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Carlos Raúl Hernández

Amantes y elefantes

Carlos Raúl Hernández

Aborda en la Vía del Trittone, frente a Piazza Barberini y le pide al taxista, quien resulta también venezolano, lo lleve a una trattoría cerca del Coliseo. Para congraciarse con el conductor, al pasar frente, le habla de las maravillas de esas ruinas y sus significaciones. Luego de un silencio chicha, el taxista responde- “¿Sabes pana? Yo lo que quiero es que tumben esa m… y hagan un estacionamiento para que mejore el tráfico”.

Pablo Iglesias y su novia se fijaron la modesta misión de abolir la monarquía, el capitalismo y los sexos en España. Pero hicieron una encuesta y están iracundos porque las mujeres prefieren la penetración a masturbarse y la secretaria de Estado, Rodríguez Pam, cuestiona indignada tal aberración. Con apenas 35 escaños sobre 349, Podemos amenaza las instituciones, hace aprobar una irónica ley en defensa de la mujer que ha liberado 700 abusadores sexuales y para justificarse acusan a los “jueces fachas”, cuando mayoría de la judicatura son mujeres. En ese panorama descerebrado de gobierno, rezo porque Felipe VI siga ahí duro. No es fácil la revolución porque para liquidar monarquías, en Europa saltó más sangre que en las obras completas de Sam Peckinpah. Comenzó cuando Robespierre quita la cabeza del pobre Luis XVI y treinta o cuarenta mil más. El asesinato de los zares Nicolás y Alejandra y toda su familia, vino con la primera guerra mundial, la revolución bolchevique y luego 8 millones de bajas de la guerra civil en Rusia.

La república de Weimar surgió de la derrota alemana en la misma primera guerra, y, en Italia, esta vez la segunda guerra produjo 400 mil cadáveres de italianos para que hubiera república en 1946 en Italia. Los españoles fracasaron en 1936, al costo de entre 600 mil y un millón de vidas, pero Podemos piensa que no fue una mala inversión. Hablan de “crisis de la monarquía” con argumentos de bachillerato. Hace diez años terminan tres reinados. Beatriz de Holanda abdica a favor de su hijo Guillermo, precisamente en el aniversario de la Casa Real. En julio de ese año, Alberto II de Bélgica en su hijo Felipe, por estropicios de imagen al salir esqueletos del clóset, su amante de larguísima data con una hija ya mayor, y varios problemitas fiscales. En 2014 Juan Carlos de Borbón, justamente vapuleado, traspasa el trono al príncipe Felipe. Durante los 2000 surgió un rolloso republicanismo entre académicos malentretenidos y políticos radicales, que identificaban república con “virtud” y demás viejas pendejadas que aterrizaban en la pavosidad extrema.

Salvador Ginés, Victoria Camp, Giacomo Marramao y varios otros, nos hacían deducir que Siria o Irán son virtuosos, frente a las oscurantistas monarquías de Holanda o Inglaterra sin explicar por qué. Este jacobinismo de ociosos, trasnochados “repúblicos” (rima disonante con “ridículos”) proponía versiones locales de Cicerón o Catilina. Se viven malos momentos en las casas reales cuando se evidencia que son seres humanos, como las andanzas legendarias de Carolina de Mónaco, Lady “D”, Juan Carlos. William y Kate Middleton se divorcian este mayo. La asoleada Meghan piensa que “el show debe continuar” mientras se vendan entradas y libros. Isabel II desapareció educadamente sin aclarar sospechas de que era un cyborg. Cuestionan la monarquía “por no ser democrática”, pero ignoran Cuba y Corea del Norte, nuevas realezas, no regidas por la constitución sino por la revolución. Gran Bretaña, Holanda, Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Liechtenstein, Mónaco, Luxemburgo son bienestar de la humanidad, sociedades con altas calidades de vida, democracia y libertad personal.

Las diez monarquías constitucionales tienen abrumador respaldo popular, en promedio 70%, salvo Noruega donde llega a 93% y los líderes democráticos de izquierda, centro y derecha, respaldan sus instituciones y no quieren reparar lo que funciona bien. España sale de la lista por un gobierno atolondrado, aunque la idea de Iglesias, amputar la monarquía como un apéndice séptico, luce sin destino. Seguramente sueña que, en vez de rey, España tuviera un ayatolá. Quienes nos traen mundos nuevos, menosprecian el proceso histórico de formación de la democracia y cultivan la idea de que un hombre o un partido con las doctrinas correctas y la disposición, deben cambiar abruptamente la vida de todos. Sería tan necio reimplantar la monarquía en Alemania como eliminarla en los Países Bajos. El edificio político construido en miles de años y que cristalizó la vida libre y democrática, no se sustituirá al gusto de utopías, y sin falta producen las conocidas desgracias colectivas de las que aún el mundo no termina de recuperarse.

Los recontra tatarabuelos reales plantaron las semillas y eso es un símbolo de veneración colectiva. Los monarcas son figuras simbólicas que representan la historia y no son democráticamente escogidos, ni gobiernan, lo que hacen poderes electos. Se les respeta como a las catedrales o las ruinas que recuerdan un pasado común, pero están sometidos a la ley, como cualquier otro ciudadano en un país decente, aun cuando mi amigo el conductor quería tumbar el Coliseo. Y mantienen la cohesión social. Fuera de las confrontaciones políticas, la corona es un campo de respeto compartido, de unidad en la pluralidad. El título real en Bélgica no es “rey de Bélgica” sino “rey de los belgas” y es el tejido conjuntivo entre valones y flamencos. Los que quieren volver al radicalismo revolucionario de 1936, podrían inflar en España una turbulencia y no le sacan los perros de encima a la memoria de Juan Carlos. No es contra la monarquía sino contra la unidad de España.

Cicerón escribió que la Constitución romana era la civilización porque “se basaba en el genio de muchos hombres y no de uno solo, y no en una generación sino durante muchos siglos y muchas generaciones”. Pero algunos quieren que también tumben esa porquería. ¿Tiene algo que ver la corona en el deterioro del ambiente político español o es producto de que el gobierno quiere obligar a todos los ciudadanos a ser mujeres? ¿Es que Alemania, Grecia e Italia no ofrecen complicaciones por ser repúblicas? La crisis política española tiene una explicación clara. Sánchez es un político con gran habilidad, pero en manos fundamentalistas, dilapida por sus malas compañías los éxitos de González, Aznar y Rajoy en 30 años, que hicieron del país una estrella del desarrollo, “el tigre europeo”. Luego expansión populista del gasto público, falta de reformas internas, dañan la prosperidad y vino el colapso de librito: un estado que gasta más de lo que ingresa, la burbuja inmobiliaria, la crisis bancaria, entre 2008 y 2014, y pasó lo de siempre: las políticas socialistas duran mientras se acaban los reales.

Emergieron los “indignados” y la amenaza la unidad nacional, la democracia, la monarquía, con los nacionalistas catalanes, Esquerra Republicana, y el Partido Nacionalista Vasco. Valor y lucidez tuvo Juan Carlos en los momentos cruciales: el golpe de Tejero, la entrada del país en la Comunidad Europea, y durante los casi cuarenta años de apoyo a decisiones que permitieron el progreso. Pero también tenía hormonas hiperquinéticas y exagerada propensión por amantes y elefantes. Biógrafa de su esposa cuenta ¡1500 novias!, de todas las generaciones, desde Sarita Montiel hasta la bella y brillante Corinna zu Sayn-Wittgenstein, pasando por Lady “D”. Cazó paquidermos, fue cegato ante los negocios de la infanta y las agallas de su yerno, faltas castigadas con la abdicación y el descrédito.

Pero el camarada Iglesias, quiere hacer ver que la monarquía tiene algo que ver porque sí, con los problemas de España, un móvil estratégico: sacarle un naipe al castillo de la democracia para que se caiga. En las elecciones podrían impedir que se llegue de nuevo a las “dos Españas” que no pueden convivir, porque a ellos no les da la gana. Aprovechan la dependencia de Sánchez, e imponen la demencia. Por fortuna González, Aznar y Rajoy están en plenitud de capacidades y ante una nueva prueba. González lanzó hace años la idea de un “gobierno de concentración nacional” con el PSOE y el PP. Hoy Vox parece que será una presencia polémica e importante, sobre todo si se desplaza al centro.

@carlosraulher

Del gran asco a la normalización

Carlos Raúl Hernández

“No odies a tu enemigo, porque eso te impedirá derrotarlo”. El Padrino. Mario Puzo (y Coppola)

Común es equivocarse, difícil acertar y el pensamiento científico se basa precisamente en el principio de “ensayo y error”, por falta de ejercicio crítico, que se hace error y error. Las equivocaciones son remisibles, salvo las fatales, pero según la psiquiatría, el dogmatismo, la irrealidad, el narcisismo y la inexperticia inducen al fallo y, encima, dificultan las rectificaciones. Los triunfos dependen de la ecuación capacidad, voluntad y suerte, y la tabla del error prone es un gradiente desde la temeridad hasta la cobardía con puntos medios virtuosos. La temeridad conduce al desastre radical, y la cobardía a la abulia, a eludir la acción y sus riesgos por miedo. El fracaso de la oposición, que arrastró a la comunidad internacional, nace de la enfermedad infantil del radicalismo temerario, por no entender la esencia de la política, contradicción-acuerdo, sustituida la inteligencia por el radicalismo.

En 2002 cae el gobierno y la torpeza radical elimina diputados, alcaldes, gobernadores, el sistema político que ya se había pasado al nuevo, y ante el caos, los militares deciden retroceder. Carmona se dio cuenta del disparate y anuló el decreto número uno con el número dos, pero Miquilena, Poleo, Petkoff y otros relegados en el nuevo esquema, dieron descabello a un gobierno calificado “de extrema derecha”. En 2018 la oposición ganaba las elecciones por paliza, pero inhabilitados los candidatos de clase media caraqueña, prefirieron a Maduro, un chavista abierto, en vez de Henri Falcón, “chavista encubierto”, decían, y además, plebeyo. También estuvo servida la mesa en 2019, y la euforia de la novillada de feria impidió que los cabecillas se dieran cuenta, más pendientes de despreciar y torcerle los ojos al PSUV, bañarse en las masas, y preparar las cárceles para nuevos huéspedes. No puedo olvidar la frase histórica: “solo negociaremos con Maduro qué va a comer en el avión”. Si Maduro hubiera siquiera ido al baño, el gobierno se desestructura.

