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Maxim Ross

Integración Nacional y Prosperidad Económica

Maxim Ross
  1. Prosperidad económica. Significados
  1. Sentido convencional.

Los economistas entendemos por prosperidad cuando se logra que la producción de bienes y servicios aumente a una tasa anual mayor que el incremento de la tasa de población, lo cual quiere decir que cada habitante estaría recibiendo una mayor cantidad de ellos, con respecto a un periodo anterior similar. Los economistas medimos este beneficio al comparar la tasa de aumento del Producto Interno Bruto, el PIB, como se le conoce normalmente, con la de la población. A la vez, este indicador nos da una medida del crecimiento por persona, esto del PIB por habitante o, del PIB per cápita, como se le conoce también.

Sin embargo, no podemos olvidar que el PIB es la sumatoria de todo lo producido en el país, expresado en lo que la sociedad añade de valor cada año, quiere decir la suma de las remuneraciones de los factores productivos utilizados, el trabajo, el capital y la tierra que reciben, respectivamente, salarios, beneficios y renta.

De esa forma, el tema “prosperidad” también debe ser visto desde esta perspectiva, porque revela cuanto más y cuanto mejor la sociedad percibe de lo que ha producido. Desde luego, para que en primer lugar una sociedad pueda “prosperar” tiene que llenar esos dos requisitos. Producir más y mejor y remunerar más y mejor.

Esta versión convencional, como sabemos, se basa en la idea de que basta con lograr con un crecimiento económico positivo, por encima del de la población, para que la sociedad prospere, pero esta condición, si bien es necesaria está demasiado atada a las políticas macroeconómicas de los gobiernos y pueden no repercutir en el bienestar de cada quien.

El caso de Venezuela es emblemático porque, aunque se puede hacer crecer la economía de un todo, por ejemplo, con una expansión del PIB de origen fiscal o monetaria, esta no necesariamente repercute en el bienestar de cada quien, además de que induce un cierto comportamiento pasivo por parte de la sociedad. Necesitamos, entonces, una visión microeconómica, tanto receptiva, como activa.

  1. Prosperidad individual.

Para complementar o, inclusive sustituir en alguna medida el peso de lo macroeconómico en el logro de la prosperidad, queremos rescatar el valor de la acción individual en el doble sentido que le atribuimos de seguidas Prosperar tiene dos significados:[1]

“Mejorar progresivamente de situación, especialmente en el aspecto económico y social” y,

“Tener éxito o imponerse [una idea, una opinión o una iniciativa].”

Obsérvese, que la primera guarda estrecha relación con el concepto convencional que utilizamos, pero le añade una característica que resulta sumamente importante en dos direcciones. La primera, porque registra precisamente esa propiedad de un mejoramiento del individuo, pero con la superposición de la palabra “progresivamente”, lo cual quiere decir que no es suficiente la concepción anterior, de alguna manera pasiva, sino que implica la exigencia de algún tipo de acción humana que le imprime dinamismo al progreso. Acción que conecta, justamente con el segundo significado que se le atribuye, aquel de “Tener éxito o imponerse [una idea, una opinión o una iniciativa]”.

De ahí que, para prosperar, el individuo debe adoptar una posición activa que se contribuye a generarle progresividad. Si entendemos esta idea cabalmente, lo que estamos sugiriendo es entenderla con un juicio más amplio que el convencional, no sujeta al estricto planteamiento macroeconómico, pero que ayuda a encontrar un nuevo vínculo con el concepto de integración.

En esta circunstancia la acción humana, en busca de la prosperidad, en la forma activa de hacerla progresiva, de tomar iniciativas, de perseguir el éxito impone una normativa de conducta que compromete o involucra al individuo en una acción necesariamente completa, integral por consecuencia. Es lo que denomina el economista Amartya Sen el concepto de “agente” y que acogemos en estas notas:[2]

“Estas conexiones empíricas refuerzan las prioridades valorativas. Basándonos en la distinción medieval entre “el paciente” y “el agente”, esta interpretación de la economía y del proceso de desarrollo basada en la libertad es una teoría que se apoya en gran medida en el concepto de agente. Con suficientes oportunidades sociales, los individuos pueden configurar en realidad su propio destino y ayudarse mutuamente. No tienen por qué concebirse como receptores pasivos de las prestaciones de ingeniosos programas de desarrollo.

.En lo que respecta a nuestro propósito de fundamentar la atadura entre la prosperidad y la integración, la tesis de ese individuo activo, de ese “agente” que se desempeña no como un “paciente”, según palabras del autor, la prosperidad no queda sujeta solo a su derivación macroeconómica. Ese individuo, repetimos es quien puede o no ensamblar un proceso de integración social que tiene asidero en su propia existencia y en su propia realidad ontológica, si se nos permite la afirmación. La integración y la prosperidad, diríamos, tienen en él una expresión real y no puramente conceptual o imaginaria.

Habíamos dicho: ¿Qué es prosperar? Ahora podemos darle un contenido mucho más completo y eficaz, al colocar su significado en la capacidad del individuo para hacer, para perseguirla y así desprendernos de la versión pasiva que nos brinda la macroeconomía.

Necesitamos ahora ampliar lo que hemos elaborado a un ámbito mayor que hace, no solo al individuo el sujeto y objeto de las prosperidad, sino llevarlo al terreno de su núcleo de vida más importante, el de la familia.

  1. Prosperidad de la Familia.

En efecto, no hay un componente más importante para estos fines que la conformación de una familia prospera y lo es si se logra que el bienestar económico llegue a todos sus miembros, pero también al reforzamiento del propio valor familiar y, para ello ha de tener un hogar, con lo cual requiere una vivienda, ha de educar a los hijos y, al final, ha de garantizarse el bienestar para el retiro o la jubilación.

Se puede comprender, con la mención de estos requisitos, las capacidades que les son reclamadas a sus integrantes, en especial a padres y madres, dependiendo del tipo de familia que se conforme. Sin embargo, también su prosperidad puede depender de acciones externas, en especial de determinadas políticas del Estado.

Por ejemplo, en lo que respecta a una categoría fundamental para desarrollar una familia, la vivienda y el hogar, el Estado venezolano, en un momento dado, diseñó y puso en práctica una sabia política monetaria que permitió crear un mercado hipotecario[3], capaz de multiplicar la adquisición de viviendas, con lo que se generó un importante sector de “clase media” y se robusteció el valor familia.

También una masiva política educativa contribuyó con ello, multiplicando la secuela de prosperidad de la familia venezolana, en donde conseguimos concordancia entre el propósito del Estado y el de la familia. El posterior abandono de esas políticas hizo que la prosperidad que se había conseguido se perdiera, ratificando lo que aquí identificamos: la familia quedó a la deriva, siguió siendo pasiva y, así casi se podría generalizar a toda la sociedad, quedando a la espera de la magia de la macroeconómica y del Estado que todo provee[4].

Como se puede constatar esta concepción tiene un efecto “desintegrador”, no solo sobre la familia, sino en la sociedad en general, ya que una de sus consecuencias es su secuela de empobrecimiento. Nuestra hipótesis es que la prosperidad es un incentivo muy importante para la integración, pero que no se produce natural y automáticamente, como veremos.

  1. Prosperidad e Integración Nacional
  1. Prosperidad e Integración.

Creemos, por tanto, que existe un estrecho vínculo entre prosperidad e integración, donde cada elemento alimenta al otro. La prosperidad ofrece un ambiente propicio para fomentar la integración entre los individuos y los miembros de la familia, además de los factores históricos y culturales que la han constituido tal como es[5], pero a la vez sostenemos que el componente de prosperidad ha actuado de manera preponderante en la constitución e integridad de la familia. La ausencia de prosperidad, obviamente, independientemente de otras causas, tiende a romper esa unidad o ese núcleo y contribuye con su disociación o desintegración.

Como se puede imaginar la prosperidad no se produce natural y espontáneamente, aunque los economistas clásicos le dieron mucho peso a esa posibilidad[6], porque hoy día las políticas económicas juegan un papel central en lograrlos. Estas pueden actuar en favor o en contra, tal como variadas experiencias históricas lo demuestran.

En un primer plano, el rol de las políticas económicas es clave para cultivar la prosperidad y ello depende de la capacidad que se tenga para armonizar sus distintos frentes (monetaria, productiva, cambiaria, fiscal, etc.), esto es, han de convenir de forma integral en ese objetivo, pues cualquier ruptura o discordancia entre ellas destruye los resultados[7].

Un ejemplo evidente de ello lo constituye la necesidad de la estabilidad monetaria, medida por la menor tasa de inflación posible y por la estabilidad de la tasa de cambio, de forma tal que puedan garantizar que la producción y las remuneraciones respectivas, mantengan su poder adquisitivo en el tiempo. Otra vez, debemos aquí magnificar, el sustantivo valor que, para una sociedad, tiene la estabilidad, sobre todo porque elimina de raíz cualquier efecto empobrecedor y produce, al menos, una condición inicial para que la prosperidad se propague a todo el conjunto social y, por consecuencia, para un mayor grado de integración social.[8]

Un componente adicional aparece como necesidad Integradora: las Instituciones que lo hacen posible pues esas políticas no “nacen de la nada”. La economía teórica ha puesto, a lo largo del tiempo, un énfasis especial entre la conexión institucional y un buen desempeño económico.[9] Acemoglu y Robinson nos brindan el concepto de “instituciones inclusivas”[10] cuya influencia en el grado de integración es decisiva, en tanto que permiten que la prosperidad se derrame hacia toda la sociedad.

  1. Prosperidad, Integración y Desintegración Nacional

Definidos esos parámetros, entramos en el plano nacional y en el caso venezolano. Desde un momento dado fenómenos como la marginalidad, un considerable aumento de los índices de pobreza, y su repercusión en la desigualdad social o, simplemente el empobrecimiento de una parte sustancial de la población, revelan una vertiente de disociación o desintegración social, cuya generalización lo convierte en un problema nacional. Sin embargo, no se puede afirmar que el tema es nuevo, ya que razones históricas no permitieron que Venezuela se integrara plenamente como Nación.

