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Maxim Ross

Venezuela no es China, pero… ¡puede ser!

Maxim Ross

Son tantos los giros que ha dado la llamada revolución bolivariana en el manejo de la economía que vale la pena revisar con cierta calma cuan cierto y probable es que esté conduciendo a Venezuela por el camino del llamado modelo chino. Por ejemplo, recordemos que los primero pasos de Chávez, al llegar al gobierno, se orientaron a una amplia cooperación con el sector privado venezolano, como lo indican los primeros documentos y planes que expuso a la opinión pública[1], para luego tomar la ruta del “Socialismo del siglo XXI” en el que se produjo la ruptura con los mismos y que culminó en los lamentables sucesos de abril del 2002 y días seguidas.

Como mucho se ha comentado, allí nació, si se puede decir así, el encuentro y la relación con Castro y la aplicación de la versión cubana, la que le llevó a la convicción de que solo ese socialismo y su versión marxista podía resolver los problemas venezolanos, en un claro enfrentamiento con el capitalismo local.

Hacemos esta acotación para que no olvidemos, a la hora de evaluar el presente y el futuro que nos ofrece el actual gobierno, esa trayectoria de cambios, unos tácticos, otros estratégicos que fue dando la perspectiva bolivariana, desde la estatización y control absoluto de la actividad económica, por decir lo menos, hasta la liberación de los controles que se han puesto en práctica actualmente y que parecen tomar el rumbo de lo que se denomina como el modelo chino. En este sentido, ofrecemos estas notas con el objetivo de que los venezolanos, en particular los partidos políticos y los empresarios, conozcan las peculiares características y la evolución de ese modelo en la propia China y los riesgos que ello implica para Venezuela.

¿En qué consiste el llamado el modelo chino?

Como sabemos todos, se trata de un sistema en el que ahora conviven un partido político único en el poder, claramente identificado con la ideología socialista y comunista desde su fundación en 1949 y un sector privado capitalista que, aparentemente, lleva las riendas de las actividades económicas, en sus orígenes principalmente de capital extranjero. Como también se sabe, ese modelo se originó con la constatación del negativo desenlace que tuvo la aplicación del modelo promovido por el dirigente Mao Tse Tung[2] y el cambio que propuso el dirigente Deng Xiaoping reconociendo la capacidad del esquema capitalista para generar riqueza y bienestar para sus habitantes. Deng introdujo la tesis de un país, la china y dos sistemas que coexisten.[3]

El resultado espectacular y extraordinario que esta nueva visión produjo en el crecimiento económico y en el bienestar general de su población, incluyendo el drástico descenso de los niveles de pobreza[4], ha causado la admiración de muchos otros países que han creído conveniente imitar esa experiencia. Hoy día, por ejemplo, ese modelo es utilizado expresamente en Vietnam y Laos, entre otros países. Sin embargo, resulta interesante, antes de emitir un juicio sobre su viabilidad y conveniencia de aplicarlo en nuestro país revisar en qué medida subsiste esa convivencia

El modelo chino hoy día

Como es lógico suponer algunas alteraciones ha sufrido a lo largo del tiempo, pero casi todas dirigidas a modificar su estructura económica, especialmente por la evolución del sector privado capitalista y la importancia del de propiedad estatal, mas no en la conformación del poder político, pues un único partido sigue gobernando ese país. Dos variables contribuyen a examinar la actualidad de ese modelo. Por un lado, identificar lo que se denomina “capitalismo” en China, o más bien “capitalismo de Estado” y, por el otro, conocer origen histórico de sus partidos políticos y sus características.

Sobre el capitalismo en China

La limitada investigación que realizamos para encontrar un parámetro adecuado que lo identifique conduce a una gran imprecisión sobre el termino, pues existen variadas formas de entenderlo, desde la importancia numérica del sector privado en comparación con el sector estatal, hasta el peso específico que tienen las fuerzas del mercado para orientar la economía china, así como la composición del capital de las grandes empresas, pero lo que si resulta ser cierto es que la evolución de las reformas que se introdujeron después de 1978, con las propuestas de Deng Xiaoping, modificaron sustancialmente el modelo anterior de pleno control e intervención del Estado en la economía y que pareciera ser lo que viene experimentando la administración gubernamental en nuestro país.

Con todo, a esa conclusión no se puede llegar de manera tan simple, porque, por ejemplo el mismo Deng dijo, en un momento dado, que ello no implicaba reestablecer el poder de la burguesía, esto es de un sector dominante propiamente capitalista, cuestión que se ratifica posteriormente, pues los dirigentes chinos han cambiado su perspectiva en varias direcciones. Una vez privaron las concepciones que admitían la importancia de las reformas de mercado para dirigir la economía, expresadas en el informe conjunto del Banco Mundial y el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Republica China.[5], y otra vez dominaron los distintos intentos de conocer y copiar los modelos corporativos del Japón, Corea del Sur y de Singapur, organizados sobre la base de la propiedad estatal, aunque también muy orientados a la competencia, en particular la internacional.

Con respecto al primer parámetro, si tomamos en cuenta la última data de la importancia comparada del sector de empresas estatales, con relación a la privada encontramos una avasalladora presencia de las primeras en los “ranking” de ese tipo. En la medición de la Revista Forbes publicada por el PIIE[6] se confirma dicha información, porque las empresas estatales representan cerca del 90% de la generación de ingresos comparados con un 10 % que producen las que califican como privadas (no públicas).

El partido y las empresas

Si tomamos en cuenta el tercer criterio, es decir, como se conforma la propiedad de capital de las empresas chinas encontramos, como es lógico una gran variedad que va, desde la empresas totalmente del Estado, hasta las de propiedad mixta y las privadas, pero con la singular característica de que, en casi todas ellas el Partido gobernante tiene una influencia decisiva en su control, mediante el expediente de designar o remover a sus directivos y principales ejecutivos en una proporción significativa.[7]

Finalmente, para corroborar lo que de alguna manera anticipaba Deng, con la declaración que hemos citado, los dirigentes chinos encabezados específicamente por actual Presidente del Gobierno chino, Xi Jiping han promovido un cierto regreso al control del Estado sobre las grandes empresas privadas, por un lado motorizados por los casos de corrupción que el mismo denunció en un pleno del Partido Comunista[8] y, por el otro por el gran poder que habían alcanzado unos conglomerados en el plano interno e internacional, como fueron los casos de Evergrande, Alibaba, etc., etc.

Lo que, en nuestra opinión ilustra este breve recorrido por el llamado modelo chino es que la coexistencia de un partido único en el gobierno, que tiene el poder y las facultades para controlar las empresas y además colocar los miembros y funcionarios de ese Partido en la sus aparatos directivos, nos revela un obstáculo fundamental para que subsista un genuino sector privado en ese país, no guiado, tutelado o dominado por el Partido y el Estado, si no estuviesen hermanados con una sola y única ideología política.

Desde luego, la protección para las empresas privadas debería venir de un auténtico esquema de pluralidad política, como supuestamente existe en ese país. En ese sentido, es interesante traer a colación el origen y la evolución de sus partidos políticos y el concepto democrático que se maneja.

Los partidos políticos y la democracia

Uno de los componentes que nos puede visualizar la viabilidad y la conveniencia de que prospere este objetivo en Venezuela es conocer cómo se entiende en aquel país el sistema político y el concepto de democracia. Para llegar al primero vamos a precisar cómo es la relación entre los partidos políticos y el sistema de gobierno. Para tal fin citamos como lo entiende un documento de su Embajada en Cuba:

“El sistema de partidos políticos de China es el de cooperación multipartidista y consulta política dirigido por el PCCh… es diferente al multipartidismo o bipartidismo de los países capitalistas occidentales, y también al sistema de partido único de otros países. Sus características notables son: El Partido Comunista dirige y los partidos democráticos cooperan; y aquel gobierna y éstos comparten la gobernación”

Luego, una aclaratoria posterior nos permite acercarnos a su concepción del sistema político. En la misma fuente se dice:

“Todos los partidos democráticos gozan de libertad política, independencia de organización e igualdad de estatus legal dentro del marco de los derechos y obligaciones estipulados en la Constitución. Ésta estatuye: “El sistema de cooperación multipartidista y consulta política dirigido por el Partido Comunista de China existirá y se desarrollará durante largo tiempo”

Finalmente, la siguiente lectura nos aclara perfectamente la perspectiva que tienen de su modelo de funcionamiento político.

“Los partidos democráticos son amigos íntimos del Partido Comunista y partícipes del poder que los une y cooperan con éste, en vez de ser partidos de oposición o estar fuera del gobierno…” [9]

Esta opinión oficial que nos hemos permitido citar la corroboramos con un ensayo publicado por la Universidad Católica de Santa Fe, en el cual se dice lo siguiente:

“El Partido Comunista de China se fundó el 1 de julio de 1921. Desde el 1ro de octubre de 1949, fecha de la proclamación de la República Popular China, es el único partido gobernante del país…Existen ocho partidos de menor envergadura, que actúan como nexo entre las masas y los partidos participantes del poder estatal, y junto con el PCCh se consagran a la causa socialista.” Somos de la opinión, sin más comentarios, que las citas mencionadas explican muy claramente su sistema político y de gobierno

Ahora bien, dentro del contexto de lo que estamos tratando de entender es importante destacar la diferencia entre su concepción de la democracia y la que llaman democracia liberal. La siguiente aseveración lo dice con toda exactitud:

“Cuando nos remontamos a la muerte de Mao, líder de la 1ª generación, pasando por Deng Xiaoping, Jiang Zemin, Hu Jintao y actualmente Xi Jiping, todos y cada uno de estos están tan lejos de la democracia liberal como lo estaba el mismo Mao en la llamada “Revolución Cultural”.

Para completar esta percepción de lo que es su sistema político y su fundamentación ideológica copiamos el texto que nos entrega la Universidad Católica de Santa Fe del artículo primero de la Constitución de ese país.

“Artículo 1º - La República Popular China es un Estado socialista de dictadura democrática popular, dirigido por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina.” (Constitución de la República Popular China, 4 de diciembre de 1982) [10]

Requisitos para su aplicación en Venezuela

Como puede deducirse nítidamente a Venezuela le conviene totalmente alcanzar la viabilidad de un modelo abierto y orientado a las fuerzas del mercado, como nunca ha existido realmente en nuestro país tal como lo han pretendido los principales dirigentes chinos. Sin duda es mejor, más eficiente y más democrático que el esquema cubano de pleno control sobre la economía, pero tendríamos que llamar la atención sobre dos diferentes características.