La política subnormal, la subjetividad extrema en la praxis, procesa los actos y los fallos a partir de sentimientos y pasiones. Al desacuerdo sigue la furia y con ella la imprecación, el vejamen, y explicar las diferencias de criterio por “motivos ocultos”, “sucios”. “Quien me adversa, -tienden a pensar-, es porque lo mueven intereses oscuros”. Los políticos realistas, que merecen llamarse dirigentes, tratan de mantener los debates en el plano racional, controlar la enfermedad del odio, “tienen el cuero duro” porque saben que será necesario que adversarios de hoy sean aliados en el siguiente combate. Prefieren la ironía al insulto. Winston Churchill no debe faltar cuando se habla del buen hacer político. Después de ganar la guerra mundial, inesperadamente perdió las elecciones de 1945 con el izquierdista Clement Attlee, quien anunciaba su proyecto de nacionalizar los gigantes del carbón, el hierro y la siderurgia. Durante una sesión regular del parlamento, este entra al baño donde estaba Churchill, quien al verlo corre teatralmente a los urinarios del extremo opuesto, mojando el piso.

Sorprendido, Attlee le hace un chiste de baño: “¡qué te pasa Winston. Le tuviste miedo a mi poder y no a Hitler!” a lo que responde “¡claro que no. Lo que pasa es que tú no puedes ver algo grande que funcione porque lo expropias!”. Muchas diferencias pueden ser solo circunstanciales o no, y construir una mayoría es posible cuando te acercas a quienes adversaron tus posiciones (como hizo Winston para ganar la siguiente elección) y la posibilidad de triunfo se aleja cuando en cada episodio dejas el camino sembrado de enemigos en vez de puentes para futuras alianzas. Rafael Caldera y Jóvito Villalba fueron arietes para derrocar a Rómulo Gallegos en 1948. Y contra todo espíritu de venganza, Rómulo Betancourt los hizo aliados e incorporó en 1958 al gobierno del Pacto de Puntofijo. La política democrática puede parecer un teatro en que los políticos se combaten y luego van a almorzar juntos, lo que la moralidad doméstica o antipolítica no entiende y detesta. Los grandes líderes suelen ir contra la corriente.

Lenin llega a la estación Finlandia de San Petesburgo procedente de su exilio en Zúrich el 16 de abril de 2017. En el largo trayecto, sus cavilaciones lo llevan a cuestionar la teoría de Marx y credo ortodoxo bolchevique: que la revolución debía cubrir una etapa de desarrollo democrático. Se había convencido, al contrario, de implantar inmediatamente la dictadura del proletariado en Rusia. La renuncia del zar había creado un clima de euforia democrática, algo como el “espíritu del 23 de enero” de 1958, pero Lenin no teme quedarse solo, desafía con toda su fuerza el ambiente con las Tesis de abril, anuncia que hay que hacer la revolución y derroca al gobierno democrático de Kerensky siete meses después. 23 años de derrotas en Venezuela deberían haber servido para un cambio de paradigma en la manera de enfrentar al PSUV y abandonar, las “seudoconcresiones” llamadas así por Karel Kosik. Lo fundamental del paradigma fracasado es “el gran rechazo” marcusiano al “sistema”, “el régimen”, que plantea, a costo de excomunión, abandonar cualquier espacio establecido por su índole “corruptora”.

Esta filosofía hippie, de la Nueva Izquierda, el mayo francés, el movimiento estudiantil, se asqueaba de la política, el voto, los sindicatos, los partidos, el aparato “ideológico” educativo, las elecciones, los mass media, la familia, la heterosexualidad “convencional”, la belleza comercializada, la industria cultural, la Iglesia, las tradiciones, el lenguaje “ideologizado” y un etcétera interminable, (que hoy regresa como actitud progresista en el tono despectivo y ridículo, de superioridad que asume Podemos, sin autoridad moral, contra “la casta”) En Venezuela a la oposición no se le ocurrió más que asumir el gran asco de derecha, resumido en la doctrina Tarre: abstención electoral, tono de inquisidores, intransigencia irracional frente al diálogo, ruptura de conexiones con el adversario, rechazo al CNE, a los partidos “colaboracionistas, apoyo a una invasión extranjera y a “sanciones”, para asfixiar un cambio de rumbo económico en beneficio de la mayoría. Las dos ultras se encuentran en este punto.

“Mientras peor mejor”, es una visión primate, superficial, economicista, que manejaron los comunistas, “agudizar las contradicciones”. Lo contrario al “gran rechazo” es la normalización, luchar por recuperar plenamente la institucionalidad, romper con los suicidios cortoplacistas. Creen que cualquier cosa que empeore la situación social perjudica al gobierno, pero es exactamente al revés y es demencia apostar a la cubanización, en vez de contribuir a alejarla. Se requiere un hueco negro neuronal para creer en un desvarío tan atroz e inhumano. La conclusión es tajante: la economía por sí sola no quita ni pone gobiernos, lo hace la capacidad política como lo demuestran estas dos décadas, a menos que suene la flauta, que no es fácil. Cuando se produjo la horrenda matazón del intento de derrocar al gobierno lanzando a las calles premeditadamente muchachos, unos años atrás, aquel pequeño Eisenhower nos dejó la frase inolvidable digna de la invasión a Normandía: “en toda confrontación hay bajas” aunque que no eran marines armados hasta las cejas, sino niños con escudos de cartón. Se necesitó una incapacidad extrema para la cadena de errores de 2016 en adelante.

Nuestro Ike salía hace poco al exterior a “convencer” de que no suspendieran sanciones para no ayudar a Maduro”, es decir, para reventar más de miseria a los venezolanos. Ambas frases, aunque con años de separación, definen a quienes han dirigido la oposición. Alguien debía explicarles que la política es una prueba de inteligencia y más ahora en el “nuevo orden mundial”, porque el planeta se distribuye en parcelas, bloques nacionales sin hegemonías claras y cada régimen político será más autónomo. En los BRICS, por ejemplo, solo hay dos países democráticos y ya no se pide esa credencial porque las nuevas alianzas son económicas y pragmáticas, no ideológicas. Venezuela y Rusia demuestran que incluso la primera potencia mundial no puede imponer su voluntad, ni siquiera en Nicaragua. Ortega implanta una dictadura casi en la frontera norteamericana, sin precedentes despoja ciudadanos de su nacionalidad, suprime candidatos presidenciales y encarcela representantes de la Iglesia. Es decir, hace lo que le da la gana y nadie lo puede impedir. EE.UU debería sopesar muy cuidadosamente eso para no dar pasos en falso en sus decisiones sobre Venezuela.

@CarlosRaulHer

La bestia negra

Carlos Raúl Hernández

Periódicamente reaparece la bestia negra “neoliberal”, igual que el Yeti, la Sayona y el Fin-fin, estos dos muy perjudicados porque la electrificación de los campos ya no deja tantos caminos oscuros y Florentino y el diablo se quedaron sin seis por derecho para batirse. El término tiene un origen interesante. Las hecatombes de los 80: soviética, crisis de la deuda latinoamericana, del modelo rooseveltiano en EE. UU y de la moderación socialista europea, parecían el final del izquierdismo ideológico, causante de aquellos naufragios, cuya razón quedaba clara: producir los bienes necesarios en cantidad y calidad suficientes, requiere un esfuerzo de la sociedad en conjunto, en el que cada uno aporta para intercambiar, ganarse la vida y mejorar la de todos. La represión, violenta o moderada a los productores multiplica la pobreza. El Estado tiene discapacidades como factor productivo, no busca la rentabilidad sino el bien público, y propende a quebrar las empresas, convertirlas en beneficencia o agencias de empleo. El terremoto de los 80 devela de nuevo esta polvorienta y firme verdad

Las funciones del Estado son estratégicas: asegurar el equilibrio institucional y la cohesión social, mantener la seguridad nacional, los incentivos al bienestar. Un ensayo de Jean-Francois Revel sobre los estertores del período soviético, analiza que 95% de los trabajadores se ocupaban en el gobierno a cambio de una miseria. Mucho antes del colapso, el diablito que recorre las oficinas rusas de El maestro y Margarita, la genial novela póstuma de Mijaíl Bulgácov, comprobó que pocos iban al trabajo y los que lo hacían, pasaban el día jugando ajedrez o parloteando. Inquirido por él, un funcionario le respondió “y qué quieres. Nosotros fingimos que trabajamos y el gobierno finge que nos paga”. Vino el huracán global y la recuperación comienza con los programas anti inflacionarios de ajuste y reforma estructural que salvaron a occidente del desastre (ya la China de Deng lo había prevenido). La izquierda anacrónica respondió “hábilmente” con grandes movilizaciones.

Sacudieron Roma, Washington, París, Seattle, Madrid, Londres, México, Brasil, contra “el neoliberalismo”, “el neoconservatismo”, “el dogma del mercado” y otras astucias, para disimular su propio fracaso y culpar a las reformas del desastre. En Latinoamérica aparece el simpático Sub-comandante Marcos, Fidel Castro convoca el Foro de Sao Paulo para discutir la debacle ideológica y de allí sale la nueva política de ofensiva contra FMI y el estamento dirigente que aplicó las reformas estructurales. Mientras se superaba el vendaval hiperinflacionario, los causantes denunciaron en movilizaciones callejeras las privatizaciones y la ordenación del gasto público. Alguna vez comenté que es como si después de un incendio, la gente atribuyera los destrozos a los bomberos. La magia revolucionaria hizo que los graves desarreglos pasaran a ser producto de las políticas correctoras y no de la hiperinflación, las megadevaluaciones, el desempleo y la pobreza, engendrados la ideología benefactora.