Desde la Guerra de Independencia, la Guerra Federal y las luchas caudillistas por el poder hicieron de Venezuela un país devastado, hasta mediados de los años treinta, cuando comenzó un primer esfuerzo por la integración del territorio, con la construcción de vías de comunicación y los servicios alcanzaron a todo el país. La llegada del petróleo fue el detonante que aceleró un proceso de modernización y centralización que podría calificarse de “integrador”, salvedad de la propia industria que no siempre lo fue[11].

Como se recuerda, y hemos precisado anteriormente, que se produjese o no ese resultado, dependió de que la prosperidad perdurara, pero no fue así, a sabiendas de que la volatilidad de la economía venezolano era lo característico, expuesta como estuvo a “shocks” positivos y negativos no encontró las políticas que le permitieran superar esa conducta.[12]. Es muy difícil defender un proceso de Integración Nacional sin que lo acompañe un rumbo de prosperidad consistente y duradera, lo que implica una cierta garantía de sostenibilidad.

  1. Prosperidad Sostenible e Integración Nacional.

Llegamos aquí a una esfera central de nuestro análisis y nuestra propuesta, porque la interface que se da, o se debe dar entre esas dos categorías, se aleja completamente de la espontaneidad y la automaticidad. Para que un país en particular, y un mejor ejemplo es Venezuela, conquiste una trayectoria de prosperidad de largo alcance, su sociedad, sus dirigentes y su elite tienen que asumir una posición y una conducta activa.

Esa exigencia, que postulamos, supone varias acciones, entre ellas las siguientes:

1º La sociedad civil venezolana debe tomar conciencia y activar iniciativas para promover una senda de prosperidad sostenible, a sabiendas de que la solución de los temas de pobreza e inequidad pasan, necesariamente, por ella,

2º La Sociedad Civil debería proponerse como objetivo asumir la tarea de diseñar y desarrollar un programa autónomo de cooperación económica entre la fuerza laboral y el capital privado venezolanos, a ser presentado a las autoridades gubernamentales y legislativas. Dicho programa se fundamenta en la necesidad de revertir la primacía y el protagonismo estatal en la promoción del desarrollo productivo.

3º La dirigencia del país, en especial los partidos políticos, deben acordar un plan mínimo para garantizar la estabilidad inter temporal de las tasas de inflación y de cambio[13], sumadas al estímulo a la economía privada y a las vocaciones económicas regionales, tal que califiquen como competitivas bajo los estándares internacionales.[14] “Volcar el crecimiento hacia adentro” motoriza un cambio en la disposición espacial de las actividades productivas, con una apreciable consecuencia en revertir la tendencia de desplazamientos migratorios hacia el centro del país.[15]

4º Instituciones apropiadas juegan un papel central para que un plan de sostenibilidad opere exitosamente. Entre ellas destaca, una confiable separación de los poderes públicos y un mayor peso para la función legislativa[16]. Como hemos señalado anteriormente, apelamos al concepto de “instituciones inclusivas” que garanticen la universalidad de los beneficios económicos y sociales. El Estado venezolano, siendo parte de ellas, debe actualizarse en procura de este objetivo.

5º El contexto y las acciones en el espacio de lo político son cruciales en el logro de una prosperidad económica sostenible, especialmente porque supone la ruptura de la trayectoria de conflicto político que ha caracterizado a Venezuela y debería posibilitarse una era de Consenso, tal como Venezuela lo experimentó en un momento dado[17]. Ese solo hecho “abriría las puertas” para una nueva etapa de prosperidad duradera, siempre y cuando ese Consenso no se circunscriba a los problemas de la actual coyuntura y aborde los temas de largo aliento que sugerimos en estas notas.

Recuperamos aquí lo dicho al principio: Un crecimiento sostenible del PIB per cápita, por encima del incremento de la población, estabilidad monetaria y cambiaria, evitar pérdidas generalizadas del poder adquisitivo, remuneración a los factores productivos, acorde con su contribución y participación, protagonismo de la economía privada y del desarrollo regional y local, instituciones que se acoplen a la necesidad de garantizar sostenibilidad y durabilidad, son las tareas y distintivos del modelo de Integración Nacional que proponemos.

  1. Integración Nacional y Democracia.

En el Número anterior de la Revista defendimos la relación entre estas dos esferas desde un punto de vista político e institucional. Ahora corresponde examinarla desde un punto de vista económico. En ese orden de ideas, una era de Prosperidad Sostenible, derivada de un Consenso Político son los ingredientes cardinales para vencer en la lucha contra la pobreza y la inequidad, base fundacional de una auténtica democracia. Sabemos que, para consolidar un modelo democrático exitoso en nuestro país, es absolutamente indispensable resolver los temas de la pobreza y la inequidad. Mientras ese obstáculo no se despeje la democracia será cuestionada y seguirá en peligro.

También sabemos que para ampliar y profundizar el grado de Integración Nacional aquellas condiciones son ineludibles porque, como hemos descrito, no podemos imaginarnos una sociedad venezolana más integrada, si esos dos tópicos no son resueltos.

Finalmente, Venezuela puede franquear los escollos por los que atraviesa actualmente, pero puede hacerlo de dos maneras. Una, repitiendo el “espejismo estatista” de los expedientes fáciles y mágicos, que ya hemos experimentado, “con la mira” en el corto plazo y en la coyuntura que, seguramente, van a repetir un desenlace similar al que tuvimos y el que tenemos.

Otra manera seria intentado una solución sostenible en el tiempo que “ponga la mira” en “blancos” más sustanciales y trascendentes. Nos conformaríamos con que este escrito contribuya a amplificar el enfoque de los problemas venezolanos y trace un abanico de alternativas que dejen en el pasado las que ensayamos sin éxito.

Estamos convencidos de que, si ligamos los temas de una Prosperidad Sostenible, con el de la pobreza y la inequidad y, el de estos, con la necesidad de un Consenso Político en su procura y una participación determinante de la sociedad civil, la democracia venezolana, podría decirse, entraría también en una zona de sostenibilidad.

Artículo publicado en la Revista de Integración Nacional No.2 con la idea de divulgar los conceptos que venimos divulgando en el Centro de Estudios de Integración Nacional (CEINA) de la Universidad Monteávila.

[1] De acuerdo con LEXICO. Oxford Diccionario

[2] Amartya Sen “Desarrollo y Libertad” Edit. Planeta, 2000.

[3] La conocida “Cedula Hipotecaria”, cuya tasa de interés de muy bajo costo permitió un desarrollo importante del mercado hipotecario y, por consecuencia, de la construcción de viviendas de bajo costo.

[4] Obviamente esta condición se ha exacerbado más recientemente con las políticas de reparto que practica el Gobierno

[5] Hacemos referencia a la controversia entre los estudiosos del tema quienes la definen de distinta manera, sea “normal” o “matricentrada” (Alejandro Moreno y José Luis Vethencourt).Citados en “La matricentralidad de la familia venezolana desde una perspectiva histórica” María Susana Campo-Redondo, Jesús Andrade, Gabriel Andrade. Frónesis v.14 n.2 Caracas ago. 2007

[6] Desde las tesis de la frase “Laissez faire, Laissez passerr”, (Dejar, hacer, Dejar pasar) de los tratadistas franceses, hasta la versión más acabada en Adam Smith de libertad de los mercados.

[7] Nuestro país es un buen ejemplo de ello cuando esa “ruptura” ha producido los resultados que conocemos.

[8] Es el efecto de prosperidad que se produjo en la Venezuela de los inicios de la era petrolera, hasta mediados de los setenta, cuando baja inflación, estabilidad cambiaria y una población relativamente reducida lo permitieron.

[9] Douglas North (1990) fue uno de los pioneros de esta tesis, hoy bastante generalizada.

[10] Acemoglu y Robinson. “Porque las naciones fallan” Ariel, 2012.

[11] Recordemos que, en sus inicios, el concepto de “enclave externo” estuvo ligado a su presencia en el país y luego la industria estatizada se percibía separada del resto de las actividades. La idea de una economía petrolera y un no- petrolera ha estado presente en nuestra historia.

[12] Ello sin tomar en cuenta el deterioro de las actividades productivas y de la institucionalidad que se ha producido en los últimos tiempos.

[13] Mientras tanto se puede mantener el actual proceso de dolarización, completando su formalización en todos los mercados e instituciones.

[14] Mayores detalles se pueden revisar en el documento principal a que hemos aludido, pero al momento conviene señalar que, En nuestra opinión la industria petrolera debe integrarse a mayor profundidad con el resto de actividades económicas y ocupar un lugar secundario como protagonista del crecimiento económico

[15] Sabemos que esta propuesta se ha ensayado muchas veces, sin lograr un cambio significativo en la tendencia del campo de venirse a la ciudad, pero ello no descarta sus inmensas ventajas.

[16] Obviamente un poder legislativo más fuerte tiene una considerable influencia en una mayor integración, en especial por aquilatar el valor de los partidos políticos

[17] Ese fue uno de los principales logros del Pacto de Punto Fijo, el cual, a pesar de las críticas recibidas proyectó una economía saludable por un buen periodo.

Viabilidad de un consenso político en Venezuela

Maxim Ross

Escribo esta nota, porque todo apunta a que habrá una negociación, queramos o no. Hay razones para creerlo, entre ellas el giro de 180 grados de Guiado y de la oposición que lo respalda y la respuesta del Gobierno, a lo que se suman los giros, aunque sutiles, de la diplomacia norte americana, el pronunciamiento, aunque disimulado, de la OEA sobre el Acuerdo de Salvación Nacional y un nítido apoyo europeo. Solo hace falta que termine de llegar el grupo de Noruega. Para comenzar creo que, al contrario de lo que alguien dijo, el Gobierno es quien más la necesita porque aparenta fuerza, pero en realidad está más débil. La oposición también la necesita porque no tiene más alternativa.

Quizás algunos criterios podrían ayudarnos a pensar mejor el tema. Unos triviales, unos formales y otros más de fondo. El claro que el Gobierno intente ganar tiempo, como siempre lo ha hecho y, que también “lance mortíferos dardos”, previos a la negociación, inclusive el mayor de todos, la toma de El Nacional. Agrega todo lo que puede, pero a la vez cede en pequeñas cosas. La concesión limitada del CNE da una señal de apertura que favorece el apoyo internacional a una negociación.

