Pasar al contenido principal

Paulina Gamus

Ojos bien cerrados

Paulina Gamus
En 2011 la película iraní  “Una separación”,  recibió el Oscar a la mejor película extranjera.  El tema: una madre que quiere salir de Irán con su hija adolescente para salvar a la niña de ese ambiente asfixiante para las mujeres. 

La derecha dura pisa fuerte

Paulina Gamus

Si uno viaja en el tiempo, pero hacia el pasado, puede recordar que el partido Social Cristiano Copei nació con el estigma de fascista por su apoyo a la dictadura de Francisco Franco, en España, y Acción Democrática etiquetada como marxista gracias a los antecedentes de Rómulo Betancourt en su sarampión juvenil. Con el paso de los años Copei se deslastró de esa carga y pasó a ser un partido comprometido con la democracia y Acción Democrática demostró que no tenía nada que ver con el marxismo y menos con el comunismo soviético y luego cubano.

Los militantes de ambos partidos se ofendían si alguien los llamaba de «derecha» que era la acusación que les hacían constantemente el Partido Comunista primero y luego el MIR y el MAS. Ya no había derecha en Venezuela, los dos partidos que se alternaron en el poder durante cuarenta años eran socialistas y a mucha honra

Voy a obviar la llegada de Chávez al poder, asunto con el que se pueden llenar bibliotecas enteras y aterrizo en el régimen de Nicolás Maduro que de comunista lo único que tiene es la sumisión al régimen cubano. Claro que ellos se autoproclaman de Izquierda. Lo mismo que los Kirchner y en general el peronismo en Argentina, aunque el peronismo a lo largo de su funesta historia ha dado para todo.

Hubo unas primarias el 13 de agosto, el kirchnerismo se derrumbó y la candidata liberal-conservadora quedó a dos puntos del ganador. ¿Y quién es el ganador?, Javier Milei, un personaje que parece salido de la película argentina «Relatos Salvajes». Se proclama admirador de Donald Trump y de Jair Bolsonaro, se relaciona con el partido VOX, de España. Tiene entre sus propósitos, si gana la presidencia, permitir la venta libre de armas y de órganos humanos. Es «anarcocapitalista» lo que el mismo define como «enemigo del Estado». Niega el cambio climático. Es anticlerical y califica al Papa Francisco como una «encarnación del comunismo». Y, en caso de ganar la presidencia, eliminará los ministerios de Educación, Salud y Desarrollo Social que son «las cajas negras que usan los políticos para enriquecerse».

Si esa gran parte de los votantes por Milei que fueron los más pobres en las regiones y zonas más desasistidas, se hubiesen enterado que el programa anarcocatastrófico de su candidato es eliminar el gasto social, jamás lo habrían votado. Pero su voto y el de todos quienes sufragaron a favor del estrafalario ultraderechista no tuvo que ver con su programa, ni se enteraron. Fue el voto del hartazgo, de la venganza, un voto revanchista contra la clase política tradicional. Como el voto por Hugo Chávez en diciembre de 1998.

Imaginemos que Milei gana la presidencia y enseguida se declara enemigo del gobierno de Nicolás Maduro, ¿qué haría la oposición venezolana, la institucionalizada y la del común, la de Twitter, Facebook o Instagram? Puedo aventurar que la mayoría se proclamaría Pro-Milei.

Hemos llegado a un punto en que los términos Izquierda y Socialismo se han convertido en sinónimos de chavismo-madurismo. No queremos ver que existen Izquierdas democráticas como fue el MAS en Venezuela y como ha sido hasta ahora el gobierno de Gabriel Boric, en Chile.

Y países socialistas con avanzadas democracias como los escandinavos. Es así como de pronto ser de Derecha es la única respuesta que sirve de contrapartida al régimen que nos martiriza desde hace 24 años.

Con la mejor buena fe, algunos de mis más apreciados contactos me han enviado un supuesto himno de la Derecha con la petición de hacerlo viral. El texto que presenta el himno, dice: «Esta canción se está cantando en todo el mundo y se está convirtiendo en un himno mundial. El planeta ha despertado y está haciendo perecer el mal que la Izquierda le hace a la vida de todos los seres humanos» El video muestra una multitud que se va formando hasta constituir decenas de miles de personas que cantan bajo la dirección de un señor setentón, una canción en inglés con el siguiente texto: «Necesitamos despertar, estar alertas, necesitamos abrir nuestros ojos ahora. Necesitamos construir un futuro mejor y necesitamos empezar ahora. Por un planeta verde y limpio, no hay que esperar ni dudar, el planeta tiene un problema y hay que resolverlo ahora».

El fondo musical, para sorpresa de los enterados (por viejos) es Bellaciao, la canción de los partisanos italianos durante la segunda guerra mundial, luego himno antifascista, después secuestrada por los comunistas y ahora cantada en varios idiomas y países como un canto de libertad y de paz.

Una canción que habla de proteger el planeta de la contaminación («queremos un planeta verde y limpio»), no puede ser de ninguna de las ultraderechas que conocemos empezando por Donald Trump y su clon Jair Bolsonaro. Las derechas son absolutamente negacionistas del cambio climático y opuestas a cualquier acción internacional para enfrentarlo.

La reacción ante la supuesta Izquierda (en realidad es fascismo) del régimen inaugurado por Chávez y continuado (además de empeorado) por Maduro, ha provocado simpatías por Donald Trump, por VOX, por la Meloni, por el brutal Bukele y por todos aquellos para quienes la democracia como la conocimos, con respeto a la Constitución, a las leyes, a los derechos humanos y a la convivencia respetuosa entre opuestos, es un trasto viejo que podemos botar a la basura. ¡Qué tiempos maravillosos cuando la mayoría no estaba obligada a elegir entre extremos, ser del centro era tan cómodo!

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

Twitter: @Paugamus

https://talcualdigital.com/la-derecha-dura-pisa-fuerte-por-paulina-gamus/

Miedo

Paulina Gamus

«De lo que tengo miedo es de tu miedo»

William Shakespeare

Hace algunos días mi muy admirado amigo Roberto Briceño León escribió, más que un artículo, un breve y sabio tratado sobre cómo y de qué diferentes maneras el régimen de Nicolás Maduro ha utilizado el miedo para sostenerse en el poder y casi neutralizar la reacción de los oprimidos.

