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Opinión

Me había hecho el propósito de no tratar el tema que hoy trato, pero leí un artículo de Fernando Mires, muy bien escrito y documentado, como todos los que de él he leído, pero extrañamente muy mal orientado, cosa que no es frecuente en él. Quizá sea porque es un tema que en realidad no domina, pero el hecho es que, como he notado que ocurre con casi todos los que hablan o escriben del asunto, Mires se equivoca radicalmente al creer que las críticas a Gustavo Dudamel se basan en su ideología o en su entrega al desgobierno de Chávez y Maduro.
Parte de mi reluctancia a tratar el tema se basa en que tengo parte de la responsabilidad de lo que ocurre con Dudamel y con el llamado “Sistema”, que abarca las orquestas infantiles y juveniles de Venezuela. Conocí a José Antonio Abreu en 1958, cuando ambos éramos estudiantes en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), que funcionaba entonces en la cuadra comprendida entre las esquinas de Mijares y Jesuitas, en pleno centro de Caracas.
Nos acercó la música, que en mí era una pasión y en él un oficio. Años después (1974), cuando yo actuaba como Director Civil y Político de la Gobernación de Caracas, oficina que manejaba todo lo relativo a la cultura en la capital de Venezuela, se me acercó Luis Morales Bance, hermano menor de un condiscípulo y buen amigo de mi infancia y adolescencia, José Enrique Morales Bance, a proponerme una idea que me pareció interesante: la creación de una Orquesta de Cámara de Caracas. Con él estaban José Antonio Abreu, Frank Di Polo y otros jóvenes músicos.
Diego Arria, que era Gobernador y por lo tanto mi superior jerárquico, se opuso con decisión al proyecto y lo estranguló antes de nacer. Pero yo seguí en contacto con el grupo de músicos, y apoyé con entusiasmo el proyecto que entonces nació de crear una Orquesta Juvenil o Infantil.
En Dinamarca, una de mis secretarias locales cuando fui primer secretario de la embajada de Venezuela y jefe de la sección consular (principios de 1968 a finales de 1970) era violinista de la orquesta juvenil, de modo que pude ver su funcionamiento de cerca, y como buen melómano, ex alumno de Antonio Lauro y de Emil Friedman, era algo que me interesaba mucho.
Logré “bypassear” la negativa de Diego, y basado en que yo administraba fondos del Centro Simón Bolívar destinados a la cultura, le entregué a Abreu 100.000 (cien mil) bolívares de la época, que hoy serían unos 60.000.000 (sesenta millones) de bolívares fuertes por lo menos, y con “Pepino” Delfino, que era Director de Transporte de la Gobernación, le conseguí dos buenos autobuses para el traslado de estudiantes de las escuelas de música de Barquisimeto y Maracay de esas ciudades hacia Caracas y de regreso a ellas. Y así nació el proyecto que después se convertiría en el “Sistema”.
No podía imaginar que Abreu, con un tesón y una habilidad admirables, lograría que miles de millones de bolívares se destinaran a hacer crecer ese proyecto hasta volverlo monstruoso, y mucho menos que en el “Sistema” imperarían serios elementos de corrupción que en nada lo honran. Abreu, a veces humillándose y a base de adulación, consiguió que varios despachos y gobernaciones le dieran cantidades impresionantes de dinero, que en muchos casos no fueron usados correctamente y sirvieron para darle la razón a Manuel Vicente Romero García en aquello de que “Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas”.
Uno de los peores errores de Carlos Andrés Pérez fue nombrar ministro de cultura y presidente del CONAC a Abreu, que con la misma decisión que había empleado para construir su “Sistema” se dedicó a destruir todo lo que le hiciera sombra o competencia, con lo que Venezuela perdió muchísimo en materia musical. Entre otras destruyó a “Solistas de Venezuela”, agrupación en la que con Olaf Ilzins y Luis Morales Bance fui Director por casi treinta años.
Lamentablemente, el segundo gobierno de Caldera no tuvo ni el tiempo ni el poder para neutralizar la obra destructiva de Abreu, y luego el país cayó en manos de Chávez, que más bien la reforzó. Abreu se dedicó a adular servilmente a Chávez y a sus adláteres y así consolidó su poder omnímodo. Y una de las demostraciones de ese poder fue la imposición del joven Gustavo Dudamel como director hasta de fama mundial. Dudamel no es mal director, pero está muy lejos de ser un director excelso como muchos creen que es. Y ese es el verdadero núcleo del problema. El mayor mérito de Dudamel consiste en mezclar salsa y ritmos latinos con música académica, lo que es una forma demagógica y populista de ganar adeptos.
Alguna vez vi y oí una versión del “Don Giovanni” de Mozart en la televisión (en “Film & Arts), sin saber quién dirigía la orquesta, y me pareció tan mala, tan sombría, tan antimozartiana, que lo comenté en voz alta. Y cuando las cámaras enfocaron al director me di cuenta de que era Dudamel. Era evidente que no había captado la esencia de la obra y la destrozaba sin piedad. Es algo que he conversado con verdaderos músicos en Venezuela, en USA, en Alemania, y todos coinciden en lo que afirmo: no es un mal director, sino uno de buen nivel, pero muy lejos de lo que Abreu ha sembrado como opinión bien aceitada con petrodólares.
Es lógico que personas de buena fe pero de poca escuela se dejen engañar. Y es lógico que personas con buena fe y buena escuela no se dejen engañar. Pero a estos últimos se les hace peligroso decir lo que piensan, porque se estrellan contra un muro de reputaciones consagradas por nulidades engreídas.
Lo que no es lógico es que la no aceptación de Dudamel se base en lo político. La política no tiene nada que ver con el talento. Wagner, Furtängler y Karajan fueron deleznables en materia política, pero grandes en lo musical. Céline, Sartre, Neruda fueron muy censurables en lo político pero de altísimo nivel en lo literario. Abreu y Dudamel tienen derecho a ser chavistas y enchufados, allá ellos y sus conciencias pero eso no hace que sean peores músicos.
Lo que sí hay que tener en cuenta es que Dudamel no tiene el nivel que Abreu, los chavistas y muchos inocentes sostienen que tiene. Igual el “Sistema” que yo en mala hora ayudé a crear: no tiene el nivel que casi todo el mundo cree que tiene. Como dijo una vez Ibsen Martínez, los muchachos desafinan. Ha generado un mundo de corrupción que no justifica lo que se ha invertido en él. De él por lo general no salen buenos músicos, sino músicos mediocres. Cuando pase la pesadilla debe revisarse a fondo, no pensando en lo político, sino en lo musical y en lo social. Porque no era una mala idea, sino que cayó en malas manos.