Del lado opositor, sucede lo mismo, primero tiene que “abrir una puerta” porque las demás están cerradas. Basta con la disolución del Grupo de Lima y la postura del nuevo gobierno de los Estados Unidos para constatarlo. Quedan apoyos como el de la Unión Europea y luego con los de Colombia, Brasil y Ecuador, países atravesando crisis severas y Chile en plena “Constituyente”. El frente internacional cambió de objetivo. ¿Es posible un consenso político?

En ese sentido, desearía evaluar hasta donde Venezuela pueda repetir su historia y alcanzar un nuevo consenso político que esté enfocado sobre los principales problemas y soluciones de fondo que el país requiere y no solamente sobre los temas que día a día se discuten, si bien estos pueden formar parte de él. Mi observación está orientada a examinar si existen las condiciones para romper la ruta de conflicto y exclusión política que hemos experimentado hasta ahora.[1]

El conflicto y la exclusión política como patrón histórico

La experiencia nos dice que el conflicto y la exclusión política han regido nuestros tiempos modernos. Si examinamos con cierto detenimiento nuestra historia republicana encontramos que este ha sido el patrón de conducta del mundo político. Desde la continua lucha por instalar la democracia contra las dictaduras militares de los Gomez o los Perez Jiménez, hasta los que permitieron y luego destruyeron el único consenso de gran alcance que tuvimos, el Pacto de Punto Fijo, Venezuela ha vivido una intensa secuela de conflictos, cuyos máximos exponentes son la defenestración de una presidencia en ejercicio, la de Carlos Andrés Perez hasta la profunda ruptura que ha creado la revolución bolivariana.

Una comparación del tipo de conflictos que hemos tenido puede ayudar a colocarnos en una perspectiva que ilustre su viabilidad. Desde la profundidad de la lucha por la democracia en los inicios de nuestra era moderna, hasta los menos profundos, aunque con huellas dolorosas dentro del periodo democrático, educan sobre lo que puede pasar, porque no existe, en ninguno de ellos, una grieta tan honda y tan aguda como la que tenemos ahora. Lo que está en juego no es trivial, tal como en los casos anteriores donde persistía el ordenamiento democrático, mientras que ahora esa es la apuesta fundamental. Una situación en la que se juega el “todo por el todo”, pues la principal concesión exigida es, precisamente, el regreso a la democracia, lo que conlleva al mayor sacrificio del Gobierno.

Siendo esta la cuestión esencial a resolver, la pregunta es ¿Qué puede obligarlo a ceder esa sensitiva renuncia? ¿Hasta donde de verdad estaría dispuesto a ceder ese sacrificio mayor? Por una parte, es indispensable acercarse a lo que puede ser la real situación del Gobierno y, por la otra, que acciones pudieran obligarlo a una concesión de esa naturaleza.

Fortalezas y debilidades.

Sabemos que su mayor fortaleza es el apoyo de la Fuerza Armada, el total dominio del poder político y judicial, incluyendo Gobernaciones y Alcaldías, y el control social sobre la población, pero también sabemos que su principal debilidad es la necesidad de conseguir apoyo financiero, ante la insuficiencia de los recursos petroleros para mantener la economía y la sociedad funcionando[2]. Ahora que perdió uno de sus baluartes fundamentales, el monopolio de las divisas, con la insurgencia de un mercado privado, casi equivalente al suyo, el Gobierno quebrantó sustancialmente su poder económico. La economía privada y la pública se han emparejado, más todavía si PDVSA, en la práctica ha colapsado[3].

Nótense, las últimas decisiones gubernamentales y ubiquémonos en los últimos recursos políticos utilizados. Su última arma política defensiva la Asamblea Constituyente no sirvió para nada, en realidad es su fracaso más estrepitoso, por lo que ya no hay, ni habrá más Constituyentes. La Ley Antibloqueo, su única herencia no convence a nadie, menos a sus principales apoyos internacionales. De lo contrario pregúntesele a Rosneff o a CNPC Services Venezuela Ltd, S.A.o a Chevron. La nueva Asamblea Nacional se inició con una aparente cara “conciliatoria” y con el objetivo de modificar la Ley de Hidrocarburos.

Por otro lado, están las iniciativas dentro del mundo petrolero para obtener nuevo capital privado, sea por la vía de la Ley Antibloqueo, por las intenciones de modificar la Ley de Hidrocarburos, o por decisiones menores incorporando a inversionistas locales o externos en el área de los servicios a la industria, con lo que le resta poder y negocios a la fuerza armada[4], cual ha sido el formato para mantenerlas asociadas al poder. El Gobierno sabe que, de ampliar pronto esos recursos le es “cuesta arriba” mantener la revolución. Anótese que no han ingresado nuevos ingresos financieros de apoyo de sus dos principales socios, Rusia y China. Por el contrario las deudas anteriores se han ido cancelando, sin renovaciones sustantivas.

Queda el arma del Poder Comunal, con lo de las Ciudades y el Parlamento, dos amenazas que, por supuesto, hay que tomar en cuenta y evaluar en su capacidad para construir un poder equivalente al de los Gobernadores y Alcaldes, aunque aquellas tienen como contrapartida que estas instituciones se consolidan con las nuevas elecciones.

Queda por evaluar el tema del “control social”, esto es, hasta donde lo puede preservar. Para tales fines habría que reconsiderar sus tres políticas, la de las necesidades, la del miedo y la de la adhesión y estas, sin lugar a dudas mantienen inmovilizada a la mayoría de la población. Sabemos, por experiencia, que la capacidad de movilización de una sociedad no es espontanea, salvo que se produzca un evento excepcional e inesperado, pero que, salvo ese incidente, movilizarla requiere un liderazgo que la impulse y este, sabiamente el Gobierno, lo ha erosionado. Damos por descontado que esta fortaleza gubernamental se va a mantener.

Recapitulando, el Gobierno necesita dinero y esta es, casi, su única debilidad, pero también necesita producir o importar bienes y mejorar el sistema de servicios públicos, especialmente electricidad y agua, por lo que necesita, no solo de dinero, sino de capacidades productivas, por lo que el rol de la economía privada ha cambiado. Obsérvese que ya no se habla de “guerra económica”, que el primer acercamiento de la nueva Asamblea fue hacia Fedecamaras. También que, con el próximo y muy significativo encuentro con la Conferencia Episcopal, quizás la más representativa de la sociedad civil venezolana, fue cuando en realidad, se inició el verdadero “dialogo conciliatorio”.

El campo negociador es ampliado

Lógicamente que, si bien una negociación se plantea, inicialmente con unos partidos políticos muy debilitados, la verdadera habría de ser no solo con ellos, pues quienes han adquirido alguna fuerza (a pesar de la ruina en que están) son la economía privada y la sociedad civil venezolanas, con lo cual nos encontramos con un cuadro en el que quien tiene una fortaleza equivalente a la del Gobierno es el dueto sociedad civil y economía privada, especialmente por el vínculo de esta con el mundo exterior.[5]

En otras palabras, una negociación, circunscrita a los partidos y solo sobre los temas políticos (elecciones, etc.) si no toma en cuenta esa nueva fortaleza corre el riesgo de fracasar pues, si se está hablando de un “Acuerdo de Salvación Nacional”, de carácter Integral y dada la situación de precariedad económica y social que vive Venezuela, muy lejos va estar de “salvar a Venezuela”, si no cuenta con una alianza significativa del componente a que aludo.

Consenso político y prosperidad económica sostenible.

El Pacto de Punto Fijo, por más que criticado y no suscrito por todas las fuerzas políticas venezolanas promovió dos tareas fundamentales. La primera, la consolidación de un periodo democrático de larga duración, hasta que su ruptura inició una nueva era de conflictos y exclusión política y, la segunda, el diseño y desarrollo de primer plan económico de la democracia, el cual, no solo permitió el desarrollo de la planta industrial venezolana, con las políticas de sustitución de importaciones, sino que originó la mejor época de indicadores sociales que hemos disfrutado. La ventaja de un consenso para desarrollar una economía sostenible y duradera y no volátil, cual es la característica fundamental de la nuestra, puede considerarse un logro sustantivo, sobre todo porque el consenso logra romper con las políticas de corto plazo que tanto daño le han hecho a Venezuela.

Dicho esto, queda por decir que si, podemos, llegar a un acuerdo en el campo político que restaure el ordenamiento democrático, y que ello, de si solo es altamente plausible, pero si el acuerdo no logra transformar el modelo petrolero, estatista, centralista y pro – socialista que siempre dominó en Venezuela, en sus expresiones moderadas o extremas, terminaremos en lo mismo. Lo que sería peor, como lo demuestra la experiencia, que los acuerdos terminen en una apertura petrolera para aumentar la producción y las exportaciones que oxigenen al Gobierno actual, producto de una atenuación de las sanciones. En ese caso, no solo estaremos “vendiendo” el futuro de Venezuela como país libre y realmente democrático, sino que estaríamos sacrificando las posibilidades de una recuperación económica, sana, sostenible y duradera.

Apelar, por tanto a un Consenso Político de mayor profundidad que tenga como objetivo deslastrarnos, de una vez por todo, de ese “modelo[6]”, que tanta conmoción y ruina ha causado y que nos ha conducido a esta posición extrema, del “todo por el todo”, no puede ser entendida como una exigencia banal y trivial, en especial porque detrás de ella están todos los daños infringidos a la sociedad venezolana.

Viabilidad de un consenso político.

La profundidad de la crisis a la que ha llegado Venezuela dificulta considerablemente alcanzar un consenso político que la regrese a un status de normalidad, inclusive a uno en el que las fuerzas democráticas ganen condiciones de participación política. Pedir, mas allá de eso, la restitución de un modelo en el cual la economía privada y la sociedad civil tengan una influencia decisiva en el destino de Venezuela resulta, para decir lo más, casi imposible. Sin embargo, la posibilidad de un consenso de esa naturaleza va a depender de la comprensión de los actores oponentes al Gobierno de cuales son realmente los aliados y cuáles son realmente sus propias fuerzas. Del lado del Gobierno están dos opciones o acompaña a Venezuela en una floreciente reivindicación democrática, económica y social o asume la responsabilidad de permitir la consolidación de una sociedad indigente en Venezuela, tal como el caso cubano.