Citaré algunos párrafos de ese excelente escrito: «Para que el miedo pueda cumplir su función social es necesario fragilizar a las personas, hacerlas vulnerables y dependientes. Es necesario infantilizarlas, pues de ese modo se les devuelve a una fase primera de la vida, cuando todos necesitaban un protector, un padre o una madre que les alimentara y defendiera de los enemigos externos que podían atentar contra sus vidas»…. La violencia policial introduce un miedo específico y nada despreciable, pues es amenaza a la integridad física, a la vida. Pero la dictadura requiere que el miedo sea general y difuso. Por eso la tarea de infantilizar y llevar a la población al estado de vulnerabilidad requiere de otros afanes y dimensiones.»

Entonces Briceño León menciona y describe la infantilización y tras ella el miedo que permite el atropello a la libertad y a los derechos fundamentales, mediante el control del acceso a los alimentos, al agua, al gas que sirve para cocinar, al servicio eléctrico. «Para que la dictadura del miedo se imponga es necesario que todas esas dimensiones de la vida sean fragilizadas y que su protección o provisión se vuelva dependiente de ‘otro’. Si la gente tiene un trabajo que le permite alimentarse, y conseguir agua, leña y sal, ¿para qué necesitaría del ‘otro’?».

Hasta consumada por el chávez-madurismo la destrucción de toda la infraestructura de servicios claro que teníamos miedo, pero el que causan los fenómenos naturales como por ejemplo un terremoto, las enfermedades, un asalto, un secuestro y por supuesto la muerte. En mi caso agregaría algo que parece banal pero que está más extendido de lo que imaginamos: el miedo a las cucarachas y a todo animal rastrero.

Recuerdo que en la noche del golpe militar de febrero 1992, encabezado por Hugo Chávez, mi hija me llamó angustiada y me rogó que me refugiara en casa de una amiga que vivía en un edificio contiguo. Para hacerlo debía atravesar, en la oscuridad, unos jardines donde había visto ratas. Mi repuesta: ¡le tengo más miedo a una rata que a los militares que me van a llevar presa! Y me quedé en casa esperando lo peor.

Claro que aún no había sido infantilizada. Ahora vivo bajo el trauma de un apagón como aquel que duró 72 horas y sufro cada día con la crisis del agua que padece casi toda mi familia.

Me aterroriza un terremoto en las condiciones de ineptitud e insensibilidad que caracterizan a este régimen. Recuerdo una conferencia dictada hace más de 10 años por el arquitecto Alfredo Cilento, quien era parte del Ministerio de Obras Públicas cuando el terremoto de 1967. Narró la diligencia con la que el ministro Leopoldo Sucre Figarella, hombre de reconocido carácter y autorictas, reunió en pocas horas a todos los contratistas que tenían tractores y de una vez comenzaron a remover escombros y a rescatar víctimas. Cilento se preguntaba con angustia que pasaría si sucedía un terremoto ante el caos urbanístico y administrativo de hace diez años. Temblemos pensando en lo que sucedería ahora.

Ahora bien, ¿somos los opositores que constituimos el 85 o 90% de la población los únicos que tenemos miedo? ¿Qué pasa con ésos que se aferran al poder omnímodo y que nos subyugan? Hace más de veinte años almorzaba con mis hermanas y una sobrina, en el restaurante del museo de Arte Contemporáneo que entonces se llamaba «Sofía Ímber» y cuya chef era la entonces esposa del psiquiatra Jorge Rodríguez. Salí a fumar un cigarrillo y en una mesa de la terraza había dos hombres, los zapatos deportivos de uno de ellos me encandilaron, nunca había visto algo similar. Subí la vista y el hombre se había tapado la cara con las manos. Cuando regresé al restaurante descubrimos que era Eliézer Otaiza, para entonces director de la Disip. El poderoso policía había tenido miedo de una indefensa ex parlamentaria con ninguna otra arma que no fuera la palabra. Tiempo después estaba en un restaurante de carnes en Altamira, esperando a los amigos con los que iba a almorzar. En una mesa cercana estaba un diputado del PSUV sentado con un «gringo» muy conocido desde la era democrática por su condición de lobbista. El diputado se tapó la cara con el cartón del menú y así estuvo, ocultándose de mí, hasta que llegaron mis amigos y nos mudamos de mesa.

El miedo de los poderosos, de esos que nos maltratan, humillan, encarcelan, torturan y asesinan, es el mismo del enfermo aislado porque sufre una enfermedad altamente contagiosa. Jamás podrán ir a un restaurante de moda o tradicional salvo que lo hagan cerrar para su uso exclusivo.

Nunca a un espectáculo, a un parque de diversiones con sus hijos, a un partido de beisbol. Sus automóviles, en caso de que se atrevan a circular por las vías más concurridas, tienen vidrios tan oscuros que es imposible ver quién va adentro. Viven encerrados en sus lujosas mansiones, generalmente en Fuerte Tiuna.
Sus lujos son para lucirlos entre ellos mismos como las mujeres de un harén. Los menos notorios, cuando deciden mudarse a un edificio, compran todos los apartamentos al precio que les pidan. Y quienes optan por mansiones levantan unos muros gigantescos para que nadie vea el interior. Son presos de sí mismos por el odio que sembraron y que se les ha devuelto como boomerang.

Claro que los dos miedos no son iguales, las personas del común llevamos la peor parte. Pero al menos nos entra un fresquito que se agradece.

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

El efecto Robin Hood

Paulina Gamus

Yo no corrompí a nadie, ellos ya eran corruptos

Marcelo Odebrecht al ser liberado tras dos años y medio en prisión.

El escándalo por los multimillonarios sobornos que la empresa brasilera Odebrecht repartió casi urbi et orbi, provocaron destituciones, encarcelamientos, fugas, extradiciones y hasta suicidios. Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, Venezuela es el país que más dinero recibió en sobornos por parte de Odebrecht; entre 2006 y 2015. Once obras públicas fueron contratadas por esta constructora y están paralizadas.

El Departamento de Justicia sostiene que el gobierno de Venezuela recibió al menos 98 millones de dólares en sobornos. Los 98 millones estarán depositados por sus anónimos beneficiarios en paraísos fiscales o en los bancos que se han prestado para blanquear operaciones delictivas. Los delincuentes son como se llama a los ladrones en Italia, Il soliti ignoti (los desconocidos de siempre).