Por desgracia todavía sobreviven políticas e ideologías vacuas que le impiden a la gente trabajar, a las que llaman socialistas, contra políticas normales que estimulan la gente a trabajar y producir. El pensamiento anacrónico llama neoliberal cualquier espacio del globo terrestre donde el Estado genere prosperidad para su gente al no ejercer hegemonía económica. Compare la estabilidad de precios, la abundancia, la distribución y el acceso a bienes necesarios en países donde no hay coacción a la actividad productiva, con las ruinas de aquellos que expropian empresas y redes de distribución; Uruguay y Cuba, por ejemplo. “La fatal arrogancia” de la que hablaba Hayek, podría permitir que reaparezca la hiperinflación, que asoma de nuevo su hocico y ni el Estado, ni la sociedad civil, ni los partidos políticos, parecen calibrar este peligro y afortunadamente circula que despidieron a unos asesores de la región que divide los hemisferios sur y norte, inductores de disparates como el IGTF. Ojalá sea cierto.

El gobierno debería contar con asesores chinos, uruguayos, vietnamitas, dominicanos o mexicanos, whatever, probados en el éxito y no buscar a Dios por los rincones, porque las pocas respuestas endógenas que aparecen son de polvorosa, imposibles fácticos, como la dolarización formal de la economía, que requiere un acuerdo con la Reserva Federal norteamericana y cuya conveniencia es muy dudosa. Hemos sufrido uno de los ajustes más implacables conocidos desde Rómulo y Remo, que destruyó el ingreso de los destinatarios del socialismo, los trabajadores. Un profesor universitario titular, máximo escalafón, Ph. D, con 30 años de faena, gana 40 dólares y perdió 99.7% de su fondo de retiro. Ni Satanás al frente del FMI ajustaría tan duro y es necesario que no lo siga pagando la gente y le toque ahora al gobierno ajustarse a sí mismo. La inflación, además, es un ajuste perpetuo. “Dolarizar” (no sé si el verbo existe) impediría desarrollar una economía exportadora con costos competitivos en el mercado internacional y lo pertinente sería el crowling peck.

Italia con la lira flotante, era la segunda economía de Europa, crecía 18% anual y cuando adoptó el euro, esa ventaja se desplomó y hoy es una nación casi damnificada, con 40% de desempleo juvenil, la mayor deuda externa del mundo y tres millones de empleados públicos ociosos. Pero recuperar el bolívar no se logra por una gestión de mi bisabuelo José Gregorio Hernández, sino con medidas monetarias específicas. El bolívar es una moneda al rojo vivo que todos arrojamos de inmediato antes que la incinere la inflación y la gente corre al dólar, que sube por eso cada hora. Fijar tasas de interés positivas evitaría varios de esos males: protege la capacidad adquisitiva, frena la devaluación, fortalece la banca y reinventa el crédito, como ha ocurrido siempre en condiciones parecidas. Al tiempo, quien quiera seriamente recuperar el país está obligado a racionalizar el Estado. Cifras realengas indican que 13 millones de personas devengan erogaciones del Estado y de ellas, al parecer, 3.5 millones son empleados públicos.

Al salario destruido junto a las prestaciones, hay que añadir qué 80% de los funcionarios públicos no viven de sus falsos empleos y los pocos dólares de su sueldo. Son cuentapropistas o emprendedores, y la administración pública es una gigantesca nómina de ausentes que se ganan la vida en la calle y por eso nunca será más barato y menos doloroso racionalizar el Estado. Devolver las propiedades confiscadas daría darle un impulso a la actividad económica y a la confianza, como se comprobó con el caso Sambil, igual que licitar empresas públicas que dan perdidas, que pervierten el gasto público, e impiden que los recursos vayan a los hospitales y las escuelas. Son medidas posibles en medio del bloqueo internacional, las “sanciones”, la confiscación del oro, las reservas internacionales y la parasitosis de los recursos nacionales en manos de los despojos de la “presidencia provisional”.

En la crisis mundial del 29, Argentina sufrió una escasez de capitales extranjeros que creó circunstancias difíciles, aunque no comparables con las nuestras. Lo llamaron insuficiencia dinámica, porque los obligó a desarrollar iniciativas no convencionales para cubrir el déficit de capital (hoy las llamarían “neoliberales”) Si abandonan fobias ideológicas y reemprenden la relación con los productores, que tuvo buenos momentos recientes, podrían elaborar con ellos un plan contra las barreras a la inversión privada interna que culmine en derogar el batiburrillo colectivista de medidas, normas, reglamentos que asfixian la inversión y la producción, en un entendimiento entre el Estado, la sociedad civil, los partidos, la Iglesia. Deben aprovecharse las perspectivas comerciales con Brasil, Colombia, Curazao, la región andina. En vez de tirarle piedras a la luna, los venezolanos deberíamos ponernos en emergencia contra la hiperinflación, el peor enemigo de los pobres (y de los menos pobres) que ahora también viene en dólares, otro fenómeno que los economistas debían explicar

@CarlosRaulHer

Caminante ciego en la oscuridad

Carlos Raúl Hernández

Joseph Schumpeter es un pensador austríaco que conjuga una perspectiva socialista suave con enorme sentido de la realidad económica, como lo revela su gran obra Capitalismo, socialismo y democracia, útil pese a su olvido (1942). Conjuga economía, ciencia política, derecho, y entre sus grandes aportes, que solemos utilizar sin saber que son suyos, se cuentan la aplicación de la teoría económica a la política, la reflexión sistemática sobre la “destrucción creativa” como factor esencial en la sociedad abierta, la interpretación del emprendimiento y del papel político de las clases medias. Entiende la tecnología como prolongación de nuestros cuerpos que hace milagros, fuerza que destruye y crea puestos de trabajo, factor de conflictos políticos y guerra entre los países, útil aún hoy cuando creíamos que eso pertenecía a la historia. Decía que el “capitalismo no sobreviviría frente al avance del socialismo” aunque no logramos interpretar esa misteriosa, en él, frase de esfinge, que no corresponde en nada con su análisis de entonces ni con la realidad de hoy.

El fundamento del “capitalismo” es la destrucción creativa que incesantemente demuele lo anterior y crea lo nuevo, desbarranca el pasado y por eso es difícil mantenerse al día. Hoy la vigencia de una laptop, por ejemplo, es de menos de dos años, y eso porque las empresas no apresuran el mercado. Se liquida toda una rama de la economía, otra la sustituye, prospera, crea puestos de trabajo, hasta que también cae. Por eso pocas afirmaciones tan insustentables como que “la automatización elimina empleos”. La revolución industrial fue un asombroso proceso de innovación-destrucción masiva de trabajo servil, que en apenas un siglo cambio acabó el antiguo régimen y llevó la expectativa de vida de veintidós años a más de cuarenta. La “revolución tecnológica” de Clinton y Al Gore creó 20 millones de empleos en EE.UU. La tecnología es también factor esencial de la globalización, porque países y regiones relegados se ponen a la vanguardia y superan a los antes predominantes, como vemos hoy con el milagro asiático.

Quienes pasan la vida jugando perinola, sucumben, caso Latinoamérica con políticas telarañosas, valetudinarias y camina como un ciego en la oscuridad. En dos siglos, pasamos del uso del hielo para conservar los alimentos, a la refrigeración; del telégrafo al smartphone, de la lámpara de gas al bombillo incandescente y ahora a las lámparas LED. La televisión pasa de los tubos de vacío al chip. Del disco de vinilo se pasó al CD, desaparecen, y del motor de hélice a la turbina. De la máquina de escribir al procesador de texto. De minitel a la internet, de la fotografía química y el reloj mecánico a los digitales, y luego al inteligente. Schumpeter también aporta como pocos para comprender la función social de los sectores medios, siempre “una variable incontrolable” en política, que desde el siglo XIX hasta hoy asumieron por igual acciones antisistema de izquierda o de derecha, no valoran demasiado la democracia y cambian de un momento a otro a la catástrofe. Mientras los estamentos populares suelen ser pragmáticos en sus decisiones políticas, utilitarios, al decir de Jeremy Bentham, las clases medias operan movidas por criterios moralinos, generalmente irreales, ilusorios.

Por ejemplo, en Venezuela, cambiaron desde posiciones de extrema izquierda irracional antipolítica en 1998 a la extrema derecha irracional antipolítica hoy, y respaldaron procesos autoritarios desequilibrados, locuras de ambos signos consecutivamente, con lo que se autoeliminaron como grupo social y como alternativa. Me producía asombro como defendían y defienden posiciones ingenuas con igual fanatismo e irracionalidad y se arrojaban por el barranco de caudillos para castigar los vicios de la democracia; pero aún más su incapacidad para aprender de la experiencia Schumpeter las estudia sociológicamente. Profesionales, empresarios, profesores, técnicos, intelectuales, burócratas, son los factores más dinámicos de la sociedad, los mejor formados académicamente, motores de los procesos de desarrollo. Son también síntoma de éxito económico, porque significan que la mano de obra se tecnifica y eleva su status. Resultan por lo tanto enormemente valiosos, pero es un error dar crédito a sus opiniones políticas, más ahora gracias a las redes sociales.

La opinión de un insigne neurocirujano sobre geofísica, vale tanto como la de este o de un político sobre medicina y viceversa. Al carecer de experiencia y conocimientos especializados, también carecen de sentido sabio en la disciplina, “piensan políticamente como niños”, dice Schumpeter. Su opinión es emocional, moralina, simple, confrontacional, porque carecen de know how. Aspiran a ser dirigentes porque la política les apasiona y transitan por ella sin saber siquiera como tratar con un mesonero, sin la más remota idea sobre que se debe hacer para ganar una elección, ni enfrentar adversarios avezados, astutos, intencionados, en síntesis, políticos. Sus pretendidos liderazgos, -pienso en Mauricio Macri, Ivan Duque, Guillermo Lasso-, equivale a designar una monjita para administrar un casino en las Vegas. Twitter es el sicoanálisis colectivo de los sectores medios. La inexperiencia aflora intolerancia, impericia, conflictividad, dificultades para rectificar, sordera a argumentos contrarios, para buscar soluciones transadas, no confrontadas, demonización del adversario.