La primero dirigida a nuestros partidos políticos, ya que sus orígenes son completamente diferentes a la de los partidos chinos, pues los nuestros nacieron como herramienta fundamental en la construcción de la democracia venezolana y los de ellos nacen de la instalación de la dictadura del partido único. Decimos que Venezuela no es China, en ese sentido, pero… puede serlo si los nuestros se debilitan, cultivan la ruta del partido único y se llega a la tesis de: “El Partido Comunista dirige y los partidos democráticos cooperan; y aquel gobierna y éstos comparten la gobernación”

La segunda característica refiere al mundo empresarial el que, si bien en Venezuela nunca tuvo libertad de acción y fue ampliamente tutelado por el Estado, no sabemos si estaría dispuesto a sacrificarla plenamente cuando ese partido consiga la fuerza y el poder suficiente como para designar sus miembros y funcionarios en sus directivas.

Son dos grandes riesgos que hay que evaluar concienzudamente, porque hasta ahora podemos decir que Venezuela no es China, pero…puede serlo. Estas notas son solo una alerta temprana para seguir ese juego.

[1] Ver Apéndice 3 en El Fin de Petrolia y Una Nueva Venezuela. M. Ross. Amazon.com

[2] Los resultados de ese modelo son ampliamente conocidos y condujeron a ese país a una crisis de grandes proporciones.

[3] Exactamente dijo frases célebres muy conocidas. Entre ellas la idea de “Un país, dos sistemas”, abrió la puerta para la convivencia entre el capitalismo y el socialismo.

4 Como muestra de esta evolucion citamos el Informe del Banco Mundial de Marzo del 2010 que dice: “…la incidencia de la pobreza en China declinó de un 85% en 1981 a 27% en 2004”. (Traducción libre nuestra)

[5] The World Bank and the Development Research Center of the State Council, P. R. China 2013

[6] (PIIE) es el Peterson Institute for International Economics. Abril, 2022.

[7] “Los grandes grupos empresariales chinos.” Revista Chilena de Derecho. Volumen 40, 2013

[8] Discurso de Xi Jinping en el Congreso del Partido de 2017

[9] Embajada de la República Popular China en la República de Cuba Sistema Político. 2012-11-220342

[10] Josefina Pighin. Sistema Político Chino | Universidad Católica de Santa Fe. s/f

¿Una ilusión de armonía?

Maxim Ross

Toda esta discusión acerca de si Venezuela se arregló o si estamos en un franco proceso de recuperación económica nos llevó a hacernos la misma pregunta que hace unos cuantos años se formularon los investigadores del IESA, haciendo referencia a que el petróleo había permitido sustituir los mecanismos de mediación política de los conflictos sociales y que, por esa razón, vivíamos una “ilusión de armonía”. En palabras de sus autores:

“El petróleo hizo posible un cierto estilo de decisión, extendió una fianza que cubría los costos sociales del proceso de desarrollo. El exceso de dinero permitió evitar choques y postergar conflictos. El procedimiento consistió en darles a todos todo lo que pedían todo el tiempo. Este modo de actuar impidió la creación de instituciones especializadas en lasolución de conflictos”1.

La “Ilusión de armonía” en otro contexto

Ahora, que el gobierno regresa al intento de “reparar los daños” de un largo periodo de contracción económica, hiperinflación y excesivo intervencionismo estatal, ese viraje hacia la apertura económica crea la imagen de armonía que, aparentemente estamos viviendo.

En ese sentido, creemos útil colocarla en un contexto más amplio que el estrictamente económico y no quedarnos circunscritos a la discusión de si estamos en “recuperación, burbuja o crecimiento”. La evaluación de la actual situación debería, a nuestro juicio, tener tres componentes que deben converger en una dirección, el económico obviamente, pero además uno institucional y otro de carácter político2.

Sabemos que es muy difícil construir una ruta sostenible de armonía social, pero sí que es posible atenuar o disminuir el conflicto, lo que depende de la lucidez que tenga una sociedad para identificar claramente cuando se trata de soluciones artificiales, artificiosas o superficiales y cuando no. Precisamente, el arreglo o la alineación entre aquellos tres componentes nos ayudan a responder dónde estamos ahora.

Gómez y Pérez Jiménez: ¿Una ilusión de armonía?

J.V. Gómez acabó con el conflicto militar que lo precedió y el país vivió una era de paz y armonía por muchos años, alimentada por el ingreso petrolero. Se puede decir que hubo también allí “una ilusión de armonía” porque aún no estaba presente un nuevo conflicto, el de la confrontación entre la dictadura y la democracia, de tal manera que el ingrediente político debería incluirse en la valoración que se haga. El caso de Pérez Jiménez es similar porque, ciertamente fue una era de gran prosperidad y bienestar económico, apuntalada también por el inmenso ingreso petrolero, pero con el mismo tipo de conflicto político.

Desde el punto de vista institucional la ecuación de armonía estuvo relativamente completa, porque en ambos periodos se crearon las principales instituciones de la Venezuela moderna, tales que respaldaron la prosperidad alcanzada. Las crisis en el negocio petrolero y la ausencia en el juego de las “instituciones especializadas en la solución de conflictos”, especialmente del componente democrático, impidieron una solución realmente armónica. El conflicto entre dictadura y democracia fue el denominador común en ambos casos. La prosperidad y la democracia deben converger si aspiramos a una armonía social sostenible3.

Examinemos, uno a uno, esos componentes para hoy día.

La recuperación económica

No cabe duda de que la hay. Primero que nada, porque cualquier comparación de los indicadores clásicos que hagamos con los periodos anteriores dará un resultado positivo, después de la etapa de contracción económica que duró hasta el 20214. Segundo, porque su origen está claramente determinado por tres tipos de ingresos y tercero porque damos crédito en su favor el abandono de las anteriores políticas de control.

Origen y sostenibilidad.

Los recursos que la están sustentando tienen tres fuentes. En primero lugar, por el aumento en los ingresos privados externos, originados principalmente por las remesas, las que se han estimado en promedio en el orden de US$ 2.000 millones anuales y a cerca de US$ 3.500 millones previsibles para el presente año, según varias fuentes5.

Dichas entradas produjeron el efecto positivo de una espontánea dolarización de la economía, de la estabilización del valor del bolívar al dólar6 y del cambio de la trayectoria hiperinflacionaria.

En segundo lugar, a esas entradas le sigue el sensible aumento de los precios internacionales del petróleo y de la Cesta Venezuela7 lo que redunda en un incremento en el valor de las exportaciones8, aun cuando la producción petrolera sigue relativamente estancada en valores cercanos a los 700 a 800 MBD9.

En tercer lugar, habría que añadir los ingresos estimados por actividades internas ilícitas o ilegales10, de las cuales alguna proporción no identificada se queda en el país y genera algún impacto en la economía.

A los fines de estas notas, la suma y las características de ese tipo de ingresos revelan una cuestionable sostenibilidad de la recuperación económica, la que, al igual de la tesis de los autores de la frase original, crean una “ilusión de armonía”.

La economía y la confianza

Como es lógico esperar el hecho económico de la recuperación tiene que ser amparado por una normativa legal que produzca una percepción de confianza y que sustente los cambios de política económica observados, principalmente la legislación que soporta las políticas de precios y la garantía de los derechos de propiedad, ambos aspectos aun sin modificaciones fundamentales.

Por ejemplo, el sistema de decretos gubernamentales que regulan las importaciones, renglón que se ha convertido en uno de los “indicadores” de la recuperación11, es un claro ejemplo de cómo se diluye la confianza, dada la discrecionalidad que dirige la política impositiva del gobierno, con la que, por una parte, se promueve, a la vez que se tutela al sector privado y, por la otra, se mantiene un trato discriminatorio contra la producción local.

No es casualidad, creemos, que una intencionalidad política esté presente, tomando en cuenta la historia y la experiencia del gobierno con el sector privado venezolano, al que, si lo deja fortalecer lo percibe como en un enemigo potencial. Oportuno es recordar la tan insistente frase de la “guerra económica”, por lo que, quienes estén del lado de una recuperación “a solas”, sin los respaldos legales, institucionales y políticos correspondientes deberían juzgarla con mucha aprehensión y reserva.

¿Una recuperación sin sector privado?

Dos condiciones harían sostenible la recuperación. La primera, es indispensable una participación significativa y decisiva del sector privado venezolano, esto es con un sustantivo componente local en el consumo y la inversión internas y, la segunda sumada a ella, por una expresa y progresiva política de abandono de la extrema dependencia del ingreso petrolero.

Sin embargo, la abierta intención gubernamental de que, otra vez, sea la inversión extranjera la protagonista del crecimiento económico, en especial la destinada al sector petrolero, a pesar de las alianzas privadas que se puedan producir12, va en la dirección contraria y revela claramente su objetivo.

¿Otra vez el petróleo?

Dos consideraciones merecen esta posibilidad. Por un lado, Venezuela se verá expuesta de nuevo a reproducir el modelo organizativo que nos trajo hasta aquí: la sociedad Estado propietario - empresas petroleras extranjeras13 cuyos resultados están a la vista.

Por el otro, porque la “armonía”, de nuevo se montará sobre el negocio petrolero y se volverá a repetir, como bien lo indicaron los autores citados, aquello de “darles a todos todo lo que pedían todo el tiempo”14 y, con ello, impedir la creación y desarrollo de las instituciones de mediación de los conflictos sociales.

La política y la confianza.

Cierto es que, también por esa vía se puede alcanzar una prosperidad transitoria, pero a la ecuación de armonía le falta el componente político en dos direcciones. Una, porque debería apoyarse en instituciones que generen verdadera confianza de los propósitos gubernamentales. Dos de ellas, entre otras, la cultivarían con creces. La primera, ligada plenamente al quehacer económico, un Banco Central realmente autónomo, fundamentado en una nueva Ley que así lo garantice y la segunda, aunque parezca lejana a lo económico, una profunda revisión del sistema de justicia que garantice la imparcialidad de las leyes, incluyendo la conformación de su máxima autoridad.

Prosperidad y democracia van alineadas.

Quienes se aventuren a leer estas notas percibirán una exagerada exigencia, quizás utópica, a que la recuperación económica sea acompañada de la plena vigencia del sistema democrático, dentro del cual el fiel cumplimiento de los preceptos constitucionales que sustentan la pluralidad política es imprescindible. Luego, serían muy buenas señales si se eliminaran los vestigios del poder por la fuerza, de las persecuciones políticas y la sumisión al poder estatal.