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A la salida de su breve carcelazo Hugo Chávez no parecía representar nada. Previo al golpe militar del 4F, el Congreso de la República, -donde un partido del orden dirigía la oposición-, era un infierno de desestabilización y denuncias irresponsables que no llegaban a término. Luego ese mismo Congreso votará por defenestrar sin delito al Presidente constitucional, un gran triunfo moral para el movimiento golpista que convierte a Chávez en ídolo popular. Sin armas, aplastado militarmente, en pocos años se recupera, gana las elecciones y desarticula todo lo que lo rodeaba. Su habilidad excepcional desarmó pieza a pieza un poder construido en 40 años. Pudo seducir, engañar, dividir, presionar y atemorizar a quienes debían oponérsele y actuó según las enseñanzas fundamentales de Maquiavelo: dividir al adversario y ganar la mayor cantidad de aliados posibles, por lealtad o miedo.
Hizo todo porque fragmentó los grupos de poder, puso una parte a favor suyo, incorporó empresarios, periodistas, intelectuales y quebrantó la lealtad de los factores del sistema. Desde el gobierno destruyó el Congreso, hizo una constituyente, refundó el Estado, desmanteló las instituciones, las Fuerzas Armadas, los partidos y casi acabó con la oposición; y su herencia amenaza hoy hasta la sobrevivencia de Venezuela. Además, marcó con su impronta y concepción política a nuevas generaciones de dirigentes y muchos lo imitan consciente o inconscientemente. Se disfrazan de bandera y hablan con “la bicha” en la mano como él. Cultivan una oratoria zumbona e igualada como la suya. Hablan de constituyentes y “salidas”, “el país no aguanta más” etc. Pero él gozaba de una gran ventaja: una tremenda astucia política y un comando grande liga, que puso la puerilidad radical y la ingenuidad bajo control.

Mantener el cauce
Pararon sistemáticamente en seco a los desgaritados radicales que querían precipitar dinámicas -o frenarlas en otros casos-, y los dejaron a un lado. Sin tanques ni batallones y después de recibir una derrota militar en 1992, el arma que usó fue la inteligencia, la astucia estratégica que permite a un profeta desarmado salido de la cárcel como golpista solitario y en ruinas, convertirse en profeta armado. Sepultado el comunismo en sus tumbas de Cuba y Corea del Norte, un hijo póstumo aparece en el país más moderno de Latinoamérica. Maquiavelo en 1498 tenía 29 años. Había conseguido su primer trabajo como secretario de la Cancillería de Florencia, y sus oficinas estaban en el palacio Vecchio. Exactamente al frente, en Plaza de la Signoría, comenzó a predicar el monje dominico Jerónimo Savonarola su feroz mensaje.
El joven Maquiavelo se interesaba mucho por la personalidad carismática, poseída, del monje, que amenazaba con el infierno a los acomodados de la ciudad. Savonarola producía una mezcla de terror y seducción. Insultaba, amenazaba y la reacción de sus feligreses era de sumisión absoluta, felices de que su ídolo los tomara en cuenta, aunque fuera para humillarlos. Esto intriga y admira a un cerebro tan gélido y un observador tan profundo de la naturaleza humana como Maquiavelo. Savonarola dice actuar en nombre de Jesucristo, a quien designa Tirano de Florencia y como al Mesías no le interesaba el cargo, el monje lo ejerce de buen grado. Botticcelli y Miguel Ángel, -pérdida incalculable del patrimonio cultural de la Humanidad- entre otros artistas, lanzaron sus obras en la hoguera de las vanidades de la plaza, donde las mujeres dejaban sus sedas y perfumes.

Fuenteovejuna piquete al revés
En esa fulgurante pero breve carrera, el monje se atravesó en el camino de un león hambriento, César Borgia, -no un idiota como él- y terminó ahorcado y en la hoguera. Años después Maquiavelo llamó al monje el profeta desarmado y entendió que Borgia era el profeta armado y que solo él podía acabar con la anarquía que devoraba Italia y le impedía ser un Estado nacional integrado. Como hoy por fortuna no es la regla dirimir a cañonazos, el profeta armado es el que tiene tres factores juntos: partido, gente y sobre todo inteligencia política. Y el desarmado es simplemente el que se derrama en emoción precoz. Estudiar la trayectoria de Chávez es una tarea pendiente de los dirigentes democráticos venezolanos para entender cómo avanzó en una cadena de éxitos, pero para usarla esta vez con fines positivos. La oposición vio nacer 2016 con las condiciones a su favor.
Un triunfo refulgente gracias a la estrategia gradualista, una vez que la epilepsia radical lucía derrotada. Aun así, ésta impone la política durante el año, provoca una catástrofe peor que peor y luego se presenta como alternativa. ¿Cómo pueden producirse incidencias tan absurdas? ¿Por qué una dirección política fracasa en medio de la descomposición general de su adversario aun cuando su estrategia proclamada era exitosa? Que el radicalismo haga estropicios no es noticia, pero si lo es que saque del rumbo comprobado al colectivo. La Unidad atraviesa y atravesará zozobras, pero deberá recuperar el camino y enfrentar el cuchillo de la división. El error es de todos en general y eso hace indiscernibles responsabilidades personales. Pero tenemos una versión heterodoxa de Fuenteovejuna en la que, ante la pregunta del comendador, se acusan todos a una.
@CarlosRaulHer
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/profetas-armados-desarmados-...