Al hablar del destino o destinos del producto del saqueo a que ha sido sometida Venezuela durante los 24 años de gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, me viene a la memoria una presentación que le hizo al Comité Ejecutivo de Acción Democrática (CEN) a principios de 1998, una empresa norteamericana de consultoría sobre cómo mejorar el ejercicio democrático. La consultora había sido contratada por el gobierno de Rafael Caldera II. No recuerdo mucho de lo que dijeron los demás expositores pero se me quedó grabado lo dicho por el más joven del grupo: «los corruptos colombianos invierten en Colombia, los corruptos venezolanos sacan el dinero fuera del país».

El diario El País, de España del 14 de este mes de julio, ha publicado la siguiente noticia: «Corrupto en Colombia, héroe en su pueblo: “El Ñoño Elías es un ladrón, sí, pero robó para nosotros», dice convencida una mesera de un restaurante en Sahagún, Córdoba, ante la pregunta de por qué el domingo ella y cientos de personas más recibieron con devoción a uno de los principales responsables del escándalo de Odebrecht en Colombia. Las imágenes de la multitudinaria caravana de bienvenida del Ñoño en su tierra natal se hicieron virales y generaron el rechazo y la indignación de opinadores y políticos en Bogotá. «¿Cómo es posible que cientos de personas salgan a recibir como a un héroe a un hombre que fue condenado (6 años) por concierto para delinquir, lavado de activos, cohecho propio y tráfico de influencias», se preguntaba Juan Pablo Calvás este lunes en una columna en El País.”

«La respuesta comienza el Día de la Madre de 2007, cuando Bernardo Miguel Elías, hoy con 47 años, reunió en la antigua sede del Club Campestre de Sahagún a miles de mujeres pobres. Les regaló lavadoras, neveras, televisores, planchas, ollas a presión y muchos otros electrodomésticos. El evento se repitió todos los Días de la Madre durante los años en los que Ñoño fue congresista del Partido de la U, liderado por el expresidente Juan Manuel Santos. Primero llegó como representante a la Cámara entre 2006 y 2010, y después fue uno de los senadores más votados de Colombia por dos periodos, 2010 – 2014 y 2014 hasta el 10 de agosto de 2017, cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó su captura por recibir sobornos multimillonarios de Odebrecht. «

Además, el Ñoño regalaba balones de fútbol y útiles escolares en el día del Niño, bonos en el día del Maestro y diversos regalos en navidad. Patrocinaba ferias, eventos deportivos y conciertos. Regalaba dinero para comprar medicamentos y para materiales de construcción.
Los habitantes de Sahagún ignoraban que la plata que les regalaba en las navidades venía de las coimas de Odebrecht. Sin embargo, ahora que todo el país lo sabe, a los seguidores del Ñoño parece no importarles mucho que su líder sea un corrupto. A quienes critican por ignorancia a sus adoradores un maestro del pueblo les responde: «No es ignorancia, es hambre. El primer paso para reclamar dignidad es tener el estómago lleno».

Imaginemos por un momento al «Tuerto» Andrade (conste que no me burlo de su discapacidad) utilizando los cientos de millones que le quedaron después de los confiscados por EEUU, para crear una fundación que sufrague trasplantes de córneas en el país cuyo régimen le permitió hacerse billonario. Pensemos a Rafael Ramírez creando una empresa sin fines de lucro para evitar los derrames petroleros que ocurren a cada momento en el Lago de Maracaibo y los permanentes incendios en las semidestruidas refinerías consecuencias de la destrucción de Pdvsa. O a Haiman El Troudi, patrocinando una Fundación que ayude a reparar algunos de los desastres que su ruinosa gestión le ocasionó al Metro de Caracas, por ejemplo una campaña de comportamiento cívico como aquella que desarrollo Renny Ottolina antes de la inauguración del subterráneo.

Los Bolichicos de Derwick: Leopoldo Alejando Betancourt López, Francisco Convit Guruceaga, Domingo Guzmán López y Orlando Alvarado, que viven como reyes entre España y Nueva York, podrían ser recibidos en hombros si regresan a Venezuela, con solo crear una Fundación que reponga lavadoras, secadoras, neveras, televisores, computadoras y todos los electrodomésticos dañados por los incesantes apagones y bajones del servicio eléctrico.

Claro que los antes nombrados no son los únicos ladrones que dejaron al que era su país en la inopia. La lista es larga y lo robado alcanzaría para la reconstrucción total de Venezuela. Pero por algo se empezaría si algunos de ellos quisieran reencarnar el espíritu de Robin Hood «El Príncipe de los Ladrones».

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

Twitter: @Paugamus

https://talcualdigital.com/el-efecto-robin-hood-por-paulina-gamus/

Adiós a los muchachos

Paulina Gamus

«Adiós muchachos compañeros de mi vida…me toca a mi hoy emprender la retirada».

De Carlos Gardel para Pablo Iglesias.

Las personas de la tercera y cuarta edad, como quien les escribe, vivimos tiempos políticos turbulentos, trágicos y otros pacíficos y hasta esperanzadores. Tenía 2 años de edad cuando comenzó la Segunda Guerra mundial y hasta los 7, cuando concluyó con la derrota de la Alemania nazi, viví día a día la angustia de mis padres por la persecución y extermino de judíos en Europa, lo que desde entonces y hasta hoy conocemos como el Holocausto.

Pero ese mismo año de 1945, viví la Revolución de Octubre, la pasión de mi papá y de mi tío por los debates en la Constituyente, la elección de Rómulo Gallegos en 1947 y su derrocamiento en 1948. El asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, en noviembre de 1950, la Junta de gobierno que lo sucedió presidida por Germán Suárez Flamerich, un civil, flanqueado por los militares Marcos Pérez Jiménez y Luis Llovera Páez, los que en verdad mandaban. Y en 1952 la elección fraudulenta de Marcos Pérez Jiménez que sería dictador de Venezuela hasta el 23 de enero de 1958. Mirando hacia atrás parece increíble que en tan pocas líneas y en apenas 17 años, se puedan resumir acontecimientos que cambiaron nuestra historia y nuestras vidas para siempre.