Aquellos que crean poder vender prosperidad sin democracia deben hacerse la pregunta de qué sistema político mejor garantiza la libertad de empresa y de mercados. La pluralidad de partidos, la representatividad y participación activa de la sociedad civil, de los gremios, sindicatos y asociaciones son parte de eso que se llama democracia.

Seguramente estos, garantizados por las leyes y en plena capacidad de opinión y funcionamiento, darían un voto de confianza para los negocios.

Si la sociedad venezolana, como un todo, es capaz de identificar este proceso con claridad y logra alinear y hacer converger los tres componentes en una misma dirección sabremos si estamos o no en una “ilusión de armonía”. Desde luego, si podemos construir un acuerdo de todos los venezolanos, sin discriminación alguna, para que se recreen las instituciones de mediación de los conflictos sociales propias de una democracia, estaremos en el camino de armonía social.

1 Debates IESA. “El Caso Venezuela. 30 años después” Julio-septiembre 2015

2 Lo sucedido después de la 2ª guerra mundial con las instituciones de Bretton Woods ilustra el caso de una armonía sostenible por la interacción de los tres elementos

3 Un criterio que debe ser útil para examinar el caso de esas sociedades autoritarias como Cuba,China, Rusia, Bielorrusia y otras menos conocidas que creen vivir en armonía.

4 “Entre el segundo semestre de 2013 y el primer semestre de 2021 (96 meses consecutivos) consecutivos) se estima que la economía venezolana se contrajo en 75%...”(Informe de Coyuntura. IIES.UCAB. Feb. 2022)

5 “Las transferencias corrientes, que incluyen las remesas de los migrantes venezolanos… se han estimado en $ 2,7 MM en 2021 y $ 3,5 MM para 2022…” (Informe de Coyuntura. IIES.UCAB. Feb.2022) y (CEPAL Informe Macroeconómico 2021)

6 Hasta las últimas semanas cuando comenzó de nuevo a devaluarse.

7 “La cotización del WTI se ha mantenido en un rango de $102 y $119 por barril. En abril, el crudo Merey tuvo un precio de $83,40 por barril según datos de la OPEP. Mientras que estimamos que la CPV cerró en $78,50 para abril.” (Observatorio de Gasto Público. CEDICE. Junio 2022)

8 Una evaluación nuestra indica que ese valor para este año podría alcanzar los US$ 12.000] millones de exportaciones no registradas y de alrededor de US$ 3.200 millones registradas oficialmente.

9 “Venezuela tuvo un promedio de producción de barriles diarios de 757.000 en los primeros 3 meses del 2022 y cerró el 2021 con un nivel de producción de 871 miles de barriles diarios” (CEDICE. Junio 2022)

10 El informe “Transparencia Venezuela. Junio 2022” las ubica en el orden de US$ 9.500 al año.

11 Después de su descenso sustancial en el 2019 han comenzado a crecer ligeramente en los últimos años, de acuerdo con una investigación nuestra entre los principales países proveedores. Por ejemplo, aumentaron de cerca de US$ 1.300 a US$ 1.650 millones entre 2019 y 2021. Con los Estados Unidos, el país icono de sanciones y bloqueo aumentaron de US$ 380 a US$ 432 millones en el I trimestre de 2022

12 Sabemos que la cuantía de inversiones requeridas para vitalizar el negocio petrolero rebasan las posibilidades del capital nacional, por lo que este tendría un carácter marginal.

13 Con la probabilidad de una consecuente “caja negra” dirigiendo a PDVSA.

14 A las misiones existentes, a la bolsa CLAP se le añade hoy el expediente del espectáculo financiado, directa o indirectamente por el Estado.

Las sanciones: datos que podrían acercar posiciones

Maxim Ross

Ahora que ha cobrado nueva actualidad el tema de las sanciones a Venezuela, parece oportuno escribir estas notas con el objetivo de ubicar a nuestros lectores en un tema que resulta más complejo del que se filtra en la opinión pública y que, de alguna manera, coloca la discusión en los términos simples de flexibilizarlas o mantenerlas. Creemos que puede ser de utilidad ofrecerles una información de sus orígenes, sus causas y su ubicación en una perspectiva internacional, a la vez que ello pueda influir y contribuir a encontrar coincidencias entre los actores políticos que las adversan o las apoyan.

Hasta donde hemos comprendido la discusión sobre las que han sido impuestas al gobierno de Venezuela por varios países, especialmente los Estados Unidos y la Unión Europea, está soportada, principalmente, por la tesis de que son una causa relevante de la crítica situación que vive el país y también por la interrogante de si han cumplido o no sus objetivos. En este sentido, un repaso de dicha materia resulta pertinente.

Sanciones dirigidas a individualidades.

Recordemos que las primeras sanciones de los Estados Unidos[1] tenían un objetivo dirigido a personas, tal que la “Ley de Defensa de los Derechos Humanos y la Sociedad Civil de Venezuela”, aprobada por el Congreso de ese país y refrendada por el Presidente Obama impuso “sanciones a las fuerzas de seguridad venezolanas que reprimieron las protestas estudiantiles de ese año”, lo cual se materializó en el 2015 al congelar los activos de 8 individuos y ordenar la revocatoria de sus visas americanas.[2] Otra fuente nos dice que aquel país “había aplicado sanciones a un total aproximado de 159 sujetos venezolanos o relacionados con Venezuela”[3]. Postulamos, entonces, en que estas sanciones no podrían ser flexibilizadas o eliminadas, dado que las causas de su imposición no han desaparecido y porque tampoco tienen un efecto general sobre la sociedad venezolana. Luego la controversia debe centrarse en las sanciones denominadas sectoriales.

Sanciones sectoriales y sus efectos en Venezuela.

Como sabemos, aquel tipo de sanciones evolucionó a las llamadas “sectoriales” que son las que afectan a entidades venezolanas públicas y privadas, especialmente a PDVSA y el Banco Central de Venezuela, lo que si permite debatir el tema, dados sus supuestos efectos en Venezuela. Ahora bien, un registro de varias opiniones emitidas sobre esta materia no conduce a una versión concluyente.

Por ejemplo: “Existe relativo consenso sobre el hecho de que la economía venezolana atravesaba una crisis de inmensas proporciones mucho antes del inicio de las primeras sanciones no individuales”, aun cuando “Existe mucho menos consenso sobre el grado de atribución que puede otorgársele a las sanciones en el desempeño económico y social de Venezuela en el período posterior a agosto 2017” En el mismo ensayo se cita que “… Weisbrot y Sachs (WS) (2019) [13], les atribuyen a las sanciones total responsabilidad en el deterioro económico y social de Venezuela post-2017” mientras queHausmann y Muci (2019), Bahar et al (2019), y Morales (2019) [14] argumentan en contra de las conclusiones de WS…” (ANOVA, 2021).

Aun cuando esas discrepancias persisten el Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas de Derechos Humanos [4] registra la siguiente conclusión: “27. La economía de Venezuela, en particular su industria petrolera y sus sistemas de producción de alimentos, ya estaba en crisis antes de imponer sanciones sectoriales. Las cifras publicadas por el Banco Central de Venezuela el 28 de mayo de 2019 muestran que los indicadores económicos clave comenzaron a disminuir drásticamente mucho antes de agosto de 2017. [10]

En efecto unas cifras nuestras corroboran esta conclusión: “De 2013 a 2017 el PIB se redujo un 41,5 %, el PIB privado un 57.6%, el público un 8,4% y el PIB petrolero un 29,4%”. La manufactura un 67,6%, el comercio y los servicios 87,1% y la construcción 126,1%[5]. De todas ellas lo más significativo es el declive consistente de la producción petrolera, la cual de los 2.800 MBD, producidos en 1999 se redujo a cerca de 2.000 en 2017 según cifras de la OPEP.[6]

Ahora bien, siendo que los datos y las opiniones sobre ese periodo parecen ser ampliamente concluyentes, la discusión pasaría a evaluar los años restantes, en cuyo caso cabe la posibilidad de que, en efecto, estas hayan impactado en alguna medida la situación económica y social de Venezuela como país. Por ejemplo el mismo Alto Comisionado en su informe de 2019:”…aseveró que las “sanciones económicas están agravando aún más los efectos de la crisis económica, y por tanto la situación humanitaria” (El Fakih, N, 2020), por lo que la discusión se hace cada vez más compleja e interminable, dadas las distintas metodologías utilizadas por distintos autores como lo demuestra el informe ANOVA, 2021.

Nosotros agregamos a tal punto de vista que el reciente cambio de políticas económicas que, presumiblemente, está llevando a cabo el gobierno venezolano, presupone la aceptación de que el sistema anterior, fundamentado en un severo control estatal sobre la economía y en el uso del expediente expropiatorio, condujo a los resultados de los últimos años, con lo cual es muy difícil discernir entre la “causa gobierno” y la “causa sanciones”. De ser así, como afirmamos, fundamentarse en este aspecto, no solo no permite conclusiones asertivas, sino que dificulta hallar coincidencias entre las distintas posiciones.

Es claro que el uso de la sanción “económica” es un medio de presión o coacción, pero también lo es que esas medidas tienen un fin esencialmente político, por lo que es conveniente ubicarlas en el contexto de su utilización en el plano mundial, una faceta que puede facilitar una mayor convergencia entre las partes involucradas.

Las sanciones son parte de un sistema integral.

El hecho de que las sanciones deban ser consideradas como parte de una estrategia global de la diplomacia internacional ayuda, a quienes leen estas notas, a focalizar el debate. En ese sentido: “…, las sanciones se ubican, entonces, como una tercera vía entre la acción militar -demasiado costosa y agresiva-, y la protesta diplomática demasiado benévola e inefectiva” (El Fakih, N. 2020)

En el caso que revisamos, el de Venezuela, no puede caber duda de sus ventajas sobre los otros dos, el uno por haberse agotado innumerables veces[7] y el otro por indeseable y elevadísimo costo, como bien dice el autor citado. Luego, proponemos coincidir en que el “sistema de sanciones” es la mejor opción que posee el mundo civilizado para resolver conflictos y que, abandonarlo, por ejemplo, no solo presupone la eficacia de los otros dos, sino que dejaría de contribuir a reforzar las negociaciones y las iniciativas diplomáticas que persiguen el mismo objetivo. Un último aspecto debe llamar nuestra atención para completar el escrutinio del motivo que nos ocupa y que atañe a la evaluación del cumplimiento de sus objetivos.