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“…Y el triunfo será de quien convierta en canto el gemido.”
Alfonso Reyes
Cuán difícil es despedir a un hijo cuando se va, no precisamente de vacaciones sino a buscar lo que el gobierno de su país le niega, el derecho a calidad de vida y a la seguridad personal. Se ha hecho común en esta Venezuela, que con tristeza se diga, que ahora a los hijos se les despide en el aeropuerto o en el cementerio, porque no hay proyectos para los jóvenes o porque en cualquier esquina de cualquier pueblo, se le atraca y asesina por un teléfono o un par de zapatos.
La semana pasada, con los primeros días del nuevo año, el escenario del aeropuerto de Maiquetía, convertido por este gobierno en uno de los más desolados de Suramérica, era de lágrimas y desconsuelos por las despedidas que a cada paso se suscitaban entre familiares y jóvenes que marchaban, la aflicción por los hijos que se van y los nietos que crecerán en otras latitudes de culturas distintas a las nuestras. Yo la sufrí en lo personal por la ida de mi hija Francys, quien vuelve a Chile en busca de proyectos que le den calidad de vida y crecimiento personal. Por ello, ante las lágrimas de los tantos venezolanos que nos agrupamos en los mostradores donde se hace el check-in, y luego en el área de ingreso a la inmigración, dimos rienda suelta, sin vergüenza o rubor alguno, a lo más íntimo de nuestros sentimientos y allí recordé entonces, alguna estrofa del poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco, … cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos de la tierra…
Nuestros emigrantes de ahora, dejan su tierra para emprender nuevos sueños y comenzar una nueva vida, pero ellos volverán, en algún momento esta pesadilla que padecemos terminará, y volverán cuando el país y un gobierno decente y respetable, democrático y respetuoso, les dé garantías de seguridad y de trabajos dignos, pues, como ya se ha dicho, toda la vida no cabe en una maleta, y porque los venezolanos que no tenemos una cultura de inmigrantes sabemos que tenemos un gran país y un valioso tesoro que es su gentilicio.
Hay que decirlo, estas separaciones no constituyen un boom, una moda o el hobbie de la época; el temor a ser asesinados porque el gobierno y el presidente no cumple su obligación de darle protección a los ciudadanos conforme lo establece la Constitución, los obliga a marcharse; la criminalidad continuó creciendo en el año que recién ha terminado y sigue amenazando brutalmente el bienestar de los venezolanos. Las cifras de muertes violentas nos ubican como el segundo país más violento del mundo. La demanda de empleos es en mucho, más grave que la oferta.
Pues bien, esta situación de desprotección de los derechos básicos de los venezolanos, con énfasis en las garantías a nuestros jóvenes para que crezcan y se desarrollen libres de amenazas a su integridad, a tener empleos dignos, al libre desenvolvimiento de su personalidad, con las naturales limitaciones derivadas del orden público y social, es una responsabilidad del jefe del Estado en el ejercicio de su gestión,-tan importante como aquella que lo obliga a garantizar la integridad del territorio nacional-, que lo hace incurrir en violación a los derechos humanos de los jóvenes, tan cierto, como que los derechos humanos garantizados en la letra de la Constitución, no son sólo los enumerados en su texto, son tambien todos aquellos que sean inherentes a la persona humana.
De modo que la desprotección del derecho a la vida, del derecho al trabajo, al crecimiento individual, a buena calidad de vida de los venezolanos que comienzan a transitar el ejercicio profesional o el desarrollo de un oficio, nos colocan a sus familiares en la nostalgia de verlos partir al exterior, porque el gobierno, que arruinó el aparato industrial y comercial del país y su dudosa mansedumbre ante el incremento del pranato y la criminalidad, no les garantiza libertad ni progresión personal.
Pero volverán, porque esa emigración de nuestros hijos quiere vivir en democracia y aquí habrá un gobierno en democracia, que más allá de la conocida frase, del gobierno del pueblo, sea la alternativa del avance de nuestros pueblos y sea tambien el sistema que ponga a prueba la capacidad de quienes la escogen y la consolidan.
@frusbet