El debate sobre las elecciones automatizadas daría como prueba. Después de veinte años asombra que la bandera de lucha sea regresar a las elecciones manuales, un arcaísmo equivalente a volver al teléfono de disco o pedir que los bancos y las universidades prescindan de las computadoras, porque pueden trampear clientes y estudiantes, con el prejuicio del “fraude tecnológico”. Un “experto” afirma rotundamente y “con plena responsabilidad” que “en ningún país democrático hay voto electrónico”, aunque existe en EEUU, la India, Brasil, Filipinas, Bélgica, Francia, Argentina, Perú, México, Canadá, Holanda, Alemania, Reino Unido, Italia, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, Bulgaria, Parlamento Europeo, Estonia, Emiratos (en muchos se implanta parcial o progresivamente). Casi 40% de los electores del planeta votan con máquinas. Cómo respuesta, la ingenuidad vivaracha, el sombrero de copa: “eso es bueno allá, pero no aquí porque el gobierno es tramposo”. Parecieran creer que el fraude apareció en el mundo con los sistemas automatizados. La Ilíada de los secuestros electorales latinoamericanos se escribió con sistemas manuales en México, “la dictadura más perfecta”, por 70 años el arquetipo, sin máquinas de votación. El fraude republicano en Florida contra Al Gore en 2000, fue posible gracias al conteo manual, como se demuestra porque en las mesas adulteradas se contó “con las manos” ¡qué casualidad!

En los países democráticos se vota de las dos maneras. Y para terminar de “calzarse las ideas al revés”, diría Moliere, arrojan “sospechas” sobre quien argumenta lo contrario, vinculaciones oscuras, marañas, sin darse cuenta que patean un aguijón. Para que voten los venezolanos de la diáspora es indispensable que lo organice el CNE en virtud de un acuerdo con el Estado venezolano, porque nadie va aceptar resultados proclamados por una caimanera caótica. Y eso implica derogar sanciones y el no reconocimiento. Las elecciones automatizadas en Venezuela son la mejor noticia para sectores opositores que nunca tuvieron fuerza ni organización para cubrir las mesas electorales, porque la “gracia” abstencionista, los privó de aparato de poder frente a la maquinaria y los recursos del adversario. Gracias a la digitalización, la disidencia obtuvo repetidas victorias, porque los resultados no se pueden cambiar. Piden “un CNE equilibrado” que ya existe, y lo mismo ocurre con las condiciones electorales, pese a que la sumatoria de votos declarada por el CNE les dio victorias, pero han perdido los cargos por no entender la política. Se invocan ilusorias truculencias del CNE y las máquinas para una cosa, pero se aceptará para concurrir a las elecciones nacionales. La insensatez de la postura es tal que parece tratarse de una operación para declarar fraude. De otra manera no se puede entender.

@carlosraulher

Sinatra, la ciudad y la guerra

Carlos Raúl Hernández

“Comienza a extender la noticia, me marcho hoy mismo/ quiero ser parte de ella/Estos zapatos vagabundos desean perderse en su mismo corazón, Nueva York, Nueva York/ Quiero despertar en una ciudad que nunca duerme” (Compuesta para la cinta New York, New York de Scorsese, por John Kander y Fred Ebb)

Según Marx la “ciencia de la historia” anticipa, prevé los cambios sociales y la marcha indetenible desde la comunidad primitiva hasta el desenlace inmancable del comunismo. Se le llama historicismo, que a partir de las huellas pretende descubrir las leyes del destino humano; y la praxis, la política, aunque dramática, no puede más que seguir el rumbo. A Marx le pareció inconcebible que el Estado burgués se deshacía, pero se reconstruía “mágicamente” en el primer sufragio universal del mundo, que eligió a Luis Napoleón Bonaparte. Para los pragmáticos escoceses, David Hume y William Robertson, las leyes de la historia son supersticiones, porque la vida social es la resultante de miles o millones de voluntades individuales y de quienes la dirigen y no hay “conciencia cósmica” que trace finalidades ni “causalidades”.

Para San Agustín, Dios permite a los humanos hacer su camino y rechazó la predestinación, aunque le temió hasta su hora final. Kant coincide con el pragmatismo, aunque acepta leyes sociales en pequeña escala, como la oferta y la demanda, pero no unas que marquen el destino. El desarrollo humano para él es parte de la imprevisibilidad de la naturaleza y no de la metafísica, el positivismo, la rueda de la historia, las relaciones de producción, o la “astucia de la razón”. Los hombres no obedecen a un guion ni a fatalidades en el advenimiento del socialismo o la democracia, lo que dependerá de la capacidad de quienes los impulsen o los resisten y del azar. Sin la genialidad de Lenin en las Tesis de abril, no hay revolución bolchevique y sin Churchill, triunfa Hitler. Unos juegan contra las instituciones, sus partidos y tradiciones y otros a favor. Apocalípticos e integrados obtienen fervientes respaldos.

Donald Trump recibió algunos pasmosos en la campaña de 2016, del filósofo marxista Slavoj Zizek y Susan Sarandon, entre otros. A ella le preguntaron por qué, mujer y progresista, votaba por Trump y no por Hillary Clinton y respondió: “no voto con la vagina”. La democracia se impuso al fascismo y el comunismo, pero ha sido difícil que cristalice en sociedades arcaicas, en las que triunfa la revolución, pero contra las previsiones de Marx. La revolución ve pecaminosa, diabólica la sociedad urbana moderna, desde antiguas ideologías fibionistas. La ciudad era la nueva Babilonia, Gomorra, sensualidad, egoísmo, obra de Satanás. La impronta antimoderna y antiurbana están en Rousseau pero antes en las letanías morales de Juvenal contra la corrupción de Roma, vienen de las más antiguas raíces de la civilización. El mito de "la prostituta de Babilonia" vale a cualquier ciudad y época: placeres, alcohol, vida fácil, perdición.

El Diluvio ahoga el pecado de la vida urbana y Lot no consiguió diez personas decentes en Sodoma y Gomorra. Se desencadenó la ira divina, la lluvia de fuego, porque un grupo de rijosos intentan violar a varios Ángeles enviados a buscar a Lot, enardecidos por su belleza. Lucas, Juan y Mateo cuentan la maldición de Cafarnaúm que “hasta los infiernos serás arrojada” y arrasan Jerusalén a sangre y fuego en castigo. La revolución china es contra los grandes centros urbanos ("triunfo del campo sobre la ciudad") y pese al levantamiento heroico de Shanghái, para Mao encarnaba la corrupción "capitalista”. Los jemeres rojos echaron de Pohn Pehn casi la mitad de la población hacia el campo, y el Che Guevara se burlaba de los "pequeñoburgueses" revolucionarios urbanos. Para el islam las ciudades occidentales son mundos de pecado y Al-Qaeda castigó las Torres del Comercio de Nueva York.

Su Quinta Avenida es el máximo hedonismo, “la ciudad que nunca duerme” de Sinatra, donde los seres de un día conquistaron niveles más altos de libertad, riqueza, resplandor. Para las diversas vertientes del pensamiento anacrónico, es el centro universal de todo lo diabólico: mercado de capitales, modas, confluencias étnicas inferiores, teatro, danza, gastronomía, cosmopolitismo, placer, consumo. En la guerra de Afganistán, un terrorista declaró: "los norteamericanos nunca podrán ganarnos. A ellos les gusta la Coca-cola y a nosotros la muerte". Afganistán es un condenado de la tierra al límite de lo humano. Al Talibán le gusta la muerte y golpear y torturar mujeres. En esos días se publica un video casero de la paliza que propinó la Policía de la Moral, en una calle de Kabul, a una joven a la que el viento le corrió el velo. Su cuerpo quedó tan moreteado "que no se sabía si estaba vestida o desnuda".

La arrojaron agónica en un sótano y allí murió bajo un túmulo de cucarachas. Apenas a finales de 2022 asesinaron a otra mujer en Irán por lo mismo del velo, lo que produjo estallidos populares. Como el joven talibán, muchos intelectuales, estudiantes y profesionales occidentales, entienden que la sociedad de consumo es larva de decadencia, reblandecimiento y carencia de valores. Pero los indicadores evidencian que a mayor consumo, una sociedad es más humana, y mientras menor -caso de Afganistán-, más brutal. En las grandes democracias, los pobres mueren de sobrealimentación, obesidad, accidentes cardiovasculares, cáncer, diabetes, pero la expectativa de vida pasa los ochenta años. En las sociedades de no consumo, mueren de hambre, el ingreso de calorías per cápita no llega a mil diarias y en Ghana y gran parte de África, la gente apenas alcanza treinta años.

Las crisis económicas que estremecen al mundo corresponden a caídas del consumo. Werner Sombart, sin embargo, pensaba que el comercio, el sedentarismo, el automóvil, el konfortismo son estigmas, patologías colectivas; debilidades occidentales y no triunfos civilizatorios en la aventura humana. La vocación contra la sociedad urbana moderna, el desprecio a los negros, el tradicionalismo, los fundamentalismos, las xenofobias, la antiglobalización, el progresismo, la defensa de “lo originario” y el neocomunismo, trasuntan odio al comercio-consumo, la libertad y el disfrute, ya que el confort, la abundancia y la belleza, serían afrentas egoístas para los carentes. Utilizan apreciaciones de Rousseau y Marcuse, como una tal contradicción entre la satisfacción de necesidades artificiales y necesidades reales. Estas: comer, dormir, el sexo, protegernos de la intemperie, nos acercan a los animales.

Y las artificiales: oír música, el amor romántico, sentir el arte, usar perfumes, aire acondicionado, tomar vino o ir al teatro, un sofá de diseño o viajar, son las que nos humanizan. En su fingimiento permanente, el pensamiento anacrónico pregona sociedades ascéticas, ya que la explotación arrebata a los pobres la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas. Pero es exactamente lo contrario y gracias a la sociedad de consumo se generó el maravilloso desarrollo material y cultural y cada vez una parte mayor de la Humanidad tiene acceso a los bienes terrenales del hombre. Vivimos el momento de la historia con el menor número de pobres aunque hay que estar atentos a las consecuencias de la guerra en Ucrania. Mientras mayor es el consumo de cualquier sociedad moderna, mejor satisfechas las necesidades básicas de la mayoría.