¿Han cumplido las sanciones sus objetivos?

Antes de aspirar a responder esta interrogante repasemos, brevemente, como ha evolucionado la respuesta en el ámbito internacional. Dos estudios nos ilustran. El primero de ellos dice: “… uno de los trabajos empíricos… que evaluó 83 casos de sanciones económicas impuestas durante aproximadamente 70 años, Hufbauer y Schott (1985) evidenciaron que su proporción de éxito se ubicó en un 40%.13 Aunque hay quienes consideran éste un porcentaje bajo, 14 parte de la doctrina concluye que es un récord tremendamente positivo si se analizan los potenciales costos y resultados de las otras opciones disponibles, incluyendo el uso de la fuerza militar” El segundo también exhibe la misma complejidad: “…Más recientemente, un estudio empírico actualizado que abarca 174 casos de sanciones en 86 años…concluye que, a pesar de las críticas, el uso de las sanciones se ha triplicado en las últimas décadas.” (El Fakih, N. 2020)

Como observarse, esta materia está sujeta a grandes controversias y a resultados relativamente ambiguos, de los cuales se pueden alcanzar algunas guías que orienten el propósito que perseguimos. En primer lugar, no existe un método que produzca un veredicto final de si han dado o no resultados. El caso de Irán o Rusia da pistas en esa dirección. En segundo lugar, no existe un caso extremo, tipo “blanco y negro”, en el que se pueda comprobar una relación automática e inmediata, esto es no existe una conexión lineal entre “sanciones impuestas y cambios logrados”. En tercer lugar que, como se puede comprobar, el sistema de sanciones no se dirige, en general, a un objetivo específico, sino más bien a fines genéricos, de tal forma que precisar su grado de cumplimiento es verdaderamente intrincado.

Dadas esas dificultades y la experiencia de muchos años la comunidad internacional “…ha evolucionado de las llamadas “sanciones integrales” a “sanciones inteligentes, selectivas o específicas”, (El Fakih, N. 2020).las cuales tratan, por un lado, de medir sus efectos en las localidades donde se aplican y, por otro lado, ayudan a conectar la imposición con sus objetivos.

El proceso en Venezuela.

Ya hemos descrito el tipo de sanciones que han sido impuestas al gobierno, las cuales evolucionaron de las individuales a las sectoriales más recientemente. En el cuadro que sigue se resumen las últimas aplicadas por los Estados Unidos: (Fuente (El Fakih, N. 2020).

Instrumento

Número

Fecha

Emisor

Orden Ejecutiva

13692

08 de marzo de 2015

Presidente Barack Obama

Orden Ejecutiva

13808

24 de agosto de 2017

Presidente Donald J. Trump

Orden Ejecutiva

13827

19 de marzo de 2018

Presidente Donald J. Trump

Orden Ejecutiva

13835

21 de mayo de 2018

Presidente Donald J. Trump

Orden Ejecutiva

13850

1 de noviembre de 2018

Presidente Donald J. Trump

Orden Ejecutiva

13857

25 de enero de 2019

Presidente Donald J. Trump

Orden Ejecutiva

13884

05 de agosto de 2019

Presidente Donald J. Trump

Finalmente, en el mismo año 2019 el Congreso de ese país aprobó lo que se dio en llamar la “Ley Verdad”, lo que revela una política que va más allá del poder ejecutivo y tiene el respaldo de ambos partidos, con lo que el tratamiento de su flexibilización o mantenimiento se hace todavía más complejo en la medida que afecta toda la estructura política y diplomática de su política exterior.

Los razonamientos que hemos expuesto y la información suministrada persiguen, como indicamos al inicio de estas notas, varios objetivos. El primero, colocar en la opinión pública y, en especial a la orden de los lectores un material de alta y delicada repercusión en la vida de nuestro país, tal que sirva para que una mayor cantidad de venezolanos comprenda mejor el tipo de problema en el que estamos insertos y puedan formarse su propia opinión sobre las posiciones que están en juego en la opinión pública.

El segundo, un intento de romper la dicotomía entre “mantenerlas o reducirlas” que asoma como el vértice de la discusión y tercero, como consecuencia de ello, experimentar con un método “parí passu” que guie una ruta de decisiones, una especia de trayectoria de negociaciones que vincule un plan de concesiones políticas con especificas concesiones económicas, sin proponerse hacer todo de un todo. Por ejemplo, si atamos cierta flexibilización en el plano económico con un cambio significativo en materia electoral, como podría ser un CNE verdaderamente representativo y la culminación plena del Registro Electoral. Otra alternativa, profundizar más en la apertura económica con una reconducción del nombramiento del Tribunal Supremo de Justicia y así y así dar pasos sostenidos.

El tercero, procurar un acercamiento entre las dos posiciones venezolanas, bajo la premisa de que un entendimiento entre ellas seria de amplísima utilidad para las decisiones que habría de tomar la comunidad internacional, en especial la de nuestros principales aliados, los Estados Unidos, la Unión Europea y los países latinoamericanos que han seguido de cerca este proceso y aspiran a una solución autentica y consistentemente democrática para Venezuela.

Obviamente, antes de llegar a una conclusión el asunto del cumplimiento de sus objetivos no puede ser obviado pues, aunque resulta difícil emitir una opinión más certera, lo cierto es que su objetivo principal, el retornar a Venezuela a una senda plena del ordenamiento democrático no se ha cumplido, siendo que los tres poderes públicos que aun sustenta el gobierno se mantienen iguales. Sin embargo, aun aceptando ese juicio y, precisamente por no haberlo logrado, conviene abrirse a otras opciones que si pudieran conseguirlo, entre ellas aceptar la tesis que de que mantenerlas, de por sí, no obtiene resultados.

A la hora de tomar posición por una u otra opción, debemos preguntarnos, ¿si tenemos un sustituto valido de esa “fuerza externa” que son las sanciones, para lograr la presión suficiente que altere la conducta política y los actos que se le critican al gobierno actual?, y luego ¿si existe una mediana posibilidad de construir una “fuerza interna” de similar calibre que pueda sustituirlas?, porque mientras no la tengamos estaremos, queramos o no, irremediablemente atados a mantener las sanciones.

Finalmente, como se habrá comprendido, perseguimos el objetivo mayor de involucrar a la sociedad civil venezolana en esta difícil controversia y estimularla a tomar posición, mas allá de los partidos políticos y de los pronunciamientos personales. Quizás, una nueva alianza entre la sociedad civil organizada[8] y los partidos políticos podría tener el suficiente peso específico como para sustituirlas o aminorar su influencia en restaurar el ordenamiento democrático y una nueva era de prosperidad económica que llegue a todos los venezolanos.

[1] Posteriormente la Unión Europea, Canadá, Suiza y otros países se unieron a este esquema.

[2] Ver: “Aproximación al Régimen de Sanciones internacionales y al caso de Venezuela” Nizar El Fakih. Banco Interamericano de Desarrollo. Diciembre 2020.

[3] “Impacto de las Sanciones Financieras Internacionales contra Venezuela: Nueva Evidencia”. ANOVA.2021.

[4] Informe anual del Alto Comisionado de las Naciones Unidas derechos humanos e informes de la Oficina de la Alto Comisionado y el Secretario General. Consejo de Derechos Humanos.

[5] Datos del BCV.

[6] En el tema petrolero no se puede olvidar el doble efecto que tuvo en la reducción de la producción la política de Independencia Energética de los Estados Unidos y las decisiones del gobierno de la época de diversificar el mercado, especialmente dejando de vender a ese país. La venta de las refinerías en Europa y Estados Unidos reflejan esa política.

[7] Hacemos referencia a los distintos esfuerzos de negociaciones entre el Gobierno y la Oposición propiciados por organismos internacionales, en especial por el Gobierno de Noruega.

[8][8] Llamamos sociedad civil organizada al cumulo de instituciones gremiales, colegios profesionales, asociaciones de vecinos, instituciones educativas, asociaciones de padres y representantes, debidamente elegidos y representativos de sus comunidades.

¿Cómo hacer mas ricos a los pobres? (ii)

Maxim Ross

Hace poco tuve la oportunidad de hurgar en este tema y planteaba allí que existían dos enfoques sobre cómo enfrentar esta materia. Por un lado, una visión macroeconómica que dice que una senda de crecimiento económico sostenido es una parte de la solución y, por la otra, quizás más individual o microeconómica la que aporta Amartya Sen con su tesis de la “Agencia”, en el que las personas asumen una posición activa que complementa el impulso anterior. Lo interesante de este punto de vista es que el asunto de la pobreza es colocado también del lado de decisiones individuales y asociativas que cada persona ha de tomar para salir de la precariedad en que se encuentra.

El criterio del Ingreso y de las NBI

Ambos tratamientos se centran en la persecución de un ingreso mayor para las personas que se encuentran en esas condiciones, tanto es así que el “marcador” que ha sugerido el Banco Mundial, y es el que se ha extendido mundialmente, corresponde a la línea de pobreza que está por debajo de uno o dos dólares diarios de ingreso, con lo cual las políticas que permitirían el cambio de niveles están centradas en este criterio. El énfasis de esas políticas está en la generación de empleo y en mejorar la remuneración al trabajo

Luego, como complemento, se ha utilizado el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), muy arraigado en nuestro medio, el cual coloca la evaluación en el grado de satisfacción de los bienes o servicios que una persona o familia estaría percibiendo. En el caso del criterio de “Agencia”, mencionado antes, este abarca algo más que el mejoramiento del ingreso, puesto que cada persona actúa en libertad para lograrlo, utilizando los medios que le provean capacidades productivas. Sin embargo, ninguno de ellos pareciera materializarse en un argumento ligado al tema de la propiedad y es lo que creemos vale la pena revisar, porque indudablemente está íntimamente ligado al formato que produce la riqueza. En esta entrega abordamos este crucial aspecto.

Propiedad y riqueza.

No puede caber la menor duda de que este es uno de los temas más controversiales a lo largo de la historia puesto que, como es lógico, toca el nervio central de la actividad económica pero, no solo por ello, sino porque afecta la raíz de la esencia humana con el vital tema de la posesión de un recurso, sea personal o colectivo[1]. Desde que la humanidad es lo que es, el asunto es agudo y filoso, pero ello no implica que no sea objeto de una necesaria reflexión, a la luz de cómo van los acontecimientos mundiales, puesto que obviamente allí está, si no todo, una buena parte del problema. No en vano, es el debate del día a día, tal como señalamos en un artículo anterior[2], con el llamado de atención de Thomas. Piketti y, especialmente, con los trabajo del Banco Mundial hacen hincapié en el tema de la concentración de la propiedad y la riqueza en pocas manos y su influencia en las desigualdades internacionales, pero no encontramos en ellos una conexión expresa y directa entre propiedad y pobreza, que explicite sus relaciones de causalidad.