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Sé que el artículo que voy a escribir no está orientado hacia un público especializado. Por eso no será fácil abordar el tema. Quiero escribir sobre las relaciones entre arte y política como consecuencias del vendaval de agresiones que ha desatado una parte de la oposición venezolana en contra del exitoso y joven director de orquesta Gustavo Dudamel.
Dudamel ha sido acusado por una parte de la oposición del “delito” de no haber roto con el chavismo ni haber tomado posiciones frente al régimen que impera en su país. La dificultad que asoma es que para abordar este tema es ineludible hacer un intento, por breve que sea, para cotejar la especificidad de lo artístico y de lo político. Lo intentaré.
1. Arte
Si voy a hablar de arte tengo que recurrir a quienes mejor han intentado entender el sentido de su ejercicio. Confrontado con el tema, los primeros nombres que llegan a mi mente son los de Nietzsche y Heidegger.
Según el Nietzsche de Así Habló Zaratustra y del Nacimiento de la Tragedia, el arte surge de la “voluntad de poder”. No obstante ese poder no tiene nada que ver con el poder ejercido sobre las personas y las cosas. Mucho menos con el poder político. Se trata de un poder extracorporal pero que, por paradoja, debe ser alcanzado con y a través del cuerpo. Un poder extrasensorial pero que a la vez debe ser conquistado con el uso limitado de nuestros sentidos. Un poder cuyo “sí mismo” está destinado a acceder a otra realidad pero que a la vez usa como punto de partida la realidad que habitamos. En breve, se trata de un poder metafísico.
El arte lleva de por sí una práctica metafísica o trascendental. Sin trascendencia, según Nietzsche, no hay arte. Esa es una de sus proposiciones centrales en Zaratustra.
En El Origen de la Tragedia, Nietzsche se distancia un tanto de la contradicción entre la esencia metafísica e inmanencia apariencial (sensorial) y propone un dualismo no antagónico entre lo dionisiaco y lo apolíneo. Lo dionisiaco corresponde al estado de embriaguez y éxtasis.
El arte, cualquiera sea su expresión, no puede prescindir del desvarío, afirma Nietzsche. Por esa razón el devenir del arte no transita por caminos rectos sino por laberintos. El artista presiente lo que busca, mas no lo sabe. Hacer arte supone confrontarse con un continuo perderse en sí mismo. El arte es tormentoso, es pasional y en sus orígenes, desenfrenado. Por eso Dioniso, dios de los placeres, a fin de no sucumbir aplastado por el peso de sus pasiones, necesita de Apolo, el dios del equilibrio, la perfección y la armonía. Pero para poner en orden a las pasiones, Apolo también necesita de ellas. Entre Dioniso y Apolo se establece entonces una relación de fraternidad e incluso de complicidad. De la comunicación entre ambos surgirá el arte. Sin uno o sin el otro, todo arte será un remedo del arte.
Heidegger, profundamente nitzscheano, continúa el pensamiento de Nietzsche, sobre todo en el primer tomo de su tratado sobre Nietzsche (son tres). Según Heidegger, el arte no termina en las cosas, no es cósico. Trabaja en y con las cosas pero en busca de una –este es concepto central en Heidegger- “apertura”.
La “apertura” se encuentra, según Heidegger, no fuera de alguna caverna como imaginó Platón, sino en las ocultas profundidades del Ser. En lo oculto, dijo Heidegger, vive la verdad. Arrojar luz hacia lo oculto es, en consecuencia, tarea principal del artista. Sin búsqueda de la verdad no hay arte -aquí Heidegger toma un camino distinto a Nietzsche, camino que transita precisamente en su libro Caminos del Bosque (Holzwege)-. El artista es un revelador de la verdad. El modelo del arte total, así como Nietzsche creyó encontrarlo en la música de Wagner, lo encontró Heidegger en la poesía de Hölderlin.
El arte según Heidegger se aproxima a la búsqueda de Dios pero convertido en La Verdad (Para Heidegger –legado socratiano- Verdad y Belleza son casi sinónimos). Solo a partir de la revelación de lo oculto comienza el proceso de la creación artística. (Re-creación, corregiría Ratzinger, pues el humano puede inventar o componer, nunca crear, atributo exclusivo de Dios).
El arte, al “desocultar” lo oculto, nos lleva a reconsiderar la existencia en el marco de otra historia, o lo que es igual, de otro tiempo distinto al de nuestra existencia. De tal modo, gracias al arte, salimos, al igual que Nietzsche, desde el más acá hacia el más allá, con la diferencia que, según Heidegger, ese más allá no está fuera del más acá sino en los lugares más recónditos, quizás en el fondo mismo de nuestros corazones. La “apertura” para Heidegger es en cierto modo un regreso: un regreso hacia la esencia del Ser.
Y bien. Dejaremos en este punto esta síntesis acerca de la esencia del arte para dirigir la vista hacia ese otro espacio que nunca Nietzsche y Heidegger exploraron. Nos referimos al espacio de la política. Un espacio hacia el cual se atrevió a caminar, aunque muy sola, Hannah Arendt. A lo largo de ese camino podemos descubrir, guiados por Arendt, la enorme antítesis que existe entre el pensamiento artístico y el pensamiento político.
2. La Política
La antítesis entre ambos pensamientos explica a su vez la hipertensión que existe entre esos dos modos del ser, el del estar aquí y el del ser fuera de sí. La política, en efecto, no está situada en las profundidades del ser sino en su mera superficie. Sobre esa superficie se erigen las ciudades y en ellas debaten los ciudadanos sobre las cosas de este mundo. La política por lo mismo reside en el nivel de las apariencias, nunca en el de la trascendencia. Y mucho menos en el de las esencias. Una política no superficial no sería política. De la política no debemos esperar ninguna redención.
La política, a diferencias del arte, tiene lugar –afirma Arendt- bajo la luz de lo público (¿Qué es Política?). Su objetivo no es la búsqueda de la verdad sino, simplemente, de mínimas certidumbres. Para defender nuestras certidumbres, luchamos unos contra otros, pero al mismo tiempo establecemos compromisos. La política, luego, no es trascendente, sino radicalmente inmanente. Su práctica no se deja regir por las pasiones, ni por el amor, ni por el odio, sino que por una razón instrumental que nunca puede ni debe regir la actividad artística. Arte y política son en ese sentido excluyentes. Como el agua y el fuego, nunca podrán juntarse. Así se explica por qué casi no existen políticos dedicados al arte (a menos que consideremos como arte los mamarrachos que pintaba Chávez). A la inversa, cada vez que los artistas han intentado incursionar en política, los resultados, salvo raras excepciones, han sido catastróficos.
El arte actúa hacia lo desconocido. La política, en cambio, actúa sobre la base de lo existente. Sin acontecimientos no hay política. La política, en fin, no es actividad metafísica sino existencial. Todo proyecto encaminado a elaborar una política trascendental y metafísica, lleva, según Arendt, al totalitarismo (Los Orígenes del Totalitarismo) es decir, hacia el fin de la política. Tesis verificada durante los totalitarismos nazis y comunistas.
Con estos apuntes ya es suficiente entonces para percibir por qué los caminos del arte y la política están separados por campos minados. Esa es la razón, además, por la cual los artistas enfrentan una contradicción insalvable. Como habitantes de la ciudad, deben cumplir obligaciones ciudadanas y a veces asumir tareas políticas. Como artistas, están condenados a distanciarse de las cosas de este mundo.
Desde que hay política y arte, el dilema para todo artista ha sido: o poner la política al servicio de su arte o poner su arte al servicio de la política. Si elige la primera vía, será denostado por sus conciudadanos. Si elige la segunda, dejará de ser artista para convertirse en un mercenario al servicio de poderes circunstanciales. Por eso muchos artistas eligen un camino intermedio. Ese parece ser el elegido por el director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel.
3. Dudamel
Gustavo Dudamel decidió a muy temprana edad -siguiendo la línea de su maestro José Antonio Abreu, fundador del sistema nacional de Orquestas y Coros Juveniles- aceptar la colaboración del gobierno de turno como venía ocurriendo desde los años ochenta. El precio módico fue rendir respeto al gobierno sin poner la música bajo su servicio exclusivo.
Dudamel ha intentado, como miles de artistas en el mundo, un compromiso desde el reino de la música con el reino de este mundo. El problema es que esa solución intermedia no ha sido entendida por gran parte de la oposición política venezolana. Situación inédita en la historia de la música. Mientras más éxito alcanza Dudamel, más aversión despierta en sectores de la oposición. Los medios afines al chavismo tampoco lo glorifican. Seguramente esperan de él una toma firme de posiciones, loas al poder y juramentos de fidelidad a Maduro. Tampoco lo han logrado. Dudamel, simplemente, no quiere hablar sobre política. Decisión que contrasta con la de otros artistas latinoamericanos quienes pese a que intentaron opinar sobre política, jamás despertaron el odio concitado por Dudamel entre sus con-nacionales. Pensemos por ejemplo en dos muy grandes. Neruda y Borges.
Pablo Neruda nunca ocultó su militancia en el partido comunista. Pero su poesía era admirada más allá de su partido. Dos de sus mejores amigos no eran de izquierda. Hernán Díaz Arrieta (Alone) eximio y ultrareaccionario crítico literario de El Mercurio, nunca ahorró loas a Neruda. El escritor Jorge Edwards, al final de la vida de Neruda, fue confidente del gran poeta. Neruda, pese a ser comunista, iba mucho más allá de la dicotomía izquierda-derecha. Como Dudamel cuando dirige, Neruda, aún en su poesía política, estaba más allá de la política. Para mí Neruda –no pido a nadie que comparta mi opinión- era y es “la poesía”.
El caso de Jorge Luis Borges es aún más interesante. Siempre Borges presumió de anti-político. Pero pocos escritores han destilado más veneno político que Borges en contra del peronismo, del comunismo y del “progresismo”. Sin embargo, todas esas corrientes lo respetaron. Los escritores peronistas –son muchos- se declaran en su mayoría, devotos de Borges. Borges, para la intelectualidad argentina y gran parte de la latinoamericana, es el maestro. Si se quiere bromear un poco, Borges es el Maradona de los artistas e intelectuales de su nación (lo escribo con cierta sorna: Borges odiaba al fútbol)
Podríamos decir palabras similares de otros grandes como García Márquez (El “Gabo” es símbolo nacional) Octavio Paz e incluso Vargas Llosa cuya actividad política ha sido más que profusa. Los éxitos logrados en el exterior por esos escritores han sido celebrados por la inmensa mayoría de los habitantes de sus respectivos países quienes han sabido deponer diferencias cuando llega el momento de honrar a sus glorias nacionales. Eso lamentablemente no ha ocurrido en Venezuela con respecto a una de las figuras más representativas de la música contemporánea: Gustavo Dudamel.
En el campo de la música es difícil encontrar a alguien que haya elevado tan alto el nombre de su nación como Gustavo Dudamel. Ya sea en los Ángeles o en Gotenburg, en Chicago o en Stuttgart, en Nueva York o en Viena, ha ganado un reconocimiento internacional sin paralelo en la historia de la música latinoamericana. Hay directores de orquesta que ya lo comparan con Leonard Bernstein. Pocos han logrado sentir el espíritu de Mahler o de Brahms de un modo tan intenso. Verlo dirigir la cuarta de Brahms es un espectáculo. Dudamel no solo dirige, “vive” en Brahms.
Adonde vaya Dudamel será visto como embajador artístico, no de un gobierno, sino de una nación. Gracias a Dudamel muchos amantes de la música se han enterado de que Venezuela no solo produce petróleo, reinas de belleza y militares corruptos. Quieran o no, los venezolanos, no solo los chavistas, tienen una deuda con Gustavo Dudamel. Más grande será cuando llegue el momento de desagraviarlo frente a los indecibles insultos que le han propinado miembros de exaltadas fracciones de la oposición por el hecho de haber decidido, antes de su concierto de Nuevo Año en Viena, no dar opiniones políticas sobre su país.
Claudio Arrau, el genial pianista chileno, también tomó en su tiempo la decisión de Dudamel. Ni siquiera en los más feroces días de la dictadura militar quiso hablar sobre política. Todos, derecha e izquierda, si no lo entendimos, lo respetábamos. Y en sus giras íbamos a escucharlo no porque nos interesara su posición política sino porque llegó a ser el mejor especialista en piano de Beethoven y, además –hay que decirlo- porque era chileno, nacido en Chillán. Al igual que ayer Arrau, grandiosos pianistas rusos, algunos de ellos, emigrantes por razones políticas, viajan hoy por el mundo y ninguno opina sobre el régimen de Putin. Solo en Venezuela vilipendian a Dudamel porque no eleva su voz frente al régimen que azota al país.
Por cierto, hay también grandes músicos que como ciudadanos toman opciones políticas y en algunas ocasiones ponen sus talentos al servicio de una causa. La soprano Anna Netrebko -de quien se dice es la heredera de la Callas- y el magnífico director Valery Gergiev, no han vacilado en rendir homenaje al zar Putin en sus presentaciones. Muy bien, es su derecho, pero no es su obligación. Del mismo modo, la venezolana Gabriela Montero, pianista de reconocimiento internacional, ha llegado a componer piezas musicales a favor de una Venezuela democrática. Puede decirse lo mismo: es un derecho, pero no es una obligación. Y mientras alguien cumpla con las leyes y normas de un derecho universal que garantiza tanto la libertad de opinión como la libertad de no opinar, ni Montero ni Dudamel pueden ser objetados.
El autor de estas líneas comparte la opción política de Montero y a la vez acepta la opción de Dudamel. Pues compartir y aceptar son cosas diferentes. No hay ley moral o jurídica que obligue a los artistas a tomar o a no tomar decisiones políticas. Gracias a Dios. De ahí mi absoluta incomprensión frente a esos sectores afiebrados de la opinión pública venezolana que, al enjuiciar a Dudamel, se dejan regir por el lema totalitario: “o estás a favor o en contra de nosotros”. En nombre de su oposición al chavismo esos sectores han hecho suya la lógica del chavismo.
Evidentemente en Venezuela hay dos grandes conflictos. Por una parte, el de la oposición-gobierno. Por otra, el de una cultura democrática frente a otra muy antidemocrática. Esta última no solo reside en el chavismo. Atraviesa, además, de lado a lado, al conjunto de la oposición. Incluso, me atrevería a decir, una parte de la oposición, no sé cuál es su magnitud, ha sido facistizada por el chavismo (si es que no lo estaba antes).
Haciendo una revisión a través de las redes sociales sorprende la magnitud e intensidad de las invectivas en contra de Dudamel. Dejemos de lado al hampa tuitera, esos criminales del teclado que proyectan sus complejos de inferioridad en contra de seres muy lejos de su nivel. Lo que sí asombra es que personas ponderadas hayan caído en el mismo frenesí anti-dudamelista. Razón de más para pensar que el problema no reside tanto en Dudamel sino en la propia oposición venezolana. En ese sentido parece ser evidente que Dudamel funge en estos momentos como chivo expiatorio frente a agresiones que no habían logrado encontrar un objeto concreto.
El deseo de agresión precede al objeto de agresión, dice una conocida tesis freudo-lacaniana. En efecto, Dudamel ha pasado a ser objeto de agresión de una tendencia política que no ha podido lograr sus objetivos de poder. Ya sea por una conducción errática, o por la imposibilidad de alcanzar un punto unitario, esa tendencia se encuentra muy frustrada. No habiendo podido derrotar al enemigo, impotente frente a un régimen armado hasta los dientes, ha terminado por desarrollar en su interior una serie de agresiones. Agresiones, que si no encuentran el objetivo, pueden transformarse en autoagresiones o ser invertidas en un objeto sustitutivo del enemigo (en este caso Dudamel). En las redes sociales, sus actores han optado por las dos vías a la vez. Por una parte se injurian de modo abominable entre sí. Por otra, descargan un increíble odio en alguien que ni siquiera es un político. Un profesional serio, un joven exitoso, un propietario de esa mercancía que no se vende en las farmacias: talento.
Por cierto, hay quienes hacen la separación entre el director Dudamel y el hombre Dudamel. Aducen que reconociendo el valor del primero, se pronuncian en contra del segundo aunque sin ahorrar epítetos (desde colaboracionista hasta hijo de perra). Desde un punto de vista formal esa es una posición correcta, pero desde el punto de vista político no lo es. Y no lo es por la sencilla razón de que Dudamel no es un político. Su mundo, como hombre y como artista, es musical.
Lo que más llama la atención es precisamente que la mayoría de los enemigos (¿políticos?) de Dudamel no polemizan con el director por el hecho de que este haya emitido una opinión sino por lo contrario: por el hecho de no haberla emitido. El manido argumento al que recurren es que, ante la situación que vive Venezuela, nadie puede ser neutral. Paradójicamente esa fue la misma posición que levantaron los nazis y los comunistas en sus respectivos países. En situación de guerra interna y externa -aducían- la neutralidad es colaboración. ¿No es la misma tónica empleada por Maduro cuando califica a toda la oposición como “enemigos de la patria?”.
Hannah Arendt, será preciso recordar, distinguía dos enemigas de la política: la despolitización y la sobrepolitización. La despolitización o apatía política lleva a la desintegración de una sociedad. La sobrepolitización, al convertir a todo en política, anula las diferencias entre lo político con lo no político (la intimidad, la religión, el arte) dándose así las condiciones para que aparezca la tentación totalitaria. Y bien, me parece que en estos momentos Venezuela vive un avanzado grado de sobrepolitización.
Afortunadamente he podido observar en las redes muchas posiciones razonables que no señalan a Dudamel como el enemigo número uno de la oposición, que llaman a centrar la acción frente a objetivos políticamente definidos (entre ellos la lucha por elecciones libres y soberanas), que reclaman una separación entre la política con los otros espacios de la vida ciudadana. En fin, opiniones que creen en una lucha democrática realizada por personas democráticas
Personas que creen en las diferencias, en la libertad de opinión y por lo mismo en la libertad de no opinar. Personas convencidas en que quienes cumplen con las leyes y con la moral normativa que de las leyes se deduce (l’esprit des lois según Montesquieu) no pueden ser juzgados ni condenados por nadie. Personas que no se dejan regir por una supuesta moral universal situada más allá de todo tiempo y lugar. Personas que creen que el debate político hay que llevarlo a cabo con políticos y no con cantantes, jugadores de fútbol y directores de orquesta. Personas, en fin, que han hecho suyo uno de los lemas más felices de Rosa Luxemburg: “La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa diferente”
Pienso que esas personas conforman la mayoría de la oposición venezolana. Quiero, además, creer que así es. Porque si no fuera así, seguir apoyando a esa oposición no valdría la pena.