¿Nuestra última carta?

Podría sonar extrema preguntar si esta será la última carta que se juega la Venezuela democrática y allí, el papel que pueda jugar la comunidad internacional y las acciones de persuasión o presión que pueda ejercer son vitales, pero también es indispensable que comprenda quienes son los actores reales de esta contienda, no solo en el campo de los aliados internaciones del Gobierno, Rusia y China, como se sabe, sino de lo representan las fuerzas internas que el país todavía posee. Descuidar esa percepción, creemos, es esencial para saber si nos estamos jugando la ultima carta.

[1] Diferencio aquí conflictos atinentes a los partidos políticos de aquellos de índole social que fueron atenuados por el ingreso petrolero.

[2] Las recientes entrevistas con Blomberg ilustran esta necesidad e indican una señal a los inversionistas de ese país para que presionen sobre allá sobre el tema de las sanciones.

[3] La gasolina y el diésel son todavía armas a favor del Gobierno, pero, “per contra” dificultan el abastecimiento interno que no pueden compensar con importaciones.

[4] Interesante el lugar en que quedaría la empresa CAMIMPEG.

[5] En especial las que tradicionalmente han existido en el terreno petrolero y financiero.

[6] Ni siquiera estamos pidiendo completar la agenda que propusimos en el libro “Necesidad de un Proyecto Integrador para Venezuela” recién publicado.

Construir capacidad nacional

Maxim Ross

El año pasado publiqué este artículo que, creo, tiene plena vigencia, a raíz de las probabilidades de una negociación política sobre nuestro futuro. Ahora lo reitero.

Venezuela está en peligro de que un destino inercial se le imponga, siga siendo presa fácil del ajedrez internacional y termine organizada bajo el “modelo chino”, que sucumba como “modelo ruso”, que termine como Cuba o que la organicen los intereses políticos y de seguridad interna de los Estados Unidos. Ninguno de esos destinos concuerda con el supremo interés de la sociedad venezolana de desarrollarse sobre sus propias fuerzas, por lo que es indispensable y urgente promover una reacción para contrarrestar esa inercia. No se trata de promover la autarquía y nuevos nacionalismos, porque diferenciamos claramente esta inercia de cualquier otra iniciativa de cooperación e integración internacional.

Frente a ese escenario no podemos seguir siendo espectadores pasivos e imagino que esta percepción la comparten muchos venezolanos. Por esa superior razón, invocamos la necesidad de desarrollar una cierta capacidad nacional que tenga como objetivo táctico ofrecer una respuesta independiente frente a ese juego de poderes y, como objetivo estratégico recuperar y consolidar las fortalezas que históricamente han construido la Venezuela que todavía hoy tenemos, a pesar de la masiva destrucción de su economía, de sus instituciones, de su historia, de sus talentos, sus valores y costumbres.

La sociedad civil organizada[1] es la llamada a construir y consolidar sus capacidades, siendo que es ella la que tiene real existencia y revela las verdaderas fuerzas de una sociedad. Sus trabajadores, sus empresarios, sus profesionales, sus maestros, sus médicos, sus medios de comunicación, sus hospitales y escuelas, etc. etc. conforman ese conglomerado que constituye una Nación.

Para lograr el primer objetivo y no quedar sujetos a esos intereses geo – políticos internacionales es imprescindible que ella se exprese y coloque su principal foco de atención en ampliar y profundizar sus capacidades, institucional, cívica, productiva y regionales y locales, tales que sumadas en un todo, consoliden una capacidad nacional que está allí latente y que permitiría una recuperación integral de Venezuela, apoyada por instituciones y gobiernos fundados en principios de auténtica solidaridad internacional y sin necesidad de la tutela de aquellos poderes. Definamos, entonces, cada una de esas capacidades.

Capacidad Institucional.

Solo el hecho de estar la sociedad civil organizada, parcial o totalmente, genera una fuerza que debería ser aprovechada en la dirección que exigimos, pero la pierde y se hace más débil en tanto cada organización se concentra en defender sus intereses legítimos[2], pero que reunidas cada una de ellas en una que las articule reforzaría su poder institucional. Un alegato por sus intereses o necesidades generales, tales como la vigencia de la Constitución, el restablecimiento del orden democrático o del Estado de derecho o, precisamente, si alzara la voz ante la inercia que arrastra a Venezuela, multiplicaría y potenciaría ampliamente su capacidad institucional.

Capacidad Cívica.

Hay derechos preservados en la Constitución y en el Derecho Internacional que pueden servir de base para articular el fortalecimiento de una capacidad de la sociedad civil que, a veces, aparece disgregada y aislada, cuando es solamente tema y referencia de organizaciones especializadas, sea el tema de la salud, de la seguridad social, de los presos políticos o de cualquier otra, que son el objeto de lo que llamamos “Derechos Humanos”, pero que no terminan de vincularse entre sí, pero que si se pudiesen entrelazar y elevarlos a una categoría de mayor calibre estaríamos frente a la creación de un concepto más amplio que podemos llamar “Capacidad Cívica”.

La defensa de las instituciones democráticas forma, obviamente, parte de esta capacidad, pero ella queda vacía y solo en un plano formal, si no va acompañada de la plena incorporación de los sectores marginados o en situación de pobreza en su ejercicio. Democracia y pobreza no son compatibles. Por tanto, un esfuerzo productivo orientado en esa dirección contribuye a afianzar las anteriores capacidades.

Capacidad productiva.

Cuando hablamos de “capacidad nacional” podría entenderse que estamos proponiendo un regreso a los esquemas de “independencia y soberanía económica” que surgieron paralelos a las doctrinas económicas que orientaron los comienzos de la industrialización venezolana, el proteccionismo y la sustitución de importaciones. Nada mas lejos de la realidad actual. Venezuela posee un sin número de ventajas comparativas y competitivas[3] basadas, unas en sus recursos naturales y otras en la creación de ellas, tales que pueden permitir razonablemente consolidar su capacidad productiva.

Ahora que el petróleo no parece ser quien protagonice el crecimiento económico y el Estado pierda un peso equivalente, hay una excelente oportunidad para que la producción, primero se independice tanto como sea posible de aquellos y, segundo, se cimente en el desarrollo de sus propias fuerzas y lo haga fundamentándose en reglas de mercado y en el protagonismo del sector privado venezolano. Venezuela debe pasar del modelo mercantilista que la guio en los últimos aňos a una moderna economía de mercado, integrada externamente y bajo los criterios, las experiencias y actualizaciones teorías y prácticas que el mundo experimenta hoy día.

Si a esa capacidad productiva se le incluyen reglas del juego que modifiquen sustancialmente componentes tradicionales de distribución del ingreso y de la propiedad, entonces sus promotores deben propiciar una nueva alianza entre el capital y el trabajo que al colocar el tema de la pobreza como una alta prioridad para los productores. Si, además, el talento, el conocimiento y la educación deben ser articulados en esta dirección para completar la ecuación productiva. Un último componente cierra este circuito virtuoso: las capacidades regionales y locales.

Capacidades regionales y locales.

Venezuela tiene que volcarse completamente hacia adentro, cerrar el capítulo centralizador y estimular agresivamente el desarrollo de sus regiones y localidades que concuerdan con sus vocaciones económicas. Esta tiene que ser la “columna vertebral” de la capacidad productiva. No se trata, de nuevo, de regresar al modelo “desarrollo hacia adentro”, marcado por el proteccionismo, el populismo y el dirigismo estatal. La coincidencia con las ventajas competitivas que tiene cada región o cada localidad debe garantizar que sean actividades productivas auto suficientes, rentables y sostenibles.

Finalmente, la construcción de una sinergia entre las capacidades institucionales, cívicas, productivas, regionales y locales permitiría que Venezuela construya una capacidad nacional que la aleje del modelo de dependencia del petróleo y de los avatares internacionales que mantuvo a lo largo del tiempo. Venezuela podría convertirse en un como muchos, en un país normal donde las capacidades internas amortigüen perversas influencias internacionales.

[1] Llamo Sociedad Civil Organizada a todas aquellas instituciones que se han constituido formal o informalmente y que tienen la propiedad de ser representativas de sus respectivos miembros. Excluyo expresamente a los partidos políticos como miembros natos de ella, para hacer transparente la definición de sus capacidades propias.

[2] Entendidos por aquellos atinentes a su rol: salarios – trabajadores, libre empresa – empresarios, agricultores, industriales, gremios profesionales, etc., etc.

[3] Hablamos de energía barata, alúmina, turismo, agroindustria, metalurgia, derivados de petróleo y aquellas derivadas de una basta experiencia industrial como lo desarrollado en la zona central del país.

¿Ir a elecciones?

Maxim Ross

Debo comenzar diciendo que sé que me estoy metiendo en un terreno sumamente escabroso y que estoy dispuesto a pagar sus costos de ingenuidad y controversia, pero a la vez creo, que hay que enfrentar esta discusión con alguna sistematización y diciendo algunas verdades. Sin embargo, dada su delicadeza en estos momentos, no me voy a inclinar por ninguna alternativa y solo desearía asomar algunos criterios que, quizás, nos ayuden a encontrar una salida que nos agregue activos políticos.

Inicio con la verdad más polémica y pregunto: ¿Si la ruta hasta ahora escogida no ha dado resultados hasta ahora, no valdría la pena “abrir otra puerta? Me refiero a que, si la ruta “cese de la usurpación… apoyo internacional” no han funcionado convendría replanteársela y asumir que unas elecciones, aunque restringidas, no transparentes. Podrían ser un camino a explorar. ¿Por qué lo digo?

Primero, por una razón que me resulta elemental. La estrategia del gobierno ha sido, con éxito, llevar a la oposición a la abstención, lo cual le ha permitido adueñarse de todos los poderes. Si es así: ¿No se debería evitarla y no hacerle el juego? En otras palabras si mi adversario me lleva a ese resultado, ¿No sería lógico jugar al contrario? Sabemos que su estrategia es cerrar toda posibilidad de transparencia, de inhabilitar y perseguir y, con ello, cerrar todas las vías para ir elecciones. Luego, diría entonces, a toda costa iría a cualquier elección que esté pautada.