Propiedad y distribución del ingreso.

En este sentido, es obvio que la forma en que se distribuye el excedente económico depende del grado de concentración de la propiedad y que los ingresos del capital ocupan la mayor proporción de ese excedente y no los ingresos del trabajo[3], medidos estos en términos “per cápita”. Entonces, si queremos atacar de verdad el tema de la pobreza tenemos que abrir la pregunta de cómo se entrelazan ambos y la respuesta se encuentra en el camino de cómo hacer más equitativa la distribución de la propiedad, con lo cual haríamos se haría más equitativa la distribución del excedente económico. Importante aclarar que no se trata de un “reparto por el reparto”, porque sabemos que no basta con “distribuir”, si a la propiedad no se la añaden capacidades productivas.[4]

Inmediatamente debe “saltar” a la mente de los lectores que una idea como esta va a terminar en la solución que, hasta ahora, el mundo se ha propuesto: la extremista de la socialización de la propiedad, en especial la de los medios productivos, pero No, lo que creemos que hay que examinar es como el capital y la propiedad privada procuran una solución que adverse radicalmente esta propuesta, de tal manera que una mayor cantidad de gente, por no decir la gran mayoría, tenga acceso a ese motor distributivo que es la propiedad y su principal excedente, las ganancias. Ello sin necesidad de “tener que confiscar o expropiar a nadie”.

Propuestas y soluciones del lado del capital.

Entonces, antes de que le demos la razón a Piketti y a los marxistas trasnochados que aún quedan y lo hagan a “diestra y siniestra”, causando la destrucción que conocemos, el capital tiene la obligación de conseguir una solución propia porque si no, como ha dicho el mismo autor en reciente entrevista: “estamos al borde una segunda Revolución Francesa” [5]. La buena noticia es que el capital ya está consciente del asunto y asoma algunas soluciones, aunque todavía sin llegar a la medula del problema.[6]

Por una parte, están todos los esquemas que se han ensayado de participación en las ganancias del sector laboral, de la creación de ingresos distintos a sueldos y salarios, mediante un gran abanico de bonificaciones al trabajo, pero que no cambian fundamentalmente es espectro distributivo. También se pueden registrar iniciativas más avanzadas, que le van agregando tareas al capital, tales como los aportes de M. Porter en Harvard con su tesis de “Share Values”, los de “Conscious Capitalism” o la recién creada “Round Table” y “Reset Capitalism”, alrededor de las iniciativas del World Economic Forum.

Todas ellas están orientadas a darle al capitalismo un vínculo y una mayor responsabilidad social, pero ninguna de ellas, que se sepa hasta ahora, se focaliza en una mejor distribución de la propiedad y, por consecuencia, de las ganancias. El capital debería acometer y plantearse una salida, antes de que la realidad le dé la razón a quienes hemos mencionado. Si bien el argumento tiene fuertes repercusiones mundiales, interesa revisarlo en nuestro país, donde toma particulares características.

El caso Venezuela.

El hecho de que el “gran propietario” venezolano es el Estado, debería facilitar cualquier esquema re-distributivo como se ha intentado varias veces, pero con infructuosos resultados, puesto que, en cuanto a la propiedad del negocio petrolero se enfrenta con serios “escollos”, patológicos, ideológicos e institucionales, además de que se supone que esa propiedad “nos pertenece a todos”, con lo cual la dificultad es aún mayor para intentar esquemas redistributivos. A ello se añade que ese mismo Estado posee, prácticamente, la mayor proporción de propiedad de la tierra[7] y que, como se sabe, reiterativos intentos de distribución de la tierra de su propiedad, no han culminado en cambios sustantivos y significativos en ese terreno.

En el campo de la economía privada existen muestras de concentración de la propiedad que invocan soluciones desde esa posición tanto, que la experiencia reciente nos dice y advierte el peligro de la solución “confiscatoria y expropiadora”, las cuales parecen estar de retroceso con la evidente demostración fáctica de su efecto destructivo de todo orden. Luego, para evitar futuras acciones similares, porque el problema central no ha desaparecido, el capital privado venezolano debería comenzar a pensar en cómo reducir, flexibilizar o atenuarlo. Algunos han sugerido distintas tesis, como la de un “capitalismo popular”, otros la de un “capitalismo solidario” y otros la de un “País de Propietarios” sin que ninguna de ellas, que se sepa, ha “cuajado” en el quehacer del gran capital venezolano.

Al tema central: propiedad, ganancias y pobreza.

Reiteramos aquí la idea medular que planteamos. Sea a nivel internacional o al nivel local, caso Venezuela, no vamos a encontrar una solución sostenible y duradera para la pregunta de ¿Cómo hacer más ricos a los pobres?, si no focalizamos correctamente la materia. Si seguimos creyendo que basta con el enfoque del ingreso seguiremos dando “vueltas” sobre lo mismo. Ojalá que no sea uno de esos estallidos que a veces aparecen en la sociedad el que envíe la señal de emergencia y que termine teniendo razón Piketti con aquello de la “Segunda Revolución Francesa”. En nuestra humilde opinión ya existen evidencias claras de desigualdad marcada, no solo en el terreno económico, sino en planos distintos a este en el plano mundial, como en el nacional, que deberían provocar una reacción y un plan de acción más agresivos de parte de los capitales privados, uno que pueda llegar al mundo de la opinión pública con cambios verdaderos en el doloroso problema de la vida en precariedad y pobreza.

[1] No olvidemos que la propuesta principal del marxismo original cuestiona la propiedad privada e invoca por su opuesto la propiedad social de los medios de producción.

[2] Ver artículo ¿Tiene razón Piketti? 5 de febrero de 2022.

[3] Dice Piketty que “la proporción de las rentas del capital (utilidades, dividendos, rentas, e intereses) está creciendo más rápido que el crecimiento económico, por lo que todos los beneficios del capital ocupan una parte creciente del ingreso mundial, con lo cual este toma la mayor parte del total y por otro lado, los ingresos del trabajo van en dirección contraria”. Por otro lado: Credit Suisse Research Institute dice “la mitad inferior de la población mundial posee menos del 1 por ciento de la riqueza total. Como marcado contraste, el 10 por ciento más rico posee el 88 por ciento de la riqueza mundial, mientras que el 1 por ciento superior por sí solo representa el 50 por ciento de los activos globales” Credit Suisse (2017): Global Wealth Databook

[4] Las consecuencias de una distribución sin el apellido las conocemos. En el caso Venezuela, distintos intentos de reparto de la tierra sin esas capacidades han fracasado.

[5] Ver sus declaraciones en El País 21/11/2021

[6] La medula del problema es que el mercado y el capital son muy eficientes en la creación de riqueza, tal como lo percibió su gran creador, Adam Smith, pero no poseen un similar mecanismo distributivo, más allá del que proveen los aumentos de la producción.

[7] Delahaye, O. (diciembre 2006).” Tenencia de la tierra y desarrollo rural sostenible: algunos puntos para la reflexión en el caso venezolano”. Agroalimentaria, v.11 n.23 Mérida y Quevedo, R. I. (Junio1998). “Venezuela un perfil general. La tenencia de la tierra y puntos álgidos de su mercado.” C. IICA. Caracas. Venezuela. Agroalimentaria. Nº 6.

¿Podrán solos los venezolanos?

Maxim Ross

Ha vuelto al terreno de la opinión pública la pregunta de si los venezolanos tienen la capacidad para superar la coyuntura política y económica actual o, si por el contrario, somos apenas “peones del ajedrez mundial” y estamos completamente atados a las decisiones de Washington, Moscú, La Habana y Pekín. La pregunta ha regresado con mayor dureza, gracias a la intensificación del conflicto mundial, originado en la invasión de Rusia a Ucrania, pero no solo por el hecho de que el gobierno tomara partido por Rusia, lo que nos coloca directamente en el medio de la disputa, sino porque revela una tragedia de mayor alcance y profundidad, la del país que fue perdiendo la fortaleza y la habilidad para hacerse un camino menos dependiente del entorno mundial, siempre sujeto a presiones y tensiones y del cual, por supuesto, es imposible desatarse completamente.

Desde luego, la pregunta hecha así tiene un matiz de “blanco o negro” y en realidad debería formularse de una manera relativa, es decir: ¿En qué medida podríamos atenuar o reducir esa relación y que posibilidad real existe de hacernos más autónomos de ese entorno?, sin que por ello pretendamos ningún tipo de autarquía en una sociedad internacional cada vez más intrincada.

Venezuela: ¿Peón del ajedrez mundial?

La respuesta a esta pregunta proviene, creemos, de que seamos capaces de desarrollar unas capacidades que reduzcan, tanto como sea posible, la dependencia y los vínculos que tenemos con el exterior o, en especial con los países claves del concierto mundial. En lo que respecta al ambiente internacional, este podría desarrollarse por dos vías. O se acentúa y recrudece la convulsión actual, poniendo en peligro todo el planeta o se llega a un arreglo. Pensar en lo primero pareciera inconcebible, con lo cual apuesto por el segundo porque la experiencia nos dice que, con toda la agresividad y la violencia que hoy se vive, la humanidad ha sabido regresar al acuerdo y a la civilidad[1]. Existen razones e indicios para creer en que más temprano o más tarde Rusia, Ucrania, China, Estados Unidos y Europa lo alcanzarán, con todo y el dolor causado en pérdidas materiales y humanas. En este caso, si regresamos a un escenario menos conflictivo ¿Podremos resolver solos nuestra dramática situación o seguiremos estando totalmente sujetos al acontecer internacional? Creemos que la respuesta hay que buscarla en nuestra propia experiencia y en dos direcciones. Una, examinar hasta donde pudimos hacerlo en el pasado y, dos tratar de identificar que causas estuvieron detrás de esa conducta.