Las colas en las naciones prósperas son para oír a Jack Harlow, Beyonce, Karol G, o comprar el último smartphone, pero en las que han vivido las desventuras revolucionarias, son tumultos por bienes esenciales para sobrevivir ¿O es que hay algo positivo en que los padres no tengan para los regalos del Niño Jesús o Santa Claus, y de malo que Pavarotti, Domingo y Carreras vendieran cientos de millones de copias de Los tres tenores en los 90? Es el encono contra los factores que democratizan la cultura, a los que estigmatizan por ser beneficio de mercaderes: la industria cultural, la televisión, el cine, la internet, los smartphones, aunque permiten que sectores masivos accedan a las grandes manifestaciones del arte, la tecnología y la cultura. El comercio-consumo sería una enredadera viscosa y en su escala de odios está junto con los bancos.

Desde finales del siglo XIX, los filósofos alemanes amantes de la guerra, Nietzsche, Sombart, Oswald Spengler, Karl Junger, se cuentan entre los enemigos ideológicos de la sociedad de consumo. El espíritu comercial domestica los pueblos, los hace sumisos y decadentes. Detestan que la cotidianidad del comerciante lo indisponga al sacrificio máximo, a derramar la sangre, a dar la vida por la causa patriótica, mientras la guerra entrena los pueblos para la grandeza. Kant en su profética obra La paz perpetua, dice lo mismo pero con sentido contrario, antibélico: "el espíritu comercial no puede coexistir con la guerra, y tarde o temprano se apodera de cada pueblo". Disfrutar de bellas creaciones, no es la felicidad, pero está cerca. Lo curioso es que los países mercaderes y hedonistas siempre le parten la madre a los países “guerreros”. Atenas históricamente se la rompió a Esparta, Europa a Alemania nazi, EE. UU a la Unión Soviética. Esperemos que la belleza y el placer derroten a la guerra.

@CarlosRaulHer

¡Aguanta Ucrania!

Carlos Raúl Hernández

Sacaron sus intestinos sin amputarlos y los pusieron en un asador. Le rompieron piernas y brazos y moriría despresado por caballos. Ese fue el suplicio de Robert-Francois Damiens, quien atentó contra Luis XV. (La chusma gritaba enardecida “!Aguanta Robert¡”)

Washington Post deja colar la reunión de enero en Kiev entre William Burns, jefe de la CIA, y el presidente Zelensky. La información viene pasteurizada, homogeneizada, antiséptica y antibiótica para mantener a los lectores desprevenidos, pero es una provocación para curiosos. Según el Post, Burns habría dicho “que el apoyo norteamericano es fuerte, pero de pronta caducidad (¿?) …porque ·los legisladores republicanos rechazarán un nuevo paquete de ayudas”, lo que los criptógrafos de la CIA interpretar como: “Te amo con pasión, más que a nada en el mundo, pero la vida nos separa”. Movilizar tan lejos y a un área de peligro al vértice de la inteligencia, no puede ser para decir perogrulladas, sino para tratar sucesos dramáticos.

Después de muchas horas, cuando el Gulfstream IV de Burns ya estaba estacionado en Orly, digo yó, Kiev captó que no contaría con más recursos y que la cámara de representantes va a exigir una rigurosa contraloría, como declaran, sobre cada uno de los aportes. Zelensky luce ahogado por escándalos de corrupción, nada menos que en el receptor de las ayudas militares, el ministerio de defensa. Su gobierno también se descompone porque altos funcionarios desmienten sistemáticamente su incorregible mala costumbre de atribuir a Rusia hechos que podrían desencadenar la guerra mundial. Von der Leyen dio una cifra asombrosa de 100 mil bajas en el ejército, lo que se tomó como una gaffe más de las que acostumbra en amistosa competencia con Josep Borrell.

La posición del presidente Biden que trasmitió el jefe de la CIA, está relacionada con un nuevo y denso documento: Evitar una guerra larga. La política estadounidense y la trayectoria del conflicto Rusia-Ucrania: Corporación Rand (enero 2023) de primerísima importancia para comprender lo que pasa y lo que puede pasar. Deja claro el paper que su perspectiva corresponde a los intereses norteamericanos, que “suelen coincidir con los de Ucrania, pero no pueden confundirse, porque no son los mismos”. La Fundación Rand, es el think tank de mayor influencia en la inteligencia norteamericana, financiada por el Pentágono. Arquitecto de la guerra de Ucrania y de la estrategia para producirla, corrige ahora la marcha.

Afirma que EE. UU debe terminar el conflicto porque “…los costos y riesgos de una larga guerra en Ucrania…superan los beneficios…para EE.UU. Aunque Washington no determina por sí mismo la duración… puede tomar medidas que hagan más probable un final negociado del conflicto”. La guerra de Ucrania en varios aspectos reportó ganancias para los EE. UU: la asombrosa e inédita obediencia de Europa, cuando aún recordamos el cruce de mordiscos entre Trump y Merkel; la sustitución del baratísimo gas ruso por el licuado gringo, cuatro veces más caro. Inutilizar los gasoductos Nord Stream, lo que dificulta las fuerzas de crecimiento de Europa, mientras acelera su decadencia económica y geopolítica. Al mismo tiempo Biden ofrece subsidios en la ley contra la inflación a las empresas que se fuguen a EE. UU, como lamentó Macron.

El mundo presencia el fracaso del armamento europeo, que será sustituido en adelante por productos de Lockheed-Martin, Indra, Northrop, General Dynamics, para el nuevo ejército de OTAN. Es posible que sea el fin de la Ucrania que conocimos, porque la propuesta de la CIA sin anestesia es dejar en manos de Putin lo que obtuvo en combate, 20% del territorio, y además, conocida la sagacidad financiera de Zelensky, ya ofreció hace tiempo a las potencias que sean en la posguerra “patrocinadoras” de provincias o ciudades ucranianas, protectorados de status parecidos a Alemania después de la segunda guerra, pero sin armas y con dinero. El documento casi dice a Biden como a Robert de Niro en Casino de Scorsese “retírate que ya ganaste, tienes a la chica y el diablo puede cambiar tu suerte”, consejo nunca desdeñable.

Desde los intereses norteamericanos, Biden “tiene amplias razones para establecer como prioridad prevenir el uso de armas nucleares”. Le preocupa a Rand que se pase por alto la exigencia del general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, que “la confrontación se mantenga dentro de los límites de Ucrania” (hemos visto que Zelensky y sus amigos de la región hacen todo tipo de tejemanejes para extender la guerra a territorio OTAN). Saltemos a 2019, a otro documento igualmente decisivo en la historia actual: Sobreextensión y desequilibrio de Rusia. Evaluación del impacto y de los costes de las posibles opciones: Corporación Rand (2019) Con la autoridad que le confieren a la corporación más de setenta años asesorando la política norteamericana, no hay duda ni interpretación en lo siguiente: propone hostilizar a Rusia y sacrificar a Europa.

Tenían claro que EE. UU no podía “irse a las manos con Rusia” por su poder nuclear, pero si hostilizarla valiéndose como chivos expiatorios de sus aliados, porque los problemas que esto les ocasionaría serían en beneficio de EE. UU. Las sanciones no fueron un castigo por la intervención a Ucrania, sino meticulosamente preparadas y previstas sus implicaciones: “las sanciones podían producir grandes costes y, dependiendo de su severidad, grandes riesgos (para Europa)”. Salieron conforme lo previsto, incluso su severidad para Europa, pero falló un presupuesto esencial “…estresaría la economía rusa y podría limitar el presupuesto del Estado y, por extensión, el gasto en defensa. Al adoptar políticas que expandan la oferta a nivel mundial y depriman los precios globales (de la energía), EE. UU puede limitar los ingresos rusos. Hacerlo implica poco costo riesgo y producirá beneficios de segundo orden para la economía estadounidense”.

Esta premisa estaba formalmente bien concebida, pero Putin aherrojaba su relación con la OPEP, que le permitió sortear el propósito, que se suponía de “bajo costo”. Biden quiso superarlo, ya tarde, con un viaje a Arabia Saudita. Es escandalosamente evidente que ningún líder europeo leyó el documente, pero Putin sí. Según lo previsto propone claramente fomentar la fuga de talentos a EE.UU. El plan contiene también los elementos de la “guerra asimétrica”, campañas intensas para “crear la percepción de que el régimen ruso no está interesado en el interés público. Podría enfocarse sobre la corrupción generalizada y a gran escala para cuestionar la legitimidad del Estado…Alentar las protestas internas y otras de resistencia no violenta se concentrarían en distraer o desestabilizar el régimen ruso…pero el riesgo es alto y sería difícil para los gobiernos occidentales aumentar directamente la incidencia o intensidad de actividades anti-régimen en Rusia”.

Boicotear eventos deportivos y culturales: “es cierto que ninguno de estos elementos tiene alta probabilidad de éxito, pero funcionan para generar todavía más ansiedad en los ciudadanos y el gobierno…”. Considera necesario desconocer el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio INF, para desplegar misiles en Europa que apunten a Rusia. Desde que surgió esta guerra, que hace un año llamé “la más estúpida del mundo” lo hice porque conocía el plan y tenía claro que los perdedores serían Europa y Ucrania, ya desde antes evaluada por los organismos internacionales como la de peor desempeño económico, desarrollo político y con mayor grado de corrupción y atraso institucional. Como de costumbre los teofrastos, teobaldos y teodomires se pusieron sus guayucos intelectuales de inquisidores intrigantes para manifestar su horror ante el putinismo de quienes hablaba del triste destino de Ucrania. Ahora gritan ¡aguanta Robert! Con sus rupestres cabelleras, o calvas, tomo la libertad de limpiarme los zapatos, as per usual.

@CarlosRaulHer

Mandela en Uruguay

Carlos Raúl Hernández

“Si quieres cambiar no puedes seguir haciendo lo mismo”. Pepe Mujica

Chile, Uruguay y unos pocos más, desmentían que en Latinoamérica, a partir de cierto momento, para dominar el sistema político o el gobierno, iba con ventaja quien tuviera alguna merma mental, problema de conducta, fuera un drop up académico o, en su defecto, tuviera un título falso. Chile con el promedio de crecimiento más alto del mundo en cuarenta años, lo confirmó sin dejar dudas y en 2019 un grupo de vándalos quemaron todo lo que pudieron hasta que se les acabó la gasolina, y luego ganaron las elecciones en 2021. Queda Uruguay como muestra de país con gobiernos psicológicamente sanos de la región, junto a Panamá, República Dominicana y uno que otro. Uruguay fue la Suiza de América a partir de 1875, período que los historiadores llaman de modernización por sus avances económicos, sociales y administrativos, hasta comienzos del siglo XX en los gobiernos de José Batlle y Ordoñez y el batllismo.