Segundo, a pesar de todo lo dicho y defendido en la comunidad internacional para mantener su apoyo, pregunto: ¿Debería ser esto un impedimento, una restricción para cambiar de estrategia? Creo, humildemente, que esta no puede ser una cadena que nos ate para siempre a lo que al principio se dijo. Deben y debemos estar en capacidad de rehacer el camino si encontramos alguna posibilidad de éxito. A ello se agrega, como se sabe, que esa comunidad ha cambiado de lenguaje y se quedó, prácticamente con la idea de “elecciones libres”, lo cual da para mucho. Además, se enfrenta a dos problemas capitales: uno, se ha venido desmoronando políticamente y, dos, pareciera irse acercando, cada vez más, a una solución electoral y pacífica. Los tiempos de “todas las cartas sobre la mesa” ya se fueron. Por consecuencia, su peso en una decisión interna luce menor.

Tercero, pregunto: ¿Cómo hacemos para agregar activos políticos, precisamente, todos aquellos que nos ha hecho perder el gobierno al llevarnos a la abstención? Llamo activos políticos, primero que nada, a recrear una fuerza política interna, capaz de ser un interlocutor válido y representativo ante la comunidad internacional, lo cual implica, en mi modesta opinión, una nueva coalición de los partidos con la sociedad civil organizada en defensa de la Constitución y del ordenamiento democrático, tal que lleven a unas elecciones libres. Luego, una recuperación de la fuerza y presencia de los partidos políticos en los órganos del poder, que, por ahora, son las elecciones de gobernadores y alcaldes. Imaginen Uds., un cuadro político con una significativa presencia de la oposición en ese terreno perdido.

Cuarto. Hace tiempo reina una conseja en política: “Todas las armas son válidas” o también “Hay que caminar con los dos pies”, lo que invoco en esta oportunidad. Como dice Américo en reciente artículo:[1]

Por eso creo que toda confrontación permite ganar espacios que sirvan para a democratización de la sociedad y el Estado. Ninguna lucha es desechable, todas ofrecen posibilidades en el conjunto de una estrategia global.”

Si las elecciones son una oportunidad, sin abandonar otras opciones se deberían aprovechar en todas sus posibilidades. Desde luego presionando para conseguir mejores condiciones como indico en otro lugar. Aunque no dispongo de datos y encuestas del potencial de votos con que pueda contar la oposición hay indicios de puntos a favor. Por ejemplo el señalamiento del sin número de protestas de la gente por la carencia de todo, da idea del descontento y el venezolano, como se ha demostrado, es muy propenso a expresarlo en elecciones. De ser así, valdría la pena que los que dirigentes políticos exploren bien esta opción.

Quinto, por supuesto lo que todos Uds., se están preguntando: ¿Cómo hacemos para resolver los dos siguientes dilemas? Uno, no aceptar las dos elecciones pasadas, a pesar del fraude y la usurpación del poder y, dos, tal vez ir a elecciones con el mismo espectro de inhabilitados, presos y cero transparencia.

Bien, ese es el terreno más álgido a vencer para alguien como todos nosotros que no estamos, ni somos activistas políticos. Ofrezco una primera respuesta. Si no vamos a las próximas elecciones no podemos luchar contra esas restricciones, esto es, nos quedamos en el reclamo y…!nos abstenemos! Vuelvo a punto primero de estas notas. El gobierno nos lleva a su terreno ganador. Puede resultar mejor participar y dar la pelea, con el apoyo internacional de un cambio de reglas. De estas, las indispensables son cero inhabilitaciones, libertad para los presos políticos y minimizar el ventajismo oficial. Por supuesto, un mejor CNE sería bueno, pero no sé si sea la cuestión central. .

Queda por resolver el primer dilema: ¿Cómo ir a estas elecciones, habiendo rechazado las dos anteriores y declararlas invalidas? Este, quizás, es el dilema más complicado a resolver, pero aporto este criterio: Se trata de una batalla entre principios y política, por lo que la pregunta es. ¿Dónde podemos ganar? Si nos quedamos enquistados en aquellos dos principios, ¿Podremos ganar terreno?, pero si aceptamos, ¡aceptamos!, que esa estrategia no consiguió sus objetivos la opción electoral es una oportunidad por aprovechar, sin que ello signifique renunciar al reclamo. Nada nos prohíbe seguir denunciando al régimen en todos los frentes. Mantener la tesis de invalidar las elecciones anteriores ¿es incompatible con ir a las próximas?

Finalmente, un argumento que expuse en mi artículo anterior[2] En este momento se debe producir un “cerrar filas” entre la sociedad civil organizada, especialmente la de los empresarios porque el gobierno, urgido de dinero, inversiones y capacidad privada ha abierto algunas puertas de negociación. Por supuesto, su estrategia es desvincular lo político de lo económico y atomizar la respuesta empresarial y presionar con sus más urgentes necesidades. Si estos otorgan beneficios sin tomar en cuenta que la democracia está en juego perderemos esa ventaja, pero si los empresarios logran, inteligentemente vincular una cosa con la otra, entonces el tema de unas elecciones libres (o más libres) puede entrar en la agenda y, desde luego, esta sería una buena palanca para obtener un apoyo preciso y especifico de la comunidad internacional.

Si se logra esa apertura creo que las posibilidades de una “buena tajada” electoral para la oposición es razonable a juzgar por la conclusión de la encuesta que cito que plasma un gran descontento de la gente, un fuerte rechazo al gobierno y que obligan a una negociación de altura.

Esta fue su conclusión:

“Coctel mortal de condiciones que requieren de atención urgente de diversos actores para superar la desigualdad, la exclusión, la crisis alimentaria, de salud, educación, económica, social, de seguridad personal, de servicios e infraestructura, en un contexto de crisis sanitaria mundial, crisis política nacional y de emergencia humanitaria compleja”[3]

[1] “Guerra y Paz” Américo Martin en dígalo. Digital

[2] Democracia y Libre Empresa en dígalo. Digital

[3]Sistema centinela para el seguimiento de la situación social, agroalimentaria y de salud ante la emergencia en Venezuela. marzo 2021.

Democracia y libre empresa.

Maxim Ross

Es muy probable que un “aguacero” de críticas esté lloviendo sobre los empresarios afiliados a Fedecamaras, no solo por la reunión que sostuvieron con la comisión de la Asamblea presidida por Jorge Rodríguez sino por, lo que es más importante, por el documento de propuestas que publicaron y enviaron a esa comisión.

En esta nota deseo comentar, con la mejor intención el evento y las circunstancias que deben estar viviendo todos los empresarios venezolanos, sometidos a la más cruel política de eliminación y desaparición que se haya vivido en nuestra historia y que, aparentemente, el actual gobierno desea abandonar y echar atrás, aunque solo colocado en la perspectiva de un cambio económico.[1]

Luego, la pregunta que tenemos que tenemos que hacer es si Venezuela, como un todo, está dispuesta a aceptar este enfoque, solo y aislado de un cambio político y si debe exigir que ambos se persigan y se logren simultáneamente o, al menos, que uno condicione al otro. Señalo esto, por dos razones. Una que, por primera vez, el lado contrario al gobierno, al que me permito llamar el opuesto, la oposición, en la que incluyo partidos políticos, sociedad civil, iglesias, miembros de las Fuerzas Armadas, etc. etc., tiene la gran ventaja de que el gobierno necesita, imprescindiblemente, al movimiento empresarial para salir de la extrema crisis económica y social que nos ha hacho padecer y si está en la obligación de aprovechar ese “poder negociador” para que, Venezuela entera, consiga los dos objetivos que titula esta nota: Democracia y Libre Empresa. Sin sacrificar uno u otro.

En este sentido, no cabe la menor duda de que los empresarios deben defender los que pueden llamarse sus “intereses legítimos”[2], esto es su sobrevivencia, la búsqueda de la recuperación económica, la libertad y la defensa de sus empresas, y todos aquellos que son atinentes a su propio mundo y que están completamente reflejados en el documento de propuestas que publicaron.

Sin embargo, hay una segunda razón que obliga a aprovechar esta inigualable ventaja que hoy día tienen los empresarios y que, siendo Fedecamaras un miembro prominente de eso que podemos llamar Sociedad Civil Organizada, tiene todo el derecho de exigir, como condición sine qua non el rescate de la democracia para toda Venezuela. Como bien lo ha indicado el Presidente de los empresarios en la presentación del libro que recién publicaron, titulado así. Democracia y Libre Empresa.

“Libertad, democracia, libre iniciativa, libre empresa y respeto a la propiedad privada, guían la actuación, desde su fundación el 17 de julio de 1944, de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (FEDECAMARAS).[3]

Para luego precisar con mayor fuerza:

“Lamentablemente la historia venezolana ha sido ejemplo de la fragilidad de nuestro sistema democrático. Nos ha tocado conocer y padecer sus consecuencias. El abandono de las prácticas democráticas, aunado al deterioro institucional en los últimos años, ha dejado una generación sin referencia alguna de lo que realmente significa la democracia y la libre empresa, entendiendo que el fundamento de la democracia es la protección de las libertades individuales y de la libre iniciativa.”

“Actualmente el país exige no solo un cambio político, sino también verdaderos ciudadanos, comprometidos con los ideales democráticos y con las instituciones. Necesitamos cohesión social, apego irrestricto a los preceptos constitucionales, rescatar valores como justicia, confianza, responsabilidad, respeto, solidaridad y tolerancia. Urge alcanzar un acuerdo nacional que nos permita poner en marcha una reactivación económica que garantice el progreso social de Venezuela.”

Hago esta extensa cita para revelar el profundo y amplio compromiso que han tenido los empresarios, en especial los afiliados a Fedecamaras, con el ordenamiento democrático de nuestro país, lo cual los coloca en la zona de defensa del “interés general” de la sociedad venezolana, cual es la defensa de la democracia y de las instituciones que la validan, sin que ello signifique, como es el temor de muchos, el regreso a la política. Si tienen la claridad y la inteligencia para identificar esta diferencia, si actúan conjuntamente, ello podría ayudar a que no queden aprisionados en el solo lado de la ecuación, la de la recuperación económica.