En diciembre de 1958 ejercí por primera vez mi derecho al voto y votaríamos cada cinco años cuando votar era una fiesta. Celebraban los ganadores y lloraban los perdedores, pero el despecho duraba menos que el de Shakira por Piqué. Acción Democrática y el Partido Social Cristiano Copei dominaban la escena política venezolana. El bipartidismo no era exclusividad venezolana: en Colombia Conservadores y Liberales, en los Estados Unidos Republicanos y Demócratas. En Argentina el Partido Radical muy disminuido ante el peronismo que podía ser desde Derecha fascista hasta Izquierda comunista. Como los extremos se tocan, todos eran una misma cosa. Una excepción era México donde el PRI fue desde 1930 hasta 2000, una dictadura electoral conocida como la «dictadura perfecta».

Las cosas parecían tan sencillas porque había partidos de Derecha, de Izquierda y de Centro. En Venezuela no había alguno que aceptara ser de Derecha, ni siquiera Copei que nació como tal. Todos éramos «socialistas» pero en realidad centristas. Así hasta la llegada de la «horda invasora» como calificaba el poeta Manuel Alfredo Rodríguez a la Causa R, embrión del chavismo que destruyó para siempre cualquier simpatía o esperanza que pudiera generar el término socialismo.

Recuerdo como si lo estuviera viendo aquel mediodía de 1980 en que el expresidente Carlos Andrés Pérez reunió al Comité Ejecutivo (CEN) de AD en un restaurante en La Castellana para presentarnos a quien, según él, tenía el futuro político garantizado en España. Era un Felipe González flaco, con el pelo largo y descuidado y con los dientes irregulares. ¡Un hippie! Es conocida la historia del «contrabando» que llevó CAP en el avión presidencial en un viaje a Madrid: era Felipe. Ya en 1982 era presidente del Gobierno español. Fue el artífice del fin del aislamiento y del ingreso de su país a Europa.

Para ese entonces los adecos nos sentíamos hermanados con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) que del tinte comunista original pasó a practicar un socialismo democrático como el de los países escandinavos. Nunca imaginé que 41 años después me iba a sentir feliz por la derrota del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales del domingo 28-5-2023.

Este PSOE de Pedro Sánchez que comenzó su degeneración con el mercader José Luis Rodríguez Zapatero, nada tiene que ver con aquel de Felipe González. En España donde aún parecen tener sentido los conceptos y calificaciones Derecha e Izquierda, a Pedro Sánchez le cobraron su alianza con Pablo Iglesias, líder del partido seudo marxista Podemos, amigo fraterno y financiado por el régimen de Nicolás Maduro.

Casi desaparecido Iglesias del escenario político, habría que aplicar la expresión francesa «cherchez la femme». Los dislates de su mujer Irene Montero, ministra de la Igualdad, fueron un factor importante en la derrota. Me refiero a los extremos de la ley del «Si es Si» y de la «Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación, de la Comunidad de Madrid».

El rechazo del voto español del domingo 28 de mayo a los extremismos y a la invasión mediante leyes en la intimidad y sexualidad de las personas, se va extendiendo a otros países.

En Argentina aparece con buena ubicación en las encuestas, Javier Milei con su oposición al aborto, incluso en casos de abuso sexual, su rechazo a la educación sexual integral en las escuelas, su apoyo a la venta libre de armas y la negación de la existencia del calentamiento global. En Chile José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano y ganador de las elecciones constituyentes, es el líder la extrema derecha chilena y un abierto admirador de Pinochet. Varios candidatos para alcaldes en Colombia hacen campaña declarándose «bukelistas», es decir con promesas de acabar con la delincuencia y la violencia usando los métodos salvajes de Nayib Bukele, de El Salvador. De Santis en los EEUU acaba de lanzar su candidatura con un mensaje más extremo y bárbaro que cualquiera que haya emitido Donald Trump.

Esas son las reacciones contra lo que el filósofo francés Alain Finkielkraut llamó «la Izquierditud europea» que ha terminado extendiéndose por el mundo: «Carmen mata a Don José. La bella durmiente no puede ser despertada por el príncipe sin su «Sí es sí». En ‘El lago de los cisnes’, el ave negra que representa el mal cambia de color. En la Universidad de Cambridge, los estudiantes rechazan la celebración del bicentenario de Beethoven por ser demasiado «pálido, masculino y rancio». Bajo la vigilancia constante de estudiantes-chivatos, los profesores activan avisos de peligro entre ellos: no herir la sensibilidad femenina ni homosexual, la de los afroamericanos, nativos o musulmanes». Y así hasta el infinito el salto que ha causado la izquierditud hacia la derechitud más radical.

Twitter: @Paugamus

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

Los inamovibles

Paulina Gamus

Hegel afirmaba que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces. Carlos Marx, pretendiendo ser su hermeneuta, afirmó que la historia se repite la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. Si Marx hubiese vivido para ver en lo que ha derivado el marxismo-leninismo-comunismo, podría sentirse orgulloso de haber vaticinado como el más iluminado vidente, que la historia se repite como tragedia y que sus protagonistas son unos farsantes. Cuba y Venezuela son dos ejemplos de esa afirmación, ambos países han repetido la tragedia del estalinismo. Ambos tienen regímenes que parecen inamovibles e imperecederos. El castrocomunista 64 años, el chavo-madurista 23. En Cuba hacen elecciones periódicas por supuesto amañadas, farsa absoluta en la que los mismos de siempre ganan siempre.

En Venezuela hemos tenido algunos soplos de transparencia, por ejemplo en las parlamentarias de 2015 y estamos a punto de saber si este régimen que ha sometido al país a una sistemática destrucción física, institucional y moral, aparte de incrementar la represión, la censura y los ataques a la libertad de expresión con cierre de emisoras de radio, de periódicos y bloqueo de portales informativos, va a permitir unas elecciones libres y creíbles.

En el país se ha instalado una máxima que ya aparece como verdad imbatible: ¡Dictadura no sale con elecciones! Si atendemos a las palabras de Hegel, puede que la historia de 2015 se repita. Mejor ni pensar en la opinión de Marx. Ni nos remontemos al caso del referéndum que perdió Pinochet en Chile, ha llovido mucho desde entonces y allá había una fuerza armada institucional y valiente que supo defender la voluntad popular.

Veamos dos casos recientes: Turquía y Tailandia. Turquía nos resulta más cercana que Tailandia no por geografía sino por razones políticas. En Tailandia la oposición relegó a la dictadura militar y golpista que gobernaba desde hace diez años, al quinto lugar. Sin embargo la alegría no es absoluta porque el actual primer ministro derrotado en esas elecciones, conserva la mayoría en el Senado.