El auge se basó en la exportación de materias primas (lana y carne). Como en el resto de esta infortunada región, a finales de los años 50, lo hemos comentado, vino la caravana de Cepal a venderle baratijas, que se industrializaran a la brava con préstamos externos, capitales públicos y sin ventajas competitivas, porque le daba la gana. Igual que el resto de Latinoamérica, colapsó en los 80 con la deuda, para recomenzar una economía normal a partir de las reformas del FMI. Y a diferencia de demasiados otros países, Uruguay mantuvo la senda con un éxito sin precedentes hasta nuestros días, no triunfó ningún redentor del pueblo contra la explotación capitalista, a garganta desgarrada contra el FMI y la oligarquía. Y no es que no los hubiera, porque desde 1963 hasta su derrota y rendición formal en 1985, el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro fue, junto a las dictaduras, piedra en el zapato de la vida normal.

Al principio quiso ser una guerrilla espectáculo, lo que llamaron la “violencia cortés”, no derramar sangre, imposible porque ese oficio lleva a matar y en varias ocasiones, entre ellas, al agente norteamericano Dan Mitrione. Tenían cárceles del pueblo para encerrar empresarios y políticos, víctimas de secuestros juzgadas por tribunales también del pueblo de un solo magistrado, un dirigente tupamaro que ni siquiera veía al “reo” y ante quien no existían defensores. La historiadora tupamara Clara Aldrighi dice “el MLN- Tupamaros aplicaba justicia alternativa, con sus fuentes de derecho propias (!!!)…”. El gobierno responde con similar brutalidad; apresan dirigentes históricos o importantes y los convierten en rehenes. Es la suerte de Jorge Manera, Raúl Sendic, Adolfo Wasem, Henry Engler, Jorge Zabalza. Tres de ellos, José Pepe Mujica, Mauricio Rosencof, Eleuterio Fernández Huidobro, estuvieron encarcelados e incomunicados más de una década, de 1973 a 1985.

Las incidencias del cautiverio se registran en La noche de doce años película de Álvaro Brechner; y Emir Kusturica rueda Pepe, una vida suprema, presentadas en los festivales de Huelva y Venecia 2018. Terminadas las pesadillas dictatorial y revolucionaria, lejos de traumas de prisionero, Mujica sale a la lucha política y luego de la brillante presidencia de Tabaré Vásquez, llega el mismo a ser presidente en 2010. Sin odios, con inmensa sabiduría y una humildad desconocida en políticos, hace una gestión admirable. Despreciaba la corrupción de los Kirchner “…esa vieja es peor que el tuerto. El tuerto es más político, pero ella es más terca”. Continúa la apertura económica y la liberalización (“no es bonito legalizar la mariguana. La única adicción saludable es el amor”, el matrimonio homosexual (“no legalizarlo sería torturar a las personas inútilmente”) la interrupción del embarazo.

En las siguientes elecciones exitosamente devuelve el poder a su partido el Frente Amplio, que gobierna hasta 2020, cuando triunfa Luis Lacalle Pou quien mantiene invariables las políticas internas, muchas diseñadas veinte años atrás. La continuidad administrativa es el secreto para no hacer oposición salvaje, no botar al niño con el agua en que lo bañaste y para que los países puedan progresar al corregir los errores. Según la Cepal (“nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos” escribió Neruda) Uruguay tiene 4%, el menor porcentaje de pobreza, los mayores niveles de ingreso per cápita, desarrollo social y alfabetización de Latinoamérica. Transparencia Internacional dice que es el país menos corrupto de la región y el que tiene la más grande clase media. Sufrió una crisis financiera en 2002 pero se recuperó de inmediato y ya lleva veinte años de crecimiento sostenido, ligeramente importunados por la pandemia.

Según la escala de The Economist que mide los grados de democracia y autoritarismo, ocupa el puesto número uno de la región y en la escala mundial, es una “democracia plena”, por encima de EE. UU, Gran Bretaña y Francia. Esperemos que no aparezcan vándalos con latas de combustible para incendiar el Palacio Salvo, la Torre de las Comunicaciones, el Mercado Agrícola, o los hoteles “burgueses”, “kapitalistas” en el balneario de Punta del Este, porque después no faltarán doctores en economía que escriban sobre “la verdad oculta” de Uruguay, como pasó con Chile, una vez descubierto por los doctores que era un Haití o Somalia encaletado. Uruguay discretamente, sin estruendo, dio pasos de altísima planificación estratégica que lo colocan en clara ventaja sobre otros de la punta latinoamericana sobre un asunto esencial. La cuestión es ¿por qué Colombia, Panamá,Chile, México, Perú, pese a años de crecimiento sostenido, no alcanzan el nivel europeo de ingresos?

Los economistas llaman ese fenómeno trampa de los ingresos medios. Los demagogos tienen la tarúpida respuesta de culpar a los que producen (los ricos) a Elon Musk, no sé si oí que a los neandertales o a los neoliberales. Pero romper el cerco solo se puede por dos medios: o producen petróleo (y administran bien) o exportan bienes y servicios de alta tecnología con calidad global, lo que solo es posible al tener una fuerza de trabajo altamente calificada. Si los jóvenes se mantienen de vender caramelos o incluso de trabajar en fábricas tradicionales, el país no pasa el cerco de los ingresos medios. Uruguay ya es exportador mundial de software, el primero de Latinoamérica, y también electricidad y celulosa, sin abandonar las materias primas (hay tres vacas por cada ciudadano). El liderazgo quiere que sea un parque tecnológico como la India, y para ello Tabaré, Mujica y Lacalle Pou, contra el reflejo pavloviano de los presidentes de la región, bajan y tienden a bajar impuestos a la inversión en tecnología

Igual derriban las barreras legales para la inmigración de expertos y profesionales calificados. No ha habido cambios bruscos, todos los presidentes cumplieron sus períodos, la política es tranquila y respetuosa, el país no se mete en conflictos internacionales. Para terminar, Perú merece mención porque rompe varios records Guinnes. Tuvo presidentes normales en un sistema político aterrador, que lucían como la compuesta niña Wednesday en medio de la familia Addams. Los locos Addams peruanos controlan el congreso y desde 2000 encarcelaron o persiguieron a Fujimori y a todos sus sustitutos democráticos. La respuesta que se estaban rifando se había hecho esperar hasta que Sendero Luminoso aprovecha el intento de golpe de Estado y la destitución de Castillo para ponerse a la cabeza de una insurrección que derroque a Boluarte, disuelva en congreso y haga la revolución, pero que carece de destino.

@CarlosRaulHer

La fuga del paraíso

Carlos Raúl Hernández

Varios líderes radicales han tenido sus epifanías, salen de las penumbras, se resetean, y comienzan un nuevo destino, para beneficio de quienes vieron envilecerse sus salarios, perdieron los empleos, fondos de retiro con los ahorros de toda su vida, y una mano gigante los lanzó a la incertidumbre. Justificadamente se tiende a no creer la nueva empresa y para hacerlo no solo deben verse los resultados sino además convencer de que están ocurriendo, que no es soplar y hacer botellas. En la democracia quien no convence no vence. Los que encuentran la ruta, y el grupo humano que los rodea, se formaron en concepciones contrarias y tienen dificultades epistemológicas para enfrentar el reto. Y cualquiera que emprenda cambios, precisa cuidado para no fracasar en el intento como Mauricio Macri, Lenin Moreno y Carlos Andrés Pérez, que quisieron rectificar y lo hicieron a medias. A Pérez lo linchó una cofradía de odiantes y mensos, entre ellos el CEN de su partido, causantes de las tragedias posteriores, aunque los gavilleros terminaron en hazmerreír de la historia reciente.

Los otros dos cayeron quedaron en el peor de los mundos, al hacer reformas a medias por un miedo paralizador que les impidió tener resultados “ganar y cobrar”. No seguir adelante conduce a la desgracia de todos, y siempre a la miseria, la cubanización y finalmente al desplome. Hay muchos ejemplos exitosos, Karl Kautsky y Eduard Berstein, Den Xiaoping, Mitterrand, Felipe González, Clinton, Blair, Lula. Se aparta González (Isidoro) de la ideología los duros del PSOE que causo la guerra civil del 36, en el XXV congreso del exilio (Toulouse, 1972), y se integra a una secretaria general colegiada, con Nicolás Redondo y Pablo Castellano. Dos años después lo eligen secretario general con una línea clara e inflexible: sacar a España de la edad media franquista, incorporarla a la globalización y a la democracia y, en el contexto del conflicto EE. UU-URSS, lavarle la imagen comunista a su organización.

Para llegar a la presidencia de España tuvo que pasar el Rubicón del izquierdismo ancestral del PSOE y jugarse el resto en una acción temeraria, proverbial y que vale la pena recordar. Relecto jefe en el congreso del partido de 1979, en demostración de coraje político y claridad estratégica –que no se dan demasiado- pone como sine qua non eliminar el marxismo de los estatutos para asumir el cargo, porque recordaba a los españoles lo ocurrido en la república fracasada. Al no lograrlo, se retira del evento. Cuatro meses después, el partido convoca un congreso extraordinario, liquidan al marxismo, devuelven a González la secretaría general y a partir de ahí comienza la historia de éxitos. España se distancia del socialismo, entra en la prosperidad y se convierte en el país moderno y todo lo que hoy. el progresismo pone en juego. Historias parecidas de coraje e inteligencia protagonizaron otras figuras de la izquierda, que entendieron la necesidad de librar a sus partidos del pensamiento anacrónico, el estatismo, la persecución a los productores, el autoritarismo y la siembra de miseria.