Mi hipótesis principal, la cual resulta bastante obvia, es que mientras el país viva casi totalmente del ingreso petrolero en divisas esa relación se acrecienta y fomenta y se nos convierte en una “ley de hierro” y es prácticamente inescapable. Como sabemos, en los primeros años de la explotación del crudo, Venezuela dependió casi totalmente de su producción y exportación y, por supuesto, de la situación del mercado y de los precios internacionales, con lo cual el país dependía totalmente de él, para luego reducir su peso en la economía y regresar, en los últimos tiempos, a representar cerca del 90% de los ingresos totales del país. A ello se agrega la total dependencia del fisco venezolano de los tributos y regalías que este genera.

Se puede comprender fácilmente, aunque es obvio también que, mientras esta condición se mantenga, aquel “ajedrez” se impone sobre nosotros, lo que resalta que el formato para evadirlo implica reducir la dependencia del petróleo, a sabiendas de que sigue allí en el subsuelo y continua siendo muy atractivo para los grandes consumidores y que juega un papel crucial en la geopolítica internacional, como lo comprueban los hechos, entonces: ¿De qué depende que podamos cambiar este esquema? Creemos que nuestra propia experiencia no brinda una respuesta y una lección.

Causa detrás de la causa.

La respuesta inmediata está, desde luego, en la creación de una economía mucho menos centrada en el petróleo y más centrada en las fortalezas internas del país, capaz de convertirse, realmente, en su “motor” principal y generar empleos productivos y una senda de bienestar generalizado, pero en realidad el secreto está en que pudimos construir una capacidad aglutinadora, capaz de diseñar y llevar a la practica un proyecto de país de largo aliento, con asideros económicos, políticos, institucionales y sociales.

¿Cuál fue el secreto, cual el acertijo? Los venezolanos nos pusimos de acuerdo. El “milagro” de alcanzar una tregua política que acabó con el conflicto y la exclusión que marcaron nuestros primeros años como Republica, permitió diseñar y elaborar un programa político y económico producto del consenso entre los principales partidos y con una participación importante del empresariado y el sector sindical. El Pacto de Punto Fijo cementó las bases de una visión de largo plazo y de un país sólido y menos dependiente del petróleo. Cuando ese acuerdo fue demolido por las circunstancias políticas y por la avalancha de ingresos que se produjo a mediados de los años setenta, regresamos a “vivir” del petróleo, no del Acuerdo y facilitamos la ruptura de la ruta emprendida y terminamos en el recordado y trágico “Viernes Negro”. De allí en adelante, acentuadas las diferencias políticas repetimos el esquema petrolero y, nosotros mismos, creamos las condiciones para ser “peones” del ajedrez mundial.

Este acertijo: ¿Se puede repetir?

Todo depende de que nos podamos poner de acuerdo otra vez. Primero que nada, ¿es posible repetir un Punto Fijo hoy? Creemos que no, por razones que todos conocen. Un partido único en el poder y los opuestos fragmentados en mil pedazos, de manera que sin partidos ¿Cómo lograrlo? Existen tendencias en la opinión pública que atribuyen esa responsabilidad a los ciudadanos, o a la “ciudadanía” en abstracto, mientras que otros apelan a los “vecinos”. Somos de la opinión de que repetirlo depende de cómo la sociedad civil se organiza y responde a este reto y asume esa tarea, sin que ello signifique obviar a los partidos sino, por el contrario, reforzarlos.

Creemos que esa posibilidad está abierta y pende de su propia habilidad y voluntad de unificar sus voces, de articularse y aglutinarse alrededor del propósito de hablar por Venezuela. Esa sociedad civil son los empresarios organizados, los empleados, las Universidades, los Colegios profesionales, los sindicatos, las comunidades, etc., etc., que podrían mostrar al mundo que no existe una sola voz por Venezuela. Si así fuera, quizás podríamos repetir el acertijo de un gran acuerdo que regrese nuestro a país a una ruta menos dependiente del “ajedrez” mundial pero, para ello se requiere un requisito adicional, pues esa organicidad, esa articulación no se puede levantar de la nada.

Construir Capacidad Nacional

En un escrito reciente[2] defendimos la tesis de que, solo si el país, sus ciudadanos organizados, logran construir una economía menos dependiente del petróleo, sin dejarlo de lado, pero mucho más integrado hacia el país, mas afincada en la fortalezas regionales y locales, en instituciones fuertes y en una verdadera batalla para traer a la vida entera a esos millones de venezolanos que viven en la precariedad y, aun en la miseria, que no tengan que depender de ningún gobierno o de ningún partido para sobrevivir, entonces sería posible aislarnos tanto como posible del “ajedrez” mundial. Decíamos en aquel escrito que había que construir Capacidad Institucional, Capacidad Cívica, Capacidad Productiva, Capacidades Regionales y, ahora más que nunca Capacidad Política. Si logramos construir este espectro de país podríamos empezar a resolver solos nuestros problemas y no depender de la palabra de Moscú, de La Habana, de Washington o de Pekín.

¿Seremos capaces de activar la sociedad civil organizada y ponernos de acuerdo otra vez

[1] Yuval Noah Harari “El futuro de la humanidad depende de lo que pase en Ucrania”. La Vanguardia.16 de febrero 2022

[2] Construir Capacidad Nacional, Mayo de 2021

¿Cómo hacer mas ricos a los pobres?

Maxim Ross

Es mucho lo que se ha escrito sobre el tema de cómo superar la pobreza, aunque parezca que todavía la humanidad no consigue la fórmula para abatirla en los planos nacional e internacional. Desde el punto de vista de las mediciones existen versiones encontradas acerca de si se ha avanzado lo suficiente como para decir que el objetivo se ha logrado. El Banco Mundial ha sido abanderado en esta lucha[1] y en la defensa de que mucho terreno se ha caminado, pero aún se escriben artículos y opiniones que dicen lo contrario [2] La pandemia agravó el problema porque, obviamente, las poblaciones y países más vulnerables sufrieron con mayor rigor su paso por sus vidas. Al momento de escribir esta breve nota puede decirse que estamos en la mitad del trayecto y que el COVID diluyó bastante los avances obtenidos. Intento recapitular a ver si, ayuda.

La experiencia: ¿Qué nos dice?

Diría, en principio que el asunto tiene dos caras. Por un lado, la visión micro, esto es la de los individuos que están en dicha situación, dentro de la cual están dos versiones, la de quienes no se perciben como pobres (hay mucha literatura sobre ella), no se definen como tales y no requieren medidas ni políticas que les alivie y, la otra, de quienes si se adhieren al concepto y exigen un tratamiento del tema, pero en ambos casos subsiste la idea de que se trata más de intentos de superación personal que no demandan acciones de mayor orden. De otro lado está la visión macroeconómica y social, en la que privan las conocidas mediciones de nivel de ingreso y de necesidades básicas insatisfechas, en las que los grandes números muestran avances y retrocesos. La experiencia nos dice que, si se desean obtener resultados importantes y cambios de signo relevantes ambos tratamientos son necesarios.

El crecimiento económico reduce la pobreza.

Una primera constatación nos las ofrecen las mediciones, en especial las del Banco Mundial, institución que un momento dado afirmaba que estábamos frente a un mundo de “clase media”. Quiere decir que había verificado que los niveles de pobreza habían disminuido radicalmente en la década de los noventa y los 2000, con especial énfasis en cómo se había reducido de manera dramática en los países emblemáticos que fueron China y la India, cuyo peso en el índice era muy significativo y donde un crecimiento económico acelerado parecía empujar el índice hacia arriba. Es la era de la globalización y de la creación de una inmensa capacidad productiva en esos países lo que explica el fenómeno, pero luego se produce la crisis de los años 2008/09 revirtiendo los éxitos logrados, lo que pareciera decir que algo tienen que ver altos niveles de producción con menos pobreza, con el hecho de una transformación hacia el capitalismo de aquellos países, cuestión que se ha extendido a mas regiones del mundo, por ejemplo Vietnam, Laos y algunos países africanos que se han ido por ese modelo. Argumento que la ecuación crecimiento económico, creación de capacidades productivas y senda capitalista algo tienen que ver con la solución del problema, pero sabemos que eso no basta: requerimos de un enfoque más micro, más cercano al individuo.

¡El Individuo cuenta!: El aporte de Amartya Sen.[3]

Probablemente uno de los más acabados enfoques del tema, este del economista Sen lo considero digno de atención e interés, no solo porque ofrece una perspectiva ambivalente del problema, pues acepta que se requieren políticas macroeconómica para enfrentar la pobreza, pero a ello añade una visión que, si bien se concentra en la persona, en los individuos, los relaciona de tal manera que, ellos en libertad, tienen la potestad de escoger opciones de desarrollo y superación de sus precarios estadios económicos y sociales. El expediente que utiliza, a mi juicio sobresaliente, vincula el tema de hacerlo en libertad, esto es no depender de actuaciones gubernamentales coercitivas o restrictivas, con el tema de la asociatividad. Dice: es cierto, los individuos solos no pueden e invoca el innovador concepto de la Agencia. El individuo de “paciente”, debe pasar a ser “agente” de su propio destino. La combinación que sugiere, entre buenas políticas macroeconómica, el enfoque en el individuo, la asociatividad dio frutos relevantes en los casos que estudio, en especial en la India.

Parece, pues, que hay ideas y enfoques que pueden hacer más ricos a los pobres y podemos concluir, a manera de invitación y proposición, en que estas notas inspiren a las nuevas generaciones políticas venezolanas, aquellos que, quizás, algún día nos regresen a la normalidad de un país próspero y democrático.

[1] En los últimos años esta institución ha estado, prácticamente, focalizada en esa lucha.

[2] Poor Economics: A Radical Rethinking of the Way to Fight Global Poverty. Banerjee, A & Duflo, E MIT. Public Affairs, 2011

[3] Desarrollo y Libertad. Sen, A. Editorial Planeta, 2000

Adam Smith y las ventajas comparativas

Maxim Ross

Poco se ha escrito sobre este componente de la teoría del mercado en Adam Smith siendo que, en mi juicio, es quizás uno de las más importantes de todo el cuerpo teórico que expuso en la “Riqueza de las Naciones” y, como defiendo ahora, tanto como su tesis de la “mano invisible”, de todas la más difundida y controvertida. Digo esto porque, en realidad, su tesis sobre las ventajas comparativas es verdaderamente el meollo de su crítica al mercantilismo, cual fue el propósito central de su libro.[1]

En efecto, el punto de partida de Smith no es, como se cree, la defensa a ultranza de una teoría del mercado, aun cuando esta resulta como consecuencia de su confrontación con aquel sistema económico en la que expone la conveniencia de que cada país, en su caso como ejemplos Francia e Inglaterra, se especialicen en aquellas actividades productivas en las que posean ventajas comparativas en lugar, como creían los mercantilistas, de que cada país produjera de todo, De allí el famoso ejemplo de que Francia produjera y vendiera los vinos e Inglaterra las telas, como resultado de las ventajas que la una tenía en la agricultura del viñedo y la otra en la manufactura de lana de sus ovejas.