7 ene. 2017
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Con voz propia
Iniciamos 2017 en la tiranía de monárquicos robolucionarios, que en incondicional complicidad con quienes se lucran en posiciones izquierdosas del pasado, se suman a clausura de medios de comunicación. Especial referencia se hace a aquellos que se presentan como periodistas, consecuentes defensores de la hegemonía informativa.
Al conmemorar el Día de los Reyes Magos recordamos que en esa fecha de hace 4 años (2013), el capitán de Corbeta Leamsy Salazar responsable de seguridad y Ayudante, del Presidente Hugo Chávez (HCH), hizo serias revelaciones en el libro del periodista Emili J. Blasco: Bumerán Chávez. Allí reseña que en marzo de ese año acusó en caso abierto por fiscalía federal del Distrito Sur de Nueva York contra Diosdado (mejor maldado) Cabello, quien adaptó al oficial marino con iguales funciones de HCH. Lo señaló “sostenedor de un edificio de narcotráfico y corrupción construido por HCH y avalado por NM”.
Sirven a ese diagnóstico los sin vergüenza aludidos, que deben festejar la clausura de El Impulso, decano de la prensa nacional, editado en Barquisimeto.
Con el abuso del nombre de un político sin dolientes que fue defensor de libre expresión, Alfredo Maneiro, identifican la empresa que asume el monopolio y distribución del papel periódico”, para controlar los medios impresos. Algunos caen en el chantaje, presentándose como independientes, pero otros no caen en el juego, tal es el caso del Impulso, que en vísperas de cumplir sus 113 años se agrega a los 15 periódicos que desde el año 2013 dejaron de circular. Y 85 están en riesgo y se mantienen en circulación con disminución de páginas y tirajes; algunos cambian de formatos, otros emigran a la Web, en lo cual se inscribe desde el 2 de enero El Impulso. Y no faltan los vendidos al régimen.
“Es historia que sobre una edición caraqueña simultánea de este diario pesó una medida de clausura, y, acto seguido, el doctor Juan Carmona, a la sazón director, fue a dar con sus huesos a la cárcel La Rotunda. Es una referencia que acusa a quienes hoy nos clausuran, porque aquel bochornoso episodio, que establece el parangón, ocurrió bajo una dictadura, la de Juan Vicente Gómez”, afirma en editorial de despedida.
Los ensañamientos se aplicaron a decanos, como Antorcha, de El Tigre, en Anzoátegui; El Carabobeño, del Centro; El Correo del Caroní, de Guayana.
Directivos de diarios acosados tienen prohibición de salida del país, como los 24 de los diarios TalCual, comenzando por Teodoro Petkoff; y El Nacional, cuyo Presidente Editor, Miguel Henrique Otero está exiliado al igual que Patricia Poleo, Napoleón Bravo, Leopoldo Castillo, Ibeyise Pacheco, entre otros.
Por ahora a los Reyes Magos pedimos nos alumbre la ruta y nos haga arribar al triunfo de la soberanía popular, para rescatar la Democracia que con la dignidad militar, que al igual deseamos reivindicar, conquistamos hace 58 años.
Llamado a la reflexión que el oficialismo que dejó de ser la primera fuerza que era desde hacía 18 años. Según el director de la consultora Datanálisis, José Antonio Gil Yepes, el PUSV se ubica en 18 % de aceptación que antes del arribo del inflado NM, estaba en el 40%.
Como primera fuerza se ubican los independientes con un 45 %, mientras que los opositores están en 27 %.
Más que una consigna la afirmación: sin libertad de información no hay democracia y el régimen lo sabe. Y muy presente deben tener medios independientes el cierre del decano de los periódicos. Re impulsar el derecho a la información, debe ser la política.
MARGEN. En la merengada del Presidente del BCV, en vez de permitir poner en batidor billetes de Bs 100, bien puede propiciar la recepción con la circulación de las nuevas monedas. Hay tiempo. Jordanalberto18@yahoo.com.