John Rawls, Raymond Aron, Anthony Giddens, Antonio Escotado, Francis Fukuyama, Umberto Cerroni, Amartya Sen, fundamentan en teoría una verdad simple, pero inaccesible a muchos políticos: para que un país avance se requiere que su gente dedique la voluntad a producir, y lo contrario, el socialismo, es una fuerza punitiva contra algún o varios grupos de la sociedad, principalmente los productores. Hoy se puede afirmar que ese esquema jamás, nunca, en ninguna parte, ha traído más que desgracias. Pero persiste personajes, fósiles desde que nacieron, intelectuales de lecturas siempre precámbricas, que además carecen de sentido de la realidad y reclaman más “mano dura” pese a las tragedias provocadas por su iglesia profana. Circuló en internet un papel con la firma de algo llamado Vanguardia Bicentenaria Republicana, que acusa de “traición la entrega al capital de las conquistas revolucionarias”.

Para este Marcial Lafuente de la de la épica revolucionaria, a falta de La Bastilla, la gloria era inutilizar el Sambil de la Candelaria, robado, abandonado, siniestro, que ahora en manos de sus dueños, cobra vida y dejó de ser un tumor urbano. Pero para estos extraños señores, devolverlo lo hizo “templo del consumismo capitalista y allí volvieron exultantes sus dueños y esa clase social llena de odios y desprecio por el pueblo oprimido”. Este texto es al mismo una dosis matacaballo de cursilería, un test de inteligencia y una prueba psiquiátrica para quienes lo escribieron, y nos permite descubrir con temor una deformación de la realidad, una rara perturbación emocional que confunde La Candelaria con la rive gauche, donde se pasea gente que cenará en Le comptoir du pantheon. El pecaminoso “consumismo capitalista” consiste en ver una película en Cines Unidos, comprar un bluyín chino en diez dólares si alcanza, y comer comida árabe en el kapitalismo salvaje y monstruoso de la Feria. Les horroriza, por otro lado, que ahora en el país se permitan casinos, sitios “de perdición”, pero también de “ganación” para los que tienen suerte.

En el Vaticano no hay casinos y no es fácil imaginar una monjita hacer acordeones con un mazo de póquer mientras comienza la mano, pero en la mayoría del mundo sí, (si hay casinos, claro) y ciudades dedicadas que giran en torno a ellos, Las Vegas y Atlantic City, y en las que tienen gran importancia, Montecarlo, New Orleans, Venecia y mil más. También el kapitalismo cultiva otros centros de pecado para que la gente sea demoníacamente feliz, restaurantes, discotecas, bares, moteles para solaz de los amantes. No se salva del hisopo con roja salsa de tomate, la televisión del Estado por trasmitir películas y telenovelas como cualquier televisora popular en vez de historias de fusilamientos revolucionarios, jornadas de trabajo masivo y sin salario en la “zafra de las 10 mil toneladas”, biografías de Fidel Castro, Mao y Pol Pot. Ese “documento” que debe guardarse porque es una antología irrepetible de las locuras místicas del comunismo, en la segunda mitad del siglo XXI, a treinta y cuatro años de su hundimiento planetario con terrible estruendo.

Se necesita ser marxiano o marciano para escribir tales atorrancias, cuando sesenta países murieron de hambre en el intento, y para los que no conocen esa historia, a dos horas de vuelo en el Caribe, hay una isla donde no hay comida ni medicinas para sus sobrevivientes, luego 65 años de haber creado un mundo nuevo. “Se trata de derrocar el viejo régimen no solo en los hechos sino también en las ideas, las costumbres y lo valores. Eliminación de propiedad privada monopolística nacional”. Hay individuos suficientemente desbalagados para repetir este íncubo ideológico, este síntoma de esclerosis intelectual, después de la destrucción de 75% de las empresas y del empleo del país y cuando vamos heridos por el camino que huye del socialismo, las expropiaciones, los controles de precios (hiperinflación) controles de cambio (hiperdevaluación). Viven mentalmente en Saturno para pretender que regresemos a la desgracia. Razonan como la inquisición, a nombre de lo que supongo será el aporte de Britto García, inspirador de ese documento maoísta: el comunismo místico. Aterra que en un barajo, un traspiés, pueden retomar las riendas.

@CarlosRaulHer

Con el debido respeto...

Carlos Raúl Hernández

EEUU y Canadá son altamente desarrollados, pero fueron colonias igual que Argentina, que entre 1853 y 1946 fue también potencia mundial. Y aunque el odio patológico contra Colón y España, la leyenda negra, no fuera síntoma de merma mental, la revolución de independencia fue la oportunidad para cambiar la historia. En EEUU, cinco o seis hombres extraordinarios dirigidos por un titán y anti caudillo, George Washington, lo hicieron con la Constitución de 1787, una de las obras de ingeniería política más compleja y dificultosa de la historia moderna. Fue un inédito, sorprendente y temerario modelo político que se pensaba, sucumbiría muy pronto. Estados Unidos tuvo una sola guerra civil, gran matanza para liberar los esclavos, con la que consolidó la unidad nacional, emprendió la ocupación del espacio continental de costa a costa, con la idea del Destino Manifiesto y arranca la Revolución Industrial. En diametral diferencia, desde la independencia, Hispanoamérica entra en crónica violencia, se desintegran los virreinatos y vienen cien años de guerritas y dictaduras militares.

Bolívar, Rosas, Francia, Monteagudo, Castelli decenas de caudillos militares y amanuenses civiles, le dan otro destino opuesto al Norte. No fue así en Argentina gracias al cisma de Alberdi con el militarismo en 1853, ni en Chile que se estabilizó a partir de 1833. Comparar figuras de épocas diferentes, por ejemplo, Eisenhower y Julio César, puede ser un ejercicio entretenido e interesante. En computadora simularon un combate entre Cassius Clay y Rocky Marciano para saber quién fue “el más grande”. Pero como la técnica y los conocimientos dan ventajas a la última generación, parece mucho más práctico Plutarco con sus vidas paralelas: contrastar personajes de momentos cercanos. Así podemos carearlos con relativa justicia. Hoy día tenemos certeza que Shakespeare es superior a Marlowe, Neruda a Juan Larrea y Churchill la estrella de su época. Valdría la pena analizar a George Washington y Simón Bolívar, líderes de revoluciones de la Ilustración.

En El federalista, creado por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay en el debate para elaborar la constitución, dice que “la separación de poderes es el mejor avance hacia la perfección en los tiempos modernos” y denomina “abogados del despotismo” a los que pedían centralismo y mano dura contra la inestabilidad de la república en su comienzo. Hamilton con fe política incondicional en “las virtudes del pueblo” diseña “la regular distribución del poder…el balance y chequeo legislativo…la representación del pueblo en la legislatura por diputados de su elección...”. Del otro lado, Bolívar en Cartagena 1812 atribuye su catástrofe personal en la Primera República a no haber fusilado suficiente y a tiempo: “la fatal adopción del sistema tolerante… improbado como débil e ineficaz” y al error de “hacer por la fuerza libres pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos”.

“La república se perdió "por seguir las máximas exageradas de los derechos del hombre… junto a… elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los intrigantes moradores de las ciudades…unos… tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente y otros tan ambiciosos que lo convierten todo en facción”. Por siglo y medio se ha rendido culto a estas “teorías” ¿Qué tienen de raro entonces nuestros resultados? Washington fue lo más distante a un charlatán y ni siquiera quiso tomar la palabra en la Convención de Filadelfia que aprobó la constitución, presidida por él. Habló cinco minutos en la clausura, para no inclinar la balanza en el debate. Desayunaba con los delegados para desmontar bombas de tiempo que amenazaban el experimento republicano. Entre ellos, que el sistema de representación conducía a que, en el futuro congreso, estados grandes como Virginia, aplastarían en número de parlamentarios a los pequeños como Rhode Island, que no estaban dispuestos a aceptarlo. Entiende la gravedad y se dedica a conciliar, nunca a amenazar, sobre el sistema federal de nuevo tipo, y la convivencia equilibrada de estados pequeños, su autonomía y la libertad individual.. De esos desayuno viene la anécdota que usó para explicar el papel equilibrador del senado, Vertió el café de la tasa al platillo Y comentó "las decisiones de los representantes vienen calientes y el senado las enfría".

Y logró el milagro con el “Gran Compromiso”, crear una cámara federal, el senado, que en primer lugar, dominará la otra, formada por miembros de edad adulta por plazos mayores que los representantes y en la que los estados tendrían el mismo número de miembros. Así se originó la Constitución escrita más longeva del mundo moderno, obra maestra en los aportes clásicos a la teoría política. Por estas latitudes, Bolívar analiza su fracaso inicial, la Primera República en 1812, con sociologismos y gran elocuencia en el Manifiesto de Cartagena, pero principalmente con mentalidad militar. Las causas del descalabro, a su juicio: debilidad del gobierno patriota, vacilación para aplastar al enemigo, adversidades creadas por “exceso” de libertad, y “el federalismo” de la Constitución del 21 de diciembre de 1811. Una obra de ficción. Las provincias, Cumana, Guayana, Maracaibo y Margarita, carecieron de autonomía ya desde la creación de la Capitanía General en 1777, a diferencia de Norteamérica, donde las trece excolonias estuvieron a un paso de hacerse repúblicas independientes y las conjuga la Constitución. En estas latitudes, la “federal” de 1811 nunca entró en vigencia y por eso sus atribuciones no existían ni en el papel.

Apenas a cuatro meses de aprobada, el 4 de abril de 1812, el Congreso renuncia a sus funciones y la suspende. Nombra a Miranda Dictador Absoluto, amo de la vida y la muerte. “No consultéis más que a la suprema ley de salvar la patria” en extrema adulancia aterrada, con la potestad de designar los comandantes militares, facultados para ajusticiamientos sumarios. La constitución, la libertad y el federalismo murieron sin nacer. Con sorna por las potestades de Miranda, los realistas asaltan y toman la plaza de Puerto Cabello mientras su comandante, Bolívar, jugaba cartas, dominó o cosas mucho más gratas. Ese catastrófico fracaso político militar, y los errores de Miranda, explican el fin de la república. En una de las situaciones complejas de su vida, acusa a Miranda de traidor, quita del medio al jefe, lo mancha históricamente, lo entrega a los peninsulares y en la operación obtiene un pasaporte español. Y para desviar la atención de semejante operativo y quitarse responsabilidades, nada mejor que redactar un tratado: el Manifiesto de Cartagena (1812) con el que el águila vuela sobre las causas “profundas”, el federalismo y los excesos de la libertad.