Decía: si ambos países se especializaran en ellas cada uno ganaría más que en elaborarlo todo, dado a Inglaterra le costarían menos los vinos franceses, por mas ser más eficiente su producción y a Francia menos las telas por la misma razón. Ambos ganarían por igual en el intercambio, pero para que esa ecuación funcionaria era indispensable y necesario que desaparecieran todas las intervenciones y coaliciones que eran propias del mercantilismo y se dejase que el mercado funcionara libremente, de allí que esta tesis es consecuencia de la anterior y no lo contrario,

Precisamente, para que el mercado pudiera contribuir con aquel postulado y cada quien (o cada país o región).pudiera desarrollar sus ventajas era imprescindible que el Estado abandonara sus funciones económicas, elevadamente distorsionantes de este principio. No olvidemos que la exposición contraria de Smith al mercantilismo no era solo por su postulado de “producir de todo”, sino que este sistema se fundamentó en una coalición monopolista entre el Estado y las grandes compañías mercantiles de su época, tratase de la de las Indias Orientales u Occidentales. De allí que el alcance de su tesis va mucho más allá que la simple defensa de la “mano invisible del mercado”.

De aquel punto de partida suena lógico que llegara a la conclusión de que cada quien debería especializarse en elaborar aquellos bienes o servicios en las que mayor ventaja tuviese y mayor utilidad o rentabilidad generase, esto es el conocido principio del “profit sake”, donde esa división del trabajo se manifestara libremente, siendo que este seria “el mejor de los mundos”, ya que allí ganarían todos, productores y consumidores, en el supuesto de que que todos fueran iguales[2]. Cuando eso sucediera, la economía de un país o región se orientaría como en una especie de “mano invisible” que fue la frase y la tesis que más se difundió. Nótese que, aun cuando repitamos, esta es consecuencia de la otra.

Sucede, entonces, que Smith es más conocido por ser el “padre de la economía de libre mercado”, lo cual es cierto por aquello de la “mano invisible”, pero poco más que menos, por su tesis fundacional de la división del trabajo, de la especialización y de las ventajas comparativas, cuan fue su controversia fundamental contra el mercantilismo.

Presentamos este punto de vista porque si examinamos todas las críticas que se ha hecho a este último principio lo dan como el fundante, como si precediera al anterior, lo que lo coloca más en terreno ideológico que en el teórico y lo estrictamente correcto esa la secuencia que siguió Smith, pero a ninguno de los adversarios se les ocurre abrir las críticas a los principios realmente fundantes. Pareciera, por decir algo, que es posible un mundo de ventajas comparativas, de especialización internacional y de división del trabajo sin un mercado libre que funcione. Extraña ecuación que no logro comprender.

[1] Véase “Adam Smith y los Mercantilistas” Ross, M.(1990)

[2] En otro momento discutiremos esta versión de Smith.

¿Tiene razón Piketty?

Maxim Ross

Puede decirse, con soberana razón, que el tema de nuestro tiempo es el de la desigualdad y no porque sea más importante que el de la libertad, que también lo es, sino porque logra ocupar todos los espacios de opinión pública y en la agenda de los organismos internacionales, especialmente por el impacto que ha tenido la pandemia en su empeoramiento. Ello sucede, probablemente, por varias razones. Una de ellas es que es más sensible y más cercano a los problemas cotidianos de la gente que aún están pendientes de resolverse a nivel mundial. Carestías, hambrunas, marginalidad, inmigración, etc. etc., siguen ocupando la atención internacional. Otra razón, puede ser, porque evidentemente la desigualdad se defiende con números que son más expresivos y convincentes que los informes y artículos que se publican sobre la libertad y esta es más difícil de conmensurar. En esta dirección los trabajos y el libro principal de Thomas Piketty (El Capital) han contribuido eficazmente a ponerlo en la agenda internacional y a levantar la alarma[1], pero: ¿Tiene razón Piketty?

LOS NUMEROS DE PIKETTY

La tesis principal del autor es que la desigualdad, vista como fenómeno generalizado, está aumentando inexorablemente en el mundo. Los números que respaldan su afirmación provienen de dos fuentes. Por un lado, dice que la proporción de las rentas del capital (utilidades, dividendos, rentas, e intereses) está creciendo más rápido que el crecimiento económico, por lo que todos los beneficios del capital ocupan una parte creciente del ingreso mundial, con lo cual este toma la mayor parte del total y por otro lado, los ingresos del trabajo van en dirección contraria.

Como consecuencia de ello los ricos se hacen más ricos, una muy pequeña parte de la población captura la mayor parte de la riqueza, los más pobres participan cada vez menos en el reparto y, desde luego, aumenta la desigualdad dentro de cada país e inter países. Obviamente, el razonamiento y las conclusiones del autor provienen del uso de los números de distribución del ingreso nacional entre capital y trabajo, reeditando, de alguna manera la visión clásica de la economía política.[2]

¿UN TEMA NUEVO PARA EL MUNDO?

Si realizamos un breve repaso en la historia económica nos encontramos con que su tratamiento ha sido extenso, desde la perspectiva de la economía política que lo ubicó entre los vestigios del colonialismo y sus legados en términos de distribución de la riqueza mundial, hasta su focalización en los argumentos del “centro y la periferia” que dominaron el pensamiento económico por los años sesenta y cerrar, mucho después, con la discusión sobre “convergencia y divergencia”, que estuvo vigente más recientemente, hasta la pregunta de si el subdesarrollo (simil de una distribución inequitativa del ingreso mundial) era producto de una ley “natural e inexorable” que lo perpetuaba eternamente.

Posteriores logros de crecimiento económico y aumentos del bienestar que se dieron después de la segunda guerra convencieron al mundo de una alta tendencia a la convergencia. Países “pobres” salieron del subdesarrollo y se hicieron más ricos. El tema había pasado de moda hasta que llegó el COVID, pandemia que terminó de recolocarlo en la agenda pública con demostraciones fehacientes de su efecto fulminante en los países y sectores de población más pobres y vulnerables. Sin embargo, con todo y ello reitero la pregunta:

¿TIENE RAZON PIKETTY?

Revisando trabajos e investigaciones relacionadas con el tema confirman la opinión que me estoy formando sobre el tema de desigualdad en general y no solo con respecto a la tesis de Piketty al que creo equivocado por la misma razón que voy a exponer. Puede ser cierto, como indica y lo revelan otros estudios de rango similar[3], que exista una mayor concentración del capital en el mundo, evidencia de su distribución inequitativa y también que ese hecho produzca un resultado similar en la composición de los ingresos totales y per cápita, al concentran más recursos en menores manos y en los sectores y países más ricos.

Lo que interrogo desde esta perspectiva es que el fenómeno se observa desde una perspectiva restringida de la actividad económica, esto es dentro del lado de la oferta y de las remuneraciones a los factores productivos, pero no de la ampliación de las actividades productivas que ha producido el capitalismo y tampoco de sus efectos en el campo de la demanda y del consumo, siendo que en esa esfera de la economía también se encuentran rasgos de igualdad o desigualdad.

Mi hipótesis es que, tanto Piketty, como los estudios citados, dejan de lado el profundo y equitativo cambio que produjo el capitalismo, no solo en el terreno de la apertura de las actividades económicas, sino también en la generación del consumo de toda la humanidad y estos elementos, sin duda, tienen que ser ponderados debidamente cuando se trata de medir desigualdad generalizada.

En mi opinión el drástico impacto que el capitalismo produjo en esos componentes, en la multiplicación del consumo y los servicios, inclusive medido por el exponencial crecimiento de estos en lo que va del siglo XVIII hasta ahora, debería ser evaluado a la hora de hablar de desigualdad, lo que implica que la utilización del concepto solo desde de ese lado de la oferta lleva a una caracterización errada del tema. Creo que Piketty comente ese error y no le ha sido cuestionado, al igual del tratamiento que hacen el Banco Mundial y otros seguidores del tema.[4]

LA HIPOTESIS QUE PRESENTO.

Creo que existe un argumento que no he encontrado expuesto y que, obviamente, expongo de manera hipotética y tendría que ser validada por la serie de datos correspondientes[5], pero de lo que no me cabe duda es que el capitalismo haya producido más igualdad en el mundo que cualquier sistema económico previo[6] y aun, en algunos países que han tenido que apelar a él para mejorar el bienestar de su gente y, desde luego, disfrutar de una mayor igualdad.[7]

Aunque la base de mi tesis es principalmente, cualitativa, existen datos relevantes que ilustran lo que defiendo, como por ejemplo que el ingreso y el consumo por habitante se multiplicaron consistentemente a partir de finales del siglo XIX y en todo lo que va del XX al XXI y nada mejor iguala que ese gran salto. La población que estaba concentrada en la agricultura encontró una nueva forma de laboriosidad en la industria y, luego, en los servicios, con lo que el empleo modifico la vida rural a la urbana. La cantidad de personas que tuvieron acceso al trabajo cambió radicalmente y, si bien los salarios no crecieron al igual que las ganancias, tal como defiende nuestro autor, de ese status a la esclavitud hay una distancia considerable.

La competencia, rasgo distintivo del capitalismo, abrió las puertas a millones de nuevos empresarios, cercándolo el paso a la elevada concentración de la riqueza, del ingreso, del poder económico y político del antiguo mercantilismo, igualando las capacidades económicas a un límite nunca visto, a pesar de las tendencias a monopolizar algunas actividades. La competencia, de nuevo, demostró ser el arma más eficaz contra ellos. La globalización, expresión más reciente del auge del comercio y de las inversiones interplanetarias, igualó naciones y áreas productivas nunca preexistentes.

El tema de la desigualdad, planteado solo del lado de la concentración de los ingresos del capital y el trabajo, lo que hace solamente, es reeditar el argumento de Marx, ya fuera de sintonía con el estado actual de la economía teórica, porque ya sabemos que no todo se puede reducir a capital y trabajo como creyeron los clásicos. Mucho menos sancionar la desigualdad con ese solo argumento.

Y ello sin mencionar el poderoso cambio, cuantitativo y cualitativo, que se está produciendo en el mundo con la era cibernética y digital, el cual no solo redefine actividades productivas, sino que termina difuminando las diferencias entre capital y trabajo en el mundo de hoy.