El caso de Turquía nos hace recordar una de las frases más desacertadas del ex presidente Rafael Caldera cuando perdió las elecciones con Jaime Lusinchi: «el pueblo nunca se equivoca». Lo cierto es que los pueblos se equivocan con demasiada frecuencia. Sin viajar muy lejos: elecciones presidenciales en Venezuela diciembre de 1998 y el resultado: Hugo Chávez Frías.

Si nos remitimos a Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía desde 2014 y Primer Ministro entre 2003 y 2014, podemos escribir varios tomos de las razones por las que los votantes turcos parecen hipnotizados. Esta es la primera vez que el dictador turco, la antítesis de Jemal Atetar el modernizador de su país, tiene que ir a una segunda vuelta. Pero aun así obtuvo el 49% de los sufragios en una jornada electoral en la que no se manifestó la tradicional abstención. La participación logró un récord superior al 88%, más de 64 millones de electores.

Significa que la mitad del electorado turco ignora o no le importa que Erdogan sea un islamista retrógrado, que sea abiertamente corrupto, que haya sido por sus maniobras politiqueras e inmorales, el primer responsable el terremoto del 6 de febrero de este año 2023 que ocasionó más de 50.000 muertes y alrededor de cinco millones de desplazados. Ni el manejo de la pandemia ni la profunda crisis económica del país parecen haberlo debilitado. Ni que haya ya sido aliado del criminal Vladimir Putin. Su cercana amistad y colaboración con el régimen de Nicolás Maduro es muy probable que no les importe y hasta les simpatice a los turcos porque son ellos quienes se llevan la mejor tajada de esa componenda.

La euforia por esta primera derrota de Erdogan puede no durar, van a una segunda vuelta y existe el peligro de que la gane por las divisiones en la oposición. La coalición opositora incluye seis fuerzas políticas que van del centro izquierda, pasando por partidos de corte islamista, hasta la derecha nacionalista. Sinan Ogan es un candidato ultra que puede decidir con su apoyo el próximo presidente de Turquía porque no se aviene con los otros partidos y tiene resentimientos con Erdogan. Además el partido de Erdogan logró mayoría parlamentaria.

Sin llegar a acusar fraude, el ventajismo de Erdogan ha movido a la Comisión Europea a exigir al gobierno turco que corrija las deficiencias detectadas en las elecciones del domingo 14 de mayo. Como se lee en El País (16-5-2023): «En un inusual comunicado, el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, y el comisario de Ampliación, Olivér Várhelyi, hacen un «llamamiento» a las autoridades de Ankara para que tengan en cuenta las conclusiones de las misiones de observación sobre los comicios de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) y el Consejo de Europa. «La UE otorga la máxima importancia a la necesidad de elecciones transparentes, inclusivas y creíbles en igualdad de condiciones»,

Me he permitido este recorrido por países que nos son tan remotos como Tailandia y tan lejanos como Turquía solo para concluir que hasta las dictaduras –incluso militares– pueden ser derrotadas mediante elecciones. Claro que entre muchas condiciones la más importante es que el oponente sea producto de una oposición unida y coherente. ¿Será esto posible en la Venezuela en que el candidato del régimen, sea o no Maduro, jamás obtendría una votación ni remotamente cercana a la de Erdogan?

Twitter: @Paugamus

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

La ley «caiga quien caiga»

Paulina Gamus

Desde tiempos inmemoriales, comenzando por las Tablas de la Ley con los 10 Mandamientos entregadas por el Altísimo a Moisés en el Monte Sinaí, las leyes tienen por objeto ordenar la vida en sociedad. Nuestro Andrés Bello, quien entre sus muchos talentos poseía el de respetable jurista, definió la ley como una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite. Para Bello, lo decisivo para calificar un acto de ley es la forma en que se gesta y no la naturaleza de la disposición en él contenida.

No sé si en la historia legislativa existieron otras leyes dirigidas al odio, segregación racial, expoliación y exterminio de determinados grupos humanos como fueron las Leyes de Nuremberg promulgadas en 1935 por el régimen nazi de Adolf Hitler y las leyes raciales fascistas en la Italia de Benito Mussolini, a partir de 1938. En ambos casos, el grupo humano contra el que fueron dirigidas fue la «raza judía», considerada inferior y perniciosa. Aunque se extendieron a otros grupos considerados igualmente «subhumanos» como los gitanos, los homosexuales y los discapacitados, especialmente enfermos mentales.

La primera ley cuyo objetivo expreso era cobrar venganza fue la Ley del Talión. Conocida popularmente como ojo por ojo y diente por diente, esta ley fue incluida en el Código de Hammurabi, dictado por ese rey de Babilonia unos 16 siglos antes de nuestra era. Pero la venganza legal nada tenía que ver con política, era la reparación al agredido causando el mismo sufrimiento al agresor.

En el llamado trienio adeco (27 de noviembre de 1945) se creó el Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa para juzgar el enriquecimiento ilícito durante los gobiernos anteriores, desde el de Cipriano Castro hasta el de Medina y castigar el peculado. Bajo tales acusaciones fueron expulsados del país los expresidentes Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita y varios importantes exfuncionarios, como el exministro Arturo Uslar Pietri. La comisión no siempre actuó con equidad y se basó más en el propósito de retaliación política que en la justicia.

Quienes promulgan y se jactan de leyes vengativas suelen ser gobernantes con aspiraciones de eternidad en los cargos. Ignoran que en muchas ocasiones tales leyes tienen efectos bumerán. Veamos una ley venezolana de esta naturaleza promulgada hace apenas unos días: el 28 de abril de 2023: la Ley Orgánica de Extinción de Dominio.

Al jactarse de los prodigios de esa ley aprobada entre gallos y medianoche, Nicolás Maduro dijo: La calidad del debate que han dado ha permitido que tengamos esta novísima ley, poderosa ley, la ley orgánica de extinción de dominio que nos permite de manera acelerada castigar y quitarle el dominio de propiedades mal habidas a las mafias Gracias por esta ley, que en esta fase de la batalla que estamos dando por la moral y la ética, tremenda batalla intensa que vamos a radicalizar, viene a ser la primera ley para golpear durísimo a las mafias corruptas que han pretendido posicionarse en la vida política, nacional y en el escenario del Estado.