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Toda dictadura tiene apoyo militar. Nada nuevo bajo el sol. Eso nos enseña la historia latinoamericana. Los militares invocan su misión de garantes de los intereses de la Nación para “rescatarla” de su disolución en manos de políticos irresponsables y corruptos. En su visión, ciertas libertades y reformas atentan contra los "pilares" del orden social, en realidad, contra su estructura de privilegios. Pero sabiendo que interrumpieron el hilo constitucional, procuran dejar una impronta que los absuelva. En toda dictadura se roba, pero se encubre dentro de un proyecto nacional que procura “dejarle algo” al país en muestra que su administración, bajo mando militar, es siempre superior a la de los civiles libertinos. Pérez Jiménez, bajo la consigna de Nuevo Ideal Nacional, se propuso transformar el medio físico de Venezuela a través de la construcción de grandes obras públicas. Se financió con el otorgamiento de más concesiones a las petroleras y con el cierre del canal de Suez, que elevó momentáneamente los precios del crudo en los mercados internacionales. Y, luego de huir despavorido la mañana del 23 de enero en la “Vaca Sagrada” dejando en su apuro una maleta llena de dinero, la gente terminó sólo recordando sus autopistas y teleféricos.
Lo singular del caso actual es que no hay ningún interés ni intención por parte de esta dictadura de “dejar algo” en procura de “justificar” ante los venezolanos o ante un juicio póstumo, su pasantía por el poder. La bonanza petrolera que benefició a Chávez fue aún mayor a la de Pérez Jiménez pero lo que hizo fue distribuirla entre los suyos. Dejó pocas obras, muchas inconclusas, luego de “ordeñarlas” entre colaboradores para sacarles los mayores proventos posibles. A esto el chavismo llamó “socialismo”, palabra en desuso últimamente, por cierto: ¿no dice esto algo? Expropió empresas y arrinconó al sector privado en general, pero no por compromisos ideológicos, sino para incorporarlas en la vorágine expoliadora que terminó caracterizando su mandato. Cierto, creó misiones para que este reparto llegase a los sectores más deprimidos -con grandes filtraciones que terminaban en manos de muchos de sus administradores y/o custodios-, pero hoy, con la devastación que dejó su gestión y la casi desaparición del pote petrolero que las alimentaba, de ellas queda muy poco. Hoy el venezolano sufre probablemente las peores penurias desde que el petróleo se transformó en fuente principal de ingresos del fisco, hace casi 100 años.
La terca, tenaz y obstinada negativa de Maduro por enmendar las desastrosas políticas de su antecesor hace patente que su preocupación no está en la suerte de la población sino en cómo mantener, ante el rechazo mayoritario de los venezolanos, el régimen de expoliación que constituye la razón de ser de los suyos. Para ello, y bajo mandado de los Castro -uno de sus principales beneficiarios-, ha desarrollado dos grandes estrategias. Una, la radicalización, con mayor represión y persecución de dirigentes y personeros democráticos, y dos, la corrupción de estamentos directivos de la Fuerza Armada -única institución que lo sostiene en el poder-, haciéndoles partícipes del régimen de expoliación para que, en condición de cómplices, se vean obligados a cerrar filas en torno suyo.
Conforme a la primera estrategia, el lenguaje de Maduro se ha tornado cada vez más agresivo, insultante y denigrante, subiendo los decibeles de la campaña de odios de su predecesor a niveles aún más altos. Su absoluta falta de vergüenza para repetir las mentiras más descaradas y los disparates más insólitos, revelan que el discurso ideológico no es para convencer a indecisos y capturar más apoyo, sino para radicalizar al grupo pequeño de venezolanos que todavía lo apoya. Su función es convertirlos en fuerza de combate -violenta-, capaz de aplastar a sus contrincantes cuando se les pida. De ahí, por ejemplo, las bandas fascistas autodenominadas “colectivos”. Para provocar la confrontación, instiga a un tribunal supremo abyecto para aprobar todo tipo de decisiones que desconozcan al Poder Legislativo y, junto al CNE, se cierren las vías electorales para el ejercicio de la soberanía popular. Maduro se prepara para la guerra -porque no concibe la lucha política de otra manera-, galvanizando a los suyos hasta conformar una secta de fanáticos refractarios a cualquier careo con la realidad. La única verdad que reconocen es la construida con base al imaginario fascista. El país ha caído en la insania, totalmente ajena al uso de la razón, como lo demuestra la salvajada de algunos diputados oficialistas -¡entre ellos, la Primera Dama!- en la toma de posesión de Julio Borges como Presidente de la Asamblea Nacional.
La segunda estrategia es aún más decisiva. Ante la violación flagrante de la Constitución, Maduro y los cubanos deben evitar que la Fuerza Armada tome en serio su rol de garante del Estado de Derecho y obligue al gobierno a respetar las instituciones democráticas. Para neutralizar tal posibilidad, el “socialismo” chavista ha procurado involucrar a los militares en una batería amplia de mecanismos para expoliar la riqueza social a través de controles de todo tipo, leyes y regulaciones punitivas y la opacidad, discrecionalidad y no rendición de cuentas de sus actuaciones, que ofrecen posibilidades inusitadas de lucro. Junto a fanáticos de la secta, controlan la importación y distribución de alimentos, “custodian” todo lo que pasa por las fronteras, extorsionan a empresas y confiscan sus productos, se les entrega una “patente de corso” para intermediar en la explotación petrolera y minera mediante la creación de la empresa Camimpeg y se les involucra en irregularidades como el apoyo al tráfico de estupefacientes, según denuncias de la DEA. El múltiplo entre el precio al que se consiguen muchos bienes y el regulado, el diferencial entre el precio en el que se vende la gasolina en Venezuela con el de los países vecinos y el abismo entre la cotización Dipro del dólar y la de Dicom o, más aun, del mercado paralelo, dan una idea de las inmensas oportunidades de “negocio” a través del arbitraje, la sobrefacturación y el desvío de recursos, sin mencionar las contrataciones turbias del gobierno y de empresas públicas.
Los cambios del gabinete propuestos por Maduro son señal inequívoca de que no va a enmendar sus funestas políticas. Y, como con ello se asegura el empeoramiento del padecimiento de los venezolanos, habrá que arreciar la represión para arrancarles una porción todavía mayor de una torta que se encoge y asegurar, así, el crecimiento de las fortunas mal habidas de la oligarquía en el poder. Es esa la razón de colocar a una de las figuras más radicales del fascismo criollo, Tarek Al Aissami, como vicepresidente, y hacerlo acompañar de Hugbel Roa, Elías Jaua y joyas similares.
Ofende la deplorable intervención del general Padrino López reiterando su lealtad a un Presidente que ha pisoteado a la Constitución y al pueblo. De que yo sepa, contra Padrino no existen imputaciones serias sobre manejos turbios. No parecería ser, por ende, cómplice interesado en el sostenimiento del sistema corrupto. Pero ello le da un tono todavía más ominoso a su alocución, pues si no es doliente de este esquema podrido, carente de toda viabilidad, ¿por qué pronunciarse de esta manera? ¿Será que como figura de consenso de facciones en pugna dentro de la Fuerza Armada desea evitar un desenlace que desestabilizaría la estructura de mando interna? Sea como sea, el ministro de la Defensa no puede desconocer el panorama de hambre, miseria, inseguridad y muerte que enluta hoy a Venezuela, y tampoco que la principalísima responsabilidad de ello reside en los gobiernos chavo-maduristas. Darle beligerancia a la idiotez de una “guerra económica” de la que él ni nadie creen es prolongar innecesariamente, por mera maldad, el sufrimiento de los venezolanos. Sostener a una oligarquía que hace de ella la punta de lanza de su guerra contra el bienestar del pueblo es muestra de suma crueldad.
Si bien el estamento militar corrupto se aferra al poder porque las evidencias en su contra son demasiadas para salir “lisos”, para el general Padrino el castigo será aún peor: ser señalado por generaciones futuras, incluyendo hijos y nietos suyos, de haber optado deliberadamente por el hambre de millones de compatriotas y la muerte evitable de muchos de ellos, por no exigir el respeto a la Constitución. Así como deben existir pocos padres dispuestos a hacer de sus hijos epónimos de Hitler, Pol Pot o Mussolini, ¿Cómo habrán de recordarse los apellidos “Padrino López”?
¡Cómo alivia poder liberarse de la conciencia, juez implacable ante el cual es imposible escabullirse!
Economista, profesor de la UCV
humgarl@gmail.com