¿Quién defiende la democracia, las Instituciones, la Ley?

Uno tiende a equivocarse mucho al intentar responder estas preguntas porque, en general, la respuesta refiere a una organización específica para interceder por ellas. Por ejemplo, creemos que solo los partidos políticos son los defensores de la democracias y, aun cuando, de alguna manera la sociedad civil les ha delegado esa función. Luego, también creemos que el único “defensor” de la Ley es el Tribunal Supremo o los Jueces, cuestión que, si bien es verdad, tampoco pueden dejarse solos en esa tarea pues sabemos las consecuencias. Lo mismo sucede con las Instituciones, entendidas en su más amplio sentido, por ejemplo una fundamental la Constitución de la Republica.

Como se puede ver todas ellas representan “intereses generales” de la sociedad y, si bien tienen sus específicos defensores, ello no implica, primero que no son atinentes a la sociedad toda y, segundo, que es ella quien tiene la sustantiva responsabilidad de defenderlos. Puede hacerlo a través de las organizaciones especializadas, pero también tiene la obligación de vigilarlas y hacer cumplir sus objetivos y principios... La Presentación a la que aludo y cito pareciera comprenderlo bien.

Democracia, prosperidad y Libre Empresa: ¿Van de la mano?

Existen opiniones, fundamentadas en la experiencia, acerca de que la democracia no es una condición, ni necesaria, ni suficiente, para garantizarle prosperidad a una colectividad

Y, a la luz del presente y el futuro de nuestra sociedad, resulta muy importante evaluar rigurosamente el tema. La experiencia ilustra casos muy diferentes. Por ejemplo, no se puede negar el salto cualitativo y cuantitativo que ha dado la China en los últimos años, sin practicar lo que se entiende por democracia en occidente, pero también está el ejemplo contrario de Cuba que, ahogándola, no ha logrado prosperidad para su pueblo.

Obviamente, una discusión sobre este tema es bastante difícil y compleja porque existen evidencias de unos y otros resultados, inclusive con el agravante de que, hoy día, el termino democracia está siendo intervenido por distintas formas de entenderla y aplicarla, pero a los fines de lo que nos interesa en Venezuela, la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿dada nuestra, aunque combatida democracia, de ayer y de hoy, podemos darnos el lujo de sacrificarla para ganar prosperidad?

Los riesgos que podemos enfrentar.

En el caso de que así fuera, y algunos estén dispuestos a defender esa tesis, observo dos tipos de riesgo a los cuales enfrentarnos, por cierto el segundo ligado con el primero. Como todos sabemos el gobierno ha logrado controlar el terreno político, atomizando o eliminando la representatividad de los partidos políticos, inclusive hasta algunos de sus propios aliados, con lo cual nos quedaríamos sin defensores de la democracia, si aceptamos aquel criterio restringido. De ser así, el primer riesgo es que el partido de gobierno sea su “único” defensor. Por otro lado, esa ruta puede llevar, inexorablemente, si no se puede evitar o mitigar, a un régimen institucional de hegemonía de un solo partido, tal como viene sucediendo en algunas partes del mundo.

Ese es un riesgo de alto calibre, pero el segundo riesgo es quizás peor, porque sabemos que este tiene serias implicaciones para la creación y el desarrollo de plenas libertades económicas, esto es para la plena vigencia de la Libre Empresa, porque la hegemonía de un partido no garantiza que estas sean debidamente reguladas y protegidas, tal como sucede actualmente en China, en Cuba, en Vietnam o Laos, ejemplos ampliamente conocidos y aceptados.

Este riesgo tiene para los empresarios un alcance de corto plazo y otro de mediano o largo plazo, pues pueden ser atraídos, seducidos o ilusionados por la apertura que se les está ofreciendo sigilosamente para el corto plazo, expresada en empresas devueltas, créditos equivalentes en moneda extranjera, facilidades para comprar y vender, etc., etc. Sin embargo, tienen que medir o evaluar muy bien, si estas concesiones no pueden ser revertidas en el mediano o largo plazo, puesto que quienes podrían defender la democracia, la Ley y las Instituciones habrían sido aniquilados.

Es un quid pro quo que deben definir y determinar muy, muy claramente. Probablemente, un breve examen de la evolución de la Libre Empresa así como también la importancia del sector gubernamental de empresas en regímenes de un solo partido pueda alertar. Vale la pena recordar que, cuando en Venezuela, predominó la fuerza de un líder y de su partido estas libertades corrieron peligro y palabras como “exprópiese”, “guerra económica”, etc., etc. estuvieron en boga y fueron sumamente útiles para restringir la libertad y aniquilar al sector privado venezolano.

Recordemos que a libertades económicas corresponden libertades individuales, así como a Libre Empresa corresponde Democracia, libertad en palabras simples que hay que ganársela. Como dicen claramente Acemoglu y Robinson:[4]

La libertad no es el orden «natural» de las cosas. En la mayoría de lugares y en la mayoría de casos, los fuertes han dominado a los débiles y la libertad humana ha sido anulada por la fuerza o por las costumbres y normas…”

De manera, pues, que si bien nos encontramos en una coyuntura favorable a una negociación, esta debería ser aprovechada para el bien de todos y no solo de algunos.

[1] Los primeros pasos ya se han comenzado a dar, amparados en la publicación de la Ley Antibloqueo.

[2] Entendidos por aquellos que representan sus intereses propios, tal como u sindicato defiende a los trabajadores, los educadores a los maestros, los médicos su profesión y así el resto de organizaciones.

[3]Presentación del libro “Democracia y Libre Empresa”. Ricardo Cusanno. Presidente de Fedecamaras

[4] Acemoglu, D y Robinson, J. “El pasillo estrecho”. Deusto. (2019)

Falsos teóricos

Maxim Ross

Una frase de Maduro, que tomo como cierta, inspira esta nota, endulzada por las recientes ofertas sobre la producción petrolera. Dice así la frase:

“No podemos dejarnos torcer por falsos teóricos que quieren imponerle al pueblo una utopía. Nosotros tenemos que venir de la práctica a la teoría, con los pies sobre la realidad.”

No se si esta afirmación de Maduro es o no verdadera, pero tiendo a creer que lo es a juzgar por los últimos acontecimientos económicos y por las decisiones que viene tomando en ese terreno, aquel en el cual se invoca al pragmatismo. Deseo aprovechar esa frase para evaluar, no en el contexto actual, sino en la perspectiva de los principios e ideas que guiaron a la “revolución bolivariana”, desde su principal conductor, “teórico” e ideólogo.

Fundamentos y evolución en el tiempo.

Puede demostrarse que lo que fue su planteamiento original, con lo del juramento del Samán de Guere y con los primeros pronunciamientos de ese grupo, dirigidos a reordenar la Republica, a la lucha contra la corrupción y a reivindicar a los pobres, se fue transformando en un proyecto, expresados en textos como el “Oráculo del Guerrero” o su “Libro Rojo”, con los cuales se comenzó a fundamentar la transición de Venezuela al socialismo bolivariano, incluyendo aquellas afirmaciones en las que Simón Bolívar terminaba, no solo siendo el iniciador de esas ideas, sino también socialista.

De allí en adelante se produjo el salto de la convencional escaramuza militar del 4 de febrero a la construcción de la patria socialista, inspirada, según el mismo Chávez por la antología marxista y, por supuesto, con la asesoría de Fidel y la excelente experiencia cubana. Llegamos al evento que, sin solución y aprobación Constitucional, con dos Asambleas Constituyentes se dieron a la tarea de emprender la lucha anti-capitalista, a la denuncia anti- imperialista, pero sobre todo a la deliberada destrucción de lo que quedaba de sector privado. Expropiación tras expropiación, confiscaciones y persecución lo fueron liquidando sin contemplaciones. Así pues, primera “teoría” era que, para salvar a Venezuela, había que destruir toda huella de capitalismo, en especial del venezolano.

El “Hombre Nuevo” de Chávez

La otra versión “teórica”, que debemos agregar en la mente de esos dirigentes, y en especial en la de Chávez, era la vieja tesis revolucionaria de “crear” el hombre nuevo, desprendido de las “alienaciones burguesas”, como habría dicho Marx y emprender la batalla para acabar con todas las “enfermedades” del capitalismo, el consumismo, la exagerada existencia de centros comerciales tipo Miami, la prevalencia de la híper producción por encima del nuevo concepto de “pro consumidores”, elogiando la producción artesanal y el regreso al conuco. Además, esa transformación conllevaba una percepción moral distinta que se expresa en frases como esta:

“La columna más importante de un modelo socialista debe ser el hombre nuevo, la mujer nueva”a.

No cabe la menor duda de que se intentó modificar la conducta de los venezolanos con distintos instrumentos como los cambios en la educación y en la doctrina militar, sobre los cuales existen sobradas evidencias en la literatura que produjeron los intelectuales de la “revolución”. Quizás podamos rememorar aquellos discursos que le eran preparados por un viejo amigo y general que, quien sabe, viendo los actuales acontecimientos, se sienta profundamente avergonzado, sobre todo si ese “hombre nuevo” se le parece a uno del Bodegón o a otro del Casino del Humboldt. Por supuesto, donde más se lució la “teoría revolucionaria” fue en la gama de ofertas y promesas.

Las promesas de la revolución.

Presento a mis lectores, de seguidas, esta breve referencia de las metas que se propusieron cumplir en el diseño de uno de los tantos planes socialistas. Allí están a grandes rasgos las que se elaboraron para el 2013 – 2019, las que complemento con dos principales en el plan del 2019 al 2025, esto es el vigente ahora. Toca a nuestros lectores encontrar las coincidencias entre la “utopía” y la realidad.

No vamos a incluir aquí las que se realizaron para alterar las relaciones de pobreza y desigualdad, tema que dejamos para otro momento, no solo porque exige un tratamiento diferenciado, sino porque tienen ellas una enorme influencia el apoderamiento de las dos principales instituciones que producían información estadística en Venezuela, el Banco Central y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), cuya imparcialidad fue también destruida.

Las metas que hemos tomado de documentos gubernamentales son las siguientes:

“Metas Nacionales para el Período 2013-201b

METAS MACROECONÓMICAS

Producto Interno Bruto: Tasa de crecimiento promedio anual entre 3,0% y 4,0%.