Como resultado de esta ley, añadió Maduro, se inició el operativo «caiga quien caiga» y, de paso, mencionó el conjunto de bienes recuperados. Pero no llegamos a saber quiénes cayeron; es decir, a quiénes pertenecían, su ubicación ni su valor. Los bienes incautados: seis edificios, 38 apartamentos de lujo, 28 casas mansión, 16 oficinas, cuatro grandes terrenos, siete empresas, una posada, un club, 13 complejos empresariales, cuatro fundos, 361 vehículos de alta gama, 52 camiones nuevos, nueve motos, nueve autobuses, 23 maquinarias pesadas, 19 aeronaves y siete embarcaciones.

Con respecto a casos y mafias del narcotráfico, apuntó que el dominio extinguido fue: 71 mansiones, un apartamento de lujo, cuatro terrenos, un complejo empresarial con galpones, 62 vehículos de alta gama, tres camiones, 26 maquinarias pesadas, 17 aeronaves, 10 embarcaciones, entre otros, en lo que va de año.

Y como la guinda de la torta, acotó: Sobre los casos de corrupción dentro del chavismo, hay un total de 1.007 bienes incautados hasta este momento. Aseguró que están detrás de recursos monetarios, sobre los cuales no tienen aún cifras concretas.

Según la alocución presidencial, esas propiedades (incautadas o confiscadas) serán distribuidas a los distintos niveles de Gobierno y formarán parte de proyectos para uso de la población venezolana.

Me asalta la curiosidad: ¿A cuáles niveles del gobierno les van a adjudicar las 71 mansiones? ¿Y a cuáles los 423 vehículos de alta gama? ¿Y las embarcaciones —es decir yates— y los aviones y los fundos, edificios, etcétera? ¿Servirá algo de lo expropiado para incrementar las pensiones de los jubilados, los salarios de los maestros, enfermeros, profesores universitarios y demás empleados públicos?

Quedan abiertas las interrogantes. Y es como un fresquito que le entra a uno saber que la ley del «caiga quien caiga» es, por ahora, una cuestion entre bandos o bandas chavistas, es igual.

Twitter: @Paugamus

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

Éxodo

Paulina Gamus

Cuando me senté ante mi computadra para cumplir con el compromisó de escribir este artículo quincenal, me percaté de que sería publicado el Domingo de Resurrección o de Pascua Florida, una celebración alegre para el crstianismo. No debía amargarles el día a mis lectores de fe cristiana con un inventario de las plagas que han caído sobre nuestro país en estos últimos 23 años, casi comparables a las 10 plagas con las que Yahvé castigó a los egipcios hasta que el faraón cedió y accedió a la liberación del pueblo judío sometido a la esclavitud durante más de cuatro siglos.

Este año, como sucede cada vez y desde siempre, la Semana Santa o Semana mayor coincide con el Pesaj en hebreo, Passover en inglés, Pascua en español. Los ocho días en que los judíos en todo el mundo rememoran, celebran y exaltan la gesta heróica de Moisés, el elegido por Dios para negociar con el Faraón la liberación de su pueblo.

El Éxodo es sin duda el primer movimiento de liberación nacional del que se tenga noticias en la historia de la humanidad. Los judíos en todo el mundo lo celebran durante ocho días que comienzan con dos noches de Seder o Sedarim, en los que las familias se reúnen alrededor de la mesa para leer la Hagadá que recoge la historia de la salida de Egipto y la epopeya de los 40 años de travesía por el desierto. Durante esos días no comemos nada que contenga harina de trigo y levadura, solo matzá o pan ácimo.

Según se relata en el texto bíblico, fueron 630 mil los judíos (sin incluir los niños), liberados por las negociaciones con Dios, por una parte, Moisés como intermediario y el faraón, que se cree era Ramsés II, por la otra. Esa multitud siguió a Moisés en el milagroso cruce por el mar Rojo y en la travesía por el desierto. Moisés el profeta —Moshe Rabenu— es venerado por las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo y el islam. Y es probable que muchos cristianos ignoren que la última cena de Jesús de Nazareth con los apóstoles, que se conmemora cada Jueves Santo, fue un Séder de Pesaj en el que ese grupo de judíos observantes como lo fue Jesús hasta el día de su muerte, se sentaron ante una mesa para leer la Hagadá, comer el pan de la aflicción o matzá, tomar las copas de vino que acompañan cada pasaje y comer el jaroset, la mezcla de frutos secos y vino que simboliza la arcilla que los judíos utilizaron para construir sus barracas en el desierto.

Vivimos tiempos en que lamentamos la carencia de líderes. El mundo se ha llenado de populistas vocingleros y extravagantes, de dirigentes y gobernantes que carecen del valor y de los principios para servirles a sus pueblos con desprendimiento y sacrificios. Es obligante preguntarse cómo logró Moisés, cuando no existía Internet, ni siquiera calculadoras, hacer un censo y ubicar a los 630 mil judíos esclavos que según la Biblia lo siguieron en la aventura de salir de Egipto. Y luego, poner de acuerdo a esa multitud lo que debe haber sido especialmente difícil por tratarse de judíos quienes suelen ser cuestionadores por naturaleza. Esta última una proeza casi tan titánica como la de separar las aguas del mar Rojo.

Agreguemos algo de lo que muchos dirigentes políticos carecen: la habilidad negociadora de Moisés. Por un lado, su comunicación con Yahvé (Dios) y por la otra con el faraón: «¡O dejas salir a mi pueblo o el tuyo sufrirá estas plagas!». Y así una a una hasta llegar a la décima y más terrible: muerte de los primogénitos, la que obligó al faraón a ceder.

No estoy al tanto, lo confieso, de otros personajes bíblicos que hayan logrado comunicarse con Dios o su representación de una manera tan directa para luego presionar al faraón. Por lo que hemos visto hay muchos negociadores en la actualidad que fracasan porque se creen Dios ellos mismos. Además, la osadía de Moisés llegó a desobedecer a Dios al golpear dos veces la roca de la que debía brotar agua. Dios les dijo a Moisés y a su hermano Aarón: «¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!». Por eso este lugar se conoce como las aguas de Meriba (que significa «discusión») porque allí el pueblo de Israel discutió con Dios y Dios demostró su santidad entre ellos.