Pero la derrota de la República no era la blandenguería sino falta de apoyo popular, el desprecio mutuo entre la gente y los líderes. El asunto era resolver eso y no soltar a la calle la bestia del terrorismo en degollinas masivas que hacían a la población mucho más hostil, ni implantar la hegemonía militar con puño de hierro, como lo hacen. La fatuidad del documento de Cartagena la demuestra que Boves vuelve a aplastar a los patriotas y a la Segunda República en plena efervescencia del terror de la Guerra a Muerte (1813) “inspirada” en el, “programa” del caudillo Antonio Nicolás “el Diablo” Briceño. Boves se limpia las botas con el terror patriota, aplicando el suyo propio. En 1814, año de su muerte en la batalla de Urica, ahoga en sangre la Segunda República gracias a una consigna de enorme tino y poder de movilización: que los patriotas crearían “una república de blancos”. Bolívar sólo saldrá de la racha de derrotas años después, cuando aprende a cambiar su relación con el pueblo llano que tanto despreciaba (“estúpidos”, incapaces para la libertad, hijos de tres estirpes enfermas”), gracias a José Antonio Páez, quien, por su liderazgo popular, su aceptación por la masa “estúpida”, es capaz de juntar fuerzas para la guerra de liberación nacional. El desprecio por la libertad, la federación, la gente y la civilidad, podría ayudarnos a entender por qué América Latina es un paraíso de energúmenos.

@CarlosRaulHer

Filibusteros cósmicos

Carlos Raúl Hernández

Dicen que Latinoamérica es un continente inviable y al ver su historia, un hilo de pánico hace temer que sea cierto. Quienes sostienen esto pretenden demostrarlo con la baja calidad de las universidades, el retraso científico tecnológico, la inexistencia de un tejido empresarial fuerte, el escaso flujo de inversiones, el anacronismo de los intelectuales, de una forma u otra, enemigos de la modernidad, la democracia y naturalmente colectivistas, estatistas, populistas y simpatizantes de cualquier escoria autoritaria que aparezca, incluido Pedro Castillo. Si sacamos a Uruguay, bendito mientras cuenten con la genialidad de Pepe Mujica, cuando algunos países intentan asomar la cabeza, la coalición de sabios imbéciles logra torcer la marcha y regresar al pasado. Por citar apenas dos casos, durante los 50 exportar materias primas empujaba hacia adelante, abría perspectivas de futuro, mientras Asia registraba aterradores índices de miseria, pero hoy son los países de mayor crecimiento económico y apertura, encabezados por China. Las fotografías de niñitos famélicos rodeados de moscas de las favelas brasileras, se tomaban entonces en Hong Kong, Cambodia, China.

La fatalidad mandó a Cepal a convencer a los gobiernos de posguerra que exportar café, cambures, caucho, maíz, petróleo, hierro, era una “explotación” indigna, subdesarrollante (“que culpa tiene el tomate…”). Un filibustero cósmico, el argentino Raúl Prebisch, ideó que “el modelo agroexportador” era la fuente del atraso, había que industrializar a la fuerza; y ese esquema demente no logró borrar del mapa la región en treinta años con el desastre de la deuda externa, gracias a las ambulancias del FMI. De no ser así, seríamos una especie Somalia gigante o Cuba. En el mismo período la izquierda armada, -en varios sentidos-, con su teoría de la dependencia, miraba por encima del hombro el “reformismo cepaliano” y tenía orgasmos múltiples con ver a “Fidel”, su antimperialismo, el control total de la economía y la vida social bajo una tiranía feroz. La diferencia entre uno y otro es que mientras Cepal quería muy poca y restringida inversión privada, la dependencia aspiraba fusilar a los kapitalistas. El filibustero cósmico en esta etapa fue Eduardo Galeano, autor de un desgraciado panfleto del que al final de la vida se arrepintió, aunque sus fanáticos no quisieron enterarse.
Mal síntoma que el libro más leído de ciencias sociales de la región sea semejante derrelicto. El terremoto mundial, la crisis de la deuda en los 80, enseñó a los gobiernos a cepillarse los dientes en economía, usar jabón, derrotar las hiperinflaciones, las hiperdeudas externas, las hiperdevaluaciones; que existían variables necesarias de estabilizar para crecer y enfrentar los problemas sociales ¡Ahora sí! ¡Estamos condenados a triunfar! El alto crecimiento económico trajo estabilidad democrática en Chile, Argentina, Brasil, México, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Colombia, Centroamérica, etc. Pero la asombrosa mediocridad intrínseca de las élites, intelectuales de izquierda que no sabían ni quien era Den Xiaoping y de derecha que no tenía idea de Reagan, no entendían lo que pasaba en el mundo y nos lanzaron de nuevo al barranco por odio a la democracia, los partidos y el kapitalismo. Apenas en 2019 vi con asombro al economista Dr. Tonto, de apellido Castillo, Casas o Cuevas, reflexionar sobre la virtudes del vandalismo “benefactor,” culpa de la injusticia social, como si hablara de Haití o Nicaragua, ante la arremetida bárbara contra la democracia chilena, país que ya había ingresado al club de los desarrollados.
Reapareció la contrarrevolución y el continente dio la vuelta en U para desnucarnos durante los 2000 en experimentos iguales de peores que las revoluciones del siglo XX. Se pensaba que, a diferencia de otros países del “cambio de era”, con la revolución ciudadana Ecuador en 2007 había ganado la rifa de un gobierno autoritario, pero que se cuidaría de no afectar las reformas de los 80/90, entre ellas la dolarización. Pero comienza por levantar la raída vocinglera populista contra la “injusticia de la deuda” por “ilegitima” y había “compromisos nacionales urgentes que pondré por delante”. Ante los desconcertados y crédulos fondos de pensiones holandeses, suecos o irlandeses que tuvieron la ingenuidad de comprar “ilegítimamente” bonos ecuatorianos, el gobierno desconoció a sus acreedores por kapitalistas y declaró el impago, en un típico acto de viveza criolla, como el célebre mono que aprovecha al león dormido para darle un palo en lomo. La deuda ecuatoriana era pequeña (10 mil millones de dólares) por la correcta administración previa del Ecuador y su dolarización, pero estafar a los acreedores destruyó la confiabilidad del país, incorporado ahora a la banda de tracaleros globales, junto con el kirchnerismo y otros impresentables.
El efecto inmediato del presidente economista de “la revolución ciudadana”, los papeles financieros se devalúan y sube la calificación de riesgo. Se vendían para hacer cotillones y como buen vivote tropical, el mismo los compra con lo que “coronó” 7 mil millones y liquidó la deuda, pero también hasta el último átomo de credibilidad en el gobierno y la economía ecuatorianos. Lo extraordinario es que Correa contaba con holgados recursos y estas operaciones son solo para dejarle claro al sistema financiero internacional quien lo tenía más grande y usó los abundantes ingresos petroleros en repetir la desgastada, curtida y harapienta comedia populista. Repartir dinero a chorros para hacerse amar, lo que también como siempre produjo un crecimiento artificial del consumo y la economía, pero la condenó, como dicta la navaja populista, a la pronta desgracia. Récord mundial en velocidad de crecimiento del gasto público, derroche y corrupción de hasta cinco veces la tasa de crecimiento económico. El Estado duplicó su peso en la economía, con la perversa multiplicación de deudas y nóminas.
Durante la etapa inicial del espejismo que viven los bochinches populistas, tuvieron sus quince minutos de fama: crecimiento de las clases medias, aumento de programas sociales, reparto a manos llenas y prebendas a amigos y financistas, reducción de la pobreza, una ilusión fugaz, como siempre, hasta que se terminó la fiesta. Los extremos de la locura fueron tales que la deuda pública, que como decíamos, era de apenas 10 mil millones, creció como Hulk a 100 mil millones de dólares (diez veces) pese a haber tenido ingresos petroleros por 80 mil millones. El presidente, enemigo del sistema financiero, tuvo que entregar la mitad de las reservas de oro a Goldman Sachs para conseguir financiamiento que le permitiera por lo menos pagar a los empleados y las facturas, y después de bramar contra el FMI, terminaron pidiéndole apoyo. El sucesor, Lenin Moreno, detiene la revolución, pero termina tan catastróficamente (7% de intención) que no pudo siquiera aspirar a la reelección, por dos razones. Primero porque el mismo no entendía muy bien la economía y no tuvo precisión sobre qué hacer para superar el caos heredado, bien porque su equipo tenía las mismas insuficiencias de origen.
Tal vez él no se atrevió a asumir el cambio estructural y terminó en una tierra de nadie que se lo tragó, como a Macri y otros si no se dan cuenta (nuestro vecino de al lado). Hay que pensar en la economía y también en sus efectos políticos. Medidas que frenan la inversión y la creación de empleos, perjudican a la gente, tal como aumentar 25% los impuestos a las empresas e incrementar los aranceles a la importación, con el fin de reducir el déficit fiscal a 7%. Como es costumbre aplican ajustes a la gente y no al gobierno, con una demagógica reducción de 10% de los salarios en las altas esferas del Estado. Centró la atención en cambios políticos, que aunque necesarios, no atraen la atención de las mayorías. La Ley Orgánica de Comunicaciones, permitía a los revolucionarios regular la información con la Supercom (superintendencia de comunicaciones), según dice un paradójicamente un panfleto “para velar por el derecho de las personas a la comunicación (y) para ello, monitorea los medios de comunicación social”. Pero lo esencial de esos cambios políticos es la reforma constitucional que impide la reelección. Trágico para el prestigio de Moreno fue subir el precio de la gasolina que era prácticamente regalada y siguió siéndolo después del aumento, y después echar para atrás la decisión. Correa dejó al país en bancarrota, Moreno recuperó la democracia y el nuevo presidente, Guillermo Lazo (52.4%), ganó al exministro de Correa, Andrés Arauz (47.4%) en las elecciones de 2021.Todo está en proceso.

@CarlosRaulHer