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En un artículo previo resumimos los planteamientos del economista Francisco Rodríguez, quien labora para la firma de inversión estadounidense Torino Capital. Este profesional, cercano al gobierno chavista, dirigió la elaboración de un Plan Económico para Venezuela bajo el auspicio de Unasur, entre mayo y junio de este año (Ver: Rodríguez R., José E. “La influencia del partido político español Podemos en el gobierno de Maduro”. Dígalo Ahí, N° 8, diciembre 28, 2016)
En dicho plan Rodríguez plantea un conjunto de acciones para la instauración de un sistema de precios más acorde con una economía de mercado, acompañado de una unificación cambiaria, que permita a los empresarios el logro de rentabilidades que los estimulen a permanecer en la actividad productiva. Estas y otras medidas estarían orientadas a estimular el desarrollo de una economía de mercado menos intervenida y más funcional. Estas acciones estarían acompañadas de una política redistributiva, consistente en un programa de transferencias monetarias a los sectores de menores ingresos. Según Rodríguez este tipo de política económica es la que predomina en los países del ALBA, como Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Los planteamientos de Rodríguez son corroborados por el Banco Mundial, el cual señala que estos países han hecho un manejo prudente de la política macroeconómica, lo cual ha determinado el logro de niveles de inflación significativamente por debajo de los de Venezuela y elevados niveles de crecimiento económico. En el cuadro que presentamos a continuación, podemos observar que las cifras de inflación de los países allí incluidos se ubican alrededor del 4% anual y las tasas de crecimiento del PIB son relativamente elevadas, en particular en el caso de Bolivia y Nicaragua.
Inflación y crecimiento económico en los países del ALBA durante el año 2015.