Inflación: Tasa de inflación promedio anual 20%.

Producción Petrolera: Producción de crudo: 3,3 MMBD1 para el año 2014 y 6MMBD1 para el año 2019.

Producción de gas natural: 7.830 MMPCD2 para el año 2014 y 10.494 MMPCD2 para el año 2019.

Desempleo: Tasa promedio entre 5% y 7%”.

Y aquí una breve referencia al periodo 2019 – 2026, el que estamos viviendo:

Gran Objetivo Histórico N° 2: Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI, en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo y con ello asegurar “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política” para nuestro pueblo”.

METAS

Producción de 6 MBD de crudo en 2025.

Producción de 3,4 MBD de crudo pesado y extra pesado en la Faja Petrolífera del Orinoco Hugo Rafael Chávez

Incremento del consumo de crudo pesado en el Sistema de Refinación Nacional a 47% en 2025

Incremento en el uso de la capacidad nominal de refinación a 1.200 MBD al 2025”

Por supuesto, mas allá de estas promesas en el orden cuantitativo están todas aquellas que se encontraban en esos planes para “salvar el planeta”, rehacer el orden mundial, la “potencia energética” que iba a ser Venezuela y las reivindicaciones que se le prometieron a toda América Latina y al Caribe, con el reparto más esplendido de recursos venezolanos a lo largo de nuestra historia y la de esos países. Desde luego, no podemos olvidar todo lo que estuvo detrás de Unasur, del Banco del Sur, del Alba y de esas alianzas cuya base “teórica” fue el regalo, la donación o el préstamo petrolero. Cuando se evalúe apropiadamente este infeliz periodo de nuestra historia vamos a encontrar la distancia entre:

La “teoría” y la práctica.

En el mundo científico es bastante fácil comprobar si una teoría tiene consistencia con la realidad. Quizás el mejor ejemplo sea ahora la velocidad y eficiencia con que se investigó y descubrió la vacuna contra el virus. Sin dudas, precedidas de una buena teoría y, por ello, el éxito logrado. Probablemente en el campo de las ciencias sociales sea más complicado mostrar logros, en particular en la Economía, tan sujeta a críticas de esa índole.

Sin embargo, existen casos exitosos como el de Keynes, con su Teoría General, con la cual se consiguió abatir la Gran Depresión, para que luego, las investigaciones de Friedman, dieran al traste con ella al demostrar que la inflación era, en esencia, un tema monetario y lograr controlarla en casi todo el mundo. Teoría hoy ampliamente aceptada, por los “revolucionarios” quienes, para controlarla han aprendido a manipular el encaje legal, el gasto del gobierno o, inclusive estar dispuestos a dolarizar las actividades económicas. Consciente estamos de la diferencia entre una teoría científica y las capacidades de predicción que pueda tener la economía y sabemos de las criticas esgrimidas contra la econometría y sus aciertos y errores, pero una cosa es esa y otra un salto al vacío como el que se le impuso a Venezuela.

En el campo de la política sucede lo contrario o, en todo caso, es más difícil probar la bondad de una teoría, porque la política se ha ido convirtiendo progresivamente en la principal enemiga de la verdad y, en esa dificultad intrínseca deriva que una teoría pueda estar muy lejos de su demostración en la práctica. Quizás, de allí provenga la frase que se invocó de “falsos teóricos” porque antes y ahora, como queda fehacientemente comprobado, sus teorías nos llevaron a hasta aquí.

Probablemente sea este uno de los daños históricos más grandes, causados por el hombre a sus conciudadanos , tal vez similares a los que produjo la ex–Unión Soviética, la China de Mao o la revolución cubana, cuando quedan evidencias palpables de la distancia entre teoría y práctica en todos esos intentos fallidos Desde luego, confiar en esa critica que hace Maduro a esos “falsos teóricos” es bastante difícil, si como aparentemente sugiere sustituirla por “los pies sobre la tierra”. Si apelamos a aquella conocida frase de que: “No hay mejor práctica que una buena teoría”, nos invade una sensación de angustia, de mayor incertidumbre si los “falsos teóricos” son sustituidos por nada.

aPensamiento del Presidente Chávez, Compilación de Salomón Susi, Correo del Orinoco. Julio 2011

bVer documentos del Plan publicados y sin revisión, que se sepa hasta ahora. Plan de la Patria 2019-2025

1MMBD: Millones de Barriles Diarios

2MMPCD: Millones de Pies Cúbicos Diarios

cVer: Conflicto y violencia en el sigloXXI. Tendencias actuales observadas en la investigación empírica y las estadísticas. Grupo del Banco Mundial. n/d.

Héctor Silva Michelena. Insigne venezolano

Maxim Ross

Lo conocí en la aquella Escuela de Economía que nos enseñaba Teorías del Desarrollo apegado, en esa época donde hervían las ideas del subdesarrollo y el centro – periferia, pero de una manera tal que se separaba de la mecánica introducción del marxismo en nuestras mentes, porque eso era Héctor dueño de una especial inteligencia que le permitía traducir etiquetas simplificadas. Fue mi muy querido Profesor, no solo por lo que digo antes sino que nos impregnó a todos el deseo de aprender y, diría, más allá del amor por una ciencia tan fría, tal “lúgubre”, como la catequizó Keynes.

Héctor le imprimía a la Economía ese sabor que, desde luego, inspiraba al alma del poeta, porque eso también fue nuestro querido: Poeta. Reconozco que, si no hubiera sido por el estaría haciendo otra cosa. Esa calificación la compartimos todos los que hicimos su curso, por allá por los sesenta que lo designamos Padrino de la promoción.

Pero hay, había, otra cosa más importante en Héctor, esa capacidad que da una inteligencia suprema supo entender y transmitir la realidad hasta percatarse de que su pensamiento, sus libros, sus escritos tenían que dar la vuelta del progreso y comenzó a criticarse a sí mismo, con esa valentía que da la experiencia y la capacidad para hacerse comprender y, lo peor, ayudarnos, a muchos, a salir de aquellos viejos paradigmas. !Miren que valor! Por ese camino se fue convirtiendo en duro crítico de esta supuesta “revolución”, de ese marxismo clásico, anacrónico y simplista.

Sin embargo, de todo ese Héctor Silva Michelena que describo, del que más provecho saqué fue de es ser humano, de sus palabras siempre cálidas, de esa manera de expresarse hasta convencer. Por todo ello puedo decir y calificar a mi gran amigo, Profesor, Padrino de INSIGNE VENEZOLANO.

Como ya le dije. Mis muy sentidas condolencias a Adicea y a los hijos a todos los amigos que compartimos la vida de este INSIGNE VENEZOLANO.

Venezuela: el eslabón perdido entre economía y política

Maxim Ross

Antes que todo: Reciban mis lectores mis deseos por un 2021 mucho mejor que este inolvidable 2020. En lo personal, porque no estoy seguro de que podamos superar los grandes problemas nacionales, en especial rescatar la democracia y prosperidad económica sostenibles, temas sobre los cuales ofrezco la siguiente reflexión.

Comienzo por decir que no encuentro en los análisis que leo el “eslabón perdido” entre lo político y lo económico, porque veo separados ambos temas. Algunos promueven el cambio político y otros examinan y recomiendan medidas para el cambio económico, pero afirmo que no existe una mecánica simple de relación entre ambas y ese es el “eslabón” que hay que construir para alterar la ruta económica y política que estamos experimentando.

Por una parte, el cambio político no produjo una prosperidad económica sostenible esparcible para todos. El caso de esta revolución es la mejor prueba con un terremoto político que solo reprodujo ruina y miseria. Por la otra, el cambio económico que se intentó antes no fue acompañado de su versión política.

Frente a la situación actual hay quienes piensan que basta con conseguir un “buen piloto”, para enderezar la ruta pero de eso hemos tenido bastantes en el pasado y nunca se lograron esos objetivos[1]. Se perdieron en el conflicto político y en la miopía del corto plazo. Ahora que estamos ante una franca destrucción generalizada, sin una economía productiva e instituciones válidas para la reconstrucción y con un grave deterioro social que obliga a rescatar a la gran mayoría: ¿Basta un piloto?

Me temo que ese “eslabón perdido” entre economía y política está por definirse y encontrarse, si estamos realmente interesados en conseguir aquellos dos objetivos, pues, por un lado, podemos quedarnos en una recuperación económica endeble y, cuidado si transitoria a conveniencia del gobierno y sin avances democráticos significativos. Entonces, no se trata de cambiar al piloto, sea proveniente del poder actual o de uno nuevo, pues la profundidad de los daños obliga a una “cirugía mayor” que puede no lograrse con un gobierno de “salvación nacional” o con esa propuesta de “dialogo nacional”, de entrada sesgada y limitada políticamente.

Estamos, frente a un cuadro complejo que, por varias razones, no puede resolverse solo en el terreno político. Primero que nada porque ninguno pareciera representar genuinamente a la gran mayoría a juzgar por los recientes eventos electorales y consultivos. Segundo, porque la legitimidad de ambos actores ha sido cuestionada, por unos y por otros y, principalmente por sus propios soportes. Tercero, porque hay que construir ese eslabón entre economía y política.

Creo que este se encuentra en repensar un verdadero consenso entre ambos mundos y ese es el Acuerdo que hay que empezar a edificar, pues solo la coincidencia de un Acuerdo Político y un Acuerdo Económico, ambos en mayúsculas, podría lograr restaurar una democracia plena y una prosperidad sostenible que alcance a todos los venezolanos. Cualquier opción que sacrifique uno de estos dos objetivos, es mezquina y contraria al interés nacional.

¿Por qué abogar por esta alternativa? Primero y principal porque ya el gobierno entendió que sin las fuerzas productivas privadas, nacionales o extranjeras no puede sobrevivir. Ese arreglo es el que está buscando con declaraciones y con su nueva Ley Antibloqueo. Segundo porque hay que entender y aceptar, aun a regañadientes, que sin las fuerzas que lo apoyan, la oposición sola no puede. Tercero, porque un Acuerdo de esta naturaleza si garantizaría un futuro más estable y duradero y! quizás! ¡Quizás! unificar el apoyo de la comunidad internacional, inclusive de quienes se estado de lado y lado. ¿Utópico? Es posible, pero bastante mejor que un futuro inestable y regresivo para todos.

