan el odio y el disparate. Otro mito socorrido, la diferencia salarial por sexo, la echó por tierra Google en un estudio global que comenzó por sus propios empleados y se extendió a mil empresas.
Wollstonecraft demuestra que sociedades anteriores crearon el arquetipo de la inferioridad femenina, pero la ultra pretende el disparate de que “el constructo” es el sexo mismo, que no es más que género, una abstracción creada. No importa que los humanos desde la infancia sientan atracción instintiva. Si se educa y viste niños como niñas y viceversa, “cambiaría su constructo sexual”, pero las experiencias terminaron en tragedia. Por eso combatir la homofobia y defender el derecho a que cada quien viva su sexualidad libremente, cualquiera sea, es un paño caliente reformista. La ultra declara guerra “al patriarcado” en sociedades que dejaron de tenerlo gracias a las tres oleadas feministas y al movimiento de la dignidad gay. Una conferencista española ultrosa pidió a los varones que oyeran el foro tres horas de pie para demostrar “vergüenza y empatía” con las mujeres. Declaró que cuando un hombre y una mujer se acuestan juntos, se repite la humillación histórica del patriarcado, el machismo y el capitalismo. Una joven le respondió: “señora… puedo vivir con eso”. Parece que hay cosas peores.
@CarlosRaulHer