Las angustias del profeta Moisés no terminaron con la salida de Egipto. Tuvo que lidiar con un pueblo que después de cuatro siglos viviendo entre idólatras, había perdido vínculos con el judaísmo. Fue así cuando al bajar del monte Sinaí con las Tablas de la Ley o la Torá, los encuentra adorando al Becerro de Oro, monta en cólera y arroja las Tablas contra el suelo rompiéndolas. Pero no desmaya, no se rinde y regresa a buscar unas nuevas que sirvan de código ético, de conjunto supremo de valores para el pueblo judío y para la humanidad en general.

La suma de milagros que narra el Éxodo no es materia para escépticos ni para quienes buscan una explicación científica detrás de cada suceso. La fe consiste en creer sin preguntarse por lo fantasioso o sobrenatural detrás de lo que la Biblia nos dice. Así cada año, desde tiempos inmemoriales y aún en las tenebrosas condiciones de los campos de exterminio nazis, los judíos en general, incluidos muchos agnósticos, se reúnen alrededor de una mesa para leer la Hagadá o libro del Éxodo. Para preguntarse por qué esta noche es diferente a todas las demás y para alabar la gesta heroica del profeta Moisés.

La palabra Éxodo que en la Biblia tiene una connotación libertaria, adquiere un significado doloroso en la Venezuela de hoy. Aquellos judíos que siguieron a Moisés iban en busca de la libertad en la que fue y debía ser de nuevo su propia tierra, la tierra prometida. Los venezolanos que por millones han abandonado su patria, donde perdieron la libertad y las esperanzas, van en busca de mejores condiciones de vida, pero nunca de una tierra prometida porque ninguna será igual a la tierra que los vio nacer y crecer.

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.

Twitter: @Paugamus

Purgas y purgados

Paulina Gamus

Tenía en mente tantos temas para esta nota los que –como suelo procurar– serían universales y apenas con pinceladas sobre esta parroquia tan kafkiana y atribulada en que nos toca vivir, sufrir y morir. Pero no puedo evadir ni queriéndolo el mafiamoto que acaba de ocurrir en el régimen de Nicolás Maduro y C.A. Ese servidor a tiempo completo de la revolución bonita que era apto para cualquier cargo hasta llegar a usufructuar lo que queda de la gallina que ponía huevos de oro (Pdvsa). Siempre tan bien peinado con un copete inalterable y siempre atildado en el vestir. Ese que parecía ser maleable, infinito e inderrumbable, ha sido destronado al tiempo que su círculo de colaboradores más íntimos ha sido encarcelado.

Escribo esta nota (martes 21-3-2023, 11 am). Quién sabe cuántas cosas sucederán en las próximos horas y días que no seré capaz de registrar. La noticia ahora es que el inefable Tarek El Aissami ha renunciado a la presidencia de la petrolera nacional. Como la manera de enterarnos hasta de mafiamotos como este es Twitter, el desplazado e investigado El Aissami acude a la plataforma de Elon Musk para tuitear que su renuncia es «para acompañar y respaldar totalmente este proceso» (de los grandes hechos de corrupción en Pdvsa). El tuit que sigue a este de ponerse a la orden (arrodillarse) de sus verdugos dice textualmente: «De igual manera, en mi condición de militante revolucionario, me coloco a disposición de la dirección del PSUV para apoyar la cruzada que ha emprendido el presidente Nicolás Maduro contra los antivalores que estamos obligados a combatir, hasta con nuestras vidas».

Esta lamida de botas con lágrimas de cocodrilo pasará al basurero de la historia como el 99,99 de los actos hipócritas y de las rencillas intermafiosas de la revolución que nos desgobierna desde hace 23 años.

¿Puede alguien que tenga alguna capacidad de sindéresis creer que después del saqueo que el actual régimen y su predecesor, el de Hugo Chávez Frías, hicieron a la nación venezolana, es la corrupción la que defenestra al ex ministro y ex de todo El Aissami? En la catarata de denuncias que parecen llover desde la atmósfera y salir del subsuelo, hay una danza de miles de millones de dólares que ninguna calculadora tradicional puede convertir en bolívares, además no hace falta.

Se dieron cuenta de repente, nada ni nadie podía hacerlos dudar de tan perruno camarada. De pronto reaparece –como hace cada cierto tiempo– un ex ministro del chavismo, Andrés Izarra, radicado en Alemania, quien tuitea textualmente: «Lo que Maduro descubrió era un plan para disputarle el poder. Maduro usa la corrupción para controlar las ambiciones de los grupos, pero el poder se lo reserva para él. La golpiza viene porque el plan para tomar el poder se devela».

La purga fantochesca dentro de las filas del PSUV tiene en sus raíces el mismo objetivo de las que en su tiempo hizo Stalin: sembrar el terror para impedir críticas al régimen y eliminar a todos aquellos que pudieran aspirar a sucederlo. También inventar enemigos como ocurrió con el «Complot de las batas blancas», en que numerosos médicos, incluido el particular de Stalin, estuvieron a punto de ser asesinados o deportados a Siberia. Los salvó la muerte del genocida. Stalin estaba obsesionado con quienes podían disputarle el poder.

Fidel Castro, tutor espiritual e ideológico de Nicolás Maduro, tenía mucho más agudizada esa paranoia. Así fue como se deshizo del Ché Guevara enviado a morir en Bolivia, de Camilo Cienfuegos, fallecido en un sospechoso accidente de aviación, de Huber Matos, comandante histórico del Movimiento 26 de Julio quien fue figura clave en el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista. Fidel lo encarceló por sedición entre 1959 y 1979.

El caso más dramático y cruel: el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, general de División de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas. Héroe de la República de Cuba desde que se le otorgó la orden en 1984, hasta que se le despojó de la misma en 1989. Fue el jefe de la tropas cubanas en la Guerra de Ogaden en apoyo a Etiopía y de la misión militar cubana en Angola. Fue condenado en juicio militar público junto a Antonio De La Guardia Font, Jorge Martínez Valdés y Amado Padrón Trujillo a la pena capital por «alta traición a la patria producto de acusaciones de actividades de narcotráfico. Por los mismos métodos estalinistas para que los inocentes se declararan culpables, el general Ochoa:»aceptó las impugnaciones de orden moral que recayeron sobre su persona y reconoció la comisión de los delitos que se le imputaron; hizo una severa autocrítica de su proceder; manifestó su más profundo y sincero arrepentimiento; deslindó al comandante en jefe, al ministro de las Fuerzas Armadas, al Partido y al gobierno de Cuba de cualquier participación en el tráfico de estupefacientes y finalmente descartó el carácter político de su detención y enjuiciamiento».