Esta es mi última entrega en el 2021. ! Con los mejores deseos para mi lectores en el 2022!

[1] Recientemente en una entrevista para el El País dijo que estábamos en situación parecida a la que precedió a la Revolución Francesa.

[2] Quizás, por la misma razón, su libro principal se llama El Capital, emulando el mismo título del de Carlos Marx.

[3] World Bank. 2021. “The Changing Wealth of Nations 2021: Managing Assets for the Future.” Summary Booklet. World Bank, Washington, DC.

[4] “Según estimaciones del Credit Suisse Research Institute, la mitad inferior de la población mundial posee menos del 1 por ciento de la riqueza total. Como marcado contraste, el 10 por ciento más rico posee el 88 por ciento de la riqueza mundial, mientras que el 1 por ciento superior por sí solo representa el 50 por ciento de los activos globales”[4] Credit Suisse (2017): Global Wealth Databook

[5] Una oportunidad interesante de investigación para la Academia y los “Think Tanks” especializados en el mundo.

[6][6] Las diferencias de concentración del poder económico y político entre el “ancíen Rėgime” (el medioevo, el mercantilismo y el colonialismo) y el surgimiento de la burguesía capitalista es más que evidente.

[7] De todos ellos el caso más indiscutible es el de la China, aunque, ahora le siguen Vietnam, Laos y otros. También la India puede ser incluida como ejemplo de esta transición al capitalismo.

¡El Estado soy yo!

Maxim Ross

Todos conocemos la famosa frase atribuida a Luis XIV, monarca de la Francia pre-revolucionaria, cuyo contenido revela la reacción de un pueblo ante el poder absoluto de los “Luises”, en la también famosa “Comuna de Paris”, de donde deseo extraer algunas ideas a la luz de acontecimientos de hoy.

¡EL ESTADO SOY YO!

Cuando uno escucha a un Maduro decir, con sobrada arrogancia, que él decidió darle a la UCV $ 48 millones para “recuperarla” o ayer a Chávez obligando al BCV a “darle su millardito”, o a Putin realizar elecciones para re-elegirse indefinidamente, o a Ader separarse de los poderes constituidos, a Ortega, a un Erdogan o a un Bukele, o la irrupción de Trump contra los poderes, uno debería comenzar a preocuparse de si este fenómeno atiende a circunstancias transitorias o a un patrón general. Aun cuando sabemos que dictadores han existido antes, vale la pena examinar el tema porque, esta vez tiene características diferentes.

LO QUE DEJÓ LA REVOLUCION FRANCESA

Apelo a dos legados fundamentales de ese evento para intentar una explicación ligada a nuestros días, más allá de sus conocidos eslogan de ¡Libertad, Igualdad y Fraternidad!, especialmente dos de carácter institucional. En primer lugar, me refiero al rompimiento de la estructura de un solo poder, el monárquico, y su conversión en los tres que conocemos hoy, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y, en segundo lugar, a la consolidación de la búsqueda del poder por los modernos partidos políticos, los que se comenzaron a identificar con las siglas de “izquierdas y derechas”, liberales, socialdemócratas, etc. etc. hasta llegar a lo que tenemos hoy. El punto que quiero resaltar es que puede haber una relación entre este legado y el surgimiento de estos nuevos “Zares”

PARTIDOS y PODERES EN LA SOCIEDAD DE HOY

Es mucho lo que se viene escribiendo sobre una real o aparente crisis de la democracia liberal y, de sus principales representantes los partidos políticos. Innumerables artículos se han escrito sobre los peligros que afrenta la democracia y sobre la pérdida de influencia, representatividad y militancia de los partidos políticos. Sin embargo, cabe preguntarse si ello se debe a situaciones coyunturales o en qué medida estos, y la democracia misma, están en línea con los temas y problemas de la sociedad actual.

Movimientos y demostraciones espontáneas de los ciudadanos, el súper- desarrollo de las redes sociales, la tecnología que hoy pone disposición de todos la protesta, los temas de inequidad y marginalidad y otros de mayor carácter de alguna manera, interroga acerca de si ese legado institucional está en capacidad de entenderlos y resolverlos. Tengo la impresión de que no es así. Las críticas a los Gobiernos, las fallas de los poderes legislativo y judicial y de los partidos políticos en darle respuestas a sus ciudadanos parecieran indicar que no están a la altura de los problemas modernos y que, por esa razón, aquellos personajes mencionados estarían recogiendo los frutos de esa disonancia y ocupando espacios de ese legado.

POPULISMO Y NEOPOPULISMO

También, bastante se ha pensado y escrito sobre estos dos simbolismos, el primero referido al formato de política en que un líder o un gobernante promete todo y de todo, y que nos lleva a los tradicionales líderes de izquierda, en especial en Latinoamérica y, el segundo, a aquellos que parecieran recoger los temas y problemas de la sociedad actual, pero con la diferencia, a mi juicio la más relevante, de que también quieren o logran sobrepasar los tradicionales tres poderes y erigirse en un solo poder, muy similar, por cierto, al que poseyera la monarquía absoluta[1]. El expediente “Constituyente” y el regreso al “poder originario” son pruebas del método. Si estoy en lo cierto, lo que se asemeja a una trama transitoria “neo populista” podría ser un modelo más permanente y ¿única respuesta?

¿NUEVAS INSTITUCIONES?

Sin embargo, si en algo ha sido experta la humanidad es en la creación de instituciones, todas aquellas que han gobernado al mundo desde la antigüedad, hasta modificarlas según los tiempos, los problemas y las circunstancias. La Revolución Francesa, y otras menos mencionadas son ejemplo de ello, por lo que cabe pensar en innovaciones institucionales que se ajusten al hoy y al mañana y se acerquen a la ciudadanía. Ojala se presenten más “pronto que tarde” y ofrezcan una alternativa al “neopopulismo”

[1] Cierto es que el fenómeno no se ha extendido a todo el mundo y aquel legado todavía funciona en muchos países.

¡Tarjeta única!

Maxim Ross

En un artículo anterior discutía la conveniencia de ir o no a elecciones y, sin que en aquel momento concluyera en participar en las de noviembre, hoy me convencen de hacerlo, en particular aquel de que la abstención es la mejor estrategia del gobierno, por lo que lo opuesto tiene que ser la nuestra. A ello se agrega que, con ese componente provocativo, logra llevarnos al terreno de la división, con lo cual, de nuevo, nuestra mejor arma es la UNIDAD, como lo ha demostrado la experiencia.

Luego, si decidimos participar en las próximas, el punto de partida es cerrar las puertas de la abstención y la división y, en este sentido, presento la idea de que, habiendo prácticamente perdido todos los espacios de acción política, tenemos que aprovechar esta oportunidad para recuperar el piso que representan una buena cantidad de Gobernadores y Alcaldes en nuestras manos si, además, agrego que ello tiene el elevado componente de devolverle el poder a la provincia venezolana y retomarlo para la oposición. Creo, que tiene peso suficiente para superar la tesis de la abstención.

¡Tarjeta única!

Desde luego, todo depende de cuanta desventaja descontemos en el evento electoral, aunque creo que la peor de ellas es ir divididos, por lo que una estrategia ganadora tiene que pasar por el superior esfuerzo y sacrificio de muchas aspiraciones personales y lograr hacerlo con una sola tarjeta, en este caso la de la MUD, la que casualmente el gobierno “se dignó” otorgar gratuitamente, porque sabe que con ello despierta, otra vez, la trampa de la división. Si este su objetivo político no queda otra alternativa que participar con una tarjeta única, con lo cual este artículo es un llamado de extrema urgencia y severidad a los dirigentes de la oposición para garantizarnos que iremos con una sola tarjeta. Si lo hacemos, podríamos darle una gran sorpresa a Venezuela y ganar una proporción muy elevada de poder político.

De lo electoral a lo político.

Ahora bien, si queremos ampliar las oportunidades de ganar la campaña debería centrarse en lo político y no en lo electoral. Dejemos esos temas para Picón, Márquez, SUMATE, Observatorio Electoral y todas las organizaciones que están a la defensa de las mejores condiciones de participación, incluyendo el tema de los inhabilitados, pero coloquemos el énfasis en el terreno político. No digo que nuestros candidatos no hablen de eso, por supuesto que deben hacerlo, pero su tarea es otra: concentrarse en el ataque político y este no es otro que destacar y sacar a la luz pública los graves problemas que tiene el gobierno y su partido.

Un gobierno muy malo.

Como consecuencia, no creo que sea muy difícil centrar la campaña de la UNIDAD en todas las cosas malas que hace o no hace este gobierno y que dañan con protuberancia la salud y la vida cotidiana del pueblo y, más precisamente, de aquel que, presuntamente lo respalda, esa mayoría que controla y que supuestamente disfruta.

Basta con decir: la luz se va todos los días, no se consiguen bombonas de gas, el agua está contaminada, la CLAP tiene menos y cuesta más, el Bolívar desapareció y el Dólar no compra nada. Y así otras consignas que divulguen sus grandes debilidades: la destrucción de PDVSA, las promesas incumplidas, etc. etc., tema que dejo a la dirigencia política.

Si además concentramos el esfuerzo político en ganar las Gobernaciones y Alcaldías en donde tenemos claras ventajas, como el Zulia, Lara, Mérida, Táchira, Vargas, Miranda, DC, Nueva Esparta, Aragua, Carabobo y atacar con fuerza aquellas donde el gobierno todavía domina, capaz se pueden conquistar unas 15 o 18 de la totalidad. Podría ser una meta mínima a alcanzar, claro siempre y cuando vayamos con la ¡TARJETA ÚNICA!

No los reconocemos

Quizás se perciba extraño que termine con esta aseveración: nada dice que si vamos a estas elecciones significa reconocer la legitimidad presidencial y la legislativa, pues no solo son temas, sino niveles distintos de lo político. Quienes creen en esas consignas tienen todo el derecho de defenderlas, pero creo que en este momento ganar una significativa cantidad de poder en todo el interior del país, reivindicar la provincia, a sus nuevos líderes tiene mucha más importancia que mantenerse en aquella. Imaginen Uds., el súper soporte político y el empoderamiento que le daríamos a Gerardo Blyde y compañía en las negociaciones. Finalmente, creo que Henrique Capriles, esta vez tiene razón. Que siga recorriendo el país, que se gane la gente y que la ¡TARJETA UNICA!, sea su principal consigna.