Finalmente: ¿A quién le toca la responsabilidad de construir esta posibilidad? Categóricamente respondo: A las fuerzas vivas de la sociedad venezolana que han sido los más afectados. A los antes expropiados o confiscados, a los marginados profesionalmente por salarios de hambre. A los educadores, maestros y profesores. A los gremios empresariales, a las Universidades abandonadas o condenadas a la desaparición.

Es allí, precisamente, donde se necesita al piloto que pueda conducir el vuelo a un aterrizaje suave y seguro y sepa sobrevolar en estos tiempos de turbulencia y tempestad. Ese “piloto” tiene, entonces dos tareas. La primera, tomar la iniciativa de convocar a la sociedad civil organizada para un encuentro en defensa de sus más vitales intereses. Luego, y, desde allí, intentar el encuentro de todos los venezolanos con una agenda sustantiva que ponga la mira en la prosperidad y en la consolidación de nuestra democracia.

[1] Excluyendo el Pacto de Punto Fijo cuando se lograron consensos mínimos.

Cambio politico y cambio económico

Maxim Ross

Recuerdo perfectamente la pregunta que reiteradamente me hacían en la última reunión
del Grupo Santa Lucia, acerca de si el colapso económico que se pronosticaba para los
años posteriores a la bonanza petrolera que vivió Venezuela implicaba o posibilitaba un
cambio político y mi respuesta, para sorpresa de los presentes quienes si lo esperaban,
era que no lo creía, que no veía una relación directa entre un tema y otro, aunque una
cierta lógica elemental lo indicara. El tiempo terminó dándome la razón y ahora quiero
utilizar ese razonamiento y lo que ocurrió, para extraerle consecuencias sobre la situación
actual, en especial para quienes están pensando lo mismo pera al revés: creer que un
cambio económico favorable va a producir un cambio político.
Lo primero que dice la experiencia es que, ante las severas dificultades económicas que
Venezuela vivió desde 2013 hasta ahora, con pérdidas significativas en lo productivo, lo
petrolero y los indicadores sociales, el gobierno tuvo la astucia necesaria para conservar
el poder y evitar, a toda costa, el cambio político. Desde el altisonante lenguaje
antiimperialista hasta lo de la “guerra económica” y el reparto de bolsas alimenticias,
subsidios, pensiones etc., etc., encontró la fórmula para mantenerse en el poder, más allá
de los artificios políticos. El colapso económico no fue evitado, pero no logró el ansiado
cambio político. No olvidemos la cuantía del colosal apoyo chino con préstamos que
alcanzaron a unos US$ 70.000 millones, pagaderos con petróleo. Se puede concluir en la
convencional frase de: “es condición necesaria pero no suficiente”
Visto el problema al revés, cabe una reflexión similar. El gobierno, viéndose
dramáticamente necesitado, ha dado un giro drástico a su política económica y del
Socialismo del siglo XXI, guía ideológica y doctrinaria de la “revolución bolivariana” ha
pasado, sin solución de continuidad, al más puro capitalismo, en el que privan las leyes
del mercado para fijar los precios, importaciones a la libre para abastecer la nueva
modalidad comercial del “Bodegón” y el dólar convertido, quieran o no, en la moneda
nacional. La tasa de cambio en abierta convertibilidad, para que aquella draconiana Ley
de Ilícitos cambiarios pasara a la historia.
La pregunta ahora es la misma, pero al revés: una supuesta, aunque limitada bonanza
económica, producto de la expectativa de una serie de concesiones al capital privado,
nacional y extranjero, que incluye una esperada devolución de activos expropiados y

confiscados, va a reproducir la misma ecuación y el cambio económico va a conducir al
cambio político. De nuevo la respuesta es la misma, pero esta vez, con un componente
distinto al caso anterior pues, si bien en aquella el gobierno “ahogado” habría de acceder
a las demandas políticas y no lo hizo, “oxigenado” por esa “bonanza” terminará cediendo
el cambio político. En una situación como esta tampoco podemos olvidar el apoyo de sus
aliados, aunque sus dificultades económicas no les permitirán el grueso de las mismas.
Si aquella vez respondí con certeza a la pregunta, ahora creo que puedo ser más
categórico, porque si no lo hizo en un frente de severas dificultades, ahora tendrá menos
incentivos para hacerlo. Las señales, además, son muy claras: el pleno dominio del
aparato legislativo, la consolidación de la hegemonía del partido socialista y la reiterada
amenaza de convocar el “parlamento comunal”, a similitud del modelo cubano y chino,
son indicios muy evidentes de la ruta que van a seguir.
Sintiéndose “oxigenados” por el capital van a insistir en su modelo. Lamentablemente, veo
alejarse el cambio político…!a menos que!, se produzca lo que nunca se logró generar
anteriormente: la formula política que lo promueva eficazmente. Habiendo experimentado
todas las posibilidades, electorales y no electorales, protestas, apoyo y sanciones
internacionales, la pregunta no es si este cambio económico va a producirlo. La pregunta
es: ¿hay alguna posibilidad todavía en el campo de la política que lo pueda engendrar o
promover?
Apelo, en este momento, a mi artículo anterior ¿Momento 1998?, en que defiendo la idea
de que existe un cuadro económico – social que llena las condiciones para el cambio
político, pero la pregunta es ¿Quién lo puede capitalizar? Si esta oportunidad no se
aprovecha no veo como el “cambio económico” va a inducir el cambio político y de nuevo
la conclusión seria la misma de antes: el primero puede ser condición del segundo, pero
sin el segundo sigue siendo insuficiente.

¿Momento 1998?

Maxim Ross

Ofrezco una reflexión que parece justa para finalizar el año y comenzar el que viene, porque el momento político que estamos viviendo se me parece mucho al que vivimos en 1998 y creo que eso merece un comentario con algún rigor.

Digo que se parece a 1998 porque los datos que están aflorando en la opinión pública, sea de las distintas encuestas que se realizaron antes de los dos eventos electorales de diciembre o los resultados de uno de ellos, dan una idea de las similitudes entre un momento y otro.

La situación en 1998 era, mas o menos, aquella donde los partidos políticos, banderas de la democracia, habían entrado en una severa crisis, tal que llevó a la elección previa de Rafael Caldera a ganarla con no mas del 21% de los votos y sin el apoyo de su propio partido, mientras tanto AD y Proyecto Venezuela estaban a la saga de este y el resto de los partidos estaban, prácticamente, desaparecidos.

Por otra parte, dos datos son relevantes a la hora de recordar: la drástica tendencia a la baja de la participación en las ultimas elecciones, no se diga de parlamentarias y locales y la aparición de la palabra “ni-ni” en las encuestas, dando cuenta de la desafiliación partidista, esto es de los llamados “independientes”. No olvidemos que la situación económica y social era bien critica.

En un escenario como ese apareció el “outsider” Chávez y ganó las próximas elecciones. Obviamente apareció un nuevo liderazgo, nos guste o no nos guste, y arrastró ese gran descontento, demostrando, por cierto, que el tema político fundamental no está en las “triquiñuelas” electorales, sino en ganarse la voluntad popular.

Me resultan impresionantes las coincidencias con el momento actual. Por un lado, las distintas encuestas ya estaban alertando sobre la situación, con datos de descontento sobre el costo de la vida, con críticas al gobierno que, incluían, hasta miembros de su propio partido. Las mediciones de agrado de los partidos políticos en la misma ruta, con sorprendentes números de caída para gobierno y oposición y, de nuevo, la aparición del fenómeno “ni-ni”, esta vez llamado “independientes”, lo que confirma y refleja una gran decepción y desilusión con el mundo político.

Para sellar el cuadro la gran similitud de participación electoral prevista en las encuestas y ratificada por los resultados de la contienda parlamentaria gubernamental. 70% de electores no fueron a votar con una contundente señal del rechazo a la anacrónica y sin mensaje “revolución bolivariana”, con todo y CLAPS y bono tras bono. Falta saber lo que resulte de la consulta llamada por la oposición, aunque parece esperarse lo mismo.

Se me parece mucho a 1998, ¡Uds dirán!, pero de todas similares características apelo a una observación que deberíamos aquilatar. Una primera lección de ambos tiempos es que estamos en el momento de un regreso a la conquista de la voluntad popular, de la creación de una verdadera y autentica mayoría que, sabemos, no se logra sin acercarse a los problemas reales de la gente. La segunda lección es que los “mensajes” políticos, si es que se pueden llamar así, no calcan ni en la voluntad, ni en la mente, ni en el corazón de la gente. Por tanto: ¡No sirven! ¡No llegan!

La tercera, como consecuencia de la anterior, es que hay que revisar y enmendar la estrategia politica. Quizás al gobierno le cueste deslastrarse del “Socialismo del siglo XXI”, mutarse a ese “extraño capitalismo” que practican, sin perder lo poco que dejó Chávez, pero quizás sea demasiado pedirle a un movimiento que hace tiempo olvidó proyecto, mensaje y contenido.

A la oposición, quizás, le debería ser mas fácil, porque no está atada a un amarre ideológico, sino a unas consignas tácticas y a compromisos internacionales que se pueden desandar, si demuestra que tiene una estrategia de conquista y movilización interna, que puede construir una politica de rescate de la voluntad popular y esta es más eficaz que mantener la inercia de la vigente.

Si nos acogemos a mi hipotesis, de que los momentos 1998 y 2020 son similares, caben dos preguntas: la primera: ¿Aparecerá de nuevo un “outsider”? En 1998 no lo sabíamos y apareció, lamentablemente para Venezuela. Ojalá esto no se reproduzca en una versión empeorada. La segunda: ¿Será posible que ese liderazgo provenga de alguno de los líderes políticos conocidos o surja de esa camada nueva de la oposición, que, como decía en articulo anterior, no represente la tesis de la acción mágica y “teja” otra narrativa atractiva para la gente?

La mejor lectura y la mejor lección de 1998 me dice que hay y está allí una gran oportunidad. ¡Ojalá se sepa y se pueda aprovechar!