Bolivia

Ecuador

Nicaragua

Inflación (%)

4,1

4,0

4,0

Crecimiento del PIB (%)

4,8

O,2

4,9

Fuente: Banco Mundial.

Baste citar, como un ejemplo, el caso de Bolivia que, según la revista The Economist, ha utilizado las exportaciones de gas para estimular su crecimiento económico, el cual se espera alcance en el 2017 una tasa del 3,9% de aumento del PIB, ello con una tasa de inflación de 4,6%. Al mismo tiempo, han aprovechado las mencionadas exportaciones para fortalecer sus reservas internacionales y prepararse así para una eventual caída en los pecios de exportación.
Llama la atención que los líderes de los países del ALBA como Morales, Correa y Ortega no vacilan en asistir a las reuniones en Cuba, donde declaran su apego a la revolución y su voluntad de luchar contra el capitalismo en todos los terrenos. De igual modo no perdían oportunidad para viajar a Venezuela, a recoger los cheques que dadivosamente el difunto comandante les entregaba, suscribiendo al mismo tiempo su lucha contra el neoliberalismo y el capitalismo. De regreso a sus países sufrían en pleno vuelo una metamorfosis, transformándose en gobernantes prudentes, que instrumentaron en sus países políticas monetarias, enmarcadas en el liberalismo más clásico, para fortuna de sus pueblos.
De regreso a sus países sufrían en pleno vuelo una metamorfosis, transformándose en gobernantes prudentes, que instrumentaron en sus países políticas monetarias, enmarcadas en el liberalismo más clásico, para fortuna de sus pueblos.
Mientras, en nuestro país, los desatinos de Chávez y sus seguidores, tratando de instrumentar una economía con controles draconianos al estilo soviético, nos han conducido a una inflación desbocada que este año se estima en 530% según la firma Econométrica. Con unas expectativas para el año entrante de 484% según la revista The Economist, acompañada de una contracción económica del -7% según la misma fuente. Al mismo tiempo que nuestras disponibilidades de divisas se han reducido dramáticamente, lo que aunado a una corrupción descomunal, nos ha sumido en una crisis humanitaria nunca vista.
Si bien a los países del ALBA los unifica un discurso antiliberal y anticapitalista, cuando examinamos de cerca las políticas económicas que instrumentan, nos percatamos que detrás del discurso hay dos concepciones de la política económica que fragmenta al grupo. La política económica de los países como Bolivia, Ecuador y Nicaragua se apartan del discurso general, implementando acciones orientadas al control de la inflación; muy similares a las llevadas a cabo en Brasil por Fernando Henrique Cardozo y Lula, que se encuadran con el liberalismo clásico y que han logrado exitosamente el control de las presiones inflacionarias, estimulando a su vez niveles relativamente elevados de crecimiento económico. Mientras, Venezuela se ha apartado de ese camino, enrumbándose hacia una economía de controles de toda naturaleza, que ha potenciado la inflación y provocado una contracción de la actividad económica que se prolonga en el tiempo.
Profesor UCV

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