Quienes recuerden o tengan ocasión de ver la extraordinaria película francesa del director Costa Gavras, «La Confesión» (1970), entenderán como las manipulaciones, torturas psicológicas y físicas llevaron al ex ministro checo Artur London a declararse culpable durante el «Proceso de Praga» en 1952. Jorge Semprún basó el guion de la película en el libro del ex ministro que narra en primera persona las purgas estalinistas de las que fueron víctimas los disidentes del Partido Comunista checoslovaco.

Guardando las inmensas distancias entre London y un parvenu de la política, un militante sin medallas, heroísmos o talentos, un sujeto del que solo se ha conocido su ambición por los cargos donde el poder político y de enriquecimiento ilícito fuese mayor, también éste –El Aissami– se arrastra a los pies del verdugo antes de que lo arrastren a La Tumba.

¿Creerá alguien que detrás de estas detenciones por «corrupción» y de esa renuncia provocada hay alguna remota intención de corregir la que ha sido insignia del chavomadurismo? Para nada, esos miles de millones que se atribuyen a las agallas de Tarek El Aissami y de su entorno, jamás ingresarán a las arcas de la nación para aliviar las carencias de jubilados, pensionados, profesores universitarios, maestros, enfermeros, empleados públicos en general y todos aquellos venezolanos condenados a vivir y morir en la miseria.

Twitter: @Paugamus

Amigos indeseables

Paulina Gamus

El diccionario de la RAE define Genocidio como: «Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos». Para no remontarnos a la historia lejana recordemos a los mayores genocidas del siglo XX cuyas motivaciones encajaron en esta definición: Adolfo Hitler asesinó a millones de seres humanos, incluso niños, por ser judíos, eslavos, gitanos, homosexuales o comunistas. Iosif Stalin y Mao Zedong prefirieron acabar con la vida de millones de sus compatriotas con un método mucho menos sofisticado: el hambre. En el siglo XXI el genocida que se nos viene a la mente es Slodoban Milosevic, dictador serbio entregado por la justicia de su país al Tribunal Penal Internacional de La Haya, acusado de crímenes contra la humanidad en la guerra en Kosovo.

A la luz de lo ocurrido con el terremoto del 20 de febrero de este año 2023, que asoló varias ciudades de Turquía y de Siria y que acabó con las vidas de decenas de miles de personas (quizá nunca se sepa el número exacto) habría que agregar un nuevo concepto a la definición de Genocidio: «asesinato masivo indirecto como resultado de la corrupción y de la indolencia». Tal es el caso del presidente Recep Tayyip Erdogan, el dictador y fundamentalista islámico que gobierna a Turquía desde 2014. En el caso del dictador sirio Bashar al-Asad, se trata solo de agregar una nota más en su carrera de crímenes de lesa humanidad. Si la pérdida de vidas humanas en Turquía por causa del terremoto son imposibles de determinar, en el caso de Siria se parecen a la caja negra perdida de un avión siniestrado.

Parte de la condición genocida del régimen de Erdogan ha sido no enviar ayuda a las ciudades que no lo votaron. En países que no han sufrido un autoritarismo tan cruel y vengativo resulta difícil comprender que un Gobierno pueda mostrar tamaña animosidad hacia su pueblo como ocurrió con la negación de ayuda a la ciudad de Hatay, disidente del régimen. Por añadidura, en un país altamente sismico, el presupuesto de la Presidencia (de Erdogan) para Desastres y Gestión de Emergencias, es 14 veces menor que el de la Dirección de Asuntos Religiosos.

Pero lo más grave e imperdonable ha sido el relajamiento de las normas de construcción antisísmicas. La periodista y escritora Ece Temelkuran nos revela que «en el cuarto de siglo de hegemonía del partido AKP, de Erdogan, centenares de miles de edificios recibieron la convalidación legal desde 2018, con una amnistía urbanística que produjo sustanciosos ingresos a la Administración». Con el pago de una multa, los constructores se saltaban a la torera las normas de construcción antisísmica.

La indignación en la población turca es de tal calibre que, según Temelkuran, «será difícil que el Gobierno y el presidente puedan eludir las responsabilidades que ya se les demandan desde la oposición». Erdogan utilizó la promesa de la amnistía urbanística en este mismo año 2023, con miras a las elecciones de junio próximo. Esperemos que la indignación del pueblo turco ante su descaro criminal acabe con ese régimen oprobioso.

Otro caso indignante ha sido el destierro que el aberrado Daniel Ortega, el führer de Nicaragua y la bruja Rosario que lo manipula en papel de esposa, les aplicó a 222 presos políticos a quienes además del exilio forzoso, privó de su nacionalidad. A eso se sumó la privación de nacionalidad de otros 92 nicaragüenses, entre ellos figuras intelectuales de trascendencia internacional como Sergio Ramírez y Gioconda Belli. Como no le pareció suficiente, los despojó también de sus viviendas y pertenencias. Gioconda Belli, poeta, ha escrito: «No tengo donde vivir. Escogí las palabras…Queda mi ropa yerta en el ropero. Mis zapatos, mis paisajes del día y de la noche. El sofá donde escribo. Las ventanas…».

No menos indignante ha sido el silencio cómplice de la mayoría de los mandatarios latinoamericanos con la respetable excepción de Gabriel Boric quien ha denunciado la aberrante decisión de Ortega y ha ofrecido nacionalidad chilena a los desnacionalizados.

Igual gesto ha tenido España. En este caso viene a mi mente el recuerdo del 12 de octubre de 2016 cuando una turba chavista derrumbó la estatua de Cristóbal Colón ubicada en la plaza del mismo nombre en Maripérez, Caracas. El exabrupto ha sido imitado luego en distintos países y ciudades como parte de esa estupidez de moda que es la cultura de la cancelación. ¡Bravo por España que conserva dignamente sus vínculos con la América que una vez conquistó y colonizó cuando todos los países de Europa que podían hacerlo, conquistaban y colonizaban! ¡Y bravo por la conciencia democrática de Gabriel Boric!

Twitter: @Paugamus

Paulina Gamus es abogada, parlamentaria de la democracia.